La mañana era fresca y soleada. Desde temprano un movimiento inusual sacudía la habitual modorra dominguera de Libertador y Lima apenas alterada por la vecina que acude a buscar pan a lo del “Pete”, el veterano que se detiene en el kiosco a levantar el diario o el transeúnte que se dirige al Esso-Shop para una compra de emergencia. Adultos, niños, adolescentes, jóvenes fueron poblando la espaciosa acera este de la Avenida provistos de un número identificatorio en el pecho o la espalda. Se diría que...
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