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Editorial Aurora Caracas, 2023 Serie «Insumos para la historiografía del PCV» Revisión y edición Carlos Aquino G. Diagramación Alejandro Díaz M. Diseño Carolina Sandoval Q. Portada Diseño original con la imagen principal de la primera plana de Tribuna Popular, Nº 59 (III Época), del 1 de mayo de 1959, que dice: «Unidad para consolidar la constitucionalidad!». https://editorialaurora.home.blog 2
CONTENIDO 3
Nota preliminar Esta serie, que titulamos Los errores del 58, inicia con el presente volumen: «La metafísicai “polí- tica de unidad nacional” de la dirección del PCV». Para ello, tomamos y reordenamos el tercer capí- tulo y la cuarta sección del décimo capítulo del tomo 11 de Historia de la Venezuela política contemporánea 1899-1969, esa extraordinaria y documentada colec- ción de 20 tomos que elaboró Juan Bautista Fuenma- yorii de 1975 a 1993, y que es de consulta obligada. El uso de estos textos cuenta con la autorización de la Fundación que lleva el nombre de ese polifacé- tico y destacado intelectual marxista venezolano. Además, incorporamos un apéndice con perti- nentes enfoques personales de cuatro reconocidos dirigentes del PCV, quienes a su vez fueron protago- nistas de primera línea en los eventos analizados. Finalmente, llamamos la atención del lector acerca de algunos detalles formales: en primer lugar, todas las notas al pie de página son del autor, excepto las señaladas como notas de la Editorial (N. de la Edit.); y en segundo lugar, las acotaciones entre pa- réntesis pertenecen al material original, mientras que los corchetes denotan puntuales agregados o su- presiones que hicimos para esta publicación. Editorial Aurora Junio de 2023. i «[…] La metafísica es una visión limitada, simplista, del mundo. Niega el cambio, el desarrollo, o lo reduce a una simple disminución cuantitativa (o aumento), y hace caso omiso de la transformación cualitativa de las cosas. No ve la fuente interna del desarrollo de los fenómenos (o su carácter contradictorio). […]». Diccionario fi- losófico marxista, Ediciones Armadillo, Bogotá, 1975, p. 124. ii Maracaibo, 28 de septiembre de 1905 - Los Teques, 19 de mayo de 1998. 4
Prefacio Indistintamente de las concepciones ideopolíticas que se tengan, el año 1958 es, sin lugar a dudas, un momento de enorme significación para la historia política venezolana, tanto por los acontecimientos propios de ese año como por las repercusiones que éstos han tenido hasta nuestros días. Durante seis décadas, desde finales del siglo XIX y hasta el 23 de enero de 1958, Venezuela sólo había vivido dos cortos períodos de cierto respiro «demo- crático», con los Gobiernos de Isaías Medina Anga- rita (1941-1945) y de Rómulo Gallegos (1948), ambos truncados por golpes de Estado. Los anhelos de libertad se vieron coronados con el derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pé- rez Jiménez, pero el pueblo venezolano, rebosante de conciencia patriótica y disposición combativa revo- lucionaria, no quería conformarse con los funda- mentos básicos de la democracia representativa sino que aspiraba a que se le mostrara un camino para transformaciones profundas y un genuino protago- nismo obrero-popular. El problema concreto del poder, en 1958, estuvo claramente en el centro de la atención y las acciones de casi todos los sectores económicos y políticos. Los dirigentes del Partido Comunista de Venezuela (PCV) fueron de los únicos que no lo vieron –ni lo han en- tendido hasta hoy–; y ese error es fundamental por- que sustentó la colaboración de clases y el segui- dismo a sectores de la burguesía, es decir, la nega- ción del papel histórico del proletariado y del que se supone su Partido, permitiendo que se reposicionara 5
la burguesía nacional y que se atornillase la demo- cracia burguesa. Sin embargo, sobre todo esto, nada se conoce en lo que queda de militancia, ni se enseña en «cursos de formación», ni está en los «análisis históricos» o en la «historia oficial» del PCV. De hecho, en su prin- cipal documento, que es el «Programa», sólo se dice: Como co-fundadores de la Junta Patriótica, aportamos la táctica unitaria y fuimos factores de primer orden en el derrocamiento de Pérez Jiménez y su camarilla. Reconquistadas las libertades democráticas, nos lanzamos de nuevo a la organización del pue- blo. En los años 1959-60, combatimos ardorosa- mente contra la entrega, repudiamos los atropellos al pueblo y la violación de las libertades públicas.i Como puede verse, no sólo no se menciona el 23 de enero como tal, sino que incluso ni siquiera al pro- pio año 1958. De aquellos eventos han transcurrido 65 años, du- rante los cuales unos sectores de la burguesía han ido sustituyendo a otros, manteniendo intacto el ca- rácter capitalista del Estado, y la democracia repre- sentativa burguesa se ha consolidado, con los mati- ces de sus diversas versiones –desde la «puntofijista» hasta la «chavista»–. Pero lo más grave, al menos para quienes asumi- mos la doctrina marxista y luchamos por el proyecto comunista, es que la terca negativa de la dirección pecevista en asumir autocríticamente algún error actual o pasado –y en particular los del año 58– ha fa- cilitado en los últimos cinco lustros la vergonzosa re- edición de subordinarse al proyecto y los intereses i Programa del Partido Comunista de Venezuela (6º Congreso, 1980), Cotragraf, Ca- racas, 1980, p. 72. 6
de la pequeña burguesía, que representó Hugo Chá- vez y que continúa con la reivindicación de su «le- gado». En la autopercepción de infalibilidad que tienen los dirigentes pecevistas, no hay cabida para leccio- nes dejadas por los fundadores del comunismo cien- tífico: No hay mejor camino para llegar a la claridad y a la comprensión teórica que el de aprender de los propios errores. […] señalando cómo todo error co- metido, […] es consecuencia necesaria de las con- cepciones teóricas erróneas […]ii Y mucho menos para permitir que se juzgue la se- riedad de lo que tienen como partido o el cumpli- miento de sus deberes: La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más segu- ros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes para con su clase y para con las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente un error, poner al desnudo sus cau- sas, analizar la situación que lo ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlo: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso con- siste el cumplimiento de su deber; eso es educar e instruir a la clase y, después, a las masas.iii Justamente, la publicación de Los errores del 58 tiene esos fines autocríticos y depuradores, con mi- ras a la reconstrucción revolucionaria del movi- miento comunista venezolano. Carlos Aquino G. 11 de junio de 2023. ii Carta de Federico Engels a Florence Kelley Wischnewetski (1886), en: C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, pp. 362-363. iii «La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo» (1920), en: V.I. Lenin, Obras completas, tomo 41, Editorial Progreso, Moscú, 1986, p. 42. 7
A impulsos principalmente del Partido Comu- nista, se forjó la unidad de todos los venezo- lanos interesados en cambiar el rumbo de Vene- zuela, con vista a restablecer el imperio de la de- mocracia y de los derechos individuales. Grandes méritos es necesario reconocerle a ese partido en sus esfuerzos para que culminara, en hechos con- cretos, el movimiento unitario mediante el cual fue posible sacudir el yugo que impedía a Vene- zuela desarrollarse de manera efectiva como na- ción civilizada. En páginas anteriores1, informa- mos al lector y analizamos los constantes llama- mientos a la unidad que los comunistas lanzaron desde los reductos de la clandestinidad, y, al mismo tiempo, pusimos de manifiesto también las contestaciones airadas que [Rómulo] Betan- court y su partido [Acción Democrática] le hicie- ron a tan saludables como necesarios llamamien- tos. No es cuestión de poner en duda la justedad de esa línea unitaria, como tampoco lo es la enorme amplitud que debía dársele, en forma tal que abarcara a la totalidad de las fuerzas del país que 1 Se refiere al tomo 10 de Historia de la Venezuela política contemporánea 1899- 1969, que abarca desde finales de 1952 a inicios de 1958 (N. de la Edit.) 8
ansiaban volver al sistema democrático y al régi- men de partidos, aunque en los comienzos, los llamados se limitaban al partido Acción Demo- crática [AD]2, lo cual comunicaba al movimiento unitario que se pensaba edificar, límites por de- más estrechos. No fue sino mucho más tarde cuando se corrigió este craso error, y los llama- mientos se hicieron extensivos a Unión Republi- cana Democrática [URD]3, a Copei4 y a los parti- darios del expresidente general Isaías Medina Angarita5. Más adelante, las circunstancias de- mostraron que era necesario ampliar el círculo de las fuerzas que debían concurrir a la transfor- mación política del país, y se hizo patente que en el seno de las Fuerzas Armadas también existían importantes sectores que estaban cansados de la dictadura perezjimenista y deseaban deshacerse de ella. Igualmente, se puso de manifiesto que en la Iglesia Católica también bullían fuerzas dis- puestas a participar en un amplio movimiento unitario capaz de lograr el objetivo de destruir aquel régimen, considerado por muchas perso- 2 Partido socialdemócrata fundado por Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos y An- drés Eloy Blanco, entre muchos otros provenientes del ilegal Partido Democrá- tico Nacional (PDN). Se legalizó en julio de 1941 –tres meses después de la elec- ción presidencial de Medina Angarita– y fue lanzado públicamente el 13 de sep- tiembre, agrupando a sectores de la pequeña y la gran burguesía, y de la intelec- tualidad (N. de la Edit.) 3 Partido socialdemócrata fundado por sectores de capas medias profesionales y de la pequeña burguesía. Se legalizó poco después del golpe de octubre de 1945, el 14 de diciembre; tres meses después ingresó en él Jóvito Villalba, y antes de un año se retiró la mayoría de los fundadores (N. de la Edit.) 4 Comité de Organización Política Electoral Independiente. Partido demócrata- cristiano, de origen falangista. Se legalizó el 23 de febrero de 1946, fundado por Lorenzo Fernández y Rafael Caldera, entre otros; este último, para el momento, Procurador General de la Nación, designado por la Junta Revolucionaria de Go- bierno surgida del golpe de octubre de 1945. Se lanzó públicamente el 13 de abril de 1946 en San Cristóbal, Táchira (N. de la Edit.) 5 Derrocado el 18 de octubre de 1945 mediante un golpe de Estado encabezado por dirigentes de AD y de la cúpula militar. Es lo que los adecos llaman «Revolución de Octubre» (N. de la Edit.) 9
nas monolítico y eterno. Poco antes de que ocu- rriese la ampliación del frente de Unidad Nacio- nal contra la dictadura, Rómulo Betancourt, muy bien informado del pensamiento y de los senti- mientos que se anidaban en la cumbre del impe- rialismo estadounidense, lanzó un llamado a la unidad y formuló un mea culpa por los errores sectarios que caracterizaron su política en el pa- sado, prometiendo que, en el porvenir, no ha- brían de volverse a cometer6. Cumplidas todas las condiciones para la inte- gración de un vastísimo frente unitario antidic- tatorial y habiéndose presentado una coyuntura apropiada para expresar la voluntad mayoritaria de los venezolanos, como lo fue la burda manio- bra del plebiscito para prorrogar por un nuevo período constitucional al dictador, estallaron en todo el país las protestas y manifestaciones que finalmente dieron al traste con la ominosa tira- nía7. Ahora bien, una vez alcanzada la victoria y de- rrotadas las oscuras fuerzas de la dictadura per- sonalista de Pérez Jiménez, la situación cambió radicalmente, haciéndose necesaria una nueva alineación de clases que correspondiese a la nueva situación surgida. Ya no podía pensarse en 6 Se refiere al mensaje de Betancourt emanado de la «Conferencia de Exiliados», realizada en Puerto Rico en 1956, justo después del fallido atentado contra Pedro Estrada, director de la Seguridad Nacional (N. de la Edit.) 7 El 4 de noviembre de 1957, Pérez Jiménez presentó al Congreso Nacional el pro- yecto de Ley Electoral para un plebiscito que prorrogaría su mandato presiden- cial por cinco años más. De inmediato estallaron múltiples protestas estudianti- les y la Junta Patriótica difundió diversos llamamientos –incluyendo a las Fuer- zas Armadas– contra la maniobra. El plebiscito se hizo el 15 de diciembre, de- biendo depositar una tarjeta azul para voto afirmativo y una roja para el nega- tivo, con un fraudulento resultado oficial de 86,7% de los votos en favor del dic- tador. La tiranía caería poco más de un mes después (N. de la Edit.) 10
continuar practicando la política de Unidad Na- cional, sino que se iniciaba un período de luchas entre las fuerzas que habían concurrido juntas hasta el 23 de enero de 1958. Se trataba, de ahora en adelante, de dilucidar cuáles de las fuerzas participantes en la lucha debían quedarse con el Poder político del Estado y cuáles debían ser re- chazadas o impedidas de lograr el magno obje- tivo, y tal problema no fue comprendido por la di- rección del PCV que se empecinó en continuar practicando la Unidad Nacional, obnubilada por el espantajo de los contragolpes reaccionarios que intentarían hacer regresar el proceso polí- tico a su situación anterior. Como era de esperarse, en el movimiento uni- tario antidictatorial existían personajes y secto- res de tendencias regresivas, que expresaban su línea de acción mediante constantes ataques ver- bales contra los comunistas y luchaban a brazo partido para lograr su total segregación de todas las reuniones en las cuales pudieran adoptarse resoluciones importantes para la vida inmediata del país. Al mismo tiempo, dichas fuerzas o sec- tores ponían de manifiesto que actuaban en un todo de acuerdo con las aspiraciones de los gran- des inversionistas extranjeros, en particular de Estados Unidos, aunque se presentaban ante la nación venezolana como acérrimos defensores de la democracia y amigos de las masas popula- 11
res. En una palabra, las fuerzas que derrocaron a Pérez Jiménez eran terriblemente heterogéneas, y entre ellas existían no pocas contradicciones fundamentales, amén de que anteponían sus es- trechas aspiraciones del momento a cualquier otro objetivo, por respetable y necesario que fuese. Nos referimos a las aspiraciones a conver- tirse en gobierno, que cada uno de los partidos actuantes de la burguesía abrigaba desde lo más profundo de su ser. No cabía, por consiguiente, la posibilidad de continuar practicando la línea de Unidad Nacional. Ahora bien, si la dirección del PCV no entendió este problema elemental, la burguesía sí lo en- tendió cabalmente, y procedió, en consecuencia, a poner en práctica su propia estrategia y su pro- pia táctica, delineando una forma de unidad que excluía al Partido Comunista y a todos los ele- mentos revolucionarios existentes en el seno de las masas. Ya de antemano, en Nueva York, al reunirse con ánimo de ponerse de acuerdo acerca de la conducta que iban a observar en el proceso de las luchas para derrocar la dictadura, tuvieron buen cuidado los tres partidos que representaban los intereses de la burguesía, de excluir totalmente a los comunistas, los que, a pesar de ello, desde afuera, le daban apoyo al Pacto de Nueva York8. La burguesía se aseguraba, así, una cómoda posi- 8 Suscrito el 20 de enero de 1958 por Rómulo Betancourt (AD), Jóvito Villalba (URD) –quienes ya tenían varios años en el exilio– y Rafael Caldera (Copei) –quien salió de Venezuela ese mismo día después de estar asilado en la Embajada Pontificia desde principios de enero–, acordando hacer frente común para derrocar la dic- tadura, un movimiento unitario respaldado por el PCV (N. de la Edit.) 12
ción que no la obligaba por compromiso alguno con las fuerzas revolucionarias y, en cambio, po- día contar, total y ciegamente, con el apoyo de ellas. Más adelante, el PCV se empeña en defender el llamado «espíritu del 23 de enero», es decir, la Unidad Nacional, con el objeto de alcanzar la constitucionalidad, que para él se constituye no en un medio, sino en un fin en sí misma. Profun- dizando más este concepto, tendremos que llegar a la conclusión de que no se trataba simplemente de llegar a las elecciones generales y dejar cons- tituidos los poderes de ellas resultantes, sino que debía entenderse la Unidad Nacional como ga- rantía de la permanencia del régimen democrá- tico-burgués. Así, pues, a pesar de haber derro- cado al dictador, debíase seguir combatiendo contra los remanentes de él, puesto que, no obs- tante el 23 de enero, algunos reaccionarios, inclu- yendo a los perezjimenistas, detentaban posicio- nes dentro del aparato del Estado, tanto en la ad- ministración civil como en el ámbito militar. En virtud de esta prolongación de la Unidad Nacio- nal, el PCV se convierte, exclusivamente, en el edecán de la democracia representativa, en el guardián y defensor de ella, en el vigilante y de- nunciador de todos los intentos de golpes y de reales o supuestas conspiraciones contra el régi- men legalmente constituido. Al mismo tiempo, el PCV denuncia a diario a todos y cada uno de los personajes considerados como reaccionarios afectos al régimen derrocado. De este modo, la 13
actividad desplegada por el PCV contra los inten- tos subversivos del perezjimenismo no se dife- renciaba, en nada, de la que desplegaban los par- tidos signatarios de los pactos de Nueva York y de «Punto Fijo»9, lo cual no deja de llamar poderosa- mente la atención. Algo más, el PCV adquiere la fama de «campeón» en la lucha contra el gol- pismo, cualquiera que fuese su signo. En opinión de algunos sectores de la izquierda, los comunis- tas actúan como un «cuerpo de bomberos» que se mueve de un lado para otro con el fin de apagar el fuego donde quiera que surja. Naturalmente, también funcionaba la Unidad Nacional en el sentido de criticar al gobierno cualquier debili- dad que pudiera cometer con el enemigo gol- pista, lo cual, por ello, no dejaba de ser una acti- vidad similar. La consigna parecería ser: TODOS UNIDOS CONTRA LOS ENEMIGOS DE LA DEMO- CRACIA, considerando que la cuestión funda- mental era impedir el regreso de las fuerzas de- rrocadas. En estos dos primeros años de la nueva situa- ción, años de 1958 y 1959, la voz del Partido Co- munista tenía una fuerza considerable en la opi- nión nacional. En aquel entonces, pues, el PCV aparece como una organización eminentemente 9 Suscrito el 31 de octubre de 1958, en la quinta particular de Rafael Caldera, de nombre «Punto Fijo», por los tres principales dirigentes de cada uno de los par- tidos AD, URD y Copei, encabezados por Betancourt, Villalba y Caldera, respecti- vamente, para garantizar la «gobernabilidad» y el desarrollo capitalista tras las elecciones. Cinco días después, el PCV publicó una declaración en la que resal- taba como positivo de dicho Pacto «el hecho de que promete mantener la unidad para defender la democracia y otros objetivos, que son comunes a todos los venezo- lanos», y dejó constancia de que «el PCV tomó parte en las discusiones de Mesa Redonda de las cuales surgieron esos acuerdos, y que en laboriosa consideración, tanto en su fondo como en la forma de presentarlos, colaboraron los camaradas que participaban en aquella Comisión de Enlace.» (N. de la Edit.) 14
constitucionalista, es decir, apegada a una cons- titucionalidad burguesa apenas incipiente, cuando los partidos representativos de las co- rrientes defensoras del capitalismo no se han consolidado aún en el Poder, lo cual significa que, en tal período, la conducta del partido de los co- munistas, apegado estrictamente a la letra de la Ley, era completamente irreprochable desde el punto de vista de la burguesía, y como partido que había mostrado una ausencia total de aspira- ciones a convertirse en factor decisivo del Poder político del Estado, esto es, que ha renunciado a la conquista del Poder por un largo e indetermi- nado período. Como se verá más adelante, la línea unitaria defendida por el PCV será utilizada por las clases poseedoras para luchar contra el movimiento re- volucionario venezolano. En efecto, los grandes partidos representativos de tales clases, elabo- rando su propia línea de unidad dirigida, aparen- temente, contra los elementos que simbolizaban el despotismo de Pérez Jiménez y su camarilla, en realidad, apuntaba más a la tarea de aislar al Par- tido Comunista de todos sus posibles aliados y re- ducirlo a la impotencia. Al menos, tal era la estra- tegia elaborada por Rómulo Betancourt y sus más próximos allegados. En efecto, en octubre de 1958, […] los partidos de tales clases instituyeron su propia unidad en el llamado «Pacto de Punto Fijo», el cual expresamente excluía al Partido Co- munista de toda función dirigente o determi- nante, no obstante haber sido este partido uno de 15
los principales organizadores del movimiento que derrocó a Pérez Jiménez. No puede escapar al observador más despre- venido el hecho de que las diferentes fuerzas que concurrieron al 23 de enero, tenían muy claros sus propios objetivos particulares, con la sola ex- cepción del PCV, el cual confundía su interés con el de las clases poseedoras con las que estuvo cir- cunstancialmente aliado. Así, desde el principio, el partido de la clase obrera manifestó que su ac- ción contra la dictadura no podía traducirse en una ambición de posiciones políticas o burocráti- cas, y que en el nuevo gobierno debía reprodu- cirse el espíritu unitario que había caracterizado a la Junta Patriótica. El pensamiento del PCV so- bre la unidad fue claramente expresado por Pom- peyo Márquez10 al decir: Es la unidad organizada en la Junta Patriótica la clave de los triunfos de hace un año. La Unidad que reúne a todas las tendencias políticas liberales y de- mocráticas, a conservadores y marxistas, a todos los partidos desde el socialcristiano Copei hasta el Comunista, desde Acción Democrática hasta URD, pasando por todos los matices de la opinión y cobi- jando a todos los sectores sociales. Además, cuenta la Unidad Nacional con el aporte fundamental de grupos importantes de mi- litares institucionalistas que ingresan a la unidad cívico militar11, la cual asesta el golpe decisivo al despotismo. La colaboración del clero venezolano le da a la Unidad calor y fe para completar el cuadro 10 Quien fuera, por más de 30 años y hasta 1970, uno de los más destacados y pres- tigiosos dirigentes nacionales del PCV (N. de la Edit.) 11 Se recordará que eso de la «unidad cívico-militar» fue uno de los varios concep- tos poco originales que recicló Hugo Chávez para su fraseología populista, y que también adoptó el PCV bajo el seguidismo de la dirección figuerista (N. de la Edit.) 16
de una nación unida contra la bestial dictadura.12 La unidad de toda la nación venezolana desti- nada a producir el derrocamiento de la camarilla perezjimenista era absolutamente correcta como estrategia suficiente y necesaria con respecto al fin propuesto. Ahora bien, tal estrategia no era la indicada para abordar los problemas del período subsiguiente, en el cual las distintas fuerzas iban a luchar por sus particulares intereses económi- cos, políticos y sociales. El error de la dirección del PCV fue creer que semejante unidad podría perpetuarse por un largo período y que, me- diante ella, era posible alcanzar la transforma- ción económica, política y social del país, como si tales fuerzas estuviesen animadas por un mismo y solo propósito. Semejante punto de vista signi- ficaba el olvido de uno de los postulados funda- mentales de las luchas políticas, como es el de la existencia de clases sociales con intereses anta- gónicos. Cuando Pompeyo Márquez escribía su ar- tículo, hacía un año que había sido derrocada la dictadura, esto es, un año de haberse alcanzado el objetivo para el cual se estructuró la unidad. Por consiguiente, al insistir en la necesidad de mantener el espíritu del 23 de enero, lo que se es- taba pidiendo era la continuación del ambiente unitario, ahora dirigido a defender el orden de- mocrático burgués organizado bajo el signo del Pacto de «Punto Fijo», cuyo filo apuntaba directa- mente contra el Partido Comunista, y cuando en 12 Pompeyo Márquez, «De enero de 1958 a enero de 1959», Tribunal Popular [III Época, Nº 45], del 24 de enero de 1959. 17
el timón del Estado se iba a instalar Rómulo Be- tancourt, recién electo presidente de la Repú- blica, conocido extensamente por su actitud fu- riosamente anticomunista y enemigo de toda forma de unidad con el PCV. De donde resulta to- talmente extemporánea e ineficaz la prédica uni- taria de los comunistas, si es que no fuese contra- producente. Como se verá más adelante, la res- puesta de Betancourt fue la reiteración de sus co- nocidos ataques anticomunistas que había ini- ciado durante la campaña electoral13. Resultaba de aquí tanto más incomprensible la línea del PCV de continuar enarbolando la consigna de la Unidad Nacional. La pregunta que podría formu- larse era ésta: ¿Unidad Nacional, para qué? En opinión de los dirigentes del PCV, dicha unidad se requería para mantener y consolidar el régimen de libertades públicas y del nuevo orden consti- tucional recién instituido. Sin embargo, es evi- dente que tal cosa no justificaba una política de Unidad Nacional. El evidente deterioro de la situación política venezolana después de instalado el gobierno constitucional [con la juramentación de Betan- court el 13 de febrero de 1959], llena de perturba- ción el alma de los dirigentes comunistas, pues empiezan a vislumbrar lo que habrá de ser el por- venir inmediato de Venezuela. De aquí que, en un editorial de Tribuna Popular, se vieran obligados a estampar los siguientes conceptos: 13 Para ser exactos, es necesario decir que la línea del rabioso anticomunismo había sido practicada desde mucho antes y sobre todo durante los nueve años que duró el exilio de este líder, tal como ha quedado demostrado en las páginas de esta historia. 18
Por otra parte, encender de nuevo la vieja y ar- dorosa querella entre socialcristianos y comunis- tas, cuando aún no se encuentra plenamente con- solidado un régimen de Derecho, sembraría en el campo político elementos de confusión que, lejos de facilitar la defensa de las libertades públicas, des- viaría la atención del pueblo hacia estériles pugnas. Particularmente grave se tornaría el caso, si la polí- tica avasalladora que en el mundo occidental prac- tica el imperialismo yanqui, impusiera a los parti- dos políticos en Venezuela su venenosa campaña de intolerancia y negación de la convivencia pacífica entre el capitalismo y el socialismo, y su denigrante ofensiva anticomunista.14 La política de distensión y convivencia pací- fica entre los Estados capitalistas y los Estados so- cialistas pertenece a la esfera de la política inter- nacional entre países de diferente estructura económica, ideológica, política y social, pero no es aplicable a la lucha interna dentro de cada país, entre los representantes y agentes del impe- rialismo, asociados a la burguesía reaccionaria, y la clase obrera y su partido15. Trasladar la política de convivencia al plano interno de las naciones constituye un error garrafal, que fue precisa- mente el que cometieron los comunistas de di- versos países y en especial Mr. Earl Browder16, 14 Tribuna Popular [III Época, Nº 57]. Editorial del 17 de abril de 1959. 15 Es oportuno recordar lo expresado por Ernesto «Che» Guevara en su discurso central en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 11 de diciembre de 1964, acerca de que «la coexistencia pacífica entre Estados de diferentes regímenes económico-sociales […] debe ejercitarse entre todos los Estados, independiente- mente de su tamaño, de las anteriores relaciones históricas que los ligara», pero que «Como marxistas, hemos mantenido que la coexistencia pacífica entre nacio- nes no engloba la coexistencia entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos.» (N. de la Edit.) 16 1891-1973. Fue secretario general del Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA) desde 1930 y su presidente desde 1932, cargos que ejerció hasta ser des- plazado en 1945 y fue expulsado del CPUSA en 1946. Durante la II Guerra Mun- 19
cuando hicieron cosa parecida con los tratados internacionales suscritos entre la Unión Sovié- tica y las potencias imperialistas de Inglaterra y Estados Unidos, en especial los Acuerdos de Tehe- rán17, como lo demostró el dirigente comunista francés Jacques Duclos18. En el párrafo que transcribimos se observa una traslación de las cuestiones internacionales al plano nacional, tratando de moldear éste se- gún aquéllas. Sin negar que los acontecimientos internacionales obligan a cualquier partido a in- troducir los cambios indispensables respectivos, es imposible llegar, como en este caso, a la con- clusión de que se practicara internamente una política de convivencia entre la burguesía y el proletariado, en lo que había consistido, precisa- mente, el browderismo. Semejante cosa signifi- caría, sin embargo, pura y simplemente, decretar una suspensión de la lucha de clases por tiempo indefinido. En una palabra, la posición adoptada por el PCV al sostener obstinadamente una polí- tica de Unidad Nacional en las circunstancias im- perantes y sólo para prevenir un nuevo golpe de Estado militarista, denotaba una insuficiencia en el análisis y una incapacidad de entender la posi- dial, sobre todo desde 1943, planteó la convergencia entre socialismo y capita- lismo, sin lucha de clases, una política colaboracionista que se conocería como «browderismo», de gran influencia en varios PC latinoamericanos (N. de la Edit.) 17 A finales de noviembre de 1943, en Teherán (Irán), se reunieron por primera vez los líderes de la URSS, José Stalin; del Reino Unido, Winston Churchill; y de EEUU, Franklin D. Roosevelt, llegando a diversos acuerdos, como lo fue abrir el esperado segundo frente en Europa (N. de la Edit.) 18 1896-1975. Fue fundador del Partido Comunista Francés (PCF) y uno de sus prin- cipales dirigentes. Cumplió tareas en la Internacional Comunista y en la resis- tencia a la ocupación nazi. Su artículo «Sobre la disolución del Partido Comu- nista estadounidense», publicado en la revista mensual del PCF, Cahiers du Com- munisme («Cuadernos del Comunismo»), Nº 6, de abril de 1945, fue determi- nante para desenmascarar y combatir el browderismo (N. de la Edit.) 20
bilidad de movilizar a las masas populares en el sentido indicado. No era necesario, por lo demás, que el PCV mantuviese una guerra abierta y sos- tenida contra Acción Democrática, contra Copei o cualquier otro partido de la coalición burguesa que detentaba el poder, porque en aquel mo- mento tales fuerzas no eran todavía el enemigo principal. Pero una política de críticas a sus in- consecuencias no podía faltar, sin que se infi- riera grave daño al proceso de educación política de las masas. Ello no significaba, por lo demás, caer en pugnacidades estériles. Quedaban, además del papel representado por los partidos de la coalición (AD, Copei y URD), las fuerzas políticas anidadas en el seno de las Fuer- zas Armadas, cuya naturaleza de clase no difería en absoluto de la de los partidos. Y, como quiera que el peligro mayor, según la dirección del PCV, provenía de la conspiración militar reaccionaria, ello planteaba al PCV otro problema, cual era el de explicar el fenómeno del golpismo que, durante el año de 1958, intentó hacer retroceder el pro- ceso político venezolano. ¿Cómo hacerlo sin crearse malquerencia entre los militares? He aquí la cuestión, y he aquí la forma como el PCV resolvió el problema: La patria venezolana no está exenta de enemi- gos. Tampoco carece de enemigos nuestro actual ensayo democrático. ¿Quién es el enemigo princi- pal de la patria y de la democracia venezolana? Es la fuerza de los monopolios extranjeros que ha lo- grado controlar las principales riquezas de Vene- zuela, reduciendo a nuestro país a la situación de semicolonia. Entonces, si este es el enemigo de la 21
patria venezolana, ¿cuál puede ser el de la Institu- ción Armada, siendo ésta el brazo armado del pue- blo19? El instrumento de los monopolios que contro- lan las fuentes de petróleo y de hierro, colocado para influir sobre el Ejército patriota venezolano es la Misión Militar yanqui. En consecuencia, allí se encuentra el enemigo común de Venezuela y, por tanto, de sus Fuerzas Armadas Nacionales.20 Traducido esto a breves palabras significa: los golpistas no son malos en sí, pero ellos son impul- sados o engañados por la Misión Militar yanqui, que es la verdadera enemiga de la patria venezo- lana y de las Fuerzas Armadas. En verdad, no es posible encontrar una expli- cación más insulsa que la anterior, cuando los problemas eran tan claros y sencillos que podía entenderlos hasta un niño de pocos años. Si bien el imperialismo estadounidense era una de las principales fuentes del golpismo en la América Latina, no era menos cierto también que dentro de la burguesía como clase se anidaban las fuer- zas interiores que ponían en juego los resortes golpistas, con la vista puesta en la conquista del Poder. ¿No fue así, acaso, como derrocaron al ge- neral Medina Angarita21? ¿Y no fue también así como derrocaron a Rómulo Gallegos22? Los vene- zolanos todos nos teníamos como bien aprendida 19 Eso de «el brazo armado del pueblo» fue otro de los conceptos desclasados que recicló Hugo Chávez en su proyecto socialreformista, y que también asumió la dirección figuerista del PCV cuando denominaba a la Fuerza Armada como «el pueblo uniformado» (N. de la Edit.) 20 Tribuna Popular [III Época, Nº 67], del 26 de junio de 1959. Editorial titulado «¿Quiénes son los verdaderos enemigos del ejército?». 21 Véase la nota 5 (N. de la Edit.) 22 Primer presidente electo de manera universal, directa y secreta. Fue derrocado el 24 de noviembre de 1948, tras nueve meses de gobierno, mediante un golpe de Estado encabezado por la cúpula militar (N. de la Edit.) 22
esa lección. No obstante, el PCV nos viene ahora con un cuentecito de Calleja acerca de quiénes son los golpistas en Venezuela. Salta a la vista que estas opiniones de la direc- ción del PCV fallaban, a causa del olvido de la lu- cha de clases en el interior de nuestro país, pues todo se hace depender, exclusivamente, de los mandatos del imperialismo. Gracias a esto se comprende que el error fundamental provenía de mucho antes y se puso de manifiesto en forma grave, por primera vez, en 1948, al ser derrocado el régimen de don Rómulo Gallegos e intentar ha- cer la caracterización de la dictadura militar. En efecto, […] el PCV caracterizó aquel régimen co- mo una dictadura militar-policíaca sangrienta, instaurada por el imperialismo estadounidense, pero olvidando totalmente que se trataba de una dictadura burguesa reaccionaria, que como tal, ponía en práctica una política burguesa, ante todo. Cuando existe un régimen gubernamental cualquiera, tal régimen debe obedecer a determi- nados intereses de alguna o algunas de las clases sociales existentes en el país. Pero una cosa tan elemental era olvidada por completo en los aná- lisis del PCV. Al referirse a esta política realizada por la di- rección del PCV, el doctor Salvador de la Plaza23 estampó los siguientes conceptos, en su libro ti- tulado Antecedentes del revisionismo en Vene- zuela, p. 155: 23 1896-1970. Fue uno de los más prominentes precursores del movimiento comu- nista venezolano, quien se destacó como activista, organizador e intelectual marxista (N. de la Edit.) 23
El 23 de enero, de etapa inicial que hubiera po- dido ser para impulsar al pueblo trabajador hacia luchas más elevadas y radicales, se convirtió en fiesta unitaria para reivindicarse –con entusiasta apoyo de los oportunistas derechistas– la recupera- ción adeca; en aras de la unidad (la tan manoseada «unidad» que para todo ha servido), aclamaron a los líderes que venían de exilio y cárceles24, para entre- garles las mejores posiciones en los sindicatos, des- viaron la atención popular de los problemas econó- micos y políticos planteados y coadyuvaron a pre- parar la distracción electorera que permitía a los agentes yanquis de AD, recuperar el gobierno y po- ner en práctica la más agresiva y sangrienta polí- tica proimperialista y anticomunista. La extrema violencia oficial que pronto habría de iniciarse, pondría a la orden del día nuevas y también violen- tas formas de lucha como camino a seguir por los revolucionarios. Mientras los partidos democráticos y sus líde- res, lo mismo que las fuerzas económicas repre- sentadas por las clases dirigentes, se acomoda- ban con habilidad y movían sus piezas en perse- cución de objetivos propios, claramente defini- dos, y buscaban consolidar el sistema de la demo- cracia representativa conforme a sus postulados, 24 La dirección de AD en el país estaba conformada por jóvenes que se forjaron en la lucha de masas contra la dictadura y que eran opuestos a Betancourt, muchos de los cuales, después de ser arrinconados por éste, crearían el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Tras la caída de la dictadura, regresaron al país Villalba, Machado (ambos el 27 de enero), Caldera (el 1 de febrero) y Betancourt (el 9 de febrero), pero sólo a este último se le dispensó un mitin de recibimiento, en el que los otros tres líderes –además de Fabricio Ojeda por la Junta Patriótica– lo saludaron con discursos, lo cual hacía ver ante las masas una preponderancia del caudillo adeco (N. de la Edit.) 24
el PCV, por boca de uno de sus más activos diri- gentes, fijaba posición en el problema electoral ajustándose, en un todo, a los requerimientos de tales clases y fuerzas políticas. En efecto, en el mes de agosto de 1958, Pompeyo Márquez –el co- nocido Santos Yorme de la clandestinidad25– pu- blicó un artículo en la revista Principios, con el tí- tulo de «La Unidad Nacional debe expresarse en un candidato de unidad», en el cual dijo lo si- guiente: …el problema presidencial tenemos que enfo- carlo partiendo de lo que hemos denominado la clave de la situación venezolana: la conservación de la más amplia unidad nacional. Esto implica que no se puede hablar de nuevos reagrupamientos, de nuevas alineaciones políticas y sociales.26 Es decir, el PCV consideraba que las mismas fuerzas que derrocaron a Pérez Jiménez debían concurrir al debate electoral con un candidato único que representara a dichas fuerzas y, por tanto, no eran lícitas, en el mentado debate, las alineaciones de partidos o fuerzas para sustentar candidatos diferentes, es decir, agrupamientos con otros objetivos distintos. Sin embargo, cuando en octubre se reunieron los partidos re- presentativos de los intereses de las clases diri- gentes, con ánimo de concluir un pacto para las elecciones27, en el cual se excluía al Partido Co- munista, dando nacimiento a una alineación de 25 Quien ejerció efectivamente la Secretaría General del PCV durante la dictadura y hasta que la asumió Jesús Faría –encarcelado desde mayo de 1950 a enero de 1958, y designado en ausencia para este cargo en abril de 1951– (N. de la Edit.) 26 Santos Yorme. Revista Principios, Nº 2, de agosto de 1958. 27 Véase la nota 9 (N. de la Edit.) 25
partidos que se alejaba del esquema de la Unidad Nacional, el Partido Comunista no debió jamás apoyar dicho pacto ni en el todo ni siquiera en parte, porque con ello se estaba violando una de las cuestiones medulares que él consideraba in- dispensable en la situación política general im- perante. Veremos, no obstante, cómo el PCV pro- cedió a dar su aprobación a dicho pacto, a pesar de ser una alineación de clases dirigida contra él. Más adelante, el articulista continuó en esta forma: Estamos en contra de propiciar un nuclea- miento en torno a una candidatura de derecha. Nos pronunciamos en contra de una nueva conjunción alrededor de una candidatura de izquierda. Esta- mos en contra de dividir el país en izquierdas y de- rechas. Creemos necesario conservar la amplitud de la unidad nacional y simbolizar en un candidato presidencial. El triunfo de la posición contraria se- ría abrir el camino a los manejos subversivos y an- tinacionales de quienes esperan esa oportunidad para lanzarse golosos contra las libertades demo- cráticas. Desde el momento en que el PCV es excluido del acuerdo suscrito entre los tres partidos de la democracia burguesa, debió ese partido orientar su acción en otro sentido, buscando aliados allí donde podía encontrarlos, con el fin de crear su propio nucleamiento y evitar el aislamiento en que pretendían colocarlo Rómulo Betancourt y toda la derecha venezolana. Sin embargo, dicho partido hizo todo lo contrario de cuanto debió ha- cer, aunque el apoyo a Larrazábal estaba justifi- cado como la única opción que le restaba de opo- 26
nerse a la política de Betancourt. Pero dicho apoyo no constituía nucleamiento firme y dura- dero algunos, sino transitorio y un tanto delezna- ble, porque Larrazábal carecía de partido que pu- diera continuar la lucha por los objetivos que él creyó representar28. A partir de ese momento, se inició el cerco que Betancourt, lenta pero inexo- rablemente, le tendió [al PCV] hasta reducirlo a su mínima expresión, a lo cual contribuyó pode- rosamente la política que adoptó posteriormente de participar en el movimiento guerrillero y en golpes militares en los cuales participaban tam- bién fuerzas de la derecha. Como hemos indicado en otro lugar, la política correcta del PCV debió enderezarse hacia la cons- titución de un frente nacional revolucionario y la selección de un candidato escogido entre los sec- tores más progresistas de la sociedad venezolana, con un programa de realizaciones de alto conte- nido popular, tendente a realizar todos los objeti- vos de la revolución democrática, que bien hu- biera podido ser el propio contralmirante Larra- zábal, para lo cual se requería la realización de una vasta campaña de agitación a lo largo y an- cho del país, disponiendo de todo el tiempo nece- sario para ello, en lugar de las tediosas e inútiles reuniones de la Mesa Redonda29, en la cual se per- 28 De hecho, los tres candidatos presidenciales (Betancourt, Caldera y Wolfang La- rrazábal) lo eran de los tres partidos signatarios del «Pacto de Punto Fijo» (AD, Copei y URD), ya que sólo después de haberse inscrito (15 de noviembre) fue que Larrazábal aceptó el apoyo del PCV declarando: «Quiero advertir que la presente aceptación no entraña compromiso alguno, presente ni futuro con el mencionado partido». Además, el 6 de diciembre de 1958, víspera de las elecciones, cum- pliendo lo pactado en «Punto Fijo», los tres candidatos firmaron el «Programa Mínimo de Gobierno» (N. de la Edit.) 29 Constituida por todos los partidos y con representantes de sectores económicos, para el supuesto objetivo de explorar las posibilidades de una candidatura única, 27
dió un tiempo precioso, muy bien aprovechado por los partidos democrático-burgueses para sus propios fines. De este modo, no se hubiera produ- cido ningún aislamiento del PCV y, por el contra- rio, habría frustrado la candidatura que alentaba Rómulo Betancourt. En efecto, en caso de haberse procedido por la vía indicada, todo el conjunto de fuerzas de izquierda y revolucionarias que se agi- taban en el seno de Acción Democrática, así como las que había en URD y hasta en Copei, habrían encontrado cauce suficiente para expresarse y actuar, rompiendo el bloque sobre el cual se iba a producir la victoria de Betancourt y de las fuerzas de la derecha burguesa venezolana. Porque era evidente que si Acción Democrática se dividía en el curso del año de 195830, jamás habría cuajado la candidatura de Betancourt, que representaba los intereses de la burguesía y del imperialismo en Venezuela. Uno de los principales errores cometidos por la dirección del PCV fue haber echado al olvido los nexos de Betancourt con el imperialismo norte- americano, totalmente conocidos por ella desde hacía muchísimo tiempo, y cuyos efectos se pu- dieron palpar de inmediato en la política venezo- lana. Y este olvido fue de tal naturaleza, que los dirigentes del PCV habían proclamado su deci- → a pesar de que eran harto conocidas las aspiraciones presidenciales de Betan- court y Caldera (N. de la Edit.) 30 Para el momento de la caída de la dictadura, el joven Simón Sáez Mérida (29 años) era secretario general de AD, junto a otros que lucharon en la clandestini- dad, como Domingo Alberto Rangel (35 años), Lino Martínez (26 años), Moisés Moleiro (20 años) o Américo Martín (19 años), constituían el sector de izquierda y antiimperialista enfrentado a la «Vieja Guardia» que regresó del exilio. No es sino hasta agosto de 1958, en la 9ª Convención Nacional de AD, que Betancourt, más experimentado en manejos políticos, logra hacerse con la dirección del par- tido (N. de la Edit.) 28
sión de apoyar al candidato que fuera seleccio- nado en la Mesa Redonda, cualquiera que él hu- biera sido, esto es, hasta en el caso en que lo fuera Betancourt. Es evidente que si no se hubiesen ol- vidado los nexos del líder de Acción Democrática con el imperialismo, jamás se hubiese podido pensar en brindar apoyo a su candidatura. Es, gracias a ese olvido, como se pudo llegar a conce- bir un tipo de unidad y una candidatura única, con justicia calificada de abstraccionista por al- gunos observadores políticos. La causa fundamental de los errores del PCV provienen de la etapa comprendida entre 1948 y 1958, y consistió en el falso análisis realizado so- bre el golpe del 24 de noviembre [1948] que de- rribó a don Rómulo Gallegos […]. En esa oportuni- dad se echó en completo olvido que Venezuela es- taba transitando por los senderos del desarrollo capitalista, impulsado por la burguesía criolla que aspiraba a lograr la industrialización del país. Ahora bien, existían en Venezuela personas que negaban la existencia de una burguesía pro- piamente hablando, si se exceptuaba a los comer- ciantes que antaño dominaron toda la economía en la época del llamado capitalismo mercantil que es propiamente la sociedad precapitalista. Si el cuadro histórico predominante era el de un país en desarrollo, forzoso hubiera sido con- cluir en que el entorno influía y condicionaba el 29
desenvolvimiento de los hechos constitutivos de la política practicada. El no entender este hecho determinaba la simplificación que se hacía del fenómeno que constituyó el derrocamiento de don Rómulo Gallegos, el cual se le atribuía exclu- sivamente al imperialismo estadounidense y a las ambiciones de un grupo de militares sedicio- sos, enemigos del pueblo. Ahora bien, resulta extraordinariamente ex- traño e incomprensible que, en la nueva situa- ción surgida el 23 de enero de 1958, la misma di- rección del PCV que juzgó el golpe de Estado de 1948 contra Gallegos, considerase al Ejército como «el brazo armado del pueblo»31, aceptando una ficción propia de los ideólogos de la burgue- sía, los cuales trazaron el esquema de la división de los Poderes Públicos para que actuara como un mecanismo capaz de garantizar la vigencia de las libertades y derechos del pueblo. Nos estamos re- firiendo a la teoría de John Locke32 y de [Charles Louis de] Montesquieu33 que consideraron nece- sario encontrar una forma de gobierno en el cual una parte del Poder frenara a otra parte del Poder e impidiera que se atropellase al ciudadano. Es la teoría de los pesos y contrapesos, en cuyo sis- 31 Véase la nota 19 (N. de la Edit.) 32 1632-1704. «Filósofo materialista inglés. […] El fin del Estado, según Locke, estriba en proteger la libertad y la propiedad adquirida por el trabajo. Por este motivo el poder estatal no puede ser arbitrario. Dicho poder, según Locke, se divide en: 1) le- gislativo, 2) ejecutivo y 3) de unión o federativo. […]». M. Rosental y P. Iudin, Diccio- nario filosófico, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1965, pp. 276-277 (N. de la Edit.) 33 1689-1755. «[…] sociólogo y pensador político francés […] Montesquieu estimaba que la mejor forma de Estado es la monarquía constitucional de tipo inglés. Montes- quieu es el creador de la teoría liberal popular de la división del Poder en ejecutivo, legislativo y judicial […]». M. Rosental y P. Iudin, Diccionario filosófico marxista, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1946, p. 224 (N. de la Edit.) 30
tema, aquel que dicta la norma jurídica no es el mismo encargado de aplicarla. Toda esta mitolo- gía política era explicable en la remota época en que la incipiente burguesía europea deseaba li- mitar el Poder absoluto de los reyes a fin de que éstos no pudiesen aplastar al súbdito o simple ciudadano. Pero, defender semejante punto de vista en las épocas presentes y que tal cosa hicie- ran personas consideradas como marxistas-leni- nistas, es algo imposible de comprender. El leninismo, al hacer el análisis de la natura- leza del Estado, puso muy en claro la esencia de éste, al considerarlo como una dictadura de clase, es decir, como el aparato de dominación creado por las clases dominantes para someter a las cla- ses dominadas. Una parte muy importante de ese aparato lo constituyen los ejércitos, así como los cuerpos de policía, los tribunales de justicia, las cárceles y todo el régimen represivo que ellos in- tegran.34 ¿De dónde pudo sacar el PCV que el Ejér- cito venezolano era el brazo armado del pueblo? No es fácil entenderlo, a menos de aceptar que habían sido archivados los principios fundamen- tales sentados por Marx, Engels y Lenin, sobre la materia. La esquematización hecha por el PCV sobre el 34 Todos estos aspectos –bien sintetizados por Lenin– fueron previamente analiza- dos y expuestos por Marx, por ejemplo en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (escrito a finales de 1851 y principios de 1852, publicado ese mismo año); La gue- rra civil en Francia (escrito y publicado en 1871 a modo de manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores); y «Glosas margina- les al programa del Partido Obrero Alemán» (escrito en 1875 y publicado en 1891 con el título Crítica del programa de Gotha); así como por Engels en La subversión de la ciencia por el señor Eugen Düring (conocido también como «Anti-Düring», escrito y publicado por entregas en 1876-1878, publicado como libro ese mismo año); y El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (escrito y publicado en 1884) (N. de la Edit.) 31
estado de la lucha y de las clases sociales existen- tes en Venezuela, continuaba, pues, siendo la misma de 1948: los únicos malos eran las compa- ñías petroleras y la Misión Militar norteameri- cana instalada en Venezuela. Tal tesis, como es fácil deducir, es absoluta y totalmente inacepta- ble; pero, entre otras cosas, permite explicar cómo y por qué se llegó a la tesis de que era posi- ble, conveniente y necesario sostener la candida- tura única de todas las clases sociales de Vene- zuela, cuando se trató de postular a los hombres que debían gobernar el país. En Venezuela, según ello, no existían clases sociales cuyos intereses fuesen contradictorios, y, sobre todo, no existían agentes del imperialismo. Es del caso aclarar que la postura asumida por el PCV en esa oportunidad nada tenía de común con la llamada tesis «etapista» a la cual suelen re- ferirse con harta frecuencia los líderes de la iz- quierda venezolana, actualmente. En efecto, aun tratándose de la concepción leninista sobre el curso de la revolución en los países atrasados, co- loniales, semicoloniales y dependientes, en los cuales la revolución democrático-burguesa no ha sido realizada todavía, no se justificaba la renun- cia de los dirigentes del PCV a la conquista del Po- der, ya que a la clase obrera incumbía llevarla a término una vez que ella se hubiese constituido en gobierno. Los bolcheviques en la Unión Sovié- tica procedieron primero que todo a realizar los objetivos de la revolución burguesa, como fueron la expropiación y nacionalización de la tierra, la 32
cual fue repartida entre los trabajadores dispues- tos a trabajarla, y a nacionalizar las industrias pertenecientes al capital extranjero, amén de las empresas de transportes, la industria productora de armas, todos los institutos financieros y de crédito, que fueron nacionalizados. En una pala- bra, se constituyó un fuerte capitalismo de Es- tado. Tal cosa no significaba, desde ningún punto de vista, la instauración de una sociedad socia- lista, aunque ello se hacía con el objeto de llegar más adelante a la socialización de los instrumen- tos y medios de producción. Años más tarde, se iniciaron los primeros planes quinquenales diri- gidos a industrializar el país sobre la base del so- cialismo, pues sin la industrialización el socia- lismo es imposible. En Venezuela, actualmente, los líderes de la iz- quierda creen que el punto de vista «etapista» consiste en que el partido de la clase obrera pos- pone toda reivindicación socialista a fin de per- mitir a la burguesía en el Poder la realización de su propia revolución y, con ello, el desarrollo del capitalismo. Sólo después, sobrevendría la acción de la clase obrera dirigida a crear la sociedad so- cialista.35 Semejante perspectiva no existió jamás en la mente de los grandes maestros del socia- lismo, aunque nuestros líderes de la izquierda puedan creer otra cosa. 35 Aunque algunos afirmen lo contrario, la realidad histórica de la izquierda «mar- xista» venezolana (incluido el PCV) es que su debilidad ideopolítica le ha llevado casi invariablemente a la copia mecánica de procesos, al mantenimiento de con- ceptos desfasados (como el de la «liberación nacional» o la «vía de desarrollo no capitalista») y, en el mejor de los casos, a jugar un papel de segundón –cuando no absolutamente intrascendente–, lo que en la práctica ha constituido la renuncia a jugar un papel de vanguardia, así como a luchar de verdad por la revolución socialista (N. de la Edit.) 33
Otro caso claro de aplicación correcta del leni- nismo fue la revolución china, en la cual la ins- tauración plena de una sociedad socialista se en- cuentra lejana36. No menos aleccionador fue la revolución cubana, ejemplo más próximo para nosotros, a causa de la similitud del desarrollo ca- pitalista, o mejor, del subdesarrollo capitalista37. Conforme a todo lo expresado anteriormente se comprende que el error de la dirección del PCV en aquella oportunidad tuvo otros orígenes que sería interesante investigar. Tal como tendremos oportunidad de anali- zarlo más adelante, esta política seguidista del PCV frente a la burguesía se mantuvo hasta co- mienzos de mil novecientos sesenta, cuando ya había perdido dos preciosos años en los cuales de- bió impulsar el movimiento revolucionario en forma independiente del influjo de la burgue- sía.38 El despertar de la dirección del PCV se pro- duce a causa de la revolución cubana que demos- 36 El tomo 11 de esta obra de Fuenmayor se terminó de escribir en mayo de 1984, cuando aún era incipiente el controversial proceso de «Reforma y Apertura» ini- ciado por Deng Xiaoping a finales de 1978, así que es difícil saber si lo incluía en esta valoración (N. de la Edit.) 37 Los Partidos Comunistas de la región caracterizaron: «Puesto que el imperialismo norteamericano es el enemigo principal y común, la estrategia y la táctica de la Re- volución en América Latina […] pasan por el antimperialismo», por lo que «las fuer- zas que en Cuba habían trabajado por el ideario marxista-leninista […] realizaron una unidad que constituye un ejemplo para todos los movimientos revolucionarios de América Latina», y que «nuestros pueblos –como lo indica el ejemplo cubano– sólo serán movilizados […] mediante profundas transformaciones que muestren en la práctica a los trabajadores, del campo y la ciudad, a los intelectuales y profesio- nales, que ésa es su revolución.» (Declaración de la Conferencia de los Partidos Co- munistas de América Latina y del Caribe, Comisión Nacional de Propaganda del PCV, Caracas, 1975, pp. 38, 15, 37). Todo lo cual fue expresado aún más claro por los cubanos: «la vía de orientación socialista en general, no es aplicable en nuestro continente. En los países latinoamericanos debe producirse la revolución de libera- ción nacional, agraria y antimperialista y transformarse posteriormente en socia- lista. Experiencia confirmada por la Revolución Cubana.» (Manual de estudio de comunismo científico, Editora Militar, La Habana, 1984, p. 133) (N. de la Edit.) 38 Casi cuatro décadas después, con otros hombres pero con la misma vocación se- guidista ante la burguesía –en particular ante la pequeña burguesía–, la direc- ción del PCV hipotecó la independencia del Partido y lo subordinó al socialrefor- 34
tró cómo era posible que la clase obrera conquis- tara el Poder, con la vista puesta en el futuro so- cialista de la sociedad, pero ya era demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido. Como se verá entonces, se pasó bruscamente de una polí- tica de apoyo total al gobierno de la coalición, presidido por Rómulo Betancourt, al desate de un movimiento de guerrillas, urbanas primero y ru- rales después, que finalmente terminaron en la derrota y el desastre. Los dirigentes del PCV desperdiciaron una bri- llante oportunidad de haber avanzado rápida- mente en el camino hacia el Poder, ofuscados por un pretendido temor al retroceso perezjimenista y a que se produjeran nuevos golpes de Estado que amenazaran las libertades públicas conquis- tadas el 23 de enero. A la caída de Pérez Jiménez siguió un período en el cual los comunistas reali- zaron una gran penetración en el seno de las ma- sas populares, en los sindicatos obreros, en los li- ceos y en las universidades, aunque en gran me- dida limitado a la ciudad de Caracas y lugares cir- cunvecinos. En las provincias, su fuerza no era muy notoria, tal como ocurría en los centros de producción petrolera en los cuales antaño tu- viera el asiento principal de su poder. Escasa o casi nula era su influencia y organización entre las masas pobladoras del campo [que para enton- ces rondaban el 40% de la población del país], y mista «proyecto político histórico levantado por [Hugo] Chávez», por cuya reivin- dicación se distanció del gobierno de Nicolás Maduro en agosto de 2020 (véase Réplicas a Diosdado. En defensa del proyecto comunista, Editorial Aurora, Caracas, 2023, p. 24); completando ya 25 preciosos años desperdiciados, y la cuenta con- tinúa (N. de la Edit.) 35
esto constituía, sin duda alguna, la más grande de sus debilidades. Con todo, el visible creci- miento de la influencia del PCV en el centro del país era visto con alarma por toda la burguesía, que bien pronto procedió a sellar un pacto, en Punto Fijo, residencia del doctor Caldera, entre los partidos que representaban sus intereses, lo cual ocurrió el día 31 de octubre del propio año de 1958. A pesar de la postura de apoyo asumida por el PCV frente a dicho Pacto de «Punto Fijo»39, la burguesía pensaba que sus avances en el seno de las masas significaban una amenaza para los in- tereses del capitalismo venezolano. El ascenso al Poder de Rómulo Betancourt significó la implan- tación de una abierta política anticomunista que no se compaginaba con la actitud pasiva y segui- dista adoptada por el PCV frente a la burguesía y su gobierno40. Por el contrario, arreciaban a cada momento los ataques verbalistas y las segrega- ciones decretadas por Betancourt desde la Presi- dencia de la República. En ese período, cada vez que URD daba demostraciones de inconformidad 39 Véase la segunda parte de la nota 9 (N. de la Edit.) 40 Betancourt, en su discurso de asunción presidencial, el 13 de febrero de 1959, puntualizó: «De ese pacto [de Punto Fijo] fue excluido el Partido Comunista, por decisión razonada de las organizaciones que lo firmaron. […] la filosofía política co- munista no se compagina con la estructura democrática del Estado venezolano»; sin embargo, en noviembre de ese año, el 21º Pleno del Comité Central (CC) del PCV señaló que el Gobierno «Se constituye sobre el principio de un compromiso coalicionista entre las direcciones de AD, URD y Copei (Pacto de Punto Fijo) que tiene por base una declaración programática de gobierno con elementos progresistas», y que «somos contrarios a la ruptura de la coalición […]. Pero estimamos que sería deseable su evolución hacia la izquierda donde tengan cabida otros sectores más progresistas, inclusive los comunistas» (El Nacional, 11 de noviembre de 1959). De hecho, después de que en enero de 1960 Betancourt enviara a trabajos forzados en Guayana a un centenar de «agitadores», incluidos militantes comunistas, el 23º Pleno del CC, en mayo de ese año, planteó «El camino para el fortalecimiento del gobierno» mediante «un cambio de Gabinete donde se robustezcan los elemen- tos progresistas para adelantar una política popular», y que «el mantenimiento de la coalición debe estar supeditado a la idea central de que ella es para avanzar por el camino progresista de dar satisfacción a las necesidades populares.» (Tribuna Popular, 13 de mayo de 1960) (N. de la Edit.) 36
con la línea impuesta por Betancourt, el PCV des- tacaba sus comisiones para convencer al doctor Jóvito Villalba de que no debía abandonar la coa- lición, porque podría sobrevenir un nuevo golpe de Estado. De modo que el PCV era el mejor guar- dián de la unidad pactada por la burguesía gober- nante, no obstante que el gobierno era declarada- mente anticomunista. Tal actitud era completa- mente incomprensible para muchos militantes revolucionarios. Con la firma del Pacto de «Punto Fijo» había quedado definitivamente muerta y enterrada la política de Unidad Nacional que se implantó para derrocar a Pérez Jiménez. Sin embargo, el Partido Comunista no lo entendió así, y continuó con sus llamamientos y posturas unitarios creyendo que, en realidad, todavía estaban vigentes las posibili- dades unitarias de antaño, esto es, de finales de 1957 y comienzos de 1958. […] *** 37
Apéndice Entrevista realizada el 31 de enero de 1980, por el desta- cado historiador Agustín Blanco Muñoz, quien, en los proyec- tos de investigación que encabezó, le hizo 16 entrevistas al di- rigente comunista (seis en 1980, ocho en 1987 y dos en 1988). Agustín Blanco Muñoz, Comunista por siempre. Habla Eduardo Gallegos Mancera, Cátedra Pío Tamayo, Caracas, 2009, pp. 39-40, 62-64. Se logró el objetivo: el derrocamiento. Entonces surge el primer error, y esto es lo más importante a señalar. Se había forjado la línea de la unidad nacio- nal para el derrocamiento de la dictadura, y esa línea era correcta. Pero una vez logrado su objetivo, esa misma línea debía ser cambiada casi de inmediato, para crear una nueva correlación de fuerzas, un nuevo agrupamiento contra el enemigo fundamen- tal, en este caso el imperialismo y la oligarquía crio- lla asociada a ese imperialismo, que estuviese ligada o no a la dictadura. El error de derecha en que incu- rrimos fue el de haber continuado durante todo el año de 1958 con la línea de unidad nacional, sin ex- clusiones. Si no partimos de esa premisa, no enten- deremos de ninguna manera todo el proceso ulte- rior, ni podremos los autores del movimiento revolu- cionario realmente hacer una autocrítica cabal que explique muchas cosas que ocurrieron luego1, in- cluso el bandazo posterior de la derecha hacia la iz- 1 Trascurridos ya 65 años desde los eventos de 1958 y 43 años desde que Gallegos Mancera planteara este alerta, ni «los autores del movimiento revolucionario» ni 38
quierda. Me explico: nosotros estábamos luchando por la liquidación de ese baluarte de la reacción nacional e internacional que significaba la dictadura de Pérez Jiménez. Pero la nueva situación creada, no nos po- día conducir de ninguna manera a mantenernos en la colaboración de clases que fue el signo fundamen- tal de todo el año 1958. Esto nos llevó, por ejemplo, a aceptar, diría que incluso a auspiciar, la constitución de una Junta de Gobierno donde estuviera Eugenio Mendoza, representante de los monopolios criollos asociados con el imperialismo, un Blas Lamberti, que era y sigue siendo un funcionario del grupo Men- doza, sin que se reclamara lo que ha debido ser un imperativo en aquel momento: la participación de la Junta Patriótica en el gobierno, para que realmente estuviera representando al pueblo2 y pudiera abrirse camino hacia la transformación de mayor contenido revolucionario. […] […] Según me decía Rodolfo Quintero, dejar pasar el autobús de la revolución fue lo característico del PCV. La militancia del PCV vio pasar el vehículo en 1936 y no se montó. En 1958 repite la escena de la falta de vo- cación de poder. ¿Qué piensas de esto? […] Debo decir, para completar lo anterior y en- trar en materia con respecto a tu interrogante, que lo fundamental que ha debido hacerse a partir del mismo momento de la liquidación del régimen de Pérez Jiménez es forjar un nuevo acuerdo sobre la sus herederos políticos en la dirección del PCV asumieron esa correcta premisa, por lo cual tampoco se ha hecho «una autocrítica cabal» ni se ha podido entender «muchas cosas que ocurrieron luego» (N. de la Edit.) 2 La Junta de Gobierno que asume el mismo 23 de enero, estaba conformada sólo por militares (el contralmirante Larrazábal y cuatro coroneles), modificándose poco después con la incorporación de Mendoza y Lamberti, pero la Junta Patrió- tica, que tuvo un papel fundamental en el derrocamiento de la dictadura, no formó parte del Gobierno ni de sus decisiones (N. de la Edit.) 39
nueva situación existente: impulsar un nuevo tipo de unidad. Nosotros hemos debido, desde el mismo mo- mento del derrocamiento de Pérez Jiménez, crear una agrupación de fuerzas determinadas por un pro- grama, aunque no estuviera elaborado por escrito, adecuado al momento y que hubiera tenido por mira fundamental el poder. La noción de poder no la te- níamos para 1958, y esto es una falla imperdonable en un partido marxista-leninista. Nuestro partido ha sido marxista-leninista desde el momento de su fundación, pero esto no quiere de- cir que los que hemos dirigido ese partido hayamos sido marxista-leninista consecuentes en la práctica. La falla ideológica en nuestra dirección es algo abso- lutamente innegable. Para el momento mismo de la constitución del nuevo gobierno encabezado por Larrazábal, no se te- nía noción de lo que es la conquista del poder, ni una noción adecuada acerca del concepto de clases. No- sotros representábamos a la clase obrera, teníamos que propugnar las reivindicaciones de la clase obrera, en alianzas, sí, de acuerdo con la situación concreta, con otras capas sociales como el campesi- nado, la pequeña burguesía, y hasta con sectores de la burguesía no monopolista, que se ha dado en lla- mar progresista, poco a poco absorbida por la bur- guesía monopolista […] Nosotros hemos debido pedir la participación en el poder. No todo el poder porque era completamente irrealizable una acción de esa índole, toda vez que no había fuerzas para el momento mismo del 23 de enero como para construir un gobierno auténtica- mente revolucionario. Pero sí participar en el poder con el objetivo de alentar el movimiento de masas, 40
desde arriba y desde abajo, organizarnos más y me- jor para ampliar la participación revolucionaria en el gobierno, con el objetivo que ese movimiento de ma- sas se fortaleciera y presionara sobre las clases diri- gentes. Entonces debe quedar claro que nos falló eso que dijo en términos generales Rodolfo Quintero: en 1936 incurrimos en liquidacionismo partidista3. No tuvimos claro lo que debíamos hacer y nos dejamos arrullar un tanto por la presión de otros sectores de- mocráticos y progresistas que participaron con no- sotros. Pero es imperdonable que para 1958 no hu- biéramos tenido mayor claridad al respecto. Nos de- jamos influir por los cantos de sirena de la burguesía, sus alabanzas nos sonaban a golosina, los encuentros de sectores de la clase dominante con nosotros nos satisfacían, nos halagaban, y terminamos envueltos en esa madeja de elogios y cuando insurgimos contra eso, ya era tarde. Intervención preparada, con fecha 3 de mayo de 1994, para el Pleno del Comité Central del PCV que se aprobó reali- zar para discutir los errores cometidos durante el proceso de lucha armada en la década de los sesenta, el cual nunca se hizo. Alonso Ojeda Olaechea, Dos nombres. Una vida de acción y pasión, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 1999, pp. 170-171. 3 En la entrevista del 1 de julio de 1987 (p. 405), acerca del liquidacionismo en 1936, Gallegos Mancera puntualiza: «entiendo por el término la no aparición del Partido Comunista como tal, y su enmascaramiento dentro de un partido legal. Eso fue la Unión Popular Venezolana [UPV].» (N. de la Edit.) 41
El Pleno de la Victoria1, que se realiza en San An- tonio de Los Altos, creo que en marzo de 19582, no es- tuvo a la altura de las necesidades políticas, al balan- cear la victoria del Partido y del pueblo venezolano en la caída de la dictadura, o mejor dicho, en el de- rrocamiento de la dictadura por el movimiento cí- vico-militar del 23 de enero. El principal error de este Pleno fue no precisar nuevos objetivos políticos y sociales, que sirvieran de bandera en las nuevas luchas que estaban plantea- das, y que si éramos consecuentes con la posición que habíamos sostenido, debíamos precisar nuevos objetivos en función de profundizar las conquistas alcanzadas al derrocar la dictadura: libertad de los presos políticos, legalidad de los partidos políticos, li- bertad de prensa, legalidad del movimiento sindical, manifestaciones populares, etc. En este Pleno continuó privando la falta de obje- tivos de poder y cierto conformismo con el Gobierno que se había instalado en Miraflores, presidido por Larrazábal. Allí hemos debido plantear la necesidad de darle entrada en el Gobierno a todas las fuerzas que ha- bían participado en la resistencia y en la lucha con- tra la dictadura, puesto que no era correcto ni justo que ni siquiera la Junta Patriótica tenía representa- ción en el Gobierno.3 Debimos haber planteado el carácter y los límites de la unidad, en función de no solamente mantener 1 En referencia al 15º Pleno del Comité Central del PCV, que fue el primero después del derrocamiento de la dictadura. El Pleno anterior (el 14º) se había realizado en septiembre de 1957 (N. de la Edit.) 2 Otros autores señalan que fue en abril de 1958 (N. de la Edit.) 3 Para ese momento ya habían pasado dos meses desde la huida de Pérez Jiménez y la simultánea instalación de la Junta de Gobierno, por lo que parece evidente que el error de «la falta de objetivos de poder» se arrastraba desde 1957, cuando no se previó qué hacer ni cómo asumir las riendas del país al caer la dictadura (N. de la Edit.) 42
las conquistas logradas, sino ampliarlas con los nue- vos objetivos que las masas populares estaban de- mandando. No creo que estos objetivos eran fáciles de lograr, pero apoyados en el pueblo y en las experiencias de nuestra larga lucha y firme resistencia contra la dic- tadura, reconocida por todos los sectores, debimos haberlo planteado, como era lo correcto en ese mo- mento. No lo hicimos, y nos conformamos con las prome- sas de celebración de elecciones y particularmente la relativa a la entrega de tierras nacionales a los cam- pesinos, que comenzaban a presionar para que se hi- ciera la Reforma Agraria, hechas por Larrazábal. Es cierto que este Pleno se realizó en un ambiente de amenazas de golpe de Estado por parte de Castro León, ministro de la Defensa, lo cual influyó para no plantear objetivos que pudieran crear problemas al nuevo Gobierno y que pudieran debilitarlo, lo cual no justificaba esta actitud, ya que las consignas de pro- fundización de las conquistas logradas influiría en un mayor apoyo popular en la lucha antigolpista. No sé por qué los errores políticos de este Pleno no aparecen en los orígenes de muchos de los proble- mas que posteriormente se presentaron.4 De haberse planteado nuevos objetivos, como los señalados, el Partido habría tenido continuidad en la orientación de su política, y las masas, que ya organizadamente comenzaban a participar en la lucha, habrían tenido una orientación correcta para incorporarse a la lu- cha. Además, el anticomunismo habría sufrido un 4 Seguramente porque estos errores políticos señalan directamente a la propia di- rección del PCV, carente de autocrítica, y no puede excusarse atribuyéndolos a alguien más u otra circunstancia. Y hay que resaltar que esa preocupación de Ojeda Olaechea la expresó hace 29 años, cuando ya habían pasado 36 años desde 1958; y aquellos errores siguen sin figurar en la «historia oficial» del PCV (N. de la Edit.) 43
revés si esta política triunfaba. En cuanto a mí, debo decir con toda honestidad que en dicho Pleno no vi claro las cuestiones que hoy señalo como errores. Creo que las decisiones de ese Pleno se tomaron por unanimidad. De manera que todos fuimos responsables de esos gravísimos erro- res, que pusieron de manifiesto nuestra inmadurez política y debilidad ideológica5. Entrevista realizada en el marco de la investigación «La violencia en la Venezuela reciente: 1958-1980», patrocinada por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH) y el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IIES) de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Agustín Blanco Muñoz, La lucha armada: hablan cinco je- fes, UCV-FACES, Caracas, 1980, pp. 40-42, 49-50. […] Yo lo viví, y tengo la vivencia completa de cómo se iba realizando en el partido eso que llama- mos el complejo de culpa. Lenin dijo: después de un error de derecha los revolucionarios tendemos, por complejo de culpa, a caer en un error de izquierda, y ese es el extremismo, el aventurerismo. Y eso fue lo que nos pasó a nosotros. […] yo considero que nuestros errores no son tan graves en el 23 de enero propiamente. Pero son erro- 5 El primer aspecto (inmadurez política) es muy llamativo –si no alarmante– que se plantee, tomando en cuenta que todos los miembros del Buró Político tenían más de 20 años de activa militancia, por eso Gallegos Mancera dijo que «es im- perdonable que para 1958 no hubiéramos tenido mayor claridad» (p. 41). El se- gundo aspecto (debilidad ideológica), es uno del que históricamente han adole- cido las direcciones del PCV, por lo que es muy factible que haya sido determi- nante (N. de la Edit.) 44
res porque al cambiar la situación, nosotros tenía- mos que haber cambiado, haber profundizado en nuestras consignas, y no quedarnos simplemente en las consignas que veníamos editando para derrocar a Pérez Jiménez: que si Unidad, que si Elecciones Li- bres, y esas cosas. Teníamos que plantear algunas necesidades materiales de las masas que eran reali- zables. En ese sentido, ese primer error no fue grave, pero fue un error1. Pero después hubo graves errores que no están suficientemente analizados en los do- cumentos de nuestro partido. Quizás yo aquí me ex- tralimite un poco al dar opiniones un poco persona- les y que tú usarás con discreción. Pero intentaré de- cirte cómo vi yo esa experiencia. Uno de los momentos en que se expresaron estos errores en una forma práctica, que demuestra que nos faltó contundencia, visión, agresividad, al PCV y a todo el movimiento popular, fue cuando Castro León insurge siendo ministro de la Defensa, en julio del 58. Fue cuando se produjo aquel choque entre La- rrazábal, apoyado por el pueblo y los partidos políti- cos y la mayoría del ejército que apoyaba a Castro León. Cuando la situación se resuelve a favor de La- rrazábal, ya todo el pueblo estaba preparado para pe- lear. Y nosotros vimos a Caracas tomada por el pue- blo y sin embargo no fuimos capaces de imponer un cambio en el gobierno2. Y era evidente que se podía lograr, no un cambio revolucionario, pero sí un cam- bio de cierta importancia, por el poder popular que teníamos y porque además no había al frente del go- bierno una personalidad recia. Ese error nuestro fue 1 Desde la óptica de una mera política reivindicativa, para «plantear algunas nece- sidades materiales de las masas», podría asumirse que no fue tan grave el no «ha- ber profundizado en nuestras consignas»; pero fue el problema del poder lo que se definió «en el 23 de enero propiamente» y en los meses posteriores (N. de la Edit.) 2 En realidad, más que «no fuimos capaces», sería más exacto señalar que no se plantearon «imponer un cambio en el gobierno» (N. de la Edit.) 45
muy grave. […] Y hay que hacer destacar incluso que no supi- mos utilizar los recursos que había dentro de AD, como Raúl Ramos Giménez, Domingo Alberto Ran- gel, que eran líderes que después se demostró que eran antibetancouristas, pero que no pudieron im- pedir el triunfo de Betancourt. Ahora, estos errores, en los cuales lo fundamental fue la falta de agresividad en los momentos decisi- vos, fueron creando esa culpa a la que me refería. Y la sentían todos los dirigentes del Partido. Y entonces gana Betancourt las elecciones y el pueblo de Cara- cas se quiere alzar porque no acepta los resultados. Ese pueblo había votado en un 80% en contra de Be- tancourt y sin embargo lo ve elegido. Y entonces, protesta y se alza, no entiende ese triunfo. Y resulta que somos nosotros y todos los partidos quienes sali- mos a decir: señores, hay que respetar los resultados electorales. Y después de haber sostenido esta posi- ción, a menos de un año, le estamos pidiendo a ese mismo pueblo que ahora sí se alce contra Betan- court. Y en mi opinión esto fue un extraordinario disparate político. […] Y ese complejo de culpa, el haber advertido que nos habíamos equivocado el 23 de enero, du- rante ese año 58, y cuando las elecciones, eso influyó psicológicamente en una forma extraordinaria. Claro, el complejo de culpa no es la causa fundamen- tal. Lo fundamental fue la falta de dominio de la realidad nacional, la falta de altura ideológica3. […] Es evidente que esas masas estaban por en- cima de nosotros. No hay duda. Ese es precisamente el error. Había capacidad en las masas para lograr 3 En este aspecto coincide con Gallegos Mancera (p. 40) y con Ojeda Olaechea (p. 44), pero agrega «la falta de dominio de la realidad nacional» (N. de la Edit.) 46
determinados objetivos, pero no hubo la orientación política correcta4. Y esa orientación política hubiera significado algunos cambios en el gobierno, que des- pués hubieran dado paso a cambios en el Estado. Pero un cambio de gobierno hubiera alterado la his- toria de este país. Te advierto que no estoy compro- metiendo la opinión del partido, te estoy hablando a partir de mis reflexiones personales. Pero el simple cambio que hubiera significado el hecho de que no se hubiesen producido las elecciones se hubiera tradu- cido en que Betancourt no hubiera ganado las elec- ciones. Y otra cosa habría sido la historia de Vene- zuela, en esta época. Fragmento de sus memorias, escrito a mediados de la dé- cada de los años ochenta. Jesús Faría, Mi línea no cambia, es hasta la muerte, Edicio- nes Cofae, Caracas, 2010, pp. 208-212. […] El andamiaje de la dictadura, irrompible al pa- recer –de hecho lo fue durante una década–, fue de- rribado el 23 de enero de 1958 por el colérico empuje obrero y popular1. […] No obstante, no pasó mucho tiempo después de la victoria de enero sin que Betancourt y el resto 4 Aquí sí es mucho más claro al reconocer que la dirección del PCV no tuvo una «orientación política correcta» (término también empleado por Ojeda Olaechea, p. 43); pero casi de inmediato deja sentado que no es la opinión «oficial» (N. de la Edit.) 1 Y con el decisivo papel jugado por sectores militares que se movilizaron y le hi- cieron saber a Pérez Jiménez que ya no contaba con el unánime apoyo de las Fuerzas Armadas, por eso Ojeda Olaechea correctamente lo denomina «movi- miento cívico-militar» (p. 42) (N. de la Edit.) 47
de los dirigentes políticos de la burguesía, grande y pequeña, empezaran una labor de sabotaje contra la Junta Patriótica, solapada al principio y luego ya en forma abierta. La Junta Patriótica expresaba la uni- dad nacional sin distingos de ninguna clase. Y esto no era grato a los americanos ni a quienes servían los intereses de éstos.2 […] En medio de una enorme carga emocional me en- cargué de la Secretaría General que me había sido asignada, en ausencia, siete años antes3. […] Ese 23 de enero obtuvimos una gran victoria po- pular sobre los peores agentes del imperialismo. Por desgracia –y en parte debido a errores propios– deja- mos escapar aquellas conquistas. Subestimamos lo que habíamos conseguido, malbaratamos un pre- cioso tesoro: la unidad obrera y popular, la plena li- bertad. Se fabricaron chistes de mediocre factura contra la política de Larrazábal. Y tomamos los cami- nos del hundimiento4. Como veremos más adelante, esta derrota ha sido totalmente desvirtuada por quienes años después criticaron al PCV porque no había emprendido, sobre la marcha, la lucha armada por el poder para la clase obrera, tentativa que se emprendió después con los resultados conocidos.5 […] 2 Tomando en cuenta que en la madrugada del propio 23 de enero se instaló la Junta de Gobierno que asumiría la conducción del país, al margen de la Junta Patriótica y sin que ésta –incluyendo al PCV– reclamara el papel preponderante que se había ganado (como lo reconoce Ojeda Olaechea, p. 42), la narrativa de Faría pareciera ser mera retórica (N. de la Edit.) 3 Véase la nota 25 del texto central (N. de la Edit.) 4 Aunque no queda claro a qué «caminos del hundimiento» se refiere ni cuándo se siguieron, es de presumir que salta hasta la política de lucha armada, la cual se- ría asumida recién en 1961 (N. de la Edit.) 5 Por lo visto, pasados casi 30 años, Faría sólo seguía concibiendo dos posibles ca- minos en 1958: el «error de derecha» del seguidismo y la colaboración de clases, o el «error de izquierda» de una lucha armada rural prolongada y sin condiciones objetivas ni subjetivas, que fue la «tentativa que se emprendió después» (N. de la Edit.) 48
El año 1958 fue aprovechado para la reorganiza- ción de los partidos políticos, los cuales habían sido golpeados sistemáticamente por la represión policial de la dictadura. En lo que respecta al PCV, cuando emergió de la profunda clandestinidad tendría ape- nas unos seiscientos activistas. […] El Partido Comunista, guiado por la sabiduría po- lítica y el carisma del camarada Gustavo Machado, se transformó de la noche a la mañana. Rápidamente se montó en el potro de los diez mil militantes, que po- nían en circulación semana tras semana cien mil co- pias de Tribuna Popular. Teníamos una línea política coherente, armoniosa, de masas y unidad popular6. […] El prestigio de los comunistas entre las masas era extraordinario, nos medían por la elevadísima cuota de sacrificio aportada en la lucha contra la dicta- dura, por nuestra disciplina y, además, por la acer- tada política revolucionaria que aplicábamos7. […] Durante el año de gobierno provisional presidido por el contralmirante Larrazábal y luego por el doc- tor Sanabria, tuvieron lugar tentativas de golpes de Estado, las cuales fueron derrotadas con el pueblo en las calles dirigido, en lo fundamental, por el PCV, por su periódico, Tribuna Popular, y por su dirigente más representativo, el camarada Gustavo Machado, quien denunció a tiempo y valerosamente las ame- nazas militares reaccionarias contra las libertades populares. La primera intentona se produjo en julio. Un pro- nunciamiento militar encabezado por el entonces 6 Está claro que esta frase denota una ausencia absoluta de autocrítica y una visión idealista acerca de lo ocurrido en 1958 (N. de la Edit.) 7 ¿Una «acertada política revolucionaria que aplicábamos»? No es la opinión perso- nal de Gallegos Mancera (p. 39) ni Ojeda Olaechea (p. 43), incluso tampoco la de Ortega Díaz (p. 47) (N. de la Edit.) 49
ministro de la Defensa, el general Castro León, es de- rrotado sin derramamiento de sangre mediante la huelga general y el apoyo popular a la Junta de Go- bierno. En septiembre ocurre otro intento de golpe mili- tar y fracasa también, pero esta vez sí hubo muchas bajas en las filas populares. En la política venezolana apareció un hecho nuevo por completo: ahora el pueblo peleaba en forma resuelta y voluntaria al lado del gobierno8. Después de cada una de estas tentativas golpistas, contra las cuales se utilizó la huelga general y las ba- rricadas, la moral de combate de las masas se elevaba a un grado superior9. Las Fuerzas Armadas Naciona- les, en particular la Marina de Guerra, fraternizaban con el pueblo movilizado10. En toda la historia republicana de Venezuela qui- zás no hubo nunca una amistad camaraderil tan sen- cilla y sincera entre el pueblo y las Fuerzas Armadas, como la que existió en 1958.11 8 ¿«el pueblo peleaba en forma […] voluntaria al lado del gobierno»? Pero, unas líneas más arriba Faría afirmó que las tentativas golpistas contra la Junta de Go- bierno «fueron derrotadas con el pueblo en las calles dirigido, en lo fundamental, por el PCV» (N. de la Edit.) 9 Sin embargo, lo que no dice Faría es que la dirección del PCV –que él encabezaba– desperdició la oportunidad de esa elevación de «la moral de combate de las ma- sas» y que las apaciguó en favor de la estabilidad del Estado burgués (N. de la Edit.) 10 Esta lectura, sobre la supuesta fraternidad FFAA-pueblo movilizado, es contraria a la expresada por Ortega Díaz (p. 45) (N. de la Edit.) 11 Con estas líneas podría deducirse la paternidad de aquella aberración acerca de que las Fuerzas Armadas eran «el brazo armado del pueblo» (p. 22) (N. de la Edit.) 50
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