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ANTOLOGIA. De Escritura(s) y otros barbijos. Revista Psum

Published by patriciarevistapsum, 2021-03-19 12:38:54

Description: ANTOLOGIA. De Escritura(s) y otros barbijos reúne textos literarios de referentes de la salud mental. Escrituras que se afianzan en territorios de aislamiento, divanes virtuales, barbijos por chats.

Keywords: Antología-salud mental-arte y cultura

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AGRADECIMIENTOS A los colaboradores Amadeo Gravino Damián Laborde Graciela Enríquez Natasha Farías Martín Gauto Silvia Rizzo Paola Camani Claudio Leguizamón Diana Nora LaSala Luis Ternengo Pedro Zinno quienes hicieron posible este volumen a la escritura(s) como acceso a otros mundos posibles a las que se agenciaron y generaron esta máquina deseante 2

PROLOGO La búsqueda de algún criterio que defina estas piezas literarias se diluye, en un intento por dar lugar a zonas de tránsito- accesos posibles a un mapa- donde es claro que: “presenciábamos un momento privado entre el hombre y sus letras. Para ello, tomamos algunos fragmentos de las obras de esta publicación; no- todos lineales y fuera del lugar que les dio origen, para figurar un otrotexto-acceso, en esta antología; sin pretensión de articular, delimitar o reducir algún sentido de una obra vasta; solo un camino tartamudo por estas escrituras, para que sigan transitando. Todo un sistema de canales une los ríos Rhin, Wesser, Elba y Order en dirección norte. El bosque de conífera, cargado de oxígeno brota de una fuente; trozos de silencio abriendo los pechos robustos de aire, solo observan su pequeñez lunar; miro el mundo/no pregunto/miro: trabajan las hormigas: en una larga fila/ --bajo el rojo mechero del sol--: sueñan despiertas bajo el himno de la noche que perfora sombras/ dolores/ tristezas Entre flores y espinas, desaparecen del mundo una nube encadenada con sus pies verticales /cruza al río son escasos esos gestos cuando amaneces/son tus métricas de aromas en el silencio/ aroma a cedro paraguayo un crepúsculo con raíces de iris / y todo está en el cielo ¿Cuándo esto pasa, los girasoles miran el arco iris? Papá ¿todo lo que está en el cielo baja alguna vez a la tierra o es cosa de otros? No todo lo que amasa la fantasía es para tirar en saco roto y el gato del que hablamos en determinada noche se presentó en la puerta. Nunca he dicho toda la verdad en mi vida, Dr. 3

AMADEO GRAVINO 1.– soledad/es miro el mundo/ no pregunto/ miro: ¿la soledad es manifestación de Dios? ¿la más piadosa? ............................................... salí a la calle caminé en silencio/ recé en mi corazón ¿Dios me escuchó en silencio? ¿miró con innumerables ojos? 2.– ángeles vuelan en jardines y parques entre nubes/ flores/ pájaros inventaron la música/ la poesía/ la pintura/ la danza: noches de luna llena/ ritos del amor 3.– hormigas trabajan las hormigas: 4

en una larga fila/ ––bajo el rojo mechero del sol––: juntan comida Dios las cuida: sabiendo que para vivir a/penas trabajan y trabajan las hormigas 4.– grillos traen música del cielo/ el himno de la noche que perfora sombras/ dolores/ tristezas 5.–caracoles se arrastran 5

por el mundo con sus casas a cuestas: ¿andan buscando el cielo? 6.– poesía ella canta pese a lo que padecemos/ está viva/ ama/ sufre/ lucha/ reclama: no se entrega 7.– amor sube/ sube el amor/ amarillo de promesas mientras en la radio suena Mozart para la eternidad/ sin hacer caso de los tigres del viento que arañan las ventanas 8.– lluvia es algodón/ 6

bendición/ sabiduría/ espejo/ llanto cae sobre recuerdos/ ojos/ formas/ colores/ misterios cae sobre la conciencia 9.– ella violín/ sueño violín/ violín/mariposa canción/ sueño canción/ canción/mariposa que se llama María 7

Verdad Por Damián Laborde Al instante de verla, subo la escalera de madera. Imaginé que haría mucho ruido, sin embargo, mis pisadas no gravitaban demasiado. En el primer cuarto, sentado de espaldas, un hombre encorvado escribía bajo una luz insuficiente. En un desliz preciso formó las palabras: “la verdad tiene estructura de ficción”. Me paré al lado, del modo más silencioso posible. Atinó a girar la cabeza, pero no lo hizo; solo fue un gesto de sospecha. No sé si mi presencia le fue inadvertida por mi habilidad para el silencio o por su incapacidad de distraerse. Sea como fuere, al cabo de unos segundos sentí pudor de estar allí. Era claro que presenciaba un momento privado entre el hombre y sus letras. Bajé entonces. Salí a la calle. En la esquina, un anciano ciego parecía mirarme. Reconozco el absurdo. De hecho, miraba al cielo de modo melancólico. No sé por qué pienso que me observaba. Traía un bastón que apoyaba al suelo. Enajenado decía: “¡le canne!”, con la mirada perdida entre las nubes parisinas. Extrañado, seguí un camino de flores. Toda la calle parecía dirigirme ineluctablemente a un A grande, enorme A gris con las piernas abiertas, aprontada para recibir, o quizás expulsar. Una torre, muy familiar, vista de otro modo. De la mitad hacia arriba, una gruesa línea recta apuntaba ostentosa al cielo. Recién allí, cuando la erótica se fundió en el hierro, entendí que soñaba. Y quien entiende que sueña despierta, no vaya a ser cosa que entienda un poco más. Al levantarme y mirar por la ventana allí estaba, como siempre, la Torre Eiffel. La incólume estructura gris carente de sentido. Me pregunto por qué la encuentran bella. Quizás sea porque lo que vemos no son fierros. 8

Secreto Como esfinges, la familia se situaba alrededor de la cama que alojaba al moribundo. En mezcla de tristeza auténtica y fingida, inclinaban levemente la cabeza, posando la mirada en las sábanas, más nunca en los ojos del infortunado. El silencio no era un signo de respeto en su totalidad, sino que era un suspenso de antesala: esperaban que el señor diga algo. Nunca había hablado con nadie el motivo de su comportamiento, que mantuvo desde siempre. Todos, sin embargo, se habían hecho de una secreta explicación que no terminaba de convencerles. Algunos creían que callaba por pura maldad, otros le conferían razones ocultas y valederas a su silencio. Otros justificaban que no necesitaba que diga nada, pues podían leer en su mirada toda su intención. Todas estas teorías se terminaron de un golpe el día que les fue comunicado que el señor iba a morir. Recién allí, recién ahora, comprendieron que no sabían. Esperaban que en el último suspiro se les revelase el motivo de tan misterioso silencio, particularmente frente a semejantes situaciones vividas. Lo esperaban como quien da la oportunidad de ser justo, bajo el supuesto católico de que la muerte es una posibilidad para redimirse. Así dispuesta, la familia esperaba, formando un semicírculo contra la añosa pared en la que apoyaba el respaldo. Un pequeño haz de luz surgió sobre la blanca sábana. Se fue gradualmente ensanchando hasta que no quedó más opción que levantar la vista para indagar su origen: un pequeño hueco en la pared. Con la mirada tan cerca, fue inevitable observar al moribundo, cuya existencia parecía desvanecerse tenuemente. Surgieron nuevos inexplicables hoyos, en diversas posiciones, cada vez más grandes, divisándose cada vez más el luminoso paisaje exterior. Finalmente, en el último aliento de aquel hombre, una gran arcada terminó de formarse, permitiendo el paso a quien lo deseé. Ninguno cruzó aquel portal. Todos se quedaron esperando a que el muerto hable. 9

Diálogo ¿Sabe Usted? Yo lo conozco desde chico, de muy chico. La primera vez que lo vi, se confundía el yo con el vos. “¡Yo!” decía, y señalaba a su madre. “¡Vos!” y se apuntaba el pecho. Lo hacía con un énfasis tal, que a uno lo hacía a dudar, teniendo que revisar internamente tan básico concepto. Lo vi también sonreír y maravillarse por su propia potencia en el movimiento. Le vi el brillo en los ojos al reconocerme. Lo vi haciendo su creación, y persuadirse de su existencia. En ese sentido, yo lo vi a usted hacer ficción por primera vez. Se habrá dado cuenta que no soy mucho de la palabra, de hecho, creo que estoy rompiendo algunas leyes al formularlas. Quería, al menos una vez, poder hablarle. Sentir que algo puede decirle la imagen al hombre. Le pido disculpas por la intromisión y no le quito más tiempo, si al fin de cuentas sólo se posó ante mí para ver si tenía bien el nudo de la corbata. De hecho, le queda muy bien. Puede usted convencerse. 10

LA COHERENCIA Y LA INCOHERENCIA Por Graciela Enríquez Estuve mucho tiempo viviendo en la provincia de Buenos Aires a los alrededores de la capital federal. Era una bella casa con dos patios, uno que daba al frente y entre rosedales y margaritas algunas veces me metía entre flores y espinas me sentía desaparecer del mundo real trasladándose a otro paralelo a este, al que le decimos que es la realidad. En verano teníamos una gran pileta de lona en el patio de atrás, casi nunca andábamos vestidas con pantalones y vestidos porque las mallas enterizas y las bikinis era todo lo que necesitaba junto con mis primas para pasarla bien. Pero aquellos días se fueron oscureciendo tras la muerte inmediatamente y radical de mi mamá, entonces papá no podía cuidar solo de nosotras tres. Si; éramos tres niñas entre los doce y cinco años. Nuestras primas sólo las veíamos en esos veranos ruidosos y felices de un pasado que se había ido para siempre. La oscuridad entró en papá, su semblante se arrugó y las líneas de expresión se profundizaron tanto que en un pestañeo envejecer más de lo debido. Pasaba tardes y tardes encerrado en su habitación después de regresar de su trabajo, nosotras casi se podría decir que empezamos a vivir prácticamente solas, por las mañanas él se iba a trabajar y nosotras a la escuela después del mediodía una de nuestras tías cocinaba y limpiaba un poco, hasta que él aparecía y ella se iba, creyendo que ``las chicas quedan al cuidado del padre``. Si eso era así superficialmente lo era, pero la realidad era que el a internarse en su pieza nosotras no existimos prácticamente, él se iba quién sabe a dónde, aunque esté encerrado entre esas paredes. Un día escuché muchas palabras y muchos dimes y diretes, levantaban las voces la levantaban y la bajaban y las volvían a subir eso me llamó la atención y lentamente bajé algunos escalones de la escalera hacia la planta baja. Mi tía aquella que nos cocinaba, mi abuela con el rostro fruncido y el ceño encorvado hacía que sus ojos se vieran como si fuera una china con cara de mala. También una mujer desconocida, sencilla y elegante con traje de saco y pollera, un portafolio y muchos papeles en las manos. Eso me sorprendió. Hasta que al día siguiente me vino a buscar mi abuela a decirme que nos íbamos a vivir con él para ayudarnos a cuidarlas y protegerlas cuando él no esté. Así fue que ese día llegamos a una casa vieja con paredes descoloridas con olor a moho, añejo, sus sillones eran del siglo pasado, los muebles de madera gruesa llenos de copas, platos y juegos de porcelanas. Tenía sótano, cuatro grandes piezas, un comedor antiguo gigante y un altillo bien, bien a lo alto de la vieja casa, aunque entrando desde afuera se lo veía como 11

un castillo de arquitectura casi fantástica y esa guardilla estaba ensamblada dentro de una columna con forma redonda ovalada. Los días transcurrieron, las noches y las estaciones llegaban y partían mientras que yo me aislaba cada vez más de mi entorno familiar. Al principio iba saliendo de mi realidad por imaginarme a mi anterior familia primera con papá, mamá y mis hermanas rodeadas de un sol de verano junto con mis primas chapoteando en el agua, después la escuela y las ferias del plato para juntar plata para la excursión de egresados. Todo aquello hoy día me resultaba saber que era muy lejano. Pasaron las mañanas y otras noches más hasta que sumergida en ese altillo encontré la libertad que necesitaba extendiendo mi imaginación y haciendo posible que las fantasías se hagan real para mí. Comencé a llevar hasta allí un viejo sillón mecedor que la abuela me dijo que ya no servía más, una camita de una plaza algo tal vez más chica, una mesita de luz donde casi no entraba nada, sólo una agenda con unas lapiceras, y un reloj despertador, más allá coloqué una mesita redonda a la que adorné con un mantel que caía por los costados en forma de ondas con guardas de colores. Sobre ella puse una pequeña jarra con agua y tres flores no más, y me alegraba en aquellos momentos que estaba allí, yo creo. Empecé a abrir las ventanas, las cortinas eran suaves de colores alegres también, una vez abiertas de par en par , aves bonitas se mezclaban mimetizándose, en mi dormitorio sus plumas brillaban con el sol al dar completamente por ella, aunque a veces las de color negro se infiltraban, a veces creía que estaba en otra dimensión, en otra línea del tiempo dentro de un libro de hadas y cuentos fantásticos esos que les agradan a los pequeñitos y que a las niñas las hacen soñar en su príncipe encantado y mis días dejaban de ser tan oscuros pero al mismo tiempo me alejé completamente de mis hermanas . Y para siempre mi ser coherente comenzó a enfrentarse y pelear con mi inconsciente, algunas veces no sabía si estaba dentro de lo que imaginaba y fantaseaba escribiendo en un diario mis pensamientos, poemas, y frases. Para no perder el camino de la realidad, la incoherencia me acariciaba la frente y el corazón, llenándome de hechos y circunstancias agradables. Entonces entré en esa ensoñación tan vivida y calentita, surcando siempre al filo del peligro, despojándome de lo que me hacía sufrir, dejando pasar guardando en la mente lo que me hacía sentir mal, y la memoria que es selectiva cada día me hacía olvidar de la realidad. Más allá de aquellos límites llegué. Y en esos días lo último que escuché dentro de mi estado coherente fue: – Señora, ella ya no está con nosotros, ella sólo vive la realidad que quiere vivir. Y me desvanecí. 12

A partir de esa vez no sufría más, no lloraba más por las cosas que me hicieron creer que había perdido, no sé, tal vez no perdí nada, no me acuerdo. Era feliz esperando a mi príncipe todos los días al mirar por esa ventana y rodeada de pajaritos me hallé que estaba viviendo en un cuento de hadas real para mí.... 13

Vestidos de demencia Aquel lugar era espantoso y siniestro. Se escuchaban voces sin sentido y lenguas que se movían sin saber realmente que decían. Ximena tuvo que entrar allí obligada por una crisis neurótica, que la llevó a desconectarse del mundo real y cometer daños corporales a sí misma. El tiempo pasó y Ximena parecía recuperarse, el estrés, las preocupaciones y su juventud inmadura la hizo entrar en una enfermedad que no se veía, y la consumió al extremo de salirse de la realidad y de la razón. Aunque parezca tan contradictorio, los hombres vestidos de una eterna locura y demencia, aquellos que vivían allí desde años; algunos desde que el nosocomio abrió sus puertas. Sin embargo, ellos pudieron ayudarla sin saberlo, a entender su realidad, no real. Y entonces queriendo devolverles un poco de su loca amistad, volvió de esa oscuridad mental, convertida en una gran profesional, en una médica psiquiátrica. Y como si el destino ya tuviera escrito algún designio, volvió allí después de varios años, como la doctora Ximena. Volviendo a pisar las mismas huellas que dejaron sus pies en aquel oscuro lugar. Caminó lenta y ansiosa por los pasillos y laberintos de los pabellones inmensos, fríos, e insensibles en el cual ella misma estuvo encerrada, sin libertad física, ni mental. Puso su confianza al alcance de esos hombres y mujeres a su disposición, comenzó a verlos uno por uno, los escuchó y los mimó haciéndolos sentir humanos después de mucho tiempo. Pasaba las horas de trabajo a su lado, por este mismo motivo no se casó, no tuvo hijos ni albergó nunca en su alma la meta de una familia. Sí estuvo en pareja, pero al parecer nunca le resultó, su vocación pudo más. Encontró que, al entrevistar a sus pacientes, algunos ya los conocía, los que continuaban llevando sobre ellos los vestidos de eterna locura y demencia. La cordura huyó de ellos hacía años ya, por lo que no la reconocieron y.… una chispa entró en él, alguien que sí, se acordó de ella y se despertó. Pasaron semanas y más semanas las que se sumaron a partir de ese primer día, y él... regresó de un agujero profundo y tenebroso, oscuro y frío, completamente desesperanzador. Es que el amor, que es un mágico sentimiento universal, calentó su corazón y este calor lentamente hizo funcionar sus neuronas, las que durmieron en un tiempo casi eterno. Un día que ella entraba al hospicio, el que ya parecía su casa; Xavier la enfrentó, le habló con lucidez y claridad de sus sentimientos por ella, aunque ella era su doctora y él su paciente. Esto no lo hizo retroceder. Ella sabía, sospechaba de lo que sentía y que llevaba así un tiempo. En aquel lugar la vida transcurría en estado vegetal, sin memoria, ni recuerdos, no existían las horas, 14

los días ni meses, todo era muy rutinario. A veces algunos volvían por un corto plazo y otros no, cuando se creía que podían regresar por más tiempo volvían a encerrarse en sí, otra vez, para ingresar en esa oscuridad que les chupaba irónicamente y sarcástica los pensamientos Xavier enfrentó estas pruebas con valor y coraje, lo hacía por amor...Amor por ella y sólo por ella salía de su invalidez mental rápidamente. Ese calor que fluía por su sangre, como mariposas revoloteando en su interior. Ella lo miró y entendió que si lo rechazaba podría no volver nunca más a la realidad real del mundo. Rechazando la posibilidad de una vida junto a alguien que la entendía y que ella lo entendía. Un futuro tranquilo en familia la esperaba. Y un sí rotundo salió de su boca, temiendo igual a lo incierto de aquella pareja. Una recaída, sería crucial para los dos. ¿Cuál era la necesidad de un amor a estas alturas? Así los encontró dando el sí en la capilla del hospicio. Al principio todo era normal, lindo, y un cierto encanto los arropaba. Vivieron felices por unos años, con la llegada de una hijita, la criaron y educaron como pudieron y se convirtió en una bella señorita. Una noche que Xavier fue a buscarla al trabajo un ruido estalló muy fuerte dentro de su cabeza y una crisis de la nada surgió y salió su irremediable enfermedad a la luz. Ella no lo soportó, no reaccionó al ser abandonada por esta cruel realidad, que apresaba a su amor entre las rejas de un psiquiátrico. Sin más, y sin darse cuenta ella se perdió con él. Parecía que sus vidas les jugó una mala pasada, que se le reía en la cara, y la desafiaba diciendo: “No lo lograste\". Quedaron los dos definitivamente confinados entre esas rejas, recluidos para siempre, allí mismo con los hombres y mujeres vestidos de locura y demencia. Lo mágico que sobrevivió, aunque no lo parezca, fue el amor. Juntitos tomados de las manos iban de aquí para allá, se cuidaban y protegían a su manera. La niña creció con sus abuelos maternos, y se convirtió en una mujer, ella los visitaba cada fin de semana. Su mamá la reconocía de vez en cuando, su papá no tanto. Pero eso tampoco le provocaba dejar de ver a sus padres, que también envejecieron juntos. Esta vez ellos descubrieron que eran libres estando presos de esa oscuridad, que le robó la vida que se prometieron. Aunque no, su felicidad de vivir un amor encantado. La luz de su amor espantaba a las sombras que amenazan con separarlos y consumirlos hasta morir. Fueron más alegres que allí afuera, ya sin miedos, ya sin temer a que los arrancarán, de los brazos del otro. Porque ya no tenían esa vida. 15

¿Por qué salió de ahí una vez? Y la verdad es porque su hijita debía venir y vivir su vida, con estos padres, pero así mismo los tenía. Y él que vivió siempre con esas sombras, salió, pero... porque tuvo que buscar a su esposa para que lo acompañaran en esta travesía. Todo tiene un fin, todo un porqué. Ximena y Xavier lograron vivir un gran amor, e irónicamente encerrados entre lo lúgubre y siniestro que tenía ese lugar. Pero libres para seguir amándose, hasta el fin de sus tiempos, en este mundo. [email protected] Instagram gracielaenriquez5 Administradora de una página y grupo de Cuentos de hadas y fantasías Y dirijo un Diario literario mensual donde son invitados especiales escritores y poetas como artistas en general 16

Renata y su propia bicicleta. Natasha Farías. Renata salió en una mañana radiante con su bicicleta a recorrer caminos distintos, con el objetivo de despejar la mente y hacer ejercicio. Ella, sabe muy bien, está saturada, agobiada y con una gran incertidumbre sobre su propia vida. Por eso eligió senderos sin personas ni autos. Renata mira los árboles, el pasto largo, los caminos de tierra, los pajaritos, el sol en todo su resplandor, las nubes blancas entre cruzándose, un cielo azul magnifico, el hermoso viento. A ella le daba placer sentirlo sobre su rostro y asimismo ese aire puro que respiraba. Ella ama la naturaleza. Al experimentar ese lugar, con los caminos que no conocía y fue descubriéndolos con su bicicleta; en el transitar de ese trayecto. Se detiene en un camino, bajo los árboles de eucaliptos, bajo una buena sombra. No hacía tanto calor. Ahí mismo piensa en su propio tránsito, en los frenos que hay en ella misma, las preocupaciones de eso que no sabe, de lo que vendrá o sucederá. Porque al mismo tiempo, pensaba preocupada por su rueda. Que la había ido a buscar a la biciletería y el señor le comentó: – Tu bicicleta tiene un gran problema. ¿Viste la rueda de adelante? Le han puesto una cámara más grande que la misma rueda, no se cuánto te durará. Pero cuando tengas tiempo, vas a tener que cambiarla, sino continuará dañándose. Renata, meditaba: Que aguante lo más que pueda. Hasta conseguir la plata para repararla. Al ver que la rueda se mantenía en buenas condiciones, la miraba y reflexionaba. –Yo me percibo como esa rueda en ocasiones: una cámara más grande, donde no encaja y por no ser la correspondiente, se comienza a romper de a poco; de una manera minuciosa. Continuaba pensando: 17

–Hay momentos en que uno mismo no encaja en esos lugares donde creía ser el suyo; eso también pasa con las personas. Pero ahí estamos forjando una y otra vez, para ser parte de ese espacio; que no es el correcto. Pero ahí está resistiendo. Y nosotros también resistimos a circunstancias, instantes y momentos que han sido dificultosos para nosotros mismo. De igual forma, aunque nos duela, aprendemos a resistir a cada instante, minutos, segundos y de eso se trata la vida. De resistir. Renata subió a su bicicleta, pegó media vuelta y volvió a su casa. Satisfecha de que el paseo por un lugar desconocido la permitiera pensar. Autora: Natasha Farias. Blogger: She Is Art. https://amorhacialaescritura.blogspot.com/ 18

Ave nocturna Por Martín Gauto Vivo tratando de no atarme a nada. Estoy lejos de sentirme parte de algo porque en el fondo mi estado actual es pasajero. Conozco mi pasado y mis errores. Conozco la caminata sin sentido. También que hay vida y vivencias allí donde nadie apuesta un peso, en la endeble y débil seguridad del estado, entre las calles solitarias y místicas. En la noche se encuentran las almas y descascaran soledades. Se descascaran soledades, se acicalan del pasado y sus risas son como ave nocturna. 19

Abrazos Por Silvia Rizzo Camino por los bosques de Palermo y veo árboles, arbustos y médanos. Y pájaros, muchos pájaros. Pero lo que más hay es amor. Belinda y Zuleiman pasean de la mano; Kevin y Laura, abrazados. Las dos parejas se comen a besos, besos de higo, esposos de sol, boca de miel, abrazos de sauce, labios de rubí, rojo fuego, amor ardiente, largo como tilo, bueno como cedrón, sano como manzanilla, amor grande como ombú, sincero como rosa. Un día de fuego, si no están es un día nublado. Besos de los misteriosos labios que hacen que salga el sol. 20

El inquilino Paola Camani En 1974, en San Francisco, Estados Unidos, un matrimonio renta un cuarto de su casa. Robert Turner y Vivian Smol tenían un buen pasar. Él era empleado bancario en el Wets Fargo Bank, ubicado en el 2595 Mission St., el cual abría a las nueve de la mañana. Un día se presentó un hombre de cuarenta y ocho años, de nacionalidad alemana con residencia en Estados Unidos. Algo parco, llegó con una sola maleta a la casa. Y rentó el cuarto del altillo. Decía venir de California para trabajar en un supermarket. Su nombre era Doenitz Karl. El matrimonio le rentó el cuarto inmediatamente. El cuarto poseía baño propio y la casa era amplia y cómoda. En el segundo piso había una amplia biblioteca, por la cual Doenitz mostró mucho interés, así que le dejaron usarla. La casa estaba en Mission St. y Union St., a cuadra y media del banco. Doenitz llegaba de su trabajo alrededor de las ocho y cuarto. Tomaba un libro y se encerraba en su cuarto a leer. Al otro día, temprano lo devolvía. El matrimonio esperaba un hijo. Iba a ser varón, aunque ellos aún no lo sabían. Buscaban un nombre para el niño. Ella, embarazada de siete meses, arreglaba el cuarto para el bebé. Turner la ayudaba. El trabajo de Robert consistía en darle información de carácter clasificado a su jefe. Como de costumbre, un día le dieron nuevos datos. Pero al ver el informe, a Robert de pronto se le abrió un nuevo universo, hasta el momento desconocido. Doenitz Karl era titular de una cuenta millonaria, de uno 300.000.000 millones de dólares, con cuenta compartida en distintos bancos: Bank of America Financial Center, de San Francisco, California, en sus dos sucursales con 52000000 de dólares; BBVA de San Francisco, california con 17280000 dólares; Bank of America de San Francisco con 6000000 de dólares; CreditSuisse Ag. Bank de San Francisco en sus dos agencias con 49000000 dólares y Deutsdre Bank de San Francisco con 175720000 dólares. “¿Qué haría una persona con tanto dinero como para comprar la casa que quisiera y mantenerla el resto de su vida rentando un cuarto en mi casa?”, se preguntó Robert. Asociados: Doeniz Karl (Almirante nazi) Borman Martin (Destacado dirigente nazi) 21

Dorré Richel Walter (Dirigente e ideólogo nazi) Conoriz Wilhelm (Almirante Alemán) Así fue que en un cuaderno copié toda la información, sin que mi jefe lo supiera. Pronto apareció una ayudante en escena: La doctora Cianuro, cuyo verdadero trabajo era oscuro y siniestro. Ella se encargaba de operaciones genéticas para el dominio de las demás razas, lo que incluía hacer jabones con grasas humanas y botones con huesos. Algo escalofriante sin duda. La información terminaba con: Alemania, Deutschland. Dividido desde 1949 en dos estados, extendido entre los mares Norte y Báltico y los Alpes de Norte a Sur. Basta llanura cubierta por glaciación cuaternaria, casi siempre a menos de doscientos metros de altitud, formada generalmente por depósitos de margas arcillas y arena. El Danubio hacia el mar Negro. Desde 1938 un sistema de canales une los ríos Rhin, Wesser, Elba y Order en dirección norte. Vegetación, el bosque de conífera, robles en la llanura, hayas, los pre Alpes. Hoy, en 1974, Alemania está rodeada por Dinamarca, Bélgica, Francia, Suiza, Austria, Checoslovaquia y Polonia. Doenitz había trabajado en un campo de concentración, donde los reclusos eran sometidos a trabajos forzados permanentemente en condiciones deplorables. Debido al maltrato a la población civil durante la Segunda Guerra Mundial se redactó la cuarta convención de Ginebra en 1949, legislando cómo deben tratar las partes beligerantes en un conflicto a la población civil. El primer campo de concentración en Europa fue Talengof, creado para población rusa, los ortodoxos y los rusos de Galicia y Ucrania a principios de la guerra mundial. Los nazis en esos campos de concentración querían demostrar la superioridad de su raza, exterminando judíos, disidentes políticos, homosexuales, gitanos, esclavos, testigos de Jehová, criminales comunes, españoles republicanos, emigrados, discapacitados y demás colectivos calificados como “traidores” por el ideario nazi. Luego de leer y pasar todo, guardé los papeles en un sobre gris. Estaba muy preocupado, así que luego de las dudas iniciales, decidí contárselo todo a mi jefe. Aún sin que supiera que tenía una copia de esos datos, él era un buen hombre y daba buenos consejos. Yo me sentí al principio bastante avasallado. Pero luego, al contarle que tenía a ese hombre viviendo en mi casa, él, muy reflexivo y tranquilo, me dijo: Muchos alemanes, sobre todo jefes nazis, saquearon y mataron a ciudades enteras. Y por esos crímenes tuvieron que escaparse a otros países para esconderse y llevar una vida llena de lujos. 22

El jefe insistió en que debía denunciarlo, pero no a la policía sino a la CIA (Comando de Inteligencia Americano). Así que automáticamente el jefe guardó toda la información en la bóveda del banco, en una caja numerada y me dijo que no despertara sospechas. A todo esto, ya habían pasado dos meses y Doenitz cumplía con su trabajo. Pero un día ya no volvió a casa. Así que llamé al trabajo y me dijeron que había renunciado. Pero yo estaba en otro tema, había nacido mi hijo a quien le pusimos Robert Arthur Turner. Igual yo hice todo lo que me dijo mi jefe. Pero lo cierto es que Doenitz había desaparecido, así que vivía con miedo y decidimos no alquilar más. La CIA buscaba a Doenitz y pronto dio con su paradero. Descubrieron que se había escapado a la Argentina, donde todavía eran años angustiantes de dictadura. Desaparecía gente todos los días, generalmente los militantes políticos eran encarcelados en centros clandestinos de detención y torturados hasta la muerte. Otros eran fusilados en basurales. La CIA tardó dos años en dar con Doenitz. Estaba en el sur de la Argentina. Decía ser un jubilado con un muy buen pasar. Cuando lo detuvieron, lo extraditaron a Estados Unidos, donde fue juzgado y condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad. Con Doenitz encontraron también a la Doctora Cianuro, quien también fue condenada de por vida. El veinte de noviembre de 1980, Doenitz falleció mientras dormía en la cárcel. Cianuro, en cambio, sigue cumpliendo su condena. Cuando nos enteramos de dicho fallecimiento al fin pudimos vivir en paz. Mi hijo cumple seis años. Termina el jardín y en breve empieza la escuela. 23

Brecha Claudio Leguizamón Unos siglos de materia prima, por decir, madera, cuánto perduraran unas de papel rayado, de lenguas fugitivas cuánto tanto perduraran, una vegetación cargada de oxígeno brota de una fuente trozos de silencio avanzan con lámparas, la naturaleza que nace adentro en muy poco terminará de resurgir de su asombro cuánto, cuando las raíces pegan se puede asomar tan alto abriendo los pechos las pieles que robustos de aire sólo observan su pequeñez lunar, cuál es la distancia que nos llevan a los nobles animales. Alcanzarán unos siglos o tendrán que ser miles. Por mentida Una nube encadenada lloraba, partía las cañas arañaban sus vestiduras. Una nube encadenada cómo decir si huye la antorcha y la flecha en el blanco vibra un rasguño metálico se embravecía y musas, sonajeros avispaban oh de fresca en pompa de flor candor espectral una lámpara omití una desesperanza temblaba pasada de fresca y una noche que hacer abandonada cada una de sus gamas empolvoreadas noche parida donde enarbolan corazones la nube llegó al rocío. La querida esclava cruzó al río la nula oscuridad conquistó al fondo del amargo cacao bajo las palmas es un desierto creo que sé todos los animales deliciosos unidos en su interior penaban cálidos una nube encadenada al horizontal sus ojos una laguna. Su piel partida los pómulos floreados de cortezas sus tenues manos fieles duermen. Los primeros pasos cuidó el sol de sus pies verticales empapados de seda ramifican el amar del alma. No existió silencio que divida las tierras 24

ni ojos de espuma que las vistieran siempre los pasos cuidan el sol la hija noche bebía láctea luna el río su alteza desmoronó oh flaquezas al pez sembrador que es hoy del agua y ser un obstáculo vivo dime que son de esas campanas que aterrizan de lo hondo; la niña sonríe, acuarelas gastas nunca te he visto tan cobarde río si era una esclava. Adonduná Pertenezco, pertenezco La mujer que cuide, mira Honro su creación si allá. Honro su evolución aquí. Pequeña flor de manteles pies de lodo, dama otoño Expresa toda mi todo Evolución desde ahora fui ¿Cómo devolverte?, ¿cómo? Si me diste tiempo siempre Siempre y siempre siempre todo Disculpa mi humildad en mis En mis letras cuentan mucho Mi pasión es mí tu alegría Validas tus circunstancias. De ti extraigo muchos sueños. Tienes un camino ante ti No necesitas tus huellas porque vienen a ti solas Ahí amor petulante evoqué. Presión celestial decanta esférica miradita Se surten sonrisas ricas Un monte de jubilares 25

El origen del término al término La oleada costa del bosque frutal, observa con anhelo y delicia; arrojándose ese diamante llamó la tierra al sacudón de crestas perpetuando una rica miel amarilla tonada en su seno ¿cómo imaginarse?, saboreando el entero de un tramo a tramo, Cerina Feimín, es la recolectora de cada amanecer de cada atardecer como una antorcha en el camino al pueblo de cálida bienvenida, la tradición vital de empezar a indagarse como Cerina Feimín le delegaba su por supuesto pero volvía a ese momento original en el cual un suspiro de nostalgia llamó a esa chica conquistada, ceremonial, en el desprender de la felicidad, encantadora, engañosa, con perspicacia. No era de viajar, pero llegaba más lejos tras las estrellas hasta que se disuelven en el bosque que acunaba. Esto no es un silbido de la radio que amanecía en su cabaña, aunque con insomnio se activa la alarma y continúa su rutina es que alguna vez emigró en su época dirigida a un clavel, castaño. Poesías sensibles Era como si nada Fisura, porcelana, rajado y polveado, ranuras silbando, figura, portada. Funciona, gira resurge, surge, releva, eleva fina, mañana. Feliz, agazapaba, rienda, enmienda raro mundo, ventana. 26

Faltará, flor naranja. Flancos, desdeñosa ruboriza mismita. Rústica palidita. Frenética, lujosa. Fantasía, alegoría resuena musa reluzca, mora; filosa, mera. Un solo átomo en movimiento Son mañanas ayeres. Son tardes llegadas son… noches que aún no duermes son un crepúsculo con raíces de iris son trozos del final que y que son… acaso una excusa dulce a tu amargura. son… son los sueños que no que querías despedir. son y son el cima y el superficie son tus vueltas por encima son… algo tuyo después y tantos después son suelos que no ceden tus llantos 27

son…saltos de tu cuerpo prendido son… algunas veces decir. Son… las cosas que valoras de las sombras son… son los solías son tus métricas de aromas en el silencio Son algo difícil de replantear son tus y tus reintegraciones son un poco de amor creador son… insisto las torpezas. Son toda tu inmensidad de alegría son… y sólo son méritos. Son cuando toda la luz de la naturaleza Son cuando te echas para dormir son las alas que hacen que y que tiemble el más valiente tu partida son… son sonrisas que pellizcan un son el grandioso momento en el cual son… la imperdonable evolución del cínico poder que arruina, son… si sólo son cada hebra y pulpa voluptuosa de la carne 28

de tus cercanas frentes de los ojos, sonó son un puedo y un hecho son… esperar varias veces un abrazo de los grandes son tus, amplitud, inteligentes rasgos, no deseada por el amor porque sería mediocre a superior son… las mares en cual encallas son… yo quien apremia un instante son escasos esos gestos cuando amaneces. Son para tu enjambre mis amantes amante, son amadamente y sólo ti. 29

Girasoles Diana Nora La Sala Habían tenido un amor infantil, de esos tiernos, de una inocencia mayúscula y una pureza poco vistas. Iban juntos a la escuela. Todos los días recorrían esas cuatro cuadras tomadas de la mano sin pudores. Eran tiernos y libres; se reían de tonterías, comían caramelos y hablaban de ser grandes. Él quería ser médico; ella, maestra. Eran como dos girasoles felices, radiantes y luminosos como su color. Pasaron los años, ellos crecieron. Cada uno se ocupó de prepararse para el futuro. Él se fue a la capital a estudiar medicina. Quería ser generalista, quería ser médico de familia. Ella se quedó, se inscribió en el Instituto y empezó su camino en la docencia. Cada cuatro o cinco meses Rubén volvía al pueblo a recargar pilas. A estar con su familia. A acaparar el amor de su mamá y comer las delicias que le preparaba. Después se las llevaba en una caja cuando volvía a la capital, a su cuarto de pensión universitaria. Pero también volvía a ella, a su Julia, a su girasol, a su talismán de la fuerza. A la noche, cuando dejaban de mirar el sol, se volvían hacia el otro, se giraban en cuerpo y corazón. Cara con cara, semilla contra semilla y se amaban cargados de color y de luz. Después cada uno seguía en lo suyo, esperando desde la despedida el próximo encuentro; porque, aunque hubiera días soleados y recuperaran energía, faltaba el abrazo. Una vez hubo una gran tormenta, llovió tres días sin parar. Se inundaron los campos. Se cortaron las rutas. Se cerraron los aeropuertos. Se desplomaron algunos techos y muchos árboles cayeron, aflojadas sus raíces en un fango pegajoso. Esa vez Rubén no viajó al pueblo, ni Julia lo esperaba en la estación. Paró de llover. Un cielo manchado de nubarrones dejó ver una cinta de colores de lado a lado, en el horizonte. ¿Cuándo esto pasa, los girasoles miran el arco iris? 30

LOS JUGUETES MÁS PRECIADOS Luis Ternengo La guerra había sido declarada. Como nosotros éramos más altos, esperábamos agazapados el momento justo para dar el golpe mortal. Nuestros adversarios eran frágiles, mucho más lentos y siempre dejaban un rastro muy fácil de seguir. Ellos no se desesperaban ante la proximidad del peligro y extrañamente seguían caminando hacia adelante, como si esperaran resignadamente su inevitable destino. La primera escaramuza ocurrió por accidente. Esa vez no hubo culpas de nadie; sólo sorpresa y curiosidad. Y como si fuera un recordatorio para todos, había quedado en el piso…una mancha sucia y pegajosa. En las siguientes incursiones, los agresores (que éramos cien veces más grandes y pesados que nuestras víctimas) esperábamos hasta último momento, para escuchar sádicamente, el crujiente ruido que emitían los pequeños, al quedar aplastados contra el piso. Los conquistadores contemplábamos gustosos a las diezmadas fuerzas enemigas, que habían sucumbido ante la barbarie y a pesar de que nosotros éramos unos niños de cinco y tres años. Igual nos habíamos dado cuenta de que estaba mal pisar a los caracoles del patio. Y por esa razón, los dejamos en paz y seguimos jugando a las bolitas. Después apareció la abuela Irma y nos dijo que aprovecháramos el sol de la hora de la siesta y que fuéramos a jugar a la terraza. Le hicimos caso y subimos rápidamente por la escalera de madera hasta la planta alta, y como estaban lijando el barandal y los enchapados laterales; impregnamos nuestras narices con el aroma a cedro paraguayo que inundaba el ambiente. Cruzamos corriendo el hall de invierno, con sus tres enormes ventanales y doblamos derrapando por la antesala de la habitación principal. Hasta que llegábamos raudamente al balcón terraza construido por el abuelo Félix sobre el patio, para que sólo los moradores de la casa, pudiéramos apreciar la belleza del cerro Pan de Azúcar. Al final del trayecto, tomábamos de una canasta de mimbre, los broches de madera para colgar la ropa. Los desarmábamos y les pintábamos las ruedas, los faros y los parabrisas, hasta convertirlos en unos hermosos autitos de carreras. Después con una tiza de costura, dibujamos la pista en el suelo e iniciamos feroces carreras de dos, cuatro y hasta seis autos por competencia. Me acuerdo que al ratito llegó la tía Orieta y miró los autitos; luego echó una ojeada al canasto y preguntó por el destino de los broches de madera. Nosotros nos quedamos en silencio y al unísono con mi hermanito menor, levantamos los hombros, desligándonos de toda responsabilidad. Entonces la tía nos trató de sabandijas, pero luego nos abrazó fuerte…muy fuerte. 31

Después la tía examinó la pista y los autitos. Nos miró…y nos dijo que lo importante en la vida no es ganar o llegar primero; lo más valioso es encontrar el camino que nos permita ser felices. Recuerdo muy bien que el sol de octubre nos abrazaba con dulzura, y el perfume de la planta de menta peperina de la abuela, llegaba diáfano hasta nosotros. Que muy orondos oíamos a Chabuca Granda, quien por la radio del vecino cantaba “la flor de la canela”. Y se nota que, en aquella época, mis hermanitos y yo jugábamos despreocupadamente, porque teníamos un irrefrenable deseo de ser felices a toda costa. Y quizás fue por esa razón que valorábamos en demasía a esos improvisados juguetes. Porque hacía poco tiempo que habían matado a papá en la ciudad de Rafaela. Arrancándolo de nuestras vidas de una forma tan violenta, que mis hermanitos y yo, nunca pudimos perdonar que los balazos, que truncaron su vida para siempre. Que dejaron a cinco hijos sin un padre. Que nosotros solamente éramos niños y no podíamos entender: ni el porqué, ni la sin razón de su ausencia. Y así fue como mis hermanitos y yo: jugando…riéndonos…fabricando autitos con broches de madera. Descubrimos que podíamos sanar el dolor y hasta llegamos a ponerle una “curita” al alma. 32

EL BICHERO DEL BARRIO Pedro Zinno No sabía muy bien que había en el cielo, era muy chico mas le pareció que era un avión y fue corriendo a ver a su padre quien le hizo ver que en realidad era algo parecido, era una avioneta y le explicó las diferencias que existían entre esa máquina y la que él supuso identificar, y desde ese día se quedó con una frase: –“Es diferente, pero todo está en el cielo”. Se quedó Arielito pensando eso y se fue a jugar con los amigos del vecindario donde todos los días entre pelotazos y risotadas pasaban las horas divirtiéndose en un mundo que todos hemos tenido primero entre las manos y después a hurtadillas escondido en el alma. Un buen día a la tarde mientras su padre se encontraba leyendo “La historia de Nefertitis” en la biblioteca de la casa preguntó: –Papá todo lo que está en el cielo ¿baja alguna vez a la tierra o es cosa de otros mundos? –No Ariel, son personas que van de un lado a otro y cuando descienden lo hacen en un lugar designado para eso, los aeropuertos, ¿te acordás de los aeropuertos de los que te hablé hace tiempo cuando fuimos a visitar uno? –Sí papá, me acuerdo, pero me llama la atención lo que dijiste de que todo está en el cielo y nosotros ¿estamos también en el cielo? –Nosotros estamos en un planeta como la avioneta que viste y como los pájaros y como todo lo que nos rodea. La tierra es el hogar, la casa. Siguió corriendo el tiempo y Ariel como todo ser creció a tal punto que llegó a convertirse en lo que una vez imaginó, un veterinario, el tipo que amaba a las mascotas, las curaba y las regalaba a quien quisiera arroparlas en su cariño. Regaló un gato amarillo y blanco a una anciana que un buen día falleció, pero el gato seguía estando. Rondaba y rondaba, maullaba y detectaba cosas extrañas decía el hablar popular, parece que la señora octogenaria se aparecía por las noches y le dejaba algo de comer. Mentira, para algunos son supercherías para otros son realidades más tangibles que el pan, pero el asunto es que Ariel a través de los años comprobó que no todo lo que amasa la fantasía es para tirar en saco roto y el gato del que hablamos en determinada noche se le presentó en la puerta a las doce y lloró tanto que lo despertó, parecía indicarle que lo siguiera. Se pegó un susto el Dr. Raúl: 33

–Esto no lo estudié ni lo vi nunca ¿un gato que avanza si yo avanzo y si me quedo vuelve como buscando que lo siga? Imposible –se dijo. Pero como todo lo que se vuelve saga puede versar acerca de una realidad un poco tirada de los pelos, pero al fin y al cabo las generaciones le dieron permiso de sobrevivencia lo siguió. El gato como con maestría se metió por la ventana, Raúl no podía, era de un metro ochenta de altura aproximadamente y la verdad no tenía ganas de pensar lo que ya estaba en su mente, el bigotudo amigo le había dejado la puerta abierta a la curiosidad y a su cuerpo porque estaba abierta magníficamente como sabiendo de su llegada, pensó, pensó y se sonrió. –Estoy haciendo un papel de tonto. Yo un hombre de ciencia no puedo ni siquiera comentar por mis adentros esta gansada. Mirá si la puerta va a estar abierta si yo tenía entendido que la casa ya había sido vendida; pero se metió. El olor a gas era insoportable, subió las escaleras que separaban el comedor de las dos habitaciones donde dormían los propietarios. Otra abuela estaba durmiendo, se abalanzó sobre la infortunada, la alzó en brazos y la sacó a la calle, la salvó de milagro; el gas no pudo con el aire que apenas entraba por la ventana por donde el gato se introdujo a la vivienda, la ventana de ese cuarto. La abuela por supuesto era otra, pero el gato se mantuvo leal a su alrededor como un radar que presentía vida en todas partes, vida de la auxiliada y vida del salvador. El gato no había olvidado las palabras del padre de Raúl o era Raúl que por un rato cambió, se volvió a sonreír el Bichero del barrio, miró para arriba, a las almas de sus viejos, rezó y la frase quedó detenida en el corazón “es diferente, pero todo está en el cielo “. 34

DOS ORILLAS Y UNA LUZ “Escribo para no ser escritor “ Witold Gombrowicz Hacía mucho tiempo que trabajaba en el puerto de Rosario, en uno de esos guinches que transportaban enormes cubículos de hierro que contenían mercaderías provenientes de distintas partes del mundo, Un día cayó una de esas inspecciones de gobierno con que la administración distingue leales de legales y casi va preso. En realidad se probó luego de doce años de proceso que no tenía nada que ver y Anselmo Irrutia quedó sobreseído y es así que como corolario de tan buena suerte y con la razón en sus manos condujo sus pasos un sábado de julio a la oficina de su abogada defensora la doctora Mónica Alep . Abrió la puerta de la oficina y ahí estaba yo, abogado adjunto: –¿Hola cómo le va doctora? –Bien tratando de buscar la verdad –le respondí con un sarcasmo que nos complicó en una coincidente desazón acerca del sistema y los valores actuales y todo el plin – plin con que los seres humanos nos ensuciamos y nos bañamos y santificamos en vez de ir a los bifes. Apareció Mónica malgastada de ojeras por la lectura copiosa de la noche anterior, consecuencia del apremio por contestar un traslado de demanda, saludó con cortesía y preguntó: –¿Cómo anda Anselmo?, ¿qué lo trae por acá? –Vengo a pagarle por los servicios prestados y a decirle que en realidad no dije toda la verdad –¿Cómo?, no entiendo –No, en la vida digo, nunca digo toda la verdad 35

–Bien, pero en todo caso no sé qué tiene que ver esto con el buen final que hemos tenido en el juicio. Aparte no olvide que siempre le ha asistido la razón y en el fondo además todos nos equivocamos en algo, ¿no le parece? –Sí, pero no tuve lealtad, quisiera ser algo mejor que un simple ciudadano Me metí en la conversación y apenas pude responder secamente con un básico “nadie puede ser juzgado por lo que piensa de sí mismo “ Me cantó retruco con una mirada de desperdicio, y es allí donde me di cuenta que el tipo iba hacia algo que yo imbécilmente había malogrado. Alep sin tomar partido abrió la cancha para otra jugada pues intuía el upper que se le venía y que ya no era tiempo de tomar distancia. – ¿No es cierto que hay una lógica y esa lógica tiene proposiciones que pueden ser alteradas para convertir los argumentos inválidos en algo creíble? –Si, así es –calladamente esgrimió la letrada. –Usted dijo en el juicio que se tuviera en cuenta que además de no haber pruebas yo era una gran cumplidor y buen padre de familia, ¿es verdad? –Sí –admitió ya oscurecida por la mitad de la sombra de un sol casi apagado que incluía a su oficina en la despedida –No es así, dejé a mis hijos hace tres años y nunca más volví para verlos. Todo me lo gasté en salidas, alcohol y ruleta. Alep no sabía qué decir y empezó a hablar de ideas, cielos empíreos platónicos, dioses humanos griegos, aforismos romanos, ficciones del derecho, del sexto cielo de Dante, Unamuno y el sentido de la trascendencia, en fin, a ese punto yo ya me había ido de este relato. Alep se regodeó y Anselmo Irrutia vio apagarse el rostro de la doctora Mónica cuando ya no había más tarde sobre un Buenos Aires robado. 36

Soledad es y otros poemas ÍNDICE Verdad 4 Secreto 8 Dialogo 9 La coherencia y la incoherencia 10 Vestidos de demencia Renata y su propia bicicleta 11 Ave nocturna 14 Abrazos 17 El inquilino 19 Brecha 20 Por mentida 21 Adonduná 24 El origen del término 24 Poesías sensibles 25 Girasoles 26 Los juguetes más preciados 26 El bichero del barrio 30 Dos orillas y una luz 31 33 37 35

DATOS DE LA PUBLICACIÓN Las obras literarias publicadas en la presente antología son el fruto de una convocatoria realizada por Revista Psum a título de: “De escritura (s) y otros barbijos” publicada en www.revistapsum.blogspot.com con el objetivo de conformar este volumen a partir del material enviado voluntariamente por los escritores. Esta edición , parte de la inquietud de quienes conformamos esta revista, en dar a conocer expresiones literarias de diferentes referentes del ámbito de la salud mental en contexto de pandemia. Destacamos y agradecemos a todos los que han participado, enviando el material que será difundido en el mismo espacio y a partir de las diferentes redes social, de forma gratuita. Los derechos sobre estos textos están reservados a sus autores. Psum los reúne y los comparte con la única pretensión de dar visibilidad, permitiendo el libre acceso a los lectores de nuestro medio. REVISTA Psum 38

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