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TRIBULACION Ella se retuerce en el espacio rectangular con la cabeza llena de demonios, derramados por el límite de la sien, que hacen fiesta en el cráneo, le regalan cuerdas, navajas y pasti- llas en su investidura. Sagrados demonios en soleados campos febriles que aso- man al grito de locura vagabunda, deslizando carcajadas de llanto, rasgando la dermis cerebral con la pena, pena y pena… La hiel instalada en sus papilas, garganta, poros, sombra. Párpados de hierro atados a la oscuridad que araña el vacío y estruja el pañuelo bajo la almohada. Al llegar el alba, ruega a las ganas que tomen sus maletas a un viaje infinito. A las letras que mueran en un aborto fulminante. Los círculos se encogen en el espacio infinito, a un centí- metro de las sábanas. Modorra crónica, ausencia de todo…, de todos. Criminal almohada movediza, devora los pensamientos y esculpe insomnios crispando los dedos en el maquiavélico plan mortuorio, donde los visillos no se abrirán, que ovilla- da en el larguero se quede en estropajo la camisola Las onduladas sortijas que caen esparcidas en los hom- bros y en el precipicio antes del suelo se convierten en el arma homicida que teñirá su rostro de violáceo, tallando en el sepulcro el acrónimo Q.E.P.D 51
EL PUENTE Puente, nexo sicodélico a la locura, camino de tablas arruinadas en miseria, fleco del abismo donde el ruido es una muda mueca. En puntillas recorre la baranda, cisne negro recortando la niebla, espejismo desértico, delirio cósmico en la ruina del camino. El imán demente lo atrapa con sus tentáculos tenebrosos para llevarlo al extremo de la plataforma fatal, purgatorio de las ideas perdidas, de sueños arrastrados como cadena de preso con su bola de frustraciones. En tambalear constante se deshace cada tablón a su paso, borrando el rasgo que une su vida a la lucidez, a su pasado de árbol con los pies enraizados en el mundo y su cabeza llena de pájaros. Pijama con cintas que rodea su sombra en un eterno abrazo sin manos a un esquizofrénico destino. 52
OTELO Y DESDÉMONA Su boca reverberaba de besos y en lacerantes látigos si- mulando amor punzaba el espejo que era ella. Aliada de do- lores, mártir de celos que escarbaba con las uñas buscando razones. Pobre Otelo sangriento que en vano te sientes mancilla- do, en los límites de la cordura te lanzaste al vacío en un paso de muerte, acribillando en tu caída las ilusiones de tu amada. Amada Desdémona, lucero que se apaga en una ráfaga de furia, languideces en ese dolorido sentir, cargas un peso de tortura, de culpas salpicadas, de juicio restregado. La última escena va más allá de lo que esperaban, va al delirio, alzando triunfante el siniestro amor enfermo, los atropella y desmiembra, se coagula el dolor en el piso alzan- do su bandera de triunfo. 53
OLVIDO La salmuera anidó en mis mejillas, surcando canales que agrietan el alma. Tan hondo llegaste, tan hondo que me due- les, en espasmos me dueles. Si tan solo la muerte se aliara a mis venas y entre sus dientes se deshagan en ríos la sangre que me habita. Tu olvido es combustible entre mis letras, el salar donde se cuaja mi lagrimear negro, donde me sumerjo para que arda la herida. Si aguanto el suspiro en el pecho es posible que dejes de ser mi oxígeno y amortajada en el tiempo me haga polvo de estrellas. ¡Ay! Cómo añoro tu voz, que la distancia disfrazó de amor, de almíbar que saboreaba en soledad, de parajes bos- cosos, de frío, de niebla. Ahora el silencio me grita tu nom- bre, me sujeta para obligarme a ver la cicatriz que arruinó mi sonrisa. 54
LA ESPERA Te espero en los altares internos, con las ansias en vela, ruego de beso húmedo, te espero con azahares encendidos, con ardores dispuestos a quemar tus naves. Aquí estoy, en sigilosa permanencia en mi ventana, vien- do pasar las horas inmoladas, esparcidas una a una por las cenefas verdosas de mis ojos. Caprichoso el tiempo que en elástica estancia hace surcos en monótono recorrido. Vente amor, a las fauces de esta fantasía que quiere devo- rarte con placeres misteriosos. Runa de sabia expectación, enséñame los signos esculpi- dos en mis rocas para hacerte saber los designios celestes de mis anhelos. No tardes mi vida, que se sacude mi cuerpo en temblores de réplicas interminables, en la codicia de tu petite mort. Que cuando llegues, volaré mi falda de célibe tesoro que guardé para tu encuentro furtivo, tu paréntesis de subsisten- cia, tu volcán enarbolado en ceniza, tu lava hervida en mis llanuras. Y te quedes enmudecido en mi pecho, sin aliento, en eterno recogimiento, moribundo. 55
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QUINTRALA Soy esa que con látigos de amor te ata, la que galopa des- peinada por tus colinas, la que encabrita tu pecho de piedra. Soy la cascada que se derrama en tu cama y si quisiera, la que con fusta domina tu trote, mas, te quiero libre, desbo- cado. Cabalgaré como una amazona a pelo sobre tu lomo, amarrada a tus crines, contra la niebla, entre bosques de he- lechos, al ritmo de tu bufar mi respiración escalará hasta el grito. Y en esclavitud querré dominar tu sangre, tus tormentos serán el ustible que me hace atrabancar todos los abismos, descalza correré sobre tu cieno tibio, fundida en ti, amalga- mada en tu suelo. 57
ALZHEIMER Una sábana blanca cayó sobre mi cabeza, mortífera y confusa. Borró nombres y lugares. Recorro el camino de siempre, más no reconozco las flores, tampoco los árboles, hasta los colores son lejanos pájaros que nunca vi. Me siento esclava del olvido, caminé hacia él como in- ternándome en la vaguada, cada vez más densa y tenebrosa, como una telaraña me atrapa, me sumerge en el mudo inte- rior, miedoso y ajeno. La gente entra y sale de mi espacio, me abrazan y hablan de mundos que desconozco. Sé que amé, intensamente amé, mas, no sé a quién. Sólo la música disipa la niebla y me hace volver a ser quien soy. 58
CRONOLOGÍA ETÍLICA En musical descorche inicia la jornada, susurrándose al oído que sólo besará sus labios una vez, brebaje teñido del séptimo color del espectro solar. Ese beso lleno de alegría y elocuencia a las ocho de la mañana. Once ante meridiano, nerviosismo que hace temblar en espasmos. Su escritorio, con ojos de tordo le regala una vez más la alquimia de felicidad, para seguir en estado empírico. Trece, treinta, colación bañada de birra, arrastrando las erres en mezcla con carcajadas. Regreso al buró, ceño frun- cido para entender los emails que caen como goteras, salpi- cando la tarde. Mira de reojo la hora, está a ciento diez minutos de la po- ción de amor que lo espera, envasada en verde vejiga, todo lo mide en centímetros cúbicos y grados a esa altura. Quiere escribir esta tarde, lleva tanto cargamento de ideas, tantas imágenes y destellos poéticos concordantes, pero antes, el bar de la esquina lo invita a su maquiavélica cita. Garabatea en una servilleta un verso perdido que rescata de la inundación alcohólica, toma su chaqueta y en un zig- zag de coreografía delirante busca cobijo en su mansarda, al encuentro con el beso inconcluso de esa mañana. El verso anotado se asoma como una paloma trasnocha- da, sirve una copa para celebrarlo e invoca a Huidobro con quien hace un pacto de vocablos inentendibles dormidos en el borde de la mesa. La aurora lo despierta con el destape sensual de su crista- lina amiga, de besos criminales que succionan su alma l e n t a m e n t e… A un poeta borracho… 59
FUGA DEL AQUELARRE Invitación anual, disparo en las sienes, Mariana temía que su atuendo de verdad oscura ofendiera al cercle fémi- nin. Sabía de los movimientos en vertical de las miradas y el puñal de la palabra. La interrogante indiscreta y los signos peso que flotaban entre las decoraciones minimalistas y el champagne. Pese a todo pronóstico, ella llegó al encuentro de can- ciones ochenteras, recuerdos implacables, desfile de moda con toda su fanfarrea de falsas adulaciones. Bienvenida con exorcista movimiento de cabeza y un segundo de silencio, luego todo volvió a la gallera infernal. Comenzaba el ritual, con conjuros de liquidaciones y brujas recetas para el éxito. Cada una llevaba su muñeco vudú, ese que tanto la había herido y entre todas, lo acribi- llaban con metralleta de alfileres. El círculo se cierra, corre por las habitaciones mentales aterrada para recordar el hechizo, guardado en el placard que invocaba para estos casos - “tengo una emergencia”, dijo y tomó su abrigo de olvido y en un chispear de dedos montó su escoba desapareciendo. A esos encuentros de ex compañeras… 60
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MISERIA ANTE EL ESPEJO La miseria del ser humano me alcanza, me lame los to- billos... Santifícame con tu pureza para olvidar que soy un estor- bo. Vergüenza, sacude mi extenuada conciencia, simulando agujas, puñales, látigos, piedras. Brama mi espíritu, desollado se arrastra por las calzadas lúgubres del destino. La frente sigue gacha...,mi voz se apaga mientras susurra un perdón. ¡Cuántos errores!, la tragedia de dañar, de herir, de fla- gelar. Estoy ante ti y no soy capaz de mirarte, somos luciérna- gas agonizantes, en los huesos retorcidos una maldición y en el rostro decaído una lucha por paz, mas, la mirada nun- ca miente... ¡No!, no quiero verte!, No me mires con esos ojos! Te conozco bien, no eres lastimero ni humilde. Me cubro con la mano recogida, pero entre la atrofia vislumbro un ceño fruncido y una furia bestial. Te sigo con la mirada y veo que nadie te extrañará, al fin y al cabo las almas casquivanas alivian a la humanidad cuando deciden volar, dejándose caer al vacío. ¡Oye!, a ti te hablo, deja de hacer de saltimbanqui, todos sabemos que detrás de esas carcajadas de hipócrita estás solo, sumido en el desastre. Te has metido la vida por las narices y la has vomitado en esta habitación nauseabunda mil veces, tal como vomitas tus rabias y tus miedos cada noche en retorcidas pesadillas, 62
rasgando cuerpos y apagando lunas, escupiendo dientes y cayendo en precipicios interminables. Te veo la piel acartonada, la comisura de los labios con una breve inclinación hacia el piso, con tu ceño dividido por una gruesa rabia y alrededor de tus ojos, rayos marcando la intensión de alegría. No me claves con los puñales de tu mirada, para otear la santidad de un perdón porque no quiero mirarte. 63
CAZERÍA Se amontonan como jauría de bestias, circundando a su presa, inocente pudú de montes del sur, que, en su inenten- dible lenguaje de bosques, clamaba a sus ancestros para apa- gar la furia de odios aconchado en los sentidos aberrantes de sus torturadores. En lastimero ultraje, como un cóndor herido cayó al va- cío de la dolorosa maldición de ser diferente, de tener ino- cencia supurada, de tener piel teñida de tierra, así su sangre vuelve a un suelo lejano de raíz araucana, de canelo, man- chando su makuñ de deshonra. Algún día sabrán las almas torturadoras de la culpa fla- meada, en bandera teñida de vid humana, algún día la voz muda del dolor, dará alaridos en sus corazones para marcar su frente con la cifra que escudriñará a los culpables. Ese día sus nauseabundas vidas se retorcerán en el error, por la maldición acaecida sobre sus cabezas vacías de to- lerancia, podredumbre llegará a sus huesos y en marchito desconsuelo arrastrarán el juicio eterno de la simpleza acri- billada por su flagelo. A joven mapuche torturado por sus compañeros de trabajo en Curicó… 64
LA ÚLTIMA ESQUINA Camino deshilachando veredas, mientras las jaurías de perros vagos me miran desde lejos con la baba de quién de- voraría hasta su sombra. El espectro de ser que camina conmigo me sujeta el hom- bro, me dice en tinieblas ¡Aléjate! La densa niebla me confunde, pero los perros aúllan en la lejanía y yo los dejo llorar sus penas, que se devoren entre ellos, que no quieran mi abrigo negro, mi sombrero y mi oscura sombra. Que sus espíritus descalzos se fumen el es- pacio donde habitan, que laman sus heridas nauseabundas en la esquina de todo, en la miseria de sus abandonos. Sin embargo, no sé volverme, tengo los pies calados a este hondo, mirando la escena mediocre de perros zombis que me esperan para su festín. Entonces, bajo la luna maga, me quito el abrigo y se los lanzo, sus dientes arañan los agujeros que tenía y enmarañan la prenda, con la furia destructiva de bestias, sin quitarme la vista, sin el secreto gruñido de su orgía de frustraciones. Veo que no les conforma el abrigo, entonces me desnudo y voy lanzándoles mis prendas, una a una. Ellos con la mis- ma furia y con la misma mirada sostenida por sus rencores, las destrozan. Finalmente me quito los zapatos, se los lanzo, gritándoles ¡Déjenme pasar, bestias del infierno! Pero nuevamente la mano espectral me sostiene del hombro y una voz gélida me anuncia que ya no hay más ca- mino, que todo lo que tenía lo entregué, que mi senda tenía fecha final y ya estaba cumplida. 65
Sentí el hielo, la desnudez y el vacío de expectativas, aho- ra sólo la bruma me envolvía y un lento jazz danzaba en el lugar. Los colores desaparecen y el saxo me eleva lejos de los dientes filudos, lejos de la senda, lejos de mis prendas y mis zapatos. 66
AVERNO Escaleras tejidas hasta el sepulcro donde yacen los astros doblados, sopeados en la enjundia amarga que nutre la mé- dula. Se retuerce en llamaradas la composición lúcida, exu- dada de caleidoscopios efímeros que circundan la ciudad, zombies blasfemos, famélicos de urbe. Osamentas, marionetas de animales voraces que raspan paredes en busca de dunas de cal con la que embalsamarán el sol en gazas pestilentes. Torrente de huesos amontonados en el velo de la noche. El tridente mortal punza las agujas del reloj en cuenta regresiva, se desmenuzan los seres lentamente en el lagar donde se molerán los sentimientos, las sonrisas, las dulzu- ras y en dañina alquimia la pasta gris se llevará lo que hacía reverberar las luciérnagas azules de sus ojos. Es ahí donde se calcinan las ganas, donde el ingenio se suicida, en erosionadas fuerzas y se enceniza cada uno de los sueños, para parir un criminal cerbero, guardián de las puertas del hades. 67
DONDE HABITAN LOS ESCUALOS Gigantes de sonrisa dentada, nadan a sus anchas en ma- reas diversas, bajo castillos góticos sacian sus apetitos. Se sumergen en océanos de oscuridad para cercar a su presa y en la luz parecen radiantes faroles. Manejan la palabra a su antojo en púlpitos de arena, sa- cuden sus aletas de poder para amedrentar a los indefensos. Su olfato cazador llega al botín perfecto, ese aislado, nece- sitado, a quienes succiona y despedaza con sus mandíbulas. Sagrados mantos de agua camuflan su sinuoso andar, disfraz perfecto, ángel de luz que tortura y acosa los pasos de inmolados por la fe. Un día ese lugar oculto será ilumina- do, el lucero de la mañana alcanzará sus sotanas, revelará su depravación y derrumbará sus campanarios en destrucción eterna en el fuego de su propio infierno. A los inmundos con sotana… 68
ADULTERIO Estira su falda y revisa sus medias en secreta sonrisa. La fuerza invisible de aquellas palabras la empujan a caminar con gracia al desfiladero. Besa los pies de todos los cristos en el camino, sólo por dejar su mochila de culpas arrodillada ante el acantilado por el que se lanzará esta mañana, justo después de haber reba- nado el pan que santifica el hogar, el beso consanguíneo y el espejo que no quiso mirar. Sale volada al espacio, como un resorte en comprimida estancia, que de pronto ve liberada su elástica danza a cual- quier parte del cosmos, donde seguro la espera él, con su mirada a quemarropa, bajo las velludas cejas que la hacen caer fulminada a la inmoralidad de una expulsión eterna. 69
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ALICIA EN LA CIUDAD DE LAS MARAVILLAS Dejó cerros, parajes esculpidos en contornos acuosos, caminos de tierra y el tapizado de montes con olor a guano, por Babel de luces permanentes, esa que se desfleca en calles de neón. Pájaros mentales la elevaron al sueño citadino que se fue esfumando a cada paso recorrido, carcomida por la vida y faena semanal. Sólo sábados de reggaetón le alborotaban el alma. Ella se entregó a la juerga infernal, taponeada de ausen- cias, luciérnagas caían a su paso, bailaba en dunas de polvo lunar, desatada, abandonada. En una aurora gris deambuló desnuda por las calzadas de una ciudad alfombrada de maravillas marchitas con con- fuso mirar tiznado que dibuja ramales en sus mejillas y en silente contemplación, polillas nocturnas la empujaron en un viaje final al viaducto. 71
FRUTO PROHIBIDO El olfato sensitivo dice que sus amares son candentes, salpicado de ternura, en oleajes azotados por el viento y apacible lago en domingo. Quiero saborear sus encantos con los seis sentidos, con las locuras y la candidez de mi beso, mas, es lejana mi con- templación, a esta distancia todo fruto se derrama en belle- za, despertando los apetitos dormidos. Anhelo su sustancia de profundidad infinita, sus calles recorridas en letras, su vellida silueta de gigante dulzura, que entre mis manos se deshaga, maduro, abrazado por el sol. Deseo esos brazos en los míos, camisa de fuerza que con- tenga mis delirios, para no gritarle al mundo que, por él, vuelo los botones de mi blusa y libero el pecho esperando hidalga que me azoten los juicios certeros. 72
GATÚBELA Ella, sentada en el tejado, lame y relame sus guantes de látex, mientras mira el círculo lunar, pálido y opaco. Su maullar se escucha por sobre los techos húmedos… miau…, con sus ojos amarillos, almendrados ve a lo lejos el furioso y polvoriento recorrido de su presa que siente el llamado felino, sensual, erótico. Su danza acrobática en las tejas mohosas de agosto, di- buja siluetas negras como corcheas en el pentagrama que se esculpe en las puntiagudas esquinas de las azoteas. Miau…, canto de las catacumbas del alma, llamado insis- tente que invita a la algebraica cita donde asedian las ansias incontenibles, roedoras, de bajos instintos, que pronto se verán saciados en un mortuorio placer de medianoche. 73
UNA VEZ AL MES Me acuerdo que nos saludamos en el metro, el tóxico aire cortaba la tarde, un tiro al aire, se me cortaba el aire, me quedaba sin aire. Era la hora en que el rojo hacía su entrada en el escena- rio celestial y los caminantes citadinos corrían veloces a la locura del viernes y tú venías a mí a ahogar mi cuello con tu beso. Torcíamos la esquina, esa de siempre, hasta la luce- cita roja, esa que reflejaban tus ojos cuando te sorprendía mirándome. Entre paredes de invernadero nos fumábamos la vida y me cosías alas, me apuraba en volar, en amarte, en atarte, en descoserte, en naufragarte, para matar las tres horas que pagaban tu bono de puntualidad. 74
MI EPITAFIO Aquí yacen todas las penumbras, los negros atuendos, mantos y ponchos. En polvo molido por el tiempo que col- man el suelo de letras desordenadas. En erupción se le fue la vida, en canto mudo, en albora- das de hielo también, en cada beso y en abrazos que le dio al vacío. Al cabo de todo, el propósito de habitar la piel que habitó era vivir. PD. No depositar flores cortadas, sólo matas que aboto- nan en primavera. 75
Se terminó de compaginar en los talleres dependientes de Editorial popular Arttegrama, en junio de 2019 76
TERESA DEL MONTE Ella es Teresa Noemí Carrasco Castro, todos sus amigos le dicen Noemí, nació en Santiago de Chile el 14 de enero de 1968 en la comuna de San Bernardo. A los 24 años se casó, dedicándose por completo a su familia, de la que nacieron dos hijos, Ignacio y Nataly. Quince años después, frente a la ruptura matrimonial y la pérdida de su madre, se centra en su pasión, que es el arte. Siempre fue una mujer de mente inquieta, es así que estudió 4 carreras: Técnico de Asistente Social (1986), Programadora y Analista de. Sistemas Computacionales (1991), cursó Tercer año de Ingeniería en Recursos Humanos (2015) y finalmente Corredora de Propiedades (2020), actividad que desarrolla en estos días. Aunque desde la niñez siente un profundo apego por la expresión artística, manifestando interés por el dibujo, más adelante la pintura y la artesanía, paralelamente, comienza a escribir en forma intuitiva. Se mantiene como artista autodidacta en el tiempo, por dedicarse a su familia y desarrollarse en los otros ámbitos profesionales.
Su investigación personal la lleva a retomar su inclinación artística, participando de diversas antologías literarias en Chile y el extranjero con su poesía. Además, como artista multidisciplinaria participa exponiendo también su obra plástica en diversas exposiciones a nivel nacional, internacional y virtual. El año 2018 viaja al litoral central de Chile, en el balneario El Quisco, donde se sumerge en la escritura, en plena soledad, de ahí nace este libro La Mirada, compuesto de cincuenta y dos prosas poéticas y once bocetos (realizados el 2013). El año 2019, con el apoyo incondicional de grandes amistades, publica la primera edición en papel de La Mirada. Pero es consciente de la importancia de llevar su trabajo a más lectores, es así que decide realizar esta edición digital y promover su trabajo a otros lugares del mundo. Una ambiciosa aspiración, pero que tiene su raíz en la valiosa amistad que mantiene por redes sociales, con creadores de diferentes lugares, a los que quiere hacer llegar con sus escritos. Por su amor por el arte y la cultura, ha participado en diferentes agrupaciones como: Agrupación Makallay monitora de arte para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar de Illapel, Chile 2009 Ecos Del mar de Los Vilos, agrupación literaria Chile participando en la antología “Poetas y Escritores de Los Vilos” 2010 Chile País de Poetas, agrupación literaria internacional donde crea la “Revista CHPP” y es directora durante 2017 Prisma Internacional Artistas Visuales, actualmente en cargada de Relaciones Públicas de la agrupación 2020 IcalmArte de Argentina, agrupación de artistas visuales, participando en exposiciones internacionales 2020 Asociación Cultural América Nativa (ACAN) de Argentina, agrupación multidisciplinaria Internacional 2020
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