Alondra, de milagro estás viva, pero hoy con tus huesos en 51una cárcel. Que pena. Pórtate bien que tú tienes la suertede tu lado. Pero no confíes mucho en las siete vidas delgato. Yo estaré dentro de ti cuidando tu integridad, y guián-dote desde mi deseo.El gringo se paseaba como Pedro por su casa al interior dela cárcel de mujeres adonde había ido a parar María. Horade visitas. En la sala de visitas, el gringo se sentó de cara alespaldar de la silla, mientras María le sonreía agradecida.En las otras mesas se acomodaban las demás prisioneras,y unas comían, otras saludaban de beso apasionado y lasmás lloraban. El tablero de las mesas tenía las mil marcasdel recuerdo y guardaba en el silencio de su madera lossecretos de los crímenes y las vidas parias de las deshere-dadas de la tierra.Mi alondra era bella donde quiera que se parara. Aún consu overol amarillo pollito de prisionera, mantenía intacta subelleza angelical; un poco opaca y gris de semblante, peronada más, con su ánimo de gladiadora estaba muy lejos derendirse a la adversidad. El gringo le puso a un palmo de lanariz un raro clavel que había traído de su ciudad y la mirócompasivo. Sus ojos ya eran vidriosos y tachonados de lasarañitas de sangre de los de un viejo. En efecto aquel hom-bre frisaba en los 60 años largos y la visitaba porque se lehabía metido entre ceja y ceja en un show virtual. El viejogringo estaba prendado de mi alondra. A medias palabras,él tartamudeando un spanglish y ella medio entendiéndolepor los gestos y las sonrisas; la verdad sea dicha, se enten-dían más por la vida y sus avatares y por los lenguajes deldestino y de la sensualidad que por el de las palabras. Ellale acariciaba su peluda y arrugada mano y le mandaba elmensaje de la desesperación y la impotencia, y sentía con-fusa que amaba aquel samaritano que se apiadaba de ellaen tan difícil trance. El gringo parecía su salvador.
María no había quedado mal herida, la bala solo le rozó un brazo, pero en el forcejeo otra bala hirió a la chica asesina de Tyson, y por eso, alondra estaba sindicada de intento de homicidio. Y aquel viejo gringo se convertía en un buen parcero, a la espera del juicio; con él ella se sentía protegi- da y terminaba disfrutando de la presencia del extranjero, a pesar de lo viejo y lo malgastado que estaba. Bien, y como todo en la vida, la hora de la visita terminó. El gringo se fue. Pero le dejó ese extraño e irracional senti- miento de amor que siente un viejo por alguien que podía ser su hija menor. El gringo se fue mascullando un amor agri- dulce, el mismo que masculla un viejo verde que sabe que no puede ser correspondido espontáneamente por alguien tan joven, y que los intereses, sobre todo el económico y de protección, están de por medio. El viejo se sentía solo, pero dichoso; sentirla, aproximársele, olerla, verle su piel de du- razno le llenaba su soledad, a pesar de saber lo imposible de52 ser correspondido en lo que sentía. Así es la vida. El gringo, como todos los gringos, era un buen negociante. En aquella ciudad tuvo la idea de montar un negocio hi- brido, mitad hotel mitad estudio de las Webcam. Negocio redondo. Él y otros socios pensaron en la idea y la pusieron en marcha. Las oportunidades no tienen patria, y este país era bueno para una idea de esas. Alquilaron una gran ca- sona que convirtieron en hibrido entre hotel y estudio, y la llenaron de computadoras, y soñaron con producir dinero. El gringo que pacta hasta con el diablo, se asoció con un colombiano y montaron la tal empresa. Un hibrido, por una parte la gran casona convertida en un hotel relativamente lujoso, exclusivo para extranjeros, quienes pedían a la carta la presa de género femenino o masculino, y por otra parte, en las habitaciones inteligentes todo estaba adaptado para que las modelos se lucieran frente a los ojos cibernéticos que las miraban desde diferentes ángulos, pero muy discretamente.
El entrenamiento era intensivo para la modelo. Intenso el 53inglés, intenso el aprendizaje de las danzas eróticas, PolDance, artes escénicas, teatro y expresión corporal, inten-so el aprendizaje de las TIC (Tecnologías de la informáti-ca y la comunicación). La modelo oficiaba de geisha; en elvestíbulo del hotel atendía como a un príncipe a su hués-ped y si era del caso hasta lo sacaba del hotel y le servíade guía turística por la región. El equipamiento del hotel eraenvidiable. Piscinas climatizadas, jacuzzi, spa. En una pa-labra un hotel 5 estrellas. Los gringos saben que dineromueve dinero y que la más inteligente es una inversión sinmiramientos, lujosa y efectiva.Vale la pena contar esta anécdota. En una ocasión se reser-vó todo el hotel. Un grupo de gringos adinerados llegaroncomo jeques y dispusieron de todo. El gringo anfitrión y elcolombiano los trataron a cuerpo de rey. En pomos de cris-tal se les dispuso medio kilo de cocaína de la mejor calidad,que ofrecía seductora una de las 25 chicas dispuestas parael entretenimiento. Los gringos pronto quedaron ligeros deropa y todo parecía cargarse de sexo, pero no. Aunque cual-quier lugar propiciaba el flirteo sexual, con la mirada cóm-plice de quienes pasaban por el lugar, pasillos, ascensores,baños, guardarropas, que podían ser testigos mudos de milencantos eróticos, no lo fueron. Los gringos preferían em-badurnarse la nariz del preciado polvo y excitarse solos. Enun momento dado, todos, como borregos, por adicción, ego-latría o inexperiencia (la menos probable) y váyase a sabera ciencia cierta por qué, se dirigieron a una habitación, ybajo el efecto del polvo blanco de la alucinación, se dieron aese solo disfrute. Mientras las damiselas esperaban calien-tes la salida de los machos que nunca ocurrió. ¿Chistoso?¿Desconcertante? Esos gringos no los entiende nadie.Ya quisiera el gringo que el hibrido negocio marchara porpunta y punta, pero no. El negocio Webcam producía po-
cos réditos. Bellas habitaciones inteligentes, acondiciona- das para la mejor de las películas eróticas en vivo y directo, pero, quien lo creyera, a las modelos, por origen, condición e ignorancia les costaba la actuación. Las muy tontas pen- saban que en el hotel con hombres de carne y hueso po- dían sacarle partido al bolsillo generoso del macho, y que un rato era suficiente para la ganancia que por el contrario frente a la cámara les costaba tanto en tiempo y actuación. Ocho horas eran una eternidad para la diva y en su mente de chorlito la operación matemática era simple. Mejor un tipo de carne y hueso y un rato bien pago, que ocho ho- ras desgastándose en actitudes fantasmales. ¡Tonta! En el mundo de las Webcam el videochat se relegaba a la pereza y al olvido; y un catre y un buen amante con un bolsillo re- pleto de dólares eran más que suficientes que mil clientes dando enter. No cabe la menor duda de que las estructuras mentales de las chicas del entretenimiento varían. Bien si54 son de catre y sexo físico, o si son modelos y de video. Las unas más tradicionales, las otras más artistas. Y las dos en el Siglo XXI. En lo práctico y así son los gringos por excelencia, el ne- gocio de las Webcam, como he dicho, no fue tan próspero como era de esperarse, pero la otra cara, el hotel prostíbulo de lujo sí. Y aunque el prostíbulo subsidiara las Webcam, el gringo se las traía y se sostenía para poder visitar a María cada domingo, como lo hacía religiosamente, y por nada del mundo pensaba en cerrar el establecimiento. El gringo que se moría por comerse y sobre todo explotar hasta el último centímetro del cuerpo y la gracia de María, vio cumplido su deseo un feliz domingo de tantos. Sobor- nos van y sobornos vienen. Amistad y compinchería con los guardas de seguridad, manos que se encuentran en la oscuridad de los pasillos para recibir la coima, un portátil que finalmente entra sin dificultad, una Webcam diminuta y
de alta definición y una unidad de almacenamiento de da- 55tos conectada a la internet, y todo listo para la operación.Y por último, la asignación de una celda con todas las de laley de la inteligencia cibernética para anidar a María y unacompinche cómplice y parcera de la alondra. Y ya. Y bueno,venía la noche. Y con ella la transformación de María depresidiaria a actriz porno. Como si hubiese un tren en ter-cera dimensión en la pared, María entraba y se transforma-ba en una diva. Y se hacía de realidad, de realidad virtual,para irse lejos de esas rejas y contentar a centenares demiles de mirones en el mundo.Ay María, te convertiste por el encanto de la cibernética en“la Presidiaria de las Webcams” Una mariposa fuera de suabandonada crisálida. Que bello. Así se hace María, así sele juega al destino. Gracias bendito gringo. Que Dios te déel cielo aquí en la tierra (María ja jajá).María tenía gracia para todo. Y el traje de presidiaria seconvirtió en un fetiche sexual, y en un amuleto. El overolanaranjado y su gran número entre las tetas, la hacían veruna extraterrestre. Que bella. Los dígitos 696969 la distin-guían. Y que bien que lo hacían. Los videos al aire se hicie-ron virales. Pronto se congestionó internet de cibernautasansiosos de ver al 696969 en acción. Pero nada se quedaen la clandestinidad. Nada es para siempre, y aunque fue-ron meses de dicha, la noticia corrió como bola de nieve yse salió de control, y llegó hasta las páginas amarillistas deun diario nacional moralista que la hizo explotar en prime-ra plana. “Porno desde la cárcel de mujeres”. Todo parecíasalido de las páginas de Trópico de cáncer de Henry Miller.El mundo se hizo eco de tamaña noticia. En todas parteshay pontífices de la moral con rabo de paja. Y el mundoentero supo que María predicaba el evangelio de la sexua-lidad desde una celda y era vista por centenares de miles,millones de curiosos y mirones de todas las índoles en el
mundo. La efímera fama de María, duraba los 15 minutos del show y en su memoria fantasiosa duraba todo el día hasta la llegada de la nueva obra. La fama es una trampa de la realidad, y de esa trampa no se libra nadie. Todos bus- camos lucirnos, que se nos reconozca, y hemos de pagar el precio que sea, así en la penosa realidad de nuestra insig- nificancia la fama no sea sino un espejismo en el desierto cruel de la vida de los humanos. En fin, el escándalo fue monumental y como todo lo monu- mental, ridículo. Alcanzó las grandes esferas de la política nacional, sacudió todas las instituciones laicas y clericales, y por ello, rodaron cabezas. Los chivos expiatorios de siem- pre. El alcaide, jerarcas de la penitenciaría y del Ministerio del Interior, y María fue trasladada a una prisión de máxima seguridad, con el inri de altamente peligrosa. Restringidas sus visitas a una por mes y donde le cayó como de sopetón56 una nada larvada en el quehacer cotidiano que la minó en cuerpo y alma. Sin embargo, para animar la vida, el surrealismo de nues- tro país lleno de mariposas amarillas y de Garavitos, María encontraba por las vueltas de la vida soluciones insólitas, para los problemas que solo a ella le podían pasar. Durante el tiempo de su encierro en prisión, centenares de miles de firmas se habían recogido en la calle, por voluntarios y vo- luntariados fantasmas, laicos y religiosos, que defensores de la mujer, de los animales, de la prostitución, del inde- fenso, del vulnerable, de las alondras, aparecían a diario en estas tierras sin dios y sin ley, y que cosechaban frutos su- rreales sin parar. Uno de esos grupos había encarado la de- fensa de la María legendaria quien había tratado de salvar a Tyson del cruel destino. Ese grupo en la calle prodefensa de todo, vociferaba que ella, María, en un acto heroico había tratado de proteger la vida de aquel can aun a costa de la suya. Pedían a gritos el indulto, el perdón para la defensora
de animales, la María del cuento, y para alegría de muchosel grupo de locos lograba su cometido: compasión por Ma-ría, solidaridad con María, y libertad para ella. Y para acabarde completar la película que supera la ficción, un excéntricoabogado, de barbas blancas, como un Jesucristo en per-sona, se apersonó del caso jurídico de nuestra damisela.Y probó que emitir por Webcam desde una prisión no eradelito, que María entretenía, y que sus delitos menores eranexcarcelables. Consiguiendo que en menos de tres meses,nuestra protagonista estuviera de nuevo en las calles, librede pecado y con una sonrisa en los labios, que ya me laquisiera para mí, y que.., bueno, la tengo porque yo amo ami alondra. Que viva la libertad de mi alondra. 57
CAPÍTULO SEISLas líneas de la mano y el tarot
Mi alondra y su desaforada vida. Pica aquí y pica allá. Se 61mueve por la vida en un vaivén de miedo. Ojalá no terminemal. Le deseo el mejor bien del mundo. Pero por ahora, sela pasa experimentando con su cuerpo, con su vida, con suinteligencia, con su juventud. Por fortuna siempre tiene unas en la mano y es su comodín, su salvador, como quisieraserlo yo. Pero yo soy simplemente el narrador. Qué puedohacer con tanto amor.¿La vida es lógica? ¡Para nada! Para María lo más lógicoal salir era ir derechito al gringo, pero no, tomó en direccióncontraria al hotel en el que se hospedaba el gringo. Por unmomento detestó todo lo que hacía, todos esos negociosque pasaban por su cuerpo y se anidaban como víboras ensus lastimadas entrañas. No quería ni más prostitución nimás modelos Webcam, quería adentrarse en otras cosas,en otros espacios insondables, en lo desconocido.Con la mirada perdida y un andar cansino se acordó de suabuela la gitana, que practicaba el tarot, y que ella veía detrásdel terciopelo azul turquí que cubría la estancia de la bruja.María pensaba: Ahora en los tiempos que corren, los del Si-glo XXI, el tarot tenía auge en los videochat. Internet acogetodo, es como un dios, ¿cómo no iba a darle un espacio almisterio y a la magia, a la adivinación y la astrología? Nofaltaban salas virtuales de videochat atendidas por brujosvariopintos, adivinos, astrólogos, con una variedad de trucos,entre los que se contaban, claro, la lectura adivinatoria de lascartas, del tabaco, de la espuma del chocolate. Y para losefectos teatrales cualquier cosa esotérica, como las densasbrumas, y las fumarolas, o el humo de un tabaco, y las bo-las de cristal, visivas y patéticas, con tal de que produjeranimágenes abstractas eran suficientes para las lecturas adi-vinatorias. En fin, todo aquello susceptible de interpretarse através de una imagen, mientras más difusa y abstracta másfácil y mejor. María sonreía pensando en todo esto.
Las páginas web son un laberinto con espacios diferen- ciados para los potenciales clientes. En cada espacio de la adivinación, la posibilidad de un chat. Previo al pago que era el toc-toc para que se abriera la puerta, el cliente en- traba. Adentro el brujo. Un astrólogo, un Walter Mercado, como un bufón, esperando a su ingenuo. Y empezaba el espectáculo de la adivinanza. Uno, dos, tres, diez astrólo- gos, cada uno en su estilo, con sus propias mentiras y su singular decorado, vestuario y maneras. María pegada a la pantalla observaba y reía como una gatita. “Es mi negocio” “me haré pitonisa” “¿Por qué no?” Dicho y hecho. Buscó el lugar y se presentó. Una casa con una fachada normal, tranquila, no delataba el negocio de adentro. El circo de la adivinación, de la astrología, de la cartomancia. A los due- ños, María les vino como anillo al dedo. Una mujer.., y bella. Vénganos a nosotros tu reino. Alguien ideó la bruja adoles- cente, y en un dos por tres se le formó. Se le tituló Astrólo-62 ga, y se le hizo el título en pergamino amarillo quemado que lucía en letras góticas en la pared atrás de su bella imagen, ahora tocada con un turbante. El sitio era visitado por solitarios y solitarias treintañeros y treintañeras, cuarentones y cuarentonas, venidos y venidas a menos, que buscaban más un oído atento, y una interlo- cución grata, con visos de seudopsicología de la caridad, para palear la soledad de todos, que la adivinación de su suerte, de por sí negra. María locuaz e inteligente, lo empe- zó a hacer muy bien como la parapsicóloga de esos pobres solitarios virtuales. Una bruja que con el correr de los días se hizo muy solicitada y comentada por lo bella y particular de sus premoniciones y clarividencias. Cada carta del tarot facilitaba el truco para una entendida como María. Cada carta le permitía visionar historias aco- modaticias, historias diferentes, servidas en bandeja a las necesidades espirituales, sentimentales, pasionales, emo-
cionales y psicológicas de los ingenuos. Ella hacía asocia- 63ción libre, intuía pareceres, sentimientos, emociones, y so-bre todo lograba con mucho tino e inteligencia decir lo quecada cliente quería escuchar. Perspicaz y detallista, másuna memoria prodigiosa la hicieron la mejor en el conciertode trúhanes de la adivinación.Ay mi alondra. Ahora estás debajo del puente. Súbete alpuente.En el porno por Webcam el dinero se veía a manos llenas,pero aquí el pago se reducía a monedas. Por eso ella, pica-ra, trataba de seducir al ingenuo víctima de la cartomancia,para que le enviara dinero por una agencia de mensajería.Y lo lograba no con mucha fortuna, y por eso pensaba ypensaba en algo, hasta que un buen día se le ocurrió unade sus brillantes ideas. En una revista de esas que se dejantiradas por ahí, había leído de un alemán que leía el futu-ro tocando las nalgas, pensó entonces para sus adentrosque su vulva podía ser una puerta de entrada al futuro desus virtuales visitantes. En lugar de la palma de la mano yla lectura del futuro gracias a las sinuosas líneas de esapalma, la vulva y sus pliegues podían ser un espejo que altraspasar con sus encantos de bruja, entregara el futuro delinteresado. La idea era hasta chistosa. Se trataba de leer eltabaco que se aspiraba no por la boca, como ocurre nor-malmente, sino metido en la vulva como si los pliegues dela vulva se convirtieran en unos labios fumadores. Ella as-piraría el humo del tabaco con un manejo excepcional delsuelo pélvico en su cueva del placer, que ahora sería bocade volcán con fumarola, y expulsaría una gran bocanada dehumo. Entre tanto el tabaco se iba consumiendo creandofiguras y formas policromas sobre la ceniza gris del cilindrovegetal y así se insinuarían en las capas de la ceniza delcigarro o bien unos trazos rojos como ríos de lava hirviente,espumosa a veces, y de color blancuzco o parduzco, o bien
en algunos puntos se definirían unas partes negras carbón, y cada una de estas temporales y cambiantes presentacio- nes sobre la punta del tabaco prendido. María las iba inter- pretando como la Nostradamus del cigarro; e iba de lo que le acontecía al paciente, hasta llegar a las entrañas mismas de la personalidad del incauto, mientras el pobre mante- nía su piel de gallina y sus orejas paradas como las de un burro para creer lo que nuestra pitonisa le iba adivinando. El humo al salir expulsado de tan bello agujero del placer, ahora convertido en volcán, le permitía a María saber mu- cho más del cliente. Todo dependía del tono, de la pureza, de las figuras que el humo hacía en el aire, ora volutas, ora rizadas, ora lisas, o totalmente redondas, o en media luna. Y cada una de esas características se volvía una predic- ción en los labios de María la maga. Vaya innovación. Solo a María se le podía ocurrir tal cosa. Pero no nos digamos mentiras, a la clientela, que se balanceaba entre hembras y64 machos les llamaba más la atención el morbo del espectá- culo, que la visión de futuro por acertada que fuera. Sin embargo, semejante osadía en un mundo mojigato y pueril como el nuestro no iba a permitirse tantas licencias en el tiempo. Las políticas de la página web, de una moral estúpida, de una moral hipócrita, pronto censuraron el acto y lo prohibieron de inmediato. Era grotesco, vulgar a más no poder, gritaban los moralistas con rabo de paja. Y quizás sí lo era. Y entonces María tuvo que volver a los métodos con- vencionales, que implicaban menos dinero, menos cliente- la, más monotonía, más competencia en la mediocridad de un mundo lleno de estultos de todos los órdenes. A María la exasperaba lo común y corriente, que ella ubicaba en lo vulgar y prosaico, con una sabiduría precoz para su edad. María pensaba: La vida es compleja, pero no complicada, la complican los tontos. Y ese pensamiento la sacaba de ca- sillas. Mascullando entre dientes se decía: Allá esos imbé-
ciles que me dan dinero. Allá ellos si no quieren saber que 65los problemas son en verdad problemillas inventados porlos necios para complicar la vida. La vida no tiene sino dosproblemas, la pobreza y la ignorancia, yo bien lo sé y ese esmi secreto; qué le vamos a hacer si el populacho se enredahasta el infinito en un sinfín de falsos problemas que seresuelven con un consejo de sentido común disfrazado deprestidigitación. Allá ellos. En fin, el mundo es de los vivos.Ay mi alondra, no te las des de muy vivaracha. No lo eres.Eres igual de tonta. Eres una viva boba. Ya verás.Las ventanas de internet son para verse los unos y losotros. María los veía a todos, y todos veían a María. Maríaveía a sus ingenuos clientes a la cara, así estuvieran en elJapón, y así fue como un buen día se le apareció a Maríauna mujer treintañera. La pobre lloraba a mares. Manteníalos codos apoyados en un tocador y en sus manos su ros-tro lleno de llanto, mientras en la mesilla y al lado de su bra-zo derecho descansaba un cuchillo de cocina. María consolo verlo supo qué podría ocurrir con aquella mujer. Era desentido común. Pero al instante, la voz de metal de la mujerentre sollozos le hizo más evidente su sospecha. La mujerdijo con una voz estentórea: “verás en directo el suicidio deuna persona”. Carajo.María se petrificó por un instante, pero luego se repuso ytrató de volver a su sangre fría. La mujer empezó a acariciarel cuchillo. Un pajarito entre sus manos. Un sinzonte, unpájaro carpintero, liso y llano, filudo, puntiagudo, relucien-te. El cuchillo era la solución, se revelaba en su esplendorcomo el salvador de su infernal vida. María tomó la palabray solo atinó a decir frases hechas, de cajón, típicas, como,óyeme mujer, la vida vale mucho, quitarse la vida es de co-bardes, no lo hagas, piensa en tus hijos, pero mientras estorumiaba, su reflexión iba a las profundidades y buscaba
reacomodo, e ideas más originales, pero no las encontraba. María, a pesar de su desapego, estaba también perturba- da por la escena. La mujer entre tanto, rozaba ya el filo del puñal en la muñeca, y con él hundido zigzagueaba hasta el codo. La línea enrojeció y un hilo de fuente roja manó de las entrañas de la blanca piel. La sangre salió primero lenta y luego fluida y se hizo más y más espesa y más y más gruesa en su hilado transcurrir por el brazo. La mujer miraba a María y con ojos moribundos la hacía cómplice de su fatal destino. ¿Qué hacer? ¿Dónde estaba aquella mujer? ¿En qué recóndito lugar de la tierra, moría aquella pobrecilla? La policía para qué. Volvería a meterse en un lío. En un momento determinado, con los nervios ya crispados, y la sensación de estar asistiendo a una muerte anuncia- da, María gritó con toda el alma y su alarido retumbó en pleno laberinto. Todos los agoreros llegaron de inmediato y se reclinaron ante el monitor de María a mirar la escena.66 Vaya público improvisado para una muerte anunciada. Si- lencio sepulcral. Todos miraban con ojos desorbitados la profundidad del monitor y la agonía de la mujer suicida. Y todos sin poder hacer nada. Que calamidad. A la mujer se le fueron cerrando los ojos, el cuerpo se aflojó lentamente hacia adelante y murió.
CAPÍTULO SIETEAmores contrariados
La insignificancia tiene un valor agregado: el anonimato. 69Somos una gran nada, y por eso de María no se supo nada,ni quién era, ni de dónde venía, ni para dónde iba. A nadie leinteresaba, solo a ella misma.Aquella macabra escena suicida cambió todo en el espaciointerior y sobre todo en el ánimo de María. María saturadade sangre y de dolor, un buen día cualquiera cerró su portá-til, lo metió en su mochila de trashumante y echó a andar.No dijo ni adiós ni hasta luego.¿Qué hacer? De nuevo en la encrucijada. Miró en su agen-da de bolsillo unos números telefónicos y casi que en untin marín de do pingüe, llamó a un número de una amigalejana, quien ya estaba casada pero que la recordaba concariño, admiración y un poquitín de envidia, y la amiga lepuso unos pesos en las manos que le alcanzaban para undormitorio en un hotelucho de mala muerte en el centro dela ciudad, no sin antes invitarla a casa.María había desarrollado un cinismo como defensa de lainteligencia para supervivientes y con ese cinismo le pidióa su amiga que la dejara trabajar en la casa durante el díay en ausencia del marido. La amiga contaba con una casainteligente, señal de internet con banda ancha de alta velo-cidad, un muy buen computador y una cámara de fina reso-lución. María se podía sentir a sus anchas y la amiga muypermisiva aceptó la demanda, sin consideraciones. En díaslos ingresos no se hicieron esperar. María vivía desnuda encasa de la amiga. La amiga, ningún espíritu puro, la obser-vaba y la admiraba en silencio, incluso, la deseaba en mo-mentos de excitación y de celos ardientes. Ese escenariocon tan bella protagonista fue provocando la carne de laamiga, hasta que un día no aguantó y entró también enescena. Las dos se miraron sonrientes, y María le hizo unaseñal de acercamiento con labios y dedos irresistibles, que
la bella anfitriona aceptó de buena gana. La atracción si- lenciosa y que se fijaba en los ojos de la ama de casa, pasó a todo el cuerpo que se deslizó hasta la humanidad y los labios de María, sin importarle un pito la cámara fisgona. La excitación hacía olvidarlo todo, y una situación lésbica se habilitó como en la mejor película japonesa de erotismo, envolvió a las dos amantes en danzas del placer, toques, miradas y lenguas en punta que llegaban a toda la ana- tomía de la otra como quien recorre ríos de lava ardiente con una punta de lengua capaz de erizar cualquier piel. Los cuerpos enrollados, se lamían, se estrujaban, se tocaban, se acariciaban, se gateaban, y gemidos iban y venían de las gargantas profundas de las dos hembras, que, claro, eran contempladas con asombro lascivo por miles de mirones al otro lado del éter. María se lucía con su amiga. Era la exper- ta. Sabía manejar los dedos y la lengua como una geisha madura, sabía llegar sensual a los labios de su amiga, y70 acariciarlos, morderlos al bocadillo, explorar su boca y su garganta con la lengua en punta, y determinar la intensidad y la gravedad de los gemidos. La anfitriona se entregaba al placer, como una muñeca de trapo, dejaba que su cuer- po se explorara en sus montañas y ríos de placer, mientras tímida con la yema de sus dedos se introducía en los plie- gues de María, debajo de los senos, en las axilas, las líneas horizontales del remate de las nalgas, y todo con una sua- vidad de terciopelo. Pero en realidad de verdad quienes más estaban disfru- tando del espectáculo eran los clientes de María que co- nectados no parpadeaban mientras sus manos inquietas tocaban insistentemente su riel. Y semejante show inaugural fue la carta de presentación de una exhibición compartida, que brillaba como oro al son de las innumerables propinas, que crecían exponencialmente como espuma para motivar más y más a las hembras que
se sentían divinas, en el olimpo de las diosas del amor. Las 71dos se disfrutaban y se amaban sin tapujos para placer deellas y de sus múltiples mirones.Todo era placer y juego. Todo era sonrisas cómplices eideación de esto y de aquello. A los mil créditos (el equi-valente a US 50 dólares) por los ansiosos toques de susclientes, se merecían una pizza. Y, qué risa, un buen día seles ocurrió recibir desnudas al mandadero, como Evas enel paraíso, y provocar al inocente al que entrarían en es-cena, sin él sospechar nada. Y él o ella, poco importaba elgénero, sería el títere del amor, a los ojos de los mirones.Una buena sorpresa. Romper la monotonía era una espe-cialidad de María, y vaya si lo lograba. Pues bien. Ring, ring.Llegó el domicilio con la Pizza. Todo el público expectan-te. El ojo de la cámara apuntaba con toda intención a lapuerta. La puerta que se abre y en el umbral, un hombre debaja estatura, escuálido y horrible se topaba de buenas aprimeras con dos hermosas Evas, desnudas como ange-litos, pero de los ángeles castigados por Dios; María tomóla iniciativa y acariciando la mano velluda del mensajero lotiró suavemente al centro del escenario, mientras la anfi-triona tomaba el bolso para sacar el dinero. María empezóa merodearlo, y a bailarle en sus narices, con una tremen-da sonrisa coqueta, mientras el pobre hombre no salía deldesconcierto, pero por su naturaleza de macho y a pesarde su timidez, sentía un leve cosquilleo en todo su cuerpoy sobre todo en la mitad de sus piernas. Quería tocar perono podía, una orden de su cerebro de mandadero se lo im-pedía. Sudaba a cántaros y no sabía qué hacer; entretantolos clientes tintineaban y tintineaban las propinas, a me-dida que las escenas se encendían de morbo. Pero en esecandente punto del teatro, María, la experta, empujó haciala puerta al dependiente, quien con los hombros hacia ade-lante y la cabeza gacha, salió con una leve sonrisa de con-
tento entre sus morados labios, agradeciéndole a Dios por haber vivido su mayor experiencia gratuita de sexo en su triste vida. Todo parecía marchar sobre ruedas, esas ruedas que por obra del destino siempre terminaban desviándose del rum- bo que ella trataba de dar a su desordenada vida, pero que se sostiene en el tiempo, ay. Y menos cuando se trata de la felicidad. Los trenes que marchan sobre ruedas, a la vuelta del destino terminan descarrilándose y sacando por la tan- gente a las Marías. Ay mi María del alma. En qué infernal vagón te montaste. Pensabas que el tren no tenía maquinista. Y sí. Ya verás. Ponte las pilas. Un maldito martes, en el que ni te cases ni te embarques, fue el día D. Todo transcurría normal. El esposo de la ami-72 ga, había abandonado la estancia como siempre a la hora debida y María arribaba una hora después. Así ocurrió. María y la anfitriona empezaron el show de ese día. Que bien. Todo dispuesto, pero, de pronto, de golpe y porrazo, la puerta principal de la casa que se abre y se escucha una voz confiada de hombre decir: Hola amor, estoy de vuelta. Las dos hembras, desnudas, enmudecieron y se pusieron lívidas como papel. Mientras se desenrollaban en la cama, para sentarse en el filo de ella, se miraban sin saber qué ha- cer. El cerebro calenturiento del ama no la dejaba pensar y empezaba a sollozar, cuando a María se le ocurrió lo típico en un caso de estos: los bajos de la cama. Sin pensarlo dos veces se metió como serpiente y se puso los brazos en el pecho, conteniendo la respiración. (Si encuentran parecido con los escondites de los niños, no es mera coincidencia, es que así somos los humanos, como los niños). La mujer se vestía como un relámpago, pero erraba la manga, el re- vés del interior, y la tiranta del brasier; todo era un caos de
confusión y susto. No hubo más tiempo, el marido llegó al 73dormitorio y desorbitó los ojos. ¿Qué pasaba allí? ¿Por quésu esposa estaba semidesnuda? ¿Por qué estaba acalo-rada? ¿Por qué estaba tan asustada? Aquí hay gato (gata)encerrado, pensó con rabia el macho. Mi mujer es adultera.¡Aquí tiene que estar escondido el cabrón! Hijo de puta. Milsentimientos encontrados le afloraban a la piel, que se en-cendía y el rostro se le congestionó. ¿Dónde está ese hijo deperra? Rugió el hombre. Se dirigió al armario de dos zanca-das y lo abrió de par en par, estrujando la ropa, y como noencontró nada, se arrodilló y en cuatro patas llegó al bordede la cama y miró debajo. ¿Una mujer? El cerebro se lerevolcó. Sus emociones ofuscadas cambiaron de direccióny sentimiento, de la rabia y el dolor cachón del cornudo,la sangre se le calentó y surgió el lobo hambriento. Maríasalió como una serpiente cascabel de debajo de la cama.Su cuerpo al desnudo y su caminar sinuoso provocaron almacho a pesar de todo. Ella sabía lo que hacía. Estaba enel centro del escenario, y se lucía, era lo más inteligente.Y ella lo era. Que hembra. Y que cerebro de hembra, en undecir Jesús tenía encantado al energúmeno, que se rendíaa los encantos de María. Volviendo a la realidad el hombre,empieza a pensar que la infidelidad es lésbica, y por lo tan-to menor (vaya macho), pero por el rabillo del ojo, descubreprendido el monitor del computador, y el tintineo de las pro-pinas, y como un detective empuña una lupa, se dirige a lapantalla del aparato para darse cuenta de todo. Nadie enese cuarto había caído en la cuenta de que el mundo virtuallos tenía focalizados y visibles al mundo de afuera, millaresde personas veían la escena privada y doméstica que ocu-rría desde el comienzo, como quien ve una película de sus-penso y porno, triple X. Los textos escritos eran de todaslas calidades, pero todos encaminados a aplaudir la trama.Felicitaciones, palabras indescriptibles, burlas, aplausos,sonidos guturales que daban cuenta de masturbaciones
espontáneas, todo en una feria circense de la contempla- ción larvada. Y el idiota del marido en el centro de ese tea- tro de la virtualidad. Él, que no era ningún santo, y que era un visitante habitual también de esas páginas, empezó a armar el rompecabe- zas de la virtualidad sexual y cómplice de las debilidades de su mujer y de María, masculló entre dientes una maldi- ción que se le quedó silenciosa y salió cabizbajo sin pro- nunciar palabra hasta desaparecer de la casa, calle arriba.74
CAPÍTULO OCHO María al espejo
Alondra. Tienes suerte. Te protegen los dioses. Mira que 77Alejandro vuelve a aparecer en tu vida, como tu benefactor.Y acuérdate lo que le hiciste, bandida. Ja jajá. Bueno, nohay mal que por bien no venga. Pero cuidado. Pórtate. Porel amor de Dios, pórtate como es debido.María se acordó de su tutor, Alejandro. Lo buscó en su viejaagenda y encontró su número telefónico. María usa sordinapara hablar con él, apaga la voz y en tono de ruego saludaarrepentida. Alejandro la atiende solícito y amable. El buenode Alejandro nunca la había censurado, sabía que venía delinframundo y que su infancia había sido infame, así que nadade lo humano lo sorprendía, y por eso le agradó la llamada deMaría. María era una ladronzuela, pero en su corazón no ha-bía una criminal, de eso estaba seguro. Sin embargo, Alejan-dro, maduro y curtido en las batallas de la vida y manejandomujeres, esta vez no se la iba a hacer tan fácil.A pesar de todo, Alejandro quería curarse en salud, y de-cidió someter a una prueba de fuego a María. Ser modeloWebcam, subir de categoría, irse a las alturas sociales, ledebía costar un poco a la María volantona e irresponsable.Así que a probarla se dijo.María aceptó el reto sin chistar. Alejandro que ya lo teníatodo preparado, abrió la puerta de su apartamento y acce-dieron a él, tres macancanes. Hombres malolientes, gordos,sudorosos, calvos. Tenían pinta de camioneros. María mirócon mirada vidriosa a Alejandro, y le dio a entender que nosabía de qué se trataba el asunto. Para tenerte confianza,dijo Alejandro, debes hacer lo que yo te diga ya. Debes acos-tarte con los tres. Déjate poseer en simultáneo de las tresbestias, le dijo al oído. Como el maestro chino castigador,que le impone el más duro de los correctivos a su amadadiscípula, Alejandro la llevaba al desnucadero. Ellos estaránaccediendo a ti todo el día. Tu carne será de ellos por todo
el día. Tú no podrás cansarte o rendirte. Ellos serán quienes tomen la iniciativa del fin. María tendría que hacer de tripas corazón, y soportar lo último al precio que fuera con tal de sacar adelante su vida, de encontrar un proyecto sólido y de movilidad económica y social ascendente. María, la muy inteligente, se dispuso al martirio, alzó los brazos, cerró los ojos y dio la señal de entrega, la que ne- cesitaba Alejandro, para dejar a su presa en manos de los depredadores. Alejandro se alejó, mientras en el interior de la casa, los monstruos se acercaban hambrientos al cuer- po de María, y sin miramientos empezaron a desnudarlo, a babearlo, a tocarlo, a estrujarlo. Pero el pródromo de la mortificación del cuerpo no avanzó. Su verdugo había re- gresado. Ella con los ojos cerrados para no ver lo que sen- tía su cuerpo, prefería la ceguera física y de espíritu que la bellaquería de esas bestias. Al abrir los ojos y ver a Alejan- dro observándola, sonrió algo despistada, pero él con su78 actitud, le hizo caer en la cuenta de que era el Alejandro, ese mismo Alejandro que la rescatara del prostíbulo de mala muerte, quien con una sonrisa paternal, le revelaba la ver- dad del evento, una prueba, sin consumación, una terrible prueba, pero que no pasaría de la amenaza, pues Alejandro probaba con la actitud de María lo fiel que le era ella a él. A una señal de Alejandro, los hombres se vistieron riéndose de la maldad, y abandonaron la estancia. Mi querida María: has pasado la prueba. Que valiente eres. Que tenaz. Estás dispuesta a todo con tal de triunfar. Eres una guerrera. Te felicito. Estoy muy contento contigo. Ahora sí confiaré en ti a ojos cerrados. Ve a esta dirección. Sacó una libretica de apuntes y le entregó en un papelito la dirección que ella dobló y se metió en su seno. En esa dirección comenzarás tu proceso de formación. María que- dó dubitativa, entre contenta y nerviosa, pensando en las pruebas de la vida, en los hombres, en la confusión de la naturaleza humana, levantó los hombros y se alejó.
En un sector exclusivo de la ciudad se encontraba el lugar. 79Lo que sería la universidad de la sensualidad y de la vidapara mi alondra. Una casa espaciosa, diez habitaciones di-vinamente decoradas, piscina climatizada, jacuzzi, zona despa, más unos salones dispuestos para las clases.El horario semanal de clases era intenso. Cuatro horas deInglés diario, clases teórico/prácticas de Pol dance, tallerespara estimular la creatividad, clases de Literatura, gramá-tica, comunicación verbal y no verbal, estudio sobre la cul-tura europea, asiática, y norteamericana, conocimiento dela danza oriental, dominio de la danza contemporánea. Sinlugar a dudas, toda una universidad. Una academia sobreel cuerpo, la corporeidad, el sexo, la sensualidad, la femi-nidad, el erotismo y la virtualidad. Las alumnas, listas aconvertirse en las geishas modernas, las occidentales, lasuniversales mejor, que ocuparían el internet para anidar labelleza. Saldrían diosas de la exhibición, de la iluminacióndel circo del sol de la sexualidad y la sensualidad. Bellasdivas que todos quisiéramos en nuestras camas, y que solopodemos poseer con los ojos. Bueno es decir, que no soloera una universidad femenina, no y no, era mixta. Los chi-cos hoy en día están también para lucirse en su desnudez.Es el Siglo XXI. El mercado gay está en crescendo. Hoy haymás liberación que ayer. Las mujeres también son clientes,también dan enter, también, tintinean y llenan de propinaslas páginas eróticas en donde se lucen los muchachos. Asíes. Pero déjenme decir que con las mujeres el asunto setorna más sutil y complejo, es menos vulgar y prosaico.Ellas buscan más la conversación, la compañía comunica-tiva, y la fantasía que desde el verbo y la combinación conlo visivo dejan soñar en el utópico príncipe azul de todoslos cuentos.Como en cualquier universidad que se precie de tal, los es-tudiantes se sometían a pruebas académicas. Y había es-
tímulos para las mejores. ¿Qué clase de estímulos? Bueno, los obvios, ropa, cosméticos, zapatos, y los más deseados por todas, operaciones estéticas. La mejor de las mejores ganaba una cirugía de senos, derriere, nariz, mentón. Todas muy apetecidas y buscadas. En esta viña del señor tenemos clientes con los más extra- vagantes apetitos. María estaba a seis meses de ser pro- fesional en la actuación. Pero Alejandro se las traía. Como un buen ciudadano del mundo, sabía de las extravagancias y gustos peculiares de los clientes. Los muy adinerados y excéntricos competían entre sí, por llevarse la mejor en el chat privado inaugural, el bautismo de la profesional. Cos- toso apetito. Pero para eso es el dinero. Los clientes com- petidores iban recibiendo reportes del rendimiento acadé- mico de las aspirantes. Y en una página web diseñada para librar la competencia, los ricos mirones pujaban con dinero80 por ganar la exclusividad de la modelo. En esa puja, muy parecida al quién da más inglés de las subastas, la gra- duanda sellaba su suerte futura. El precio de la puja, sería el listón de la modelo para no permitir que lo económico del negocio nunca se fuera por debajo de ese puntal. Una cosa sería pagar tres mil dólares por una primeriza que pagar quinientos. Es este mundo de tanta competencia y tantos niveles de calidad, hay que saber que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Alondra, sacaste la casta. Que bien. Triunfaste. Fuiste la mejor. Así se hace. Vas a llegar muy lejos. A María le fue muy bien. La mejor. En la puja barrió. Se llevó el trofeo. Un lord Inglés de pura cepa, pagó un dineral por el show inaugural de María. El noble pagó la no despreciable suma de seis mil dólares para disfrutarla solito y por pri- mera vez.
Alejandro sorprendido, se dio a la tarea de prepararlo todo 81como era debido. El show tendría que ser de primerísimacalidad. Merecedor de tan alta suma de dinero. Ducho enla materia, sabía que tenía que alquilar una estancia conunos interiores de película y que hubiese una sintonía entreel ambiente interior y la modelo y su personalidad. Ella se-ría la duendecilla de ese bosque encantado y se la pasaríadesnuda jugueteando con su cuerpo, con su sonrisa y consus clientes, en un erotismo espectacular y bello. Y fue esacasa la que destinó Alejandro para María. Ama y señorade ese interior de sueño, para que trabajara a sus anchas,María ensoñaba.Contentísima, María hizo su primer show. El londinense erapara no olvidar. Y a fe que no lo olvidó. La vida les depararíamás adelante una relación, que para qué les cuento ahora.María es una caja de sorpresas.En el edificio en el que se apostaba el apartamento de Ma-ría vivía gente adinerada de la ciudad. Unos conservadoresy otros no tanto. Pero las dificultades de convivencia apre-miaban. Se desató una guerra psicológica en el ambien-te, que se hizo tenso y pesado. Más de cincuenta aparta-mentos eran ocupados por modelos de todos los estilos ycostumbres de vivir. La mayoría muy distensionada y ligeraen todos los sentidos. Pero ese edificio era la colmena deAlejandro. De cada una de las celdas de la colmena salíangemidos a cualquier hora del día, y para las más mojigatasfamilias eso hacía infernal el edificio. Empezó entonces laguerra del miedo, de las acusaciones, la satanización de lasmodelos, y las amenazas que iban desde el exorcismo has-ta la judicialización. Panfletos anónimos que se deslizabanpor debajo de las puertas de las modelos, con discursosmoralistas intimidatorios, amenazantes, seudoreligiosos,que calificaban el trabajo de las modelos como sucio y de-plorable, ruin y vulgar. Y echándose cruces consideraban
el Siglo XXI el fin del mundo, y al edificio una especie de la Sodoma de la perdición. Alejandro no se amedrantó. Sabía que lo que hacían las muchachas era un trabajo digno y legal. Que era la liber- tad del Siglo XXI, y que la inquisición estaba en la picota histórica. Ni corto ni perezoso se dio trazas para investigar la vida laboral, civil, profesional, política, económica, mo- ral de los residentes del edificio. Después de la pesquisa, y con mucha información de la fuente, se dio a la tarea de elaborar unas cartas personalizadas para cada uno de los residentes, en las que en unas cuestionaba el sucio tra- bajo que hacía por ejemplo el administrador de un casino; casino, decía él incisivo, que por la conducta ludopática del neurótico, ciudadano del común, les hacía malgastar el dinero de la canasta familiar y que por ello, se perdía la unidad familiar. La casa se volvía el mismo pandemónium y todos daban con sus huesos en los manicomios y al ge-82 rente del casino (un residente) eso no lo inmutaba. O aquel otro residente que trabajaba en un pozo petrolero, ubica- do en una reserva indígena, sin importarle la madre tierra y su expoliación, y la contaminación que este produce por cuenta del hidrocarburo en el que se convierte. Y que tal, el banquero, gerente, (otro residente) que embarga casas sin piedad cristiana, casas de falsos beneficiarios quienes le firman al residente de marras, sin saberlo por la letra me- nuda que están rubricando su ruina y el enriquecimiento del agiotista. Y así, Alejandro acusaba uno a uno a los resi- dentes papistas, de sus mañas y trampas, de sus sucios y calientes dineros, para demostrarles que no tenían ninguna autoridad moral para imputar a sus modelos de deprava- ción e ilegalidad. Vaya y quién lo creyera, las cartas rindieron sus frutos. Los residentes pararon de molestar. Quizás la conciencia los aturdió y el pepe grillo en cada uno de ellos fue suficiente para dejar en paz a las modelos con su trabajo.
Dos años pasaron como una exhalación. Todo marchaba 83de maravilla. María se formó y se fue curtiendo en el oficio.Se hizo la mejor. Cultivó amistades y clientes y los fidelizó,sobre todo mantuvo el contacto y la gracia intacta con elnoble londinense…María se había transformado. Era toda una dama. Una mujerque podría pasar como de alta alcurnia. Buenos modales,glamour, decencia, discreción, manejo del cuerpo y desen-voltura, daban cuenta de una mujer en todo el bello sentidode esa palabra. Claro está que Alejandro, el tutor, se llevabalas palmas en la preparación personalizada de nuestra he-roína. Con esas credenciales le quedó muy fácil penetrar enlas altas esferas de la sociedad. En la alta burguesía termi-nó conociendo a Diego, un encumbrado personaje de sangreazul, que respiraba nobleza por todos sus poros. Bien plan-tado, de un metro con ochenta de estatura, de figura atléticay muy bien trabajada en los gimnasios, dentadura perfecta yblanca, un rostro azuloso por la barba, de nariz aguileña y elmentón agudo y rematado con un bello agujero, de cabellorizado y castaño claro, que se lo partía a la mitad, cejas es-pesas y ojos agua marinos de mirar profundo, con una an-cha espalda, y un trasero redondo y musculoso, que daban laimpresión de un dandi de película hollywoodense. María se la jugó a la doble vida. Tenía que esconderle elsecreto a Diego. Muchas de su oficio lo hacían con susfamilias, con sus amigos, con sus parejas. Para fortuna(¿será?) las páginas de los show generalmente podían serbloqueadas en el país de origen. María se sentía protegidagracias a ese bloqueo. Sin embargo, en lo más recóndito desu alma presentía que algún día se sabría, aunque lo veíalejano, y pensaba que en el entretanto podría ahorrar, teneralgo propio y abandonar ese oficio, y dedicarse de lleno auna vida social de alto turmequé, y con Diego a su lado, quetanto le gustaba.
Dos años de relación con Diego se fueron como agua entre los dedos. Un día Diego la abordó romántico y le propuso matrimonio. Lo hizo a la vieja usanza, en una cena. María aceptó de inmediato. Soñaba con Diego como el padre de sus hijos, lejos de su pasado, forjando una familia burgue- sa de alto vuelo social. Pero en la vida está metido el diablo. Y todo no podía ser color de rosa. Un día gris, un maldito día gris, también mar- tes, María recibió una llamada que le heló las venas. El es- poso de su amiga y amante, la amenazaba con divulgarlo todo a los cuatro vientos. Tenía suficientes videos pruebas en su poder para destrozarle la vida. Diego se daría cuenta y la abandonaría ipso facto. Aquel maldito hombre la chan- tajeaba, quería degradarla, verla arrastrarse por el suelo como la mujerzuela, que decía él, era ella… Alondra de mi corazón, cómo saldrás de esta. Que desgra-84 cia. Tino, mucho tino… Diego no solo era apuesto como el que más, sino culto, y muy solícito y caballero con las mujeres. María no podía ser la excepción. María era una obra de arte para Diego. Y él la quería toda para él, y solo para él.
CAPÍTULO NUEVE Al final todo se sabe
Alondra: no eres un ángel. Eres humana, muy humana, por 87eso mientes, engañas y te defiendes llevándote por los ca-chos al que se te atraviese en tus ambiciones. Pero cuida-do, la vida acostumbra a pagar con la misma moneda.Que chantaje no es bárbaro. Entre mentirosos y bandidosno hay piedad. Las guerras en las que la pasión está enel centro son guerras a muerte, son crueles y gana el másbrutal y despiadado. Aquel hombre chantajista pelearía conuñas y dientes la custodia de sus hijos. Así cobraría ven-ganza y la sentiría dulce. La amiga de María, la anfitriona, laamante, debería pagar caro su atrevimiento, su infidelidad,su bellaquería. Y María era la cabeza de turco. Debería su-bir al estrado y decirlo todo, pero deformado. Contar todolo que había ocurrido culpando a la amiga, hablar sin pelosen la lengua de los shows juntas, e incluso denunciar queaquella mujer hacia shows en solitario –que realmente nohacía– con mucha frecuencia.Ella perdería la custodia de su hijo. En el país del sagradocorazón, tanto tan conservador, con una moral tan mojiga-ta, la probabilidad de perder la custodia era del 99%.Pero María trazaba su examen de conciencia. ¿Qué hacer, pordios, qué hacer? ¿Tendría ella el coraje y el cinismo de des-truir la vida de su amiga, de su salvadora? Y pensar que ella,María, tan mujer, se sentía a gusto al desnudo con la amiga,y hasta había llegado a sentir emociones nobles. Pero, quése le va a hacer, la vida es así, se decía concluyente.Un largo mes de espera para el juicio. Un mes eterno, en elque ella se debatía con su conciencia, mientras avanzabanlos preparativos para su boda, que la presentía haciéndoseañicos, que de solo pensar en el escándalo, la veía romper-se como un cristal, en mil pedazos. Si Diego veía un frag-mento de uno de esos videos, sus sueños se diluirían para
siempre y se quedarían en las nubes de lo imposible. El alma de María vivía en vilo, todo era tan frágil, tan vulnera- ble, los secretos tan imposibles de guardar. Un simple clic y ya. Un fragmento de video en la red y chao. Hubo noches en que deseó la edad media, la ausencia de internet, la edad de las cavernas, pero al momento sonreía con angustia y se decía a sí misma, tonta, estoy en el Siglo XXI, nada qué hacer, confiar en Dios y nada más. Por fin llegó el día del juicio. María fue citada al estrado a confesar. La acusada miraba a María, con unos ojos grises nublados por las lágrimas, pidiéndole con ellos que no la delatara. El tiempo que había pasado no era suficiente para borrar de la piel las huellas de la sensualidad compartida. Las miradas se cruzaron sin que ellas pudieran develarle a un tercero los sentimientos de que estaban cargados, solo ellas sabían qué se decían; la una le decía con los ojos, ¡no88 lo hagas!, y la otra le decía ¡perdóname pero debo salvar mi pellejo! Los ojos de la acusada tenían las lágrimas en su rostro de la segura pérdida de su hijo. María se encontraba arriba del estrado, con la mano en la biblia, bajo una presión infernal. Era su amiga o era ella. Y María, como simple mortal, y como era de esperarse, hundió a su amiga en el abismo. Decidió contar la historia que le había libreteado aquel cornudo marido. Palabra por palabra, oración por oración fue recitando como en letanía todo lo que hundiría a su amiga en la perdición. Obligada por las circunstancias, María, la testigo, mentía, deformaba, magnificaba las situaciones en las que su amiga aparecía satanizada y pérdida. La acusada se sumió en un silencio de miedo. Decepcionada y derrotada bajó los brazos en se- ñal de derrota, y con una decepción que se le marcó en los hombros que se le fueron hacia adelante, resignó en manos de sus verdugos su triste destino. Ya ni suspiró. Dejó de llorar y su mirada se perdió en el vacío. Dicha la sentencia,
bajó del estrado cabizbaja y se perdió en las sombras. Ma- 89ría se sintió aliviada, sin peso, como una pluma, pensandoen que se había librado de un problema y canturreando unacanción de amor que la llevaba a la imagen de su Diego delalma, se alejó tranquila. María justificaba su acción pen-sando en los hijos que se le vendrían con Diego en su vien-tre redondo de vida y eso la animaba. Se repetía a sí mismaque Diego era su príncipe y que por él haría cualquier cosa.En esa batalla, se peleaban los hijos, los que presentía quevendrían año tras año, era el futuro de un hogar, de la fami-lia, ¡su familia! y como una hiena que defiende a sus críos,María consideraba su lucha triunfal como debida y justa.La decisión estaba tomada: María dejaría para siempreel oficio de modelo Webcam. Ese mundo estaba lleno depeligros, de acechanzas, de abismos, de maldad. Con losahorros ya podía defenderse, además Diego tenía muchasolvencia económica gracias a la herencia de una gran for-tuna. Bastaba esperar. La cuenta era regresiva, confiandoen Dios, los meses pasarían como una exhalación, y lossueños se harían realidad. Pero tocaba esperar.Pero un día, el mismo sol, la misma luna, el mismo ende-moniado mundo, volvió a presentarse con todas sus garrasde drama y tragedia para María. Diego que ya vivía con Ma-ría se había quedado solo en casa y cuando ella llegó, loencontró mirando sin parpadear la pantalla del portátil queproyectaba un video. Un video con ella, con María de pro-tagonista. Un video que llegaba como era de esperarse porla red, porque no estamos en el cielo, y algún endemoniadolo puso a flotar en el éter y llegó hasta los ojos de Diego.Diego atónito, miraba a la modelo y la miraba a ella comoquien se compara al espejo. Diego era un hombre tranqui-lo, no se alteraba fácil, tenía un buen control de sí mismo. Yel video no alcanzó a sacarlo de quicio. Con voz apagada ycasi indiferente le dijo a María: estos videos han sido envia-
dos a mis padres, hermanos, amigos, y a todo mi entorno de familiares extensos y de allegados. María te amo, pero todo tiene un límite y un precio, y yo no podría vivir contigo el dolor de verte señalada como una cualquiera, de verte discriminada por todo mi entorno, de que mis hijos se en- teren del pasado non santo de ti, yo no lo podría soportar. Ya jamás serás aceptada, bienvenida, tratada con decoro y dignidad por los míos. Ninguno de los miembros de mi casa te perdonará, además, no quiero que mis hijos sean señalados como hijos de una hetaira, yo no lo aguantaría. Dicho esto, Diego se paró del sofá, dejó que el video siguie- ra rodando, y bajo los gemidos de telón de fondo de las dos Marías, la virtual que en ese momento se introducía un vibrador de doble protuberancia en sus dos hoyitos, y la que sollozaba de verdad, abatida por la realidad, tomó en sus manos a la María de carne y hueso, la besó en la frente90 y salió silencioso a la calle. La puerta al cerrarse, cerraba el triste capítulo de vida con Diego. Diego había partido para siempre. ¿Para siempre?
CAPÍTULO DIEZ El eterno retorno
Alondra, apura el trago amargo de la vida, pero digiérelo. 93Tómalo como la hiel. No le coquetees a la muerte. Cuídate.Donde menos piensas salta la liebre. No creas en todo loque ves. Desconfía.Qué intriga. Qué rabia. Alguien había subido los videos.Quién habría sido el perverso que se tomó el trabajo deliarlo en una red con destino a Diego y su entorno. A Maríale hervía la sangre. Sentía la venganza en su saliva, en sucorazón, en sus ojos. El culpable debería pagar caro el pre-cio de la delación.María indagó. Primero en el foro, pero como era de esperar-se, el gestor del foro cobraba US 100 dólares por cada videoque se bajara. Chantaje virtual, pero qué se le va a hacer, silo quería, a pagar se dijo, pues en un país tercermundistalas leyes no alcanzan todavía a reglamentar el mundo de lavirtualidad y esas infamias tienen vía libre. María lo pensó yterminó desembolsando el dinero, aunque ya nada ganaba.Aunque Diego, el único ser en el mundo que no debía en-terarse de su pasado, ya lo sabía, ella lo hacía en un gestoirracional y tonto que sabía que no conduciría a nada.US 1000 dólares cobraba el truhan empresario del foro porlos datos asociados a la IP. Con la IP se podía rastrear elorigen de la emisión, la identificación del malvado. Con la es-peranza de dar con el nombre y más datos del bellaco Maríapagó los dólares. Ella en la desesperación y la rabia le paga-ba a sus victimarios, a los gestores del daño, vaya paradoja.Previsible como el sol que saldrá mañana, la determinantede la subida de esos videos era su amiga. La misma queMaría había traicionado y hundido en los estrados judicia-les, cobraba venganza y de qué manera. María quedó deuna pieza. ¿Qué hacer? Eso era de esperarse. Ojo por ojoy diente por diente. Seguir la guerra era una idea perdida.
Aquella mujer ya tenía suficiente con haber perdido la cus- todia de su hijo. Era mejor dejar las cosas como estaban. Entonces Alejandro vuelve a surgir como su salvador. María lo busca y le pide cacao. Le cuenta todo, le habla del foro, de la amante, del marido, de los líos en los estrados judicia- les y de la delación. Alejandro sabía del foro. Un foro que con el paso de los meses había ganado mucha presencia virtual, tenía una muy buena base de datos, con un archivo voluminoso, lleno de modelos y de mil caracterizaciones. Como toda industria criminal, se dedicaba a investigar a las modelos, y con la información al detalle las chantajeaba, dándoles a entender, con la prueba fehaciente de gruesos currículos vitae, que sabía todo acerca de ellas. Lo sabían todo. Una especie de “CIA” de la vida privada de ellas. Con- tactos, familia, pareja, gustos, hijos, amigos, datos con los cuales podían destruir, el honor, la dignidad, la moral, la vida de cualquiera. Dominaban la información de contactos en94 todas las redes sociales, Facebook, Instagram, Twitter y las esgrimían como el arma más poderosa para matar social- mente a cualquiera. La modelo chantajeada se veía en la imperiosa necesidad de pagar mes tras mes una cantidad de dinero. Monto que variaba según la modelo. Las tarifas iban de US 50 dólares hasta US 500 dólares. Aquel foro cri- minal se las traía con el negociazo de la extorsión virtual. Pero María no cabía en ese costal. Era solo para las mu- jeres con una doble vida, y María ya no la tenía, o mejor, no le importaba que se supiera lo que hacía. Incluso, con la inteligencia y el cinismo que la caracterizaba, participó en programas de la televisión nacional que hablaban de la industria del porno, del chat erótico, de las modelos Web- cam, cuya producción crecía a pasos agigantados dando sustento a más de treinta mil personas en su país. Qué más le daba a María, ahora ya quería hacer mucho dine- ro y ser una referencia nacional en el mundo de las modelos
Webcam. Con todo lo aprendido se sabía una profesional 95de alto vuelo, que aprovechaba a fotógrafos, camarógrafos,gestores de redes sociales, asesores de imagen, para ha-cerse visible, deseable, apetecible a los voyeristas virtualesque navegaban ansiosos a toda hora en busca de Marías.Alejandro le contó acerca de Sebastián. Un bello gay, mal-tratado por su familia que lo había descubierto como en-sayando desde el Skype ser modelo Webcam y que no losoportaban por culpa de la moral cristiana. Sebastián queno salía del closet, descubierto, no sabía qué camino coger.Los padres más moralistas que el papa, lo vejaron y humi-llaron, y le impedían emitir los shows desde su cuarto. Nopudieron resistir las ganas de maltratarlo, un día abrieronsu cuarto, lo vieron ahí, en cuatro, penetrándose con un ju-guete anal de gran tamaño. Sus padres colapsaron. Puto,le gritaban en la cara, vendes tu cuerpo por internet. Eresdespreciable. La idea de Alejandro era que Sebastián se re-fugiara en el cómodo apartamento que él mismo le habíaconseguido a María. Con un par de maletas de falso cuero,a las pocas horas llegó el muchacho a la puerta del aparta-mento de María.Los dos crearon migas. Los dos compartían desgracias ydolores del alma, y se hicieron pronto muy buenos amigos.Por lo mismo, María conoció la industria de los modelosgay por Webcam. Y se fijó de inmediato en las diferencias.Ella era lo suficientemente perspicaz para notarlas.Sebastián había sido criado a la usanza tradicional, en unhogar conservador, cristiano, muy severo e ignorante. A pe-sar de su tendencia, en el mundo de las apariencias teníanovia, a la que un buen día descubrió en modelajes atrevi-dos, y vulgares –para sus ojos puritanos– y sin autoridadmoral alguna la insultó, tratándola de perra. La novia quedósin aliento, humillada y ofendida. Eso le trajo a la memoria
a María la escena de aquel marido y su amiga, y en lugar de sonrisa, su rostro se llenó sin ella quererlo de una mueca maldita. Pero como Dios juega y no juega a los dados, un día cualquiera, la exnovia reconoció a su novio Sebastián haciendo un show en pareja. Él era el sodomizado, él era el pasivo, que gracioso. La exnovia en lugar de rabia sintió que se destruía por dentro, y un asco de vómito se le pro- dujo en su organismo, mientras cavilaba y veía a través del pensamiento a Sebastián, el mismo que la juzgaba de puta, disfrutando de su mariconería, siendo penetrado como una yegua en celo, a pesar de su palo al aire duro como un riel perdiendo su simiente al viento, y todo eso en la arena del circo virtual de las Webcam. ¡Que paradójica es la vida! Sebastián desnudó su homosexualidad y decidió aprove- char las bondades de un cuerpo escultural para lucirlo en el mundo de las Webcams. Cínico como María oficiaba de96 macho cabrío, de semental, y hacía shows heterosexuales, pero realmente su orientación homosexual se le salía por todos sus poros y terminó ubicándose en donde más có- modo se sentía. Sebastián soñaba con el quirófano y con operaciones esté- ticas que lo transformaran en la mujer de sus propios sue- ños. Sin embargo no estamos para dictarle leyes a la vida ni para hacer de nuestro futuro el presente, y por cosas del destino que no dominamos, una llamada cambiaría la vida para siempre de un Sebastián ambicioso como el que más. Hola Sebastián, dijo el amigo, al otro lado del iPhone. Tengo un gran negocio para ti. Se citaron en el centro de la ciudad y el amigo le explicó en detalle de qué se trataba el trabajo que le dejaría muy buen dinero. Sebastián sería un testaferro. Aprovecharía su condición de modelo y por ello podría traer una buena suma que pro-
ducía el narcotráfico en los EEUU. Por coincidencia afor- 97tunada era una empresa norteamericana la que le pagabaa Sebastián. Un buen número de plásticos crediticios y lacompra de muchos créditos en la página de Sebastián fa-cilitarían las cosas. Todos esos créditos se le cargarían aél. Recibido el dinero, Sebastián tomaba un porcentaje, yel resto a los traficantes quienes lo recibirían contante ysonante en su moneda local.El ambicioso de Sebastián aceptó el trato. Se convirtió enun buen lavador de dinero caliente. El negocio se mostra-ba redondo.Pero la condición de lavador de dinero del narcotráfico sí nose lo contó Sebastián a María. Y una noche, llegaron de lainteligencia policial a la residencia, apartaron fuertementea María, y se dirigieron a Sebastián a quien golpearon sinpiedad. A los gritos le expusieron la razón del allanamientoa María, y los dos fueron tumbados boca abajo cuan largoseran y esposados en el suelo de la desgracia. Sebastiánya había lavado US 100mil dólares, y pasaría una buenatemporada bajo rejas si sus cómplices lo dejaban con vida,pero, ¿qué sería de ella?Pobrecilla mi alondra. Con los malandrines que das. Cuan-do irás a salir de la encrucijada, ¿Cuándo? ¿Cuándo?
CAPÍTULO ONCEEl enmascarado enamora
Search
Read the Text Version
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
- 6
- 7
- 8
- 9
- 10
- 11
- 12
- 13
- 14
- 15
- 16
- 17
- 18
- 19
- 20
- 21
- 22
- 23
- 24
- 25
- 26
- 27
- 28
- 29
- 30
- 31
- 32
- 33
- 34
- 35
- 36
- 37
- 38
- 39
- 40
- 41
- 42
- 43
- 44
- 45
- 46
- 47
- 48
- 49
- 50
- 51
- 52
- 53
- 54
- 55
- 56
- 57
- 58
- 59
- 60
- 61
- 62
- 63
- 64
- 65
- 66
- 67
- 68
- 69
- 70
- 71
- 72
- 73
- 74
- 75
- 76
- 77
- 78
- 79
- 80
- 81
- 82
- 83
- 84
- 85
- 86
- 87
- 88
- 89
- 90
- 91
- 92
- 93
- 94
- 95
- 96
- 97
- 98
- 99
- 100
- 101
- 102
- 103
- 104
- 105
- 106
- 107
- 108
- 109
- 110
- 111
- 112
- 113
- 114
- 115
- 116
- 117
- 118
- 119
- 120
- 121
- 122
- 123
- 124
- 125
- 126
- 127
- 128
- 129
- 130
- 131
- 132
- 133
- 134
- 135
- 136
- 137
- 138
- 139
- 140
- 141
- 142
- 143
- 144
- 145
- 146
- 147
- 148
- 149
- 150
- 151
- 152
- 153
- 154
- 155
- 156
- 157
- 158
- 159
- 160
- 161
- 162
- 163
- 164
- 165
- 166
- 167
- 168
- 169
- 170
- 171
- 172
- 173
- 174
- 175
- 176
- 177
- 178
- 179
- 180
- 181
- 182
- 183
- 184
- 185
- 186
- 187
- 188
- 189
- 190
- 191
- 192