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DESNUDEZ - ANTOLOGÍA CAUTIVA EDICIONES

Published by Gunrag Sigh, 2021-12-09 17:55:47

Description: DESNUDEZ - ANTOLOGÍA CAUTIVA EDICIONES

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y el abrazo en esta vida. ¡Ya no!, en esta vida hemos de olvidarnos. Puedo oírte aún en mi pecho provocando latidos acelerados, puedo encontrarte en este nudo que me quema la garganta, este silencio desde el que te hablo, te quiero más que a mi vida, y sin embargo, me arranco las alas. Vuela, amor mío, vuela alto que en este mundo de arlequines y muñecas de trapo, ni yo soy... ni tú eres, mañana nos habremos olvidado. Si te vas Si te vas, no te despidas, por favor no me mires, no me beses, soy un ave herida. Si te vas, no pongas rosas en mis manos, me desangrarán las espinas, no me mires, ten piedad, que cuando tú te vayas también se irá mi vida. Si te vas, no me condenes con una caricia porque cuando te vayas me dejarás la piel partida; por favor no me mires, no digas nada, vete, vuela lejos de mí, yo soy un ave herida. 101

Cynthia Fenza Cynthia Fenza nacida en el barrio porteño de Devoto, en Argentina, actualmente con residencia en la Provincia de Buenos Aires. Es docente, Licenciada en Educación, con una diplomatura superior en evaluación educativa. Esta es su segunda participación activa en un libro; aunque es escritora desde hace más de veinte años. Realizó coparticipación en trabajos de edición. Dictó clases en diversas instituciones incluyendo talleres de escritura e inclusión en la UBA en el año 2019. Es amante de los animales, del arte en todo su esplendor, aficionada al baile y a la literatura; se destaca porque sus letras están colmadas de suspenso, realismo, amor y desamor con un toque de locura, en las cuales siempre las firma como... Amapola Merile. En esta edición Cynthia nos transporta al mundo de los sentimientos insondables con letras poéticas y narrativa profunda. 102

Sin importar mi soledad, llueve Veo caer la lluvia desde la hendija que deja ver la aldabilla rota de la puerta, pero esa lluvia no moja, ni refresca… mi corazón sigue ardiendo por dentro con ese desespero que lo caracteriza, con ese camino que no encuentra, y esa respuesta que no llega nunca. Me encuentro aquí con mi mundo revuelto sin saber a dónde ir, sin nadie a quien acudir. Todo se torna oscuro y lo blanco se vuelve gris y ya nada queda a mi alrededor espeluznante y completamente derrum- bado cual abismo mal habido. Cuando la muerte, al fin se va, deja la esperanza de vivir un rato más; de contar con las migajas de un tiempo robado, desperdiciado e infinitas veces mal usado. En ese instante que cae la lluvia me vuelvo transparente, indescripti- ble, me siento una con el aire, todo vuela, simplemente todo se ofusca… olvido por un momento quien soy, y me quiero y me vuelvo una con el universo… Fue tan solo en un parpadeo que no me olvidé de mí, que me pertenecí, que supe que existía sin importar mi soledad. Mi ironía Quiero ser quien arrope tus sueños esos en los que aparezco… perderme en cada uno de tus rincones y que el tiempo deje lento sus cenizas. Qué irónico perderte a la distancia, y tenerte en cada recuerdo… esos que inundan mi imberbe sequedad. La ironía de amarte aún me desvela recordando todo lo que dejé ir… quizás nada tenga ya sentido y siga regalando “te quiero” al azar. Qué irónica la vida, me obsequió todo 103

sin dejar nada conmigo, dándome este miedo eterno derritiendo cada una de mis lágrimas deseándote en silencio hasta la muerte. Me olvidé... Me olvidé que te habías ido y todavía tus manos me rozaban, aún mojaban mis labios... susurraban palabras ausentes que jamás habías dicho... Me olvidé de no evocarte y siguieron los reproches de algo que nunca tuvo fin; cada uno por su lado, unidos por ardientes recuerdos, por sábanas y ojos húmedos que se fueron secando con el tiempo. No supe no hacértelo en mi mente dejando de enroscarme entre tus piernas de no derramar de mis labios... ese néctar prohibido. Me negué a olvidarte, aunque por suerte... nunca llegué a amarte. Golpeando las puertas del cielo… Golpeando las puertas del cielo, vociferando tu nombre ese que no hallaré aquí, pero que me impulsó hasta este vacío, culminando mis últimos segundos, 104

arrastrándome hacia el pasado me dejo envolver por la muerte, por ese beso abismático que me recuerda tu amor. Fue mi triste miseria, mi única salida, alguna vez en esta inacabable adversidad, que me dejó sin aliento, yaciendo en esta cama mi dulce sepulcro y mi funesta agonía. Tú allí y yo aquí… Golpeando las puertas del cielo. Invidia Una caricia seca mis lágrimas las que ella misma hizo derramar, la que con desespero pedía clemencia. Ahora ese lazo que nos unía a la distancia, sin reproches, desaparecerá. No seré más la otra, la infame, que espera desde lejos tus migajas, susurrando alguna noche tu nombre. Estoy debajo de ti y tus ojos encandilan, destilan mentiras, tus labios que aún creo… y tu verborragia me envuelve cayendo en esa debilidad… de comer nuevamente tus versos. La culpable soy yo, no tú… Pero esta vez te digo adiós, delineo mis labios con rojo y salgo a buscar otros. 105

Dejó Dejó caer sus ropas lentamente nadie supo quién era ella sola vagaba en los disturbios, sin pedirle nada a nadie... merodeaba los sepulcros fantaseaba con tenerlos. Dejó rodar su llanto... cuando nadie la sostuvo y entre frágiles hierbas reposó sus amarguras... ya nada le importaba no había quién amase, eran tan solo él y ella... Un cuadrúpedo y bípedo para siempre. Juega a perderme Arráigate en tu mundo que el mío me lo armo sola a pedazos, destrozada... pero jamás derrotada. Quédate ausente y callado mientras otros intentan regar tu jardín. Persiste donde te dé la gana, pierde todo lo robado... porque ese beso, esa flor y mi último adiós... ya no te pertenecen. 106

Culminar sin haber comenzado Es decir adiós con anticipo, es negarse a todo, sin sentir nada, cerrar la mirada deslumbrada... Traer el pasado al presente quiebra muchas miradas, mata silencios... que suelen llenarse con el otro. Y los fantasmas comienzan a resurgir estas tú, estoy yo... pero el nosotros está ausente, sólo somos fragmentos inconclusos que no son de nadie... por eso es más fácil... decir adiós sin comenzar, sin apostar y sin amar. Ceniza, transforma y queda... De repente pasa el mundo frente a ti todo se vuelve ceniza, caduca y muere, se torna voluble, difuso... al fin de cuenta, notas que todo se transforma y deja de importar porque nada queda en esta vida. Porque sólo estamos de paso, en este suelo gris insignificante girando entre el polvo que se nos adhiere, y la nada que envuelve nuestras almas que lame 107

tantas veces las heridas. De repente pasa el mundo frente a ti, te vuelves invisible y penumbroso caen los ojos que no ven, que juzgan sin ser juzgados y de nuevo estás allí, sin saber a dónde ir... Sólo te miro y callo Me dijo cosas hermosas con las palabras más simples… me entregó el cielo en cada beso y ya no me correspondía. Éramos lejanos y ausentes con el corazón partido en dos con este orgullo que nos agobia que no da brazo a torcer. Quisiera gritar que te quedes que me ames y no olvides; pero callo y sólo río… mostrando lo que no es. No quebranto mi fiel soberbia, y endebles mis palabras se cortan. Te vas con tus ojos llorosos vociferando rebeldía… sólo te miro y callo debo ser la dura, la cruel la que nunca baja los brazos eso lo he aprendido bien. No te pienso valorar, y mi mente vuelve a soñar que quizás hoy te tendrá. 108

Quince de febrero Me complace tenerte cerca, aunque estés tan ausente y tu seudo amor sólo sirva para nada llenar los vacíos del alma… así al menos, olvido que estoy marchitando. Dejé de lado escribir en mi akasha, y heme aquí escribiendo en el tuyo… Te has convertido en mi peor vicio el más oscuro de todos; el que carcome mi paciencia y disfraza mi locura por fuera. Llegas tarde a mi vidorria siempre, borrando lo aprendido. Sueño que en este encuentro al menos en esta vida... no me harás daño. Vida Veo tu sombra en la ventana esa silueta asustaba más en vida, ahora creo no puedes dañarme sellaré tu tumba de ser necesario para que no intentes salir. El pensar que ya te has ido debo decirte, me fortalece. Sé que somos almas en pena, con una condena firme llamada vida con un reloj a cuesta que nos persigue. 109

No voy a darte ni regalarte el protagonismo que no mereces ni ofrendarte un segundo más de tiempo… tú sabes lo que cuesta la vida… para además, desperdiciarla en ti. Abrázame fuerte Abrázame fuerte, no quiero decirte adiós. No aún, no todavía, con mi alma herida con ganas de despedirme, de abrazarte una vez más. De rozar con mis manos tu rostro y decirte madre mía. Abrázame fuerte, acaríciame despacio y lento quiero que tu aroma perdure por el resto de mis días. Visítame alma mía, recuérdame que no te has ido… Es que tengo este nudo anclado, desde el día que partiste. Necesito escuchar tu voz aunque sea una vez más. Me hallo tan exhausta, sola a la deriva sin nadie que comprenda… ni entienda mis locuras. Es que contigo todo era más fácil, incluso la vida brillaba más y no era tan oscura. Si tan solo ese abrazo hubiera durado eternamente… y ese hasta pronto hubiera sido para siempre, no estaría aquí ahora… en este lugar tan sombrío, lleno de dolor donde la amargura que me atrapa, que no me suelta e invade me recuerda cada día el peso de que te hayas ido. 110

Ella Hoy fui a verla, como hace muchos años no lo hacía, y un vacío in- menso corría por mi alma, en un instante no supe quién era, ni en dónde estaba y mi mente se nubló… no pude decir nada, enmudecí lentamente. Allí estaba ella, no dejaba verse pero sabía que permanecía recostada sobre la tierra tapada con un manto de césped. Yacía y junto con ella mi deseo de seguir en pie… sin embargo, no caí, fui fuerte, no por mí sino por ella; porque podía sentir aún su espíritu y ese dolor que la invadía por verme erguida y quebrada por dentro. Susurró a mi oído suavemente con voz penumbrosa y agradecida… gracias hija por venir, te quiero… y sé que sólo la oí yo, que nadie más la percibió, pero eso hizo que me invadiera la nostalgia cada vez más… Ese lugar robó lo que quedaba de esperanza, las migajas de creer en algo y ese sepulcro sin vida se transformó en mi nuevo hogar; nada volverá a ser como era. Ella me pidió que le llevara una flor, y no lo hice, sentí miedo de oírla, de saber que seguía entre nosotros en espíritu; no quería oír reproches inventados ni juegos maquiavélicos. Pero llegó el día que me armé de valor y fui a verla a honrar su memo- ria, a embellecer su residencia… y enjugué mis lágrimas luego de haber regado los rincones de esa tumba… y me sentí sin sentimientos, en si- lencio, con un vacío agobiante y quise callar… callar para siempre. Recordé cuánto la amaba, y la necesitaba… le reproché que se haya ido, que me haya abandonado, el no poder despedirme y lloré sin consuelo; conmemoré la vez que sostuve su mano por última vez, ese almuerzo, ese abrazo… y morí en silencio como otras tantas veces con el alma marchita y con el corazón rompiéndose por dentro, desgarrado, y me fui de prisa con mi sonrisa falsa a cuesta, con el dolor camuflado y con esta pesadumbre que tanto me invadía. 111

Quédate Quédate, no te vayas, aún resuena el nombre de él en mi almohada su beso palpita como nunca resiste, no te vayas... dedícame un tiempo más. Necesito soñar con un amor, saber cómo es, creer que existe... Enséñame a querer, dame tu mano y que ese beso robado, perdure para siempre. Me niego a mirarte a los ojos, me invade la melancolía... Pensar en empezar de nuevo carcome mi esquema y soy yo, no eres tú... la que aún no se decide a amar la que no se deja atar con esos inválidos recursos de ensueños. Quédate un instante más... prometo verte no solo con deseo sino como hace unos años... casi sin dolor y con un velo de esperanza. Sin coraje y sin fuerzas Tengo mil motivos para dejarte ir, y mil más para anclarte al lado mío. Porque jamás daré descanso a tu recuerdo... están tatuados en mi piel, en mi esencia. Mi rumbo se nubla, alzo los ojos quebrados y no estás. 112

Esta soledad pesa cada día aunque el ardor de tu ausencia fluya por mis venas... mis lágrimas no te devuelven ni dejan de doler el que no estés conmigo. Muchas veces mi razón me ha abandonado... pero no tuve el coraje ni las fuerzas, para irme volando contigo... Porque nos separa un cielo, una tierra y un abismo desde que te has ido he vivido sin darme cuenta me hallo pensándote... mil lágrimas ruedan y tú ya no las secas. ¿Ángel perdido, dónde estás? Ven a cuidarme, acompáñame en esta pérdida. Sin coraje y sin fuerzas... con el pasado anclado en mi espalda... resta no tenerte conmigo. Sigo aquí, rota, tratando de obviar tu ausencia y el saber que solo quedan... tus recuerdos en mí... mamá. Con este dolor presente Definitivamente lo extraño no como era antes… porque ahora estoy con otro. Sino con ansias y tristeza, de no querer cuando podía. Ahora sólo recuerdo aquellos días y añoro un beso en mis rincones; le pertenecía sin saberlo. Si tan solo pudiera volverle a ver sonreiría fugazmente … 113

Con este dolor presente que acude con constancia, al estar acompañados… amor como el tuyo nunca tuve; seré en penumbras tuya para siempre. Regalando besos sin sentirlos… Deseando que todo fuera una mentira. Besó mi mano... Besó mi mano... eso no me lo esperaba, la tomo con delicadeza y con temor, le susurré no me hagas daño. La acarició con su pulgar, yo no dejaba de mirarlo rápidamente sonreí... ¿Cómo no hacerlo? Si conocía cada una de mis debilidades todas mis fantasías y falencias. Tomó mi mano... juntos sonreímos un instante no supimos cómo actuar, y ella rozó mi muslo corrí sin pensar... Casi dos enamorados disimulando lo que pasaba... Él me acarició, sin dudarlo... simplemente lo dejé; fue el inicio de todas mis perdiciones. 114

Miré Hoy miré al cielo sin que me dijeras y también me sonreía no como a ti… pero sí de un modo más efímero. Fue ahí cuando descubrí… que tus ojos eran mentira. Busco excusas para amarte, y que esa quimera perpetúe. Lo sé por momentos tu boca calla la mía aceptando que así fuera me perdí intentándolo. Deseos desencontrados Quiero gritar, devorar mi energía es todo tan absurdo y fortuito que desearía callarme para siempre. No quiero más esta vida prestada un tanto arrancada a tirones, que solo me trajo desgracias. Devuelvo los pasos dados, las caricias mendigas, y las horas que perdí contigo. Este deseo desencontrado desde que no estás a mi lado me trae desgracia anclada. Cautiva estoy de tus deseos sumisa a tus ordenes quedo. Devuélveme, me has robado, mi alma en un suspiro ya no deseo seguir sino culmino aquí contigo. 115

Vilma Bugallo Vilma nació en la provincia de Córdoba un cinco de enero y empezó a escribir poemas a los doce años, edad en la que también hacía redaccio- nes literarias en el colegio. Amante de la lectura, señala como autores que admira a Frida, Bukowski y también a Becker. Ama los días grises, la llovizna, la música suave de letras profundas. Como persona ella es maravillosa, dulce, soñadora, es fuerte y frágil a la vez, pero siempre admirable. Como escritora, Vilma es capaz de romperte en pedazos cuando se lee sus versos; tan tristes si hablan de su ángel y tan apegados a lo real cuando cuenta una historia. Lleva en su alma, un mar de tinta que envuelve y acaricia a quien lee sus letras. Participó en innumerables grupos literarios creando el propio: “Alas de inspiración” con éxitos relevantes y en la primera antología de Cautiva Ediciones, Sueños y plumas. 116

Pudo ser La irrealidad de un sueño, fue la ilógica verdad de un triste despertar en un silencio perpetuado desde que no estás a mi lado. Pudo ser… no reivindicarse, en la fuente del perdón, ni sumergirse en la pasión de tu amor, imposible no sentir tu aroma en una flor. Pudo ser… el perdurable sabor a letras, en anécdotas sin comparación, o luciérnagas imaginarias, cuando éramos casi parias. Confusión sin palabras, de una rutinaria soledad que se torna hojas blancas de letras inhabilitadas en renglones sin líneas acabadas. Pudo ser... el mundo reinventando otra vez, en un paraíso entre dos pero fue un adiós que duele algo que pudo ser… ¡Y no fue! Voy a preguntarle Voy a preguntarle a la luna… si en sus paseos nocturnos 117

tu ternura percibió. Voy a preguntarle a la noche… si cuando hay frío ella te cobijó. Voy a preguntarle al alba… si cuando despunta tu mirada tan triste ella supo apreciar. Voy a preguntarle al cielo… si cuando brilla tu estrella sabe que es la más bella. Voy a preguntarle al amanecer… si cuando llega la luz alumbra tu cruz. Voy a preguntarle a la vida… cómo hago para seguir si así es difícil vivir. Voy a preguntarle a Dios… ¿por qué...? ¿Por qué te llevó? Cárcel de olvido Los barrotes del silencio aniquilan el alma, sobrecogen las sombras porque allí... allí no te nombran simplemente eras otro, otro para olvidar. 118

Apenas tu audible voz las paredes escuchaban con qué clamor inconsciente a tus hijos llamabas. Cárcel de olvido a nuestros seres queridos… ¿Con qué derecho decidimos? cuando al mundo, por ellos vinimos… ¿Con qué derecho… a condenarlos, a dejarlos entre fría humanidad entre tanta soledad? Lastima la conciencia al pensar en su inocencia entre rejas enjaulado, por no saberme a su lado, por llegar tarde a liberarlo y dejar sus alas volar y en su nido morar. Cárcel de olvido... aunque olvidarte jamás, solamente inferiores letras infelices sentimientos que los llevará el viento. ¿Por qué existirán? Esas prisiones para viejos que maldigo y alejo... por ser personas que aman, ríen y lloran. Y en esas fortalezas se marchitan los reflejos porque no hay aire porque no hay espejos. 119

Y se olvidan de vivir ¿para qué…? Si ya no sirven y en estas cárceles siniestras otros se apropian de la vida nuestra. No hay lazos, sólo sogas que asfixian y ahogan cuando se abandona ahí y cae el poder luchar si nadie ha de escuchar... la súplica de un anciano. No…, ya nadie le da la mano si está preso si está muerto en la cárcel del olvido. ¡Aunque sea el padre nuestro! Otro mes Otro mes en donde tu sonrisa no ilumina el paisaje, otro mes que tus manos pequeñas no toman un libro. otro mes que el sol de tu mirada no ilumina mis días. Otro mes de lágrimas por tu partida, otro mes que pasa y el gris del cielo es buscarte y extrañarte tanto. Otro mes de vacío tan inexplicable, otro mes de necesitarte. Otro mes que cala en el alma tu ausencia, otro mes que te recuerdo cada momento, otro mes que la primavera no tendrá 120

las flores que admiraba en sus multicolores aromas, las mariposas ya en ellas no se posan, desde que no estás... Otro mes, y el invierno arrecia en cada rincón de mi corazón. Simple aprendiz A pesar de los años de lo vivido, de lo sentido, de momentos invertidos en rutinario desasosiego, o en monótono pozo ciego. Simple aprendiz... seré siempre incansable, en el arte artero del vivir, cuando se aprende a reír, cuando se sabe sufrir… Tiempo arqueólogo implacable, y maestro indescifrable en el aprendizaje del camino del destino. Silenciosa alumna, en el deber de querer cuando la lección va doler letra o punto sorber, sin pretender todo o nada saber. Simple aprendiz, tabú es ser feliz, haciendo del placer un monumento de infinito conocimiento y de hondo sentimiento. Ahora más que nunca, ser aprendiz, 121

en el mundo, en el país… Para erguirse, para volar que el espacio se llena con alegrías y angustias con alas de amor y fe en difícil felicidad sobrevivir, y vivir como simple aprendiz... ¡Déjenme…! Déjenme recordarla así, con esa sonrisa suya con esa singular manera que era luz y primavera. Déjenme... que mes a mes mis letras sean lágrimas para ella... en su estrella y la recuerde tan bella. Déjenme... que la tristeza que tiene mi alma presa se desahogue en poesía al recordarte niña mía. Déjenme… ser prosa de nostalgia o una rosa marchita este día que murió la vida mía. Déjenme... que la sueñe ahora y no importa hora ni aurora en mi lastimado silencio, sólo letras que son niebla 122

y viajan en las sombras cuando a ti... a ti te nombran. Déjenme… que con palabras en incesante llanto te diga… te extraño tanto desde que marchaste jamás… jamás, un segundo hija mía, ¡podré olvidarte! Si... Si esta noche me extrañas escucha mi confesión, sin preludio ni mención porque te quise, y me aniquilaste. Fui tu luz, tú mi sombra. Me obnubilaste en tu sarcasmo y tu veneno, sin antídoto posible, aunque navego en lo plausible de tinieblas emergentes… y transito entre la gente, que no sabe de mi existir. Río en parques y columpios en donde reina la paz, buscando un escondite para olvidar que rompiste la estrella de mi alegría, y mi voz en letanía jamás te volverá a nombrar. 123

Si... Esta noche mi recuerdo te invade y mi piel anhelas, toca el hielo de los mares, y acariciarás tu creación. Este frío en mi corazón que forjaste con tus dudas y tantas palabras crudas, sin mínima justificación, destruyendo la ilusión. Si... Esta madrugada me lloras y tus lágrimas derramas tarde es tu omisión, de juzgar sin concreción. Si... esta noche te falto, y mi vida es sobresalto, tengo mi libertad… Y tú…, ¡lograste soledad! 124

Anna Agostino Ana Agostino nació el 3 de mayo en 1977 y es oriunda de Banfield. Desde muy pequeña se interesó por la literatura y a muy temprana edad comenzó a escribir. Se graduó como Licenciada en Periodismo en 2006 y en 2020 como profesora universitaria de Comunicación Social y en la actualidad ejerce las dos profesiones. Cree que las palabras son la vía para soñar y para luchar, para resistir y para sanar, para crecer y para ayudar, y por eso, viaja con ellas cada vez que puede… Por su calidad literaria y cercanía de objetivos es invitada por Cautiva Ediciones a esta segunda antología. 125

Aída Un día soñé que bailábamos las dos bajo una lluvia naranja y amarilla. Vos girabas y te reías a las carcajadas y yo lloraba de alegría por verte reír. Nunca te había visto tan feliz como aquel día. Hoy te miro, y la transparencia de tu piel gastada parece que irradia los recuerdos. Aída, la linda, entra al baile del club del barrio, en Esca- lada, y todos se dan vuelta para mirarla. Baila el tango como ninguna, es altiva, es inalcanzable, es bella. Siguen las tardes del taller de costura cuando eras apenas una nena; las amigas, los cantores, las milongas… Más adelante vienen las memorias del vestido sencillo y el ajuar bor- dado a mano; de tu mano sosteniendo el brazo de ese morocho arraba- lero que te robó el corazón; después, de la tarde calurosa de diciembre y el dolor insoportable de ese primer parto en casa; del primer hijo, del segundo; de los días de desarraigo y las mil lágrimas lloradas. Luego, los de la lucha por la sobrevivencia; el de los inmensos tarros de leche para lavar y los de la necesidad imperiosa de poner cordura a los impul- sos de un compañero siempre más osado y soñador. En ocasiones, las memorias pierden la cronología y entonces asan las imágenes de la infancia digna; de la chorrera de hermanos y de primos; de las mesas llenas de pan dulces amasados por tu mamá para vender en Navidad; de las reñidas partidas de carta con el gallego que fue tu viejo; de la tía Eulalia; de la abuela Manuela y su alegría incombatible; del hermoso Pepe, caído en la desgracia de la muerte joven, con el canto en la boca y la mirada obnubilada de todas las chicas de la calle Pastor Ferreira. Es lindo ver como el carrusel de las remembranzas te ilumina. Mien- tras tus ojos se pierden en el tiempo, todos mis ancestros y los tuyos nos danzan alrededor como una tribu que nos abraza y nos perdona los lega- dos que no cumplimos; que nos estrecha y nos deja el amor que siempre, y en definitiva, termina ligando al clan. Es maravilloso, incluso, asistir a los esporádicos rendimientos de tu mente, ya cansada de anticipar la vida; que de vez en cuando se apaga 126

un poco y que te da tregua entonces para cambiar miedo por risa, preo- cupación por gracia, angustia por alegría y quejas por declaraciones de amor. ¿Qué importa qué día es si todavía podemos ver como se esconde el sol mientras enhebramos una aguja?; ¿qué importa que sepas si pasó o no el Año Nuevo, si le seguimos ganando tiempo al tiempo, que jamás deja de amenazar? No hay nada que me pese. Te peino como me peinaste, te baño como me bañaste, te arrullo como me arrullaste. La vida debiera ser siempre un justo ida y vuelta. No hay nada que me turbe ya, no hay nada. El destino nos dio revancha y después de mucho intentarlo en vano, hoy por fin, en el ocaso, puedo verte como en aquel sueño, bailar y reír bajo una lluvia de colores que emergen desde el gris, y brillan. Y no, no importa si somos cuerdas o si estamos inútilmente ubicadas en tiempo y en espacio. Importa que estés a mi lado y que por fin pueda hacerte feliz a veces, en los retiros momentáneos de esa coherencia atroz que nos suele consumir a todos sin que nos demos cuenta. Lo que está siendo tiene siempre un lado luminoso. Después de todo, si lo que vale son las almas, no hay nada de malo en perder un poco la razón… Revelación Desde que te vi soy una mentira hecha de excusas, justificaciones y falacias, sostenida y adornada con palabras carentes, pintada sin colores, viva sin sentidos. Y ando por la vida esquivando verdades, y vago en la madrugada, desde mi soledad hasta tu sueño, y no quiero buscar por si te encuentro, y no quiero ganar por si te pierdo. Desde que te vi soy una revelación inútil, un yo en soledad que hace eco en el limbo, 127

un espíritu sin dueño que se ahoga en disyuntivas, un mar sin límites que se extiende hacia la nada. Y me pregunto qué importa si entendés o no lo que te digo, mientras corre la vida, mientras pasan los días, mientras las noches se suceden como páramos desiertos, donde la única luz, distante, es tu frente, que no beso. Desde que te vi soy un ente que junta los pedazos, de la vida que se le estalló contra tu risa, un destino vago que perdió el trayecto, un alma desorientada que ya no tiene las respuestas. Y sin embargo, lo único que me aterra es lastimarte. Desencuentro Llegó con la nostalgia empapada por la lluvia. El tapado de paño negro, el cabello castaño, también mojado, cayéndole sobre los ojos, que tenían miedo de mirarlo otra vez, después de tantos años de un silencio inquebrantado y espeso como la niebla de esa tarde de abril. Él estaba ahí, fija la vista en el café recién servido, las manos sobre la mesa, jugando con un pedazo de papel de servilleta con el que hacía un bollo que después volvía a desarmar. Ella se acercó, él alzó la mirada y de manera automática se levantó de la silla. A ella se le cayó el terror y se agacharon los dos juntos a levan- tarlo, pero se había hecho pedazos contra el suelo. Se incorporaron y estrecharon las ausencias, que estallaron al tocarse. No hubo preludios, ni explicaciones, destellos ni sombras, grises ni colores… Cuando por fin se atrevieron a mirarse, la dimensión de lo ancestral desplegó el túnel y la catarata de todos los recuerdos acumulados en siglos y siglos de desencuentros se les cayó encima y volvió a dejarlos perplejos. 128

El silencio fue el supremo y amenazó con aniquilar lo no dicho, pero en un descuido ella enjugó una lágrima y la palabra eternidad rodó por su mejilla. Él la miraba con los ojos espejados y grises, como los solía tener cuando el orgullo se le asfixiaba en lo innegable. —El tiempo no te pasó —le dijo con la voz apretada y parca. —El tiempo nos pasa a todos —le respondió ella. Una ráfaga de viento abrió la puerta del bar y se levantó un revuelo de confusiones y de límites. A él se le voló la esperanza y a ella el deseo, trató de agarrarlo pero dio unas vueltas por el aire y salió por una de las ventanas. Él corrió sus prejuicios y sus seguridades y ella trató de recu- perar las intenciones que también se habían desparramado por el espa- cio del salón casi vacío de gente y lleno de historias incumplidas que también danzaban sin compás en la brisa helada de ese otoño sin piedad. Cuando volvieron a mirarse a los ojos supieron que jamás sería el momento y que otra vez se habían apresurado. Ella salió a la calle cho- rreando el alma herida bajo el diluvio y él dobló en la esquina contraria, apurado y sin brillo, tratando de que no se le ahogue la cordura. Nunca más volvieron a verse… ella lo acusó de obtuso y él la tildó de absurdo y los dos archivaron la certeza de pertenecerse en las cajas donde se guardan las fotografías que nos duelen. A ella la consumió la furia porque lo que él nunca quiso aceptar y se fundió en la nada. Él envejeció cada tarde con la palabra “eternidad” apretada entre las manos. Despegue No vuelvas… En el hueco de tu partida puse un sueño, planté semillas de nardos y de jazmines, sembré colores. Dibujé un paisaje que brilla de sol sin tu presencia y lo perfumé de nostalgia sin lágrimas. No vuelvas… En el tiempo que me dejaste vacío estoy tejiendo un destino sin tu nombre, con hiladas nuevas que hacen camino sin con- templarte. Cruzo un lienzo con pinceladas de olvido y de distancia y escucho alguna canción que canta amores sin tristezas. Quédate. Quédate donde estás que yo sin vos puedo renacer sin prisa. 129

Me deshago en mariposas que vuelan libres y me vuelvo a armar en formas distintas: un horizonte sin cielo, una primavera sin pájaros, un mar sin espuma de plata lamiendo sus orillas. No vuelvas, quédate en tu vida sin mí, en tu mundo estipulado e in- tacto, que yo sé volar sin moverme y dormir sin soñarte. No vuelvas que mi sangre ya no sangra de extrañarte, ni mi piel se quiebra sin la inquietud de tus manos. Ya sé fugarme hacia el infinito desde el centro del dolor que me dejó tu ausencia. Catalina La abuela, de noventa y un años; juega con el bisnieto —un bebé— mientras yo hago la comida. —¡Qué lindo el nene! —le dice. —Arrorró mi nene —le canta. La abuela riega las flores, prepara la mesa y por momentos se funde en recuerdos lejanos de cuando los suyos eran chicos, de cuando la vida era ajetreo, de cuando ella soñaba. La abuela no se cansa, tiene el alma joven y le encanta hablar de aro- mas y de sabores, de masas para pan y de recetas, de lanas y de amores. La abuela es abuela y es niña a la vez: extraña pero no llora, siente el peso pero no se detiene. No tiene miedo. Cuanta más importancia le das más grave es, me dice mientras revuelve la comida que estoy haciendo. La abuela me pide que compartamos una cena de tres y no piensa en los años. Tiene el alma llena de mariposas de colores y la suelta a volar. Y entonces, a mí me dan ganas de poder volar como ella. Sujetos Con el hilo que nos une hice un camino que recorrí entero mil veces, ida y vuelta por la angustia de no poder encontrarte en el bosque tupido de mis límites. Después construí un puente entre mi deseo y yo, entre mi esencia y mis temores, entre mi alma y los profundos huecos de mi sensibilidad dormida. 130

Durante un tiempo le di rienda suelta y me guio hasta el amor más ancestral, pero me asusté tanto, que entonces volví a enrollarlo y lo até con un nudo para que no se soltase otra vez. Con el hilo que nos une hice muchas cosas: un mundo absolutamente irreal, una utopía de consuelo errante, un puente para cruzar la desola- ción, un afán de eternidad siempre inconcluso, un encadenado de “algún día será, “quizás”, “tal vez” y un sinfín de esperanzas infundadas. Hace unos años até con él las riendas de mi inspiración para poder permanecer sobre la tierra, pero no pudo con ella, entonces lo solté al viento y se fue tan lejos que nos volvimos a desencontrar en la infinitud de la nada. Lo veo sujeto a mi alma y sé que del otro lado estás vos, pero intento no morir de imposibilidad. Lo visto con el recuerdo eterno de tu presen- cia, que siempre está latente, incitando a mi yo más real a asomarse a la vida. 131

ÍNDICE 5 7 Dedicatoria y agradecimientos 20 Erica Zabala 25 Claudia Tejeda 33 Sil Pérez 56 Antonio Papalia 72 Elizabeth Ojeda 74 Germán Masgoret 87 Graciela Marcos 102 Jesica Fernández 116 Cynthia Fenza 125 Vilma Bugallo Anna Agostino Esta obra se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Ediciones del País SRL en el mes de diciembre de 2021




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