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Como no te voy a querer

Published by arisiyu, 2020-09-13 23:19:13

Description: Historias del mundial y de la vida

Keywords: fútbol,anécdotas,alegría,historias

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ariana sierra COMO NO QUERER TE VOY A 1

Autor ARIANA SIERRA Diagramado por ARIANA SIERRA Fotografías ARIANA SIERRA VALERIA BADO LIMA AGOSTO 2020

CONTENIDO COSAS DE FÚTBOL 2 ERA HOY 5 LA ALEGRÍA 11 ALEA JACTA EST 14 ENTRE AVIONES 20 TIEMPO AL TIEMPO 26 EL BRAIAN 32 EL METRO 35 AL FONDO HAY SITIO 42 DON´T STOP ME NOW 48 SARANKS 52 KRÁSNAYA 56 FIESTA 58 KFC 62 LA KGB 64 EL YIN Y EL YAN 67 LA HINCHADA 70 VAR 74 TARJETA ROJA 78

Para Alekos y Vale los amores de mi camino, por esa hermosa complicidad, sin la cual esto nunca se hubiera escrito

EL ENTRENAMIENTO

COSAS DE FÚTBOL Siempre me gustó el fútbol. No sé si por el juego como tal; por las emociones que transmite o por la envidia (nada sana) de ver a mis hermanos siempre en el parque con la pelota y los amigos, mientras las [hermanas] mujeres hacíamos mercado o limpiábamos la casa. Sea por una o todas las anteriores; siempre me gustó. A mi hija no necesariamente. Y eso que a sus cuatro años ya la había llevado a la mismísima tribuna norte a ver al Brasil de Ronaldo y Ronaldinho; la había despertado tempranito para ver los partidos de madrugada en el mundial Corea-Japón y a sus siete ya habíamos visto la final del mundial de Italia en el “Circolo Sportivo Italiano”; que es lo más cercano a ser italianos en Lima. Su último y gran acercamiento al mundo del fútbol sucedió en el “Sudáfrica 2010”, cuando a sus diez años decidió que sería hincha de España… y de las vuvuzelas1 que se pusieron tan de moda en ese mundial y que atormentaron mi casa y mis oídos hasta varios meses después de 1 Las vuvuzelas son una especie de trompeta larga de material plástico, utilizadas por los aficionados para animar a sus equipos o clubes deportivos.

terminado el campeonato, así como sonaron los nombres de Iniesta, Puyol o Casillas, que ya parecían nuestros parientes de tanto mentarlos. Como hincha declarada de España, vio todos los partidos de esa selección. Ella, que estudiaba en un colegio alemán juró que si llegaba el día en que se enfrentaran España y Alemania no iría al colegio. La fecha llegó y la noche anterior me rogó dejarla faltar, algo que evidentemente le negué. Al día siguiente fui como siempre a despertarla y al no escuchar ningún ruido o la queja típica de “un ratito más”, abrí la puerta de su dormitorio y abrí más los ojos al verla sentada, con el torso descubierto y literalmente “pegada” a la cabecera de su cama con metros de cinta adhesiva enrollada alrededor de su cintura diciéndome: yo hoy no voy. Fue uno de esos momentos épicos en los que, dada la creatividad del caso, la firmeza que debemos poner las madres en la educación se encuentra a punto de derrumbarse. Pero resistí; y con una voz muy grave (léase gritando) le dije “de ninguna manera” y despegándola (literal) de la cama la mandé al colegio. Ese día España le ganó a Alemania; y tal vez porque fue la única niña que hinchaba por la madre patria ante la pantalla gigante que las 3

monjas alemanas instalaron para ver a su selección; no me perdonó nunca el no haberla dejado faltar ese día. Como es sabido, España campeonó y mientras la plaza de Cibeles celebraba eufórica su primera estrella mundialista a mi hija se le acababa su historia futbolera y su espíritu futbolístico y después de ese Mundial dejó de entender como su madre podía ver sola los partidos, emocionarse y gritar como si alguien en el campo la escuchara y; menos aún; como se paraba a cantar el himno con la mano en el corazón como si estuviera en alguna tribuna del estadio nacional. Pero – y acá cito a Blaise Pascal -el corazón tiene razones que la razón ignora. Aunque en este caso fue la vida la que tuvo esas razones para que la historia continuara. 4

ERA HOY En la segunda etapa de las eliminatorias mundialistas 2018, la selección tuvo a los hinchas matemáticamente hablando, mientras el corazón nos decía que sería otro año sin ir al Mundial. Sin embargo; con la ayudadita de los puntos quitados a Bolivia gracias a una impugnación que hicimos de la mano de nuestro archi rival Chi-chi-chi-le-le-le y, como los caballos que en el último tramo de la carrera ganan por una nariz, pasamos del puesto ocho al puesto cinco de la tabla dejando atrás al entonces campeón de América, que hasta hoy y para siempre lamentará no solo habernos rayado el estadio sino habernos ayudado a cerrarle el paso del mar negro a Bolivia. El quinto lugar nos daba la posibilidad de ir por el repechaje, es decir jugar un cupo adicional con un equipo de Oceanía en partidos de ida y vuelta: es decir uno allá y 5

otro en casa. Empatamos allá y el Perú completito esperaba el partido en nuestro estadio. Ese año, y según recuerdo, por primera vez se vendieron entradas on-line para los últimos partidos de las eliminatorias y obviamente para este repechaje. Con esa novedad virtual se pretendía desterrar a los que se apostaban días de días en las afueras del estadio para comprar entradas que revendían después a precios insólitos, aprovechando esa locura que pese a quien le pese desató la selección. Mi sobrino y yo; cada uno en su casa y frente a su computadora hizo su cola virtual desde las cuatro de la madrugada, buscando conseguir una entrada. Pero como miles más que hicieron esas colas a ciegas; no conseguimos nada. Parecía que también había revendedores virtuales. Y acá abro un paréntesis: si algo desesperaba de ese sistema era no poder ver si realmente alguien se te estaba “colando” y desahogarte con silbidos y 6

algún que otro grito peruanazo del tipo: “¡oe anda haz tu cola pues!”. Claro, el COVID-19 no había llegado aún para enseñarnos que aprenderíamos a comunicarnos sin vernos, como tan naturalmente hacemos hoy a través de las plataformas de enseñanza y comunicación. Eso era algo imposible de imaginar ese año en que nuestras costumbres eran de lo menos distancia social y lo más calor humano que se conociera. Cierro paréntesis. La distancia entre mi casa y mi oficina de ese entonces era de unos siete kilómetros. Al menos una vez a la semana iba caminando. Ese día, enfundada en mi camiseta blanquirroja caminé. Y fue una de las caminatas más lindas que hice en esos tres años en que trabajé ahí. ¡¡Porque vi una Lima feliz!! .Como dijo mi amiga Cinthy que es una filósofa (de la vida, no del fútbol): Necesitamos más de esto. Hasta el noticiero es otra cosa. Y era. 7



Toda Lima estaba roja. Todo Lima estaba blanco. El tráfico se aligeró con el ta ta ta ta tan tatata tan Perú de los claxon y la música de porque yo creo en ti; que sonó todos los kilómetros que caminé. La gente hasta se decía los buenos días; como cuando te saludas con los vecinos del barrio por purita buena educación. Parece que el usar los mismos colores nos uniformizó el corazón. Las entidades estatales habían decretado feriado nacional y en las oficinas y centros comerciales todos tenían bandas peruanas adornándoles el pecho. Ni en 28 de julio2 con multas, vi tantas banderas. Más caminaba, más alegría sentía y más ganas tenía de conseguir entradas. Algo me decía que las iba a conseguir. Esa sensación que uno tiene cuando sabe que no hay que ocuparse mucho, porque va a pasar. 2 El 28 de julio se celebra la independencia del Perú y es obligatorio colocar bandera en cada casa, bajo pena de multa.

Así que no me sorprendí cuando a media mañana me avisaron de una persona que tenía entradas. El problema fue que sólo tenía una y yo necesitaba dos: para mi sobrino y para mí. Pero ya no tenía tiempo de buscar más. Con dos golazos ganamos; porque ese era el día Ramón, como lo gritó con el corazón Daniel Peredo, el narrador de fútbol más carismático de esos tiempos y que por designios de la vida murió antes de ver al Perú jugando en el Mundial. Nos clasificamos y lo disfrutamos a rabiar. Mi sobrino en la tribuna de un estadio que desbordaba alegría y yo en el asiento preferencial, de mi salita de estar, junto a mi padre. La vida sabe lo que hace. 10

LA ALEGRÍA Cómo no te voy a querer Cómo no te voy a querer Si eres mi Perú querido El País bendito que me vio nacer Después de 36 años Perú clasificó al Mundial de fútbol Rusia 2018 y a nadie le importaba si fue por repechaje o si por ganarle a un equipo neozelandés que hacia el “haka” con más precisión de lo que pateaba la pelota. Perú clasificó al mundial. Punto. El país estaba paralizado. Bueno no paralizado. Estaba bullendo de alegría y bailes y cánticos de aliento; especialmente uno que se volvió extremadamente popular y que reemplazó al “Perú campeón, Perú campeón, es el grito que repite la afición (..)” de los últimos 40 años. Tenía solo tres oraciones distintas, pero se convirtió en el grito corajudo de una hinchada blanquirroja que tenía ganas de gritarle al 11

mundo que, a pesar de todos los problemas, la corrupción y las desigualdades que vivíamos, había algo que nos unía y que nos podía llenar de orgullo. Ese cántico se repetía una y otra vez… no había coro y estrofas. Sólo había coro. O sólo estrofas. O sólo oraciones. Como sea que fuera, se cantaba una y otra vez en las calles, en las oficinas, en los restaurantes, en los carros y en los micros3. Se respiraba un Perú feliz porque, como no te voy a querer. No sólo los que nos gustaba el fútbol estábamos contentos, porque la alegría es una emoción y las emociones se contagian y esa alegría llegaba ese noviembre del 2017 para hacernos olvidar los escándalos de corrupción de “hermanitos” y “compadritos” que se venían descubriendo en ese entonces y que con el tiempo le darían un nuevo giro a la historia del país. 3 En Perú se le llama micros a los buses o autobuses de transporte público. 12

La algarabía era total por esos días, la gente usaba orgullosa sus camisetas con la banda roja o blanca cruzada sobre fondos blancos o rojos; según correspondiera; las vinchas o los gorros o el buzo completo… lo que sea. Después de mucho tiempo el Perú se puso de moda y la gente mostraba con orgullo los símbolos y colores patrios del país bendito que nos vio nacer. Muchos empezaron también a hacer planes para ir al mundial. Yo lo pensé, pero en mi espíritu práctico decidí mejor invertir ese dinero en remodelar mi cocina. El Mundial lo vería como siempre por televisión y trataría de no perderme los partidos en la medida que me lo permitiera mi jornada laboral, la que seguro lo haría porque el Perú querido estaba en el Mundial. Pero, realmente los caminos de la vida no son los yo quería, no son los que imaginaba, como canta Vicentico, baste decir que mi cocina todavía espera la ansiada remodelación. 13

ALEA JACTA EST - Prima!!! Vamos a meternos a un concurso. Está facilito. ¡De hecho lo ganamos! - ¿Concurso de qué? - De videos, para ganarnos un televisor de 62 pulgadas. - ¡Ya! ¿qué tenemos que hacer? Ese diálogo entre mi hija y su primo sucedió un día de abril del año mundialista. Todas las empresas estaban haciendo sorteos y regalos para animar a la gente a ver el mundial. [cómo si en este país, en que la fiebre mundialista era total, alguien lo necesitara]. Ellos (hija+primo) se pusieron a hacer videos muy creativos: con su abuelo, con el perro, en las calles. De todo hicieron y con un par de esos se ganaron sendos televisores. Con su “home theater” más. Uno de esos videos era el de mi hija vestida de blanco y rojo; corriendo de sur a norte 14

por la geografía limeña gritando gooOOOOOOOOOOOOOOOOOL. Así de largo. O más. Pueden ver la longitud del gol aquí Una amiga suya vio el video, que pasaron en el programa deportivo que hacía el concurso y le pasó la voz de otro que sorteaba pasajes, estadía y entradas para los tres partidos de Perú en el mundial. Así que ahora fue ella la que llamó al primo y acordaron enviar uno cada uno; para intentar la suerte por los dos lados. Hicieron otro video genial de mi sobrino completamente hincha parando el tráfico por las avenidas, centros comerciales y subido en los buses cantando y repitiendo que vamos Perú. El sueño era que, al ganar el premio con cualquiera de los videos, los dos se fueran al mundial. Los planes y las ilusiones iban y venían. Se sentían ganadores. Nos sentíamos… y hacíamos mil planes en esas noches en que yo fungía de movilidad para recogerlos de sus clases nocturnas y; dado que a mi hija no le gustaba el fútbol; el 15

premio - que estábamos seguros era un premio doble - lo usaríamos mi sobrino y yo y le daríamos a ella los televisores cual premio consuelo. Hicimos mil ecuaciones y escenarios y en todos nos veíamos cantando el himno en los partidos vestidos de rojo y blanco por dentro y por fuera. Pero, como dije antes, la vida incluye sorpresas inauditas. Faltaban unos diecisiete días para que empiece el mundial cuando me llama mi hija y me dice: GANAMOS. Estaba en mi oficina y no sabía a donde saltar y como gritar de tanta emoción. Yo que jamás me había ganado nada más que pegamentos o cremas para granos en las tómbolas y los bingos de mi colegio, del colegio de mi sobrino, del colegio de mi hija, y de cualquier colegio en realidad; no asimilaba que un premio como ese (me) hubiera llegado. Estaba yo en pleno viaje imaginario saltando con mi sobrino en los estadios rusos, cuando escucho su voz al teléfono diciéndome con una enorme tristeza, que 16

el premio no era doble; mientras a la vez mi hija me escribía diciéndome que no sabía que hacer… que no la dejaban traspasar el premio a su primo, ni a su madre… que la empresa le había dicho que si ella no iba le daban el premio al segundo lugar. Se nos detuvo el mundo. Mi sobrino era el hincha. Yo era la hincha. Pero mi hija resultó siendo la “Hincha Power”; que es como se llamaba el concurso. Así se escribió este capítulo de la historia y no había nadie que pudiera escribirla de otra manera. Ahora le tocaba cruzar el Rubicón; o en este caso, el Atlántico. 17



EL TRASLADO 19

ENTRE AVIONES Tengo 15 años “respirando” aviones, terminales, salas y el mundo aeroportuario lo tengo metido en las venas de manera tal que; mientras todos buscan recuerditos en los duty free o lugares para comer algo; yo cuando estoy en un aeropuerto, sólo puedo pensar en la forma que tienen los terminales; si hay suficientes máquinas de rayos x; si los counters están bien diseñados; si la señalización es la adecuada y si cumple ciertos niveles de servicio. Estuve en el Benito Juárez el 2010 y lo vi tan moderno. Ahora lo encontré viejo, descuidado, saturado. La verdad el Benito Juarez y yo hemos cambiado. El tiempo no pasa en vano... ni para los edificios ni para mí. Primera parada México DF. 20

Me queda ahora claro que por más hermosa arquitectura que se haga, por más detalles y esfuerzos para que las terminales sean funcionales y cumplan un buen nivel de servicio; a los pasajeros siempre nos faltarán asientos. De ahí la importancia de un buen piso donde descansar; que no sea muy frío para no congelarse ni muy poroso para que no se vaya a romper el pantalón. Y lo más importante: que esté limpiecito para que al pararse no haya sorpresas. El Famoso Barajas Madrid Falta poco. 21

Un millón de horas después me recibe uno de los aeropuertos más elegantes, limpios y en donde se nota que todo ha sido perfectamente diseñado. Lleno de detalles. Se me olvidó lo bulto que estoy y me faltó tiempo para tomarle foto a todo lo que pasaba por mis ojos. Realmente la arquitectura y el buen diseño te pueden cambiar el cerebro para bien. Mucho más incluso que los guardias de migraciones que parecen modelos de Vogue. ¡Qué importantes es la arquitectura! ¿Quién lo duda? Arrivederci Roma. 22

Una rusa está sentada a mi costado. Una de esas que uno imagina típica: blanca como la nieve, alta, gruesa, rubia; tan rubia que parece al pomo. Yo estoy a la ventana. Ella al medio. En el asiento del pasillo, un colombiano. Moreno. No es guapo. No es flaco ni gordo. Trata de dormir. La rusa le busca la conversación. De tanta pregunta el colocho termina hablándole. Spiking inglich ... ese que mi amiga Mary de casta inglesa odiaría; ese que imagino será el idioma oficial en este mundial. Ella le coquetea. Le sonríe. Le ofrece el postre que no quiere. Se toca el pelo. Ríe. Se pide otro vino. Él tiene 22. Ella 50. (Lo sé porque hablaban alto, no por chismosa) Moscú Empieza el mundial. 23

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LA CONCENTRACIÓN 25

TIEMPO AL TIEMPO Después de cuarenta y dos horas de subidas y bajadas de aviones, llegué agotada a mi destino. Con ganas de un buen baño y una cama donde estirar un cuerpo que ya casi involucionaba hasta el ancestro anterior al Australopitecus. Un Uber me llevó a mi hotel. El día estaba claro, el sol empezaba a salir y yo con mi maleta de veintitrés kilos llena de ropa de invierno, porque, claro, Rusia era la Siberia. Ojo con esto: día claro, sol y mi maleta anti ese clima que se avizoraba. El taxi me dejó a las casi cinco de la mañana, delante de una puerta gris sin ninguna estrella ni letrero de hotel, hostal, motel u hospedaje. Pero el número era. No había ni timbre. La puerta era metálica. Empecé a tocar con una piedrita de por ahí. Nada. 26

Me senté sobre mi maleta a esperar sin calma. Estaba en un país desconocido a esas horas de la madrugada, sin un alma pasando por ahí, sin saber en qué idioma comunicarme (si alguien pasara claro) y en resumen sin saber que hacer. Seguí esperando. El sol empezaba a abrirse y empecé a quitarme las casacas, así en plural por lo del frío que se suponía hacía en Rusia y no ese sol que empezaba a amenazarme. Pasaron dos horas y seguía en ese ritmo de tocar la puerta-sentarme sobre la maleta- ver si alguien aparecía-angustiarme-(bis). Una hora más y la puerta se abrió. Salían dos personas. Inmediatamente me apoderé de la puerta para que no se cierre y empecé a empujar mi maleta. La puerta abría directamente a una escalera de madera antigua de esas de los edificios de centros históricos angosta, con olor y marcas de humedad en las paredes. Evidentemente no había ascensor. Y más 27

evidentemente (y en estos momentos la composición gramatical es lo que menos me importa); tenía que arrastrar mis veintitrés kilos de ropa y mi cansancio acumulado por los treinta contrapasos que tendría esa escalera y que se me hicieron como cincuenta. El recibo al final de la escalera era aún menos esperanzador. Se trataba de un espacio de dos por dos con un pequeño mueble de atención, donde no había nadie. Me senté a esperar -otra vez- que alguien saliera a atenderme. Casi dos horas después aparece una señora en bata, bajita, sesentona: - Good morning - le digo; y recibo a cambio una levantada de cejas mientras desaparecía con su cepillo de dientes detrás de la puerta del baño, de donde salió otra vez minutos después sin mirarme. Este viaje me estaba educando en la paciencia. La mamushka reapareció una hora después y allí estoy yo acercándome 28

presta a hacer mi checkin mientras ella me miraba raro y yo insistía con mi checkin y ella me mostraba no muy amablemente, un letrero que decía: CHECKIN 2 PM. Faltaban casi cuatro horas. Cuatro horas más sin una cama y con un baño común del que estaba saliendo un hombre semidesnudo. Definitivamente ahí no me bañaría jamás. Tenía que ir al hotel donde se alojaba mi hija. Y claro. Sucedió lo que tenía que suceder. No estaba. 29

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EL CALENTAMIENTO 31

EL BRAIAN Tienes que ir a la Plaza Roja, pero al toque. Ahí hay un patita peruano que tiene un espacio para ir a Saranks. Cuando tenía apenas unas seis horas de haber aterrizado; después mis cuarenta y dos horas entre aviones; recibí ese mensaje de mi amigo, uno de los cuarenta mil afanosos peruanos que estábamos en Rusia y que con su gran corazón había estado pendiente de ayudarme, desde que había decidido - sólo diez días antes - que mi cocina no estaba taaan mal después de todo, que no me podía perder este mundial y que mi hija taaan lejos ... Decía que estaba recién bajadita en ese lugar desconocido en geografía y lenguaje, no había podido ni hacer checkin en mi hostal-motel (¿hay menos estrellas que eso?), estaba sin bañarme, muy cansada, con el horario trastocado y con 32

mi ropa de tres días de viaje. Y quería ver a mi hija. Pero si no salía como sea a la Plaza Roja, me perdería la oportunidad de ir a algún partido. Mejor dicho, me perdería la oportunidad de usar la entrada que al llegar al Aeropuerto de Sheremétievo le había comprado sin temor alguno al argentino que se acercó al grupo de peruanos que estábamos haciendo cola para comprar un chip (el más valioso objeto que uno tenía que adquirir al llegar a Moscú si quería sobrevivir). Es decir hubiera botado los casi doscientos dólares que pagué cuando, enfundada en mi temporal personalidad de “que pase lo que tenga que pasar y que sea lo que tenga que ser” que instalé en mí en ese viaje, le compré la entrada al primer partido de Perú en un mundial después de treinta y ocho años, a un argentino que la sacó de un maletín negro, en un rincón alejado de ese aeropuerto y al que le pagué sin que se me cruzara por la cabeza la posibilidad de que pudiera estar vendiéndome un boleto 33

falsificado. Algo que no pensé ni cuando abrió su maletín en donde sin disimulo conté unas diez entradas más por lo menos. Así que encontrar a Braian, que era como se llamaba el “patita” peruano, era obligatorio. Fui. Y en Metro. Claro; yo siempre me muevo en Metro cuando viajo; así que era fácil, ¿qué podría pasar? Era cuestión de ver un plano y seguir las rutas. Say no more... o como sea que se diga en ruso. 34

EL METRO El Metro de Moscú tiene 14 líneas, 200 estaciones y es UN LOCO CALATO.4 En estos días utilicé unas diez de sus catorce líneas y cada vez que sentía que ya lo dominaba; me salía un nuevo detallito como para ponerme mi “estatequieto” y no dar nada por sentado. Mantener los ojos bien abiertos como me dice siempre mi amigo Jose. Esta es mi experiencia correctamente enumerada; y sin que eso signifique que los hechos sucedieron en ese orden. 1. No todas las estaciones tienen nombres y señalización en inglés; o en cualquier idioma que use un tipo de alfabeto entendible para los que usamos el grecolatino. Es más, yo diría que sólo las estaciones cercanas al centro y las que 4 LOCO CALATO, expresión coloquial peruana para indicar que algo es demasiado exagerado. La palabra calato es un peruanismo de desnudo. 35

te llevaban al “Fan Fest” y/o al estadio estaban señalizadas ruso/inglés. Las demás nada. Ruso puro y duro como diciéndote “anda mula y piérdete”. Y si pues, confieso que me he perdido (al puro estilo de Neruda, aunque lo que él confiese es que ha vivido). 2. En el mapa del Metro se ven unos círculos chiquitos y facilitos para pasar de una línea a otra. La App Yandex te indica incluso cuantos minutos caminarás. Todo bien. Esas bolitas no son nada; te dices canchera5. Hasta que caminas. Nunca logré descubrir por cual entrada vas y si toca bajar o subir; derecha o izquierda. No hay App que me salve; pero felizmente los rusos jovencitos hablan inglés. Atención: siempre buscar a jovencitos. Ninguno de 40 o más podrá ayudarte. Tratarán sí... pero en ruso. Que es lo mismo que nada. 5 Canchera es la expresión peruana usada para decir de manera coloquial “que te las sabes todas”. 36

3. En una de mis últimas incursiones descubrí en el piso símbolos y flechas que te llevan de una línea a otra; pero hay que tener cuidado con seguirlas porque de un momento a otro desaparecen y puede ser ya demasiado tarde... entraste en esos circulitos del terror. 4. Estás bien abajo en lo profundo. Lo sé porque las escaleras son interminables; especialmente una de la que luego he leído es la estación más profunda del mundo: 84 metros bajo tierra… y sin oxígeno6. 5. Hay voces grabadas, que te van indicando cual es la siguiente estación. Leí que la voz de hombre es para las rutas de sur a norte y la de mujer para las de norte a sur, ¿o al revés?. No recuerdo algo parecido en otros metros y no me acuerdo en que sentido es femenino y / o masculino; y la verdad ¡nunca me sirvió saberlo!, porque ve tu a saber dónde está el norte o el sur. Preferí 6 Estación Park Pobedy. 37

concentrarme en las lucecitas de los vagones que indican la próxima parada. (cuando había; porque varios trenes no tenían, y ahí sí: a practicar inglés con los millenials rusos). 6. No es tan malo perderse en el Metro; porque cada estación es una hermosa joya arquitectónica construida entre los treintas y cuarentas; llenas de detalles y ornamentos que te van contando la historia de la época gloriosa del mundo soviético. Recorrer este laberinto subterráneo es como un viaje al pasado, pero con un proletariado moderno lleno de smartphones y vestidos de H&M. Dicen que no hay nada mejor para conocer una ciudad que perderse en ella. O en este caso, debajo de ella. Yo doy fe absoluta. Rusia bonita. 38

Estación Kiyevskaya 39

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PRIMER TIEMPO 41

AL FONDO HAY SITIO - Que miedo, mejor bájate. No vayas. Me escribió con familiar preocupación, mi hermana por WhatsApp cuando le conté que eran las doce de la noche y estaba subida en una combi con cinco peruanos más rumbo a Saranks. Era una noche cerrada. Sin luna. Negra. Y yo sin haber tenido un segundo para descansar seguía mi viaje; ahora por tierra; rumbo al Mordovia Arena. Leí el mensaje y dimensioné mi situación, pero mi agotamiento podía más. Así que decidí alinearme a mi investidura temporal de “que sea lo que Dios quiera”: apagué el teléfono y me encomendé a mis ángeles para que el chofer ruso que no hablaba una palabra de inglés no fuera un serial killer y me dejara llegar a ver a mi selección. Por fin después de unas veinticuatro horas me dormí. Y sentí ese asiento que; de sus noventa grados se inclinaba cero; como la más 42

cómoda cama del mundo. Había llegado hasta ahí y si alguna vez deje de sentir miedo fue en ese momento. Literalmente me importaba más dormir a que me maten. Y además después de todo lo que había ya pasado, ya nada importaba. Había llegado a la Plaza Roja para encontrarme con que Braian estaba ahí vendiendo boletos como quien vende los pasajes en el Terminal de Yerbateros7; que quiere decir: a diestra y siniestra pero sin garantía de nada; y era más bien él quien pedía las garantías. Braian era un peruano que estaba aprovechando muy bien el momento y que por su hermano; que vivía en Moscú; había conseguido los contactos para que un bus llevara a Saranks a unos veinte peruanos que como yo habían llegado hasta ahí con planificación cero. Me pidió un adelanto, que por supuesto le di sin temor a nada (recuerden mi personalidad “vive la vida y no dejes que la vida te viva”, que asumí por esos días); y me dijo que a las 7 El Terminal de Yerbateros es un terminal terrestre informal ubicado en la ciudad de Lima; donde lo informal es un estándar. 43

nueve tenía que estar en la estación “nomeacuerdoquesankaya” que por supuesto quedaba al otro lado de donde mi maleta seguía esperando que la chequee. Me enrumbaba a formalizar mi entrada a mi hotel-motel; cuando caí en cuenta que de nada me serviría la entrada y el pasaje sino tenía mi “Fan ID”; que era el documento oficial obligatorio FIFA para poder entrar a los estadios, al fan fest, usar el metro gratis cuando había partido y otros etcéteras. Y claro… yo no lo tenía. Como iba a tenerlo si todo había sido tan rápido. Tenía que ir a sacarlo, usando el Metro otra vez. Un par más de peruanos que estaban dando vueltas por ahí, me siguieron porque cometí el error de contarles que yo ya había usado el Metro y que según mis cálculos el local quedaba “aquisito nomás”. Bueno, para hacer la ruta corta; pasamos de la línea roja a la azul regresamos otra vez a la roja con algunas vueltitas de más por esos laberintos de la segunda guerra mundial, pasamos a la verde y por fin llegamos al local que la FIFA había acondicionado para los hinchas que como yo no habían tramitado el 44

documento a tiempo y donde empecé a vivir la organización perfecta de ese Mundial. Conseguí el documento en poco más de quince minutos a pesar de que el local estaba lleno de gente. Pude regresar a tiempo a mi motel - hostal, para poner en una mochila mi ropa interior, la camiseta de la selección, un chullo apropiado para la ocasión, la bandera, la vincha y pedir un taxi para llegar a “nomeacuerdoquesankaya” a la hora indicada por Braian. Llegué un poco antes de las nueve de la noche, todavía con luz. Y después de unas vueltas por fin logré ubicar al grupo que estaba sentado en una placita cerca de un restaurante. Me presenté y sin perderlos de vista pedí en el restaurante una hamburguesa para tener algo en el estómago después de ya no sé cuántas horas sin comer. Quince minutos después; cuando me acababan de servir mi desayuno-almuerzo-comida; veo al grupo movilizarse, le di un mordisco a mi hamburguesa, un sorbo a mi Coca-Cola y salí corriendo a alcanzarlos dada mi característica angustia de sentir que siempre 45

me van dejar, la misma que me impidió pensar en la posibilidad de salir con el pan bajo el brazo. Se me olvidó que ahí la FIFA no tenía nada que ver y que las posibilidades de que las cosas se hicieran puntuales y según lo planeado eran muy pero muy bajas; considerando que me estaba embarcando en un tour informal y que en ese momento bien podría haber estado en la Carretera Central o en la Plaza San Martín esperando una movilidad a Chosica en mi Lima querida. Porque fue así tal cual y describir la realidad no es menospreciarla. Fueron tres horas de un bus que no venía, pero ya llegaba, de listas en las que no aparecía mi nombre, de choferes perdidos, de que mejor nos fuéramos y regresáramos en tres horas, de que para que el chofer llegara había que pagar algo adicional y finalmente; que mejor nos devolvían la plata; ante lo cual un ¡¡¿QUÉ?!! rotundo dicho con todas las ganas posibles de algún jalador8 de 8 Un “jalador” es la persona que se ubica en los paraderos y va diciendo a voz en cuello la ruta del bus para animar a los peatones a subirse, imaginando según creo yo, que la gente no sabe que bus tomar y que los necesitamos. 46


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