Important Announcement
PubHTML5 Scheduled Server Maintenance on (GMT) Sunday, June 26th, 2:00 am - 8:00 am.
PubHTML5 site will be inoperative during the times indicated!

Home Explore Vivencias en tiempos de pandemia

Vivencias en tiempos de pandemia

Published by raquel.b.diseno, 2020-06-23 18:39:25

Description: Este libro reúne una riqueza de aportes con sello personal donde se entretejen historias que nutren nuestro mundo emocional, conectan el sentir y el pensar colectivos.
Es un valioso material que recoge lecciones y experiencias de personas de todas las edades; aprendizajes atesorados como joyas personales.

Keywords: pandemia

Search

Read the Text Version

Mi vida en casa Ester Duran Navarro, 19 años, Cartago Mi vida en casa ha sido buena. Sé que cuento con muchos beneficios que hacen de mi cuarentena un tiempo de descanso, en el cual he tenido muchísimo tiempo para comenzar algunas de mis metas. Comencé a aprender un idioma, me ejercité seguido, aprendí a cocinar y vi muchas películas. Ya comienzo clases en el TEC otra vez, y va a ser una nueva etapa desafiante, pero sé que mis oportunidades son muy buenas y espero aprovecharlo. En mi casa convivimos cinco personas, y hemos aprendido a entendernos mejor, ser más pacientes. Siempre intento enfocarme en sacar lo positivo de esta situación. 51

Hoy para la historia en tiempos de pandemia Jorge Manuel Badilla Mena, 63 años, San José Dios mío Gracias, porque hoy puedo comprender cuán valiosa es la libertad, los buenos hábitos, la economía, la tecnología, los recursos naturales y sobre todo la familia. En mis tiempos productivos debía pasar todo el día fuera trabajando y mi familia en la casa. A mis 63 años y estando jubilado tengo mucho tiempo para hacer lo que no hice, pero ya los roles cambiaron, estoy en la casa y mi familia trabajando. De nuevo gracias Señor, porque hoy me despierto, me levanto y veo a mi familia frente a la pantalla de su PC haciendo su trabajo en casa. Señor gracias porque hoy estamos juntos. 52

“Fe en tiempos de pandemia” 53 Carlos Durán Ver galería virtual

Cuarentena, un cambio de vida saludable Zayda Mayela Jiménez Zamora, 53 años, Alajuela El día que recibí la noticia de quedarse en casa, pensé “mejor salir de la ciudad y buscar la casa de mi abuela”, ella vive en el campo y además la cuido en mis vacaciones y paso con ella los fines de semana. Vive solita, tiene 92 años; en el campo se vive un confinamiento muy diferente al de la ciudad. Hay más espacio y un jardín grande, uno no siente que está encerrado. Cuando se trabaja como docente, se entrega tanto que se descuida un poco o bastante su salud, este “quédate en casa” me ha servido para reflexionar en generar cambios positivos para mí misma; me he detenido a observar algunas áreas de mi vida y priorizar aspectos que son realmente importantes. Sin embargo, al enfrentarme a las capacitaciones virtuales empezaron los conflictos y las preocupaciones: ¿si no puedo ingresar a las reuniones o a los talleres?, ¿si nos bajan los recargos que de ahí dependen muchas deudas que tenemos?, pero he aprendido a confiar en Dios, que siempre ha cuidado de mi persona. 54

Me lleno de paz cuando escucho a mis estudiantes decirme las “buenas noches niña, Mayela…”, “te amo mucho, cuídese…”, “te extraño”, quizás ellos están pasando por situaciones parecidas o peores que las de uno y son capaces de ofrecer ánimo; por eso, amo trabajar con ellos. Extraño el compartir el día a día, eso se añora: el abrazo de los estudiantes cuando corren en la mañana para saludar, la sonrisa. Dentro de veinte años estaré pensionada si Dios quiere y serán historias que se podrán contar a los nietos como se unió un pueblo como un solo equipo, para enfrentar una epidemia. Como mi abuela cuenta cuando ella llegó al pueblo de Venado por primera vez: por más difícil que sea la situación que estamos enfrentando siempre está la esperanza que vamos a lograrlo. Aprendí a cuidarme mucho y cuidar a los demás. 55

Vivencias en tiempo de COVID 19 María Yorleni Mora Rivera, 50 años, Alajuela Incertidumbre…, quedarme en casa es conservar mi vida. Se ha transformado en mi rutina, mi visión de mundo y de la gente. Mi mejor momento del día: la hora del café a las cuatro de la tarde y regar las plantas en la mañana. Mi estrategia: cumplir con mis obligaciones de trabajo, sin importar la hora. Muchos sentimientos encontrados: llanto, risas, dolor, por el que no tiene alimento en su mesa; agradecimiento a Dios por ser una persona privilegiada, contar con una familia y un trabajo. He aprendido mucho, como darme cuenta de que todos somos iguales y esta tierra que habitamos nos pertenece a todos, aquí nadie tiene nada, todo es prestado; por lo tanto, lo que tenemos debemos compartirlo. También, he aprendido que nuestra dinámica como seres humanos está en constante transformación; por ello, debemos estar abiertos a cualquier cambio que se genere y me asombra la apertura que he tenido para el cambio. Si tuviera que volver a vivir este periodo recomiendo: haber experimentado el teletrabajo, tener un pasatiempo que me conecte con la naturaleza, y abrazar mucho pero mucho a nuestra madrecita, hermanos, hermanas y toda aquella persona que son parte de nuestro diario vivir. Somos sobrevivientes del COVID 19, y solo lo logramos con la ayuda de Dios, además de la obediencia y el respeto por la vida humana. 56

Vivencias en tiempo de COVID 19 María Yorleni Mora Rivera, 50 años, Alajuela. Ver galería virtual 57

La pandemia y los retos María Auxiliadora Zablah Córdova, 51 años, San Salvador, El Salvador Por motivos de trabajo tuve que viajar a Tegucigalpa. La decisión de trabajar en el proyecto me ilusionaba pues significaba el sueño que por más de veinte años había tenido: trabajar con un organismo internacional y como Especialista en Gestión del Talento Humano. La pandemia se vino y no puedo regresar a mi país, el sueño se convirtió en un reto, más que salir de mi zona de confort era cómo gestionar el cambio. Compartir con personas que nunca había conocido, crear mi hábitat. A diferencia de muchos que veía que están ocupando el tiempo en leer, ver Netflix, cocinar y buscar actividades, mi contexto era trabajar, investigar, adecuarme a un equipo, participar en conferencias de trabajo de tres horas y nuevos entregables. Hice mi rutina, ejercicio, cuidar de mi alimentación, mi estado emocional y mucha oración. He desarrollado hábitos que no había logrado antes y hoy he adquirido. Valoro más mi familia, mi tiempo de ocio, mi casa, mi perrita, mis amigos y mis seminarios. Pero estoy viviendo mi sueño con resiliencia y mejorando mi ser. 58

El regreso María Auxiliadora Zablah Córdova, 51 años, San Salvador, El Salvador La fe mueve montañas, dicho que una escucha a menudo; pero de verdad las mueve… Estoy de regreso a mi país, pasando cuarentena en un Centro de Contención. Gracias a Dios todo FANTÁSTICO, como digo yo. Esta semana se movió mi mundo, mi hermano tuvo una operación de emergencia. ¡Qué impotencia estar lejos de los que uno ama! Pero regresé a mi país el 13 de mayo (Día de la Virgen de Fátima), viajar doce horas en carro, cruzar la frontera…, las lágrimas inundaron mis ojos cuando vi el rótulo que decía EL SALVADOR. Estos 72 días fuera de mi tierra y los tres que llevo en este cuarto me refuerzan lo que soy y lo que tengo. Siempre hay que estar abierto al CAMBIO, ser RESILIENTE y con ACTITUD POSITIVA. Ahora sostengo más mi filosofía de vida: QUIEN SIEMBRA, COSECHA y de la buena. 59

La visita del colibrí Beatriz Eugenia Camacho Soto, 57 años, Heredia Nuestra naturaleza nos obsequia pequeños presentes que nos hacen apreciar lo hermosa de la vida… Este bebé colibrí de visita en casa, Me inspira a soñar nuevamente y me hace pensar en la libertad de volver abrazar, la libertad de un antes y un después, la solidaridad, la tristeza, la tolerancia, la soledad, el temor, la paciencia… Pequeña criatura del Universo…, ¿cuándo acabará ésta incertidumbre? La vida no se detiene, la cotidianidad, el amor, la ternura, la esperanza nos han de llevar sin vacilar ni un momento, a trabajar todos juntos por un mundo mejor… 60

“La visita del Colibrí” 61 Beatriz Eugenia Camacho Soto, 57 años, Heredia Ver galería virtual

Mis vivencias en tiempos del COVID 19 Adriana Ruiz 42 años, Alajuela Y un día, de pronto, todo cambió…, no solo para nosotros los docentes, sino para todos, incluidos nuestros estudiantes. Y nunca pensamos que sería un virus el que nos forzaría a todos a dejar lo que estábamos haciendo para empezar a realizar las actividades de forma diferente. Y, es que tuvo la capacidad de cambiarnos radicalmente. Casi que de un día para otro, nuestras conductas básicas y a nosotros como educadores, nuestra forma de trabajar y evidentemente para muchos de nosotros, a unos más a otros menos, ha habido un shock mental y sobre todo emocional. Sin embargo, de esta nueva realidad nos hemos mantenido resilientes, fortalecidos, heroicos, sin abandonar a quienes dependen de nosotros –nuestros estudiantes–, para formarse en contenidos específicos, pero fundamentalmente en valores y virtudes. 62

“Las dos caras de la docencia” Mi nombre es Adriana, 42 años, Alajuela. Ver galería virtual 63

Mis vivencias en tiempos de COVID -19 Ligia Maria González Rivera, 52 años, Alajuela Cada día que pasa es como si se repitiera el mismo, ya que la rutina es exactamente igual. Quedarse en casa tan estrictamente ha resultado para mí tener una sensación de arrebatamiento de mi libertad. Con sinceridad, al inicio fue un sentimiento de alegría porque pensé: voy a compartir más con mis cuatro hijos, podré cocinarles, realizar juegos, leer un poco… Mi mejor momento del día es cuando he logrado realizar todo lo planeado y puedo ir a descansar, haciendo algo que me guste ya sea ver una película, escuchar música o leer. Pero la mayoría de las veces no logro tener ese momento porque siempre pongo de primero mi trabajo. A veces me siento agotada, otras veces deprimida, ansiosa sin poder visitar a mis otros familiares y realizar actividades al aire libre. Ahora extraño y valoro mi libertad. He aprendido que no hay nada más valioso que la libertad de poder ir a donde queramos. También de brindar más tiempo a mi familia. Solo espero que todo esto pase por el bienestar mental de todos y poder seguir adelante con las metas y planes que ya teníamos antes del COVID-19. 64

Vivencias en tiempos de COVID-19 Luz Marina Sánchez Vargas, 38 años, Alajuela Cuando inicié el año escolar como docente de sexto grado, lo empecé con temor porque nunca había impartido ese nivel en la escuela; justamente cuando comencé a adaptarme, vino el confinamiento. Soy paciente depresiva desde hace siete años, vivo con mi novio, pero él se va todo el día a trabajar en aislamiento y gimnasios cerrados. De repente, empecé a sentirme muy sola, aburrida; tuve que aumentar mi dosis de Fluoxetina. Para contrarrestar mis sentimientos coordiné una rutina de ejercicios en casa e inicié cursos on line de manualidades y herramientas virtuales. Luego de estabilizarme, el MEP inicia auto-capacitaciones de Teams y eso me volvió a alterar. Mis compañeros de nivel dejaron de compartir material de trabajo y me ha correspondido preparar las cuatro guías totalmente sola. Eso me enoja mucho. Esta experiencia ha sido muy cruel porque nos ha alejado de la familia, amigos y muchos están pasando situaciones de desempleo, hambre y más. Sin duda alguna, me he dado cuenta de lo insignificantes que somos y tengo miedo de perder a mis seres queridos. “Vivo un día a la vez”. 65

El reencuentro con mi corazón Josué Francisco Solano Morales, 32 años, San José Un clima de incertidumbre, preocupación y pesimismo amenazaba mi estabilidad emocional. La protección ante esa amenaza debía aparecer pronto, con el fin de no caer en el abismo de la desesperanza y la desolación, ante el cual, muchas personas han sucumbido. Luego de un tiempo de búsqueda encontré que la mejor protección estaba muy cerca: ¡estaba dentro de mí! Fue ahí donde empecé a reencontrarme con mi corazón, esa fuente inagotable de vida, amor, gratitud, fe y esperanza, el cual ha causado que disfrute este confinamiento y me encontrara con la persona con quien más me gusta estar, conmigo mismo. 66

“Ahora sola para volvernos a ver” 67 Geo Rojas Ver galería virtual

Y le dije: ¡no! Randall Urbina Paniagua, 56 años, San José Llegó y tocó la puerta y abrí confiadamente, como no se le abre al viento, y este susurró temor y desaliento. Y no pude escuchar sin guardar silencio; pues resistí mi oído al miedo y al mal presagio tenso y le respondí que “¡No!”, que yo creo, yo espero, que me cuido y me quiero, y quiero a quien está cerca y al de lejos... Y me respondió llamándome iluso, irracional, cerrado y fresco; mas de nuevo discutí hacia adentro y le dije: “¡No!”. Yo sí entiendo, pero lucho, obedezco y pienso y confío en el que está cerca y el de lejos. Y, esta vez más intenso, se sentó en mi lecho e intentó asustarme en la noche 68

con números, curvas, estadísticas y censos, recurrió al pronóstico y al consenso. Y de nuevo le dije: “¡No!”, Porque yo creo e intento, me callo y me entrego, hago lo que puedo y me encierro y sin estar ajeno, me abandono y me envuelvo en manos de mi Padre y entreno..., me entreno en gratitud y no me quejo. Entonces, rindiéndose al oír mi fe como un eco, se retiró y me dejó en silencio. Y cerré serenamente la puerta, para que no se meta nunca más un inquietante viento. 69

Mis melodiosas sonatas internas Carolina Rodríguez Vega, 52 años, San José Es cuarentena, es cuaresma también, de esas diosidades que se juntan para convocarme doblemente a la reflexión, un llamado fuerte a la conversión personal y a sumar al cambio colectivo. Ha sido un tiempo para quedarme en casa, para volver a casa y hurgar con paciencia y detalle gavetas, rincones, espacios, respetuosa de mi ritmo, sin interrupciones, sin visitas, en medio de esta pausa prolongada que no tiene fecha de caducidad. Hay un silencio nuevo en mis días, que solo se llena con los ruidos que yo he escogido. 70

Seguir la vida José Pablo Durán Rodríguez, 48 años, Cartago En este tiempo cambiamos, crecimos, modificamos; incluso conocimos a muchos a quienes teníamos años de acompañar o ser acompañados por ellos, sus propias emociones y las nuestras nos presentaron y nos mostraron, dentro de nuestra fragilidad ante la situación, nuestra propia naturaleza humana, más íntima y sencilla… Por un momento, hemos sido todos iguales ante la inmensidad de lo que enfrentamos. Hoy nos esforzamos por seguir la vida, ver a la pandemia ya no como la amenaza que queremos evitar; sino como una compañera parte del mundo y de nuestra vida que nos puede permitir ser mejores, valorar más, agradecer más, ser más solidarios, volver a estar más pendientes de nuestras personas cercanas de una forma más humana, más cálida e inmediata (no física), de mayor calidad. Al final, hoy y todos los días decidimos con qué nos quedamos: con el miedo a la amenaza de la pandemia y el dolor que nos puede causar, o la decisión de vivir este día, agradecerlo, compartirlo, honrarlo y bendecirlo en acciones, pensamientos, afectos para los nuestros, conocidos y desconocidos. 71

Momentos inolvidables Milagro Gaitán Rodríguez, 30 años, Alajuela Me he sentido ansiosa y preocupada, pero con una familia que me entrega todo su amor, he aprendido a compartir en familia y mirar a mis niños a la distancia, enseñar y aprender con ellos a través de una pantalla. Vivo esta pausa con mis seres queridos, y quedarme en casa significa dar amor a los demás. Mi vida se ha transformado en paciencia, en una aventura por conocer y aprender nuevas cosas. En mi día utilizo estrategias de juegos y retos diarios que comparto junto con mi hijo, mi vida se ha transformado compartiendo más tiempo en familia, un desayuno con mi hijo, verlo crecer diariamente poco a poco. Los sentimientos que ahora me acompañan es el de paciencia, positivismo y alegría, los cuales me permiten continuar el día a día con una sonrisa. También, he aprendido a valorar un abrazo y una visita (de esas que tuve oportunidad y no realicé), me asombra ver que los niños se han convertido en héroes en casa, cuando son ellos los que más aman salir. 72

Momentos inolvidables Milagro Gaitán Rodríguez, 30 años, Alajuela. Ver galería virtual 73

Soledad María Salomé Mora Fernández, 30 años, San José En este tiempo de pandemia la soledad deja de verse como peste y se convierte en medicina. Hoy valoro más que antes tener mi espacio, disfruto de mi compañía. El bullicio de “afuera” se apagó y empecé a escucharme con mayor claridad; de a poco, me he ido reencontrando con esa persona que ha andado conmigo a todas partes, quien absorbe lo que ve y lo que le dicen, la que muchas veces ha callado y otras veces ha preferido huir. Ahora no hay adonde ir. Es importante ofrecernos nuestro espacio, uno donde podamos pensar y sentir, porque lo que está pasando no es normal, pero no es malo. 74

“Primavera en cuarentena” 75 Marianela Vargas Ver galería virtual

Mi experiencia durante el COVID-19 Kattia Arias Salas, 47 años, Alajuela Mi casa siempre ha sido mi refugio, por esa razón me encanta quedarme entre las paredes de mi hogar. En algunos momentos he sentido miedo por las consecuencias que puede traer esta pandemia porque vivo con mis padres (adultos mayores) y, además, presento varias condiciones de riesgo. También paso acompañada con mis mascotas que son un gran apoyo emocional; ellas me distraen de las situaciones de la vida. Para mí ha sido toda una nueva experiencia el hecho de trabajar desde casa, contactar constantemente a compañeros docentes, padres de familia y estudiantes mediante el uso de la tecnología (hubo que aprender a usar Teams). Esto ha sido muy agotador, ya que se borró la noción de horarios. 76

Mi experiencia durante el COVID 19 Kattia Arias Salas, 47 años, Alajuela Ver galería virtual 77

Tiempos difíciles Vielka Valladares Alfaro, 35 años, Alajuela Soy docente de primer y segundo ciclo desde hace catorce años. Este año estoy trabajando con dos grupos de sexto grado y, al igual que para todos los estudiantes, para ellos no es la excepción lo difícil y la incertidumbre que se está viviendo. Mi experiencia ha sido realmente caótica, soy madre de dos niñas, una de 12 años que cursa sexto grado y la otra de 5 años y está en kínder. La rutina de mi casa dio un drástico giro y acompañado de alteraciones emocionales. El día inicia a las seis de la mañana de lunes a viernes. La rutina empieza al bañarse, medio tomar un café, encender la computadora, ordenar la casa y, si es día de lavar la ropa, a lavar también. A las 7:00 a.m., me conecto a Teams dando el saludo diario del “Buenos días” a los compañeros. De seguido voy a levantar a las hijas para que se conecten a sus plataformas o a dar inicio a sus trabajos; ellas estudian en un colegio privado y, por lo tanto, sí tienen más carga de labores. Es muy complicado cuando en casa se tiene solo una computadora, cuando mamá es la única que debe y puede estar al tanto de su trabajo, el de sus hijas y además el de la casa. Hay ocasiones donde he sentido que ya no doy más, mi estado anímico cae 78

y me cuesta darme impulso y volver a tomar el rol; pues de repente ya está terminando todo el trabajo del día, pero al amanecer se tiene mucho más de nuevo. Otro aspecto complejo es tener sacrificadas a mis hijas, con trabajos atrasados o bien, como decimos los ticos, “juéguesela” porque usted está grande y yo no puedo ayudarle. Hoy tuve que poner al día trabajos de mi hija menor que tenía atrasados desde el lunes pues estuve colaborando en mi institución para que llegue la alimentación y las guías de trabajo autónomo a los estudiantes. Las horas laborales por día se extienden sin medida. Por ejemplo, el viernes pasado asistí a mi escuela de 8:00 a.m. a las 9:00 p.m. para imprimir y hacer folders con mucho amor para los estudiantes que no tienen acceso al material digital. Sinceramente, si en diez años me preguntan cómo fue la pandemia de 2020, podré decir con toda autoridad que fue una pesadilla que no deseo repetir. ¿Hubo algo bueno o rescatable? Pues sí, es bueno reflexionar de lo que uno tiene o lo que tenía antes, valorar lo lindo de compartir en familia sí, pero cómo se comparte con paz y tranquilidad con la carga de trabajo que se tiene todos los días, creo que es una gran ironía. Que las hijas pidan afecto y se les diga “espérense porque estoy en un curso virtual” enviado por el MEP (aclaro, no está mal, por el contrario, muy buenos, pero la realidad de cada docente no es contemplada) y ahora que me conecté a internet tengo que aprovechar y sí insiste “venga la chineo aquí alzada”, frente a la computadora. 79

Mi historia Grace Maria Rojas Jiménez, 41 años, Alajuela El COVID-19 ha venido a enseñarnos que solo Dios tiene el poder de cambiar algo así y que somos seres humanos frágiles. Ha sido una situación muy difícil y frustrante para mí, como persona y profesional. He tratado de mantener la estabilidad emocional a pesar de todas las circunstancias que estoy pasando, he aprendido que tengo el control de lo que ocurre a mi alrededor. No me gustaría volver a vivir algo como esto nunca más. Cuando el tiempo transcurra y podamos superar todo esto, primero Dios, contaremos cómo cambió el mundo entero a raíz de esta enfermedad. La humanidad resurgió más consciente; para no hacer daño a los demás. ¡Ojalá que aprendamos el valor de la familia!, porque cómo duele estar pasando todo esto y que a mi esposo no le importara. Me gustaría salir a la naturaleza unos días, tomar tiempo para mí. 80

NO ENCONTRÉ LA IMAGEN DE ESTE TEXTO

El COVID en el 2020 Nidia Virginia Alfaro Blanco, 53 años, Alajuela Hace 20 años, querido nieto, tuvimos en Costa Rica y en el mundo, una epidemia causada por una enfermedad que se llamó COVID-19. De un día para otro, yo, que estaba acostumbrada a estar con mis estudiantes, a convivir con el ruido y la alegría, me tuve que acostumbrar a estar en mi casa sola y en silencio. Empezamos una titánica tarea: dar clases a distancia usando el ingenio y la deficiente tecnología que teníamos en ese entonces. Pero la educación no se detuvo y cada estudiante tuvo en sus casas guías de trabajo y el acompañamiento del docente. 82

Acciones ante la pausa Martha Castro Benavides, 48 años, Educadora. De esta situación estoy aprendiendo lo efímero de la vida: podemos estar relativamente bien de salud y a nivel económico y, de un momento a otro, todo da un giro. Muchos teníamos un futuro en un negocio, un sueño, unas ilusiones y, de repente, nos encontramos sin saber qué hacer ni cómo pasar el resto de los días que nos faltan. Cuando por fin podemos salir a hacer nuestras compras básicas, miramos a la calle y vemos tanta soledad, nuestras ciudades como pueblos fantasmas, sin nadie con quien compartir un saludo o una sonrisa. Es una incertidumbre y un miedo que nos hace valorar lo que teníamos antes y que ya no se halla más. 83

Calor María Marta Durán Rodríguez, 52 años, Cartago La tierra está seca, el sudor me abruma, siento agobio en casa, los yigüirros llaman al agua. Y de repente, se oscurece y caen algunas gotas como lágrimas que alivian. Pero no son suficientes. Espero un aguacero sanador, necesito gotas-lágrimas que caigan en tierra seca como me siento yo. En estas semanas lo que más extraño son los abrazos. No solo los besos. Es el calor de otro cuerpo, grande o pequeño, que reviva mis raíces, que active mis torrentes, lágrimas-gotas que lluevan alegres desde mis ojos y refresquen mi agobio. Espero la lluvia. Voy a agradecer con cantos su llegada. 84

“Fe” 85 María Martha Durán Rodríguez, 52 años, Cartago. Ver galería virtual

Mi vida diaria Daniel Flores Mora, 71 años, Cartago Mi vida diaria se ha visto afectada a partir del COVID 19. Siempre me daba mis caminadas por la ciudad de Cartago y ahora no lo puedo hacer. El estado de ánimo de un confinamiento como el que estoy viviendo, por supuesto que se ha visto afectado: de vez en cuando bajas el estado de ánimo, aburrimiento o el sedentarismo, por ejemplo. Todo esto también determina los ritmos fisiológicos, que se relacionan con horas de sueño, horarios de comidas, por ejemplo. El haberle dado vacaciones y licencia con salario a la señora de oficios domésticos, me ha llevado a asumir ciertos oficios, tales como preparar la comida, limpieza de la casa, lavado y tendido de ropa, entre otras actividades. Aparece la tristeza por no visitar a familiares y mucho menos a amistades. 86

Acróstico Cambiatodocambia Daniel Flores Mora, 71 años, Cartago Corona virus apareciste en este mundo A desarrollar toda una pandemia, Matando a mucha gente. Bajo tu presencia creaste una tragedia Igual contagiaste a niños, adolescentes, Adultos jóvenes y adultos mayores. Toda una población infectada. Oh desgracia de virus, has traído muerte Duelo y dolor a miles de familias Oh virus invisible e indeseable Cambiaste mi vida y la de muchos. A mí me has enviado a aprender a asumir tareas hogareñas Me has puesto a: cocinar, lavar, limpiar y planchar. Buena ha sido la experiencia, pero me sacaste de mi rutina. Inmensa ansiedad y tensión me has provocado Al punto de tener crisis en mi salud física y mental. 87

Cierro la puerta Maria Trejos Montero, 60 años, San José Cierro esta puerta y súbitamente se abren ventanas para que ingresen sin ser invitados sentimientos y pensamientos en un arco iris de contrastes, paradojas y sueños. Mientras se extiende más allá de cualquier frontera el dolor y la incertidumbre, se escurren entre bisagras luces que en esta vida de movimiento y sonido había apagado en mí. Cierro la puerta, sin negar el caos, y me doy el regalo de un profundo diálogo en mismidad, emergiendo poderes intangibles, inmedibles con criterios físicos y al despertar cada día, me emociona saber de nuevos reencuentros con la esencia de amor y luz de cada ser. 88

NO ENCONTRÉ LA IMAGEN DE ESTE TEXTO

Todo fue diferente desde ese día Elsa María González Solano, 54 años, Cartago Todo fue diferente desde ese día..., una noticia cambio el mundo, mi mundo también. Extraño el viento mañanero en mi cara cuando voy al trabajo, la sonrisa inocente de mis niños al llegar al aula, el ir y venir por la vida. Extraño la confianza que tenía al dar mis clases, he tenido que vencer el miedo a las cámaras y utilizar la tecnología. Extraño el saludo cordial, el abrazo sincero. Los abrazos de mi madre, a quien no puedo visitar por tanto amor que le tengo. Tengo miedo..., por mis hijos, mi esposo, mi familia... Pero..., al mismo tiempo. me lleno de esperanza y le pido a Dios que pronto pase esto. 90

Lo que hay Jimena Esquivel Camacho, 18 años, Heredia Lo que hay lo es todo, suelo decir; pero, este no puede ser mi todo. Mi ego me susurra tantos pensamientos, y me doy cuenta que soy incapaz de estar agradecida por estar bien, acompañada y en un hogar. Pienso mucho que los privilegios me hacen peor persona, pero ellos tampoco tienen la culpa. El mando es mío, y hacia donde me dirijo lo elegí yo. ¿Entonces? Me disculpo con la vida, me adueñé completamente de ella. Aislándome del mundo. Vuelvo a preguntarme, ¿cómo dejar de pertenecerme? Quiero pertenecer al todo, a mi humanidad. Ser instrumento y dar hasta que la muerte me releve. 91

En esta cuarentena aprendí Adriana Gómez Gómez, 41 años, San José En esta cuarentena aprendí a conectarme con la única mujer que está dentro de la casa. Con mi rol de esposa, mamá y ama de casa. Aprendí a darle importancia a mis frustraciones y formularme preguntas sobre lo que me ofusca de lo doméstico. A extrapolar el éxito laboral al ámbito de la casa. El trabajo en alianza. La comunicación efectiva. Las reuniones ejecutivas. La justicia laboral. La casa se abraza, se construye, se emprende. Y para ello se necesita un equipo calificado, ¡estamos todos dispuestos! Y todos tenemos que encontrar, en casa, nuestro trabajo soñado. 92

“Incertidumbre” 93 Roldán Murillo Ver galería virtual

Un acto de amor Sonia Eugenia Brenes Leandro, 54 años, Cartago He pensado en los presos y los asilos de ancianos a quienes he ignorado, a pesar de ser mis hermanos. He pensado en la riqueza como un bien anhelado y, me he dado cuenta que no compra lo preciado. He pensado en los indigentes a los que he despreciado hoy si toso o estornudo nadie me quiere a su lado. 94

He pensado en el Señor, a quien he tenido olvidado y hoy no dejo de pedirle, por mi cuerpo que ha enfermado. He pensado en un mañana, en un mañana mucho mejor, donde nos quedemos en casa “como un acto de amor”. 95

De vuelta a mi Ser Beatriz Bron Steinberg, 58 años, Heredia La estadía en casa no me es ajena, ya que mi oficina –en donde trabajo– está junto al jardín de mi casa. El hecho de no poder salir me ha permitido escuchar un silencio diferente que cambia todo el ambiente energético, convirtiéndose en un profundo Retiro Espiritual y dando espacio a que mi creatividad se diese vuelta hacia mi ser, en vez de dirigirse hacia el hacer de mi trabajo. Se concretizó en actividades de disfrute de antaño, tropezando de vez en cuando con alguna caja de Pandora, lista para ser abierta y agradecer en paz este proceso de gran crecimiento. 96

“Tejiendo el tiempo” 97 Silvia Mejía Ver galería virtual

Corona…. Vida mía Ariana Sierra Yunis, 52 años. Perú Los días pasan. Los viernes ya no saben a viernes. La monotonía dominguera sucede un martes. Y todos quisiéramos un lunes otra vez. Nadie nos preparó, pero acá estamos; acomodándonos. De a pocos nos reinventamos. Y no necesitamos tutoriales online. La vida nos está haciendo aprender sin darnos cuenta: A cocinar por hambre. A maquillarnos por autoestima. A leer por aburrimiento. A amar el dolor. A abrazar por teléfono para sentirnos. A pensar en el otro por compasión. A viajar sin movernos. A desaprender por obligación. A esperar sin prisa. No hay corona que por bien no venga. 98

Muerte en pandemia María Pérez Iglesias, 71 años, San José Nuestra vida, amor, se apaga rebelde. Los pies no sostienen, el vaso cae y derrama la nostalgia sobre mi fantasma. Te veo en recuerdos. Mis besos intentan conjurar tu muerte. El dolor aumenta inflexible y el encierro en pandemia pesa. El silencio de la calle irrumpe en nuestra casa doliente y los miedos salen del armario, las páginas escritas, las imágenes. Todo se enreda en el estío hasta faltar el aire. El duelo, en cuarentena, Me enfrenta alma a piel. Hoy, tres de abril, cenizas sin funeral, amigos, abrazos cálidos. En el claustro del coronavirus, lamentos y lágrimas sin eco. 99

Descanso consciente Patricia Reynolds Walsh, 53 años, San José Y el tiempo me alcanzó y me sobró. El fin de semana se hizo largo… Y, tomé conciencia de la diferencia entre mi generación y la de mis abuelos; cuando el descanso se disfrutaba, se dedicaba a lo que te hacía fluir, para recuperar energía, haciendo lo que más te gusta, lo que te conecta con vos y tu familia. Tuve claridad de tantas actividades que sobran y se llevan a cabo para complacer a los demás; a los demás, pero no a vos. Una emoción de placer me embargó y mi imaginación fue generosa para planear mis próximos fines de semana. Con el coraje de decir no, a todo aquello que huele a complacer a costa de mi propia conexión. Mis fines de semana serán conscientes, serían más míos. 100


Like this book? You can publish your book online for free in a few minutes!
Create your own flipbook