La vida contemplativa
La vida contemplativa Las virtudes prácticas (prudencia, política, etc.) sirven para encauzar nuestra acción de un modo óptimo. ¿Para qué sirven las virtudes dianoéticas, teoréticas o contemplativas?, ¿para qué sirve la ciencia teórica? Para nada (responde Aristóteles). En el siglo XXI pensamos que la ciencia teórica es la base de la tecnología; nada más alejado de la mentalidad griega. La ciencia teórica no sirve para nada, es un puro lujo, el más excelso de los lujos, el lujo por excelencia del hombre en su plenitud. La ciencia teórica no es medio para nada, sino que es el fin último del hombre, pues en ella consiste la máxima felicidad que puede alcanzar. Lo cual nos retrotrae al tema de la felicidad, tema con el que se inicia y en el que culmina la ética de Aristóteles. El ejercicio de toda actividad produce placer. El comer produce placer, y tanto más cuanto mejor sea lo que comemos. El ver, el oír, el palpar, producen placer, y tanto más cuanto más excelente sea lo que vemos, oímos o palpamos. El pensar, el sentir, el hacer, toda actividad natural es fuente de goce. ¿Cómo, entonces, nadie está gozando continuamente? ¿Es que nos cansamos? Efectivamente, todas las facultades humanas son incapaces de estar en continua actividad. Por tanto, tampoco entonces se produce placer, ya que el placer sigue a la actividad... Todos aspiran al placer, porque todos desean vivir; pues la vida es una actividad, y cada uno se ejercita en y con aquello que más ama: el músico oyendo melodías..., y como el placer perfecciona las actividades, perfecciona también la vida, que todos desean. Así, también, el ser humano tiene tantos placeres como actividades. Pero hay actividades que se ejecutan en función de otras, mientras que algunas se realizan por sí mismas, y éstas son las más valiosas y agradables. La felicidad no estriba en el dormir, sino en el estar activo, con la actividad más autosuficiente, más buscada por sí misma, más inútil,
más placentera y divina, aplicada al más perfecto de sus objetos. Pero esa actividad es precisamente la contemplación, la ciencia teórica. La máxima felicidad del hombre estriba en vivir dedicado a la contemplación, en la vida contemplativa (bíos toedretikós). Hacemos la guerra para tener paz. Y nos afanamos en la paz para tener ocio. Ni la guerra, ni la política, ni el afán, son fines últimos, sino medios para obtener ocio. Ahora bien, ¿para qué queremos el ocio? Lo mejor que podemos aspirar a hacer es dedicarnos a la contemplación o ciencia teórica. La actividad contemplativa de la inteligencia... no aspira a ningún fin distinto de sí misma, tiene su placer propio (que aumenta la actividad), posee la autarquía, el ocio y la ausencia de fatiga y todas las demás cosas caracterícticas del hombre dichoso. Esta actividad constituiría la perfecta felicidad del hombre, si ocupara cada instante de su vida... Tal vida, sin embargo, sería demasiado excelente para el hombre. No viviría en esa manera en cuanto hombre, sino en cuanto que en él hay algo de divino. El ideal de la vida feliz consiste, pues, en tener solucionados los problemas materiales inmediatos y dedicar el ocio disponible a la ciencia teórica, a la contemplación de lo que de universal y necesario en la realidad. Aristóteles mismo realizó en gran medida este ideal, por lo que podemos considerarlo feliz. De todos modos, hay que reconocer que al sublime ideal de la vida contemplativa no pueden acceder todos los hombres, ni las pasivas mujeres, ni los torpes esclavos, ni los artesanos y campesinos, embrutecidos por el trabajo manual, pueden aspirar a la felicidad humana en su máxima expresión. De hecho, en las confusas etnias y los despóticos reinos de los bárbaros nadie realiza la vida contemplativa. Todos son como esclavos, incluso el mismo déspota, esclavo de sus mediocres placeres sensuales y de su ambición, incapaz de apreciar la vida científica, que nunca ha catado. Pero, en la polis griega, comunidad autónoma de hombres libres, es posible (con un poco de suerte) que en algunos ciudadanos (los mejores) se desarrolle y florezca la vida contemplativa, la ciencia teórica, alcanzando así la naturaleza humana su plenitud. Posibilitar esa
plenitud, proporcionar a una capa suficientemente amplia y virtuosa de hombres libres las condiciones de ocio, tranquilidad y recursos (moderados, pues los excesivos más bien estorban) que hagan posible el florecimiento de la vida intelectual: he ahí la más alta misión de la polis y la raíz del interés aristotélico por su estudio.
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