Al día siguiente de mi llegada, ya no aguanto. Voy al colegio. Parece que si no vuelvo a ver inmediatamente mi colegio, algo me falta. ¡Oh cuánto más hermosa encuentro su gentil fachada, nuevita, flamante; y contemplo un rato toda la imponente mole de este edificio inconfundible!... Penetro en el gran hall de entrada, y ya encuentro caras conocidas: los Hermanos que ya están a su puesto esperando la “reapertura” que parece será espléndida. Quedan muy pocas vacanes en los salones, que habría que multiplicar.
“Un año más en este colegio. Gracias, Dios mío; trataré de complacer a mis padres; danos a todos salud y alegría; Sagrada Familia, aquí estoy; haced de mi un buen estudiante, y que dé satisfacción a todos los que se interesan a mi preparación moral e intelectual...” esos y otros sentimientos se agolpan en mi mente cuando me arrodillo en la capilla colegial y dónde tantas veces ha acudido en el año escolar...
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