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LA HIPÓTESIS DE PEDRO - JUAN RANIERI

Published by Gunrag Sigh, 2022-02-09 01:44:37

Description: LA HIPÓTESIS DE PEDRO - JUAN RANIERI

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La Hipótesis de Pedro Juan Ranieri

Ranieri, Juan Carlos La hipótesis de Pedro / Juan Carlos Ranieri. - 1a ed - Longchamps: LENÚ, 2022. 44 p.; 23 x 16 cm. ISBN 978-987-4983-86-2 1. Antología de Obras de Teatro. I. Título. CDD A862 Título original: “La Hipótesis de Pedro” Obra de teatro © Juan Carlos Ranieri (2019) Ilustración de portada © Horacio Moschini Primera edición febrero 2022 Editorial Ediciones Lenú Mail: [email protected] Facebook e Instagram: Ediciones Lenú Aclaración: en determinadas expresiones y/o criterios narrativos, así como el vocabulario utilizado en todo el texto, se respetaron los gustos y deseos del propio autor. Hecho el depósito que previene la Ley N° 11.723 Esta obra se terminó de imprimir en talleres gráficos de Ediciones del País. Impreso en Argentina. Queda prohibido sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento comprendidos reprografía, tratamiento informático ni en otro sistema mecánico, fotocopias, ni otros medios, como también la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Al querido pueblo de San Marcos Sierras, provincia de Córdoba, donde escribí la primera parte de esta obra.



Es el despacho de Don Luciano, el intendente de Villa Roberta. La pared de fondo tiene una única puerta de ingreso ubicada levemente del centro a la derecha y termina hacia ese lado en una pequeña ventana. A la izquierda de la puerta se ubica el escritorio, una bandera argentina y, hacia adelante, cuatro sillones rodeando una mesa ratona. En el extremo derecho, casi al borde del escenario, hay una mesa sencilla de bar con dos sillas enfrentadas. (Ingresan por la puerta Mariel y el fiscal Crivelli). MARIEL: - Pase fiscal, adelante. CRIVELLI: (Ingresa con una carpeta en sus manos) – Muchas gracias, permiso. MARIEL: -Aguarde un momento que ya viene el intendente. CRIVELLI: -Ah, disculpe, quería preguntarle por su marido. ¿Cómo sigue? MARIEL: -Mucho mejor, gracias. Pasaron tres semanas de los golpes y ya volvió a trabajar. CRIVELLI: -Bueno, me alegro. Recuérdele que si necesita ampliar algún dato me avise. MARIEL: - ¿Y este muchacho, Miguel, cómo está? CRIVELLI: - El último parte médico de hoy al mediodía dice que sigue grave. MARIEL: - ¿Se puede morir? 7

CRIVELLI: - Sí, claro, como también puede salvarse. Tiene serias lesiones internas por los golpes que recibió. Hay que esperar. MARIEL: - Ojalá se mejore. Ya viene el intendente, permiso. (Sale) CRIVELLI: -Cómo no, gracias. (Camina lentamente por el despacho y lo recorre con la mirada. Se sienta en uno de los sillones junto a la mesa ratona. Pocos segundos después ingresa por la puerta Don Luciano). DON LUCIANO: -¡Fiscal! ¿Cómo está? CRIVELLI: (Poniéndose de pie) -¡Don Luciano, qué gusto! (Se dan la mano). DON LUCIANO: -Venga, siéntese. CRIVELLI: -Pero no me diga fiscal. Vine a verlo como Pedro Crivelli, y además quiero conversar con Don Luciano, no con el intendente de Villa Roberta. Por eso elegí un viernes a la tarde. DON LUCIANO: -Bueno, yo debo decirte que es para mí una situación muy rara tu visita. Ahora sos fiscal, y yo recuerdo cuando naciste. CRIVELLI: -Sí, lo entiendo. De hecho, cuando nací usted y mi viejo estaban siempre juntos. DON LUCIANO: (Con pesar) –Sí, siempre juntos. Vos sabes que éramos como hermanos. ¡Pensar que ya va a hacer un año de su muerte! CRIVELLI: -Cuando yo era chico él siempre lo nombraba allá en México. Bueno, hablaban con mi mamá de “Lucho” con frecuencia. 8

Recuerdo que un día le pregunté por qué “Lucho” no venía a visitarlo nunca. Me explicó: “Porque vive en otro país”. DON LUCIANO: -Sí, en España. Ese era yo... una ausencia. Éramos muchas ausencias desparramadas. Aquellos tiempos hoy parecen recuerdos de otra vida. CRIVELLI: -Bueno, es que las cosas cambiaron mucho. DON LUCIANO: (Irónico) -¿Qué? ¿Ya no estamos oprimidos? ¿Nos hemos liberado? CRIVELLI: (Sonriendo) –Supongo que no, pero me refiero a las ideas y la forma de luchar. DON LUCIANO: Carlos fue un luchador que siempre creyó en lo mismo. Las formas de lucha suelen ser variables. CRIVELLI: -¿Y ahora por qué pelea usted, Don Luciano? DON LUCIANO: -Por la justicia, como siempre. ¿Y vos? CRIVELLI: -Bueno, ¡yo soy fiscal! (Hace una pausa) Mire, yo vine a verlo porque creo que usted puede orientarme en este caso de los ataques callejeros. Quería pedirle que me ayude a repasar los hechos. DON LUCIANO: (Sorprendido) -¿Yo? ¿A vos te parece? Vos sabes que nosotros nunca fuimos muy amigos de las leyes. CRIVELLI: -El nosotros incluye a mi padre, supongo. DON LUCIANO: -¡Seguro! 9

CRIVELLI: (Sonríe)- Está bien, pero de todas maneras confío en su ayuda. Usted conoce muy bien Villa Roberta y además fue varias veces intendente, nació aquí… DON LUCIANO: -Conozco este pueblo rincón por rincón y también a cada vecino, pero no creo que eso aporte demasiado. CRIVELLI: (Continúa serio y afligido) –Don Luciano, este es mi primer caso como fiscal y no puedo fallar. DON LUCIANO: - ¿Tenés alguna pista? CRIVELLI: -¡No tengo nada! Mire, yo sé bien que en todo delito serial las víctimas tienen algo en común o hay un hilo conductor, pero este caso que parece menor y sencillo me tiene perdido, desorien- tado. DON LUCIANO: -Seguramente sentirás esa presión del primer caso. Habrá mucha ansiedad supongo. CRIVELLI: -Sí, puede ser, pero también está el juez y los medios… en fin, varias presiones. El asunto tomó mucha relevancia y todo el mundo está esperando saber qué pasará. DON LUCIANO: -Bueno, veamos entonces. (Crivelli abre la carpeta y saca unas cuantas hojas. Las ordena y lee) CRIVELLI: -A ver, tenemos cinco hombres atacados, reventados a golpes por una patota, en el lapso de veinte días, entre el doce de abril y el dos de mayo. Bueno, sin ir más lejos, el primero fue el marido de su secretaria, Adolfo, el mozo del bar. DON LUCIANO: -Sí, sí, Adolfo. 10

CRIVELLI: -Buen muchacho, muy cordial. DON LUCIANO: - Sí, sí, ¿pero una patota? ¿eso es seguro? CRIVELLI: -Por supuesto. Eso declararon todas las víctimas y además lo ratificaron las pericias médicas. (Toma una hoja de su carpeta y lee) Acá está: “fueron golpeados por varias personas”. DON LUCIANO: -Qué curioso que todos se salvaran ¿no te parece? CRIVELLI: - Eso está por verse. La quinta víctima, Miguel, sigue grave. Está claro que no quisieron matarlos, aunque los dejaron a la miseria, pero con este último se les fue la mano. Tampoco le robaron a ninguno de ellos. Pareciera un ajuste de cuentas. DON LUCIANO: -¿Algún mensaje? ¿les dijeron algo? CRIVELLI: -Todos afirman no saber por qué les pegaron. Está descartado un asunto entre hinchadas de fútbol, ni tenían deudas significativas, nada. Perdone, pero… ¿sabe que usted no parece tan preocupado? DON LUCIANO: -¿Ah sí? No te creas. Tal vez no se note porque no lo demuestro, pero estoy en el tema permanentemente. CRIVELLI: -La gente tiene miedo, Don Luciano. Villa Roberta es un pueblo tranquilo que no está acostumbrado a la violencia. DON LUCIANO: -A la violencia pública, visible, no. Pero no te imaginas cuánto sabe de violencia cada vecino. CRIVELLI: -No sé ¿Cuánto sabe? DON LUCIANO: -Todos saben y callan más de lo que parece. Somos una pequeña comunidad humana. Por pequeña todo se sabe y por 11

humana mucho se calla. En mi época se resumía con el famoso “No te metas”. CRIVELLI: -Es interesante eso, pero ante esta violencia, en la calle ya comienzan las manifestaciones por todas partes. Usted sabe que mañana habrá una segunda marcha exigiendo justicia. Va a estar todo el pueblo, como el sábado pasado. DON LUCIANO: -Sí, sí, seguro. Van a protestar contra la violencia todas las personas respetables, conocidas, referentes sociales digamos. Me imagino que estarán los comerciantes del centro que tienen sus empleados en negro, los estancieros que explotan a sus peones, el gerente del banco que vive con tu plata y si quiere te la presta, el cuatro de Defensores que caga a patadas a todos los rivales, la directora de la escuela número uno que no para de gritar a los pibes… CRIVELLI: (Sonriendo) –Bueno, piense que también estarán los buenos. DON LUCIANO: -Los buenos siempre están donde corresponde. CRIVELLI: -La manifestación del sábado pasado a mí me pegó muy fuerte. Usted sabe que yo nunca tuve la militancia de mi padre, pero he participado de marchas algunas veces en la universidad. Uno sentía realmente bronca y repudio frente a aquellas autoridades que no actuaban bien o tomaban medidas arbitrarias. 12

DON LUCIANO: -¡Pero sí! ¡Por supuesto! Uno está ahí reclamando por una causa justa en medio de la multitud y siente tener la fuerza de un gigante y más razón en ese momento que en toda tu vida. CRIVELLI: -Bueno, justamente. Que el pueblo de Villa Roberta marche para exigir justicia, me movió el piso. Yo sentí que todos me repudiaban, que no estoy cumpliendo con lo que se espera de mí. (Comienza a oírse de fondo un estruendo de bombos y gritos. Crivelli camina hacia la ventana que está junto a la puerta y la abre. Mira hacia afuera) DON LUCIANO: -Está bien, Pedro, pero no fue una marcha contra vos. Se pide justicia en sentido abstracto. CRIVELLI: -No Don Luciano. Yo me asomé (Se asoma un momento. Sigue el estruendo) y sé bien lo que vi y lo que sentí. DON LUCIANO: -Pero nadie cantaba “Crivelli, compadre…” No te ofendas, es un ejemplo. (El ruido de bombos y gritos es aún más fuerte). CRIVELLI: Fue tremendo. (Señalando algo en particular hacia afuera). Aquel pibe que está ahí, la mujer con el bebé en brazos, aquella viejita, todos gritando “¡justicia! ¡justicia!”. Son personas conmovidas, preocupadas, que no le reclaman a un edificio cerrado. Nos reclaman a quienes estamos adentro. El viejo de allá, el de boina, hasta juraría que es mi abuelo. DON LUCIANO: -¡Ja! ¡Tu abuelo! ¡Qué bravo era el tano ese! A tu viejo lo tenía cagando. Nunca entendió, nunca aceptó su militancia. 13

CRIVELLI: -Yo soy como mi abuelo. Mi viejo me lo dijo muchas veces. (Sigue el ruido). Lo que corresponde, lo justo, la ley. DON LUCIANO: (Irónico) –Espera un poco… ¿Lo justo o la ley? ¿En qué quedamos? CRIVELLI: -Las leyes son instrumentos de la justicia. DON LUCIANO: -Tenía razón Carlos. Te pareces a tu abuelo en la manera de pensar. (El ruido exterior de a poco va disminuyendo). CRIVELLI: (Mirando otra vez por la ventana) –Al rato empezaron a irse lentamente y ahí vino el golpe que me faltaba esa tarde. DON LUCIANO: -¿Qué pasó? (Crivelli cierra la ventana y regresa hacia el sillón mientras atiende su celular) CRIVELLI: -Adivine quién llamó… ¡Hola! … ¡Juez Gazzaniga! ¿Cómo le va? (Don Luciano se cubre los ojos con su mano) CRIVELLI: (Tomando el lugar del Juez, caminando nervioso de un extremo a otro del escenario). -¿Qué cómo me va?... ¡Mire doctor! ¡se imaginará que me va muy mal! Yo lo llamo para recordarle que tengo la causa en blanco, ¿me entiende? Estoy esperando que usted actúe. No tengo ni un detenido ni pedido de allanamiento ni pista alguna ¡No tenemos nada, Crivelli! Esto ya pasó de castaño a oscuro. Sólo quiero dejarle en claro que esta situación no da para más ¿me entiende? Usted tiene la pelota. Puede jugarla bien o mal, 14

pero lo único que no puede hacer es no jugar. ¿Me entiende? Espero novedades suyas… CRIVELLI: (Guarda su celular mirando a Don Luciano) –Y cortó. DON LUCIANO: - ¡Uy, uy, uy! ¡Pegate una apretada cuando puedas! ¡Y para colmo, justo ese Gazzaniga que es un amargo! (Ingresa Mariel) MARIEL: -Permiso, Don Luciano, me llevo los diarios. DON LUCIANO: - ¡Ah, pasá! (Se pone de pie y toma un diario del escritorio) Pero no te los lleves que quiero mostrarle algo a Crivelli. ¿No te traes dos cafés? MARIEL: -Sí, ya vengo. (Sale) DON LUCIANO: (Indignado) –Mirá, ¿ya leíste este pasquín? CRIVELLI: -Disculpe, pero en este pueblo tenemos dos pasquines, aunque usted debe referirse a El Liberal, que es su enemigo. DON LUCIANO: (Sigue indignado) – ¡Dos pasquines! ¿pero qué tenes que criticarle a Vox Populi? CRIVELLI: (Sonriendo) - ¡Don Luciano, por favor! Hace tres semanas que vienen publicando sobre una banda de gigantes que anda golpeando gente por ahí ¡y encima ahora no descartan que sean extraterrestres! DON LUCIANO: (Minimizando el tema) –Bueno, bueno… eso es lo que la gente anda diciendo ¿o no? Además, Vox Populi trae muy completos los deportes, la liga de Villa Roberta partido por partido… 15

(Hojeando el diario) Justamente, tengo que ver a qué hora juega mañana el Atlético. CRIVELLI: -A ver, le acepto que El Liberal está sacando ventaja de esta situación echando más leña al fuego, pero no olvide la marcha de mañana ni de la misa especial del Padre Horacio el domingo. DON LUCIANO: -¡Pero no, Pedro! ¡Son todos lo mismo! ¡Juegan en el mismo equipo! “Su Eminencia” salió a hablar en El Liberal cuestionando la falta de cámaras de seguridad y el mal alumbrado público. CRIVELLI: -No le veo nada malo. DON LUCIANO: (Enojado) – ¡Pero yo sí, carajo! ¡Yo sí! ¡Con el presupuesto de Villa Roberta las cámaras de seguridad son un delirio! Además, vos estas chapando con tu novia en la plaza y te miran los canas por tv. ¡Minga voy a poner cámaras! Y si “Su Eminencia” quiere mejor alumbrado, ¡que la iglesia empiece a pagar impuestos, carajo! Después de todo, en su misa especial no va a decir nada peor que lo que dice en sus misas comunes. CRIVELLI: - ¿Usted fue? DON LUCIANO: -¡No! ¡Qué voy a ir! Me contaron que ya de entrada nomás se despachó en la homilía… CRIVELLI: - ¿Y qué dijo? DON LUCIANO: (Toma una estola oculta en el sillón y la coloca sobre sus hombros) –Queridos hermanos… Como todos sabemos, el mal se ha apoderado de las calles de nuestro pueblo. El Obispo me ha 16

llamado para manifestar su consternación y solidaridad, expre- sando la esperanza de hallar nuevamente la paz mediante el accio- nar inflexible de la justicia. En lo personal, me sumo a ese deseo y agrego que el poder político local debe despertar ante el clamor del pueblo de Dios para prestar su colaboración y no desentenderse, como Judas, de este flagelo. Los invito a orar para que la luz de la providencia ilumine a los servidores públicos de nuestra policía y proteja a todos los hombres de Villa Roberta, hoy desvalidos y temerosos ante la violencia. DON LUCIANO: (Irónico) - ¡Qué lindo tener una buena jaula para agarrarlo vivo! ¡Es un orgullo que ese cura me odie! CRIVELLI: -Con todo respeto, Don Luciano, creo que usted se cierra mucho. Me extraña que con su experiencia no tenga una actitud más política. DON LUCIANO: -Crivelli, ¡ya nos conocemos todos! ¿Querés que arme una mesa de diálogo y me siente con el comisario, el cura, los concejales, los terratenientes, los dueños de los medios? ¿Esa sería una actitud más política, propia de un intendente? ¡No, Pedro! Sólo quieren asegurarse un lugar en la foto. Por eso van a la marcha y a la misa. CRIVELLI: -¿Y el sindicato? DON LUCIANO: -¡Lo mismo! Me vinieron a contar que abrieron clases gratuitas de Kung Fu para todos los municipales como si fuera una maravilla. Yo les ofrecí que los barrenderos esperen hasta el 17

amanecer para salir a laburar y se fueron contentos a mostrarlo como una conquista. MARIEL: (Entrando con el café) -¡Qué pueblo singular Villa Roberta! (Sirve el café en el escritorio) Es el único en el país donde las personas golpeadas que viven con miedo son los varones. DON LUCIANO: – Y el único donde hay extraterrestres malos. Tomá (le alcanza un diario a Crivelli que permanece sentado) leé El Liberal. (Mariel deja a Crivelli un café sobre la mesita. Este toma el diario y comienza a leer en voz alta). CRIVELLI: -Ola de violencia sin detenidos. La policía no tiene pistas. Parálisis política del intendente. MARIEL: (Junto al escritorio, retirándose con la bandeja) -¿Se da cuenta fiscal? El liberal siempre fue un diario de los cogotudos, pero desde que lo compró Echegaray, hace dos años… (Sale sin terminar la frase). DON LUCIANO: (Indignado, en tono de protesta) – ¡Ese viejo venenoso me ha declarado la guerra! CRIVELLI: (Soltando una carcajada) –Sí, ya se sabe que el hombre tiene sus aspiraciones políticas. Por eso compró el diario y cuenta con ese periodista del moño que es su escudero… ¿cómo se llama? DON LUCIANO: (Muy enfático) -¿Quién? ¿Villareal? (Ingresa por la derecha del escenario Villareal, con un moño rojo muy visible, y se sienta en una de las sillas a la mesa del bar). 18

DON LUCIANO: (Mirando a Villareal) -¡Ja,ja,ja! ¡Qué va a ser escudero ese! ¡Para ser escudero hay que tener huevos, como Sancho Panza! (Mirando a Crivelli) Villareal es un pobre alcahuete que dirige el diario sirviendo a su patrón, Echegaray, ese viejo venenoso. CRIVELLI: -Echegaray es hábil y sabe a quién comprar, lo mismo hizo con Regueiro, que es su concejal protegido y trabaja para él. DON LUCIANO: (Despectivo) -¡Je! ¡otro alcahuete ese! (Entra Regueiro por la derecha y se detiene en el centro del escenario) DON LUCIANO: (Continúa) –El miércoles vino a verme. CRIVELLI: (Con curiosidad) – ¿Ah sí? ¿y qué le dijo? REGUEIRO: (A Don Luciano, que se vuelve hacia él) –Don Luciano, ante todo quiero preguntarle si usted sospecha que yo aprovecho este caso para serrucharle el piso. DON LUCIANO: (Enfático) –No, no lo sospecho. REGUEIRO: - ¡Ah, bueno! DON LUCIANO: ¡Estoy completamente segurísimo! REGUEIRO: (Abriendo los brazos de par en par, en tono de queja) - ¡Pero Don Luciano, por favor! ¡Yo trabajé con usted toda la cam- paña! DON LUCIANO: - Sí, para ser concejal. Después te vendiste a Echegaray ¿o crees que no lo sé yo y toda Villa Roberta? 19

REGUEIRO: -¡Eso es falso!, además está evadiendo el tema. Acá lo concreto es que hay una ola de violencia y usted no sabe qué hacer. DON LUCIANO: (Irónico) – ¿Ves? ¡Cómo se nota que lees El Liberal! REGUEIRO: (Enojado) –Bueno, ¡basta de chicanas! Yo vine a ofrecer mi colaboración como corresponde y usted me ataca. DON LUCIANO: (Enérgico) –Yo ataco a quien se lo merece. Yo ataco solo cuando es justo, ¡y aquí se terminó la charla! REGUEIRO: (Simulando recobrar la calma) –Está bien, como usted quiera. Yo me voy y arrégleselas solo. (Regueiro camina unos pasos hacia Villareal y se sienta frente a él en la otra silla) CRIVELLI: (Sorprendido, a Don Luciano) -¡A la flauta! ¡eso es una virtual fractura! DON LUCIANO: -¡Pero no! A ese bicho no le conviene y no es tonto. ¡El naso debería fracturarle! CRIVELLI: (Entre carcajadas) -¡Ja, ja! Extrañaba esa ironía suya que a mi viejo también divertía tanto. Don Luciano, ¿se imagina una charla entre esos dos? DON LUCIANO: -Bueno, creo que no debe ser muy difícil de imaginar. (Ambos se vuelven y miran hacia la mesa de bar donde Regueiro y Villareal conversan). 20

VILLAREAL: (Circunspecto y formal) –El señor Echegaray dice que Don Luciano se está debilitando políticamente con este asunto de las golpizas. REGUEIRO: -Puede ser. La gente está atemorizada y a él parece no importarle. (Inquisitivo y ansioso) En confianza, dígame Villareal, ¿qué saben ustedes de estos ataques? VILLAREAL: -El señor Echegaray dice que no sabemos nada. REGUEIRO: (Con gesto de fastidio) – ¡Bueno!, ¿pero usted qué sabe? VILLAREAL: -Yo sospecho que el intendente encubre algo. REGUEIRO: (Curioso) -¿Le parece? VILLAREAL: -Sí, pero eso no importa. El señor Echegaray dice que no importa saber lo que pasa, sino aprovechar la situación. Hay anunciantes muy fuertes del diario que ven con interés el desprestigio del intendente. REGUEIRO: (Más ansioso) -¿Y Echegaray le habló de alguna movida importante o algo así? VILLAREAL: -El señor Echegaray me encargó que le diera un mensaje: Esté usted preparado que él pronto lo llamará para salir a la cancha. (En el rostro de Regueiro se nota una mezcla de sorpresa y alegría mientras Villareal atiende un mensaje en su celular) VILLAREAL: (Sacando su billetera del bolsillo) -El señor Echegaray dice que él invita. 21

DON LUCIANO: -¡Ay Dios mío! ¡Son patéticos! ¿Sabes cómo me hubiera gustado ser periodista? CRIVELLI: -¿Ah, sí? DON LUCIANO: -¡Sí! Es tan importante informar, investigar, contar la verdad. Bueno, vos de investigar sabes. CRIVELLI: (Sonriendo) –Sí, pero al contrario, yo nunca debo contar lo que investigo, ni siquiera lo que sospecho y mucho menos una hipótesis. Debo ser muy reservado. (Regueiro y Villareal salen por la derecha) DON LUCIANO: -Bueno, claro. ¿Tomarías otro café? (Sin esperar respuesta, pega un grito mirando hacia la puerta) ¡Mariel!... (Silencio) -¿Se habrá ido? CRIVELLI: -Sí, tomaría otro. No sé si lo molesto, pero yo no tengo apuro Don Luciano. DON LUCIANO: -¡Yo tampoco! Vení, vamos a buscar nosotros el café porque esta no me oye. A veces a esta hora ya me quedo solo y no me entero. CRIVELLI: (Poniéndose de pie) –Bueno, vamos. (Ambos salen y por unos segundos la escena queda vacía. Luego ingresa Ezequiel). EZEQUIEL: (Asomándose) -¡Don Luciano! (Camina hacia el centro del escenario y golpea su rodilla contra el escritorio) - ¡Ay, ay, ay! (Ingresa inmediatamente Mariel, apurada). 22

MARIEL: -Sí, Don Lu… (Se interrumpe al ver a Ezequiel) -¿Qué haces? ¿Y Don Luciano? EZEQUIEL: (Tomándose la rodilla) -No sé. ¿Y vos? MARIEL: -¿Yo qué? EZEQUIEL: -¿Vos qué haces? MARIEL: -Nada, me pareció que me llamaba. Yo ya me estaba por ir. EZEQUIEL: (Acercándose, cruzándose de brazos) -¿Y cómo andas? MARIEL: - (Evasiva, se distancia un paso) –Bien, ¿por? EZEQUIEL: (Inquisitivo, vuelve a acercarse) -¿Y tu marido? MARIEL: -¡Ah! ¡mejorando! Ya volvió a trabajar. EZEQUIEL: (Irónico) –Volvió a ser el de antes, entonces. (Camina hacia el sillón que ocupaba Crivelli y se sienta, masajeándose la rodilla). MARIEL: -No, ¿sabes que no? (Bajando el tono, como en secreto) Está muy cambiado. EZEQUIEL: (Sorprendido, casi dando un grito) -¡¿En serio?! ¡Me estás jodiendo! MARIEL: (Cruzando su dedo índice sobre los labios, se apresura a sentarse en el sillón de al lado) -¡Shhh! ¡Callate! (En tono confidencial) -Está muy cambiado, en serio. EZEQUIEL: -¡Bueno, te creo! Y además me alegro, aunque… MARIEL: (Sollozando) –Ya sé, ya sé. Pero me sorprende, parece otro, esta vez es diferente, vas a ver… 23

(Ingresan Don Luciano y detrás Crivelli con una taza en sus manos cada uno). DON LUCIANO: (dulcemente, viendo a Mariel sollozar) -¿Qué te pasó? (De inmediato se vuelve hacia Ezequiel y le grita) ¿Qué le hiciste? (Ezequiel da un salto hacia atrás y queda mudo) MARIEL: -¡No, nada, nada! Le estaba contando algo y me emocioné un poco, pero ya está. DON LUCIANO: -¿Seguro que estás bien? MARIEL: (Secándose las lágrimas) -Sí, muy bien. DON LUCIANO: (A Crivelli) –Bueno, ya conoces a Mariel, mi mano derecha. Este es Ezequiel, mi mano izquierda. El señor es el fiscal Crivelli. CRIVELLI: -Mucho gusto (Se dan la mano). EZEQUIEL: -Mucho gusto. DON LUCIANO: -Bien, laburantes, para ustedes ya es tarde. MARIEL: -Sí, yo ya me iba. EZEQUIEL: (Frotándose la rodilla) -En mi caso, si me necesita puedo quedarme. DON LUCIANO: (A Crivelli) -¿No te molesta? CRIVELLI: -No, al contrario. Acaso pueda ayudarnos. MARIEL: -Perdón, yo me puedo quedar si hace falta. ¿Puedo preguntar qué van a hacer? 24

CRIVELLI: (A Mariel) –Le pedí a Don Luciano que me ayude a repasar los casos… (Hace una pausa) bueno, de las golpizas, como le ocurrió a su marido. MARIEL: (Con entusiasmo) -¡Ah, entonces me quedo! DON LUCIANO: (A Mariel) –No, no hace falta. MARIEL: -Don Luciano, yo sufrí estos ataques en carne propia. ¡Permítame! (Don Luciano mira a Ezequiel y Crivelli, que lo observan callados) DON LUCIANO: (Con resignación) –Bueno, si te querés quedar… (Cambiando el tono y golpeando sus palmas) -¡A ver, empecemos entonces! ¡Siéntense! (De izquierda a derecha se sientan rodeando la mesita Ezequiel, Mariel, Crivelli y Don Luciano). DON LUCIANO: (Frotándose las manos) –Crivelli, ¡primer caso! CRIVELLI: (Hojeando su carpeta que estaba sobre la mesita) –El primer caso es justamente el de Adolfo (Mira a Mariel) su marido. DON LUCIANO: -Crivelli, ¡segundo caso! MARIEL: (Protesta) - ¡Eh! ¿Por qué? ¿A Adolfo lo saltea? EZEQUIEL: -Es el más conocido, en todo caso lo retomamos después. DON LUCIANO. (A Crivelli) -¿Te parece bien? (Mariel hace un gesto de fastidio) CRIVELLI: -Está bien, entonces el segundo… Se trata de Harrison. EZEQUIEL: -El presidente de la sociedad de fomento. 25

DON LUCIANO: -William Harrison, el gringo. CRIVELLI: -Exacto (Recorriendo a todos con su mirada) -¿Algo en particular sobre él? MARIEL: -Es muy buen hombre, muy solidario. CRIVELLI: -Eso tenía entendido. DON LUCIANO: -Sí, ayuda con frecuencia. Cuando fue aquel tornado hace unos años se portó muy bien. EZEQUIEL: -Fundó un grupo de dadores de sangre. Él consiguió tres dadores para mi tía Huga, que igual se murió. (Don Luciano lo mira sorprendido) MARIEL: -¡Es muy buen hombre! Todos los años organiza el día del niño en la sociedad de fomento. Consigue juguetes, donaciones. CRIVELLI: -Bueno, empezamos mal. ¿Quién puede atacar a un tipo así? DON LUCIANO: -Habrá que creerle a Vox Populi, nomás. ¡Serán los extraterrestres! (Ezequiel lanza una estruendosa carcajada que reprime de inme- diato, al ver que todos lo miran muy serios). CRIVELLI: - De más está decir que Harrison no tiene ningún antece- dente. MARIEL: -Sí, me imagino. DON LUCIANO: (A Crivelli) -¿Y lo de Harrison qué día ocurrió? CRIVELLI: -El 17 de abril. DON LUCIANO: -¿Seguimos? 26

CRIVELLI: (Mirando su carpeta) –Seguimos. El 21 de abril, Julio Echegaray. EZEQUIEL: (Tomándose la rodilla) -El hermano del dueño del diario. MARIEL: -Sí, sabía, pero no lo conozco. EZEQUIEL: -Los dos tienen una plantación de soja gigantesca. DON LUCIANO: -Se quedaron bien calientes cuando les prohibimos rociar con glifosato. CRIVELLI: (A las risas) -¡Ah, por eso lo de viejo venenoso! ¡Por el glifosato! Bueno, ahí la ley sirvió para algo, muy a pesar suyo y de sus antiguos compañeros. DON LUCIANO: -No te creas, apeló. La ley le permite apelar a un tipo que envenena a los demás para ganar más y más plata. Su abogado adujo que se vulneraba la propiedad privada y el principio de libre empresa. MARIEL: -Bueno, pero es más importante la salud de la población ¿o no? DON LUCIANO: -Pichona, en este sistema la ganancia de las empre- sas es más importante que la vida misma. CRIVELLI: (Relativizando) –Bueno, bueno, ya veremos qué resolverá la justicia sobre la apelación. EZEQUIEL: (Frotándose la rodilla) -Disculpe, pero las leyes no garantizan la justicia. (Todos lo miran sorprendidos y hay un breve silencio). 27

DON LUCIANO: - No lo vamos a descubrir ahora. No todos somos iguales. ¡Esos dos hacen lo que quieren! (Se pone de pie y camina hacia la mesa del extremo. Saca una corbata de su bolsillo y se la coloca) Yo me pongo en el lugar del venenoso por un momento y siento que debe tener tanto odio y resentimiento para llevarse el mundo por delante, para imponer sus intereses. (Don Luciano se sienta en una de las sillas. Ingresan Regueiro y Villareal permaneciendo frente a él de pie) DON LUCIANO: - ¡Las leyes, las leyes! A las leyes también hay que cuestionarlas, caballeros, o transgredirlas un poco, aunque desde luego no cualquiera puede hacerlo. De lo contrario, ¿cómo podría avanzar una sociedad? ¿No es así? VILLAREAL: -Sí, sí señor Etchegaray. REGUEIRO: -Yo entiendo a medias. ¿Tiene usted alguna carta escondida? DON LUCIANO: -Escondida no me parece una palabra conveniente, concejal. Digamos mejor, reservada. VILLAREAL: (A Regueiro) - ¡Claro! ¡Reservada! REGUEIRO: -Mire, yo no creo que me convenga romper ahora con el intendente por este asunto. DON LUCIANO: -Yo creo que a usted le conviene, concejal, y creo que debería ser más firme si es que conserva sus aspiraciones. A propósito, Villareal, ¿cómo va la entrevista a Regueiro para publicar el domingo? 28

VILLAREAL: -Bien, bien. Estuvimos practicando algunas preguntas que usted propuso. DON LUCIANO: -Bueno, muy bien. Esta noche la quiero terminada para… VILLAREAL: -¿Corregirla? DON LUCIANO: -Supervisarla, Villareal. (Poniéndose de pie) -Seño- res, este es un asunto muy serio, toda la sociedad está en vilo y no olviden que mi propio hermano es una de las víctimas. El intendente no puede salir de esto sin pagar las consecuencias. REGUEIRO: -Yo en la entrevista puedo limitarme a señalar su responsabilidad política, pero… DON LUCIANO: (Interrumpiendo) –Con eso alcanzará por ahora. Ya veremos. (Don Luciano camina a su asiento anterior. Se deshace de la corbata). VILLAREAL: - ¡Hasta luego, señor Etchegaray! REGUEIRO: -Esto no me gusta. Etchegaray va muy rápido sin saber lo que pasa. VILLAREAL: -No sé si sabe o no sabe lo que pasa, pero el señor Etchegaray siempre sabe lo que pasará. REGUEIRO: (Irónico) -¡Ja! ¿Encima es adivino? ¡Debe saber entonces si habrá más ataques violentos, supongo! 29

VILLAREAL: (Cambiando su actitud, muy serio) –Mire Regueiro, tal vez lo sepa, tal vez no. Pero en cualquier caso él sabrá cómo seguir. Etchegaray no tiene una carta reservada. Es el dueño del mazo. DON LUCIANO: (Mientras Villareal y Regueiro se retiran por donde ingresaron) –Bueno, dejemos las leyes y la justicia… ¿y entonces? CRIVELLI: -Decía…es evidente que Etchegaray es un tipo totalmente distinto a Harrison. DON LUCIANO: -¡Sí, sin dudas! A este no lo quiere nadie. En Villa Roberta sacarían número para pegarle. CRIVELLI: -Justamente, no veo ni la más remota relación. Se supone que las mismas personas con pocos días de diferencia le pegan a uno y al otro. ¡No lo entiendo! MARIEL: -¡Y a Adolfo! ¡Parece que se siguen olvidando! CRIVELLI: -Sí, disculpe, y a Adolfo. (Hace una pausa). Bueno, ¿el cuarto caso? DON LUCIANO: -Vamos a ver. CRIVELLI: -Tres días después la víctima fue Waldo Sobral. EZEQUIEL: -¡Je! ¡Buena mandarina ese! MARIEL: -Mal tipo, un soberbio. DON LUCIANO: -Abogado corrupto, saca presos, un delincuente (A Crivelli) Ese es a la justicia lo mismo que Villareal al periodismo ¡una vergüenza! CRIVELLI: -Lo sé, lo sé. Sobre él conozco mucho más que sobre los otros. Cuando le tomé declaración, cada palabra y cada gesto 30

confirmaba todo lo malo que se dice de él. Es más, sobre este hombre yo tengo para contar algunas cosas, con las reservas del caso. DON LUCIANO: -Dale nomás, de estas paredes no saldrá una sola palabra. CRIVELLI: -El tipo tiene mucha banca en Tribunales y cosas muy feas con la policía. Antecedentes por estafa, cheques sin fondos y hasta una quiebra fraudulenta, bueno, en fin… DON LUCIANO: -Ya está, con todo eso es candidato al linchamiento popular. CRIVELLI: -Pero hay otra cosa. Alguien me comentó que hace un par de años a este tipo le hicieron una pintada en la puerta de su casa que decía “Aquí vive un golpeador”. Ese hecho me dejó pensando y entonces convoqué a Paula Salas, trabajadora social del juzgado. Ella me dio detalles sobre ese aspecto de Sobral o más precisa- mente de la relación con su mujer: Resulta que el tipo es un golpea- dor, efectivamente. A ella nadie la veía en ninguna parte porque vivía recluida en su casa. Las palizas eran frecuentes. Después de muchos años se atrevió a denunciarlo y se escapó de la casa aprovechando un viaje de Sobral. Cuando él volvió, ella ya no estaba. Vive hace varios meses con su madre en el Gran Buenos Aires, él tiene una perimetral, etcétera, etcétera. MARIEL: -¡Pobre mujer! 31

DON LUCIANO: -Es terrible. Es cierto que nunca se la veía en la calle. Se decía que estaba siempre enferma, no sé. CRIVELLI: (Mirando su celular) –Justamente aquí me dice Paula que está en la puerta. DON LUCIANO: -¿Qué Paula? CRIVELLI: -La trabajadora social. Yo le pedí que venga, Don Luciano. Es importante que pase. MARIEL: (Dando un salto de su silla) –¡Yo le abro! ¡Ahora vengo! CRIVELLI: -Disculpe el atrevimiento, Don Luciano, pero necesitaba que ella esté aquí. Yo le encargué un informe socio-ambiental sobre el último caso y quiero que usted lo conozca. (Entran Mariel y Paula) PAULA: -Permiso, buenas tardes. CRIVELLI: -Bueno, los presento. La señorita es Paula Salas. DON LUCIANO: -Buenas tardes (Le da la mano) EZEQUIEL: (Sin ponerse de pie) –Hola. DON LUCIANO: -Pero tomen asiento. Yo me quedo de pie. (Vuelven a sus lugares anteriores y Paula ocupa el sillón de la derecha, donde estaba Don Luciano). CRIVELLI: -Paula, estuvimos repasando los casos y en particular los puse al tanto de la situación de Sobral. PAULA: -Sí, perfecto. CRIVELLI: -Sabemos que tenés información reciente sobre el caso de Miguel Escobar y quiero que nos cuentes. Les recuerdo que este 32

hombre aún está internado, sigue grave y, por lo tanto, no pude verlo todavía. (A Paula) Cuéntenos. PAULA: -Bien, aquí traje el informe escrito de mi visita de ayer al domicilio de Miguel Escobar. (Le da una carpeta a Crivelli y conserva otra) Fui recibida por Soledad, la concubina. En realidad, no me permitió ingresar y me atendió por la ventana. Hablamos de la situación económica de la familia, que es realmente mala; de sus tres hijos pequeños, uno de ellos que está bastante enfermo y no asiste a la escuela; de ella y su trabajo muy salteado limpiando casas y de Miguel… (Abre la carpeta y va leyendo como ayuda memoria, esporádicamente) La mujer declara que él trabaja en la construc- ción cuando lo llaman, pero siempre en negro, y hace changas si consigue cualquier cosa los fines de semana. Ella le justifica todo: que cuando llega tarde casi no le habla, que suele emborracharse cada dos por tres, y que –leo textualmente- “…a veces se pone malo y me pega”. Justifica esa violencia diciendo que ella cocina mal, que tienen deudas, que él está muy nervioso, pero a la vez admite que los golpes son más frecuentes en los últimos tiempos. Consultada por la posibilidad de denunciarlo, Soledad la rechaza totalmente diciendo que él es bueno y va a cambiar. MARIEL: -¡Ay Dios mío pobre mujer! CRIVELLI: (Poniéndose de pie) -Es un caso muy feo, como tantos otros. Miren, yo estaba esperando que llegara Paula para que hablemos a calzón quitado y todos asumamos la verdad. Cuando se 33

fueron sucediendo estos ataques yo estaba en un pantano. No había una sola pista. Me preguntaba, como estuvimos viendo, qué tenían en común estos hombres hasta que le tomé testimonio a Sobral. Ahí supe lo de aquella pintada en su casa, confirmamos que el tipo es un golpeador y que su mujer, por suerte, se había animado a denunciarlo. Entonces apareció la pieza que faltaba. Claramente, alguien sabía qué clase de tipo es este y se tomó el trabajo de escracharlo. Ahí convoqué a Paula para que me ayude. Fue un pálpito, una corazonada o un manotazo de ahogado, no sé, pero pensé que probablemente ese era el punto en común: todas las víctimas de estos ataques son golpeadores. Le pedí a Paula los informes para establecer si era correcto, empezando por Harrison y luego Echegaray. Ahora fuimos por Miguel, y aquí está la con- firmación. Vecinos, familiares, compañeros de trabajo confirman cada caso. Como alguien me dijo hace poco, “todos saben y muchos callan”, pero callan hasta que se les pregunta. (Hay un silencio y todos miran a Mariel, que permanecía con la cara hundida en sus palmas. De pronto, llorando, sale corriendo y atraviesa la puerta. Paula sale tras ella). CRIVELLI: (Señalando la puerta por donde Mariel había salido) -Y son todos golpeadores nomás. Ahí está la prueba. DON LUCIANO: -Por lo visto, tu pálpito se convirtió en toda una hipótesis, Pedro. 34

CRIVELLI: -Digamos que sí. Al principio yo mismo pensé que era muy descabellado, que no era creíble. Pero pensándolo después, más detenidamente, no sólo es una hipótesis sólida, sino que es acaso la única convincente: Entre hombres de cualquier edad, ricos y pobres, con instrucción básica o universitaria, solidarios y crápulas, trabajadores o ambiciosos, lo único que pueden compartir es su condición de golpeadores o no hacia las mujeres. Piénselo bien y no va a encontrar en absoluto otro punto en común entre tipos tan distintos. DON LUCIANO: -Brillante, Crivelli. ¡Muy bien! Imagino que la gran pregunta pasó a ser entonces quiénes integran la patota, ¿verdad? CRIVELLI: -No, la pregunta es otra. Ocurre que una patota va y pega, pero alguien los manda. La cuestión está en quién es el ideólogo, quién los conduce… ¿Quién?, me preguntaba, ¿Y quién puede tener esos datos? Es decir, ¿quién en este pueblo puede saber qué hombres son golpeadores, hacer una lista de ellos y mandarlos a golpear? ¿Se entiende lo que digo?: ¿Qué ideas, qué convicciones, qué principios pueden llevar a alguien a convertir esa situación en una cruzada personal llegando a emplear esos medios? DON LUCIANO: - Y ahí pensaste en mí, ¿verdad? CRIVELLI: -Por supuesto, no había otra posibilidad. Usted planeó todo esto. DON LUCIANO: (Hace un silencio) -Bueno, a ver. En primer lugar tengo que reconocer que estuviste muy intuitivo. Vas a ser un buen 35

fiscal. Por otra parte, acepto mi responsabilidad. ¡Qué le vamos a hacer! ¡Me descubriste! CRIVELLI: -¿Así nomás? DON LUCIANO: -No. No tan así nomás. Todo tiene una explicación. Mira, hace unas semanas me tomé unos días para ir a San Anselmo a ver a mi madre. (Toma el diario del escritorio y camina hacia la mesa de la derecha. Se sienta.) El lunes, cuando llegué acá bien temprano, me preparé unos mates y me puse a leer el diario. Estaba lo más tranquilo hasta que llegó este (Ezequiel se acerca y toma asiento frente a Don Luciano). EZEQUIEL: (Cabizbajo) –Hola, buen día. DON LUCIANO: (Sin quitar la vista del diario, murmura) –Hola. (Hay unos segundos de silencio) EZEQUIEL: -¿Lee el diario? DON LUCIANO: (Sin quitar la vista del diario) –Sí. EZEQUIEL: -Como siempre. (Don Luciano aparta la vista de la lectura y lo mira en silencio de manera fulminante) EZEQUIEL: (Percibiendo su molestia) –Y… bué… (Hay otro silencio) DON LUCIANO: (Dejando el diario sobre la mesa, con fastidio) –A ver. Yo te conozco como si te hubiera parido. ¡Deja de dar vueltas! ¿Qué me queres decir? EZEQUIEL: (Titubeando) -Mariel hoy no viene… y mañana tampoco. 36

DON LUCIANO: (Lo mira en silencio unos segundos) - ¿Qué? ¿Otra vez? ¿¡Le pegó otra vez!? EZEQUIEL: -Sí. DON LUCIANO: (Se pone de pie de un salto) -¡Pero la puta que lo parió! ¿Qué pasó? ¿Cómo sabes? EZEQUIEL: -Me avisó su hermana anoche. (Don Luciano vuelve a sentarse. Apoya los codos en sus rodillas y queda en silencio) EZEQUIEL: -Tenemos que hacer algo, Don Luciano. Esto no puede seguir así. Yo lo cago a trompadas a ese. DON LUCIANO: -¡Pero será posible! ¿Qué hay que hacer con este hijo de puta! EZEQUIEL: -Ya le digo, Don Luciano, lo tenemos que… DON LUCIANO: (Interrumpe furioso) -¡Shhh! ¡Pará un poco! ¡Dejame pensar! (Ambos quedan en silencio unos segundos) DON LUCIANO: -Ezequiel. EZEQUIEL: -¿Qué? DON LUCIANO: -Lo tenemos que cagar a trompadas a ese. ¿Qué decís? EZEQUIEL: -Sí Don Luciano, me parece bien. ¿Y cómo…? DON LUCIANO: (Se pone de pie y camina hacia el centro del despacho) –Ya vas a ver… Dejámelo a mí… 37

(Ezequiel vuelve lentamente al sillón anterior y coloca el diario donde estaba) DON LUCIANO: (A Crivelli) -Aquella pintada en lo de Sobral la mandé a hacer yo. El tipo siguió pegando. A este Adolfo, hace unos meses, lo esperaron en la esquina bien temprano, cuando salía para trabajar. No le tocaron ni un pelo, pero lo apretaron entre tres y le advirtieron: “Si le volves a pegar a Mariel, te vas a arrepentir”. No le importó un carajo. Como verás, Crivelli, probamos antes con otras alternativas más pacíficas. Entonces hablé con gente de fierro, de mi confianza, y estuvieron encantados de hacer lo que había que hacer, y no por plata, te aclaro. Me pareció justo que se haga extensivo a todos esos violentos. Ahí cayeron también Harrison, Echegaray, Sobral y Miguel. Tuve cierta ayuda de algunos para armar la lista… y llegamos a once. CRIVELLI: -¡Once! ¿Cómo once? DON LUCIANO: -Sí, y estuvimos de acuerdo que ese Adolfo sea el primero. Tenés que saber Crivelli que todos te mintieron porque se les dijo, con cada golpe, por qué se los golpeaba. Lo que pasa es que no te lo van a contar a vos. Yo no creo que les queden ganas de hacerlo otra vez. Se les avisó que en ese caso la iban a pasar todavía peor. (A Ezequiel) Anda a ver cómo está Mariel, ¿querés? (Ezequiel sale en silencio) CRIVELLI: (Se sienta) –Bueno, Don Luciano, usted conoce las consecuencias de esta situación. Póngase en mi lugar. Mire, yo vine 38

aquí porque sabía que era usted. No quise llamarlo como testigo para no exponerlo públicamente, pero ahora que está todo confirmado… DON LUCIANO: -¡Pero dejate de joder, Pedro! ¡No tenés pruebas para hacer nada! CRIVELLI: -Eso es parte de mi trabajo y trataré de resolverlo. DON LUCIANO: (Lo interrumpe, enérgico) -¡Claro! ¡Vos sos el fiscal y tenes que aplicar las leyes! Bueno Crivelli, dale, aplicá las leyes… aplicá las leyes que no sirven para nada cuando las mujeres muertas de miedo no denuncian; aplicá las leyes que fijan perimetrales burladas a voluntad para matarlas; aplicá las leyes y les van a seguir revisando los celulares, las van a seguir sometiendo y humillando; aplicá las leyes de los machos para sostener esta injusticia de género. Yo me aguantaré las tapas de El Liberal y veré desde la cárcel a Regueiro intendente gracias a tu trabajo prolijito, no me importa. Mis compañeros van a seguir hasta el último de la lista. CRIVELLI: (Poniéndose de pie, furioso) -¿Pero usted quién se cree que es? ¿Cómo un representante del pueblo puede meterse en la vida privada de los vecinos? ¿Usted se piensa que es una especie de dios local? ¿Cree que es la última reserva moral de Villa Roberta? DON LUCIANO: (Enérgico) - ¿Sabes qué soy? ¡Lo que dice Vox Populi! ¡Eso soy! En esta sociedad violenta, clasista y sexista, nosotros somos gigantes en muchos sentidos ¿entendés? Y por hacer lo que corresponde y no lo que nos conviene, también somos 39

de cierta forma extraterrestres ¡Y estamos orgullosos carajo! Los dos sabemos que Carlos estaría conmigo en esto, y eso es lo que te duele. (Crivelli lo mira en silencio, toma sus carpetas y camina, detenién- dose junto a la puerta). CRIVELLI: -No me voy a quedar esperando que usted y sus matones ataquen a otras seis personas. Haré todo lo que pueda por detenerlos. Y rece para que Miguel Escobar se cure. DON LUCIANO: - Mira Pedro, hace tres días que no duermo por eso. Si este tipo se muere, a los diez minutos yo voy a verte al juzgado para asumir mi responsabilidad. Te doy mi palabra. CRIVELLI: -Espero que la cumpla, porque a los once minutos tendrá la policía acá para llevárselo. (Sale). (Don Luciano se sienta en el sillón del centro con los codos en sus rodillas. Luego de unos segundos entra Paula por la puerta. En silencio se sienta junto a él). DON LUCIANO: -¿Y Mariel? PAULA: -Bien. No entiende nada. Sólo llora y dice “¡qué vergüenza! ¡qué vergüenza! Ezequiel la acompañó hasta la puerta. DON LUCIANO: -¡Es increíble! ¡Como si la vergüenza fuera de ella! PAULA: (Apoyando su mano sobre el hombro de don Luciano) -¿Qué vamos a hacer ahora? DON LUCIANO: -Seguiremos el plan como estaba previsto. ¿Vos qué decís? 40

PAULA: -Nada, estoy de acuerdo. Aunque habrá que tener más cuidado… digo, por lo de este Miguel, se nos fue la mano. DON LUCIANO: -Sí, pero Crivelli no se va a quedar quieto. PAULA: -Bueno, es lo esperable. Pero no tiene pruebas y además es imposible que impida las próximas acciones. DON LUCIANO: -¡Sí, ya sé! Eso no me preocupa. Lo que me duele es haber terminado así con él. Es el hijo de Carlos. PAULA: -Pero eso era inevitable, Don Luciano. Cuando supimos que vendría, ya estaba claro que era para desenmascararlo. (Busca algo en su cartera y saca un papel) Mire, acá le dejo la nota que saldrá en Vox Populi el domingo. Ya está todo hablado. DON LUCIANO: (Toma el papel y lee) –“Extraterrestres justicieros atacan a los golpeadores” ¡Ja, qué titulito! PAULA: -Eso bajará la presión social. Tal vez, las próximas golpizas sean hasta festejadas popularmente. DON LUCIANO: -Bueno, eso se puede arreglar. Puede haber un festejito que empiece de manera “espontánea”, digamos. En la misma plaza que el sábado se hará una marcha contra la violencia, el domingo estarán los vecinos festejándola. PAULA: -Por otra parte, lo escrachamos al venenoso. ¡Que salga a desmentirlo si se anima! DON LUCIANO: -Y le pudrimos la misa del domingo a Su Eminencia. ¡Que haga una misa por los golpeadores golpeados! 41

PAULA: -Y quién le dice, en una de esas, con esto de los extraterrestres justicieros tengamos hasta turistas. DON LUCIANO: (Sorprendido) -¿Turistas en Villa Roberta? (Ingresa Ezequiel) EZEQUIEL: -¿Y, Don Luciano? ¿Cómo está? (Don Luciano y Paula se ponen de pie) DON LUCIANO: -Bien, bien. Pasó lo que tenía que pasar, ya está. (Ezequiel camina hacia Don Luciano. Repentinamente lo abraza y rompe en llanto) DON LUCIANO: -¡Epa! ¿Qué pasa? EZEQUIEL: (Se separa rápidamente y se sienta en el sillón más cercano) –Disculpe, Don Luciano. ¡Es muy difícil todo esto! DON LUCIANO: -Dijimos desde el comienzo que el que se quería bajar del tren, se bajaba en la próxima estación. No hay problema, Ezequiel. EZEQUIEL: -¡No, no! Seguimos nomás. (Aún sollozando) Pero si este tipo se muere… DON LUCIANO: (Interrumpiendo) –Eso también está hablado desde el comienzo. PAULA: (Tomando a Ezequiel del hombro, poniéndolo de pie) –Dale Ezequiel, ¡termina con eso! Acá los responsables somos sólo dos. Además, vas a lograr que Don Luciano se arrepienta y no te ofrezca la Dirección de Turismo. 42

EZEQUIEL: (Sorprendido) - ¿A mí? ¡Pero si no tenemos Dirección de Turismo! DON LUCIANO: -Turismo tampoco tenemos, pero la vamos a crear. PAULA: (Saliendo) –Bueno, todavía es temprano, vamos a discutirlo. DON LUCIANO: (Tomando a Ezequiel del hombro, salen detrás de Paula) – ¡Eso, vamos! Si te sebas unos mates, quedaron bizcochos… (Salen los tres). FIN 43






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