MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 53podrías convertirte en el reino de lo extraordinario em-pieza a parecerte cada vez menos real e inalcanzable. Aplicar la razón y la lógica a la naturaleza del alma oa la naturaleza de Dios tampoco conduce a nada, porqueestamos usando nuestra propia versión de la lógica paracontrolar nuestros miedos inconscientes. Puede que in-tentemos ver a Dios a través del cristal de nuestra faltade fe o de la necesidad de refrendar la fe que tenemos. Opuede que busquemos un modo de controlar la aleato-riedad, la característica más temida de Dios. Nos pre-guntamos constantemente: «¿Dios hace tanto el biencomo el mal?» O también: «¿Obra Dios de acuerdo conlas leyes de la justicia terrenal y castiga sólo a quieneshacen daño?» Son preguntas «razonables» que todos nos hacemosalguna vez, pero que realmente no tienen una respuestarazonable. Nadie tiene respuesta para tales preguntas, pormucho que nos gustaría descifrar ese código celestial. Aconsecuencia de esta incertidumbre, tendemos a creerque, si sólo hacemos cosas buenas, seremos recompensa-dos con la bendición de la seguridad terrenal. Si este com-portamiento mantiene el orden en el mundo, entoncesseguramente funcionará de igual manera en el reino de loscielos, ¿no? Si no, ¿cómo vamos a encontrar la llave paranegociar con la naturaleza aleatoria de Dios? No somoscapaces de encontrar la llave, pero ni podemos volver alos días de las prácticas supersticiosas y ponernos alrede-dor del cuello amuletos de protección y encender velaspidiendo ayuda, ni podemos ignorar simplemente estafuerza aleatoria y continuar con una vida de prácticas ho-lísticas saludables con la esperanza de que con eso baste.En pocas palabras, la razón no es un defecto del diseñohumano; simplemente, cuando tratamos de encontrar unaexplicación lógica para todo, las fuerzas cósmicas acaban
54 DESAFIAR LA GRAVEDADpor agotar la mente racional con un aporte interminablede misterios y de fenómenos inexplicables. La Ilustración inició un profundo avance en la eman-cipación del intelecto y, al hacerlo, hizo a la sociedad ungran favor derrocando el poder absoluto del Estado y dela Iglesia, y liberándola de una cultura profundamenteinfluenciada por la superstición. La Ilustración permitióa la humanidad plantearse preguntas con menos temora las represalias de la Iglesia y perseguir el conocimientocon la esperanza de que las respuestas cambiaran sumodo de vida. No es de extrañar que la gente de hacesiglos se enamorara perdidamente de la búsqueda de co-nocimiento y de la verdad. La aventura amorosa con lalógica, el intelecto y la ciencia que empezó hace siglossigue prosperando y cobrando fuerza. A esos tempranosprecursores debemos nuestro amor por la lógica y elorden, y nuestra necesidad de encontrar una explicacióna por qué sucede lo que sucede, ya sea cósmicamente ode otro modo. Pero, a medida que el amor por la razón y la lógicacuajaba, empezamos a rechazar otras capacidades más in-tuitivas. Las capacidades intuitivas aportaban datos que nopodían ser probados, medidos ni cuantificados, así queno podíamos confiar en el pensamiento intuitivo. ¿Cómoíbamos a confiar en él? Era subjetivo y poco fidedigno:exactamente todo lo que la verdadera ciencia teme. Losavances científicos, médicos, sociales y militares dabansaltos basándose en el conocimiento práctico. El pensa-miento intuitivo y místico no podía competir con los re-cientes descubrimientos que salían de los laboratorios nicon las bibliotecas. El mundo occidental se decantó du-rante siglos por el poder de la razón, mientras que losmísticos y los intuitivos retrocedieron a posiciones demenor autoridad social, si no de completo silencio. La
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 55gran ironía es, por supuesto, que a la par de los muchosavances de la ciencia se perdió una gran cantidad de co-nocimiento sobre el alma y la psique. Es fácil entender por qué el Renacimiento trajo el finde una era esplendorosa de misticismo, en la que los mís-ticos estaban influenciados no tanto por el apasionadoamor por la mente y la razón como por el amor apasio-nado por Dios y el alma. Muchos de los místicos anterio-res a la Ilustración fueron grandes pensadores, pero noperdieron su instinto místico mientras refinaban sus dotesintelectuales. Consiguieron mantener en pie de igualdadsu mundo interior y el mundo exterior, y se mantuvieronen una posición de equilibrio que sin duda les sirvió. EnEuropa hubo muchos grandes místicos cristianos, comoHildegard de Bingen, Juliana de Norwich, Clara de Asís,Francisco de Asís, Juan de la Cruz y una mujer por la quesiento especial cariño, Teresa de Ávila. Todos son cono-cidos por la riqueza de su vida interior, cuyo legado con-tinúa siendo actualmente una bendición y una ilumina-ción para millones de personas. Muchos grandes expertos judíos en la Cábala y místi-cos musulmanes fueron perseguidos y expulsados de Es-paña y de otras partes de Europa durante la época de laInquisición, pero se reagruparon en Oriente Medio y allícontinuó su florecimiento. Mientras, en Asia, India yÁfrica, los místicos hindúes, budistas y taoístas, someti-dos a menos presión por la «modernización», hicieronsuyo ese legado y desarrollaron métodos muy sofistica-dos de meditación y oración en los que integraron prác-ticas físicas. Su particular tipo de experiencia mística «de-safía la gravedad». Estos místicos, tanto los de la Europamedieval como los de Asia y Oriente Medio, tenían ex-periencias íntimas y directas de lo Divino. Tenían visionesy recibían instrucciones explícitas acerca de qué acciones
56 DESAFIAR LA GRAVEDADemprender y de cuándo escribir acerca de su vida interiorespiritual. Teresa de Ávila solía tener visiones de ángelesy, en una ocasión, comentó que la visitaba un ángel, aun-que no estaba segura de qué reino procedía y no le habíadicho quién era. También solía tener visiones de Jesús, alas que alude en su obra maestra, El castillo interior. A medida que la Era de la Razón progresaba, las ex-periencias místicas de estas personas extraordinarias sefueron haciendo menos frecuentes. Cierto es que los su-cesos místicos con experiencia directa de lo numinosopersisten en todo el mundo, sobre todo en la tradiciónhasídica y cabalística del judaísmo, así como entre losgrandes maestros sufíes y los yoguis de Oriente, pero enOccidente son menos frecuentes. El comienzo del amorpor la razón de algún modo remodeló la relación de lahumanidad con Dios y con el alma, y resulta evidente quetuvo un profundo efecto sobre la conexión, hasta enton-ces posible, entre los humanos y el cielo. Por muchas ben-diciones que nos haya traído agudizar nuestro intelectoy nuestra capacidad de discernimiento, es obvio que com-prometimos nuestra profunda conexión interior con losagrado cuando reemplazamos nuestra capacidad de per-cepción mística por la necesidad de tener lo que de hechoes imposible: un universo razonable y lógico. Lo que está muy claro hoy es que, a pesar de todoslos avances tecnológicos, hemos llegado al fin de la Erade la Ilustración y la Razón. Como los antepasados dela Ilustración, que alcanzaron el umbral de un puntode inflexión de la consciencia humana, también nosotroshemos llegado al final de una época y al comienzo deotra. Vivimos en un mundo turbulento y, aunque lassociedades siempre han tenido problemas, aquellos a losque nos enfrentamos actualmente son mayores y máspoderosos que nosotros. No podemos negociar una sali-
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 57da de la crisis ni resolver nuestros problemas económi-cos, políticos y medioambientales simplemente legislan-do. Los problemas que afronta la humanidad ya no son«razonables». Una crisis nuclear mundial es una crisisirracional. El deshielo debido al cambio climático es unacrisis irracional para la que no podemos comprar una sa-lida. Por lo que parece, tenemos que dar un giro hacia otroreino de percepción, un reino situado más allá de la ra-zón convencional, para salir de los problemas que afron-tamos. Tenemos que aprender a pensar como lo hacíanlos místicos. Tenemos que aprender a desafiar la grave-dad. Para ello es necesario que desarrollemos nuestrosrecursos intelectuales y creativos, así como nuestra ca-pacidad de percibir el mundo mediante el poder de nues-tra alma. De este modo, lo que resulta imposible en elmundo físico de la razón y la lógica se vuelve completa-mente posible en nuestro mundo de gracia, leyes místi-cas, oración y divina camaradería. Desafiar la gravedad está en nuestra naturaleza, lo estátrascender las limitaciones de la mente racional y conectarcon un reino interior de verdad mística. Siempre hemosido en busca de esta verdad; siempre hemos buscado elmodo de desafiar las leyes que nos atan al pensamientoordinario. Para un Renacimiento de la mente, volvamosal punto de partida, al Renacimiento místico. Ha llegadoel momento de aprender las verdades que gobiernan nues-tra alma interior.
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