Important Announcement
PubHTML5 Scheduled Server Maintenance on (GMT) Sunday, June 26th, 2:00 am - 8:00 am.
PubHTML5 site will be inoperative during the times indicated!

Home Explore Libro-Cristo es Rey

Libro-Cristo es Rey

Published by UPAEP, 2019-11-21 17:16:46

Description: Libro-Cristo es Rey

Search

Read the Text Version

En la portada: Pantocrátor del Sinaí, icono que se encuentra en el Monasterio de Santa Catalina, en el Monte Sinaí, Egipto. Data del siglo VI. Muchos han visto el sorprendente parecido de la figura de Cristo en este icono y en la Sábana Santa, siguiendo la leyenda de la veneración desde antaño de la Santísima Faz en Edesa. “Pantocrátor” significa “Todopoderoso”, un reconocimiento de la Realeza de Cristo que, junto con la imagen de Jesús Buen Pastor, fueron de las primeras representaciones de Nuestro Señor. El centro de la pintura es el Rostro de Jesucristo, sin ninguna distracción al espectador. Recuerda los valores de la iconografía griega de los tres círculos: el primero en la parte encarnada del rostro, el segundo en la cabellera y el tercero en el nimbo o aureola que simboliza la excelencia y santidad. La mano bendiciendo ha sido conservada por la tradición a lo largo de los siglos. Mantiene en su brazo izquierdo el Evangelio, la Buena Nueva que ha traído al mundo.

Emilio José Baños Ardavín | Rector Eugenio Urrutia Albisua | Vicerrector de Posgrados e Investigación Mariano Sánchez Cuevas | Vicerrector Académico Luis Fernando Roldán | Director de Formación, Cultura y Liderazgo Johanna Olmos López | Directora de Investigación Diseño gráfico y editorial: Iris Arlett Pavón Luna Cristo es Rey Derechos reservados® por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, A.C. Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio. Se autorizan breves citas en artículos y comentarios bibliográficos, periodísticos, radiofónicos y televisivos, dando al autor y al editor los créditos correspondientes. Primera edición, 2019 Impreso en México ISBN: 978-607-8631-13-1 ® Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla 21 Sur 1103, Barrio de Santiago 72410 Puebla, Pue. www.upaep.mx Nihil obstat: Mons. Felipe Pozos Lorenzini





LOS SÍMBOLOS Y SUS SIGNIFICADOS Reflexión tuitera. Líderes que cambiaron al mundo. Una pizca de cultura. 6

7

UN ENCUENTRO QUE NOS TRANSFORMA J esús convivió con sus discípulos durante varios años. En ese tiempo, ellos tuvieron la maravillosa experiencia de conocer su doctrina, de ver sus milagros, de presenciar el misterio del amor y la misericordia, en sus vidas y en las vidas de todos los demás. Este encuentro con la persona de Cristo los transformó, su sentido de vida ya no era aburrido o vacío, sino que era nuevo, era grande, era esperanzador. Ellos comprendieron que sin Cristo no hay a dónde ir, porque todo lo demás es fantasía o ideología, de ahí que Pedro expresara contundentemente: 8

“Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú Que nadie tienes palabras de Vida eterna”(Jn venga a 6,68). A todo lugar que iba, Jesús ti sin irse predicaba el Reino de Dios (cf. mejor y Mt 4,23) anunciando la Buena más feliz”, Noticia a los pobres, sanando los repetía corazones, liberando a los oprimidos Santa y devolviendo la vista a los ciegos (cf. Teresa de Lc 4,18). Calcuta. Cuando leemos los Evangelios podemos ser testigos de este encuentro que transforma. Y podemos comprender cómo después –tal como se relata en los Hechos de los Apóstoles– los discípulos de Jesús, llenos del Espíritu Santo, eran valientes y llenos de arrojo, predicaban la Buena Noticia del Reino (cf. Hch 28,31) hablando todas las lenguas (cf. Hch 2,4). Hoy los lenguajes siguen siendo múltiples (desde los digitales hasta los científicos) y por ellos la Iglesia –tú, yo, nosotros– ha de seguir 9

transmitiendo a todos los hombres la @Pontifex_ alegría de la salvación. Y ayer como es: Papa hoy este milagro vuelve a repetirse. Francisco, Jesús nos entrega transformados al (12-05-2019) Padre; quiere contar con nosotros, “Dios ha limitados e imperfectos, para formar puesto en la un Reino para Dios (cf. Ap 1,6), un creación y Reino que no es de este mundo (cf. en nuestro Jn 18,36) y, por tanto, no hay en él corazón este la lógica del poder, la corrupción o proyecto: que la ambición; sino la del servicio, la le amemos a alegría y el don. (cf. Papa Francisco, Él, a nuestros Ángelus 22 nov 2015). hermanos y al mundo entero; encontremos la verdadera felicidad en este amor”. 10

11

UN REY MUY DISTINTO E l Papa Pío XI, cuando instituyó la solemnidad litúrgica de Cristo Rey en 1925, nos recordaba que Cristo reina en nuestras inteligencias en cuanto Él es la Verdad; reina en nuestras voluntades porque las motiva e inspira a los más altos propósitos; y reina en nuestros corazones porque con inmensa ternura y caridad se hace amar por el hombre, para que el hombre encuentre así la paz (cf. Quas primas, 6). Jesús es un Rey de paz y de justicia, que defiende a los humildes y socorre a los pobres (cf. Sal 72); Él realmente nos libera de nuestras esclavitudes y vicios, nos rescata de una vida de violencia, tristeza e insatisfacción 12

“Rey de reyes y Señor de señores” para hacernos herederos de su Reino y partícipes de su felicidad. Cristo es un Rey muy distinto a nuestras expectativas: siendo todopoderoso, “se anonadó a sí mismo” (Fil 2,7); siendo la Vida, murió en la Cruz; siendo Dios, se hizo hombre. Concebir así a Cristo, Rey del Universo –“Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19,16) – nos sigue desconcertando. Como recordaba sabiamente Benedicto XVI: “Aún hoy, como hace 2000 años, acostumbrados a ver los signos 13

de la realeza en el éxito, la potencia, el dinero o el poder, tenemos dificultades para aceptar un rey así, un rey que se hace servidor de los más pequeños, de los más humildes, un rey cuyo trono es la cruz (…) Para él, reinar es servir. Y lo que nos pide es seguir por este camino para servir, para estar atentos al clamor del pobre, el débil, el marginado. El bautizado sabe que su decisión de seguir a Cristo puede llevarle a grandes sacrificios, incluso el de la propia vida” (Homilía, 20 nov 2011). Cristo Rey ama totalmente e invita a amar así. Quiere contar con nosotros para seguir construyendo su Reino de justicia, paz y amor allí Karol donde estamos: en nuestra familia, Wojtyla, quien nuestro barrio, nuestra Universidad, llegó a ser el nuestro México, recordando, ante “Papa Juan todo, que “el Reino de Dios no Pablo II”, es un concepto, una doctrina nació en 1920 o un programa sujeto a libre en Polonia. elaboración, sino que es ante Escribió 14 todo una persona que tiene encíclicas el rostro y el nombre de Jesús durante sus de Nazaret” (Juan Pablo II, 26 años de Redemptoris missio, 13). pontif icado. Su amor por 14 los jóvenes lo llevó a crear las Jornadas Mundiales de la Juventud.

15

SU REINO NO ES UNA UTOPÍA El término Hay una hermosa afirmación del concilio Concilio Vaticano II que dice así: proviene “el hombre, única criatura terrestre del latín a la que Dios ha amado por sí mismo, “concilium” no puede encontrar su propia y quiere plenitud si no es en la entrega sincera decir “junta de sí mismo a los demás” (Gaudium o congreso”. et spes, 24). Si analizamos nuestras El Concilio vidas con honestidad, tenemos Vaticano II que reconocer que cuando no nos fue convocado hemos entregado a los demás, nos por San Juan sentimos insatisfechos y frustrados. XXIII para El egoísmo no nos deja un saldo ref lexionar favorable al final de la jornada; en sobre el cambio, como dice Jesús: “el que desarrollo de la pierda su vida por mí, la encontrará” fe en el mundo, (Mt 10,39), es decir, la lógica del don, la renovación por paradójico que parezca, es el de la vida de camino por el cual terminamos siendo la Iglesia y más felices, auténticamente dichosos. crear mejores relaciones 16 con otras religiones.

Y así como sucede en el ámbito personal, es de esperarse que ocurra en el orden social. Una sociedad no alcanza su propia plenitud si no sale de su ensimismamiento y va al encuentro de Cristo Rey y al encuentro de los demás. Poner a Cristo en el centro de nuestra vida social significa que hagamos economía, política, derecho, ciencia, arte, tecnología, educación, cultura… desde el Evangelio: orientar estas realidades temporales a Jesús. Y aunque al final de los tiempos el Cordero inmolado (cf. Ap 5,12), como Señor de la historia, consumará su señorío, nuestro empeño presente no es una utopía, sino una realidad, pues es Dios quien actúa, renueva y transforma todo lo humano, si el hombre se empeña en sintonizarse con Su Voluntad. Cierto, quiere contar con nosotros, pero Él es el constructor, por eso no nos cansamos en vano (cf. Sal 126,1). 17

A los laicos corresponde “iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo” (Lumen gentium, 11). Cristo es Rey Universal, esto es, reina en lo espiritual y también en lo temporal, en lo individual y lo social, en lo público y en lo privado; no pongamos trabas a su amor que todo lo eleva y perfecciona, más bien invitémoslo a reinar en nuestra vida ordinaria, en el aquí y ahora de nuestro proyecto de vida. Un canto tradicional reza así: Tú reinarás, este es el grito que ardiente exhala nuestra fe.” 18

19

EL AGRADECIMIENTO QUE DEBEMOS AL REY Todo cuanto tenemos es don. Lo más bello que nos ha ocurrido en nuestra historia nos ha sido dado gratuitamente: la vida, la familia, la amistad, la salud, los talentos que nos distinguen. “Todo es gracia, todo es don gratuito de Dios y de su amor por nosotros” (Francisco, Ángelus, 8 dic 2014). Cristo, Rey bueno, nos ha dado todos los talentos y nos ha concedido innumerables favores. Ir al encuentro de Nuestro Rey es ir desde el agradecimiento de quien se sabe amado inmerecidamente. En realidad, no somos nosotros quienes lo elegimos Rey en nuestras vidas, sino que es Él quien toma la iniciativa y nos invita a su Reino y nos convida de su mesa. 20

Por Cristo, Rey del universo, fueron creadas todas las cosas (cf. Jn 1,3) y en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo (cf. 1 Cor 5, 19). Mi creación y mi salvación se deben a mi Dios, a mi Amor, a mi Rey. ¿Cómo no habré de concebir mi vida desde el agradecimiento? O como dice el salmista “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 116, 12). Si un buen siervo ama a su señor y obedece a su rey, ¡con cuánta mayor razón no debemos nosotros honra y gloria al Rey de reyes, al Señor de los señores! (cf. 1 Tim 6,15) Esta actitud la hemos aprendido de Nuestra Madre, la Virgen María, Madre de Jesús, quien se goza en el Señor porque “miró con bondad la pequeñez de su esclava” (Lc 1, 48). 21

También debemos gratitud por el @ perdón recibido. Ante la negación Pontifex_es: original “non serviam” - “no te serviré” Papa Francisco (Jr 2,20) que se actualiza en cada (28-04-19) pecado que cometemos, nuestro “Si nuestros misericordioso Rey nos perdona, nos corazones infunde un espíritu nuevo y nos quita se abren a la el corazón de piedra para darnos uno misericordia, de carne (cf. Ez 36,26). “Eres tú mi si sellamos el Rey y mi Dios” (Sal 44,5), es lo que perdón con dice un corazón agradecido a Cristo un abrazo cuando ve su gloria y majestad, su fraterno, ternura y misericordia, su sabiduría proclamamos y providencia. ante el mundo que es posible vencer el mal con el bien”. 22

23

PONERNOS AL SERVICIO DE NUESTRO REY Un corazón agradecido se consagra por entero a la misión que le ha sido encomendada. Como afirmaba Pío XII: “No hay necesidad más urgente, venerables hermanos, que la de dar a conocer las inconmensurables riquezas de Cristo (Ef 3,8) a los hombres de nuestra época. No hay empresa más noble que la de levantar y desplegar al viento las banderas de nuestro Rey” (Summi Pontificatus, 5). Todos los bienes recibidos hacen que el cristiano se sienta urgido a 24

compartir la Buena Nueva del Reino a los demás: con su palabra, con sus obras, con su testimonio de vida. Pertenecemos a la estirpe de Dios (cf. Hch 17,28) y nos sentimos agradecidos y orgullosos de que, por una gracia inmerecida, Dios nos haya adoptado como hijos y nos haya hecho herederos de su misión regia. Esa es nuestra mayor honra, allí radica nuestra auténtica y más profunda dignidad. 25

¿Cómo desplegamos al viento las banderas de nuestro Rey? ¿Cómo pedimos, con nuestras acciones y súplicas, que venga a nosotros su Reino (cf. Lc 11,2)? Buscamos que renazca su Reino en todas partes consagrándonos a Él; implorando su gracia en cada momento; adorando su voluntad; haciendo actos de reparación por todas las ofensas que recibe; e incidiendo en los ambientes en que vivimos para que en ellos Cristo reine, comenzando por la familia, “primer campo en el compromiso social” y siguiendo por aquellos ambientes donde se requiere nuestra solidaridad “atenta a todas las necesidades del ser humano”, participando así en el vasto campo de la política, “El bien es decir, en “la multiforme y común abarca variada acción económica, social, el conjunto legislativa, administrativa y de aquellas cultural, destinada a promover condiciones de orgánica e institucionalmente el vida social con las cuales los bien común.” (Juan Pablo II, hombres, las familias y las Christifideles Laici, 42). asociaciones pueden lograr Ponernos al servicio de Cristo Rey con mayor también implica “el apostolado en plenitud y el medio social, es decir, el esfuerzo facilidad su propia 26 perfección.” (GS, 74,1)

por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes, y las estructuras de la comunidad en que uno vive” (Apostolicam actuositatem, 13); para esto Dios nos ha provisto de sus dones y gracias. A todo don recibido corresponde, ciertamente, la gratitud, pero también la responsabilidad. San Gregorio Magno decía: “aumentando los dones, crecen también las responsabilidades” (Hom., 9). En la parábola de los talentos (Mt 25,14- 30) está bella y dramáticamente reflejada nuestra vida pues, por una parte, todo es don, pero por otra, debemos empeñarnos en hacer fructificar todo cuando nos fue dado. Recordemos que “los cristianos son llamados a ser la luz del mundo. 27

La Iglesia manifiesta así la realeza El de Cristo sobre toda la creación y, Catecismo de la en particular, sobre las sociedades Iglesia Católica humanas” (Catecismo de la Iglesia expone la fe de Católica, n. 2105). nuestra Iglesia, su doctrina y Por último, toda responsabilidad nos vincula implica valentía. Santa Teresa decía en la misma en uno de sus poemas: espiritualidad para servir al mundo. “No haya ningún cobarde, aventuremos la vida, pues no hay quien mejor la guarde que el que la da por perdida.” 28

29

BUSCAR LA SANTIFICACIÓN DE LA VIDA A TRAVÉS DE LA CONSTRUCCIÓN DEL BIEN COMÚN Una persona que ha tenido un encuentro con Cristo no es indiferente a las realidades que le rodean. La Sagrada Escritura reclama con frecuencia el que nuestros ojos no quieran ver, nuestros oídos ya no escuchen o nuestro corazón se vuelva insensible (cf. Is 6, 9; Jr 5, 21; Mt 13, 15). Por el contrario, El fiel cristiano busca constantemente la transformación de las realidades terrenas orientándolas a Cristo (cf. Juan Pablo II, Ecclesia in America, 54). Allí donde hay enfermedad, pobreza, corrupción, soledad, ignorancia, pecado… allí el Señor quiere transformar esas realidades. Más aún, nuestro juicio final versará 30

sobre nuestra actitud y acción ante dichas realidades: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.” (Mt 25,24-26). Pero, “el Señor quiere construir su Reino con la colaboración de los hombres. Necesita personas decididas y valientes. (…) Cristo es el verdadero Rey. Él mismo va adelante, y sus amigos lo siguen. Un soldado de Cristo participa en la vida de su Señor. Esta es también la llamada que os corresponde a vosotros: asumir las preocupaciones de Cristo, ser su compañero. Así, vosotros aprendéis día tras día a «sentir» con Cristo y con la Iglesia” (Francisco, Discurso, 4 may 2015). 31

Participar activamente en transformar las realidades sociales y orientarlas a Cristo implica promover el bien común. Y, aunque en este mundo ninguna obra se identifica con el Reino, todas ellas reflejan y anticipan la gloria de ese Reino por venir. Allí donde estamos, de acuerdo con nuestra profesión y posibilidades, en nuestro ámbito concreto de acción, sentimos la común llamada: “Sé santo luchando por el bien común” (Francisco, Gaudete et exsultate, 14). El Corazón de Cristo Rey nos invita a ser santos aquí y ahora. Esta vocación, común a todos los fieles cristianos, se siente aún más intensa en quien tiene una posición de liderazgo, docencia o autoridad. 32

33

INJERTADOS EN CRISTO POR EL BAUTISMO Por el Bautismo hemos sido injertados en Cristo (cf. Rm 6, 4-5; Col 2, 12), para recibir de Él su savia y así ser fecundos. No podríamos trabajar por su Reino y no tendríamos fuerzas para hacerlo, si Él mismo no nos diera su Espíritu Santo el día de nuestro Bautismo. “Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1213). Los bautizados participamos de la misión sacerdotal, profética y real de Cristo. 34

Para Cristo, servir equivale a reinar” (cf. Lumen gentium, 36) Nosotros, por el Bautismo, somos “linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (1 Pe 2,9). Participar del “linaje regio” de Cristo equivale, pues, renunciar a la vida de pecado para renovarnos desde lo más profundo y revestirnos de Jesucristo (cf. Rm 13,14), practicando la compasión, la benevolencia, la humildad, la dulzura y la paciencia (cf. Col 3,12). Jesús reinó con humildad y a eso invitó 35

a sus discípulos: “Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.” (Jn 13,14). El día de nuestro Bautismo el sacerdote nos ungió con el Santo Crisma diciendo: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que te ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, te consagre con el crisma de la salvación para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey.” No dejemos de agradecer a Dios el don inmerecido del santo Bautismo, por el cual hemos sido misteriosamente sumergidos en la muerte de Cristo y renacidos en su resurrección. Y así como Cristo es Rey por herencia (es Hijo de Dios) y por conquista (nos redimió 36

e hizo suyos), así nosotros, por el Bautismo, participamos de esta doble dimensión regia: por ser hijos en el Hijo (cf. Ef 1,5) y por asociarnos a la obra de la redención (cf. Col 1,24). ¡En verdad que el Bautismo “es el más bello y magnífico de los dones de Dios”! (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3). Por el Bautismo participamos “de la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rm 8,21), que nos lleva a no temer y a ser audaces en el mundo, a declarar el señorío de Cristo sobre la historia. Al final del Evangelio de san Mateo se narra que Jesús les dijo a sus discípulos: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,18-20). Jesús resucitado, quien recibió todo 37

poder de cielo y tierra (es Rey Universal) es quien nos envía; el Bautismo nos habilita para anunciar, de palabra y de obra, la Buena Nueva y a hacer que todos los pueblos de la tierra sean discípulos de Cristo. Cuánta paz nos da saber que nuestro Rey nunca nos abandonará y estará con nosotros hasta el fin del mundo! 38

39

FORTIFICADOS EN LA EUCARISTÍA Sí, Jesús es quien propiamente construye el Reino y lo entregará al Padre al final de los tiempos (cf. Gaudium et spes, 39), y quiere contar con nuestra colaboración, aquí y ahora. Él mismo nos invita a aprender de su Palabra y a fortificarnos con su Cuerpo, formando, gracias a la acción de su Espíritu, una comunidad fraterna y alegre. La espiritualidad de quien pone a Cristo Rey en el centro de su existencia es profundamente eucarística, pues unidos a Cristo todo lo podemos (cf. Fil 4, 13), tal como Él mismo lo afirmó: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15, 5). “El Reino de Dios se hace, pues, presente ahora, sobre todo en la celebración del Sacramento de la Eucaristía, que es el Sacrificio del Señor. En esta celebración los frutos de la tierra y del trabajo humano —el pan y el 40

vino— son transformados misteriosa, aunque real y substancialmente, por obra del Espíritu Santo y de las palabras del ministro, en el Cuerpo y Sangre del Señor Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de María, por el cual el Reino del Padre se ha hecho presente en medio de nosotros.” (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 48). La Eucaristía nos capacita y hace valientes para hacer más justo y más bello este mundo. 41

Nos hace escuchar, ver y sentir con el corazón; nos hace más sensibles a las necesidades del prójimo y más dispuestos a trabajar por el bien común; nos reúne e invita a trabajar en comunidad. Como decía el Papa Benedicto XVI: “El cristiano laico en particular, formado en la escuela de la Eucaristía, está llamado a asumir directamente su propia responsabilidad política y social” (Sacramentum caritatis, 91). Al terminar la Santa Misa, la Iglesia nos envía a anunciar la Buena Noticia y a glorificar a Dios con nuestras obras –las obras de misericordia (cf. Mt 25,31- 46)–, porque el culto a Nuestro Rey también implica, inseparablemente, el afán por construir su Reino, a sabiendas de que “la edificación del Reino de Dios se hace realidad cuando Dios vive en nosotros y nosotros llevamos a Dios al mundo.” (Benedicto XVI, Discurso, 8 sep 2007). 42

43

HOMBRES Y MUJERES DE ORACIÓN J esús oraba al Padre, alabándolo, dándole gracias e intercediendo por nosotros. Jesús mismo nos enseñó a orar (cf. Lc 11,2-4; Mt 6,9-13) considerando a Dios como nuestro Padre, fiándonos absolutamente de Él y siendo dóciles a su voluntad. Como afirma el Catecismo, “La oración cristiana es una relación

de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo” (n. 2564). Orar es estar en presencia de Dios, es estar en comunión con Dios; es un diálogo de amor donde aprendemos a escucharlo a sabiendas que Él nos escucha. La oración del cristiano se acompaña de la lectura de la Santa Escritura, que es la Palabra de Dios, pues –como dice san Ambrosio– “a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas.” (Dei Verbum, 25). De hecho, ya que muchas veces no sabemos ni siquiera lo que nos conviene pedir en la oración, es el propio Espíritu Santo quien nos instruye e ilumina para orar como corresponde (cf. Rm 8,26). Quienes fundaron nuestra Universidad tenían muy claro el valor de la oración en sus vidas. La frecuencia a la oración y a los sacramentos les animaba a confiarse totalmente de la Providencia, a dar lo mejor de ellos mismos buscando el Reino de Dios y a dejar el resto en las manos de un Padre amoroso, según las palabras del Evangelio: “el Padre que está en el cielo sabe bien lo que ustedes necesitan”. (Mt 6,32) 45

Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.” (Mt 6, 33). San Pablo, Recordemos las palabras de san también Juan Pablo II: “el Reino crecerá en la llamado “el medida en que cada hombre aprenda menor de los a dirigirse a Dios como a un Padre apóstoles” o el en la intimidad de la oración y se “apóstol de los esfuerce en cumplir su voluntad” gentiles”, se (Redemptoris missio, 13). dejó conquistar Seamos hombres y mujeres de por Cristo y oración, de confianza plena y experimentó seguridad, y digamos con San Pablo: una de las “Todo lo puedo en Aquel que me conversiones conforta” (Fil 4,13). más emblemáticas 46 de la historia de la Iglesia.

47

FORMANDO UNA COMUNIDAD FRATERNA E ntre los muchos efectos de la oración en nuestras vidas, está el que el Espíritu, al acercarnos a un Padre común, nos acerca también entre nosotros, nos reúne, nos fraterniza, nos hace convivir en la caridad. Las palabras de Jesús son claras: “en esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,35). Los fundadores de nuestra Universidad habían sido formados en grupos juveniles en los que se les inculcaba ese espíritu fraterno y se hacía un compromiso firme por construir el Reino, desde su condición y en su circunstancia. Tal como ocurrió al inicio con los 48

apóstoles, así también ahora el Señor los enviaba “de dos en dos” a decir al mundo: “El Reino de Dios está cerca de ustedes” (Lc 10,1.9). La tarea de construir el bien común fue captada como una exigencia concreta del compromiso bautismal, la cual, sin embargo, no podía realizarse más que en fraternidad. Mirar la Cruz es comprender que en la Persona de Cristo Rey se unen el cielo y la tierra (madero vertical) y se unen entre sí los hombres, pues sus brazos extendidos nos acercan y hermanan (madero horizontal): “la naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios” (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 15). 49

La Escritura describe a la primera comunidad cristiana así: “la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos” (Hch 4,32). Servir a Cristo Rey supone una comunidad de ideales, de afanes, de experiencias y de gracias. Cristo se hizo hombre para hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2P 1,4). Y si Dios es una comunidad de Personas que se aman, y nosotros fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), nuestra plenitud no puede darse más que en clave comunitaria. El Reino –que se consumará al final de los tiempos, pero que comenzó desde la irrupción del Hijo de Dios en el mundo y se continúa con la cooperación de 50


Like this book? You can publish your book online for free in a few minutes!
Create your own flipbook