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Antologia Ariza2

Published by magnoliabelen1, 2020-08-12 05:37:43

Description: Antologia Ariza

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—¿Y para qué ana persona qiúere dejar pasar el tiempo? Bueno, las personas en ge­ neral, no sé. Pero nuestra prince­ sa pasaba el tiempo esperando a nuinerapraíncdiepreroteanrcaani tdardaogóncuey vi­ ca­ sarse con ella. Hasta se estaba dejando crecer el pelo, para ha­ cer como aquella princesa de no me acuerdo qué cuento, qvueenatarrnoa­1 jaba sus trenzas por la para que el príncipe subiera por

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UN FCAóMmoOlSlOegDuIéSEaÑsAerDOR que elegiCr uuannadocatrerremrai,nénolateneísaculealamseencourndidareiaa ryespteucv­e eHtoraumdyeaonciduyaádlleomss,eteMgstuassttevamroíácataiccmiaoánsa.oleNsModesadabibacínianarr,eesauulmltaedonottresosqcoumtiaénno aecvcsaaabgbcaoaosmelaqolufeismnaanillriorardadeyueunlcdlaarmrseoesenstnaúuyernamhnnatáebas,díaads.ieqnfSuoinienitqievueloemeg,bidrapurogrcraoaqrurcseeueraanta,rocoqeurs­oee psrsíeeoamirss.eeajalñInmoltsaepdoyosdilbedulseeepgisoqptueedenesbpqaeourrriáqnseutones,earcñaoeodmseopmdautárortsadi,rraa mlcamoisnávsi,dgmaai,irnsaodsepdaeidpbbraeae­­ns sneíao suenis pmeesosespaartEiduoropean (lmasil)p,uroasqguaénalsinpdoarsqueestnáno tlea­s chicas de segundo. Pero ni asomo del fuego de la vocación. Con mis amigos podíamos estar horas y lnaor-dteasntoe,ntceoramsiefnlodtoandpoapaesn feriltalsi,mbvoienddeo lpaes-lígcaunlaass-pmerao­- lísimas los domingos por la tarde (en especial si eran días hermosos, con sol y aire fresco). Esto desespera­ btaadoaconnuessutrsopsrepgaudnrteass sqoubereyqauéhancoísagruasttoaríhaasbeíar.n comen­

“Nada” o “Ni idea” no eran respuestas que los calmaran, por lo tanto hubo que inventar una respuesta camufla­ je: cAobnosguasdop.reSgóulnotasp.arAaboqguaedo11.0Ycoonnotinmuaeralno machacan­ do creía» ellos 110 se lo cLreayesraolnv.aSciigóunievroinnocopnorsuselprleagduontdase. la clase de Francés. El profesor se enfermó, luego no era que se había enfermado sino que se mudaba, luego era que se separaba de su mujer, pero seguía viviendo en el pueblo. El caso es que dejó de dar clases y enviaron p(1l1a0zanséte, quién... “ellos”, alguien) enviaron a su reem­ que era una tipa joven, menos de treinta años y estaba más buena que portarse bien un siglo. Alta pero no tanto, delgada, pelo corto como un va- roncito, muy femenina. Nos habló en francés desde el primer día. No era del pueblo, así que viajaba cons­ tantemente y, si algún fin de semana speicqnuiceds,abqau, eacaeup­­ taba nuestras invitaciones a asados, mentaron progresivamente gracias a que aceptaba. Cerca del fin de clases, con el claalopri,ledteadiqcuame ousn1o111tesnáí­a bado a poner en condiciones en su casa, trabajamos como chinos y al fin de sema­ na siguiente, como si la pileta hubiera nacido recién, limpia y llena de agua, la esperamos, tomando sol, pues había aceptado nuestra invitación. Estaba char­ lando conmigo cuando se quitó el pareo y quedó en biquini. Detrás de mí escuché el ruido de uno que caía al agua, varios fueron a la cocina como a buscar bebidas, para mirar más descaradamente de lejos. Y yo por poco sufro de hernia en algún músculo que hay en los ojos y los mantiene quietos, mirando de frente. Me contó que su novio era aviador, y yo sentí

la llama de la vocación que estallaba en mi conciencia: para anotarse en diseño?, me preguntó. No sé, a ver, eso quería ser, aviador. Novio de ella. Aviador. ¿Cuánto qevsuopezervaale.tra,Cyehse,mdie¿lpcaaorbatreozaanlaoadtraorrasnedceóleneaddimfiiscieliñoo,porreesshpooarnqaduiíey?rosNnoaltedéna: se demora en aprender a pilotear? Podía regresar en un aAdhi,se¿ñéost?aYnootaems bliaénd,esedgiusiemñoe.?, la miré y agregué: ¿Vas atañmo boiénmeenraos,avyiamdoors.traYrlemqáuse nsuievlao.coAsvaiaidboar.poLrleaghuíéyoa casa y la idea era tan extraña, algo tan alejado a lo que habían llegado a imaginarse, que me creyeron. Cuando fuimos a Córdoba, para inscribir­ amel,a refrsaunltcóesaq,uesoynaé. hHabaíbaínamcoesrrahdeochloa tmreastcríiceunltao.s Akdilióó­s metros hasta Córdoba, y ya no aceptaban solicitudes. qEuniftreecntutera,dey lateancíaadeumniaa qcouleadabdae lafutfuarcousltadestuddeiaAntre­s que asomaba por la puerta principal. Trescientos ki­ dlróreemraee.ntrcoVismo. ayNeaol arpveoefdlreiígacumtoaorr,sdlereegsdruiejescaararasminyi vlhoiaesbjeotrrepseoclreiegnqidtuooistarckmai­­e lómetros y que otra vez empezarían las preguntas. Me formé último. Los demás traían cuadernos, reglas, lá­ papiceensasdesi collleovraebs,a cmomi odosciumyaenetos.tuvPiaerreacníancurgseanntdeo.alYe­o gre y enseguida me integraron a su charla, a lo mejor gtneionaleabraacotleaann nfomeoihasepbrríaoapraiqovuainteezscattudodo.ioAm, ulcsaehnomt,aedpdoeiarofhryoearnatemsiegauiimeunan­­a mesa grande e inclinada; hasta que llegó una chica aLIrmoposespanrdaelassa,ibomirnoeáasssnatlretbao.absjaaadnHoqessu,roembnroyeosoa,s.puidneptLaiiedpnloed,slao,c,orlmaolrsoiganodduoanys,a pdfqrieeuulteasumqoudcreoaelrnínsaaee.. aybruión.a Tcaámmbairéan cvoelgnaíandcoardgealdahocmonbroc.ua¿dEesrtnaose,slalpaicceoralas

AI finalizar el horario de clases llega una ma­ dre a buscar a su hijo. La intercepta la maestra, que irae al niño de una mano. —Señora, hoy Fernando se portó fatal. —¿¡Otra vez!? —Pero fatal, fatal... no hace caso, contesta, se burla de los compañeros... —Pues, entonces, deme otro. —¿¡Cómo que “otro”!? ¿Otro niño? —Sí, porque tampoco sé qué hacer. ——PCeorno, esus qupeadnroepuyeadeleserd.ijimos niño), pero si él no quiere hacer caso... (mirando al más niños? Qué, ¿no hay —Es que 110 se trata de eso, la escuela está llena de niños... ——(PDueusbcitaamtibvíae)m. Neloo,ypelirsoto.... —Casi mejor pruebo con una niña, estoy pensando. —Es que se me desordena todo, señora, lue­ go vendrá la madre de la niña... —Pero yo llegué primero.

pYroabdleemmaás——a (oNSsteíro,añ, ayfalapamosircléqio,aun.epelraaoscílaubaeepgzroeansdaeel,qnuipeñajoaran) , elnsaopapsseraórxclerimeeaal. ¡FCelranraondqou—lee.g.h.u(aesytlanbteialñemo!,uYccohonu,nl¿avpemerdirrraoadd,maFeubryanjaahn,edaroms?ioensote, ).que a lo va aespue——nnsna¿¿ir¡Yñ.Poesrpiorneocqiluooésqoud?iiecree!?na¿dCieó?mo —¡Qué lindo! ¡Nunca tuve un perro porque rer si no lo van a que­ mis papás no me dejaban! —Precioso sí que es, pero se porta... tú, Ferna—ndPou, epsórvtaatmeosbiean ccaosna, tuquneueyvaa tfiaemneisliaunyo.noYs ——NAho,, ¿siynqoudéipgroeteesnod.e? ¿Que me lo lleve yo? vienes a visitar cuando quieras, ¿sí? —Hay que hacer algo, maestra, hay que po­ da. La mEaldrneiñosalausdinótióamoatrbalemveezn,tesina lelavamntaaerstlraa.mEirsat­a ner límites, si no van de peor en peor. se despidió de Elena con un beso y dio vuelta hacia el ——UBuneanon,iñ¿ay, c¿unáol qlueiedreig?o? patio, con Fernando de la mano. Aquélla, la que está saltando. tio). (mira hacia el pa­ —¡Elena! ¡Recoge tus cosas que te vas con la señora que—s¡eUráf!tu(mlaadnrieñ!a con evidente fastidioA ¡estoy jugando! —¡Ala! ¡Vamos! Sin protestar, mira qué pri­ mera impresión más fea le vas a dar a la señora. rrupción dLeal juneigñoa,, vareaslospallaónnd.o contrariada por la inte­ preocupa—da¿)N. o será peor que éste, no? (la madre, —¡Qué va! Es un ángel, lo que ocurre es que estaba jugando; los niños son así. Llega la niña con su mochila. ———¿¿(LVYaahmmaoyasteeasltecr?aasay, Elenita? la madre sueltan una risa).

GÉNERO LÍRICO Con el objeto de encuadrar los poemas seleccionados y para justificar su elección, parafraseando a Laura Devetach se puede afirmar que la buena poesía antes de pasar a ser para niños o para adultos, primero, y por sobre todo, es poesía; que también la poesía es una forma de mirar y conocer el mundo para poder apropiarse de él pero de una manera poética, que es una actitud de vida y una forma diferente de decir las cosas. (Devetach, 2008) Sin ir más lejos, el uso coloquial de la Lengua está poblado de metáforas, de imágenes y de múltiples recursos poéticos, solo hay que abrir los oídos, la mente y el corazón para poder apreciarlos, por lo tanto, se torna indispensable mantener a los niños y niñas en el mundo poético al que acceden desde el nacimiento con las nanas permaneciendo en él a través del juego, de las canciones, de las rondas. Los poemas aquí seleccionados, además de permitir la cavilación, poseen un ritmo y una musicalidad otorgada, ya sea por la rima, ya sea por la métrica, o por ambas, que son requisitos indispensables en la poesía infantil para provocar placer y emoción. También se han seleccionado un par de adivinanzas ya que son un excelente medio de motivación que estimulan múltiples procesos cognitivos y que, por poseer elementos propios de la poesía como por ejemplo la rima y la metáfora, pueden actuar como un resorte que permite el salto hacia ella. 1- La gota fue al lago La gota fue al lago ydedleml laargfou,eaal munaar,nube, de allí, a la ciudad. dReelbpoltaótoe,nfuuen aplvaotos.,

Como estás llorando, se convirtió en dos. No llores, no llores, las gotas son tres. lSleognacruoantraos,esiosn. cinco, Siete, ocho, nueve, Ndeorlelpoerenste, ,ndoiellzo.res, ya son más de cien. yMdilelgroítoa,saallmríaor,. Porque estás llorando, llueve en la ciudad. Olga Drennen 2- Canción de las preguntas ¿dPeloirnqsutaénnteoepnueqduoe amceordduaerrmmeo? ¿Por qué nadie puede estar sin pensar nada un momento? ¿Por qué, si no sé qué dice la música, la comprendo? ¿Quién vio crecer una planta? ¿A qué altura empieza el cielo? ¿Por qué a veces necesito yredcoesrdpaurésa,lgcouayndnoo mpueedoolv,ido que lo olvidé, lo recuerdo? ¿DPeoqruqéuéconloorheasyláanlguenlaes negros? ¿cPuaonrdqouémneocpourreednoecnosrrueerños? ¿cPomoroqluoés hgaayllogsa?lli¿nYaseqs uceiecratontan

que hay relojes que se paran cuando mueren sus dueños? Y el pelo, ¿cómo nos crece? Y¿polorscupáelcedse,scuusanddoos edxuterremmeons,? ¿tienen los ojos abiertos? ¿Por qué decimos con jota mojca, rajgo, mujgo, frejco? Ycuaenldgoasteo,v¿eseanbeelqeusepeejso?él y¿Ycósmaboe yalgcuuiáenndoe,nvdivóinedroe,n los treinta y dos abuelitos de sus ocho bisabuelos? ¿Y podrá decir, quien pueda, pcoonrtqeustéaernaltoosdodíeasstod,e lluvia me siento un poco más bueno, y lo que piensan las vacas que rumian en el silencio del atardecer, echadas y tristes, mirando lejos? José Sebastián Tallon 3- LA MURALLA Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos: Los negros, sus manos negras, los blancos, sus blancas manos.

Ay, una muralla que vaya desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, bien, allá sobre el horizonte. —¡Tun, tun! —¿Quién es? —Una rosa y un clavel... —¡Abre la muralla! —¡Tun, tun! —¿Quién es? —El sable del coronel... —¡Cierra la muralla! —¡Tun, tun! —¿Quién es? —La paloma y el laurel... —¡Abre la muralla! —¡Tun, tun! —¿Quién es? —El alacrán y el ciempiés... —¡Cierra la muralla! Al corazón del amigo, abre la muralla; al veneno y al puñal, cierra la muralla; al mirto y la yerbabuena,

abre la muralla; al diente de la serpiente, cierra la muralla; al ruiseñor en la flor, abre la muralla... Alcemos una muralla juntando todas las manos; los negros, sus manos negras, los blancos, sus blancas manos. Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, bien, allá sobre el horizonte... Nicolás Guillén (Cuba) ADIVINANZAS Iba por un caminito, Entre pared y pared de pronto me la encontré, hay una flor colorada: la busqué y, como no la hallé llueva o no llueva, a casa me la llevé. siempre está mojada. (La espina) (La lengua)

GÉNERO DRAMÁTICO La inclusión de dos obras en esta antología tiene una justificación: darle el valor que debe tener el teatro dentro del ámbito educativo y de la formación de niños y niñas, ya que, generalmente, se hace prevalecer el género narrativo por sobre el dramático y el lírico, relegando a estos a un segundo plano. Es bueno recordar que la dramatización es una continuación del juego de las etapas anteriores. Es fundamental darle al teatro un lugar relevante dentro del espacio de Lengua como así también dentro de las actividades escolares generales. El arte dramático, no solo favorece el desarrollo de habilidades comunicativas, lingüísticas y sociales; sino, y lo que es más importante estimula la creatividad y favorece el desarrollo de la Inteligencia Emocional, concepto popularizado por Daniel Góleman, y que es fundamental para tener éxito a lo largo de la vida laboral, afectiva y personal. Cabe destacar que la metodología de trabajo debe apuntar a la dramatización de la obra y nunca conformarse solo con su lectura, ya que esto atentaría contra la razón de ser del texto dramático. Sin necesidad de llegar a una puesta en escena, se puede generar una clase de teatro leído en la que los niños y niñas, habiendo estudiado los personajes con la mediación del o la docente, se disfracen o se caractericen para la lectura de la misma, tratando de ir mejorando y corrigiendo la expresividad, el tono, el volumen, etc.; o por qué no, también se dispongan elementos y/o mobiliario para ambientar el espacio a la escenografía requerida. Por otro lado, la dramatización es un recurso excelente para impulsar buenas actitudes como el respeto, el diálogo y la responsabilidad, como así también brinda la posibilidad de que todos los alumnos y alumnas, incluso los que tienen alguna dificultad de aprendizaje, de comportamiento o con necesidades educativas especiales, participen activamente y de esta manera mejoren su autoestima y la confianza en sí mismos. Purificación Cruz Cruz, parafraseando a Tejerina, establece una diferenciación entre los niños de familias desfavorecidas de aquellos que están en buena situación económica en relación a las consecuencias pedagógicas de la dramatización ya que los primeros carecen de estímulos propios. Esta realidad negativa debe transformarse en el

puntapié para potenciar el papel del arte dramático, sobre todo en las escuelas a la que asiste población vulnerable. Las dos obras elegidas: Hay una sopa en mi mosca del mendocino Fabián Sevilla y El reglamento es el reglamento de la genial Adela Basch juegan con el humor, el lenguaje y la ironía para poner en evidencia situaciones tan absurdas como cotidianas desde una mirada crítica de la realidad. HAY UNA SOPA EN MI MOSCA Fabián Sevilla MPeOrsZonOa1jes: MMOOZZOO 32 ECNOCCAINREGRAODO LEONFSECROMMEERNOSA1LES: ANÍBAL, ROSITA, JULIÁN, HUGO Y DOROTEA ENFERMERO 2 VMtmAErEeaeecdteressostoNNONereipsccOmnerssteeFCeÍZanadiZnneBcbmEuAd.eniOaalAEara)ReeRsr,alenN.LsaiM1pnGonda(l::aeEtsteoOEAer(hsr(lEa.yCmaRaFDsmenxyoiFOssuOlrioonutg;zvuáy:zs3zeanncoLl(ananussDaar1taiuabeelellplbell.laeata)elusrinnassccá¡eda,cdaLesyreloledeneteojdamjnaoanaasepcsilvledeptdeamaremdionoatanipínour.vonliczdénsazsslLoonetozauscrnsoassusa.cmqs!vrdaalurHr(aaiodmenLeeAtnrasaeoao)npoderyzmeSysíanalob,lcliueovsaetpausvniizslavannaotlsalsacoaemoaasorma,bsemctoqdimArbisonseeeutointceanélreeliasíundasalnbanliredlvaasmaetaoei,l,eavnn,tsrecicetdo,tqesluoeo!eoaaun.dnvmls.bedio)vEeeorenceenrinnorgsdalcstmaoentaáaasr,reneaesegnddsoesnfaseuotntndáareotololiayrotevs.erdass)eealo.lqhs¡reSEpEpuesasaeoasecnndrtllreaceoatineaefuunuleaornrddrngcaseoeafaeenunrlnsdtqíttemotoeáurs.snoei,sLhpmdleoaooenosysrl MOZO 1: ¿Quién no vino? JAMMMtAMlRaeUNNOcOOOOcLiÍÍotSZZZZoBBIcIÁsOOOOiTAAnNcALLao2121::::n::::s(a(UUP((UOaAACcesszffácprottfúuneefoounc,sdddmncavmeoarvvtiplmane.diiaann)eoeñqnoo.E.ua)l,o(ssaDdepMtiadlanmeuodoerdeeoujqolnamorg.uvrrmeeál,iaennsqsicoromtuilatr.baeaeanrsmnsddaaeqoeaaaupnnhlqoaioalurdso.cí)o,.uJiaNsp(ñuVecaollinaausátsf.eencéé(lnos,vVqceelcueiumonaeenpoallvins.ald)eeotec¿céahohO,alcaeplaib.aemn¿cícraaoToao.czs)vilooeieennnn2paeio..du))loeevMdciynhooeetzt?o,rodna,aoetv?rráíeailgeaaszntúaobcsaadreo.ns

COCINERO: (Desesperado, sale de la cocina.) Señor Encargado, se pudrió todo: los rECaNOtoCCnAIeNsREtGoRmAODa:rOoSn:i,¿lpaNecoroohcrainebcaíua. merodsetqruaíedeolumningiantoo?se hizo adicto a la leche y tuvimos que traer un perro para que lo espantara de la heladera. MpEaNOsCtZaAsORco1Gn:A(aCDlboOónn:ld¿aiYgbaaesnl!dp(eeSjraarloee,nddelóaenssdmceeanensato,ásc?,opmaosalldeevlaanndteo dlaelceonmciadragaadoot.r)o¡sScaolemnednossales.) MMDHcCuOOUOOaGRnCZZdOIOOOoNT:El33(oE::ARApH(lOVi:nmau:PycoeAhicdlzevhooáneínm3vac.faoo)ild,sna¿leeSalcnoosoosspeccysoatioennacnsarofe.pri)nddola¡ozeqMtr.ouoesaéss,,r.atac(isehVcínoeunemneo?ldpvsoaeesñnaasoonlsapdlacolesolncocaiosnnleaas.fp)bidaoegcouase!dties.gOrajnaolás.no ladre pAEeNNdCÍíBuAAnRaLG:eAs(pMDeicOriaa:l¡aSdsieqmumeauardzczohaalrane,lplsaiazzycaáa.l)cees¡Miutunonazaofs!on(tCoe,guqrauansed.soMetgiiureenr,oeenal odqseulheasanocteebmrailollmsamopzioolrlo1sn.u)aYraiuoossle!encia yMHDlOUOasGRZaOOOcT:e1i(Et:MuANni:eoanBsstáeerrsaptbsáraenerosocpc,auesmrpiaeih,n,acaesonntnaduvomnerpeisnoahrsatclanoannppteaiDzgszoeaardl.ooo¿teQsuaonu.l)uaé¿cbhYioeancccaoeóm.mp(aooVrsuva?aetlnevretmuasinleaastrculoodcsiionesnad.)uenpaiano? universidad de Alemania. ¿DHsOUe GRdiOOoT:cu¿EQeAnu:tiaNéndo,e,elqolusgeovbetrcieainríanoose?l(Adeldvoermlaetsiodpoaenqulae el mozo 3 le acaba de servir) Mozo, sopa? MHUOGZOO:3(:VSaí,apmereotenrolasecuprcehoacruap, ep,enroo seestdáectiaelnieenpteo.rque se dio cuenta de algo.) ¿Qué MhDaOOceRZeOOsTta3E:mA(Mo:s(icTraaaemenlbpmiléaintsoom.p)iarYa?osduirsíoapqa.u)eYneandalaesmtiílaohpaeychuon,asemñoosrc.a muerta. MHCCOOUOGCCZIIOONN:EE3(:ARRSsOOíq,::ue((esDSaqedeuosaee.c)snep¡roSecrutaao.s)ddoo¿ap)Hsa¡naLtayiledaanamlengeúutannanaupnmbroisoebansllcevcamaomvmaiducoaoelrsna!taldMaeysileolaanpstmaro?apíasa,atdúiernésmpuaoatsmalelieguaon!. grisín a vHs(aeEUrlleGsnmiOopaszo:íor(sF1ueanvmsutlaiaedntlievtareideaanol..e)l)aaAmfhleo, st¿aes.odne ANÍBAL: ¡¿Qué hace?! pillos? (Los empieza a seguir para golpearlos y así Aníbal llevando un tubo de insecticida y rocía la pizza.) JMMAinUNsOOLeÍcZZBItÁOOiAcNiL11d::::a(¿MNLtYioeeantcesoéelo,mvlsacianersbneocoot?uraqcyaauraeRarnocoohsmiatvaasi.nya)oMdm(eSeupezrazveasagoraaelllaellraado.ocnoyuceinlntaroe.q)louje, que le falta a la pizza: este la pero no me gusta llevarlo por JRcUaOlLleSI.IÁTNA::NToe,npéosrmqiueedeosddeeqpuaerteed.lo(Arolbveenr.que el mozo 2 mete la corbata en su pocillo) Mozo, está metiendo su corbata en mi café ceonncolegceh. e(L. es MamObZoOs.)2: No se alarme, señor, esta tela no sirve los cafés con leche a

ROSITA: (Descubre algo en la taza y se levanta espantada.) ¡Encima, hay una laucha! JMpUrOeLoZIcÁuOpN2e::,(nYMooitesonamtbraíaarsáqaumpeaunhcathabolíl.aa oído mal: era con leche, no con laucha. Pero no se a Rosita que se ha desmayado sobre su silla.) Pero, dígame, ¿qué hace esa laucha en el café con leche? JMEUNOLCZIAÁORN:G:¡¿EAQnDucOéar:sgéSayíd,ooy?,a!EoSníoctyaomrdgooa.zd(oAo,.lnVmoeoanzdgoiav2ip.n)oo¿r.Tfaevpoarr.ece bonito? Además, ese café con leche está helado JAME2UNNiOnLCÍtZBIeAÁOnARNtLa2G:::s(Ae(¿EApCDnalóOormmaj:arooPdlzoíoosssari)1mbq.eu)o?eM.)SlaoYiznpooio,loblqosruepmierlaarootubocóq.h.u(aCeeovsmetnáiegtnairzeiatlaaennpdceoalerdagearfdcrooíony el encargado y el mozo vea a estas cucarachas AMpasiNzcOzoÍeZBtrOeAarsLr1.i::b((lSQeeauleleahtsiarcauidceoanracaiamchteaansyd.leorlqou.)ieErseoanhoorvcaaar.)po¿d¡Mereseesrt.áEslgeansctaanrgdaod!?o¡lTesetmieanteou, n pMLle¡aNleoOdpcsooaosZeczlnmiOiocnfíaedea3trre!amYonineyCyrfeeoOallsiúCzeen!nnIcNstaroEarygnRjaoOsdúvo:eb,(niEatapnqmaturreaianenntmeesoesyrg,liuetrrsi!adp(soSosvenepecronolrnauHfpnuueanlgdecoaean,ymsDeiesnoaarlbdaoaettlerafaiunf.u)ezarl¡czLnaaa.s)gopebonrleeicrlíaoals,.)lmlaomzoens,a ENFERMERO 1: Finalmente los pudimos atrapar. ENFERMERO 2: Hace una semana que estos cinco locos se escaparon del manicomio y AppeuNlsiÍigeBrroAosnLos:e?s(tQeuree,sctaoumroanlotes.demás, está muy sorprendido por la situación) ¿Y son ENFERMERO 3: No, pero estaban a cargo de la cocina del hospital y desde que se escaparon tenemos que pedir comida por teléfono. Ahora, vamos que los están EeCsNOpCeMrAaEnRNdGSoAApDLarOEaS:q:¿u(PMeerpoorleenspotaorpse)ond¡Yelamoconesoniapr.nieonsssoinpaagnatre!s único que falta, que nos cobren! cobrarles a los clientes? ¡Lo ¡Pero si casi nos envenenan! TMprEOoLpZOinONas1F.:iBnudeenOo,bsriano quieren pagar, no paguen. Pero, al menos, déjennos unas buenas EL REGLAMENTO ES EL REGLAMENTOADELA BASCH Personajes Señora Cajera Supervisor Gerente ESCENA UNO

Lcaajeersac.ena transcurre en un supermercado. La señora está en la caja, pagándole a la SCeañjoerraa:: SGuravcuiealst.oB, sueeñnoorsat.ardes. Cajera: Un momento. Todavía no se puede ir. ¿No vio ese cartel? (La señala y lo lee.) SC\"eSañejoeñrroaar::e¿DsQcisluiceéúnldtpeiecsmee?es,Iompbeplriogosaiycboilóenn.oMmseoeslltaaraptirueneladeocqamuretoemsrtaroasartrl.aasr amables y gentiles cajeras\". antes de salir. Señora: Por favor, no insista, señora cajera. No le puedo mostrar la cartera. fSSSCCC(oPeeeaaarñññrjjjmooooeeerrrnrrraaaaaaaue::::::nn¡PM(¡ScYYGqíei,iarurruuloiaeeltss,aa,ttle¿se)leosoqddú¡cdNu,,lulaitménjcoimomhoeemoseljadano.eesirPtgsshpoteaeno,aañroc?pglooaoaemr¿bslraoCbaroe.asu)sóaesiramestlbcunaoeosr!tlunodqrraumemd!egauulnsacc!omhh-oalee.nf-Nutpooeu.r-e¿lz-eaMd-.po)e-umees-otdsáotr-emascrou-slca-ht-rcaaanrrd--lotael--ocraaqr?u-t(eeIl-meraidtaigloa? Cajera: Creo que usted exagera. Solamente le pedí que mostrara la cartera. ScCeeanñjaoe.rraa:: Por favor, no me haga perder el tiempo. Estoy apurada. Tengo invitados para la ¿Ah, sí? ¡Qué penal Si esta apurada, no sé qué espera. ¡Muéstreme la cartera! Señora: ¡Déjese de pavadas! ¡No se la muestro nada! Cajera: ¡No me hable de ese modo! ¡Y mejor me muestra todo! SSCqeeuaññijeooerrrraaaa.:::L¿(¿ToCPoeqómrmuoeaoqp?uuan¿esaEati,spetmlnáaeinsqeutagusutederredaidl?eeanc,helausgsqaeus)eeCrnaoo?mtNeonoqgusoeecleaasrtptoeureeasd.ovemrdoustrraa.r y no es porque no Ccóamjeoraa:ct¡uPaerr.oAquvéerl,oecmurpae!cNemo opsuoedtreasveerz. .NYooséleqpuiédohaacuerst.eNdoqsuéeqmuée pmeunessatrr.eNlaocsaértera y... Señora: Y yo le digo que no se la puedo mostrar aunque quiera, simplemente porque no tCeanjgeorac:ar¿tYeraah.ora qué hago? Señora: Haga lo que quiera. Cajera: Muy bien, quiero ver su cartera. ScCaearñjtoeerrraaa::s.N¡PUoesrctoeodmnnoporteetnniedgnooe!..c. aNroteernat,ieansídqou..e. Snooypluaecdaojecruamypelsirtocyoonbmligi aodbaligaarceióvnis.a¡rQluasé situación! Sp¡Qeañsutoéirllcaao:sm!¿Qpluiciearceióunn!aEdsetamsietnutaac?ión imprevista me saca de las casillas. ¡Necesito mis Cajera: No, no me gusta la menta. Señora: Lo lamento. SCCeaañjjoeerrraaa::: ¿(QTQuoueménaloaumlneegtneutlséatf?eonlaom) ¡ePnotra.favor, por favor, que venga el supervisor! EESnCtraENelAsuDpOerSvisor.

Supervisor: ¿Qué sucede? ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? SSqenueuñrpeooemlrrlavau:idesMosotryre:elqEoluasdicceeaorsroretrnieerrrcoaatlo.lma.Y)SiyAiconas.oís..adl.aicCmeoeumleprsetrrgéal,a,pmnaogenusetéopydumeedeeseqtieurie.es(rtSoaabicrlae.cPdimeerliobeonlaltsoci.lalojeuranipnaspisetle en SSCueañpjoeerrraav::is¿SoVir,:ipo¿e,Prsooerñnoqoruatée,?nqg¿uoTenineanodemaaiqlegunoetoqm?uoesotrcaurlt.ar? ¿Lleva algo sin pagar? Señora: No, señor supervisor, usted está en un error. ¡No soy una delincuente! ¡SOY SSSuuuenñppaoeemrrravvu:iijssSeoorerrñ::doE¿ercYn,etsnpoitonnerc!oeqssu,eé¿lqaeusm?éueesspterroa,?n¡oMesupésotrremnaolsalavoclaurnttearda!. pSSCaeuapñpjeoeelrrr.a1av::iTsQ¡oeTrune:eerEmmensoitnosieebqnmluidgoeoasc.ccuEi6omsnnupdenlsieartalcsoiosstonucnalesicleeinrr6eatneg,slctarommamoteepsntldrticeoaa.redVnlaat,eeclnpardereretgoerlranqamou..e.epnyutoeodndooihcteae.nc..egroncaadrtae.r(aM! ira el Señora: ¡A las amables y gentiles cajeras! ¡Pero yo no traje cartera! vScuaumapleqorsuviaiesriorrm:aaSpneaeñrroaarr.a?E, 1I0rehgulabmiereantpoeenssaeldroeagnlatmese. nNtoo.sYe phuaeydqeusealciruma phlaicrelor.cSoimnpo,ra¿saddeónde Señora: ¡Yo quiero ir a parar a mi casal ¡Esto es una locura! Supervisor: Usted es una cabeza dura. Si hubiera traído alguna cartera... no tendríamos Sesetñeoprrao:bSleeñmoar., no traje cartera y no me voy a quedar aquí toda la vida. Así que pensemos en alguna solución. Supervisor: A mí no se me ocurre. Las situaciones imprevistas me paralizan el cerebro. mCaijoebrlai:gaYciaónmdí emreevaitsaacranlalsocsanreterrvaioss,.ySeesñoomrae, ucostnefdunmdee,emstáe iimrrpitiadiyenmdeodceusmesppleirrac.oSne me nubla la mente... SECunapjtreearrave:ils(ogTreo:rmeTnaetnee.gloteulénfaonidoe)aP..o. r¡Lfalavmore,mesosmaulygeurregnetnet!e. ¡Necesitamos al gerente! Gerente: ¿Qué sucede? Supervisor: Tenemos un problema. GCCaaerjjeeerrnaat::e:EUEsnsaionsceiotsumiampcprióeonnsisibimblelpe.r.evista. La señora quiere irse sin mostrar la cartera. Supervisor: Es increíble. SGCuaeprjeeerrnavt:eis:YoAre:dl.er..meegáslsae,mlerseencgtoloan.m.t.reanrtioo. al reglamento. Gerente: Señora, usted tiene la obligación de mostrar la cartera. Señora: Lo siento, no traje cartera. sSGeeegñruoerrnaatm:e:PeSneirteonoqseulñaeortírra.a..ojoc,ueltsaproarlqguoe. no quería mostrarla. Y si no quería mostrarla, Gerente: Déjeme terminar. Si quería ocultar algo, tal vez se lleve algo sin pagar. SGeeñroernat:e:PYeraolesedñiojer...¡.NSoi nlaotlraatjroapjeo,r¿qcuóemnoovloayqaueorcíualtmarosatlrgaor?!

¡Y el reglamento dice que tiene que mostrar la cartera! SGeeñroenrate: :¿¿PQeruoéquseé ycoar?te¡Crau?alquiera! Señora: ¿Cualquiera, cualquiera, cualquiera? Gerente: Si, cualquiera. ¡Pero muestre la cartera! SCPeoañrjoeurrnaa:m:MEinusutyátibtboiie,ennn.a.GdTaeonmmtiáels.y.(Lame adbalesucacjearrat,e¿rate.n)dría la bondad de prestarme su cartera? Señora: ¡¿ECQnótuomineorceensro,e!mv(iLesaavrloaay,b.prLeoeryfdaleavvoumre?ilrvao SCeañjoerraa:: por todos lados.) Está bien. su cartera. SSCGueaeñpjroeeerrrnaavt::eis:G(oTTrrrar:aacAnitaaqhsnu,pdinloooorssdsypeuocdcdooiensmmitmeponrsutaolq.asuV.re¡udsHeualervmftaaroaspstnrioqdcnuuiotimol.o).psDlS.idía,osgícu,oscntóomealotreenngdole.armaecnltioe!ntes como usted. TELÓN

NIVEL SECUNDARIO: TERCER AÑO La presente selección de obras se realiza partiendo del DCP para el Ciclo Orientado del Bachiller en Economía y Administración que propone dentro del eje Escritura y Lectura de textos literarios los siguientes saberes para el Espacio de Lengua y Literatura: > Comprender una amplia variedad de textos literarios (narración, poesía y teatro), pertenecientes a la literatura universal. > Interpretar el discurso literario a partir de sus características distintivas y de sus relaciones con otros discursos. > Caracterizar los géneros literarios a partir de la lectura de obras narrativas, dramáticas y líricas pertenecientes a la Literatura universal. > Escribir textos ficcionales que se adecuen a las convenciones de los géneros literarios También se considera el momento del Desarrollo Intelectual en que se encuentran los y las adolescentes de tercer año, ya que alrededor de los 12 o 13 años el pensamiento cambió radicalmente y se sitúan, por lo tanto, en la etapa del pensamiento Abstracto o Hipotético-Deductivo. Los y las jóvenes ya empiezan a razonar como adultos y a tener opinión propia. Ya no es necesario partir de lo concreto porque el pensamiento se ha vuelto más abstracto, lo que permite plantear situaciones en términos hipotéticos. Como consecuencia del pensamiento hipotético-deductivo les surgen preguntas en relación a su propia existencia y a la búsqueda de la identidad; se vuelven reflexivos y sumamente críticos y su aguzado pensamiento les permite ser graciosos y sensatos al mismo tiempo. Por otro lado, debe destacarse la necesidad de prestar atención a la multiplicidad de factores que inciden por ser un momento sumamente complejo de la vida. Como consecuencia de la enorme producción hormonal, es una etapa fuertemente atravesada por la sexualidad y en la que aparece una revisión de la imagen corporal, lo que vuelve a los y las jóvenes sumamente vulnerables. La dependencia del grupo de pares y su aceptación también juegan un rol muy importante. Atendiendo a todas las características desarrolladas de este grupo etario y considerando el contexto social y económico desfavorable como un factor que en ellos genera aún más vulnerabilidad y riesgos, el rol de la Literatura adquiere mayor dimensión y trascendencia. Pero, paradójicamente, la realidad revela que entre los 13 y

los 18 años de edad se produce el mayor distanciamiento entre el texto literario y su consumo, siendo una de las principales causas su asociación con la institución escolar; situación que se agrava en las clases sociales más bajas. En cuanto a los temas de preferencia les gustan los relatos realistas pero con tendencia al drama sobre todo donde se presenten problemáticas adolescentes, familiares y sociales; las injusticias; el terror; el fútbol; el policial; la ciencia ficción (dependiendo de la trama); por supuesto que el amor, la amistad y la sexualidad también figuran entre sus favoritos. GÉNERO NARRATIVO A propósito de la importancia de la ficción literaria en la construcción del yo durante la adolescencia afirma el catedrático Francisco Alonso: “.Las historias de ficción permiten proyectar los factores afectivos originarios de la personalidad y ello tiene una incidencia especial en la adolescencia, etapa henacedonqduee laeldejpoevnednenvciivaadeulnagruepsopeyciela deelabboiroagcrióafníaficitmicaigaindaerias.u Lpraoplieactrueraaliddade ficciones desempeña un importante papel en la formación y desarrollo de la personalidad del lector, al punto que su madurez comunicativa necesita caodennsttrruarirseel seenntimdounddeossu efixcptiecriioesncipaa.”ra(AcloonntsroasBtalrázqsuuezi,m2a0g0i5n)ario con la realidad y Por este motivo, es indispensable que los chicos y las chicas consuman literatura, más aun en escuelas con población vulnerable, para lo cual, deben proponerse lecturas amenas, más breves que largas, muy vinculadas a los temas que les interesan y que en principio no propongan un esfuerzo que termine en el abandono de la misma. La mediación del docente y la graduación en la dificultad de las obras es un requisito importantísimo para no perder lectores en el camino. De acuerdo a lo expuesto, haciendo la salvedad obligatoria de que en esta propuesta de canon prevalecen las obras de escritores locales y nacionales y basada en la experiencia personal de que en general hay mayor preferencia por los relatos realistas con tendencia al drama, es que se seleccionaron los siguientes cuentos: ^ Cómo llegué a ser un famoso diseñador en Nadie te creería de Luis María Pescetti. ^ Inconexa en Inconexos de Luciana Condorelli. ^ La magia de Pascualito en Penales en la siesta de Rogelio Aguilera. ^ Un e-mail a fuego lento en Salamandras de Liliana Bodoc.

Otro género que sirve como gancho para atraerlos a la lectura es la leyenda urbana, sobre todo si es autóctona como es el caso de Mendoza Tiembla de Martín Rumbo, de la cual se seleccionaron: ^ Las siete puertas del infierno en Mendoza ^ La trágica historia de los chicos de San Martín En cuanto a las novelas, considerando la poca experiencia lectora con la que llegan a tercero, se seleccionaron solo tres, ya que se prioriza la calidad de la lectura y la cantidad de estudiantes que lean por sobre la cantidad de obras propuestas: ^ Los vecinos mueren en las novelas de Sergio Aguirre ^ El almacén de las palabras terribles de Elia Barceló ^ El buscador de finales de Pablo de Santis Una nota de color respecto a la novela El almacén de las palabras terribles es que se ganó el lugar de: EL CLÁSICO de tercer año de la Escuela “El Plumerillo” y ocupa el primer puesto en el ranking de lecturas de primero a tercero. En cuanto al policial del argentino Sergio Aguirre y después de buscar bastante, se la incluyó porque que se adapta muy bien a las necesidades de esta edad ya que no es infantil ni muy compleja y, además, posee un vocabulario accesible y una trama con relatos dentro del relato que no decae nunca. ÍNDICE DE OBRAS 1.Inconexa en Inconexos de Luciana Condorelli. 2.La magia de Pascualito en Penales en la siesta de Rogelio Aguilera. 3.Un e-mail a fuego lento en Salamandras de Liliana Bodoc 4.Cómo llegué a ser un famoso diseñador en Nadie te creería de Luis María Pescetti. 5. Las siete puertas del infierno, Martin Rumbo 6. La trágica historia de los chicos de San Martin 7.Los vecinos mueren en las novelas de Sergio Aguirre 8.El almacén de las palabras terribles de Elia Barceló 9.El buscador de finales de Pablo de Santis

INCONEXA LUCIANA CONDORELLI cElsaesesd,íanisicmopnleammeingtaes, snei deensvcaanseaciód.e Nsuo psaedrehalelnabael esnur.caSsua ncoovniosutasmhpeorcmoancoosn,ocníai esun paradero por lo que al final del día todos se sentían muy afligidos. Su teléfono celular estaba apagado o fuera del área de cobertura, tal como repetía la grabación una y otra vinedzi.ciSosu hdeermmanoavimmieennotors chenequleaós súulstimcausenthaosraesn. Pdrivegerusnatsarorendetsamsobciéianlesa pseurso ncoonthaacbtoías virtuales y a quienes formaban parte de su entorno pero tampoco sabían de ella. Las hadtoerroacrsoidnpaddaaserasbaaqnuleaylfeassemsihluiaacc.eídaNenomáaosblasdtsiafníjctóeivl,eindmeesabgíaqinnuaermddaeónsntaedpneaerresceleanencpcaoolmrntarea.srtíaCas.adlEaaltituufnadnoetsa,rsemnpoaasópdaercaulbaáasl hSaauebsítahaedrsemidsaconoonscuemrtúaalyntiotmerosiltaueancchiuaóebnní.atrovicsoton Mayra para descubrir alguna pista que contribuyera cruzado palabra. el día anterior luego de la cena, pero no habían mLoauñradneas,cucaonndoquMieanyracopmaprtaíratíaa hclaabsietas.cióSnu, nloavidoi,viSseóbacsotinán,suqsuieonjosnoenvtirveíaabieenrtolsa pmoirsmlaa ciudad se había contactado la noche anterior con mensajes colmados de corazones y palabras cursis, sin mostrar nada diferente a la comunicación de otros atardeceres. Su raemsuigltaabya ceoxmtrapñaoñerpaordqeueesdtuedbiíoans ccoonnfsiurmltaór qaueunnoprhoafbesíaorassiosbtirdeo uan ctlraasbeasjoesfeinadlí.a,Alopceusaarl de su aspecto un poco bohemio y su amor por la literatura, Mayra cursaba estudios en ciencias exactas, particularmente, Ingeniería en Telecomunicaciones. Luego de unos mámesbeitso,desecusorsrapdreon,dsieursoncopmoprañsueroósp,tiqmuoe rpernodbiambileenmtoentye spuenfsaacriolindaqduepanrao lpoesrtecnáleccuíalosa. Sesine embargo, las personas más allegadas afirmaban que su verdadera vocación se encontraba en la simpleza de las letras. cSoumupnadicraedosecoinnquMieatóyraalenrecliabsir úvltaimrioass lhlaomraasd. oLs aelrelmacisiómno ednítare inedllaogsanhdaobíasi csaembhiaabdíoa mucho luego de la muerte de su madre, generosa y consejera por naturaleza siempre poevofiedcnriíataobsahafdbaeemrlielmiaeordecisuardrooidroaenyenvstruaecbaióceilolaonlse,sp.rpimeCreoormboduesspdaaedrleqa,uceniuoedlalcdaonppcaaerrbatíiaóto, mpseaonrlsoalarsseqruievenisdiaatlasgbodanemepaslotoar smOittourvaaicliinzóaonbccahonenfpueosnra ysvuaesnlag,pursottopiadinootsse.meespdeiocsulapbaaran esnocbornetralrola.quAel rpeovdisraíar lhaabhearblietacsiuócneddiedoMyayrsae, sus hermanos concluyeron que faltaba su mochila, con todo lo que habitualmente plloervabsaupudeesnttor,o, suadebmicáiscledtae. sLuuecgoompduetadroercaorrpeerrsolonsal,alurendaesdoprreesndqasuedeellraopfar,eccuaelnztaadboa, ya diario, sus familiares y amigos visitaron las clínicas y hospitales en caso de que hubiera ttueennsitividmeorosniudinoads,a, cscyuidseanlctoe.mcapNfaéañdeadroossnededheatlrlcaólbaasejenasbaeystacssouminojsetfiemtuecasisoeenrgaeusr,laobpsaonrfilnnoeosqhudaeebesresepmdeiarrincgiaib.eirdoEonnnaaldolaas ajeno a su habitual actitud distante, aunque amable y comprometida. Las horas pasaban ymilsamsareMdeasyrsaocdiaeleqsusee sceolcmoanbtaacntadrae flootoasn,tepsedpidoosisbldee. Lbúasqtueleedvaisiyónhatsatma bdieénsúdpifliucnadsíaa slua

nombre y fotografía; y la policía ya había comenzado el operativo habitual. Su pueblo tnaaltaml aegnnietuldsudresedsetalqluabeaelcodnocttoodrodetilpolugdaer ctounvjoetuamraos,ríoysa cqoune lnaoescpirocsualaybacounn lcahihsimjae ddeel intendente. Era inevitable pensar en los serios problemas en los que podría encontrarse Mayra, ya hquueelllaas.famReilviaisanroon csouncceobríraespqounedehnucbiaie,rahadbelasraopnareccoindoagpeonrtessudeplrobpaiancovodluentsaud tsairnjetadejdaer crédito y hasta intervinieron su cuenta de correo electrónico, pero no hallaron señales de algo diferente a lo usual, ni de movimientos en las últimas horas. Con los días se rceirccauuldaarrocnonevsiudebnicciiacslettaalepsorcovmaroiaselesvqidueinoasd,eyuenna lcaámúaltriamadeimseagguenridcaadptdadoandeel sdeíaladevesíua desaparición, se percibía su figura esbelta subiendo al tranvía que atraviesa la ciudad. LdSeelevggeúalnanrdsaoelgnuainngalsúonsininftderericesinocmidaeess,seusbdajedósetiendnoeoslaappaaúrrlaetdicmeidraoa,deeslstoadsceióemnseedypiuonesctohy.óa a andar hacia el este, sin no le daban al caso la tiarmnagnpusomsrttiaiatnirc.yiaSeulqudepeasdamrseoesriehecagíboaí,a spuoesnrqvuheeejermciedaxnoisotsícaonymoatamnditgiíesoizsmaraesñtoosmotarearnosn enssouotssicivadisídaassm, ádlsoe aaccotnpusoauclemosiópperoloar sin dejar de buscar e indagar por doquier. La universidad colaboraba con la stionilmveenascbtiiaognaecanióptrnuentaeeplsodrptoaalnoradrodelelfaolnacdoopmsérodyidsaipeeyrsstoeunlvaipleeraseosppderoecnialtlaaizcaaodnorce,igermnecsieiaanr,.tryaSsau qqnuuoeevinosoussseecdoaemnbipmaataíñabeareonas comentar a la familia que llevaba algún tiempo en una relación paralela con una mujer ddeesalma ocriupdeardo dcoonndsiedetrraabbaajaimbap.osTibemleíaquteamsbuiénnovqiuae hluabipeoralicaíaverpiegnusaadroa eesntausniatuafcuigóan. pEorl tiempo transcurría, los anocheceres llegaban sin cesar, hasta que al fin el padre de Mayra decidió abandonar la ciudad y volver a su hogar para continuar la búsqueda dCeusadnedsou pPueedbrolo,inegnrceosómpeanñísaudecassuas,aftreocptoeszódectoondatloadvoideal. correo acumulado en esos meses, pero no le prestó atención sino hasta unos días después tras despedir a sus visitas y no poder conciliar el sueño. Econltorre mreasúrfmilenseins breamnciaterinotse,. iSmupuaessptoesctosininupsaugaalr lyo ailngvoitódeafoalblertierlroía,coenncoanntsrióeduand syobsrue sorpresa se incrementó al descubrir que era su hija ausente quien firmaba al pie de la hecmoomjba.rparveLenácdgiidóroimuaynsasudsepamltaoabndrooas tptiroparonsplbairrainbdcaeansreosenplerpdaaecpieósln,uspyoor jeollos, qessueteupddoeer.bvioórSóutralnacqourcailaziróztanar sppuearlpopiutalnbsooa pEQasurpeaerrpiodoodqePruaerpeál:epeuredlaasspaplearbdroansaernmteintpaoarzuclaquusearelxesprepsraeboacnu:pación o tristeza ante mi ausencia repentina. piQnautseioresnroedt eqnuiceotnseevlépefarotsinromqsueeceeenlsutlouaynreasb,ipernaol,gfeocsoimonnueaenlvzoadnedenolasumnícaoymnauuenqviuaceacvipiodanareasdle.ójjoHiscaacdmeeentcitaeesmaep,sostainbqauaecacseiusenonotoas spqoeunneasnanrdood,fuoraralmngtúoenpealcrotderíraedoenieelspetacertraósinssiotceñomaraenpToArcNalmascinonomoucohneicsaa,ldeporto,arsqquudeeesnioreemdmpesere dshoeajcayialtaeielsgm.úpnMoeanrtiesfepancattríoaa sofocada, sobrepasada de tanta información y mensajes que no quería leer pero que su mcoemrapañpererosesncaila fminealizinavritlaobsa eastuadbiroisr,losy. cMuaelqaugieorbiéotrdae cavrerreraenquqeuéelsigeiercaonnvoertísaenríamlias

solución a esta opresión. La vida en la ciudad me había ahogado la libertad de elegir lo iqnuceesaqnutieerodehallceenrarytohdaossta lomseeshpaabcíiaoscoeanrtabdloancmoi ctoienmapcotivliidbaredesdesboidcoialeas, esoa lonecqeuseidaeds peor, con una constante conexión con el mundo exterior. Me agoté, me cansé de no poder manejar mis tiempos de soledad y creatividad, ya que había continuamente eanlguliaennupbree,gusnetgauniddoo ddóenduen easletartbaa qyuequmée haancuían,cioabaalgquuieenescoomesetnatbaandsoucuendaienfdooto. Noecveidsietoé marcharme, encontrarme conmigo misma en otro lugar fuera de la ciudad, fuera del alcance de señales y redes. No me sentía preparada para alejarme de Uds.- mi familia, mtraiscnieonvdioen fyronmteisrasaymqiguoesl,oshaamstiagoqsupeerdeunrtaenndeín eqluteiemepl oaampoersarydeellasadpiofyeroencdieas.la familia Y con respecto a Sebastián, con quien creí tener una relación seria y perdurable, fue más sreeeslntaaccidilóelonciscieóonnntednoedtrecarammlbouiajererm.fímiPvoeirrdoalorqatudaeinctaolnm,oyesnatven.ioncuelxaibstaíanyamáqsueobsdteásccuulobsrí paqruae avmeanntuteranríma eunena Alguien más está conmigo, Leonardo, un joven tan simple como excepcional, a quien ysaaluqduée dailsgturaieídnamcoenntesudoufriacnitoe pmriemsietsiv, opeyrocaasi qinuvieinsibcleo,nopcaísarbeaaldmeesnatpeerchiabciedopeoncountiaemgpraon, ciudad. Sus palabras sencillas de puño y letra pudieron más que cualquier elogio pedsreeassscuunbctrauirrotlasoso yporoapgvrreoanmdíaeencseardldee,e Spueenbraoasvtmiiádena, elsyletrnelalalédceucorlinuojsoildsa.adaAmlmarpegrainllcesivopóriporaepseasnesgdéueierqrrulóaensedapemidseitcnaastebapqausruea atención y romanticismo a otra persona. Fue así que me refugié en mí misma, en mi aleucttourradey eesnasmpisalanbureavsostananshiemlopsl,espepreorotatmanbiévnasetans,Lleloennaasrdod,e crueaanliddoaddeesscquuberínqaudea etireaneenl que ver con lo tangible ni con lo virtual, sino con la simpleza de la vida en sí misma. Y lo sentí cómplice de la filosofía de vida que había latente en mi interior. eEssttoey tietmrapnositalenjdoos dpeasloos qauceermtaedosrodeeanba,unconcfairmminaoquneuemvio,demciosidóenstoes pceorrorectraealy, qsuine interrupciones innecesarias ni conexiones de tiempo completo. Deseo que no te preocupes por mí, me siento plena y llena de nuevas energías, prometo eqsucierinbeirstellevaomeneneuldaolmya yveislictaorrtaezómn.ás adelante. Todo el amor para ti y mis hermanos, a Mayra Pfinuemedrrezodaisarteocleoympóuanrlaaicócaacrlotaams punanoñavaeryldoaodteyrsa pavaerzsauslloanrhaainjloidzsoarydelaaallivaveiropacoyildicadídae,scdoqenulcieienerestsocr.istCoe.uaancLedoroscarrepocenoribtdoróes comprobaron que la escritura pertenecía a la joven, también constataron que la carta pesetraobanofeclhuagdaar. aCopnojcuanstasmemenatneassederesaulizadreosnapalariscióinnveystiqguaecioenlesmantaesceelslaorsiasmopsatrraabaobfteecnhear información de Leonardo, la persona que nombraba en su carta. Con extrañeza hdlaeersmcsueabnnrsoiiebsr,iolinqduaidqeunedeessecaulrgtrruaíaibeansbuasqudceealrtyajaosveeansntóancbiaamrtaedsreosecndotenrleecetládanifdicocoisroeresddpoeonlnddeaejneMctrieaaoyrhaadbevitiuveaísalt,e ctoomcnuannsdduoos iLlanatenrtcroaotnimcqiuuaniliiccdoaadndo.olltergoó eanfloaqufea.miLlioasytiatullaarecsomdeunildoasd deinarteioras, haaucníqaune rleofseremnecdiaiosalrectoomloarridoon caso en el que una estudiante de la profesión que representaba el futuro y el avance tecnológico de la sociedad, sucumbió ante la comunicación más básica, antigua y

efectiva, la que no se interrumpe por fallas técnicas ni se desvanece por una d3e-sconexión: la comunicación desde el corazón, en tinta, y de puño y letra. La magia de Pascualito Rogelio Aguilera A la una; a las dos y a las tres. Carlos se trepó primero, él tenía más cancha, mil veces se había colado en el tren carguero. De chiquito viajaba de polizón con su padre y sus hdeerlmfaenroros.caLrroils dyomesipnegroásbaemraosunaa flaija,sanliodsa esdceonldaíamesotascieónn edlemSonante Jaosoérillaasqduee leal lítnreena comenzara a moverse para subir y acurrucarnos entre vagón y vagón. A veces hacía frío, Amnolusgcuhntoaapsfárbvíoae.mceEosls mahieraesdtacaablaalobsma ileoodjsooshturceeapsloaesrnm,táeansdíyoqnmuoesucehllaospmadmárseancoduseanCcdoaornlossaeblcíaamhrguoamsbiatqouuendaeellfratarzleainednatnooy. piabdieaedmraaássp, arscaiunraonydtoneosrllaestgepanabíbaaamss odhs eaqstuaveueelllatragalamar.aHlayabcníaaosaq,suóenloobutespcoapdroíadusínasdcelqcauirroednqairues“imnnoú”jtu,ugvapireo,rraqsuimneoucsqhinuaoes silbaba el rebenque. Bueno, peor era quedarse en el puesto a cuidar las cabras y pasarse Adelel dnPooamcshcienugaoolitsoeenllteoeroalclaeebvsaacrmuacohesalnvmdionedoi.aolEsaeobnugeearlñaoapdceoao,nr,tlaearddetomijniámasdoiastasmquígeumsetdoosgnausstNahbealasstoajungqanureecaessleaitaphbeiacloietuarna. arquero porque el “Gorrión González” se había lesionado y sí o sí tenía que ir con nhaosstoatrolsa. eCsatatocricóen aeñoisnctleunsíoa, sneunecsacosnedíahabcoían snuobsidootroas,l tpreerno. Scuieamndpore anpoasrecaícaomepl añ“atibraa humo” se quedaba helado viendo cómo todos se trepaban desordenados y se amontonaban donde podían. Nosotros le gritábamos: “dale Pascualito, dale.” pero él neladtrae,nssee pqeureddíaabnasinesdtaeqjaureraadsotrocso.mo cuero al sol mirando sin mirar hasta que el bullicio y ¡Atajaba el Pascualito! ¡Mamá, si atajaba! Habíamos armado la canchita cerca de don Zalazar, ahí nos quedaba a un pasito a todos, no tenía mucho pasto, pero por lo menos qesuteabasepaprienjcahayranolahpabelíoanta tatanntosseaglugiadroro.bo¡As tacjearbcaa, ealsíPeasscquuaelitos!e p¡Modaíma áj,ugsair attraajnaqbuai!loEssitná bien que los arcos eran chiquitos y que nosotros no le pegábamos tan fuerte, pero el rePenaltsarcteounraaelbsitaochdvioolnlloanbPeaasbdldoee NuBniueevlnaados.os NAaloirseoosttrroo“.sdoLnnlodesgearbteeaíjmebnoiselnapsoarbaqrauajoñeasye”l.bvUiieennjaoavrcreaizbsian;qoucsoemcnooontdósiecqeunpeodlolíoas nmcaoonsvcehrera,ímproeesr,olpineedrraoa, veerharadbavídae.nrdEaudln. avUsienjotrdibídauenctaíraasjoqduleeasmhfaoabdtíoeasrasdsiodnoydeaurqsnauolesíaroevueecnsatildiSpoatundseMgaairrgqtaíunne.treosN.oensColtuarnoroas nunca pudimos comprobar si era el Club San Martín porque la foto era en blanco y nNUenogsrmoe,aspcñeoarnnodanimomoqesuefdudeiótroaátsrpaidsqepuleeamcrlréoedeajrunlenotaolesPcpaoesnrcauneadlliotGoaoylyqduepejaarrsadeevpheuarscieecrrólame baourpelanatt.ereanracboanelsuPahsecrumaalintoo., ppreaegrraoalandeloosceonjorrdlaialó,.esuAcnupaealraeccalimaóisgveeetnastteiddoedelcaorgnqoubeuirenoronsoampyaanruitlanllaoo,sneugsnuaadnetgeosgrirmdaenabcsluiaaenrcovaiecjqoaumzeoos nlqoousseqhuuaesbaíabsnea usan para la viña. Con el Goly nos reíamos como locos, nos agarrábamos la panza, nos rtúenveollcqáubeamlleovsa aplecroamnpoo dheacjuíaemgoo.sArnutiedsod.eSeentrfauresedaecroemchoodóalla crooprraa,lsecopmerosigqnuóieyn va por el

abrió la puertita. Atado al palenque había un ternero gordo que balaba desesperado dcuoañnadoGrliongvaiocueanntdraor.leLeroebsátbaabmanosemlopsezhaunedvoosa dsealilra lopsinicnaac.hoPsasycuaplaitroecísaacmó áusnmcaelnoceqruroe del bolsillo, chiquito el cencerro. Se arrimó hasta el animal y se lo ató con una piola blanca en una de las patas traseras. Después sacó un pañuelo de esos que usan los yhomnobsresarrpiamraameol scuseilnlohyacseer vrueniddoó, ltoostaoljonso. Ynaoscovneíalo, sqoujéosntoaspaidboas,anovserd.ejSaemoascedrecóreaírl palenque, desató lentamente al ternero, se acomodó la ropa y lo soltó al bruto. El animal salió disparado como diablo en plena misa. El Pascualito se empezó a mover sleonntaabmaenetle,cetanncteeraron,doelenPasecluaaliirteo, sceomaorrimjuagbaan.doelaal n“imgaalllitsoe cmieogvoí”a. nEelrvtieorsnoeroy sceuamndoovíae,l Pascualito lo tenía a tiro, se le tiraba de cabeza a las patas tratando de arrancarle la vccraeemzopeaqlnuietlilpaso.e Esrneeíalq.auEepdnróimlapearsareagdruoenvdoyalcascedaasiarnsroeesmvamanagdtóaemlcaoasbcedazmea isrcieostanat.rcaEonlelteeplranlGeernooqlyu,pea,hróapsetrlaoasellaortteeejrrancseerroya abrió los ojos como asustado. El Pascualito agitó sus brazos y cuando el animal se msaoqvuieó,sienl stiipqouievraolótoccaarslie duons pmeelotr.osAsyí afuemadnoos, ctarmesbiyadahalseta acrruaantcroó veelcecsencseegrruoidadse. uEnl tipo no fallaba, se largaba de cabeza como si estuviese en la laguna y zas, chau nacneonimncoeasrlrroec.íomrCroíuasamnydáosP.as¡sAecutacajalaintbsoaóevlooPlavabsiaoc,uaqcluaiteíoa!es¡reMa almemvuáaynstiafaábtcaaijla,yblave!oalvtóía laa acrarmojpaarsneil.laCoenn elal Gcoollay. yEal Esa mañana, la primera vez que lo llevamos a jugar con nosotros, no le costó tanto scuóbmirosepaaslabcaanrgupererosu, rloesadsiolasunpiepdorcaos deentrme ielodso rvieelresse. Ntreopaledodiao steamnteojamntieedmo,onpsetrrouojoydióveyr jodió con que la madre lo iba a matar cuando volviera; que si no le daba las bolitas a su hermano lo iba a delatar, que si no conseguían tren para volver, que si. Esa mañana, la Aprgimuae.raMveezacquueerdofuequceongannoasmootrsosundoona Nceelrsooncolno upnusogodledetiltuClaarrlocosnytraaulonsqudee nPaudnietaddijeol nada el Pascualito se atajó todo. Así fue cada domingo. Convencimos a doña Nilda de que el Pascualito era bueno atajando, que don Nelson quería que firmara para el club, tqaunetassi ogtraansábcaomsaoss juelntacsa,mqpueeonlaatoponborse ivbiaenjaanollepvuadroa djeucgiarrquune npoa,rtisdooñaandBouceonnosvAeriraessuy hijo convertido en un gran jugador de fútbol. Eblloesglasaimtmooasvñiaeanjlao,cylluabgappsrtiaamrdeeocreadqoduneedetloeldlaedsviaoblaavselrmagüareñonapznaaascvoednre laaPalqsoucsueaoletinrtootr,senscauhbbiacióosenacloecnlacrsgouursrearclo.amCcoiusnaentaduson, botines, medias y pantalones de jugar al fútbol así que escondió el bolso y se quedó eCsopneraenl dcooarreqruedeel ulotisleproarlteiddoisereallaPraospcuaaplaitroa esnetrfaureahlaacciaenncdhoa.figura del equipo, volaba de a acá para allá pillando cencerros sin ruido que se habían convertido en balones. Era ddaciisfoípcbaialrrodsahralccooe,mrlpeoerousinelngaPodalas,,cuhacaloistmtoaonolsoissetumavcáiehsriacagbrpaaun,edpsetosoníalleossupsgautmeaaanbnteaosns cdcueornticduafesurroyi.a aPgtaruaraatnatnacdbuoaanlddooes pclaousmetismetonezróadeedllePcsaausmcupigaenloiontoraatnopcaiyaraa yhqaulbaeíamdfaoinrñmcahaadNodiledpaasruadipeelrualcglaeurlb.ccoDomnosonenrNtúibmelrsiieconantodtuevyosupquvusoeieluriarntahldaa.stcaCrouenzl el Goly le chapamos el carnet cuando se estaba bañando en el club para ver qué decía, a nPoassocutraolsito.nuSnaclaía nboosnithoabeínanlahfeocthoo, pfeiirnmaadro yconesroayaquael mlleevdáiboa,muonsa cmaámsisatiebmlapnocaqyueuneal

corbata azul. Parecía un chofer de micro, con el Goly nos matamos de risa, pero no tEasneto,aañonolsaotrcoastenguonrcíaa ndoesl hPicaisecruoanliftiormsaarl.ió segunda, un punto detrás de los mediaguinos, pero todos hablaban de nuestro arquero como el mejor de la liga. Algunos equipos quisieron comprar el pase, pero él no quería saber nada, le había dado la palabra a don bNueslcsaornlo.deEnqulae tseerceqruaedfeacríhaa hcaosnttaraqCueochsaalgieuraal sceamlepseióonnóoelvnineigerroa Valigdúenla cylulbe gdriearnodne laa cinta de capitán al Pascualito. Qué bien le quedaba, el tipo no se las creía, seguía tan humilde y callado como siempre, pero nosotros que mirábamos desde el banco de smuipralednatesp,erndoidsadiymopsenceutreannttae dae lqaueveézl, tqeuneía inaltgimoideasbpaeciaal.loEssariveaslteasmpcauanddeohotemnbíarne, qeusea encararlo o patearle un penal. El pibe “tenía magia”, como dicen algunos, “magia”. haCciucoaimenrdpooanñacfiburammpaarli,ólaoslsoí sqpudaeireticmdisoiéspisaapalágñuosnseasleonovcjeióctaeyrso,nmpepoardrqaiujoejuqgcuaoermseoinnapolriemGraeorlajyu.,gPaadaroamr íednettoafmnúctpbeooscloyiobamloea tener que estudiar; fue así que me puse a estudiar no más. Ya no nos costaba tanto stroenpaarrnloas baolcitnraend. oAs lgvuenceass yveyceas ecrauasnadboidola qmueáqnuoinanolsa tmenaínaemjaobsaqduoentrCephairc,hoé,l nnooss hhaaccííaa un lugarcito en el último vagón siempre y cuando le cebáramos mates y le hpcoiaebndlvraiardsámrpaemasodasebcaíncao:nm“áctsouratndadesoaplajcurieeogs,cuoealldeonP.apsEcrriuamaleliirtnoadoelenegalvuúisótlatnibmavo,amavoavsgeócane,svinacojuaarsn,edneotníasmaevoióslenf”rd.íaoYbaoy pmloaesr ría, no me imaginaba cómo se verían las piedras desde el cielo. fSluacopriAmgeurirprea.rtiVdoeinetnitrpésrimmeirnautfouse dceolntrparimloesr “tciehmimpboe,roesl”,paernttirdóo ccuearnodoa locereox,pupleslaortoan eanl cortada para el Tati Molina, arrastra al dos como si nada. El Flaco que sale a achicar y se lo lleva puesto; penal y expulsión. El técnico miró al Pascualito como diciendo m“siarlavbaamdeespdibee”la, lteribhuiznoa, speñegaadcoonalalamtaenlao jpuasrtao qauelasealtluervaandtealraáryeap;idéilóneol cmaembvieoí.a Ycoomloo aquella mañana en el corral. No lo podía creer, era el día, el día tan soñado. Me hubiera gustado que estuviera el Goly así nos abrazábamos, después de todo nos reímos poco, nmuonsctraó nlooss traepímonoess taalntloínedaelmPieanstcruasalistoe, céallzaebraa lnousesgturoantaems,igloo. sPaliusódólaal rFaylaacodequceals,allíea destrozado, como sabiendo que ese era su último partido como titular, se persignó y lecenatmtarlóinlóael hdcaiajsomtapaoelldaaerpcjaous,eagdsoea cp“oapmruóeosetsenirinetoladmaan.eddEáilo,anusbeeuvsaecrraderemlaaenlalgloósfoclnoodsnop”l.auñEpolesl,oPtyaascapuuiasnalqidtuoae enmni ulecolhopmsuinrnótoo, se dieron cuenta, cerró los ojos esperando el silbatazo del juez. El delantero sorprendido pqourietola yoscaudaíandodeltodmouschlaochcoreíraenmavteónccidoon sfeuerimzapualslópacloomoderuenchroe.soPrtaescyualeitno mseediqoueddeól grito de gol de los visitantes, para asombro de todos, se quedó con el balón apretado ypenertsroueslsaucsohmamzpaaañnñaoesrn.oosSófsuleoe lasehóílvoaebnlaríiaónatlaoejasndcoaimjodaselypoPprausdclauoahlviateozr,acñsóainm. ooElqeulpeanrautdiedevome átsseermfaugienaórlraacbpearroilmaeacraacbeverezoza, qaCbuureaanuzdonoecnoscmeueotnetsrrimoemidnepórneud,eespterbraoalñigasera tmyuoveoalsoduecleaosnmpteóernadtbaoarnioeNennellesalodnpiaujrueirnottaloocdcaeoll.n vuenstuseañrioor palatroa mduayrlebiuenn vestido que quería conocerlo. Se quedaron charlando un rato, casi que no quedaba nadie ealngúenl cvleusbtuimarpioo.rtYanotenqouepolodíhaabeísacuvcishtaoratlaojaqruyesedelocíaqnuepríearollesvuapr.oCníuaanqduoe seerafueurnondierligente de

Pascualito se quedó sentado, sentado como en el aire, no hablaba, no miraba, no raevsipóinr”a.baN. ossólfouimsooñsabaal:ba“rSedemleos dPiooncheerma atnoom,arseunmaecedrivoe.zaEncomavoiósniemvapmreosy aa vesiapjearra,r eenl tren que nos llevara de regreso al campo. Esa tarde don Cholo le dijo: “nene te pasaste hoy, consumí lo que quieras, yo invito”. Tomamos más cervezas que otras veces, el tren ncuoanvdeoníalleygóquelé tírbeanmyos tuavihmaocser,quteomtarempoasrnocservyeazae,stmabáas ocsecruvreoz,a aqumeí omtreas dvabecaesv.uePlataras todo y el Pascualito un ratito antes había vomitado. Me dio miedo treparme; estaba oscuro, le dije al Pascualito que nos quedáramos hasta el otro día, pero él quería ir a Ldaorleselgauínoctaicsiia traessuhomraasmáb,usacsaí nqduoe eslubriamstorso. qEusetabdaejoasbcaunrol,asnadalipearngoastavsiogassutabdira,sneandiel.a arena, llevaba una mochila chiquita, una botella plástica forrada con tela, un sombrero mteernaaírarmóngi aaynmasuignoda,eanlnolgevupásotridsaeíalosedcepajaarrqaluoesiseolmolophryaec.ímaLeosnooslsleogazuhaírorpsaoinrcudeasenerdraommilaeardosuonlieandtealándgsroeirmaqau.leaEpslerinPmtaíeascraueanqliuteoel pecho de creer que se quitaría la vida, la única que le quedaba, porque la otra, la del bfúatjbooldeyalalasahlianbaíacupaenrddoidosepdareatuvsioemaptroem. aErstaagbuaa.caSyaecnódounlapatañrudeel,ohdaebíalamomsocehnitlraa,doseesneceól la frente, miró hacia atrás, se acomodó la bolsa y siguió tranqueando despacio como pqbiuueesscaddnoedlmoáinrubanboal,lueaglbarripó.aiSslaaejemdoecctouhnviloasuyjuassstaopceócdteosbuadjveoiegjdaiegraonuptnea addleogramarrriqoduboeo,rosc,eoerlepcuchleeónnctdoeerryoroqdcuhilealamssiuesamcapldoroes le ataba al animal y un lazo trenzado que usaba en muy raras ocasiones. Ya casi no se vmeoíam, ecnotomojusatqou,elplaaranoncohedadrelel ttrieenm.pMo ea ancaedrqau. éCdoemsopacpiuodotrasteandpousodesuintreorpruamdpeirlaorqeuneroe,l hasta la gorra se puso, sacó el cuchillo con mango de plata que le había regalado don Pablo Nievas y para mi asombro se ató el lazo a la cintura y se cinchó bien apretado pdeágnadrolsee evl agriraisto vpuaerlatastercmonintraar ceol nárlbaoll.ocAurla pdrienlciPpaioscunaolitoe,ntepnedroía cyuanedsotuvmeeaacpeurnqtuoé dvei con los últimos destellos de luz que sobraban en aquella tarde, relucir el filo del cuchillo que comenzaba a cavar el pie del algarrobo. Ahí estaba, la leyenda del pueblo se prervoefulanbdao adnetle qmueí bcoromtaobaunnamivleesrddade haobrsmoliugtaas, d“eolradhaosrmqiugeuesreogúdnellodsiavbileoj”o,s acquurealbasnocaavlóans personas de sus males y pesares más íntimos. Un susurro comenzó a poblar el silencio dqcoeulme ecdnaezmópproao,nrteeolcoaPrparaesrcreuceaillóitcoluaesreppgroiumíadeercalaPvhaaonsrcmduoiagladiteodseolserpanedtaraamdyeonctceoo.mmAoosuíqnufuineeinrñoonbuqfsulcoearetcurienepnatdeosaomruoni,leáhsrabsdoteal hormigas que brillaban con su luz incandescente e iluminaban aquella mágica escena. Lquae nsouccheedíasóclouanmdoosteralbPaassciuluaelittaos, dseojómbvrears,eltatlrisvteezpesduaezñoosdey bdreaszeoosq.ueSólleo hcaobmíaprqeuneddíadloo después de que el tren se lo cortara aquella noche en la que tomamos más cervezas que goenrtritaoslavdeeicnsegmsa,ernreasndidolarad qyudeelolnsomtisorenotnvee,esíaedsnterasedemasp,eecerínaadnloaslaqsquueemniapsdmeigeíasibnmaoassevlieopstosrubelbrleiars, Pnayiscbuhaaajlasitrtaodelralesstorenvnao.bcaEensl yplurgomafura,nldlcaaossciddheoormleansigaedslescdheeonsrtaarpsoarhdeieccliieerhrooonnrmsciigoleumneocroio.arDecnueaaspnudqéouseedlseenuiñlnloeovsapemneielnturvótoiesenltloamcyuañlómnnoa dqveuoselpvdrióoólijnaoli rastro del hormiguero y su magia, sólo el cuerpo desvanecido del Pascualito cinchado al vesietajobaalgbaiernro.boDocrommíoa mpluáecsidtraambernuteta,l cdoemaoquuenlla nniñooch, e.taMl eveazcercqouné udnespsauceioñopadrea vgelrorisai


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