“En el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios, y la Palabra era luz, y la luz dio vida a los hombres, aunque algunos no la recibieron, pero quienes la recibieron son hijos de Dios.”. (Juan 1,1)
En la presentación del anuario quisiera, este año, referirme a cuatro acontecimientos que animaron y enriquecieron la vida de esta Comunidad Educativa. Volver a ellos nos fortalece y da identidad. Me estoy refiriendo en primer lugar al “Sínodo de los Obispos”; de todo el mundo, tenido en Roma en el mes de octubre, sobre “La Palabra de Dios”. La centralidad de la Palabra en la vida de la persona humana y del cristiano es incuestionable. Somos porque alguien nos llama y nos invita al diálogo. Los hombres somos hijos de la palabra. Ella es nuestra creación; también es nuestra creadora, sin ella no seríamos hombres. A su vez la palabra es hija del silencio. Nace de sus profundidades, aparece por un instante y regresa a sus abismos...
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