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La muchacha más bella del pueblo

Published by dzzs0292, 2015-09-14 20:45:30

Description: La muchacha más bella del pueblo

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La muchachamás bella delpuebloPor: Luis Cabrera Delgado

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La muchacha más bella del pueblo Por: Luis Cabrera Delgado _________________________________________________________________Desde que Nicanor, el más tatarabuelo de los tatarabuelos habidos y por haber, se casócon doña Jimena Neira, una de las hijas del marqués de la Coruña, los García-Castrosiempre se casaron con mujeres bellas. Ni qué decirte tengo cómo era la hija del caciquesiboney con que se casó Martín García-Castro no más hizo bajarse de la carabela en la quellegó a Cuba acompañando al tal don Cristófono Columbus, ni la fama de bella que teníasor Lucrecia de Dios cuando el pirata Gabino García-Castro la robara del convento deTrinidad para hacerla su esposa. Cuentan también que cuando en medio de la batalla parala toma de La Habana por los ingleses, Francisco García-Castro vio a la hija del almiranteSir George Pocock, rindió el grupo de hombres que comandaba para que lo tomaran prisionero y poder pedir la mano de Lady Mary: linda, rubia y ojiazul como buena anglosajona. Mas, como dice el refrán que para gustos se han hecho colores, Mateo García- Castro se enamoró loca y perdidamente de una de las negras que apresó en África para venderla de esclava en el Caribe. Como en el barco, la muchacha no hacía más que llorar y lamentarse de su suerte, Mateo se hizo atar al 2

mástil del navío y se tapó los oídos con cera para no oírla, pues era tan grande el amor quele despertó la belleza de la joven que dos o tres veces estuvo a punto de volver pararegresarla a su aldea, pero como se contuvo, no más hizo llegar al puerto de Santiago deCuba, la tomó para sí, y san se acabó el remordimiento.También fueron famosas por su belleza la esposa de don Valeriano, la de Asnoldo y la deFulgencio García-Castro, por eso, no hubo nada de extraño que cuando los muchachos deJarahueca llegaron a la edad de casarse, Liborio García-Castro quisiera hacerlo con lajoven más linda de toda la zona, Soledad Isla.Sé que por mucho que lo intente, no seré capaz de describir la belleza de esta moza, peropara que tengas una idea, desde que su mamá le permitió ir a la estación de ferrocarril aver el paso de los trenes, la Empresa Nacional de Transporte Ferroviario de Cuba tuvo quehabilitar diariamente cinco salidas más y poner a las locomotoras a arrastrar vagonesextras para poder dar cabida a los muchos pasajeros que venidos de todas partes del 3

mundo, quisieron pasar por Jarahueca para ver a la muchacha, aunque fuera de lejos yuna sola vez en la vida.Soledad Isla tenía un sedoso pelo negro que en oleadas le caía sobre los hombros y de allíhasta media espalda. Sus ojos parecían dos margaritas color miel, y la boca, una tajada dejugoso melón; mas cuando sonreía, achinaba los ojos y las largas pestañas abanicabancomo colas de pavo real, entonces los labios dejaban asomar unos dientes simpáticos yparejitos para que los lunares de la mejilla titilaran como las estrellas en el cielo.–Rediez, ¡qué belleza! –decían los españoles.–¡Mamma mía! –exclamaban los italianos.Los franceses, poniendo los ojos en blanco, suspiraban:–¡Comme il faut!Los norteamericanos, por su parte, dejaban caer el chiclet y se quedaban con la bocaabierta sin poder decir ni jota, y todos: ingleses, japoneses, árabes o esquimales se queríansalir por las ventanillas cuando el tren reanudaba la marcha y dejaba atrás a aquellabelleza diciéndoles adiós con su pañuelito de holán y encaje.Si por aquella época anunciaban un baile en Jarahueca, lo tenían que suspender, pues losjóvenes casaderos se fajaban en la entrada del Liceo por bailar con Soledad Isla. En la calledonde vivía la muchacha, cada tres meses había que estar arreglando el alcantarilladopúblico, pues de tanto enamorado pasar para acá y para allá, hundían los adoquines y serompían las tuberías del acueducto. 4

Cuando Soledad Isla cumplió los veinticinco años ya se perfilaban los candidatos con más posibilidades a ser su esposo y el mismo día que cumplió los veintiséis, celebró la boda con el elegido por su corazón. –Felicidades, Liborio –le desearon todos sus amigos, pues como amigos que eran, no le iban a guardar rencor por haber sido él el preferido por la muchacha más bonita de Jarahueca; y la fiesta fue lucida y alegre. Ya para esa fecha, muchos de los antiguos pretendientes de la joven habían ido encontrando su pareja, y los que no, comenzaron a mirar con interés a otras mozas. Pardillo se casó con Amada, que si bien, no tan linda como Soledad Isla, lo era, como también alegre, hacendosa y honrada. Fernando puso sus ojos en Generosa, la que de toda la zona, era la que mejor bordaba; Elías construyó una casitajunto a la de sus padres y llevó a vivir allí con él, a Dulce, la maestra; Vitico se casó conClara; El Tato con Bienvenida, la más chiquita de los Paz. Y aunque todos fueron felices, loshombres no dejaban de admirar a Liborio con cierta sana envidia por tener por esposa a lamujer más bella de toda la comarca. Los domingos por la tarde, cuando las nuevas parejasde recién casados se acicalaban e iban al parque para coger fresco y disfrutar de la retretade la Banda Municipal, no había hombre que al paso de Soledad Isla, mirándola conel rabo del ojo, dejara de exclamar para sus adentros: 5

–¡Oh, qué linda es!Mas con el tiempo, Liborio y su mujer dejaron de asistir al paseo dominical. Los hombrespreocupados no lograban imaginar ni siguiera la más mínima conjetura que explicaraaquella conducta, pero las mujeres en su comadreo de los lunes por las mañanas, cuandose reunían junto a la corriente del río, ya habían comentado una situación que les llamabala atención.–Soledad no viene con nosotras.Cuando a Liborio se le terminaron las camisas limpias y le preguntó a su mujer por qué noiba a lavar, esta le contestó que no podía echar a perder la tersura de su piel ni el brillo desu cabello exponiéndose al sol; tampoco el calor del fogón era bueno para su cutis, y porello, Soledad Isla trataba de cocinar lo menos posible y sólo lo imprescindible. Nada de 6

estar haciendo dulces complicados y sabrosos como los que hacían las demás esposas, niempanadas ni tamales ni buñuelos...–¡Qué hambre tengo! –decía Liborio todas las medias noches, cuando el ruido de lastripas no lo dejaban quedarse dormido.Soledad Isla dedicaba la mayor parte del tiempo en mirarse al espejo, no zurcía la ropa, nolimpiaba la casa ni mucho menos sembraba flores en el jardín. Cuando sus hijoscomenzaron a asistir a la escuela, siempre iban sin la tarea terminada, pues Soledad Islano se ocupaba de que la hicieran ni mucho menos de que estudiaran las lecciones.El día que Liborio cogió sarampión, por poco se muere, porque su esposa no sabía hacercocimientos ni poner emplastos, como tampoco sabía preparar la ratonera ni podar losnaranjos. Soledad Isla no le echaba comida a las gallinas, escogía mal el arroz, y las piedrasque le dejaba, le partieron más de una muela a Liborio. No se preocupaba de ir a la tienda, 7

y si lo hacía, era un desastre a la hora de seleccionar la mercancía, tampocosabía buscar los mejores precios, ni planchar, ni tejer, ni hacer nada bien hecho.Su esposa era un desastre, y aunque por ello, Liborio vivía triste y amargado, sus amigos loseguían envidiando por haberse casado con la mujer más bella del pueblo, y hasta quizástú, amigo que lees este cuento, sueñes con ser como los García-Castro, para cuando tellegue el momento, casarte con una muchacha tan linda y tan preciosa como Soledad Isla.FIN 8

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