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Bicentenario de la Independencia del Ecuador

Published by Ermel Aguirre, 2023-02-28 14:06:32

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La Real Audiencia de Quito General Patricio Lloret Orellana



La Real Audiencia de Quito Introducción Apartir del segundo cuarto del siglo XVI, las ciudades se consti- tuyen en los ejes sobre los cuales nacen las audiencias en los territorios conquistados por España en el continente descu- bierto apenas tres décadas atrás. Quito fue fundada con ese propósito el 6 de diciembre de 1534. Organizado su cabildo, se determinó el territorio, se dieron las principales fundaciones de ciudades y villas, se organizaron y apoyaron a las empresas descubridoras y a las misioneras. Trece años después, 25 de julio de 1547, Francisco de Orellana funda Guayaquil, luego de un largo y complejo proceso de ubicación de la ciu- dad, y gracias al empeño de Francisco Pizarro, de fundar la urbe porteña en el fondo del golfo y frente a Puná. Cuenca se asienta en la antigua Tomebamba –lugar natal de Huay- nacapac, emperador inca-, el 12 de abril de 1557, ennoblecida desde el primer día por los anhelos de su fundador, el virrey don Andrés Hurtado de Mendoza, bajo la espada de Gil Ramírez Dávalos. Se unen a estas ciu- dades, San Pedro de Riobamba, San Gregorio de Portoviejo, San Miguel de Tulcán, San Vicente Martín de Latacunga, San Miguel de Ibarra. Todas ellas fueron construidas conforme a un modelo de “traza cas- tellana”; es decir, parque central a cuyo alrededor estaba una iglesia y la casa de los fundadores y moradores. La ciudad resolvía grandes proble- mas, al proporcionar seguridad, al ofrecer oportunidades y estimular la innovación; pero trae también formas de vida miserable y enfermedades. La creación de la audiencia El 29 de agosto de 1563, Felipe II rey de España firmó la cédula real que creaba la Audiencia de Quito. El territorio quedo definido, con de- talle; partiría términos o límites con la Audiencia de Panamá, con la de Nueva Granada y con la de Lima, dejando en su seno, por el norte, la ma- yor parte de la gobernación de Popayán y las poblaciones de Cali, Tima- ná, Almaguer, Trujillo o Iscance, Madrigal, Agreda y Pasto; en el centro la gobernación de Quito con las ciudades de Quito, Cuenca, Loja, Zamora, Jaén; San Miguel de Piura, Santiago de Guayaquil y Puerto Viejo; en el oriente la provincia de Quijos o la Canela, con Baeza, Archidona y Avila; y al sur la provincia de Yaguarzongo y Bracamoros, con las ciudades de Loyola, Santiago de las Montañas y Santa María de Nieva. Dentro de esta jurisdicción política quedaban involucradas la de dos diócesis, la de Quito y la de Popayán que, sumadas, cubrían un área ma- yor de territorio que el de la audiencia.1 En lo administrativo, con un pre- sidente, cuatro oidores, que también sean alcaldes del crimen, un fiscal, 1 Cevallos García, Gabriel. Obras Completas III. Historia del Ecuador. 1987. P. 171 53

Bicentenario de la Independencia del Ecuador un alguacil mayor, un teniente de gran chancilier; y los demás ministros y oficiales necesarios.2 El primer presidente de la Real Audiencia fue el licenciado don Her- nando de Santillán, que gobernó de 1564 a 1570. En 1717 se crea un virreinato en la Audiencia de Santa Fe de Bogotá. Al demarcarle jurisdicción, se engloban los dominios de Quito, con sus términos y todo lo que en ella se contiene. Se suprime la audiencia man- teniendo los límites territoriales de Quito y sus regiones propias, según el documento real. Tantas fueron las dificultades en que se vio envuelta la administración bogotana, que el rey ordenó la reerección de la audiencia, el 18 de febrero de 1720. El presidente recibió dos títulos y cargos adicio- nales: jefe de la milicia y gobernador. Su título pasó a ser el de presidente de la Real Audiencia, gobernador y capitán general. En 1739, la corona de España repone la sede virreinaticia de Santa Fe o Nueva Granada, con sede en Bogotá. Para lo cual, a los territorios de la audiencia de esa ciudad, une las audiencias de Panamá y de Quito. Al referirse a esta última, no da límites, como era de estilo, sino que emplea una fórmula, aunque vaga, muy decidora: los terrenos de la Audiencia de Quito ingresaran al virreinato de Santa Fe, como están. ¿Cómo estuvie- ron? La respuesta la da la cédula de reerección de la Audiencia de Quito, donde textualmente dice: que se vuelva a establecer según estaba antes, en la forma en que se ejecutó su primera erección.3 Posteriormente, hubo una real cédula de 1740, por la cual se pierde Piura. La intervención de Requena, el mapa de Fritz, el plan del obispado de Mainas en 1790, la cédula de 1802, que, hallada después de cincuenta años en Moyobamba, da paso a las pretensiones territoriales del Perú. La sociedad colonial Las poblaciones que se iban fundando en el Nuevo Mundo fueron un punto de partida inicial para un proceso de dominio ordenado del territo- rio. Se respaldaba en las enseñanzas aprendidas durante la reconquista de España al Islam y la conquista de Canarias, especialmente, en lo que concierne a la legislación urbanística. Ello explica las semejanzas que existen entre gran parte de las ciudades hispanoamericanas; entre otras: manzanas cuadrangulares, calles paralelas y perpendiculares, una plaza central en la cual estaba el cabildo, las casas reales y la iglesia matriz. Luego venían los solares que tenían la puerta principal de ingreso en las calles longitudinales y una puerta de servicio en las transversales. El urbanismo fue el recinto donde se realizó el mestizaje, y el mes- tizaje fue el hecho social que permitió la vida de las urbes.4 Asomaron 2 Aranda Ricardo. Colección, Tratados, Convenciones, Armisticios, Parte 1 3 Ibídem. 177 4 Cevallos. 129 54

La Real Audiencia de Quito los trabajadores de bienes suntuarios, los artesanos de la ciudad rica, los maestros de bellas artes acudieron a dar a las urbes un aspecto me- jor. Quito y Cuenca, entre otras, se convirtieron en centros de magnífica artesanía. Los libros de los cabildos reflejan el valor de esta actividad, cuya enseñanza estuvo en las manos de los maestros españoles, traídos por los franciscanos. Después vienen los templos, las casas municipales, los conventos, los monasterios, con el empleo de la piedra. Se crean los obrajes, fabricas de tejidos de lana, algodón y cabuya, así como también las que laboraban alpargatas, mechas, pólvora, sombreros, junto a los batanes, lugares situados a la vera de los ríos, con el fin de preparar la materia prima. La economía hispanoamericana aprovechó todas las en- señanzas del incario, sea en modos de trabajo, sea en relaciones de pa- trón a trabajador, sea en lo que era indispensable seguir conservando de la técnica y de los productos de la era cuzqueña.5 Antes de la fundación de la Real Audiencia, los cabildos repartieron los solares en la ciudad y las tierras del campo, respetando las reglas de equidad, de tal manera de no dar a persona alguna lo poseído por otro. Las normas evitaban la concentración de haciendas en pocas manos. La clase social más alta estaba conformada por una minoría de cau- dillos y conquistadores que de modo natural tuvieron que asumir el go- bierno de poblaciones que iban constituyéndose. Eran los primeros en repartirse los solares, y con sus casas formaron las calles centrales de las ciudades. Pronto fueron alcaldes. Algunos tenían títulos de nobleza y otros, eran hidalgos. La clase que seguía en importancia era la artesanal. Fueron la base de la población urbana con sus respectivas especialida- des: barberos, comerciantes, sastres, cirujanos, carpinteros, zapateros, etc.; es decir, todos aquellos que nos permiten salir de las necesidades cotidianas. Son, además, los que pagaban los impuestos. Luego asoman los mestizos, es decir, los hijos de español y de americano que pronto integrarían el grupo social ascendente. Fueron profesionales y ocuparon sitios respetables en la administración pública. A finales del siglo XVI empezaron a llegar desde España funcionarios para desempeñar altos cargos. Pertenecían a la nobleza o a la alta burguesía. Formaron una clase social que fue conocida con el nombre de chapetones que pasaron a controlar el comercio, la industria y la propiedad agraria. Los trabajos textiles realizados por la comunidad para beneficio de las cajas comunales se denominaron obrajes, cuyo apogeo se dio durante el siglo XVII, época en la cual los tejidos de lana y de algodón llegaron a exportarse, y ser apreciados en muchas ciudades de Europa. En su auge, se dice, que trabajaban hasta cien telares cada día. En poco tiempo, de lo comunitario, el proceso pasó a las manos de los poderosos. Las mitas nacieron por la falta de mano de obra para trabajar en las minas, lo que llevó a las autoridades a declarar el laboreo de metales 5 Ibídem. 137 55

Bicentenario de la Independencia del Ecuador como trabajo obligatorio, y el salario servía para el pago de impuestos a la corona. A su entorno nacían las villas y ciudades. Sitios mineros importantes en la Real Audiencia estaban ubicados al sur oriente de la audiencia: Zamora, Zaruma, Nabón. Contribuyeron en mucho a la eco- nomía nacional. A la llegada de los españoles muchos indígenas que quisieron vivir en libertad, remontándose a las alturas, fueron obligados a estar unidos en lugares que dieron en llamarse reducciones, que no eran otra cosa que pueblos fundados con exclusividad para los primitivos habitantes del cam- po, en los cuales no faltaba un clérigo o un fraile. Estaban regidas por un cabildo rural y alcaldes rurales. Los obrajes se instituyeron como trabajos comunales de las reducciones, que aunque pensados para beneficio de las cajas comunales, terminaban en mano de los encomenderos. Las mitas re- sultaron un invento de tipo mixto, nacido al contacto del ejemplo incásico, de la ausencia de la mano de obra para las minas y del deseo dominante de solucionar un problema sea como fuere. Dicho, en otros términos, las ricas minas halladas en el Perú determinaron crear una forma social de trabajo obligatorio y forzado, peculiar al medio y a los antecedentes.6 La autoridad española buscaba acrecentar rentas para el gobierno, y no dudó en hacer extensivo al Nuevo Mundo el impuesto de la alcabala, que consistía en un porcentaje que se cobraba al comerciante por el he- cho de comerciar. Este cobro dio paso a un levantamiento popular, apo- yado por el cabildo, conocido como la revolución de las alcabalas. Fue de los primeros movimientos ocurridos en Quito, así como el de los estancos fue el último, antes de la emancipación política. Las órdenes religiosas La corona impuso condiciones a los conquistadores del Nuevo Mun- do. Tenían la obligación de llevar consigo a los hombres de ley, habilita- dos para establecer el ordenamiento civil, y los religiosos para predicar la doctrina cristiana. La Santa Sede concedió derechos de patronato; es decir, la iglesia dependía de los monarcas. Entre lo social y lo religioso no se puede establecer independencia, porque en realidad, durante los siglos XVI, XVII y XVIII no la hubo.7 Los religiosos anduvieron con los conquistadores, en calidad de con- sejeros y de represión moral, cuando ésta era necesaria. Fueron perso- najes importantes en los momentos cruciales de la historia. Se destacan fray Jodoco Ricke y fray Gaspar de Carvajal. La primera iglesia fue la matriz, ubicada en la plaza mayor de Quito. La primera diócesis fue la del Perú, con sede en el Cuzco; posterior- mente, la Corte acordó dividirla en tres obispados: Cuzco, Lima y Quito. 6 Cevallos. 195 7 Ibídem. 144 56

La Real Audiencia de Quito Cevallos García manifiesta que, la fundación del obispado de Quito, fue de suma importancia para nuestra historia, porque al mismo tiempo que eleva de categoría a Quito, poniéndola a la altura de Méjico y de Lima, di- seña el territorio de manera coincidente con la jurisdicción de San Fran- cisco de Quito, extendida, por actos de descubrimiento y por la fundación de urbes y cabildos. “Y ello en virtud de que la llamada región del Quito formaba una entidad geográfica y una entidad sociológica fácilmente di- ferenciables de otras”.8 Desde esta fecha, hasta la llegada de Francisco Requena al obispado de Maynas, las misiones de la región oriental, en ambas márgenes del rio Marañón, fueron atendidas y mantenidas por la diócesis de Quito. Fundaron misiones que cubrieron la región de Canelos. Los mercedarios evangelizaron en Jaén y luego subieron al Putumayo. Mainas estuvo en manos de los jesuitas hasta la fecha de su expulsión. Una real orden emanada de la corte borbónica de España, el 20 de agosto de 1767, según la cual, los hijos de San Ignacio de Loyola debían evacuar del Nuevo Mundo, de todas las posiciones españolas y aún de la misma Península, era leída por el presidente de la audiencia en el Colegio Máximo de Quito. La lucha teológica entre jesuitas y jansenistas9 asumió pronto las dimensiones de lucha ideológica y de querellas personales. Los bienes personales de los jesuitas fueron confiscados y distribui- dos, mientras ellos partían a Europa, sin saber a que país irían. El puerto de partida, en el caso de la audiencia, fue Guayaquil, a donde acudieron desde Cuenca y Loja, 189 clérigos entre sacerdotes, aspirantes al sacer- docio y hermanos legos. Los invalorables bienes artísticos fueron inven- tariados por el gobierno, para destinarlos a nuevos servicios públicos. La expulsión de los jesuitas afectó con mayor intensidad a la ense- ñanza media y superior que se venía dando en las ciudades, y a las mi- siones en el Amazonas, especialmente de Mainas, “a cuya erección tanto contribuyó el resentido Requena, geógrafo e ingeniero de calidad, pero hombre rencoroso y dominado por pasiones bajas”.10 La presencia de la iglesia contribuyó de manera incomparable a la rehabilitación de quienes pasaron a conformar la parte desvalida de la sociedad. En los diferentes concilios que se llevaron a efecto, con la pre- sencia de los obispados, se dictaron doctrinas orientadas a convencer a la sociedad, que el americano primitivo es sustancialmente igual al espa- ñol asentado en América, que debe ser defendido jurídicamente, y que su esfuerzo en el trabajo sea mirado como persona humana respetando sus derechos morales a los cuales es acreedor. Para alcanzar esos objetivos, se valieron de la excomunión, de la privación de servicios religiosos, de 8 Cevallos, 149 9 El jansenismo fue un movimiento religioso iniciado por el teólogo y obispo Cornelius Jansen (1585-1638), que gozó de cierta popularidad en Europa durante los siglos XVII y posteriores, y que fue condenado como herético por la Iglesia Católica debido a sus tesis sobre la salvación, que en último término negaban el concurso de la libertad humana. 10 Cevallos. Pág. 271 57

Bicentenario de la Independencia del Ecuador la inasistencia religiosa en caso de muerte, para las autoridades civiles que abusaban de sus cargos. Posiblemente, sin la actividad del clero, los atropellos hubiesen sido peores y sus consecuencias mayores. La difícil topografía del territorio de la Real Audiencia, especialmente, su corredor central y oriental, ponía en serias dificultades a los sacer- dotes para visitar las ciudades y ejercer su misión pastoral. Resultaba necesario solicitar de la corona la fundación de un nuevo obispado, lo cual fue atendido por el Consejo de Indias y Carlos III resolvió su erec- ción, previo a los informes del arzobispo de Lima, del Cabildo eclesiástico de Quito, de los virreyes del Perú y Nueva Granada y del presidente de la Real Audiencia, disponiendo que este nuevo obispado tenga su sede en Cuenca. El consentimiento de la Santa Sede se publicó el 6 de enero de 1769. Tan importante acontecimiento ocurrido dentro de la goberna- ción del alférez don Josep Antonio Vallejo, tiene lugar en la ciudad de Aranjuez España, el 13 de junio de 1779, mediante Cédula Real, la que se recibe en Cuenca en las postrimerías de enero del año siguiente.11 En virtud de lo determinado por el Real Consejo de Indias, la nueva diócesis debía comprender los territorios de Cuenca, Loja, Guayaquil, Zaruma, Portoviejo y Alausí, y fue erigida en sede episcopal, sufragánea del Me- tropolitano de Lima. Francisco Requena propuso que al nuevo obispado se le incorporaran también los territorios de las misiones de Mainas y el Marañón; pero, finalmente, se resolvió que continuaran dependiendo de Quito. La ciudad de Cuenca, cabeza del obispado, contaba entonces con veinte mil habitantes, y tenía tres parroquias además de la principal, San Blas, San Sebastián y San Roque; había dos monasterios de religiosas, cuatro conventos de frailes y un hospital.12 Los jesuitas fundaron el Colegio de San Jerónimo orientado hacia la formación de los sacerdotes, en el año de 1590. Luego se extendieron por toda la audiencia haciendo gala de su disciplina y de sus profesores. En la enseñanza superior se creó la Universidad Gregoriana en 1622. Los dominicos lograron fundar la Universidad de Santo Tomás en 1686, que perduraría luego de la expulsión de los jesuitas.13 La Misión Geodésica Francesa Luis XV de Francia y Felipe V de España auspiciaron y apoyaron las operaciones realizadas por la misión en los territorios de la Audiencia de Quito. La misión estuvo integrada por Charles Marie de la Condamine, Louis Godín, Pierre Bouguer, más siete ayudantes franceses y los espa- ñoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Godín, en su condición de académi- 11 Lloret Bastidas, Antonio. Biografía de Cuenca. Tomo II. Abril 2015. Pág. 466 12 González Suárez, Federico. Historia General de la República. Biblioteca virtual Miguel de Cer- vantes. www cervantes virtual. com 13 Cevallos. 233 58

La Real Audiencia de Quito co más antiguo, fue el jefe de la expedición. Era un experto en observa- ciones astronómicas. Bouguer fue un ingeniero hidrógrafo, precursor de las teorías de la isostasia,14 y de La Condamine, hombre notable por sus conocimientos, era naturista, matemático y geógrafo. La misión llegó a Cartagena de Indias el 9 de julio de 1735 y par- tieron a la Audiencia de Quito, llegando a su capital el 29 de mayo de 1736. La Condamine se incorporaba desde Esmeraldas, el 4 de junio, y Bouguer desde Guayaquil, pasando por Guaranda, el 10 de junio. Pedro Vicente Maldonado acompañó a La Condamine en sus observaciones y mediciones. Fue su mejor amigo, al mismo que ayudó a la publicación de su mapa de la Audiencia de Quito, en Francia, en 1746, y apoyó su nom- bramiento como miembro correspondiente de la Academia de París. El mapa apareció dos años después de la muerte de Maldonado. A pesar del énfasis puesto en el conocimiento técnico en proporción con las normas ilustradas, el mapa de Maldonado solo incluye las zonas bien conocidas de la audiencia, es decir, el litoral y la sierra andina, terminando, por lo tanto, en las faldas orientales de la cordillera.15 Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron nombrados por el rey de Espa- ña Felipe V para supervigilar el trabajo de la misión y darle cuentas de ella. También vinieron en la misión el botánico Joseph de Jussieu y el ci- rujano Senierges, asesinado en Cuenca luego de una aventura amorosa. La expedición estuvo nueve años en diferentes provincias de la Real Audiencia, haciendo frente a las condiciones climáticas difíciles, a la re- petitiva destrucción de las señales por parte de los indígenas, y a la falta de vías de comunicación para llegar con provisiones. La misión impuesta a la expedición era la de medir el arco formado por un grado de meridiano a 66 grados de latitud de diferencia. Para ello, debían reconocer los vértices de triangulación, medir una o varias bases, medir los ángulos azimutales y señalar la altitud de las estaciones.16 Por su parte, las operaciones astronómicas estaban orientadas a medir las latitudes de las dos extremidades del arco y la de un azimut.17 Se esta- blecieron dos cadenas de triángulos que corresponden, cada cual, a uno de los arcos medidos; el uno por Godín y Juan y el otro por Bouguer, La Condamine y Ulloa. Se montaron dos bases de triangulación: la norte ubicada en Yaruquí, y al sur, las bases de Tarqui y Cuenca. La compa- ración de los resultados obtenidos en la Audiencia de Quito con los de Laponia18 consagró el triunfo de la teoría de Newton. Voltaire diría: “Han confirmado en lugares lejanos y aburridos, lo que Newton descubrió sin salir de casa”.19 14 Término utilizado en geología para referirse al estado de equilibrio gravitacional. 15 Ernesto Capello. Revista iberoamericana de Filosofía, Política y de Humanidades,Pág. 156 16 Ecuador y Francia: diálogos científicos y políticos (1735-2013). Flacso, sede Ecuador. 17 Chiriboga. Op. Cit 18 Región ubicada en el Ártico, en la parte más septentrional de Finlandia 19 Ecuador y Francia. 59

Bicentenario de la Independencia del Ecuador En 1748 se publican los resultados científicos de la medición, en “Observaciones Astronómicas y Phisicas hechas en los Reinos del Perú”. Los académicos convivieron con la alta sociedad y con círculos restringi- dos de gente interesada en la ciencia. Hay que hacer una advertencia, esencialísima, dice Cevallos García, sobre el criterio con que tales escritos fueron redactados: “el espíritu ra- cionalista de los científicos de la predicha centuria (siglo XVIII) era muy propenso a generalizar”. El siglo XVIII termina con la visita de Humboldt, el científico más completo y múltiple que haya visitado América. “La arquitectura de los edificios públicos y privados, los elegantes vestuarios de las mujeres, el ambiente de la alta sociedad: todos atestiguan una extremada sofistica- ción social que representa un extraordinario contraste con la desnudez, ignorancia y tosquedad de la población.”20 Su bicentenario fue conmemorado con entusiasmo en todo el país y fue organizado por el Comité France Amerique.21 Se declararon monu- mentos nacionales a las pirámides de Caraburo, Oyambaro y Tarqui, así como las placas inscritas por los geodésicos, existentes en Quito y Cuen- ca. Se inaugura el monumento en la mitad del mundo y se descubren placas conmemorativas en el monumento a Maldonado en Riobamba, en la pirámide de Tarqui en Cuenca y en la Municipalidad en Manta. Los informes de Jorge Juan y Antonio de Ulloa Jorge Juan de Santacilia nacido el 5 de enero de 1713, en la villa de Novelda, Alicante, España, y Antonio de Ulloa, oriundo de Sevilla, naci- do el 12 de enero de 1716, ingresaron a la Real Compañía de Caballeros Guardia Marinas en Cádiz, en la etapa más brillante de las expedicio- nes científicas de la Ilustración. Formaron parte de la expedición hispa- no-francesa (1735-1746). A finales del año de 1746, los dos oficiales fueron llamados por el secretario de Marina de la Corona, marqués de la Ensenada, para que presenten un detallado informe sobre lo que habían conocido en el trans- curso de su misión. Se quería evaluar el estado militar, administrativo y eclesiástico en ultramar, a fin de garantizar la defensa de sus posesiones y asegurar los recursos necesarios para recuperar su poder y prestigio en el continente europeo. El informe, con carácter de reservado, fue redactado en 1747 y ori- ginalmente se imprimieron sólo seis copias para ser entregadas al rey y a sus más cercanos colaboradores. El texto se conoció en Londres, en 1826 cuando David Barry lo publicó con el título de “Noticias Secretas de América sobre el estado naval, militar y político de los reinos de Perú 20 Reid, Michael. El Continente Olvidado. Nueva España. Ensayo publicado en 1811. 21 Chiriboga, Ángel Isaac. Las misiones científicas francesas en el Ecuador. 1936. 60

La Real Audiencia de Quito y Provincias de Quito, costas de Nueva Granada y Chile. Gobierno y ré- gimen particular de los pueblos de indios. Cruel opresión y extorsión de sus corregidores y curas: abusos escandalosos introducidos entre estos habitantes por los misioneros. Causas de su origen y motivos de su con- tinuación por espacio de tres siglos.” El título, por si mismo, lo dice todo. El resultado fue más allá del diagnostico, fue una denuncia de los abusos de las autoridades, la rela- jación de la vida militar, los fraudes, la disipada vida de los religiosos, la explotación de los indios. En el primer tomo se describe el funcionamiento de las instituciones gubernamentales de la corona en América, con énfasis en las fuerzas terrestres y marítimas, el estado de las plazas y sus guarniciones, de los arsenales y marinería. Guayaquil, por ejemplo, fue objeto de un minu- cioso trabajo investigativo, al ser uno de los más importantes puertos del Pacífico, en donde, se fabricaban y carenaban todos los navíos que nave- gaban en el mar del Sur, y por el crecido comercio de madera y cacao. Se podía fabricar, para guerra o para comercio, cuantos barcos quisieran. La importancia de Guayaquil es relievada por Jorge Juan, y le lleva a recomendar se nombre un gobernador militar, de la marina, y que fuese “de conducta y experiencia acreditada” para defender la ciudad, espe- cialmente, en sus avenidas de aproximación: estero salado, el brazo de Santay y el río.22 En el segundo tomo se describe el ámbito civil y sus impresiones respecto de la infraestructura en las ciudades y aldeas; la composición social y racial de la población; las autoridades, los corregidores y sus formas de mando; y, con especial atención, los asuntos eclesiásticos y la situación de los indígenas. En sus apuntes destacan el trato inhumano que recibían los indios por parte de corregidores, curas y hacendados en los pueblos, en las fábricas, en las minas. Las causas de estos hechos fueron adjudicadas, entre otras, a la distancia de los países respecto de la corona, la falta de comunicación oficial y mercantil con España, intereses privados, incum- plimiento de las normas judiciales, extorsiones de los curas y corrupción generalizada. Respecto a la posibilidad de que los indios puedan acceder al sacer- docio, el informe sugiere que incluso sería bien visto que asciendan a las distintas dignidades eclesiásticas. Esto bastaría -dice Juan- para conte- ner los desordenes de los demás curas, y para que enseñasen a los indios con la formalidad y cuidado que se requiere. En el campo de la salud, destaca la mala providencia de hospitales, pues, aunque todos los lugares grandes como ciudades, villas y asientos tienen fundación de ellos y estos son de patronato real, solo permanecen sus nombres. 22 Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Noticias Secretas de América. Parte II. Londres. 1826 61

Bicentenario de la Independencia del Ecuador En Quito, donde siendo siete las fundaciones de hospitales, solo exis- te uno que es de la capital, y de los restantes no han quedado vestigios. Convendría -dice Juan- que se estableciera en cada pueblo una casa a donde a lo menos tuviesen el abrigo y alimento necesario; que en las ha- ciendas se debería obligar a sus dueños, a que tuviesen un lugar acomo- dado, capaz y con buenas camas para aliviar a los enfermos de la hacien- da. Que debería haber una enfermería con separación de sala para las mujeres y los hombres. En todos estos casos, debería ser función de los protectores de los corregimientos que visitasen al menos una vez al año todos los hospitales y casas de asilo sin excepción. Lo anterior tendría un tributo anual para los indios, que permita mantener el sistema. Sugiere también que cada botija de aguardiente de uvas pague un real de derecho de aduana, lo cual no sería oneroso y permitiría mantener los hospitales. Igual procedimiento podría hacerse para cada fardo de ropa que saliese de Quito y otro a cada fardo de ropa de Castilla, para beneficio de los hos- pitales. Igual arbitrio debe recaer sobre los aguardientes que se fabrican con el jugo de caña, para lo cual habría que levantar la prohibición de su consumo y con la utilidad que de ella tienen los gobernadores recayese lícitamente en los hospitales. Manifiesta que, todos estos impuestos se pongan bajo el cuidado de los padres de la Compañía de Jesús. Además, que todo lo asignado a los hospitales no entre en las cajas reales, ni in- tervengan los oficiales de la Real Hacienda; solo el protector fiscal hará de oficio para dar razón al Consejo de Indias. Con ello se evitaría que dichos fondos se empleen en otras cosas ajenas a la salud. La sugerencia está acompañada de procedimientos y reglas que permutan la funcionalidad de los hospitales.23 En lo concerniente al abuso permanente de los curas en sus respec- tivas comunidades sugiere que estos vivan menos pensionados, y que no siéndoles tan pesado el vasallaje a los reyes de España, se les haga el gobierno menos aborrecible, que viendo en los curas desinterés, y ani- mados solamente del celo por la salvación de su alma, sea para ellos más respetable la religión, y que la abrasen con amor, poniendo más atención en la veneración y comprensión de sus misterios, y más cuidado en guar- dar sus preceptos; y, últimamente, que estando menos pensionados les sea mucho más fácil el pagar los tributos con puntualidad, y que puedan soportar cualquiera otra pequeña contribución que la necesidad y la oca- sión precisare a imponerles, y en conclusión de ello se debe esperar que resulte el servicio de Dios, beneficio al rey y a la justicia, y utilidad a los indios en librarlos de las pensiones injustas a que los tiene reducidos la codicia. En los lugares alejados del centro de la Real Audiencia, como es el caso de Maynas, se sugiere que debe haber fuerzas donde hay misiones, para que su visita infunda temor en los indios y otorgue autoridad a los 23 Ibídem. 145 62

La Real Audiencia de Quito misioneros. Además, recomienda nombrar gobernadores que deberían informar una vez cada año directamente a su majestad sobre el estado de las misiones, para que los ministros se enterasen en el adelantamien- to que tuviesen y que se cumplan las órdenes dadas. Convendría que se obligase a la Compañía de Jesús a que todos los sujetos que no fuesen aptos para emplearse en las misiones, que los hubiesen de volver a Espa- ña a su costa, y llevar otros en su lugar sin que recibieren auxilio alguno del real erario para el transporte de este reemplazo, y con eso se evitaría a que muchos de ellos que luego que llegan a las Indias dejan la sotana y quedan de seglares. En base al informe, Carlos III emite reformas en los diferentes esta- mentos de la administración pública. Entre otras: se inaugura el régimen de intendencias en provincias, lo que suponía el reemplazo de funciona- rios criollos por peninsulares; en la economía se dispuso la aplicación de estímulos que favorecieran a la agricultura y la minería; se reestructura el sistema tributario a fin de elevar considerablemente la recaudación pública; en materia eclesiástica, se eliminó toda objeción con la expul- sión de la Compañía de Jesús; y, en el ámbito militar, las antiguas mili- cias fueron reemplazadas por ejércitos profesionales. La presencia de Francisco Requena Francisco Policarpo Manuel Requena y Herrera, nació en Mazalquivir, Orán,24 el 26 de enero de 1743. Es ascendido al grado de subteniente con el título de ingeniero delineador. En 1770 pasa al Mar del Sur en funciones de cartógrafo para elaborar los planos de Guayaquil y fortificar el puerto. En esta ciudad contrajo matrimonio con María Luisa Santisteban, hija de un alférez real. Durante seis años realizó con toda clase de detalles la mejor “Descripción histórica y geográfica” de cuantas existen sobre el Gua- yaquil colonial, aprovechando las mediciones efectuadas por los miembros de la Misión Geodésica Francesa.25 A mediados de 1774 fue destinado a Cuenca con el fin de formar proyectos de edificios reales. En esta ciudad ascendió al grado de capitán. Entre 1775 y 1779, intervino en la división del obispado de Quito, y más tarde se le ordenó el levantamiento de los ma- pas del distrito de la Audiencia de Quito. En su intermedio, 1777, presentó el informe de los caminos de Papallacta al Napo y de Baños al Pastaza. Las riquezas de la Audiencia de Quito empiezan desde Barbacoas, que es el territorio mas septentrional y occidental de ella señalan las “Noticias Secretas de América”. Éstas se componen todo de minerales de oro, cuyo metal es el que da ocupación a sus habitantes, porque a él se reduce todo el comercio del país, y el que tienen con él los forasteros. En Loja, que es la última jurisdicción de Quito en su parte austral, hay 24 Puerto situado al noreste de Argelia, posesión española en el norte de África 25 Real Academia de la Historia del Gobierno de España. Ministerio de Ciencia e Innovación. 63

Bicentenario de la Independencia del Ecuador asientos de minas de oro, cuya cabeza es la villa de Zaruma. En Jaén de Bracamoros, a la entrada del rio Marañón también existen minerales de alta calidad. En Alausí, perteneciente al corregimiento de Cuenca existe minas de plata y también en Riobamba. Macas en tiempos pasados fue uno de los gobiernos más ricos de oro, de allí el nombre de Sevilla de Oro. De la cascarilla se habla que su producción se encuentra en las monta- ñas de Loja, y especialmente en la jurisdicción de Cuenca. En Macas se cría la canela, de donde nace su nombre Canelos.26 El 22 de octubre de 1778, Requena fue nombrado comisario de la co- misión de deslinde de las fronteras hispanoportuguesas en el Marañón y gobernador interino de Maynas el 10 de marzo de 1779. Se pretendía hacer efectiva la alineación establecida en el Tratado de Límites de San Idelfonso entre España y Portugal, de 1 de octubre de 1777. Luego de un durísimo viaje al Marañón, se posesiona de su cargo. Llegó a la tierra de los omaguas, población donde había un gobierno militar nombrado por el rey. Organizó la IV Partida de Límites a fin de tomar posesión de varias poblaciones y villas pertenecientes a España. Ante las dificultades decidió trasladarse a suelo portugués en su empeño de recuperar la fortaleza de Tabatinga. Y en esta ciudad va a vivir durante diez años. Envió varios informes al pre- sidente de la Audiencia de Quito, José García de León y Pizarro, sobre la situación de los pueblos de Maynas y la necesidad de crear un obispado en Omagua o en Borja y la urgencia de abrir un camino entre Cuenca y Borja que sirviera para el traslado de las tropas y como nexo de unión entre la región de Maynas y el obispado de Cuenca, al que pertenecía. Al no recibir respuestas desde Quito y desde España, decide regresar a Maynas, el 10 de septiembre de 1791, y se instala en Jeveros, donde pone en práctica un plan enfocado a mejorar la vida de los indígenas y de las misiones franciscanas de Ocopa, para extender la evangelización por el Marañón y el alto Ucayali. El acercamiento a los jesuitas y los des- cubrimientos geográficos de estos, para abrir una nueva vía de penetra- ción hasta Lima, le llevan a Requena a exponer a la corona española que Maynas debería ser incorporada en adelante a Lima, por ser más fácil comunicarse con esta ciudad que con Quito o Santa Fe. En 1790, con- cluyó los trabajos de la expedición de límites, iniciada diez años antes. En 1794 recibió una orden real mediante la cual le disponían la entrega de la gobernación y su regreso a España. Ese mismo año publica el mapa geográfico de la mayor parte de América Meridional, en el que se contie- ne la divisoria entre los dominios de España y Portugal, y es nombrado miembro de la Sociedad de Amantes del País de Lima. Cedió cuanto pudo ante la terquedad de los portugueses. Su informe al rey de España devino en la anexión de Mainas al virreinato del Perú. El 8 de octubre de 1802 fue ascendido al grado de mariscal de campo, en 26 Noticias Secretas de América, presentadas en informe secreto a Fernando VI, por Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Tenientes Generales de la Real Armada. Parte II. Londres. 1826 64

La Real Audiencia de Quito España. En Cádiz, fue nombrado consejero de Estado, por las Cortes de 1812, y allí permaneció hasta su traslado con el gobierno, a la Corte de Madrid, donde en septiembre de 1814 fue nombrado caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y decano del Consejo de Indias, cargo que ejerció durante los años, que van de 1816 a 1820. Falleció el 1 de enero de 1824, en la ciudad de Madrid.27 De la lucha por la delimitación de límites en la amazonía quedan do- cumentos como el famoso mapa del Amazonas, su hoya y sus adyacentes, trazado por el padre jesuita Samuel Fritz, que ha servido de base para todos los posteriores de la región amazónica. Cevallos García manifiesta, que fue el primer mapa verdadero del Amazonas, levantado contra un mar de fabulosas o inexactas cartas, trazadas unas por frivolidad de los lectores de crónicas, otras por el celo de misioneros empíricos en proble- mas geodésicos y geográficos, algunas por religiosos que eran eminentes geógrafos pero no dispusieron de instrumentos y materiales adecuados para su labor. Humbolt, La Condamine, Maldonado, el padre Velasco aprovecharon de la obra del padre Fritz.28 La figura de Requena jugó un papel importantisimo en la America del Sur. Su misión fue la de informar al gobierno de Madrid de la enorme problemática existente despues de la expulsión de los jesuitas; organizar la vida en aquellos territorios, y, al mismo tiempo, tratar de poner fin, en lo posible, a la agria situación de límites que había entre España y Por- tugal, mediante el cumplimiento del Tratado de San Idelfonso. La histo- riografía actual reconoce que a Requena se debe la incorporación al Perú, desde 1802, de toda la alta Amazonía. En Requena -escribe Porras Barrenechea- se funden las más nobles esencias del colonizador español a través de las épocas: coraje y resis- tencia física del conquistador, fe y abnegación del misionero, filantropía y celo del funcionario ilustrado del siglo XVIII.29 Cédula de Erección del Obispado de Mainas Los informes remitidos al rey por Francisco Requena, constituyen los puntos de partida para la expedición de la Cédula Real del 15 de julio de 1802, mediante la cual se agrega al virreinato del Perú el Gobierno y Comandancia General de Mainas, incluidos los pueblos del Gobierno de Quijos, excepto Papallacta. También se incluyen los pueblos de Lamas y Moyobamba, extendiendose la Comandancia General, por el rio Mara- ñon, por sus márgenes septentrional y meridional hasta los puntos en los cuales los rios dejan de ser navegables. Pueblos y misiones pasan a depender del Arzobipado de Lima. 27 Francisco Requena: La expedición de límites. Amazonía. 1779-1795. Wikipedia 28 Cevallos. 179 29 Real Academia de la Historia. Gobierno de España. Ministerio de Ciencia e Innovación. 65

Bicentenario de la Independencia del Ecuador Desde el punto de vista eclesiástico, no cabe discusión acerca de su carácter, de allí que, el fiscal del Virreinato de Lima la denomina “Cédula de Erección del Nuevo Obispado de Mainas.” La Cédula de 1802 segre- gó de la jurisdicción de Quito, dos ramas: la militar y la misionera. “Los Obispos de Quito nunca han pasado del pueblo de Papallacta a ocho leguas al oriente de aquella capital -dice Requena- porque de allí empie- za el tránsito de a pie para llegar al Napo y al Marañón. Los de Popayán nunca vieron por si las misiones de Sucumbíos situadas a las orillas del Putumayo y Vapurá; que los de Trujillo jamás han llegado al pueblo de Santiago colocado a la entrada del Pongo de Manseriche. Lo mismo se puede decir del arzobispo de Lima y de los obispos de Cuenca, Guamanga y Cuzco que mal las pueden gobernar, pues tienen que vencer los estor- bos casi inexpugnables que ha puesto la naturaleza”.30 Dificilmente, autoridades como las citadas por Requena podían llegar a la Comandancia General de Mainas; sin embargo, apoyaron permanen- temente la formidable obra evangelizadora y civilizadora de los jesuítas en dicha comandancia. La falta de autoridad eclesiastica determinó que el gobernador de dicha jurisdicción invitara a los miembros de la Com- pañía de Jesús, establecidos en Quito, se hicieran cargo de las misiones. Entraron a la ciudad de Borja, el 6 de febrero de 1638, sufragando los gastos que eran necesarios para la entrada y salida de los misioneros. En 1641, el centro de actividades misioneras eran Ucayali y Guallaga desde donde se fundaron varias poblaciones. A finales del siglo XVII, los jesui- tas realizaban su misión pastoral a lo largo de los rios Pastaza, Napo, Curaray, Aguarico y Putumayo. El conde de Aranda, ministro de Carlos III, ordenó la expulsión de los jesuitas, de los dominios hispánicos, el 2 de abril de 1767. Su expulsión, posiblemente, determinó el abandono con el cual se encontró Requena, al ocupar el cargo de gobernador de Mainas. Apoyado en los informes de Requena, el rey manifiesta:31 “(…) He resuelto, se tenga por segregado del Virreynato de Santa Fé y de la Pro- vincia de Quito, y agregado a ese Virreynato el Gobierno y Comandan- cia General de Maynas, con los pueblos del Gobierno de Quijos, excepto Papallacta, por estar todos ellos a las orillas del rio Napo.(…) debiendo quedar también a la misma Comandancia General, los pueblos de Lamas y Moyobamba, para confrontar en lo posible, la jurisdicción eclesiástica y militar de aquellos territorios.”32 La cédula real de 1802 segrega jurisdicciones en beneficio del obispa- do de Mainas, recomendadas por Requena, y la Audiencia de Quito se ve cercenada no solamente de territorios, sino límites, dejándola desguarne- cida en beneficio de un obispado que jamás llegó a existir. 30 Aranda. 219 31 Real Cédula de I8 de julio de 1802. Aranda 223 32 Ibídem. Aranda 228 66

La Real Audiencia de Quito La segregación de Guayaquil del Virreinato de Santa Fe. En 1803, mediante una Real Orden, se segrega de Santa Fé el Gobier- no de Guayaquil: “Entre otras cosas que ha consultado a su Magestad la Junta de Fortificaciones de América, sobre la defensa de la ciudad y Puerto de Guayaquil, a propuesto que a fin de que ésta tenga con ahorro del Real Erario toda la solidez que conviene, debe depender el Gobierno de Guayaquil del Virrey de Lima, y no del de Santa Fé, pues éste no puede darle como aquel en los casos necesarios los precisos auxilios, siendo el de Lima, por la facilidad y brevedad con que puede ejecutarlo, quien le ha de enviar los socorros de tropas, dinero, pertrechos de armas y demás efectos, de que carece aquel territorio, y por consiguiente se halla en el caso de vigilar mejor y con mas motivo que el de Santa Fé, la justa inver- sión de los caudales que remita y gastos que se hagan, á que se agrega que el Virrey de Lima puede según las ocurrencias servirse con oportuni- dad para la defensa del Perú, especialmente de su capital, de las maderas y demás producciones de Guayaquil, lo que no puede verificar el Virrey de Santa Fé.”33 La Real Orden dio paso a que el virrey del Perú se extralimitara en sus atribuciones, las mismas que fueron reclamadas por el presidente de la Real Audiencia de Quito y conocidas por el rey, quien entre sus consideraciones manifiesta: “Y haciendo expresión de la diferencia muy notable que hay en las costas curiales de esa ciudad con las de Quito distante solo ochenta leguas de Guayaquil, concluyó el Ayuntamiento suplicando me digne mandar agregar aquella provincia á la Presidencia de Quito como estaba antes, á lo menos en lo contencioso cuya instancia la repitió y recomendó mi real Audiencia de Quito.(…) Y para que esta mi Real determinación tenga su mas puntual cumplimiento, he resuelto preveniros, como por la presente mi Real Cédula os prevengo, dispongáis inmediatamente la reposición de la ciudad de Guayaquil y su provincia al ser y estado en que se hallaba antes de acordar en el año de 1810.”34 Para Tobar Donoso y Luna Tobar, la Cédula de 1802 y la Real Orden relativa a Guayaquil tienen similitud completa: Ambas ponen el gobierno de una provincia menor bajo la dependencia de un superior distinto del normal y para los solos efectos que la disposición real respectiva consi- dera.35 Las divisiones administrativas heredadas de la Colonia española, que creó audiencias, virreinatos y capitanías, a las cuales agregó y se- gregó sin la precisión cartográfica necesaria, produjeron conflictos en la mayor parte de los países latinoamericanos, entre ellos Ecuador y Perú, cuya primera guerra ocurrió luego de casi un siglo de mutuos reclamos territoriales. Se creó una jurisprudencia que no devenía con claridad de 33 Aranda, Ricardo. Colección, Tratados, Convenciones, Armisticios. Parte I. Página 16 34 Aranda. 245 35 Gallardo. 144 67

Bicentenario de la Independencia del Ecuador las leyes coloniales; es decir, no se distinguía entre reales cédulas de demarcación definitiva, de las ordenes reales que solo separan de un virreinato o capitanía general, el gobierno político, la administración, la defensa militar. Es decir, que el rey de España unía provincias con unión real y otras solo con unión personal. La cédula Real de 1802 ha sido motivo de un profundo análisis his- tórico jurídico por parte de notables jurisconsultos e historiadores nacio- nales y extranjeros. (…) muchísimos documentos comprueban que des- pués de la cédula, las autoridades de Quito siguieron ejerciendo, hasta la independencia, autoridad y jurisdicción en lo judicial, en lo de hacienda, en lo criminal y hasta en lo eclesiástico, y en asuntos más generales de administración.36 El Ejército Español Luego de la conquista y hasta mediados del siglo XVII, el ejército español disponía en América, de compañías independientes y milicias poco instruidas, con la misión de defenderla de piratas y corsarios con el apoyo de otras potencias europeas, a través de los cuales lograron soca- var el control territorial hispánico. La toma de la Habana por los ingleses durante la guerra de los siete años, en agosto de 1762, dejo al descubier- to las debilidades de la defensa española en el mar Caribe, y llevó a la corona española a revisar sus dispositivos y a organizar sus fuerzas de otra manera, especialmente en el ejército, creando unidades peninsula- res, cuerpos fijos y milicias, a más de reforzar a la Marina y mejorar sus fortificaciones. La revolución política de la Península inició en 1808 cuando Napoleón Bonaparte se apodera de la corona española y luego la entrega a su herma- no José. Su colapso es el resultado de la invasión francesa y la abdicación de sus autoridades. La derrota de los españoles en Ocaña37, a manos de las tropas napoleónicas en 1809, la invasión de Andalucía por parte de los franceses, y la salida de la Junta General española a Cádiz, da inicio a la revolución del mundo hispánico, a más de producir el primer levantamien- to en Hispanoamérica, el 10 de agosto de 1809, en Quito. El obispo Santander, en su informe al rey, el 1 de julio de 1813, decía: “Quito, ciudad que desde su descubrimiento -según he oído de la misma boca de sus habitantes que de ello se jactan- cuenta veintisiete revolucio- nes urdidas para eximirse de la dominación de los reyes de España y que en 1809 fue la primera que levantó el grito y el estandarte de la rebelión en toda la América meridional”38. Luego vendrían en el año de 1810: el 19 36 Ibídem. 138 37 Villa cercana a Toledo - España 38 Morales Suárez Juan Francisco. Ponencia de incorporación a la Academia Nacional de Historia Militar. 68

La Real Audiencia de Quito de abril en Caracas, la rebelión de minorías; el 22 de abril en Charcas, el 22 de mayo en Buenos Aires, el 20 de julio en Nueva Granada, el 18 de septiembre en Chile; y, el 2 de agosto en Quito, en donde se produce la deposición del presidente de la Real Audiencia, Ruiz de Castilla, y la formación de una Junta, fugaz por cierto, que devuelve el poder a Ruiz de Castilla, para más tarde presenciar el alevoso asesinato de los precurso- res de la independencia. Los egresados de las universidades en las décadas finales del siglo XVI- II, tanto en España como en América encabezaron la revolución política del mundo español a inicios del siglo XIX. Espejo era uno de los que deseaban un gobierno autónomo para América. El levantamiento de 1809, en Quito, más que una acción revolucionaria fue un esfuerzo por organizar un orga- nismo legítimo que gobernara en nombre del rey hasta que éste regresara. Las demás circunscripciones del territorio no apoyaron la idea. Los movimientos revolucionarios sorprendieron a las autoridades es- pañolas, en la Península y en las circunscripciones territoriales de Amé- rica, en una situación de debilidad militar preocupante. Con la excepción de Nueva España, ninguno de ellos contaba con más de dos mil soldados para enfrentar la ola subversiva, y tampoco contaban con una unidad europea. Quito apenas disponía de un recortado batallón de infantería. Recién en 1812 empiezan a llegar contingentes de hasta tres mil solda- dos, con los cuales no se llegaba a completar el orgánico de las unidades. Surgió un nuevo ejército, el realista, con una organización diferente a aquella que había enfrentado a Napoleón hasta 1814. Tampoco respon- día a la organización del ejército creado en América, producto de la re- forma borbónica de mediados del siglo XVIII, concebido para enfrentar a una amenaza exterior. La columna vertebral de este ejército estaba en los cuerpos fijos, más unidades milicianas que irán perdiendo su carácter de tales para conver- tirse en regulares. Cuando las tropas peninsulares llegaron, sustituyeron a las americanas en su condición de pilares del sistema. A los combatientes nacidos en Hispanoamérica les bautizaron como americanos, y peninsulares a aquellos que formaban parte de las unida- des que venían desde España. Combatieron unidos desde el momento en que se inició el proceso independista en América del Sur. Sus mandos es- taban compuestos por personal de oficiales de la metrópoli o de cualquie- ra de otros escenarios ultramarinos españoles. Los peninsulares eran aquellos que se habían enrolado voluntariamente, que habían hecho de las armas su profesión, con largos años de servicio, disciplinados e ins- truidos. No faltaban las levas acuarteladas a la fuerza entre maleantes y vagabundos que propiciaban graves problemas disciplinarios. Se realiza- ban relevos periódicos pero su base se mantenía en Europa. En tiempos de paz instruían a las unidades locales. En caso de guerra se constituían en núcleo central alrededor del cual giraban dichas unidades. 69

Bicentenario de la Independencia del Ecuador El dispositivo militar español variaba de acuerdo a la importancia po- lítica que tenían las capitales de cada región; es decir, virreinatos, audien- cias, capitanías.39 Los Cuerpos Fijos, unidades organizadas casi siempre en las Indias, representaban las únicas tropas permanentes de que dis- ponían las autoridades realistas. Se hallaban siempre sobre las armas y estaban en condiciones de actuar inmediatamente. Recibían sueldo e instrucción de forma regular. Su misión era la de rechazar un ataque del exterior lanzado desde el mar. Su principal componente era la artillería. Las milicias, unidades compuestas por civiles designados por sorteo para recibir instrucción una vez a la semana, compensaban las deficien- cias de los cuerpos fijos en cuanto al orgánico de la unidad. Fueron poco populares. Una de sus principales ventajas era la de tener fuero militar. La charretera de oficial daba a quien la portara importancia política y social. Bolívar, inicialmente, fue un oficial de milicias. En cuanto a la especialidad de las armas, la infantería era la única arma con la cual se realizaban los relevos y tenía una proporción de ame- ricanos realmente alta. A principios del siglo XIX no había unidades de caballería en ultramar, la artillería apenas lograba conformar una com- pañía independiente y los ingenieros carecieron de personal de tropa. Re- cién, al inicio de la campaña contra los insurrectos, se crea un regimiento de zapadores. En Quito nunca hubo un cuerpo de caballería peninsular. El ejército español en América no disponía de unidades compuestas totalmente por peninsulares. La mayor parte de plazas para oficiales cu- yos grados eran menores al de sargento mayor estaban destinados a los americanos. La ubicación de sus unidades estaba mayoritariamente en la costa, con la misión de enfrentar al enemigo que venía desde el mar. Las unidades ubicadas en la sierra, como Santa Fé, Quito, el Alto Perú y Santiago de Chile eran muy débiles y dedicadas a mantener el orden interno en su jurisdicción, a pesar de que la lealtad a la corona era muy significativa en la población. En Quito se hallaba un regimiento de infan- tería americano llamado “de los Andes”, y dos compañías de dragones, también locales. El orgánico de estas unidades no era fijo, oscilaba entre trescientos y mil doscientos hombres por batallón, dependiendo de su ubicación, del porcentaje de deserción o la eficacia del reclutamiento. Los granaderos eran considerados como fuerzas especiales, los cazadores se mantuvieron en su función de combatir en orden abierto. El retorno de Fernando VII al trono fue acogido con grandes esperan- zas. Se esperaba del rey que situara al ejército en el statu quo anterior, devolviendo a sus mandos la ventajosa posición social que habían tenido hasta 1808. Los mandos militares habían pasado, en pocos años, de ser un reducido club de profesionales privilegiados a constituir un numeroso grupo, profundamente heterogéneo, de diversa procedencia social y con una formación dispar. 39 De la Cuesta Albi. Banderas Olvidadas. Pág. 50 70

La Real Audiencia de Quito Las unidades peninsulares y sus mandos adolecieron con frecuencia de una falta de disciplina, lo que no dejó de afectar seriamente a la cau- sa que defendían. En conjunto, sin embargo, su comportamiento, sobre todo en combate, fue incluso mejor de lo que podía esperarse, habida cuenta de las adversas circunstancias de diverso tipo en que se movían. La organización del ejército realista, de alguna manera, fue impro- visada ante la necesidad de defender los intereses de España en el con- tinente americano. Surgió ante las exigencias del momento, a partir de 1809. Peninsulares y americanos formaron las unidades de combate en las cuales demostraron conocimiento y eficacia, lo cual les permitió sos- tener una campaña de catorce años. Sus limitaciones, producto de una compleja logística de guerra y de escenarios geográficamente difíciles, se reflejaron en sus derrotas. 1812 se convierte en un año de especial importancia política y militar para la corona, debido a la aprobación de la Constitución de Cádiz, el 23 de enero de 1812, que asomaba como una puerta a la esperanza, desde el punto de vista político, y contraproducente para el restablecimiento del dominio sobre las Indias, para los sectores conservadores. La Constitución de Cádiz -afirma Cevallos García-, creaba para Es- paña un gobierno monárquico, si, pero parlamentario, en el cual el ab- solutismo borbónico encontraría una valla en el cuerpo legislativo y go- bernaría al amparo de una norma suprema.40 Formaron parte del debate los diputados de la Real Audiencia de Quito, José María Lequerica, José Joaquín de Olmedo y Juan Matheu. La Constitución se recibió en Qui- to, y en general en América, un año después de su expedición. Anulaba las instituciones señoriales, la inquisición, el tributo indígena, el trabajo forzado como la mita y aseguró el control de la iglesia por parte del Esta- do.41 Se organizó una parada militar con motivo de este acontecimiento. El rey Fernando VII al regresar a Madrid luego de su cautiverio, y a pesar de la fidelidad demostrada por sus súbditos, en España y en América, la derogó en mayo de 1814 y reasumió todos sus omnímodos poderes. Su actitud generalizó la guerra en el continente americano. El Ejército de la Independencia El 10 de agosto de 1809 se proclama en Quito el Primer Grito de la In- dependencia de América. La primera preocupación de la Junta Suprema fue la organización de una fuerza militar que sustente el levantamiento. Se refleja en el texto del acta: “(…) Al efecto y siendo absolutamente ne- cesaria una fuerza militar competente para mantener el reino en respeto, se levantará una falange compuesta de tres batallones de infantería so- bre el pie de ordenanza y montada la primera compañía de granaderos, 40 Cevallos. 335 41 Rodríguez Jaime. La Revolución Política durante la época de la Independencia. 71

Bicentenario de la Independencia del Ecuador quedando por consiguiente reformadas las dos de infantería y el piquete de dragones actuales. El jefe de la falange será Coronel; nombramos tal a Don Juan Salinas, a quien la Junta hará conocer inmediatamente.”42 El nombramiento de Juan Salinas como comandante de la Falange43 da paso a la configuración de una organización militar ternaria confor- mada por tres unidades tipo batallón, que de alguna manera se asemeja- ría a la actual brigada. Posteriormente, se organizan unidades de milicias y de dragones. “No hay revolución sin soldados que la sostengan” -dice Hernán Rodríguez Castelo- y ese primer ejército quiteño la defendió con heroísmo sin mezquinar el derramamiento de sangre por la nueva pa- tria.44 Una vez producida la masacre del 2 de agosto de 1810, los quiteños retoman el movimiento del 10 de agosto, interrumpido por las negocia- ciones con el presidente de la audiencia, quien luego las traicionaría. El 9 de octubre de ese año, la Junta Suprema declara que “reasumía sus soberanos derechos y ponía el Reino de Quito, fuera de la dependencia de la Capital del Virreinato. En la sesión del 11 rompió los vínculos que unían a estas provincias con España y proclamó su independencia”45 El virreinato, y menos aún España, no podían tolerar que una de sus provincias se independice, y Quito tuvo que sostener su grito de inde- pendencia a través de las armas. Camilo Destruge lo describe magistral- mente: “La de la Presidencia de Quito, fue la guerra sostenida en regla y por largo tiempo. Lo atestiguan las acciones memorables de Guaranda, 1ª y 2ª de Paredones, Verde Loma, Boca de la Montaña, San Miguel de Chimbo, Mocha, Latacunga, Julupana y el Panecillo, en el centro y sur de las provincias; y por el Norte, los combates de Río Bobo, el Chupadero, el Contadero, Paso del Funes, 2ª de Río Bobo, Guapuscal, Pasto y San Antonio en Ibarra, al finalizar el año de 1812”. 46 Tras la aurora libertaria del 9 de octubre de 1820, en Guayaquil se crea la División Protectora de Quito, cuya misión principal era la de ini- ciar las operaciones militares que le permitan liberar a la ciudad capital. Estuvo conformada por cinco batallones de infantería, un escuadrón de caballería y un cuerpo de artillería. El armamento en dotación era un fusil de chispa y la bayoneta. La logística funcionaba sobre el lomo de las acémilas y en las embarcaciones fluviales. Estuvo al mando de los coro- neles Luis Urdaneta y León Febres Cordero. En esta segunda y definitiva 42 Biografía del Dr. Juan de Dios Morales presentada a la Exposición Nacional de 1909. Qui- to-Ecuador. Imprenta y Encuadernación Nacionales. 1910. Boletín No 1, año 2009. Academia Nacional de Historia Militar. 43 Organización táctica para la guerra, creada en la Antigua Grecia y luego imitada por varias civilizaciones mediterráneas. Estaba compuesta exclusivamente por ciudadanos naturales de Esparta. 44 Rodríguez Castelo Hernán. ¿Quito o Chuquisaca-La Paz? Academia Nacional de Historia Mili- tar. Volumen No 1. 2009. 45 Ibídem 119. 46 Ibídem. 120 72

La Real Audiencia de Quito participación, sobresalen los combates de Camino Real, 1ª y 2ª de Hua- chi, Verde Loma, Tanizagua, Yaguachi y Tapi, antes de concluir con la victoria en Pichincha. Yaguachi se convirtió en el primer triunfo de Sucre en la Real Audiencia. El Congreso de Angostura y el fin de la Real Audiencia En el año de 1819, Simón Bolívar instala el Congreso de Angostura con el fin de formular la Ley Fundamental mediante la cual se crea la República de Colombia, la misma que queda organizada en tres depar- tamentos: Cundinamarca, Quito y Venezuela, con sus respectivas capi- tales: Bogotá, Quito y Caracas. Simón Bolívar es nombrado presidente de la República y Francisco de Paula Santander vicepresidente. La Real Audiencia de Quito había concluido con su destino histórico. Para cada pueblo escribir y reescribir su historia es una necesidad de supervivencia. Más allá de la curiosidad o del prurito de coleccionar recuerdos, está el imperativo de conocer y asumir las propias raíces. Por ello, el trabajo histórico es siempre necesario y siempre presente. Y esto no solo porque cada visión de la historia se formula a partir de una expe- riencia concreta actual, sino también postura ideológica y una práctica social en el presente y sobre todo porque el cómo se ve la realidad pasada justifica una postura ideológica y una práctica social en el presente Las raíces de pueblos y naciones están en el pasado. No en cualquie- ra, por supuesto: en el suyo -decía nuestro académico fundador, Hernán Rodríguez Castelo-. En ese pasado que nutre su presente, así como la sa- via alimenta el árbol; en ese pasado que los sostiene y da firmeza y solidez como raíces hondas dan firmeza y solidez al árbol. 73

Bicentenario de la Independencia del Ecuador Bibliografía • Martínez Almira, Magdalena. América en los informes de Jorge Juan • Puig, Miguel Angel. Las Aportaciones de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Madrid • Aranda, Ricardo. Colección de los Tratados. Tomo I. Lima. 1890 • Albi de la Cuesta, Julio. Banderas Olvidadas. Desperta Ferro Ediciones. Junio 2019 • Ecuador y Francia: diálogos científicos y políticos. 2013. • Sánchez Bravo, Mariano. Jorge Juan y la Expedición Científica Francesa. Ensa- yo. 2013. • Moreno Álvarez, Leonardo. La piratería americana y su incidencia en el nuevo Reino de Granada. Universidad Nacional de Colombia. 2007. • Contreras, José. Las Milicias en el Antiguo Régimen. Pdf. • Chiriboga, Ángel. Las Misiones Científicas Francesas en el Ecuador. Quito. 1936 • Barry, David. Noticias Secretas de América. Londres. 1826 • Cevallos García, Gabriel. Obras Completas III. Historia del Ecuador. Texto. 1987 • Lloret Bastidas, Antonio. Biografía de Cuenca. 2015 • Frankopan, Peter. El Corazón del Mundo. Editorial Nomos S.A. 2016 • Reid, Michael. El Continente Olvidado. Editorial Planeta. 2008 • Cevallos, Pedro Fermín. La Colonia y la República. Editorial J.M. Cajica. México • Wikipedia.org/wik/Provincia Constitucional de Quito 74

El Territorio de Quito. Concepción, significado y propósitos a inicios del siglo XIX Coronel Iván Borja Carrera

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El territorio de Quito a inicios del siglo XIX 77

Bicentenario de la Independencia del Ecuador Quito antes de 1822 Escribir sobre territorio y sobre ideas de libertad es analizar una de las variables más importantes de las doctrinas de seguridad y desarrollo, de las teorías del ordenamiento territorial y de la geopolítica como ciencia, más que todo es afirmar que la libertad alcanza- da el 24 de mayo 1822, en las faldas del Pichincha, fue concebida, cons- truida y gestada, con características propias, en el territorio de Quito, no lo hacen más grande, pero hacen único e inconmensurable. El lugar de, el espacio de o el territorio de, como buscando propieta- rios, como indicando lo que le hizo grande, como señalando lo que hace única a esta porción de paisaje andino. Podríamos plantear que en ese territorio llamado Quito hay tres colecti- vos un tanto definidos, un poco compartimentados pero que son en esencia uno solo; ya que en los tres esta la continuidad de esta nación, la vida en 1809 hasta 1822 y los propósitos de futuro que animaron a sus pueblos. Adentremos el inicio de esta investigación, considerando al pueblo de Quito y el Cápac Ñan, el pueblo de Quito y la misión geodésica y al pueblo de Quito y la división protectora de Quito. La población de la capital imperial, la razón primigenia de la histo- ria andina, la ciudad de Atahualpa, este colectivo sentó las bases de la mayoría de conceptos, de significados y propósitos, diríamos que es el primer grupo de pueblos, en apreciar y buscar quedarse, permanecer y proyectarse en este territorio de Quito, para iniciar su presencia en la historia occidental liderando el Tahuantinsuyo Los delegados, emisarios y destinados del imperio español que llega- ron, visitaron y se quedaron, este colectivo amplio las concepciones, de- construyo los significados y sin notarlo busco los mismos propósitos de los pueblos ancestrales, es el segundo grupo de pueblos que podríamos plantear que se inserta en la historia de este territorio de Quito. El tercer colectivo de pueblos que se afinco en este territorio de Quito, el resultado de la unión, fusión, sincretismo y proyección, la suma de pue- blos, empezó con ellos o junto a ellos a encontrar las mismas concepcio- nes, pero en un lenguaje distinto, los mismos significados, pero con mayor fuerza, los mismos propósitos, pero con más apoyo, y todo esto sucedía a finales del siglo XVIII y a inicios del siglo XIX en el territorio de Quito. En esta hipótesis deconstructiva, cuenta mucho el espacio, el tiempo y las relaciones, ya sea como elementos estratégicos del poder o como evidencias históricas de una continuidad o permanencia de miles de años como la capital de este grupo de pueblos en el territorio de Quito. Cir- cunscripcion que abarca a la relacion territorial administrativa desarro- llada en la región norteandina ubicada en la mitad del mundo.1 1 Quito es la capital más antigua de Sudamérica. 78

El territorio de Quito a inicios del siglo XIX Asociar o entrelazar la cultura andina con el Cápac Ñan permite evi- denciar la filosofía de un imperio, gestada y forjada en saberes ancestra- les prácticos, en el territorio de Quito. Que el conocimiento científico y tecnológico español en el territorio de Quito, le juntemos a la misión geodésica, permite ratificar un nivel tec- nológico, artístico cultural, filosófico y astronómico andino que guiaba la matriz productiva y de servicios de este imperio católico. Y unir a la población de Guayaquil con el hecho de organizar la Di- visión Protectora de Quito en 1820, permite proyectar el anhelo y aspi- ración de todos los guerreros y patriotas que decidieron luchar por la libertad, conservando su identidad. Recorrido por la prehistoria andina: El Qhapac Ñan2 y el territorio de Quito. ¿Qué mensaje tiene?, ¿qué concepto encierra el pueblo heredero y el que construyó el qhapac ñan? Porque de manera independiente al juicio de valor que tengamos sobre la llegada de los españoles, lo que tenemos que hacer es redescubrir la filosofia, el nivel técnico y tecnológico de la comunidad andina y saber cómo aportó al progreso de la humanidad. Charles Mann en su obra “1491. Una nueva historia antes de Colón” (Mann, 2007), dice: “En 1491, los incas contaban con el imperio más vasto de la Tierra. Más extenso que la China de la dinastía Ming, mayor que la Rusia en expansión de Iván el Grande, mayor que el imperio de Songhai en el Sahel o que la poderosa Gran Zimbabue en las mesetas de África Occidental, mayor que el imperio otomano, mayor que la Triple Alianza (como más adecuadamente se conoce al imperio azteca), y mucho mayor que cualquier estado europeo, el territorio de los incas se extendía a lo largo de treinta y dos grados de latitud... El imperio abarcaba todos los tipos de terreno imaginables, desde las selvas tropicales de la alta Amazonia a los desiertos de la costa peruana o los picos de los Andes, de 6.000 metros de altura.”. Por su parte, Felipe Fernández-Armesto, historiador de Oxford, señala: “Si juzgamos el potencial del imperio en términos de adaptabilidad ambiental, los incas fueron los constructores del imperio más impresionante de su tiempo”. El qhapac ñan, el sistema vial andino, una construcción inca y pre inca, sirvió como eje articulador de las vías existentes en estos archipié- lagos verticales, como concepto afianza el destino de América del Sur, un porvenir de integración y de cimentación de la unidad hispanoamericana y se consagra como símbolo imperecedero de identidad. Es necesario investigar y construir teorías que permitan explicar 2 Capac Ñan o también Camino Real, como se conoce en Ecuador, Qhapac Ñan es el nombre unificado entre los países que postularon para que sea reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad. 79

Bicentenario de la Independencia del Ecuador cómo una región puede generar mecanismos de riqueza a partir de sus recursos específicos. El qhapac ñan, conocido como el camino real, gracias a la arqueo- logía3, es la muestra fehaciente de una filosofía andina, amar lo nues- tro, amar el trabajo y amar la verdad, es la clara demostración de un esfuerzo colectivo por integrarnos para enfrentar juntos un destino co- mún, en el campo espiritual, económico, cultural y militar. Es el punto de encuentro de todos los historiadores, la historia deja de defender las huacas y los tejos, y proclama que el mundo andino estuvo comunicado desde Cundinamarca al norte, hasta Chiloé y cueva de las manos en el sur. Muyucmarca, Cajamarca, Catamarca, Calamarca, Pambamarca, de- nominaciones que con su significante y significado permiten corroborar esta sustentación. Que esta red de caminos muy antigua, facilitó el comercio e inter- cambio de productos y que siendo parte de un ordenamiento territorial permitió tambien un control político, es considerada una hipótesis váli- da; pero de igual forma, la transmisión de saberes, el intercambio de ex- periencias, el compartir creencias, también es pertinente en esta prehis- toria andina. Sino cómo valorar los resultados y conocimientos médicos, las muestras arquitectónicas y artísticas, el desarrollo agropecuario que le permitía alcanzar una soberania alimentaria, el dominio textil y de las indumentarias para los diferentes nivles sociales, dando como resultado una sociedad organizada, comprometida con objetivos colectivos y con una cultura de valores muy definida. Las relaciones entre Quito y los territorios huancavilcas, entre Quito y el austro, y entre estos territorios y otras zonas del continente, resulta- ron en un concepto de seguridad complementario, que en ese archipiélago vertical se fue alimentando, construyendo y consolidando, derivó, tiempo más tarde, en la creación de la Division Protectora de Quito, como un ejemplo de interés colectivo afincado en las raices histórico geográficas del territorio de Quito. Ello necesariamente lleva a analizar el rol de los actores locales y del complejo de múltiples entidades que existen en una región. Recordemos que las sociedades andinas fueron descritas como “ar- chipiélagos verticales”4 cuando el tahuantinsuyo con su emperador Ata- hualpa5 se enfrentaba al imperio español. Por la presencia hasta hoy de esta red de caminos, no hay ninguna duda, o más bien tenemos todas las certezas de que Quito es muchas veces milenaria. La arqueología lo confirma. Debemos descartar que su 3 La arqueología como ciencia tiene muchos retos y tareas para acercarnos más a la verdad de manera imparcial y objetiva. 4 Combinando los frutos de ecosistemas tan diversos, las culturas andinas disfrutaban de una vida mejor de la que hubieran tenido en caso de estar aisladas y expuestas por sí solas a las frecuentes catástrofes naturales de la región. John V. Murra inventó un nombre para designar este tipo de existencia: «archipiélagos verticales». 5 Atahualpa es parte de la historia y con él, hasta hoy, el Tahuantinsuyo también se incorporó a la definición clásica de imperio. 80

El territorio de Quito a inicios del siglo XIX estrategia defensiva fue la de crear murallas, o la de construir obstáculos para aislarse y defenderse, aquí la hipótesis plantea que la estrategia de los pueblos ancestrales en el territorio de Quito, fue siempre la de inte- grarse, comunicarse, compartir y sumarse. La apachita con sus seis di- recciones, arriba, abajo, izquierda, derecha, adelante y atrás, se aplica a esta inigualable comarca, es el centro de todo, es la ubicación geopolítica, es la matriz del comercio y producción, por poco más de diez mil años. Rescatemos también una de las precisiones filosóficas de Carlos Marx cuando dice; “Cada civilización genera la semilla de su propia destrucción”, porque esa apertura, esa seguridad en sus capacidades y esa intensidad en la interacción y en las comunicaciones y en el comercio fue la razón y no otra para que las enfermedades europeas, se hayan propagado y hayan debilitado la estructura política, social y cultural del imperio de Atahualpa. Armas y enfermedades El día que el imperio español toma el control del Tahuantinsuyo, es cuando su capital, el centro político del gobernante es anexada y pro- clamada como parte del gobierno español. Desde un punto de vista de la historia militar6, es el 6 de diciembre de 1534, cuando Sebastián de Benalcázar, venciendo dificultades y resistencias, instala y proclama, con símbolos y códigos, el dominio de la cristiandad católica sobre el territo- rio de Quito.7 Al inscribir en el acta fundacional, a San Francisco de Quito, está dando un nombre castellano, está tomando posesión, el lenguaje es irre- futable, se está admitiendo la existencia de un hecho y de todas las evi- dencias, creencias y tradiciones. Quizá lo importante que hay que recal- car es que, España y su circunstancia, se ve forzada a otorgar a estos pueblos el derecho a la continuidad a su permanencia en el tiempo. En 1534 Quito seguía siendo importante. Con sus espléndidos caminos y sus intensivos movimientos de po- blación, el Tahuantinsuyu era la presa perfecta para una epidemia de grandes dimensiones. La viruela se extendió por el imperio como la tinta se extiende por un papel secante. Millones de personas comenzaron a experimentar los síntomas al mismo tiempo: fiebre alta, vómitos, dolo- res agudos, granos purulentos por todo el cuerpo. Incapaz de contar las víctimas, el jesuita Martín de Murúa se limitó a afirmar que fallecieron «infinitos millares». La población de Quito en 1534 había sido diezmada (Mann, 2007) 6 Cuando se tiene el control de la capital de otro imperio, la toma de Constantinopla capital del imperio bizantino el 29 de mayo de 1453 por el imperio otomano, es solo un ejemplo en la historia militar. 7 Los ejércitos y armadas de los reinos católicos, bajo la denominación de Ligas Santas, estaban en guerra declarada y permanente con los reinos musulmanes, desde 1453, toma un giro es- pecial con el gran triunfo militar en Lepanto en 1571. 81

Bicentenario de la Independencia del Ecuador “Huayna Cápac falleció en la primera epidemia de viruela. El virus se cebó con el Tahuantinsuyu de nuevo en 1533, 1535, 1558 y 1565. En cada una de estas ocasiones, las consecuencias fueron inimaginables desde esta era afortunada en la que vivimos…” Por si fuera poco, el Ta­ huantinsuyu fue objeto de la invasión de otras pestes europeas a los que los indios eran igualmente vulnerables. El tifus (probablemente) en 1546, la gripe en 1558 (junto con otra oleada de viruela), la difteria en 1614, el sarampión en 1618… Todas ellas debilitaron sumamente los cimientos de la cultura inca. Tras sumar el total de estas oleadas de enfermedades arrasadoras, las estimaciones de Dobyns son que las epidemias habrían acabado con la vida de nueve de cada diez habitantes del Tahuantinsuyo. Si aceptamos esta descripción estadística como cierta, o proponemos moderadamente ubicarnos entre los dos extremos, señalando que la po- blación se redujo un 50%, estaríamos ante la espantosa realidad de los efectos negativos de esta pandemia. Ante eso, toda la sustentación teóri- ca se desmorona, la fundamentación filosófica pierde su camino y en un esfuerzo desesperado, todos los conocimientos científicos y tecnológicos del pueblo quiteño se orientaron para salvar a la elite del gobierno y de los ejércitos. Un ejemplo de este aserto es que para 1530 sobreviven las panacas reales, los generales quiteños Calicuchima y Rumiñahui. Aun cuando lo andino, lo quiteño, a inicios del siglo XVI, con los po- cos sobrevivientes a esas pandemias, se fue sincretizandose a los nuevos poderes, todavia nos quedan sus obras, en especial esta megaestructura de caminos y de pueblos, de apachitas y de encuentros, esta obra monu- mental de la ingeniería de caminos, que constituye el qhapac ñan, plani- ficado, construido y valorado por los pueblos de ayer y los de hoy. La misión geodésica y el territorio de Quito La filosofía, la ciencia, la religión y la tecnología desarrollada, difundi- da y aplicada en el territorio de Quito, antes del siglo diecinueve permitió liderar los procesos de libertad y autonomía que concluyeron el 24 de mayo de 1822. Por el poder que tuvo el imperio español, conviene realizar un análisis epistemológico, recordar los hechos que producen la fractura de Asia y Europa, el conflicto religioso y el nacimiento del conocimiento científico. Para luego denotar el impacto de la misión geodésica. Como lo afirma Sanchís Guarner, la caída de Córdoba en manos cris- tianas conmocionó al mundo musulmán, ya que era la antigua capital del antaño poderoso Emirato, y posterior Califato, de Córdoba, El 29 de junio de 1236, el rey de León y Castilla Fernando III, recibía las llaves de la ciudad. El califato, y en concreto su capital, la ciudad de Córdoba, fue el epicentro de la civilización hispanomusulmana y desempeñó un papel esencial en las relaciones espirituales e intelectuales entre Oriente 82

El territorio de Quito a inicios del siglo XIX y el mundo cristiano, así como en la transmisión a Europa de la cultu- ra clásica, ejerciendo una gran influencia en el desarrollo de la filosofía europea de la edad media. En esta ciudad convivían, judíos, cristianos y musulmanes, Córdoba y Bagdad fueron el refugio de científicos, filósofos y magos durante más de seiscientos años. A partir de ese momento y con el liderazgo de los papas, el conflicto entre las dos religiones, se iría incrementando, se formarán las ligas san- tas, que impulsaban las cruzadas y el distanciamiento en el mar Medite- rráneo, creando una efectiva división territorial entre un mundo cristiano y un mundo musulmán. Santo Tomás, el sabio italiano en 1274 advertía que el postulado de que todos los conocimientos vienen a través de la revelación y que no se podía ser filósofo y a la vez cristiano, que habían predominado en Euro- pa, no se podían sostener. Su planteamiento de la doctrina de la doble verdad, dividía al mundo. Decía que a partir de la luna para arriba era dominio de la teología y de la luna para abajo se admitió que el hombre podía llegar a verdades a través de la observación y la experimentación. La caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, ocurri- da el 29 de mayo de 1453  fue un hecho histórico que puso fin al último vestigio del Imperio romano de Oriente y que, en la periodización clásica marcó también el fin de la Edad Media en Europa. Casi un siglo más tarde, Martin Lutero, con sus postulados, divide a Europa, en los reinos católicos y en los reinos protestantes, cuando el 31 de octubre de 1517 clava las noventa y cinco tesis en la puerta de la igle- sia del Palacio de Wittenberg e inmediatamente gracias a la imprenta divulga su contenido en toda la población circundante. En esta situación los reyes católicos de España radicalizan su postura y no aceptan la re- forma, sino más bien plantean la contra reforma. En 1687 Isaac Newton plantea ante la Royal Society que no solo hay leyes morales y jurídicas, sino que también hay leyes naturales y que es obligación nuestra el estudiar esas leyes para comprender la obra de dios. Y la segunda ruptura con la teología es que expone que las mismas leyes que rigen al universo rigen en la tierra. Mencionamos el año porque se consolida el esfuerzo monumental de la filosofía por esclarecer una epistemología, tanto de Newton, como de Descartes y de Leibniz. Lo paradójico de estos avances científicos y filosóficos, es que al mis- mo tiempo Inglaterra, Francia, Holanda y otros reinos, se declaran todos contra el imperio de España. De paso sus gobernantes, que estaban vin- culados por lazos de sangre, jocosamente se vanaglorian de la época de oro de la piratería, 1690 a 1730. Décadas atacando a los navios católicos, con piratas y filibusteros que luego fueron reconocidos como caballeros. En este entorno hostil, Francia pide permiso al imperio español, para enviar una misión de científicos, a la Real Audiencia de Quito. Por razo- nes coyunturales, el monarca español autoriza el pedido con la condición 83

Bicentenario de la Independencia del Ecuador que los científicos franceses sean acompañados por dos oficiales españo- les, Jorge Juan y Antonio de Ulloa. La misión geodésica francesa arribó a la audiencia en 1735 para rea- lizar los estudios que permitieron medir un grado de longitud en el ecua- dor terrestre y de esa manera comprobar la forma de la tierra. La misión concluyó en 1748. Jorge Juan y Antonio de Ulloa dos oficiales de la Armada española escribieron crónicas8 que narraban la experiencia de vivir en la Real Au- diencia de Quito y en otras latitudes. Ellos presentaron un informe al rey de España conocido como “Noticias secretas de América: sobre el esta- do naval, militar, y político de los reinos del Perú y provincias de Quito, costas de Nueva Granada y Chile: gobierno y régimen particular de los pueblos de Indios.” Los que escribieron este informe lo hicieron apegados a la verdad de lo que pudieron observar, dando cumplimiento a una orden militar y apegados al más alto profesionalismo, es decir, ellos eran una fuente confiable y hasta se permitieron advertir de lo que sucedería en el caso de que de no tomar correctivos en la solución de los problemas. David Barry nos comenta sobre esta expedición científica “Ellos via- jaron de pueblo en pueblo, indagando por todas partes cuanto podía con- ducir a su intento, tomando informe de las personas más desinteresadas, inteligentes y rectas, sobre aquellas cosas cuyo conocimiento no podían adquirir por su propia experiencia, y procurando siempre descubrir la verdad con la calificación de las noticias, y con la repetición o examen de los sucesos.” Jorge Juan y Antonio de Ulloa son los primeros militares en realizar una apreciación estratégica de la situación en la que se encontraban el Virreinato del Perú, la Real Audiencia de Quito, la Capitanía General de Chile, el Virreinato de Nueva Granada y la Capitanía General de Vene- zuela y también son los primeros militares en entregar para la posteridad documentos fidedignos para conocer los procesos de la historia militar de América del Sur. La población de Quito estaba en el orden de los 50.000 habitantes, ellos en sus plazas, conventos, iglesias y universidades, sumaban a dia- rio acciones positivas con trabajo y devoción y así Quito continuaba sien- do el centro del mundo andino. En las Noticias Secretas de América, Jorge Juan y Antonio de Ulloa mencionan la importancia geopolítica del puerto de Guayaquil. “Astilleros que hay en las costas del Mar del Sur, y con particularidad de el de Guayaquil, que es el principal donde se fabrican y carenan casi todos los barcos que navegan en aquellos mares. “Hay varios parajes en las costas del Mar del Sur en donde se han fabricado embarcaciones grandes de gavias, pero el de Guayaquil es en- 8 Relación histórica del viaje a la América meridional, Jorge Juan and Ulloa, 1748. 84

El territorio de Quito a inicios del siglo XIX tre todos el que por muchos títulos debe gozar la primacía; así porque la calidad de sus maderas excede con mucho á la de los otros, como por su abundancia á la que no es comparable al de las otras montañas. El puerto de Guayaquil es de suma importancia en aquellos mares, por- que además de ser la llave del comercio de las provincias de Quito, con todas las demás del Perú y costas de Nueva España, así como paso forzoso para su comunicación, es también el mejor astillero que se reconoce en toda la costa del mar Pacifico, tanto por la abundancia de las maderas, como por su calidad sobresaliente, y por su comodidad admirable para construir los buques ; siendo el único donde se pueden fabricar navíos de todos portes, tanto para guerra como para comercio, y el mas a propósito para carenar. Estas circunstancias de que no gozan otros puertos de astilleros ni en las costas de Chile, ni en las de Nueva España, hace temer siempre la desgracia de que se apodere de Guayaquil alguna de las potencias extranjeras que con tanta solicitud procuran formar colonia en aquel mar ; pues poseyendo este puerto, se harían dueños de todo el comercio del Mar del Sur ; y al paso que el enemigo estaría en aptitud de mantener los navíos que hubiese menester, privaría de ellos á los Españoles por ser dueños de las maderas y de las ar- boladuras que es lo principal de la construcción.”9 Saberes ancestrales Cuando los oficiales de la Armada imperial española, recorrieron las rutas del qhapaq ñan, se cuestionaron y dudaron de los conceptos emi- tidos por las autoridades españolas radicadas en la Real Audiencia de Quito cuando escribieron “¿En que reyno aun de los más celebrados se han visto caminos de más de quatrocientas leguas de largo de un piso sólido, de una misma anchura, y continuamente guardados sus costados con murallas, ó paredes de suficiente grueso y ancho, sino en el Perú? Los vestigios publican todavía la grandiosidad de esta obra, y su ruina acusará siempre el descuido de los españoles que se han establecido en el imperio de los Incas. Los Tambos ó mesones espaciosos que todavía existen en todo lo que se extiende la provincia de Quito y en las demás de serranía ¿no son señales ciertas de que los indios no vivían tan entre- gados al ocio que no lo sacudiesen para todas aquellas cosas que podían contribuirle a la comodidad? Los palacios, los templos y otras obras de que se ha hecho mención en la primera parte de la historia de nuestro viaje no permiten la injusticia de reputar de aquella nación por floxa y perezosa, quando todas ellas prueban lo contrario. La misión geodésica, de la que formaban parte Jorge Juan y Antonio de Ulloa, confirmó científicamente un hecho que toda la cultura andina conocía: sabían que el territorio de Quito estaba en la mitad del mundo, que estaban en el ombligo del mundo y que estaban en donde un rayo de 9 Noticias secretas, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, 1826. 85

Bicentenario de la Independencia del Ecuador oro se clavaba en forma perpendicular. La filosofía, la religión, la tecnolo- gía, recibían el respaldo de la ciencia astronómica europea. Pedro Vicente Maldonado, un científico riobambeño, se integró a esta misión geodésica. Su participacion en esta empresa, fue vital para alcanzar los resultados planificados, tanto de los españoles como de los franceses, por ello fue objeto de reconocimientos y la inclusion de Maldonado en las elites cientificas de esa epoca. La presencia de este connotado investigador, es tambien la insercion cientifica de uno de los hijos del territorio de Quito. Cuando los cronistas escriben sobre el primer encuentro que tuvieron los europeos con el Tahuantinsuyo relatan el avistamiento de un barco inca que navegaba en la latitud del ecuador, a trescientas millas náuticas de puerto, con espléndidas velas de algodón. Contaba con veinte mari- neros y era del tamaño de una carabela española. Con certeza podemos decir que salieron de puertos del territorio de Quito. Era incomprensible -para ellos- que ciertos conocimientos sean parte de la cultura quiteña. La Condamine el científico francés divulga la exis- tencia del caucho y de las tecnologías andinascon el aval de las acade- mias de ciencias de Paris y de Londres. Sobre la metalurgia o las tecnologías sobre metales, tenemos que “A finales de la década de los sesenta, Heather Lechtman, arqueóloga del MIT, en concreto del Centro de Investigación de Materiales en Arqueología y Etnología, sugirió «a un eminente investigador de la prehistoria andina echar un vistazo a fondo en la metalurgia andina». «Pero si no existía», le respondió éste. A pesar de todo, Lechtman se marchó a investigar in situ, descubriendo que la metalurgia de los incas se encontraba de hecho en una situación tan refinada como la metalurgia europea, aunque sus obje- tivos eran tan diferentes que los expertos académicos ni siquiera habían reparado en que existía. Según Lechtman, en los metales los europeos aspiraban a optimizar «su dureza, resistencia y afilado». Los incas, por el contrario, valoraban «la plasticidad, la maleabilidad, la contundencia». Los europeos empleaban el metal en la construcción de armas y herra- mientas; las sociedades andinas lo empleaban sobre todo como muestra de poder, de riqueza, de afiliación a una comunidad.” (Mann, 2007) En los Andes los textiles se entretejían con una técnica muy depura- da. Las mejores hilaturas poseían una finura de hasta quinientos hilos por pulgada, y se estructuraban en capas sucesivas, muy complicadas. Los soldados llevaban una armadura hecha de tejido acolchado, escul- pido, casi tan eficaz como protección como las de metal que llevaban los europeos y desde luego mucho más ligera. Tras probarla, algunos conquistadores prescindieron de sus corazas para vestirse igual que la infantería de los incas cuando entraban en combate. Aun hoy todavía, por ejemplo, no tenemos una explicación científica, de cómo lograron fundir el oro con el platino, la cura para la malaria, el ordenamiento territorial, tecnologías médicas y agrícolas. Pero la misión 86

El territorio de Quito a inicios del siglo XIX geodésica dio un impulso enorme a la difusión cientifica de las tecnolo- gías existentes, al menos en los campos en que ella tomó contacto. Sobre estas tecnologías, saberes practicos ancestrales, filosofía, cos- movisiones, y sobre las concepciones de seguridad y desarrollo, se con- tinúa investigando y esperemos que proximamente podamos contar con resultados concretos y cientificos acerca del nivel de estos conocimientos. Quito y las instituciones de educación superior El territorio de Quito y su capital se caracterizaron por tener iglesias, claustros y conventos. Su población accedía a una oferta educativa de universidades muy importante. Cronológicamente podemos mencionar lo siguiente: “El 20 de agosto de 1586 mediante bula del Papa Sixto V se creó la Universidad de San Fulgencio, en el convento de San Agustín. El rey autorizó la fundación del Seminario de San Luis, mediante real cédula de 1591, confirmada por otra del 20 de mayo de 1592. El 15 de septiembre de 1622, sobre las bases del Seminario de San Luis, se fundó en Quito la Real y Pontificia Universidad de San Gregorio Magno. En el año 1681 la Orden Dominicana creó el Seminario llamado Con- victorio de San Fernando, elevado a la categoría de Universidad de Santo Tomás de Aquino en 1688. El 4 de abril de 1786 se acordó la fusión de la Real y Pontificia Uni- versidad de San Gregorio Magno (jesuita) y de la Universidad de Santo Tomás de Aquino (dominica), estableciéndose la Real Universidad Santo Tomas. Por decreto real de 1788, la Real Universidad Santo Tomas se con- virtió en pública abriendo sus puertas a los particulares. y agregando el término Pública a su nombre oficial. “El patrimonio libresco de los jesuitas es rico en extremo, compara- ble al del Colegio de Nobles de Madrid, y en lo concerniente a la cultura moderna superior al de la biblioteca de la Universidad de Salamanca… La reforma de los estudios universitarios conducida por el obispo de Qui- to Pérez y Calama… prueba la difusión de las doctrinas europeas en los medios culturales de la ciudad… Ahora bien, tal reforma tuvo una in- fluencia notable en la formación de los futuros jefes de la revolución de 1809–1812” Elkhart Keeding10 En conclusión, la misión geodésica que llegó al territorio de Quito en el siglo XVIII, es un hito histórico. Españoles y franceses divulgan algu- nos conocimientos andinos con el respaldo científico de las academias 10 Conferencia magistral del señor general Paco Moncayo, “Quito y el bicentenario de la Batalla de Pichincha” el 8 de septiembre de 2020, día del Instituto Superior Tecnológico de Turismo y Patrimonio Yavirac. 87

Bicentenario de la Independencia del Ecuador de la Europa protestante. El informe militar que presentan los oficiales españoles, expresa ciertas deficiencias estructurales, de gobierno, socia- les, económicas y culturales propias del imperio español, que iniciaba su decadencia. La particular epopeya del equipo de científicos, genera una denomi- nación y la matriz conceptual de que al territorio de Quito se le comience a conocer como Ecuador. Con el analisis de este acontecimiento científico, queremos sustentar el hecho de que el primer grito de la independencia, por el que fray Ca- milo Henriquez, proclamó en Valparaiso, a Quito como “Luz de América”, obedecía a razones políticas si, pero con una fundamentación ideológica, científica, social y cultural. La nación en armas y la División Protectora de Quito Podriamos asumir que antes de 1820, la existencia milenaria y la con- tinuidad de las interconexiones en los archipielagos verticales, que gene- raron un intercambio y dependencia comercial entre todas las poblacio- nes del Tahuantinsuyo, especialmente para el caso que nos ocupa, entre las regiones de Quito, Cuenca y Guayaquil, articuladas por los ramales del qhapac ñan, que en aquella transmision de saberes y valores, todos los pueblos sabian y valoraban la importancia histórica de la capital. Así mismo, que antes de 1820, el territorio de Quito, era un centro educativo y cultural, como la mayoría de las capitales hispanomericanas, característica propia del imperio catolico español. Estos antecedentes ameritan realizar un análisis del concepto de na- ción en armas, que permitió a los próceres tener la certeza de que juntos ibamos a alcanzar la autonomia y posteriormente la independencia. El doctor Hernán Rodríguez Castelo dice: “Nada de lo que acontece en el convulso y heroico, con algo de heroísmo adolescente, período de la independencia americana se entiende sin situar en el horizonte del mun- do esa radical fractura del cauce histórico europeo que fue la Revolución Francesa. Por allí, pues, ha de arrancar una panorámica del mundo –al menos, el occidental, que es en el que América se había hecho y vivía inmersa– que aloje la panorámica de campo menos ancho y detalle más dibujado de las tierras que habían sido la provincia quiteña del imperio español y en el período se convertirían en una república.” (Rodriguez, 2014) Luego de la revolución francesa, que derrocó a la monarquía y ame- nazaba a las otras monarquías europeas existentes, provocó la unión de Prusia y Austria, Gran Bretaña, Holanda, España y Cerdeña. Hernán Rodríguez nos dice “Tan poderosa coalición forzó a la Francia revolucio- naria a hacer un real ejército del recién nacido ejército nacional. Carnot fue el artífice, y sus instrumentos fueron leva obligatoria y servicio militar 88

El territorio de Quito a inicios del siglo XIX de todo ciudadano de entre dieciocho y veinticinco años; una oficialidad íntegra, con una perspectiva de ascensos por méritos de campaña, y me- dios para infundir y avivar en las tropas la pasión nacional. Para fines de 1793 estaban en filas 770.000 hombres. Era, por primera vez en la his- toria del mundo, “la nación en armas”, entidad que desbordaba estupen- damente los pequeños ejércitos de profesionales, herederos del espíritu utilitario de las antiguas bandas mercenarias.” (Rodriguez, 2014). Hernán Rodríguez prosigue “Estaba todo a punto para que Napoleón se convirtiese en emperador. El Senado y una aplastante votación po- pular lo aprobaron. Y el 18 de mayo de 1804, Napoleón Bonaparte, en presencia del papa Pío VII, se coronaba –él se ciñó a sí mismo la corona– Napoleón I, emperador de los franceses. Su poder –aunque consultado al pueblo– era ya, y lo sería cada vez más, mayor que el que hubiese tenido nunca monarca alguno. Lo que siguió fueron diez años de guerra que, en la guerra contra Inglaterra, tuvo un cariz económico: el mar como cami- no comercial. Esa guerra la perdió Napoleón cuando la Grande Armée de Francia y España fue derrotada en Trafalgar. Eso fue el 21 de octubre de 1805.” Con esto queremos recalcar que el dominio del mar, el control del comercio y las cuestiones logisticas en América, dependian de Inglaterra. Jose Albi de la Cuesta coincide y afirma que “La restauración de Fer- nando VII no implicó ningún alivio, ya que la falta tanto de dinero como de visión hizo que nada se hiciera para evitar la decadencia de las fuerzas navales. Ciertamente, durante la guerra de Emancipación «no había Ma- rina» en España. (Cuesta, 2019)” Y cuando analiza los acontecimientos en Hispanoamérica acota “Y en las provincias de ultramar, que habían proclamado gobiernos autóno- mos, se afirmó el amor a esa libertad ya saboreada y se pusieron en movi- miento acciones revolucionarias que culminarían en la independencia de las nuevas repúblicas. La monarquía trataría inútilmente de frenar esos poderosos movimientos nacionales con el envío de grandes ejércitos. En la misma España el espíritu revolucionario hubo de confinarse en socie- dades secretas y logias francmasónicas.” La Europa católica aprendia a no confiar en la monarquía y de forma especial se resistía a participar apoyando a la continuidad del imperio, asi tambien se expresa Albi de la Cuesta “La invasión napoleónica, la par- tida de la familia real española hacia Bayona y, por último la abdicación de sus derechos, provocará un vacío de poder que será la ocasión para el comienzo de los movimientos emancipadores americanos. En efecto, la situación creada en 1808 era especialmente grave para las Indias, y no solo por razón de su distancia geográfica de la Península, sino porque técnicamente las provincias de Ultramar se consideraban patrimonio de la Corona, no de la nación española.” (Cuesta, 2019) Con inmensa sabiduria Hernán Rodríguez resume la predisposición de las élites americanas ante los sucesos europeos: “El momento en que ese 89

Bicentenario de la Independencia del Ecuador tránsito nos hace sentir ya en los nuevos tiempos es el del proceso de in- dependencia, que se inaugura con ese gran Congreso de voces americanas libres y altivas, impensable solo unos años atrás, que son las Cortes de Cádiz –en las que habremos de detenernos en el curso de nuestra historia literaria del período en el Ecuador por el papel protagónico que en ellas le cupo al quiteño Mejía–, y con los levantamientos insurreccionales que, como reguero de pólvora, recorren la América hispana en los años 1809 y 1810.” El doctor Hernán Rodríguez Castelo en la obra citada, sigue anali- zando el pensamiento revolucionario “Los espíritus más cultos, curiosos e inquietos seguían, en un primer momento desde la clandestinidad, los acontecimientos franceses. Y, al llegar el oleaje revolucionario francés a España, se produce ese acontecimiento decisivo para la maduración de ese pensamiento y, más aún, para su autovaloración que son las Cortes de Cádiz, donde intelectuales de América hacen oír sus voces, que se muestran maduras y altivas. Con las guerras de emancipación ese pen- samiento va a cobrar nueva personalidad y mayor conciencia nacional. La campaña de Bolívar y su acción política estaban animadas por un pensamiento lúcido y vigoroso.” San Francisco de Quito, en 1800 acogía las ideas de Europa, obser- vaba las acciones de Hispanoamérica y recurría a su propia forma de entender el mundo, analizando y discutiendo en todos los espacios, a cada hora y en cada camino encontraba y despedía las ideas nuevas y ancestrales, Hernán Rodríguez Castelo de manera precisa y excepcional se centra tambien en aquellos hechos historicos que impidieron tener una continuidad en el pensamiento de manera especial en le territorio de Quito. “Dos excepciones hallamos a ese fluir paralelo, con apenas cruces y mutuas invasiones, entre literatura e historia, que presidió los largos recuentos de los siglos XVII y XVIII. Fue uno, el mayor, la expulsión de los jesuitas, porque aconteció que el hecho histórico arrolló y arrastró en su vórtice a un segmento de la sociedad colonial donde estaban los más y mayores hombres de letras y de pensamiento de esa sociedad. Ello, lo sabemos, se tradujo en parte importante de la producción intelectual y literaria de la segunda mitad de nuestro siglo XVIII. “Pero aquellos ilustres escritores jesuitas fueron víctimas de la his- toria, de una historia que para ellos se centró en un único suceso tre- mendo. Ahora, en los nuevos tiempos de América, el acontecer histórico cobra ritmo creciente, arrastra a todos los hombres de letras y a amplios sectores del pueblo, y quienes llegan a ese escenario de nueva historici- dad son, en muchos y los mejores casos, actores. De allí que asistimos, entre otros fascinantes fenómenos a los que esta nueva parte de nues- tra historia literaria nos acercará, al de una literatura nutrida directa y caudalosamente por la historia –el caso más ilustre de nuestra literatura y acaso de toda la literatura latinoamericana es el de Olmedo, que crea sus dos grandes poemas al calor de hechos históricos que vive de cer- 90

El territorio de Quito a inicios del siglo XIX ca–. Y haremos otra comprobación no menos significativa: algunos de los más destacados actores de esta historia lo son también de esta literatura historizada: Mejía, el ya nombrado Olmedo, Rocafuerte, Pedro Moncayo, Malo, Aguirre Abad, Mariano Cueva, Teodoro Gómez de la Torre.” Una de las grandes jornadas de la independencia se produce en Gua- yaquil, el 9 de octubre de 1820. El golpe que independizó a la ciudad fue rápido e incruento. El movimiento había madurado todo ese octubre. David Andrade resume magistralmente esta jornada diciendo “La aurora gloriosa no solo representa la decisión de un pueblo altivo, que planificó un audaz golpe de mano y tomó en sus manos su destino y el de las pro- vincias que constituían la Audiencia de Quito, sino que fue la clarinada que anunció la liberación final de la América del Sur.” La identidad de los pueblos de la antigua Audiencia de Quito, se ex- presa en la lealtad que de inmediato es demostrada a la ciudad capital más antigua de Sudamérica, Guayaquil pone en evidencia ese dominio intangible de la ciudad imperial cuando crea la División Protectora de Quito. En ella estaban a decir del general Paco Moncayo todos los guerre- ros y todos los patriotas, que luchaban por la libertad, pero apoyados en una identidad sólida. Rodríguez Castelo en la obra citada menciona: “El mismo 9 se firmó el Acta de Independencia y se juramentó Jefe Político a Olmedo. Y, sin dilación, la Junta de Guerra, presidida por Urdaneta y Escobedo, que figuraba como Jefe Militar, se pusieron a organizar el ejército. La inde- pendencia de Guayaquil no se sostendría si no se la completaba con la de Quito, donde estaba el grueso de las fuerzas realistas. Era decisivo y urgente subir a liberar Quito. En un Guayaquil bullente de entusiasmo por la causa de la libertad, el Granaderos de Reserva se convirtió en los dos cuerpos del Libertadores; el Daule fue aumentado con voluntarios; el Cuerpo de Cívicos tomó el nombre de Vengadores y, con voluntarios de la ciudad y las poblaciones vecinas, se formaron los batallones de in- fantería Voluntarios de la Patria y Defensores. Con todos esos cuerpos, bien purgados los primeros de cuantos fuesen sospechosos de realismo, se constituyó la División Protectora de Quito, que se puso en camino para adelantarse al invierno que tornaría impracticables los caminos. El 9 de noviembre salieron de Babahoyo y enfrentaron en Camino Real a un cuerpo realista de 280 hombres, y lo derrotaron completamente.” Si nos adentramos en cuales eran los principios o normas de conduc- ta de los ejércitos realistas y de la División Protectora de Quito podemos asumir que todos, en especial los mandos de los bandos contendientes tenían conocimiento de las reales ordenanzas. Aun cuando no se tienen vestigios históricos y documentados de un código de honor militar y de los deberes que regularon a todos estos sol- dados, puesto que cada batallón, se guió por la propia tradición de honor, valor y virtudes, que se auto imponía la tropa y se encargaba de estable- 91

Bicentenario de la Independencia del Ecuador cer, como norma general, el comandante. Pueblos enteros con formación casi militar, que si bien carentes de instrucción técnica, rebosaron siem- pre de pasión, orgullo y amor propio. Con ellos entonces, caudillos nacio- nales y extranjeros dieron a la Patria históricas victorias. Una versión de la “nación en armas” en el territorio de Quito. Debiendo mencionar que los ejércitos españoles se rigieron por prin- cipios filosóficos y morales establecidos en lo que ellos llaman ordenanzas reales, cabe señalar que la primera ordenanza real fue el “discurso sobre la forma de reducir a disciplina militar a mejor y antiguo estado.”11, redac- tada en 1568 por el maestre D. Sancho de Londoño, por orden del duque de Alba; luego se promulgó la nueva ordenanza de 1632 de Felipe IV. Existieron otras a partir de esa fecha, pero fueron derogadas en 1768 por las de Carlos III, “para el régimen, disciplina y subordinación y servi- cio de sus ejércitos”; las mismas que ejercieron una marcada influencia en casi todos los ejércitos iberoamericanos.12 El coronel español Fernan- do de Salas López, demuestra que las mencionadas ordenanzas, se en- cuentran vigentes en los ejércitos iberoamericanos actuales y constitu- yen la esencia de la norma ética y moral que sirve para la actuación de los miembros de sus Fuerzas Armadas. Y dice “Esta prueba de intima unión moral entre los ejércitos de los países iberoamericanos y los españoles es una manifestación palpable de nuestra fraternidad. Cada año, más de un millón de jóvenes soldados de nuestros países reciben la instrucción mi- litar bajo unas mismas directrices morales que les señalan, con iguales o parecidas palabras, como cumplir con su deber, como obedecer, como mandar “haciéndose querer y respetar”. El espíritu de estos nobles pre- ceptos se ha mantenido en la institución militar ecuatoriana hasta el día de hoy, tal y conforme se estableció para la División Protectora de Quito. 11 Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, Talleres del Servicio Geográfico del Ejército, Madrid, 1979, volumen número 2285. 12 Laguna Sanquirico Francisco, De Salas López Fernando, Proyección Internacional de las Or- denanzas Españolas, CIS, Madrid, 1986. 92

La Primera Junta Soberana de 1810 Amílcar Tapia Tamayo



La Primera Junta Soberana de 1810 Los sucesos del 9 y 10 de agosto de 1809 Desde el punto de vista latinoamericano, la llamada “Revolu- ción de Quito de 1809” constituye para la región dominada por el poder español, el anuncio de un proceso independen- tista que sin embargo no se concretaría hasta 1822. El largo camino que llevaría a la independencia se originó en décadas de inconformidades y enfrentamientos debido al despotismo de los penin- sulares en desmedro de los nacidos en América. Tuvo como detonante la invasión de Napoleón Bonaparte a la España monárquica. El ambiente de inconformidad de los americanos ya era sentido por las autoridades españolas que trataron por todos los medios de sofocar las revueltas que se dieron en todo el continente. Una de ellas, para el caso de Quito, fue la Revolución de los Estancos, ocurrida el 22 de mayo de 1765, propiciada por terratenientes y comunidades religiosas que pro- testaban por el incremento de impuestos a los licores, así como la crea- ción de la Fábrica Real de Aguardientes y una Casa de Aduanas. Luego de este y otros sucesos en la América colonial, el gobierno rea- lista se propuso efectuar varios cambios en la política externa de España para afrontar lo que Miguel de Sopnes, señalaba como “una inminente sublevación de los criollos resentidos”1 Las reformas principales, como liberar las universidades del control que sobre ellas ejercían los colegios máximos, y con ellos la aristocracia; introducción y protección de las ciencias naturales en los planteles de educación; apoyo a las Sociedades de los Amigos del País y a la economía nacional mercantilista, habían cobrado para el despotismo ilustrado es- pañol cada vez más importancia. Si bien de manera lenta, se procuraba incrementar el bienestar material, y económico de la nación: único me- dio eficaz de política prudente, que se veía confrontado a los problemas causados por el rápido aumento de la población durante todo el siglo XVIII. En la mañana del 21 de octubre de 1794 aparecieron en las principa- les cruces de piedra de la ciudad de Quito algunas banderitas de tafetán colorado, con la inscripción sobre papel blanco: “Liberi Esto. Felicitatem et gloriam consecuunto” (Busquemos la libertad. Consigamos gloria y feli- cidad) en el anverso y “Salva cruce” en el reverso. Los historiadores independentistas atribuyen al quiteño Eugenio de Santa Cruz y Espejo (1747-1795) la autoría de estos mensajes sediciosos contra el gobierno colonial. La acción de Espejo y otros criollos, respondía a la realidad en la que se desenvolvía la política del monarca español Car- los IV, la cual entre los años de 1789 y 1796 se hallaba en profunda crisis, pues cambió dos veces la dirección de la política exterior diametralmente, 1 SOPNES, Miguel, La mala política imperial de España, siglo XVIII, México, Águila, 1945, p. 90 95

Bicentenario de la Independencia del Ecuador algo totalmente desconcertante pues esos cambios súbitos carecían de simetría con la política interior del “Despotismo ilustrado”, aplicada por el gobierno de Carlos III, y aceptada por el pueblo y la inteligencia del país con casi unanimidad, sobre todo entre los años de 1781 y 1788.2 Cuando se produjo este “desacato”, las autoridades de Quito comu- nicaron la noticia al virrey de Santa Fe, el cual dispuso el 23 de marzo del año siguiente “que ejecutase las penas que conviniese imponer a los seductores para su castigo y tranquilidad pública, y sin ser indulgente ni detenido en reflexionar, si la materia era o no más o menos grave”.3 Pasquines similares habían circulado en Santa Fe de Bogotá y varios lugares de América, lo cual fue motivo de gran preocupación para las autoridades españolas que decidieron nombrar nuevas autoridades con capacidad de ejercer dura represión sobre los sediciosos. Para el caso de Quito, el conde Ruiz de Castilla, hasta ese entonces presidente de la Audiencia del Cusco, fue trasladado a Quito ciudad a que llegó en 1808. Venía con la intención de cumplir lo dispuesto por el virrey José Fernando de Abascal, trigésimo octavo virrey del Perú, para que gobierne a Quito con mano dura. Esta disposición fue conocida por los criollos quiteños que buscaban la independencia, quienes sufrieron la pérdida del insigne Eugenio Espejo, muerto en prisión en diciembre de 1795 debido a la persecución de Muñoz de Guzmán, presidente de la Audiencia. Ruiz de Castilla estaba muy consciente de que en Quito, a partir de 1794, habían sucedido tres actos distintos, llamando a la rebelión contra España: “pasquines sediciosos” en los parajes públicos; las famosas ban- deras de “Salva cruce” en las cruces de piedra de la ciudad; y finalmente, “varios papeles, los cuales informaron sobre el adelanto de la indepen- dencia de Santa Fe, después de que en Quito nada se había podido ave- riguar acerca de las banderitas de octubre”.4 Con el fin de evitar suspicacias, apenas Ruiz de Castilla llegó a Quito, los colegiales del colegio San Fernando le ofrecieron cuatro representa- ciones teatrales que fueron presenciadas por toda la nobleza. Las piezas seleccionadas fueron “Catón”, “Andrómaca”, “Zoraida” y “La Araucana”, todas ellas “tendientes a su diseño y argumento a inculcar un espíritu de independencia, de amor a la libertad y los principios del republicanismo”.5 Juan Pío Montúfar, para despedir el año, reunió a sus amigos y algu- nos familiares en su hacienda llamada Chillo Compañía, en Sangolquí. El 23 de diciembre de 1808 hubo tiempo para hablar y coordinar acciones 2 REVEALT, Michael, Los grupos insurgentes de América independentista, 1790-1810, Lima, Di- gital Impres, 1995, p. 90 3 KEEDING, Elckehart, Espejo y las banderitas de 1794, ¡Salva Cruce!, En Boletín de la Acade- mia Nacional del Historia No. 124, Julio-diciembre 1974, Quito, 1974, p.252 4 Ibid Keeding, p. 256 5 SALVADOR LARA, Jorge. La revolución de Quito, 1809-1822. Colección Ecuador, Quito, Cor- poración Editora Nacional, 1982, p.67 96

La Primera Junta Soberana de 1810 de carácter político, a fin de deponer a las abusivas autoridades penin- sulares, formando un gobierno autónomo compuesto de criollos quiteños que representarían la recuperada soberanía del pueblo, arbitrio que en España estaba ya en acción con las Juntas Provisionales que se habían formado en las regiones no ocupadas todavía por las fuerzas de Bonapar- te. El objetivo final era independizarse del poder absoluto ejercido por la corona española; y entre tanto pugnar por la autonomía, porque los ame- ricanos españoles eran como los peninsulares que luchaban en España contra Napoleón. Había pues que decir que defendían a Fernando VII, que para el mundo exterior representaba a España.6 Más tarde pondrían una condición imposible: serían fieles súbditos del rey, si viniera a América. De esa manera, disfrazaban sus verdaderas intenciones, la independencia total. Y no es que haya sido solo un ardid de Quito. Todas las regiones que posteriormente proclamaron su inde- pendencia en América hispana se declararon fieles a la corona: Bogotá, Caracas, Santiago de Chile, Argentina, en 1810. El plan general se había trazado en la Navidad de 1808. Aquel día lle- garon numerosos invitados. Entre ellos Juan de Dios Morales, Manuel de Quiroga, Nicolás de la Peña Maldonado, Juan Salinas, el presbítero José Riofrío. Es importante anotar el detalle que la historia casi no recoge: tam- bién estuvieron presentes las esposas e hijas de los invitados, entre las que podemos mencionar a Rosa Zárate, esposa de Nicolás de la Peña y Rosa Montúfar y Larrea, hija de Juan Pío Montúfar, el anfitrión de esa noche. A partir de esta conspiración de Navidad se empiezan a desencadenar hechos concretos entorno de la independencia, que a pesar de que algu- nos de los allí reunidos fueron tomados prisioneros en febrero del año siguiente, consolidaron el antecedente inmediato del primer grito de la independencia. Su desarrollo se hizo en las siguientes semanas. Aparentemente, la revolución debió efectuarse a fines del primer tri- mestre de 1809. Pero la indiscreción de Juan Salinas, el jefe militar com- plotado, ocasionó que las ya inquietas autoridades, alertadas por los ru- mores que corrían en la ciudad, levantaran un proceso para aprisionar a los que aparecían cabecillas de la rebelión: Juan Pío Montúfar, líder de la nobleza; Juan de Dios Morales, antioqueño que empezó en el siglo ante- rior como “escribiente” del presidente Antonio Mon y luego fue secretario del renovador presidente Barón de Carondelet; el rector de la Universidad de Santo Tomás y anterior alumno de Morales, nativo de Charcas, (hoy Bolivia) José Manuel Quiroga, brillante pensador; Juan Salinas, jefe de la guarnición de Quito; Nicolás de la Peña Maldonado, descendiente del sabio riobambeño Pedro Vicente Maldonado; Riofrío, cura de Píntag, y algún líder barrial más, cuyo nombre no han recogido los cronistas de la época. 6 DE GUZMÁN POLANCO, Manuel. Quito Luz de América. Quito, Academia Nacional de Histo- ria, Pantone, 2009, p.74 97

Bicentenario de la Independencia del Ecuador Sin embargo, el fiscal Arechaga, luego de caer violentamente sobre los “indignos siervos” de la corona, tuvo que liberarlos pues se perdió el proceso y no tuvo cómo actuar. Luego de estos acontecimientos ocurridos entre diciembre de 1808 y julio de 1809, el acto más trascendente se llevó a cabo en la casa del presbítero Castelo, que era habitada por Manuela Cañizares, amiga y confidente de los cabecillas de la revolución. La noche del 9 de agosto de 1809 con el pretexto de festejar un onomástico, se reunieron más de cuarenta complotados. Juan de Dios Morales, arengó a los presentes y cuando algunos temerosos intentaron abandonar la reunión, la tradición asegura que Manuela se plantó cerrando el paso, increpándoles. “Hom- bres cobardes, nacidos para la servidumbre ¿De qué tenéis miedo?”, con- siguiendo que reaccionaran positivamente. Los asistentes a la reunión del 9 de agosto fueron los siguientes: Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan Salinas, Juan Pa- blo Arenas, Pedro Montúfar, José Luis Riofrío, Antonio Ante, José Ante, Francisco Javier Ascázubi; Manuel Angulo, Antonio Bustamante, Nico- lás Jiménez, Nicolás Vélez, Ramón Egas, Juan Coello, Antonio Sierra, Mariano Villalobos, Vicente Paredes, Joaquín Barrera, Manuel Cevallos, Luis Saa, Luis Vargas, Francisco Romero, Gregorio Flor de las Banderas, José Padilla, Antonio Pineda, Carlos Larrea, Feliciano Checa, Francis- co Villalobos, presbítero José Correa, clérigo Antonio Castelo, Francis- co Guamán (conocido como Pacho el Organista), Pedro Veintimilla (el estanquero), y Jaramillo, líderes populares estos últimos que estaban en contacto con otros hombres del pueblo, representando a sus barrios. Treinta y cinco baluartes de la Patria Nueva. Entre este nutrido y surtido grupo de héroes estaba Manuela Cañizares y Álvarez, la “mujer fuerte”, así llamada por el historiador español Mariano Torrente. También esta- ba en la casa la hermana menor de Manuela, aquella María que dejaría descendencia, entre la cual se cuenta el azuayo Alfonso María Mora, que honró la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, en el siglo pasado. Los 35 varones “diputados del pueblo”, así se denominaron, aprobaron inmediatamente, al borde de la medianoche del 9 al 10 de agosto, el acta en la que proclamaban la independencia a nombre del pueblo soberano.7 En la madrugada del 10, el coronel Juan Salinas acudió a los cuar- teles para convencer a las tropas que se unieron a la revolución y desco- nocieran a las ineptas autoridades coloniales. Poco después, de la misma casa, salió el doctor Antonio Ante para deponer en nombre de la Junta Suprema Gubernativa, al presidente de la Real Audiencia, conde Ruiz de Castilla, así como diversas comisiones para comunicar la buena nueva a los barrios de Quito.8 7 Ibid. Guzmán, 82 8 ORTIZ CRESPO, Alfonso. FONSAL. “Hechos y lugares de la revolución quiteña” En Actores y procesos de la Revolución Quiteña, Quito, Noción Imprenta, 2009, p 176. 98

La Primera Junta Soberana de 1810 Entre tanto, Morales, Riofrío y Ante redactaron el documento que de- bían firmar los nobles criollos, junto a los ciudadanos del común que for- marían la Junta Suprema revolucionaria. La histórica proclama señalaba: “El actual estado de incertidumbre en que está sumida la España, el total anonadamiento de todas las autoridades legalmente constituidas y los peligros a que están expuestas las personas y posesiones de nues- tro amado Fernando VII de caer bajo el poder del tirano de Europa, han determinado a nuestros hermanos de la península a formar gobiernos provisionales para su seguridad personal, para librarse de las maqui- naciones de algunos de sus pérfidos compatriotas indignos del nombre español y para defenderse del enemigo común. Los leales habitantes de Quito, imitando su ejemplo y resueltos a conservar para su Rey legítimo y soberano señor esta parte de su reino han establecido también una Jun- ta Soberana en esta ciudad de San Francisco de Quito, a cuyo nombre y por orden de S.E. el presidente, tengo a honra comunicar a U.S. que han cesado las funciones de los miembros del antiguo gobierno. Dios guarde a U.S. Sala de la Junta en Quito a 10 de Agosto de 1809. Juan de Dios Morales, Secretario de lo Interior”.9 Los guardias de la Casa de Gobierno donde residía el viejo conde, convenidos con las nuevas autoridades, dejan entrar a las habitaciones en donde duerme el representante de la monarquía. El presidente se en- tera de la notificación y ordena a los guardias aprisionar al Dr. Ante. Este, a su vez, dispone se arreste al conde, el cual queda prisionero en el palacio, y regresa a la casa de Manuela a dar cuenta del suceso. Al ama- necer del 10 de agosto de 1809, suenan las campanas de toda la ciudad. También son depuestos el regente de la Audiencia, José González Bustillos, el oidor José Mercante, el asesor Francisco Javier Manzano, el colector de rentas, Simón Sáenz y el administrador de Correos, José Guevara Gaviria. Se los arrestó en sus respectivas residencias. No cabía la cárcel, pues era el gobierno de la libertad de pensamiento. Juan Pío Montúfar, que desde antes de la reunión del 9 se hallaba en su hacienda de Chillo, fue inmediatamente llamado. Llegó a Quito al ano- checer del 10 de agosto. Previo a ello, a las 10 de la mañana se reunieron los 35 revolucionarios del 9 de agosto, en el Palacio Presidencial, más los representantes de los barrios, que no estuvieron en “la casa de Manuela” para suscribir la histórica acta por la que se conforma la Junta Suprema Interina que pasaría a gobernar a la audiencia: “Nos, los infrascritos, Diputados del pueblo, atendidas las presentes críticas circunstancias de la Nación, declaramos solemnemente haber cesado en sus funciones los Magistrados actuales de esta Capital y sus provincias. “En su virtud, los del barrio del Centro o Catedral elegimos y nombra- mos para representantes de él a los Marqueses de Selva Alegre y Solanda; 9 Ibid. p. 84 99

Bicentenario de la Independencia del Ecuador y lo firmamos, Manuel de Angulo, Antonio Pineda, Manuel Ceballos, Joa- quín de la Barrera, Vicente Paredes, Juan Ante y Valencia. Los del barrio de San Sebastián elegimos y nombramos para representante de él a D. Manuel Zambrano; y lo firmamos, Nicolás Vélez, Francisco Romero, Juan Pino, Lorenzo Romero, Manuel Romero, Miguel Donoso. Los del barrio de San Roque elegimos y nombramos para representante de él al Mar- qués de Villa Orellana; y lo firmamos, José Ribadeneira, Ramón Puente, Antonio Bustamante, José Álvarez, Diego Mideros, Vicente Meló. Los del Barrio de San Blas elegimos y nombramos para representante de él a D. Manuel Larrea; y lo firmamos, Juan Coello, Gregorio Flor de la Bastida, José Ponce, Mariano Villalobos, José Bosmediano, Juan Vingarro y Bo- nilla. Los del barrio de Santa Bárbara elegimos y nombramos represen- tante de él al Marqués de Miraflores; y lo firmamos, Ramón Maldonado, Luis Vargas, Cristóbal Garcés, Toribio de Ortega, Tadeo Antonio Arellano, Antonio de Sierra. Los del barrio de San Marcos elegimos y nombramos representante de él a D. Manuel Matheu; y lo firmamos, Francisco Javier de Ascázubi, José Padilla, Nicolás Vélez, Nicolás Jiménez, Francisco Vi- llalobos, Juan Barreto. “Declaramos que los antedichos individuos, unidos con los represen- tantes de los Cabildos de las provincias, sujetos actualmente a esta Go- bernación, y los que se unieren voluntariamente a ella en lo sucesivo, como son los de Guayaquil, Cuenca, Popayán, Pasto, Barbacoas y Pa- namá, que ahora dependen de los Virreinatos de Lima y Santa Fe, a los cuales se procurará traer, compondrán una Junta Suprema que gober- nará interinamente a nombre y como representante de nuestro legítimo Soberano el Señor D. Fernando VII y mientras su Majestad recupera la Península o viene a imperar. “Elegimos y nombramos para Ministros o Secretarios de Estado a D. Juan de Dios Morales, D. Manuel Quiroga y Dr. Juan de Larrea; el primero para el despacho de los negocios extranjeros y los de la guerra; el segundo para el de gracia y justicia y el tercero para el de hacienda; los cuales como tales, serán individuos natos de la Junta Suprema. Esta tendrá un Secretario particular con voto; y nombramos para tal cargo a D. Vicente Álvarez. Elegimos y nombramos para Presidente de ella al Marqués de Selva Alegre. La Junta, como representativa del Monarca, tendrá el tratamiento de Majestad. Su Presidente, el de Alteza Serenísima y sus vocales el de Excelencia, menos el Secretario particular, a quien se le dará el de Señoría. El Presidente tendrá por ahora y mientras se orga- nizan las rentas del Estado, seis mil pesos de renta anual, dos mil cada vocal y un mil el Secretario particular. “Prestará juramento solemne de obediencia y fidelidad al Rey en la Catedral, inmediatamente, y lo hará prestar a todos los Cuerpos constitui- dos así eclesiásticos, como seculares. Sostendrá la pureza de la religión, los derechos del Rey y los de la Patria; y hará guerra mortal a sus enemi- 100


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