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ETERNIDAD SIN PARAÍSO

Published by Gunrag Sigh, 2020-10-10 17:28:05

Description: ETERNIDAD SIN PARAÍSO

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ETERNIDAD SIN PARAÍSO ANTONIO PAPALÍA

Papalía, Antonio Eternidad sin paraíso / Antonio Papalía; editado por Cecilia Muga; Marcelo Montero. - 1a ed. - Longchamps: LENÚ; José Mármol: Cautiva Ediciones, 2020. Libro digital, EPUB Archivo Digital: online ISBN 978-987-4983-40-4 1. Novelas. 2. Narrativa Argentina. I. Muga, Cecilia, ed. II. Montero, Marcelo, ed. III. Título. CDD A863 Título original: “Eternidad sin paraíso” Novela © Antonio Papalía Primera edición agosto 2020 CAUTIVA EDICIONES Trabajo de edición a cargo de Ediciones Lenú Mail: [email protected] Facebook: Ediciones Lenú Aclaración: en determinadas expresiones y/o criterios narrativos, se respetaron los deseos del propio autor. Hecho el depósito que previene la Ley N° 11.723 Esta obra se terminó de imprimir en talleres gráficos de Ediciones del País. Impreso en Argentina. Queda prohibido sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento comprendidos reprografía, tratamiento informático ni en otro sistema mecánico, fotocopias, ni otros medios, como también la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

PRÓLOGO “Que yo sepa, nadie ha formulado hasta ahora una teoría del prólogo: la omisión no debe afligirnos, ya que todos sabemos de qué se trata”. (Jorge Luis Borges, en Prólogo de Prólogos) Para mí, el prólogo debe servir como puerta de entrada a la obra de otro autor, pero nunca contaminarla con interpretacio- nes propias que conduzcan a una sola lectura. Por eso cuando Antonio me pidió generosamente esta tarea lo sentí como un compromiso de gran responsabilidad. “Eternidad sin paraíso” tiene la estructura de una novela que se va desgranando en breves capítulos. Cada uno comienza con una frase introductoria que de alguna manera anticipa simbóli- camente lo que vendrá. Y lo que vendrá lo sabremos en peque- ñas gotas que van dejando imperceptibles indicios. Este recurso muy bien trabajado por el autor insinúa pistas que se diluyen tan pronto como aparecen otras encrucijadas. Nos provoca y nos interpela como lectores: ¿Quién es ese narrador que se dirige efusivamente a un personaje totalmente pasivo? ¿Cómo este narrador sabe tanto de su silencioso interlocutor? ¿Qué intención persigue con sus argumentos y sus detallados recuerdos? Esas preguntas surgen a lo largo de la lectura mientras se va desentrañando la vida de ambos personajes. La voz de una segunda persona hace que el lector sienta que escucha una conversación o casi un monólogo duro, que no elu- de detalles. Que reconstruye la vida del otro a la vez que tran- sita la suya hasta terminar en un final insospechado.

Es la forma de contar lo que mantiene la tensión porque constantemente el lector transita por caminos sinuosos y no sa- be adónde lo conducen. Sin embargo, ese final fue astutamente enmascarado en datos que vuelven a la memoria cuando uno ha terminado de leer. El título también es un enigma que se rela- ciona sutilmente con el final y de ese modo queda cerrado el círculo de una ficción interesante. Si bien podemos hablar de novela porque tiene básicamente sus ingredientes, este libro roza también en una doble biografía. La voz de un narrador que relata la vida del otro personaje y de sí mismo. También nos recuerda una especie de ensayo en el cual las abundantes argumentaciones apuntan a una tesis moral y de enseñanza de vida. Es constante la confrontación entre lo real y lo metafísico usando un lenguaje altamente metafórico por lo cual el lector se sumerge en un mundo a veces demasiado inquietante. Si al- go es destacable es la originalidad de un personaje que se des- nuda abiertamente, con sus sentires y pareceres. Un testigo y además protagonista que funciona de incógnito y hacia el final se nos revela sorprendiéndonos. Antonio Papalía sabe, en esta obra, dosificar la información para mantener el interés y eso indica un trabajo creativo muy minucioso. Comparándolo con algunos de sus libros anteriores podemos encontrar cierta unidad en cuanto a la temática donde los valores están muy presentes. Las imágenes poéticas en “Reminiscencia”, la espiritualidad en “El Siervo”, la búsqueda de la verdad en “Haya luz” y la trascendencia en “Eternidad sin paraíso” nos llevan a reflexio- nar sobre nosotros mismos para que la humanidad sea un poco mejor. Anahuarqui Brizuela

DEDICATORIA Soy una persona con ideales, soñadora por naturaleza pero de aquellas que hace de su ilusión, un camino con propósito, donde siempre se avizora una meta en espera con los brazos abiertos. Ese camino nunca es solitario ni jamás está en penum- bras; en él encontré seres con almas gigantes desde la humildad al gozo, por el esfuerzo en común, por la contagiosa empatía que nos envuelve, por lazos similares que nos unen, por íntimos proyectos, que con amistad y respeto, nos mantienen amalga- mados como una sola unidad con auténtico valor humano. Sin prisa, el recorrido sólo es un espacio de tiempo que nos hace más fuertes, seguros, renovados en cada nuevo desafío, en cada obstáculo superado y en cada hito dejado atrás como pe- queñas metas plasmadas en pos del último escalón hacia el sueño cumplido. Este sueño tiene un nombre resurgido desde los avatares de un destino incierto, pero la luz nunca se aparta por debajo del horizonte para aquellos, que como nosotros, no necesitan de la noche para volar en libertad con los ojos cerrados. Cautiva Ediciones, rompió cadenas, evadió el fuego de la extinción y retomó su vuelo triunfante. Es una nave que nos alberga a todos aquellos que nos atrevimos a dar un gran salto al vacío, como nuevas mariposas que llevan una invitación con letras del corazón en cada flor en donde se posa. Por todo esto, vaya mi agradecimiento y dedicatoria de “Eternidad sin paraíso”, a todos los compañeros e integrantes de Cautiva Ediciones, que día a día perseveran con todo amor para entregar lo mejor de sí en pergaminos de letras vivas. Cautiva Literaria Comunidad ya se halla en órbita con cientos de invitados que han aceptado un reto literario, para ellos también, nuestro abrazo y mi profundo agradecimiento. ¡Adelante y gracias a todos! Antonio Papalía

“Nacido del alma, con creatividad y amor”

Capítulo 1: “Inseparables” “Frente a frente, sin miradas, sólo sueños de a dos, tomados de la mano\". Tal pareciera que deseas huir de mí y bien sabes que no puedes. Sólo te lo recuerdo porque las veces que lo in- tentaste sucumbiste ante tu propia decepción. Desde antaño lo pretendiste y aún perseveras, y lejos de estar frente a una de- rrota, insistes con ahínco. Yo me pregunto: ¿Cuándo aprende- rás? La luz nos hizo siameses, unidos por eslabones corredizos donde tu piel y la mía subsisten sin percibirse. Nada nos afecta, aunque el calor te desmaye y el frío de azul te pinte el rostro. Estoy siempre por fuera a la luz de tu día y convivo con tu conciencia en la oscuridad de tus noches. Por momentos soy tú, en otros, simplemente ambos a la vez y cuando guardo tus se- cretos, ahí sí, me deseas como compañero de boca cerrada y de oídos sordos. Aun queriéndolo no podríamos separarnos, sabes que estoy contigo en la cima de la montaña o en el fondo del abismo y si bien no te soy visible en los días de mis melancolías, de mis grises oscuros, no me separo del roce de tu ser. No pienses que te has librado de mí, eso ni lo sueñes… y si lo soñaras, aun volando alto y libremente, me verías por debajo de tus alas. Nacimos el uno para el otro. Soy tu camuflaje. Pues quien me ve a mí, no sabe de ti y quien te conoce no preguntará por mí. Somos pareja perfecta, si bien sé que no me amas y yo sin ti no podría vivir. ¿Imaginas un amanecer soleado sin mis caricias? Yo tampoco podría soportar una noche de luna llena sin tu presencia. Somos inseparables, prohibidos al amor, muy juntos aun más allá del adiós en tu muerte… después de todo cuando algo así ocurre, incluso a veces, suelo multiplicarme. 9

Capítulo 2: “Mirada gris” “Que mi mirada no te haga sentir mal en tu propia piel”. Es una de las primeras frases que te dije en tu niñez, en cuanto supiste de mí e intentabas tocarme con la pinza que formaban tus diminutos dedos, ¿recuerdas? Hoy te la repito, porque a decir verdad, soy yo quien siente aquello que tus ojos perciben en mí, como si yo fuera un juez a punto de dictar sentencia. Mi mirada no es una flecha venenosa que procura aniquilarte, pero hoy pareciera que me temes por algo que aún no comprendo ni puedo descifrar tu silencio. Eres como un misterioso jeroglífico cuando te encierras en tu propio espacio y me cierras las puertas de tu intimidad. ¿Intimidad? De alguna manera debo llamarla, ¿no? Como siempre te digo: No temas mi mirada. Sé que nunca estaré a tu altura, pero aun desde mi lugar se puede percibir tu estado de extrema incomodidad. Ya sabes como soy, el arcoíris me robó los colores, pero no por eso dejo de tener tono, voz y fuerza de voluntad. Es posible que mi mirada te resulte familiar en los momen- tos que gozas de tu paz interior, pero no así, cuando me opongo a tus alocadas ideas a las que me tienes acostumbrado. ¿Acaso, se te ocurre alguna, ahora? Si es así, ya veo a lo que le temes… aunque mi mirada por ahora es imparcial, como todas las veces que en la niñez jugabas a las escondidas y yo callaba en compli- cidad con tu silencio. Allí nada me reprochabas. Sé que mis ojos no tienen el fuego de una caldera ni el frío de un témpano ambulante, tal vez se asemejan a eternas cenizas humeantes ocultando el sentimiento de mi ser y provocando en el tuyo, una fuente con goteo permanente… y te sentirás mejor. 10

Capítulo 3: “Pesar el brillo” “Volver la mirada y pesar su brillo... de amor y de dolor\". Bien sabes que eres la persona a quien más conozco, a quien nunca he dejado de seguir y te consta, ya que me miras todos los días, aunque no siempre de la misma forma. ¿Sabes qué? ¡No puedes engañarme! El brillo de tus ojos no siempre es el mismo, y a pesar de que trates de confundirme, no puedes lograrlo. Hay un test al que jamás lograrás adulterar y al que tú no puedes acceder. Aun si te miraras al espejo no podrías descubrirlo, porque la mirada en su brillo, sólo se percibe desde la oscuridad, cual bóveda de noche estrellada. Yo puedo medir la intensidad o debilidad, la densidad o flui- dez de su fulgor y cuantificar en cada platillo de la balanza de los sentimientos, su energía emotiva desde su centro hasta sus extremos. Sé cuánto amas o cuánto sufres. Cuánto amas su- friendo o cuánto sufres al no amar. Cuánto dolor puedes sopor- tar en cada coordinada de tus paralelos y meridianos de tu vida. Lo sé todo y no te gusta compartirlo conmigo a pesar de mi silencio. No te culpo por ello, pero no puedes alejarme de tu lado aunque lo intentes, no puedo obedecer tus deseos imperati- vos, pero a veces me lastimas tanto, que desearía poder satisfa- certe. Sabemos, pese a quien pese, que de ningún modo podrá ser así, aun si ambos lo acordáramos. Mi balanza posee las medidas justas, valoro lo intrínseco de su naturaleza y lo circunstancial de su entorno; y es entonces, que mi voz toma fuerza con palabras nacidas en un diccionario desconocido para ti. Ninguno de los dos podemos hacer nada con llaves opuestas a nuestros cerrojos… y nos liberamos tras un intercambio consentido en la tolerancia. 11

Capítulo 4: “El cántaro” “Soy el cántaro que guarda las lágrimas de tus nostalgias”. Desde tu nacimiento que lo soy y te revelé tal secreto el mismo día que el primer “por qué” sonó a sollozo acompañando las lágrimas rodando por tus mejillas. Aquella vez no lo entendiste, creo que ni siquiera sabías lo que es un cántaro y cuando lo aprendiste, tampoco lo comprendiste. Sé que es mi forma plana e indefinida aquello que te con- funde, pero soy el que estoy ahí en todo momento, el que recojo y no guardo para mí, la humedad de tus pesares. No, nada queda en mí. El sopor de tus melancolías recuerda tristezas, que como viento de tormenta, golpean mi ser y vuelven a ti. Tú sabes que puedo transformar algunas cosas, dejar ver aquello que no es tal sin que se pierda la esencia y es por eso que en tu retorno, la tempestad es sólo brisa que juega con tus cabellos y caricia que sonroja tus mejillas. Entonces, hallas resignación y valor en la contemplación de tus propias fuerzas y dejas ir de a poco, lentamente, el fastidio de tu enojo, de tu incomprensión… y me miras tras un gesto de aprobación. Yo te sonrío con la mirada vivaz, como contemplando un cuadro de hechura nueva, como un alma limpia de sus errores, como el nuevo reflejo del viejo espejo… y es cuando amo tu interior, aunque yo siga siendo el mismo cántaro que recoge lo manchado y te devuelve la pulcritud. Yo guardo tu intimidad en gotas contenidas en alforjas atemporales donde “el siempre” o “el nunca” forman parte de la balanza secreta entre tú y yo. Así convivimos, desde el ayer lejano, el hoy efímero y hasta el futuro imprevisible. ¡Soy tu cántaro! 12

Capítulo 5: “El molde” “No podré ser como tú quieres… moldear el alma es para expertos”. Yo tampoco podré hacerlo con la tuya, así que no temas, estamos en igualdad de condiciones. Si bien nos conocemos tanto y de tan cerca, y a veces nos exasperan deter- minados comportamientos del otro, está claro que sólo pode- mos ser alfareros de nuestros propios destinos. Aun así, nos observamos y si profundizáramos las miradas, seguramente descubriríamos mensajes ocultos que nos harían tomar con- ciencia de aquello que está a nuestro alcance a fin de mejorarlo. Por supuesto, no lo debes corregir para mí, sino para tu propio provecho y de lo bueno que resultara, de seguro nos impregnará a ambos la piel del alma. Recuerda que aquello que está en ti por fuera, también lo estará en mí; pero lo de adentro es invisible a los ojos y al tacto… es esencia pura y cada cual tiene su envase preestablecido, su cofre de tesoros... sin embargo, tú no podrás acceder al mío. Yo intentaré abrir el tuyo en el sigilo de la noche, trillando palmo a palmo el contorno y la profundidad de tu conciencia y declamaré en nuestra privacidad, el brillo de tu luz junto a tus grises y oscuros. No te gustará, por momentos me odiarás y en otros querrás huir, aun sabiendo que no puedes separarte de mí. Me aceptarás, tal como lo hice yo cuando aún no te habías percatado de mi presencia. Yo te reconocí desde el primer momento y es que tu palpitar ya estaba en mí y desde entonces, ya no hubo un molde único que nos contuviera a ambos. Siem- pre estuve y estaré por fuera de ti, pero con raíces desde un mismo pedestal. Tú serás como el brillo del cuadro y yo como tu marco soporte, en la vida, en la muerte y hasta que las cenizas dejen de agitarse en el aire. 13

Capítulo 6: “Evidencia” \"Tu compañía me delata aun en soledad, estando conmigo hasta mi sombra acepta los errores\". Te lo escuché decir más de una vez y lo haces como si no supieras quien soy. No podrás provocarme culpa, aunque uses ese tono un tanto agraviante, insolente y lleno de ciertos prejuicios que sólo te muestran como nadie quisiera verte. Por fortuna, nos conocemos muy bien. Ya veo, son tus errores los que te preocupan, y créelo o no, a mí también. Tengo maneras de pasar por indiferente a cada yerro que descubro en ti, pero tomo debida nota para cuando llegue el momento a fin de debatir el porqué de tu accionar, el para qué e incluso discutir el resultado final. Sé muy bien que no te agrada y a mí tampoco, soy tu primer filtro, mas no el único. Entonces, es mejor estar contigo a pesar de nosotros. Yo intento transfigurarme en un dibujo amorfo para que nadie descubra en mí, todo aquello que tú dejas entrever, transformándome en un espejo borroso y astillado, y a la vez, en una sola pieza descansando bajo el peso de tus pies. Soy tu pedestal, y al mismo tiempo, tu bandera deslucida que sólo flamea con el viento de tus gestos. Soy lo obvio, lo marginal de tu extraña belleza de ser, quien no respira tu aire, pero traspasa su esencia, quien no adolece tus penurias ni se excita en tu felicidad, mas palpita por ellas compartiendo tu alma… y a pesar de todo, convivimos. ¿Qué otra cosa podemos hacer, sino pertenecernos? Puedo ocultarme, si lo prefieres, quizás nunca por mucho tiempo; aunque para mí, el tiempo no tiene sentido… es un silencioso decorado de fondo en donde tu vida, me da vida. 14

Capítulo 7: “Toques mágicos” \"La ilusión tiene un toque de ensueño, de idealismo, de perfeccionismo\". Desde temprana edad hiciste de esa frase un latiguillo rimbombante, te asías a él y sigues aferrándote hoy, como una consigna que no puedes dejar de cumplir. En cierta manera, te admiro por la persistencia y me conmueve el hecho que tu don de sacrificio se mantiene intacto a través del tiempo. Nunca consideras vana la raíz nacida para ser flor, aunque los tiempos parezcan eternos y aun los esfuerzos se vean como pesada carga. Casi no duermes por soñar entre vigilias y es ahí que ese toque de ensueño va tomando forma, robustece su cuer- po y ejercita sus movimientos para su pronto nacimiento. Sólo tú juzgas cuál es el momento propicio y el escenario adecuado para que “el origen llegue a su ideal”, y entonces sí, la realidad sea la gran pantalla que muestre el cumplimiento de tu ilusión. No obstante, a veces es necesaria una improvisación, tal como un mago haría un gran toque con su vara y galera fantástica. Sé que no es frustración ni fracaso, pero ya no des- cansas hasta el último logro, el final eslabón de tu cadena que cierre el círculo de la perfección. Entre tanto, tus estados de ánimo son cambiantes, desde la ansiedad que vuela por delante de ti sin alcanzarla, hasta la inmadura tolerancia que explota a tus espaldas. Todo se mezcla en tonos de colores que manchan tu interior hasta que las pala- bras blancas de quien te habla, neutraliza los claros y oscuros en un último toque perfecto. Todo parece nuevo, regenerado, acorde a su pedestal mere- cido. Otro sueño más, otra ilusión que nace y la rueda de lo posible gira, gira y gira… entre tú y yo. 15

Capítulo 8: “Ilusiones imposibles” \"Tu mente está enredada en una maraña de ilusiones im- posibles\". Parece contradictorio, pero no lo es. Los imponde- rables suelen jugar una mala pasada y cuando aparece uno que desbarata momentáneamente todo lo programado, te ves dentro de una ilusoria desnudez que deja en blanco los planos de todos tus proyectos. Entonces, lo claro de tu mente se enturbia entre la desazón y la ira, todo se vuelve negro, como sin nada en la nada misma. Allí te olvidas de mí a sabiendas que soy tu testigo mudo, y a la vez, tu voz de reinicio. Te equivocas cuando piensas que tu reloj dispone de dos esferas por recorrer como si él debiera adaptarse a tus tiempos, como si lo inexorable en esta dimensión se prolongara en la quietud de tus sueños. Sólo hay una estrategia válida para eso y ésta reside en tus pies: ve despacio y el paso a paso marcará tu ritmo. Yo puedo seguir todos tus movimientos, soy un autómata muy bien entrenado, mis neuronas no necesitan trabajar en mi plano existencial, entonces, puedo ver con claridad la prisión en donde te encuentras y aunque deseo ser tu espejo, tú no miras hacia mi lado. En esas circunstancias, veo cómo tus anhelos van perdiendo fuerza, cómo se anudan tus esperanzas al palenque de lo impo- sible y todo aquello que te ponderé anteriormente en cada uno de tus aciertos, ahora se derrumban bajo un ahogo inevitable. Tu mente se comporta como una caja de resonancia, per- turba la eficacia de su accionar y tu proceder es una batalla con rumbo a perder la guerra. Se cae en la derrota y las ilusiones sangran, pero sólo manchan el último escalón del abismo. Allí aprendes a coser tus heridas, rearmar los huesos de sus quebrantos y poner alas nuevas a tu espíritu. 16

Capítulo 9: “Soñar y vivir” \"Sueñas y la realidad cambia, vives y la realidad te cambia\". Pareciera un corolario de una tesis y en verdad, lo es. Lo has vivido con los ojos y lo has sufrido en carne propia, hasta descubrir que no existe excepción a esta regla. Tu despertar siempre es tardío y traes contigo un bagaje lleno de frenesíes, esqueletos de ideas nuevas que procuras llenar intrépidamente en un cuerpo que simbolice el logro de una meta. Luego otra, otra y otra. Son como nuevas plantas que adornan tu jardín de invierno, se mimetizan con el resto en un marco de verde vida y ya dejan de ser el primer amor de la mañana para convertirse en un manojo de posesiones aglutinadas. Así es como la realidad am- plia tu visión y fracciona tu tiempo en partes más diminutas cada día, tu atención se dispersa y lo que fue un beso y una caricia, hoy es una simple mirada al paso, silenciosa y que va perdiendo su tibieza y lo conquistado va dilapidando valor porque de la meta sólo se hace un límite. ¿Se deja de amar el logro, o es una nueva figura decorativa para el álbum de la vida? Yo puedo contestar esa pregunta por ti y tampoco te gustará mi respuesta, pero día a día veo como la realidad ejerce su poder por sobre tu voluntad. Esa, la que decías que era indoma- ble y que nadie podría doblegar. Sin embargo, vivir tiene un precio que todos deben pagar, de una u otra forma. ¿Y adivina qué? La desidia parece ser tu fórmula favorita cuando la catarata vuelca sus aguas sobre ti y el lodazal arremete por de- bajo. Parece una moneda que manejas muy bien para disimular otros aspectos de tu carácter y pagas buena suma para liberarte del agobio y el abatimiento. Entonces, ya no eres el ser que eras y tu balance racional y emocional juegan al sube y baja, y allí desvías la mirada, nos vemos, tú callas y yo te consiento. 17

Capítulo 10: “Inocencia” \"Tu inocencia quedó entre las hojas de aquel árbol de la infancia\". Nada podías envidiar a los pájaros, a pesar de que no tienes alas; pero sí ostentabas un recurso muy felino: tu agilidad en los movimientos. Tus manos no son garras, aunque ya en la infancia, se asemejaban a tenazas que aprisionaban todo, inclu- so a tus deseos. Fue el escondite ideal, la casita abierta en lo alto, entre las ramas y el follaje; un nido donde forjar ilusiones, un puesto de vigía para proteger los entramados de tus sueños. Yo acompañaba tus silencios entremezclado con las luces y sombras. No reparabas en mí, ni yo ocupaba un lugar en tu mente. Los días de lectura tenían ese don sagrado de separar nuestras almas, pero nunca nuestro espacio; desconectarnos de todo instante vivo, menos de nuestro cordón umbilical que permanecía en el mundo de lo invisible, en estado de intangibi- lidad. Volabas imaginando por recorridos desconocidos, con dis- fraz de aventuras nuevas, embebido en paisajes internos, en diálogos silenciosos pero protagónicos en primera voz; y era el tiempo quien abría sus puertas para instalar la burbuja de tu permanencia en él y accionaba, entonces, las llaves del olvi- do… Y fue así que jamás interrumpí tu sueño hecho con trozos de indiferencia. Llegaste a la última página y el sobre estaba allí, adosado a la tapa interna, semioculto entre el cubre libro. La curiosidad desplazó al sueño en su final y el par de fotos no ocultaron su realidad… entonces el sitio de paz se asemejaba a un bunker expuesto al enemigo. Vi tus ojos más grandes y una expresión congelada que hasta los pájaros callaron. El libro había sido leído y sus aventuras vividas y ya no había razón para volverlo a tomar, la inocencia había muerto… y hasta hoy nos hemos guardado el secreto. 18

Capítulo 11: “Notas mojadas” “La música nos recogió en la brisa sobre el mar y le dimos sonido a las olas\". Fue en la infancia, en los primeros escalones de tu memoria, en esos días en que todo se mezclaba tras la cortina de lo difuso; pero del lugar de donde nacía la fragancia mojada con lírica musical. El susurro llegó de la brisa de entre las hojas y al compás de las rompientes de crestas marinas. Desde allí, la imitación fue un juego que supiste dominar a la perfección. El sonido de tu boca besó el aire y se unió a la naturaleza viva en acordes ascendentes y descendentes, con pausas de silencios o ritmo acelerado. Un juego para el mar y la arena, otro para las estrellas y la luna, en las noches de verano… y a cada algo bello, su canción como regalo, como dibujo propio, con sonidos diferentes, con palabras alegóricas. Entonces lloraba la melancolía en la nota más triste y se alegraba de tanta felicidad la oda nacida del corazón. Así, con la música en los labios, escribías tus garaba- tos circulares en el papel milimetrado, como si todos ellos formaran un código y que sólo tú podrías descifrar. Mi testimonio es mudo para los demás, pero entre tú y yo, sabemos de nuestras charlas misteriosas, en especial cuando la guitarra se interpuso entre nosotros y leyó con tonos, tus códigos escondidos, los íntimos… y fuimos uno en melodía y todos nos pertenecíamos. Desde entonces, tus días cambiaron. Tanto, como las olas y la arena, las estrellas y la luna, la melodía bella, se hizo en ti, un don superlativo. La canción de cuna creció, las capillas se llenaron de villan- cicos en navidades de paz, y la voz se multiplicó como imáge- nes en un espejo de idéntica sinfonía. La vida hoy pasa, vamos en ella navegando, entre sonidos de olas y besos entre tus susurros. 19

Capítulo 12: “Contemplación” \"Luciérnagas de noche oscura, media luna del infinito que refleja la soledad del cosmos\". La casita imaginaria en la copa abierta de ese árbol tuvo el privilegio de ser el asiento de tu contemplación nocturna. Tu mirada cercana se concentraba en los movimientos ocasionales de las hojas cuando un vaivén indicaba el paso de un soplo tibio en la noche de verano. Aparecían ellas, por arriba, por debajo, minando el alre- dedor, iluminando al asombro, olvidando al silencio, desper- tando la ansiedad. Las luciérnagas avivaban tu atención y a mí me daban un lugar más prominente, me hacían visible, aunque no me prestaras atención. Estaban allí, multiplicando a la luz de las estrellas lejanas, como lentejuelas posadas en cada hoja o exhalación lumínica de suspiros románticos saludando al medio cuerpo encendido de la luna. Tú observabas con ojos grandes e impávidos. La magia es- taba frente a ti comprimiendo al cosmos tan solo a la pantalla de tu visión cercana. Gozabas del espectáculo que la naturaleza desplegaba gratuitamente, parecía un despertar de un sueño o un sueño que olvidaba despertar. Nada fue ilusión, tampoco una película eterna, sólo un re- tazo de tiempo mostrando la desnudez de lo bello, hasta que el chuchear del búho disgregó los componentes móviles de la escena y la soledad se posesionó de ella. El cosmos, ahora parecía inconmensurable, abierto de par en par, nítido, en soledad congelada y en un silencio sólo cortado por la respiración ansiosa. Hubo una pausa, como un salto en el tiempo, como un instante perdido. Miré tu reacción y seguías en tus dos mundos: el que soñabas y el que veías… el grillar produjo un eco y en él nos cobijamos. 20

Capítulo 13: “Simpleza” \"¡Con cuánta simpleza dibujas la sonrisa en el espejo del alma!\" Sí, fue en la niñez, en el tiempo de la candidez de alma pura, cuando todo se viste de sencillez y la naturaleza ofrece el fruto virgen. Todo fue espontáneo, casi siempre lo es, sin mue- ca de improvisación, y yo estaba, como siempre, junto a ti. Aquello que vivías se irradiaba en mí, tal cual el calco de un reflejo. El tiempo se hizo peregrino en el caminar de la vida, la semilla engendró sonrisas floridas para tu elección, y una a una las besabas para sentir su embrujo, y éste a su vez, quedó plasmado como forma permanente en el contorno de tus labios. Es cuando el sol da en tu rostro, que mi figura queda extasiada en mi alma, porque tu sonrisa está allí como nacida de un horizonte viviente. Todo parece monótono, un estado repetitivo de emociones congeladas que sólo tienen por objetivo sacar de ti esa sonrisa constante, imperecedera. Aunque la realidad no es así, sino llena de facetas multiformes, tu ojo percibe lo bonito por sobre lo grotesco, la placidez por sobre la tempestad; como si perdu- rara aún el estado de total inocencia. En el fondo de esta cuestión, sé que no es eso, sino tu imperiosa necesidad de man- tener en libertad el vuelo de tu paz interior. Me complace remontar el ayer con vivencias placenteras, de esas que dejan marcas con estilo único, de esas que ensanchan el pecho por medio de un corazón complacido, marcas que guardan atesorados los instantes donde las sonrisas llenan el álbum hasta hoy. Entonces sé que debo agregar más hojas en él porque tu constancia nace de una alegría innata que revive a través de la sonrisa como último gesto. Todo lo haces simple, grato, como una pincelada de vida jubilosa con pleno brillo. 21

Capítulo 14: “El rincón que late” \"El centro en tu soledad, suele ser el rincón desapercibido en la multitud\". Lo descubrí en aquellos días y por mucho tiempo lo callé. Días de sombras silenciosas que apagaban el sentido de vivir, que no dejaban un resquicio de luz por donde aferrarse al palenque de sostén, dar el gran salto y respirar el aire compartido. Ser parte del mismo aire es estar acompañado, disponible, en contacto activo. No era de tu preferencia, aunque nadie imponía lo contrario. En esa penumbra de soledades, nos es- condíamos, y lo hacíamos por mucho tiempo creyendo que todo era tan natural… hasta que los cumpleaños dejaron en descubierto tus temores… y los míos por ti. Recibir los regalos te ponía feliz, como centro de todos y de cada una de las miradas, pero el fuego del entusiasmo se iba apagando en la medida que tu ansiedad era satisfecha. El canto de “feliz cumpleaños”, junto a la torta y apagar sus velitas, te excitaba sobremanera y hasta aquellas fotos en blanco y negro corrían peligro de fugarse del foco debido a tu inquietud. Estábamos en casa y todo parecía controlarse con cierto ingenio de por medio y gran dosis de imaginación. Yo estaba sujeto a ti y percibía todo aquello que te aturdía, que te descon- trolaba, que te sacaba de tu centralidad… y tu centro no deseaba estar a la vista de todos. Así fue que siempre llegábamos tarde y nos retirábamos temprano cuando la invitación correspondía a las amistades externas… tú lo sufrías, yo te entendía y ambos nos consolábamos. Por mucho tiempo, el espacio se nos hizo un rincón privado, con vida, con latidos solitarios. Tus pertenencias, tú y yo… y más allá, el resto del mundo y su multitud. 22

Capítulo 15: “Reiniciar” \"Ya no vuelas ni hay caminos, el círculo será un punto entre tú y yo\". Fue mi vaticinio con palabras mordidas por la impo- tencia al no poder generar un cambio más saludable, robustecido en eso de forjar amistades e interactuar, mostrarse con dinamismo propio y hacer de la vida, una pintura más bella. Un círculo estrangulado al máximo, significaba una imagina- ción comprimida a lo básico, a lo repetitivo, a lo rutinario, al encierro en sí en prisión propia. No obstante, mi libertad podría ir unos pasos más por fuera de ella y entonces… ¿No te crearía envidia, o tal vez, odio? La luz y la penumbra fueron mis aliadas silenciosas, pues con ellas te creé personajes e inventé historias sobre ellos y cada uno contaba la suya como si entregara su único trofeo. Tú le ponías voces, movimientos con ademanes según le dabas el rol de actor de voz gruesa o de doncella afable y delicada. Y así cada día, la ronda tomaba vida ampliando el círculo y transfor- mándolo en tribuna activa… y el viejo punto se convirtió en silla rodante que podía romper los barrotes de la jaula imaginaria. ¡Ahora te movías! La monotonía equivocó el camino y abrió nuevos canales, los molinos de viento ya no estuvieron estáticos y nuevos rostros de carne y hueso irrumpieron en la escena privada con diálogos renovados y juegos insospechados. De a uno, dos, luego tres y así… y yo junto a ustedes siendo alguien más que completaba la felicidad desde mi lugar secreto. Sin proponér- telo, volvías a volar con alas renacidas, tal como las águilas. Ya no más, el rincón de los secretos, el silencio misterioso, la mirada al horizonte cercano y al pensamiento lejano. Todo tuvo un renuevo, lo enmarcado se abrió a la luz de una ventana abierta. 23

Capítulo 16: “Horizonte de niebla” \"Tú eres mi línea de horizonte, tan cercana, tan distante, tan imprecisa y tan certera al contar mis pasos hacia ti\". Fueron mis palabras de aquel día cuando quise que supieras de mí, sólo un poco, lo necesario para que comprendieras que existo y que mi vida no pasa por el latir de un corazón o respirar un aire que no me pertenece. Soy una especie diferente, pero como a ti, el sol nos da vida y la noche nos rebasa de sueños. Sí, eres un horizonte muy especial, de aquellos que no siguen el derrotero de todos. No hay sol que nazca o se ponga detrás de ti, ni olas que dancen en tu espalda, como tampoco árboles que desprendan sus hojas en el seno de tu cuerpo. Tú no necesitas de esas cosas tan naturales, porque yo las suplo a todas desde la sencillez del molde de mi ser. Es por ello, que nuestra distancia no es métricamente fija, la luz juega a las escondidas con nosotros y la oscuridad nos abraza, nos aprisiona hasta beber de nuestros poros. ¿Y qué tan lejos pode- mos estar? Tanto como un elástico en su máxima tensión. Son nuestros ojos quienes guardan ese secreto, quienes sobrevuelan por encima y por dentro de la niebla que impide develar el misterio de nuestras ataduras. Somos así, tan iguales, tan diferentes, tan fugaces como lo es el destello que nos da la identidad, el que te revive el alma y el que me sella la personali- dad. ¡Qué tan diferente es ser visto desde afuera y desde tan lejos! Todos reparan en ti como único ser vivo, ignorando que mi vida es parte de la tuya, y tal vez en el final de nuestros días, aún me reste un plus hasta que la tierra se transforme en mi nuevo cielo o que la brisa aquiete mis alas y otra simbiosis me resucite. Nuestro horizonte, inevitablemente, es un sendero que se pier- de en la eternidad. 24

Capítulo 17: “Ojeras del insomnio” \"Entre sueños y sábanas... maduran las ojeras del insomnio\". Sí, recuerdo muy bien cuando te lo dije y no fue una sola vez, debí repetirlo para abstraerte de ese estado somnoliento, tal como un ser cercano al desgano, casi vencido, anímicamente cabizbajo y con ojos cerrados. Ya no eras tú, ni reflejo que se le pareciera, pero estabas, y yo contigo. Sabía muy bien del tenor de tus sueños, así en plural, porque eran muchos, y los más, no muy sencillos de realizar. Volabas alto aun teniendo pocas plumas. Yo lo entendía, porque así son los caminos de los grandes sueños; sin embargo, te faltaba algo esencial, las pausas necesarias. El “ya” te era una meta imposi- ble de lograr, como a todos, pero tú te creías un ser especial al cual el universo se compadecía de ti y todo te lo depositaba en tus manos porque sí… y fue duro y decepcionante. Entre tus ojos y los párpados, una sombra circular te recor- daba tus batallas nocturnas. Tus pestañas parecían guerreras que vigilaban la fortaleza interior desde lo alto, como atalayas fieles y dignos de confianza. Tu mente se debatía entre cruzar un puente imaginario sin temor al abismo prominente o descen- der por él y luchar cuerpo a cuerpo con cada adversario interpuesto en el camino… eran tus sábanas revueltas quienes se enredaban en ti, como una mordaza a tu voz, como un disfraz fantasmal que nos aprisionaba, pues yo, tampoco salía ileso de esa lucha. En todos esos momentos, fui tu partícipe necesario, el que sufría contigo y lo toleraba, el que hacía silencio a tu compás de resignación y el que te hablaba al oído con ánimo de nuevos bríos a fin de no decaer en la tortura lenta de un insomnio permanente. De a poco, logré que durmieras en la ilusión de mi regazo, aunque tú sólo veías una cama fría y solitaria. 25

Capítulo 18: “Evolución conceptual” “Mudar lo efímero hasta la desnudez… para vestirse de permanencia”. Palabras más, palabras menos, esa fue tu lección siguiente mediante un simple proceso de supresión, previo análisis de una evaluación racional. Tu carácter no se amoldaba a las pequeñas cosas, sin embargo, te perdías en ellas como si fuera dentro de un bosque virgen… y allí no llegaba la luz y tu mejor fruto no maduraba en su interior. Todo era efímero, instantes con muerte súbita y luego la nada. La idea brillante no podía escalar por peldaños inseguros de intervalos perdidos, sólo necesitaba el justo tiempo de madurez para explotar a sí misma como acto realizado y visualizado por nuevos ojos y mentes abiertas. En ti, las ideas brotaban cual manantial inagotable y tu caudal sobrepasaba la cuenca del río que moría en la absoluta profundidad del océano. Tu prisa creaba ansiedad, aunque tu alma fingía ser como las alas de un colibrí enamorado de las flores, que aun queriendo detener el tiempo en cada aleteo, opacaba el ímpetu de lo principal. ¡La poda debía ser inminente! No lo fue, hasta no perder el sentimiento por un amor no correspondido, de esos a los cuales se le apuesta todo, y ver que el todo se diluye en nada… y también fue efímero como flor de un día y pasión de una noche. Tu alma quedó desnuda, con frío y sin cobijo; pero yo a tu lado con un nuevo pergamino en mano, leyéndote tus olvidos a fin de mitigar las heridas del dolor. Es cuando la rama queda desnuda que el invierno agobia, por sólo un tiempo, pues reverdece y ya nada será parcial ni momentáneo. Ya hay energía renovada y un nuevo vestido por estrenar, un rostro indisoluble para ver por largos días y gran- des sueños que despiertan a la realidad. El fuego quemó lo efímero por descarte natural y detrás del esfuerzo, lo perma- nente tiene su flor asegurada. 26

Capítulo 19: “Fuerza de imán” “El deseo de tu corazón es como un gran imán. Tú no conoces su fuerza y por lo tanto no puedes calcular el tiempo designado para que se cumpla”. ¡Ay, de esos días que de todo deseabas y de lo poco que a ti llegaba! Despertabas como una flor abriendo sus pétalos y en cada uno de ellos escribías con la tinta de tus deseos aquello que por tus ojos anhelabas. Tardaste mucho tiempo en aprender que nada era fácil y que todo objetivo no tenía en sí mismo una cuerda por donde jalar y atraerlo para sí. Mientras eso ocurría, en tu mente se iban gestando planes a corto plazo, como si todo lo tuvieras al alcance de la mano; entonces las decepciones tomaban cuerpo y rivalizaban, palmo a palmo, con tus deseos. Fui testigo de esos altibajos que manipulaban la fuerza de tu voluntad, un tira y afloje que mo- vían el péndulo de tu decisión sin punto fijo de apoyo. Aprendiste una nueva palabra: “descartar”, y yo te enseñé otra que la suplía: “postergar”. Es continuar con un sueño mientras se vive una adversa realidad. Asimilaste en tu conciencia que los deseos latentes suelen transformarse con el tiempo, amoldarse a nuevas expectativas, pero la esencia en sí, nunca caduca, no muere. Llevó su tiempo de maduración con brasas tibias, como si el convencimiento fuese una cima dura y alta de escalar. De hecho, lo fue. Tu ban- dera llegó a destino, y descubriste que el imán nunca pierde su fuerza, sólo es distancia mayor por recorrer y que el tiempo no tiene apresuramiento individual si no es conquistado por el afán de todos los días. Ahora, un poco a la distancia temporal, puedo cambiar el último concepto de la frase inicial, pero el corazón sigue siendo el tuyo y con más fortaleza que el de los latidos iniciales. 27

Capítulo 20: “A flor de piel” “¿Cómo se sigue cuando la amistad es a flor de piel…? No debieras preguntar. Es la misma que tenemos tú y yo desde el primer momento. Sé que conmigo es muy diferente, no tienes otra opción, pero aun así tómame como ejemplo, como ese alguien que dices querer un poco más de lo debido, o ¿acaso ya no tienes confianza en mí? ¿Te he sido infiel alguna vez? Créeme, sé a lo que te refieres… sin necesidad de confesarlo. Siempre soy testigo de todo, es inevitable. Tu forma de mirar, a veces te delata, sea que lo hagas pro- fundamente, con firmeza; o con audacia, soslayando tu intimo interés desviando tus flechas del corazón. Ya debieras saber que la amistad tiene rangos de valores y transitar por todos ellos parece ser un buen ejercicio, aunque más de una vez se pueda tener un sobresalto con la mochila de la decepción a cuestas. Elijes bien y otras no tanto. Los encuentros fortuitos no siempre son relaciones estables, tampoco profundas, sino como aves de paso que hacen su vuelo rasante y se alejan… y en esos vuelos perdidos se llevan la confianza atada a sus alas. Son amigos de un día, una noche, y a veces, de casi toda una vida. Y esta última, sí, ostentaba el título de “a flor de piel”, como si fuera el abrigo diario, invernal, el del abrazo, el del calor humano. Te he visto llorar por algo así, en la inundación de la impo- tencia, carente de recursos anímicos, en desamparo ante la tristeza de la soledad. Otras veces, fueron otros los sufrientes de tu impostura por desamor, por las heridas de tu indiferencia, como si nada importara. Y entonces, ¿no estabas también tú en esa amistad a flor de piel? De una manera u otra, se sigue sin dimensionar el dolor, a veces, tragando palabras impropias, y otras, cerrando los ojos a esa página sin color… y se continúa. 28

Capítulo 21: “Campanarios congelados” \"Tu vuelo es un peregrinar, eres golondrina perdida entre campanarios congelados\". Sí, así eres y te enojaste insolen- temente el día que te lo dije. Es que a veces tus crisis crecen desde un adentro que no puedes manejar a gusto. Quisieras que tu papel protagónico nunca acabara aun encerrado en tu ostra de protección haciendo de tu vida visible un modelo de perfeccionismo difícil de perpetuar en el tiempo. Es tu energía la que se pierde tras cada uno de tus intentos, y ahí estoy yo, como un lastre duro de sobrellevar. Entonces mutas tus pies en alas y remontas vuelo hacia rincones lejanos, a otros mundos de proyectos, esquivando los caminos emocionales que te aferren a un destino estanco y donde el corazón pueda flotar en aguas del amor. ¿Amor? No, el amor es un ancla pesada y se hunde en la profundidad y tú deseas sólo volar alto como golondrina en busca de un des- tino… y tu brújula lo distorsiona constantemente. Siempre crees escuchar campanas de salvación en una lejanía incierta y vas donde el eco del viento te lleva, eres como esa golondrina itinerante surcando ilusiones efímeras, pues al llegar, el sonido se estremece entre hielo y escarcha y derrite sus notas en gotas de agua nieve. La espera anula tu tiempo y todo lo ganado se desliza por el tobogán de lo inútil… entonces debes sobreponerte y recomenzar una vez tras otra. Como siempre, yo estoy contigo, soportando todo, desde las inclemencias del clima hasta tu mal humor, tu poca paciencia y el desarrollo de tus nuevos planes, que como es costumbre, siguen viviendo a destiempo y sin escuchar razones… sólo campanadas en la lejanía, otro trayecto errático y un nuevo deshielo en gotas de agua nieve. 29

Capítulo 22: “Soy” “Soy como un vuelo de golondrina con un destino sellado a fuego… sabes mis tiempos, la cita está pendiente”. Una, dos y otras tantas veces que lo has intentado en el lugar y tiempo equivocado. Te viste en la derrota como haciendo una tregua contigo desde el seno de tu íntima convicción. Yo me veía como tú, golpeándote el pecho en un acto de intolerancia propia, aunque yo no siento en el mío la angustia y la desazón que es natural en el tuyo. Esto que nos une, nos hace ser un dúo incompleto en ima- gen, pero de símil sentimiento a la hora de pulir la cáscara del dolor. Sé que es eso lo que sientes, aunque intentes encubrir la verdad con una ficticia fortaleza carente de raíces firmes. Te imaginas un curso de lava de un fuego volcánico nacido en la eternidad, donde crees ser un velero navegando sobre un des- tino inmodificable, permanente en tus ciclos de tiempos, muriendo en cada caída por la cascada humeante…Y no es así, yo estoy contigo y escuchas mi voz. Contigo a mi lado, no puedo ser paloma mensajera que lleve más allá del velo de la distancia, una prórroga para tu cita inconclusa. En el amor no existe desesperanza y nada caduca porque sí; es una rueda que sella un sendero y marca hitos equidistantes, estaciones de reencuentros, aunque a veces, el tren olvida detenerse y otras, presiente un fracaso que no tolera soportar… y huye cobardemente para luego llorar arrepentido. Lo bueno de sentirse golondrina es que no olvida de dónde viene, ni a dónde debe ir, aunque su brújula pueda incoherente- mente hacerle equivocar el camino de su vuelo. La cita siempre se reprograma como si fuese un juego de azar; y si los jugadores no son más que dos, en el momento menos esperado, el premio mayor se hará presente. 30

Capítulo 23: “La miel del perdón” “Ya no hablamos del pasado… nuestras voces quedaron sepultadas bajo la miel del perdón”. Sí, fue en tu sueño que te escuché decir esa frase. Ya sabes que yo no duermo, y si bien mi tiempo no es eterno, es una ventaja que me posesiona en una cúspide a la cual tú no puedes alcanzar. Tu sueño es una se- gunda realidad para mi intelecto, de tal manera, que puedo visualizar sin margen de error vuestros rostros, gestos, palabras y emociones. Es una pantalla interactiva, en donde se sufre o se ama en ambos lados, a la cual no puedo modificar si el drama o la tragedia hacen eclosión intempestivamente. Soy el dueño de tus secretos, intimidades puras e insolentes; todas pasan por mi tamiz sin que nada huya por la buena o mala intención. Veo como asiduamente te auto convocas a un silen- cio interno que grita a voces tu malestar del momento, pero que se comprime en un profundo suspirar de aire nuevo y que trae consigo la dosis de tolerancia que se había perdido. Vuelve tu pecho a ser el mismo con el corazón renovado en paciencia, comprensión y nueva gama de oportunidades. Añoras tu antigua felicidad, pero no esquivas la sonrisa, ni la luz de tus ojos, tampoco tu forma amable y tu bondad de conciencia. Con esfuerzo soldaste a nuevo tus formas inseguras y tal como hacen las abejas, saliste a buscar las flores de tu agrado, sin olvidar aquella de pétalos desmembrados para curar su herida... y la hallaste en la soledad de su oasis. De a poco, sus aguas vivificaron los brillos escondidos que ambos se ocultaban; y amasaron emociones derretidas en lágrimas. No pude evitar ser testigo, ya que siempre lo seré, pero puedo cerrar los ojos e imaginar un torrente de miel cayendo desde lo alto, un alud que sepulta las voces amargas del pasado y convertirlas en dulces palabras de perdón. 31

Capítulo 24: “No tan mal” \"Algo está mal entre nosotros, pero no tal mal si aún los pétalos limpian la sangre provocada por la espina\". Hoy vuelvo a los tiempos de tu niñez, aquellos donde todo tu entorno humano te mimaba de tal manera, que incluso tus picardías más selectas te eran festejadas como si fueras la figura estelar de un nutrido y escogido podio. No tardaste mucho en utilizar tu inteligencia, ya habías aprendido el concepto mental de lo que significaba un derrame de lágrimas mentirosas por sobre las mejillas sonrojadas, y con sólo dos minutos de llanto compra- bas el deleite de un caprichito que tus progenitores no tardaban en obsequiártelo. Con el tiempo, supiste llamarlo manipulación y fue el acto más vistoso de tu circo de vida. En ese abrazo familiar también aprendiste el significado del amor, el incondicional de una madre y el protector de un padre y en una escena un tanto más alejada, nacían celos bajo las miradas cabizbajas e inquietas de hermanos indiferentes. Te convertiste rápidamente en una figura bella, cual rama florida; la que todos deseaban tocar con ternura y complacencia, y aun- que nadie veía tus espinas, la sangre les brotaba por sus heridas. Mientras tú sonreías, yo observaba y no comprendía. La noche te daba el sueño y a mí, un gran pesar: No conocía padres para mi hechura y adopté a los tuyos por su ternura… ambos ya no están, pero las heridas abiertas todavía esperan la caricia de una piel que las suture. No es casual este recuerdo en el hoy, el entorno ha madurado y aún de aquella rama, muchas flores quedan para deshojar. La nueva savia de la experiencia no murió en la raíz, tampoco se estancó en la rama, se ve como rocío húmedo en los pétalos limpiando la sangre coagulada. Ahora, ya nada está tan mal. 32

Capítulo 25: “Velo de inocencia” “Me acostumbraste a desconfiar bajo mi velo de inocencia”. Alguna vez debía decírtelo, así, cara a cara, sinceramente, sin ocultarte nada. Sé que ambos somos producto de ciertas anoma- lías que se remontan a un pasado que trasciende los tiempos, incluso la dimensión de luz y con pies en la cima de las tinie- blas. Son tus sueños oníricos quienes te conectan a escondidas de tu consciencia; llegan, dejan su marca en un mensaje oculto y se marchan en el sigilo de lo etéreo. Yo fui puesto ante ti, en ti a flor de piel y por dentro como ente liberador, tal un dibujo de mil llaves a la que ninguna cerradura pudiera resistirse. Sabía que nos pertenecíamos el uno al otro, pero a ambos nos han revelado el secreto, aunque tú aún lo desconoces a pesar de actuar en pos de un fin. Ya he decodificado todo aquello encriptado en cada segmento de tu espíritu y en cada porción de tu personalidad reversible y alterada. Soy como tu cantimplora llena de vida en un desierto hostil, sólo de a sorbos lentos podrás sobrevivir y será así como atravesarás lo inhóspito de tu paso por este mundo hasta que todo sea resuelto, cada cual aferrado a sus convicciones, cada uno con su misión a cuesta. Hay ojos que nos observan de un más allá no tan lejano, cordeles de fuego y de agua cristalizada que nos sujetan. Tú ardes por dentro sin ver las llamas y yo te refrigero por fuera evitando el estallido, tú murmuras tus penas sin razonamiento, yo lo traduzco a un idioma sólo comprensi- ble bajo una luz sagrada. El fuego y el agua rivalizan entre sí, dejan estelas húmedas en cada encuentro y es el reflejo de las visiones fugaces las que corren el velo de mi inocencia y prede- terminan mi propósito. Aún nos queda un tiempo, seré el tra- ductor de tus incógnitas invisibles y serás mi pergamino de los enigmas. 33

Capítulo 26: “Laberinto sin alas ni ojos” “Aún el laberinto es mi prisión desde que cortaste mis alas y vendaste mis ojos”. Esa noche la soledad se paseaba por los jardines muy entretenida entre luciérnagas y grillos saltarines. Tú, adentro, acariciabas los cabellos lacios de alguien más, hasta que todo se hizo recíproco en esa penumbra que ocultaba mi presencia. Comenzaba un idilio mudo, con respiración pro- funda y agitada, sólo los torsos de piel caliente marcaban surcos entrecortados como si fueran senderos de laberintos inexpugna- bles. Fue allí, donde te escuché decirlo, con voz nacida de la prisión de tu alma en su propia resignación, tal vez dulce, quizás placentera, probablemente eterna… porque tus alas fueron mutiladas por la seducción y el deseo. Tu vuelo ya no podía ser alto, ni distante, tampoco fugaz, no más allá de un roce cálido, envolvente y repetitivo. La oscuridad fue reflejo en el espejo de tus ojos vendados, el tacto marcaba los límites de un extenso mapa inexplorado, donde yo parecía ser el río que dividía el contorno de ambas islas. Creí que se trataba de un juego, algo nuevo por nacer, que aún no tenía reglas claras y tal vez sin un objetivo final. Por primera vez me sentí desorientado y a la espera de un “no sé qué” el cual surgiera entre el sudor de los cuerpos, el roce de las manos entre piel y piel, y una respiración susurrante que cortaba el hielo del silencio. Todo me era desconocido, ser dis- tinto me hacía especial y una parte de mí, parecía adosarse a ese rito nocturno donde todo movimiento sugería una profunda exploración. Descubrí los otros misterios que el alma, el corazón y la mente guardaban para ciertas ocasiones propicias. Sed de deseos que la soledad suele esconder entre sus ropas más puritanas… y yo, en un permanente luto gris. 34

Capítulo 27: “Un dibujo en las sombras” \"Yo también conocí el amor... un dibujo en las sombras\". Digo “amor”, porque es así como tú le llamas a esa mezcla enrarecida entre pasiones y sentimientos. Mi ser tiene otra consistencia, es voluble, un tanto sombrío, es etéreo y a la vez, carga los años sin sentirlo. Desde anoche, conozco una nueva dimensión, un límite donde no existe frontera, donde todo se expande o se contrae al ritmo de un corazón dual. Hasta entonces, sólo podía percibir todo lo externo, aun sujeto a tu entorno, a tu adentro en la esencia y el pensamiento. Me descubrí porque brilló aquello que aún faltaba conocer de mí. No fui el único. Alguien más latió a mi nuevo modo, un se- mejante con el mismo destino, revelándose a sí mismo y re- creándonos en una nueva forma, amalgamándonos en un íntimo deseo desconocido hasta que la luz nos sorprendió como a dos fantasmas bajo una sola capa. Ya éramos diferentes, eso tan incomprensible que le llaman amor, nos transformó en una sola esencia hasta que ellos se despidieron tras el chasquido de un beso. Hoy soy tan igual y tan diferente, a la vez, del ayer. Nací a algo nuevo, pero con esperanza limitada porque nada depende de mí, no tengo libre albedrío ni poder de elección. Tal vez estoy en un error y esto que me sucede no se llame “amor”, sino un subproducto de él, el cual debe pasar por el tamiz carnal antes de llegar a mí. Tendré que aprender a convivir con su ausencia, como si nada de lo bello hubiera sucedido, no soñar en el simbolismo de su significado implorando una realidad permanente. Mis insomnios naturales no podrán ser memorias abiertas mas tampoco un reflejo muerto de un sentir noble. Quizás nada fue real, tal vez una alucinación o la extensión de un deseo de tu mente. 35

Capítulo 28: “Efecto cósmico” \"Nuestras miradas descubrieron que el eclipse no es un efecto cósmico\". Recuerdo tu actitud. El deslumbramiento ha- bía llegado a ti a través de tus ojos, ellos parecían eclipsados, fuera de su foco habitual. La radiación exterior, agitaba los de- seos apagados, aquellos que nunca habían encendido su caldera de fuego y de pronto, lo rojizo contaminó la piel, las venas se hincharon y la sangre inundó a borbotones el corazón con agita- das palpitaciones. Vuestras miradas creaban una galaxia en medio del camino, arcoíris refractarios en cristalinos decoraban como guirnaldas flotantes al resto del trayecto, hasta perderse en los túneles semiabiertos de los iris. Yo no era más que un mudo testigo de un portento sobrenatural, que algunos hoy, suelen llamar “enamoramiento”. Fue increíblemente extraño ser ese alguien, que de incógnito, pudiera observar el nacimiento de un hilo envolvente como lo es un sentimiento desconocido. Yo tam- bién, en mi intimidad, sentí ese flechazo con punta de sombra, atravesándome, inyectándome un elixir con vida nueva. Hablaste. Fue “a primera vista”, dijiste. Yo no entendía ese significado, no concebía una “segunda” o “tercera vista”. A mi parecer sólo existía un momento, el momento. Todo dependería de un factor externo, de la órbita que ambos astros desplegaran, y eso… eso sólo no era más que un recorrido de tiempo en la eternidad de sus almas. En el cosmos, las masas se equilibran, se intuyen, se observan, se saludan y siguen su rumbo hacia la indiferencia. El ritmo del tiempo y la naturaleza siempre se complementan en la misma esencia. La mirada se diluye, su brillo se apaga y el hilo del sentimiento se corta. No fue más que un eclipse dejando su huella, su indiferencia. 36

Capítulo 29: “Resabios” “Resabios con ancla pesada… no mueve el bote de la amis- tad”. ¿Cuántas noches los silencios no eran más que desoladas esperas de algo que ambos necesitaban que ocurriera y los deseos morían al pie de la estatua del orgullo? Sé que ambos podrían entenderlo, si dejaban en el rincón de los olvidos, esa mezcla de intolerancia que atosigaba los malos pensamientos nacidos del amor propio. De ese amor que es egoísta en sí mismo y que sólo se cierra en su propio círculo, que no ve más allá de su inmutable espejo, que siente la frecuencia vibracional del otro como la de un potencial enemigo, y entonces la repele. “Las cosas del corazón”, como tú le llamas, parecen flotar muy lejos de tus sentimientos, son islas solitarias abandonadas al azar, un tanto frías, mezquinas para ti… avarientas para ambos. Estáticas y pesadas, ancladas al fondo de un abismo sumergido, sosteniendo un bote para dos, aunque aún no se halle compartido. Es el bote de la amistad, el que hace malaba- res para sostenerse a flote esperando una cita que tarda en llegar hasta no antes sortear los nudos de su propio amarre. La espera se tarda, aunque los remos están en su justo lugar. La impaciencia del viento que sopla, eriza la piel de la soledad. Sólo se revive los instantes felices de los tiempos viejos, o no tan viejos si no se olvidan las miradas del ayer, los silencios expectantes, las palabras de apoyo, los suspiros de los sueños inconclusos y ese echarse a andar aguas adentro para buscar una intimidad introspectiva de a dos … pero no, no suele ser tan sencillo y todo queda a merced de cada tormenta gestada en el interior y nacida de cada demonio de turno. Cuando ellos agoten su fuego, el ancla se cristalizará en pluma y los resabios se convertirán en cenizas. 37

Capítulo 30: “Tumba de actitudes” “¿Cavaremos nuestra tumba por las actitudes que se es- conden en tu mirada?” Siempre quise ver el brillo de tu alma a través de los destellos de tus ojos. Tú lo sabes desde la eterni- dad misma, pues no hay duda que nacimos el uno para el otro, como si fuésemos gemelos en dimensiones simultáneas. Al principio, parecía fácil ante tu tierna docilidad y la franqueza denotada en tu dulce mirada. Sin embargo, para ti, crecer signi- ficó tanto como un torbellino de un mundo revuelto sobre sí mismo. Allí fue cuando todos tus destellos visuales se entre- mezclaron en turbios senderos con espinas hirientes. Ya nada fue claro, no alcanzaron los copos de algodón para detener un sangrado de un alma en plena tortura, con sus propias manos y decisión ajena. Yo lo percibí, eras tú y tu interior, tu cuerpo y tu conciencia, y ella y sus demonios. Un velo puso sombras de cortinas entre tu alma y mi ser, y ya no hubo manera que viviera la transparencia y con su muerte se cavó una tumba en actitud de eterna espera. Ya todo se hizo difícil entre tú y yo, aún hay sólo un tenue tono de luz queriendo morir en lentitud… ¿Quedará algo visible de tu real personali- dad? Lo pienso y me digo: “Tal vez, solo tal vez”. Puedo inferir que cierto temor deambula dentro de tu círculo netamente narcisista, sólo tú te ves en ese espejo desgastado por imágenes irreales con sueños de grandeza. Esos mismos que van muriendo día a día y noche tras noche en un hondo pozo de soledades. Allí abajo ocultas ese brillo que ahora le falta a tus pupilas, ese arcoíris que irradiaba felicidad verdadera y era dulce miel para quienes te observaban. Yo fui uno de ellos, aún lo soy. Temo que tu sol interno arda en demasía, marchite tu flor del alma y el furor sobrante nos lleve, para toda la eternidad, a habitar esa tumba abierta que permanece en espera. 38

Capítulo 31: “Nuestros votos” “Nos repreguntaremos nuestros votos… tal vez nunca dijimos que nuestro amor es silencioso”. Sí, desde mi posición creo que deberíamos hacerlo. El hecho que nuestra unidad sea de piel a piel es suficiente motivo para establecer reglas claras e inequívocas. Sé que tu costumbre es otra, no gritas tus amo- ríos en la plaza de la chusma, pero tampoco lo escondes debajo de la alfombra. Lo nuestro es diferente. No puedes mostrarlo al mundo porque nadie te creería; el cuentito infantil sobre un amiguito invisible, en este caso, no funcionaría. Desde luego, un psicó- logo siempre estaría dispuesto a ayudarte, mas éste no es el caso. Tú y yo sabemos de qué se trata, aunque a veces lo disi- mulamos bien. A mi manera, yo puedo hablarte y tú, a la tuya, puedes oírme, y así, nos sucede con toda la gama de los sentimientos, incluso con el apego más profundo; y aunque no te agrade, también con mis intensas críticas y mis retos más intolerables. A pesar de todo, somos inseparables, con un amor no nacido del vergel de la seducción, sino mediante un designio propuesto y dirigido a control remoto. De alguna manera, nuestra voluntad y nuestro libre albedrío están limitados; corremos juntos, a la par, por una calle ancha… aunque delimitados. Es entonces, que acordamos soportarnos, como tanta agua al ras del borde del recipiente, en la justa medida; en mi caso, sin faltar a la verdad. Es en este punto don- de el amor se vuelve casi unilateral, donde tú no pones nada, pero sí recibes de mí, toda la comprensión necesaria para com- pensar tu mal de cada día. Lo hemos recordado todo y lo pactado sigue en vigencia. No es un amor ciego ni a ciegas, simplemente, sin lengua, silencioso. 39

Capítulo 32: “La nada, nunca es nada” \"La nada, nunca es nada… El amor suele brotar de ella sin romper su silencio interior”. Creíste en la soledad como si ella fuera un paraíso en lo absoluto y que sólo consistía como asiento de tu trono, bien alejado, a distancia sideral, en la nada misma como lugar que nadie busca. Nunca descubriste que en la nada se esconde el todo y en el todo también existe el amor y que éste nace sin concepción previa… de la nada. Soy tu otro espejo y de este lado la perspectiva se ve carente de emociones, otra realidad más sincera, más honesta si llegaras a percibirla con mis ojos e interpretarla con mi pensa- miento. Has cerrado los párpados y tu habitáculo se redujo al círculo de tu único paso; en tanto, la vida emerge a tu alrededor con follaje verde desde todos los ángulos. Así, el tiempo es una lápida inconclusa, casi sin historias vividas en plenitud, en un encierro fabricado con barrotes de tu ego… ¿Y sabes qué? Jamás encontrarás una llave que abra la cerradura de la sober- bia. Esa misma que tú tienes y te enseñoreas con ella. Sin embargo, no has descubierto que tu círculo aún está inconcluso, faltándole un par de grados para su cierre, lugar que por este espacio se cuela el espíritu de libertad como un gran imán con excesiva fuerza de arrastre… y el sentimiento escapa buscando un destino, un sentido para tu vida de ostracismo. Te diré que no siempre se halla aquello que se busca y no por ello se deja de seguir buscando; pues cuando se percibe flotar sobre la nada, el milagro suele ocurrir desde adentro de ella. En su propio silencio, un destello de amor no necesita ser escuchado, mas sí experimentado en la médula misma del de- seo del corazón anhelante. El deseo muere en el fuego de su propia pasión si antes no se somete a la fusión del dar y recibir amor, un sello en ambas almas. 40

Capítulo 33: “Fuego del deseo” “Tu fuego del deseo me contuvo en tus brazos… y te echaste a volar sin mí”. ¿De qué te asombras hoy por haber recibido ese mensaje con un tono un tanto recriminatorio? ¿Acaso yo no te lo había advertido? Sé que lo recuerdas, tanto como yo no puedo olvidar el haber estado presente en ese momento de fusión en llamas entre dos cuerpos. Sabes que siempre paso inadvertido y aún más en esa situación donde los sentidos se aturden con los latidos del cora- zón y yo presiento, sin convertirme en lava, estar en medio de un volcán en erupción… entonces tiemblo en todo mi ser, me transformo alocadamente en nuevos perfiles que toman vida prestada y subsisto con aire ajeno. Esa vez, vuestros lazos sellaban besos mágicos, caricias de manos llenas, prisiones cálidas en brazos fuertes, furor en agitado torbellino, tormenta y al final, infinita paz sobre un lecho de pétalos de rosas sin espinas. Llamas, brasas y al fin, cenizas tibias entre el silencio, la noche y el amanecer. El sueño trajo murmullos del más allá, otras consciencias luchaban entre sí arrastrando cadenas de tortura y sujeción. Ahora, el espíritu feliz yacía encadenado, los fantasmas de la mente saborearon la miel del amor y todo se volvió agrio, hiel y amargura. No fue un sueño, el despertar, una realidad concluida. Descubriste alas que no tenías, una versión nueva de escape hacia tu reducto de soledad y encierro. Es en tu propia oscuri- dad donde ellos, los que enlazan tus pensamientos, los transfor- man en nubes negras y gélidas, en granizo hiriente al resto del amor. Huiste una vez más, como siempre lo haces de todos los ámbitos en que dejas una parte de tu pesadilla interna. Has matado una insipiente ilusión en otro ser que no olvidará… los pétalos de rosas se marchitarán en cada recuerdo. 41

Capítulo 34: “Eternidad sin paraíso” “Hay fuegos que sólo queman deseos… nuestra eternidad no es el paraíso”. Te lo dijo así, sin que tú lo esperaras, con esa frase lapidaria para el amor, con seguridad, decisión, y también, con resignación, conformismo y sin deseos de entablar una lucha que revirtiera la situación. No obstante, te habló de una “eternidad”, pero no de la mejor, de la feliz y placentera que eleva el espíritu y al ser en sí mismo; sino de la otra, de la que tú todavía no conoces a fondo. Eso es porque sólo intentas vivir un momento, como si ese fuese el último, como si ya hubieses llegado a la meta de tu pobre recorrido de camino, como si tu aspiración sólo fuese detenerte por tramos pequeños y tomar de cada cual una por- ción diferente de su belleza. Ni siquiera te detienes a disfrutarlo lentamente como si fuese una copa de un buen vino añejado. No, nada de eso, dinamitas todo a tu paso sin percibir que aún lo mejor estaba por llegar… y expandirse en el tiempo. Marchitaste una esperanza imbuida en el amor. Incipiente, es verdad, pero amor al fin. ¿Insensible, impaciente por cam- biar el curso de tu destino? Tal vez sí, pero desconoces las veces que ese mismo destino puede jugar contigo llevándote al punto de partida. Ahora me tienes un tanto intrigado. No sé qué harás. Sí sé que si no vuelves sobre tus pasos, el concepto de eternidad tal como está planteado, es como una niebla que se disipa vertigi- nosamente para ambos. Y si aún continúa latente, tendrás que dar respuesta sincera a esa frase que ha martillado tus oídos. Mi intuición no se manifiesta en palabras sino en sensaciones, vibraciones de contacto y distingo a tu pensamiento como a una gran máquina de tejer soluciones. También te percibo egoísta y si hallaras la panacea de la felicidad, no la compartirías para una eternidad con paraíso de a dos. 42

Capítulo 35: “Aspiraciones” “Yo no aspiro a muchas y nuevas cosas, sólo las necesarias para cultivar mi espíritu en una sintonía de aprendizaje de un próximo escalón por subir”. Volví atrás para mentalizar tus dichos cuando parecías ser principiante de esta vida al subir el primer eslabón de tus propósitos. En aquel momento yo no entendía mucho sobre ir escalando posiciones, pero una mirada a mi alrededor, en poco tiempo, me hizo comprender sobre el egoísmo del ego y la envidiosa ambición. Entonces, temí por ti… y en verdad, el contagio no se hizo esperar. Esa frase tuya como deseo de vida quedó deshilachada, desmembrada y quemada en la hoguera de la codicia. La palabra “aspiración” desapareció entre las cataratas de los de- seos y se perdió río abajo en el horizonte de los deshechos. “Muchas y nuevas cosas”, mantuvieron muy ocupada a tu men- te convirtiéndola en un constante cambio de actitud… pero no fueron sólo las “necesarias”, según tus dichos, sino todas aquellas que representaban un sentido para existir en una cum- bre por encima de todos los otros. Sí, hubo un culto al aprendizaje, en eso no hubo error, pero lejos de ser una meta espiritual, se convirtió en una vasta gama y facetas de índole materialista. Allí se concentró la sal de tu vida, todo tu potencial intelectual, pero no para subir escalones de a uno por vez, sino a grandes saltos con piernas de gigante. Si esa frase encerraba parte de tu sueño debo decirte que aprovechaste muy bien tu insomnio. Te precipitaste mar adentro en busca de un puerto lejano sin saber si llegarías…Y lo conseguiste. Te desprendiste de los harapos que el trayecto deshilachó, embelleciste tu imagen externa, tal como mudan las flores sus pétalos y exhalan su fragancia… Y por dentro, como roca endureciste tu corazón. 43

Capítulo 36: “Figura cubierta” “Discerní los caminos y no hallé sombra de ti… bajo qué alas cubres tu figura que el sol no se atreve a saludar tu ros- tro”. Hubo un tiempo oscuro, ¿recuerdas? Como surgido de la nada, sin explicación aparente. Un viaje a la profundidad de donde no muchos regresan y aquellos que lo hacen ya no tienen tibieza en el rostro e impera la frialdad en la mirada oculta como extremo sobresaliente de un alma gélida. Estabas fuera de sí, el tiempo pasaba por tu cuerpo tal la sangre por tus venas; ésta te mantenía con vida y aquel te poseía en estado comatoso dentro de un cerco de total vulnerabilidad de espíritu. Me hallé parado a las puertas de todas las incógnitas y fui llamando en cada una de ellas con la esperanza que alguna se abriera mas todo parecía imposible, la luz del sol no era suficiente para traspasar su llave por el ojo congelado de los cerrojos… Y así fue, tú adentro y yo afuera, pero contigo, siempre juntos. Yo también soy una parte de la oscuridad noble, aquella que penetra por la superficie y nadie sospecha qué tan profundo puedo irrumpir, con cuánta consciencia puedo discernir, aunque nada puedo hacer más allá de ser un fiel testigo. Vi tu universo interior fragmentado en porciones de colores vivien- tes, las que una a una iban perdiendo su brillo, como si un mago trastocara su energía con sólo un golpe de su voluntad. La me- lodía inicial, armoniosa y acompasada, se fue perdiendo en un silencio de espacio vacío y el tiempo detuvo su inercia. Todo recomenzó, tal un viaje de regreso, con desorden a bordo. La melodía se transformó en intermitente al igual que el brillo dejó de ser continuo y el sol de tu universo ya giraba en reversa. Levantaste los párpados, y desde ese momento ya todo lo veías diferente. 44

Capítulo 37: “Recuerdos quebrados” “Sólo cristales de recuerdos quebrados”. Fue cuando tu es- pejo exterior se astilló con furia. Abrir los ojos y no sentir apego hacia tu propio ser, no reconocerte ante tu propia his- toria, dejar de ser aun naciendo de una nebulosa venida de confines desconocidos. Todo te fue extraño, incluso yo que siempre compartí toda intimidad contigo. El accidente fue por fuera y eso me dio temor, pero aún más, el daño que noté en tu adentro y que palideció toda tu aura. Las imagines de tu vida también sufrieron el quebranto, porque ya nada fue igual a lo que hasta entonces parecía una vida regalada en alegrías y placeres banales. Cada cristal roto no fue más que un reto por superar y uno a uno fue tomando nueva forma en un marco desconocido hasta lograr un vítreo refulgente. Llevó su tiempo de angustias y ansiedades, así de escalonadas, pero también superadas hasta armar el gran rom- pecabezas de tu nuevo espejo exterior… Y yo contigo mar- cando los tonos intrascendentes. Lo de adentro no lleva costura, no la hay sin dolor si fuera posible un remiendo, sólo son piezas sueltas que se adaptan al momento, que cambian por instantes, que trastocan la persona- lidad cuando lo hacen y nada es percibido para quien vive la irrealidad momentánea. Yo presiento todos esos estados de áni- mo desde mi rincón superficial y nada de lo que yo pudiera hacer cambiaría el resultado de tu explosión interna. Nadie sabe qué pasó en los confines de tu universo interior, qué fuerza desató el torbellino que produjo el desajuste de tu lucidez mental; sin embargo, tu anormalidad es sólo una se- cuencia aislada que se repite en cada encendido de furor, irrita- ción, arrebato e ira. Desde el pensamiento hasta la palabra, todo se contamina y ese todo te aísla aún más en la soledad. 45

Capítulo 38: “Lo obvio, lo absurdo” “Todo es tan natural que hasta lo obvio parece un absurdo”. Muchas veces escuché decir de ti cosas tales como: “siempre vas a contramano”, “pero a vos, quién te entiende”, “¿estás en sintonía con lo que haces?”, y tantas otras similares que ponen de manifiesto actitudes fuera de lo común, de lo esperado, de aquello considerado natural. Lo alocado tiene un fino sendero por la cornisa de lo permisible, y a ti no te disgusta recorrerlo sin temor, como si fuera un paseo primaveral, aunque la adrena- lina aparezca luego de avizorar la profundidad del pozo abis- mal. ¿Y sabes qué? Creo que aquellos que han prestado atención sobre ti, no hacen otra cosa que brindarte un favor desintere- sado, e incluso tan lleno de humana solidaridad. Ellos sí, pueden hacerlo, aunque tú jamás les prestas atención… yo sólo observo desde el mismo ángulo que ellos lo hacen, sólo que estoy tan adosado a ti que no puedo dejar de recibir sus miradas, sus voces de advertencia, y al final, el desapego de sus buenas intenciones… Y entonces sí, fundo mi sentir en que todo lo na- tural y obvio es para ti tan absurdo como reconocer una verdad. Mi consuelo, lejos de darme por vencido, es ver en los otros, un sentimiento de cordura muy similar al mío, aunque muchos de ellos estén de paso y no tan cerca de ti. Sé que ellos lo intentan de una forma diferente a la que yo puedo intervenir; ellos están de paso y pronto olvidan de ti, cosa que yo no podría hacer dado a mi naturaleza, propósito… y además, aprendí a quererte. Tal vez, lo obvio y lo absurdo, no sean otra cosa que dos parámetros contrapuestos e intercambiables entre sí según los valores que cada cual lleve sellado en el alma, sientan en el corazón, y practiquen como extensión de su mente. ¡Si lo fuera, por Dios, cuánta tarea me espera! 46

Capítulo 39: “Imagen de insomnio” \"La imagen es a la mirada como el silencio a los insomnios\". ¡Si conoceré tus noches! Te lo digo así, con un poco de asombro y con mucho para revelarte. Crees que la oscuridad hace de tu mirada un misterio y de tus pensamientos, secretos insondables. ¡Y cuánto te equivocas! No todas las noches son iguales, no todas son mágicas, pero casi todas conllevan una tragedia espiritual simbólica que nace en la ansiedad y muere en las madrugadas tardías, allí donde los párpados caen por su propio peso en el horario equivocado. Tu tiempo se divide en días con sus noches de rutinas bien estructuradas, diversificadas y extremadamente agotadoras, acumulando estrés en un círculo de pensamientos negativos. Callas tu desazón acumulando malestar sin vía de rápida solución; y es en la cama y en tu mente donde la coctelera de nuevas ideas van delineando la estrategia salvadora o la táctica equivocada que te llevará al fondo del abismo… Y en ambos casos, el silencio es tu cómplice y tus ojos, la muestra viviente del insomnio en su maltrato. ¿Y qué decir de las otras noches donde la imagen superpone a todo tiempo de intimidad? Son las menos, pero las más intensas. Estoy junto a ti a punto de ruborizarme, tomando parte de ritos extraños, de conjuros con palabras entrecortadas, con velas de colores encendidas en el pedestal de un candelabro, viéndote con atuendos antiguos o en la sencillez de un natural desnudo esperando y esperando… ¿Qué? ¿Tal vez una pose- sión de un amor en sacrificio? Yo sigo observándote y sé que por fuera nada sucede más que el reflejo de tus ojos en el espejo. Es allí donde tu adentro cambia, el color miel de ellos madura en un rojo fuego, tu son- risa se ensancha y tus manos son caricias para todo tu cuerpo… luego llega el olvido. 47

Capítulo 40: “Infinita e inalcanzable” \"La distancia del amor es infinita, dicen... mi ser sigue esperando en un lugar inalcanzable\". Vuelvo los recuerdos hacia atrás, rebobinando los hechos como rollos de una vieja película, a aquellos días en que afloraban en ti nuevos senti- mientos aún desconocidos. Tu atención, tal mariposa viajera, se posaba en los dichos de aquellos experimentados en “eso” que le llamaban amor. Percibiste su ángulo correcto y lo ideali- zaste a tal punto, que todo parecía bella música para tus oídos y comenzaste a buscar el inicio de esa melodía que agradaba a tu corazón. Te dijeron que el amor lo era todo, que lo abarcaba todo, tanto como que su distancia era infinita… y claro que lo es cuando se trata del verdadero. Dedujiste con sano criterio que tú estabas dentro de ese infinito y que de momento a otro recibi- rías una dosis de esa plenitud del amor. Erradamente, la espera diluyó la esperanza, el tiempo se hizo cómplice con su silencio y el infinito ya no te parecía tal. Te viste por fuera de él, en un paraje inexpugnable, en soledad, un tanto oscuro y frío por den- tro... Nadie te explicó cómo funcionaba el amor. Y fue entonces que me pregunté: ¿Le digo aquello que aprendí sobre el amor o dejo que su ser lo descubra por sí? Recuerdo que me propuse darte un tiempo prudencial, incluso sé que lo acorté sin que tú lo supieras. Verte con tu rostro cabiz- bajo, melancólico y nostálgico, tampoco yo podía soportarlo por mucho tiempo más. Esbocé una frase, un disparador de autoayuda, desandar la punta de un hilo de larga madeja: “El amor nace de su propio reflejo y el espejo es el otro, lo que está fuera de ti”. Nada había que esperar, sí había llegado el mo- mento de dar, de encender la lámpara interior y esperar el regreso de su luz en forma de amor… Me miraste con viva sorpresa, tanto como ahora. 48

Capítulo 41: “Excepcional” \"Todo puede ser excepcional... aun cuando no se es la excep- ción\". Aquella vez te equivocaste y no fue la primera, hubo una segunda y pensé que habías aprendido de la amarga experien- cia. No, claro que no y ocurrió por tercera vez con la misma persona, y ahora, a la distancia en el tiempo, ya creo que ha sido la última. Las buenas oportunidades no aparecen todos los días, así tan claras, contundentes, como un puente por transitar dejando atrás al pasado en una memoria oculta. Tu postura no fue una excepción a la regla de tu vida, sino una secuencia repetida, que por ser tan drástica y sin sentido, irremediablemente se interrumpe el camino de un retorno. ¿Qué es lo excepcional? Aquello que ya jamás esperarías que se cruzase en tu camino como una bendición inmerecida. Una vez más el grito de ¡aleluya! no nació en tu corazón, y nueva- mente, el agua que calmaba tu sed se escurrió por entre tus dedos. Lo observo todo. Cada día estoy más perplejo por tus actitudes incoherentes creyendo que en algún momento haya una última vez… y la hay hasta la próxima. Y de última a próxima va transcurriendo tu vida, la de tu enemigo de turno y la mía. Dije bien, “enemigo de turno” porque aún no hubo una excepción a tu dilema de desarmar la madeja bien tejida por el destino. Bien ocultas tus sentimientos bajo una escarcha de cristal de tu mirada perdida en el horizonte opuesto al lugar de tu destino final. Sí, así de espaldas intentas desprenderte de mí aun sabiendo que eso es imposible. Siempre seré tu último testigo y el primero en despertar antes que tus ojos vean la luz del día. Creo que ambos comprendemos que soy tu única excepción… aun- que no lo quieras. 49

Capítulo 42: “Sostén invisible” “La madurez no es cuando el fruto cae, sino cuando puede sostenerse sin el tallo”. Por naturaleza física tú eres mi sostén, quien guía mi forma a tu característica tan particularizada, que aun viéndome, no reparas en mí como algo útil o beneficioso para ti. Desde mi perspectiva, y ya que me ignoras, puedo considerarme como un puntal invisible a todo tu cuerpo. Con los años, he logrado parecerme en mucho a una enredadera de hojas abultadas, que en ciertas horas del día, le crecen alas para rodearte de cerca sin soltar las riendas que nos unen… Y viajamos de a dos en un mismo habitáculo. Esto no es más que un ejemplo introductorio para referirme de lleno al nuevo estado que tú dices haber adquirido: La madurez. Sin embargo, la soledad y la independencia no signi- fican sinónimos de maduración, eso es sólo una cáscara externa prefabricada que crea tal ilusión; y dado que la crea, te sumer- ges en ella cual verdad indiscutible. La maduración es un estado que viaja de adentro hacia la periferia y son tus actos quienes traspasan el perímetro hacia la visibilidad y calificación externa a juicio del buen entendido. Tú también, previamente, debes ser parte adosada a la guía es- piritual que complemente tu crecimiento paso a paso con su riego diario hasta alcanzar el talento de la levedad por sobre tu sostén… Entonces, allí comienza la madurez. En la naturaleza, el fruto maduro cae del árbol cuando com- pletó todo su ciclo de absorción de los nutrientes siendo de escasos segundos su permanencia en el aire. El impacto a tierra ya transforma su realidad. Así que, después de convertirte en un ser maduro, continuarás siéndolo según la altura alcanzada en tus principios hasta impactarlos a causa de algún error… y podrá pasar un segundo o todo el resto de tu vida. 50


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