La Mirada Teresa del Monte RPI No ISBN 978-956-09300-0-02 Junio de 2019 Ilustraciones: Teresa del Monte Impresión: Editorial Arttegrama Población La Legua Santiago – Chile
LA MIRADA (La morada) Teresa del Monte (Noemí Carrasco Castro)
PREFACIO “La mirada” de Noemí Carrasco: Allí donde las palabras golpean la costa Francisco Marín Naritelli “Frente a mi ventana cerrada pregunto al tiempo cuánto más he de vivir. / Las sombras anegan mis persianas, y apenas marca una delgada raya la claridad. / El reloj tiene titubeos de corazón enfermo. / En un gesto convulsivo se crispan mis manos sobre el papel. / Buscan el apoyo de la tierra” Teresa Wilms Montt. Dos palabras: lucidez y pasión. A veces difícil cuando se trata de poesía, prosa poética. Pero esos dos conceptos bien podrían definir “La mirada” o “La morada”. Sí, bifronte, en esa ambigüedad de dos palabras para un mismo libro. Noemí Carrasco se arriesga. Solitaria, en una casa frente a la playa, en El Quisco, escribe. Escribe con firmeza. Escri- be no menos dolorida, asumiendo sus errores. Escribe con las contorsiones del mundo dentro. Escribe, con su memo- ria personal a cuestas. “He tenido que trabajar tantas veces, aunque he odiado pro- fundamente trabajar, no calzo en este mundo de billetes y electro- domésticos. Me dispuse entonces a morir en mi rincón, donde he vuelto después de una década y media de vida, que no es vida, sino 3
un paréntesis de caracolas cantando” (…) La mirada (La morada) es la forma de ver con gafas las ruinas quemadas de todo y todos, es el racimo de uvas negras que exprimí sobre el papel para latir por fin en algo o alguien, es mi esencia lagrimeada de rímel, ahogada en tinto, aleteando siempre entre murciélagos, eternos compañeros nocturnos” (Prólogo de una mirada que habita en la morada”). “Aquí estoy y el silencio se ha vuelto mi música. Escritura sin almuerzo, un café y dos cigarrillos de trasnoche. Me miro una vez a la semana al espejo y puedo sentir en mis venas que llegó la mal- dición, esa que esperé por tanto, esa tenebrosa que me bañaría de ostras cerradas, impenetrables” (poema “Ostracismo”). Con un lenguaje cuidadoso, sugerente, que se despliega riquísimo en inflexiones, adjetivos, formas poéticas y barro- cas, “La mirada” aborda diversas temáticas que van desde el amor y el desamor, los amigos, el adulterio, el machismo, la religión, la locura, el Alzheimer, el animalismo, el aborto y la reflexión existencial. “Te busqué, como busqué mi impronta verdadera, bajo las pie- dras te busqué, arrastrando mi poncho dolorido, en el añejo de un bolero y las pupilas encendidas de cualquier madrugada, con la he- rida que deja el rastro de una serpiente, así me fui quedando sin ti con la noche cocida a mi pelo, en mechones de muerte y el enjambre de venas rancias arrojadas por el balcón” (poema “Abandono”). “La doña es sabia y entendida, tiene miles de llaves, corre de un lado a otro, con las hierbas, los palillos, las agujas y los alambres. Nenita mi nena, salpicada de sangre, en los mantos negruzcos que la envuelven guerrea todas las vidas” (poema “Aborto frustrado”). “Se sumió entonces en el desprecio de la raíz que lo engendró y martirio constante fraguó su camino paralelo encerrado en el buró de mentiras albergadas. Ahí dentro en el espacio secreto desnudó los colgadores, disfrazando su hombría de polleras, escotes, labial y pelucas” (poema “Afrenta”). 4
“Oye!, a ti te hablo, deja de hacer de saltimbanqui, todos sabe- mos que detrás de esas carcajadas de hipócrita estás solo, sumido en el desastre” (poema “Miseria ante el espejo”). Cómo no, puesto que toda MIRADA exige un pronun- ciamiento, una posición desde donde se escribe. Noemí ciudadana se alterna con Noemí poeta. En este sentido, la postura de Noemí es clara para denunciar los convenciona- lismos culturales, los ídolos de sotana, las hipocresías, los acuerdos tácitos de lo que debe ser la sexualidad, los orgu- llos familiares de la tradición. También la estocada de los “vampiros”, de esos que se dicen “amigos” pero cuya ofrenda se reduce a la destrucción y la malevolencia. “Mis ojos se clavan en el hondo de todo, como una flecha, como un láser que apunta las láminas dérmicas de entes oscuros y a ta- jadas los desmenuza buscando la brocha poética que plasme en lienzo toda la gama de grises que la luz descomponga” (poema “La mirada”). Repito: Noemí escribe sola. Abandonada escribe. Aleja- da de la ciudad y sus ofertas de neón, ruido y capitalismo. No por ello prescinde de las pasiones, de los recuerdos, de las fantasías. Como su poema “Alicia en la ciudad de las ma- ravillas”, Noemí-Alicia se entrega a la vorágine, a “la juerga infernal, taponeada de ausencias”. Allí baila “en dunas de polvo lunar, desatada, abandonada”. Hay unión carnal y espiritual, una tentativa de eleva- ción que no desconoce la naturaleza distópica, sucia, de los amantes. Hay sosiego, hay plenitud, hay placer. Nada se que- da adentro, nada se omite. No hay renuncia a la femineidad, al contrario. Lo femenino no es contrario, no tiene por qué ser contrario a un feminismo consciente y del todo urgente. 5
“En una epifanía mutua descendieron del trance hipnótico en un beso empapado de sus esencias, tomaron sus biografías, se vis- tieron de efímero vivir en burbujas individuales y con la memoria adormecida marcharon en la marcha finita de los mortales” (poe- ma “Abducidos”). “El noctívago rugir del secreto de sus ansias caminó bajo las sábanas, palomas desnudas recorrían su cuerpo mientras lascivas imágenes iniciaban el centellante incendio dormido” (poema “Acto masturbatorio”). “Bebimos nuestras libaciones como colibríes hambrientos y con toda nuestra ortopedia deseamos las ramas tejidas de un nido de fantasía. Enamorados amor, enamorados…” (poema “Carta”). “Quiero saborear sus encantos con todos los sentidos, con todas las locuras y la candidez de mi beso, mas, es lejana mi contempla- ción, a esta distancia todo fruto se derrama en belleza, despertando los apetitos dormidos” (poema “Fruto prohibido”). Para Noemí el acto de lectura es indisociable del acto de escritura. Y lo tiene claro. No por nada su seudónimo “Teresa Del Monte” representa la mixtura entre lo íntimo y lo intelectivo: Teresa es su primer nombre y Del Monte, cas- tellanización del apellido de Teresa Wilms Montt, escritora feminista de comienzos del siglo XX. Hay mito y hay aver- no. La alquimia. El amor enfermo de Otelo y Desdémona. El vuelo de Ícaro. Además, Cerati. “Escaleras tejidas hasta el sepulcro donde yacen los astros do- blados, sopeados en la enjundia amarga que nutre la médula. Se retuerce en llamaradas la composición lúcida, exudada de calei- doscopios efímeros que circundan la ciudad, zombies blasfemos, famélicos de urbe” (poema “Averno”). 6
“El viento arrecia en el arenal y un manto protege las dulces dunas de hembra, que emergen como un fuego en los soleados pa- rajes, donde se calcinan las ansias de quienes la lapidan. Un día el viento se hará su amigo y en un torbellino se elevarán como granos de arena sus cerriles espíritus, se oscurecerá el horizonte cuando los mantos se encumbren, cometas de vida, liberando sus mariposas desnudas en un canto de libertad” (poema “Burka”). Con evidente reminiscencia a Huidobro, hay un viaje en paracaídas que no representa sino, un sentimiento intenso de libertad. “No nací con alas, me las armo en cada verso, en cada pala- bra destilada. En batir constante me arrojo al vuelo por montes esculpidos, por avasallante conocimiento, en aleteo constante por calles oscuras de noches malditas, me elevo por sobre las nubes a un océano de blanca espuma, de lunas y diamantes flotando” (poema “Vuelo de Ícaro”). “Llegó volando en un dron celeste sobre las costas mordisquea- das del país de los sueños y se posó en el amarillo ocre de venus, allí ancló su nave de extenuado trayecto, saboreando el aliento salado del mar” (poema “La morada”). “Ella solamente quería volar, darle la mano y volar…, él sólo quería almorzar. Los navíos lunares se asomaban de pronto en la madrugada y ella quería recibirlos, con pinceles, lápices, dedales y arpilleras. Pero él la sujetaba a la cama, con ese frío ´Dónde vas a esta hora´.Y lloró, mil veces lloró ese llanto seco, mirando cómo se alejaban los barcos creadores. Un día, se subió a su navenub, con todo su arsenal de esqueletos creadores, iba flotando en sueño des- pierto a parir el crio, cuando llegó él a derribar su nube con su carga de rutina cotidiana, dejándola caer al vacío en medio de ollas y sartenes. Fue en ese instante de cordura que planeó su huida, tomó su paleta, sus cuadernos, sus agujas y su hambre. Cargó la nave reconstruida secretamente y voló ¡Al infinito y más allá!” (poema “Robanuve”). 7
Noemí es consciente que su obra se inserta en la con- tingencia, en los vericuetos de una realidad compleja y a ve- ces desoladora. Pero no titubea, al contrario. Asume que “al cabo de todo, el propósito de habitar la piel que habitó era vivir”. Y la vida no es fácil. 8
PRÓLOGO DE UNA MIRADA QUE HABITA EN LA MORADA He tenido que trabajar tantas veces, aunque he odiado profundamente trabajar, no calzo en este mundo de bille- tes y electrodomésticos. Me dispuse entonces a morir en mi rincón, donde he vuelto después de una década y media de vida, que no es vida, sino un paréntesis de caracolas cantan- do. Morí, morí para el mundo, simplemente me abstraje de la luz, los colores para vestir el eterno luto, el luto obsceno del alma. Arrastré el mito maldito por el sólo hecho de na- vegar en la acuosidad del mar en la que me sumerjo. Cuando re-muera será un alivio para las lunas, las nubes, la lluvia y la niebla que dejaré en paz. Entonces en mi lápida debe decir: aquí yacen todas las noches del mundo con sus respectivos nubarrones, para que siga la humanidad disfru- tando del sol y los colores que abrazan el planeta. La mirada (La morada) es la forma de ver con gafas las ruinas quemadas de todo y todos, es el racimo de uvas ne- gras que exprimí sobre el papel para latir por fin en algo o alguien, es mi esencia lagrimeada de rímel, ahogada en tinto, aleteando siempre entre murciélagos, eternos compa- ñeros nocturnos. Quiero invitarlos a leer, no sin antes agradecer a las per- sonas que me han motivado en este camino de ver las cosas de forma diferente, no los nombraré a todos, porque al in- tentar hacerlo noté que eran más de los que imaginé, pero cada uno de ellos sabe su aporte en este libro. Teresa del Monte 9
10
LA MORADA Llegó volando en un dron celeste sobre las costas mor- disqueadas del país de los sueños y se posó en el amarillo ocre de venus, allí ancló su nave de extenuado trayecto, sa- boreando el aliento salado del mar. Es ahí en esa morada, de cerchas desnudas, donde desta- pa su cráneo fulgido, obeso de reflexiones, para saciarse del nutriente de sarcófago que atesora el cadáver de otra vida, otros viajes, otras lunas. Ahí es donde habita La Mirada, su- jeta al collage salpicado en las paredes. En esa morada, se abriga la médula de todos sus sentires, de las pasiones ocultas, del juicio acribillado. Ahí es donde sujeta a sus cometas se desbarranca una y otra vez para ha- cerse verso, donde el hambre no se sacia con pan, donde se revuelca en dolores de parto y sucumbe, débil, a los brazos de la indiferencia. 11
LA MIRADA Escalé por los corredores internos, hasta llegar a la azotea del montón de vivencias acumuladas, carnaval del tiempo con máscaras a cuestas, para zurcir un retazo rasgado de otro sueño. Entonces me quedé mirando desde la cúspide las calles hilvanadas de luces que bañan las esquinas de la humanidad. Mis ojos se clavan en el hondo de todo, como una flecha, como un láser que apunta las láminas dérmicas de entes os- curos y a tajadas los desmenuza buscando la brocha poética que plasme en lienzo la gama de grises que la luz descom- ponga. Esta mirada me alcanza, me desnuda y se filtra en cada vena para anidarse en los átomos que conforman mi exis- tencia, haciendo que un estallido de luz salga por boca y poros, como un faro que ilumina la senda de mis propias naves. 12
13
A LA VOZ DE TU LLAMADO Me llama el sur, se vuelve musgo por mí, me llama con aullidos vahosos, con ardores de fogata. Iré a ti, aun saltando precipicios, iré con mi blusa infla- mada, con la falda levantada correré a ti. Si tus brazos no están abiertos es porque le temes a este incendio que hacemos los dos cuando nos miramos, le te- mes a estas bocas nuestras que devoran sombras. Que tus ausencias son las mías y tus silencios mi calvario, que tu arañar en el pecho es sólo tanto intento de quedarte anidado en mis entrañas. Llámame, para que vaya a fundirme en la nieve, prué- bame y en lucidez dime si quieres que me vuelva tu lago y tu manantial, donde tu sed se sumerja, donde se encabrite tu corazón en destellos plateados y quieras fundirte en raíz. 14
A TAJO ABIERTO Quiero rasgar todos los cuadernos mentales acumula- dos. Quiero hacerme llanto, para que el hilillo de lágrimas se vaya fundiendo en la arena y un lamido de olas lo borre. Quiero con un hacha abrirme el pecho, para mostrarte el corazón ardiendo, aun pulsando, aun humeando. Que en hambruna crónica se quede mi boca de tus besos hasta el límite del tiempo, si es que con eso hago mierda es- tos soles que caen como carbones cada día por ti. Me tuerces con tus palabras, como el estrujo de artesas proletarias. Me quitas la sustancia con tu ponzoña y en una quimera suicida me desbarrancas en agonía. 15
CARTA Amor: Te escribo desde el recuerdo de lo que me quedó: Te digo que las bodegas estelares se abrieron con su carga de enérgica fuerza sobre nuestros hombros. ¡Ay! Fluvial encanto en nuestras siluetas, dibujando zafi- ros que saltaban de los contornos de esta unión, salpicando el mundo hostil que nos rodeaba. Bebimos nuestras libaciones como colibríes hambrientos y con toda nuestra ortopedia deseamos las ramas tejidas de un nido de fantasía. Enamorados amor, enamorados… Nuestro susurro fue el idioma para habitar este país de nunca jamás, que nos abrazó y empuñó contra todo pronósti- co a ser el emblema de los poetas enamorados. Amor, las horas pasan y tu recuerdo oprimiendo el pecho me da el valor para alejarme y ya no verte jamás. Siempre tuya 16
CITA A CIEGAS Cuando la voz de pronto tuvo cara, dientes, ojos, sonrisas y muecas, entonces las alas de Ícaro que cosí para naufragar entre los azules y algodones rosa de atardecer, se quemaron en hogueras de realidad, esa realidad que llegó como un ha- cha en la nuca, como un puño rojo por debajo del diafrag- ma. Lo vi y las mariposas se volaron, dejando sus cadáveres ante mis pies. Mi mirada lánguida de hermana lo miró en- tonces y me sacudí la decepción, vestí el desnudo silencio con una sonrisa crepuscular que mareara los extremos de sus comisuras para no teñirlo de dolor al ver en mis ojos redondos el crimen que acababa de ocurrir en el pecho. La retórica se fundió en mi boca, cubriéndola de miel, para no verlo con el desprecio de la malvada que destripa uno a uno los corazones, la que galopa en su caballo de fue- go, desenfrenada en la huida del desamor. Le grito con mi distancia que puede girar sus pies al re- greso porque su cara no es mi cara, que su voz, sólo su voz es el lazo que nos ató en una macabra jugarreta de niños viejos, que los lápices oscuros pueden teñir mis ojeras, pero no pueden con este peso de yunque sobre la frente. Quiero ver su espalda pronto, en un adiós infinito dejan- do el vacío anidado en la melancolía de las noches apagadas de los brazos que no lo amarán jamás. 17
FRANKESTEIN WOMAN En recorrido pedregoso se fue mi paso, curcuncha de tanto recoger trozos, de buscar el tornillo que me falta. Los cuervos caen en picada sobre mi cabeza, que no es la mía, es una que me encontré cuando buscaba un corazón. Una mano es de obrera y la otra de una artista que dibu- jó en tu lienzo todas las caricias adheridas a la dermis. Soy de fragmentos que fui coleccionando, esporas de seres zur- cidos al viento. Tengo dos pies derechos para el baile, uno camina al norte y el otro hacia ti. Mis ojos andaban paseando por los bosques, entre yuyos y sumergidos entre algas, por ahí andaban distraídos hasta que los hice míos para verte. Soy una reinventada, una frankestein del tiempo, me he armado con tantos pedazos que ya no sé ni quién soy. 18
19
ABANDONO Te busqué, como busqué mi huella digital entre los es- critos, bajo las piedras te busqué, arrastrando mi poncho dolorido, en el añejo de un bolero y las pupilas encendidas de cualquier madrugada, con la herida que deja el rastro de una serpiente, así me fui quedando sin ti con la noche coci- da a mi pelo, en mechones de muerte y el enjambre de venas rancias arrojadas por el balcón. Los glaciares se funden en ríos, cataratas de llantos mu- dos al interior del abismo rocoso, en las catacumbas del alma, si es que existiera el alma en el sismo volcánico de los suspiros que arrancaste con cada caricia casquivana, donde heriste la dermis miocardia estremecida en quejido mudo cada vez que grito tu nombre. 20
ABORTO FRUSTRADO En la aurora de la vida se tizna una marca, separando vivencias de niña, candidez asesinada a quemarropa. La danza circular en los patios se volvió sólo quejidos de llanto, caminar abatido y silente observancia. Entonces una estela la envolvió, con el portal que la li- beraría de la oscuridad, ese camino la llamaba, con manos seductoras a la salida esperada, a reencontrarse con las ron- das soleadas. La doña es sabia y entendida, tiene miles de llaves, corre de un lado a otro, con las hierbas, los palillos, las agujas y los alambres. Nenita mi nena, salpicada de sangre, en los mantos negruzcos que la envuelven guerrea todas las vidas. Se van dos almas deshilachando al infinito, abrazadas a la noche, en pálida despedida, en un viaje celeste donde los infantes juegos rebosen sus ánimas. 21
AFRENTA En nacimiento espontáneo se erigió varón, alzado en los aires por sobre las cabezas gritó su llanto ronco de vida. Ali- neamiento perfecto de astros en cáncer, delineando su rasgo de sensitiva pasión. Los andares se hicieron inciertos, en juegos extraños, de nebulosas turbias que desviaron la senda en sutiles encan- tos, tropezando con tornillos ajenos que calzaron exacto con desviada furia en su precoz despertar. Se sumió entonces en el desprecio de la raíz que lo en- gendró y martirio constante fraguó su camino paralelo en- cerrado en el buró de mentiras albergadas. Ahí dentro en el espacio secreto desnudó los colgadores, disfrazando su hombría de polleras, escotes, labial y pelucas. Tortura infinita en la sien del machismo fraguado a hie- rro del qué dirán, suplicio de descendencia que no verá la luz, carcome el orgullo de un apellido que se esfuma en cari- cias prohibidas y en deseos velados se sumerge en un eterno purgatorio. A todos los Zamudio del mundo… 22
CALEIDOSCOPIO INFANTIL Ser una cometa y no saber por qué, subir por sobre los tejados y no saber para qué, caminar por alambres de poste en poste y no temer, misterio sin descifrar. Melodía de caracolas que oía siempre, casa en la palmera, sonrisa bañada de desnudez, pureza que embriaga, sin pen- sar en asechos de ruina. Nubes, infaltables compañeras del camino en subida y de aldea en aldea hablan del viento, señoras gordas de algodón que juguetean con imágenes de elefantes. Pinceles tiesos, teñidos de azul, caleidoscopios de papel, gorriones sobre las parras y el zorzal ladrón sobre el níspero cargado de esperanzas, todos ellos amigos íntimos de juegos silenciosos. Solitaria mente que robabas la mirada al infinito desde esa niñez de gaviotas y cuadernos escondidos, ventana con luna que miró la primera desilusión. Llanto de niña por no entender el mudo interrogante que me hacía diferente. A una infancia de incomprensión… 23
GOTAS DE AGUA En los amaneceres de la vida, cuando el deshielo de seres impulsa a multiplicarse. Se descuajan en granos nutriendo la tierra. Y cae la lluvia en el desierto en resplandor florido por la simpleza de la vida que corre por los coirones del tiempo. Allí es donde anida este lazo de sangre, esta cercanía de do- lores y alegrías. Los hermanos son gotas de una misma tempestad, bajo el alero de la misma nube, alimentan el suelo que germina en vida. Tejidos en la misma manta con urdimbre de senti- res en la trama que los sustenta. Lazos transparentes, frescura de juegos, barro e invier- nos de aserrín impregnados en la ropa, cantos en unísono, zapatos prestados, cordón que une la casta en una trenza eterna. A mis tres hermanos… 24
LA COSTRA Lacerantes látigos mordaces flagelan cada paloma naci- da de inocencia, que sus infantes manos no alcanza a hacer volar. Ojos de niño sin brillo, llanto fraguado de ausencias, es- pasmos de miedo que trituran la armonía del juego, hurtan- do el manantial de risas anidadas en el sigilo. Costra invisible que supura la vida, que segrega el dolor cada tarde en ausencia del abrazo materno, ahogado brami- do de voz aguda arropado en tortura. Gemido que limosnea refugio, se distorsiona en los oídos sordos de casas con ven- tanas cerradas. Ahí van las huellas violáceas, tormento taciturno, costras del alma. Ahí va el delantal de infante, como una sombra al desfiladero. Ahí va entre flores danzando en un cofre blanco al sollozo final. A Margarita Jerez y a todos los niños que esta sociedad no es capaz de proteger… 25
26
BURKA Sábana de lobreguez, en caída libre hasta los pies de fan- tasmas negros, en polvoriento trayecto sometido, deja una estela agria de desconsuelo. Bajo el solemne manto, los poros se erizan a las sensa- ciones de mujer, las pupilas se contraen y se dilatan con los destellos solares, los labios se humedecen y deshilachan un rezo. Burka, velo en la sustancia del ser que cede al acervo añe- jo de lágrimas acumuladas en rastros estelares del cosmos, que encabritan en un ruego piadoso, bramido silencioso por negaciones acumuladas. El viento arrecia en el arenal y un manto protege las dul- ces dunas de hembra, que emergen como un fuego en los soleados parajes, donde se calcinan las ansias de quienes la lapidan. Un día el viento se hará su amigo y en un torbellino se elevarán como granos de arena sus cerriles espíritus, se os- curecerá el horizonte cuando los mantos se encumbren, cometas de vida, liberando sus mariposas desnudas en un canto de libertad. Hay quienes por creencia, formación o convicción usan voluntariamente este atuendo. Para ellas, mis respetos… 27
ROBANUBE Siempre venía él, como un toro tras su roja tela, tras los pinceles que ella a veces quiso usar como estoque en su lomo. Venía con una carga de realidad a sacarla del trance, de su gota gorda de sangre que florecía en palabras. Inquieto quería con un exorcismo, sacar el demonio fe- bril que la enloquecía, mas, no era capaz, faltaba sustancia en su invocación de deberes que arrastraban una cadena de condena aferrada a un pacto eterno. Ella solamente quería volar, darle la mano y volar…, él sólo quería almorzar. Los navíos lunares se asomaban de pronto en la madru- gada y ella quería recibirlos, con pinceles, lápices, dedales y arpilleras. Pero él la sujetaba a la cama, con ese frío “Dónde vas a esta hora”. Y lloró, mil veces lloró ese llanto seco, mi- rando cómo se alejaban los barcos creadores. Un día, se subió a su navenub, con todo su arsenal de es- queletos creadores, iba flotando en sueño despierto a parir el crio, cuando llegó él a derribar su nube con su carga de rutina cotidiana, dejándola caer al vacío en medio de ollas y sartenes. Fue en ese instante de cordura que planeó su huida, tomó su paleta, sus cuadernos, sus agujas y su hambre. Cargó la nave reconstruida secretamente y voló ¡Al infinito y más allá! A todos los que no han entendido que hay mujeres que vuelan… 28
OSTRACISMO Aquí estoy contando paredes, como quien cuenta una cuenta regresiva hacia el infinito, con una pena de burdel cerrado, de perro hambreado. Aquí estoy y el silencio se ha vuelto mi música. Escritura sin almuerzo, un café y dos cigarrillos de trasnoche. Me miro una vez a la semana al espejo y puedo sentir en mis venas que llegó la maldición, esa que esperé, por tanto, esa tenebrosa que me bañaría de ostras cerradas, impenetrables. Se van en su flotancia constante todas las esperanzas, en- vueltas en una gasa de cebolla, se van llorando su aborto espontáneo, se van en fantasmal danza bajo la luna opaca, para que no se ensalce el cuchillo criminal en asesina zanja en mis muñecas, para que el gas no quiera invitarme al hor- no de la muerte absoluta, bañada de quesos y vino, para la coronación de uno más de los poetas malditos. 29
RITUAL Se mece en espigas la luna de cuarzo y recortada en nieve la montaña, le hace el amor al manto azul Prusia de la polle- ra estelar, en noctámbula danza. Escenario deprecatorio que eleva la plegaria ancestral de roca pulida, de chagual que aviva la voluntad a las máximas supremas de la existencia. El alquimista trajo consigo la recopilación de todos los ritos humanos, las velas y los mantras desde un extremo de la mantilla terrestre, el fuego y flores del ombligo del mun- do, la sangre ancestral, iluminados cantos, inciensos, talis- manes. Los cuatro elementos circundando todo en la mági- ca noche del mundo. Los conjuros se izan por sobre los cerros a encontrarse con la energía suprema que en benevolente mirada aspire los aromas de súplica por paz, que en su omnipotente vuelo acalle el quebranto de los que caen heridos como lluvia de ceniza en este círculo celeste, enano, que flota en un punto infinito del cuenco abstracto. A mis amigas que estuvieron desde la ronda cósmica, hasta mis trasnochadas letras… 30
SER VAMPÍRICO Llega de cuando en cuando, con su cigarro y su nube ne- gra, su delantal de quejas. Llega mordiendo el polvo por el lastimero andar de cualquier sueño perdido, viene con el recuerdo vívido de cualquier sufrimiento. Trae consigo la última trompeta del apocalipsis, para hacerla resonar en tus oídos, carcomiéndote los huesos. Se sienta en tu sofá, sólo unos minutos y prepara sus dar- dos, los lanza uno a uno, sin respirar, hasta verte desangrado y cuando el caldo de vida está expuesto por la desesperanza del aguijón que hirió en ti… Te succiona las ganas, el opti- mismo que esa mañana te hizo ver el sol en tu ventana, las maromas de los pájaros y los remolinos de olas. Luego, cuando sus colmillos de podredumbre ya te han tocado, cuando estás sin fuerzas para debatir, se lanza en picada para terminar sobre ti, convenciéndote a bofetadas que eres una mierda, entonces tú, débil, mal herido le das la razón, entregado a su ajenjo aliento. Ahí es cuando se levanta, se fuma su cigarrillo de triunfo, con el tacón en tu pecho, te besa y se va. 31
32
PIRATA Te lanzaste en un hilo de imágenes guardadas con un pu- ñal entre los dientes, con melodía de Cerati rasgaste mi paz, anudando en la garganta la tortura, estrujaste mis lluvias. Te erigiste triunfante sobre tu presa amortajada, con son- risa de gato te complaces en mi ritual de lágrimas. Te llevaste mi tesoro mohoso, todo mi arsenal de esca- mas arrancadas como pétalos de cada vivencia. Pirata fantasma, me tomas desnuda, en languidez de sue- ño, me elevas hasta tu boca endulzada de Ron. Mi cuello doblas con un beso y en roja furia lo haces tuyo. Con todo el motín te vuelves a tu barco distante y en lacerante lejanía de aromos desapareces llevando mi vida atada a tu ancla. 33
VISITA DE JULIO Llegó un nubarrón de humo, con toda su parsimonia, con toda su impronta, con toda su biblioteca flotante. Llegó el vagabundo de versos con su mochila de esper- mios literatos e ilusiones marchitas. Y se comieron a versos, con todas las de la ilegalidad, sacudiendo las cabezas para que se despiojaran de todas las lacras mutilantes de vida. Entonces, en la penumbra de la noche mareada, marea- da de vino, mareada de mate, mareada de humo y de mar, desnudaron las almas para dispararse y resucitarse constan- temente, hasta el apocalipsis del silencio… Y se va el hombre de oscura sombra, con su arsenal de pastillas, con el insomne talento, con el mate perenne, llo- rando una pena con la risa como estandarte. Se va con su canto de fuego que seca la boca y con un amor a cuestas que lo obliga a la ternura, que lo derrama en perdones. Lo esperan los sables de Chillán, lo esperan sus gatos y la eterna abuela-madre, la habitación de solo, esa que es- carcha madrugadas febriles, escritos que sacuden las formas surrealistas, tallando los laberintos del pensamiento y la si- lueta azul que se desprende del pucho trasnochado. 34
35
DECLARACIÓN DE TODOS LOS AMORES En una octava me quedé colgada cuando quise ser tu guitarra, cuando se te tupían los dedos tocándome, cuando sacabas de mí tu melodía. Te digo con falta de elocuencia, porque se me confunden las palabras cuando hablo de esto que siento, que, aunque no te de críos, porque mi vientre guardó los cojines carme- síes y mi leche, nutriente de vida, secó las vertientes, soy la que acariciará tus campos de cebada madura, la que escu- chará tus historias hasta la aurora. Que la falta de cordura nació conmigo para volverse tu aliada, si no tienes miedo de hacerme melodía, te daré los hijos de este amor, todos los versos serán tuyos, la musa que me visita cada noche, será nuestra invitada en esta celebra- ción. Que con la muerte y sólo con ella se irá este concierto de pedrusco que entono cada vez que de ti me acuerdo. 36
DESANGRADA Le dije a mis amigos que, si no me desangro escribiendo, moriré desangrada, pero no les hablé de la sensación acaeci- da en la sangre misma, esa que se cuaja una vez que sale de su fuente, esa que se ha enriquecido con los nutrientes, esa que también contiene mis contaminaciones. No les dije, por ejemplo, que al ver como se endurece formando una costra, se hace visible a los otros en letra, de- jando el rastro casi perpetuo, casi terrenal del pulso vivido en un instante del camino. Tampoco me detuve en el dolor desangrado de no es- cribir, de apretar en el pecho la palabra aprisionada por la atrofia, la negación absurda a la locura, a esa necesaria para empapar el papel de imágenes desdobladas, sumergidas en tinta del alma. Por eso aclaro con toda nitidez que ese será mi final, en una anemia crónica adormeceré los sentidos hasta que se apaguen. Y si me preguntan, prefiero que se vaya mi fuerza vital en letras sacudidas al viento, dejando un glóbulo en cada ser, en cada lugar, en cada recuerdo. 37
MELODÍA Guardo los acordes en este espacio callado de horas len- tas, el piano vibra mis cuerdas más íntimas y en un canto dulce de guitarra se queda muda mi esencia. Cuando la flauta canta y flota en el aire su aire, desfallece sin aliento mi ser. Suave estela cubre los retazos que la sole- dad va rasgando. Quédate en esta danza solitaria, abrazando mis momen- tos, envolviéndome en tu candidez, en mareada noche, en unísono con el mar. Y en este vaivén nos encuentre la madrugada de humo haciendo letras, esculpiendo mundos, dando mordidas a la memoria que guardan los años. El efluvio de esta melodía me empapa, me sumerge, me eleva, se adueña del instante que se despoja del sino fatal que embosca mi biografía. 38
ABDUCIDOS Al llegar al encuentro se fusionaron en una trenza inter- minable, las energías fulminaron el espacio desde sus om- bligos al cosmos y la prosaica existencia quedó revuelta en el piso. Entonces una fuerza celestial que atravesó vertientes de constelaciones, los elevó en espiral a un racimo de aguje- ros negros y se fundieron en un abrazo mecido por la nada. Volvieron al origen del engendro humano, en el que los defectos se evaporan y los poros se adhieren uno a uno en comunión absoluta de destellos que son sorbidos para incu- bar otra génesis. En una epifanía mutua descendieron del trance hipnóti- co en un beso empapado de sus esencias, tomaron sus bio- grafías, se vistieron de efímero vivir en burbujas individua- les y con la memoria adormecida marcharon en la marcha finita de los mortales. 39
40
ACTO MASTURBATORIO El noctívago rugir del secreto de sus ansias caminó bajo las sábanas, palomas desnudas recorrían su cuerpo mien- tras lascivas imágenes iniciaban el centellante incendio dor- mido. Una boca sobre otra en lamido interminable, erguía los poros en erizos subyugados a un espasmo, mordisqueando la noche. Fogata desenfrenada en lenguas azules, revoloteada por hechizos impúdicos que calcinaban prejuicios añejos acon- chados en la conciencia. Buscó entonces la retórica perfecta, desdibujada en poe- sía, en novelesco romance instantáneo que la llevara a su- mergir la conciencia en féretros endosados a su nombre. Pupilas acribilladas, caída en espiral desenfrenado al averno infinito de la madrugada fecunda, esparcida en el lecho. Deseo, silente deseo que estruja los sentidos en cari- cias febriles. Y mordiendo las cobijas desordenadas para no liberar el grito deleitable del Everest alcanzado, se sumerge en el vacío, mecida en el desmayo de palpitantes caballos en las sienes, cuello, pecho y dedos. Se sume en el sueño profundo, satisfecha, saboreando el deleitable consuelo desolado. 41
BOCA ROJA El recorrido de mis besos se diluyó en tus venas, se hicie- ron aguacero de pétalos y carnaval de granadas estrujadas en tu boca. Mi boca roja te provoca, te hace arder de celos, te revuel- ve en febril pesadilla salpicando imágenes escarlatas que ti- ñen cada esquina de ese triángulo que armaste después de mis labios. Ahora dime, ¿cómo borraras mi rastro corinto?, ¿cómo quitarás los hematíes que sembré en tu epidermis desnuda? Sólo mi boca te devolverá la vida en bermellón pincelada y como la muleta del torero esperaré tu embestida en el úl- timo tercio de esta lidia. 42
HILO ROJO Costura roja que se fue haciendo con el tiempo, desde el inicio de esa hebra encontrada, el otro extremo de mi inicio, de ese donde me muelo en sensaciones. En esta enjundia que llora por miserias se fue mi hilo flotando en el espacio de muchos seres, hilvanando el retal que me faltaba. Eres el dueño desde el principio de mí, desde mis venas y las tuyas. Eres mío porque sin mí no tienes extremidad, no tienes eternidad, ni resplandor. Te vi y reconocí el cabo suelto, la prolongación de mi todo en tu todo. Entonces, con toda certeza, con la posible distancia, aún con la muerte, estarás unido a mí. 43
HOMBRE LOBO Como un lobo viniste desde tus bosques por la autopis- ta perfecta, desde el extremo del péndulo, desde la luna de sangre a habitar mis montes, los tres que esperaban la cima de tu andar. El rastro con garras que dejas en tu marcha, no me im- porta, las victimas de tu voraz asecho, no las miro, las lunas que amontonas en cazaría son todas mías. Aúllo en tu silueta, esa que te robé cuando perfilabas la luz pálida, nocturna, en un quejido de estrellas. Me abrigo con tu pelaje invisible, arropando mi fetal sueño. Soy tu adherido aliento y tú el mío desde las entrañas mordidas. Te llevaste todas las locuras, enredadas en tus dientes se fueron, cantando se fueron. No soy tu presa, soy la compañera de cacería, el par que te calza en lo profundo, en las vísceras humeantes, en los vapores escalados en un grito. A quien me hizo loba… 44
45
TRASANDINO Allá, del otro lado, hay un corazón latiendo poemas, ex- tractor incansable del cenote de su alma, zarpazo de aurora sobre el mar en la bienvenida primeriza del sol. Tras el cordón de cumbres insubyugables habita el crisol del que emana la enjundia que hiere el papel, manantial que fragua los más bellos trozos de poesía, con susurro de guita- rra, ramal de melodías. Ahí donde la siesta se abriga con el atardecer, donde el astro no se posa en el mar, donde el mate recorre sendas y las esquinas tanguean melancolía, ahí es donde el poeta sueña la trova y remese el cielo para que en granizada lo blanquee la impronta. A los amigos poetas argentinos… 46
TU LAGO Mis estrellas fenecen en tu lago de plata, ya el recuerdo se ha sumergido en sus profundas aguas, te dejo en el borde de este sentimiento para que no te enteres de este sollozo de cántaro. Cuando el viento arrecie la superficie y el gris pinte cada esquina del paisaje, sabrás que en lo profundo mi llanto can- ta. Que las lunas que se trague el horizonte, son todas mías para amarte. Y si algún día, me buscas en el abisal, te advierto, no lo intentes, porque mi furia de olas lagrimeadas y el pesar de desconsuelo te abrazará tan fuerte que no te dará tiempo a un suspiro, devorándote en plateada noche te secaré en el olvido. 47
RECUERDO DE QUIJOTE Podría el canto de sirena envolver mi recuerdo, amarrada a mi almohada encontrar el efluvio que talla en la mente. Eres el quijote que soñó con recorrer mis molinos enros- cados en las sienes, que vio belleza, que hasta me atavió de doncellez. Eres el cesar que abandona ejércitos para entrar en mi cama. El juglar que me canta sus romances. Ahora en este laberinto de arbustos te quiero encontrar, en medieval paisaje, en soleado atardecer de otoño, cuan- do la canicie adorna con su cintillo mi frente, para que te quedes en mi hoguera, acompañando mi mate y en silencio mires conmigo las luciérnagas del tiempo. 48
VUELO DE ÍCARO No nací con alas, me las armo en cada verso, en cada palabra destilada. En batir constante me arrojo al vuelo por montes esculpidos, por avasallante conocimiento, en aleteo permanente por calles oscuras de noches malditas, me elevo por sobre las nubes a un océano de blanca espuma, de lunas y diamantes flotando. En picada me sumerjo en el fondo marino, donde la muda negrura se asoma, para recobrar oxígeno voy a la sangre hervida de pescadores, en todo su arrojo, su frio y su alcohol. Subo en el vaho de sus bocas desdentadas al es- queleto de una estrella maga, mordisqueada por poetas en interminables madrugadas. Sigo a la alondra en piruetas juguetonas y a la golondrina en vuelo rasante, buscando el sol. ¡Oh! El sol, que derrite la cera de mi musa, que me des- pierta al sueño real de plumas caídas, de angustias mortales, de andar cotidiano. Caída desplumada, encendida como an- torcha fugaz, calcinando el espacio en fatídico abrazo terre- nal. 49
Search