¿Cómo anda tu autoestima? Mercedes Eleine González Te Amo Libro motivacional 28/07/21 EPT
¿Cómo anda tu autoestima? (Libro motivacional) Mercedes Eleine González PALABRAS IMPRENSCINDIBLES ¿Sabías que de tu autoestima depende tu manera de vivir, tu comportamiento y hasta tu felicidad? ¿Sabes también lo que es la autoestima? Es la valoración que te tienes de ti mismo. Es el aprecio que sientes por ti. Es el amor que te tienes, es tu amor propio. Por lo tanto, del amor, de la apreciación, del afecto, del respeto, del cariño, del valor que te des como persona, como profesional, como ser humano en el ámbito emocional, familiar y social, dependerán tus relaciones amorosas y laborales, dependerá tu carácter y la proyección de tu personalidad, y también tu futuro y tu felicidad, porque es la clave para encontrar el justo equilibrio de tu vida. Si te respetas a ti mismo y te das el valor que como ser humano tienes ante ti y los demás, tú mismo estas coadyuvando a que el respeto de los demás sea una de las premisas fundamentales en tu vida.
Respétate y respeta a los otros, date un valor determinado en la vida porque vales mucho, viniste al planeta para ser feliz y hacer felices a los demás. Tenlo muy presente. Y ten también muy presente que solo de ti depende tu propia dicha, nadie más va a luchar por ti, como no seas tú mismo. Pero… ¡Cuidado! No te sobrevalores, no creas que vales más que nadie porque entonces habrás caído en el grave error del ego inflado y eso es desastroso. Amate y consiéntete, porque así tendrás un factor importante en la clave de tu éxito y de tu felicidad. Tú puedes lograr todo lo que te propongas Cap. 1 ¿Cómo anda tu autoestima? Conozco muchas personas que tienen una vida muy agradable, que parecen nadar en la abundancia y ser muy felices en tanto otros a su alrededor bucean en la más triste miseria humana. Les miras a los ojos y te das cuenta que una profunda tristeza los invade. Quisieras ayudarlos pero ¿de qué manera? ¿Qué podemos hacer para llevar un poco de alivio a sus tristes vidas? Puede que tengan vidas vacías, que no tengan un móvil para vivir, un motivo, una razón, un propósito. Se han quedado sin una razón plausible que los motive a continuar. Y eso depende en muchas ocasiones, yo diría, en todas las ocasiones, de uno mismo. Muchos hemos oído hablar de la autoestima pero ¿sabemos lo que es? ¿Has preguntado lo que significa? ¿Te ha dado pena preguntar a otras personas porque no quieres que los demás piensen que eres un(a) ignorante? De acuerdo, puede ser por eso y mucho más. La tendencia general de muchas personas (no todas, por suerte) es burlarse de uno cuando demuestra cierta ignorancia, claro que no estoy de acuerdo con esa actitud. Yo soy de las que preguntan cuando no sé alguna cosa, no me gusta permanecer con la duda si puedo resolver con una respuesta clara y precisa la aclaración de mi duda. De esta manera, aprendo. Puedes buscar el significado en algún diccionario pero no te preocupes, aunque ya yo la aclaré al principio, en la página introductoria, vamos a profundizar un poco más en ello, porque de ahí dependen muchas cosas buenas y malas.
No es complicado, yo lo haré asequible a cualquier nivel de lector, lo que me interesa es que lo entiendan. Yo te la voy a aclarar, de lo contrario yo no podría avanzar en el libro. Cuando buscamos en el Larousse dice que Autoestima es: La valoración generalmente positiva de sí mismo. La apreciación que tienes de ti. Yo encuentro la definición muy escueta, demasiado breve, pero por ahí vamos. También podría agregar que es el valor que tú mismo tienes de ti o que tú mismo te das. Y algo muy importante, del valor que tú mismo te des o tengas de ti depende el valor que los demás te dan. Siempre repercute de una forma u otra en ti mismo. La autoestima es tu amor propio, el que sientes por ti, si es que sientes algún amor por ti. Escuchemos una historia tomada de la vida real. El caso de Sandra Sandra era una adolescente tímida, tan tímida que le costaba mucho trabajo entablar una conversación con alguien desconocido, se paralizaba, quedaba muda, comenzaba a tartamudear y temblar de tal modo que los demás podían darse cuenta de que algo andaba mal en ella, sin embargo era muy bonita, delgada, de largo cabello rubio, de ademanes pausados y muy buena estudiante. Sandra estudiaba en el preuniversitario que es –como el nombre indica- la antesala de la universidad y generalmente obtenía muy buenas notas. La historia que ahora narro comienza cuando Sandra tenía solamente quince años de edad. Una mañana cualquiera entró a la escuela de Sandra un chico que se hizo en poco tiempo muy popular entre las chicas; tenía una buena estampa, bonitillo, simpático, petulante, de ojos grandes y castigadores y una sonrisa fenomenal que cautivaba, lo que lógicamente sabía explotar muy bien entre las chicas. No era precisamente uno de los mejores estudiantes, eso se vio en corto plazo, si tenemos en cuenta que perdía más el tiempo en subyugar y conquistar que en aprovechar sus estudios, pero su gran simpatía personal le abría puertas. Generalmente nadie le decía que no. Y él, que estaba tan creído de su belleza, pagaba con la prenda de su amplia y bella sonrisa los favores que le hacían a diario en sus frecuentes peticiones. De más esta decir que los ojos de Sandra también se perdieron en aquellos
otros ojos sagaces del chico recién llegado, el intrigante desconocido que rápidamente escaló posiciones ventajosas en la popularidad de la escuela. Un tipo popular seguro era un triunfador en la vida, pues además de simpático solía ser chistoso y ocurrente, a todas les hacia chistes picaros y las hacia reír. Era lo que se dice, un verdadero encanto. Sandra fue cayendo cada vez más en las redes capciosas del conquistador hasta que un día él la abordó en medio del pasillo de la escuela unos minutos antes de comenzar la clase de Literatura. -¿Vas para el aula? Le preguntó sonriente. -¿A quién le preguntas, a mi? Dijo Sandra mirando dudosa a su alrededor. -No veo a nadie más aquí, salvo tú y yo. -Ah, claro- Y sonrió como una verdadera tontica. -Por favor, si puedes ser tan gentil ¿podrías apartarme un puesto al lado tuyo? Sandra creyó que el cielo ese día le estallaba encima con todas las estrellas, la luna e incluso, el mismo sol radiante del mediodía. -Claro, claro- se apresuró a decir. Y le guardó solicita su puesto. Ese día atendió menos que los demás a las explicaciones del profesor porque no podía aquietar el galope atormentador de su corazón, que batía su pecho como una oleada irresistible de emociones. Le parecía totalmente imposible que el chico más popular de la escuela, el cotizado entre todas, se hubiese fijado en ella, precisamente en ella, la chica que no se destacaba entre las demás por nada en especial. Tan insegura estaba de sí mismas que no era capaz de darse cuenta que era además de una chica buena y estudiosa, una muchacha hermosa que podía enamorar a cualquier joven porque esas cosas estaban fuera de su entendimiento, tan poco amor propio se tenía que no se daba justo el valor que como persona se debía dar ante la sociedad, ante sus compañeros, ante el grupo social que predominaba. Lo endeble de su carácter, la fragilidad de su personalidad, eran más que ostensibles para todos, por lo que generalmente era motivo de burlas en los demás, cosa que a ella le molestaba pero que no mostraba resguardando en parte sus sentimientos. Se mostraba más bien callada, seria, apartada y aunque era servicial y atenta, se podía confundir su servicio con el penoso servilismo que muchas personas tienen con el objetivo de ser aceptadas socialmente.
Ya la vida la había herido profundamente en un medio hogareño hostil donde la violencia doméstica era frecuente desde sus más tempranos años. Un padre alcoholizado y una madre pusilánime eran los ejemplos que había tenido ante si desde que tenía uso de razón. Esos habían sido y eran sus patrones de vida, la conducta que conocía, pesarosa de ello y sufriendo en silencio lo que creía ser una normas familiar. Recordaba con cuánto temor sentía la puerta de su casa abrirse a cualquier hora de la madrugada y escuchar los pesados pasos de su padre entrando al dormitorio donde un rato después podían oírse los gritos de su madre pidiendo piedad ante los golpes contundentes del marido abusador y aunque nunca se opuso, sufría en silencio aquel triste cuadro familiar. Creció con la certeza de que algo andaba mal y que ella, precisamente ella, era quizás la culpable de tanta desdicha. -Me esperas a la salida, no te quiero ver con nadie mas- Le había dicho Gustavo momentos antes de salir del turno esa tarde, y ella, presurosa, le había contestado con una humildad tremenda que sí, que lo esperaría, no importaba cuánto. Sentía que podía esperarlo toda una eternidad. Desde hacía más de una semana Gustavo, que era el nombre del chico en cuestión, se sentaba su lado y los ojos de los demás se concentraban en ellos dos. A Sandra le daba mucho pesar que así fuera pues las demás chicas ya habían estado buscando reyerta con ella y ella las había esquivado pero no sabía hasta dónde podía continuar huyendo de esa situación. En el fondo se sentía dichosa porque pensaba que Gustavo la quería, aunque todavía no le había declarado abiertamente su amor, pero ¿acaso no era suficiente que él se sentara todos los días a su lado, que le pidiera con una voz melosa que le hiciera tal o más cuál favor, como sacarle punta a sus lápices, traerle un vaso de agua del bebedero del pasillo o que le escribiera las notas del profesor porque a él le dolían los dedos? Y ella, feliz y solícita, todo se lo hacía, todo eso y mucho más, hasta la vida le hubiera dado con tal de tenerlo a su lado. Era tan feliz. Porque también era incapaz de darse cuenta que más que amor, ella era solo un simple instrumento de comodidad para él, el abusador muchacho, el bonitillo de la escuela. Esa tarde después que se terminó el turno de clases, Gustavo fue al baño a ponerse más fijador en la mota de su pelo y quizás darle unas chupadas al cigarrillo que tenia entre los dedos de su mano, Sandra lo esperaba paciente y dulce en una esquina de la escuela.
¿Para que la querría ver? ¿Acaso….? Lo vio venir con su apurado paso, ágil y dinámico, imponiendo todo su garbo masculino. Al llegar frente a ella, él le dijo sin preámbulos tomándola con fuerza por un brazo y volteándola hacia él con rudeza: -Quiero que seas mi novia y no acepto un no. A Sandra esto le pareció una manera muy original de declararle su amor y un estilo muy viril de decírselo. Claro que nadie anteriormente lo había hecho y tampoco ella tenía el conocimiento de que podían existir otras maneras mucho más emotivas, hermosas, elocuentes, afectuosas de decirlo. Pero en fin. A partir de ese día se convirtió no solo en su novia, sino en su sombra, en su secretaria, en su esclava, en su prometida, en su juguete de entretenimiento pero ella, feliz. Nunca había conocido el amor salvo en esta ocasión y le parecía que estaba viviendo en el séptimo cielo. O quizás en el primero, la cosa era que estaba en el cielo y no en la tierra porque tampoco era capaz de ver el trato controlador que cada día cobraba mayor fuerza en Gustavo, además, su nobleza, (la de ella) le impedía ver otras cosas. No se puede negar que al principio las cosas marcharon más o menos bien pero en la medida que el tiempo pasaba y Gustavo se sentía seguro del amor de Sandra, las cosas comenzaron a cambiar de una manera obvia. Cap. II ¿Es eso el amor? Podría seguir contando muchas anécdotas al respecto de la vida de Sandra junto a Gustavo, pero haría casi interminable mi narración. Lo que puedo decir es que durante casi un año Sandra vivió momentos que marcaron la pauta de una relación controladora, donde la sumisión desempeñó un importante papel para que perdurara, sin establecer comparaciones ni confrontaciones porque Gustavo, inteligentemente y de manera suspicaz, la mantuvo lo más aislada posible del resto de los compañeros de aula y de las probables amistades para que Sandra no pudiera ni siquiera escuchar algún tipo de comentario que la hiciese reflexionar al respecto. Poco a poco se hicieron frecuentes los malos tratos y la violencia asomó su
triste y penoso rostro una tarde en que Sandra se negó a satisfacer la solicitud de su “afectuoso” novio. -No, Gustavo, por favor, no puedo, no le he dicho anda a mi madre y se va a preocupar mucho por mí. De veras me da mucha pena contigo pero mi mamá se pondrá muy intranquila. -Anda, chica, si es solo un ratico, es un rato en mi casa y enseguida te vas. Volvió a insistir, persuasivo pero insistente. -No, créeme, no puedo, no le dije nada a mi madre de que me podría tardar un poco más y ella se preocupa cuando llego con retraso de la escuela. -¡Te dije que vengas a mi casa y vas a venir! Su rudeza la atemorizó. Quiso huir y se zafó de los brazos de Gustavo cuando de pronto sintió una bofetada en medio del rostro. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y aunque no era precisamente la primera vez que algo parecido ocurría, esta vez sintió que ya era demasiado, ¿acaso había cambiado Gustavo o siempre había sido así y ella no lo había visto antes? Al otro día todos la miraron en la escuela y Sandra sintió en lo más intimo de su corazón que ya no había burlas hacia ella sino una profunda lástima que la hirió mucho más que las burlas de sus compañeras. Algo había cambiado en su interior y algo también se había modificado en ella que la hacía ver cosas que antes no veía. ¿Es eso el amor? A ello había contribuido una amiga que desde hacía meses se había acercada ella sin que se percatara de ello Gustavo, el manipulador, en determinados momentos en que él descuidaba un poco el férreo control que ejercía sobre ella, Esta amiga única le había tratado de abrir los ojos a Sandra ante los abusos de quien ella creía un hombre enamorado. Y era también la primera que le había hablado de un concepto que al principio no entendía, pero que con el tiempo comenzó a entender muy bien, de la autoestima. -Si te tuvieras amor propio, si te valoraras más a ti como persona y te respetaras, no cederías a los caprichos de ese maldito que tanto abusa de ti. Tienes que darte valor, Sandra, no puedes seguir siendo la esclava de los caprichos de ese abusador. ¿Acaso no has visto el moretón que tienes en la cara? -Eso fue una caída en el baño de mi casa. -No me creas tan tonta. Tu bien sabes que no fue una caída. Tienes que ponerle freno porque cualquier día acaba contigo. Podría hasta matarte.
-No seas exagerada, por favor. No es para tanto. -¿No es para tanto y te viste como tienes esa cara?Hoy es la cara, mañana es un brazo, luego la cabeza, después un disparo. -Es que no sé cómo terminar con él, le tengo mucho miedo, si descubre que quiero acabar la relación no sé lo que sería capaz de hacer. -Pues yo si sé lo que haría de ti, un cadáver, y después terminaría tirándote a un basurero, ponle fin porque si no, él te pondrá fin a ti, a tu vida. Llénate de valor, sobre todo, de amor propio y date un valor en la vida, porque de ese valor que te des y del respeto que te tengas y te des ante los demás, depende en buena medida, tu propio futuro y tu propia vida. Eso no es amor, Sandra, el amor es ternura, es delicadeza, es comprensión, es respeto mutuo, date cuenta, amiga, eso no se parece al amor. -----------------------0000000000000000000000-------------------------- No vamos a hablar de los sinsabores que Sandra pasó para darle punto final a una relación tóxica y el papel determinante que desempeñó su poca o nula autoestima que la llevó a aceptar una relación como esa, ni vamos a decir cómo terminó su historia; prefiero que cada uno de los lectores le dé un final apropiado de acuerdo con lo que piensa, con lo que reflexiona, de acuerdo con su personalidad e incluso, hasta con su carácter. Voy a darles entera libertad para que imaginen el final que más deseen lo que sí puedo añadir es que si Sandra no hubiera sido capaz de escuchar a su oportuna amiga, y de actuar en consecuencia, de darse un valor determinado y actuar de acuerdo con dicho valor no hubiera labrado por sí misma un futuro prometedor para ella y para los que el día de mañana dependerán de su actitud ante la vida. No dejes que nadie determine tu valor. No son los demás los que te dan el valor que tú tienes sino eres tú mismo(a), quien te da tu propio valor con tu actitud, con tu proyección, con tu trayectoria de vida, con tu respeto, con tu seguridad, con tus conocimientos, con tu confianza, con la calidad de tu corazón, con tu generosidad, con tu nobleza, con tu inteligencia porque: Tu vida es enteramente tuya, de ti depende hacerla un infierno o un paraíso.
De tu autoestima depende tu futuro porque es la clave para encontrar el justo equilibrio de tu vida. fin
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