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ALICIA CUENTA - Historias de Campo - BLANCA LAGOS BERRÍA

Published by Lidia Susana Puterman, 2021-07-29 20:08:44

Description: ALICIA CUENTA - Historias de Campo -
BLANCA LAGOS BERRÍA
Blanca Lagos selecciona para este libro, aquellos cuentos de campo, que en voz de su Madre, ahuyentaban los miedos y lograban que las palabras fueran surgiendo como diminutas imágenes, logrando que la mente recorriera el camino en sentido inverso, evocador, haciendo volar la fantasía en forma sorprendente en esas atentas caritas, que cada noche esperaban expectantes por un cuento..

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Blanca Lagos Berríos cundo y ella resignada, ya casi por costumbre decía –Carmen papá, María del Carmen- ambos sonreían y con un tímido abrazo, ella aceptaba el regaloneo de su padre. Carmencita a pesar de sentirse amada por su padre, sabia también de su rectitud y explosivo carácter, por este motivo nunca lo contradecía ni opinaba mucho acerca de las deci- siones de él. La muchacha dedicaba tiempo a su colegio y a asistir a los ensayos del coro de la parroquia del pueblo, donde su desempeño en ambas cosa era brillante y siempre esperaba con ansias la misa de los domingos porque aprovechaba para compartir un rato con sus amigas, siempre acompañada por Zoila, quien para darle su espacio, con humildad y cariño se ubicaba lejos de ella, aunque, sin perderla de vista. Fue en una de esas salidas de misa que una amiga le pre- sento a su hermano, cruzaron dos o tres palabras y Carmen- cita corrió hacia Zoila y con su carita como una manzanita madura y sonriente le decía – porque me miras así nanita- y nerviosamente repetía la pregunta, sin dejar de mirar una y otra vez a su amiga que se alejaba tomada del brazo de su guapo hermano. A veces se veía pasar a este jovencito lentamente frente a la casona, Zoila sabía que estos “tortolitos” se habían enamora- do, ella notó a su soñadora Carmencita más sonriente, distraí- da, cantaba, escribía mucho en su diario de vida, a veces daba largos paseos por su campo y llegaba muy feliz y animosa. 47

Alicia Cuenta Cupido atravesó de lado a lado el corazón y la inocencia de María del Carmen, a sus quince años había explorado ya, los rincones más increíbles de sus pasiones, se sentía muy amada y creía haber encontrado en aquel joven (dos años mayor que ella) el amor de su vida; a pesar de saber que su padre jamás permitiría que un “jote” pretendiera a su adorada hija. -mi escopeta hablará por mí, si de espantar “jotes” se trata- decía Facundo, mientras miraba, sonreía y palmoteaba su escopeta de caza, de fabricación Española. El temor a que su primer desvelo amoroso sufriera algún daño en manos de su padre, la hizo tristemente alejarse de su amor. Con el paso del tiempo María del Carmen se fue tornando más melancólica, silenciosa y pensativa, comenzó a adelgazar y pasaba largos ratos en su habitación sin hablar con nadie; Zoila era su único refugio, que preocupada por su salud a cada momento le llevaba algo para comer, leer o simplemente la acompañaba en silencio. La mujer comenzó a fijarse que su niña, quien era dueña de una linda y esbelta figura estaba ex- traña, ni de pequeña fue tan barrigona y ahora lucia diferente. Con la dulzura que era característica de Zoila, un día la abrazó y le dijo: -Ya mi niña, es tiempo de hablar o se me va a morir atragantada- Carmencita se echó a llorar y le dijo: -na- nita creo que estoy embarazada- a lo que Zoila con un gesto dulce y comprensivo respondió: lo sé mi niña, lo sé- mientras acariciaba su suave cabello -mi padre me va a matar- dijo llo- rando Carmencita – Tendrá mucho trabajo el patrón, porque me tiene que matar a mi primero- agrego Zoila. 48

Blanca Lagos Berríos Así pasaron los días hasta que Facundo un día mirándo- la muy atentamente le dijo –estás lejana mi Carmelita, no te veo feliz, cuando caminabai pa’ los sauces y las matas, llegabas muy contenta -¿que paso con el coro?... ya no vas a misa, el jote que rondaba estos campos ya no viene y vo’ “mija” estay triste y añadió mejor me contai’ ahora lo que teni q decir, antes de que el muerto se ponga hediondo, mira que soy perro viejo así que vamos hablando no más- y con un grito de patrón de fundo llamo a Zoila. La menuda figura de Zoila, como una aparición se hizo presente, tomando firmemente la mano de Carmencita que estaba a punto de desfallecer ante tal perso- naje que estaba corriendo el velo, queriendo descubrir su más íntimo secreto. El viejo Facundo escucho en silencio y aten- tamente el relato nervioso de las asustadas mujeres, luego sin decir palabra alguna salió y se sentó en la bellísima e impeca- ble mecedora ubicada al final del corredor, que daba al jardín donde se sentaba su amada Rosenda a observar el cielo por las noches; buscaba respuestas, se culpaba, culpaba a su Carme- lita, quería matar al “jote” que había enlodado su apellido, en fin muchas cosas pasaban por su airada mente. Llamo a Zoila y casi sin abrir los labios por la rabia, con los dientes y puños apretados, le dio unas implacables instrucciones .-La meica del pueblo también es partera y ese es el camino a seguir para mi hija. -Zoila sin mucha educación y un gran miedo a su patrón no pudo refutar esa orden y se encamino al cuarto de su adorada Carmencita. Nadie durmió esa noche que pareció 49

Alicia Cuenta eterna, Zoila con su corazón en un hilo y Carmencita con sus ojos hinchados por el llanto al saber el destino del fruto de un amor oculto, tan oculto que por protegerle a nadie le dijo su nombre y el nunca sabría que había parte suya latiendo en su vientre, con tanto pesar y la enorme culpa que sentía al ver a su padre distante, mudo y ajeno a sus ruegos y a sus senti- mientos, Carmencita enfermo, la presión por su delgadez y la indiferencia de su amado progenitor la llevaron a un estrés que no la dejaba pararse de la cama. Facundo al ver transcurrir el tiempo y la nula solución al problema, una tarde tomo a Zoila fuertemente del brazo y casi en andas la llevo al cuarto de Carmen, obligándola a que la levantara y la llevara a donde ña’ Rosa (la meica). Ya estaba anocheciendo, de hecho, era una fría noche de mayo, los ár- boles poco a poco estaban perdiendo sus hojas, alfombrando de marrón ese campo con olor a tierra mojada, ni un alma se veía por las escasas calles del pueblo bajo ese cielo oscu- ro, sin luna, como siempre corría un viento frio, que pare- cía confabularse con la situación, congelando cada cuadro de esta triste escena. Como pudo Zoila casi ensordecida por los amenazantes vocablos del airado facundo y por otro lado el llanto quejumbroso de María del Carmen, puso en el bolsillo de su delantal el dinero que su patrón le había pasado, arropo a su niña y sin levantar cabeza la encamino hasta la casa de ña’ Rosa. Su menudo cuerpo se convirtió en un fuerte arrimo para la delicada y sufriente María del Carmen - usted es fuerte mi niña, ya llegamos, ya llegamos- le decía. 50

Blanca Lagos Berríos María del Carmen sabía que ese sería el fin de su bebe, de pronto María del Carmen se queda estática, mirando de frente a Zoila y como en trance le dice – nanita tú me quieres mucho ¿verdad?- a lo que Zoila responde – si mi niña, camine que ya llegamos- …y nuevamente buscando sus ojos Carmencita agrega – nanita, si me quieres a mí, también debes querer al bebe que es parte mía, entonces, entre las dos tenemos que salvarlo, toca mi vientre, siéntelo, soy yo también, será nues- tro secreto, será nuestro bebe, solo nuestro, ¡por favor nani- ta!- . Zoila la abrazo fuertemente, sintiendo que su vientre era débilmente acariciado por el de su Carmencita se estremeció, su cuerpo temblaba, se separó del lado de Carmen, la miro con mucha ternura y le dijo: -con plata se compran huevos mi niña- sentó a Carmencita bajo un sauce y se fue a hacer el trato con ña’ Rosa. Se demoró un poco en regresar, pero lo hizo y llego con un aire de triunfo le dijo - ya mi niña, ña’ Rosa dirá que el trabajo está listo, ahora pasaremos la noche en su casa nos espera con unos mates con tortillas y mañana regresamos la casona-. Carmencita sintió que amaba a esa mujer, agradecía a dios el tenerla cerca. Al día siguiente temprano se dispusieron a partir rumbo a la casona. El libreto ya estaba aprendido, fingi- rían el aborto y también una pena aislante que no diera paso a conversa’ ni acercamiento con su padre, quien dolido y silen- cioso saboreaba su culpa y le decía –fue por tu bien y el de la familia Carmelita, yo no quiero que andi’ en boca de todos ya 51

Alicia Cuenta se te pasara-. Carmencita mantenía su posición de víctima las pocas veces que se cruzaba en la casona con su padre (Quien no se daba cuenta de lo fajada que esta chica siempre estaba). Así pasaban los días y las semanas el frio otoñal seguía escarchando los amaneceres, el campo, los cerros y las prade- ras se teñían de rubio, mientras la pancita de Carmen seguía creciendo y regalando caricias a las cálidas manos de Zoila. El embarazo siguió su curso natural hasta que llego el gran día, Zoila tenía preparado en el granero algo parecido a una habi- tación, no tenía otra alternativa además, nadie podía saberlo, todo se confabulo en favor de ellas era un día domingo, no estaban los peones trabajan- do, don Facundo aquejado por un fuerte resfriado se había quedado en cama además, era normal que Carmen se ausen- tara las mañana de domingo, pues iba a misa. María del Carmen tragan- do sus lágrimas y sus quejidos, con arrastrados pasos se diri- gió a su humilde “sala de par- to”, confiando plenamente en su querida, valiente e impro- visada partera. No dio mucho 52

Blanca Lagos Berríos problema es más, el corazón de Carmencita pareció estallar de alegría cuando se escuchó ese impetuoso llanto – es una niña exclamo Zoila, tan bella como su madre- mientras asis- tía a ambas – es un milagro gracias señor, es robusta y sani- ta- decía, es así como nació María Milagros, la bella bebe de María del Carmen. Terminaba el invierno y María Milagros crecía acunada y oculta en su único ambiente el viejo granero, como si en- tendiera la situación de su madre la bebe no daba mayores sobresaltos, Zoila y Carmencita se turnaban para atenderla y atender a Facundo que afectado por una enfermedad pulmo- nar, ya no era el mismo hombre fuerte y vigoroso que solía ser aunque siempre conservaba su fuerte carácter y su inagotable don de mando sobre todo, cuando Carmencita a ratos se au- sentaba y él requería de su presencia. Carmen y Zoila parecían haber tomado muy bien el ritmo de su nueva vida, entre la casa y el granero, alentadas por ese hermoso secreto llamado María Milagros, que con sus balbu- ceos y primeros pasitos les entregaba una enorme felicidad a ambas, quienes se esforzaban por darle cuidados, atención y amor a la pequeña. Un día que facundo estaba sentado en la silla al final del corredor conversando con Carmen, vio a lo lejos que Zoila venia del granero y le dijo a Carmencita –parece que en algo anda esta, varias veces la he visto venir del viejo granero apu- raita’, debe tener un “lacho” por ahí, si algún día se quiere ir 53

Alicia Cuenta con el déjala noma’. Carmencita muy nerviosa ante las pala- bras de su padre le dijo: –papá no piense mal, está cuidando unos animalitos nuevos, los becerros de la pinta y la gorda, sus vacas favoritas-. Al momento llego Zoila diciendo: –ya es hora de la cena ¿sirvo? A lo que María del Carmen contesto –sirve a papá no mas nanita, tengo un poco de jaqueca me iré a dormir, buenas noches papá- y se dirigió a su habitación pero, en realidad salió corriendo a mimar a su pequeña. Al rato llego Zoila, para completar el perfecto cuadro familiar de la traviesa Milagros –su papa ya cerró la puerta y se fue a dormir, la luz de su cuarto ya está apagada- le dijo Zoila a Carmencita. Ella tenía la esperanza de poder conversar luego con Fa- cundo, explicar todos los por qué y pedir perdón por haber ocultado tanto tiempo la verdad. María del Carmen soñaba con ver a su hijita en los brazos de su amado, pero temido padre. -Primero se enojará pero, cuando la conozca morirá de amor por ella- decía abrazando y besando a su razón de vivir, su amada y rolliza Milagros. Las mujeres de a poco habían construido un oasis infantil para esa princesita, con mucho cariño le hicieron un colum- pio, acomodaron un grueso tablón con pequeñas barandas como resbalin, le colgaban monitos y maripositas por todos los lugares, confeccionadas y muy bien coloreadas por ellas en fin, siempre con mucho amor y dedicación, amaban a esa niña, se amaban las tres. 54

Blanca Lagos Berríos Carmencita toda la semana estuvo con la idea fija de ha- blar con su padre pero, se escapaba el momento, tenía miedo, un miedo que a rato disipaba las fuerzas haciendo trizas su valor y así pasaban y pasaban los días. Sin que Carmencita se diera cuenta, su padre un día al anochecer la vio dirigirse al granero a carreritas y mirando intermitentemente hacia la casona, con mucha rabia el viejo empezó a ver que esto se repetía todos los días después de ce- nar, se daban las buenas noches y se retiraban supuestamen- te a sus habitaciones, esa noche no fue diferente, se fueron a dormir y al apagar la luz de su cuarto el viejo escucho los sua- ves pasos de su hija, miro por la venta y otra vez la vio dirigir- se al granero, Facundo pensaba enfurecido que su hija tenía un nuevo “jote” (como el decía) –quizás que muriento será si esta pobre tonta lo ve en el granero, no permitiré que de nuevo quede preña’ y pasar otra vez lo mismo, maldito infeliz debe ser uno de los peones nuevos de ño’ Horacio- (su veci- no). Odiaba al mundo, su única hija, la niña de sus ojos, otra vez lo estaba traicionando, humillando... y el que tanto quería que se casara con el hijo del director de la escuelita, que es un “cabro” de bien y más encima estaba a punto de recibirse de doctor. – cabra e’ mierda- decía, venir a hacerme esto a mí, yo que le he dado todo, que todo lo que tengo algún día será solo de ella ¿pa’ qué?... pa’ que se lo gaste con un apestoso gañan, ¡no!- Y enceguecido por la rabia y la frustración, saco su vieja escopeta y con un incómodo vaivén al caminar y su agitada respiración encamino sus pesados pasos hacia el granero. 55

Alicia Cuenta Mientras tanto, maría del Carmen ya en pijama jugaba y reía con su hijita, que feliz le pedía más y más vuelo en el co- lumpio, acompañadas como siempre de la dulce, protectora y orgullosa mirada de Zoila que también disfrutaba cada minu- to que compartía con sus amadas niñas. El chirrido veloz del portón del granero, pareció congelar la imagen y la sangre de las mujeres, que veían aparecer a Fa- cundo como un toro embravecido, al tiempo que afirmaba su escopeta en el hombro, en el preciso momento en que maría milagros volaba en su columpio, un trueno infernal pareció tragarse todo los alientos, un coro de perros sepultaba el llan- to casi imperceptible de la pobre María del Carmen, a quien el dolor pareció robar su voz, y apretando fuertemente contra su pecho a su pequeña Milagros que herida de muerte ahora, volaba al infinito. Zoila al ver esta terrible escena se abalanzó sobre Facundo gritando ¡Maldito! A lo que el hombre respondió aún furibun- do -también tú, bruja mentirosa- y se oyó por segunda vez el tronar paralizante de la impía escopeta... de quien sintiéndose burlado dio paso a una ira desbordante sin dar, ni darse la oportunidad de gozar de una inagotable fuente de amor. María del Carmen fue abrazada por la más absoluta sole- dad después de la tragedia, no quería abandonar el viejo gra- nero, donde había sido inmensamente feliz junto a su hijita, no se atrevía a volver a la casona, a pesar de haber visto que la policía llevó a su padre detenido, aún tenía miedo de su furia, lloraba mucho, le hablaba a su hijita y a su nanita, reía y tam- 56

Blanca Lagos Berríos bién por las noches suplicaba con dolorosos gritos que no la mate, parecía tener el recuerdo vivo carcomiendo día a día la poca cordura que quedaba en esta bella chica. Al tiempo después María del Carmen fue internada en un sanatorio mental de una ciudad cercana al pueblo, nunca recupero la razón, solo lloraba todo el día abrazada a una al- mohada acunaba aún en la endeble mente, a su pequeña Mi- lagros, y a ratos seguía llamando a su nanita Zoila. Estando interna, un día sin que nadie pudiera darse cuen- ta, subió a la azotea descalza, serena, su cabello y su vestido con el viento, parecían tener vida propia sus blancos y deli- cados pies, se empinaron sobre sueños infinitos, elevando el sonriente rostro, ella disfrazada de lluvia, se lanzó al vacío con sus brazo extendidos voló, voló a reencontrarse con su ama- das Milagros y su nanita Zoila. El viejo Facundo al tiempo después murió encarcelado, nadie jamás lo visito, todos sus bienes pasaron al estado y con los años en esos terrenos se construyeron muchas viviendas y por esas cosas de la vida en el preciso lugar donde estuvo el granero construyeron una hermosa plaza con bellos jardines y juegos infantiles. Cuenta la gente del lugar que en ocasiones se ve una ex- traña niñita pidiendo que la ayuden a subir a los juegos y al menor descuido esta pequeña niña... desaparece, dándole el nombre popular a la plaza de: “La Plaza de la Niñita” 57

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