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Hilando Palabras

Published by Ediciones ANKA, 2022-10-30 19:12:41

Description: Antología Hilando Palabras

Keywords: Poesia,literatura,cuento,antologia

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HILANDO PALABRAS Hilando palabras / Alejandro Alfredo Segnini Bosch ... [et al.]; compilación de Anahí Orquera Bianco; editado por Anahí Orquera Bianco; prólogo de Kelly Gavinoser. 1a ed. - Caseros: Liliana Bianco, 2022. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-88-6949-0 1. Antología Literaria. I. Segnini Bosch, Alejandro Alfredo; Bergoboy, Mónica; Brown, Graciela; Dabed Catalán, Elba; Cerutti, María Luisa; Freire Enríquez, Socorro; Galván, Marcela; Giarrocco, Nilda Susana; Gómez Gavinoser, Ileana Andrea; Kimmer Cantillano, Verónica; Martinelli, Norma Iris; Montenegro, Graciela Rosa; Müller, Mónica; Ludueña, Narda; Pino, Mónica; Schmidt, Marisol; Suárez, Lucrecia; Volosin, María Teresa. II. Orquera Bianco, Anahí, comp. III. Gavinoser, Kelly, prolog. CDD 860 Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares de copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento infor- mático. Edición: Anahí Orquera Bianco © De esta edición 2022 – ANKA Ediciones [email protected] Impreso en Argentina Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 6

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HILANDO PALABRAS PRÓLOGO Escribir sobre lo variado no es fácil y más, cuando lo variado es disímil. ¿A esto responde el concepto de antología? Puede. De todos modos y, en especial, este es mi nuevo aprendizaje. ¿Decir algo de cada texto? No es posible. Equivaldría a un ensayo crítico y sería tema para otro libro. ¿Están todos y/o cada uno de los textos dentro de la esfera del arte literario? Puede. Entonces, su valor residiría en complejos y también variados puntos de vista, más para una mesa redonda u otras especies que para esto que se llama prólogo -o exordio o proemio o “antes de...”- o como gusten. Otra vez entonces: estos textos - = textum en latín = tejido-, con distintos contenidos y formatos, están suscriptos uno a uno por cada escriautor. Y sin críticas, pero sí con augurios, felicidades y felicitaciones por el hecho de escribir y de publicar, como autoestímulo y el mío y para la editora, en este inicio del rico camino editorial. Este es mi sentido de lo antológico, de los varios en un mismo libro. Gracias por el valor en sí de ser libro, por la maravilla del estar en él, de vivir en él, valor que pide su continuidad en el tiempo y en el espacio. Y ahora -previamente-, gracias mil a los lectores. Kelly Gavinoser 9

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HILANDO PALABRAS Mónica Bergoboy Argentina 13

HILANDO PALABRAS Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1961. Realizó estudios primarios y secundarios en escuelas públicas. Egresó de la UBA, en 1990, con el título de médica. A los cinco años aprendió a leer y desde entonces vivió rodeada de pa- labras. Cursó la carrera de Formación del Escritor en EMAC entre 2010 y 2015. Participó en varias antologías. Es miembro de la CD de la SADE Filial Tres de Febrero. 14

HILANDO PALABRAS Cadenas de miradas nos atan a la tierra Nos miran nos miran nos miran nos miran desde lejos en el tiempo los ancestros apagados distraídamente con el rabillo sin luz con memoria nos miran y advierten el descuido nos miran nos ven con ojos repetir injusticias entristecidos nos ven nos ven correr arrastrándonos tras espejismos sin moral condenados nos ven a la vana parir realidad la existencia 15

HILANDO PALABRAS nos ven nos ven nos miran arrasar destruir abatidos escépticos a la Pacha su legado nos miran. 16

HILANDO PALABRAS Desasosiego Bajo el disfraz oscuro de la noche unos ojos vacíos de mirada recorren secuencias entrecortadas miríadas de recuerdos entrelazados desordenados suspendidos párpados inquietos dejan entrar la lacerante luz de la angustia por la rasgada hendidura el ruido de las horas aturde en el silencio único del desvelo la consciencia inmutable recurre vuelve consecuente incesante hiriente 17

HILANDO PALABRAS irrumpe en la percepción bajo el disfraz oscuro de la noche. 18

HILANDO PALABRAS Mirarse “Estás gorda”, se dijo mientras se probaba el vestido frente al espejo del dormito- rio. “El rojo, no. El blanco, ¡ni se te ocurra! El negro, el negro va bien”. Caminó hacia el baño pensando en cómo haría para aguantar los tacos altos du- rante las horas que duraría la fiesta y si le convendría, o no, llevar unas sandalitas bajas. Encendió la luz y acomodó la cara en el redondel que le devolvió su imagen exa- gerada. “Estás vieja”. Recorrió con la mirada los pliegues alrededor de los ojos, de la boca, a lo largo del cuello. Se pasó la mano por el pelo; las canas se empeñaban en aparecer a pesar de que se había teñido pocos días antes. Se maquilló de manera discreta. Se recogió el cabello, lo sujetó con un broche y dejó caer algunos mecho- nes, prolijamentre descuidados, sobre la frente y las sienes. “Estás torpe e inútil”, pensó mientras intentaba ponerse una pulsera, hecho que la obligó a recurrir a los anteojos. Estaba en la difícil tarea de acomodar las cosas en la minúscula cartera cuando escuchó el “¡Dale, que vamos a llegar tarde!” de su marido. Documentos, algo de dinero, el medicamento para la presión. Estaba todo. Se perfumó y bajó. Su cuerpo fue reflejándose despaciosa y progresivamente desde los zapatos hasta la coronilla en el vidrio plateado que estaba al pie de la escalera. “Estás lenta”. Él se levantó del sillón con gesto de impaciencia. Se abrochó los dos botones del saco del traje que quedaron algo tirantes y la miró. “Estás linda”, le dijo. Sin duda, los ojos de él eran su mejor espejo. 19

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HILANDO PALABRAS Alejandro Alfredo Segnini Bosch Venezuela 21

HILANDO PALABRAS Médico, productor, locutor radial, docente universitario. Obras publicadas: Michel (2020) 12 cuentos (Co-autor) (2021) Fertilidad: Sí se puede, ya no es un problema (2022) Obras colectivas: Antologías de cuentos en Lektu: Amores del Reino (2021), Juglares de la Poe- sía (2021), Enviados del Reino (2021), Enviados del Reino 2: Adaptación ante la adversidad (2021), Enviados del Reino 3: El Dios del engaño al acecho (2021), Antología del Alba (2022), Enviados del Reino 4: Cupido hace acto de presencia (2022), I Campeonato Internacional de Escritura Consignas (2022), La otra ciudad del Cuento (2022), Guardianes de la Galaxia Capítulo I (2022). 22

HILANDO PALABRAS Dejavú ¿Te has preguntado cómo será el encuentro entre aquella mitad de ti que dejaste una vez para bajar a este mundo terrestre? ¿Cuál será la señal? ¿Cómo podrás reconocerla? Sabes bien que esos recuerdos se van borrando de tu mundo consciente a medida que vas creciendo y van pasando los años. Pareciera que está prohibido recordar el pasado vivido una vez que has decidido volver a nacer. Si nos mantuviésemos niños, ¡cuánto sería el avance en nuestra siguiente vida! Y luego del encuentro, tus múltiples pasados se tropezarían con los míos y generarían una fuerza que en ocasiones no sabríamos manejar. Habría que perdonarnos las culpas propias que llevamos acumuladas de tantas vidas para poder finalmente aceptarnos y poder disfrutar el uno del otro de esa magia celestial del amor puro y verdadero, sin reproches pasados ni deudas que saldar. El encuentro del mal llamado almas gemelas al final no se trata de un hallazgo de dos, sino del conse- guirse con uno mismo en otro ser, porque al final eso siempre hemos sido, uno solo buscando su otra mitad. La atracción es mutua, el sentimiento también lo es y, sin embargo, a veces nos preguntamos qué estamos haciendo lastimándonos el uno al otro al no aceptarlo. La vida entonces tiene sus trucos para acercarnos. Se nos presentan señales que, si estamos atentos, podemos descifrarlas. Es cuando me doy cuenta de que no se nos está prohibido olvidar; lo que no sabemos es cómo recordar y allí entra en juego la intuición y la aparición repentina de recuerdos vivos de lo no vivido. Es así como comienza la historia que voy a contarte. Una mañana parecida a muchas otras, un pensamiento recurrente visitaba mi ca- beza: necesitaba organizar mi jardín. Guardé por un tiempo semillas y era hora de sembrarlas. Meses atrás había sembrado algunas y no me habían dado. Para estas ya había escogido el sitio donde las iba a colocar y esta vez pensé en comprar abo- no. El día estaba perfecto. Creí haber visto un anuncio que publicitaba abono en 23

HILANDO PALABRAS el grupo de “Ventas” en mi WhatsApp y en efecto allí estaba; les escribí en el acto solicitando un par de bolsas. La respuesta fue inmediata; se trataba de una vecina que vivía en mi misma calle y que yo no conocía. La urbanización se continuaba durante cuatro calles largas, cada una de casi dos kilómetros de extensión. Sin embargo, la persona que me vendería esa tierra estaba a nueve casas de la mía, relativamente cerca. Mi auto estaba averiado y por lo pesado de los sacos preferí preguntar si podían traerlos a mi casa. Una vez que me confirmaron me senté a esperar, aunque algo impaciente. En ese momento no lo sabía, pero en un futuro estaría sentado en ese mismo sitio, con algo más de paciencia en el medio de una lucha entre mis sentimientos y mis pensamientos. Vi acercarse un automóvil. En el asiento delantero iba una joven al volante y una señora a su lado. La parte de atrás estaba llena de niños. La muchacha bajó, abrió su maletera y me entregó dos sacos. ― ¿En qué lo usarás? ―me preguntó. ― Tengo varias semillas que he ido sacándoles a las frutas. Es la primera vez que usaré abono. Las anteriores no germinaron y creo que fue por eso. ― Mira, es muy fácil. Deberás colocar una primera capa de abono en el sitio don- de las sembrarás, luego las semillas y sobre estas, otra capa sin apretarlo mucho, sueltecito. En el momento en que me mostró como colocar sobre las semillas el abono, elevó sus brazos a la altura de sus hombros, sonrió, me miró y un rayo de luz se asomó en sus ojos. Ese movimiento, ese gesto, esa sonrisa y el brillo en sus ojos hicieron que en mi memoria genética despertara un recuerdo de algo que no había vivido, pero que estaba allí; mi pasado tropezando con mi presente en un dejavú. Era una noche fresca en un lugar campestre apartado de la ciudad. El sitio se comenzó a llenar de luces parpadeantes, aunque tenues, que solo la oscuridad podía mostrar. Los cocuyos parecían hadas danzantes que, si prestabas atención, podías oírlas cantar mientras bailaban su excesivamente dulce, suave y delicada melodía. Fue en ese sitio, cuando elevaste los brazos para alcanzar el buqué en 24

HILANDO PALABRAS aquella boda, que volteaste hacia mí mostrando una sonrisa inocente y me miras- te, dejando salir de tus ojos el brillo de tu alma, que no era más que el reflejo de mi propia alma vista en tu mirada. Ese día te vi y te reconocí. Hoy acá te he vuelto a reconocer. Más de una vez en nuestras distintas vidas nos han presentado. Se nos ha negado el recuerdo de nuestras caras y de nuestras vivencias juntos, sin embargo, como lo he dicho en otras ocasiones, el alma tiene una ventana por donde se muestra y es por esa ventana que nos reconocemos una y otra vez. Fue así como me topé con el recuerdo de lo no vivido, traído del pasado a mi pre- sente a través de tu gesto, de tu sonrisa y de tu mirada, en un dejavú eternamente infinito. 25

HILANDO PALABRAS Serendipia El siguiente recorrido es más fuerte que el anterior. Es un trecho lleno de subidas y de bajadas con pendientes más marcadas. Próximo destino: el campamento base. Se duerme justo frente a la rampa de la montaña. Al llegar allí me topo con una inmensa pared de piedra. Inmensa tanto en lo alto como en lo ancho. Una pared multicolor de tonos negro, rosado y verde, con una doble caída de agua de 400 metros de altura. El cansancio en ese momento deja de existir. Mañana estaré gritando: “¡Cumbre!” Al día siguiente, muy temprano, cuando comienza a asomarse la mañana, corro para ver a lo lejos los saltos de agua. El elemento agua se hace presente junto al naranja de las nubes del amanecer y los primeros rayos oro rubí del sol. El lugar genera paz, tranquilidad. Es el contacto del alma con Dios, con la divinidad. El am- biente está cargado de sabores que se transmiten a través de la piel, como si esta estuviese provista de gusto. Me tumbo en la hierba y veo el cielo. Me encanta ver el cielo. De día o de noche siempre me gusta mirar hacia arriba. Tengo un perfecto arcoíris ante mis ojos. Los milagros están por ocurrir, solo debes desearlos y apos- tar, en tu deseo, a la seguridad de que están allí. Hoy, día tres de camino, llegó el día de la corona. Me esperan alrededor de tres horas de escalada sin cuerda, tipo escalera de peldaños altos. Estoy a la altura de los pies del compañero que está antes de mí y mis pies, por sobre la cabeza del compañero que está después de mí. Así es el camino de 400 metros en vertical para alcanzar la cumbre. La doble caída de agua que veía desde el campamento base, de frente a un poco más de la mitad de la escalada, genera en el ambiente un tornado de sensaciones mezclando el rocío con la brisa y el petricor con el aroma de una flor silvestre. Es un paso exigente. Debo entrar por detrás de esas aguas sin titubear, sin pararme, a velocidad constante, siempre hacia arriba y ade- lante, con el cuidado de no tropezar con piedras sueltas que pueden deslizarse y golpear al compañero que me sigue. Es el paso de las lágrimas. Según cuentan, porque allí se han llorado a algunos compañeros que han caído. Es un desafío 26

HILANDO PALABRAS apremiante. Bajo las lágrimas el viento sopla y hace que el agua helada que cae me salpique y hasta me golpee, no con tanta fuerza, pero sí, al sentir ese golpe, se traduzca en energía vitalizante, cobre más vida y se traduzca en gritos de fuerza, de empuje. Siento que lava mi cuerpo y purifica mi espíritu. Salgo de las lágrimas emparamado de alegría, miro hacia arriba y veo el amarillo rayo de fuego dorado de la libertad y siento el control de poder lograr lo que queremos. Sigo subiendo, estoy en el filo de la navaja. Olvido que llevo 25 kilos de peso en la espalda, más de 10 horas recorridas en dos días y medio de camino. Olvido que había perdido un par de uñas y que llevo otras dos sentidas que también podría perder. Olvido la herida que llevo en mi pecho y este lugar me hace regresar de mi perdido mundo para conseguirme conmigo mismo, con mi interior, con mi esencia. Olvido de donde vengo, solo miro adonde voy y así llego y me lanzo al piso y no paro de sonreír y reír y me abrazo. Soy aire. El verde no existe en la cima pero no hace falta porque lo siento. Siento una nueva naturaleza que mi tacto no conocía. Mi piel se vuelve sensible a los sonidos melódicos de la frescura del aire y la tranquilidad del momento. Pareciera que hubiese llegado a otro planeta. Las piedras son negras, la arena es rosada y las aguas son amarillas. Una conjunción de colores que no sabía podían formar tan armoniosos contrastes. La cima tiene una superficie irregular de 31 metros cuadrados. Recorrerla entera disfrutando de cada uno de sus distintos parajes requiere de 7 días con sus noches. Es el te- puy más alto de la sierra Paramacay de nuestra América del Sur. En la cima busco un lugar donde acampar. Subo a una roca enorme y en el medio de ella, luego de pequeñas cuevas al borde del abismo que dejo al subirla, armo la carpa. En la roca que uso de dormitorio, paso tres días y dos noches. Al cabo, visito un valle lleno de cristales y un jacuzzi de aguas heladas. Ambos lu- gares hechos para los cuentos de hadas. Me topo con un camino lleno de cristales de roca, cuarzos blancos, rosas y amarillos. No puedo evitar pisarlos. El suelo, las piedras a mi alrededor, todo está pintado de ellos. El jacuzzi es ese mismo esce- nario, pero inmerso en agua. El agua del jacuzzi es tan cristalina como el mismo cuarzo; su fondo, brillante de ellos. Si presto atención, puedo oír el dulce sonido que produce la continuidad del cielo reflejado en las aguas. El rayo azul de la fe y 27

HILANDO PALABRAS la protección divina me bautizan en ese precioso lago de cristales. Las noches sobre la cima son índigo, nunca fueron negras. No es difícil ver, oír, sentir más allá de lo que mis sentidos terrenales pueden hacerlo. No es difícil re- conocer el sonido interno y, si busco verme en el espejo, veo que tiene luz interna, con el violeta del perdón, de la misericordia, de la transmutación y de la magia. Inesperadamente, me topo entonces con el final del arcoíris. Después de ese mo- mento, veo los colores que se desprenden en cada tono de luz, recuerdo el violeta de mi luz interna en las noches índigo de aquel lugar, el azul de la protección divi- na del jacuzzi, el sentir verde ausente de la cima, el amarillo de la libertad al salir de las lágrimas, el naranja de las nubes del amanecer frente a la rampa y la pasión roja de un viaje sin igual. Una serendipia en el medio de la nada. 28

HILANDO PALABRAS Graciela Brown Argentina 29

HILANDO PALABRAS Graciela Brown, nació el 19/11/1965 en Buenos Aires y reside en General Rivas, Suipacha, provincia de Bs. As., Argentina. Trabaja en su huerto y granja familiar. Formó parte de la Comisión Directiva de la Asociación Pueblo Solidario de General Rivas, organización no gubernamental y sin fines de lucro. Cursó tres años de Psicología Social como carrera de formación, no de pro- fesión. Escribe cuentos y poesías. 30

HILANDO PALABRAS El álbum Sofía cerró el álbum de fotos amarillentas pestañeando lágrimas. Fue lo único que le había quedado milagrosamente intacto después del incendio. Un montón de fotos viejas que le hablaban del pasado: el de la niñez, el de sus padres. Todo lo demás se había convertido en carbón y cenizas. Olían a quemado y a tristeza esas hojas sepias. Guardó el álbum en el bolso, recordó el paisaje carbonizado a su alrededor y, con un suspiro se marchó sin aceptar abrazos, palabras de consuelo, sin escuchar críticas. Simplemente, se alejó cargando sus propios fantasmas. “Primero se pone a hervir el agua en una cacerola, luego se colocan los duraznos unos minutos, se los cuela y se les quita la piel”. Sofía se concentró en la tarea tratando de no quemarse. —Dale, Sofi, que no llegamos. Julio se asomó a la cocina y se deleitó con los aromas que llenaban el aire. —Sí, llegamos. Dejame trabajar. Esta mermelada tiene que ser la mejor. Julio la miró con arrobamiento. Las manos pequeñas cortaban los duraznos, pesa- ban el azúcar, acariciaban el limón. La cocina olía a perfumes de la tierra. Ella olía a verano. Cómo no abrazarla. —Julio, ahora no. Si querés que termine para la feria de mañana, dejame trabajar. —Sofía rio divertida aunque firme. —Está bien. Esterilizaré los frascos. —dijo él con fastidio. —Ya lo hice. Mejor traé las etiquetas de la cómoda. Julio volvió con un paquete en las manos. —Acá están. Encontré tus fotos. 31

HILANDO PALABRAS Sofía tragó saliva, pero siguió cortando duraznos. Julio, sin entender por qué, se sintió incómodo. El rostro de la mujer se había en- durecido. Se preguntó qué había hecho. —Nunca te pregunté por tu pasado. —dijo Julio, hablando suave y eligiendo cui- dadosamente las palabras— En realidad no me importa. Yo también tengo pasa- do. Sentí curiosidad: son tus fotos. —Son mis padres. —contestó Sofía con sequedad. Una mala maniobra con el cuchillo le provocó que una gota de sangre cayera en la cacerola. Julio amaba a Sofía. Se sentía amado por ella. Ella lo intrigaba. No quería pregun- tarle demasiado porque el no hacer preguntas había sido el pacto. Ella cumplía y él estaba a punto de romperlo. Desde el día de la mermelada, que había resultado increíblemente amarga, Sofía llevaba el álbum a todas partes y a la hora de dormir lo ponía debajo de la almo- hada. —¿Por qué lo metés en la cama? —protestó él una sola vez— No pienso tocarlo. —Ya lo sé, son mis padres. —dijo Sofía, ausente. Julio no supo como continuar. Ella había cambiado, alejándose. “Ese álbum mal- dito se interponía entre nosotros”, pensó.. Una mañana, mientras Sofía se duchaba, tomó el álbum de tapas chamuscadas y lo abrió. Imágenes blancas y negras, descoloridas, lo sorprendieron. Las fotos eran de niños muy solemnes. Nada extraordinario. —¿¡Qué hacés!? —estalló Sofía envuelta en una toalla en la puerta del cuarto. —Yo... 32

HILANDO PALABRAS Julio, desprevenido, no supo qué contestar. Sofía tomó los cigarrillos de su mesita de noche y encendió uno. No se sentó ni atinó a vestirse. Era ella, su Sofía, pero no era ella. Jugueteaba con el encendedor. Lo encendía y lo apagaba. Lo encendía y lo apagaba. —Es lo único que tengo de mis padres. —comenzó a contar mientras seguía en- cendiendo y apagando el encendedor. La voz sonaba cansada. -Murieron quema- dos en un incendio cuando yo tenía nueve años. —No digas nada, está bien. Quiso interrumpirla. Ella no escuchaba. —Antes de venir a Rivas, yo tenía una casa. También se quemó. Una falla eléctrica que provoqué yo misma al olvidarme de apagar los calefactores. Volví del colegio y me encontré con escombros y muebles achicharrados. Se salvó el álbum no sé cómo. —Fue un accidente. —dijo Julio, en tanto miraba la pequeña llama del encende- dor que nacía y moría a voluntad de Sofía. —Sí. Como la muerte de mis padres. Dijeron que fue mi culpa por jugar con fós- foros. No sé. A mí me persigue el fuego. Él la miró, perplejo. Julio lloró con bronca, desesperado, impotente. La casa se había incendiado cuan- do él estaba en Mercedes. Al regresar se enteró de la muerte de Sofía. No podía aceptarla ni resignarse. Caminó entre los trastos carbonizados y encontró el ál- bum asomándose por debajo de un montón de ladrillos. “Maldito álbum”, se dijo. Otra vez se había salvado. Esta vez a costa de Sofía. “A Sofía la perseguía el fuego”, pensó. “No. No era el fuego. Era ese álbum del infierno”. Sacó el encendedor del bolsillo. “Quemaré el álbum hoja por hoja. Mal- 33

HILANDO PALABRAS dito álbum”. La primera ardió enseguida. Con una sonrisa demencial, las arrancaba y les pren- día fuego. Llegó a la última. Le acercó el encendedor y una Sofía feliz le sonreía desde el papel. Apagó la pequeña llama y guardó la foto. 34

HILANDO PALABRAS Campanadas de medianoche Cenicienta entró al palacio real deslumbrando a la corte. —La princesa de... —comenzaron a anunciarla, pero ella no tenía un nombre, apenas un mote peyorativo. —La princesa desconocida. “Vaya”, pensó, lo qué hacen unos trapos y unos modos elegantes. El príncipe, obnubilado, la invitó a bailar. Nadie se niega a bailar con un príncipe. —¿De dónde eres? —preguntó el príncipe. —De la vida real —contestó. —Serás mi esposa —decidió el príncipe cuando empezaron a sonar las campana- das de medianoche. —Debo irme —dijo Cenicienta comenzando a correr hacia la salida. Sonaba la sexta campanada. Giró sobre sus talones y caminó hasta el príncipe perplejo: —No quiero ser tu esposa. Un ¡oh! asombrado recorrió la corte. —No es tu decisión —se sorprendió el príncipe. Sonó la novena campanada. Ya no quedaban ni la carroza ni los caballos. —Nadie desafía mi autoridad. ¿Cómo te llamas? Sonó la undécima campanada. —Cenicienta. Soy del sindicato de limpieza. Con la última campanada, Cenicienta recuperó su dignidad. 35

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HILANDO PALABRAS Elba Dabed Catalán Chile 37

HILANDO PALABRAS Vive en Quilpue, V Región, Chile Embajadora de cultura nombrada por Chile y por el Espacio Cultural de Re-encuentro con la copla Española Mosaico Literario de Uruguay. Gestora cultural. Publicaciones: 2016 al 2021 - Participó en 17 antologías nacionales e internacionales, siendo reconocida tanto en Chile como en el extranjero. 2018 - Publicó Aquí estoy yo, cuentos para niños, con valores 2020 - Razón de Vivir, antología 2021 - Capullos del Alma, poemario Otras actividades: 2021 - Palabra de Poeta de Chile País de Poetas (entrevistas a escritores de Latinoamérica) 2022 - Sembradores de las Artes, anima y organiza junto escritor Hollman Ba- rrero de Colombia, reconocimientos a escritores y artistas latinoamericanos Participa activamente en tertulias internacionales de escritores. 38

HILANDO PALABRAS Amanecer (Jotabé agudo) Es amanecer con bello fulgor es mi jardín prendido con fragor. Geranios y rosas florecerán vertientes mágicas las regarán impregnadas en tu piel quedarán bellos pajarillos le cantarán. Tus brazos encienden mi corazón siempre tu místico ser con razón. Quiero tus caricias sin amargor pétalos de flores perfumarán tus besos acunaré con tesón. 39

HILANDO PALABRAS Cuarentena en otoño Yacen las hojas cobrizas Con el vértigo inocente, queda el suelo tapizado deshojando los sueños con la brisa. Espero que pase la tormenta se denudan los miedos en silencio almas atribuladas con lo incierto el tiempo se detuvo. En nuestro destino están los senderos desandados son plegarias incansables, para que no ciegue más vidas. Nadie sabe que ha llegado el otoño los niños no corren sobre las hojas cobrizas, chasquidos de las hojas inertes. 40

HILANDO PALABRAS Esa mujer soy yo Esa mujer soy yo, la que canta en tu nido deshojando las tristezas de los rincones ignotos, en días cobrizos de otoño. Esa mujer soy yo la que arde los leños calentando la hoguera, en día de vientos agoreros en piadosos días de invierno. Esa mujer soy yo… la que desmaleza con mis manos sembrando almácigos de luz a tu alma, reverdeciendo tu tapiz en floridos días de primavera. Esa mujer soy yo, la que refresca tus dias trasegando con rocío de ternura 41

HILANDO PALABRAS los dias inclementes de caluroso infierno… Has partido (Jotabé agudo doble) Madre, tenerte fue mi bendición es amor tu melodiosa canción. Siempre con tus consejos surgiré el camino mejor encontraré de la mano de Dios avanzaré mi sendero con fe renovaré. Fuiste con mi vida bella mentor, este ser vibró siempre con amor. ¡OH, madre! me duele tu liberación, jamás tus recuerdos olvidaré tu falta, será siempre mi dolor. Con tristes sueños al amanecer 42

HILANDO PALABRAS son lágrimas por el acontecer. ¡Lo que sembró mi madre germinó! su cariño siempre predominó, respetarnos ella determinó con amor el hogar iluminó. Tu fortaleza fue la caridad, siempre tu bandera fue la bondad. Con esperanza será renacer aceptar lo que Dios determinó ¿El alma volará con libertad? Los niños de la guerra Da igual la noche que el día; solo destellos de misiles en una noche de niebla se va apagando a esperanza. Ya no corren tras la pelota 43

HILANDO PALABRAS corren por el sonido de metralla, segando vidas humanas entre escombros y bóvedas. Se va apagando la risa de niños que la guerra a mutilado solo llantos callados y puños apretados. El frio cala los huesos se doblan las rodillas orando por una paz que nunca llega incesante unamos nuestras manos. Los niños con su inocencia no entiende, que ya no es tierra de juegos, no hay escuela de nadie pero perciben el miedo de sus seres amados. 44

HILANDO PALABRAS María Luisa Cerutti Argentina 45

HILANDO PALABRAS Reside en Villa Bosch, Partido de Tres de Febrero, Provincia de Buenos Ai- res, Argentina. Egresada de la Carrera de Formación del Escritor en Tres de Febrero y la de Artes Visuales en San Martín. Escribe desde el año 2012 y desde entonces participa en antologías, talleres, seminarios y encuentros literarios. Obtuvo menciones en poesía. Es miembro de la Comisión Directiva de la SADE, Filial Tres de Febrero y del Taller Literario S/Z, coordinado por Patricia Pedernera. 46

HILANDO PALABRAS Trebejos La ciudad nos mira expectante con el solo objetivo de absorber lo que encuentra inmóvil sobre su superficie, por eso debemos movernos a gran velocidad, sin im- portar hacia donde. En ocasiones, un solo paso bastaría para no ser engullidos; en otras, debemos saltar estratégicamente como caballos desbocados por sobre las baldosas flojas que están bajo nuestros pies para que nuestros huesos no es- tallen sufrientes, como granadas, si cayéramos sobre ellas y antes que cientos de esquirlas lograran quedar dentro de nosotros para recordarnos su poder infinito. Continuamos... desplazándonos sin descanso, contando los pasos que nos lleva- rán a algún lugar seguro para ser arropados por una reina de cuentos de hadas. En esta urbe hambrienta, somos sobrevivientes de su irónica realidad. Esto, si lo- gramos atravesarla ya que demanda de nosotros mucha agilidad y astucia. Cuan- do nos pone como trampa una diagonal larga e infinita que suele terminar en una calle sin salida, chocamos contra el paredón que no estaba momentos antes y desaparecemos trasformados en ladrillos. Las gárgolas aprovechan la oscuridad para escapar de lo alto de las iglesias góticas y devorarnos, enojadas por la desa- parición de los poderosos reyes que lucían con orgullo su corona de cruz. A veces nos sentimos a salvo ante una calle recta, sin obstáculos a la vista, pero algún desconocido siempre nos corta el paso y quedamos indefensos y aturdidos. Con la esperanza de pasar inadvertidos nos encaramamos en torres de marfil y espiamos el asfalto que se pinta de blanco y negro para imitarnos y desorientar- nos. Para ella todo es un juego al que nos obliga a participar. Simples mortales, esperamos llegar a los límites de la ciudad y salvarnos de su insaciable voracidad, pero todos somos peones que no pueden escapar aunque más estrategias despleguemos. Cuando menos lo esperamos, el ganador nos introduce en una caja de madera lustrada con cerrojos imposibles de abrir. 47

HILANDO PALABRAS Escena En un rojo, rojo intenso, opaco y a la vez vibrante, el exuberante personaje prin- cipal se destaca. Lo alumbra un sol negro y húmedo como el oscuro interior de alguna nuez que, encerrada en la cápsula del tiempo, aguarda para ser devorada. Descubro al protagonista que me observa, que sigue mis movimientos, que es- tudia cada gesto, ademán o mueca. ¿Qué pretende? Su boca abierta y silenciosa aterra. Se aguardan alaridos espeluznantes, mas no se oye nada. El silencio y la expectativa me hacen sudar y mover en la butaca roja y negra, negra y roja. Duelo de miradas. Esconde los ojos bajo una máscara deshilachada que, por arte de magia apareció sobre él. “¡Cobarde!”, quiero gritarle, pero las palabras se dilu- yen en los recovecos retorcidos de mi cuerpo. Él sin ojos, yo sin boca. Un reflejo naranja se escabulle de mi cabello y se convierte en telón. Es entonces que el protagonista se trasmuta en actuante y gira y salta y atrapa al vuelo los su- tiles hilos. Los atrapa y teje y entre tejido y tejido suplica acción, pero el director se marchó hace rato, dejándolo a su libre albedrío. El utilero, que lo mira desde lo alto de la tramoya, derrama dos perlas amarillas que se deslizan hasta el rostro del artista. El comediante se deshace en tinta oscura mientras río a carcajadas por la ocurren- cia. La luz se apaga abruptamente. Sin saludo final baja el telón. Aplaudo de pie. 48

HILANDO PALABRAS Ocaso Tumbada en una cama despersonalizada, invadida por cientos de colores y olores humanos como los de ella, se sostiene de la sábana que la cubre despreocupa- damente. Duerme, pero no sueña. Habla, pero sin palabras. Mira, pero sin ojos. Por suerte, no descubrió su lenta metamorfosis en ameba, en cosa amorfa de ojos opacos y boca entreabierta. ¡Qué ironía macabra la suya! En sus pocos momentos de lucidez, cree que sigue siendo ESA MUJER, con mayús- culas y con todas las letras, por eso no entiende por qué la rodean rostros apesa- dumbrados con sonrisas forzadas llenas de desaliento e impotencia. El girar de las horas provoca un torbellino tan imperceptible, que todo, objetos y personas, se cubre de polvo espeso y gris que impide la circulación del aire fresco, luminoso, esperanzador… Contraída, en posición fetal, ya no distingue entre la mano cariñosa y la que la manipula sin ningún pudor. El sueño se ha desvanecido. Los fantasmas que rondaban por su cansado cerebro se esfumaron con ella. Todo se encuentra en demasiada calma. Calma de sepulcro y oscuridad absoluta. Deja de correr y caminar, ahora se desliza suavemente por un pasillo recto cuyo final es un muro rocoso donde se estrellará y, al hacerlo no quedará un solo ves- tigio de lo que fue. Se trasmutará en una mancha negruzca parecida al barniz tétrico que poco a poco la irá cubriendo y que pronto será podredumbre y des- composición. En la madrugada se evaporó esa vida tumultuosa que todo lo podía. Qué injustos e imperdonables son algunos ocasos. 49

HILANDO PALABRAS Ojalá existiese ese ser al que le pudiese reclamar el no cumplimiento de lo pacta- do: que la vida concluya, simplemente, con la muerte. Un túnel secreto No interrumpas el camino el tiempo es parte de lo des-conocido la aurora te encuentra siempre siempre allá a donde vayas donde tu cuerpo se deposite yacente entre marañas de lana y vestigios de polvo de estrellas moho moho incandescente se unirá a tus sienes a tu estatura de pequeño duende Maquiavelo la sin razón de todas las razones te exigirá excusas no no hay ninguna no hay túnel ni pasadizo intrincado que te detenga del otro lado el todo la nada 50


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