Respiro el agua mansa Leandro Nijamín Respiro el agua mansa, la orilla sonora es un cuento, resiste y cede a las piedras del ansia. No puedo dejar de mirar las llamas. ¿Algo se apaga? ¿O el abrazo todo lo enciende? ¿Dónde va la antorcha envuelta en tanta agua? ¿Podrán esas nubes ser las velas de mi barca? ¿O solamente la verde línea mineral y fantasma aguarda mi llegada? Tantos segundos perdidos nadan en tus aguas, un ritual de puentes, una sombra en llamas. /51
3 / Modos de improvisación Con la mano izquierda Ceci De Pauli Yo era una palabra que intentaba avanzar a la velocidad del pensamiento. Henri Michaux Con la mano izquierda tomo el lápiz y observo el trazo sobre la hoja en blanco. Me sorprenden la dificultad y la exigencia que me produce utilizar esta mano. El movimiento es lento, el trazo es débil. Garabatos ilegibles. Me siento obligada a bajar la velocidad. Disfruto esta incomodidad. Mi voz adquiere otra versión. Un dibujo. Una nueva escritura. Estoy presente en ella. Soy libre. Abandono el control, los resultados. Cuerpo y mente se descubren. Cooperativamente se equilibran. Mis emociones se acomodan al nuevo ritmo. Disfrutan bailando lentamente. Se aceptan, se acoplan, se divierten. La palabra en el instante presente. La melodía. Del susurro del lenguaje se hacen visibles las palabras. Del tiempo interior nace una nueva escritura. Un acto de absoluta intimidad. Mi mano izquierda encendió la luz del alma. /52
/53
/54
4 / Jerarquía de los materiales Ardua tarea es penetrar en las cualidades reales de cada cosa. Demócrito, S VIII AC /55
4 / Jerarquía de los materiales Ecobulbo Domenika Kratzborn Lök – ö l k – l k ö onion – i o n n o – o n n o i oignon – g n o i n o - o n i o g n cebolla – o l b l e a c - c a e l b l o Zwiebel – e b i e w l z - z l w e i b e cipolla – o c a i l p l – c a i l p l o Tipula – p t a i l u – t a i l p u Bsl – s b l – b l s /56
Diente de león Ezequiel Martínez Buteler Achicoria amarga, de la familia de las Asteráceas. Reconocida por multitudes con la virtud de ser una limpiado- ra de la sangre. A su vez, es considerada una “mala hierba” por los incansa- bles fanáticos de la dualidad. Crece donde quiere, desde América al viejo mundo, hasta en la China comunista. Pareciera que las hebras que imponen la distancia hacia su centro, son las protectoras de su secreto mejor guardado. Con un nombre tan imponente, pareciera que alguien hubiera querido esconder su fragilidad. Todos los pelos de su contorno denotan una especie de vulner- abilidad malinterpretada. Me hace acordar a mi tío Ernesto. Detenidamente susurra su antipatía por ser juzgada o incom- prendida por nuestra enraizada necesidad de encuadrar las cosas. Hay belleza en la fragilidad, y esta planta es un recordatorio. Los leones también tienen miedo. /57
4 / Jerarquía de los materiales Espuma I Marcelo Del Campo espuma la de la pacífica monotonía del mar la del jabón en la bañera llena la del agua que hierve sobre la yerba la de la lluvia que percute sobre el asfalto la del viejo cansado del esfuerzo de hablar la de la cascada sin bañantes la de la rabia /58
Espuma II Marcelo Del Campo mis pies mojados varados en la arena mis pies lavados acaricio el recuerdo una caricia de aire húmeda y frágil estalla mis pies desnudos la casa está helada la espuma en mis manos las ventanas empañadas el mar en mis temblores el espejo calla el tiempo /59
4 / Jerarquía de los materiales El punto Florencia Donadi - ¿Qué tenés ahí? - Un punto. - ¿Y qué vas a hacer con ese punto? - Ponerlo sobre algo. - ¿Sobre qué? - No sé. Sobre una caja, arriba de la mesa. - O en una hoja en blanco. - Sí. Quizás para iluminar con una estrella el espacio interior. O para, en la sucesión, crear números de puntos, innumera- bles puntos que formen una constelación. - El cinturón de Orión son tres puntos. - Como los puntos suspensivos. -… - ¿Sabías que desde acá sólo vemos el cinturón y de Orión apenas la mitad? - ¿Querés decir que entonces esos tres puntos están sobre Orión? - Justo a la mitad. Es nuestra imaginación la que los une… la acción de la imagen… - Como cuando hacíamos surgir figuras de la unión de puntos sucesivos, numerados. - ¿Qué figura forma tu punto? - Un da-do. /60
Jerarquía de las palabras y las inspiraciones Mariana García Díaz Elijo las palabras que están en segunda fila. Las que hablan más de los vacíos que de los éxitos. Las que se esconden. Me gustan las palabras que saben describir el silencio y las vulnerabilidades. No elijo las palabras hirientes, aunque a veces atacan en alguna línea. Tampoco las escandalosas. Me inclino más por los susurros. Lo que no se anima a decir. Muchas veces lo que me inspira no tiene relevancia. Quisiera hablar todo el tiempo de lo mismo. Hay palabras repetitivas que me canso de escuchar. No sé de dónde vienen, ni a dónde van. Dicen que uno puede cambiar sus pensamientos. Creo que es difícil aprender a hablar de nuevo, nacer de nuevo. Pero lo intento cada mañana. Y cada noche me perdono por no lograrlo. La palabra expectativa se ha metido entre mis días trabando la rueda de la vida y el amor. Me propongo desactivar su poder desarmarla como el cartel de una marquesina luminosa. Así, a tientas, es mucho mejor. /61
4 / Jerarquía de los materiales Pasos pequeños, sin saber lo que vendrá. Me gusta hablar con vos. Me gustaría decirte tantas cosas. Pero creo que por ahora, prefiero solo escuchar. /62
La camelia Haikus Cristina Gordillo De Rogé Textura blanca gira desde su centro sutil caricia. Una corola pequeña espiral se ruboriza. Verdes la cubren beldad no exhibida no revelada. Con sus pétalos que persisten unidos cae entera. Fugaz su vida de entrega callada duelo de hoy. /63
4 / Jerarquía de los materiales Pobreza María Teresa Nannini Paredes descascaradas, graffitis borrados por la lluvia. Chillan las ruedas del carro de José, los pies descalzos dibujan dolores en el barro. Dos barras astillan los hombros que arrastran la búsqueda del pan de cada día. Cartones disfrazados de reciclado van llenando la jaula de los sueños. Botellas vacías de fiestas imaginadas, oropeles y lujos de unos pocos, llenan el carro y los pies se arrastran. Se arrastran. Cartones, vidrios, latas, papeles y resentimientos, se cambian por unas monedas. El envoltorio se abre sobre la simple mesa. Cae el pan en su nobleza y ruedan las cebollas hasta las manos abiertas y las bocas secas. /64
El sello de oro Roxana Nijamín A mi padre se le llenaron las manos de verrugas, casi no podía juntar los dedos. Sus manos parecían las de un monstruo. Llegó a ocultarlas por vergüenza. No coincidían con la belleza de su rostro y su cuerpo esbelto. Consultó muchos médicos especialistas en dermatología, médicos clínicos y homeópatas. Todo en vano. Incluyendo toda clase de brujos mano chantas sin resultados. Ya casi vencido recurrió a un sanador, Don Alegre en Foz do Iguaçu, una localidad de Brasil ubicada en la frontera de Argentina y Paraguay. Esperó dos días hasta que logró encontrase frente al anciano, ya que venían de diferentes partes del mundo a buscar su sanación. El hombre hablaba varios idiomas. Decía lo necesario. A mi padre sólo le dijo: - Es el anillo. Murmuró una oración ininteligible y luego agregó: - A partir de esta noche se reabsorberán. A usted le han hecho un daño. El anillo de oro imponente aparecía como un sol entre las mon- tañas de verrugas ya ennegrecidas de tanto nitrato de plata. Cuando mi padre me contó la revelación del brujo Sabio, recordé que cuando él llegaba a nuestra casa se lavaba las manos y apoyaba el anillo en el estante del botiquín espejado. Luego, antes de acostarse, se lo volvía a poner, era parte de su fino dedo índice de la mano izquierda, lo lucia como un símbo- lo de masculinidad. /65
4 / Jerarquía de los materiales Mi padre siempre estaba muy orgulloso de su anillo sello MN que le había hecho mi abuelo Adolfo, un gran joyero de la calle Libertad. Hace unos años, una noche, cumpliendo con su ritual, fue a colocarse su anillo y no estaba en su lugar. Buscamos la joya por todos los rincones. Hizo un examen minucioso de los movimientos que se produjeron en la casa durante el lapso en que el sello había quedado solo. No durmió en toda la noche. Seguramente sentía que había perdido parte de su identidad. Al día siguiente interrogó de manera exhaustiva, a la em- pleada de limpieza hasta hacerla llorar, y luego fue a la vivienda de cada uno de nuestros amigos que habían estado en la escena del crimen que él fantaseaba. No le importó en absoluto nuestro malestar. Yo no comprendía por qué no interrogó a Chichita, una veci- na, y muy buena amiga de mi madre. Claro que se lo pre- gunté. Me respondió que ella era honesta y de mucha confianza, además era una persona de mucho dinero. ¿Para qué lo iba a robar? Pasamos una semana difícil, hasta que una madrugada des- perté sobresaltada, soñé que el anillo estaba debajo del auto, en el garaje. Hacía mucho frío, mi padre se puso la bata de frisa y las pantuflas, aún estaba oscuro, prendió su linterna, se tiró sobre el piso helado. Allí estaba brillando, en /66
la baldosa rojiza, al lado de la rueda trasera, su anillo de oro y su nombre. Evidentemente alguien lo había arrojado por debajo del portón. Algunos días después, de la aparición del sello, mi amigo Hugo me contó que había visto a mi padre salir de un alber- gue transitorio con la vecina amiga de mi madre. Don Alegre tenía razón, las verrugas desaparecieron como si nada hubiese sucedido. Realmente impresionante. Pero el daño ya estaba hecho. /67
4 / Jerarquía de los materiales Mecha y Petete Ceci De Pauli No me propongo nada, no busco nada Todo es irreal y real como la vida misma Las imágenes se presentan Cae el sol sobre las piedras al borde del agua El cielo rosado, violeta y naranja anuncia el final del día Las olas se inquietan antes del desenlace Aquí, junto al agua, sobre la arena Estoy Domingo de recuerdos y nostalgia Desde el presente viajo hacia el pasado Los almuerzos en casa de mis abuelos Tallarines con salsa y pollo al horno Los domingos de mi infancia Merengues y turrón Soy una niña de 10 años Subo al ascensor Comienzo a sentir el aroma de la salsa Veo los fideos tendidos sobre las sillas del comedor amasados y cortados con la Pastalinda La olla hirviendo en la cocina /68
El pollo adobado por mi abuelo con orégano y mucho amor Sobre la hornalla, la salsa Tomate, zanahoria, laurel, cebolla Su sabor y su color están presentes en este instante Puedo sentirlos, olerlos y verlos servidos en la loza rosada Cierro los ojos Desde la playa disfruto otro domingo con mis abuelos /69
4 / Jerarquía de los materiales Autobrote Paula Videla Aguirre Los dedos acariciaban el alambrado oxidado, así comenzaban mis tardes de niña, recorría los campos, con las botas de goma amarillas, embarradas, la frente en alto sintiendo la brisa de otoño en la cara, cada centímetro que subía cuesta arriba sig- nificaba una experiencia única, donde los límites se desdibu- jaban a medida que metía mis pies inquietos en los pozos cubi- ertos de agua. En cada charco un regalo, mi risa hilarante era cómplice de cada salto y mis zapatos bailarines comprados por mi madre ya no eran de princesa, eso sin duda me hacía sentir una guerrera, rebelde y poderosa con un as bajo la manga, aun así sabiendo lo que me esperaba al llegar a casa, mis piernas se enredaban temblando, anticipando el caos. El olor a tierra mojada era un hecho, los sábados de juegos se transformaban en una fuga especial para aquellos que queríamos crecer con nuestras propias reglas; creyéndome invencible arrancaba sin apiado las flores amarillas sabor a limón, fantasías de niños, más que huir queríamos experimen- tar, lejos de la mirada adulta castradora y ensordecida por un futuro incierto. Con tan solo siete años sospechaba que entre ellos se escondían miedos y algunos desechos. Jugar era el sentido de todo, jugar a perder, a ganar, dejarnos lle- var por esas canciones eternas que no podíamos dejar de bailar. /70
Ayer, como cada lunes fui a la florería de Carlos, quien hace quince años es dueño de un paraíso exótico ubicado en una calle transitada a cinco cuadras de mi casa. Siempre pensan- do, en busca de algo que invadiera de colores mi vasija y con- trastara las paredes blancas de los días grises. Con certeza buscaba recrear una parte de aquellos momentos cuando la tierra tenía sabor y el tiempo no era un problema. Volví a casa saltando bajo la lluvia, otra vez sola, con los sueños de aquella niña, empapada de felicidad, sentí esa libertad de jugar a quien quisiera ser sin esperar regaños, ciertamente, en ese instante me percaté que al regresar ya nadie me esperaba, quería hundirme en cada pozo, sin- tiéndome única, tan solo una adulta, un poco vacía, un poco desierta. Cerrando los ojos y estrujando el piloto, descubrí al llegar al ascensor las ventajas de mi libertad, y ahí estaba intacta esa transgresión que invadía cada espacio de mi cu- erpo. Una vez más yo ponía los límites. Al entrar al comedor sentí el olor a tierra mojada parecido a mi borrosa realidad. Un vino tinto fermentaba en la cocina como en aquellos do- mingos familiares que parecían no tener fin, todos hablando al mismo tiempo y yo sin saber que decir. Bajo el plátano y con las botas amarillas descubrí que fui feliz, que fue un tiempo donde florecer no era una opción, que te pueden corromper y querer estropear, pero si hay algo, de lo que estaba segura mientras caminaba sin mirar atrás, es que yo había sido siempre, un brote imposible de arrancar. /71
Capas Domenika Kratzborn Capas No es indiscreto Desvístete y llegarás Directo a los corazones Capa tras capa caerá Oscura y protectora Seca y resistente La primera La necesitan desde el principio contra posibles daños Sigue adelante y verás ¿O lo dejas hasta aquí? Vendrán capas gruesas Cargadas de sustancia Blancas o moradas Pulpa y fibra Y llorarás Por ti y por ella Correrán sus jugos Lechosos y picantes Agradables y dolorosos /72
Olvidados pero sinceros De ti dependerá calificarlos Y ellas siempre presentes A lo largo del camino Con su olor No te detengas Allí mora la esencia Aparecen ternura y dulzor Los que nunca se perdieron Quedaron protegidos al fondo Escondidos entre tiernas capas Para que tarde o temprano Pudieras desenterrar El tesoro puro De tu ser. De su ser. /73
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? /74
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? A este copo Que se posa en mi mano, deseo Asegurarle lo eterno Haciendo de mi vida, de mi calor, De mi pasado, de estos días de ahora, Un instante simplemente: este instante, sin límites. “Un poco de agua” – Yves Bonnefoy /75
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? Las olas Marcelo Del Campo Las olas rompen suave contra la pared. El silencio es pacífico, orgánico, imperturbable. Corre una brisa. Pasó la tormen- ta con sus vientos acelerados. El cielo sigue gris y todavía llueve, sostenido, pero suave. Por momentos el cielo se abre y parece que tengo una esperanza de futuro. A veces se despeja de noche y entretengo el insomnio con la búsqueda de figuras en las estrellas. Tenías razón, pero no te hice caso. Siempre fui orgulloso. También rutinario. Sabés que mis hábitos eran orden y fundamento de mi encierro. Sabés que mi destierro fue el acto desesperado de los que desencajados nos cansamos de luchar. Fue cobarde dejarte; fue también inevitable: sabés que tu crítica más asidua fue a mi falta de carácter. Huí para aferrarme a mis rutinas, mi esperanza de conde- nado. Sin compromisos ni visitas pude regodearme de libre monotonía. Sé que soy esclavo, pero la libertad es demasiado compleja y dinámica para mi mente analítica. Nada le falta al que a nada aspira. Se acerca ahora el cadalso. Mi vida tiene un resto finito, definido. No te hice caso, ya no podía. Los alertas meteorológicos que me mandaste se asemejaron una publici- dad de un mundo distante, ajeno. Sabía el riesgo que corría. Quizás quería correrlo, como una suave, buscada eutanasia para espíritus débiles. Insististe vanamente con súplicas en la procura de /76
rescatarme. ¿Rescatar a quién, de qué, y para qué? Tu vida me es ajena. Me falta valor para compartir penas y alegrías. ¿Cuál es el sentido de esforzarnos por sobrevivir si la esperanza es nula y el final certero? Soy débil, lo sabés: siem- pre lo fui. Cobarde, también—pero no temo lo que se avecina. Es la paz del condenado: la filosófica aceptación de la reali- dad del que sabe fútiles anhelos y deseos. Temí, sí, durante la tormenta. Sentí la ira natural doblegar mi ego. Me vi humillado en mi pequeñez, zarandeado por truenos, insignificante ante la fulgurante energía de los rayos. Me acepté como uno de los pecadores de la época de Noé. Entendí el cinismo de mi ateísmo con la persistente crecida de las aguas. ¿Sabés? La ceguera nocturna durante el desvelo en una no- che sin estrellas no trae sosiego, no calma la ansiedad; no mitiga la resignada desesperación. La tierra que cruje y azo- ta, el agua que cachetea las paredes y atiza el temor, el frío que aprieta y penetra, la impregnante humedad, el continuo fragor que no calla—jamás pensé al infierno como una tor- menta. A punto estuve de reconciliarme con Él, tal mi ánimo desesperado; a punto estuve de suplicar, aturdido por lo natural; pero nada parece tan poderoso como para socavar mi orgullo. Temí profundo mientras duró la tormenta. Me arrepentí de ignorar tus súplicas, de reírme para mí mismo de tus preocu- paciones y argumentos. Todo pasa, sin embargo, y pasó la tormenta y con su paso llegó la calma. El agua tornó en arrulladora caricia. Frío pero agotado, dormí /77
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? un tiempo incalculable. Desperté acompañado por el sutil traqueteo de una llovizna. Por primera vez en mi vida per- manecí inmóvil y apreciativo. La parsimonia natural acom- pasó mi vida. Lloré sin emoción, a la par de las gotas que caían. De cara a la oscuridad, con el temblor del frío, sopesé la esterilidad de la vida—y me sonreí. /78
Nosotros Ceci De Pauli Estamos juntos a la orilla del río. Me apoyo sobre tu hombro, inclino mi cabeza, me siento que- rida. Me encuentro en tu respiración, en tu aroma, en el agua. Bajo la luz de las estrellas, bajo la luna pequeña. ¡Cuánta vida compartida! Vemos pasar imágenes. Silencio, paz, tranquilidad. Estamos en casa, estamos juntos. Miro el agua correr entre las piedras. Las veo seguir su camino. Pienso en la vida, en las piedras que encontramos. Donde estoy, donde estaba, donde deseo llegar. /79
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? Felipe y el mar María Teresa Nannini Corrió el niño hacia el mar. Sus pies descalzos dejaban la marca de su ilusión de cinco años. El olor del agua salada abría sus narinas de niño serrano. Se abría el horizonte lejos de sus montañas. La vastedad del océano confundido con el cielo era algo que su lago no tenía. Corrió el niño hacia el mar. Se detuvo en la orilla y la tibia ola no se atrevió a rozarlo. La espuma se disolvió ante sus pies. El revoltijo dorado de arenas milenarias formó una barrera entre su curiosidad y su deslumbramiento. El movimiento de siglos respetaba su inocencia. Corrió el niño hacia el mar. Los labios absorbían la sal y las manos se tendían hacia esa espuma con temor a destruir la ilusión. La edad de los “por qué” irrumpía en la tarde, pero la intuición habló primero; la magia no se rompe. Corrió Felipe hacia el mar. Y cuando la espuma se disolvió entre sus dedos aprendió para toda la vida que la belleza es efímera. Que la arena que se escapa de las manos se debe disfrutar pero que todo vuelve a su naturaleza. Que la espu- ma hecha de mil burbujas es aire, y al aire va, como decía un poeta, pero quedan en el alma para hilvanar canciones, y urdir redes fundamentales. /80
Reencuentro Roxana Nijamín Desnuda el cabello mojado El agua Corre hacia mis senos se desliza por las cicatrices surcos que dejó aquello. Me miro en el espejo empañado el agua corre como lágrimas presurosas lágrimas salinas, despedidas felicidad infinita nacimiento carcajadas con amigas borracheras adolescentes pasiones desmedidas Noches de besos alumbran el día Lágrimas amantes en orgasmos fundidas. Gotas, gotitas… todas hacia abajo /81
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? ninguna hacia arriba Delicadas lágrimas nublan la vista. Entro en el espejo como lo hizo Alicia Y en el agua que aún se desliza pequeñas maravillas luces que bailan encandilan La ducha aún gotea latidos de vida algunas arrugas los ojos pequeños mi rostro aparece sin miedo. Me reconozco dibujo el vidrio con mi aliento Me peino. Me visto Festejo mi encuentro. /82
Cómplice de un mal día Paula Videla Aguirre Cuando la ropa incomoda y el día pesa cada vez más salgo corriendo a desprenderme de lo dado me zambullo en una especie de ritual existencial convencida que hay algo que limpiar, este escondite blanco es opacado por las velas, que esta vez no van a ser de deseos, si no van a ser cómplices de un asesinato de pensamientos que nacen y mueren en el día, algunos permanecerán hasta la madrugada. Entonces prendo cada una de ellas, cierro los ojos hasta que el vapor me invade al respirar, otra vez me siento en casa. Canto mi canción preferida, sospecho que la canto para reavivar el eco de mi voz y despojarme de las voces de la ciudad, de aquellas que hoy no pude evitar escuchar. Las que en un bolsillo, junto a los papeles irán directo al basural. A medida que se arrugan los dedos, las lágrimas empiezan a brotar, y sí, resignada en el rincón de la bañera, las gotas colisionan hacia un mar interminable y se esparcen junto a las sales en forma circular, como una especie de acci- dente temporario. Volví a llorar, porque hacerlo es como una escena de película donde cada minuto cobra sentido y está ligado a una emoción /83
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? no hay cámaras, solo la música, mi cuerpo vulnerable y un toallón. Me pregunto si será posible que esta manta pueda cobijar es- tos huesos frágiles de tanto amar. Volver y hacerlo sin represiones, como cuando eras niña y te decían que llorar era un vicio de los débiles. Quizás pensándolo bien, llevé una vida entera acumulando lágrimas, como agua estancada. Hoy como todos los miércoles por la noche me desnudé el alma y volví a flotar. /84
El puente y el pez Haikus Cristina Gordillo De Rogé Invitación de clara espuma olor a juncos. Pez solitario ligera transparencia el puente mira. Lento mutismo el pescador aguarda escapa el pez. El puente ríe con la caña y el reel el agua canta. Sólo la brisa el silencio suspira cae la noche. /85
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? Visión oculta Señorita Tiempo No puedo ver, estoy sola en su auto. Intento moverme, hace mucho frío; de esos que atacan al corazón y al cuerpo. Abro mis ojos, las ventanas están empañadas y no permiten ver nada. Tal vez el vapor en ellas es una señal de que no debo ver algo. Muevo mis manos, tengo la piel seca y cortajeada, el frío duele. Logro alcanzar la ventana, respiro lento. Temero- sa. Mis dedos están a punto de mostrarme y mis ojos a punto de ver. Puedo sentir el frío de afuera que congela el vidrio y se siente en mis dedos. Reflexiono. Todos alguna vez dibu- jamos en un vidrio empañado. Dibujando lo que queríamos, no nos dimos cuenta que al trazar líneas en ese, nos permitía ver algo. Al final veíamos por nuestros trazos. Nosotros mismos nos quitamos las vendas... Paso mis dedos por la ventana y me permito ver. Sangre. Sirenas. Descanso. /86
Muñequita Quitapenas Roxana Nijamín Había caminado mucho por la calle Honduras, el sol de sep- tiembre me acompañaba, me sentía cansada, las piernas me pesaban casi tanto como el alma. Estaba indignada, había tenido mi primera sesión con un analista lacaneano muy recomendado, un pelotudo. Fui con mucha expectativa, y me encontré con sólo un juego de palabras, con ese chasquido de dedos y luego el dedo al mentón, gesto de Sujeto de Supuesto saber. Me cobró un montón de guita por 20 minutos de atención, y me dejó con el ánimo por el piso y los nervios de punta. Iba en busca de agua en medio de mi desierto y me encontré con arena quebrada. Literalmente así me sentía, quebrada. Me senté en un bar de Palermo, pedí una limonada. Me llamó mi amiga Pato y le conté lo mal que me había sentido en esa sesión. Ella muy amorosamente me dijo, - Siento que no es para vos. Siempre creí en su intuición. Yo también sentía lo mismo. Afortunadamente fue ella la que llamó y no otra que me dijera que era pura resistencia. Me sentía confundida. Turbada. La muerte súbita de mi madre me había sacudido de una manera que todo mi mundo quedó temblando, nuestra relación había sido siempre como un mar revuelto y de vez en cuando, una breve brisa traía la calma por un instante para luego otra vez ser arrastrada por una ola mayor que la ante- rior. Pero esta vez, la ola la había arrastrado para siempre, y /87
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? aunque yo la esperase en la orilla de la playa, ni la noche oscura ni la espuma blanca la volverían a traer. Cuando corté mi llamada, con lágrimas en mis ojos, se acercó una joven, a mi mesa. Advertí su belleza, y su vestidi- to sencillo de bambula rosado, tímidamente me preguntó: ¿Quieres que te cuente la historia de la muñequita quitapenas? - Me dijo con dulzura. - No quiero que me cuentes nada, gracias. - Le respondí con tono amargo. Se retiró, con una sonrisa, tomé un sorbo de limonada agitadamente, me di vuelta y la busqué avergonzada. ¡Pobre criatura! ¿Qué tenía que ver ella con mi locura y mi descon- cierto? Le pedí que volviera, me disculpé y le dije - ¿Sabés que a mi mamá le gustaban mucho las muñecas? Y le pedí que me contara la historia de la quitapenas. Volvió a sonreír, y casi como un niño que recita en la escuela me contó que la muñequita era originaria de Guatemala y que cuando uno tenía una tristeza o algún problema uno se lo contaba a ella la ponía debajo de la almohada y así permitía dormir con tranquilidad. Y cuando uno se despertaba, el alma estaba aliviada. Elegí una de cartón y madera, de 15 centímetros aproximadamente con su vestidito muy colorido. Le agradecí infinitamente y ella me dio un beso. /88
Esa noche puse la muñeca en mi mesita de luz, y an- tes de dormirme bajo mi almohada. A la mañana siguiente mi almohada estaba seca y la muñequita empapada. /89
5 / ¿Cuánto perdura la imagen en el agua? Tras un vidrio empañado Polo Román Tu aliento empaña el vidrio gélido de la ventana. Afuera, mi fantasía vuela, adivino tu sonrisa traviesa, mientras dibujas con el índice caritas graciosas, corazones, flores, mensajes secretos. Apoyo mi mano contra el cristal y tú también la apoyas. Del otro lado puedo sentir el calor de tu palma a través de la barrera. En mi interior suena una voz: “Stolto, che fai? Tempo perduto non s’acquista mai”. Abro la puerta y entro a tu cuarto. /90
/91
/92
6 / La palabra en sombras Yo soy artista pintor, señor, y más de una vez me pasó de que- darme en mi taller, a la tarde, cuando cae la noche, sin encender las lámparas. Me pierdo entonces en ensoñaciones extrañas frente al espectáculo de mis cuadros hundiéndose en la bruma cada vez más oscura y espesa como si pasaran a otro mundo, a otra atmósfera, donde ya no los puedo alcanzar. Hebdómeros. Giorgio De Chirico /93
6 / La palabra en sombras El péndulo infinito Lucía Cerminato Igitur, por eso, por lo tanto, por tanto, pues, así, por este mo- tivo, entonces; la noche azabache muestra su oscilante som- bra que late hacia el alba, que muere y nace en la luz. La som- bra que se piensa a sí misma, y se pierde entre tinieblas de un tiempo que no es tiempo para retornar a la ley primigenia. El ruido estrepitoso de la nada, en existencia permanente se funde oscilante, y la noche se distancia de sus sombras, y las luces se unen a ellas en el péndulo infinito del universo que- jumbroso; que no conoce el tiempo, que sólo se conoce a sí mismo; y observando a la umbra, la antumbra, la penumbra, escoge sentirse plena en la lux áurea. La perplejidad precoz que la umbra siente ante esos agujeros blancos, en los cuales se arrebata de ambrosía subyugante, de la clara palidez hundida en los restos de un sinfín de emo- ciones. La turbulencia se enlaza con la luz, para matar así, a las tinieblas desleales que llenan de cenizas la noche. /94
La postal del mundo Leandro Nijamín Sostengo la postal del mundo mi mundo El atardecer que poco a poco la memoria fue apropiando. El horizonte a-dorado, tan cerca, tan a mano, allí donde se encuentran las palabras y el silencio de los ojos cerrados Infla el alma este cielo de alquimia, ordena el caos en la suma del tiempo. /95
6 / La palabra en sombras El escritorio al anochecer Mónica Pairola Todo se prolonga en una bien definida sombra. El escritorio choca contra la puerta del placar. Los estantes de libros cre- cen hasta donde termina la pared. Las sillas se estiran continuando la línea del parquet, dividi- das en dos por el horizonte de madera; ahora son larguísimas patas brillantes. Los semicírculos plateados del respaldo, dibujan sobre la ventana una estilizada S mayúscula. ¡Pero si esas figuras no existen! La lámpara del techo, se desdobla en dos círculos oscuros, inútiles, porque ninguno ilumina la escena. La puerta abierta y la pared se continúan, como las sillas, por debajo de la madera del piso. Mientras se oscurece la pared se proyectan los objetos y su sombra. Dos plumas, lapiceras, tijeras y reglas como ramillete. ¿Sobre qué se apoyan? ¿Es la sombra tan fuerte como para sostenerlos? Los cuadros pierden su color hasta llegar al negro. El torso de la Venus proyecta su silueta esbelta sobre la puerta ¿Querrá huir del cuarto? La oscuridad le otorga a los objetos cotidianos una existencia más allá de lo real. Como si tuvieran otra existencia. ¿Es la metafísica de los objetos? Vuelvo a apagar la luz. Todo cambia sin perder su identidad, estilizándose. /96
Mi escritura roja sobre papel blanco, se agranda, se acuesta, se prolonga más allá de toda regla estética. Prendo la luz. Finaliza este hechizo. /97
6 / La palabra en sombras Suenan los restos del día Leandro Nijamín Suenan los restos del día, apenas un big bang sereno intenso sin relato en su caída. Salta el salto su aterrador e invisible silencio. Me llena, me paraliza, limpio y sin sentido. /98
Sombras lejanas Natalia Berger ¿Qué sería de la sombra sin la luz? La luz y la sombra tienen una relación íntima. La luz tiene existencia propia mientras que la sombra necesita de la luz para existir. ¿Y su relación con los objetos? La sombra no sólo necesita de la luz para poder existir, sino también de los objetos, que le dan a ésta su forma. Los objetos entonces se interponen entre la luz y la sombra, y forman con esta última una relación de complicidad. La luz pretende abarcar el todo con su luminosidad y extinguir a la sombra, ya que las dos juntas no pueden existir simultánea- mente en el mismo espacio. El objeto aparece como un guar- daespaldas, protegiendo a la sombra con su propio volumen. La relación de la sombra con el objeto es de hermandad, mientras que con la luz es de competencia. A su vez, la relación entre la sombra y el objeto se vuelve indivisible. Como al saltar de un avión y volar en paracaídas. La persona y el paracaídas se funden en un mismo objeto, que gracias a la luz, cuando la hay, proyecta su sombra en el suelo. Y es que faltaba un cuarto elemento por mencionar, la superficie sobre la cual se dibuja la sombra. En este caso el mundo bajo los pies, que al abrir el paracaídas, a 900 metros de altura, parece distante, lejano, inalcanzable. Al estar en /99
6 / La palabra en sombras vuelo, primero no se distingue la sombra, es difícil decir en qué momento o a qué altura comienza a distinguirse. Pero llega un punto en el que la sombra toma forma, y abajo, en el suelo, espera ansiosa conectarse con su objeto. La sombra y el paracaidista tienen una sincronicidad perfecta, a medida que este avanza y se acerca cada vez más a la tierra, ella corre a su encuentro a la misma velocidad a la que vuela el paracaídas; se conocen tanto, que saben el punto exacto en el que se pro- ducirá el primer contacto entre ellos. En ese momento, cami- nan juntos dichosos de haberse reencontrado al fin. /100
Search
Read the Text Version
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
- 6
- 7
- 8
- 9
- 10
- 11
- 12
- 13
- 14
- 15
- 16
- 17
- 18
- 19
- 20
- 21
- 22
- 23
- 24
- 25
- 26
- 27
- 28
- 29
- 30
- 31
- 32
- 33
- 34
- 35
- 36
- 37
- 38
- 39
- 40
- 41
- 42
- 43
- 44
- 45
- 46
- 47
- 48
- 49
- 50
- 51
- 52
- 53
- 54
- 55
- 56
- 57
- 58
- 59
- 60
- 61
- 62
- 63
- 64
- 65
- 66
- 67
- 68
- 69
- 70
- 71
- 72
- 73
- 74
- 75
- 76
- 77
- 78
- 79
- 80
- 81
- 82
- 83
- 84
- 85
- 86
- 87
- 88
- 89
- 90
- 91
- 92
- 93
- 94
- 95
- 96
- 97
- 98
- 99
- 100
- 101
- 102
- 103
- 104
- 105
- 106
- 107
- 108
- 109
- 110
- 111
- 112
- 113
- 114
- 115
- 116
- 117
- 118
- 119
- 120
- 121
- 122
- 123
- 124
- 125
- 126
- 127
- 128
- 129
- 130
- 131
- 132
- 133
- 134
- 135
- 136
- 137
- 138
- 139
- 140
- 141
- 142
- 143
- 144
- 145
- 146
- 147
- 148
- 149
- 150
- 151
- 152
- 153
- 154
- 155
- 156