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revista alejandra

Published by alejandra.patino, 2019-05-28 10:29:47

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María Alejandra Patiño Campuzano

Mi historia a 10 años Cuando yo tenga 28 años, voy a estar viviendo en una casa de un piso en Pereira, trabajando en mi empresa de actividad física como gerente y administradora ganando $3.500.000 mensualmente, me estaré transportando mayormente a pie, y en ocasiones especiales en carro, tendré un hijo o hija y quizás adopte otro. En ese entonces abre conocido 2 países aproximadamente Canadá y Francia. Académicamente abre terminado el pregrado y estaré cursando mi especialización, así mismo, mi patrimonio será una vivienda, un carro, una moto, empresa de actividad física y empresa de ropa, mas un capital de $5.000.000 en el banco, entre mi esposo y yo. De salud estaré muy bien gracias a los buenos hábitos de vida, pesando 55 kilogramos y cuidándo- me de malos hábitos alimenticios y el cambio climático. Los fines de semana estaré dedicándome a actividades que refuercen mi espíritu, como ejercicios mentales, películas con mi familia, servicio comunitario entre otros. Finalmente, me faltara por cumplir la meta de ampliar mi empresa en el país y Latinoamérica dan- do gusto a mi familia y mi.



CUENTO DE UNA SOLA NOCHE Era finales de noviembre de 1983, me encontraba en la sala de mi casa, una realidad diaria que ins- piraba lo mejor y lo peor al mismo tiempo, yo, una mujer sola a sus 40 años, esperando la llegada de su difícil hijo de quien no sabía nada hace 14 horas. para mi infortunio, llovía y hacia frio. A las 5: 00 am sonó el teléfono, llamaban del hospital más cercano, decían que mi hijo había inten- tado incendiarse a las afueras de una vieja empresa y sería trasladado al hospital mental de Kings- ton , acá mismo en Canadá; me arregle tan rápido como se me fue posible y Salí corriendo hacia allá. Al llegar, vi a mi hijo encerrado en una habitación, con la ropa bañada en combustible para auto, tenía la mirada perdida y los labios tan rojos que parecían sangre, quemados por el penetrable frio del lugar. El doctor me recibió amablemente, me sirvió té con panela para tranquilizarme, estaba tan delicio- so que olvide por un momento la tragedia por la que me lo estaba tomando, me explico que la si- tuación de mi hijo era grave, padecía de un trastorno de ansiedad y compulsión bastante fuerte. Desde que su padre nos abandonó, además de mi esposo, perdí a mi hijo. Siendo un niño desistió de su felicidad, y se dedico a sufrir y atentar contra su vida. Siempre estuve con él a pesar de todas las dificultades, pero nada era suficiente para sacarlo de aquel abismo y dolor indeleble en los que había caído ya hace tanto. Con aquella situación se me dijo que era necesario internarlo y empezar tratamiento con especialistas, a lo cual no opuse la más mínima resistencia costara lo que costara, al regresar al cuarto pude ver a mi hijo ya limpio y con sus heridas tratadas, lo abrace con el amor característico de una madre y sentí sus lagrimas mojar mis brazos, sentí que, a partir de ese día, las cosas cambiarían para nuestro bien. Tendría que volver a casa por sus pertenencias aunque las fuera llevando de a poco, pero llovía de- masiado para alcanzar la parada de bus, frustrada por el trajín del día, me recosté en la rugosa pa- red de la entrada mientras esperaba que la lluvia cesara, pasados unos cuantos minutos salió el doctor que me había recibido, me pregunto que hacia allí soportando el tétrico frio, a lo que res- pondí con la explicación, se ofreció a llevarme en su auto, a lo cual me negué, pues aparte de no co- nocerlo era descarado luego de tanta ayuda dada por él. El fue insistente y realmente era una to- rrencial, así que accedí a su propuesta. Me tomo por el gancho y me llevo a su auto en su paraguas gigante, nos subimos, el asiento era muy cómodo, en general se sentía un ambiente cálido, limpio y muy acogedor.

En gran parte del camino guardamos silencio, hasta que me pregunto: -¿Hace cuanto vives sola con tu hijo? A lo que le respondí con otra pregunta: -¿Cómo sabes que vivo sola con él? Me dijo - llegaste sola al hospital y saliste sola de él, mientras estuviste adentro nunca escuche sonar tu teléfono, ni siquiera con un mensaje, y por si fuera poco, tu hijo no hablo de nadie mas que de ti cuando pedimos números de contacto y dirección, creo que son señales suficientes para suponer que vives sola. Quedé perpleja, me di cuenta de lo predecible de mi estado, y al verme en esa posición, vi como todo se había salido de mis manos. Desafortunadamente tienes razón-le objeté-mi marido se fue con otra mujer hace 10 años, hoy en día tiene otra familia, pero a Jack lo olvidó por completo, desde entonces el sufre cada día más que el anterior . Lo lamento mucho, veo en Jack un magnifico potencial a pesar de su enfermedad, no nos queda mas que apoyarlo para que logre superar aquel mal momento, ahora quedas tú, cuéntame , además de ser madre, que haces por ti. Llegamos, es por acá. Bueno, yo … “Se informa a todos los habitantes del sector que se avecina una tormenta eléctrica, por tanto, re- comendamos resguardarse en casa y tener precaución” Se escuchaba en el parlante de emergencia de nuestro barrio, solo se me pasaba por la mente, mi hi- jo, y a la vez un sentimiento de seguridad, pues el hospital estaba lejos de aquí y él quedaba en bue- nas manos, al menos hasta que pudiera regresar con sus pertenencias. Ahora lo mínimo que podía hacer era ofrecerle hospedaje al doctor mientras pasaba la tormenta. - Es peligroso que te vayas así. Le dije. Si gustas, puedes pasar a mi casa y tomar un refrigerio duran- te la tormenta. - Si, no veo más alternativa, respondió con una amable sonrisa . Su rostro, su voz y en si él , me generaba una sensación de serenidad increíble para mi vida, ni si- quiera yo sabia como describirlo. Continuará …


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