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Published by olono, 2017-10-02 13:36:05

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Instrucciones. Lee el cuento El camaleón y contes- Grado de 137ta las preguntas a continuación. dificultad LecturaEl camaleón 3 39Autor: Antón Pávlovich Chéjov ANTÓNEl inspector de policía Ochumélov, con su alegre capa y un paquete en la mano, cruza CHÉJOV la plaza del mercado. Tras él camina un municipal pelirrojo con una bolsa llena de 1860-1904 frutas decomisadas. En los alrededores reina el silencio… En la plaza no hay ni unalma… Las puertas abiertas de las tiendas y tabernas miran el mundo melancólicamen- Médico, escritorte, como bocas hambrientas; en sus proximidades no hay ni siquiera mendigos. y dramaturgo ruso. —¿A quién muerdes, maldito? —oye de pronto Ochumélov—. ¡No lo dejen salir, mu- Considerado elchachos! ¡Ahora no está permitido morder! ¡Sujétalo! ¡Ah… ah! representante más destacado Se oye el chillido de un perro. Ochumélov vuelve la vista y ve que del almacén de leña de la escuelade Pichuguin, saltando sobre tres patas y mirando a un lado y a otro, sale corriendo un realista enperro. Lo persigue un hombre con camisa de percal almidonada y el chaleco desabro- Rusia.chado. Corre tras el perro con todo el cuerpo inclinado hacia delante, cae y agarra alanimal por las patas traseras. Se oye un nuevo chillido y otro grito: “¡No lo dejes esca-par!” Caras soñolientas como perezosas sombras aparecen en las puertas de las tiendasy pronto, junto al almacén de leña, como si hubiera brotado del suelo, se amontona lagente. —¡Se ha producido un desorden, señoría!… —dice el municipal. Ochumélov da media vuelta a la izquierda y se dirige hacia el grupo. En la misma puer-ta del almacén de leña ve al hombre antes descrito, con el chaleco desabrochado, quienya de pie levanta la mano derecha y muestra un dedo ensangrentado. En su cara pareceleerse: “¡Te voy a despellejar, sinvergüenza!”; el mismo dedo es como una bandera devictoria. Ochumélov reconoce en él al orfebre Jriukin. En el centro del grupo, extendidaslas patas delanteras y temblando, está sentado en el suelo el culpable del escándalo, uncachorro de galgo de afilado hocico con una mancha blanca. Sus ojos lacrimosos tienenuna expresión de angustia y pavor. —¿Qué ha ocurrido? —pregunta Ochumélov, abriéndose paso entre la gente—¿Quées esto? ¿Qué haces tú ahí con el dedo?… ¿Quién ha gritado? —Yo no me he metido con nadie, señoría… —empieza Jriukin, y tose, tapándose laboca con la mano—. Venía a hablar con Mitri Mítrich y este maldito perro, sin más nimás, me ha mordido el dedo… Perdóneme, yo soy un hombre que se gana la vida con sutrabajo… Es una labor muy delicada. Que me paguen, porque puede que esté un siglo sinpoder mover el dedo… En ninguna ley está escrito, señoría, que haya por los animalesculpa que sufrir por culpa de los animales… Morir sería mejor si a morder empiezan… —¡Hum!… Está bien… —dice Ochumélov, tosiendo y arqueando las cejas—. Estábien… ¿De quién es el perro? Esto no quedará así. ¡Les voy a enseñar a dejar los perrossueltos! Ya es hora de tratar con esos señores que no desean cumplir las ordenanzas.Cuando le hagan pagar una multa, sabrá ese miserable lo que significa dejar en la calleperros y otros animales. ¡Se va a acordar de mí!… Eldirin —prosigue el inspector, volvién-dose hacia el guardia—, infórmate de quién es el perro y levanta el oportuno informe.Y al perro hay que matarlo. ¡Sin perder un instante! Seguramente está rabioso… ¿Quiénes su amo? —Es del general Zhigálov —dice alguien. —¿Del general Zhigálov? ¡Hum!… Eldirin, ayúdame a quitarme la capa… ¡Hace uncalor terrible! Seguramente anuncia lluvia… Aunque hay una cosa que no comprendo,¿cómo ha podido morderte? —sigue Ochumélov, dirigiéndose a Jriukin—. ¿Es que te

138 llega hasta el dedo? El perro es pequeño y tú, ¡tan grande! Has debido de clavarte un clavo y luego se te ha ocurrido la idea de decir esa menti- louogsLtordqaialnaisumzrecfalaieongstnmeiupcsraaeátarlrxsesuapssclraieceqtuniesuomtraeniad.eersoniseatasar ra. Porque tú… ¡ya nos conocemos! ¡Los conozco a todos, diablos!msEtcmouacjteoceCnnoloeanmacoasmjceapoempoqrcnúmnremlutepznotloaeosraa:orepac,rSetdnaiaicidósgueir.carosnaunseidósoaebcpdenlnnetrrenqaa.:elaae.zSucssslmSoeoegeeu-qsn.moeasutnpoeae-lrn,i- —Lo que ha hecho, señoría, ha sido acercarle el cigarro al animal para reírse y el perro, que no es tonto, le ha dado un mordisco… Siem- pre está haciendo cosas por el estilo, señoría. —¡Mientes, tuerto! ¿Para qué mientes, si no has visto nada? Su seño- ría es un señor inteligente y comprende quién miente y quién dice la verdad… Y, si miento, eso lo dirá el juez de paz. Él tiene la ley… Ahora todos somos iguales… Un hermano mío es gendarme… por si quieres saberlo… —¡Basta de comentarios! —No, no es del general. observa pensativo el municipal—. El gene- ral no tiene perros como este. Son más bien perros de muestra… —¿Estás seguro? —Sí, señoría… —Yo mismo lo sé. Los perros del general son caros, de raza, mien- tras que este ¡el diablo sabe lo que es! No tiene ni pelo ni porte… es un asco. ¿Cómo va a tener un perro así? ¿Dónde tienen la cabeza? Si este perro apareciera en Petersburgo o en Moscú, ¿saben lo que pasaría? No tendrían piedad, sino que, al momento, ¡zas! Tú, Jriukin, has salido perjudicado; no dejes el asunto… ¡Ya es hora de darles una lección! —Aunque podría ser del general… —piensa el guardia en voz alta—. No lo lleva escrito en el collar… El otro día vi en su patio un perro como este. —¡Es del general, seguro! —dice una voz. —¡Hum!… Ayúdame a ponerme la capa, Eldirin… Parece que ha re- frescado… Siento escalofríos… Llévaselo al general y pregunta allí. Di que lo he encontrado y que se lo mando… Y di que no lo dejen salir a la calle… Puede ser un perro de precio, y si cualquier malvado le acerca el cigarro al ani- mal, no tardarán en echarlo a perder. El perro es un animal delicado… Y tú, tonto, baja la mano. ¡Ya está bien de mostrarnos tu dedo! ¡Tú mismo tienes la culpa!… —Por ahí va el cocinero del general; le preguntaremos… ¡Eh, Prójor! ¡Acércate, amigo! Mira este perro… ¿Es de ustedes? —¡Qué ocurrencias! ¡Jamás ha habido perros como este en nuestra casa! —¡Basta de preguntas! —dice Ochumélov—. Es un perro vagabundo. No hay razón para perder el tiempo en conversaciones… Si yo he dicho que es un perro vagabundo, es un perro vagabundo… Hay que matarlo y se acabó. —No es nuestro —sigue Prójor—. Es del hermano del general, que vino hace unos días. A mi amo no le gustan los galgos. A su hermano sí. —¿Es que ha venido su hermano? ¿Vladímir Ivánich? —pregunta Ochumélov, y todo su rostro se ilumina con una sonrisa de ternura—. ¡Vaya por Dios! No me había entera- do. ¿Ha venido de visita? —Sí… —Vaya… Echaba de menos a su hermano… Y yo sin saberlo. ¿Así que el perro es suyo? Lo celebro mucho… Llévatelo… El perro no está mal… Es muy vivo… ¡Le ha mordido el dedo a este! Ja, ja, ja…¿por qué tiemblas perrito? Se ha enfadado, ¡vaya con el perrito! Prójor llama al animal y se aleja con él del almacén de leña… La gente se ríe de Jriukin. —¡Ya nos veremos las caras! —le amenaza Ochumélov y, envolviéndose con su capa, sigue su camino por la plaza del mercado. Fuente: adaptación. Biblioteca digital Ciudad Seva Fotos: pixabay.com y wikimedia.org

139GLOSARIOCamaleón. Reptil que cambia de color según el ambiente.1. ¿Por qué crees que el texto se llama camaleón? ngEnhaoPrjouteicetrsmmhair,bsneaapuo.nntlynouiaemi:fnaLiuacoanflaemesacsnpbicóóoarumnercae.eoeldiSd-nseeaaslsadle.A. Porque el perro se llama camaleón. psEltHóaéejesgtipaemieclénonporsabltodlupat:eeetvLorrleaaadnnrse.oterrCaroálanonjocaan.risósdsinrueso.-ns-B. Por los cambios de opinión del policía.C. Porque son muchos los personajes.D. Porque nadie sabe nada del perro.2. Un municipal pelirrojo camina detrás del inspector de policía. Entoncesun municipal es quien:A. Vive en un municipio.B. Pasea por la plaza.C. Trabaja en el almacén.D. Trabaja como policía.3. ¿Qué significa en la historia la palabra decomisadas?A. Confiscadas.B. Almacenadas.C. Guardadas.D. Acumuladas.4. Ochumélov dice: ¡Les voy a enseñar a dejar los perros sueltos! porque: vEeHejxeirapsmgoéperebrloanor:lpEelae.rreCrsseooaennllisadui.santdie-. enA. Él es muy arrogante.B. Lo dicta la ley. ACIERTOSC. Molestan a las personas.D. No le gustan los perros.5. ¿Qué hacen con los perros vagabundos en ese lugar?A. Los persiguen.B. Los encierran.C. Los matan.D. Los torturan.6. En el cuento dice: Las puertas abiertas de las tiendas y tabernas miran 1.el mundo melancólicamente, como bocas hambrientas; en sus proximida- 2. 3.des no hay ni siquiera mendigos. ¿Qué significa esto? 4.A. Las tiendas y tabernas son parte del mundo. 5.B. Las tiendas y tabernas son melancólicas. 6C. Los mendigos son bocas hambrientas. 7.D. Las tiendas y tabernas están sin clientes.7. Utilizando la información anterior, relaciona las columnas.( ) Caras soñolientas como sombras perezosas. A. Hipérbaton.( ) Morir sería mejor si a morder empiezan. B. Personificación.( ) Ochumélov camina con su alegre capa, C. Hipérbole.( ) Puede que esté un siglo sin poder mover el dedo. D. Comparación. TOTAL ____/7

EN LA PRIMERA PARTE DE ESTA NARRACIÓN, el anciano cuenta que 143 mató a una persona. Habla de cómo un grupo de hombres lo golpeó sa- liendo de la casa de doña Nieves. Cuando este golpea con su bastón a Lectura uno de los atacantes, los demás huyen y ahí se da cuenta que un armero gordo y con barba espesa está muerto. 41Instrucciones. Lee la segunda parte del cuento El crimen de la calle de la Perseguiday contesta las preguntas a continuación.El crimen de la calle dela Perseguida.–Segunda parte–Autor: Armando Palacio ValdésPuedo afirmarle, sin mentir, que las cosas que pensé en un segundo, allí en la oscuri- dad, no tendría tiempo a pensarlas ahora en un día entero. Vi con perfecta claridad lo que iba a suceder. La muerte de aquel hombre divulgada en seguida por la ciudad; lapolicía echándome mano; la angustia de mi yerno, los desmayos de mi hija, los gritosde mi nietecita; el proceso, arrastrándose a través de los meses para luego, la cárcel; ladificultad de probar jurídicamente que había sido en defensa propia; la acusación delfiscal llamándome asesino, como siempre pasa en estos casos; la defensa de mi abo-gado alegando mis honrados antecedentes; luego la sentencia del juez, absolviéndomequizá o quizá condenándome al encierro. De un salto me planté en la calle y corrí hasta la esquina; pero allí me di cuenta de quevenía sin sombrero, y me regresé. Entré de nuevo en el portal, con gran repugnancia ymiedo. Encendí otro fósforo y eché una mirada desviada a mi víctima con la esperanzade verlo vivo. Nada; allí estaba el cuerpo en el mismo sitio, rígido, amarillo sin una gotade sangre en el rostro, lo cual me hizo pensar que había muerto de conmoción cerebral.Busqué el sombrero, metí por él la mano cerrada para desarrugarlo, me lo puse y salí. Pero esta vez me cuidé de correr. El instinto de conservación se había apoderado demí por completo, y me surgieron todos los medios de evadir a la justicia. Me pegué a lapared por el lado de la sombra y haciendo el menor ruido con los pasos, doblé pronto laesquina de la calle de la Perseguida, entré en la de San Joaquín y caminé de vuelta a micasa. Procuré dar a mis pasos toda la tranquilidad y compostura posibles. Mas he aquíque en la calle de Altavilla, cuando y me iba serenando, se acerca de improviso un guar-dia del Ayuntamiento. —Don Elías, ¿tendrá usted la bondad de decirme?... —No oí más. El salto que di fue tan grande, que me separé del guardia. Luego, sin mi-rarlo, inicié una carrera desesperada, loca, al través de las calles. Llegué a las afueras dela ciudad, y allí me detuve jadeante y sudoroso. Acudió a mí la reflexión. ¡Qué barbaridadhabía hecho! Aquel hombre me conocía. Lo más probable es que el guardia viniera a pre-guntarme algo acerca de mi yerno. Mi conducta extraña le había llenado de asombro.Pensaría que estaba loco; pero a la mañana siguiente, cuando se tuviera noticia del cri-men, seguramente crearía sospechas y daría parte del hecho al juez. Mi sudor se volviófrío de repente.

144 Caminé aterrado hacia mi casa y no tardé en llegar a ella. Al entrar se me ocurrió una idea feliz. Fui derecho a mi cuarto, guardé el bastón de hierro en el armario y tomé otro de vara que tenía, y volví a salir. Mi hija acudió a la puerta sorprendida. Inventé una cita con un amigo en el casino y efectivamente me dirigí presuroso hacia ese sitio. Todavía se encontraban reunidos en una sala, unos cuantos de los que formaban el grupo de última hora. Me senté al lado de ellos, aparenté buen humor, estuve divertido en exceso y procuré por todos los medios que mis amigos se fijaran en el ligero bastoncillo que llevaba en la mano. Lo doblaba hasta convertirlo en un arco, me azotaba los pantalones, lo alzaba como si fuera una espada, tocaba con él en la espalda de cada uno para pregun- tarles cualquier cosa, lo dejaba caer al suelo. En fin, no quedó nada que hacer. Cuando al fin la reunión se deshizo y en la calle me separé de mis compañeros, estaba un poco más tranquilo. Pero al llegar a casa y quedarme solo en el cuarto, se apoderó de mí una tristeza mortal. Comprendí que aquel truco no serviría más que para empeorar mi situación en el caso de que las sospechas recayeran sobre mí. Me cambié la ropa ma- quinalmente, sin darme cuenta de ello y permanecí sentado en la cama, absorto, sin saber que lo hacía. Al cabo el frío me obligó a acostarme. No pude cerrar los ojos. Me revolqué mil veces entre las sábanas, preso de una fatal ansiedad, de un terror que el silencio y la soledad hacían más cruel. A cada instante es- peraba oír que tocaban en la puerta, y los pasos de la policía en la escalera. Al amanecer, sin embargo, me ganó el sueño; mejor dicho, una pesada somnolencia, de la cual me sacó la voz de mi hija: —Ya son las diez, padre. ¡Qué ojeroso está usted! ¿Ha pasado mala noche?

145 —Al contrario, he dormido divinamente —me apresuré a responder. No me fiaba nide mi hija. Luego dije fingiendo naturalidad: —¿Ha venido ya El Eco del Comercio? —¡Claro, ya lo creo! —Tráemelo por favor. Aguardé a que mi hija saliera y abrí el periódico con mano temblorosa. Recorrí todocon ojos ansiosos, sin ver nada. De pronto leí en letras gordas: El crimen de la calle dela Perseguida y quedé helado por el terror. Me fijé un poco más. Había sido una alucina-ción. Era un artículo titulado El criterio de los padres de la provincia. Al fin, haciendo unesfuerzo enorme para serenarme, pude leer la sección de noticias, donde hallé una quedecía: noticias cortas. SUCESO EXTRAÑO “Los enfermeros del Hospital Provincial tienen la mala costumbre de darles trabajo a los enfermos pacíficos que hay en el manicomio para diferentes ta- reas, entre ellas la de transportar los cadáveres a la sala de autopsia. Ayer en la noche cuatro dementes, desempeñando este servicio, encontraron abierta la puerta del patio que da acceso al parque de San Ildefonso y se fugaron por ella llevándose el cadáver. Inmediatamente que el señor administrador del hospital tuvo noticia del hecho, mandó a varios guardias en su busca, pero fueron inúti- les sus indagaciones. A la una de la madrugada se presentaron en el hospital los mismos locos, pero sin el cadáver. Este fue hallado por el sereno de la calle de la Perseguida, en el portal de la señora doña Nieves Menéndez. Rogamos al señor director del Hospital Provincial que tome medidas para que no se repitan estos hechos escandalosos. Dejé caer el periódico de las manos, y empecé a reír como un loco, que se volvió en unataque de nervios. —¿Entonces a quién mató? —Dígamelo usted. Fuente: adaptación. Biblioteca digital Ciudad Seva. Foto: pixabay.com GLOSARIO Ayuntamiento. Alcaldía o municipalidad que se encarga de la administración local en un pueblo o ciudad. Somnolencia. Estado entre el sueño y el desvelo en el que todavía no se ha perdido la conciencia. Jurídico. Relativo al derecho o de las leyes o relacionado con ellos.1. Deduce el mejor significado, en contexto, de lo que se ha subrayado.Puedo afirmarle, sin mentir, que las cosas que pensé en un segundo, allí enla oscuridad, no tendría tiempo a pensarlas ahora en un día entero. ¿Quéentiende de esto?A. El hombre afirmó decir la verdad sobre todas las cosas que decía.B. Pensó el día entero que debía recrear todos los sucesos de la noche.C. Un día no alcanzaría para pensar lo que pensé en ese momento.D. Un día entero le pareció solo un segundo cuando pensó lo que pasó.

146 2. Ordena cronológicamente los siguientes acontecimientosACIERTOS SUCESO ORDEN A. “Procuré por todos los medios que se fijaran ( ) Primero.1. en el ligero bastoncillo que llevaba en la mano. ( ) Segundo.2. Tocaba en la espalda de cada uno para pregun- ( ) Tercero.3. tarles cualquier cosa.” ( ) Cuarto.4. B. “De un salto me planté en la calle y corrí hasta5. la esquina; pero allí me di cuenta de que venía sin6. sombrero, y me regresé.” C. “Dejé caer el periódico de las manos, y empe- TOTAL cé a reír como un loco, que se volvió un ataque de nervios.” ____/6 D. “Lo más probable es que el guardia viniera a preguntarme algo acerca de mi yerno.” 3. ¿Cuáles son las circunstancias que unen al suceso (1) con el suceso (2)? (1). “El proceso arrastrándose a través de los meses para luego, la cárcel.” (2). “La defensa de mi abogado alegando mis honrados antecedentes.” A. Los dos tienen una relación jurídica. B. El hombre acabaría arrastrándose. C. El abogado alegaría sus derechos. D. La cárcel arrastraría al hombre. 4. ¿Qué une a estos dos sucesos? (1). “Me cambié la ropa maquinalmente, sin darme cuenta de ello.” (2). “Permanecí sentado en la cama, absorto, sin saber que lo hacía. A. Era de noche y se cambió la ropa para dormir. B. Todo lo que pensaba era tenebroso. C. Los llevó a cabo de forma inconsciente. D. Tuvo que actuar de una manera extraña. 5. ¿Qué une a estos dos acontecimientos? (1) “Allí estaba el cuerpo en el mismo sitio sin una gota de sangre en el rostro.” (2) “—¿Entonces a quién mató?” “ —Dígamelo usted.” A. La ejecución del asesinato. B. La ausencia de un asesinato. C. El cumplimiento de un asesinato. D. El desorden del asesinato. 6. ¿Crees que el anciano tuvo alguna culpa en los acontecimientos que narra? Fundamenta tu respuesta.

Instrucciones. Lee la primera parte del cuento La cúpula de los Inválidos y contesta 147las preguntas a continuación. LecturaLa cúpulade los Inválidos 42–Primera parte– HONORÉ DE BALZACAutor: Honoré de Balzac 1799-1850Un hermoso día del mes de junio, entre las cuatro y las cinco, salí de su celda de la calle Considerado du Bac donde mi honorable y estudioso amigo, el barón de Werther, me había ofreci- Como el do el almuerzo más delicado del que se pueda hacer mención en las memorias de mi fundador deestómago; pues el estómago tiene su memoria, su educación, su razón; el estómago es la novelaun hombre dentro del hombre; y jamás experimenté de modo tan curioso la influencia moderna.ejercida por este órgano sobre mi mente. Su realismo y detallismo Después de habernos obsequiado amablemente vinos del Rin y de Hungría, había descriptivo seterminado la comida haciendo que nos sirvieran champaña. Hasta aquel momento, su encuentranhospitalidad podría considerarse normal, de no ser por sus relatos fantásticos y, sobre en la basetodo, por nosotros sus amigos que en todo momento estuvimos entusiasmados. posterior de la novela Hacia el final del almuerzo, nos encontramos llenos de un juicio lógico en perso- francesa.nas que han comido y bebido con abundancia. Dándose cuenta de ello, el barón, el exce-lente crítico, el culto alemán que lleva la admirable y poética vida de los monjes del sigloXVI en su celda del monasterio. En un momento en el que la conversación quedó interrumpida cuando nos encon-trábamos en confortables sillones, Werther se sentó ante una especie de mesita y, levan-tando una parte de la tapa, tocó un instrumento alemán del cual salían unos sonidosque se encontraban a mitad de camino entre los acentos desagradables del maullido deun gato en la noche y las notas de un órgano en una iglesia. No sé lo que hizo con aquelinstrumento de melancolía, pero mi inteligencia no se vio jamás tan cruelmente trastor-nada como en aquella ocasión. El aire, dirigido hacia los metales, producía unas vibraciones armónicas tan fuertes,tan graves, tan agudas, que cada nota atacaba instantáneamente una fibra de mí, lo queme hizo huir en medio de un gran temblor, a mí que soy joven y alegre. Me sentí como simi personalidad se hubiera dividido. Mi ser interior había abandonado mi forma exte-rior. El aire ya no era el aire; mis piernas ya no eran piernas, eran algo flojo y sin consis-tencia que se doblaban y los adoquines se hundían. Tomé la calle de Babylone y caminé patéticamente hacia las avenidas, siguiendo comopunto de referencia la cúpula del monumento de los Inválidos. Al dar la vuelta a nosé qué calle, ¡vi que la cúpula venía hacia mí!… En un primer momento me quedé algosorprendido y me detuve. Sí, era sin duda la cúpula de los Inválidos que se paseaba bocaabajo, apoyando en el suelo su punta, y tomaba el sol como cualquier persona a la orilladel mar. Me expliqué esta visión como un efecto óptico sin querer aclarar el fenómeno;pero tuve pavor cuando, viendo que se acercaba a mí, quería pisarme los talones… Echéa correr, pero oía detrás de mí el paso pesado de aquella dichosa cúpula, que parecíaburlarse de mí. Sus ojos reían; efectivamente, el sol al pasar por sus ventanas abiertas, ledaba un borroso parecido con ojos, y la cúpula me lanzaba auténticas miradas… —¡Soy bastante tonto! —pensé—. Voy a ponerme detrás de ella… Fuente: adaptación. Biblioteca digital Ciudad Seva Fotos: wikimedia.org y pixabay.com

148 1. El narrador dice que: el estómago tiene su memoria, su educación, su razón; el estómago es un hombre dentro del hombre. ¿Qué significan las palabras subrayadas en contex- to? A. Hay muchas razones por la que existe el estómago en el cuerpo. B. Como si el estómago de la perso- na pensara con cerebro propio. C. Para él, todos los humanos saben las funciones del estómago. D. El narrador está consciente de las razones de su estómago. 2. Fíjate en las palabras subrayadas y selecciona el refrán que represente a la siguiente cita. Hacia el final de un buen almuerzo, nos encontramos llenos de un juicio lógico en perso- nas que han comido y bebido con abundancia. A. Nadie puede ser sensato con el estómago lleno. B. Quien tiene el estómago lleno piensa bien. C. Estómago con hambre entiende razones. D. El corazón, como el estómago, requiere una dieta. 3. ¿Qué significa lo subrayado en el enunciado? Tocó un instrumento ale- mán del cual salían unos sonidos que se encontraban a mitad de camino entre los aullidos desagradables de un gato en la noche y las notas de un órgano en una iglesia. A. No se sabía si eran agradables o desagradables. B. El instrumento no terminaba ningún sonido. C. Sonaban igual el órgano y el maullido de un gato. D. Los instrumentos alemanes suenan como un órgano. 4. ¿Qué quiere decir el narrador cuando menciona que: Mi ser interior había abandonado mi forma exterior. El aire ya no era el aire; mis piernas ya no eran piernas? Pon atención en las palabras subraya- das. A. Lo dominó su forma exterior. B. El ambiente afectó su exterior. C. No tenía control de sí mismo. D. Su interior afectó su forma interior.

5. Me expliqué esta visión como un efecto óptico sin querer aclarar el fe- 149nómeno. Significa:A. Quise pensar que eran mis ojos y no saber más. ACIERTOSB. Tuve que explicarme este fenómeno óptico.C. El fenómeno óptico no tenía ninguna visión. 1.D. Sabía que la visión no tenía ninguna explicación. 2. 3.6. ¿Por qué el narrador pensó que los ojos de la cúpula reían? 4.A. No era una visión, la cúpula verdaderamente reía. 5.B. Los ojos de la cúpula reían porque él estaba huyendo. 6.C. La luz por las ventanas provocaba esta visión. 7.D. La cúpula había sido construida con ojos brillantes. TOTAL7. ¿Qué crees que causó que el hombre se sintiera de esa manera? Argu-menta tu respuesta. ____/7

Instrucción. Lee la primera parte del cuento El tren especial desaparecido y contesta 153las preguntas. LecturaEl tren especialdesaparecido 44–Primera parte– ARTHUR IGNATIUSAutor: Arthur Conan Doyle CONAN DOYLELa confesión hecha por Herbert de Lernac, que se halla en la actualidad encarcelado (1859 –1930) con sentencia de muerte en Marsella, ha venido a arrojar luz sobre uno de los críme- nes más inexplicables del siglo, sobre un suceso que, según creo, no tiene precedente Fue un escritoralguno en las crónicas del crimen de ningún país. Aunque en los medios oficiales se y médicomuestran renuentes a tratar el asunto y los informes entregados a la prensa son muy po- británico,cos, existen, no obstante, indicaciones de que la confesión de este archicrirninal está co- creadorrroborada por los hechos y de que hemos encontrado, al fin, la solución del más asom- del célebrebroso de los asuntos. Como el suceso ocurrió hace ya ocho años y una crisis política que detective deen aquellos momentos tenía ocupada la atención del público vino, hasta cierto punto, ficción Sherlocka quitarle importancia, convendrá que yo exponga los hechos tal como me ha sido posi- Holmes. Fueble conocerlos. Los he examinado comparando los periódicos de Liverpool de aquella un autorfecha, las actas de la investigación realizada acerca de John Stater, maquinista del tren, y productivo,los archivos de la compañía de ferrocarril de Londres y la Costa Occidental, que han sido cuya obrapuestos cortésmente a mi disposición. Resumiéndolos, son como siguen: incluye relatos de ciencia El día 3 de junio de 1890, un caballero que dijo llamarse monsieur Louis Caratal pidió ficción, novelauna entrevista con míster James Bland, superintendente de la estación central de dicho histórica, teatroferrocarril en Liverpool. Era un hombre de corta estatura, edad mediana y pelo negro, y poesía.abultado de espaldas hasta el punto de producir la impresión de alguna deformidaddel espinazo. Iba acompañado por un amigo, hombre de aspecto físico impresionante,pero cuyas maneras respetuosas y cuyas atenciones constantes daban a entender queeste dependía del otro. Este amigo o acompañante, cuyo nombre no se dio a conocer,era sin duda algún extranjero y probablemente español o sudamericano, a juzgar porlo moreno de su piel. Se observó en él una particularidad. Llevaba en la mano izquierdauna carpeta negra de cuero, de las de los correos, y un empleado observador de las ofici-nas centrales se fijó en que la llevaba sujeta a la muñeca por medio de una correa. Nin-guna importancia se dio en aquel entonces a este hecho, pero los acontecimientos quesiguieron demostraron que la tenía. Se hizo pasar a monsieur Caratal hasta el despachode míster Bland y se quedó esperando afuera su acompañante. El negocio de monsieur Caratal fue solucionado rápidamente. Aquella tarde habíallegado de un país de Centroamérica. Ciertos negocios de máxima importancia exigíansu presencia en París sin perder ni un solo momento. Se le había ido el expreso de Lon-dres y necesitaba que se le pusiera un tren especial. El dinero no tenía importancia, loimportante era su tiempo. Si la Compañía ferroviaria se prestaba a ganar dinero ponién-dole un tren, él aceptaba las condiciones de la misma. Míster Bland tocó el timbre, mandó llamar al director de tráfico, míster Potter Hood, ydejó arreglado el asunto en cinco minutos. El tren saldría tres cuartos de hora más tarde.Se requería tiempo para asegurarse que la línea estaba libre. Se engancharon dos co-ches, con un furgón detrás para un guardia, a una poderosa locomotora conocida con elnombre de Rochdale, que tenía el número 247 en el registro de la Compañía. El primer

154 vagón solo tenía por finalidad disminuir las molestias producidas por el movimiento de vaivén. El segundo y tercero, como de costumbre, estaba dividido en cuatro departa- mentos: un departamento de primera, otro de primera para fumadores, uno de segunda y otro de segunda para fumadores. El primer departamento, el delantero, fue reservado a los viajeros. Los otros tres quedaron vacíos y el furgón de cola. El jefe de tren fue James McPherson, que llevaba ya varios años al servicio de la Compañía. El fogonero, William Smith, era nuevo en el oficio. Al salir del despacho del superintendente, el señor Caratal fue a reunirse con su acom- pañante y ambos dieron claras señales de la gran impaciencia que tenían por ponerse en marcha. Pagaron la suma que se les pidió, es decir, cincuenta libras y cinco chelines, a la tarifa correspondiente para los trenes especiales de cinco chelines por milla y a con- tinuación pidieron que se les condujera hasta el vagón, instalándose inmediatamente en el mismo, aunque se les aseguró que transcurriría cerca de una hora hasta que la vía estuviera libre. En el despacho del cual acababa de salir Caratal, ocurrió una coinciden- cia extraña. El hecho de que alguien solicite un tren especial no es cosa extraordinaria; pero que la misma tarde se soliciten dos de esos trenes, ya era cosa poco corriente. Eso fue, sin embargo, lo que ocurrió; apenas míster Bland terminó el asunto del primer viajero, se presentó en su despacho otro con la misma pretensión. Este segundo viajero se llama- ba míster Horace Moore, hombre de aspecto militar y apariencia caballeresca, que ale-

155gó una enfermedad grave y repentina de su esposa, que se hallaba en Londres, comorazón absolutamente imperiosa para no perder un instante en ponerse de viaje. Erantan patentes su angustia y su preocupación, que míster Bland hizo todo lo posible paracomplacer sus deseos. No había ni que pensar en un segundo tren especial, porque yael comprometido perturbaba hasta cierto punto el servicio corriente local. Sin embargo,quedaba la alternativa de que míster Moore compartiera con una parte de los gastos deltren de monsieur Caratal e hiciera el viaje en el otro departamento vacío de primera cla-se, si monsieur Caratal ponía inconvenientes a que lo hiciera en el ocupado por él y porsu compañero. No parecía fácil que pusiera objeción alguna a ese arreglo; sin embargo,cuando míster Potter Hood, el director de tráfico, le hizo esta sugerencia a Caratal, senegó en rotundamente a tomarla ni siquiera en consideración. El tren era suyo, dijo, einsistiría en utilizarlo para su uso exclusivo. Cuando míster Horace Moore se enteró deque no podía hacer otra cosa que esperar al tren ordinario que sale de Liverpool a lasseis, abandonó la estación muy afligido. El tren en que viajaban el deforme monsieurCaratal y su gigantesco acompañante dio su pitido de salida de la estación de Liverpool alas cuatro y treinta y un minutos exactamente, según el reloj de la estación. La vía estabaen ese momento libre y el tren no había de detenerse hasta Manchester. Fuente: adaptación. Biblioteca digital Ciudad Seva. Foto: wikimedia.org.1. Identifica a los personajes. A. Monsieur Louis Caratal. ( ) Director de tráfico. B. Míster Horace Moore.( ) Fogonero. C. Míster James Bland.( ) Superintendente de la estación en D. John Stater. E. Míster Potter Hood. Liverpool. F. James McPherson.( ) Maquinista del tren. G. William Smith.( ) Hombre de estatura baja, edad mediana y pelo negro y con una deformidad.( ) Jefe del tren.( ) Segundo viajero que solicitó un tren.2. ¿Qué tipo de narrador tiene la historia?A. Está dentro de la historia como personaje principal. (Narrador persona-je).B. Lo sabe todo y narra en 3ª persona. (Narrador omnisciente).C. No se involucra con la subjetividad de los personajes, solo conoce loshechos objetivos. (Narrador heterodiegético).D. Es un testigo y cuenta su versión de la historia. (Narrador homodiegéti-co).3. ¿De dónde a dónde debía viajar el tren de monsieur Caratal para salir aParís?A. Marsella-Liverpool.B. Liverpool-Londres.C. Liverpool-Manchester.D. Manchester-París.4. ¿Qué fue lo que resucitó el tema del crimen mencionado?A. La confesión de Herbert de Lernac.B. La urgencia de monsieur Caratal.C. El maletín sospechoso del asistente.D. La crisis política del lugar.

156 5. ¿Cuántos vagones más llevaba el tren, contando la máquina? A. 4.ACIERTOS B. 5. C. 6.1. D. 7.2.3. 6. ¿Quién tenía una deformidad en el espinazo?4. A. Míster James Bland.5. B. Míster Potter Hood.6. C. Monsieur Louis Caratal.7. D. Míster Horace Moore. TOTAL 7. Si observas, los personajes tienen antes de los apellidos la palabra mís- ter y solo uno de ellos monsieur. ¿Qué puedes deducir de ello? ____/7 A. Que no es inglés. B. Que tiene otro nivel cultural. C. Que es de Centroamérica. D. Que así se llama.


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