“Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído, y yo no me he rebelado ni echado atrás”. (Isaías 50,4)
Ninguna filosofía de la vida, ninguna concepción del hombre, ninguna psicología y, por fuerza mayor, ninguna espiritualidad puede pretender ser madura sin...
Like this book? You can publish your book online for free in a few
minutes!