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Las Claves de la Metafísica

Published by Alejandro B., 2021-04-28 20:38:41

Description: Ensayo de la asignatura de filosofía, 1 Bach. C

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LAS CLAVES DE LA METAFÍSICA CARTESIANA Alejandro Betancort Martínez, Isabel Cámara Hernández, Airam Pachecho Espino, Camila Riaño Calle Breve recorrido sobre la filosofía y metafísica cartesiana. IES Blas Cabrera Felipe, 1º bach. C Prof. Mikel Lancha Garcia, dpto. Filosofía Abril 2021

Índice general 1 Introducción y contextualización 1 1.1 Justificación de la elección del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1.2 Vida del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1.3 Contextualización del pensamiento de la época . . . . . . . . . . . . . . . . 2 1.3.1 Dogmática escolástica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 1.3.2 Crítica escéptica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 2 El alma y el cuerpo 4 2.1 Alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 2.1.1 Cogito, ergo sum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 2.2 Cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 2.2.1 Física cartesiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 2.3 Unión del alma y el cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 2.3.1 Sensaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 2.3.2 Interacción entre sustancias heterógeneas . . . . . . . . . . . . . . . 10 2.3.3 Dualismo antropológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 2.4 Distinción entre alma y cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 3 La veracidad del mundo y la existencia de Dios 12 3.1 La contingencia y la necesidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 3.2 Dios contra el genio maligno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 I

Índice general 3.3 Dios como idea innata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 3.4 Otros filósofos y Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 3.5 Dios y su existencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 4 Conclusión 15 Bibliografía 17 II

1 Introducción y contextualización 1.1. Justificación de la elección del autor Al pensar en un autor del que tratar información metafísica, pensamos en René Descartes, pues abarca temas cuya duda sigue vigente en la sociedad actual. Tratamos dos temas claves a lo largo de este artículo, estos son: la existencia de Dios y la veracidad del mundo, además de la distinción entre alma y cuerpo y todo lo que ello implica. Estos problemas mantuvieron la relevancia a lo largo de la historia, hasta tal punto que, por ejemplo, en la actualidad un gran número de personas se deben a su religión, y su vida gira en torno a ello. Por otro lado, el problema mente-cuerpo sigue siendo un dilema filosófico hoy en día, siendo este de vital importancia para comprender el conocimiento, en la medida que el ser humano es el sujeto del mismo. 1.2. Vida del autor René Descartes (La Haye de Touranie, Francia, 1596-Estocolmo, Suecia, 1650) fue un filó- sofo y matemático francés de gran relevancia. El filósofo dedicó inmensa cantidad de tiempo a la lectura y formación intelectual, en çuantos libros podía pescar, que trataban de las más raras y extrañas ciencias\", según sus propias palabras. Nació en el seno de la nobleza francesa, por lo que pudo asistir a un sistema de enseñanza reglada. Más concretamente, se educó en el colegio jesuita La Flèche, entre los años 1604 y 1612. Los estudios que cursó en el centro tuvieron una gran repercusión en la formación intelectual de Descartes. Y es que la Escolás- tica Medieval 1, era la que se impartía, y fue a través de la asignuatura de matemáticas, por la que Descartes pudo encontrar los primeros ejemplos, y realizar ejercicios basados en una construcción racionalista de la ciencia como sistema de verdades «evidentes». 1Revitalizada por la renovación que habían realizado algunos tratadistas del siglo XVI, en particular, miembros eclesiásticos españoles e italianos. Entre ellos, el cardenal Cayetano, o el padre Francisco Suárez. 1

1 Introducción y contextualización 1.3. Contextualización del pensamiento de la época 1.3.1. Dogmática escolástica La dogmática escolástica fue un movimiento teológico y filosófico que empleó la filosofía grecolatina clásica para ponerla al servicio de la revelación religiosa cristiana. El término «es- colástica» proviene del latín schola, por lo que era el saber oficial de la Iglesia. Una de las preocupaciones de la escolástica es consolidar y establecer un gran sistema sin contradicciones internas, y absorber en su interior toda la tradición filosófica antigua, para ha- cerla compatible con el cristianismo. El dogmátismo escolástico atribuyó inmensa importante en los denominados, «argumentos de autoridad» (ad verecundiam), según el cual el texto o es- critura de un autor considerado como una “autoridad” filosófica o religiosa (como Aristóteles o Santo Tomás) juega un papel decisivo en sus argumentaciones. Este tipo de argumentos, los ad verecundiam, fue uno de los puntos más críticados de esta corriente filosófica. Uno de los autores más influyentes de la escolástica, fue Santo Tomás de Aquino, el cual estudió y comentó a fondo el pensamiento aristotélico, y formuló un sistema filosófico a partir del mismo. Una de las concepciones de Aristóteles que fue adaptada es la teoría del Hilemorfismo. Según esta teoría, la realidad física, los entes “concretos indiviuduales existentes” son sustancias compuestas por dos principios inseparables, la materia (hylé) y la forma (morfé). Lo que Aristóteles entiende por sustancia es “aquello que existe en sí y no en otra cosa”. Pues bien, en el ser humano el alma y el cuerpo se unen como lo harían en el hilemorfismo la matería y la forma, que juntos constituyen la sustancia. Por tanto, “la postura hilemórfica tomista no es monista, en la que solo habria cuerpo o solo alma, no es ni materialisma ni espiritualismo; es una postura dualista: dos cosas se unen entre sí para dar lugar a una sustancia [la cual en el caso del alma y el cuerpo, sería el ser humano, tal y como lo conocemos]”.2 La influencia de Santo Tomás de Aquino en Descartes es muy significativa, pues se distinguen rasgos claros del hilemorfismo tomista en el dualismo de sustancias cartesiano. Es por esto, que Descartes se opusierá a ciertos pensamientos escolásticos, la influencia de esta corrienta sobre el filósofo es innegable. 2Beuchot, M. (1993). Cuerpo y alma en el hileformismo de Santo Tomás. Dialnet, 39-46. 2

1 Introducción y contextualización 1.3.2. Crítica escéptica Los escépticos fueron pensadores que promovieron muchas críticas al dogmátismo escolás- tico, especialmente en el siglo XVI, esta corriente también influenciará, en cierta medida, al pensamiento de Descartes. Los escépticos para combatir a la corriente escolástica, emplean argumentos clásicos sobre nuestros límites a la hora de conocer: nuestros sentidos nos engaña a veces, y son subjetivos; toda opinión es relativa; la razón tiene una tendencia a afirmar verdades absolutas, que es cau- sa de la falta de entendimiento entre seres humanos; etc. Ya en el siglo XVI, el representante por excelencia del escepticismo filosófico es el portu- gués Francisco Sánchez (1550-1623), quien se puede considerar un precursor de Descartes, al criticar el criterio de autoridad y emplear el uso de la razón para buscar la verdad. La silogis- mos aristotélicos3 fueron, especialmente, criticados por Sanchéz. Debido a que, los silogismos se descomponen en juicios y éstos en términos, que no han sido demostrados, que son sólo nombres que no revelan la auténtica naturaleza de las cosas. Como respuesta a ese proble- ma, el filósofo portugués propone la experiencia como base de la ciencia, aunque, reconoce que, la experiencia únicamente, no nos permite conocer la «esencia de las cosas», sino sólo “accidentes” (circunstancia que puede aparecer en algo, y que no forma parte de su esencia o naturaleza) o relaciones entre fenómenos. Pero, sin lugar a dudas, el filósofo escéptico que más ha influenciado a Descartes fue el francés Michel de Montaigne (1533- 1592). El lema principal de los filósofos escépticos era el siguiente: «Lo que se sabe de cierto es que nada es cierto». De acuerdo con Montaigne, “quien impone su idea por la fuerza y la autoridad, muestra que su razón es débil”. Esto muestra la importancia del espíritu escéptico que, por ser pesimista respecto al poder de la razón humana, es capaz de comprender y tolerar mejor la diversidad de opiniones. El escep- ticismo, se convierte así, una filosofía que desconfía de la razón, que duda de de la idea de verdad absoluta, pero que hará posible pensar en la tolerancia, como virtud de la modernidad. Descartes tomará esa visión escéptica o de duda, para desarrollar su propio método de conoci- miento. Pero su racionalismo, su confianza en la razón humana, le hará ir más allá de esa duda radical. Descartes intentará rebatir tanto al dogmatismo escolástico como al escepticismo: su objetivo es restaurar la confianza en la razón, y reconstruir la base del conocimiento. 3Un silogismo que un razonamiento deductivo, ya que parte de dos premisas de las cuales surge, necesaria- mente, una conclusión o deducción. A título de ejemplo, «Todos los seres humanos son mortales» (primera premisa) y «Sócrates es un ser humano» (segunda premisa), por tanto, «Sócrates es mortal» (conclusión o deducción lógica). 3

2 El alma y el cuerpo Antes de adentrarnos en cada una de estas sustancias por separado y profundizar en su estudio. Sería conveniente analizar la categoría a través de la cual, Descartes comprendia y clasificaba a las cosas, o más bien a las sustancias. Pues bien, la primera pregunta que nos surge es: ¿qué es una sustancia? Según su etimología, substancia o sustancia, proviene del latín (substantia), la cual literalmen- te significa «la estancia que se encuentra por debajo». Podríamos definir el término substancia como aquello que se encuentra por debajo de cuali- dades y accidentes (modificaciones), resultanto ser permanente en los diversos cambios que sufren las cosas. Este término se ha empleado como un equivalente del término esencia.4. En este aspecto, Descartes exclarece que Dios es lo único que ser llamado, de forma estricta, sus- tancia. Sin embargo, en su obra, Los Principios de la Filosofía, agrega: \"pero puesto que entre las cosas creadas algunas son de tal naturaleza que no pueden existir sin algunas otras, las distinguimos de aquellas que solo tienen necesidad del concurso ordinario de Dios, llamando a estas sustancias y a aquellas cualidades o atributos de estas sustancias\". En esta cita, podemos observar el doble sentido del término «sustancia» por parte de Descar- tes. En un primer sentido, “sustancia es aquello que es causa de sí o que no necesita de algo más para existir”.5 Con este significado, el filósofo responde al problema del origen o creación: “En ese sentido sólo Dios es una sustancia; los hombres lo son sólo por analogía. Este sentido de sustancia enfatiza las características de suficiencia, autonomía e independencia. Sustancia es algo absoluto y esencial”.6 El segundo significado, se intenta responder a la pregunta de por qué atribuimos diferentes propiedades a una misma cosa. Además, Descartes emplea este segundo sentido de sustancia, para categorizar a la mente y al cuerpo; en función de sus atributos o su esencia. Pues, el co- nocimiento de una sustancia o de sus atributos trascendentales, como la existencia, viene dado por sus atributos o esencia, con los cuales ya sería suficiente. En cuanto a la clasificación de estas, existen principalmente, tres grupos: 4Ferrater Mora, J. (1964) Diccionario de Filosofía (5ª ed.). Buenos Aires: Suramericana. 5Descartes, R. (1644). Los Principios de la Filosofía. 6Villanueva, E. (1977). El dualismo sustancial de Renato Descartes. Diánoia, 23(23), 74-87. 4

2 El alma y el cuerpo – Res infinita (sust. espiritual increada): la cual hace alusión a un Ser Infinito, o Dios (no se limita en tiempo ni en espacio; perfecto en ser, bondad y poder). – Res cogitans (sust. pensante creada, el alma). – Res extensa (sust. física creada, el cuerpo). Las tres sustancias Res infinita (Dios) Res cogitans (Alma) Res extensa (Cuerpo) Sustancia creada Sustancia en sentido estricto Sustancia creada Esencia: la extensión Esencia: la perfección Esencia: el pensamiento Cuadro 2.1: Clasificación de los tipos de sustancia, según Descartes. Antes de pasar al siguiente punto, cabe destacar, dos características a la hora de examinar una sustancia, estos dos rasgos son: − Atributos: cualidad inalienable de un objeto, sin la cual éste no puede existir ni ser pensado.7 − Modos: propiedad de un objeto, inherente sólo a algunos de sus estados.8 2.1. Alma Descartes clasifica el «alma» como una sustancia pensante, res cogitans, cuyo atributo o esencia es el pensamiento (comprender, imaginar, querer, e incluso en ocasiones, sentir,...) y sus modos son principalmente dos: el entendimiento (facultad de representar una idea, me- diante la imaginación, concepción, etc.) y la voluntad (facultad de elegir, aceptar o rechazar una representación del intelecto: dudar, negar, desear, etc.). Es por tanto, una sustancia no fí- sica, en tanto que es ilocalizable en el espacio. El filósofo francés se vio muy influenciado por la dogmática escolástica, y es que este tiene una visión del alma muy similar a la planteada por la religión, más concretamente, considera la inmortalidad como característica del alma. El planteamiento que postula Descartes es el siguiente: la naturaleza del alma es simple (no está compuesta, no presenta partes, es indivisble), lo que da lugar a sea inmortal (pues la des- trucción sólo se produce ya sea por la división o mediante separación). Esta concepción del 7Moisevich Rosental, M., y Fedorovich Ludin, P. (1946). Diccionario filosófico marxista (pp. 20-21). Montevi- deo: Ediciones Pueblos Unidos. 8Moisevich Rosental, M., y Fedorovich Ludin, P. (1946). Diccionario filosófico marxista (p. 222). Montevideo: Ediciones Pueblos Unidos. 5

2 El alma y el cuerpo alma como indivisble y completa, y por consecuente inmortal, está plasmada en el siguiente enunciado: “cuando considero el espíritu, es decir, a mí mismo, en cuanto que soy sólo una cosa que piensa, no puedo distinguir partes en mí, sino que conozco y concibo muy claramente que soy una cosa absolutamente una y entera”.9 Sin embargo, de esta cita también podemos extraer un concepto muy interesante: “cuando considero el espíritu, es decir, a mí mismo, en cuanto que soy sólo una cosa que pien- sa”. Podemos distinguir, ciertamente, que Descartes asocia el espíritu consigo mismo (como ser pensante), en base a que él es, simplemente, una cosa que piensa (“soy, pues, una cosa verdadera, verdaderamente existente; mas ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa”).10 Es en esta afirmación, donde se entraña uno de los pilares más importantes de la metafísica cartesiana, el cogito. Antes de adentrarnos en la gran relevancia de este, sería conveniente en- tender bajo que circunstancias, el filósofo llegó a tal conclusión. Pues bien, Descartes había desarrollado un método basado en el escepticismo metodológico (se duda de cada idea que puede ser dudada, puesto que no está probada). Esta «duda metódica» es empleada para desvincularse de todo tipo de creencias que admitia- mos por verdaderas sin haberlas contrastado y corroborado previamente, puesto que estas son, en contraste, muy dudosas e inciertas. El objetivo de la «duda» es encontrar algo que sea indu- dable, evidente, y a partir del cual se pueda reconstruir, en fundamentos racionales y sólidos, el conocimiento. No obstante, para determinar qué es realmente verdadero e indudable, es necesario estable- cer un criterio de verdad, el cual a su vez, se fundamente en una evidencia. Esta evidencia o certeza, ha de ser clara e incuestionable, pues a partir de esta se reconocen las ideas innatas y distintas, las cuales son el fundamento para llevar a cabo una posterior deducción, y debe ser una certeza que no necesita ser probada por ninguna otra proposición. Como se puede apreciar, encontrar esa certeza o evidencia era el primer, y más importante, paso para ejecutar el método cartesiano. De hecho, el filósofo resalto su magnitud con el siguiente ejemplo: “Arquímedes, para levantar la Tierra y transportarla a otro lugar, pedía únicamente un punto de apoyo firme e inmóvil, yo también tendré derecho a concebir grandes esperanzas, si tengo la fortuna de hallar una sola cosa que sea cierta e indudable”.11 9Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Sexta meditación). 10Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Segunda meditación). 11Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Segunda meditación). 6

2 El alma y el cuerpo 2.1.1. Cogito, ergo sum Pues, en efecto, Descartes logró encontrar esa «certeza primera» que fundamentaría el cri- terio de verdad, y por tanto todo el método. Esa evidencia era, nada más y nada menos, que el cogito. El filosófo alcanzó esta evidencia, a través de la introspección. Esta consiste en reali- zar un acto reflexivo desde el centro de su especulación hasta lograr uno de los instrumentos más poderosos para legitimizar la veracidad de nuestros conocimientos: la intuición de una evidencia absoluta. La intuición es una de las facultades de la razón, pues nos permite obtener evidencias, sin tener que depender de los sentidos ni de cualquier otro medio. La importancia del cogito resulta más que evidente, y de esta deriva la memorable propoción de Descartes: «cogito, ergo sum» (“pienso, luego existo” traducido al español). Esta propo- sición alberga un fundamento de gran importancia, pues el “yo pensante” (como sujeto que conoce la realidad) se convierte en la base del conocimiento, no obstante, aunque soy cons- ciente de existencia es certera, todavía no sabemos si el resto de sustancias son reales o no. Y es que para Descartes, el alma era la única sustancia que tenía la facultad de pensar, como tal. Asignando a esta, única y exclusivamente el rol de “corroborar” la veracidad del conocimien- to, como bien se resalta en el siguiente planteamiento: “nunca debemos obtener conclusiones acerca de las cosas que están fuera de nosotros sin que el espíritu las haya examinado cuida- dosa y totalmente; pues, a mi juicio, al espíritu solo, y no al compuesto de espíritu y cuerpo, corresponde conocer la verdad de tales cosas”.12 Como se puede apreciar, Descartes hace alusión a un «compuesto de espíritu y cuerpo». Bien, resulta idóneo conocer previamente qué es el cuerpo, para poder comprender la unión de esto, y al mismo tiempo, la gran diferencia que existe entre ambos. 2.2. Cuerpo Por otro lado, el «cuerpo» es una sustancia física o extensa (res extensa), cuyo atributo es la extensión (en la medida que es localizable en el espacio, y a su vez, cuantificable), y sus modos son dos, en forma de figura o movimiento. Para los racionalistas como Descartes, cuando algo no se puede reducir a la extensión, es decir, lo que no se puede cuantificar, lo clasificarán como «oscuro». Por lo tanto, el pensamiento racionalista tendrá que excluirlo de la esencia de los cuerpos y descartarlo cuando se trate de explicar los fenómenos. El filósofo francés, consideraba al cuerpo como divisble, y por ende, mortal (ya que se podía destruir, mediante la división o separación). Por otro lado, el cuerpo, en la medida que son puramente extensión, no 12Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Sexta meditación). 7

2 El alma y el cuerpo pueden sino transmitir el movimiento, y bajo ninguna circunstancia ser la causa original del mismo. Ya que la causa primera de todo movimiento reside en Dios, una vez este haya puesto en marcha dicho movimiento, este se transmite por un sistema puramente mecánico (que se rige por leyes propias que son inalterables y, obligatoriamente, determinantes). 2.2.1. Física cartesiana “Dios infunde al mundo, a la vez que le crea, una «cantidad de movimiento», la cual, a lo largo de todas sus transmisiones (...) permanece constante. Los movimientos se suceden y combinan de modo automático, y todo lo que es físico (...) puede contemplarse teoréticamente como un mecanismo”,13 como se puede observar, Descartes poseía una visión de los cuerpos mecanicista (los consideraba mecanismos) y determinista (regidas por un movimiento o vo- luntad divina); se le conocerá a esta forma o visión de la realidad como: física cartesiana. El objetivo de Descartes, era definir una serie de leyes físicas que desvelaran, en cierta medida, esa transmisión del movimiento y cómo se llevaba a cabo. Un ejemplo, más o menos represen- tativo, puede ser el ser humano. Según Descartes, el cuerpo humano estaba formado por dos sustancias: el alma (res cogitans) y el cuerpo (res extensa). Por tanto, podemos afirmar que el cuerpo humano, como conjunto, es un mecánismo puesto que se rigue por las leyes físicas. Además, La muerte del ser humano no se produce por la separación del alma y el cuerpo, sino porque el cuerpo deja de funcionar. 2.3. Unión del alma y el cuerpo Como hemos visto anteriormente, la unión del alma y el cuerpo no resulta sencilla de ex- plicar. Aún así, Descartes no desiste en su intento de detallar como se llevan a cabo, esas relaciones entre alma y cuerpo: “Me enseña la naturaleza (...), que no estoy metido en mi cuerpo como un piloto en su barco [referencia a una analogía aristotélica, sobre la relación alma-cuerpo], sino tan estrechamente unido, confundido y mezclado con él que formo un solo todo con mi cuerpo”.14 Se aprecia perfectamente, como Descartes define al ser humano, al él mismo, en su integridad como un compuesto de cuerpo y alma. Sin embargo, no lográ responder cómo y en base a qué se produce esta unión, de tal forma que llega a calificar a esta como “confusa”. 13Descartes, R. (1974). El discurso del método (1ª ed., ed. Juan Carlos García Borrón, p. 32). Obras Inmortales. 14Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Sexta meditación). 8

2 El alma y el cuerpo 2.3.1. Sensaciones Las sensaciones eran uno de los primeros interrogantes que se planteó el filósofo, en torno a la cuestión de relación alma-cuerpo en el ser humano. En efecto, Descartes intentó responder a dicha cuestión, apoyándose es una especie de «instinto», por parte del ser humano, y de la carencia de valor metafísico de las mismas: “Me enseña también la natutaleza que existen alrededor del mío otros cuerpos, de los cuales unos he de evitar y buscar otros (...). Y como algunas de esas diversas percepciones de los sentidos son agradables y otras desagradables, no cabe duda de que mi cuerpo, o mejor dicho, yo mismo, en mi integridad, como compuesto de cuerpo y alma, puedo recibir diferentes co- modidades o incomodidades de los cuerpos que me rodean”.15 En esta cita, podemos ver como esa habilidad de distinguir y preferir las comodidades (sen- saciones placenteras) frente a las incomodidades (sensaciones desagradables), se considera propia del compuesto alma-cuerpo, es decir, que resulta de la unión de esta. De esta forma, el filósofo responde a la pregunta de cómo podemos distinguir y percibir las distintas sensacioes; sin embargo, todavía queda otra pregunta de considerable importancia: ¿Qué son las sensa- ciones, como tal? Pues bien, Descartes también en la última de sus meditaciones de su obra, Meditaciones metafísicas aporta su solución a dicha cuestión: “Y cuando mi cuerpo necesita comer o beber, tendría yo un simple conocimiento de esta ne- cesidad, sin que de ella me avisaran vagos sentimientos de hambre o sed; pues, en efecto, todos esos sentimientos de hambre, sed, dolor, etcétera, no son sino ciertos confusos modos de pensar, que proceden y dependen de la íntima unión y especial mezcla del espíritu con el cuerpo”.16 El filósofo francés describe a las sensaciones o sentimientos como una especie de modos confusos resultantes del pensamiento y procedentes de la unión del alma y el cuer- po. Pues bien, ese «conocimiento inmediato» del cuerpo que proveen las sensaciones como el dolor, sed, ... nos lo enseña la naturaleza. Por tanto, según Descartes, carecen de sentido metafísico. En efecto, dicho conocimiento solo presenta un valor, meramente, pragmático que sirve y es práctico para la existencia (una clase de «instinto»). No obstante, todavía quedan muchas dudas por exclarecer. Uno de los problemas más compli- cados, sino el problema más complicados, que llega hasta tal punto que puede ser considerado como una aporía: ¿cómo puede explicarse la indudable unidad llamada «hombre» si ha de entenderse a partir de una sustancia espiritual pensante (e inextensa) y el mecanismo de un cuerpo extenso (incapaz de pensamiento)?17 Cabe destacar, que Descartes no pudo contestar, 15Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Sexta meditación). 16Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Sexta meditación). 17Descartes, R. (1974). El discurso del método (1ª ed., ed. Juan Carlos García Borrón, p. 33). Obras Inmortales. 9

2 El alma y el cuerpo de manera convincente para algunos estudiosos, a esta pregunta. 2.3.2. Interacción entre sustancias heterógeneas La pregunta sobre cómo dos sustancias contrapuestas pueden interactuar y repercutir, direc- ta o indirectamente, una sobra la otra, no aparenta una simple explicación. Para responder a esta cuestión, expondré el pensamiento de un autor, Tom Vinci, sobre esta cuestión: “Para Descartes, la noción primitiva, originara, que permite construir el conocimiento sobre la composición alma-cuerpo es la habilidad del alma para mover al cuerpo y la del cuerpo para influir en el alma; de la respuesta a las objeciones planteadas por Gassendi [Descartes, antes de publicar su obra, El discurso del método, solicitó a diversos teológos y filósofos, en- tre ellos, Gassendi para que realizaran una serie de «objecciones» y poder así, responderlas y plasmarlas en el apéndice de esa misma obra], resulta claro que para Descartes la naturaleza heterógenea de las sustancias no implica la imposibilidad de interacción entre ellas, sin em- bargo dicho planteamiento no parece haber sido muy aceptado”.18 Gassendi, un contemporáneo de Descartes, era el renovador del antiguo atomismo griego. Fue, además, el principal representante de la teoría sensualista (relacionada con los sentidos), pre- sentando un fuerte contraste con el racionalismo cartesiano; este envió sus objecciones sobre la obra, y entre ellas, una iba encaminada sobre la interacción entre sustancias tan dispares. Sin embargo, Descartes abogaba en su obra, Las pasiones del alma, por una especie de «es- píritus animales». Estos espítirus son partículas que consituyen la sangre, y se desplazan por todo el cuerpo. Pero estos espíritus animales, cumplen una función esencial, son los responsa- bles de la conexión entre el alma y el cuerpo, dicha conexión tiene lugar en la glándual pineal (cerebro). El proceso por el cual, interaccionan, ambas sustancias, es el siguiente: “Los mo- vimientos y las vibraciones que los llevan allí transmiten al alma los afectos del cuerpo y las sensaciones del mundo exterior Por otro lado, las órdenes procedentes del alma se traducen en el movimiento de los espíritus, que viajan desde la glándula a los músculos, hinchándolos o vaciándolos para que se muevan según esas órdenes”.19 Descartes describle la interacción de las sustancias, por medio de un elemento extenso, la glándula pineal. 18Vinci, T. (2008). Mind–body causation, mind–body union and the ‘special mode of thinking’ in Descartes. British Journal for the history of philosophy, 16(3), 461-488. doi: 10.1080/09608780802200414. 19Parellada, R. (2000). La naturaleza de las pasiones del alma en Descartes. Dialnet, (23), 235-242. 10

2 El alma y el cuerpo 2.3.3. Dualismo antropológico El dualismo antropológico postula que el ser humano está compuesto por dos sustancias. Según Descartes, influenciado por el hilemorfismo aristotélico y tomino, el ser humano está conformado por la unión de una sustancia pensante y una sustancia física o extensa; deno- minando a este «dualismo de sustancias». Cabe mencionar, que Descartes lográ salvar al ser humano del determinismo y mecanicismo de su física, ya que el cuerpo es extenso y, por ende, se rige por las leyes de la Física, gracias al alma. Puesto que esta, al ser inextensa y no física, no obedece, necesariamente, a las leyes de la Física. Es así, como Descartes explica la libertad humana, todo reside en el alma, ya que está dotada de “voluntad”. 2.4. Distinción entre alma y cuerpo A pesar del esfuerzo de Descartes por intenter explicar la unión del alma y el cuerpo, y los entresijos de dicho enlace, el autor siempre ha mantenido una postura clara al respecto: el alma y el cuerpo son dos sustancias totalmente diferentes. De hecho, en una carta del filósofo a Isabel de Bohemia, el 21 de mayo de 1643, reconoce que “había dicho muy poco en las me- ditaciones sobre la unión alma-cuerpo porque su principal interés era demostrar la diferencia entre alma y cuerpo”. Uno de los argumentos que emplea Decartes, para mostrar la diferencia entre el cuerpo y el alma, es la falta de dependencia del alma sobre el cuerpo, puediendo existir el alma sin este último: “Por lo tanto, puesto que sé de cierto que existo, y, a pesar de esto, no advierto que a mi na- turaleza o a mi esencia le convenga necesariamente otra cosa, sin que yo soy algo que piensa, concibo muy claro que mi esencia consiste sólo en ser algo que piensa, o en ser una cuya toda esencia es sólo pensar. (...). Por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo, según la cual este es una cosa extensa, que no piensa, resulta cierto que yo, es decir, mi alma, por la cual soy lo que soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo, pudiendo ser y existir sin él”.20 Podemos ver, como la importancia del ser humano reside en el alma, pues es esta, la que, en efecto, otorga sentido a nuestro “yo” (cuya esencia es pensar). Es por esto, que podemos seguir existieno sin el cuerpo, en la medida, que nuestro pensamiento no se ve influenciado o limitado por el mismo. 20Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Sexta meditación). 11

3 La veracidad del mundo y la existencia de Dios 3.1. La contingencia y la necesidad Los seres humanos son seres contingentes. Existen, pero no son necesarios en medida no aportan nada que no sea imprescindible. A medida que investigan y van descubriendo la diná- mica de la vida, se cuestionan si realmente llegarán a poseer ese poder de necesidad respecto al mundo, tal y como lo hace la potencia mayor por excelencia que surge como respuesta a to- do aquello que la ciencia, todavía, no llega a explicar sobre la existencia21. Y es que cualquier ser humano, siendo que es inferior a la idea de perfección, no puede ser la causa, tenemos que haber sido causados por alguna naturaleza más perfecta, tenemos que haber sido generados por algo anterior22. Pero, ¿y si no? 3.2. Dios contra el genio maligno René Descartes busca una respuesta a la duda de cómo o quién había creado todo aquello que existe, quién había labrado una “realidad” de la que él ahora mismo dudaba. Es justo aquí donde surge la idea de Dios, como ser de respuesta a nuestra duda: “Cuando considero que dudo, es decir, que soy cosa incompleta y dependiente, se presenta a mi espíritu la idea de un ser completo e independiente, es decir, de Dios, con entera distinción y claridad”.23 Pero al argumento del grado de veracidad de todo aquello que compone el mundo surgen dudas. Pues al ser Dios un ser con todas las cualidades de las que posteriormente hablaremos, no es posible que pueda implantar en la mente de Descartes todas aquellas cosas de las que él duda, las que cree falsas. Entonces, ¿quién lo hace? 21Esto es, Dios. 22Los seres humanos tenemos causa eficiente. 23Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Cuarta meditación). 12

3 La veracidad del mundo y la existencia de Dios Como respuesta a esta pregunta, surge la hipótesis del Genio Maligno, del que ya habíamos hablado anteriormente, pues es este el responsable de las confusiones de Descartes, que trata de empujarlo hacia lo malo, hacia el camino equivocado. “Dios, que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad, no me engaña, sino que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha dedicado todas sus artes a engañarme”.24 3.3. Dios como idea innata Para Descartes, la idea de sustancia tiene una gran importancia y, además, esta debería ser una idea evidente. Ahora bien, puesto que la idea de sustancia también se aplica a la materia y la existencia de la materia no resulta inmediatamente evidente a la intuición, debemos concluir que al menos una manifestación de la idea de sustancia no es evidente en sí misma ni, por tanto, innata. En realidad, a lo único que cabría llamar realmente sustancia es a Dios, puesto que esta sustancia es causa de sí misma. Dios permanece a través de sus cambios y, lejos de estar en potencia, este ser necesario ha alcanzado una perfección a la que todos sus fieles desean llegar. En sus propias palabras, la idea de Dios es «la huella que el creador ha impreso en la conciencia de la criatura, esta idea ha nacido y ha sido producida conmigo». Sin embargo, en el proceso lógico de demostración de las sustancias, Dios ocupa el segundo lugar. Esto es debido a que, a menos que afirmemos primero la existencia de un sujeto que piensa, no es posible ni siquiera pensar en la idea de Dios. “En el concepto de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la que yo mismo y todas las demás cosas que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas”.25 De la afirmación de que necesariamente debe existir un sujeto que piensa, Descartes deduce, en consecuencia con su teoría de las ideas, la necesidad de la existencia de Dios. 3.4. Otros filósofos y Dios Descartes, antes de publicar su notable obra, Meditaciones metafísicas, solicita opiniones de otros filósofos. Muchos de estos critican sus ideas, objetando que Dios no está en la naturaleza de manera constitutiva, sino que proviene de una larga tradición transmitida por años. 24Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Primera meditación). 25Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Tercera meditación). 13

3 La veracidad del mundo y la existencia de Dios Entre estos filósofos, empiristas como Hume afirman que Dios no existe porque no puede comprobarse su existencia a través de los sentidos, ya que no presenta impresiones. Por otro lado, el filósofo Imannuel Kant, rebate su argumento, pues aunque no niega la idea de Dios, afirma que la razón humana no puede trascender y llegar a Dios en sí mismo. 3.5. Dios y su existencia En la Quinta Meditación, encontramos el argumento de Dios como un ser sumamente per- fecto, al que Descartes compara con las matemáticas, más concretamente con la geometría. “Es completamente cierto que yo hallo en mí su idea, es decir, la idea de un ser sumamente perfecto, como hallo la idea de cualquier figura o número; y conozco que una existencia actual y eterna pertenece a su naturaleza, con no menor claridad y distinción que cuando conozco que todo lo que puedo demostrar de un número o de una figura pertenece verdaderamente a la naturaleza de ese número o de esa figura”.26 En esta meditación, Descartes argumenta que la existencia de Dios se puede deducir a partir de la idea de su naturaleza, al igual que se puede deducir la suma de los ángulos de un triángulo a partir de la idea de la naturaleza de un triángulo. Al estar esta propiedad intrínsecamente en la naturaleza del triángulo, es inseparable de esta, pues sin ella, la propiedad no puede ser entendida. El argumento ontológico presenta a Dios como un ser con todas las perfecciones en el mayor grado alcanzado, y Descartes supone que, al ser Dios un ser tan sumamente perfecto, no puede no existir. “Esta causa recibe de sí misma su existencia y origen o la adquiere de alguna otra cosa. Si la tiene por sí misma, se infiere por las razones antedichas que es Dios, puesto que teniendo la virtud de ser y existir por sí misma debe también tener, sin duda, el poder de poseer actual- mente todas las perfecciones cuyas ideas están en ella, es decir, todas las que yo concibo en Dios”.27 Dado que Dios ha quedado demostrado y definido como un ser en la idea del cual se contiene la perfección, y dado que no puede ser posible que este ser omnipotente y omnisciente permita que el sujeto se equivoque al afirmar que existe un mundo exterior responsable de las ideas que suceden de manera accidental que este sujeto posee; la existencia está contenida en la esencia de una sustancia infinita, y por lo tanto Dios debe existir por su propia naturaleza. 26Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Quinta meditación). 27Descartes, R. (1641). Meditaciones metafísicas (Cuarta meditación). 14

4 Conclusión En síntesis, con Descartes, el alma comienza a perder el significado clásico de ente y ad- quiere un primer plano, es el eje del conocimiento. Es a través de esta, la manera con la cual conocemos el mundo, y no solo eso, sino que representa al «yo pensante». Esta revolución cartesiana del conocimiento, introdujo una idea totalmente revolucionaria, un “sujeto” que no puede existir sin pensar (“sujeto pensante”). Esta visión del sujeto, es de enorme importancia, puesto que el ser humano ya no se conforma con el clásico sujeto metafísico, sino que empieza a asemejarse a un acto, más específicamente, el pensar. Asimismo, el alma juega un papel crucial en la física mecanicista y determinista de Descartes. La física cartesiana, entiende el mundo como una especie de gran mecanismo, es decir, todos los seres que habitan el mundo, en el cual se incluye nuestros propios cuerpos, son una es- pecie de máquinas, en este sentido se considera mecanicista. Por otro lado, todo movimiento ha de ser causado por un ser o causa superior, Dios, por lo que no existe cabida para el azar o libertad, es por este planteamiento que la física del filósofo francés es determinista (todo está condicionado y regido por las leyes de la Física, no hay lugar a la libertad). Según este argumento, los seres humanos, en la medida que presentan un cuerpo responden a las leyes deterministas y mecanicistas de la Física. Sin embargo, el alma es una sustancia totalmente distinta al cuerpo, que además no tiene extensión. Es debido, a que el espíritu es inextenso que no tiene porque obedecer, necesariamente, a las leyes que rigen el gran mecanismo que plantea Descartes. Se consigue de esta forma, salvar la libertad del ser humano, por medio de un alma dotada de voluntad. Por otro lado, para Descartes, la existencia de Dios tiene que ser verídica, pues debe haber algo superior a él, el principio de todo, un ser necesario e infinito. Pero no se explica como un ser con todas las características ya descritas puede hacerle dudar de todo aquello sobre lo que duda, cómo puede intentar imponer en sus pensamientos dudas. A esto surge la hipóte- sis del genio maligno, ente que trata de engañarnos y de nublarnos las ideas bondadosas que Dios implanta en nosotros. Quizá, hoy en día, todo aquello que emitió Descartes haya perdido veracidad, pues a raíz del planteamiento de Immanuel Kant todo se torna más complejo, ya que este hace ver que se puede dudar tanto de la existencia de Dios, como de su no existencia. 15

4 Conclusión También hay que pensar en que, en el momento en el que Descartes emitió sus ideas, quizá se sentía coaccionado de alguna manera, ya que se debía al pensamiento de la época para no ser ajusticiado. Es por esto que su argumentación pierde peso y valor. Esto no significa que haya perdido audiencia, y es que la existencia de Dios cobra relevancia también en el presente, pues este ser es de vital importancia para algunas personas. Ya Descartes hablaba de los seres contingentes que buscan una existencia perfecta, pues esto sigue estando vigente hoy en día, ya que, para muchísimas personas, quizá, si se pierde el sentido de la religión, desaparezca el sentido de la vida también. Después de analizar minuciosamente el planteamiento de Descar- tes acerca de la existencia y de como no podemos ser plenamente conscientes de lo que es real y lo que no, se pueden comparar sus ideas con las ideas de la película Matrix, en las que el mundo entero, excepto una pequeña parte, vive en una realidad ficticia sin ser conscientes de ello a menos que logren despertar de dicho estado de ensoñación. De esta manera se refuerza la idea de Descartes de que los sentidos nos engañan, pues en la película la realidad presentada que toda persona que esté en ella percibe como real, no lo es. Todos son controlados por un ente superior que los maneja a su antojo poniendo cosas en sus mentes que no existen fuera de esa realidad ficticia. Apoya la idea del filósofo francés de que hay un ser superior en este mun- do que nos controla, sea Dios o el genio maligno, vivimos engañados y sin control ninguno sobre nuestra vida, aunque creamos que sí. Por lo que, se puede concluir que no podemos estar seguros de nada más que no sea que pensamos, percibimos y sentimos, pero no de que todo aquello que procesamos mentalemente sea real. Finalmente, invitamos al lector a seguir investigando sobre el tema, pues Descartes, en un primer momento, planteaba sus meditaciones como reformulables, pues de alguna manera creía que existía o existiría alguien con la capacidad de resolver este gran problema metafísi- co que abarca muchísimos temas, de los cuáles hemos intentado abordad, de manera, más o menos profunda. 16

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