Lidia Susana Puterman VORÁGINE Cuentos y Poesías
Lidia Susana Puterman VORÁGINE Cuentos y Poesías 1
Puterman, Lidia Susana Vorágine : cuentos y poesías / Lidia Susana Puterman. - 1a ed. - Banfield : R y C Editora, 2021. 104 p. ; 20 x 14 cm. ISBN 978-987-8457-20-8 1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Cuentos. I. Título. CDD A860 Hecho el depósito que indica la Ley 11.723 Impreso en la Argentina Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor. 2
DEDICADO Verónica Esteban Milton Walter Camila Lucila Joaquín Valentina Micaela Thiago Mateo 3
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ABISMO Estaba seguro que no podrían hallarlo…, no en ese escondite resguardado de la luz del sol, ubicado en la República de Abjasia, en la región del Cáucaso, límite entre Asia y Europa. En una tierra montañosa, recorrida por el río homónimo y cuyas costas son bañadas por el mar Negro, rodeado por algunos montes que superan los 4000 metros de altitud, como el Pico Dombai. Los diferentes brazos que se desprenden de la cordillera principal, forman profundos valles con pequeños pero importantes cauces fluviales, como el lago Ritsa, al norte de Gagra, considerado uno de los lagos montañosos más bellos del mundo, y rodeado por bosques de robles, hayas y alisos. En ese ambiente, denominado macizo de Arabika, se encuentra la impenetrable cueva Veryovkina a más de 2.200 m de profundidad Llegó allí hacía más de dos meses, casi el mismo tiempo que tardó en alcanzar ese abismo. ¡Como si estuviera cerca del centro de la Tierra! Vladimir Okum, nacido en la ciudad homónima, era un hombre de gran contextura, con 1.85 m de altura, cabello rubio y ojos claros como el agua del río. En su entorno familiar lo llamaban “la mole” por su apariencia y torpe desenvolvimiento. A pesar de trabajar de sol a sol en la campiña tabacalera, no le alcanzaba para vivir como realmente deseaba. Tenía grandes aspiraciones, sueños descabellados…, casi inalcanzables. Como en su ciudad natal no abundaba el trabajo, decidió ir a Sujumi, la capital de Abjasia. Después de una ardua búsqueda, consiguió en las afueras, en la zona agrícola. En los plantíos conoció a muchos hombres bravíos, tuvo varias peleas con algunos y entabló “amistad” con otros, sobre todo con Mijaíl y Dimitri; fueron compinches de charlas banales y salidas de copas nocturnas. En una noche después de varios tragos, Mijaíl soltó la lengua. Contó sobre algunos camaradas que estaban elucubrando 7
algo que parecía muy “especial”. A Vladimir se le erizaron los pelos ante las habladurías de Mijaíl, pero quería estar enterado de todos los detalles; le sirvió más vino hasta que largó todo el rollo: había un buen plan para salir de la pobreza. Al día siguiente, después del arduo trabajo, se reunieron en la casa de Dimitri que vivía en las afueras de la ciudad, alejado del ruido y sin vecinos cercanos en los alrededores. El objetivo era el Banco Nacional de la República de Abjasia. Todos los lunes recibían una cantidad importante de rublos que el Banco Central de Rusia remitía. Se enviaban a través de camiones blindados de la empresa Onyze, y eran custodiados por tres guardias fuertemente armados con ametralladoras. El plan era interceptarlos durante el recorrido entre ambos bancos, lo cual significaba saber de antemano que ruta iban a tomar, ya que la modificaban cada semana. Existían cuatro posibles caminos, por lo que había que cerrar tres de ellos para que optaran por el cuarto. Dimitri conocía todas las posibilidades y sabía cómo realizar los desvíos. Por otra parte debían conseguir armas muy poderosas para poder reducir a los guardias. Mijaíl era el especialista en esa área y tenía todas las necesarias. Vladimir sería el encargado de manejar el transporte, su rol era de chofer…, un simple conductor. El plan ya estaba en marcha, faltaban pocas horas para el “DÍA D”. Todo estaba calculado al detalle, al minuto a minuto. Nada podía fallar…, nada debía fallar. La noche anterior al gran día, repasaron el plan paso a paso, segundo a segundo. El transporte que conduciría Vladimir estaba a punto y con el tanque lleno de nafta. Tenían listas las armas, el plano con los desvíos señalados y la ruta de encuentro con el transporte de caudales. Una hora después de la salida del Banco Central de Rusia, el transporte de caudales fue interceptado por Vladimir, Mijaíl y Dimitri. 8
Al día siguiente en uno de los principales periódicos de Rusia, el Izvestiya, se pudo leer la siguiente noticia: “En la mañana de ayer tres sujetos fuertemente armados, descendieron de un automóvil de color blanco, al parecer un Lada Priora o Granta, y asaltaron una camioneta del servicio de seguridad Onyze, y tras someter a los guardias, se apoderaron de 5 millones de rublos. Tan pronto tuvieron conocimiento del atraco, las diversas corporaciones policíacas de la entidad, iniciaron un cerco en las salidas de la capital, y al mismo tiempo comenzaron la búsqueda de los malhechores, sin que hasta el momento se tenga conocimiento de su paradero”. Casi dos meses después de cometido el atraco, se encontraron en un descampado los cuerpos descuartizados de Mijaíl y Dimitri. Se supo quienes eran por el reconocimiento de los guardias que fueron asaltados en el transporte de caudales. Por informe de los mismos, también se sabía que faltaba un tercer hombre. Toda la policía de Rusia lo estaba buscando… Estaba seguro que no podrían hallarlo…, no en ese escondite resguardado de la luz del sol. Una señal intermitente y silenciosa era emitida por un rastreador desde el fondo de las bolsas de dinero. 9
ABSTRACTO No sé cuando empecé a escucharlas... Desde que tengo memoria y uso de razón, escucho aquellas voces que me hablan de manera amigable, como si se tratase de un vieja amiga de hace mucho tiempo. Las profesoras pensaban que se trataba de unos amigos imaginarios, pero para mis compañeros era la “rara” que reía en mitad del aula. Me empezaron a dejar sola y cada vez que intentaba acercarme a ellos, me rechazaban o ignoraban. Aquellas acciones hicieron que desarrollara un carácter frío, no solo con los demás sino conmigo misma, porque empecé a ignorar aquellas voces, ya no les contestaba; pasaron a un segundo plano. Tiempo después, las voces se fueron apagando mientras crecía y empezaba a disfrutar con distintas personas y ser una más del montón, ya que no me interesaba destacar. Me independicé de mis padres y enfrenté las primeras dificultades del mundo adulto. Me fui a vivir a una casa vieja y pequeña de tamaño, pero tenía el suficiente espacio para mi, y era la ideal para modernizar a mi gusto, al punto que mis ansias me ganaron el primer día que me mudé y me puse manos a la obra. Tomé distintas herramientas, brochas para pintar y pintura que había conseguido en un local de la zona. El primer lugar donde empecé fue en la cocina que tenía azulejos amarillos en sus paredes, el suelo era un tablero de ajedrez y los muebles eran de madera vieja; lo único salvable era los electrodomésticos. Lo primero que hice fue limpiar los muebles para luego poder pintarlos. Mientras abría los cajones y armarios, volvieron las voces en mi cabeza; empezaron a subir su volumen y eran imposibles de ignorar. De golpe, cuando abrí el último compartimento, las voces se callaron y en su ausencia, vibró un ruido agudo impactando contra algo. Asustada y con el corazón que quería salir del pecho, giré para encontrarme con la escena del tarro de pintura abierto en el suelo; a su lado una 10
joven mujer temblando y mirando con terror como la pintura se iba esparciendo por el piso poco a poco, como si se tratara de un río. Un alarido se escapó de mi garganta y la brocha con pintura color terracota cayó sobre mi cabello, salpicando mi rostro. Mis párpados se cerraron por unos segundos, evitando que la pintura entre en mis ojos. Al abrirlos nuevamente…, la cocina lucía como si un huracán hubiese pasado por allí. Todo estaba fuera de lugar, la pintura derramada, mi imagen era un desastre y sin embargo…, no había rastros de la joven mujer. Corrí desesperada al baño para darme una ducha. Quería arrancar de mi cuerpo no solo la pintura, sino también la terrorífica imagen que había visto. El agua tibia me fue devolviendo la ansiada calma. Decidí que era mejor no continuar con la limpieza ni con la pintura hasta el día siguiente. El baño me había relajado y mi cuerpo necesitaba un merecido descanso. La cama era mullida y las sábanas recién estrenadas, por lo que podría tener un sueño tranquilo y reparador…, o eso al menos creí. Apenas pasaron unas horas, escuché un ruido atronador. Me sobresalté y di un respingo en la cama. Tenía miedo y no quería ir a averiguar de dónde provenía. Unos pocos minutos después, el sonido fue más intenso y cercano que el anterior. Me quedé paralizada, pero las voces comenzaron a ensordecerme, alentándome a que me levante y averigüe de dónde provenía el ruido. No quería moverme, no quería saber, no quería… El ruido continuó con mayor intensidad. La puerta del dormitorio se abrió y una brisa helada penetró; la joven mujer estaba de pie junto a la puerta, con una blanca túnica transparente, mirándome fijo a través de sus ojos huecos. Solo atiné a taparme con el acolchado y comencé a rezar en voz baja. Mientras lo hacía, las voces en mi cabeza se acallaron. De pronto asomé apenas mi cabeza por fuera del acolchado, los rayos del sol estaban filtrando por el ventanal y…, no había rastros de la joven mujer. 11
Me sentí frágil, indefensa, no podía comprender que estaba sucediendo. Me preguntaba por qué las voces habían vuelto a rondarme y quién era esa joven mujer que aparecía. Esa casa encerraba un misterio y tenía que averiguarlo. Después de desayunar salí a hablar con los vecinos; pregunté quién había vivido en esa casa. Algunos decían no saber, y los que conocían a los dueños anteriores, preferían callar, esquivaban la mirada o respondían con evasivas. Volví más apesadumbrada que cuando salí. Tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. Decidí que el tiempo se encargaría de hacerlo. Me mantuve ocupada ordenando, limpiando, pintando y el sábado a la tarde la casa lucía totalmente renovada. A la noche, después de cenar y ver una película, decidí ir a dormir, para recuperar fuerzas y planificar el paseo del domingo. Antes de acostarme, fui al espejo a cepillar mi cabello…, solo me cubría una blanca túnica transparente. 12
CHISPAZOS Quedan pocos días para Navidad. Las calles se llenan de alegría y emoción al llegar el momento de comprar los regalos. Las luces y las decoraciones navideñas hacen sentir esa ilusión un año tras otro. Paula y Lucía, antiguas amigas del colegio, pasean por esas calles iluminadas en busca del regalo perfecto. Un acontecimiento provocó que, muchos años atrás, se distanciaran. Pero quizá el destino, o la magia de la Navidad, hacen que vuelvan a reencontrarse al entrar en el mismo negocio; una librería antigua y muy famosa de la ciudad. — ¡No lo puedo creer! ¿Sos vos? —Al encontrarse se quedan petrificadas. — ¿Cómo estás? Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. —Bien, ¿A vos cómo te trata la vida? —Le contesta Paula que aunque no lo parezca, le importa. —No me puedo quejar, pero bueno, siempre puede ser mejor. —Sí, te conozco de sobra— Una sonrisa tímida aparece en su cara —Nunca te conformas con nada, sos muy perfeccionista— Su conversación parece totalmente natural y ambas sienten como si los años no hubiesen pasado. Sin embargo, hay algo que nos les permite comportarse como antes, la tensión se percibe en el ambiente. —Pensé bastante en vos…— dijo Paula haciéndose a un lado para dejar pasar a la gente que recorría los pasillos en busca del libro ideal. — ¡Qué raro…, nunca recibí ni un mensaje tuyo!— comentó irónicamente Lucía. Ella, a diferencia de su antigua amiga, continuaba mirando los estantes de libros. Le daba la espalda sin intención de mirarla a la cara. —No…, ya lo sé. Nunca supe muy bien qué decir, ni cómo actuar. Fue un gran error de mi parte lo que pasó hace años. Me gustaría que habláramos, quiero saber qué sentís y qué 13
pensas. En todo este tiempo no te llamé nunca, ya sé. Pero hoy, que estamos acá las dos, sería bueno tener la oportunidad— —Sí…, está bien. Lo mejor sería hablar bien las cosas y tal vez podamos volver a lo de antes. Ya pasó mucho tiempo, ya dejé un poco atrás lo que pasó— dijo Lucía acercándose un poco. Quisieron alejarse del tumulto de gente y decidieron ir a tomar algo para hablar más tranquilas. Eligieron una mesa junto a la ventana, pidieron unos cafés. Lucía tomó la iniciativa luego de que la moza les dejara sus pedidos. —Alfredo era mi gran amor de ese momento, alguien a quien yo quería muchísimo, siempre pensé que eso era mutuo. Hasta que me enteré que te prefería a vos… Fue una gran decepción para mí, sobre todo de tu parte. Vos eras muy importante para mí y me sentí totalmente defraudada— Lucía ahora se sentía más aliviada, le hacía bien poder expresarse por lo que había sufrido en aquel momento, cuando había encontrado a su mejor amiga con su novio. —Yo no quise que las cosas sucedieran así..., de una manera tan abrupta. No quise causarte ningún dolor. Siempre fuimos inseparables, como hermanas siamesas. Nos contábamos todo, nos apoyamos en todas las situaciones, salíamos juntas a todos lados y…— Paula intenta disculparse para limar asperezas. —Y sin embargo, me decepcionaste…, como amiga, como mujer, como ser humano que quiere pero igual afrenta. Me arrancaste un pedazo de mi vida, con crueldad, sin medir consecuencias. No preguntaste, no quisiste saber nada…, no te importó— un torrente de lágrimas surge a borbotones sin que Lucía pueda evitarlo. — ¡Por favor no llores…, lo siento…, perdóname! A veces el amor nos obliga a hacer cosas que no queremos, nos vuelve egoístas, nos enceguece, actuamos con soberbia y sin pensar en los demás— Paula trata de calmarla y explicarle cómo fueron las circunstancias. — ¿Ahora querés limpiar los demonios que te acechaban en esos momentos con lindas palabras de disculpa y 14
pedir mi perdón? — la increpa Lucía con una mirada llena de odio y rencor. —No seas tan injusta…, el tiempo pasó. Seguramente vos rehiciste tu vida— Paula trata de cambiar el giro de la conversación. — ¿Mi vida…? Mi vida se fue tras Alfredo, cuando vos me lo arrebataste. No pude volver a enamorarme; ni siquiera pude tener algún buen amante que lo reemplace— — ¿Te quedaste sola? ¿Pudiste encaminar tu carrera, tu trabajo? — Paula trata de suavizar la conversació n para no verla tan afectada. —No trates de cambiar el tema. Realmente no te importa mi carrera ni mi trabajo, ni mi vida— corta tajante Lucía tratando de ponerse de pie. —No te vayas así. Creo que nos debemos una segunda oportunidad— dice Paula tomando su brazo para retenerla. —Sabes qué…, no estoy sola. Alfredo me dejó un hijo, hoy es su cumpleaños número veinte y tengo que ir a festejarlo— concluye Lucía secándose las lágrimas y esbozando una amplia sonrisa. 15
CIMIENTOS Celia Valente tenía una difícil tarea por cumplir…, debía conseguir una casa “especial” para un escritor, el famoso Mario Castilla Suárez, que había llegado hace poco a la localidad de Mar de las Pampas, donde pensaba instalarse en forma definitiva. El escritor era demasiado puntilloso en sus gustos; en principio deseaba una casa cerca de la playa pero alejada del centro, con un gran parque y en lo posible con un mínimo de dos habitaciones y una amplia sala de estar con chimenea a leña…, y como si todo esto fuera poco en su lista de requerimientos, debía además estar construida con troncos. Celia, ante sus escasas posibilidades de tener algo que satisfaga al escritor, decidió incrementar la búsqueda, consultando a sus colegas y competidores para poder hallarla. Después de una ardua e intensa pesquisa, logró hallar tres casas que cumplían con las requeridas peticiones. Contactó al escritor para concertar una entrevista y así visitar las propiedades, con la suerte de hacerlo todo en el mismo día. Comenzaron por la mañana temprano del siguiente día; la primer casa le pareció demasiado tosca, con un jardín pequeño, muy alejada de todo y cerca de las vías del tren, lo que sería muy ruidoso el lugar y muy difícil para concentrarse en su labor. La segunda propiedad estaba ubicada en el medio de un bosque, lo que la hacía muy oscura y tenebrosa por la noche, además las habitaciones eran demasiado pequeñas hasta para una sola persona. Al llegar a la tercera su rostro se iluminó tanto o más que la casa; era amplia en todos los ambientes y con una gran luminosidad. Recorrió la vivienda con una amplia sonrisa, miró y buscó todo lo que necesitaba para satisfacer sus inquietudes. Le pareció estupenda la sala de estar con sus amplios sillones frente a una chimenea que invitaba a encenderla. Los dormitorios eran espaciosos, con cómodos placares en ambos. La cocina era grande y estaba equipada con todos los detalles en vajilla y mobiliario. Hasta el baño tenía todo lo necesario. ¡¡Estaba maravillado!! Ni siquiera cuestionó el precio, decidió 16
pagarlo de contado y en forma inmediata. Deseaba mudarse lo antes posible para disfrutar de su nuevo hogar. Una semana después Mario se mudó del departamento en la ciudad y se instaló en “su casa de troncos” Celia fue la primera visita que recibió; fue a verlo con el propósito de llevarle otro juego de llaves y averiguar si estaba todo en orden o necesitaba de algún consejo femenino para decorar el nuevo hogar. Mario la recibió encantado y la invitó con una copa de vino a lo que ella aceptó gustosa. Charlaron un poco de sus vidas y proyectos hasta que se hizo de noche y Celia se apresuró a retirarse, con la promesa de volver en unos días para traerle cortinas y algún cuadro para decorar los ambientes. Mario trabajaba con mucho afán en su nuevo libro o paseaba por los jardines para despejar su mente. A veces bajaba hasta la playa para ver el mar, que lo apasionaba tanto, o se encaminaba hacia los bosques para respirar otros aires. Una mañana se dirigió al centro para llamar a su editor, ya que en la casa de troncos no había teléfono. Hablaron durante largo rato sobre la evolución de su novela, prometiendo llevarla antes de fin de año para poder ser revisada y luego imprimirla. Las fiestas estaban cerca y quería aprovechar al máximo el tiempo antes de Navidad para poder concluirla. En su caminata llegó hasta el correo para enviar también cartas a amigos y familiares por las próximas festividades. Al salir del correo, una voz femenina lo llamó desde la esquina; al girar la cabeza reconoció a Celia que se acercaba con premura para saludarlo. El encuentro fortuito le agradó sobremanera a ambos. Celia le propuso ir a comprar juntos las cortinas y algunos cuadros de paisajes para decorar la sala; Mario aceptó gustoso y la invitó a la casa para tomar una copa de vino y “embellecer” la sala de su casa. Fueron de compras y luego cargaron todo en el auto de Celia y se dirigieron a la casa de Mario Llegaron al anochecer…. ¡¡¡Sólo encontraron escombros!!! Las termitas subterráneas atacaron y destruyeron sin piedad la estructura de la casa... ¡¡¡Hasta los cimientos!!! 17
COMPLICIDAD Guillermina Valdéz estaba muy ansiosa. Por infinidad de rumores, sabía que su esposo estaba preparando una sorpresa para su cumpleaños…, pero no encontraba ninguna pista para deducir de qué se trataba. Una semana antes del 14 de abril, fecha crucial en su vida, a las 10.30 hs, el cartero llamó a la puerta de su casa, ubicada en el barrio Saint Martí en la ciudad de Barcelona; le entregó un sobre alargado con el nombre de su esposo, Federico Cáceres. Guillermina entró al living con el sobre en mano, dudando si debía abrirlo. Su esposo no estaba en ese momento y ella sentía temblar sus rodillas; más nerviosa se puso aún cuando al darlo vuelta pudo leer unas siglas, NCL, como remitente. Era una clara mañana de mayo en el barrio Campanar, en Valencia. La primavera se pintaba con todo su esplendor; por las calles las flores estallaban en aromas y colores, así como en las paredes de las casas, las enredaderas se prendían con su verde más intenso. Maura definitivamente podía sentirlo en la piel, la estación que más adoraba, ya se había instalado en la ciudad valenciana; podía ver su florido jardín a través de la ventana de la cocina. De pronto su vista cambió de dirección al notar como su esposo corría hacia la casa trayendo algo en la mano. Juan José entró a la casa agitado, mientras mostraba un sobre alargado y con la voz entrecortada por la carrera, comentaba que por fin había llegado la carta tan ansiada. Antonio Villarroel paseaba por el centro comercial del barrio Juan Carlos I en Murcia, a la salida de su oficina, en una cálida tarde a principios de junio. Había concluido su tarea laboral y deseaba despejarse mirando vidrieras de locales de ropa deportiva. Necesitaba renovar su guardarropa para sus próximas vacaciones, que aún no tenía ni idea donde serían. Su novia, Maricarmen, le insistía 18
en buscar un lugar lejano y exótico…, pero debía considerar la inversión, ya que su presupuesto era un poco ajustado. Una vidriera con cartel luminoso llamó su atención. Con cierto resquemor entró para consultar; consideró que tal vez había encontrado lo que estaba buscando. A finales de junio el calor se hacía apremiante en Madrid. Don Augusto García cumpliría en breve sus bodas de plata y deseaba regalar a su esposa algo especial. Faltaban pocos días para la fecha de su aniversario y aún no se decidía. Habló con familiares y amigos buscando alternativas para el obsequio, y casi todos concluyeron en lo mismo: debía ser algo que fuera inolvidable…, pero nadie le daba una respuesta concluyente. O tal vez nadie acertaba con los deseos de Clarisa, que estaba empecinada en una sola cuestión. Y Augusto quería complacerla en esta ocasión con lo que ella requería, fuera lo que fuera necesario invertir para lograrlo. El mes de julio se iniciaba con todo su esplendor; el verano se había instalado definitivamente sobre el Mar Mediterráneo. El Crucero Norwegian Epic brindaba disponibilidad de plazas para su próximo viaje, a mediados de setiembre, por el Mediterráneo occidental con salida del puerto de Barcelona — España—. Tenía previsto desembarcos en los puertos de Florencia, Roma, Nápoles, Cagliari, Palma y por último de regreso a Barcelona. Guillermina y Federico ingresaron tomados de la mano al majestuoso crucero, con los ojos asombrados, sin poder creer lo que veían; todo parecía salido de un cuento de hadas, sobre todo para Guillermina, que no se esperaba semejante obsequio, ni en sus más remotos sueños. Una media hora después, ingresaron del brazo, Juan José con su esposa Maura. Su camarote estaba en el tercer piso del crucero, justo frente al del matrimonio Cáceres…, de pura casualidad. 19
Maricarmen abordó el crucero junto a Antonio. Ambos se sentían maravillados con tanto lujo y despliegue de fanfarria dando la bienvenida a los pasajeros. Dejaron sus maletas en el camarote ubicado en el segundo piso del crucero y salieron a recorrer los amplios salones de juego que ya estaban abiertos para disfrutar de los mismos. Augusto junto con Clarisa, después de abordar el crucero e instalarse en un camarote, también en el segundo piso y justo al lado de la pareja de novios, se dirigieron al free shop a comprar perfumes y algunos regalos para sus nietos. Horas más tarde el barco zarpaba con todos las plazas cubiertas. ¡No quedó ninguna disponible! El crucero disponía de cinco pisos con salones de juego para adultos, de baile, entretenimiento para niños, seis comedores, dos piletas descubiertas y dos cubiertas, sala de masajes, jacuzzi…, y todo lo necesario para distraerse, relajarse y divertirse. En uno de los salones comedores, ubicado en el quinto piso, se reunieron a las 20.00 hs para cenar, la mayoría de los pasajeros. En mesas cercanas, se ubicaron las cuatro parejas. Maricarmen se veía un tanto nerviosa, trataba de disimularlo, pero sus manos temblaban sobre la mesa. Antonio notó sus extraños movimientos, intentó preguntarle, pero ella se negó a dar muchas explicaciones; solo adujo que estaba un poco mareada por el movimiento del barco. Por su parte Maura, miraba constantemente de reojo sobre su hombro, como si sintiera que alguien la estaba observando. Su esposo se mostró un tanto inquieto por esta situación, pero prefirió tratar de sobrellevar una cena tranquila y esperar a llegar al camarote para hablarlo a solas. Federico deseaba comer todo lo que ofrecían mientras Guillermina se sentía totalmente inapetente; las pastillas para el mareo no le hacían ningún efecto. Mientras tanto, Clarisa y Augusto, tampoco estaban de muy buen humor. Ella estaba un poco irascible y él prefería no hacer comentarios para impedir que hubiera roces innecesarios. 20
Los mozos, con atuendos blancos, servían casi sin respiro, los platos detallados en el menú. La comida se desarrolló con un fondo de música clásica que permitía una charla tranquila entre los comensales. Después de cenar, casi simultáneamente, los cuatro caballeros se dirigieron a la popa, con el deseo de fumar reclinados sobre el barandal. Allí podían observar las estelas que el crucero iba dejando al deslizarse sobre el Mar Mediterráneo. Todos estaban disfrutando del paisaje marítimo, hasta que el más joven, Antonio, emitió un grito alertando a los otros sobre un cuerpo, que parecía inmóvil, en el piso inferior del crucero. Los comensales comenzaron a amontonarse sobre la cubierta del quinto piso…, todos querían ver y conocer los pormenores del insólito suceso. Comenzaron a entremezclarse las voces argumentando distintas opiniones; todos estaban azorados y una ola de desconcierto invadió el lugar. El capitán indicó a dos suboficiales que se dirigieran al piso inferior e investigaran. El cuerpo de un hombre de aproximadamente 30 años fue hallado sin vida en la planta baja del crucero. Tenía una herida en la parte frontal de su rostro y sangre profusa emanaba de ella. Su ropa lucía desgarrada, como si hubiera estado en una pelea. Revisaron sus documentos y en detalle la lista de pasajeros…, no figuraba en ella. ¡Un polizón se había escabullido en el crucero! En el quinto piso, Clarisa y Guillermina se abrazaron mientras el llanto se manifestaba en forma incontenible. Maura y Maricarmen se miraron aterrorizadas… ¡Ninguna de las cuatro pudo emitir palabra! 21
DESPEDIDA ”Cuáles eran aquellos sueños o quienes descansan en aquellas tumbas, quietas o inquietas…” —Sobre héroes y tumbas— Ernesto Sábato Cruz de mármol se erigió sobre tu tumba para perpetuar recuerdos de blanca pureza. Tu bulliciosa personalidad se obligó a detenerse ante lo inevitable; la parca fue más fuerte y te llevó consigo, sin pedirte permiso, sin darte alguna advertencia…, sólo te arrancó de un tirón, absurdo, malévolo, y me dejó sin ti. Te perdí sin siquiera llegar a marchitarte con el tiempo, ni poder despedirte. Hoy te visité más temprano que de costumbre. Encontré la tierra removida, el pasto arrancado y sin flores alrededor de tu tumba; la cruz de mármol estaba inclinada casi a punto de caer. ¡Sentí como si te hubieran arrebatado el alma sin siquiera tocarte! Acomodé todo lo mejor que pude y al finalizar me eché a llorar de una manera desaforada, con una mezcla de angustia e impotencia…, y justo en ese momento me percaté que no había llorado cuando te marchaste para siempre; todavía no había hecho el duelo o no quise aceptar tu partida. Sentí que todo el dolor interno se calmó de golpe, me arrodillé junto a la cruz de mármol y recé una plegaria pidiendo por tu eterno descanso, para que tu inquieto espíritu repose al fin. Coloqué flores frescas frente a tu imagen en la lápida y me levanté despacio, como temiendo perturbar tu reposo. Me despedí en silencio, te lancé un beso y me sumergí en la eterna oscuridad de mi sepulcro. 22
DOMINIO Todos los ahorros puestos en una sola ilusión Muchos amigos que le pusieron el hombro para ayudarlo, muchas horas de trabajo…y al fin lo había logrado. ¡Ya tenía su casa propia! Ahora podía pensar en un futuro…casarse con su gran amor…. Y luego vendrían los hijos y… pero primero lo primero. La casa necesitaba arreglos. Luego de realizar estudios y mediciones, decidió comenzar por los pisos. Había que reemplazar varios tablones de madera del comedor y el dormitorio. El tiempo y las termitas los había carcomido sin piedad. De pronto en un descuido, pisó un tablón flojo y trastabilló. El tablón se partió en varios pedazos que saltaron por el aire. Quedó tumbado en el piso mirando el agujero. Asombrado se dio cuenta que faltaba el contra piso. Era un hueco angosto, pero parecía profundo. Se asomó con precaución temiendo que saliera algún roedor. Se detuvo en seco, lo pensó mejor y fue a buscar una linterna para no llevarse alguna sorpresa desagradable. El haz de luz iluminaba bastante pero no distinguía absolutamente nada. Todo se veía negro. El olor a humedad era penetrante. Su curiosidad aumentaba. Decidió buscar una pala para medir la profundidad. Consultó el reloj y prefirió ir a descansar. Necesitaba dormir. Todo se vería mejor a la mañana. Un baño caliente lo relajó. El sueño lo atrapó casi de inmediato. Estaba exhausto. Afuera caía una ligera llovizna que golpeteaba los vidrios de las ventanas. Esa noche no había luna y los nubarrones oscuros se fusionaban sobre el tejado. El viento silbaba entre las ramas de los árboles, sacudiéndoles con tenacidad. La tormenta crecía. Los truenos comenzaron a mostrar su furia haciendo vibrar hasta las paredes… No sintió el apretado abrazo, ni el olor hediondo que surgía desde los cimientos. No tuvo tiempo a reacción alguna. La enredadera venenosa salió de su escondite y tomó posesión de todo a su alrededor, envolviendo con presión y sin piedad. Puertas y ventanas quedaron selladas por dentro y por fuera. La casa tenía una nueva dueña… y era infranqueable 23
ENIGMA El año 2021 había comenzado con todo esplendor. A mediados de enero y a menos de un mes de iniciar sus vacaciones, Amelia Lascano ya tenía casi todo programado. Era una joven de 23 años que planificaba todo con mucha antelación, para evitar sorpresas o disgustos innecesarios. Nació y vivió toda su infancia y adolescencia en Bahía Blanca. Reconocida columnista en el ámbito periodístico, trabaja desde hace cinco años en el principal diario de la ciudad, “La Nueva Provincia”, cubriendo temas relacionados con Viajes y Turismo. Después de varios intentos infructuosos, por fin cumpliría su gran sueño concretando su viaje a Buenos Aires; la gran urbe la aguardaba para mostrarle sus encantos y rincones. Con la valija preparada, el domingo 7 de febrero, Amelia se alistó para viajar. El horario de salida del tren estaba programado a las 15.00 hs de la estación Bahía Blanca Sud, que pertenece al Ferrocarril General Roca y que fue declarada Monumento Histórico Nacional en noviembre de 2014 por el gobierno argentino. La estación estaba atiborrada de gente, parecía que todo Bahía Blanca había decidido viajar ese día. Después de tantos meses de encierro obligado, producto de la pandemia mundial, los bahienses salieron en busca de nuevos horizontes. El tren partió en horario y ningún asiento quedó libre. La vista del paisaje era el único entretenimiento de la mayoría de los pasajeros. Amelia tuvo la previsión de llevar algunos libros y también compró antes de abordar el tren, el periódico “La Nueva Provincia”. Pasadas las 16.30 hs el tren arribó a Tornquist, estuvo detenido unos diez minutos aproximadamente. Algunos pasajeros descendieron pero ninguno abordó el tren. Lo mismo sucedió en Pigüé, Coronel Suarez y General Lamadrid: los pasajeros descendían y ninguno lo abordaba. Cuando estaba arribando a Olavarría, cerca de las 21.15 hs, el tren fue disminuyendo la velocidad hasta detenerse a escasos 200 m. de la estación. Minutos más tarde, un hombre 24
uniformado que parecía ser el guarda, se paseaba por los vagones informando que el tren se había detenido por desperfectos técnicos, y que los pasajeros debían pernoctar en algún hotel en la ciudad a la espera del próximo tren, que pasaría por ahí al día siguiente a las 15.00 hs., para reanudar su viaje a Buenos Aires. Amelia miró a su alrededor…, pronto se percató que era la única pasajera, no solo de ese vagón, sino de todo el tren. Descendió con su equipaje y se acercó a la boletería para consultar por el hotel más cercano. No podía pernoctar en la sala de espera de la estación; debía buscar un lugar tranquilo y apacible. Le recomendaron varios ubicados en la calle comercial, cerca del Teatro Municipal y la céntrica Plaza López La noche estaba nublada, sin estrellas, y la luna en cuarto menguante. No quería caminar sola mucho tiempo con ese panorama. Decidió entrar en el primer hotel que avistó. Apenas se veía el nombre en el cartel “Hotel Survey” bajo un farol con escasa luz. También eran muy tenues las luces dentro del hotel. La pintura y los muebles del amplio salón, así como las cortinas y pisos, lucían muy antiguos y bastante gastados. El conserje le entregó la llave, indicando que la habitación estaba en el primer piso. El número de la llave estaba algo borroso, apenas si podía leerse 101. Entró a la habitación y cerró la puerta tras de sí. Miró a su alrededor y con un largo suspiro, pensó que solo sería por una noche y al día siguiente retomaría su viaje. En la madrugada unos gritos la sobresaltaron. De un respingo saltó de la cama y se acercó a la puerta. Oyó voces alteradas que interpelaban al conserje. De pronto comenzó a escuchar golpes en las puertas de las habitaciones en la planta baja. Amelia de inmediato se dio cuenta que llegarían a las habitaciones de los siguientes pisos. No tenía mucho tiempo para decidir qué hacer…, y escapar no era una buena opción. Se quedó petrificada bajo el acolchado conteniendo la respiración y rezando en su interior. Sintió los pasos que 25
ascendían por la escalera; crujían en cada escalón y su corazón se aceleraba con cada pisada que escuchaba. Su puerta se abrió con una fuerte y sonora patada. Con la habitación en sombras, retumbó el grito de “vacía”. Los pasos continuaron su carrera por los pasillos. Al cabo de unos minutos, el silencio fue absoluto. Amelia intentó calmar su ansiedad, pero fue inútil; el insomnio se había apoderado de ella. En su mente una pregunta le rondaba sin hallar respuesta ¿Cómo no pudieron verme? A las 7 de la mañana decidió dejar el hotel y buscar un lugar para desayunar. Entró en el Tascar Bar, en Belgrano al 2700 y pidió un café con leche y medialunas. El ambiente era cálido y con pocos lugareños a esa hora. Mientras esperaba, le envió un mensaje a su jefe contándole lo sucedido. Emilio Villegas, director del diario “La Nueva Provincia” le respondió: “El hotel Survey hace 10 años cerró sus puertas…, definitivamente”. 26
EXPECTATIVA Jack Wilson era un hombre de mediana edad, soltero y sin hijos. Vivía en el centro de Manhattan, en el mismo loft donde tenía su oficina de bienes raíces. Sus negocios eran muy fructíferos y sus ingresos aumentaban de forma vertiginosa. Una mañana mientras se afeitaba, se detuvo a observarse detenidamente frente al espejo. Notó su cabello blanquecino y algunas arrugas nuevas poblando su frente. Decidió que era momento de hacer grandes cambios en su vida, pues los años pasaban demasiado rápido y no estaba disfrutando como realmente deseaba. Su departamento necesitaba arreglos: corregir detalles en los techos, pintura en las paredes, nuevos cortinados y alfombras. También cambiar los muebles de cocina y baño; los que tenía, lucían como antigüedades. Buscó entre sus proveedores algunos negocios de decoración y una empresa de remodelaciones. Eligió los que más le gustaban sin fijarse en gastos…, podía afrontarlos. La entrega se iba a realizar en una semana. La empresa de remodelaciones trabajaría en los arreglos necesarios dentro del departamento y dejó a cargo al capataz, Morgan Jones, con instrucciones precisas de los cambios requeridos, mientras él emprendía un viaje hacia su cabaña cerca del Lago Michigan a tomarse unas breves y merecidas vacaciones. Al día siguiente, el capataz se enteró por las noticias que Jack Wilson había fallecido en un accidente automovilístico y se dispuso a retirar las herramientas en el lugar de trabajo, donde encontró una carpeta con el membrete “Testamento” sobre el escritorio. Se sintió tentado a ojearla. Un millonario como Jack…, seguro dejaría una formidable herencia. Además, le intrigaba saber quién sería el merecedor de todos sus bienes, pues lo conocía hace años y siempre le pareció un tipo bastante solitario. Dejo caer la caja de herramientas sobre el escritorio y abrió la carpeta con un leve temblor en sus manos, temeroso de que alguien pudiera encontrarlo. Morgan Taylor era el nombre 27
que se dejaba leer como único heredero. Morgan, alguien con su mismo nombre se haría con el imperio que Jack había creado y cierta envidia comenzó a carcomerlo. Salió con prisa. Luego de tantos años remodelando casas para los apellidos más distinguidos de Manhattan era inevitable no desear todo lo que lo rodeaba. Autos de lujos, casa en los Hampton, cuentas bancarias que parecían no tener límites… ¡Pensar que alguien podía conseguirlo de una manera tan simple como una herencia! Subió al antiguo elevador que paraba en el loft de Jack y, mientras apretaba el botón que lo llevaría a la salida, una atrevida idea atravesó sus pensamientos. ¿Qué tan difícil podría ser adueñarse del apellido Taylor y reclamar el testamento? Le llevó algunos días planearlo minuciosamente, lo que le dio tiempo de esperar por si aparecía el verdadero Morgan Taylor. Para su suerte, no había rastros del heredero, por lo que comenzó a construir su nueva identidad. Gracias a sus años de codearse con la clase alta, contaba con los contactos necesarios, y en poco tiempo Morgan Jones, capataz de una importante empresa de remodelación, se había convertido en Morgan Taylor, único heredero de la fortuna Wilson. El hombre harapiento, ahora vestía un costoso traje, que habría robado del armario de Jack cuando recogía el resto de los materiales. Contrató un lujoso auto que lo acercaría apenas dos cuadras hasta el despacho de la firma de abogados que representaba al señor Wilson. Había estudiado a fondo su papel, se enfocó en detallar la manera en que actuaban, hablaban, e incluso, caminaban las personas para las que había trabajado. Sin embargo, no pudo evitar un escalofrío recorrer su médula cuando junto a él también habían arribado un par de detectives de la NYPD. La repentina muerte de Jack había llamado la atención de las autoridades, y más aún cuando se percataron de que solo existía un heredero plasmado en su testamento. Morgan intentó mantener la calma y se presentó en la oficina donde había sido citado. 28
Tres hombres de cabello canoso, trajes impecables y semblantes serios se encontraban sentados en unas cómodas sillas de cuero negro, mientras revisaban algunos papeles que yacían sobre la mesa de madera de caoba. Al verlo, se pusieron de pie, pero casi de inmediato la vista se posó en una figura que apareció a sus espaldas. El nuevo señor Taylor no pudo evitar girarse. Había hecho una entrada magistral una mujer caucásica, con unos hermosos y fríos ojos azules y un cuerpo de infarto, el cual se marcaba pronunciadamente gracias a su ceñido vestido rojo que cubría solo hasta la mitad de sus muslos. Lucía una leve sonrisa y se quitó con gracia los grandes lentes de sol que parecían tan innecesarios dentro del edificio. “Morgan Taylor”, se presentó la rubia a la vez que el cuerpo de Morgan Jones comenzaba a tensarse. Los abogados miraron a ambos intrigados por lo que estaba sucediendo. ¿Quién era el verdadero heredero? Se preguntaban todos, mientras los dos detectives con los que el capataz había topado en la recepción entraban a la sala de conferencias con un par de esposas en sus manos. 29
FURIA Los juegos tienen una magia oculta y auténtica, que surge espontánea, con la alegría reflejada en los rostros; esos juegos de la primera infancia, que no regresan y quedan escondidos, guardados como grandes tesoros para siempre en la memoria…, y luego se multiplican, y renacen como nuevos, como únicos, como si nunca se hubieran jugado, y la magia tiene nuevo brillo, y la paleta de colores se intensifica. ¡Cómo nos gustaba ese mundo de ilusiones, aunque fueran pasajeras…, era nuestro por un ratito, lo creábamos a nuestro antojo! Nos inventábamos y reinventábamos en cada uno de ellos. Podíamos ser princesas o esclavas, maestras o alumnas, bailarinas o guerreras; nos vestíamos con disfraces o diseñábamos un vestuario con cintas, pañuelos, sombreros, faldas largas y zapatos de tacón alto que a hurtadillas tomábamos del placar de Regina. El maquillaje sobresaltaba en nuestras caritas angelicales y podíamos viajar a lugares remotos con solo decirlo. De tanto imaginar, un día el juego pasó a ser una realidad. Mis primas Irene y Adriana junto a mi tía Regina decidieron hacer un viaje. Me invitaron a acompañarlas, pero mamá no me lo permitió…, la excusa era el factor económico, según adujo mamá; yo no le creí. Ellas viajaron a Montevideo los primeros días de julio de 1963. El miércoles 10 de julio de 1963 fue un típico día de invierno en el Río de la Plata, muy frío (la temperatura máxima fue de 11ºC), húmedo, y cubierto de una espesa niebla, que no llegó a levantar la fuerza del sol y que se mantuvo ante la ausencia de vientos. A causa de ello, se habían suspendido todos los vuelos. El Aeropuerto Internacional de Carrasco y el Puerto de Colonia permanecieron cerrados, por lo que no había medios de transporte hacia Buenos Aires, con excepción del vapor de la carrera. Estaba prevista para la noche la zarpada regular de Montevideo del “Ciudad de Asunción”, por lo que todo el 30
pasaje que no pudo abordar un vuelo se volcó al Puerto de Montevideo, con esperanzas de encontrar una plaza a bordo, lo que significó una buena ocupación de los camarotes. Una vez fuera del puerto, el buque puso un rumbo Oeste-Noroeste que lo llevaría a cortar camino. Esta ruta no era la formalmente establecida, aunque sí la más utilizada, ya que el bajo calado del buque lo permitía, al tiempo de ahorrar tiempo y combustible. En los hechos, las autoridades marítimas de los dos países sabían que eso ocurría, pero mantenían un silencio cómplice. La navegación se desarrolló con normalidad las primeras horas. Los pasajeros pudientes acudieron al salón comedor y después de cenar, a las distintas salas de entretenimiento. Sobre la medianoche, los que tenían cama fueron a sus respectivos camarotes, mientras que los de tercera clase buscaron acomodo en sus propios equipajes, sillones, sillas y poltronas, donde las hubiera disponible. La niebla, que había comenzado a levantarse antes de la zarpada de Montevideo, volvió a cerrarse, disminuyendo la visibilidad. A ello se sumaba el mal funcionamiento del radar, que no reflejaba con fidelidad la imagen de lo que ocurría alrededor del buque. A las 03.40 horas el capitán Avite sintió un fuerte golpe en el casco, seguido de un chirrido metálico: ordenó parar máquinas, descubriendo que había embestido los restos a pique del carguero griego Marionga J. Cairis, cuya boya recién vieron en ese momento. A las 03.43 desde Sala de Máquinas llegó el aviso de que el casco se inundaba rápidamente. El capitán ordeno \"… timón todo timón a estribor…, rumbo norte…\", y “…adelante a toda fuerza…” para tratar de varar al buque. Pero la inundación ya era incontenible, y pocos minutos después los motores entraron a fallar y las luces a titilar. A las 03.51 las máquinas se detuvieron y el buque quedó sin luz ni propulsión, solo desplazándose por inercia hacia el borde de un banco donde el capitán pretendía encallarlo. 31
Por repiqueteo continuo de campana se tocó zafarrancho general, se ordenó despertar a los pasajeros y agruparlos en la segunda cubierta, y preparar los botes salvavidas. A las 04:02 el buque se detuvo totalmente, semi hundido, asentado sobre el lecho del rio, quedando las dos cubiertas superiores sobre la superficie del agua. En ese momento, la situación era de total incomodidad y de riesgo, pero no de peligro inminente La primera señal de socorro fue recibida a las 04.04 por el Marinero M. Durand, de guardia en el Pontón de Prácticos de Intersección, quien volvió a escucharlas, aunque cada vez más débiles, a las 04.07, 04.11 y finalmente, casi inaudible, a las 04.15. Sin dudarlo un instante, a continuación del primer SOS, Durand comunicó en todas sus frecuencias disponibles el siguiente mensaje: “… comunico haber interceptado pedido de socorro del buque argentino Ciudad de Asunción a las cuatro horas…” El mensaje de Durand fue recogido por las estaciones argentinas de La Plata y Zárate, y por la uruguaya Cerrito Radio, iniciándose una rápida movilización. Lo que podría haber sido una situación incómoda pero segura a bordo del “Ciudad de Asunción”, pronto degeneró en un caos, responsable de la mayoría de las víctimas fatales del siniestro, al convertirse en ingobernable el pasaje por falta de conducción en la emergencia por parte de la dotación del buque. Ante la orden del capitán de bajar los botes salvavidas a nivel de flotación, una tripulación carente de adiestramiento actualizado, intentó operar sistemas de arriado, deteriorados por mucho tiempo sin uso, mantenimiento, ni revisión, ante la vista atónita de un pasaje atemorizado que no podía creer en la inoperancia de los que suponían profesionales. El resultado fue desastroso. Dos botes se desprendieron de sus amarras, cayeron invertidos y fueron arrastrados por la corriente; otro quedó trancado en la mitad del descenso, y solo tres de las embarcaciones menores, la mitad, quedaron en condiciones de ser abordadas. Uno de ellos pronto se llenó de 32
tripulantes del buque, quienes fueron los primeros en huir a fuerza de remos (ese adiestramiento sí lo recordaron) en lugar de quedarse a cumplir con sus deberes. Los pasajeros comenzaron a amontonarse en las dos cubiertas que permanecían fuera del agua, preguntando qué ocurría y que habría de suceder, sin que nadie de la dotación del buque atinara a dar una respuesta y menos aún una guía de procedimiento, salvo los comisarios que dirigían el reparto de los chalecos salvavidas al tiempo de ordenar que todos lo vistieran. En esas circunstancias, el pasaje asustado pasó a convertirse en una masa ingobernable. Lejos de acatar las pocas indicaciones de permanecer en el lugar, algunos pasajeros regresaron a sus camarotes a buscar efectos personales, pero como no había luz, varios de ellos confeccionaron antorchas de papel para iluminarse. En esas circunstancias, comenzó a percibirse humo en la cubierta superior, con un fuerte olor a plásticos quemados, que pronto evolucionó a incendio declarado bajo cubierta, con enormes llamaradas saliendo desde las dos chimeneas. De manera súbita, los náufragos quedaron divididos en dos grupos, separados por el fuego y el humo. A proa de las chimeneas permaneció una treintena de personas, incluido el capitán y la Plana Mayor, mientras que el resto quedó a popa, solo pasajeros aislados y desprotegidos, sin la tutela o guía de oficial alguno. ¡Entre este grupo sobrevivió el pánico y el caos! Después de rescatar y asistir a los infortunados vivos, tocó la ingrata tarea de recoger los cadáveres de las aguas, muchos de los cuales eran niños y ancianos, los menos capacitados para soportar el frío durante horas. Los juegos siempre tienen una magia oculta y auténtica…, pero esta vez se truncaron los sueños y se acabaron los juegos. 33
IMPREVISTO Sábado por la tarde. Horacio pasea por San Telmo con aire aburrido, sin rumbo fijo, mira sin ver, busca quién sabe qué. En la esquina de Balcarce y Cochabamba una bulliciosa y colorida imagen atrae su atención. Decide entrar. Se queda como fascinado. -¿Le gusta?- pregunta Marisa acercándose con sutileza. -Tal vez- responde dubitativo Horacio -¿Cómo tal vez?- inquiere Marisa -Si entendiera lo que estoy viendo, tal vez podría opinar- responde él con más seguridad. -Es pintura abstracta. No hace falta entender. Es simple, gusta o no- asevera Marisa Burlón Horacio pregunta -¿Y cómo sabe que es abstracta? -Algo entiendo- Marisa responde molesta. -¿Pero no dijo que no hacía falta entender? –continúa él en tono de broma. -Es una forma de decir… Yo soy la pintora- replica Marisa orgullosa. -Ah… con razón, ahora entiendo- responde él guiñándole un ojo con picardía. Flotan en el aire sonrisas de complicidad. Marisa parece inquieta. No está muy cómoda con la charla. Siente como si se estuviera mofando de ella. Tiene que llegar hasta el fondo. Necesita saciar su curiosidad. -Pero todavía no me respondió- inquiere para conocer su opinión real -¿Qué cosa?- pregunta Horacio con tono desentendido. -Si le gusta- Marisa comienza a perder su paciencia. -Veamos, mirándolo detenidamente y sin pensarlo demasiado…, me gusta más la pintora que el cuadro- concluye Horacio con una dulce sonrisa de galán. -¿Tenés algún compromiso? ¿Qué te parece si seguimos conociéndonos café de por medio?- pregunta sin rodeos -Ahora no creo…, la exposición…, los cuadros…, toda esta gente…, vinieron a ver mis obras- Marisa trata de excusarse 34
-Justamente. Vinieron a ver tus obras, y las pueden seguir viendo. Nosotros vamos a vernos tomando un café. ¿Nos escapamos?- propone Horacio. -¡Nos escapamos!- concluye Marisa con travesura. Comienza a caer la tarde y se oculta con timidez el sol en el horizonte. Las calles de San Telmo se vacían de voces y se encienden tenues luces en los faroles de las esquinas. Ingresan a una pequeña confitería. El frescor de abril queda afuera. Se respira tibieza entre ambos. -Creo que fuimos muy impulsivos. Deben estar preguntándose donde me metí- Marisa se muestra inquieta. -¿Te importa lo que piensen los demás? Me importa que estemos aquí, frente a frente mirándonos a los ojos. Es una sensación muy placentera, con un toque mágico. Creo que estamos destinados a estar juntos- Horacio se ve muy a gusto. -Pero si recién nos conocemos…, como podes pensar así- inquiere Marisa con asombro. -No lo estoy pensando, lo estoy sintiendo. Mirame a los ojos y decime sinceramente que no querés estar acá. No lo pienses, solamente sentí lo que vas a decir- Horacio insinúa con mucha dulzura. -Quiero estar acá- asegura Marisa. -Quiero que pasemos la noche juntos. Vamos a mi casa. Vivo a unas cuadras de aquí. Nos ponemos cómodos. Quiero que te sientas como una reina. ¿Te dije que me gustas mucho?- propone con firmeza Horacio. -También me gustas… Todo esto me parece un sueño. ¿Es un sueño?- duda Marisa. -¡Es mejor que un sueño!- ríe Horacio complacido. Llegan al departamento de Horacio tomados de la mano y riendo a carcajadas. Después de unas copas tienen una noche maravillosa. A la mañana siguiente mientras desayunan jugo de naranja con tostadas. Horacio enciende un cigarrillo con fastidio. 35
-Buenos días… ¡Qué noche fantástica! ¡No recuerdo haber pasado una noche así! ¡Qué rico desayuno! Tengo mucha sed…un vaso de jugo nos vendrá muy bien. Pero caramba…también tengo un hambre atroz… y claro después de todo, nos olvidamos de cenar y…. -Y ahora tenes que irte- -¿Irme?-. -¿Acaso no fui claro?- -¿Pero por qué?- -Porque tengo un compromiso y no podés quedarte- -¿Un compromiso? ¿Y lo de anoche que fue? ¿Pura cháchara?- -No me hables en difícil. Simplemente tenes que irte- -¡Claro que no! ¡Primero me vas a explicar por qué anoche estabas tan cariñoso, tan efusivo, tan ardiente que podias llegar a incendiar el departamento con solo palabras y ahora pareces un témpano a punto de congelar hasta el mismo infierno!- -¡No tengo nada que explicar!- -¿Se te acabaron las palabras, se te apagó el romanticismo o simplemente se desvaneció tu hombría con un toque mágico?- -¿De qué toque mágico estás hablando?- -¡Caramba… que poca memoria! Parece que perdiste el toque mágico de sensibilidad y placer- -Lo que estoy perdiendo es la paciencia. Te repito, tenes que irte- -¿Y por qué habría de hacerlo? ¿Acaso vos no me invitaste a tu casa anoche?- -Sí, eso fue anoche. Y ahora…- -Y ahora tengo que irme. Ya te escuché y recuerdo perfectamente todo lo que dijiste anoche.., pero parece que vos lo olvidaste por completo. ¿No te conviene recordarlo, verdad?- -¿Que tengo que recordar?- -Ahora también sos sarcástico. Al principio me hiciste creer que te gustaba, que fuéramos impulsivos, que no pensáramos, que sólo viviéramos el momento, que…- 36
-Eso es, sólo vivimos el momento. Y ahora…- -Y ahora tengo que irme. Ya me lo dijiste. Pero fijate que cosa ¡YO NO ME VOY! -¿Pero cómo te hago entender que…?- -¿Qué me queres hacer entender? ¿Que todo fue una mentira, que el sueño no existió, que los besos fueron fingidos y las caricias no eran sentidas, que no hubo fuego entre nosotros, que todo fue una simulación?- -¿A qué te referis con simulación?- -No te hagas el desentendido. ¡Sos un lobo disfrazado de cordero! Pero sabes qué…, la vida te devuelve lo que das- -¿Y eso qué significa?- -Que este fue tu último sueño, y para mi será mejor que un sueño- -¿Que querés decir?- -No te resistas, los espasmos son fuertes y dolorosos. Son los efectos de la estricnina que puse en tu jugo. 37
INDELEBLE “Los muertos no pueden hablar porque los envuelve un silencio sepulcral…, sin embargo llevan como un sello indeleble la marca de su asesino” Domingo 30 de marzo, frío y lluvioso día de otoño en Bahía Blanca. Todo había quedado en silencio en el estudio de Daniel Maldonado, “marchand” de muchos pintores; sólo se escuchaba la lluvia repiqueteando en los magníficos ventanales y el crepitar de los leños en la chimenea intentando calentar el ambiente…, ya no quedaba nada por calentar. Su cuerpo yacía sobre la alfombra persa; los colores se habían mezclado con la roja sangre que emanaba de su pecho por la profunda herida de un estilete. El ama de llaves lo encontró al día siguiente. La policía acudió breves minutos después de recibir su llamado. Hallaron el cuerpo tal como había quedado del día anterior; revisaron el lugar, dentro de la casa, el jardín, el garaje. Como primera instancia se realizó la preservación de la escena, y de las pruebas que tienen como objetivo la aplicación de medidas de protección y de prevención de la contaminación adecuada para reducir al mínimo las alteraciones de la escena y de las pruebas materiales. Luego se llevó a cabo la documentación que tiene por objeto la elaboración de un atestado permanente y objetivo de la escena, de las pruebas materiales y de cualquier cambio que se produzca. La documentación de la escena es también el punto de partida de la cadena de custodia. El reconocimiento, la recogida y la preservación de las pruebas materiales es la parte fundamental del trabajo que se realiza en la escena. Su objetivo es localizar e identificar el mayor número posible de pruebas materiales pertinentes, y seleccionar los métodos de recogida y el embalaje adecuados para salvaguardar la integridad de las mismas. Se hicieron pruebas de huellas dactilares, de zapatos y de neumáticos, en el lugar que fue encontrada y dentro de ella. Análisis de material 38
biológico: saliva, sangre, semen, cabello, esperma, células epidérmicas, mordeduras, herramientas. Reunieron todas las pruebas y las llevaron al departamento de criminalística. Entre los indicios reunidos estaba el arma homicida, el estilete, que fue analizado minuciosamente, pero no hallaron huella digital alguna, por lo que se dedujo que el asesino usó guantes. También recogieron gran información financiera y bancaria en su computadora, que después de ser analizada por peritos contables, se estableció un importante superávit en sus cuentas bancarias en el último año, con depósitos en varios países del exterior. Eso trajo aparejado una intensa búsqueda de los motivos que lo llevaron a beneficiarse con esos sustanciosos ingresos. Peritos forenses encontraron gran cantidad de obras pictóricas guardadas en la galería central de su casa. Las mismas fueron examinadas exhaustivamente y se descubrió que eran piezas auténticas y por lo tanto de increíble valor. También descubrieron marcas de pisadas en el jardín de la casa; se tomaron huellas identificadoras y se analizaron en el laboratorio. Con todas las pruebas reunidas y analizadas en su totalidad y en forma completa se pudo llegar…, a ninguna conclusión. Era un total misterio, ya que no hubo en apariencia un robo que condujera a ese brutal homicidio. Se dedujo que tal vez el móvil fuera por una venganza, motivo que ayudó a dilucidar Hugo Maldonado el hermano del occiso, cuando fue interrogado. -Mi hermano era un ególatra: se consideraba el centro de todo y todos debían estar a su disposición cuando y como él pretendía- declaró Hugo Maldonado con un tono de resentimiento en la voz. –Yo también sufrí en carne propia sus desplantes y pretensiones desmedidas. Alguien tomó la justicia en sus manos y se apoderó de su alma- concluyó así su declaración 39
-¿Cómo incrementó su capital en forma tan vertiginosa?- interrogó Pedro Alvarado, Jefe de Policía del Departamento de Bahía Blanca. -Vendiendo obras de arte por supuesto. Su casa está llena de ellas- comentó Hugo Maldonado. -¿Pero de qué manera tuvo acceso a ellas?- preguntó inquisitivo Alvarado. La pregunta no tuvo respuesta: Hugo Maldonado no sabía o no quería responder; era el tema a investigar. En el laboratorio de criminalística, quién tuvo la tarea de analizar la camisa usada por el occiso, halló polvo de pintura para óleo. Se hicieron diferentes e innumerables pruebas para deducir el color, ya que parecía haber sido elaborado como mezcla de otros colores, de azules y amarillos diversos, hasta que se llegó a la conclusión que se trataba del color verde viridián; el mismo solo se importaba de la costa sur de Francia. Luego se analizaron los cuadros inventariados en la galería de arte de la casa y se descubrió que tres pintores utilizaban ese color: Michel Boissieu, André Girardon y Víctor Ferraro. Michel Boissieu era un pintor octogenario y hacía más de veinte años estaba postrado en silla de ruedas debido a un accidente automovilístico. Por otro lado se supo que el pintor André Girardon vivía en su villa en Marsella hacía más de una década como un ermitaño. Por lo tanto fue muy fácil deducir quién había cometido el terrible homicidio. Ya se sabía con seguridad quién había sido. El siguiente paso fue más sencillo: sólo había que atrapar al tercer pintor y estarían frente al asesino…, el círculo se estaba cerrando. Sólo faltaba saber el motivo. Horas más tarde fue apresado y sin resistencia Víctor Ferraro, un pintor de cuadros que aún no comenzaba a ser conocido. . 40
-Sabemos que fue Ud. quién mató a Daniel Maldonado; todas las pruebas son concluyentes y lo incriminan- advirtió con vehemencia el Jefe de Policía. -¿Por qué lo hizo? ¿Acaso él no estaba vendiendo bien sus pinturas? Vimos muchas de ellas colgadas en la galería de su casa. Se ve que apreciaba su talento a pesar de que recién se iniciaba en el mercado pictórico- infirió Pedro Alvarado. -¿Aprecio? Maldonado era un hombre despreciable, sin escrúpulos…, él lucía mis obras en su galería personal, las vendía a precios exorbitantes y se enriquecía en forma extraordinaria…, mientras exhibía duplicados en las galerías de arte…. ¿Cuáles cree Ud. que entregaba a sus compradores…?- Preguntó acongojado Víctor con un hilo en la voz. 41
OBSEQUIO El amanecer nublado presagiaba tormenta Samanta holgazaneaba en la cama intentando volver a dormir. Miró de reojo el reloj despertador, las manecillas aún no marcaban las 08.00 hs. Refunfuño desdeñosa. Se levantó sin prisa, era sábado y no tenía compromisos en su agenda hasta las 15.00 hs. Su agente la esperaba para la firma de un nuevo contrato. Hacía una semana que se había instalado en su nuevo departamento en Florida, y ya debía pensar en otra gira: próximo destino Nueva York. Aún le parecía increíble. Se repetía hasta el cansancio para poder asimilarlo. Su nuevo libro estará en las principales librerías de una de las ciudades más importantes del mundo y… El sonido del timbre la sobresaltó. No esperaba a nadie a esa hora. Abrió la puerta sin preguntar. Un paquete dejado en la entrada, prolijamente envuelto la aguardaba. Se asomó sigilosamente al pasillo y miró a ambos lados…, nadie. Supuso que su agente quiso sorprenderla con un obsequio…, pero el nombre del remitente no era el de su agente; sin embargo el remitente le resultaba conocido, pero no recordaba de donde. Su mente ardía de curiosidad, pero a la vez un cierto temor se apoderó de ella. Pensó en llamar a su agente y comentarle, pero descartó de inmediato la idea, porque supondría que tal vez fuera un admirador secreto que querría impresionarla con un regalo. Samanta White era una escritora famosa, de renombre internacional, que alcanzó prestigio en menos de dos años. Alta, con una envidiable figura y blonda cabellera, lucía espléndida con sus 28 años recién cumplidos el 10 de diciembre. Se preparó el desayuno, mientras, cada tanto, miraba de soslayo el paquete que dejó sobre la mesada de la cocina. Sentía sobre su nuca que la observaba, como si tuviera vida propia. El temor que sintió al principio se convirtió en miedo. Decidió llamar a su asistente, Elisa Tucker; ella sabría que hacer…, siempre sabía. La llamó de inmediato y le comentó sobre el paquete recibido y el remitente desconocido. Elisa la escuchó atentamente y le sugirió que no lo abriera hasta que ella llegase. 42
Samanta salió al balcón con su taza de café. Se sentó en la reposera para contemplar el paisaje. Otra vez el timbre de la puerta la sobresaltó: su asistente había llegado. Después de saludarla, Elisa observó el paquete, se acercó para leer el remitente; su cara se transfiguró y sin preámbulos anunció que iba a llamar a la policía, informando que había llegado un paquete sospechoso. Samanta le rogó que le diera explicaciones; Elisa le indicó con un gesto que era mejor no saber. Media hora después se hizo presente el detective James Johnson y junto a sus dos agentes ingresaron al domicilio de Samanta. Se pusieron guantes y en principio escucharon sino había una bomba en el interior del paquete. Al no haber ruidos extraños, procedieron con sumo cuidado a abrirlo. A estas alturas de las circunstancias, el estado de Samanta pasó del miedo al pánico. Parada en el fondo de la cocina, su cuerpo temblaba. Elisa la sostenía temiendo que se desmayara en cualquier momento. Los agentes Bruix y Percival procedieron a abrirlo con sumo cuidado y en forma simultánea uno de cada lado. En segundos dieron un respingo al ver el contenido: zigzagueaba el aire contorneándose y asomando su largo cuerpo…, una cascabel. El detective Johnson logró tomarla por debajo de la cabeza para evitar su letal mordedura. El agente Bruix encontró una nota escrita a máquina en el fondo de la caja; en voz alta leyó “Ojo por ojo, diente por diente” El Escamoso. El detective Johnson declaró de inmediato que abriría una investigación para descubrir quién era el autor de ese incidente. Elisa lo interpeló aduciendo que sería inútil hacerlo…, no podría hallarlo. Luego anunció: -No existe tal persona…, yo soy la escritora fantasma de los libros de Samanta White. El Escamoso es un personaje de su último libro titulado “Ojo por ojo, Diente por Diente”… Yo decidí matar al personaje-. Un golpe seco se escuchó en el fondo de la cocina; Samanta se había desmayado. 43
OPACIDAD Una mañana al despertar y sin pensarlo, salió a buscarla. Subió la cuesta con paso lento, su corazón se agitaba y su respiración empezaba a entrecortarse; tomó grandes bocanadas de aire, y se dificultaba cada vez más su andar. Sus botas parecían de plomo, sentía los pies hinchados dentro de ellas. Tenía que buscar un refugio para detenerse y descansar. La semana anterior lo había planificado hasta los mínimos detalles. Había pensado en la cantimplora con agua suficiente para la travesía, un termo con café, los alimentos, la radio con pilas, los anteojos apropiados para el reflejo de la nieve. Había hecho un cálculo de dos días de viaje; caminar durante el día y descansar por la noche. Al fin halló un refugio. Encendió la linterna para prevenir cualquier sobresalto…, y realmente se asustó al iluminarlo directamente a los ojos. El alarido del oso retumbó dentro de la cueva. Apagó la linterna, con sigilo dio unos pasos hacia atrás y salió corriendo sin mirar hacia la cueva. Rodeó la encrespada y continuó ascendiendo. La nieve hacía el camino más resbaladizo. Se aferró a las rocas para no caer. La noche comenzaba a estrellar el cielo con un cuarto de luna menguante que dudaba en aparecer. El frío empezaba a traspasar su abrigo. No podía permanecer mucho más tiempo a la intemperie. Buscó casi con desesperación un lugar Encontró otro refugio, sin intrusos indeseables, y allí pernoctó. Hacía un año que la había conocido. Fue en la puerta de un boliche. Él llegaba con la mejor onda de pasar una magnífica velada; ella salía cabizbaja y tropezó con él. Después de las disculpas obligadas, sus miradas se cruzaron un tiempo, que pareció eterno, hasta que las sonrisas fueron espontáneas. Terminaron la noche en un café entre historias y silencios que decían más que las palabras. 44
Se despertó sobresaltado. El olor a humedad era fuerte y penetrante. Debía salir de allí y seguir el ascenso. Mordisqueó unas galletas y bebió un café amargo. Encendió la radio para distraerse, pero su cabeza estaba en otra parte. Estaba ansioso. Al atardecer llegaría a Lago Puelo. Allí preguntaría la ubicación de su cabaña. Allí la encontraría. Seis meses atrás ella había decidido seguir sus sueños: Planificación y Diseño del Paisaje, y obtuvo una beca para estudiar en Chubut. Prometió regresar en el verano, prometió llamar cada semana, o escribir una vez al mes… Pero nunca cumplió su promesa. ¿Qué había cambiado en su vida? El sol comenzaba a perder su intensidad y él estaba llegando a su cabaña. Escuchó música desde la puerta, clásica como a ella le gustaba. Golpeó con suavidad, como temiendo parecer un intruso. Nadie contestó. Su pulso se acelero por la impaciencia. Caminó un corto trecho hasta el lago. La belleza del lugar le inundó el alma. Las montañas níveas, la vegetación frondosa, el cantar de los pájaros. Las aguas cristalinas del lago lo atrajeron como un imán; quiso ver su propio reflejo, pero sólo vio los ojos de ella que lo miraban sin ver. 45
QUIEBRE —El amor a veces desaparece por motivos que el corazón no entiende…. — Con esas palabras Sergio se despidió de ella, sin mirarla a los ojos; no tenía el valor para hacerlo. Bajo una intensa lluvia, Sabrina caminó descalza por la rambla de la playa apurando el paso. Quería llegar rápido para que nadie notara como las lágrimas fluían sin poder contenerlas. Ante los ojos de cualquiera, era una imagen de viva tristeza. Para ella, reflejaba su vida hecha añicos…, como si tuviera las alas rotas. La lluvia se intensificaba cada vez más, lo que aumentaba la dificultad del camino. A Emilio le resultaba casi imposible la visibilidad por lo que decidió buscar un lugar para estacionarse y prevenir un accidente. Logró divisar, entre la intensa masa acuosa, una luz blanquecina que iluminaba un cartel anunciando “La Posada de los Milagros”. Fuera por el nombre o el temporal, el lugar lo invitó a entrar. La posada estaba apenas iluminada por dos bombillas que revelaban un sillón de pana verde oscuro en un rincón, un mostrador bastante gastado por el tiempo y el uso, con una pequeña campanilla sobre el mismo. Emilio tocó con suavidad la campanilla para ser atendido. Primero asomó una grisácea humareda y detrás Don Anselmo, dueño del lugar, con su pipa entre los labios. —¡Buenas noches…, Ud. dirá! — saludó con efusividad Don Anselmo, tratando infructuosamente de alejar el humo de la cara de Emilio. —Quiero una habitación para pasar la noche— comentó Emilio con naturalidad. — ¡Con esta tormenta no queda alternativa amigo! — declaró Don Anselmo. -—Me temo que no queda otra…, es solo por esta noche— aseguró Emilio asintiendo ante lo evidente. 46
—Bien son $1.000 por la habitación. Acompáñeme…La única disponible está en el primer piso… ¿Trajo equipaje? — consultó Don Anselmo. —Lo puesto solamente… la tormenta me agarró desprevenido. Tengo que seguir viaje por la mañana— declaró Emilio. —Entiendo… Aquí está… Habitación 15… le entrego la llave…, mañana tendrá un buen desayuno para reponer fuerzas antes de continuar el viaje… ¡Que descanse! — dijo Don Anselmo levantando la mano en señal de saludo. Sabrina entró corriendo a la posada, donde trabajaba como recepcionista desde hacía más de un año, disimulando lo mejor posible su angustia. En su loca carrera no vio a Don Anselmo que se dirigía con paso cansino hacia la cocina y el encontronazo fue inevitable. Sus pies desnudos y mojados patinaron sobre el piso de madera y cayó cuán larga era. Don Anselmo trató de ayudarla a incorporarse pero no tenía suficiente fuerza para hacerlo. Emilio, que aún no había entrado en su habitación, presenció el resbalón y corrió a ayudar de inmediato. —¡Perdió el conocimiento…, no reacciona! — insistía Don Anselmo con desesperación. Emilio trató de calmarlo mientras alzaba en sus brazos a Sabrina y la conducía con sumo cuidado hasta el sillón de pana verde, recostándola suavemente. —¡Pida una ambulancia…, rápido por favor! Tiene una contusión en la parte superior de la cabeza. ¡Dese prisa! No vamos a moverla de aquí hasta que la revise un médico— —¡El teléfono no funciona! Se debe haber cortado el cable con la tormenta ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo podemos ayudarla?— angustiado Don Anselmo preguntaba refregándose las manos como para hallar una respuesta que no encontraba. —¡Traiga alcohol o algún perfume para que aspire por favor! — Insistió Emilio tratando de buscar soluciones en su alborotada cabeza. Don Anselmo corrió al baño en busca de algún elemento que pudiera servir para ayudar a despertarla. Encontró solamente 47
una antigua loción Era de su pertenencia, cuando él solía usarla después de afeitarse. Emilio pasó el frasco abierto de loción repetidas veces para que Sabrina aspirara. No había resultado alguno. Don Anselmo miró a Emilio con ojos interrogantes. Sin dudarlo, Emilio cargó en sus brazos a Sabrina y la introdujo en su auto. Don Anselmo lo siguió con una frazada en mano. La abrigó con mucha delicadeza y ternura, al tiempo que indicaba con gestos elocuentes la dirección del hospital más cercano. El ruido del motor parecía un aullido vibrante en la oscuridad de la noche. El auto zigzagueó al principio y luego se perdió en el horizonte. La lluvia comenzaba a hacerse imperceptible, como queriendo disimular tristezas. En la puerta de la posada, con la espalda doblada y sin emitir sonido, los ojos de Sergio lloraban arrepentimiento. 48
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