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EL ROSTRO DE LOS EDIFICIOS

Published by lrobertfitzroy, 2020-04-28 17:11:58

Description: LIBRO CON TEXTOS

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La arquitectura es el encuentro de la luz con la forma. Le Corbusier 3

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Sólo en los informes de Marco Polo, Kublai Kan conseguía discernir, a través de las mura- llas y las torres destinadas a desmoronarse, la filigrana de un diseño tan sutil que escapaba a la mordedura de las termitas. Italo Calvino “Las Ciudades invisibles” 5

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L as fachadas de los edificios consti- tuyen sus señas de identidad. Son los rostros hieráticos que nos contemplan mientras paseamos, los que orgullosos desafían nuestra mirada o resisten con pena los comentarios de desprecio. Nin- guna pasa desapercibida, tarde o temprano alguien repara en ella, la observa, percibe su belleza y suspira queriendo impreg- narse del aire de las piedras, de su geome- tría, de la fantasía que surgió de las manos de alguien que quiso poner su mirada so- bre nosotros. Hay fachadas que quedan en nosotros porque fueron capaces de narrar- nos una historia, una historia que encon- tró los motivos para el recuerdo en nuestra memoria.Otras nos muestran los rigores del paso tiempo y el abandono, tras su piel desconchada suele habitar el hambre y la 7

tristeza. Me suelo detener, observo sus de- talles y me pregunto sobre sus vecinos, ¿Habrán vivido siempre en esa casa? ¿Se- rán muy mayores? ¿Cómo suben y bajan tantas escaleras? ¿Cómo estarán por den- tro? Por un momento estoy en sintonía con el espacio, nada de lo que observo me es indiferente y me invade un profundo sentimiento de empatía. En ocasiones parecen precipitarse sobre las aceras, las invaden longitudinalmente constituyendo bloques que la mirada deja de abarcar. También he visto cómo se ele- vaban para superar la estrechez, son edifi- cios anacrónicos levantados contra su vo- luntad, que, atrapados entre otros colin- dantes, intentan ganar un espacio del que no disponen, es como si fueran el fruto de una herencia mal repartida. Luego se en- cuentran los edificios destinados a mos- trar el poder, las riquezas. Estos van con 8

la época, en la nuestra pretenden arañar el cielo alzándose en pulcras paredes de cris- tal. La competencia parece no tener fin, alimentada por el virus ya histórico, de la megalomanía. Sinceramente cada día me causan menos impresión. Los barrios periféricos se suelen disputar la monotonía. Unos, levantados según el trazo aburrido de un arquitecto gris, ado- cenado y cobarde. Los bloques se suceden unos a otros careciendo de color, de fan- tasía. Otros, siguiendo el patrón unifica- dor del arquitecto adosado, preocupado con ganar mucho con poco esfuerzo, y sin escrúpulos, hieren el espacio con su diseño metástasis. En ambos casos despiertan el mismo interés a mi mirada. Ahora que las ciudades crecen de forma desmedida y los pueblos agonizan lenta- mente, quedan las casas en el abandono más absoluto y resulta difícil mantener la 9

mirada, ante el orgullo herido de lo que un día fue todo para una familia. Poco im- porta la bella desnudez del adobe dis- puesto al amparo de entramados de ma- dera, las amplias puertas y los soportales, los balcones de forja o las pequeñas venta- nas de madera. Nadie cuida su vejez, y su rostro, víctima del tiempo, se desconcha. Sin embargo, merecen una mirada cari- ñosa, un gesto de admiración, fijar la aten- ción en los detalles, pues en todas ellas si- gue quedando un atisbo de esperanza. Pienso en Marco Polo sentado delante del Gran Kan describiéndole las ciudades vi- sitadas en sus viajes. Pienso en las ciuda- des abrazadas por la arena del desierto, sus casas de adobe confundiéndose con las du- nas. Ciudades de edificios públicos lu- ciendo fachadas de terracota, son ciudades bendecidas por el comercio. También las 10

hay humildes sobre las montañas, cons- truidas a base de troncos de madera y pie- dra sin tallar. Todas aprovechan los recur- sos que tienen a su alcance, y la suerte del dinero, dibuja en los espacios yermos co- lumnas de alabastro y cúpulas de oro. Son los reyes y sus cortes de lacayos, eunucos conspiradores y concubinas poseyendo la luz de los palacios. Antes como ahora, los edificios muestran al viandante su rostro: la fachada. Ellas nos empujan a imaginar el silencio o la vida que bulle detrás de sus paredes. 11

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H ace ya mucho tiempo que sus habi- tantes han desaparecido. Sin em- bargo, algunas décadas atrás, pu- dieron contarse por cientos de miles los que acudieron a la llamada del gobierno, su ob- jetivo, construir la metrópolis más sofisti- cada del mundo. Hoy nadie lo recuerda, a pesar de haberlo visto en innumerables ocasiones, pero hubo una noche en la que todos los habitantes siguieron con aten- ción, como el primer ministro exponía sus planes para la construcción de ERASE. Un proyecto narrado y descrito en un tono so- lemne y altivo, no en vano estaba en juego la capacidad y el orgullo de todo un país. En la primera fase se construirían las infraes- tructuras destinadas a albergar a los traba- jadores, así como las redes de comunica- ción y transporte que permitieran llevar materiales, maquinaria y el abastecimiento 13

de bienes de consumo y alimentos para la población. Acabada esta fase comenzaría la construcción de la ciudad inteligente desti- nada a presidir el futuro de toda una socie- dad. El primer ministro concluyó su dis- curso subrayando que si había un país digno de tal proeza ese era el suyo, ningún otro disponía de trabajadores más compro- metidos y aptos. Su nación pasaría a la his- toria por diseñar el futuro de la humanidad. Estaba convencido de que el resto del mundo imploraría la compra de su tecnolo- gía. Para poner punto final, el plano de la cámara se fue abriendo y apareció rodeado de todos sus ministros, e inmediatamente detrás, los personajes más influyentes. No había duda, el proyecto tenía el respaldo de todos los poderes. En los días posteriores pudieron escucharse muchas voces críticas que ponían en tela de juicio la necesidad y viabilidad de dichos 14

planes. Se preguntaban acerca de la inver- sión y la provisión de fondos, los más críti- cos reprochaban la falta de información so- bre los fines. Filósofos y antropólogos de- batían con furia con ingenieros, políticos y economistas, preguntaban y preguntaban sobre el sentido del proyecto. Acusaban al gobierno de ser un plan gestado en la oscu- ridad, sin transparencia. No podían enten- der como un país democrático era sometido sin más a unos intereses que en ninguna forma atendía a las necesidades de los ciu- dadanos. Era tal su desesperación, que cali- ficaron de golpe de estado el plan anun- ciado por el presidente. Todas sus pregun- tas solían chocar contra un muro de secre- tismo. Acusados de estar en contra del pro- greso y del bienestar de las personas, fue- ron confinados dentro de la categoría de los enemigos, de esta forma se ahorraban el 15

contestar sus preguntas poniéndoles ade- más en ridículo cuando la ocasión era pro- picia. Una semana después del anuncio, el gobierno convocó a los ciudadanos a un re- feréndum. Sin tiempo para grandes refle- xiones y unos medios de comunicación al servicio de la propaganda oficial, se fueron sucediendo entrevistas a científicos, infor- máticos, economistas, deportistas, artistas, y todos los gregarios posibles del poder, las voces críticas quedaron relegadas a canales de comunicación alternativos con poco po- der de convocatoria. Se produjeron algunas manifestaciones y concentraciones, pero de poco sirvieron ya que una mayoría aplas- tante votó a favor del proyecto. Los si- guientes años el país se dedicó plenamente a construir el prometido futuro. La ciudad iba tomando forma y el trabajo se desarro- llaba de manera ininterrumpida en jorna- das agotadoras, pero el orgullo de sentirse 16

partícipe de semejante hazaña les dotaba de un plus de energía. Las televisiones hacían un seguimiento continuo de los progresos, mostraban a los trabajadores como verda- deros héroes y se concedían premios y re- conocimientos públicos encumbrándoles en sus poblaciones. Cuando la primera fase estuvo concluida, los robots se encargaron de las infraestructuras más delicadas y complejas, aquellas destinadas a gobernar la ciudad. Eran las S.A.I, (sustitución arti- ficial inteligencia). Mientras estas toma- ban el relevo, la ciudad levantada para al- bergar a l0s trabajadores vio alterar sus cos- tumbres, poco a poco fueron cerrando bares y restaurantes, teatros, tiendas de ropa, su- permercados, hospitales, escuelas y en su lugar, se edificaron torres de chips. La alga- rabía fue sustituida paulatinamente por un silencio atroz, miles de trabajadores fueron 17

quedándose sin trabajo y obligados a regre- sar a sus lugares de origen. La ciudad allí levantada fue arrasada desde el aire para ocupar sus espacios. Los humanos que per- manecieron hasta el final, tuvieron que in- gresar en centros de recuperación neuroló- gica debido a la pérdida total de identidad. De lo que allí pasó, de su convivencia con máquinas dotadas de una inteligencia cuántica, nada llegó a saberse. Pero poco podían importar estos casos, el país se pre- paraba para la gran transformación. Todos sus habitantes recibieron en sus domicilios un dispositivo del tamaño de una tarjeta de crédito con los colores de la bandera, flexi- ble y agradable al tacto, con unas breves instrucciones en las que se indicaba el día y la hora en las que debería ponerse en fun- cionamiento. Ese aparato venia por fin a cambiar la vida de todo un país y el futuro 18

del mundo. Cuando llegó el momento, en- focaron la cámara de su teléfono móvil so- bre el código y una enorme pantalla virtual se desplego en mitad de los salones. Enton- ces el primer ministro pronunció su dis- curso de inauguración. Invitó a sus conciu- dadanos a adentrarse en el futuro y explo- rar todas las posibilidades Era su ventana a la información total, y estar informados era la manera de fortalecer la democracia, y si el buen gobierno es conocer las necesidades de las personas para tomar decisiones, nada más inteligente que aprovechar el propio sistema para conocimiento del propio go- bierno. Como afirmó el presidente: “nunca un gobierno estuvo más cerca del ciuda- dano” Era la inmediatez y la cercanía, dos conceptos puestos de moda. Todo y rápido, sólo era necesario decirlo en voz alta, aun- que en un alarde de optimismo el presi- 19

dente prometió que “pronto sólo sería ne- cesario desear algo y el resto sería el sis- tema quien lo hiciera por nosotros”. Te- nían a su alcance médicos, profesores, fa- miliares, supermercados, cine y casi todo lo imaginable en aquellos momentos. Los crí- ticos, nada de acuerdo, calificaron el dispo- sitivo de intromisión en la vida privada y comenzaron a desconectarse, pero una vez conectado su desconexión informaba direc- tamente a la policía y esta se personaba con un nuevo dispositivo que debían costear. Las protestas que se llevaron a cabo choca- ron con la aprobación de la ley de preven- ción de la delincuencia y seguridad nacio- nal, en la que en su primer artículo se decía que quedaba totalmente prohibido desco- nectar los dispositivos. Personajes famosos se encargaron de propagar la importancia de la ley: “Sin seguridad no hay libertad”. Año tras año se sucederían las leyes y los 20

eslóganes: “Estar conectado es poseer la realidad”, “Tú decides nosotros lo sabemos al instante”, “Mientras tú disfrutas noso- tros pensamos por ti”. Es verdad, nunca las personas tuvieron tanta información a su alcance, una información que no podían abarcar y que en gran parte estaba manipu- lada. Los ciudadanos libres habían decidido en un acto de imbecilidad dejarse cautivar y convertirse en esclavos activos. En años sucesivos aparecieron dispositivos más pe- queños y potentes. La nanotecnología les fue convirtiendo en receptores de algorit- mos capaces de modificar hasta sus estados de consciencia. Erase permanece en algún lugar fuera de la memoria de los hombres. Se dice que en ella residen todas las memorias y desde allí se ejerce el control para que nadie recuerde su existencia. En la capital un inmenso edi- ficio preside la plaza del congreso, y en su 21

interior se encuentra el holograma que re- presenta a Erase. La gente acude una y otra vez a visitar lo que consideran la obra de arte más sobresaliente de los últimos mile- nios. Por sus entrañas se accede a la me- moria de la humanidad, y a través de los dispositivos de realidad virtual implanta- dos en la base del cráneo, es posible visitar museos, adentrarse en las selvas, viajar a través sus libros, volar en sus aviones o aso- marse al universo en naves espaciales. Se deleitan con su arquitectura, descansan en bancos de plasma y saborean deliciosos bo- cadillos mientras observan las fachadas de los edificios. Cuando por fin regresan al ex- terior no queda la mínima constancia de lo vivido milésimas de segundo antes, jamás encontrarán en sus bolsillos la entrada del museo, ni siquiera su chip registrará el po- sicionamiento anterior a ese instante. De- jaron de ser conscientes de los rastros de 22

memoria que presiden sus actos, sus emo- ciones, sus pensamientos. Sin embargo, al- guna anomalía en el sistema hace que por las noches sus sueños se vean salpicados de imágenes extrañas y sienten como si al- guna vez el mundo hubiera sido diferente. Los habitantes, cuya anomalía resulta más recurrente, son incorporados al holograma, mientras se investiga el algoritmo erróneo que hace posible esos estados de imagina- ción. Los hay que sufren crisis agudas que provocan impulsos creativos, sí se dejan llevar, si inconscientes de sus actos esbozan la pulsión, descubren el fulgor intenso de lo que fue humano, el entusiasmo, las pregun- tas, la necesidad de expresarse. Con suerte se dan a la fuga antes de que su chip genere una alarma, y un instinto, hasta entonces oculto, les conduce al encuentro de otros en una huida sin fin. 23

ERASE 24

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….. los que logran llegar a las puertas de Subte se sien- ten tan fascinados por su fachada, que se quedan días y días descifrando, cómo es posible que se eleve sobre las espigas de trigo, una pared mitad piedra mitad no se sabe bien qué, capaz de aguantar semejante peso dada su exquisita delgadez. Cuando al fin consiguen vencer el magnetismo de la arquitectura aguardan paciente- mente en el andén. Las vías y traviesas brillan en la oscuridad y se reflejan sobre la oquedad cristalina que cubre el techo, en él rielan confusamente los deseos yermos. Allí sentados aguardan el paso de un tren que nunca recorrió las vías. Si les preguntaran cuál fue el motivo del viaje devolverán una mirada ausente. Atra- pados en sí mismos deambulan por los campos. Sólo quienes un día, en un instante de epifanía descubren la existencia de los otros, emprenden el camino de vuelta. SUBTE 26

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… construyeron un edificio dotando a cada ladrillo de la capacidad ilimitada de procesar información. Cada vecino lucía con orgullo en el centro de la casa un ter- minal virtual donde continuamente se volcaban giga- bits de datos. Se sentían poderosos, ¿quién podía tener a su alcance tantos elementos y tan diversos para adoptar cualquier tipo de decisión sin margen de error? La cerradura de la puerta del edificio seguía pendiente de ser sustituida. En la última reunión de vecinos, to- dos estuvieron de acuerdo, como en ocasiones anterio- res, en seguir buscando una solución. COMUNIDAD INTELIGENTE 28

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….lo que son las cosas, entré en aquel restaurante sedu- cido por su modernidad. Esperaba encontrar la bri- llante creatividad de cocineros lanzados a la aventura de transformar la materia en el arte de las texturas, lu- ces y sabores. Me encantó el cocido y el flan de la casa. APARENTE 30

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CATEDRAL. 32

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… para variar iba con prisas. Así que pensé que sería una gran idea atravesar el parque, sin embargo, el atajo se convirtió en una trampa, aquella mañana no llegaría a mi destino. Al poco de adentrarme a través de la senda quedé deslumbrado por el manto de hojas que cubría el suelo. Sin duda el otoño había encontrado la forma de centrar mi atención y desear, que aquel pe- queño parque, se convirtiera en un excelso bosque. Abandoné el camino para andar delicadamente entre las hojas, y a pesar de la humedad, me descalcé y dejé que las hojas calaran las plantas de mis pies .Tuve la sensación de encontrarme en casa, en la casa de todos. OTOÑO 34

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MODERNISMO 36

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..todo lo que ocurre queda escrito sobre el suelo. Sus habitantes conocen nada más nacer que en cuanto pon- gan los pies en el suelo comenzarán a escribir su pro- pia historia. Por todas partes puede leerse lo que ocu- rrió, alguien con mucha prisa salió corriendo de casa, aquí se dieron un abrazo. Pueden distinguirse las cla- ses sociales. Las pisadas de los ricos son más marcadas y profundas. A la buena suela le acompaña también un cuerpo henchido. Por ejemplo, si se pasea por los suburbios encontrará marcas muy livianas, apenas per- ceptibles, sus suelas ralas y la mala alimentación que- dan para la historia más por lo que no cuentan que por lo que cuentan. Hace tiempo los antepasados de los an- tepasados de los antepasados y mucho más, decidieron levantar cada año un edificio y dibujar sobre la fachada las huellas de las historias más comentadas por sus ha- bitantes. Ya nadie bajará la mirada para conocer lo que ocurrió, bastará con levantar los ojos y disfrutar de lo que las paredes cuentan. Para el olvido quedan las historias de los humildes HUELLAS 38

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…. Sólo el viajero curtido, aquel que ha convertido su vida en una búsqueda e interroga hasta los leves cam- bios de su sombra, esa especie de monje laico que dis- curre ya sin poner atención a los senderos y se adentra en cualquier espacio, sólo a ese viajero incansable, le está reservada la sorpresa más sublime: la casa del río. Perdida en un espacio en el que la tierra olvidó cual- quier asomo de vida, un edificio capta toda su aten- ción, otorgándole la oportunidad de salir de sí mismo. Ya desde fuera se adivina el agua. Un rio horizontal atraviesa su fachada, sólo hay que entrar y sumergirse en las gélidas aguas que acogen los cuerpos castigados. Es tal el abandono, que habrían corrido el peligro de ahogarse si no fuera por un curioso fenómeno ajeno a las leyes de la naturaleza. El agua se adapta al rato a la temperatura del cuerpo y dulce y densa permite al viajero acomodarse y adormecerse, y dejarse llevar hasta calmar la sed de su conciencia. PEREGRINO 40

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TRONCO 42

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UN RASCACIELOS TRES PUERTAS 44

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FRONTERA 46

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¿Viajar? Sí, pero sin la necesidad de trasladarse de un lugar a otro. Por fin la tecnología había desterrado por siempre ese molesto trasiego de maletas a través de es- taciones y aeropuertos colapsados, agotadoras esperas en filas interminables y lo peor, resignarse aguantando la nostalgia el paso de los meses hasta volver nueva- mente a disfrutar de las vacaciones. Sillones diseñados con todo lujo de detalles en cuanto a comodidad y conectividad 48

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MEMORIAS CON VISTAS 50


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