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CAUTIVA DE TU ALMA

Published by Gunrag Sigh, 2020-07-21 20:30:20

Description: LIBRO DIGITAL Jesica

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Carta X Roma, Italia 29 de abril de 2020 “Hoy Dios también llora” Mi querido: Ya no sé cómo calmar el miedo que me acecha, aquí estamos rodeados por la muerte y una vez que llega no hay despedidas, sólo un olvido impuesto \"por el bien de to- dos\". Ya no hay gente en las calles, sólo nos queda rogar a Dios que aplaque su ira, lo único que espera en ellas es la muerte. He visto las noticias y sé que allí donde estás las cosas empeoran cada día. Me aterra pensar que este mal te alcance sin que yo haya podido verte aunque más no sea por una última vez. Tu trabajo te expone a luchar contra este enemigo invisible que no perdona a nadie. Mis noches me encuentran hablándole a Dios, le cuento de ti, de todo lo que hiciste por mí, le hablo de tu sufrimiento y le pido que te cuide cada vez que tengas que salir de tu casa para cumplir con tu deber. Quisiera enviarte un mensaje y preguntarte si estás bien, aunque me aterra escribir y recibir sólo un silencio que terminaría con la poca cordura que aún me queda. El Covid-19 es la peor realidad que alguien puede vivir, le da inmensidad a todos los miedos ocultos, provoca el caos y la gente muere... en soledad. Hoy sólo me animo a cerrar los ojos y sentir que te abrazo, sentir que estoy contigo, hay angustia en mi pecho, un dolor que me recuerda que no estás y te extraño tanto. Mi querido: Conozco el infierno, es tan fácil estar ahí, me basta sólo con saber que lejos de mí, y de donde yo pueda abrazarte, tal vez sientes miedo, quizás estás tratando de ser 101

fuerte; sí de algo estoy segura, y es que por momentos aceptas tu deber y por otros quisieras simplemente no ser quien eres. Creo que Dios también llora, supongo que si él permite esto, algo mal hizo la humanidad. A veces, cuando vienes a verme en mis sueños, debates con interés sobre temas que otros no soportarían mientras clavas tus inmensos y profundos ojos en los míos. Otras, guardas silencio mientras en mis labios siento los besos que no puedo darte. Intuyo que deseas hablarme, y en un abrir y cerrar de ojos, simplemente desa- pareces. Mi querido: Dios también llora pero quizás esto sea necesa- rio para que aprendamos a valorar las personas que están en nuestra vida. Perdóname, no te valoré lo suficiente y procedí de la forma más cobarde que se puede actuar y aquí estoy, aterrada de que un día me llegue la noticia de tu muerte. Mi querido: Seguiré rezando por ti hasta que esto pase o hasta que la muerte también venga por mí. Estás en mi cora- zón, en mis pensamientos y en mis lágrimas. Te quiero aun hoy más que nunca, te extraño y abatida te digo: \"Te necesito para vencer este terror que ha vuelto a mi vida, la versión más realista de un infierno apocalíptico\". Elisa 102

Carta XI Roma, Italia 6 de mayo 2020 “Las despedidas que no pueden ser\" Mi querido: Al escribirte, hoy estoy llorando ya que hace seis días fue internada Francesca de suma urgencia y no tenía novedades hasta la mañana de hoy que me ha llegado la noticia de su muerte, sé que ella pensó en mí hasta su último momento. Fue ella la persona con la que pude hablar de ti, del dolor que me causa tu ausencia que yo misma provoqué. Hoy me llegó una carta escrita por ella con bellas palabras a través de Lucio, su hijo mayor. Esto es lo que me dice en ella: “Grazie ragazza per la tua compagnia è stato un dono conoscerti. Temo che non saró in grado di dirti addio. Prendere i risparmi della mia vita e andare a cercarlo, chiedere perdono, essere felice. Ti amo Franchesca”: “(Gracias mi niña por tu compañía, fue un regalo conocerte, me temo que no podré despedirme de ti. Toma los ahorros de mi vida y ve a buscarlo, pide perdón y sé feliz. Te ama, Francesca)”. Ella también amó a alguien como yo te amo a ti, su amado murió dos semanas después de la boda. Ella supo contarme que lo último que vivió junto a él fue una discusión, una tonta discusión donde ninguno de los dos pudo pedirse perdón. Como sabrás, aquí al igual que en Argentina, el aislamiento es total, no podré despedirme de ella y eso me duele, aunque sí puedo honrar su memoria y seguir su consejo. En cuanto toda esta pandemia termine iré a buscarte y te pediré perdón porque la que falló he sido yo. Espero que para ese entonces tu enojo haya desaparecido. Mi querido: Aquí la gente muere sin tener la oportunidad de cambiar lo que hizo mal, no tienen la oportunidad de pedir 103

perdón. He oído algunos audios que me envían a modo de cadenas y es aterrador lo que se escucha. Por ejemplo, que los que deben morir, lo hacen en la más absoluta pena y soledad y sus lágrimas son como una puñalada para quienes los ven partir. Ruego a Dios, querido mío, que me dé la fortaleza para resistir hasta que toda esta situación termine, no deseo morir sin que sepas que jamás he dejado de quererte, que día a día recé por ti y que nunca pude olvidarte. Cariño, si algo me pasa quiero que sepas que fuiste mi milagro, y si debo irme de este mundo, te buscaré en las otras vidas hasta que un día y como un regalo de Dios, vuelvas a mí. Elisa 104

Carta XII Roma, Italia 13 de mayo de 2020 “Lo inesperado y el miedo esperan detrás de la ausencia\" Mi querido: El tiempo ha pasado y las muertes no han cesado, para ser franca, no creo que Dios esté escuchando a la humanidad. Creo que nos está dando una gran lección: ¡No somos nada! He sentido la gran necesidad de volver a ser esa persona que una vez te acercó a mí con \"mis letras, mi forma tan sombría de contar las cosas”. La escritora que dormía en mí, ha regresado. Hoy no puedo evitar dibujar una sonrisa en mi rostro, todo me lleva a la primera vez que tú y yo hablamos, creo que de no haber escrito esas líneas nunca te hubieses acercado a mí. Todo comenzó con una felicitación de tu parte y la pre- gunta: ¿Dónde puedo conseguir tu libro? Fue el inicio de algo que aún no tiene final... aunque ya no estés. Día tras día empecé a conversar contigo, a observarte, a descubrirte. Y vi tu alma, un alma como ninguna otra. Al abrir mis redes sociales me encontré con todos y cada uno de los poemas que te escribí, creo que nunca nadie despertó sentimientos tan puros en mí, como lo hiciste tú. Un mensaje llegó de pronto, alguien me dijo que había estado contigo, que te había hablado de mí y que ahora sabes a dónde me encuentro. Me aterroriza pensar que aún después de saberlo no quieras buscar la forma de hablarme. En todo tiempo he creído que estoy lista para eso, pero hoy me pregunto: ¿y si no es así? Es probable que me hayas olvidado y que todo lo que suceda conmigo te dé exactamente igual, 105

después de todo, y como mis letras me lo recuerdan, no has sido más que una utopía de amor inalcanzable. No respondí aquel mensaje, ni para agradecer, ni para cuestionar, sólo miré aquella foto tuya que me enviaste una vez en donde sonreías para mí. Te sonreí también, de repente sentí esta tristeza que me invade cada vez que te extraño. Hoy, más que nunca, extraño ser la persona como esas que fuimos antes, que se entendían en letras y se descubrían en largas charlas... extraño todo aquello que ya no puedo tener. El exilio sólo me sirve para encadenarme a tu recuerdo. Mi querido: Aún sigues aquí clavado en mi alma, no he tenido el valor de soltarte y enfrentar mi presente sin ti. Aquí está tu fantasma jugando entre las sombras de la noche y que no me deja dormir. En este departamento apareces y desapare- ces mientras el mundo intenta soportar la plaga viral que lo aterra. No es que te veo, pero te siento, tal como cada vez que me abrazabas y yo en tus brazos, y sin decir una palabra, encontraba mi paz. Mi querido, tal vez un día entienda que no eres para mí y solamente así entonces, ya no sienta este dolor que me pro- voca tu olvido. Acaso en ese momento, el menos esperado, sólo quede de aquello que fuimos, un libro desgastado. En esta historia todavía te pertenezco, aún te necesito. Mientras el mundo tiembla de miedo yo beso una vez más tu recuerdo, y cuando todo esto pase volveré para bien o para mal, y quizás entonces, ya seamos libres: Tú de mis cadenas y yo de las tuyas. Elisa 106

Carta XIII Roma, Italia 20 de mayo de 2020 \"Un comienzo que no espera\" Mi querido: Han pasado exactamente tres meses desde que tu lejanía y la mía sucedió, ahora ya no importa quién es o no el culpable, sólo interesa en pensar que ninguno de los dos se opuso lo suficiente a la muerte de lo que pudo ser nuestra mejor historia. Lejos de ti, me atacaron todos los fantasmas de la que siempre he sido y nunca acepté, dejé que las noches tomaran de mí la parte más vulnerable; y aunque esperé que vinieras por mí, sólo vi pasar en el invierno y parte de esta primavera, cuerpos atemporales y la vida y la muerte desde mi ventana. No voy a negarte que hayas sido la persona que más amé en mi vida, que lo hice aun cuando no sabía que eso era amar. Supe escucharte, descubrirte, amar tus heridas, tu sonrisa y tu eterna pena, incluso amar tu soledad, supe amarte sin esperar que me pudieras devolver ese sentimiento. Mi amor había nacido para ti, ¿y tu amor…? Tu amor nunca pudo ni podrá ser para mí. Me basta saber que alguna vez me quisiste como nunca nadie me ha querido... y eso, mi querido, no es lo mismo que amar. Yo aún te amo pero he entendido que si después de tanto tiempo sólo encontré tu ausencia, mi acto de amor más grande para ambos, es soltarte. No sé si alguna vez recibirás estas cartas, sinceramente no creo que puedas soportar el peso de este sentimiento encerrado en ellas. Estas cartas son todo lo que he sido en este tiempo de abandono y desolación, esta es mi verdad. Quisiera regalarte un último recuerdo que nos acerque sólo un poco más, aunque no creo que sirva demasiado. Te he dado casi todo lo que 107

guardaba mi corazón, lo que aún me queda sólo es mío porque así es como debe ser. Poco a poco todo vuelve a la normalidad, Roma pronto volverá a tener el mismo esplendor que tenía cuando llegué. Aquí, por las tardes, la gente sale a sus balcones a cantar, y todo parece tener un nuevo florecer. He recibido la respuesta de la embajada argentina y pronto podré volver a casa. No sé si te veré, si una vez más me encontraré con tu mirada, sólo sé que es tiempo de dejar de huir. Me exilié en uno de los lugares más hermosos de la tierra, pero no pude arrancarte de mí, siempre me acompañaste aun- que no estabas aquí. Creo que el olvido no puede existir cuan- do las personas se te meten en el alma. No sé qué me deparará lo porvenir, sólo sé que es momento de lavar mis heridas, enfrentar la vida, besar una vez más tu recuerdo, darte las gracias y recomenzar... sin ti, con la esperanza de que Dios nos haya guardado para el final de este camino algo mucho mejor. Mi querido: Me despido, es hora de resurgir de las cenizas como el fénix, tal vez entonces, tantas cicatrices con tu nom- bre anuncien finalmente mi paz. Elisa 108

Carta XIV Roma, Italia 27 de mayo de 2020 “Un destino mal escrito” Mi querido: Lo único que me queda como consuelo ante la destrucción irremediable de esta historia es hablarte de esas cosas que no fueron pronunciadas por mi boca, pero sí que quizás, alguna vez quisiste saber. Sabes, creo que esta copa de vino no me ayuda demasiado a mantenerme tan fría como para que mi pasado no me alcance. Recuerdas aquella vez que abrazándome te reclamé por no saber cosas de ti. Para mi sorpresa y por primera vez, replicaste y me dijiste: \"Sí, aunque también hay cosas que vos no me contás\". Fue muy grande mi sorpresa, sinceramente creía que te lo había dicho todo, pero de tu boca salió: \"Siem- pre te escuché hablar de tu abuela, pero casi nunca hablaste de tu madre”. Quise responderte, y supongo que habías visto lo doloroso de eso, porque antes de empezar me detuviste diciéndome que no era necesario. No es demasiado lo que puedo contarte de ella y puede que mucho de lo que te diga pueda tener otros puntos de vista, más o menos duros que el mío. Era de mi estatura, tenía pelo renegrido con algunas canas, sus manos eran como las mías, ojos marrones dulces y tristes. Las imágenes que aún tengo de ella, la veo vestida con polle- ras largas, todo el mundo la amaba, era muy dulce, aunque ya no puedo recordar su voz, sí su sonrisa que la veo cada vez que cierro los ojos. Mi madre tenía un nombre poco usual, gracioso para algunos, así que creo que me fue más fácil llamarla con un nombre común y lleno de amor: \"Mari\". Mi padre fue el amor 109

de su vida para bien o para mal, creo que el destino los unió porque los dos estaban igualmente rotos. Mi madre no conoció a su verdadera familia, mi abuela me indicó que ella fue adoptada a los nueve años por quien toda la vida dijo que era su padre, pero mi tía Cristina, quien se supone es su hermana, manifestó cierta vez “que ella era una india que vaya a saber Dios, de dónde había salido”. Como te imaginarás, odié desde ese día hasta hoy a esa arpía. Mi mamá era una persona alegre, más de lo que lo he sido yo, sin embargo no puedo asegurarte que haya sido feliz; su vida fue sufrida, pasó necesidades, hambre, soledad, y a pesar de todo jamás dejó de ser buena con todo el mundo. Mi madre me visitaba algunos minutos cuando podía y yo era feliz, cosa que a mi abuela la hacía sentir celos y se molestaba por eso. Creo que su último regalo para mí fue visi- tarme cuando cumplí dieciocho, pero mi papá no fue... nunca ha ido en los años que tengo, ella sí estaba ahí sonriéndome... ocho meses y cinco días después ella murió. Siempre recuerdo la última vez que la abracé, fue en octubre del 2005, en el día de la madre, le llevé rosas cortadas del jardín de casa. No me quedé, nunca fue mi costumbre pasar días importantes con ellos, los pasé siempre con la familia de quien me crio, creo que es eso lo que mi padre hasta hoy no me perdona. A mamá le gustaba Neruda y Arjona, era bastante román- tica, la persona más hermosa que te puedas imaginar, y no supe valorarla, no fui con ella una buena hija y jamás pude pedirle perdón. Con mi padre es otra historia, aún no estoy lista para hablarte de él, (es una herida que siempre sangra). Creo que nunca he sabido hacer lo correcto y contigo no ha sido la excepción. Mi destino está mal escrito desde el día en que nací, tuve suficientes ejemplos de lo que no se debe ser o hacer, pero como puedes ver, no he aprendido. 110

Vivo mis heridas cada día, algunas veces escuché a otros decir que me gusta relamer mis heridas; antes me hubiese ofendido, hoy concluyó que tal vez es así. Mi querido, después de todo, es lo único que me permite saber que aún estoy viva, porque vivir me duele cada instante y a veces dudo de estar viva. ¿Cómo podría alguien vivir soportando todo lo que he sufrido? Hoy aún intento saber quién soy, y sobre todo, por qué soy. Elisa 111

Carta XV Roma, Italia 3 de junio de 2020 “La decisión final” Mi querido: Estos son momentos muy oscuros para los que nadie estuvo preparado, la muerte está pasando por el mundo y deja lágrimas tras de sí. Los últimos días de la primavera hacen florecer tardíamente las plantas de las calles de Roma. Hoy la vida escribe un nuevo capítulo para mí y mis hijos. Podría estar recorriendo los paisajes de mis sueños en esta her- mosa ciudad, pero la decisión ya ha sido tomada: Regresaré para ti. Ya he guardado todos mis libros, la ropa, el retrato de Francesca junto con su carta, y en cuanto termine la presente haré lo mismo con el ordenador. Tú ya me conoces y bien sabes que en circunstancias como estás la ansiedad me carco- me. Puedes imaginarme: mientras escribo, escucho una pieza de ópera clásica, en tanto con los niños tomamos una merienda liviana con café; en sólo dos horas dejamos Roma y sus viven- cias atrás. Mi querido: Tu perfume favorito me da la fragancia que tanto te gusta y el rojo carmesí en mis labios recuerdan la falta de tus besos, pero no todo es alegría; hay ciertos recuerdos y algunas realidades que quedarán aquí de por vida como si fueran mis íntimos secretos. Mi mirada melancólica se está despidiendo a través del ventanal, de estas calles que gritan historia y desean retenerme. No será así, aunque también una parte de mí quedará en ellas. Las maletas están listas y la hora de salida de este lugar está muy próxima. A las dieciséis horas, Lucio, el hijo de Fran- cesca, nos prometió llevarnos al aeropuerto con su auto y estos últimos instantes parecen eternos… ¡Está sonando el timbre! Abro y me despediré de ti… 112

Epílogo Cuando abrí la puerta estabas parado frente a mí, tus ojos profundos me atravesaban, por momentos pensé que era mi imaginación, pero no, realmente estabas ahí. Las manos me temblaban y el corazón se me quería salir del pecho, mis latidos descontrolados y mis labios temblaban. Lloré entonces, lloré desconsoladamente y te pedí perdón, no te dejé hablar, sólo te pedí perdón. Me abrazaste fuertemente, te juro que sentí que todas mis partes rotas se juntaban de nuevo, me abrazaste con ansias como si de verdad me hubieses extrañado de la misma forma en que yo lo había hecho. Y de repente, un dolor inmenso invadió mi cuerpo, pude ver tu rostro lleno de temor y desesperación, en tanto lenta- mente mi conocimiento se iba perdiendo y mis pies se afloja- ban sin sentir ni oír más nada. Sin embargo, algo inexplicable ocurrió, mi consciencia tomó otra forma, más clara, más per- ceptiva, más etérea. Comprendí que aquello que pudo ser feli- cidad eterna para ambos, ahora era para ti una hiel amarga que te quemaba las entrañas. Llorabas mientras tratabas de calmar a mis retoños, queriendo prometer que yo volvería a estar bien y yo supe..., supe que no sería así. Los vecinos comenzaron a acercarse, escuché decir que pronto la ambulancia llegaría y después de eso todo fue oscu- ridad nuevamente. De repente, me vi tendida en el piso aún en tus brazos, no entendía nada, quise tocarte y no pude, mi mano te traspasó, llorabas con el corazón tan roto como en algún momento lo había tenido yo. Me pedías perdón y me rogabas que regresara, maldecías y decías que lo nuestro no podía terminar así.

Cuando taparon mi cuerpo te aferraste a mis hijos, volviste a pedir perdón, era insoportable para mí ver el dolor que los atacaba y saber que yo no podía hacer nada para consolarlos, creo que su sufrimiento era el último de mis castigos. No entendía por qué Dios me permitía verlos así, hubiese dado todo por regresar a mi cuerpo pero una luz me esperaba a lo lejos, aunque no quería ir a ella. ¡Aún no! Mis tiempos y mis visiones se aceleraban. Tres campanadas de la vieja iglesia dieron por iniciado mi funeral, es extraño poder presenciar ese momento. En vida siempre creí que nos íbamos en el mismo instante en que nuestro corazón dejaba de latir, pero no, yo aún seguía allí viendo todo como si mi vida y mi muerte fueran escenas de una película. Llenaste la iglesia de rosas blancas, creo que nunca olvi- daste lo que alguna vez te dije de ellas. Recuerdo la primera vez que yo puse en tus manos la rosa blanca y te dije que era símbolo de mi amor puro e incondicio- nal y que ese amor era para siempre (sabes), y sí será por la eternidad. Abrazaste a mis hijos como si pudieras tomar de ellos lo que guardaban de mí. Me asustaron tus pensamientos, pensaste en alcanzarme en la muerte y analizaste varias formas de suicidio mientras tu corazón latía con dolor. Pude sentir que me amabas aunque ese amor ahora era el clavo en tu nueva cruz; mi querido: esto no fue tu culpa, esto estaba escrito así. La visión se tornaba más vertiginosa. En el cementerio, mientras tomabas las manos de mis hijos, te permitiste imaginar la vida que te hubiese gustado tener con nosotros, estabas aturdido por el dolor y te aferrabas a lo único que te quedaba de mí… ellos.

Cuando regresaste al departamento para buscar la ropa de Dante y Lucía, Lucio estaba allí, contemplando el paisaje mientras se convencía a sí mismo que yo pronto estaría con Francesca. Al verte entrar, los envolvió en un abrazo acompañándolos hasta dentro y ante tu rostro muy apenado te preguntó si me amabas. Se te quebró la voz y le respondiste que sí, que ahora lo entendías pero que me habías perdido para siempre. Me hubiese gustado poder besarte y ya no podía. Tomaste las maletas y los pasajes y te despediste de él para marcharte, no soportabas estar allí, por momentos me sentías y te rompías en un llanto silencioso. Lucio te alcanzó a mitad del pasillo y puso en tus manos el cofre con las cartas que yo escribí para ti, “Grazie a Dio sono stato in grado di contattarti, te lo stai dimenticando” (Gracias a Dios pude alcanzarte, estás olvidando esto) te dijo mientras frenabas tus pasos. Le diste las gracias y abriste el cofre, todas mis cartas estaban allí, incluso la última sin terminar que Lucio, muy ati- nadamente se encargó de guardarla. Sentiste en ellas mi per- fume y las apretaste contra tu pecho, miraste la fecha mientras el ascensor se detenía. Subieron al taxi, notaste la fecha de la última carta y deci- diste ponerlas en orden, y mientras el auto los alejaba, comen- zaste a leerlas. Dios me hizo ver que mis retoños se quedarían contigo, que los amarías y que ahora podía irme tranquila. Los vi alejarse, llevándome en sus recuerdos, como ya sabes no creo en el olvido y sé que no lo harán. La luz me envuelve, es momento de encontrarme con los que se fueron antes que yo, ustedes vivirán cada instante porque así debe ser, yo los cuidaré desde este sitio que todos llaman cielo, y nos amaremos por lo que dure la eternidad.

Carta prologuista He encontrado en sus letras, por demás dulces y compla- cientes, y por momentos, frías y despojadas de todo senti- miento; el alivio y el calor que mi alma podía anhelar. Fue una salvación haber hallado en sus historias, prosas, y otras bien ponderadas líneas que los sentimientos y pasiones son un elixir para nuestras vidas mundanas viciadas por la indiferen- cia, el miedo, el hastío y la necesidad socavada en contemplar y saciar los placeres terrenales, persiguiendo no más que la satisfacción de los mismos. ¿Por qué hemos permitido que este mundo se ha dejado arrastrar por las injusticias y egoís- mos de los cuales somos todos prisioneros, cómplices? ¿Acaso la verdad, justicia y el amor y otros sentimientos más puros encontraron el ocaso? La respuesta es, en verdad, algo que la gente debe reflexio- nar, en estos tiempos que han sido invadidos por el avance a pasos agigantados de las comunicaciones y que la relación emisor-receptor parece quedar en una mera y simple vista, como cualquier pieza de museo. Pero más que una sola mirada atenta de este mundo actual en donde todo se sabe, se comen- ta, se critica e inclusive se banaliza, no se debería perder aquello que alguna vez por medio de la imaginación se ha logrado transmitir, idear, idealizar y más aún, arriesgar, proyectar… crear. Fueron los libros los que, inspirados por diferentes personas, con distintas formaciones, clases socia- les, de diversas edades y en diferentes ámbitos de tiempo los que dejaron para las próximas generaciones el talento, el don de poder imaginar y entregarse al amplio espectro de nuevas alternativas de pensamiento y vivir.

A decir verdad y a modo de un aporte, sin ser pragmático, cuando me ensalzo en escritos que atrapan y me envuelven en sus historias pierdo conexión con la realidad a tal punto que me siento también protagonista, materia difícil para los escri- tores si las hay. Todo lo que he podido soñar en planos de romanticismo, misterio, drama, y cuanto género literario exis- ta se lo debo a sus escritos, sus glosas, memorias, vivencias, y otras. ¡Cuánto placer siento al apreciar e interpretar sus letras! En verdad, es mágico, fantástico… ¿Cómo puedo explicar con palabras lo que ella en mí provoca, su intensidad, su bravío y tenacidad en sus palabras? Reciban todos los mortales en experiencias empíricas ésta, mi humilde invitación a disfrutar de su arte, sus letras, su sueño hecho realidad. Les aseguro que si están dispuestos a revivir esos sentimientos tan puros y sinceros, es ella la llave que abrirá la puerta al mundo de vuestra imaginación. Mustaparta



Índice Carta de agradecimiento: \"Cautiva de sus almas\" 5 Prólogo 7 Los Ojos de Gabriel 9 Poesía para el cielo 13 Mi amada hija Alma 15 Enero 16 En el ventanal 18 Veintinueve de marzo 20 Los años sin ti 22 Tu presencia 24 Otra noche sin latidos 26 Madre 28 Todo enero es un treinta 29 Inevitable 31 La eterna sonrisa 32 He conocido el infierno 34 Las veces que he muerto 36 Muñeca rota 39 Letras en el tiempo 43 Tú 43 Tal vez mañana 44 Catorce 45 A destiempo 47 Tiempo 48 Faltaron cinco minutos 50 De las horas sin ti y otras verdades 52 Muñeca de cristal 54 La soledad y la muerte 55 De amores prohibidos y otras pasiones 59 Mar 59

Profundo 61 Cautiva de tu alma 63 La poesía en la piel 65 Entre tus sábanas 66 Deseo pendiente 67 El despertar 68 El vientre vacío 72 Cartas para tu olvido. Prólogo. Me cansé 81 Carta I Espero oír los pasos de alguien que no llega 83 Carta II Una canción fuera de lo habitual 85 Carta III Mi mente, una caja de Pandora 87 Carta IV Mi corazón también funciona sin latidos 89 Carta V Las últimas gotas del perfume 91 Carta VI La reencarnación de Pierrot 93 Carta VII Promesas que condenan 95 Carta VIII Murallas y apariencias que engañan 97 Carta IX Madejas de hilos que no se rompen 99 Carta X Hoy Dios también llora 101 Carta XI Las despedidas que no pueden ser 103 Carta XII Lo inesperado y el miedo esperan detrás de 105 la ausencia 107 Carta XIII Un comienzo que no espera 109 Carta XIV Un destino mal escrito 112 Carta XV La decisión final 113 Epílogo 116 Carta prologuista Esta obra se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Ediciones del País SRL en el mes de julio de 2020




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