CAPÍTULOS 3DESAFIAR LA GRAVEDAD MILLENIUM
4 DESAFIAR LA GRAVEDAD
CAPÍTULOS 5DESAFIAR LA GRAVEDAD Caroline Myss Traducción de Paula VicensBarcelona • Bogotá • Buenos Aires • Caracas • Madrid • México D.F. • Miami • Montevideo • Santiago de Chile
6 DESAFIAR LA GRAVEDADTítulo original: Defy gravityTraducción: Paula Vicens1.ª edición: enero 2012© Caroline Myss, 2009© Ediciones B, S. A., 2012 Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España) www.edicionesb.comPublicado originalmente por Hay House, Inc. USAPrinted in SpainISBN: 978-84-666-5004-5Depósito legal: B. 38.924-2011Impreso por LIBERDÚPLEX, S.L.U.Ctra. BV 2249 Km 7,4 Polígono Torrentfondo08791 - Sant Llorenç d’Hortons (Barcelona)Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida,sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproduccióntotal o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así comola distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
CAPÍTULOS 7 Para mis ahijados Angela, Rachel, Eddie, Jimmy, Basile, Lacey, Eben y Sam
CAPÍTULOS 9 ÍndicePrólogo de Andrew Harvey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Una introducción mística a la curación . . . . . . . . . . 151. Más allá de la razón: la curación en la era de la energía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232. La primera verdad: no puedes razonar con la enfermedad, las crisis ni con Dios . . . . . . . . . . 593. La segunda verdad: conectar con el sentido y el propósito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 894. La tercera verdad: navegar con valentía por la noche oscura del alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1235. La cuarta verdad: confía en el poder de tus bendiciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1576. La quinta verdad: desafiar la gravedad y aprender a pensar como un místico . . . . . . . . . . 231
10 DESAFIAR LA GRAVEDAD7. Más allá de la enfermedad: viviendo en un campo de gracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287Índice temático . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291Acerca de la autora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303
CAPÍTULOS 11 Prólogo Brillantez y pasión con claridad forense y una compa-sión verdaderamente ilimitada. Éstas son las cualidadesque cabe esperar del extraordinario trabajo de CarolineMyss, de las cuales hace un provocativo despliegue en suúltima obra, Desafiar la gravedad. Lo destacable e inspi-rador de Caroline, como escritora, maestra y persona, essu modo de reinventarse continuamente, su constante es-fuerzo por lograr una integración cada vez mayor demente, corazón, cuerpo y alma. Para ella, esta búsquedadel campo de fuerza unificado de la verdad no es nuncaexclusivamente individual, sino que tiene lugar en un con-texto de apremiante y radical confrontación con nuestracrisis mundial, esa que amenaza actualmente la supervi-vencia de la especie humana y de la mayor parte de lanaturaleza, y nace del apasionado deseo de la curacióntanto personal como planetaria. El núcleo de Desafiar la gravedad es esta amenazado-ra crisis. Caroline Myss sabe exactamente en qué puntonos encontramos del enorme desastre que nosotros mis-mos hemos provocado, una catástrofe en aumento engen-drada por nuestra adicción a la razón y el abandono de losagrado y de las leyes místicas, rigurosas y exigentes, que
12 DESAFIAR LA GRAVEDADgobiernan su aplicación vital. Nuestra supervivencia se veamenazada por todas partes: por los demonios que hadesatado nuestro empeño en dominarnos los unos a losotros y dominar la naturaleza; por nuestro modo viciadoy tribal de entender la religión, que en lugar de resolverlos conflictos los alimenta, y por nuestro permanente re-chazo a afrontar los fantasmas personales y colectivos decodicia, miedo, crueldad y oculta desesperación en nues-tra naturaleza humana sin transformar. En Desafiar la gravedad, Caroline Myss nos planteauna salida a esta pesadilla: una salida que ella, sin dudaalguna, ha forjado en el centro de su propia existencia,luchando toda la vida con los problemas y las posibilida-des de curación. Esta salida nos exige afrontar dos hechos:que la Era de las Luces, la era de la primacía de la razón yde las explicaciones puramente materialistas y científicasde la realidad, está en bancarrota y no puede ofrecernosuna auténtica guía, y que nuestro mejor recurso estribano en nuestra sabiduría tecnológica ni en nuestras «solu-ciones» políticas racionales, sino en la verdad de nuestranaturaleza divina interior y su asombrosa permeabilidadal poder divino de la gracia transformadora. Dicho poderes el que ha experimentado en sus propias carnes Caroli-ne Myss, y hacia ese divino poder universal supremo atraenuestra mirada una y otra vez de modos progresivamen-te más reveladores en su nuevo libro, desafiándonos atodos a aprender las difíciles lecciones de humildad, ren-dición, perdón incondicional, comprensión de la necesi-dad de pasar por una terrible experiencia y de la ley mís-tica que asegura su más potente funcionamiento. Una delas joyas más sagradas de mi vida es mi profunda amistadcon Caroline. Lo que define a Caroline como amiga, ycomo sagrada amiga ahora para todos ustedes en las pá-ginas de Desafiar la gravedad, es el modo en que desnuda
PRÓLOGO 13su alma, lo poco dispuesta que está a permitirse o permi-tir que cualquier otro se libre de examinar sus más oscuraspasiones, además de su inquebrantable amabilidad y latremenda generosidad de la alentadora compasión queirradia de su conocimiento, duramente obtenido, acercade la fragilidad humana y de las posibilidades de transfor-mar y transmutar esa fragilidad. Una de las cosas que másadmiro de este maravilloso libro es que oigo en él la vozíntima de una hermana, a la que conozco y amo, hablardesde sus múltiples facetas y de un modo, además, queresulta a la vez humilde y exaltado, intenso y consolador.Es una voz tan variada, clara y radical como es alguieninusual Caroline en cualquier cultura: en la nuestra, denegación y confusión, de turbia y falaz corrección políti-ca y espiritual, es de un valor incalculable. Lo que nosofrece, a pesar de que deja al descubierto nuestras fanta-sías, adicciones y perversidades, son una fe y un testimo-nio en los que podemos creer porque han sido forjadosen el desengaño y el estado del mundo, así como en laexperiencia radical del absoluto poder de transformacióndel Divino Amor y la Sabiduría. Lo que Desafiar la gravedad nos aporta —y que es, ami entender, su mayor gracia para nosotros— es un mode-lo arquetípico extremadamente claro para la curación in-terna y externa, uno que plantea para el gran público y enun lenguaje actual las difíciles verdades del misticismo uni-versal. Caroline ha encontrado un modo muy moderno yatemporal de describirnos el camino esencial de la cura-ción, consagrado en el corazón de las principales tradicio-nes místicas del mundo. Este viaje nos exige trascendernuestras «irracionales» reivindicaciones de seguridad per-sonal y control a la vez que recorrer zonas a veces extre-madamente dolorosas de rendición, perdón incondicionaly confrontación realista con nuestras oscuras pasiones para
14 DESAFIAR LA GRAVEDADllegar a descubrir los grandes dones del alma, la pasión, elpoder y el conocimiento que nacen en nosotros cuando nosadentramos en nuestra propia y profunda identidad divina.No es nada fácil ni tampoco ningún consuelo para la men-te ni para el ego este viaje, pero lo que nos aporta, comoCaroline deja maravillosamente y metódicamente claro, esun nuevo nivel evolutivo de fortalecimiento. Es a este nuevo nivel evolutivo de fortalecimiento —ypor tanto de curación interior y exterior— donde nos estállamando la crisis contemporánea. Nadie tiene un sentidomás agudo de la «paradoja divina» que Caroline... y dejaclaro que sabe que nuestra moderna noche oscura es po-tencialmente el crisol a una escala sin precedentes de sereshumanos sanos conscientemente alineados con la graciacósmica y la ley mística y, por tanto, imbuidos del podery el destino esenciales de su alma. En un viaje desde nuestra confusión contemporáneahasta la humilde y rendida claridad que puede abrirnos aese nacimiento, Desafiar la gravedad tendrá un papel in-dispensable como guía y antorcha que ilumine la esperan-za y la posibilidad. Éste es un libro para leer y disfrutar una y otra vez, delque aprender y según el cual vivir. Estoy personalmenteagradecido con Caroline por continuar arriesgándose porel doloroso camino que le permite acceder a unas visionestan curativas y darnos acceso a nosotros a ellas. En En-trando en el castillo, Caroline Myss nos guiaba por la sen-da atemporal de la sabiduría de Teresa de Ávila; en Desa-fiar la gravedad aporta su propia autoridad como guía ypionera mística radical con la humildad, la intensidad y laclaridad que potencialmente nos ennoblece a todos. ANDREW HARVEY
CAPÍTULOS 15 Una introducción mística a la curación Éste no es un libro sobre la curación como los demás.No te ofrece consejo para curarte de una enfermedad de-terminada, por ejemplo, ni se basa en el supuesto de quetoda enfermedad tiene sus orígenes en el misterio de lasheridas. Por el contrario, este libro desafía este modo deentender la curación; es más, invita al lector a examinarlas limitaciones reales del modelo holístico, y a explorarun camino que rompe con la creencia convencional de quelos recursos y las capacidades mentales son suficientespara iniciar una transformación en un cuerpo enfermo.O, lo que es más, que la mente puede por sí sola trasladara una persona al vasto dominio del alma. Habiendo trabajado en el ámbito sanitario y de la cu-ración durante más de dos décadas, he llegado a creer que,como sociedad, no tenemos completamente animada latrinidad cuerpo-mente-espíritu que es el fundamento deeste enfoque de la salud, por una razón simple: seguimosenamorados del poder de la mente, que nos resulta fami-liar, e intimidados por las regiones místicas y transforma-doras de la mente, menos familiares. Por eso, aunque po-demos usar el lenguaje del espíritu, frecuentementerecurrimos a los métodos de la mente, que de entrada
16 DESAFIAR LA GRAVEDADdisculpa nuestra necesidad de encontrar razones a por quénos pasan las cosas que nos pasan. Queremos saber porqué nos hirieron en la infancia, por ejemplo, o qué lecciónencierra la enfermedad que nos aqueja. La idea subyacen-te es que, si podemos sacar a la luz esas razones, entoncesnuestra vida recuperará la normalidad. Recobraremos lasalud, y volveremos a estar tan fuertes como antes de en-fermar. Pero eso casi nunca sucede, porque este modo depensar acerca de la manera de superar una crisis o unaenfermedad tiene un fallo básico: no podemos razonarnuestra vuelta a la salud. Nuestro intelecto es un vehícu-lo inadecuado para llevarnos por el escabroso camino dela curación. Sanar requiere mucho más que la contribución denuestros recursos intelectuales e incluso emocionales.Desde luego nos exige que hagamos algo más que miraratrás buscando en el fondo de los archivos de nuestropasado. La curación es, por definición, tomar un procesode desintegración de la vida y transformarlo en un proce-so de vuelta a la vida. La mente no puede realizar estatarea. Sólo el alma tiene el poder de devolver el cuerpo ala vida. Si no fuera por el hecho de que he sido testigo deeste fenómeno muchas veces, no me metería en el terrenode la curación con confianza suficiente como para com-partir mis hallazgos con otros. Pero he sido testigo decuraciones, y puedo decir incluso que he facilitado algu-nas con lo que enseño, llamémoslo sabiduría mística mez-clada con todo lo que he aprendido acerca de la concien-cia humana y ese camino que compartimos llamado vida. Todos necesitamos conocer las verdades esenciales dela curación, porque en algún momento de la vida todosnosotros tendremos que recurrir a ellas. Da igual lo sanoque te sientas en un momento dado, inevitablemente lle-gará un día en que necesitarás curarte. Llegué a esta con-
UNA INTRODUCCIÓN MÍSTICA A LA CURACIÓN 17clusión después de años de enseñar temas relacionadoscon la curación y esa verdad por sí sola bastó para que mereplanteara lo reacia que había sido hasta entonces a tra-bajar directamente con personas que necesitaban sanar:personas que sufrían dolor, enfermedades abrumadorastales como cáncer, artritis reumatoide, síndrome de LouGehrig (esclerosis lateral amiotrófica) o esclerosis múlti-ple. Aunque había practicado la medicina intuitiva duran-te años, diagnosticando en colaboración con el doctorNorm Shealy, hacía mucho que había dejado de hacerlecturas individuales. Incluso cuando las hacía, había sidocapaz de mantener la distancia de la persona a la que ayu-daba, porque la ayuda que tenía que ofrecer era principal-mente intuitiva. El contacto personal me incomodaba,pero no tenía que estar con el sujeto para hacer una lec-tura intuitiva; por teléfono podía hacerla perfectamente.Eso satisfacía mi necesidad de mantener mi relación conla «curación» sin tener que aproximarme al paciente.Cuando empecé con la medicina intuitiva, no me conocíalo suficiente para determinar por qué evitaba cualquierrelación con la sanación y me dedicaba a las profesionesde «escritora» y «maestra» como si fueran catalogaciones«de diseño». Ahora, cuando reviso esa postura, no mecabe duda de que mi comodidad con esas etiquetas sebasaba en el hecho de que nunca tenía que dar explicacio-nes acerca de la ocupación de escritora o de maestra,mientras que describirme como médica intuitiva siemprerequería una descripción larga y agotadora. De hecho,sigue siendo así. Me di cuenta de que me abrumaba la vulnerabilidadque nos invade a todos cuando necesitamos sanar. Es esasensación de encontrarse al borde de la esperanza o de ladesesperación que pocas otras cosas nos causan en la vida.Esa vulnerabilidad proviene de una erupción de la fuer-
18 DESAFIAR LA GRAVEDADza vital misma, como si la fuerza de esa lava incandescen-te amenazara con atravesar nuestro campo de energía einundarnos con la vastedad de la eternidad. Sabes cuándotu fuerza vital empieza a alcanzar el punto de erupción;manda señales de estrés como focos de aviso por tu siste-ma intuitivo. Empiezas a notar que te falta capacidad deresistencia, y luego el miedo peculiar al comienzo de unaenfermedad que empieza a filtrarse en cada una de tuscélulas como una rara e indescriptible fuerza destructiva.Conozco esa vulnerabilidad porque he sufrido mis pro-pias erupciones y lo más probable es que tenga más en elfuturo. Así es la vida, al fin y al cabo. Pero el muro de papel de arroz que separa la salud de laenfermedad, la vida de la muerte, a quienes sanan de quie-nes no, es exactamente el muro que yo evité con éxito has-ta que la gente empezó a experimentar curaciones durantevarios de los talleres que daba. Lo interesante era que lascuraciones se producían sólo en los talleres basados en minuevo libro, Entrando en el castillo, del que estaba reali-zando una gira promocional. Ese libro marcó para mí unpunto decisivo. Trataba acerca del enfoque contemporáneode la clásica experiencia mística, y animaba al lector a des-cubrir su «castillo interior»: una metáfora del alma inspi-rada por las magníficas enseñanzas de la teóloga y místicadel siglo XVI, santa Teresa de Jesús. En su obra, El castillointerior, que se convirtió en un modelo para mi trabajo,Teresa describe con claridad las siete etapas de la ilumina-ción en un camino de oración y de búsqueda de conoci-miento del alma. Durante el proceso de creación de ese li-bro, incluidos los cinco años de formación antes decomenzar su redacción, alcancé mi propio despertar mís-tico, precipitado por una grave crisis de salud. Como sucede siempre, entendemos mucho más acer-ca de un momento crucial de nuestra vida sólo a posterio-
UNA INTRODUCCIÓN MÍSTICA A LA CURACIÓN 19ri, después de haber alcanzado el punto crítico... y de ha-berlo superado. Mirando el pasado, me asombra el modoen que mi enfermedad (tuve tres apoplejías en un año)parecía cuidadosamente ideada para mi nuevo proyecto:un libro para poner al día las enseñanzas de una famosamística conocida por haber sufrido apoplejías. Como to-dos los grandes místicos, Teresa había alcanzado un esta-do cósmico y sus escritos son estudiados, respetados yapreciados en todo el mundo, aunque sus raíces siguenprofundamente enterradas en sus orígenes religiosos. Suvida como monja católica era el marco necesario para in-cubar el genio de sus visiones místicas, que son universalespor su magnitud, profundidad y capacidad para conducira un individuo hacia una profunda experiencia de trans-formación mística. Baste decir que antes de mi afición porTeresa, la oración había sido para mí un acto mental repe-titivo y que la gracia era algo que continuamente luchabapor definir para otros; después de Teresa, la oración seconvirtió en la forma de poder más pura para mí y la gra-cia en el medio para entender por qué sana la gente. Mientras estudiaba la obra de Teresa, me di cuenta deque el vacío que la gente expresa continuamente hoy, subúsqueda de «algo más» en la vida, no es una búsquedade otro trabajo o de otra pareja. La gente ha perdido sucapacidad de asombro, de conectar con lo sagrado: unaconexión que no puede establecer intelectualmente. Noquiere hablar de Dios; quiere sentir el poder de Dios.Quiere sentirse abrumada de asombro, de una forma quesólo una experiencia mística puede lograr. Quiere silen-ciar el intelecto que razona, exige e inquiere, y caer en esaexperiencia de verdad interior que te deja sin aliento. He oído a muchas personas hablar de su «voz inte-rior». Sin embargo, me piden que las oriente. Si estuvieranrealmente en contacto con esa voz interior no tendrían
20 DESAFIAR LA GRAVEDADnecesidad de hacerme las preguntas que me hacen. Sueloimaginármelos a las puertas de su castillo interior, dondesu ego se encuentra con su alma, queriendo desesperada-mente unirse a la conciencia mística y, sin embargo, te-miendo el modo en que su vida puede cambiar en cuantocrucen el puente levadizo. Comprenden lo cierto que esel hecho de que, cuando has tenido una experiencia mís-tica auténtica, nada vuelve a ser lo mismo. La vida cambiainmediatamente, por ejemplo, de un mundo externo llenode gente y caótico a un sagrado campo de gracia en el quetodo en la vida tiene un propósito y un sentido. Que nopuedas entender ese sentido es francamente irrelevante. Lo relevante es que esa experiencia mística despiertaun poder interior, un sentido interno de la realidad de lagracia y de Dios que hasta el momento meramente era un«discurso mental». Las imágenes y los discursos menta-les no curan; no son más que palabras e imágenes. Lagente que conozco que se ha curado me ha dicho que fuecapaz de distanciarse de su imagen previa de Dios. Dehecho fueron capaces de distanciarse de todo: de sus he-ridas, de su necesidad de tener razón, de su necesidad deganar, de su necesidad de saber por qué les pasaban lascosas que les pasaban, al hacerlo descubrieron que aque-llo a lo que realmente renunciaban era al miedo, a su ladooscuro... y, para su gran sorpresa, a su enfermedad. Re-nunciando a esas cosas empezaban a vivir. Eso mismo hevisto en todas las curaciones de las que he sido testigo:ese patrón de conducta inspira este libro. Me he dadocuenta de que curar no es una cuestión de visualizaciones,sagrados óleos, procesar heridas, encender velas ni nadaparecido. En última instancia, sanar es el resultado de unacto místico de rendición, un despertar que trasciendecualquier religión. Es un diálogo íntimo de la verdad en-tre el individuo y lo divino.
UNA INTRODUCCIÓN MÍSTICA A LA CURACIÓN 21 Porque indico a los lectores que dejen su razón en lapuerta, por así decirlo, y que entren en el reino de la con-ciencia mística —no sólo para sanar sino como modo devida—, he elegido el título Desafiar la gravedad. El tér-mino «gravedad» proviene del latín gravis, que significa«serio» o «pesado». Las ideas y las emociones «pesan»;en otras palabras: generan gravedad emocional, psicoló-gica e intelectual. Los místicos, por naturaleza, desafían la gravedad: unmístico es alguien que «percibe» la vida con los ojos delalma, que experimenta el poder de Dios en vez de hablaro debatir acerca de las políticas de Dios, y que compren-de la realidad de las leyes místicas (leyes de las que tratoen profundidad en el sexto capítulo). La esencia de la senda mística es discernir la verdad.Como Buda enseñó a sus seguidores, tienes que aprendera distinguir la verdad de la ilusión, porque tus ilusiones telastran... literalmente y físicamente. Tu razón por sí solano puede desafiar la gravedad, porque tu sentido de larazón por naturaleza busca pruebas lógicas. No puedespedirle a tu mente que sea lo que no es, que no sea uninstrumento de búsqueda de razones. Tienes que recurrira otra parte de ti mismo para trascender la terca menteempeñada en buscar venganza por haber sido humilladao que te convence continuamente de que te mereces másde lo que tienes en esta vida. Esa mente está llena de toxi-nas y, también, necesita sanar. Tienes que desafiar a tumente, ponerte por encima de ella. Tienes que desafiar lagravedad si quieres sanar o salir con éxito de una crisisvital. Pero no puedes esperar a que una crisis te empuje.Aprender a ver la vida con los ojos de la mística, mientrassigues con tu trabajo, llevar adelante una familia y todolo demás que la vida te exige, refleja la verdadera esenciade lo que significa vivir una vida consciente.
22 DESAFIAR LA GRAVEDAD Estamos en un momento de cambio en la historia dela humanidad. Parte de este cambio nos exige abrazar fi-nalmente nuestra conciencia interior, no sólo de palabra,sino entendiendo la naturaleza mística de la vida. Creofirmemente que mucha gente está más que dispuesta aaprender a desafiar la gravedad de su vida, no sólo paracurarse de una enfermedad o superar una crisis, sino comoparte integral de la cotidianeidad. CAROLINE MYSS, Oak Park, Illinois
CAPÍTULOS 23 1 Más allá de la razón: la curación en la era de la energía Uno nunca sabe de qué manera ni cuándo va a cambiarsu vida, y es preferible que así sea. Si alguien me hubieradicho: «Atenta esta noche, Caroline, porque alguien delpúblico va a experimentar una curación espontánea»...¿Cómo habría reaccionado? ¿En quién me habría fijado?¿Habría prestado atención a las dos personas en silla deruedas? ¿A algún niño enfermo, porque formaba con sumadre una escena que recordaba una Maternidad? ¿Ha-bría pedido que todos los enfermos levantaran la mano ylos habría contado, simplemente para saber cuántos suje-tos entraban en la lotería? No sé lo que habría hecho. Peroesa noche se produjo una curación completamente ines-perada. La velada formaba parte de una gira de promociónde mi nuevo libro, Entering the Castle [Entrando en elcastillo], y estaba previsto que se desarrollara como decostumbre. Presento el libro, charlo acerca del mismodurante un par de horas, respondo algunas preguntas yluego firmo ejemplares. Pero no fue eso lo que sucedióesa noche. Empecé como siempre, pero cuando me puse a des-
24 DESAFIAR LA GRAVEDADcribir el «castillo interior»,1 la imagen con que tan be-llamente santa Teresa de Ávila describió el alma, me dicuenta de que mi discurso no estaba transmitiendo su re-levancia mística. La gente que me escuchaba, simplemen-te, no entraba en contacto con el poder seductor de sualma a través de mis palabras, y me resultaba evidente quecualquier metáfora, analogía o descripción poética queusara se quedaría igualmente corta. De hecho, hablaracerca de la naturaleza del alma se volvía más frustrante acada minuto que pasaba; para mi público, el alma en sí noera más que un concepto abstracto, una palabra desligadade toda experiencia. ¿Cómo podía alguien conectar conla descripción de una experiencia mística? ¿Cómo preten-día yo que aquellas personas se entusiasmaran con unlugar del que no tenían ninguna experiencia? Las palabrasno aciertan a transmitir la experiencia de París, ¿verdad? Empecé a darme cuenta de que mis oyentes ansiabanuna experiencia mística auténtica, o lo más parecido a unaexperiencia mística. No querían que yo les hablara delcastillo interior, sino entrar en el suyo propio. Miré alpúblico, formado por más de ochocientas personas, y medije: «¿Cómo voy a hacer eso sin oración?» Santa Teresa dejó claro en sus escritos que la únicapuerta al castillo interior es la oración, la íntima devoción.Pero con los años he ido aprendiendo que, aunque el pú-blico no se siente incómodo con la meditación, las visua-lizaciones ni los momentos de silencio, ni siquiera térmi- 1. Santa Teresa de Jesús, Las moradas o castillo interior: «... paracomenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra almacomo un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, donde haymuchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que sibien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sinoun paraíso donde dice Él tiene sus deleites.»
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 25nos tales como «divino», «divinidad» o «Espíritu Santo»,en cuanto oye «orar al Señor» se le ponen los pelos depunta. «Eso es demasiado católico», me han dicho másveces de lo que puedas imaginar... y aunque no soy exac-tamente una fanática del Vaticano, yo procedo de un am-biente católico. Así que jamás había incorporado la ora-ción, ni siquiera momentos de silencio o de meditación,a mis talleres. Irónicamente, esa noche tuve que desafiar esa política.Sabía que si le decía a mi público simplemente: «Cierrenlos ojos, siéntense y escuchen mis palabras, como si losestuviera guiando hacia el interior de su castillo», no sóloestaría faltando a todo cuanto sé acerca del viaje místico,sino que aquella gente tan expectante también se vería pri-vada de la oportunidad de experimentar interiormente algotan tranquilo y auténtico. Sabía que el enlace transforma-dor que arrastra a una persona fuera de la mente y la llevaa un estado alterado de conciencia, por débil y breve quesea, es la oración y que, sin oración, todo el proceso deentrar en el castillo, esa metáfora del alma, no sería más queuna visualización. Para mí, aquello era hacerle un flaco fa-vor a la auténtica esencia de la experiencia mística. Yo distingo claramente entre un «viaje místico» y una«experiencia mística». Un viaje místico es un ejercicio inte-rior con un guión específicamente centrado en el alma. Enlugar de decir: «Relájense y sumérjanse en su energía»,como haría en una clase distinta de meditación guiada, or-deno a la gente que se sumerja en un «campo de gracia». Losdirijo hacia su castillo interior, hacia su alma, mediante laoración, no mediante la relajación. Uso para ello el vocabu-lario del alma y de lo sagrado. Una experiencia mística, porsu parte, no puede iniciarse a voluntad. Al contrario, es unsuceso espontáneo en el que un individuo se ve arrastradoa un estado alterado de conciencia divina.
26 DESAFIAR LA GRAVEDAD Así que dije a mis oyentes que el viaje al castillo inte-rior requería oración y gracia: no las oraciones repetitivaso de petición comunes, sino el tipo de oración que apartala atención de las distracciones externas y de los cincosentidos. El público estaba más que dispuesto, y así fuecomo, por primera vez en mi carrera, conduje a ochocien-tas personas en su viaje inaugural hacia su castillo interior. Mientras proseguía con el ejercicio, la atmósfera de lahabitación empezó a cambiar. Un modo de describirlosería decir que fue como si todo el mundo hubiera relaja-do los hombros y la mandíbula al mismo tiempo. La ten-sión había desaparecido y su ausencia era palpable. Me dicuenta en aquel momento de que compartir la oración yabrirse a la experiencia de canalizar la gracia en grupohabía creado un campo colectivo de gracia, que había ge-nerado una atmósfera mística propicia para la experienciade la curación. Un campo de gracia se forma cuando lagente se reúne para orar o para actos bienintencionadoscomo el de ayudar a otros después de una catástrofe. Senota la ausencia de negatividad en un campo de gracia y,aunque no dure mucho, la sensación de que la negatividadse ha evaporado es similar a la ausencia de tensión física,como si una brisa suave de armonía hubiera llenado lahabitación. Todos permanecen sin esfuerzo en un estadode calma y, sin necesidad de conducirlos, forman un coro,respirando al unísono, unidos en silencio en un únicoaliento común. Así es la ausencia de negatividad, y la gen-te abandona rápidamente esa tranquilidad interior encontadas ocasiones. Todos quieren permanecer en esteestado de gracia lo máximo posible, no porque lo reco-nozcan como tal, sino porque, por un breve instante, sonconscientes de que están experimentando una calma queno procede de sí mismos, que no han imaginado ni se haninventado. Es una calma que les ha sido otorgada, que está
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 27por encima de ellos; una calma que querrán recuperar unay otra vez. Después del ejercicio, pocos se animaron a dejar susasientos, lo que en una habitación en la que hay ochocien-tas personas es bastante inusual. El silencio no era un si-lencio normal, sino un silencio balsámico, curativo, quepenetraba profundamente en los corazones y las mentesestresadas de los oyentes. Querían permanecer en aquellaquietud llena de gracia lo máximo posible. Al final tuve que ponerme a firmar ejemplares, así quedi las gracias a todos, dejé el escenario y me dirigí a la mesapara hacerlo. Había centenares de personas haciendo cola.Me resulta imposible mantener una conversación con to-das y cada una, aunque bien hubiera querido, porque es-toy muy agradecida por ver a cada una de ellas. Precisamente porque cada persona de esa cola que hacomprado un libro quiere decirme algo o preguntarmealgo, siempre hay un «policía malo», por así decirlo, al-guien que se ocupa de animar a la gente a no detenerse.Esa noche, cuando ya casi había terminado la firma delibros, una mujer se me acercó por detrás. De algún modohabía conseguido burlar la vigilancia. Me dijo: «Llevo pa-deciendo dolor crónico desde hace veinte años en loshombros, la espalda y las manos. En todo este tiempo nohabía sentido alivio, nunca. No sé lo que acaba de suce-derme ni cómo ha sido, pero el dolor ha desaparecido y,no sé por qué, estoy segura de que no volverá. Me haparecido que le gustaría saberlo.» Me dijo esto mientras yo firmaba el libro de alguien.Levanté los ojos para mirarla. Con el rostro resplandecien-te de sobrecogimiento, me susurró: «Gracias», y se alejó. Quise correr tras ella y preguntarle: «¿Quién es usted?Cuénteme algo más acerca de lo sucedido», pero no podíaabandonar la firma de libros. Y, más tarde, ya se había ido.
28 DESAFIAR LA GRAVEDAD «La curación es auténtica» La gira promocional continuaba y seguían producién-dose curaciones. A veces eran inmediatas, como en la pri-mera ocasión. Otras veces recibía un e-mail de alguien quehabía asistido a una conferencia sobre Entering the Cas-tle y luego, al cabo de una o dos o tres semanas, mejorabade alguna dolencia que llevaba soportando desde hacíatiempo... y, en algunos casos, se curaba por completo deella. Al mayo siguiente, di el difícil paso de ofrecer un talleren Austin, Tejas, específicamente para personas que ne-cesitaran curarse. Lo fundamental de ese taller no era en-señar a la gente cosas acerca de la curación: era un tallerpara gente que verdaderamente necesitaba curarse. Gira-ba en torno a las enseñanzas de Entering the Castle, por-que para entonces ya me había dado cuenta de que lascuraciones se daban sólo en esos talleres en concreto. Ha-bía repasado las diferencias significativas entre los talleresdel castillo interior y los orientados a otros temas, comolos contratos sagrados, la anatomía del espíritu y la cien-cia de la intuición médica. Al principio no le veía sentidoal hecho de que escoger un determinado tema pudieracrear una atmósfera capaz de acoger la curación. Luegome di cuenta de que los talleres del castillo eran los únicosen los que yo vencía mi propia resistencia e introducía elelemento de la oración como medio para que los partici-pantes accedieran a su propio castillo interior. La oraciónatrae una respuesta de lo Divino y, como se refleja en larelación entre oración y curación, me di cuenta de queuno de los muchos dones que logramos a través de laoración es el don de la curación: un don que renueva nues-tra vitalidad física, emocional, mental y espiritual. Duran-te cada uno de los viajes hacia el castillo interior, especí-
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 29ficamente ofrecía una oración de curación, invocando lamística cualidad del don que es capaz de filtrarse en laenfermedad y sacudir las partes podridas de la mente quese aferran a las heridas sufridas décadas antes hasta el pun-to que pueden ser olvidadas y perdonadas. La diferencia era la oración, pero no sólo porque hu-biera transgredido mi propia norma de no orar en unseminario. Lo que importaba era que en el taller los par-ticipantes habían roto sus propias barreras de lo «polí-ticamente correcto» o incluso renunciado a una especiede arrogancia social que les había impedido reconocersiquiera que en su vida hacía falta la oración. Como meapresuro a señalar en todos mis talleres y libros, no merefiero a ninguna religión ni a ningún tipo de oración es-pecífica; sobre todo no me refiero al modo de orar de laIglesia católica. Quiero remarcar esto porque es amplia-mente sabido que yo soy católica, aunque no escriba des-de el punto de vista católico. La oración es un poder quetrasciende cualquier religión, porque es el poder de Dios. En este punto de mi introducción personal a la cura-ción, me di cuenta de que las curaciones realmente se es-taban dando, que aquello no era un «hacerse ilusiones dela New Age», como tan a menudo solía decirme. Así quetomé la decisión de terminar mis talleres siempre con unaoración guiada que condujera a los participantes hacia sucastillo interior para sanarse. El sobrecogimiento es un estado difícil de describir.Darme cuenta de que una habitación llena de gente oran-do en su castillo interior —lo que significa orando másallá de los límites de su razón— producía verdaderas cu-raciones fue algo que me sobrecogió profundamente; po-cas cosas en mi vida han logrado sobrecogerme tanto:estaba completamente atemorizada. «Sobrecogimiento»es una palabra maravillosa con muchas connotaciones,
30 DESAFIAR LA GRAVEDADmuy compleja. Algo que sobrecoge no sólo es «impresio-nante», el sentido en el que se usa típicamente; es un tér-mino que significa maravilla y pavor, admiración y tur-bación, a menudo simultáneos. Por fin estaba siendotestigo de la verdad que había estudiado en el institutoacerca de los místicos y la curación, del despliegue de lasleyes cósmicas y del modo en que esa experiencia puedeser a la vez humillante y estimulante. «Taller de curación» lo llamé, para corroborar mi de-cisión de confiar en ese «sobrecogimiento», de confiar enque aquél no era un fenómeno aislado y puntual, sino queese don curativo fluiría abundantemente independiente-mente de quién lo pidiera o cuándo y dónde lo hiciera, yde confiar en que no había dolencia, por grave que éstafuese, que constituyera un desafío para el poder de esagracia. ¿Estaba yo realmente dispuesta a adentrarme en esasaguas? Porque a pesar de que creo sin reservas que unopuede sanar, sabía que no todo el mundo sanaría física-mente. Tenía que preguntarme si tenía el empuje suficien-te para soportar la incredulidad y la decepción de los queno consiguieran el objetivo de recuperar la salud. Después de anunciar el taller de Austin, reconsiderélo que había hecho. A lo mejor, me dije en un momentode cordura, estaba siendo demasiado ambiciosa. Una cosaes enseñar a alguien y ver cómo el campo de gracia quecrea inspira una curación y otra muy distinta perseguiractivamente una curación. Lo que estás afirmando es quetienes acceso personalmente a un conocimiento capaz enpotencia de dar pie a la curación... y eso sube el listón dela responsabilidad considerablemente. Necesitaba ayuda, así que pedí a un colega y amigo,Steve Fanning, profesor de Historia a la par que dotadosanador, que impartiera el taller conmigo. Hace años que
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 31Steve quedó postrado a consecuencia de un ataque deasma que lo dejó en coma. La prognosis era que no vol-vería a caminar. Pero Steve se curó a sí mismo y en eseviaje se convirtió en vehículo para la curación de otros.En unas semanas nuestro taller se llenó al completo degente aquejada de todo tipo de dolencias, desde cáncer aestadios avanzados de diabetes, pasando por leucemia yVIH/SIDA. El primer día de taller, mientras miraba a toda aquellabuena, esperanzada y asustada gente, esperaba sentirmesuperada por la situación. Pero no: sentí por el contrarioque se apoderaba de mí la convicción de que «la curaciónes real». Aquella idea me atravesó como un rayo. Supeque tenía que creer por todos ellos. Steve llevaba añossiendo sanador, así que estaba cómodo en aquella «pielmística». A causa de su propia experiencia al curarse deuna dolencia que le habían dicho que era incurable, Stevehabía llegado a comprender que la capacidad del yo inte-rior, en otras palabras, del alma, para hacer lo imposiblesupera infinitamente las posibilidades de la medicina mo-derna. Para mí, aquel taller fue otro momento crucial paramí, porque demostraba mi creciente grado de comodidaden el campo de la curación. También se convirtió en elprimero de muchos foros provocativos acerca de la expe-riencia de la sanación. «Exactamente, ¿qué es la sanación?—preguntó alguien el primer día del taller—. ¿Puede de-cir, a simple vista, cuál de nosotros es más probable quese cure?» Puede parecer una pregunta digna de un espec-táculo de variedades, pero el hecho es que la gente piensaen estos términos. Sin duda, esta manera de pensar se debeen parte a la idea de que algunas personas son las «afor-tunadas» predestinadas a curarse, o que quienes van ahacerlo irradian un cierto resplandor que puede ser per-
32 DESAFIAR LA GRAVEDADcibido de modo intuitivo. Ni que decir tiene que ningunade estas presunciones se basa en la verdad, pero compren-do perfectamente que, cuando la esperanza se mezcla conla excitación, el resultado es esta previsión, bastante in-fantil: seguro que algo le va a suceder a alguien, ¿no? Parami asombro, me enteré luego de que muchos se habíanestado planteando la misma pregunta, pero habían sidodemasiado tímidos para formularla. Una pregunta así me obliga a fijarme en lo que subya-ce bajo la superficie... porque lo que implica acerca de lapsique de la persona que la plantea ocuparía por sí soloun capítulo entero. Tal pregunta obedece a la creencia enla existencia de un sistema cósmico de recompensa y cas-tigo, un Consejo de los Hados que ya ha determinadoquién es más probable que consiga curarse. La personaque pregunta puede estar diciendo de forma implícita: «Siya sabe si voy a curarme o no, entonces tanto da que lointente o que deje de hacerlo. Así que puedo quedarmede brazos cruzados.» O también es posible que le hagafalta una prueba del resultado para decidirse a hacer elesfuerzo. Si la curación no está garantizada, ¿para quémolestarse? Preguntas parecidas y las muchas conversa-ciones que han generado son el tema central de este libro. Durante el taller de Austin hubo dos curaciones des-tacables, cada una de ellas extraordinaria a su modo (comosi curarse interna y externamente no fuera suficientemen-te extraordinario de por sí). El último día, una mujer meagarró del brazo para que le prestara atención. Estaba alborde de las lágrimas, casi histérica. «Míreme —me dijo.Y luego en voz más alta, repitió—: ¡Míreme!¡Muevo lasmanos! ¡Puedo caminar! Apenas podía caminar cuandovine a este taller, apenas conseguía abrir las manos. Padez-co de artritis desde hace veinte años. Ahora dígame... dí-gamelo: si salgo de esta sala, ¿volveré a estar impedida?»
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 33 La abracé y sus sollozos me llegaron al corazón. Añosde ardiente dolor se habían evaporado como si nada. Sucuerpo había recuperado la movilidad. No se movía conabsoluta fluidez, pero tenía la suficiente movilidad paraabrir las manos y caminar sin ayuda. Le dije que creía quela curación que había experimentado no era algo de loque sólo pudiera disfrutar dentro de aquella habitación.A la mujer le daba miedo salir de la sala en la que habíaexperimentado su curación, pero con la ayuda de dosmujeres compasivas, al final se marchó. Mientras cruza-ba el umbral, parecía un pollito saliendo del huevo. Eralibre, pero temía que en cualquier momento volvieran lascadenas de hierro a sus muñecas, manos, rodillas y cade-ras. A medida que fue pasando el día y la tarde se convir-tió en noche, siguió libre de dolor y, al día siguiente, selevantó sintiéndose incluso mejor que cuando se habíamarchado a casa. No me enteré de la segunda curación hasta al cabo deocho meses. Impartía otro taller cuando una joven tomóla palabra y dijo que si estaba allí era para darme las graciaspor haberse curado. Había asistido al taller de Austin conun diagnóstico de cáncer cerebral terminal. Asistir a aqueltaller había sido su última esperanza. Después, había con-tinuado orando a diario en su «castillo interior» por lacuración. Pasados dos meses, el tumor no sólo había desa-parecido por completo, sino que los daños que ese tumorhabía causado a su sistema nervioso también se habíanrevertido. Su matrimonio, asimismo, se había recobradodel trauma de la enfermedad. A diferencia de las escasaspero asombrosas curaciones que se dieron durante el ta-ller, casi todas, como ésta, se produjeron a lo largo decierto periodo de tiempo, aunque no por ello no son me-nos extraordinarias.
34 DESAFIAR LA GRAVEDAD La curación como experiencia mística Desde entonces he impartido muchos talleres, en Aus-tin y en otras partes, dedicados a la curación. Mis ideas ymis observaciones me han llevado a identificar una seriede creencias que estoy convencida de que apoyan o en-torpecen el proceso curativo. Con mucho, la más signifi-cativa de las creencias que lo apoyan es que la curación es,en última instancia, una experiencia mística y no algo quepueda conseguirse mediante maniobras mentales. Pormística me refiero a que hace falta un poder trascendentecon propósito divino para devolvernos por completo lasalud, particularmente en los casos sin esperanza. Da igualsi se define esta fuerza trascendente como Dios, el Espí-ritu o la gracia. El hecho es que el cuerpo y la mente porsí solos no pueden desintegrar un ejército de células can-cerígenas que ha invadido varios órganos, mientras queesta sustancia espiritual, altamente refinada a la que merefiero como gracia, combinada con los recursos del co-razón y la mente, puede alcanzar cotas místicas. Hablar de curación fuera del contexto de una expe-riencia mística parece implicar que, hagas lo que hagas,una fuerza divina ya ha decidido si al final vas a recupe-rarte o no, y plantea nuevamente la pregunta de si real-mente importa lo que haga uno. Pero todo lo que hacesimporta, sobre todo cuando la curación se entiende en uncontexto místico. Como veremos, el reino místico no estágobernado por leyes físicas ni por la cosmología del kar-ma de un modo que seamos capaces de comprender ple-namente. Mientras que el karma es efectivamente una leycósmica, intentar discernir las razones kármicas para unaenfermedad determinada es como intentar describir todaslas playas del mundo observando un único grano de are-na. La arena es real, las playas son reales, pero el grano de
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 35arena no alcanza a explicar el tamaño, la belleza y la com-plejidad de todas las playas. Eso es imposible. Además, en términos de vida y muerte, inevitable-mente surge la pregunta de si existe un momento prede-terminado para que cada uno de nosotros muera. La po-sibilidad de curarse me indica que en cada una de nuestrasvidas hay experiencias que juntan ciertas fuerzas con granintensidad. El arquetipo de «la muerte y el renacimiento»nos visita a todos hasta cierto punto, pero a veces cobraímpetu y barre nuestra vida con gran intensidad, ofrecién-donos varios desenlaces simultáneamente... a veces dema-siados. En tales ocasiones, podemos elegir cooperar conel ciclo de la muerte en vez de con el ciclo de la vida, encuyo caso nos sumamos a fuerzas que nos llevan a morir.A la inversa, podemos escoger reengancharnos al ciclo dela vida, reevaluar el propósito y el sentido de nuestra vida,y renovar el compromiso de vivir libres de los hábitosdestructivos que nos han llevado hasta allí. Tal es el poderde la elección y la esencia del ciclo místico de muerte yrenacimiento. Muchos de los grandes místicos sabían trabajar en ar-monía con el universo a nivel cósmico, donde el orden dela vida está gobernado más por la gracia y la oración quepor las fuerzas físicas inferiores. Curaciones instantáneaso muy rápidas, por ejemplo, se entienden mejor median-te la «lógica mística» una vez que se ha comprendido lanaturaleza de la ley mística. La «lógica mística» es unamezcla de capacidades intelectuales y conocimiento conla conciencia de la naturaleza del reino místico. Comonorma, se nos enseña pronto a «escoger un bando»: a fo-calizar nuestros sentidos en el mundo exterior, que es unarealidad táctil, física, o a confiar en nuestro mundo inte-rior de experiencias tremendamente personales, subjeti-vas e intuitivas. Las experiencias físicas pueden demos-
36 DESAFIAR LA GRAVEDADtrarse y compartirse colectivamente, mientras que lassubjetivas e intuitivas —ya no digamos las espirituales—,no. Muchas personas me han contado que tenían amigosimaginarios o que vieron apariciones de hadas o de ánge-les cuando eran muy pequeños. En todos los casos, esosencuentros fueron dejando de producirse paulatinamen-te a medida que se aproximaban a la «edad de la razón»(los siete años, más o menos), cuando tendemos a apar-tarnos de lo que se llama la inocencia de la infancia paraacercarnos al dominio muchísimo menos mágico de lamente. Pero esos primeros años de magia, de inocencia,nos recuerdan a todos que nacimos con la capacidad depercibir el mundo de otra manera. De algún modo, a lolargo de siglos de venerar la mente racional, nuestra capa-cidad de percepción a través de los ojos del alma se havuelto no sólo difícil sino que desafía la estabilidad denuestra vida física y mental. Los poderes de nuestra razón son como mínimo unode los mayores retos para nuestra curación, porque la ra-cionalidad insiste en encontrar una explicación a por quélas cosas ocurren del modo en que ocurren, incluido porqué enfermamos. Sin embargo, raramente hay una expli-cación de por qué una persona cae enferma o entra en unciclo traumático. Pocas veces hay una explicación sencillade por qué hacemos o decimos algo, mucho menos paralas complejidades subyacentes de por qué nuestra salud onuestra vida se deteriora. Por muchos métodos curativosque pueda uno estudiar e incorporar a su vida, incluidasterapias y programas nutricionales —muchos de los cualesson sin duda beneficiosos—, la completa recuperación dela salud requiere más que lo que tales opciones puedanaportarnos individual o colectivamente. Podrán hacernosrecuperar la energía y sentirnos mejor un día o una sema-na, pero no es la «energía» lo que cura. Lo que cura es la
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 37gracia. Y la gracia no proviene de una dieta ni de trabajarlos recuerdos traumáticos de una infancia desgraciada. Loque aporta la gracia en abundancia es la oración. Por supuesto, cuando se trata de ciertos tipos de cu-raciones, a veces hace falta algo más que oración. Porejemplo: no cabe esperar que la oración compense la faltade sentido común. Uno también tiene que seguir sus pro-tocolos de curación alopáticos complementarios —detomar medicación a someterse a acupuntura—, así comoadoptar prácticas que mejoren la salud, como una adecua-da alimentación y hacer ejercicio. Pero simultáneamenteuno tiene que hacer lo necesario interiormente; eso es:perdona lo pasado; acepta aquello de tu vida que no pue-des cambiar; renuncia a cualquier plan personal acerca decómo se desarrollará tu curación y vive en el presente.Aunque ningún camino garantiza la curación, puedes se-guir el camino con menos obstáculos. Por ejemplo, a mu-cha gente le cuesta perdonar, precisamente porque vacontra la naturaleza de nuestra razón hacerlo. Perdonarno tiene sentido para nosotros emocionalmente y apela anuestro orgullo mucho menos todavía, aunque en teoríasuene estupendo hacerlo. Nuestra razón y nuestras emo-ciones prefieren la lógica de la justicia, el «ojo por ojo,diente por diente». El perdón parece ir en contra de tallógica, es como si dejáramos a la persona que nos agraviólibre de castigo. Pero el perdón es un acto místico, no unacto razonable. El perdón es un desafío destinado a lim-piar las ventanas de nuestra mente, particularmente aque-llas a través de las cuales podemos ver sólo nuestra nece-sidad personal de justicia. No puedes ver el dolor de nadiea través de esas ventanas porque, como espejos, te reflejansólo a ti: tú eres el centro del universo, el tuyo es el únicodolor que importa, y la justicia y la imparcialidad se basanúnicamente en lo que te conviene a ti.
38 DESAFIAR LA GRAVEDAD La mente nunca será capaz de reconciliarse con el per-dón; por naturaleza, la mente siempre está inventandoestrategias para reparar y mejorar el ego, sobre todo si hasufrido una humillación. El perdón representa una luchano sólo entre tú y la persona que te ha herido, sino entretú y Dios. El perdón puede ser una iniciación al nivel depercepción en que empiezas a entender que la justicia in-dividual idílica no puede existir nunca en ninguna socie-dad. La capacidad de perdón es nada menos que la acep-tación de un principio elevado de justicia divina, más quede justicia terrenal, como elemento subyacente que orga-niza los acontecimientos de tu vida. Cuando la compren-sión se produce a través del cristal de este principio supe-rior, los acontecimientos y las relaciones adquieren unacualidad impersonal. Las acciones de la gente están guia-das por fuerzas que nada tienen que ver contigo, aunquepuedan herirte cuando te cruzas en su camino. Tú tam-bién puedes herir a quienes se cruzan contigo... incluso site preocupas mucho por ellos. Este enfoque no nos exime en modo alguno de actuarcon responsabilidad ni de acudir a la justicia para aquellosasuntos que lo requieran. Lo que esta perspectiva nos apor-ta es el conocimiento de que cualquier acción que empren-damos nunca es una acción aislada, sino parte de un contí-nuum físico, emocional, mental, psíquico y espiritual. Muya menudo nos dejamos llevar por reacciones y fuerzas in-teriores desconocidas, y es difícil —extremadamente di-fícil— no perder la perspectiva de la complejidad de cadauna de nuestras acciones mientras estamos enzarzadosen una discusión con alguien. Piensa en lo a menudo que,tras una conversación acalorada, has intentado echar manode sucesos y episodios de tu vida que han podido influir enel modo en que has perdido los estribos en ese momento.Tal vez le digas: «Bueno, tuve una infancia difícil y un padre
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 39alcohólico, así que no es sorprendente que reaccione de estemodo a veces. Cuando has dicho eso que has dicho, me heacordado todas las veces en mi infancia que me gritaron ypor eso te he respondido con tanta furia.» En otras pala-bras, debe perdonarte porque tu rabia en realidad no eranada «personal», sino un producto histórico complejo sa-lido de tus cavernas interiores. Después de soltarle a la per-sona la letanía de tus problemas, esperas no sólo que teperdone completamente por lo que le hayas dicho o hecho,¡sino que te compadezca! El perdón es una fuerza trascendente que te libera demucho más que del individuo con el que tienes una peno-sa historia. El perdón te libera de un estado de concienciadel yo aferrado a una necesidad de justicia construida entorno al miedo a ser humillado, basado a su vez en expe-riencias de humillación previas. El perdón es esencial parala curación, porque requiere que renuncies a las necesida-des de tu ego de que la vida encaje en tu personal modode entender la justicia. Presentaré detalladamente el modo de lograr este gra-do de perdón en el segundo capítulo y, en el sexto, habla-ré más extensamente acerca de cómo es una ley místicaque gobierna la vida entera. Pero desde ahora tiene quequedarte clara una cosa: no puedes razonar tu camino deperdón. El perdón es un acto irracional. Tienes que apren-der a servirte de otra clase de poder interior para llevar acabo esta transformación. El desafío de sanar hoy Aunque sanar no es fácil, y quizá nunca lo sea, dosfactores interrelacionados son responsables en buena par-te de redefinir nuestro abordamiento de la salud y del
40 DESAFIAR LA GRAVEDADpotencial de curación humano. En primer lugar, estamosen plena «era de la energía» o «era psíquica», cuyo entra-mado incluye el estudio de nuestra naturaleza psíquica.En segundo lugar, hemos mezclado esa exploración conla búsqueda, igualmente apasionada, de la espiritualidad.El resultado es una epidemia de crisis espirituales erró-neamente diagnosticadas como dolencias psicológicas. Ambas cosas tienen que ver directamente con el mo-do en que abordamos hoy la enfermedad; reconocemosla crisis espiritual como una crisis específica, distinta deuna crisis psicológica o emocional, aunque pueda mani-festarse mediante la psique y las emociones. Si no lo re-conocemos así, a menudo acabamos medicando una crisisque, de hecho, no requiere sedantes ni ansiolíticos sinodirección espiritual. Presentando la Era de la Energía Ahora pensamos en nosotros no únicamente comocuerpos físicos, sino como «sistemas energéticos» querequieren varias clases de tratamiento. Nuestro sistemaenergético alberga nuestra psique, nuestras emociones ycapacidades mentales, nuestra mente inconsciente o sub-consciente y nuestro espíritu. Todos estos aspectos denosotros mismos requieren modos de tratamiento y cui-dados basados en sofisticadas filosofías de integraciónpsicológica. Además, su tratamiento tiene que armoni-zarse con la curación de nuestro cuerpo físico. Por si esto fuera poco, todavía no hemos aprendido aconsiderarnos plenamente seres «intuitivos». No hemosestablecido aún un modelo de salud y enfermedad quedetermine la relación entre los reinos de lo físico y lopsíquico. Seguimos sin reconocer que ciertos desórdenes
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 41se deben a traumas psíquicos o que son debidos a influen-cias macropsíquicas. Cuando digo influencias macropsí-quicas me refiero a la contaminación energética, un tipode contaminación imposible de medir, pero que está, noobstante, presente y es muy tóxica. Por ejemplo, vivimosen una atmósfera plagada de tecnología invisible. Imaginoque si pudiéramos oír todos los mensajes de radio y deInternet viajando por el aire nos volveríamos locos. Peroaunque de hecho no oímos ni vemos todas esas transmi-siones, todas esas ondas, estamos sintiendo psíquicamen-te esos datos mientras cruzan nuestro campo energético.Tendemos a pasarlo por alto porque nuestros cinco sen-tidos no pueden «razonar» con tal realidad. El problemaqueda literalmente fuera del alcance de nuestros cincosentidos, así que lo descartamos con la idea de que «si algono se puede ver, ni oír, ni saborear, ni tocar u oler, en rea-lidad no puede perjudicarnos». Lo cierto es que todavíatenemos que desarrollar el mecanismo intelectual o psí-quico para manejar lo que somos capaces de percibir in-tuitivamente, así que descartamos los datos procedentesde nuestra inteligencia intuitiva y confiamos en cambioen los «datos científicos» para guiarnos. Yo sospecho, sin embargo, que esas redes masivas decomunicación generan un enorme campo de «radicaleslibres psíquicos» que penetran en los sutiles y porososcampos energéticos de la población. Los efectos a largoplazo de la guerra de Irak, por ejemplo, o el dramático, ypodría decirse que traumático, declive de la economía hantenido sin duda un impacto colectivo en la salud psíquicade la nación, así como en el estado de sus finanzas. Elestrés de la gente es palpable, mana de sus campos de ener-gía como una lenta y densa niebla que llena la atmósferacolectiva con una sensación de terror. Todos notan el pesode esos radicales libres psíquicos, desde quienes ya abra-
42 DESAFIAR LA GRAVEDADzan la consciencia intuitiva hasta quienes reaccionan deun modo visceral... gente cuyos sistemas intuitivos estánempezando apenas a despertar. Incluso es posible que elaumento de desórdenes energéticos —cambios de humor,ataques de ansiedad, incapacidad para concentrarse, tras-tornos del sueño, TDH e incluso puede que el autismo—esté influenciado por la combustión espontánea causadapor el choque de la era de la intuición con la tecnologíade la energía. No reconocemos del todo aún los parámetros de lasalud psíquica y el bienestar, a diferencia de los de la saludfísica y psicológica. Nuestra naturaleza psíquica e intui-tiva no nos parece todavía lo bastante real para conside-rarla un factor reconocido de nuestra salud. Sin duda lle-gará el día en que lo sea, pero entretanto la ausencia deeste banco vital de conocimiento y de la capacidad paraevaluar acertadamente un desorden psíquico —no diga-mos ya de tratarlo— ha puesto a mucha gente en situaciónde peligro, porque está sometida a medicación cuando loque necesitaría es un tratamiento mucho más sagaz porparte de alguien experto en reconocer los trastornos porestrés originados por el sutil e impersonal campo de laconsciencia. Crisis espiritual: una realidad de nuestros días Tampoco hemos reconocido la naturaleza precisa dela crisis espiritual como la «noche oscura del alma»,2 como 2. Juan hace una convincente descripción de los momentos de lavida en que se desvanecen las consolaciones y orar es imposible. Eldeseo sigue presente, pero se ha agotado en el intento de liberarse delos ídolos. El teólogo Karl Rahner lo describe diciendo que «todas
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 43un verdadero sufrimiento que experimentan innumera-bles individuos en nuestra sociedad. Tal crisis queda fue-ra del alcance de la razón; eso es, el sufrimiento del almano tiene lugar en la mente, incluso si la mente es la quemanifiesta la oscuridad del alma. Pero si nuestro sufri-miento está anclado en el alma, ¿cómo respondemos a esoen una sociedad donde lo sagrado no tiene valor clínico? En el tradicional marco de un monasterio o un a–s´ram,quien deseara realizar un peregrinaje interior, un viaje es-piritual, lo más probable es que tuviera acceso a maestrosespirituales, mentores o gurús, que conocerían los rigoresde la senda interior y advertirían al buscador acerca de laexperiencia de la disolución del ego que tendría lugar enla oscuridad una y otra vez. ¿Por qué está pasando esto ahora? Por una razón: por-que la sociedad contemporánea nos ofrece un ingredien-te único de nuestro tiempo: fácil acceso a refinados textossagrados y a enseñanzas espirituales que inspiran el ape-tito por la vida interior, en una atmósfera que alienta labúsqueda de integración y curación psicológica y emo-cional.las sinfonías de la vida permanecen inconclusas». En todas las rela-ciones, en todas las posesiones surge esta sensación de carencia. Estafrustración y la atracción por algo situado «más allá» es la inquietudque causa la permanente invitación de Dios a una unión más profun-da. Juan de la Cruz asegura que el amor de Dios está en algún lugar,presente entre los desechos de la vida, pero que no será experimen-tado como amor al principio. Hace falta paciencia, confianza y per-severancia. El amor de Dios nos libera de los ídolos y restablece lasalud del alma. El alma necesita pasar por un proceso de sufrimientoy lo incorrecto sería sanar esta condición de manera artificial o ne-garla. Hay que afrontarla, recorrerla con paciencia y estar atentos ala llegada del amor. Juan aconseja prestar «atención amorosa» en laoscuridad, ser un guardián en la noche. (N. de la T.)
44 DESAFIAR LA GRAVEDAD Cuando nos abrimos al vasto territorio de la psique yel alma, el mundo interior empieza a consumir el mundoexterior. Sin el ojo agudo de un director espiritual exper-to, es fácil malinterpretar la crisis espiritual, y ésta puedeacabar convirtiéndose en un problema psicológico. La depresión espiritual se parece mucho a la depre-sión clínica, pero no es lo mismo. Las señales distintivasson cruciales, pero a alguien inexperto le cuesta verlas.De ellas depende interpretar la fuente de la depresióncomo un problema que requiere medicación o como unproceso de transformación que necesita más bien re-flexión, debate sobre las fases de la noche oscura y com-prensión de la naturaleza de la oración mística. He co-nocido a muchas personas que han sido tratadas pordepresión y por otras dolencias cuando, de hecho, seencontraban en las fases profundas de una crisis espiri-tual. Sin el apoyo adecuado, esa crisis se encauza mal ydesemboca en problemas para relacionarse con los de-más, un problema con la propia infancia o un malestarcrónico. Además, hemos hecho del proceso de curación algoexcesivamente gravoso y complejo. Hoy no es infrecuen-te abordar una enfermedad como una nueva relación ab-sorbente y exigente, una en la que dicha enfermedad seconvierte en el medio para alcanzar un fin, en un amigoque nos visita temporalmente, en una puerta hacia unanueva vida así como a vidas pasadas, en la motivación parasacar a la luz cada sentimiento doloroso del pasado, y enla inspiración para empezar a encontrarle sentido y pro-pósito a nuestra vida. Aunque es comprensible que unaenfermedad pueda impulsarnos a reevaluar lo que es im-portante, desmantelar todo nuestro mundo de golpe esuna tarea hercúlea que incluso una persona totalmentesana infrecuentemente estará preparada para emprender.
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 45Este modo de entender la enfermedad está también másallá de la lógica ordinaria y de la razón; da a entender queuno se deja llevar por el temor y el pánico más que por lavoluntad de efectuar sólo las elecciones esenciales. La cu-ración exige que te centres en los elementos de tu vida querequieren atención inmediata y que son esenciales para tutransformación sanadora. El factor global y la salud Por último, debemos tener en cuenta de qué modo lascuestiones globales y psíquicas afectan a la calidad de nues-tra salud. Hay tres puntos de presión psíquica fundamen-tales que forman ya parte de nuestras vidas, y que no van adesaparecer. Primero: los cambios se producen instantá-neamente, mientras que hace apenas unas décadas encon-trábamos consuelo en la ilusión de no ser conscientes delos sucesos que se producían en otras naciones. Ese puntociego ha desaparecido definitivamente. Segundo: todos loscambios son mundiales, tanto por su impacto como por sumagnitud. Somos un planeta profundamente consciente delas cuestiones medioambientales, las armas de destrucciónmasiva, la escasez de combustible y alimentos, y la inter-dependencia de los mercados financieros. Nos hemos con-vertido en una comunidad planetaria estrechamente rela-cionada, si bien es cierto que agresiva. No hay manera devolver a las políticas de aislamiento o de dominación. Ter-cero: el cambio tiene la profunda capacidad de afectar a losindividuos, las familias, las comunidades, las naciones, lasculturas y el entorno. Lo que quiero decir con esto es quelos cambios que estamos experimentando en la actualidadtienen consecuencias externas que van más allá de la expo-sición a las nuevas tecnologías. Como comunidad global,
46 DESAFIAR LA GRAVEDADdebemos afrontar la desintegración de los recursos plane-tarios así como cambios climáticos extremos. Que el cam-bio es profundo significa que nadie está al margen de lo quesucede en nuestro planeta. Éstas son las condiciones de una nueva era, una épocade intercomunicación con unas hebras tan estrechamenteentretejidas que cada uno de nosotros debe considerar supapel en esta vida significativo para la vida en su conjun-to. Una vez más, ésta puede parecer una postura pocorazonable para las mentes ordinarias, pero ten en cuentaque el principio fundamental de la «literatura de la ener-gía» es que los pensamientos y las actitudes son un poderprimario del individuo. Hasta el momento esta verdad hasido aplicada con más entusiasmo a la salud y a la cu-ración, pero una verdad no puede limitarse a un solo as-pecto de la vida. Si los pensamientos, las actitudes y lascreencias son lo bastante poderosos para curar una enfer-medad, ¿no podríamos enfocar de manera activa y condeterminación nuestras intenciones positivas en la cura-ción de este planeta? Los radicales libres psíquicos sonuna realidad, el resultado de los residuos de nuestro pen-samiento negativo colectivo y de nuestras emocionesdesatadas, porque tenemos que elevar el listón de loconscientes que queremos ser del invisible poder queposeemos. Ya no podemos permitirnos ser selectivoscon esto y aplicar el pensamiento positivo sólo a nuestrasalud personal pero no a todo lo vivo. Está todavía por ver hasta qué punto estos cambiosglobales y psíquicos nos afectan, pero no cabe duda deque lo hacen. La «razón» en sí misma requiere ser sometida a exa-men. Como especie, hemos ido confiando progresiva-mente más en nuestra capacidad de razonamiento pararesolver los problemas como garantía de supervivencia.
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 47Se ha convertido en algo rutinario reunir a los líderesmundiales en conferencias para que resuelvan proble-mas políticos o monetarios, o para dictar sanciones contralas políticas de otras naciones de modo que vuelvan a ac-tuar conforme al código de la familia global. La creaciónde las Naciones Unidas fue el primer intento significati-vo de encontrar soluciones razonables a problemas mun-diales tan catastróficos como el hambre, las enfermedadesy la pobreza. Confiamos en esos foros, y en la capacidadde sus representantes y de otros líderes mundiales. Con-fiamos en que éstos tendrán el buen juicio de no cometerel acto final de locura de lanzar armas nucleares de alcanceglobal. No es razonable, al menos para las personas cuer-das, que la humanidad pueda llegar a actuar de un modotan absurdo, y todavía no hemos llegado a ese punto. Es-tamos en un punto «más allá de la razón» de nuestra evo-lución, lo que significa que el tipo y el alcance de los pro-blemas a los que nos enfrentamos no pueden resolversesimplemente sentando a personas «razonables» a una mesa. No podemos, valga de ejemplo, razonar con la madrenaturaleza. No podemos sancionar el calentamiento glo-bal ni declarar la guerra a las capas de hielo que se fundenen el Ártico para que dejen de fundirse. No podemosreunir la población de abejas, que está disminuyendo, yexigirles por ley que dejen de morir para que sigan poli-nizando nuestras plantas, no vaya a ser que padezcamoshambre por falta de regeneración vegetal. La razón denada sirve cuando se trata de la madre naturaleza y, pues-to que nosotros formamos parte del sistema de vida de lamadre naturaleza, intuimos que eso es así. Notamos unapresión psíquica en la atmósfera colectiva, una ansiedadcompartida que es tanto personal como impersonal, comosi la atmósfera estuviera preñada de desastres inminentes.Pero nuestros cinco sentidos siguen diciéndonos que el
48 DESAFIAR LA GRAVEDADmundo en que vivimos parece igual que siempre. Sólointuitivamente sabemos que no es el mismo. Todo ennuestra vida está cambiando con gran rapidez, tan rápidoque el mundo en el que nos despertamos es significativa-mente distinto del mundo en el que nos vamos a dormirtodas las noches. Algunos se levantan por la mañana sien-do millonarios, por ejemplo, y se acuestan siendo pobres.Mucha gente a la que nunca se le pasó por la cabeza quese vería en la indigencia se encuentra precisamente en estasituación crítica. Actualmente estos problemas no son infrecuentes. Dehecho, estos cambios de vida fulgurantes se han conver-tido casi en algo frecuente. Las personas que se encuen-tran en medio de estas crisis hubieran considerado talessucesos irracionales hace apenas unas décadas. Pero lacreencia de que la vida es un contínuum de sucesos razo-nables con consecuencias programadas y sin cabos sueltostiene su origen en el miedo. Es más, te impide imaginarque puedas lograr cualquier cosa que la razón considereimposible, como curarte de una enfermedad que los de-más consideran terminal. Para conseguir lo imposibledebes desoír la voz de la razón y acceder a la parte capri-chosa de tu naturaleza, esa que inherentemente disfrutacon las posibilidades de la imaginación. Considera que estamos viviendo un punto crucial dela historia de la humanidad, un tiempo de crisis profunday de grandes oportunidades. Puede que no sea razonablesuponer que tú puedes marcar la diferencia para un mun-do en crisis por el modo en que emprendes tu propia cu-ración, pero yo creo que es cierto. No tiene sentido paranuestras mentes lógicas que, sanando nosotros, la vida ensu conjunto sane. Sin embargo, el poder de una semilla demostaza puede mover una montaña; el poder de un des-tello ilumina la oscuridad; el poder de una persona leal a
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 49la verdad se convierte en un canal para la gracia de la cu-ración que beneficia a toda la humanidad. Da igual de loque sanes, ya sea del pensamiento negativo o de un cáncermetastásico, el acto de curación de algún modo represen-ta una diferencia para todos los habitantes del planeta.Ésta es una verdad que queda fuera del alcance de la ra-zón, pero así sucede con todas las verdades místicas, y espor ello que dicha verdad tiene el poder de curar. El factor de la gravedad Cuando pienso en la gravedad, me viene a la cabeza laimagen de Isaac Newton recostado al pie de un árbolmientras una manzana, que contiene simbólicamente lainspiración de ley de la gravedad, se desprende de unarama. Newton, por supuesto, está considerado uno de lospilares de la Ilustración y de la Era de la Razón, dos pe-riodos que se solapan, comprendidos entre el siglo XVI yel siglo XVIII. Newton, así como sus predecesores, inclui-dos Copérnico, Galileo y Descartes, y contemporáneoscomo Locke y Spinoza —entre otros muchos científicosy filósofos destacados de este renacimiento del pensa-miento—, se situó en el umbral de un despertar del poderde la mente que cambiaría el mundo occidental. A resul-tas de esta corriente de pensamiento, la sociedad europeasufrió una transformación demoledora, reaccionando ala superstición y la mentalidad mística promovida por laIglesia medieval. El Renacimiento señaló el amanecer deuna nueva era, una época que reformaría incluso los mitoscelestiales acerca de la naturaleza de Dios. Si los sistemascelestes eran ordenados, si la Tierra de hecho daba vueltasalrededor del Sol, si leyes como la de la gravedad gober-naban todos los objetos que caían en una especie de ar-
50 DESAFIAR LA GRAVEDADmonía universal, entonces Dios también tenía que ser unser lógico. La razón era el poder que había que esforzarsepor alcanzar, la cualidad primordial del ser humano. Todo lo material tiene su equivalente simbólico en elreino arquetípico, que da sentido a todo objeto o fuerzafísica. Este sentido puede llegar a comprenderse interpre-tando los efectos del objeto o de la fuerza sobre el mundofísico. Otro modo de decirlo es que la ley de causa y efec-to actúa en muchos otros niveles además del físico. Lasfuerzas psíquicas y emocionales, por ejemplo, tambiéntienen causas y efectos. En el reino de la ley mística, sinembargo, aunque la ley de causa y efecto funciona con lamisma fiabilidad que en el reino de la ley natural, es mu-cho más porosa o está mucho más abierta a influenciasque no existen en el reino físico. Gracia y oración, porejemplo, tienen el poder de influenciar la dinámica de lasleyes del reino místico. Algunos místicos eran capaces, dehecho, de «desafiar la gravedad» como resultado de suconocimiento de la ley mística y de su confianza en elpoder de dicha ley. Se sabe que algunos levitaban en esta-do de éxtasis —como Teresa de Ávila— o tenían el donde la bilocación, la capacidad de estar en dos lugares almismo tiempo. (Me referiré a las leyes místicas extensa-mente en el sexto capítulo.) Entender que las leyes del universo, incluida la ley dela gravedad, pueden funcionar de manera simbólica, re-quiere que entrenemos la mente para percibir más allá delas limitaciones de la razón y de la lógica. En primer lugar,tenemos que comprender otros significados del término«gravedad», como son «seriedad» o «pesadez». Simbóli-camente podemos decir que Newton descubrió la «ley dela seriedad» (la ley de la relación entre la razón y el sim-bólico «peso del pensamiento»), además de la ley de lagravedad. Desde luego que podemos decir que Newton
MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN 51hizo un descubrimiento científico al identificar la ley dela gravedad, pero desde otra perspectiva mucho más in-trigante, el caso es que Newton tuvo una experiencia mís-tica durante la cual percibió una visión fugaz de la unici-dad esencial del universo. Vio a través del velo ese díaconcreto de su vida para comprender el funcionamientode una de las leyes físicas (a la que llamó ley de la grave-dad) que refleja la verdad mística constante de que «lo queestá en uno está en el todo». Él vio «el todo» ese día, y sedio cuenta de que todas las cosas están sujetas a una leyrelacionada con el peso y la fuerza. Que aplicara su per-cepción mística a la ciencia formaba parte de su tarea, perola consecuencia mística fue que el peso energético —elpeso psíquico— empezó a transferir más «seriedad» alpensamiento y que la ciencia adquirió más y más impor-tancia, eclipsando el valor del conocimiento emocional eintuitivo. ¿Cómo se traducen la razón y el «peso simbólico delpensamiento» en nuestra experiencia de vida cotidiana?Es muy sencillo. Piensa en una persona a la que conside-res poco razonable. Te frustras porque, digas lo que digaso por lógicamente que le expongas tu postura, esta per-sona te manipula emocionalmente o se pone histérica o teataca. (Seguro que conoces al menos a una persona queencaja en esta descripción.) Recuerda la rabia creciente yla frustración que sientes mientras continúas aplicando lalógica y siendo razonable, pero obtienes sólo respuestasensimismadas y defensivas y te das cuenta de que la otrapersona no ha escuchado ni una palabra de lo que le hasdicho. Ahora deja que ilustre esta misma situación con uncaso real. Una mujer a la que llamaré Sara se casó por segundavez a los cuarenta y tantos. El hombre con el que contra-jo matrimonio se jubiló seis meses después de la boda,
52 DESAFIAR LA GRAVEDADmientras que Sara siguió trabajando. Tontamente, ella nohabía propiciado antes de la boda una conversación enprofundidad acerca de las finanzas como suelen tener lasparejas de mediana edad que se casan por segunda vez,aunque posiblemente eso no habría supuesto diferenciaalguna. Cuando llevaba unos cuantos meses retirado, su ma-rido empezó a gastar sus ahorros despreocupadamente yde un modo escandaloso en cosas que siempre había que-rido tener. Lo justificaba diciendo que, ahora que estabaretirado y casado con una «mujer trabajadora», se creíacon derecho a darse caprichos durante sus años dorados.En un solo año, no sólo había acabado con su plan depensiones de casi 400.000 dólares, sino que había acumu-lado una deuda considerable. La familia y los amigos de Sara le decían: «Habla conél. Consigue que entre un poco en razón. ¿No se da cuen-ta de lo que está haciendo?» Sin embargo, ningún «razo-namiento», por extenso que fuera, habría conseguido queaquel hombre cambiara de postura, porque él estaba en-casillado en la suya de «tener derecho a» y su mujer en lade la lógica y la razón. Piensa en este punto fijo como enun ancla de «gravedad», una marca en la línea temporalde tu vida en la que parte de tu energía se congela «enmateria», lastrándote a consecuencia de una mala expe-riencia, un trauma o un abuso de poder que tendrás quesolucionar en algún momento en los años venideros. Cuantas más «anclas de gravedad» acumules, con más«peso» emocional, psicológico y mental cargarás. Paraexplicarlo en términos newtonianos: te vas lastrando enla «gravedad de la vida», incapaz de imaginar las alturasde la existencia mística o espiritual. Esas alturas quedancontaminadas por lo lastrado que estés por la negatividad,de modo que lo que podrías lograr o aquello en lo que
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