La leyenda del cóndor Amma Se cuenta que por los pagos de las Lagunas del Rosario, antiguamente junto a los Huarpes, siempre bajaba desde el Aconcagua, el majestuoso Amma (cóndor) y les traía las noticias de los Puyutas, los hombres y jóvenes sacados de sus lugares de hábitat para el trabajo de las minas de Cruz de Paramillos. Ellos necesitaban mucha agua, estaban sedientos, sufrían del calor los mineros, y en las lagunas había abundante agua, pero Amma venía bajando en su vuelo a ras, no debía ser visto por los españoles, sino lo matarían, ellos tenían el conocimiento que éste ayudaba a los indios. Al llegar a las Lagunas, los del pueblo le preparaban alforjas llenas de agua, con un poco de charqui, sabían muy bien que los hombres caían muertos de hambre y sed, por eso mandaban al majestuoso cóndor, este al elevarse tan alto, que la vista llega a ver un punto negro. En ese lugar quedaban niños y mujeres que se ocupaban de la comida y el curtido de la ropa en verano para no pasar frío en el invierno, estaban muy cerca de las cumbres altas y las noches eran largas con bajas temperaturas.
A ellas le daba mucha alegría ver al majestuoso, porque le traía el mensaje de que sus hombres todavía estaban vivos, ¿cuándo esos pálidos los dejarían volver con ellas?, Algunas ya habían perdido la esperanza, pero había una joven que quería rescatar a su amado, y entonces decidió esa noche partir junto Amma. Partieron de madrugada, porque sabían que las caras pálidas estaban durmiendo. Al llegar a las minas ella bajó muy despacio a buscar a su amado, lo encontró y le contó el plan. Se irían con Amma por el camino del Aconcagua. Todo estaba listo para la partida, y ya despegaba las alas del suelo su amigo cóndor, cuando de repente, uno de los guardias se despierto y dio un escopetazo, que alcanzó al joven, e hirió a la chica. Amma levantó vuelo, a toda velocidad, y se dirigió al centinela de piedra. Al llegar a la montaña trató de curar al joven, sin éxito. La chica, sentía tanta pena de amor, que lloró, lloró sin consuelo, mientras su amigo Amma la acurrucó bajo sus alas hasta que ella se quedó dormida. Al amanecer en el majestuoso, Amma ya no estaba solo, había a su lado un cóndor macho y una hembra: el Cher (dios luna Huarpe) les había concedido un amor eterno, lejos del sufrimiento de los españoles, viviendo en la eternidad de las alturas, junto con su gran amigo. Autora: Liliana Nancy Rodriguez
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