El tiempo, el tiempo. Ese dios impostor al que veneramos desde el momento en que abrimos los ojos por la mañana. Quizá tranquilos, porque es temprano y creemos tener toda la vida por delante; quizá apurados , porque nos quedamos dormidos y nos convencimos de que ya se nos hizo tarde. El tiempo, el tiempo. Pidámosle que vuelva.
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