Important Announcement
PubHTML5 Scheduled Server Maintenance on (GMT) Sunday, June 26th, 2:00 am - 8:00 am.
PubHTML5 site will be inoperative during the times indicated!

Home Explore El sabedor y la sorguiña - José Luis Carrasco

El sabedor y la sorguiña - José Luis Carrasco

Published by Ciencia Solar - Literatura científica, 2016-05-29 07:17:50

Description: El sabedor y la sorguiña - José Luis Carrasco

Keywords: El sabedor y la sorguiña,José Luis Carrasco ,Libros,Ciencia ficción

Search

Read the Text Version

FUTUROSCOPIASaterrada, como si le hubieran arrancado el alma. zamos, una tapia hecha con varillas de metal, —¿Pero entonces —preguntó Carlos— qué tablas de madera, bloques de cemento, viejas y oxidadas latas de zinc, rejas, mallas y alambrequieren a cambio de sus productos? de púas rodeaba la mayor parte del barrio —Necesitamos muchas cosas —dijo Rome­ aislándonos de los zombis. Además, elegimos como «presidente» a don Marvin para quero—, como gasolina, repuestos de llantas así co­ ejerciera algo de autoridad y colocamos unosmo mano de obra. Si alguno de ustedes es vigías con binóculos y silbatos desde el balcóncarpintero, mecánico, ingeniero, etc., le pagaremos de una de las casas —que era de dos pisos—a cambio de su trabajo. También necesitamos para que alertaran de cualquier peligro.médicos que atiendan a nuestras familias. Hicimos una especie de picnic entre veci­ Y así se organizó un mercado improvisado nos, en donde compartimos una comilona conde canje. Les dimos toda la gasolina que tenía el carne asada. Asistieron todos los sobrevivien­Land Rover y algunos galones que guardába­ tes del barrio. Hice amistad con Stephanie ymos en la bodega, junto con las cuatro llantas y Melanie, las dos hijas adolescentes de donla de repuesto, y a cambio obtuvimos un rifle, Marvin, con Raquel —una joven de mi edaduna pistola, muchas municiones, gran cantidad que era novia de otro vecino, un joven apuestode alimentos frescos, agua y medicinas. llamado Mario— y de doña Fátima, una mujer de origen libanés que utilizaba una pañoleta De inmediato mi hermano atendió un para cubrirse la cabeza y vivía junto a su mari­asunto que teníamos pendiente. Abrió la habi­ do, don Omar, árabe igual que ella.tación de nuestros padres donde el cadáver ca­si momificado de mamá se encontraba en En la noche algunos vecinos se reunieronhibernación. Al percibir la presencia de mi para realizar una oración en la cual no parti­hermano, despertó y comenzó a moverse con cipé. Aunque era científica, solía ser religiosa edificultad. Carlos tomó la pistola nueva y la es­ iba a misa con mi familia todos los domingostrenó disparándole a la cabeza. pero, tras lo que pasó, dejé de creer en Dios. —Descansa en paz, mamá —dijo, y luego la A los tres días regresaron los jeeps delenterramos en el jardín. MAZ trayendo de vuelta a los obreros. Solo al­ guien faltaba: mi hermano. —¿Dónde está Carlos, junto a varios vecinos que sabían Carlos? —pregunté preocupada. —Nos pidióde construcción y carpintería, se fue con los como pago de su trabajo una motocicleta, co­soldados del MAZ a asistirlos en diferentes la­ mida y agua y se fue. No quiso que lo trajéra­bores; a cambio, sus familias recibieron gene­ mos de regreso. No sabemos adónde fue…rosas raciones de víveres. —Pero… ¿por qué? —me pregunté. ¿Qué había sucedido como para que Carlos me abandona­ La que quedó en peor situación fue doña ra así? ¿Sería que lo atormentaba demasiadoElizabeth, la otrora engreída y pedante esnob nuestro incesto? ¿Lo consumía el remordi­del barrio que, en el nuevo sistema, había sido miento por nuestro pecaminoso devaneo?reducida a la pobreza. No tenía gasolina que ¿Cómo podía dejarme después de todo lo quedar —pues su esposo se había llevado el habíamos pasado juntos?vehículo familiar y no se supo nada más de él—y no era diestra en ninguna profesión, así que El torrente de recuerdos me fustigó, metuvo que mendigar comida a los vecinos que, cubrí la boca y rompí en llanto.olvidando el frecuente trato despectivo quenos había dado, nos apiadamos de ella y le re­ Y así pasaron y pasaron los días y prontogalamos algo de comida y agua. se convirtieron en semanas y luego en meses. Mis raciones de alimento estaban comenzando Tras esto, todos los vecinos nos organiza­ a escasear y fui donde el pulpero, don Gerar­mos para aislar la vecindad de los posibles do, un tipo de sesenta años que había perdidoenemigos zombis y dedicamos dos días enteros a toda su familia pero que no tuvo problemaa levantar una buena tapia usando todos losmateriales sobrantes que pudimos y algunosde los que adquirimos del MAZ. Cuando finali­ 51

FUTUROSCOPIASsobreviviendo encerrado dentro de su minisú­ obreros. —Al menos fíenme algo… les prome­per «La pulpería». Como todos, aceptaba true­ to que encontraré cómo pagarles la próximaques a cambio de sus productos y me aceptó vez que vengan… —No damos crédito, lo sien­algunas cosas que yo tenía y que él necesitaba, to. —¡Por favor! ¡Tiene que haber algo quemás que nada cobijas, sábanas y ropa de mi pa­ necesiten que yo les pueda dar! —Pues sí, lodre que ya no iba a necesitar. —¿Tienes gasoli­ hay —dijo con mirada lasciva y una repulsivana, Aurora? —me preguntó. —No, la vendí toda sonrisa mientras me tocaba la mejilla derechaa los del MAZ. —Mal hecho. Debiste guardar un con sus dedos. «No» pensé, «eso no», y bajépoco. —¿Para qué? No puedo beber ni comer la mirada angustiosamente, incapaz de conce­gasolina. Me urgía más la comida que irme de bir el hacer lo que querían, pero entonces vi apaseo en carro. —Piensa en esto, amor, se pue­ doña Elizabeth, la otrora vecina acaudaladade conseguir agua de diferentes maneras, se que se había convertido en una mendiga, y mipuede volver a sembrar y a criar animales para estómago rugió de hambre de nuevo; cambiéconseguir alimento, pero… no se puede volver a de opinión. —Está bien. Y así terminé prosti­destilar petróleo. Algún día la gasolina será tan tuyéndome. Nunca lo habría imaginado. Yoescasa que valdrá muchas vidas humanas… era una de las que criticaban a las prostitutas considerándolas perezosas y descaradas que Y así continuó el paso de los días hasta que preferían la vida fácil a buscar un empleo deyo ya no tenía comida, ni agua, ni nada con lo verdad. ¡Qué equivocada estaba! Era fácil de­que negociar cuando llegaron los del MAZ en cirlo cuando uno no tiene que luchar por so­su visita mensual. —Las cosas andan mal en el brevivir.resto del país —decían. Ellos siempre informa­ban de lo que habían visto o escuchado—. Un ¿Dónde había quedado mi título de bio­enorme incendio arrasó el Parque Nacional logía? ¿Dónde mis años de estudios en la uni­Braulio Carrillo sin nadie que lo atendiera y versidad? ¡No servían de nada en este nuevoconsumió las ciudades vecinas. También nos mundo sin leyes ni normas! En una crisis dehan dicho que varias represas hidroeléctricas, estas dimensiones, una mujer como yo nosin nadie que se ocupara de ellas, sufrieron de tenía más opción que entregarse a satisfacerdesgaste y se rompieron, inundando zonas ale­ todas las peticiones sexuales de un grupo dedañas y matando a miles. milicianos. Y así continuaban las desalentadoras noti­ Los del MAZ se fueron, dejándome unacias. Incendios, inundaciones, desprendimien­ buena cantidad de víveres adquiridos gracias atos, destrucción, edificios que se derrumbaban vender mi propio cuerpo. Los demás vecinos,por falta de cuidados… me alegré de que en naturalmente, se enteraron, pero no me im­Costa Rica no tuviéramos plantas nucleares. portaba. Don Omar, el libanés, no permitió que su esposa, doña Fátima, socializara más Luego vino el período de canje, pero esta conmigo e incluso don Marvin parecía estarvez me encontré con las manos vacías. —¡Por incómodo con que sus dos hijas adolescentesfavor! —supliqué, mientras sentía el hambre cultivaran amistad con mi persona, segura­carcomiéndome las entrañas—. ¡Se lo ruego! mente pensando que yo sería mala influencia.¡Necesito comer! —Lo siento mucho —dijo Don Gerardo, el tendero, dejó de fiarme y pre­Romero, el líder del MAZ—, pero si hacemos firió cobrarme de la misma manera que habíanuna excepción con usted tendremos que ha­ hecho los hombres del MAZ; parecía que solocerla con todos. —Tal vez pueda ofrecerles mis mi amiga Raquel me trataba igual que antes.servicios profesionales… —¿Usted qué es? —¿Por qué crees que los zombis se fueron?—Bióloga. —me preguntó Raquel alguna vez—. ¿Habrán desaparecido para siempre? —Los zombis son Romero rio: —Perdón, pero no necesita­ depredadores como cualquier otro. Sus pobla­mos biólogos para nada. —Puedo trabajar en ciones florecen (o no) dependiendo de la dis­construcción o en cualquier trabajo físico quenecesiten. —De momento no requerimos de 52

FUTUROSCOPIASponibilidad de alimento. En las áreas urbanas intentando mordernos desde donde colgaba.de este país, donde las casas y edificios tienen Los espásticos movimientos del cadáver y elfuertes medidas de seguridad y hay pocas for­ rugido ahogado que producía intentando ra­mas de vida animal en estado salvaje, es evi­ biosamente alcanzarnos eran realmente esca­dente que su cantidad se reducirá y emigrarán brosos, así que don Gerardo tomó una pistolahacia zonas más prolíficas, como las áreas ru­ y le alojó una bala en la cabeza permitiéndolerales, donde humanos y animales son más ac­ descansar. Celebramos un desabrido funeralcesibles. poco después y la enterramos en una improvi­ sada e ignominiosa tumba en el césped de su —Olvidé que sos una bióloga. casa. Allí yació finalmente la que alguna vez —Soy una prostituta. fuera una mujer acaudalada y arrogante. CAPÍTULO III Desde que sucedió el Apocalipsis, había tenido dificultades para dormir. Las visiones El barco de los muertos espantosas de la gente comida viva que ob­ zarpará de la Playa de los Cadáveres servé el día del brote me atormentaban to­ dos los días y me provocaron terribles y su tripulación tomará el Mundo pesadillas. y llegará hasta las orillas del Cielo. Dura será la tierra, con gran adulterio. ¡Pensar que las cosas estaban por empeorar! Una era de hachas, una era de espadas, Entre los pocos ratos en que lograba pes­ car un intranquilo sueño fui despertada súbi­ de escudos destruidos, tamente por el ruido producido por ráfagas de una era de vientos, balas. Nuestros novatos vigías —que proba­ una era de lobos, blemente se habían quedado dormidos— aler­ taron muy tarde sobre la temible venida de antes de que el mundo se derrumbe; una caravana de vehículos conducidos por su­ Ni los hombres se respetarán entre ellos. jetos turbios de aspecto brutal. Una colección de pandilleros fuertemente Profecía del Ragnarok armados y con intrincados tatuajes en su piel, provenientes de países del norte, se aproxi­ Dos meses después, celebramos la boda de maba atravesando los ya desolados páramosRaquel con Mario. Ya no había sacerdotes, ni urbanos que rodeaban nuestra comunidad.abogados, ni nada, así que fue algo puramente Sin gobierno y sin policía, las pandillas se en­simbólico, pero fue bonito. La boda fue presi­ contraban libres de actuar. ¡Era lógico! Se tra­dida por don Marvin y yo fui la madrina. Hici­ taba de sociedades muy bien organizadas ymos incluso un pastel de bodas que, si bien era estructuradas que disponían de un pesado ar­muy humilde y asemejaba más un queque de senal que probablemente les permitió defen­cumpleaños, fue muy sabroso. derse bien de los zombis y que ahora, más que nunca, no tenían absolutamente nada que les La celebración, sin embargo, fue empaña­ impidiera perpetrar sus crímenes.da por el suicidio de doña Elizabeth. La había­ Los mareros acribillaron a nuestros vigías,mos invitado y nos extrañó que no llegara. cuyos cuerpos se derrumbaron desde el se­Cuando fuimos a buscarla a su casa vimos que gundo piso. Las diferentes familias se oculta­esta era un caótico basurero y la pestilencia ron —inútilmente— dentro de sus casasdel desaseo resultaba chocante. En una de las cerrando con llaves, candados y cadenas sushabitaciones colgaba doña Elizabeth, ahorca­ portones como habíamos planeado en el casoda. —Bajémosla —sugerí a mis acompañantes, de un nuevo ataque zombi. ¡Qué tontos fui­don Marvin y don Gerardo, y en cuanto toca­ mos! Los zombis ya no eran la peor amenaza.mos el cuerpo para hacerlo descender, reac­ Los mareros arrasaron tapias, muros ycionó de inmediato tornándose en zombi e 53

FUTUROSCOPIASbarricadas con sus vehículos —siempre asumi­ deseado bañarme, pero no tenía agua. El dolormos que los zombis no conducían, y no nos era insoportable, pero lo contuve rechinandopreocupamos por hacerlos resistentes al peso los dientes. En circunstancias normales, hu­de un automóvil— y penetraron en nuestro re­ biera requerido de atención médica, pero elsidencial. Comenzaron disparando a las pare­ detestable infierno postapocalíptico en quedes y ventanas; yo me tiré al suelo sintiendo vivía me había curtido y me transformó en uncómo las balas penetraban en mi hogar y agu­ ser mucho más fuerte y resistente que antes.jeraban mis paredes y muebles. Luego coloca­ron cadenas a los portones y rejas que ataron a En un instintivo esfuerzo por sobrevivir,sus carros y así los destruyeron con facilidad. tomé toda la ropa que pude, la guardé en unEran al menos una veintena de ellos, todos con maletín y salí de mi casa. La voracidad de lasmetralletas AK­47, rifles y armamento pesado. llamas estaba comenzando a consumir variasEntraron en las casas de mis vecinos, algunos viviendas y, sin bomberos ni agua siquiera,disparos se intercambiaron y se escucharon pronto reducirían todo el vecindario a cenizas.también los gritos de las mujeres. La reja que Quizás finalmente toda la ciudad…aislaba mi casa del entorno también fue des­truida y luego tumbaron mi puerta a patadas. Mario emergió de la casa de los libanesesLes apunté con mi rifle cuando entraron, pero con rostro acongojado. Raquel y yo lo esperá­eran media docena, todos armados, y me dije­ bamos fuera. —Se suicidaron —explicó—, seron: —¡Suelte el arma, hijueputa! ¡Suéltela! dispararon en la cabeza antes de que los ma­—y obedecí. —¿¡Dónde tiene la comida, puta!? reros entraran.¿¡Dónde la tiene!? —preguntó otro, y señaléhacia la cocina donde guardaba todos los víve­ Supuse que la violación de Fátima habríares… ¡Mis preciados víveres! —¡Calavera! sido algo demasiado terrible para que ellos lo—bramó uno de los pandilleros dirigiéndose a toleraran.su jefe—. ¡Esta puta tiene un montón de cosas! Solo había un puñado de sobrevivientes, Habían dado con las cajas donde guardaba entre ellos don Gerardo y unos cuantos niños,mis alimentos, agua y medicinas. —Más le va­ en su mayoría huérfanos. —No hay mucho quele que esto sea todo —amenazó el tal Calave­ hacer —dije, saliendo del lugar que había sidora—, porque si encontramos que tiene algo nuestro refugio mucho tiempo—. No tenemosescondido la matamos, hijueputa. —Eso es to­ armas para defendernos ni de zombis ni dedo. ¡Por favor, váyanse! —No, todavía nos falta humanos, porque los mareros se las llevaron, yalgo… sin agua ni comida no llegaremos lejos. —Yo tengo esto —dijo don Gerardo, sacando algo de Sabía lo que pretendían. Los mareros gasolina que había guardado en su pulpería—.abrieron la puerta de mi habitación y me tira­ Podemos viajar en automóvil al menos hasta elron sobre la cama, me arrancaron la ropa y me campamento del MAZ.violaron por turnos durante toda la noche. Y así lo hicimos. Luego de eso se largaron, todos carcajeán­ El recorrido por los derruidos edificios dedose y celebrando. Se llevaron todo lo que qui­ San José resultaba lúgubre. Innumerable can­sieron y encontraron valioso en el residencial, tidad de papeles, basura, hojas y arbustos re­incluidas las hijas adolescentes de don Marvin, corría las calles pavimentadas. Una variedada quien asesinaron a cuchilladas cuando inten­ de grafitis había sido pintada en prácticamen­taba defenderlas. Violaron a Raquel, al igual te todas las paredes, la mayoría con mensajesque a mí, y lanzaron bombas molotov en varias enloquecidos y tétricos sobre el Apocalipsis,casas provocando incendios que no teníamos el fin del mundo y la resurrección de losforma de apagar. muertos. Todos los comercios habían sido saquea­ Salí de mi casa. Tenía la ropa desgarrada, dos y no quedaba nada. Cerca de lo que algunaestaba sucia, con el rostro golpeado. Hubiera vez fue un supermercado —ahora vacío y des­ truido— había todavía cuerpos muertos acri­ 54

FUTUROSCOPIASbillados a balazos y gran cantidad de sangre una de sus visitas comerciales— había monta­coagulada que manchaba el piso y las paredes, do una especie de guarnición permanente enasí como agujeros de bala en vidrios y muros. las antiguas instalaciones de la UniversidadSin duda, una batalla terriblemente violenta, Nacional. Cercaron la mayor parte del campus¡quizás una guerra completa!, se libró por los y allí vivían en una especie de pequeña ciudad­recursos dentro del centro comercial, costando estado. Nadie podía entrar a menos que tuvie­muchas vidas. ra alguna habilidad determinante que pudiera prestar o una buena cantidad de recursos que Mario, Raquel y yo nos introdujimos en un entregar y aun esto solo en épocas clave enconsultorio médico para ver si había medica­ que la comunidad lo requiriera. Pero, aun simentos. No teníamos armas de fuego, pero los del MAZ no nos permitían quedarnos, sinMario llevaba un garrote metálico que había duda podrían informarnos de comunidadesimprovisado con los escombros de alguna rui­ que sí pudieran estar abiertas a nuevos veci­na. No encontramos medicamentos en el con­ nos o de regiones deshabitadas donde empe­sultorio, solo vimos los esqueletos de unos zar de nuevo.pobres peces que habían muerto en el enormeacuario de la recepción hacía tiempo. En efecto, tras un trayecto recorriendo las desérticas calles de San José, pasando por Entonces escuchamos un rumor en el piso Tibás y Santo Domingo hasta llegar a Heredia,de arriba del consultorio —donde se realizaba encontramos que en el antiguo centro univer­la revisión médica— y unos momentos después sitario —que ahora parecía una fortaleza— sebajó corriendo un sujeto greñudo y desaliñado. había constituido una próspera comunidad—¡Un zombi! —grité. —No —corrigió Mario— humana. Nuestro vehículo parqueó frente a laestá vivo. improvisada atalaya que antes era el segundo piso de unas oficinas administrativas, desde En efecto, el tipo de mirada maniática y donde dos centinelas nos hablaron. —¿Quéque no se había aseado o rasurado en años nos buscan, señores? Les explicamos nuestra si­observó mientras exudaba baba de la boca y se tuación. —Muy lamentable —reconoció—, he­lanzó para atacarnos poseído por una febrili­ mos escuchado de los ataques de esa gente ydad horrenda. Mario le aplastó la cabeza con el créanme que tienen suerte de estar vivos. Nosgarrote. gustaría poder acogerlos aquí, pero nuestros recursos son muy limitados. Sin embargo, po­ Con mucha precaución subimos hasta el demos darles algunos alimentos y medicinassegundo piso, habitáculo del loco, y allí con­ que nos sobran. No es mucho, pero ya que tie­templamos una visión grotesca. Sobre la mesa nen niños entre ustedes… —Muchas graciasde operaciones yacía el cadáver de una mujer —dijo Mario—, eso será una gran ayuda. ¿Sa­ya totalmente destruido. Pero la mujer no ben de algún lugar seguro? —La mayoría dehabía sido comida por ningún zombi sino tor­ las comunidades del área metropolitana —nosturada lentamente con artículos médicos. dijo el otro— son igual de cerradas que la—¡Qué horror! —dije, cubriéndome la boca. nuestra. Hay leyendas de que en la Isla Vena­—El tipo que matamos debe haberse vuelto do nunca llegaron los zombis y que hay cientosloco y atrapó a esta pobre mujer —conjeturó de refugiados, pero que en general tienen unaMario—. ¡Qué horrendo! vida bastante floreciente, aunque para llegar a ella tendrían que atravesar Guanacaste y los Luego seguimos el trayecto. En el Parque zombis pululan por los potreros guanacaste­Zoológico Simón Bolívar ya no había animales. cos como hormigas. No llegarían vivos. —¿YAlguien había abierto las jaulas y quebrado las hay forma de que alguno de nosotros se que­peceras del serpentario y sus ocupantes esca­ de? —preguntó don Gerardo. —Bueno, hayparon con diferentes suertes, aunque no había trabajo para dos mujeres jóvenes… ya serastro de los animales más grandes como elleón que, probablemente, escapó hasta áreasmontañosas. El MAZ —según nos informó Romero en 55

FUTUROSCOPIASimaginarán… res toda la vida y eran más experimentados. Yo no tenía dudas de quedarme. Después El siguiente estrato era el de los médicos,de todo lo que me había sucedido no me im­ aunque la cantidad de profesionales requeri­portaba para nada, pero Mario estaba empeci­ dos para este campo era muy limitada y solo senado en rehusar que su esposa se convirtiera necesitaba un puñado de ellos. Debido a laen una ramera. Discutieron airadamente, se pérdida de la tecnología, los servicios médicosecharon muchas cosas en cara —como el por­ se asemejaban más a los del siglo XIX, peroqué Raquel no resistió más cuando la estaban aun así se les permitía tener dos salones deviolando, y esta fue la gota que derramó su va­ clase cada uno.so—, así que decidieron separarse. Raquel y yooptamos por quedarnos. —Tengan cuidado Finalmente estaba la clase más alta, la de—dijo el centinela a Mario y Gerardo, que se los administradores y militares, encargadosquedaban con los niños—, porque hay cosas de la seguridad, logística y repartición de lospeores que los zombis y los mareros mero­ bienes, entre los cuales se encontraba Romero,deando. Recuerden que todos los locos de los el presidente vitalicio de esta comunidad, y suspsiquiátricos y los presos de las cárceles que no aguerridos soldados. Algunos individuos quemurieron en el brote ahora andan libres. Corren habían logrado subir escalones sociales graciasrumores de que hay gente totalmente demente a su inteligencia, su carisma y su capacidad dey violenta que ataca sin razón, y de grupos de planificación y administración habían accedi­personas que se sumieron en el canibalismo y do a este privilegiado estrato, pero eran ex­cazan humanos para cocinarlos y comérselos. cepción. Estos tenían pisos enteros de algunas facultades a su disposición y el propio Romero Raquel y yo nos internamos en la improvi­ tenía como residencia personal lo que fue lasada ciudad­estado que antes fuera una uni­ antigua biblioteca.versidad. Los enormes edificios de muchospisos con salones de clases y oficinas adminis­ Resultó que, antes del Apocalipsis, Rome­trativas fueron llenados de camas y colchones ro había sido un militar en el ejército de Esta­y acondicionados para dormir. Los jardines del dos Unidos y eso le permitió organizar a otroscampus en su mayor parte se convirtieron en dentro de la disciplina y estructura marcial.sembradíos y ahora en vez de estudiantes ata­ —Como pueden ver —nos decía Romero, dán­reados e intelectuales académicos había nu­ donos una especie de bienvenida dentro de lamerosas familias con niños, ancianos y hasta antigua biblioteca que ahora era su residenciaperros y gatos. particular, debidamente amueblada para brindarle la mayor comodidad—, hemos lo­ En el fondo del escalafón social se encon­ grado traer orden al caos y conformar unatraba la clase obrera, que era básicamente todo nueva civilización. Los mareros nos han ata­aquel que pudiera ser útil físicamente ya fuera cado varias veces pero en todas los hemos re­sembrando, construyendo, reparando o lim­ pelido. Pueden pensar que somos crueles porpiando. Estas personas se hacían acreedoras no haber permitido la entrada de niños, sinde un salón de clases entero para ellos y sus embargo, debemos también pensar en nues­familias y de raciones abundantes de alimento, tras familias. —¿Usted tiene esposa? —pre­agua, etc. Lo que cultivaran era administrado y guntó Raquel. —Mi esposa de la época antesrepartido, pues no existía propiedad privada. de los muertos fue mordida y se convirtió enProfesionales que en el antiguo sistema se uno de ellos y mató al único hijo de ambos,habrían ganado bien la vida pero que ahora no que era un bebé. La maté con mi propia pisto­tenían ninguna utilidad —politólogos, aboga­ la. Nunca he amado a otra mujer como a ella.dos, físicos, matemáticos— conformaban bue­ Ahora tengo cinco esposas y muchos hijos conna parte de este sector y, más irónicamente ellas. —¿Qué pasó con los libros de la biblio­aún, usualmente supeditados a las humildes teca? —pregunté. —Soy un militar, y por ende,personas que se habían dedicado a esas labo­ soy alguien práctico, pero no soy un bárbaro. 56

FUTUROSCOPIASAquellos libros que resultaban del todo inser­ pasó… —dijo, refiriéndose sin duda a lasvibles (manuales y cosas así) fueron usados violaciones. —Tranquila. No tenés que hacerpara hacer fuego pero la gran mayoría, como nada que no querás. —Si no trabaja no le vanobras literarias, de historia o de textos acadé­ a dar comida —dijo una de las compañerasmicos, fueron metidos en cajas y guardados en prostitutas con mal tono desde la puerta. —Youno de los sótanos por orden mía. Sin duda, le voy a dar de mi comida —declaré. —Pero sialgún día serán necesarios. Entre los miem­ apenas nos dan suficiente para vivir. —Ese esbros de la Administración —así llamaban a la mi problema.clase alta— hay varios filósofos, escritores, ar­tistas, historiadores, gente muy culta. —¿Y La otra prostituta se encogió de hombros ydónde viviremos nosotras? —La «zona roja», se fue, y yo abracé a Raquel. —Hay algo máscomo llamamos al área delimitada para todos —me dijo Raquel enjugándose las lágrimas.los placeres y vicios, se ubica en la antigua fa­ —¿Qué? —Estoy embarazada. —¿En serio?cultad de Ciencia Sociales. Allí brindarán sus ¡Es una noticia genial! —¿Cómo podés decirservicios. eso? ¿Para qué traer un bebé a este mundo tan horrible? —Te entiendo. Yo también estoy En la antigua facultad ahora se había es­ embarazada —Raquel me miró asombrada. Notructurado un espacio donde se realizaban me venía la regla desde hacía mucho, más oapuestas, se bebía licor, se fumaba y, por su­ menos el tiempo en que Carlos se fue y tuvepuesto, se tenía sexo con prostitutas, esto en que prostituirme. No tenía idea de la identidadgran parte porque había muchos más hombres de padre, podía ser mi hermano o alguno deque mujeres, ya que, por diferentes motivos, mis numerosos clientes—, nuestros bebés porlos hombres parecieron tener más posibilida­ lo menos podrán jugar juntos. Ahora, debo ir­des de sobrevivir y además algunas mujeres me a trabajar.jóvenes habían sido tomadas prisioneras porlos mareros. Y, ya que el índice de natalidad CAPÍTULO IVaún no lograba recuperar la población a ni­veles normales, no parecía que la proporción Cuando los hombres vuelvanhombre­mujer se regulara en el futuro cer­ a las costumbres primitivascano. como si el tiempo marchara hacia atrás, Me tocaba atender a los clientes en una de los muertos resucitarán,las aulas sobre un colchón viejo. A cambio delservicio me daban raciones de comida y bebi­ los buenos destacarán entre los malos co­da. Éramos unas diez trabajadoras sexuales de mo una oveja blanca entre las negras.diversas edades y tamaños. Esa era nuestra Profecía de Zaratustraclase social, el estrato más bajo; ni siquierateníamos derecho a las ventajas que recibía la Los días pasaron y se convirtieron en se­clase obrera, dependíamos de las regalías que manas, pero mi vida y la de Raquel seguíanos suministraran nuestros clientes motivados siendo igual de miserable, hasta que un día,por su lujuria. sorpresivamente, dos guardias nos desperta­ ron a ambas muy temprano en la mañana, tan Mientras atendía a mi primer cliente escuché temprano que el sol aún no salía.los gritos desgarradores de Raquel, interrumpí elacto y fui a ver que sucedía. Ella se encontraba —¡Vístanse! —dijeron hoscamente. Raquelllorando en una esquina y abrazándose a sí me miró asustada y yo traté de tranquilizarlamisma mientras el enfurecido cliente la recla­ ofreciéndole una sonrisa de confianza; sinmaba. —¡Ya! ¡Déjela en paz! —ordené y el tipo embargo, miré con suspicacia a aquellos hom­se fue enfurecido—. ¿Qué sucedió? —le pre­ bres.gunté, acariciándole la espalda. —No pude.En cuanto se me acercó recordé lo que me —¿Qué pasa? —pregunté— ¿Qué quieren? —El comandante Romero quiere que ustedes 57

FUTUROSCOPIASlo acompañen a una visita. ¡Apúrense! sus clientes y en una tarima se realizaba una Romero partió con sus hombres, y noso­ subasta de esclavos, en su mayoría niños y mujeres jóvenes que infundían lujuria en lostras dos, a negociar con los mareros. Los infor­ ojos de los compradores. El traficante de es­mes aducían que enormes zonas de toda clavos era un tipo repulsivo, morbosamenteCentroamérica habían caído en manos de ellos gordo y con la cabeza rapada que tenía lasy que se enfrentaban en violentas batallas orejas y las cejas atestadas de piercings.campales por recursos y territorios cometien­do todo tipo de atrocidades con los prisione­ Finalmente, llegamos hasta el Mall Sanros. En la actual Costa Rica las pandillas Pedro, que en otra era fue un popular centromareras venidas del norte eran relativamen­ comercial, pero ahora lucía sucio y paupérri­te pocas y la situación todavía era estable, mo como todo lo demás. Estaba completa­pero Romero no quería arriesgarse, así que mente cubierto por grafitis y tenía a variosmontó en su jeep y, acompañado de sus travestis, mujeres y niños prostituyéndose porhombres de confianza, llegó hasta el territo­ comida en sus afueras. Era esa la guarida derio marero, que estaba cercado por barrica­ mis violadores.das de alambre de púas custodiadas poragresivos patrulleros. El interior del «cuartel» estaba lleno de maras y era un lugar lúgubre y oscuro, deco­ Vengo a negociar —dijo Romero, y dos de rado con bolsas plásticas y pedazos de ropalos custodios de aspecto desagradable y hostil sucia y trapos que colgaban de cables conecta­nos permitieron la entrada. dos entre los balcones de los pisos. Al final, y como presidiendo en una larga mesa, rodeado El territorio mara se extendía unos cin­ de sus compinches que se atiborraban de co­cuenta kilómetros cuadrados y se delimitaba mida y bebida como cerdos y de su harén depor tres puntos; la antigua Avenida Central, el esclavas sexuales, la mayoría muy jóvenes, seMall San Pedro y la Casa Presidencial que es­ sentaba el líder de los mara que apodaban Ca­taba en ruinas, formando un triángulo. lavera. Era un tipo fornido, musculoso, con la cabeza rapada y rostro agudo y afilado. Cu­ Dentro del territorio mara la sociedad ase­ bierto de tatuajes y piercings, usaba una barbamejaba una cultura primitiva del desierto. de candado.Gentes de diferentes aspectos, algunos fuerte­mente tatuados, otros vestidos con harapos, Romero, que era un excelente juez de launos con rostros extrañamente pintados y me­ personalidad humana, notó la profunda inteli­chudos como si fueran alguna extraña cultura gencia que se reflejaba en su mirada. Sin duda,tribal, unos se decoraban con remanentes de la Calavera no era un bruto incontrolable sino,antigua civilización como desaliñados unifor­ por el contrario, un frío y calculador psicópata.mes de policía que ya no significaban nada,broches alusivos a marcas y extintos progra­ —¡Calavera! —llamó uno de sus subalter­mas de televisión que se clavaban directo a la nos, que asemejaba a un enorme búfalo porcarne, vestimentas de mujer intercambiadas grande, gordo y maloliente, y denotaba su tre­en hombres y viceversa. Como una sociedad menda brutalidad física con una musculaturapostapocalíptica y de carroñeros que era, a temible—, este condenado te pide clemencia.muchos les gustaba recoger los desperdiciosdel antiguo mundo y atesorarlos aunque no —¡Se lo suplico! ¡Por favor! —dijo un des­tuvieran ningún valor más que alguna especie graciado muchacho. Por los tatuajes se deno­de semiótico recordatorio de un tiempo que se taba que era un mara, pero debía tener menoshabía ido para siempre. de veinte años— ¡Le juro por Dios que le soy leal! ¡Es mentira lo que le dijeron de mí! ¡Yo En los «centros urbanos» del territorio jamás lo traicionaría!mara el intrincado colectivo comerciaba encaóticos mercados. Algunos mercaderes de as­ —Hay que dar ejemplo —adujo Calaverapecto extraño regateaban ruidosamente con con desdén, más preocupado en contemplar a 58

FUTUROSCOPIASla muchacha rubia que tenía a su lado y que to. De todas maneras siempre supo que entrarestaba semidesnuda y encadenada del cuello, en territorio mara era un peligro, pero estabala cual lo miraba con asco y con temor mien­ dispuesto a afrontarlo, así que se mantuvotras la tocaba. incólume. Su valentía impresionó a Calave­ ra—. Venga, cabrón —dijo relajándose—, ha­ Las palabras de Calavera fueron la maca­ blemos de hombre a hombre.bra sentencia y dos maras se acercaron al sóta­no del Mall, el cual estaba totalmente aislado Romero se introdujo con Calavera en unapor barrotes y rejas. En otros tiempos, podía de sus habitaciones privadas, donde negocia­apreciarse desde arriba una fuente a la que se ron juntos durante algunos minutos, casi unalanzaban monedas desde el primer piso y los hora. Finalmente llegaron al acuerdo de quesuperiores y que tenía unas bonitas plantas y Romero le entregaría una buena cantidad depiedras decorativas, pero ahora no había fuen­ sus recursos a Calavera a cambio de que loste, ni piedras, ni plantas, ni nada, ¡solo oscuri­ dejase en paz. El trato era riesgoso, pues Cala­dad y pestilencia! vera podía traicionarlo y seguir hostigándolos violentamente después del tributo, o a Romero Los mareros levantaron una pesada reja podían matarlo y sustituirlo por otro líder queque separaba la boca del sótano del resto me­ irrespetara el acuerdo, pero era mejor que na­diante un sistema de poleas y aproximaron al da. Los recursos invertidos en la paz provo­sentenciado, que temblaba de horror. Sordos a carían una cierta restricción a la comunidad desus súplicas desesperadas, los sujetos lo lanza­ Romero pero, a cambio, tendrían suficienteron dentro del sótano y cerraron la reja. paz durante unos años como para rearmarse, prepararse y organizarse mejor o, incluso, Segundos después se escucharon los alari­ conseguir aliados.dos desesperados del tipo y el ruido de rugidoshambrientos de criaturas execrables. La mala noticia (para nosotras) es que los recursos no solo incluían agua, comida y me­ ¡Zombis! dicinas, sino también… mujeres. Calavera mantenía un grupo de zombis vi­vos en el sótano de su guarida como método de Esa era la razón por la cual nos habíanejecución y así preservar su reino de terror. traído. ¡Éramos la muestra! ¡El primer paque­ —Bienvenido, señor Romero —saludó Ca­ te antes de que otras colegas nuestras fueranlavera con un acento que no pude identificar—. traídas acá! De igual forma que el MAZ había¿Puedo ofrecerle algo de beber? traído consigo muestras de alimento y bebida —No, gracias. Solo he venido a mostrar para mostrar la calidad de sus productos… nosmis respetos a un gran líder y guerrero —Ro­ trataron como ganado… como carne…mero sabía que Calavera era inteligente y no sedejaría suavizar por halagos, pero que estos —¡Tenga piedad! —supliqué— ¡estamoscalarían entre sus subalternos y esto, a su vez, embarazadas! —pero mis ruegos no los con­era provechoso para el jefe pandillero, que así movieron. Una vez en manos de los pandille­lo reconocería. ros, el jeep se fue y estos se dividieron el botín. —Igualmente, señor Romero. Es usted unhijueputa muy valiente para venir acá. Podría Me separaron de Raquel y me llevaronmeterlo al Pozo —dijo señalando el sótano hasta el Mall San Pedro, en donde me entre­donde unos zombis se daban un festín— si me garon en persona a Calavera. Él ya me habíadiera la gana. violado antes —fue el primero aquella noche —Pero no lo hará —respondió Romero— del ataque— pero no parecía recordarme.porque le soy útil vivo. Complacido y lujurioso, me dijo: —Tal vez sí, tal vez no, yo no me confiaríamucho de ser usted —Calavera fijó su mirada —¡Ahora, quítate la ropa y chúpame laen Romero, pero este no titubeó. No podía verga, hija de puta! Instantes después los gri­mostrar el más mínimo temor en ese momen­ tos estentóreos del líder pandillero inundaron las inmediaciones y alertaron a sus hombres. Para cuando entraron a su habitación lo en­ 59

FUTUROSCOPIAScontraron muerto a cuchilladas gracias a mí. niadas… poseídas…Yo había tomado su cuchillo cuando estaba Parecían ser presa de una locura preterna­distraído, lo había castrado y apuñalado en unataque rabioso. tural, una ira y una sed de violencia se había adueñado de decenas de personas que mata­ Los atónitos pandilleros me tomaron de ban a otras con todo lo que tuvieran a mano ylos brazos y me llevaron hasta la boca del sóta­ eran capaces de manipular armas blancas y deno mientras las poleas removían la horrible fuego, así como de conducir automóviles yreja con un ruido chirriante. provocar incendios a propósito. Aunque pa­ recían ser personas normales, tenían un sem­ —¡No, por favor! —supliqué— ¡No me lan­ blante enfermizo, pálido y de piel quebradiza,cen allí! ¡Estoy embarazada! ¡Por misericor­ con las venas abultadas y amoratadas y losdia! ¡No lo hagan! ojos de un verde iridiscente. ¿Estarían muer­ tos? ¿Sería que el virus o lo que fuera que pro­ Pero no me escucharon y me lanzaron al vocaba la resurrección de los zombis habíaabismal interior. mutado y evolucionado? ¿Se habían transfor­ mado ahora en una versión más inteligente de Caí sobre el húmedo piso repleto de piezas zombis? Sin duda ya no eran humanos, eso eraóseas y que hedía a sangre, bilis, carne podrida notable por su aspecto tan desagradable.y muerte, y luego escuché las rejas cerrándosede golpe sobre mi cabeza. Mire aterrada alre­ ¿Y qué era yo? ¿Por qué ninguno me lasti­dedor, consciente de la compañía tenebrosa maba? ¿Me había transformado en uno dejunto a mí. ellos? ¿Morí cuando me violaron aquella no­ che? ¿O al estrellarme contra el piso del Pozo? Tres figuras deleznables se aproximaron ¿O cuándo?lentamente, caminando con torpeza y final­mente fueron expuestas a la poca luz que pe­ Así salí del Mall San Pedro, donde uno denetraba por arriba. Eran unos zombis tan estos poseídos llenaba de gasolina a un marerohorrendos y desagradables que solo verlos me y luego le prendía fuego, y comencé una largaheló la sangre. Pero había algo extraño en ellos caminata. Una especie de peregrinación.—además del hecho de que no se lanzaron adevorarme en un frenesí—, pues tenían los Dejé atrás la tierra de los maras, que esta­ojos verdes fosforescentes y me observaban ba siendo destrozada por esta nueva amenaza,quietos y silenciosos, sin moverse. y en mi trayecto comprobé que el cambio se había dado en todas partes. Una muchacha —¿Qué está pasando? —me pregunté, y pasó a mi lado corriendo a toda prisa mientrasentonces sentí un movimiento en mi vientre. era perseguida por media docena de endemo­Pero ¿cómo era posible? No podía tener más niados justo cuando estaba cerca de las ruinasde cuatro meses de embarazo. Entonces es­ de la Universidad Nacional. La comunidad decuché que un marasmo se produjo en los pisos Romero había sido arrasada y la masacre tam­superiores. Gritos y balazos, el estruendo de bién se perpetró allí. Para cuando llegué noobjetos quebrándose, personas agonizando al quedaba nadie vivo, solo vestigios de cuerposser degolladas, acuchilladas, aplastadas con descuartizados y una serie de fuegos que con­objetos pesados, destruidas de diferentes ma­ sumían varios edificios produciendo una os­neras. La sangre fresca podía olerse y también cura humarasca. Desde mi salida de tierrael tufo a carne quemada. marera hasta la universidad, mi vientre había engordado notoriamente y ya me encontraba Las poleas se accionaron abriendo la en­ lista para dar a luz.trada al sótano y los zombis se ocultaron en lassombras. Intrigada, subí como pude por entre No sentía que mi bebé pateara, más bienel antiguo enrejado y emergí a la superficie. se movía como una masa amorfa y tentacula­Arriba, una orgía de sangre se había producido da. Me introduje en uno de los salones de cla­generando una brutal matanza. Pero no eran ses de la facultad de Ciencias Sociales, dondezombis los que atacaban… o al menos no en elsentido tradicional… eran personas endemo­ 60

FUTUROSCOPIASalgún día se rendiría culto como lugar de naci­ tar una entraña letanía en alguna lengua in­miento del nuevo dios, y allí me acosté sobre el humana:suelo y parí una cosa monstruosa y deformerodeada de un limo asqueroso y pestilente. Ph’nglui mglw'nafh Cthulhu R’lyeh Wgah nagl fhtan La fuerza sobrenatural que de alguna ma­nera había producido la resurrección de los Ph’nglui mglw'nafhmuertos y catapultado el Apocalipsis, y cuya Cthulhu R’lyeh Wgah nagl fhtaninfluencia ahora había generado un nuevobrote de posesiones demoníacas, había nacido. Ph’nglui mglw'nafhEra su presencia maligna intentando penetrar Cthulhu R’lyeh Wgah nagl fhtanen nuestra dimensión, profetizada desde tiem­po inmemorial, la que había traído el infierno Ph’nglui mglw'nafha la Tierra. Un dios primordial, originario de Cthulhu R’lyeh Wgah nagl fhtanun abismo de caos y demencia que se intro­ducía a nuestro universo. ¡A través de mí! Ph’nglui mglw'nafh Cthulhu R’lyeh Wgah nagl fhtan Tomé a mi hijo recién nacido y repleto deextraños tentáculos y salí del salón de clases. Ph’nglui mglw'nafhPara mi sorpresa, una multitud de poseídos y Cthulhu R’lyeh Wgah nagl fhtanzombis se encontraba a la expectativa de cono­cer el resultado del alumbramiento. —La Era del Hombre ha terminado y aho­ ra nos encontramos en la Era de los Muertos Decidí dar la buena nueva. —proseguí con la anunciación—. ¡Un nuevo —¡El advenimiento se ha dado! —declaré, Dios ha llegado! ¡La gloria sea a Él! Regocijé­alzando a la abominación sobre mi cabeza, y monos, mis hermanos, no era el fin del mundosu limo chorreó por mis manos y antebrazos después de todo, solo un cambio de amo…y los escabrosos devotos comenzaron a reci­ FIN 61

«El anciano arranca el generador, a la vez que Juan y Elisa toman asiento en lacabina. Continúan entre caprichosas formaciones calcáreas que pasan a escasos metros de los focos de la góndola.»

FUTUROSCOPIASTERCERA EDAD Por Fernando Cañadas Mora Ilustración de Ricardo García Hernanz EN LA ACTUALIDAD el resto de su vida laboral, hasta la fecha. Durante años, en diversas líneas urbanas, –Hola, cariño, ya estoy en casa. ¡Por fin ha conoce gente de todo tipo y establece dura­terminado mi último día de trabajo, oficial­ deras amistades con personas que, por ca­mente estoy jubilado! –celebra Juan en el hall sualidades del destino, le presentan a sude la entrada, a la luz del farol de cristal al áci­ futura mujer, Elisa.do que cuelga del plafón del techo, a juego conlas molduras de escayola que se repiten por to­ Juan cuelga el abrigo del trabajo en el per­da la casa, tras entrar por la puerta principal chero de pie de la entrada. A continuación, sedel hogar, en laca verde y con cristales emplo­ pone las zapatillas de estar por casa y guardamados, y cerrarla con estruendosas vueltas de los zapatos en el mueble zapatero; después,llave. deja las llaves en un cajón de la parte superior. Olvida momentáneamente la bolsa de cuero en Es un hombre muy bajito, delgado, con el suelo y se dirige a la cocina para dar unalgo de tripa y cuya espalda curva la edad. abrazo a su mujer, al que siguen dos besos.Usa gafas y hace tiempo que luce una her­mosa calva. Sin embargo, el paso de los –¿Qué tal el día? –pregunta a Elisa.años no cambia su expresión serena, a veces –Bien. ¡Vaya pena, con lo bien que te sien­casi risueña. Ni su aspecto sencillo, ni su ta el uniforme! ¡Vas a perder encanto! –res­buen corazón. Mal estudiante, pronto deja ponde a Juan, mientras frunce el ceño y colocala escuela y se pone a trabajar en lo que le los brazos en jarra. Por un instante, se olvidamás le gusta, conducir. Así, en su juventud de la cena que prepara. Le sonríe. Sujeta elcomienza a trabajar en la empresa de auto­ rostro de su estupefacto marido y correspondebuses del municipio de Madrid, donde pasa con un sonoro beso en los labios que le des­ coloca las gafas de montura fina. 63

FUTUROSCOPIAS Elisa disfruta del día libre del trabajo; del atril en la habitación que su mujer utilizatambién le falta poco para jubilarse como te­ para estudio de pintura. Otra instancia seleoperadora especialista, en la filial de un gran amuebla para los invitados y la contigua estábanco, una semana para ser exactos. completamente vacía, ya que no tienen hijos. Una vez que llega al dormitorio principal con Es una persona excesivamente baja. Del­ terraza, enciende la pequeña lámpara con for­gada, gracias a una estricta dieta con práctica ma de flor de su mesilla. Después de quitarsehabitual de deporte, luce una figura envidia­ el reloj de pulsera y dejarlo en la repisa de lable. Asimismo, usa gafas de montura gruesa, chimenea, de madera con boca de forja, mien­color caoba, a juego con el tinte de su cabello tras observa el delicado cuadro sobre el cabe­corto. Asidua al salón de belleza, intenta disi­ cero de la cama, Cupido besa a la hermosamular el paso del tiempo. Pero sus enormes niña con alas de mariposa, deja el uniforme enojos verdes, vivaces y curiosos, jamás pierden la percha y lo cuelga en la pequeña parte della alegría por vivir. Buena estudiante, pasa la armario que le corresponde, pues el resto per­juventud con malas compañías y pronto tiene tenece al vestuario de su mujer. En calzonci­que trabajar. Desafortunada en el amor, una llos, reflejándose en los espejos de las hojasamiga en común le presenta a Juan y desde corredizas sin desplazar, se da cuenta de losentonces comparten sus vidas. estragos de la edad. Tiene la piel arrugada, pálida y venosa. Esquelético y con algo de tri­ –Ponte cómodo, tenemos que hablar… pa, realiza un par de poses e intenta sacar–dice con tono de preocupación. músculo, para ver si así retorna algo de la ju­ ventud perdida, hecho que no sucede. No pue­ Juan vuelve al recibidor de suelo de mo­ de evitar tocarse el implante que esconde elsaico. Sube las escaleras con balaustra de no­ cuero cabelludo, en la base del cráneo, im­gal que visten con alfombras y dan acceso a la prescindible para la conexión neuronal. Tam­parte superior de la casa. Por costumbre y pro­ poco rozar la señal de radiactividad delblemas de próstata, antes que nada entra en el diminuto cuadro digital, encima del conectorcuarto de baño, cuando llega al distribuidor de dorado de la placa metálica del pecho. Dondelas habitaciones. debe haber un corazón, ahora late un genera­ dor nuclear. El biomecanismo es primordial. Nada más salir, tropieza con una tablilla del A cambio de otorgar salud sobrenatural, con­laborioso parqué, junto a la mesa velador de tabiliza la vida útil que irradia el mineral. Juannogal con el jarrón de flores bajo la lámpara de observa el marcador con los segundos engas de dos cadenas del techo, que Elisa recicla cuenta atrás y, sin calcular la vida que le resta,para usar bombillas de ahorro. Sin embargo, se viste el pijama en silencio. El tocador feme­Juan no la enciende, pues con la claridad de la nino que iluminan los tres soberbios ventana­ventana al final del pasillo es más que sufi­ les, a su manera, también testifica el paso delciente. tiempo por su mujer. Apaga luces, de regreso a la cocina. –¡Ya no te escapas! –señala–. Mañanamismo te arreglo. –¿Qué ocurre, Elisa? –Se sienta en el ban­ co de la mesa rinconera. Su mirada persigue los mismos peldaños ybalaustre hacia el desván abuhardillado, de gran Elisa, después de colocar los cubiertos,caída, para recordar cómo Elisa hace de sirve la cena, frente al televisor de la ampliala instancia, repleta de trastos de los anterio­ cocina.res propietarios, su primordial ocupación du­rante meses hasta que la organiza por –Mi último familiar conocido ha fallecido.completo. Los objetos y efectos personales, an­ Y sus hijos han sido capturados por la policíates dispersos por toda la vivienda, ahora per­ militarizada de la Metrópolis –expone a Juan.manecen ordenados cronológicamente. Sientecierta congoja al percatarse de que más pronto –Cariño, es algo que tarde o tempranoque tarde, su esencia también va a estar allí tenía que ocurrir –responde sin mirarla, ab­expuesta. Y de esa forma, la nostalgia del sorto en el partido de fútbol.tiempo pasado da paso al peculiar museo. Posteriormente, echa un vistazo al cuadro 64

FUTUROSCOPIAS Sin dilaciones, Elisa apaga el aparato y lo –Yo también he sacrificado cosas –Elisa,mira fijamente. Muy seria. sin darse cuenta, roza su pijama, y sus dedos aplastan la tela contra la tapa del biomecanis­ –Según el comunicado interceptado, los mo, donde no existe un pecho–. Solo una vezhermanos han sido separados. El pequeño más, cariño…ahora mismo está criogenizado, junto a dece­nas de desdichados humanos, en las bodegas –¡De acuerdo! –coge sus manos–. Lode un crucero estelar transhumano. Se dirige a siento por el niño, pero… ¿qué sabes de sulas minas del satélite Europa; allí, va a encon­ hermana?trar una muerte segura. La niña sigue expuestaen una tienda de mascotas humanas. Debemos –Está localizada en nuestra Metrópolis.hacer una última incursión y rescatarlos, o mi –No podemos llevarla al complejo sub­estirpe desaparece con ellos. He pensado que… terráneo. Pero sí buscar a la resistencia huma­–balbucea. na y dejarla con ellos, ¿te parece bien? Asiente en silencio y continúan con la cena. –¡Elisa, miedo me dan tus ideas! –in­ Cada noche, desde que Elisa recibe en he­terrumpe–. Ya hemos hecho todo lo posi­ rencia el chalet del barrio residencial del ex­ble por los humanos de aquella época, nos trarradio de la capital y decide casarse conmerecemos de sobra el descanso en la ca­ Juan, después de finalizar la jornada laboralsa de playa que compramos para tal oca­ del turno de tarde que ambos solicitan de porsión. ¿No te parece? –responde–. ¡No vida y tras cenar mientras hablan de sus cosas,somos responsables de ellos! bajan al sótano dispuestos a entrar en el com­ plejo dimensional, una construcción, muy pe­ –Podemos jubilarnos en el complejo del culiar, que se ubica en las entrañas de la tierra.bosque. Darles una vida digna, en libertad Aquel edificio es un extraño legado familiar que–contesta Elisa con cierto tono de reproche–. construye un antiquísimo pariente, del que soloAparte de estar equipada con todo lo necesario existen algunas resquebrajadas fotos color se­para una vida cómoda, lo demás nos lo pro­ pia, encima de la chimenea del salón, junto aporcionará la abundante vegetación y los re­ otras de los sucesivos propietarios. Juan ycursos del entorno. Elisa, en sus conversaciones, a menudo re­ cuerdan cuándo por única vez conocen al –¡Pero qué locuras dices! Sabes tan bien anciano inquilino de la lujosa vivienda. Ycomo yo que las frondosas montañas están vi­ cómo comienza el periplo de viajes en elgiladas por los robots guardabosques de los tiempo...transhumanos. Sin tener en cuenta a los tram­ Para ellos es un regalo del cielo, ya que susperos, cazadores furtivos o cualquier excursio­ ingresos no permiten afrontar una hipoteca denista fortuito. No podemos vivir en el tiempo la época. Y una maldición, al mismo tiempo.futuro, ni traerlos al presente. Olvida al pe­queño, porque las minas lunares están milita­ EN EL PASADOrizadas y ya es demasiado tarde. Y tampocopodemos llevar a cabo las misiones por sepa­ En el invierno de 1973, Elisa recibe una mis­rado, nos necesitamos para cubrirnos las es­ teriosa citación por correspondencia para ella ypaldas. ¿Y qué pasa con nosotros, cariño? su acompañante que les invita a tomar el té. Por¡Llevamos media vida haciendo incursiones entonces, son una joven pareja de novios que vi­para intentar mejorar el futuro! Tenemos mu­ ve en casa de sus padres y solo tiene en propie­cha suerte de seguir vivos. Aparte de que he dad un pequeño coche. Una mañana soleada yrenunciado a caprichos, por no hablar de cosas fría de domingo en que ambos coinciden en laimportantes, como por ejemplo, adoptar críos. libranza, deciden perderse por la red viaria, si­Todo, por las malditas misiones –mientras co­ guiendo las indicaciones del reverso de la nota.men, observa en silencio a su mujer y al darsecuenta de los ojos llorosos, suelta los cubiertospara abrazarla–. ¡Donde tú vayas, yo voy, co­mo siempre hago! –Besa repetidamente sumejilla. 65

FUTUROSCOPIAS Tardan en llegar a la sierra norte de Ma­ adornos que brillan a la claridad diurna. Másdrid y localizar el pueblo de Navacerrada, pues retratos. Fotografías en blanco y negro poraquella parte de la región apenas la conocen. doquier la trasladan a otra época. La instanciaGracias a las indicaciones de los transeúntes guarda los recuerdos de muchas y distintas vi­que caminan por las pintorescas calles arbola­ das anteriores.das, finalmente localizan la dirección, próximaa la parroquia. En el acceso exterior de la pro­ –¡Lo imagino! Y como no tengo ganas depiedad ya espera un desaliñado anciano en ba­ paparruchas, ni de enseñaros esta casa o elta y zapatillas, quien nada más verles, hace porche con columpio del jardín trasero, se­señas para que entren el vehículo. Una vez que guidme –indica. Los gatos persiguen a la pa­aparcan en la plaza techada, junto a un Simca reja que retorna al recibidor, cuyas paredes900 y una moto Vespino, les da la bienvenida forra el papel descolorido y también adornany los invita a pasar. Siguiéndole, atraviesan el las antiguas lámparas de gas. El anciano abrejardín con árboles, plantas y flores descuida­ la puerta del hueco de las escaleras que subendas, así como la hermosa fuente de granito a la planta superior y descubre más escalerasinutilizada, hasta la puerta entreabierta de la en penumbras.casa. –¡Este será vuestro futuro! –pulsa el interrup­ Pasan al hall de la vivienda perseguidos tor y los fluorescentes parpadean hasta que sepor numerosos gatos, que se frotan contra sus iluminan los estrechos peldaños del sótano.piernas. Cierra la puerta y descienden–. Como pueden observar –indica en el distribuidor–, es el –Siento no haberme presentado antes para cuarto de la plancha, con secadora y lavadora,dar más explicaciones, pero, desafortunada­ próximo al pequeño montacargas para la ropamente, no dispongo de mucho tiempo –expone sucia. Aquí al lado está la habitación con lael señor de pelo canoso y largos bigotes grises, caldera de carbón. Enfrente, un baño comple­a la par que solicita los abrigos para colgarlos to. Bien, sigamos.en el perchero–. Mañana a primera hora salgode viaje para disfrutar mi jubilación, en un –¿Qué es aquello?pueblecito costero. Mi esposa falleció hace –Elisa, este gran salón de hormigón arma­tiempo y ya no tengo fuerzas para seguir con do es el corazón de la casa. Dispone de otralas misiones. Es hora de que ceda el puesto a chimenea y cómodos sofás. Acogedor sillón dealguien de la familia y su pareja –prosigue, lectura, con lámpara de pie. Y librerías reple­mientras abre las puertas correderas del salón tas de libros de los demás propietarios. Elisa,y los invita a entrar. Sentados en cómodas si­ aquello que señalas del escritorio, con la má­llas tapizadas, alrededor de la mesa redonda quina antigua de escribir y flexo, es una anti­con ruedas de bronce, junto al mirador con es­ quísima emisora de radioaficionado. Siguentores y cortinas, el anciano acaricia el gato que los archivadores de chapa con todo tipo dese acurruca en su regazo. En silencio, miran el facturas. Estanterías con libros de contabili­juego de té de porcelana y la bandeja de pastas dad de otros dueños que se ordenan de formaque acaba de servir. cronológica. Así como las actas que reflejan los cambios en el mobiliario, obras, reparaciones –Disculpe, señor, pero no tenemos ni idea y cualquier tipo de mejoras en la vivienda. Es­de qué habla –con un codazo reclama la aten­ tuches y tubos con numerosa cartografía. Car­ción de Elisa, que mira la estantería con la petas con documentación. Misiones con éxito.colección de figuras de porcelana, así como el Por completar. Fracasos y algunas pendientesfemenino escritorio de nogal. Pero lejos de que seguro os interesan más adelante. Diarios,hacer caso, vuelve a observar alrededor. La incluso el mío. Testamentos. Cajas con cartas yimponente chimenea de mármol del fondo. fotos de otros como vosotros que aceptan lasLa soberbia mesa con candelabros de plata y misiones. El Libro de Isaac. Y una pizarra parasillas acolchadas, bajo la magnífica araña de trazar los planes. ¡Continuemos!cristal. El aparador clásico. Una vitrina con Abre la puerta metálica y enciende los fluo­ rescentes del estrecho corredor de hormigón. 66

FUTUROSCOPIAS –Señores, aquí –indica– está el cuarto con –¿Qué es eso? –alumbra al bulto que olis­la depuradora y demás útiles de la piscina del quea la tierra.jardín, con escalera férrica que sube al coberti­zo exterior. No recuerdo cuál fue la generación –¡Pues Berta! –responde a Juan, al mismode propietarios que la construye. ¡Da lo mis­ tiempo que el topo gigante se acerca almo! ¡Aún nos queda un buen trecho! –se res­ montón de azúcar–. El antiguo dueño me dijoponde cuando llegan al ascensor. Una vez que este peculiar animal solo responde a esedentro de la cabina, aprieta el botón de des­ nombre. Limpia la mina de bichos. ¿Quién tecenso–. Para vuestra información, comento quiere? –Acaricia el lomo de piel fina y suaveque descendemos a la profundidad de un ras­ mientras le olfatea el largo hocico flexible–.cacielos. ¿Eh, Berta? ¿Eh? –continúa por las tetillas, cuando el animal se tumba panza arriba–. ¡Y A mitad de trayecto, retumba una sonora de posibles intrusos indeseables!flatulencia. El anciano y los jóvenes retoman el paso –¡Por el amor de Dios! ¿No podía haber rodeados por las incesantes carreras del ani­aguantado un poco? –increpa Juan, y se tapa mal, que mueve la cola. Durante un tiempola nariz. sin determinar, recorren el laberinto de ga­ lerías y puntales que descubren sus luces –¿Eh? No oigo bien, estoy algo sordo –se hasta que llegan a otro montacargas. El an­acerca y resuena otra flatulencia a modo de ciano corre de nuevo las rejas, no sin antestrompetilla. despedirse de despiden de Berta. Acciona en­ tonces la palanca que hace funcionar más –¡Diga que sí! ¡No se aguante las ganas! mecanismos. Elisa ríe y se abanica con la mano. –¡Sí! ¡Qué calor hace aquí dentro! –excla­ –Señores –reclama la atención de los jó­ma el anciano. venes, ensimismados a medida que descien­ En cuanto se detiene el ascensor y despla­ den los estratos de tierra–, si por cualquierzan las puertas de seguridad, Juan y Elisa se circunstancia pasáis apuros económicos, enapresuran a salir. esta mina hay valiosos recursos minerales y de Continúan por la galería que apuntalan las metales –afirma, poco antes de adentrarse envigas de maderas. la roca horadada–. ¡Solo debéis ser valientes! –Debemos tomar precauciones –el ancia­ –Detiene el montacargas en la siguiente en­no abre la taquilla metálica. Saca la vestimenta trada de la galería e ilumina la extensa vetareglamentaria y las botas de punteras. Los cas­ dorada.cos con luz. Gafas protectoras. Mascarillas condepurador de aire y botella de oxígeno tam­ –¿Oro? –Juan y Elisa enfocan a la vez enbién. Cinturón de cuero, con utensilios y mate­ la misma dirección.rial de escalada–. ¿Todo en orden? –Mira losbotiquines. Echa las rejas y acciona el ascen­ De repente, un descomunal ciempiés surgesor, que tras el movimiento brusco de los me­ de la oscuridad, golpea con furia el enrejado ycanismos, baja por el pozo que aseguran las lanza terribles mordiscos con los apéndicesvigas del mismo modo. Atraviesan diferentes bucales. Otra escolopendra albina se acercagalerías de la mina en abandono, cerradas con despacio al enrejado exterior e introduce lasrejas, y atisban vagonetas oxidadas. El monta­ extensas antenas para palpar a los jóvenes,cargas se detiene otra vez brusco, al final del que se abrazan al rincón del montacargas.trayecto. –¡Berta! –grita el anciano, y alumbra con –¡Mi mujer y yo pusimos las mismas ca­su linterna las bifurcaciones sumidas en la os­ ras! –el anciano, sin poder evitarlo, se retuercecuridad–. ¡Berta! –exclama de nuevo, mien­ de risa y da sonoras palmadas. Después detras le persiguen de cerca los jóvenes, que limpiarse las lágrimas con un pañuelo del bol­iluminan con las suyas– ¡No hace caso! –Se sillo, coge una bengala del bolsón y la encien­para en el sitio y saca terrones de azúcar del de con el mechero. Aún con risas, la lanza ybolsillo para dejarlos en el suelo. espanta a las criaturas monstruosas. Acciona otra vez la palanca y dejan atrás la cueva de los tesoros. El tiempo transcurre con 67

FUTUROSCOPIASel enfado de los jóvenes y las lágrimas del an­ la antena plana o deflectores de techo de la es­ciano, hasta que concluye el trayecto y aban­ tructura.donan el montacargas. Siguen por másgalerías que gobiernan la oscuridad y el silen­ –¡Bienvenido al hogar! –saluda el rostrocio, camino de otro ascensor. El anciano, de digital de la mujer anciana que aparece en elnuevo, desplaza las rejas y pulsa el botón. Silba cristal.canciones alegres mientras los jóvenes enfocanla blancura de los huesos fosilizados a lo largo –Hola, Clarisa –responde el anciano, y be­de la negrura del pozo. A casi mil metros de sa la superficie vidriosa–. Tenemos visita.profundidad, el ascensor se descuelga del te­ Juan y Elisa, los futuros inquilinos –presen­cho rocoso y finaliza al tope de la torre de ma­ ta–. Es la inteligencia artificial del complejo,dera, para colgar del vacío de la gran gruta que representa a mi mujer. Vosotros podéissubterránea en tinieblas. elegir la imagen que más os plazca –aclara–. ¡Cariño, prepara mi replicante! –Agarra el asi­ –¡Señores, es hora del transbordo! –El an­ dero, abre la puerta de grafeno y los invita aciano desplaza las rejas. Da un paso al frente y entrar, a la vez que se encienden las luces in­camina por la pasarela hacia la estación moto­ teriores de la instancia.ra del teleférico, anclada en la techumbre. Elanciano arranca el generador, a la vez que Como hay prisa, no reparan en el aparta­Juan y Elisa toman asiento en la cabina. Con­ mento con cocina americana. Continúan por eltinúan entre caprichosas formaciones calcá­ corredor principal y se desvían por el primerreas que pasan a escasos metros de los focos ramal de cilindro hasta el siguiente poliedro,de la góndola. mucho mayor que el primero. –¿Qué es aquello? –señala a las luces in­ –Si alguno de vosotros ocupa el asientotermitentes que se reflejan en el vasto asenta­ del final de la pasarela que lo hace suspen­miento de cuarzo. der del vacío, puede escuchar el universo. La cubierta esférica se equipa con antenas sen­ –El complejo dimensional, o vuestro futu­ soriales, prototipos mejores que arrays con­ro hogar –responde el anciano–. Como podéis formados, capaces de captar cualquier señalobservar, el edificio de anillo tubular se enreda y descifrarla en el cuadro de mando con mo­en la arista translúcida a mitad del titánico nitores. O bien, escuchar por medio de lascristal de roca. La construcción dispone de di­ pantallas acústicas a ambos lados del asien­versas estancias poligonales, según el uso. to, que se articulan del respaldo. Y cuando tengáis la oportunidad de verlo desde el ex­ –Pero ¿cuál es su propósito aquí? ¿Qué ex­ terior, seguro que os recuerda a una gigan­travagancia es esta? ¡Parece una de esas obras tesca espora. Continuemos –indica el pasilloabstractas que solo entiende el autor! principal. –En efecto, Elisa. ¡Solo Isaac, el arquitecto –Disculpe, pero ¿puedo ir al baño? –Elisade semejante obra! –exclama con emoción, se retuerce en el sitio.cuando el teleférico finaliza el recorrido en elandén de la estación tensora que se ubica en –¡Y yo! –solicita Juan casi de seguido.el saliente de cristal, próximo al mirador del –¡Cariño, hazme el favor a mí también!habitáculo con forma de cubo. El anciano –pide a la imagen que les acompaña por elabandona la cabina y acto seguido, los jóvenes. corredor. Se abren compuertas del suelo yElisa se apoya en la barandilla de la terraza emergen tres brazos robóticos con retretes quepara otear la oscuridad. Juan ocupa una de las se disponen en línea frente a ellos.sillas de la mesa de verano con la sombrilla –Un poco de intimidad, ¿no?plegada. Mientras, el anciano se sitúa delante –Disculpa, Elisa. ¿Cariño?de la puerta corredera que está entre los ven­ Al momento se colocan separadores. Y de­tanales de la fachada. saparecen poco después de sonar la última cisterna. –De verdad, no entiendo ni veo nada. –¡He aquí, la sala del reactor dimensional! Elisa se encoge de hombros. Se da la media –Se detiene junto a la entrada que brilla delvuelta y mira los depósitos de agua, así como ramal hacia al dodecaedro truncado–. El pro­ 68

FUTUROSCOPIASdigio de ingeniería sin parangón hace posible –¿Ahora mismo mienten tus ojos? –pre­los saltos tiempo­espacio, tanto del continente gunta a Juan–. ¡Mira alrededor! ¿Acaso nocomo el contenido del complejo en el que esta­ eres diferente a tus padres y hermanos? ¡Lasmos. A través del titánico mineral, también fotos que me muestras así lo atestiguan! ¿Meproporciona energía al proyector de aristas de niegas lo evidente?la cúspide, el cual es capaz de recrear el ciclosolar­lunar de forma artificial. Y existe una pe­ –Pero… –se rasca la cabeza, algo nervioso.queña cabina de teletransportación para dos –Todo está escrito en el Libro de Isaac. Elpersonas que solo funciona en caso de emer­ proceder es simple. Durante años trabaja engencia –se santigua. hospitales y pasa consulta a numerosas emba­ razadas. Así puede suministrar «fármacos» –¿Viajes en el tiempo? ¡Pero qué dice! para asegurar árboles genealógicos de futuras –¿Eh? ¡No oigo bien! –Ignora a Juan y personas como nosotros. Manipula la genética.prosigue por el pasillo tubular–. Pero no se –¡No!hagan ilusiones. No pueden retroceder para –Cariño –coge las manos de Juan–, sabescobrar el premio de la lotería, no. Única­ que en el fondo tiene razón. Muchas vecesmente viajar a fechas predeterminadas. soñamos lo mismo y estamos conectados deVuestro presente y el futuro transhumano. forma especial, hasta el punto de sentir loSin posibilidad de alterar el transcurso de la mismo. El señor está en lo cierto. No fue ca­historia. El reactor libera energía cada siete sual, sino el destino.días, el domingo a las doce en punto de la –Las celdas permanecen vacías, exceptonoche, para trasladar el complejo al futuro. las tres últimas –interrumpe el anciano–. UnaAllí, trabajan cinco días en la civilización pieza hexagonal contiene a mi replicante ca­transhumana y disponen de los dos días del maleónico. Las otras guardan unidades paradescanso laboral para realizar la misión que estrenar, puesto que cada una es personal, in­se os asigne. Al séptimo día regresan al com­ transferible y destruida cuando el dueño falle­plejo dimensional, que tras el salto espacio­ ce o la deja de utilizar por cualquier motivo.tiempo, aparece en nuestro presente, siete ¡Procede, cariño! –solicita al semblante digitalminutos después. en la pared de grafeno. Sin darse cuenta, llegan a la sala en forma De inmediato, surge del computador unde cubo truncado. tentáculo biónico. A medida que se acerca a las –¡El panal de celdas! –Señala al techo del celdas del techo, nacen protuberancias del ex­recinto–. ¡Las veo en mis sueños! ¡Y aquella tremo que se adhieren a la superficie. Estasmáquina! –Camina hacia al computador cuán­ sacan despacio la pieza hexagonal para depo­tico de columnas basálticas en mitad de la col­ sitarla con cuidado en el suelo.mena. –¡Es hora del baño! –Se despide de los jó­ –¡Por supuesto, Elisa! Hemos sido modifi­ venes y camina hacia la sala médica que secados genéticamente para que el impacto psi­ descubre en la pared. En cuanto entra en lacológico sea mínimo. No es casual vuestra cabina, se cierra la mampara transparente y loestatura, apenas alcanzamos el metro veinte. inunda el torbellino de líquido azul. Se drenaTampoco la constitución de niños. Ni que sean casi al instante. Se abren entonces las com­matrimonio o tengan los mismos sueños, ¿ver­ puertas y un chorro de aire le seca desnudo.dad? –se dirige a Juan. –Esto no me gusta nada, ¡vámonos! –Cierto –admite Elisa. –Arrastra a Elisa de la mano. –¡Sí! ¡Sois obra de Isaac! –¡Maldita sea! Nunca me acuerdo de que el –No es posible –niega al anciano–. Aparte fluido esteriliza y deshace la ropa. Otra bonitade que no tengo el gusto de conocer al tal bata y zapatillas que pierdo –cuando pasa porIsaac, le puedo enseñar las fotos de mis padres la camilla biomédica, el autómata quirúrgicoy hermanos que llevo en la cartera. Ellos son cobra vida, los brazos robots de este cubren lasmi verdadera familia, nada que ver con la lo­ partes púdicas del anciano con rollos de celulo­cura que plantea. sa y le fabrican una bonita muda en segundos. 69

FUTUROSCOPIAS –Elisa… –apremia. cancía. Mueren en la explotación de peligrosos –Jóvenes –camina por ellos–, las condi­ negocios, terrestres o extraterrestres. Incluso,ciones por escrito en la notaría para que pue­ son expuestos en los escaparates de prestigio­dan heredar la casa son, primero, presentar un sos centros comerciales para venta como ser­papel con mi firma que por supuesto no voy a vicio doméstico o cualquier otra utilidad que elfirmar hasta que me acompañen al futuro, y, comprador quiera darles, dentro de la exiguasegundo, respetar todos los objetos y mobilia­ ley que los ampara. El 19 de septiembre derio del hogar. 2103, el primer comando de soldados de élite –Cariño, nos hace falta una vivienda –sir­ onis que abandera el científico creador, ave de excusa ante la curiosidad por cuanto quien llaman Padre, se alza en armas en laacontece–. Además, es pariente nuestro, y ciudad de origen. En su revolución por la li­aunque nos acabamos de conocer en extrañas bertad, la independencia y su propia identi­circunstancias... –le mira– ¿usted no me in­ dad, toman los principales centros neurálgicostenta hacer daño, verdad? e instalaciones de Nagasaki. –Ya… la casa de los horrores –interrumpe. –¡Ja! ¡Ja! –dedica la mueca a Juan. –¿Qué brilla en su pecho? –pregunta al –Señorita –apoya la mano arrugada el anciano.hombro de Elisa–, jamás mi intención es esa.Engañar o hacer daño alguno. Lo juro, por la –¡Cariño! No seas maleducado –reprendememoria de mi Clarisa –se emociona–. Mi a Juan–. Continúe, por favor.mujer y yo pasamos por la misma situaciónhace muchos años. Sois libres de decidir. Pero –Una pequeña estrella –acaricia la placaantes, haced el favor de acompañarme en el metálica–. Durante meses de cruenta guerra,salto temporal y dejar que os explique cuál es el ejército de onis asalta de forma sucesiva lasla situación de los humanos del futuro. Si no, principales poblaciones ante la impotencia deseguro que la «pesadilla» os persigue de por las fuerzas terrestres y con ayuda de losvida como un perro de presa. Doy buena fe de congéneres que se unen a la causa. Al final, elello. Implacable, devora el sueño hasta que la emperador de Japón declara la rendición in­vida se hace insufrible. Y al final se busca la paz condicional. A la vista del conflicto, todos losen la muerte, como algunos de nosotros que transhumanos exportados a los demás países;no aceptan su sino. Sí. Vosotros, mis queridos masculinos, femeninos y niños se exterminan.amigos, no tenéis opción de elegir, ni de llevar Países de los cinco continentes organizan lavidas corrientes. Si me acompañáis al tiempo nueva coalición militar que sitia la isla porfuturo, seremos humanos libres del planeta tierra, mar y aire, bajo amenaza de utilizar ar­Tierra –prosigue–, ya que el hombre, en su mas nucleares. Padre organiza la infantería deempeño por igualar a Dios, es esclavo del yugo élite en el perímetro que defienden los Arcasde su propia creación. Los transhumanos u Estelares, los cuales tripulan mujeres y niñosonis, así los llama la sociedad oriental de la onis. Escapan del fuego enemigo tres de lasépoca, en un principio se crean en laboratorios cinco naves espaciales, poco antes de que lasclandestinos a petición de la Yakuza japonesa. bombas nucleares hagan desaparecer a JapónSe utilizan como perros de presa y realizan los de la faz de la Tierra. Los satélites militarestrabajos sucios de las mafias por el dominio humanos asimismo destruyen otro Arca, mo­del país, en la Guerra de Castas. Poco después, mentos previos del salto al hiperespacio.declara la hegemonía de la Familia Hoja dePalma y se establece un suculento negocio en­ –¿Pero qué le ocurre a Padre y sus sol­tre el gobierno nipón y la fábrica de onis, legal dados?a todos los efectos, sin hacer caso de las pro­testas de asociaciones humanitarias. A partir –Vaporizados por los hongos atómicos.de entonces, esta nueva raza de humanoides –¿Y con los Arcas Estelares restantes?recibe un trato inhumano como simple mer­ –Colonizan un nuevo planeta en las en­ trañas de la Vía Láctea y fundan la República Oni. Gracias a su tecnología avanzada, la inge­ niería genética y muestras de los Arcas Estela­ res, fabrican a sus iguales con la particularidad de poder reproducirse de forma natural. Y re­ 70

FUTUROSCOPIASgresan, trescientos años después. La flota de gantesco de piedra con inscripciones y descu­naves extraterrestres arrasa la Tierra y sus co­ bren al fornido replicante que atrapa en sulonias espaciales del Sistema Solar, en dos interior. A continuación, algunas protuberan­días. No hay prisioneros. Se reducen los últi­ cias lo depositan en el suelo. Aquellas encajanmos vestigios humanos a las cloacas de las otra vez las piezas del puzle pétreo y lo llevanmegalópolis o las montañas. Otros supervi­ de vuelta al sitio que corresponde en las celdasvientes se rinden a las condiciones del vence­ del techo. La máquina de guerra, de forma au­dor. Desde el momento en que se declara la tomática, abre algunas corazas de su espaldahegemonía oni, lo que el hombre no cuida a lo para articular un biomecanismo, llamado cáp­largo de su historia, los nuevos dueños lo re­ sula neuronal.paran en pocos años. Se instaura en aquel mo­mento una sociedad sin injusticias, hambre o El hombre se tumba de costado en posi­guerras. Construyen depuradoras robot para ción fetal; al mismo tiempo, el blindaje que secielo, mar y tierra. Gracias a su ingeniería desacopla del hombro del soldado artificialgenética, también son capaces de repoblar la adquiere la forma de araña robótica. Se sitúaflora y la fauna. O recuperar especies de la ex­ encima de la cabeza del anciano. Con las patastinción. De nuevo, las ballenas azules surcan más largas manipula en cable de fibra e intro­los océanos y el cóndor, los cielos. Sin embar­ duce la clavija en el implante de la nuca. Si­go, peor suerte corre el ser humano, que se re­ guen después los tubos en las vías respiratorias.duce a simple mascota de compañía o esclavo El robot araña, de múltiples ojos que brillan,minero en los satélites. Los que no aceptan se desplaza al torso para administrar fármacosaquel destino sobreviven ocultos en las ruinas y poner las diversas vías. Engancha la man­de antiguas ciudades que engulle la vegeta­ guera de energía al conector del pecho. Y unación. Se organizan por entonces las resisten­ vez que finaliza la operación, retorna a la po­cias, tan orgullosas como inútiles. Si os sición original.quedáis con la casa, seréis responsables deproseguir con las misiones. Igual que los El habitáculo translúcido se cierra despa­demás propietarios –expone el anciano–. A lo cio. Se inunda de líquido amniótico y, a medi­largo de vuestras vidas, vais a renunciar a mu­ da que las ondas mentales del anciano fluyen achas cosas. Incluso hallar la muerte. Pero la través del cable luminoso, se establece la co­gran recompensa es la esperanza. Esperanza nexión neuronal con el ser artificial. La cápsu­para muchos humanos esclavizados. ¿Qué la se introduce dentro de la máquina de guerradecís? y se cierra el omóplato de blindaje. Las des­ cargas eléctricas recorren entonces la fibra –¿Qué le sucede a su esposa? muscular sintética del infante. Se yergue para –Ella… fallece en una de las misiones. sacudir brazos y piernas. Camina hacia la pa­ –¿Y por qué no tienen hijos? reja, que ya no discute el asunto: ahora, solo se –Los viajes en el tiempo provocan esterili­ abrazan temerosos.dad. Si aceptáis, el autómata quirúrgico se en­carga de realizar el trasplante del corazón –¡Jóvenes, observad al transhumano! –Elnuclear, idéntico al mío –palpa la placa–. Hace replicante de tres metros de altura se sientafuncionar al replicante. También el implante junto a ellos–. Como podéis observar, no ten­neuronal tras la nuca, para poder establecer la go rostro –parpadea luz–. Aunque el materialsincronización. Además, tú, Elisa, vas a perder se moldea a voluntad y configura cualquierun pecho. identidad, vuestros prototipos, siempre mejor Cuando Juan y Elisa empiezan a discutir a que los anteriores modelos, ya se definen en elpleno pulmón, el anciano se va del lugar. Se futuro.sitúa frente a una de las caras del sarcófagohexagonal que lo refleja. Toca la superficie. –Cinco minutos para el salto espacio­Los tentáculos biónicos desarman el bloque gi­ tiempo. –Gracias, cariño –agradece a la imagen de Clarisa–. ¿Me acompañáis entonces? –¿Pero los onis no son criaturas mons­ truosas? 71

FUTUROSCOPIAS –Elisa, estos en su primera época llevan La pianista fantasmagórica se despide delmáscaras. Hoy solo se recuerdan en sus libros público y se desvanece como el instrumentode historia. musical. –¡De acuerdo! –Coge la mano de Juan–. Las luces del complejo se encienden a me­Vamos sin compromiso alguno. dida que las paredes recuperan su forma ori­ ginal. –¡Cariño! –las paredes del recinto poco apoco se vuelven transparentes. También se –¡Jóvenes! –el replicante se pone en pie–.apagan las luces tanto del interior como del Id a esa estancia –señala al vestidor que seexterior del complejo hasta que reina la oscu­ descubre en la pared del recinto–, vestíos conridad. Se hace el silencio y solo se escucha tra­ la ropa de montaña del armario y colocad elgar saliva–. ¿Puedes amenizar la espera, por arnés encima. Yo voy a la sala contigua defavor? –solicita el replicante. Del suelo emerge mantenimiento. Cuando estéis listos, nos ve­la imagen digital de la anciana junto al piano mos aquí.de cola. Toma asiento y comienza a tocar unahermosa melodía. El replicante con el nanotraje puesto, así como el cinturón con material para escalar y Estalla un trueno cuyo eco procede del mochila metálica a la espalda, momentos másreactor. tarde se acerca a los jóvenes, que ya esperan. El suelo tiembla y el proyector natural co­ –¡Con permiso! –Con sumo cuidado, cogemienza a irradiar luz. Se pone en marcha el ca­ a Elisa de la cintura y la acerca a sí mismo pa­lendario holográfico que aparece frente a ellos. ra que el arnés de metal se imante a la alturaAnte sus ojos, el sol nace del abrupto horizonte del pectoral–. Aprieta las correas y ajustas lodel Este. Gana fuerza y es más intenso en la mejor posible, ¿de acuerdo? –requiere. Actoveta de mineral que lo refleja. Cruza el techo seguido, repite la misma acción con Juan. Loscon forma de bóveda de tonalidad azulada pa­ cerrojos producen estruendos y se abre lara alcanzar cada recoveco del subsuelo y el compuerta de grafeno en la pared–. ¡Atentos!globo que brilla menos va a morir al lejano –mira a los jóvenes en los sacos polares.Oeste. Asimismo, se sucede el ciclo lunar entrelos infinitos yacimientos fosforescentes a velo­ –¡Sujétate fuerte, cariño! –vocea a Juan alcidades vertiginosas. Los días transcurren rá­ lado.pidos al compás de la música tranquila y bella. El replicante toma carrerilla. Justo en el Juan y Elisa miran el entorno. Observa có­ borde del suelo vidrioso hace el salto del ángel.mo pasan semanas, meses y años sin cambios Cae en picado mientras las compuertas seaparentes. Hasta que la secuencia se ralentiza cierran otra vez y los jóvenes gritan desafora­con los primeros siglos. damente. Realiza piruetas imposibles para es­ quivar las afiladas formaciones que brotan del Las goteras crean constantes formaciones precipicio mineral. Hasta que de su mochilacalcáreas. Y las chorreras son caudales que se despliega las alas de aleación ligera y capturaconvierten en riachuelos entre las rocas. La la corriente de aire caliente que le interesa.geología, siempre caprichosa, da forma al pai­ Instantes después de reconfigurar las plu­saje. Al primer milenio brota una cascada del mas alcanza la mayor envergadura posible yconfín opuesto que da origen al río subterrá­ planea.neo. Así, Juan y Elisa, en silencio, descubren por La anciana toca in crescendo al poblarse el primera vez el reino subterráneo a vista de pá­subsuelo de vida animal y germinar el verdor jaro. Cuando se adentran en la chimenea de lavegetal, varios siglos después. Los ciclos esta­ montaña nevada, las alas del replicante secionales maduran la zona a su vez que fermen­ adaptan a la fuerte succión que les atrapa. Co­ta un rico ecosistema de flora y fauna que se mo un ave rapaz de metal consigue esquivaresconde en las entrañas de la tierra. El calen­ los obstáculos naturales de la garganta. Giradario aminora la marcha del tiempo cuando de forma brusca con el impulso de la intensallega del invierno y se congelan las aguas. corriente y asciende a medida que se estrecha Cesa la música con la fecha. 72

FUTUROSCOPIASel estrato. Llega el momento en que de nuevo de vegetación, a la sombra de las metrópolisdebe reconfigurar el sistema de vuelo y sus que flotan. Tanto en las alcantarillas comoalas se baten muy rápido a modo de colibrí. en las antiguas redes de metro, se escondenSin embargo, por la dificultad que supone los enclaves de la resistencia humana contra losavanzar se posa en un hueco apropiado de la transhumanos.grieta y recoge las plumas. –¿No han podido llegar a un acuerdo? Después de quitarse la mochila se calza los –¡Imposible! Muchos humanos «salvajes»crampones y aferra los picos con correas de prefieren morir antes que claudicar. Aparte deseguridad. Entonces empieza a escalar despa­ que los esclavos llevan tantos años al serviciocio la columna de agua helada. de los transhumanos que no recuerdan su identidad, las autoridades a cargo del exter­ –¡Elisa, tienes las cejas escarchadas! –ex­ minio no negocian –responde a Elisa.hala vaho. Oculto en la capucha y al abrigo del Unos disparos interrumpen la conversa­saco polar, le sorprende la imagen que distor­ ción.siona la pared gélida. –¡Furtivos! –exclama–. Me temo que no cazan animales, porque que es época de veda –¡Te cuelga un moco congelado, Juan! –otea el horizonte–. ¡Sujetaos, vamos a des­–ríe. cender! –El replicante salta por las ramas con sumo cuidado para no hacer ruido alguno que El particular escalador continúa por otra pueda delatar su posición y vigila el entornofractura del subsuelo. Esta vez decide saltar y cada vez, hasta que alcanza un hueco del tron­toma impulso para ascender de una pared a co a poca distancia del suelo–. Quedaos aquí yotra al mismo tiempo que realiza piruetas por nada del mundo os asoméis. ¿Habéis en­increíbles. Hasta que por fin alcanza la su­ tendido? –reprende a Juan y Elisa en cuclillas,perficie. después de dejarles a buen recaudo del escon­ drijo. –¡Juan, tranquilízate! ¡Por favor! –repren­ Luego, pega un gran salto y se pierde en lade al escuchar gritos. arboleda cercana. Otro disparo irrumpe el silbido del gélido Ambos enmudecen al ver al Cristo sin co­ viento que mueve con suavidad las ramas ne­lor del madero. Pues están frente el altar de la vadas de los árboles, cuyo eco se desvanece enparroquia en ruinas que engulle la vegetación. las montañas cercanas. Al igual que los ladri­El replicante pone la rodilla en el suelo y se dos de los perros que se aproximan.santigua. A continuación se va el lugar. Es un –¡Juan, mira! –indica y tira de la mangadía con nieve de invierno. El reflejo del sol les del abrigo.deslumbra en un primer momento. Cuando Tumbados en la rama tronchada del hue­Elisa puede apartar la mano que cubre sus co, pueden observar a la familia de humanosojos, descubre las montañas frondosas del con uniformes de presos que corren por losgran lago. arbustos. Escuchan un nuevo disparo. La fuerza invisible empuja a uno de los adultos El replicante corre sobre la nieve y sortea que explota por el torso y cae en dos partes.el follaje. Del fuerte impulso sube a la gruesa Casi al instante suena otra detonación que de­rama del árbol y de forma sucesiva en poco capita y desploma al otro individuo. Surge deltiempo llega a la copa. follaje la jauría de gigantescos canes de presa que se abalanzan sobre los niños y los des­ –¡El futuro de la Tierra! –indica mientras pedazan en cuestión de segundos.les zarandea el gélido viento. –¡Dios mío, es horrible! –¡Malditos! Tranquila, Elisa, nos vamos lo –¿Dónde está la civilización? antes posible –la abraza. Solo escucha el llanto –Coged los anteojos de las fundas –así lo ahogado de su novia, que se encoge y tiemblahacen–. Si os fijáis bien, la veréis en la lejaníadel manto blanco –por aquel entonces, existengigantescas metrópolis conectadas por auto­pistas magnéticas elevadas de la exuberantevegetación por incontables pilares–. En estesiglo las ciudades que conocéis sufren abando­no. Están en ruinas y sepultadas por milenios 73

FUTUROSCOPIASen el sitio sin poder evitarlo. La quiere besar, de ambos, la munición se detiene próxima apero se cubre el rostro con las manos para así las cabezas de los jóvenes humanos. Los pro­desaparecer. Entonces la aprieta contra sí e in­ yectiles giran a gran velocidad en el sitio ytenta consolarla; sin embargo, algo va mal y se desprenden vaho. El hilo de luz comienza adesliza… dibujar debajo las manos del replicante, hasta que lo descubren por completo en cuclillas. –¿Qué ha ocurrido? –pregunta a Juan so­bre la nieve. Sin saber cómo, ya no están en el –Jóvenes, si aceptan este futuro puedenárbol sino en el suelo. salvar vidas. La familia en realidad no es pró­ fuga de la granja de humanos, aunque huyan Al momento, los animales se percatan de en busca de la libertad. De esperanza. Los de­los extraños y poco a poco les rodean. Destaca jan escapar para obtener un rato de diversión.uno de estos que gruñe, enseña las afiladasfauces aún con sangre y vísceras. La expresión de Elisa se torna seria y sin atisbo de miedo asiente con la cabeza, tras mi­ –¡Atrás! –amenaza con el palo al perro gi­ rar a Juan. Los proyectiles que retiene el cam­gante. Juan retrocede a medida que este se po electromagnético de las manos en seguidaacerca. Cuando lo tiene enfrente enmudece. Le se disparan e impactan en el entrecejo de lostiemblan las piernas y permanece inmóvil, transhumanos guardianes–. ¡Yo me encargoaunque protege a Elisa. de hacer desaparecer los cadáveres! El animal les sobrepasa en altura y es mu­ Elisa, sin embargo, no se mantiene alcho más corpulento que ellos dos juntos. Las margen y colabora con el replicante para des­fosas nasales resoplan para agitar los cabellos pejar el suelo de nieve con la pala militar. Juany pronto la saliva que chorrea de los colmillos también se une para cavar la fosa común y dardescomunales deja un charco que pringa los sepultura a la familia de humanos. Los trans­pies de los jóvenes. La bestia cesa de gruñir de humanos guardianes y sus bestias caninas serepente y sufre un espasmo muy brusco. Por amontonan en el mismo lugar y desaparecendebajo de su enorme cabeza comienza a brotar en el destello que desintegra la granada quesangre que perfila el filo del piolet. desde la distancia lanza el replicante. Retor­ nan en silencio por el bosque que cubre nieve, –¿No hacéis caso, verdad? –Un hilo de luz hacia la parroquia oculta en la vegetación.recorre la punta del pico que desactiva el ca­muflaje óptico–. ¡Siento haber tardado, yo me Una vez que por el mismo camino llegan alencargo! –Al mismo tiempo que se derrumba complejo del subsuelo, el replicante solicita ala bestia del pico encajado, da un paso lateral la inteligencia artificial el protocolo de emer­para esquivar la dentellada de otro. En cuanto gencia para que realice el salto del espacio­pasa la cabeza, apresa al animal del cuello y lo tiempo sin la espera de los días que corres­desnuca. El replicante se agacha a velocidad ponden. Y después de estallar el trueno delsobrenatural y el acero de sus nudillos impacta reactor, la realidad distorsionada da paso a lala mandíbula de la fiera en pleno salto para re­ oscuridad y al subsuelo estéril.ventar la tapa de los sesos. Se suceden los gol­pes con los refuerzos de las rodillas, así como EN LA ACTUALIDADcodos y empeines. Poco después toda la jauríayace inerte y tiñe la nieve de sangre. –¿Cómo fue el día? –pregunta al replican­ te que ocupa el cómodo sillón del vestidor, –¿Qué ha ocurrido aquí? –grita el cazador mientras realiza su tabla de estiramientos.que aparece de los matorrales. –Bien –contesta, y le asombran los ejerci­ –¡Mis perros! –el otro transhumano uni­ cios de la anciana–. Sobre todo tengo que de­formado suelta el arma en la nieve y se arrodi­ dicar la mañana a guardar los utensilios dellla para recoger entre sus brazos a un animal jardín en el cobertizo. Además de poner ladestripado. funda del coche y vaciar la piscina para cu­ brirla con la lona. Sabes que cocino mal, así –¡Ha desaparecido! –Juan mira alrededor. que hoy no hay excepción y salgo a comer fue­ Los cazadores alzan sus rifles con miras te­lescópicas y disparan a la vez. Ante la sorpresa 74

FUTUROSCOPIASra. En el restaurante de siempre. Luego me Seguro que hay más que suficiente para laecho una buena siesta. Y a media tarde paseo manutención de la casa cuando la abandone­mucho. De paso aprovecho para entrar en la mos. El testaferro ya se encarga de buscar a laparroquia y rezar un poco. A la vuelta dedico siguiente pareja en la línea de sucesión. Cuan­un rato a visitar a los vecinos. do regresemos de la misión, le llamo para sa­ ber cómo va el asunto, antes de viajar a la –¿Estaba la cotilla? casita de playa en Asturias. –Sí, pero tranquila. Solo les hago saberque, como te jubilas, nos marchamos de viaje –¡El traje te queda genial! –A lo que el re­esta misma madrugada. Con toda la confianza plicante se levanta y da una vuelta en sitio, alde ser vecinos de muchos años, les pido que mismo tiempo que se sujeta el sombrero– ¿Elhagan el favor de echar un vistazo de vez en abrigo es a medida, verdad?cuando a la casa, así como recoger la corres­pondencia del buzón. Me piden las llaves... –Nos lo podemos permitir –saluda con elEntonces no tengo más remedio que mentir y sombrero–. Es paradójico que en el tiempodecir que no se preocupen, pues van a estar a futuro disfrutemos de tan magnífico podercargo de un familiar. económico y en nuestra época trabajamos toda –¿Sabes que algunas veces sorprendo a la la vida para conseguir una jubilación misera­vecina tras los setos del jardín? Aunque ella no ble –expone y toma asiento–. ¡Cariño, enme ve yo siempre la pillo cuando se asoma con cuanto puedas me haces el nudo de la corbata!los prismáticos por las ventanas. –la muestra en la mano. –Después de cenar –hace caso omiso delcomentario de la anciana–, me dedico a traer Elisa, momentos más tarde, sale de la ca­el equipaje. También a revisar el vehículo y bina de ducha. Se tumba en la cápsula bio­más tarde a repasar los detalles de la misión. mecánica y después de que el asistente¡La última, por cierto! Imagino que cuando sanitario en forma de araña robótica haga sullegas del trabajo encuentras la nota del fri­ labor, el mecanismo la introduce en el repli­gorífico que menciona la comida del microon­ cante femenino. Este cobra vida tras las des­das, ¿verdad? ¿A que emociona ver los cargas eléctricas que lo recorren de arribamuebles cubiertos con sábanas? abajo. –Pues sí. Hace muchos que vivimos en es­ta casa –responde al replicante–. Dejamos Lo cierto es que Juan, por muchos años,nuestra esencia. disfruta al observar cómo el ser artificial se –¿Conectas la alarma y el temporizador de viste con lencería, pues la muñeca de mus­las luces del hogar? culatura de metal con blindajes en las arti­ –Por supuesto –exclama al replicante–. culaciones, posee medidas perfectas. Sigue elAntes de coger el ascensor del sótano. De to­ elegante vestido. El rostro moldeable adquieredas formas, Berta entra cuando le viene en ga­ la identidad que corresponde y, a su vez, tona­na, todavía no sé por dónde, y va a ser un buen lidad la piel sintética. La mujer replicante, deperro… disculpa, topo guardián del hogar. Hoy mediana edad, cambia a capricho el color y elestá muy nerviosa. ¿acaso sabe que nos va­ corte del cabello. Cómo no, siempre a la modamos? La tengo que acariciar un buen rato y futura. Toma asiento frente al espejo con to­pasar otro tanto en lanzar el palo hasta que cador y se maquilla con calma. Finaliza con laspor fin se está tranquila. Puse bastante azúcar joyas.en su cuenco, antes de coger el montacargas dela mina. –¡Esa corbata! –reclama el replicante de –¡Pues anda que los ciempiés! –comenta Juan–. ¡No consigo entender cómo aún no sa­a Elisa–. Tampoco se cansan de jugar. Al fi­ bes hacer nudos!nal me tuve que poner serio y regañarles. Por­que me distraen más de lo previsto en llenar el –¿No? –la sujeta de la cintura y aprietacofre de oro y piedras preciosas de la galería. contra sí–. ¡Y nunca aprendo! –Cinco minutos para realizar el salto tem­ poral –alerta la inteligencia artificial que re­ presenta la delicada figura de una maiko. Viste 75

FUTUROSCOPIAScon laborioso kimono de mangas anchas. Sus no a los ocupantes después de que el autómatacoloridas y vaporosas gasas de seda se agitan se esconda en la pared.por toda la estancia. Juan introduce la llave del contacto. La –¿Te gusta alguna música en particular? gira para encender el cuadro de mandos y el–propone, delante de la pared oscura de grafe­ ordenador realiza el chequeo de todos los sis­no, y dejan los equipajes a sus pies. temas. Cuando los verifica el testigo luminoso, el conductor arranca el motor. El vehículo se –¡Carmina burana! ¡Sin duda! eleva del firme con el destello de las ruedas Del suelo surgen entonces los tenores y so­ electromagnéticas y entonces se balancea sua­pranos que acompaña al coro de la orquesta fi­ ve en el sitio.larmónica. El director holográfico ocupa elsitio y, después de saludar a los músicos, le­ –¡Modo de conducción automático! –or­vanta la batuta. Se apagan de forma gradual dena.las luces, a la vez que las paredes del recinto setornan transparentes; estalla el trueno del El deportivo se pone en marcha a medidareactor, que reverbera por toda la sala. Co­ que se abre la compuerta del recinto. Transitamienzan a sonar los primeros acordes de mú­ despacio por la plataforma del puente levadizosica cuando aparece el calendario digital. La que salva el abismo hacia la boca del túnel,tremenda energía del reactor se canaliza hacia horadado en el mineral translúcido. Y se de­el proyector de las aristas más altas del mine­ tiene en la entrada. Los replicantes de Juan yral para de nuevo irradiar luz solar en la veta Elisa observan en silencio el ocaso del sol arti­que refleja por el techo de bóveda azul del ficial tras el horizonte naranja, hasta que sue­grandioso espacio. nan los estruendos del cierre en la fachada El sol artificial nace y muere por ciclos del piramidal.abrupto horizonte. Y, cada vez, da paso a la lu­na que brilla entre infinitos puntos luminosos. –¡Tortuga!Cuando discurre el agua, la geología se vuelve –¿Cómo? –pregunta por el túnel quecaprichosa. Varios milenios más tarde se crean alumbran las luces.las estaciones climáticas del subsuelo, cuyo –Comiendo… –bromea al replicante deecosistema de fauna y flora exuberante se Juan.pierde a la vista por la vereda del río subterrá­ –¡No pienso hacer caso! –contesta. Se re­neo que serpentea en lontananza. clina a la vez que el asiento, y el techo del –Maiko, prepara el vehículo, por favor vehículo se vuelve transparente, para quedar–solicita el replicante de Juan mientras las pa­ absorto en la radiación luminosa que discurreredes recobran su forma original. por el conducto que perfora en paralelo al tú­ La imagen digital de la geisha les toma la nel.delantera y se adentra por el corredor que lle­ La carretera de espejo al poco tiempo dava a la última instancia piramidal del comple­ paso a una cámara de cilindro. Ladea la cabezajo. Una vez que están en el garaje, Maiko, por para ver cómo el caudal de energía se desvíamedio del brazo robot, realiza las labores de re­ hacia las columnas de metal plateado en ci­visar el deportivo biplaza con las puertas de mientos concéntricos de la base. Los extremosmariposa abiertas; entre tanto, los replicantes al aire libre los prenden cables dorados que sede Juan y Elisa se dedican a dejar las maletas entrelazan en uno y como tal se adentra por elen el maletero que hay delante. Cuando ocu­ orificio central que existe en el techo.pan los asientos y se abrochan los cinturones –¿Sabes que el pistón del reactor ahorade seguridad, también se cierran las puertas mismo hace contacto con el conector del mi­automáticas. neral y envía el descomunal flujo a estos Maiko desengancha la manguera del mo­ acumuladores eléctricos? –comenta al repli­tor gravitacional y a continuación el suminis­ cante de Juan–. ¿Que transcurridos sietetro de las turbinas traseras, para colgarlas del días, la explosión del reactor recoge el pistónsurtidor que asoma del techo. Da el visto bue­ del disparador y el complejo realiza el salto en el espacio­tiempo, para desaparecer de la arista del titánico cristal de roca por el que 76

FUTUROSCOPIAScirculamos? Pero gracias a esta obra de inge­ táctil la canción Runaway, de Bon Jovi–. Se­niería –mira los cilindros de luz que palpitan gundo, ajustar el ecualizador digital y el siste­en la piscina azul–, continúan los ciclos solares ma de audio –palpitan las pantallas acústicasy lunares que mantienen con vida el ecosiste­ de vías separadas en las puertas, también losma de la zona, aun ausente la fuente de ali­ dos enormes subwoofers traseros–. Por últi­mentación principal del proyector de la mo cambiar el modo de conducción a manualcúspide ¿A que no lo sabes? ¿Eh, señor Solo­ –tras manipular el ordenador del cuadro deme­interesa­la­liga­de­fútbol? mandos, sujeta la pequeña palanca de cambio con adorno de madera. –¡Ya! ¡Aúpa Atlético de Madrid! –Y cuando el complejo regresa a la misma –¡Y… tiempo! –grita y mira el reloj cuandolínea temporal del pasado, en el mismo cristal se desvía por el camino de esmeraldas.de roca, solo hay oscuridad y subsuelo estéril.Porque Isaac así lo dispone. El replicante de Elisa hace el juego de –¿Por qué lo quiere así? –cuestiona al re­ pedales y pisa a fondo, exige sin contempla­plicante de Elisa. ciones al mismo tiempo que resplandecen las –Quien sabe... ruedas electromagnéticas del vehículo. Acelera El deportivo biplaza prosigue por el túnel. con fuerza. Cambia rápido de marchas para Poco después, finaliza en una habitación subir la aguja luminosa del velocímetro y sehexagonal. Gira de forma automática en el si­ dispara el cuentarrevoluciones en el desfilade­tio y da marcha atrás. Surge entonces de la ro rocoso de la montaña mineral. Las lucesparte trasera un enchufe que se articula para antiniebla también descubren los tramos deencajar despacio con el conector del tope final. aberturas angostas y alargadas que forma laLa energía del vehículo de inmediato hace fun­ erosión fluvial. Y pasan fugaces.cionar la plataforma magnética de transportevertical. Desciende a gran velocidad duran­ Cuando circulan por los helechos giganteste cinco minutos que ameniza la música de la jungla prehistórica, el replicante de Juanque selecciona el replicante de Juan. Los escucha la risa burlona de su mujer, pero no sefaros del vehículo descubren un nuevo túnel al enfada, pues sabe que la sinapsis cerebral esfinal del trayecto. mucho más rápida que la suya y sin duda con­ Continúan por el mineral horadado hacia duce mucho más rápido. Pasan las columnasla salida y toman los puentes naturales que calcáreas y una vez que sortean las manadasconstruyen los cristales con filos, a los pies de de paquidermos que pastan entre las setasla montaña mineral. descomunales, en aquel momento, el vehículo –Solo digo que vamos muy lentos –excla­ salta por el precipicio hacia las aguas turbu­ma por el sendero de topacios. lentas. Pero su acompañante aún se reclina en elasiento del conductor y no responde. Solo mira –¡Un segundo de más! –avisa, y observala bandada de reptiles voladores que en aquel cómo destella el plasma en el río. El vehículomomento cruza el cielo del subsuelo. sobrevuela el circuito fluvial que serpentea –¡Abuelo…! –vuelve a bromear. por la frondosa vegetación. Espanta banda­ –¿Como…? –contesta la broma. das de aves acuáticas encima de los peñascos –Comiendo… así como animales ocasionales de las orillas. –¡Ja! Sé de una que todavía no mejora su Derrapa por los numerosos meandros y ace­último registro en años, ¿verdad? –El volante lera cuando toma el desfiladero. Enfila lasse desplaza en el salpicadero al asiento del re­ sucesivas rampas de rocas de la catarata queplicante femenino. ruge para circular en vertical por la pared pi­ –Lo primero, cambiar la música tan horri­ zarrosa.ble que escuchamos –con una mano aferra elvolante y con la otra selecciona en la pantalla –¡El mismo tiempo! –advierte mientras los limpiaparabrisas evacuan la lluvia del afluente próximo a la ventanilla. El vehículo realiza un nuevo giro por el peñasco que sobresale de la pared para intro­ ducirse por la fisura del estrato. El replicante 77

FUTUROSCOPIASde Elisa hace el juego de pedales y engrana la –«Años más tarde, la joven viuda compra unmarcha más larga cuando llegan a la grieta del cachorro humano para hacerle compañía. Tam­volcán inactivo. Las agujas tiemblan en la zona bién es cierto que en el muestrario de la exclusivaroja de los relojes. Presiona el pulsador de la tienda, es el único bebé que no llora. Al contrariopalanca de cambio y activa la ignición de tur­ que los demás, da palmadas y grandes carcajadasbinas. El vehículo que impulsan las llamas de mientras lo coge en brazos. Lo cuida como si fue­las toberas asciende en rizo por la pendiente. ra su propio hijo y lo educa de la mejor forma po­ sible en la mansión, puesto que de cara a la Consigue salvar los filos de la colada. Al­ sociedad está mal visto –continúa–. La naturalezacanza el ventiladero y sale veloz por el cono se­ quiere que sea un genio y a temprana edad ya di­cundario. rige un departamento científico en secreto. Logra construir un prototipo capaz de realizar viajes en –¡Sí! –grita el replicante de Juan, a la par el tiempo, pero no con la intención de cambiar elque se despliega el paracaídas. pasado, ya que del presente nada se puede mejo­ rar. Solo trae arte, música, libros y fotos de sus –¡Por fin! –celebra Elisa–. ¿En cuánto viajes por el mundo de entonces a la aristócrata. Aconsigo rebajar el tiempo? quien de forma cariñosa llama Madre». –No… digo… que sí lo debes intentar de –«Los androides mecánicos construyen elnuevo. No mejoras tu anterior registro, pero el complejo dimensional en una de las aristas demío lo fulminas de lejos –la consuela. la montaña mineral, a la vez que avanza la prospección de la mina. Isaac compra la casa –Me encanta este coche –retornan los en ruinas y el proyecto culmina con el ascen­mandos a su posición original. sor del sótano –canturrea la voz del replicante de Juan–. Sin embargo, La Duquesa en su le­ –Cariño, se te escapa un mechón del fle­ cho de muerte le obliga a prometer que tantoquillo –indica, mientras agarra el volante arte­ con la ayuda económica como con la de sussanal. numerosos contactos transhumanos, va a ha­ cer del futuro un lugar mejor para los huma­ Bajo el amparo de la intensa luna nueva, el nos cautivos o salvajes».vehículo sobrevuela los angostos caminos quebordean el lago que se esconde entre mon­ –«Isaac desaparece el mismo día en quetañas de bosques otoñales, hacia la autopista trasladan a La Duquesa al panteón familiar. Elmagnética que está más cerca. gobierno transhumano se hace cargo de las propiedades por no existir herederos legales. El replicante de Elisa baja el parasol para Aunque buena parte de la fortuna se destina amirarse en el espejo y cae una foto en el rega­ fines benéficos, las diversas organizacioneszo. Por un momento, está absorta en la ins­ que reciben fondos de la última voluntad de Latantánea antigua. Duquesa y dirigen transhumanos fieles sirve a Isaac también en la particular empresa, quien –¡Mira! ¡La fundadora de nuestra organi­ a partir de entonces comienza a viajar en elzación! tiempo para manipular humanos de varios ár­ boles genealógicos pasados y reclutar a futuros –También aparece Isaac al lado –señala. sujetos en las misiones». –La Duquesa, una replicante para admirar–afirma solemne–. El desván de nuestra casa –En cuanto lleguemos al piso franco deterrestre se llena de sus fotos. ¿Te acuerdas de Nueva Metrópoli, pienso salir de este chisme yla historia que nos cuenta el anterior propie­ darme una buena ducha. Aunque si nos com­tario? paramos con el mobiliario, todo es gigante –Claro que sí. Como nosotros debemos –cierra el parasol con la foto.narrar a los sucesores. «Nace en el seno deuna familia aristocrática, de las más anti­ –Mujer, nos apañamos, como siempre.guas y respetadas de la civilización transhu­ Llegan al acceso del pilar y ascienden ha­mana. Es muy joven cuando la casan por cia la autopista que se eleva del bosque. Se in­conveniencia con un viejo ricachón que fa­llece a los pocos años y le deja su inmensafortuna, la cual se engrosa con la familiar,pues es hija única». –«Una vida lujosa, pero triste» –añade elreplicante de Juan. 78

FUTUROSCOPIAScorporan para circular con los demás por su nueva conquista –sonríe–. El adminis­vehículos, autobuses y camiones de mer­ trador de la fortuna de La Duquesa nos ponecancías, paralelos al tren de alta velocidad. al día de las «becas de estudio» de que dispo­Después de una hora de viaje, avistan las lu­ ne. El Viejo Librero, estratega de las misionesces de la Metrópolis en escalones. Siguen los y contacto con los líderes humanos de todascarteles indicativos para tomar el acceso nor­ las resistencias, también nos deja un mensajete. A esas horas de la madrugada apenas hay desde su céntrica librería. Incluso el jefe Ma­tráfico y no se cruzan con transeúntes por las ximiliano nos recuerda que pasado mañanacalles que se alumbran, salvo los androides de nos debemos incorporar al departamento ad­limpieza y algún que otro coche patrulla mili­ ministrativo del Ministerio de Defensa. Juan,tar por el campus universitario. cada vez que salgo de este cuerpo y volvemos al presente, no me reconozco la imagen. Úni­ –¡Magníficas! –comenta el replicante de camente veo y quiero ser la Elisa replicante, aElisa cuando observa las casas de diseño uni­ pesar del implacable genocidio contra huma­familiares por las avenidas de jardines y par­ nidad. Y me siento muy culpable, por no tenerques. remordimientos. Por ser feliz aquí. Dejan a un lado el intercambiador pirami­ –Cariño –coge sus manos–, no es nuestrodal de transporte público y el hospital algo tiempo, ni lugar.más lejos, para continuar por la Gran Vía delos comercios, algunos de los cuales abren las –Pero… hay tanto que ver y disfrutar deveinticuatro horas. Prosiguen por el edificio esta civilización.del centro cultural y la glorieta de fuentes lu­minotécnicas, junto a la cabecera de trolebuses –Elisa, ya zanjamos este tema, ¿no? Con­y tranvías. Y desde allí, bordean el edén botá­ firmamos al administrador nuestro cese de lanico con su lago y sus barcas. organización para que haga los trámites bu­ rocráticos de la «beca estudiantil» y gestione El vehículo se desvía por la pista de sentido el permiso de residencia a los nuevos «apadri­único y a la altura del número que les corres­ nados» por la fundación de La Duquesa. Asi­ponde de propiedad, traspasa despacio el cam­ mismo, hablamos con el Librero.po de fuerza de seguridad hasta el garajeanexo a la casa. El matrimonio saca el equipaje –Estoy a punto de ascender en el departa­del maletero y entra en la vivienda. Las luces mento. Tengo muchos cursillos y proyectos ense encienden y apagan a su paso por las habi­ marcha...taciones rectangulares con mobiliario de van­guardia, camino del cuarto marital. –¡Qué dices! –suelta la mano–. ¿Entonces, la niña y yo no somos más que excusas? –Luz suave –pide el replicante de Elisa.Después de deshacer el equipaje y guardar la –¡Eso no es verdad y es muy injusto por turopa en el armario empotrado de puertas corre­ parte!dizas, se desnudan mientras visionan los vi­deomensajes del contestador. –Verdad a medias, quieres decir. –¿Igual que la tuya? –El replicante feme­ –¿Qué ocurre? –pregunta al replicante de nino se pone en jarras–. ¿Acaso los viajes delElisa, que espera a puertas del baño. Imserso o escapar a Benidorm puede igualar lo que ofrece la cultura transhumana? ¡Aquí –¿Escuchaste los mensajes? –contesta, sin tengo una vida social y laboral plena, de pers­dejar de mirar la imagen del espejo–. Nuestros pectivas inimaginables!amigos nos dan la bienvenida de las supuestas –Permite... –desaparece la identidad delvacaciones del satélite Galiano de Calisto. Por rostro que se moldea y da paso al robot cama­cierto, viaje que de verdad quiero hacer. Nos león. A continuación, el replicante de Juaninvitan a su casa para comer con ellos, en pierde la tonalidad de la piel sintética para ha­cuanto sea posible. También Selene, mi mejor cer visible la fibra muscular y la osamentaamiga durante cuarenta años, aquí, en el futu­ metálica. Así descubre en las entrañas de laro. Quiere tomar café y charlar de nuestras co­ máquina de guerra el biomecanismo con elsas. La noto muy emocionada, seguramente, anciano en posición fetal–, que muestre cuál es nuestra «verdad».79

FUTUROSCOPIAS –¡No! –Acaricia su peculiar rostro redon­ pia el pelo y la cara del pringue de la sustanciado. También roza los labios finos, su nariz más amniótica. Lo hace en silencio e intenta ocul­bien pequeña y con pecas, como en las meji­ tar el sentimiento que la atenaza, pero se re­llas. Se acerca al espejo para ver el color de fleja sin remedio en el rostro oval. Pues laojos con forma de almendras. Vivaces y verde preocupa saber que su marido, a aquellas al­aceituna, bajo el fino arco pelirrojo de las ce­ turas, no se estira por su cuenta. Entonces porjas. Tan intensos como el largo cabello rizado primera vez repara en que quizás él es ya de­que cae por los hombros desnudos– ¡Yo digo masiado mayor para estar ahí dentro. Quecuál es mi verdad! quizá no es tan ágil y flexible como ella. Que quizá la edad no pasa en balde. –Gracias por lo que me toca, ¿eh? –¡Igualmente! –Inyecta morfina. –¿Pero no te das cuenta de que si te descu­ –Pero…bren pueden implicar a los transhumanos de la –Por favor…organización? Después de pinchar el medicamento con –¡Basta! ¡No quiero hablar más del tema! la ínfima aguja que sobresale del dedo, lo El replicante masculino apoya la rodilla sujeta con ambas manos y presiona en la es­junto con la mano en el marmóreo suelo del palda con los pulgares a la vez. De formacuarto de baño, se desarma la coraza de la es­ gradual ejerce fuerza, que logra estirar elpalda y expulsa la cápsula. Cobra vida el blin­ cuerpo del anciano. Las articulaciones chas­daje del hombro y la araña robot se desplaza can y el rostro de este se desencaja. Grita enpor encima del biomecanismo. Tras vaciar el silencio para no alarmar a su mujer, ya quelíquido en el depurador del circuito amniótico, la morfina no consigue atenuar el intensose abre la cápsula traslúcida y muestra al dolor. Sigue mudo cuando se orina y defecadecrépito anciano. sin control. Cuando aprieta los labios tan Una vez que el asistente sanitario le desco­ fuerte que empiezan a sangrar las encías,necta las vías, así como la conexión neuronal y tampoco se escucha queja alguna. Ni excla­la manguera de energía del pecho, este retorna ma reproche o enfado, poco antes de perdera su lugar original. el conocimiento. Juan, en posición fetal de costado, balbu­ Llueve esa misma madrugada y Juancea palabras incomprensibles. El replicante fe­ duerme solo en el inmenso lecho. Cuandomenino, de estilizada figura, le coge por debajo despierta y abre los ojos, todo lo ve borroso.con sumo cuidado y lo acerca a los firmes pe­ –¡Buenas noches, cariño! Las gafas siguenchos. Camina con él en brazos por la amplísi­ sobre la almohada a tu derecha.ma habitación y se mete en la bañera redonda El anciano se coloca las lentes y se incor­llena de agua que burbujea. Coge la esponja y pora contra en el cabecero de madera. Distin­después de hundirla en el agua, la estruja so­ gue la silueta de Elisa y el replicante artificial,bre la cabeza del anciano. que enmarca el rectángulo luminoso del gran –Perdón –sonríe con los ojos cerrados. ventanal. Su mujer teclea en el ordenador del –Disculpa, no sé qué me pasa última­ reverso de la mano robot y mira con sumamente. atención la pantalla que ilumina su cara. –No siento el cuerpo. –Curioso… –se acerca– Ayer la niña se –Sufres de calambres. Te debes estirar, vende a un matrimonio que vive en el otro ex­aunque sea poco a poco. tremo de la ciudad. –De verdad, no puedo. –¿Qué tiene de particular? Muchos habi­ –Juan. Tranquilo. Sobre todo, no te pon­ tantes compran humanos, adultos o niños, engas nervioso, ¿de acuerdo? las tiendas de mascotas. –El cosquilleo de las extremidades no de­ –Ya. Pero según los archivos, conocemossaparece. al comprador. El replicante femenino le acuna en su re­ –¿Sí?gazo; entre tanto, con la esponja húmeda lim­ 80

FUTUROSCOPIAS –¡Los Anderson! Nos dejan un mensaje en »Te ofrezco mis manos que nos hacen uno,el contestador para comer con ellos pasado para que nunca olvides mi presencia a tu lado,mañana. y que vives clavado en mi corazón. »Te ofrezco mi amor como el agua a la mar, –¿Casualidad? aun compartiendo ese corazón y sus latidos, –Quizá debemos rehusar la propuesta, pero sin soltar mi mano y mi mirada de ti.¿no? »Te ofrezco mi vida entera como un torbellino, –De eso nada. Abandonamos a su herma­ para que envuelva nuestro universo,no en la mina lunar. Vamos a continuar hasta y vivas en el clavado en la eternidad.el final. Y ahora, ven a la cama –invita a medi­ Te quiero»da que abre las sábanas. El nuevo día amanece nublado. Los estores La mujer madura apaga el ordenador. Me­ de telas con letras japonesas, a un lado delnuda pero de excelente proporción en peso y ventanal, dejan pasar la escasa claridad cuan­estatura, camina despacio, con el contoneo de do suena el despertador.las sinuosas caderas y el compás de los muslos Juan se recuesta, perezoso. Pasa un ratofirmes, mientras se quita la prenda del pijama. hasta que se mueve por su lado de la cama en Viste la exigua ropa interior de celulosa. busca de la maleta y así poder bajar al suelo. Sube a la maleta y de ahí salta a la desco­ Elisa desayuna en la mesita con vistas al jardínmunal cama. Gatea con mirada felina y hace de la propiedad, donde el autómata recoge lasun alto para apartar el cabello que se alborota hojas secas de los árboles. Lee un periódicodelante del rostro. enorme que dobla entre sus manos. Sin apar­ Continúa y ronronea hasta que se sitúa tar la vista, de vez en cuando muerde la tosta­frente a él. Se sienta sobre las rodillas con las da y da un trago del vaso de zumo.piernas algo abiertas. Le quita las gafas para –Buenos días.dejarlas con cuidado al lado. Le desabrocha los –Buenos días. ¿Qué buenas nuevas trae labotones del pijama a medida que las luces de prensa escrita?las mesillas se apagan. Elisa arranca de cuajo –Como puedes ver –señala la foto delos últimos y le quita la camisa de forma vio­ portada–, el presidente de la República con­lenta. decora al general Anderson, responsable de Juan ve cómo parpadea el brillo del pecho aniquilar otro enclave de la resistencia hu­y acelera el ritmo cuando Elisa se deshace la mana, esta vez en el subsuelo del planetavenda del seno. Y más intenso ante la prenda Marte. Y según las crónicas de sucesos, es lainterior femenina que cae encima de él. última colonia del Sistema Solar. En la Tierra Elisa, de rodillas, se abalanza sobre él y ya no quedan más a excepción del enclavepresiona el seno contra el rostro para conectar europeo.la clavija del cable neuronal tras la nuca. Se –De nada sirven nuestros contactos trans­sienta de nuevo y le sujeta la cara con las ma­ humanos que tienen amistad con el hijo delnos. De sus labios que se entreabren fluctúa general. Ni piratear los ordenadores y comu­entonces el cálido aliento de plasma eléctrico, nicadores de la casa. Como tampoco la carísi­en busca de su igual, para fundirse con el ma botella de vino con nanotecnología que lesabrazo. La energía de los corazones nucleares regalamos. Los nanobots espías del torrentese extiende como un manto que los convierte sanguíneo nos dan información valiosa delen seres de luz. oficial, su mujer e hija. Incluso de las reunio­ Una voz se repite en la mente de Juan: nes con su padre famoso, el general, y la cúpu­ «Te ofrezco mi desnudo pecho, la militar. La supremacía transhumana es más para que escuches en él este corazón, que evidente, aun cuando prevenimos a los di­ y te apoyes en él para que descanses tu piel.81

FUTUROSCOPIASrigentes de las resistencias humanas de los –¿A qué hora?planes del enemigo. Elisa, si soy sincero no en­ –¿Vas a venir?cuentro sentido a las misiones. Es cuestión de –No, solo por curiosidad –se rasca la ca­tiempo que también encuentren y caiga el últi­ beza.mo asentamiento humano. Nuestros sucesores –Sobre las dos de la madrugada, más oya no tienen qué hacer, ¿no te parece? menos. En la central nuclear de materia roja. ¡Ah! ¡Por cierto, me llevo el vehículo! –Trasladamos a la pequeña y hablamos Después de desayunar, se abrazan y besandespués –le mira por encima de la montura de antes de que Elisa invada el metabolismo dellas gafas cuando ocupa la silla–. Por cierto respectivo replicante camaleón. Una vez que¿cuáles son tus planes para hoy? –Ojea el pe­ este se transfigura como transhumano, con­riódico. tinúa el ritual femenino y finaliza con el ele­ gante traje de chaqueta. –Pues voy a dar un paseo por el Jardín Aquella se dedica a preparar los bártulosBotánico… del día mientras la observa el anciano en bata y zapatillas que ocupa la inmensa cama. Más –¡Ja! –interrumpe a Juan–. Yo pienso tarde, este camina tras los tacones y las pantorri­aprovechar la cuota que pagamos del templo llas con medias de encaje que asoman deltailandés e ir a clase de muay thai. abrigo de la preciosa mujer transhumana. Y despide al vehículo, que abandona la pro­ –No te pases con los alumnos, ¿eh? piedad cuando gira por la avenida de árboles –Tranquilo, todos sabemos que tú eres el otoñales.favorito del maestro. Siempre y cuando te dig­ Pasan las horas y Juan sigue en la cama.nes a aparecer por allí. Después de la ducha, Solo escucha el sonido de la lluvia que repi­voy a la Academia de Artes Plásticas. Hoy ter­ quetea contra los cristales. La noche poco amina el curso que enseña la técnica pictórica poco invade cada recoveco de la casa, puesdel gran Joaquín Sorolla. Más tarde veo a Se­ anula el sistema de luces y se convierte enlene para comer en algún restaurante de la sombra. Una silueta cuyo pecho alumbra deGran Vía. ¡Igual la acompaña su nueva pareja! rojo la habitación. Camina en penumbras has­–exclama con entusiasmo. ta que llega cuarto de baño. Allí, disfruta del –No te excedas con las compras... hidromasaje de la gran bañera. –Algún capricho cae. La moda de esta Más tarde, se seca con la toalla frente altemporada de otoño es fantástica. Por la tar­ espejo con vaho. Observa el destello la placade, tengo ensayo con la orquesta –mira al del pecho a la altura del corazón humano, antegran estuche del violín que se apoya en la pa­ la imparable cuenta atrás del marcador digitalred–. Y después de cenar con los compañeros junto al conector dorado. Tras vestir la prendade oficina, quizá pase por el Babilonia. interior de celulosa, se tumba en posición fetal –Pero ¿no hubo redada de la policía mili­ en la cápsula biomecánica. Y cierra los ojostar en el polígono industrial? Sabes tan bien cuando la araña robótica se sitúa sobre su ca­como yo que la sociedad transhumana no ve beza.con buenos ojos estos locales clandestinos. Si Los abre. Pero el espejo ahora refleja late detienen vas derecha al centro de reeduca­ imagen tan familiar y extraña a la vez del re­ción, sin importar el estatus social que puedas plicante. Aquella noche se siente nervioso; sintener. darse cuenta, se mira las manos. –Cariño, Babilonia es un fenómeno cultu­ De pronto, llega con toda su fuerza la traiciónral nómada. Y qué pronto olvidamos, ¿eh? del subconsciente al recordar tantos asesinatos en¿Acaso ya no te acuerdas de quién me lleva ha­ las misiones. Relevantes personalidades delce años, cuando aún es joven de corazón, a co­ mundo militar o político. También las cuantiosasnocer el submundo nocturno de la Metrópolis? bajas de civiles transhumanos, mal llamados–le acusa con el dedo. «daños colaterales». –¿Qué se celebra? –pregunta sin interésaparente. –¡San Patricio! Voy a acompañar al grupodel pequeño escenario irlandés. 82

FUTUROSCOPIAS Aquellos nudillos metálicos hace tiempo acústica. Excepto la central nuclear.que destrozan a demasiadas familias. Quince minutos más tarde, alcanza su –¡No! No soy héroe, sino un simple terro­ destino.rista. Cuya causa a estas alturas no tiene senti­ Camina por el solitario andén, donde sedo alguno. Entonces, ¿por qué continuar ellegado? –grita a la imagen del espejo. observa algún que otro gato a la salida. Cuan­ do se adentra por el frondoso parque, sobre­ De nuevo en el cuarto de matrimonio, to­ sale el reactor con forma de diapasón enma del cajón del armario la prenda interior y vertical que atrapa la esfera de energía rojacalcetines. Descuelga y se viste a continuación entre las horquillas.el traje de chaqueta con camisa de seda. Trascalzar los zapatos oscuros, se abrocha el abrigo Según se acerca a la zona no hay gatos ro­tres cuartos. bots, ya que el campo electromagnético altera sus funciones. Ni más transhumanos. Una vez que llega al recibidor, se anuda labufanda. Coge el sombrero del perchero de Pero al anciano que va dentro del repli­pie y se pone los guantes de piel marrón. cante, las radiaciones del campo magnéticoTambién un paraguas poco antes de salir, pe­ le producen cierto efecto. En aquel lugarro por fortuna no llueve cuando cierra la siente una paz infinita, libre de remordi­puerta del hogar. mientos. A medida que se aproxima, la sensa­ ción de euforia y libertad aumenta de forma La sociedad es muy estricta con los hora­ exponencial. Hasta el punto de que se desnudarios. Los transhumanos madrugan mucho pa­ y hace un atado con el cinturón del pantalón.ra trabajar y se acuestan más bien pronto. El Luego esconde la ropa así como los enseresdesayuno es fuerte. La comida algo más lige­ personales en lugar seguro.ra. Y la cena suave. Sin apenas tiempo librepara ellos. Así pues, el replicante de Juan pa­ Se lanza a la carrera al mismo tiempo quesea por las avenidas solitarias. activa el camuflaje óptico. Y cruza los hermo­ sos jardines con titánicos árboles del primer Anda rápido hacia la cabecera del tranvía anillo. Acelera en el puente sobre el segundoautomático que funciona las veinticuatro ho­ anillo del líquido que refrigera y desagua porras. Y se cruza con numerosos gatos robots. la base del reactor. Los felinos artificiales vigilan la Metrópolis El replicante aumenta aún más la veloci­de noche y se comunican de forma permanen­ dad y salta para sobrevolar la catarata circularte con la central de policía militar. Asimismo, que ruge. Gracias a la energía electromagnéti­pueden solicitar de cualquier ciudadano el es­ ca que generan sus pies, cae de pie en la paredcaneo de retinas para confirmar la identidad, metálica del reactor.por lo que el susodicho debe cogerlo del sueloy alzarlo a la altura del rostro para se proceda Al instante, retoma la frenética carrera pora identificar. En caso contrario, la policía acu­ la superficie de la horquilla hacia la cúspide.de al lugar. Las radiaciones de la estrella roja se fil­ No obstante, al replicante de Juan nunca le tran por la armadura del replicante, afectan aparan, quizá por su cara de buen transhuma­ la cápsula biomecánica del humano y el lí­no. Tampoco pregunta. quido amniótico sube sin remedio de tempe­ ratura. A pesar de los testigos de alarma, el Llega a la cabecera sin pasajeros y sube anciano no cesa en el empeño. El replicante deal primer tranvía que lleva la dirección del Juan consigue alcanzar el extremo rectangularreactor. con gran fatiga, tanto, que cae de rodillas al suelo. Después de media hora de viaje en la quesolo puede ver cómo transitan los autómatas Activa los filtros de luz que le permiten verde limpieza y coches patrullas por las aveni­ la turbulenta redondez, así como los remolinosdas, el convoy deja atrás los barrios civiles pa­ de fuego y las explosiones radiactivas que re­ra adentrarse por las fábricas del polígono tornan a su ser.industrial. En completo silencio a razón de lasleyes, muy estrictas, sobre la contaminación «Según está escrito en el Libro de Isaac; ningún replicante conseguirá jamás acercarse83

FUTUROSCOPIASa la Estrella Granate, pues morirá sin reme­ El replicante de Juan abre la carcasa de ladio». pierna para descubrir el kit de emergencia. Echa mano de la batería tubular a medida que –¿Y cuantas mentiras más, Isaac? –grita nota crujir aún más el cuello. Aquel dispositivode rodillas. solo se debe utilizar si el corazón nuclear falla por cualquier motivo, para que la máquina re­ Aunque el siguiente versículo dice: «pero plicante pueda funcionar. Pero la situaciónaquel que pueda tocar la mano de fuego, bien lo requiere. Se apresura en vaciar el con­tendrá la Gloria de Dios. A cambio, tributarán tenido líquido. Después de quitar la protecciónpor cada minuto un mes de vida». de los filamentos, pincha el brazo de radiación que le asfixia sin compasión alguna. Al instan­ –¿Dónde se encuentra Dios, Isaac? te, los flujos violetas se cargan en el cilindro El replicante de Juan se pone en pie a du­ cristalino. Y el replicante de Juan cae a plomoras penas. Camina hasta que llega al borde del en el suelo.abismo, casi sin poder respirar. Entonces esti­ra la mano hacia el globo que le perturba. De –Se acerca una brigada de la policía –ad­pronto, los fluidos comienzan a calmarse, de­ vierte el rostro eléctrico que se agita en el tu­saparecen las erupciones hasta que se hace es­ bo–. Bien, chico listo, ya tienes la redención.pejo y aparece una imagen. La «fuerza de los justos» a cambio de tu –Dime, Juan, ¿por qué tanto odio? –cues­ tiempo.tiona. –No puede ser… ¿eres una alucinación? El replicante se pone en pie y se tambalea –Soy la proyección de tu subconsciente. hasta que llega al borde del precipicio. Enton­De tu fe; así lo definen los terrícolas, ¿verdad? ces se asoma para ver si lo que dice es verdad. –¿Eres algún tipo de dispositivo transhu­ Si dudar, introduce la batería auxiliar en la to­mano, capaz de leer la mente? ma de energía del hombro acorazado. Acto se­ –No –responde el ente eléctrico–. ¿Qué guido, la materia roja le transfigura en oni dequieres saber? llamas. –Por qué Elisa… –Ni el amor o las personas tienen dueño Juan, dentro de la cápsula, nota ahora có­–interrumpe–, pero eso… ya lo sabes. mo destella el líquido amniótico y la energía –Tengo el perdón por tantas muertes… roja suple la propia que hace funcionar todos –Solo te puedo ofrecer redención. los sistemas del ser artificial. Con el nuevo po­ –¿A qué precio? der que le envuelve, se siente capaz de cual­ La figura desaparece. quier cosa. Por contra, se dispara la cuenta De la erupción brota una extremidad solar atrás de los segundos de vida.que abre los dedos eléctricos hacia él. De re­pente, la mano fantasmagórica apresa su cue­ La criatura solar observa con atención allo y lo estrangula, al mismo tiempo que lo varios vehículos blindados que rodean la carpaeleva del suelo. oculta entre los árboles. Salta al vacío y des­ El replicante de Juan intenta zafarse de los prende la estela que brilla. Corre por la super­hilos de energía, sin conseguirlo. Pronto se da ficie metálica de la horquilla para convertirsecuenta de que toda resistencia es inútil. En en cometa rojo. Toma impulso próximo a laaquel momento que desespera, llega el recuer­ base de la rama y supera el desagüe de las ca­do de dos ratas. Si, los roedores no tienen más taratas. Prosigue a velocidad sobrenatural so­remedio que nadar en los contenedores de bre el líquido que refrigera, para levantaragua. ¿Y cuál de ellas muere primero? ¿La cortinas de vapor. Deja atrás el puente de otrode laboratorio o la salvaje? salto. Y a medida que cae en el parque, por las –¡No! No tengo más fe que Elisa –susurra fauces comienza a disparar haces de energíael anciano, que estrangula del cuello la fuerza contra un blindado. Impactan de lleno y lo de­magnética–. Y como bien aclara un simple hu­ sintegra al instante. Los francotiradores abrenmano, la energía ni se crea ni se destruye, se fuego contra el oni ígneo. Pero la munición setransforma. deshace antes de tan siquiera tocarlo. A conti­ nuación, este escupe más hilos de luz calorífica 84

FUTUROSCOPIASque decapita a los transhumanos que se es­ para así trasladar el campamento cuantoconden en la espesura. Los carros giran sus antes.torretas a la par que descubren los silos decolmenas. La lluvia de misiles inteligentes se Al día siguiente, los replicantes de Juan ylanza a la caza y captura del demonio de Elisa contemplan la Metrópolis que constru­energía roja. De pronto, este se queda quieto yen las plataformas piramidales, bajo el cielocon los brazos abiertos, a poca distancia del nuboso, inmersos en el intenso tráfico que so­convoy militar. La munición pesada la absor­ brevuela el pavimento magnético, hacia la citabe el horrible oni de estallidos solares, mien­ con los Anderson.tras cada detonación crea una katana defuego que aferra entre sus garras… En el tiempo en que toman la incorpora­ ción del anillo exterior, el replicante de Elisa Tampoco escapan los transhumanos que mira la fina línea del horizonte que traza elhuyen por el parque. Uno a uno, les descuarti­ azul del cielo y el verdor de la tierra. Puesza el filo de luz que aparece de la nada. Cuando donde tiempo atrás sí existen los municipios,por fin no se escuchan más gritos de terror, re­ ahora solo ve bosques. El replicante de Juan,torna el leve susurro del viento entre los árbo­ en cambio, permanece pendiente de la cir­les. El replicante de Juan camina en soledad culación, más bien por costumbre, ya que lospor los hermosos jardines, en busca de su ro­ vehículos y la seguridad vial que gestiona lapa, y lanza de una mano a otra el cilindro aún inteligencia artificial de tráfico hace siglos quecon restos de la materia roja que reluce. no manejan las estadísticas de accidentes en carreteras. Este, de vez en cuando, ojea por –Hola cariño –celebra el replicante de Eli­ la ventanilla los edificios más importantessa, cuando su marido la encuentra sola en la de la cúpula en lontananza de la Metrópolis.antesala de coloridas telas. Fuma de la ca­chimba y sostiene un tubo de café en la mano. Del puerto aeroespacial ve partir conti­ nuos vuelos tanto terrestres como al Sistema –¿Llego tarde? –La besa y entrega la cor­ Solar. Al igual que los fabulosos buques este­bata, para de seguido agarrar la fina cintura. lares que emprenden rumbo del planeta de origen, Oni. –Hace rato que llegamos a través de la an­tigua instalación del reactor. Gracias a que uno –¿Música?de los organizadores trabaja aquí. Montar la –Sí, por favor –agradece. Suena la músicacarpa mimetizada es más difícil de lo que pa­ del USB que conecta al aparato de radio, yarece. Dentro hay mucho ambiente. Esta noche que los noticiarios únicamente anuncian lostenemos artistas de otras metrópolis. Incluso logros de la raza transhumana, las noticias detodos nuestros amigos. ¡Anda, vamos dentro! nuevos mundos que descubren o bien las ha­–le agarra de la mano. zañas de la flota que hace años explora el es­ pacio profundo. También los constantes –Elisa, sabes que si bebes mucho café, lue­ avances tecnológicos, científicos y en el estadogo no duermes. de bienestar. –Parece mentira que esta civilización ten­ –¿Y quién quiere dormir? –sorbe de la pa­ ga tan magnífico nivel de esplendor tecnológi­jita de espiral–. Además, el sistema digestivo co y por contra sea una sociedad tan alienada.artificial no es de adorno. Por ejemplo, no existe el arte. En los museos solo hay expuestas obras humanas de todos –Ya. Pero solo se utiliza en caso en simbio­ los géneros y épocas.sis largas. –Existe el arte transhumano, pero clan­ destino. –¡No seas aguafiestas! ¡Disfrutemos los úl­ –¡Como las muestras públicas de afecto!timos días! –protesta. –Hoy en día –comenta al replicante de –Pues no me gusta serlo, pero no anda Elisa–, los humanos con alguna cualidadmuy lejos de aquí una patrulla militar –miente artística se tratan como monos de feria. Peroa medias, a sabiendas de que seguro prontollegan más refuerzos–. Justo en aquella direc­ción. Lo mejor es evitar riesgos innecesarios yque hablemos con el Maestro de Ceremonias,85

FUTUROSCOPIASestán muy cotizados en las prestigiosas casas El matrimonio Anderson se levanta delde subastas. columpio del porche cuando les ven aparecer. Y se dirigen al aparcamiento techado mientras –¡Mira, el monumento a los caídos! –indi­ el vehículo estaciona.ca a la altura de los túneles. –¡Por fin habéis llegado! –exclama Sa­ Cuando coronan el desnivel, ven las esta­ mantha, y abraza al replicante de Elisa.tuas en memoria del científico japonés que on­dea la bandera, a hombros de los soldados Es más joven que ella. Lleva una rebeca detranshumanos de la infantería. Una vez que punto blanco sobre el vestido con vuelo pordejan atrás el monumento histórico, continúan encima de las rodillas, color crema, al igualpor el desvío de los puentes tubulares de la zo­ que los zapatos casi sin tacón, y recoge su lar­na industrial con fábricas automáticas, entre go cabello castaño con una cinta verde. Tienelas cuales destaca el descomunal crucero este­ por costumbre mirar fijamente con sus enor­lar a medio construir. Los altos hornos de las mes ojos esmeraldas siempre que habla. Sefundiciones. O el resplandor del impresionante maquilla con tonos suaves y poco pintalabios.reactor rojo que suministra energía limpia e También gusta de llevar pendientes sencillosinfinita tanto a la Metrópolis como a su siste­ de motivos florales que refieren el agua de co­ma de gravitación. lonia que usa en cada momento del día. –¿Juan, por qué sonríes? –¡Esa mano! –solicita al replicante de –No lo hago –aparta la vista de allí. Juan. El vehículo toma la siguiente bifurcación yasciende en espiral por la salida de circunvala­ Zeus es el nombre del transhumano deción del anillo superior. Bordean las piscifac­ mandíbula ancha y pelo a cepillo, de caráctertorías, desde las más pequeñas hasta las que se altivo, que nace el seno de una familia de mili­dedican a la ballena azul. Continúan por las tares con muchas condecoraciones, los cuales,más explotaciones ganaderas y las granjas, pa­ por lo general, se retiran en la política. Vistera dar paso a los vastos cultivos y plantaciones pantalones chinos marrón claro, con tirantes,sobre el lecho de tierra a ambas orillas del cau­ y camisa blanca de algodón de manga cortace artificial. que demuestra sin lugar a dudas lo recio que El vehículo sale de la autovía principal ha­ es por la musculatura de los brazos. El som­cia la carretera secundaria, por el paso que brero de ala ancha lo lleva para atrás y delelevan las torres eólicas. Momentos más tarde, mismo color que los náuticos que calza. Siem­transitan la pista comarcal, rumbo a los silos pre fuma un puro y si no está en la mano, en­de granos. tonces cuelga de la comisura de los labios. Circulan por el carril magnético mientrasse suceden las plantaciones de olivos o giraso­ –¡Buenos días! –El replicante de Juan seles. El vehículo reduce la marcha en cuanto quita el sombrero ante Samantha.aparecen los primeros viñedos para tomar eldesvío hacia la propiedad de los Anderson. Re­ –Señor.corren la pista que flanquean numerosas hile­ –¡Pero Elisa! –Pasa el brazo por los hom­ras de cepas hasta que llegan a la entrada bros de su amigo– ¿Es que no das de comer aprincipal de la hermosa casa de campo, donde este flacucho? –suelta la bocanada de humo yya les esperan. ríe. –¡No los soporto! –Estimado Zeus, es que le doy carne de –Lo sé, cariño –coge la mano del replican­ otro tipo.te de Juan–. Vamos a estar en permanente Zeus da palmadas que le doblan de risa.contacto por el canal seguro, ¿de acuerdo? Sin embargo, Samantha se sonroja y coge del –De acuerdo. brazo a su amiga, para caminar hacia la bella y –Y en cuanto tengamos a la niña, salimos a floral casa de piedra.toda prisa de ahí. –¿Dónde está Maite? –pregunta a Zeus, cuando el replicante de Juan camina junto a él y a cierta distancia de las féminas. –Mi hija ahora mismo toma muestras de 86

FUTUROSCOPIASlos cultivos. Luego se une a nosotros. Seguro –Lo siento, ¿no tienes refrescos?que no tarda mucho en aparecer –contesta–. –Claro. Pero debo decir que rechazas be­Ya es toda una mujer. El año que viene ingresa bida de la mejor cebada –cambia la botella poren la misma academia militar a la que vamos otra.todos los miembros de mi familia. Samantha –Enhorabuena por la condecoración de tuno coincide conmigo, prefiere que nuestra hija padre, es portada de los periódicos.se dedique al mundo del viticultor. ¡Mujeres! –Sigo bajo sus órdenes en la Brigada de Limpieza. Gracias al éxito en Marte, me con­ –Magníficas tierras –otea la vasta exten­ cede este permiso extra. Según el servicio desión. inteligencia, solo falta por exterminar el en­ clave subterráneo del continente Europeo. Es­ –Desde luego –se enorgullece. tamos cerca, muy cerca. Después de dejar los abrigos y sombreros –¿Humanos?en el perchero de pie de la entrada, las féminas –¡Alimañas! Ratas de cloacas que noreplicantes se despiden de sus maridos en el acabo de entender cómo permiten vender enrecibidor. las tiendas de mascotas –mira de soslayo–. –¡Vamos, pasa! Quiero enseñarte mi nueva Lo peor es que les ayudan transhumanosadquisición –invita al replicante de Juan, a las traidores.puertas de la oficina de trabajo que ilumina el Hay mucha tensión en el ambiente, así quegeneroso ventanal. el replicante de Juan decide dar un giro drás­ Zeus pasa de largo las banderas que flan­ tico a la conversación.quean el escritorio de nogal, lleno de carpetas –¿No os animáis a ir por la parejita?entre el flexo, el cenicero con colillas, el teléfo­ –Llevamos tiempo en ello.no y la foto de su familia, mientras observa el –¿Y vosotros?retrato del presidente de la República que –¡Qué va! Ya sabes, el trabajo y demáscuelga de la pared, hacia el armero con cierre obligaciones…de seguridad. –Dime, ¿qué te parece mi nuevo rifle? –¿Qué te parece? ¡El último modelo del –señala el arma con mira telescópica en la pa­fusil de asalto! –Tras sacarlo, apunta a la es­ red, cerca de la ristra de cráneos humanos.tantería con libros y numerosas fotos de su vi­ –Ya veo que sigues con la caza.da militar, seguidamente, a los archivadores –No lo dudes. Este invierno, Samantha yde chapa. yo tampoco faltamos a la veda de las granjas –¿Me permites? –solicita a Zeus. En cuan­ de humanos en las montañas. Aunque lo me­to lo recoge, sus sensores escanean el arma. La jor siempre lo dejamos para al final –saca unimagen del fusil con el cargador de munición cuchillo de combate que esconde en el sofá–,inteligente se desarma ante sus ojos y guarda cuando arrancamos la piel de cada ejemplar.los datos en los archivos de memoria. Lo de­ Ambos disfrutamos aún más si lo capturamosvuelve al dueño a los pocos segundos– malherido. Tengo más calaveras y huesos en el¡Fantástica! arcón ¿quieres verlas? Tras la visita al armero, van al garaje, sin –No, gracias –da un trago al refresco yvehículos en aquel momento. prefiere no recordar sus comienzos. Al fondo, hay un banco de bricolaje frente –Como las mujeres van a estar un tiempoa la estantería con material y herramientas de en la cocina, déjame mostrarte algo –se levan­trabajo. Incluso un sofá con una pequeña ne­ ta del sitio y alterna las caladas del puro convera al lado. Por las vigas del techo de madera los tragos de la botella cuando camina haciaestá sujeta la barca de pescar. Sin embargo, lo una de las cajas metálicas.que capta la atención del replicante de Juan Después de teclear en el pequeño panel denada más entrar, y le da mala espina, son las una de estas, saltan los cierres de la tapa.cajas metálicas que se amontonan a la vista. –He aquí un prototipo de soldado –expo­ –Siéntate, estás en tu casa –exhala el hu­ ne de vuelta al sofá.mo y coge las cervezas frías.87

FUTUROSCOPIAS El contenido del cubículo se articula poco ta al replicante de Elisa.a poco, hasta que da forma a un felino robot de Samantha se dirige a los fogones y, tras gi­gran tamaño. rar la llave, prende la llama con el encendedor El gigantesco depredador con cabeza cilín­ largo. Abre el horno también para coger de losdrica y orejas puntiagudas, camina hacia el asideros la gran olla que deja próxima al fogónsofá y ronronea al compás de la cola metálica. en llamas.Se acerca al replicante de Juan y le escudriñacon su único ojo. Acto seguido, le olfatea con –Todavía se mantiene la pasión –la con­su nariz chata. Echa los bigotes atrás y abre las testa, y teme lo peor.fauces con dientes de sierra, de la mandíbulaancha y prominente. –¿Lo llenas con agua, por favor? –solicita a su amiga. Tan pronto como vierte el líquido, De repente, el felino se yergue sobre las descubre a la niña semidesnuda e inmóvil porpatas traseras, transforma sus extremidades la cuerda que la atrapa en el interior de la olla.superiores y adquiere connotaciones huma­noides cuando recoge el puño de metal dis­ –Lo siento, Samantha, pero nosotros nopuesto a golpear. comemos humanos –dice en jarras. El rápido impacto atraviesa el sofá cuando –Venga, querida, no vamos a andar conel replicante de Juan hace el pino sobre la ca­ remilgos. Si es una exquisitez –ella mismabeza del soldado robot. Y al caer, la arranca de echa agua sobre la niña, que se asusta, ademáscuajo. de las verduras troceadas–. ¡Y ahora, las espe­ cias! –abre las puertas de los muebles altos en –Toma –la deja entre las rodillas de busca de los preciados frascos e ignora porZeus–, tu juguete. completo el comentario de su amiga. –Sabes, solo atacan si captan el hedor –Samantha, ¿acaso eres corta de entende­apestoso de los humanos –se pone de pie y deras?apoya en el banco de trabajo–. Veamos si inte­ligencia está en lo cierto –saca un mando del La anfitriona se detiene en seco en el sitio.bolsillo de la camisa y pulsa el botón. Se miran fijamente a medida que esta se coloca el mechón libre de la cinta del cabello. –¡Con tu permiso! –el replicante de Juan Sus labios esgrimen una mueca de asco mástoma prestado el cuchillo de combate a la vez que una sonrisa. Ambas cruzan los brazos yque se abre el resto de los contenedores del al­ guardan silencio.macén. –¡Veamos qué hay en la cámara frigorífica! Pronto permanece en mitad del garaje y le –De nuevo abre la puerta hermética del elec­rodean los felinos robots, así como otros que trodoméstico y saca esta vez una pierna hu­se transforman en soldados. mana– ¡Así tocamos a más! –ríe, a la vez que mete la extremidad fría en la olla. Acto segui­ –Quizá seas un traidor o puede que… –se do, la agarra y la deposita encima del fuego.emociona– ¿por qué no? Un replicante de lainfantería humana. Como dicen las leyendas Samantha y el replicante de Elisa reparande humanos dentro de máquinas de combate, al mismo tiempo en el juego de cuchillos desiempre presentes en la vida castrense. Desde cocina que está a mano.que era un cadete en la Academia, sueño conatrapar uno algún día. Son como fantasmas Cuando Juan se prepara para combatir,que aparecen y desaparecen para exterminar realiza un ejercicio de voluntad, pues en reali­objetivos clasificados. Juan, amigo mío, ¿qué dad no es él quien interactúa con la realidaderes? del momento, sino el cuerpo de replicante transhumano. En esta ocasión tan particular, Las mujeres se dedican acortar en rodajas confluyen sentimientos contrapuestos. Comolas hortalizas sobre la tabla de madera de la las prisas que tiene por marcharse de aquelencimera. A continuación, las aclaran en el es­ lugar, de aquella civilización maldita y regre­curridor bajo el agua del grifo. sar al presente propio, a sabiendas del hastío que supone a su mujer jubilarse junto a él. Sin –¿Cómo va vuestra vida marital? –pregun­ poder evitarlo, siente una mezcla de rabia y 88

FUTUROSCOPIASdolor por la persona que ama. De la misma más espera, labor que por supuesto voy a ha­manera, claman los tambores de guerra y ven­ cer con sumo placer. Por cierto, Elisa, tienesganza contra el sujeto de enfrente. Aquel es el un gusto horrible para la ropa –inquiere, y to­artífice del genocidio humano. ma un machete de carnicero, así como otro cuchillo grande de la misma madera. Sus latidos de energía se aceleran, al igualque la sinapsis cerebral. Cruzan las miradas. Samantha toma la iniciativa. En cada explosión cinética de sus puños y El replicante de Elisa bloquea con el afila­piernas, desarrolla ondas expansivas que con­ dor el machete de carnicero sobre su cabeza, atrola y revientan a los felinos que saltan sobre la vez que el filo del cuchillo grande aparta delél, con las garras de cuchillos. Cuando trans­ pecho la punta del gemelo que ataca.curren los decisegundos, la chatarra convulsa Dan un paso atrás en posición de defensacae al suelo del garaje. Y el filo del cuchillo de con las armas blancas. Ambas atacan entoncescombate decapita al último de los soldados y pelean con el mismo patrón de movimientos.transfigurados, al sobrepasar el segundo. Y cada vez que se encuentran, saltan chispas de las armas. Acto seguido, el replicante de Juan se lan­ –Cariño, dos minutos para que empieceza por Zeus. Sin embargo, este atrapa la hoja a hervir el agua –sonríe Samantha.entre los dedos a un palmo del pecho. Sonríe y Cambian a la par la forma de empuñar losrompe el cuchillo. Da un salto con media vuel­ cuchillos. Ahora con la hoja hacia abajo. Se re­ta e impulsa la patada trasera para impactar piten las secuencias de cortar, clavar y golpearen los antebrazos interpuestos que defienden tanto en el ataque como en la defensa del baileal replicante de Juan. La virulencia del impac­ de cocina.to le hace volar por los aires y llevarse por de­ Elisa comienza a desesperar, pues el tiem­lante la puerta del garaje. po apremia en su contra y no hay debilidad en la defensa de Samantha. Esta usa la misma Zeus camina despacio hacia el exterior de técnica del arte del cuchillo, sin duda, quela casa. aprende de los militares. De repente, un ruido capta la atención. Agudiza la vista y puede ob­ Una vez que llega frente a su amigo, ya en servar en el reflejo del machete de carniceropie, inhala profundamente del puro. Lo coge en alto, la figura a su espalda que se acerca enentre los dedos y está a punto de exhalar al silencio. Es Maite, que apunta con su escopetarostro del replicante de Juan, cuando este le a la nuca. Elisa, a su pesar, comprende enton­sorprende con un gancho zurdo a la mandíbu­ ces que la joven transhumana no le deja másla que obliga al transhumano a alzar el rostro y opción. El replicante de Elisa se agacha a velo­dejar escapar el humo por el diente que salta cidad sobrenatural e introduce el fino mangoprimero. de madera en el cañón, justo en el preciso ins­ tante que el dedo aprieta el gatillo. El disparo Seguidamente le barre las piernas del sue­ hace estallar la culata e impulsa el afilador,lo. El replicante de Juan aprovecha el mismo para matar dos pájaros de un tiro.giro del cuerpo y lanza otra fuerte patada Zeus apoya las manos en el suelo e im­circular contra Zeus, todavía en el aire, para pulsándose adelante con las piernas, se ponemandarlo lejos de allí. en pie. El replicante de Juan y Zeus empren­ den la carrera al encuentro. Ambos lanzan las –Samantha, cielo, ¿sabes que tus perfumes piernas en el intento de barrer al adversario.apestan? –afirma el replicante de Elisa, y coge Se esquivan y chocan tanto los empeines comoel cuchillo grande de cocina y el afilador del los talones a medio camino.taco. Entre las combinaciones de golpes de co­ dos y rodillas, se suceden los continuos blo­ –Mi marido dice que según los informes queos.de Inteligencia, vosotros no sois traidores. Laprueba consiste en comprar esta niña y espe­rar a vuestra reacción. Si es la que esperamos,os debemos retener hasta que lleguen los re­fuerzos. Pero si el asunto se complica, el Mi­nisterio de Defensa nos da carta blanca paraactuar. Yo prefiero acabar con vosotros, sin89

FUTUROSCOPIAS Por fin, utilizan los puños y mutuas llaves –¿Juan, me recibes? –comunica por el ca­de brazos para doblegar al adversario, sin de­ nal seguro, cuando sale a toda velocidad delcantarse la lucha por alguno de ellos. lugar. Finalmente, encadenan golpes y técnicas –¡Estoy cerca! Te espero en la pista, senti­marciales con todos sus recursos. do la comarcal –responde. –¿Eso es todo? ¡Me aburres! –De repente, El replicante de Juan, a medida que selos ojos de Zeus se oscurecen y aumenta su vo­ convierte en oni de llamas, visiona los segun­lumen corporal, así como la velocidad para el dos digitales que desaparecen a gran veloci­combate. dad. Si los cálculos son correctos y añade la suma de la vez anterior, vez que le cuesta cinco Se zafa del puño derecho del replicante de años, resulta que aquello ya le descuenta diezJuan. Hunde su rodilla en el estómago de este años de vida.y logra levantar los pies del suelo. Prosigue conel tremendo golpe de patada que lo envía al La súbita deflagración en la pista hace quecielo. el vehículo vuelque y de vueltas de campana, antes de caer entre los viñedos. –¡Estimado amigo! –exclama–. ¡Tienes elprivilegio de ver a la nueva generación de sol­ El replicante de Elisa, con la niña en bra­dados transhumanos con alteraciones genéti­ zos, se apresura a escapar instantes previos acas! que la explosión las lance al suelo, entre la llu­ via de chatarra envuelta en llamas. El replicante de Juan solo ve esfumarse aZeus y cómo aparece ante sí en el aire, sin que De rodillas, alza los brazos, y la niña pe­sus sensores capten registro alguno del rapidí­ queña se abraza a la pierna del replicante. Elsimo salto. Como tampoco de los golpes que le campo de fuerza electromagnético detiene en­asesta, sin posibilidad de defenderse, hasta tonces los proyectiles de la división de carros deque caen al suelo. combate, lo cuales se descubren alrededor de la propiedad Anderson. Los testigos de alarmas se encienden enaquel momento, a causa de los daños en pun­ La figura demoníaca se desplaza a veloci­tos vitales del blindaje del replicante. La figura dad sobrenatural hacia la primera unidad. Dade Zeus se difumina en los ataques siguientes, un gran salto y realiza piruetas en el aire. Alsin dar oportunidad ni respiro al replicante de mismo tiempo que absorbe la munición de laJuan; este, sin remedio, echa mano de la ba­ ametralladora de calibre medio, cae en la partetería cilíndrica ante la inminente derrota. superior de la torreta. Salta a la vez que dispa­ ra el rayo de energía calorífica contra el carro El Libro sagrado de Isaac dice: «Aquel que bajo él. Cuando aterriza en el siguiente carro,hubiera sido tocado por mi Gloria, podrá estalla el anterior. Abre las fauces y disparatransformarse en Mi mano derecha». contra los demás. Los vehículos explotan en pedazos, pues de nada sirve el blindaje ante Zeus con las rodillas aprisiona los brazos e los proyectiles de energía.inmoviliza al replicante de Juan en el suelo.Alza el puño con la intención de asestar el re­ Ahora, su principal enemigo no es el ejér­mate final. Pero, ante su sorpresa, lo hunde en cito transhumano ante sí, sino, paradójica­el rostro demoníaco de materia roja. Saca el mente, el mismo tiempo.muñón deshaciéndose y grita. Le mira la cria­tura de colmillos ígneos, abre las fauces y bro­ Destruye los tanques y extermina las tro­ta un haz de energía que vaporiza la cabeza del pas de infantería con sus garras ígneas, en po­gran soldado transhumano. co tiempo. Divisa numerosas estelas de misiles desde los helicópteros Apache, hacia el repli­ El replicante de Elisa abandona la casa con cante de Elisa. La criatura oni salta sobre lala niña en brazos y se dirige al vehículo del cabina del primer aparato y exhala la erupciónaparcamiento. Después de asegurar a la niña solar alrededor. Al momento, derrite al es­en el pequeño espacio trasero, ocupa el asiento cuadrón completo.del conductor para arrancar el motor gravita­cional. Los testigos digitales alertan por debajo de los cinco minutos y aparecen ante los ojos 90

FUTUROSCOPIASde Juan, para indicar que el tiempo de vida se bién expulsa la cápsula.agota. –Dios mío, ¿qué has hecho? –le pregunta. La anciana, todavía con el cordón que La figura monstruosa se transfigura en elreplicante de Juan, cuando cae entre los restos fluctúa energía del pecho al replicante activo,del aparato en llamas. se agacha para abrazarlo, al amparo de los es­ cudos invisibles, cada vez más débiles por los En cuanto toca el suelo, este empieza a correr impactos azules.tan rápido como le es posible. Activa las con­tramedidas y expulsa bengalas de la coraza pa­ –Te quiero –sonríe–, desde el primer díara desviar a los misiles que se aproximan. que nos presentan.Atraviesa a toda velocidad el escudo protectorde energía y asimismo alza las manos junto al –No moriremos aquí, ni de esta manera,maltrecho replicante de Elisa, con la niña en­ ¿me oyes? –le besa.tre sus piernas, para unir fuerzas. Juan se despega la bolsita con esparadrapo Pronto aparecen más carros de combates del costado. Coge un cigarrillo, pero escapa deque disparan sin cesar proyectiles, además del las manos rugosas y temblorosas al suelo.fuego aéreo. De repente, las explosiones queimpactan en el escudo invisible cambian a on­ –Pero ¿qué haces? –en aquel momento,das de color azul eléctrico. repara en el contador numérico del pecho de su marido, a punto de finalizar la secuencia Estalla un brazo del replicante de Elisa y a atrás.continuación se despedaza la mano del repli­cante de Juan. –Disfruta en la casita de la playa, por favor –mira también a la niña, que abraza la cintura –¡Utilizan munición especial! –grita. de su mujer– ¡La civilización transhumana –Dos minutos para la expulsión y desco­ nos envenena el alma desde hace mucho!nexión –aparece el mensaje digital por el rabi­llo del ojo–. Total de años consumidos: –¡No te pienso abandonar aquí! ¿Me oyes?veinticinco. –¡Tu tiempo es el pasado! Anula el testa­ El replicante de Juan, aún con el brazo que ferro y no pases el testigo de una causa perdi­funciona en alto, abre las corazas del omóplato da que arruine la vida de más parejas.para expulsar la cápsula biomecánica de forma –No nos vamos sin ti –coge la mano de laautomática. Se vacía entonces el líquido am­ pequeña.niótico y se articula la placenta transparente, a –Elisa, por favor, ¿me puedes echar unmedida que la araña robótica cobra vida. Des­ vistazo al implante neuronal? Me duele muchoconecta al anciano y le inyecta una fuerte dosis –se toca la base de la nuca.de morfina, ante el estupefacto replicante de Juan hace acopio de sus últimos esfuerzosElisa. hasta que se arranca otro esparadrapo de la El anciano se incorpora con el cordón de espalda. Aprovecha entonces el descuido de suenergía que conecta al pecho, muy despacio. mujer al arrimarse y mirarle para desconec­Consigue moverse a duras penas del ha­ tarla de la toma de energía e introducir en subitáculo. Pero las piernas no responden y co­ lugar la baliza de emergencia en el conectormo se ve incapaz de bajar por su cuenta, dorado, junto al único pecho con vendas.decide tirarse al suelo. Antes de que articule palabra, la figura de Se arrastra, con la manguera, hacia el gran la anciana con la niña se desmaterializa en elreplicante femenino. aire. Hace el esfuerzo y se sienta junto a este. –Diez segundos –descuenta el corazónTeclea un código en la diminuta pantalla táctil nuclear…del tobillo metálico. Al momento, se desarma –Nueve –coge el cigarro y un encende­la coraza del gemelo y descubre el pulsador de dor…emergencia. –Ocho –lo enciende… Lo presiona. –Siete –aspira hondo… El replicante de Elisa, acto seguido, tam­ –Seis –y expulsa el humo… –Cinco –toma la foto… –Cuatro –sonríe cuando la mira…91

FUTUROSCOPIAS –Tres –se ve con una preciosa chica… –¡Código 19091973! –chilla Elisa. La inte­ –Dos –la primera instantánea de novios… ligencia artificial se desconecta y Maiko desa­ –Uno –su vida pasa en imágenes junto a la parece– ¡No! Por nada del mundo piensomujer que ama… atender a razones del protocolo. Voy a dejar a –Cero –finaliza mi secuencia de vida en la niña en mi casa y regreso a por él.comunión con el replicante y voy a ser un ar­ma de destrucción masiva… lo siento… Dios La anciana y la niña, en silencio, se vistenme perdone... con el equipo minero imprescindible. A conti­ La detonación termonuclear ilumina la nuación, montan en la góndola del teleféricoMetrópolis. Por un momento, esta se inclina y para observar cómo poco a poco las luces delpierde altura según falla el sistema de gravita­ complejo se sumen en la oscuridad, hasta queción, hasta que de nuevo se equilibra el impul­ desaparecen por completo de la vista. Llegan asor magnético. la torre y toman el primer montacargas. Fina­ Mueren al instante los soldados del campo liza el trayecto. Recorren la galería que sede batalla y cinco millones de civiles replican­ apuntala hacia el siguiente elevador. En el tú­tes, a causa del terrible hongo de calor. nel principal, Berta las acompaña hasta el as­ censor. EN LA ACTUALIDAD Una vez que llegan al corredor de hor­ Elisa y la niña, en estado de shock, perma­ migón, Elisa se quita ropa y cuando abre elnecen en la cabina de teletransportación cierre de la puerta metálica con remaches, solomientras el reactor realiza el salto temporal de viste las exiguas prendas.emergencia y traslada el complejo subterráneode vuelta al presente. –¿Este es el famoso Libro de Isaac? –pre­ gunta a la anciana, y coge la reliquia sin per­ La anciana se levanta despacio del asiento. miso.Dirigiéndose a la compuerta, apoya la frenteen el cristal de la ventanilla. Se quita la baliza Súbitamente, la voz de la niña adquieredel conector del pecho y la deja caer al suelo. dos tonos distintos, cuyo eco se mezcla en el salón de hormigón. Sus puños comienzan a golpear el cierremetálico. Una y otra vez. Al compás de la luz –El versículo dice así; «Jamás, cualquierque parpadea y el zumbido que ensordece. persona, por cualquiera que sea su circuns­ tancia, puede traerse al presente pasado» –la –¡No, detente! ¡Te ordeno que vuelvas! niña deja caer el Libro y agarra del lomo al to­–grita a la inteligencia artificial del complejo. po gigante. Sin embargo, la luz y el zumbido van en Ejerce una fuerza sobrenatural para le­aumento. La niña se acerca a ella y otra vez vantarlo del suelo, sin aparente esfuerzo. De­abraza su cintura. Elisa entonces se da la me­ sencaja la mandíbula y en vez de lengua,dia vuelta para también estrecharla entre sus extiende un aguijón para picar al animal quebrazos. Hasta que transcurre un instante de se agita en el aire.eternidad y todo cesa. La compuerta se abrelentamente con las luces rojas. A continuación, lo estrella contra el suelo. –Pero… La anciana y la niña, salen a la sala en pe­ Elisa da un paso atrás.numbras del reactor. La niña pequeña se agarra del pelo con las dos manos y comienza a estirar, tan fuerte que –Lo siento –excusa la geisha de vaporosas al momento se deforma el rostro. Se raja entelas y colores en la pared de grafeno–, el pro­ canal y lanza la funda de piel lejos de sí, paratocolo de emergencia no permite interrumpir descubrir entonces su verdadera naturaleza.la secuencia. Como tampoco realizar otro salto –Esta humana hace años que no existetemporal ahora mismo. Ambas debéis ir al ha­ –habla la criatura esquelética y carente de ve­bitáculo médico para realizar el chequeo perti­ llo corporal– Los científicos transhumanos menente. crean con el ADN de ella, en un laboratorio militar. Luego me abandonan no muy lejos del enclave de la resistencia del planeta Marte 92

FUTUROSCOPIAS–mira con sus pequeños ojos vidriosos y cuan­ enfrente. Dispara las uñas con tal rapidez ydo ríe, muestra los dientes de sanguijuela–. fuerza que clavan a Elisa en la puerta metálicaSeguro que los periódicos transhumanos se a su espalda. Berta, al mismo tiempo, se mutahacen eco de la noticia y el maldito general re­ en un monstruoso animal que se yergue y ca­cibe toda la gloria. Más bien, soy un arma mina hacia la anciana.biológica. La República Oni ya no emplea a sussoldados en la guerra, sino a especímenes como –¡El futuro es mío! También de mi nuevayo. Por procedimiento, nos liberan cerca de los prole, tanto animales... –camina hacia la an­asentamientos subterráneos humanos. Y una ciana– como humanos... –la mira con susvez que estos nos encuentran y acogen, noso­ múltiples ojos vidriosos y después de desenca­tros, los portadores, propagamos la enferme­ jar la mandíbula, despliega el aguijón que su­dad mutante por la población del enclave. Sin pura líquido verde.embargo, ahora, gracias a ti, Elisa, el futuro sepuede reescribir. ¡No! ¡Ya no es de los huma­ FINnos o los engreídos transhumanos! La criatura, acto seguido, levanta la delga­da extremidad. Extiende los dedos huesudos93

FUTUROSCOPIAS RETAZOS DE UNFUTURO INCIERTO Zen y el arte del mantenimiento Por Ricardo García Hernanz de la prótesis de cultivo en el que empezaron a surgir los primeros brotes de llamada psicosis de inhi­ Los trasplantes y tratamientos en caso de bición.fallo o pérdida de un órgano cambiaron radi­calmente a mediados de la primera mitad del Los pacientes parecían sufrir todos losnuevo siglo. Las prótesis dejaron de usarse y síntomas psicológicos de un rechazo al im­fueron sustituidas por la biomecánica, la electró­ plante con la peculiaridad de que los inhibido­nica y la ingeniería genética. res impedían este rechazo. El cerebro del paciente se emborrachaba de adrenalina y se En un principio se usaban para paliar la producía un aumento irregular de las secre­perdida o amputación de un miembro, sustitu­ ciones de serotonina, lo que hacía que el tras­ción de órganos o reparación de tejido dañado, plantado se mostrase irascible y desinhibido.pero poco a poco se convirtieron en una moda La consecuencia directa era un brote psicóticoy llegaron al consumo de masas. Los departa­ en el que el usuario entraba en un estado vio­mentos de marketing se frotaban las manos. lento sin precedentes en la historia médica, parecía que apagase su consciencia y actuase Con la proliferación del compuesto REIS­23 en modo automático.se paliaron en gran medida los efectos de re­chazo que este tipo de trasplantes­implantes Entre los usuarios surgieron movimientosproducían. Habíamos conquistado los meca­ inspirados en el pensamiento oriental quenismos que unían nuestras células, anulábamos proponían técnicas milenarias para intentarla posibilidad de rechazo haciendo que todo controlar estos desajustes cerebrales.nuestro cuerpo aceptara cualquier elemento ex­traño como compatible. Técnicos trabajaron junto a gurús y místi­ cos para diseñar nuevos periféricos específicos Pero esto tenía sus pegas: ¿qué ocurre para la meditación. Surgieron las comunida­cuando se te mete una mota de polvo en el des virtuales de implantados, sujetos que seojo... y el ojo no la detecta como extraña? enlazaban a través de una red privada y com­ partían sensaciones. Se abandonaron los viejos Al REIS­23 le siguieron los compuestos de protocolos y se crearon unos nuevos adecuadostercera generación. Inhibidores específicos de a las necesidades de estas comunidades. Lasmateriales, lo que hizo que la selección en los interfaces de estos usuarios se basaron enmateriales y las operaciones diversificaran el sensaciones de tipo químico en lugar de losmercado de los implantes en un laberinto de tradicionales estímulos de los sentidos.corporaciones, mercados y clínicas. Un nuevo lenguaje bioquímico surgió en­ Con esta proliferación económica surgió tre ellos. Un nuevo credo.inevitablemente un mercado negro, que aba­rataba costes y utilizaba inhibidores de baja Y todo credo necesita su sacrificio de san­calidad, los llamados inhibidores de cuarta ge­ gre, su buda, su Cristo en la cruz, su Odín en elneración. Con el auge de las clínicas piratas y roble.los inhibidores de baja calidad se creó un caldo Y ese mártir fue Tobías Dietrich. 94



«Tenía diez años cuando descubrí la ciencia ficción. Alguna visita dejó una revista ennuestra casa que me resultó novedosa. La revista era Wonder Stories Quarterly. No recuerdoninguna de las historias que contenía, pero la portada mostraba un monstruo gigante conescamas golpeando los grandes depósitos de gas que solían estar en las afueras de las ciudades.Nunca había visto algo como eso, por lo que leí todas y cada una de sus páginas. Y desee tenermás... Porque en aquellos momentos aún no tenía idea de que había más.» Frederik Pohl


Like this book? You can publish your book online for free in a few minutes!
Create your own flipbook