Important Announcement
PubHTML5 Scheduled Server Maintenance on (GMT) Sunday, June 26th, 2:00 am - 8:00 am.
PubHTML5 site will be inoperative during the times indicated!

Home Explore INSOMNIOS FRAGMENTADOS - ANTONIO PAPALÍA

INSOMNIOS FRAGMENTADOS - ANTONIO PAPALÍA

Published by Gunrag Sigh, 2021-10-19 22:37:35

Description: INSOMNIOS FRAGMENTADOS - ANTONIO PAPALÍA

Search

Read the Text Version

Enfermedad Sé que no estoy bien. Tú también lo sabes pero crees que lo ignoro. Ya no procedo correctamente. Traspasé la puerta de la tolerancia, me sumergí profundamente en deseos mezquinos y hacer daño me es un juego perverso, pero dulce. Me siento secuestrado, mis ataduras son fantasmas que me alientan a seguir al borde de la cornisa. Te veo enfrente de mí como algo grotesco, el grito de tu garganta me paraliza y dudo. Eres la última de mis metas, una sobreviviente molesta a mi soledad. Esta vez estoy armado. No fallaré. Escucho el dispa- ro, caes hecha astillas. Cumplí con ellos, acabó la pesadilla. Enmudecer Mirarte desde lejos posando mi luz sobre tu figura como lo hace el sol acariciando la piel o la brisa que agita los cabellos. Así, en paz deseo poseer la sombra de tus anhelos como si yo fuera tu don más apreciado. Así, en la aurora, en el crepúsculo, en las noches claras de luna inmensa, estar en forma ausente, como un recuerdo que nunca se pierde, que me llevas consigo, que me atas a tu cami- no y que me veas al llegar. Así, en silencio, sin ecos extraños, sólo tú y yo en la inmensi- dad, aquella que te agrade, la que pueda contenernos. Ensayo La vi desesperada, su rostro desencajado con lágrimas dejan- do huellas por sus rojas mejillas. En su mirada se leía el mie- do, el horror. Comenzaron sus gritos en medio de esa noche de verano, la que tanto deseábamos para gozar de nuestra soledad, del amor, de nosotros. Todo fue repentino, la casa de campo era una muda testigo de lo que parecía una tragedia. Subida al molino de viento, asemejaba a un felino herido. Amenazaba lanzarse, una y otra 101

vez ante mi mirada absorta. —¡Dime que de verdad me amas o me dejaré caer! Observé el fuego. —¡Vamos Bety, excelente ensayo! El asado está listo. Escondidos Muy de vez en vez, el teléfono suena. Está mudo de ambos lados, espera que el silencio intencional disfrace la identidad reservada, pero todo está codificado… se cuenta hasta diez y se cuelga. Es un rito que no tiene día santificado, es aleatorio, circunstancial y con propósito. Es una manera, una forma, el estilo cobarde de extrañarse mutuamente, incluso de odiarse sin palabras ni gestos, pero muy de vez en vez se respira profundo ante de sumergirse en ese falso abismo indiferente. Al tiempo, el “Hola” femenino no era el mismo. A meses, la voz masculina cambió de timbre. Ellos estaban, los teléfonos, no. Espejismo El azul tiembla camino al horizonte pintado sobre lágrimas de fuego que afloran desde lo profundo. El aire tórrido revien- ta la burbuja de cada imagen lejana, la transforma bajo el filtro de la imaginación y resurge como ilusión postergada al deseo de los ojos. Queda allí, delante de cada paso, como sueño absurdo, inter- minable, inalcanzable. El azul ya no es color del cielo, ni agua intangible para sedientos ansiosos. Su lluvia fueron espinillas del fruto del sol, copos dorados como alfombra al futuro mimetizados por ojos anhelosos. Yo ahí, alargando la mano, acortando el tiempo, esperando alcan- zar la cola del milagro hecho espejismo traicionero. 102

Espejos Sus ojos lo detectaban todo, más cuando se observaba a sí mismo. Podía ver su alma en un reflejo, en un instante, en otro, así como en una rueda del destino. Se vio en el pozo de agua y cayó en él, destruyendo la ima- gen. Se percibió en lo cristalino del lago y el bote quedó vacío tras su salto. Los espejos se encontraban en los lugares estratégicos en el mirador sobre el pico de la montaña. Su mente convulsionó ante esas imágenes acusadoras. La reacción, una cadena de sucesos. El último en romperse, significó un tobogán hacia lo eterno. Nubes espejadas lo con- tuvieron. Estallido Si el viento y el murmullo de las hojas del otoño al pasar, recordasen aquellos instantes de nuestra despedida silenciosa, formarían remolinos como una gigantesca chimenea al cielo, con nosotros dentro. Sí, ahora harían lo que antes no. No sa- bían de lágrimas ni de sentimientos, entonces. La luz nos encegueció, el abrazo nos mantuvo soportando el lamento del cielo negro, cuando nos miramos, no éramos los mismos. Temblor persistente entre el agua de arriba y furtivas lágrimas del alma. Cita a ciegas, una encrucijada en nuestros caminos, el punto justo del estallido de tu corazón. El destino nos separó, el va- cío eterno nos ocultó. Fantasma No sé cómo decirlo. Mi mundo está tras una lámina de imposibilidades, de detalles triviales donde los sentimientos nacen y mueren, no perduran ni dejan rastros. Somos irreco- 103

nocibles, velados en sombras propias, despersonalizados, sim- ples cosas imantadas por un espíritu de supervivencia. Me animo, la atravieso esperanzado, busco sin hallar un igual y recorro las huellas de otros. Invisible, sin voz audible trato de comprender el porqué los deseos, son una necesidad egoísta. El límite de ambos mundos tiene más horizontes por cruzar. Asumí ser viajero, no me detengo. Las dimensiones abren sus puertas, hallo mi brillo, me consuelo. Nos encontramos, nada fue en vano. Fe El río de vida no es una fábula entre ovejas descarriadas ni el agua viva, una medusa crispada. El sabio medita palabras vacías llenas de incomprensiones sentado bajo la sombra de una cruz transparente. Creer es mancharse las manos de rojo sangre, predisponer el corazón incierto a la luz de la certeza invisible y preparar el alma forjando un brillo en desuso. Las incógnitas serán aguas de deshilo al paso del ascenso, las palabras testigos de presagios, temores y turbaciones, mas solo la cumbre alumbra sabiduría al pie de una cruz ensan- grentada. El suspiro de muerte es vida postergada. ¿Quién recoge frutos de fe? Funeral de septiembre Mi corazón se ahuecó al contemplarte, como una mano que se abre tal cuenco para contenerte a la espera de tu flor de septiembre. Callada, dócil, inerte yaces enmarcada ante mis ojos en medio de una melodía que ensambla los recuerdos y la ilusión resucita en cada nota. Has preferido enmudecer, un silencio distante pregona tu es- bozo de felicidad en el contorno de una sonrisa final que vuela entre mis pensamientos como si fuera un último beso de una 104

noche entre leños ardientes. Y espero, septiembre se marcha al cielo de los imposibles, el corazón se cierra sangrando una herida… muriendo lenta- mente. Fusión La cubierta se asemejaba a la semiesfera celestial en un viaje astral a mundos desconocidos. Mundos que solo ella visitaba escondida en la senda donde el tiempo es un enunciado sin vida. De sus ojos brotaban la fascinación, de su alma, la paz. Sus deseos concordaban en sintonía con la inteligencia de su habi- táculo. Se hermanaron aquella noche en la cima de la mon- taña, la voz seductora fue irresistible, el emblema de un amor nació desde entonces. De niña entornaba los párpados, imaginaba este presente, gozaba volando en él. Ahora lo disfruta con sus ojos. Cerrán- dolos, siente un abrazo, amor de montaña que espera. Golpes Era cosa de todas las noches, aquellos golpes no cesaban de retumbar entre los oídos y la frente. A nadie esperaba, pero alguien llamaba desde los confines internos. Los ojos no po- dían cerrarse con semejante ruido. La cama placentera lo retenía amarrado a la voluntad del destino. ¿Quién molestaría tan impetuosamente? Imaginó una selva sumergida entre un laberinto, un desierto donde el eco de los tambores agoniza, un torrente ardiente e impulsivo que de tinto pinta los ríos. Se detuvo. No era un mal sueño. Le temía a las cascadas, los golpes no cesaban, empujaban. Su corazón derramó el contenido sobre un sordo adiós. 105

Gotas Allí estaré formando una nube con gotas de tus deseos, serán tan secretos entre tú y yo… que las centellas no podrán detec- tarlos en el fervor de la batalla amorosa. Será a la hora de siempre, cuando se aspire del mar el aroma de la espera, tocaré tu puerta, mis labios candentes gritarán tu nombre incesantemente. Encadenaré tu último aliento, desesperanzado en gélida muerte, y una vez más, como cada resurrección, los senderos de los sueños nos abrirán palmas hasta las arenas de la playa. Espuma blanca, su cosquilleo, la brisa, nuestras alas nos ele- van, brincar al arco iris, escondiendo besos entre colores espejados. Hastío Todo fue dejando de ser, lentamente, opacándose el brillo de aquel amor a primera vista. Fue duradero, incluso se lo con- fundió con un éxtasis eterno, sin intuir que lo perdurable, suele agrietarse cuando la arenilla áspera del tiempo lo roza insis- tentemente. La distancia, entonces, suele ser un camino que ambos reco- rren, alejándose a pasos lentos y no despertar la atención re- traída del otro… y sueñan otra realidad virtuosa nacida de la misma película real del ayer. Cada uno atiende su juego mental, con fichas repetidas, con tiempos postergados, con ilusiones muertas, inventándose ca- da día un pasatiempo alejado del amor. Esa semilla es hastío permanente. Hipnotismo El vaso lleno de agua me mira fijamente. Parpadea, las hon- das concéntricas matizan colores y fragancias. Atrapa la aten- ción, penetra la mente, arrulla la voluntad a un sueño 106

profundo. Silencio y soledad, testigos privilegiados de todas mis meta- morfosis faciales. Aun la expresión de mis ojos son pantallas abiertas por donde vuela el alma buscando su sombra. Me veo, el perfil sincroniza su forma sin definir una certeza, tal vez nunca la hubo, quizá el fruto sigue inmaduro. La sed rompe el hechizo, la flaqueza de mi mano derrama el agua entre vidrios trozados. La realidad es una marcha, un péndulo que vibra los oídos. Histeria Ahí estaba yo, despertándome a oscuras después del impre- visto apagón. No sé cuánto tiempo pasó, sí que de pronto, todo se volvió penumbra y que esa voz tan conocida me gritaba desencajadamente. La mueca de rabia se dibujaba en su rostro perjurando maldiciones, una tras otra. No era la primera vez que sucedía, pero si ocurría, trataba de evitar tal escena. Mis nervios no resistían tanta histeria barata, me sacaba la paz interior, de mi centro energético. Debía reaccionar rápido, pero con precisión. Caminé hacia atrás, encendí la lámpara, no podía fallar. Con el impulso de mi dedo ahogué sus gritos… apagué el televisor. Hojas No siempre verdes, de todos los verdes. Desteñidas al amari- llo, del claro al oscuro. Cargadas en el ocre, rojizas en otoño, violáceas por momentos, oscuras hacia el negro en otras oca- siones. El azul no falta en el arce japonés y las combinaciones de varios, tampoco en las begonias dignas de colección. Sus formas y tamaños exceden la imaginación, todas nacen y mueren, aun las perennes requieren renovación. Las cartas son hojas con sentimientos, el almanaque, hojas transitorias; la vida, hojas de instantes. Yo desnudo como 107

huésped en invierno sin elegir su traje primaveral. Al final, sucumbimos al más allá ignorando nuestra hoja de ruta. Igual Amada mía, todo sigue igual, tan igual y aun mejor que el primer día de nuestro pacto. Sé que ambos nos esforzamos para dejar de lado aquello que perturbaba una unión duradera. Creo que vencimos nuestros miedos, ese salto al vacío toma- do de la mano fue más que convincente para continuar vo- lando juntos hasta que las alas perdieran el sustento. Hoy, tú dices que te he soltado, las plumas se transformaron en plomo y el agobio acecha tus pasos. Sin embargo, el precio de la libertad tiene un poco de todo eso. Mi mejor regalo es ser tu red de contención. Sigamos volando… ¿Quieres? Impiedad Todo parecía colgar con alfileres a punto de librarse, de re- moverse de ese baúl que sólo se guardaba aquello que ya tenía sentencia, pero no, aún justicia. Su memoria saltaba de tecla en tecla hasta dar en el tono indicado, entonces allí, el venda- val de su ira se vestía de venganza y rodaban cabezas que des- de siempre se sentían aseguradas. Constantemente fue así, como si su vida volara en piloto automático, por inercia sobre un silencio de espera dentro del ojo apacible de la tormenta perfecta. Todo podía esperarse, nunca un perdón inmerecido, jamás misericordia de sí, sólo impiedad para matar la paz ajena. Improvisación A la noche le aguijoneamos el velo oscuro y mil ojos curio- sos nos miraron asombrados. Pintamos una luna grande de color verde naciendo de un horizonte en zigzag. Sobre el mar 108

ondulado de un rosa pálido fue acostándose un sol turquesa desprendiéndose del goteo de nuestro pincel. La puerta hacia la vida nació del filo de una tijera y la ven- tana nos sonrió desde un cuadro florido en viva primavera. El árbol creció con su fruto pero el deseo no lo desprendió de su rama… Y el perro movió su cola derramando la pintura de nuestra ilusión. Todo fue improvisado salvo nuestro candente amor. Infidelidad Tu partida fue muy dolorosa, inesperada, fuera de mi lógi- ca de comprensión. Nos faltó tiempo. Sí, nos conocíamos bien como para no guardarnos ningún secreto… pero esta vez la distancia sentenció un desencuentro donde el manto del silen- cio cubrió el último de ellos. Será por eso que por las noches te sueño con la mirada fija en mis ojos, tan cercana que puedo ver dentro de tus pupilas como si eso fuese la llave del cofre de las sorpresas. Lo fue, cuando ellos se transformaron en una mágica panta- lla, reveladora de la verdad enrollada en la cámara de la muer- te. ¡Ella, me era infiel! Inocencia Tus historias siempre me agradan. La noche, mi cama, la luz del velador y tu voz lenta, segura, me cuenta tus aventuras de cuando eras niño como yo, pero de esa época donde los sueños tardaban, pero al final llegaban y te hacían feliz. Yo te escucho con admiración, siempre triunfas lidiando con esos monstruos horribles, con el villano de las mil caras y con las brujas del abismo oscuro. Sé de tu misteriosa arma secreta que siempre te recuerda có- mo salir airoso cuando te pierdes en alguna cerrazón de tu me- moria. Tienes un libro favorito, pareciera como si alguien hu- biera vivido tu historia. 109

Insomnios fragmentados Que no pueda conciliar el sueño un dormilón como yo, es grave, gravísimo. Aunque siendo la primera vez pareciera exagerada la apreciación. Tú estabas en mi mente, flotando, acaparando los pensamientos hasta que la calma domó la tur- bulencia y los párpados bajaron. Jugabas a las escondidas, aparecías de la nada y continuába- mos nuestro silencioso coloquio de miradas, me hipnotizabas y te marchabas. ¡Te extrañaba! La noche interminable jugaba entre paréntesis con ojos entreabiertos. Tu magia, sorprenderme. Interrumpir mi vacío, llenarlo de esperanza por sobre la duda temerosa, cerrar los ojos, soñarte. Despertar de a ratos, perseguirte por jardines, amanecer con la mano extendida. Invierno El sol apaga su caldera lentamente, el amor se enfría, aislado, sin ecos de retorno, lejanas sombras de ausencia. ¿Por qué ahora? ¿Qué tiene este presente, sino distancia y abandono? Hasta los recuerdos lloran sus tristezas acumuladas, en gotas deslizadas cayendo sobre hojas muertas, rugiendo al viento, impotentes. El sonido del campanario marca los pasos a nuestro destie- rro, cincelando en el piso, la escarcha en huellas crujientes. Los mágicos corazones de hielo desangran sus sentimientos en adioses trémulos. Tú, yo, invierno. Nos conjugamos como un verbo irregular, distinto para cada persona, nos renovamos, en cada ciclo temporal, esperanzados en aires tibios de fragancias melosas. Jaque Las noches interminables de invierno tenían un fuego de pa- sión en mi corazón. El silencio y la soledad eran mitigados 110

con un juego de dos: Mi sombra y yo. El ajedrez se prestaba para tal fin, el juego comenzaba cuan- do en mi mente, el litigio y la razón entablaban discusiones interminables. El azar de una moneda al aire sería rápido y expeditivo… pero no, yo no quería perder una batalla, sino vencer la guerra. El tablero no era más que la plaqueta que unía mis neuronas, estas accionaban las piezas conforme a los tóxicos pensamien- tos hechos guerreros. Ninguno nos vencía, sólo un sueño anudado. Jefatura ¡Otra vez tú! Mis días se hacen cortos y la noche dura una eternidad. La mirada me convence en tu silencio que lo dice todo. Tu fuego provoca temblores internos, las manos se ase- mejan a surcos de lava humeantes y sé que si me tocas, no hay forma de mantener la individualidad. El ámbito no acompaña, no es la burbuja de los deseos, sino un hueco donde la indiferencia debiera lucir su bandera, pero tu hacha no perdona y los mástiles, contigo, no mueren de pie. Al final, el cerrojo es un mudo testigo fuera de hora. Todo cambia. Soy otro, tú, mi jefa. La hoja No podía dejar de mirar esa hoja en blanco, inmaculada, irresistible. La oportunidad estaba a la vista, la historia pedía paso para poseerla, el secreto terminaría su mandato, la liber- tad sería pasajera entre ojos y ojos. La confesión tomaría forma en simples palabras, cada cual juzgaría su peso. La verdad, la mentira son dos platillos de la balanza desigual cuando el juez agregue otro según su humana interpretación. La hoja es un pasaporte con el afuera. Hay tanto por decir en tan poco tamaño y suficiente espacio para registrar la voz de 111

mi conciencia. ¡Soy inocente! El juez no podría leer entre líneas. Lección Tenía plena confianza en vos, aún no logro entender qué te sucedió. Debo suponer que cierta ignorancia de tu parte jugó en contra, pero te creía lo suficientemente capaz para resolver esa problemática. No deseo caer en el pesimismo de darlo todo por perdido, aunque tú no haces nada por revertir la situación. Sé que puedo insistir, aunque con temor. Dudo que compren- das el valor del amor desinteresado. Cierta vez creí haber aprendido una lección después de tro- pezar por tercera vez con la misma piedra, claro… era otra persona, ella la desagradecida, yo el bondadoso; esta vez no fue ella, sí la misma lección. Legado Clausura, oscuridad o libertad y luz. ¿Dogmas de hombres o verdad de Dios? ¿Por qué barrotes y no propósitos de caridad? El espíritu atento oye la palabra, el espíritu vacío se nutre le- yendo la palabra. El espíritu de fe proclama, difunde y predica la palabra. El espíritu así formado es bendecido con el título “Hijo de Dios”. ¿Por qué asalta la duda si el sacrificio ya fue hecho? ¿Qué podemos agregar si ya la copa de la ira fue soportada y cum- plida? Las buenas obras nada agregan sino la comprensión, que por ellas, nuestros frutos están a la vista del Creador. ¡Id a predicar! Líneas Su palma derecha siempre estaba tendida, incómoda, 112

temblorosa, soportando su peso entre los pasos desconocidos. Su voz, un susurro entre la multitud, su mirada perdida casi no enfocaba. En ella, las arrugas eran sólo líneas que guardaban secretos. Las pocas monedas de la providencia, los leían en voz baja. Al cabo del día, sabían que aún había esperanza. Él, tampoco lo ignoraba. Algunas lágrimas dificultaban su visión, se escabullían entre su escondite predilecto. Entre la tupida barbilla, se transfor- maban en rocío de rotas ilusiones. Las monedas no caían, las líneas ya no estaban, las páginas de su destino quedaron mudas y el lugar vacío. Limosnero En el umbral de la puerta se escucha el quejido del limos- nero, música lastimera que arde en los oídos y duele en el corazón. Llora aun saboreando el pan de la piedad con lágri- mas furtivas, sequedad en el alma, aridez en los sentimientos y un “gracias” ausente deambulando tras el olvido. Es su vida una plegaria a cada paso, comprando tiempo con monedas de angustias, cubriéndose entre cartones, aceptando su libertad recortando su futuro. Recorre por un círculo, ca- mino de necesidad, como un pájaro enjaulado a la vista de quien lo ignora. Muere el día, duele el cuerpo, amanece ham- briento, el umbral silencioso espera. Literatura Desde la niñez sabías como usar el lápiz en un papel blanco. Tus letras eran perfectas en su forma hasta dar representación literaria a todas ellas. Anagramas, crucigramas, sopa de letras y acrósticos fueron base de tus locuras literarias. Las casillas del sujeto, verbo y predicado se entremezclaban, tal un rompecabezas mal armado, los tiempos verbales te su- 113

mergían en todas las dimensiones de los tiempos. Los adjeti- vos parecían imágenes de ventanales pintados al óleo en con- trastes decrecientes. Poesías y cuanta narrativa enloquecían a jurados doctos de- teniendo toda premiación. Nadie comprendía la técnica del misterio oculto. Sarcástica sonrisa la tuya, presidiendo hoy, la terna arbitral. Llamada Recibí tu carta, la que nunca hubiera esperado y por la forma que elegiste, a escondidas y por debajo de la puerta la deslizas- te. Tu silencio sospechaba a algo siniestro, lo notaba desde mi lugar de trabajo, se transparentaba desde mi computadora cuando mis ojos se alzaban hacia ti. Evadiste algunas de mis preguntas con un sarcasmo muy especial, un humor de tragicomedia que helaba la incipiente sonrisa, nunca gritaste tu secreto hasta hoy, como si el hoy fuese el momento oportuno. Todo cambio, desde tu mirada hasta tus acciones. Atendiste aquella llamada por mí. La voz cariñosa de mi esposa, mató tu ilusión. Llamas II Nuestro amor fue fogoso, envolvente, tierno, dulce, pleno. Su morada residía en las nubes del éxtasis, sin horizontes ni fronteras. El abrazo nos hizo uno y caminamos al oeste por las prade- ras, al este escalando montañas, al norte navegando, al sur sobre la escarcha crujiente. El tiempo nos detuvo frente aquella fogata a punto de extin- guirse. Como tesoro, la avivamos, tal como se unge la corona de una reina. Entramos en su tibieza y dejamos de ser dos para compartir nuestro todo. La mañana nos halló desnudos, fríos e irreconocibles. El 114

amor huyó sin huellas. Las llamas nos sonreían. Su alimento, nuestra pasión. Locura Los dedos siempre señalan o silencian con un gesto sobre los labios, parche sin costura que inhibe la propia voz. La de ellos, no… murmuran, excitan, arden en llamas sobre las cenizas de una moral corrompida. La sombra de la inerte paloma agiganta su envergadura, las cadenas caen ante la metamorfosis interna, la fiera atizada planta su autoridad aun con sangre en sus garras y heridas en su piel. Silencio y espera, estrategia de sabios, locura para otros. Máscaras caídas, disfraces arrancados. Risas burlonas sin comprender el drama. La quietud se desliza, se revela, devora la vieja cobardía. Ya es águila fuerte y renovada. Luciérnagas Todos los caminos llevaban al cementerio como si él fuera la gran ciudad en medio de la pradera… y la perspectiva pano- rámica, sí decía que lo era. Los pájaros y el viento jugaban a las escondidas entre los árboles y los gorjeos. De lejos y de día, sólo silencio. En las noches oscuras de verano, las almas se reunían en un cortejo bailable, coreografía repetida nacida de la memoria de los tiempos. Todo les era permitido… escapaban por sobre los muros, visitaban sus viejos amores, antes del amanecer se re- costaban, nuevamente, en sus lechos de eternidad. Nadie co- nocía la verdad, pero las llamaban: ¡Luciérnagas! Luna El niño no entendía, sí tenía un pensamiento mágico. Por 115

tantas noches no dejaba de observar la luna. Un cuarto, por la mitad, incompleta y totalmente llena…. luego a la inversa… constantemente así. No comprendía de posiciones astrales ni de efectos lumíni- cos. Era práctico, con íntimas convicciones. Imaginaba ser astronauta como si fuese chofer de camión, tal ese de juguete al cual cargaba piedras… Y soñaba. Él amaba la luna llena, en su juego encontró solución al problema. Sería magnate, su flota gigantesca permitiría sólo viajes a la luna con escombros… hasta llenarla… Nadie los volvería a traer, rompiendo el ciclo de viajes inútiles. Mal Conozco tu libreto… no olvides que lo firmé al pie. Sé la secuencia de cada palabra tuya como un recitado grabado a fuego, del significado de tus lágrimas color engaño, de la mi- rada piadosa que se trasluce pero no ilumina y del semblante pálido sin el rojo de la vergüenza. Pasaron años, distancias largas, silencios y rumores, desve- los que no resucitan del cofre cerrado, impenetrable en su abismo. Estamos en la vida, en una calle sin salida. Tú inven- tando otra irrealidad, yo queriendo enceguecer, buscando la forma de evitar el comienzo del círculo que nos volverá a en- carcelar. Te intuyo, eres mi mal necesario. Maldición En la distancia mil cartas te escribí, ningún sentimiento se escapó por las redes de cada palabra, cada una sujetaba un trozo de amor con sabor a mil gustos para escoger. En la cercanía, mi voz se transformaba en susurro, un cálido aliento en donde se turnaban las miradas inquietas, anhelantes y sus brillos se transformaban en espejos de cada alma. En la intimidad, noches de luna llena hacían de nuestras ma- 116

nos, caminantes agobiados por caminos de piel ardiente, de- siertos sin oasis, entre dunas movedizas. El sol me hallaba en soledad, la luz evaporaba el sueño. Escapabas, la hora de amar asemejaba una maldición. Manía Qué manía de preguntar por cosas imposibles, imaginadas en tu mente posesiva y lujuriosa. Los caminos ya son otros y nuestras miradas apuntan a polos opuestos. No habrá citas en escondrijos para besos fáciles y caricias profundas, bien sabes que nunca fui tu amor. Ya olvidé la canción de nuestros encuentros al besar otros labios a espaldas de tus últimas indiferencias. Mis sueños le pertenecen a otra musa que transparenta nuestro amor. Mi piel se eriza al compás de sus labios y la tersura de sus manos. Escucharás un “Sí quiero” que no te pertenece, es parte de mi felicidad. ¡Qué manía, la tuya! Manuscritos La penumbra espesa cubría el rincón de la habitación, un so- llozo cercano interrumpía intermitentemente al silencio habi- tual. El aire olía a tragedia, un oscuro presentimiento rondaba en la mente de quien, desde las alturas, observaba con aten- ción el movimiento de la sombra fantasmal. Los puños golpearon las paredes en ese ángulo siniestro, furia descargada con ímpetu de desahogo, sin importar el su- frimiento, los rasguños sangrantes y los ayes de dolor. Decenas de sombras surcaron el aire después del alarido. El silencio renació cuando éstas alfombraron tétricamente el pi- so. Ella sobrevivió a la noticia, él la dejó sin despedirse, las poesías manuscritas perdieron su valor. 117

Mariposas Era incansable, insistente, obsesiva. Su final deseo, la mari- posa azul, esa brillante que recordaba al primer amor adoles- cente de su vida. Sabía dónde abundaban y qué camino tomar para llegar. Sin prisa, a cada paso se encontraba con una, amarilla, otra rojiza, una de color nacarado. No las deseaba, tampoco se de- jaban tomar. Más allá, una verde agua, aquí otra dorada, allí, las marrones dominan la escena, incluso las negras rondaban sobre su ca- beza. Todas danzaban e huían. Hasta las multicolores, las pe- queñas y las grandes formaban un cortejo por detrás. Nunca encontró su mariposa azul, sólo una gris se posó en sus manos. Meditación Los ojos se fueron cerrando lentamente, transitando mi men- te por las notas de esas melodías que impregnan paz, sosiego, una levedad de espíritu, una imagen consagrada en la ilusión óptica. Esta vez, en algún momento, nada fue igual. La página cam- bió su historia, el telón del cuadro ocultó su imagen, la música desafinaba a saltos en su pentagrama. Todo se diluyó en un embudo camino a las arenas de un tiempo prisionero entre bo- tellas arrojadas al mar. Perdí la vieja conciencia, mi nave del olvido cayó por la cascada, navegó a la deriva hasta el chasquido de sus dedos. Renací como un genio embotellado. Memorias del viento Ella gustaba de la quietud emanada del silencio sordo, ese al cual se penetra con todos los sentidos, libre de pensamientos. Encontró ese lugar rentando la casa más alta en el cerro tupido 118

de verde. De día hablaba con la naturaleza emergente, de noche las velas celestiales encandilaban los misterios ocultos en su alma. La brisa colada por el ventanal tenía virtudes ancestrales, desprendía hojas de su libro de memorias. Ella, cada noche recibía a sus visitantes de los tiempos, en un brindis de recon- ciliación. Su copa amarga se tornaba dulce, y de los racimos de sus tristezas convidaba a sus invitadas. Mensaje El sueño se repetía una y otra vez, solo cambiaba un enigma adicional por solucionar. La película visual se retomaba tras la corrección. Pequeños pasajes, otra incógnita, nueva lucha por resolver el eslabón faltante. Las interrupciones intentaban plasmar un mensaje inconclu- so, sopas de palabras que el azar combinaba caprichosamente, sanaban lo mutilado, daban certeza a la incomprensión inicial. El cifrado quedó claro, el peligro rondaba, invisible, latente, rugiendo. Intentó levantarse y correr, algo se lo impedía. ¿Para qué el mensaje si nada podía hacer? Seguro despertaría, los sueños, sueños son. Así fue. Cuatro manos lo sostenían fuertemente, una pistola le apuntaba sobre la frente. Microrrelato Su obra literaria había sido muy prolifera. Lo intentó todo por destacarse, pero por algún motivo siempre quedaba rele- gado al segundo lugar. No importaba si su obra fuese una no- vela, relato, drama o comedia ni en cuánto concurso intervi- niera, su suerte siempre parecía estar echada. Aun así, lejos de rendirse, decidió que un microrrelato, esta vez, lo llevaría al podio. Debía ser especial, que nadie hubiese imaginado, un manuscrito con estilo único y con tinta de hechura personalizada. 119

Fue encontrado desangrado sobre el escritorio. El papel deli- neaba ciertas letras deformadas nacidas de una gran mancha roja. El concurso de pintura fue su gran victoria. Miocardio El fuego está allí, siempre estuvo, a llama lenta, silencioso, entretejiendo su furor. Por fuera, la montaña late entre leños retorcidos, sin sospechas, con sudor en sus laderas. Todo se agita sin viento externo, se dificulta el paisaje del ahora, el tiempo arrastra su cola y vierte niebla en los ojos. Estalla el volcán sin derramar lava. La luz se pinta de fantasma y los ríos rojos detienen su cauce, se inclina la vertical con las manos en el pecho. Los instantes no tienen dueño, se desconoce su pasado, se ignora su pre- sente, y tras el suspiro, fenece el futuro. Nada es, ya fue. Modos Siempre escribiste muy bien, te expresabas claramente con conceptos elocuentes, veraces. No importaba el género. De- cías: Con lo justo y necesario es suficiente. Tal vez por eso tus versos eran cortos, concisos y cada palabra llenaba un com- pendio de sentimientos. La narrativa asemejaba a una capsula del tiempo. Se escu- chaban tus palabras, y de pronto, éramos los ojos invisibles, testigos de historias en primera persona. “Te retrataré con palabras”, prometiste. La espera se hizo larga, tan grande como mi esperanza. Los desencuentros parecieron olvidar la promesa. El tiempo tuvo tiempo para nosotros. Fue un “gracias” en la hoja y un beso en la mejilla. 120

Mundo Me creé uno, a mi gusto, liviano como un globo, sin órbita estable, libre en el universo como alma vagabunda buscando anidar. No soy su rey ni su príncipe, sólo un simple andariego de caminos imposibles. También me sigue una luna enfermiza de amor y un loco sol que esconde mis sombras. Las estrellas forman figuras para un rompecabezas de los deseos… Siempre pido el más difícil, uno que el universo no haya creado. Lo llamé “planeta de los sueños”, ilusiones de ojos abiertos y de corazón ardiente. El columpio distrae mi descanso y es- pero. No hay rosas. Mi horizonte se ilumina con amapolas. Muñeca Corazón de trapo, muñeca abandonada. El rincón silencioso es tu cuna sin barrotes. En el espejo, el reflejo te impregna de tristeza, te hace llorar lágrimas frías, por cada herida, por to- dos los dolores. Hay ojos que buscan a los tuyos, hay manos que tienden en ellas, su amor… hay un cielo de papel con un sol pintado que espera, hay un libro que habla de ti y un poeta que te viste con sus letras. Nunca mueres en una tumba vacía ni olvido que te sepulte, princesa de los sueños. Mis pasos te buscan en esta rayuela con una luz en el cielo. Musas Especie semiextinguida que suelo buscar desde el atardecer, entre las tinieblas más allá del firmamento, y decepcionado hasta la aurora. Los caminos interiores terminan abruptamente sin llegar al alma, el corazón reclama la presencia en ese es- pejo vacío, el pergamino en blanco añora las letras brotadas de la inspiración. 121

Se esconden entre las espesuras entintadas silenciosas espe- rando un soplo de sobre vida, quizá la magia de un cupido travieso las recuerde lanzando una flecha al descuido. La primavera suele prestarles una vestimenta de aromas, una voz en la garganta, un color para los ojos, un movimiento de batuta y letras para un poema eterno. Mutación Los besos y los abrazos se transformaron en mercancía. Los proveía el recuerdo en un embalaje sellado, lejos del calor humano, cerca y distanciado del mundo. Los corazones latieron angustiados en sordos tambores de guerra e impotencia. Solo los ojos percibieron la soledad, ya éramos uno en islas distantes. El rey exterminador hizo rodar su corona. La espada invisi- ble hirió a su tacto, matando a la carne, estrujando el alma. El tiempo se hizo antiguo y de valor incalculable, lo mucho o poco del ayer, es más que el nada de hoy. La muerte espe- raba afuera, la vida también. Nada podía acabar sin luchar. Nebulosa Mi nube es gigante, obstruye todo a su paso, es una nebulosa confundida por la corriente que la arrastra, no está sujeta, no hay cadenas, es prisionera de los vacíos que dejan las almas al ascender. Escucha sus lamentos de muchos ayes temerosos por el peso de la incógnita: de ser o no, si hay espera y bonanza en ella, o sólo un aliento final que traga la boca del tiempo. Ella es un descanso momentáneo, un jardín de rocío, cristal de siete colores y lágrimas, al fin, por dolores del desencuen- tro. Voces del abismo, la detienen hasta que la muerte con- cluya otro paseo. 122

Nieve El lago siempre fue testigo. Lo bueno y lo malo de nosotros se reflejaba en su rostro cristalino. Inmutable, guardaba lo secreto. En verano, el vapor lo escondía entre nubes, en otoño, hojas muertas se trasformaban en veleros y lo anclaban en las orillas traseras. En primavera quedaba olvidado, como cosa pasajera que no dejaban marcas, aunque sí estaba maquillada por la alegría del sol naciente. El invierno recrudecía el aire, en la soledad de aquel banco de la orilla, nuestros espectros del ayer tomaban forma. Los copos caían, nuestras almas resucitaron, la nieve enroje- cida hablaba de dos corazones rotos ardiendo en amor conge- lado. Noche El cuerpo reposa, los músculos se distienden, los ojos danzan su mirada escudriñando la oscuridad, buscan incansables el atisbo de tu contorno. El insomnio tiene escalones de ansie- dad, senderos con recovecos donde el fantasma de tu rostro bonito me niega tu sonrisa. Te pierdes y te hallo en el bullicio de mis pensamientos, quiero tomarte de la mano y ocultarnos en nuestra soledad, quisiera abrir la puerta secreta que nos conduce al mundo de los sueños, pero todo queda en la intención del “quisiera”. Es la noche transformada en infierno, conspirativa, super- pone caminos, propicia desencuentros, apaga mi voz llamán- dote. Otra pesadilla entre sábanas perfumadas. Nubes De noche caminaba por sobre las nubes, libre, sin temor, la luna guardaba el secreto. Decía que solo eran copos de 123

algodones tibios, que le daban felicidad en ese cosquilleo entre sus pasos descalzos. Un bien, tan apreciado, que recorría kilómetros aun con el viento en su rostro. Su ángel había escuchado su más apreciado deseo. No le dio alas, sí, una gran fuerza interior que elevaba su alma hacia el anhelo de su corazón. Era su secreto, la locura más cuerda que sólo podía hablar con su amigo invisible. La niña, consciente de su destino, descalza, con frío, recorría la ciudad buscando comida. Obras “Se tiene sueños y no se atreve a soñar… se tiene fe pero no emprende la obra… todo es en vano”. Así el sabio meditaba diariamente desde el umbral de la puerta. El horizonte presa- giaba la distancia entre el deseo y el logro. El sol y la luna no detenían su camino, sólo el viento auspiciaba de mensajero. Nadie escuchaba, el culto a la regeneración espontánea, ardía con sus velas encendidas y las oraciones humeaban ca- mino al cielo, mudo y sordo. La raíz moría en el pedregal entre lágrimas de su flor mar- chita. El oasis invitaba sus aguas al ignorante sin cantimplo- ras. Todo moría. Ojos La muerte llegó por delante por una mano asesina. Su rostro denotaba cierta paz, una incomprensión luminosa en sus ojos abiertos. Ese destello fijo hablaba un idioma incomprensible, un código oculto. Arduas, pero vanas investigaciones cerraron el caso, y del misterio, miles especulaciones. Al tiempo, la puerta se abrió, la herencia se hizo efectiva, la pintura embelleció cada rincón, la luz exterior aportó vida, la paz reinó en silencio. Gran fiesta de inauguración nocturna, apogeo, corte de luz inoportuno y murmullo ambiental aterrador. Dos pequeñas 124

luces lo escudriñan todo, rostro por rostro. Son ojos que bus- can ojos. Explosión, luz, un cuerpo inerte. Venganza cum- plida. Olvidarte Puedo olvidarte, no lo dudes. Conozco el lugar donde se pierden los recuerdos, tú me lo enseñaste más de una vez. No sé qué harás, permaneceré indiferente como tú lo practicaste las veces que te busqué. Mis besos y caricias tomarán el camino del olvido y hallarán a los tuyos en esa cárcel del tiempo a la que no pude romper su cerrojo. Ahora, la misma llave me pertenece. Has dictado sentencia una vez más, un beso de Judas selló tu acto justificando una presunta venganza. Ya no duele, ni deja heridas, mi piel anestesiada forma una colina que desliza tu odio al abismo. Oportunidad desvanecida Exactamente un año, almanaque testigo, una cruz negra, un luto interior destrozando el cristal del tiempo. Los vientos ma- los perdieron fuerza después que su ventanal fuese abierto. Todo reverdece, la pradera florece, nosotros contemplamos esa belleza desde ángulos opuestos. La oportunidad nos invita junto a la sentencia de vida reso- nando en los oídos: \"No habrá milagros si no está sustentada en la fe previa\". Estiro mi brazo, un chasquido y mis dedos cortan una rosa sangrante… Alargas tu mano, el cortinado oscurece la visión del encuentro. La oportunidad se desva- nece, el sueño prolonga su letargo esperando otro aniversa- rio… La cena, rito en soledad. 125

Pacto De joven pescaba en alta mar, sus bodegas llenas prospera- ban a la familia. La escasez fue su infortunio y todo su llanto posterior. Desesperado, en su bote y bajo la luna llena, el mar escuchó sus suplicas, como lo hizo antes con su padre y abuelo. Sonido de canto agudo se escuchaba al temblar del bote. El rostro de la bella mujer se lo veía cercano, ella se dejó tomar y su salvataje fue instantáneo. El secreto y el misterio sellaron una noche de larga amistad. Prometió pescar lo indispensable, ella, acompañarlo en sole- dad nocturna de luna llena. Un bote, él y la sirena. Pandemia El bullicio se fue apagando y las ausencias se hicieron visi- bles. Un letargo consoló al mundo sin que este se detuviera jugando a ser manchado por la tinta de un sello real. Por la boca muere el pez, mas para el humano no es necesa- rio anzuelo, sí cubrir sus palabras contaminadas de impruden- cias, y en un sorbo de brisa, agazapándose la muerte. Los gritos de libertad estallaron las burbujas, los temores se pintaron de valentía, cada cual defendió su espacio desper- tando de su tiempo dormido. La maldición en todos dejó mar- cas, la voz de Dios limpió las maculas para los pocos caminan- tes del desierto. Partida ¿Por qué piensas así de mí? Te escucho y no puedo creerlo. Jamás imaginé un planteo tan aterrador de tu parte, tan desola- dor para el resto de mi vida. Oigo tus palabras como cercenan el aire a mí alrededor, cuchillas de fuego que acorralan a mis sentimientos en un nudo de silencios. Sé perfectamente el significado, cada frase de tu boca se 126

convierte en látigo puntiagudo que va apagando el brillo de nuestro amor. Sabes muy bien que ya no existen partidas de adiós entre nosotros. Quiero entender este mal sueño como una realidad encu- bierta. ¡Mi amor! La puerta está abierta, acabo de llegar. Patito feo Ya sé que tienes una cruz a cuestas, aunque la escondas en la mochila de los pesares y erguida tu espalda, caminas como disimulando un dolor que tus ojos no pueden ocultar. Te desangras en lágrimas nocturnas como si el sollozo fuese inaudible. No comprendes que tu sombra oculta es testigo de tus insomnios cuando tu mente estalla en mil batallas y la an- siedad hace carne con el dolor de la herida del corazón. La soledad es enemiga, traicionó tu intimidad, moldeó tu rostro en máscara permanente, imagen sufriente en tu espejo de belleza. Golpéalo, detrás de la astilla verán tu rostro reful- gente. Permanencia Las letras siempre dejan una fragancia a permanencia, aun en el anonimato, en la ausencia, en la lejanía de los tiempos. Tú no estabas preparada para entenderlo en palabras, asimi- larlo con los gestos de mi recuerdo, tampoco te esforzaste para intentarlo. Cada noche visité tus sueños, olvidaste quitar los puentes que nos unía, ahí estuve con mi libro en la mano y sus letras en mi boca. Letras que nacieron de mi pluma y con sangre de mi corazón. Hoy lo descubres, la realidad te pesa y mi recuerdo te susten- ta. Ves pasar mi sombra por sus páginas, la rosa marchita hue- le a mí. 127

Plumas rotas Había prometido escribir una historia por día, tantas fueron, que hoy parecía haber agotado el diccionario. Las letras ya no eran símbolos fonéticos, más bien negros pececillos saltarines en un lago azul, veloces; más que mi imaginación. Todos, tenían algo en común, no se dejaban atrapar, sabían que perderían su libertad si mi escrito trataba sobre ti. ¿Pero, qué más podría yo hacer? Supuse que era prudente no involu- crarte más entre las rejas de las letras y dejar abierta la jaula de papel. El viento sería tu energía para escapar de mí, como tantas otras veces que no supiste cuidar tus alas. ¡Volverás! Pertenencias Lo nuestro es indivisible aunque ahora todo es tuyo a través del espejo de la ignorancia y el despojo. No temas, nada de ello ya tiene valor para mí. El tiempo invertido se convirtió en pasado, ya no transito por él. Mi presente se regenera a voluntad, te quitaste de mi cami- no y ya no lo gozarás. El templo de la amistad se derrumbó, tus mechas encendidas de calumnias dinamitaron sus cimientos, solo posees un polvo inerte que te ahoga… muy lejos de mis manos solidarias. Olvidaste, soy materia prima. Ambos, el producto termina- do. Lo nuestro es tuyo, degrado, sin vida, irrecuperable, va- cío… nada. Pesadilla Se vio atravesando el espejo en un acto de irritación interna. La tarde se hizo penumbras al pie de la montaña, el rugido provenía desde el lecho del río y él, de espaldas, se sobresaltó. Lo vio venir velozmente, sus extremidades fueron herramien- tas presurosas para escalarla. 128

Un hueco tras la cornisa lo conservó con vida. La supervi- vencia dependía de la paciencia, del frío, hambre, incluso del sueño. Cerró los ojos, imaginó su mansión, su apetitosa mesa y cama placentera. El silencio guardó su eco tras la puesta del sol. La pesadilla tomó forma al momento de caer. Despertó entre sábanas de una cama solitaria. Piedra Piedra para una lápida ausente, un silencio prolongado, una lágrima perenne, un alma partida. Piedra roída por la inmensi- dad del dolor, sujetada por manos fuertes y un corazón mar- cando la memoria de quien se amó y ha partido. Tu piedra, la mía, la de todos. Se posan como palomas men- sajeras trayendo un rostro desconocido, una voz del más allá, un abrazo interrumpido, un adiós no escuchado. La tarde ilumina ese camino etéreo, muere donde el rayo parte hacia la eternidad. La piedra simboliza el último latido del corazón, aquel que marcó tu nombre para que el presente te llore y el futuro te recuerde. Por algo Hoy entendí que todo fue por algo. Nunca lo supe explicar. Dentro de mí, las burbujas de las emociones hablaban ese idio- ma que solo los enamorados saben escuchar y entender. Te salí a buscar, quería confirmarlo aunque sabía que encon- trarte ya no sería posible. La alameda, la plaza, la fuente y nuestro banco preferido estaban allí, añorando nuestra presen- cia, mudos en sus tristezas. Esta vez no estabas, me senté a esperar no sé qué, quizás un tiempo en reversa que supiera jugar con mi imaginación, y al fin, verte llegar. Por algo, el viento ya no trajo tu voz. Te suelto a volar. 129

Portales Cambia la realidad, los portales se alinean alrededor. Hay millares, invisibles. Nos paseamos por ellos como en jardines inexplorados. Se esconden, pero están. Entre luces y sombras, sincronías del péndulo, gotas del arco iris, en copos de nubes, en cambios de consciencias, en tumbas olvidadas. ¿Qué tan finita es la membrana divisoria, qué tan perpetua su permanencia? Juegos del destino en un mazo de naipes marcados para ojos ciegos que buscan la felicidad que nunca se perdió. Somos saltamontes con mochila de temores a cuestas, ansie- dades superpuestas, afanes marchitados. Todo pasa desoyén- donos entre mudos silencios, mas creyendo que la muerte es el último portal. Pozo Te miro desde lo más profundo, me reflejo sólo desde la su- perficie, como un saludo silencioso, con una mano sin brazos. Soy sombra de luz, estremecida ante la brisa, oyéndote de cerca con voz lejana. Aunque miraras, disipándose la niebla, cristales rotos hallarías de mi figura sin alma. Aquí, en el fondo, se sueña distinto, no existen colores, sí el brillo de una luna pálida, avergonzada, escurridiza con alas sin memoria. Pero tú regresas a menudo con un barquillo de papel sin ancla, leo tu mensaje y no esperas por el mío. Prisionero en oscuridad, busco alas en la nube viajera. Regreso goteando despedidas. Preguntas ¿Preguntará el sol por nosotros cuando no nos ve? ¿Sabrá la luna interpretar la poesía de sus enamorados? ¿Qué tan ancho será el horizonte cuando ambos astros lo equilibran? ¿Morirá el viento en su cuna de nacimiento? ¿Existirá la paciencia para 130

contar las gotas del océano, las arenillas del desierto y las es- trellas del cielo? ¿Será el amor un todo sobre la nada? El sabio se miró a sí mismo en el espejismo de la vida, vio una sombra pasar verti- ginosamente y no se reconoció. ¿Será la mía? Comprendió su igualdad con el necio. En el juego de la vida integraban el mismo coctel. Premonición Soñé tu adiós, no uno cualquiera, el final, el de la vida. Tu hora señalada debía retrasarse eternos segundos, vi el reloj y corrí… Debía retener tus maletas cargadas de ilusiones, brin- dis con risas y lágrimas, el amor no vivido, la poesía en libros y una promesa no olvidada. Sé que te esperan, también yo. De este lado amamos dife- rente, contagiamos plenitud, no estás preparada para ello… el reloj se detendrá. Tomarás todo el café, finalizarás mi libro… las vías esperan, el tren reduce su marcha. Cierras los ojos, rueda una lagrima, mi eco confunde y para- liza la muerte. Te liberé para esperarte feliz. Preposición Me propones dejarte como quien abandona un objeto, sin despedidas tristes, sin dolor en el alma. Que esquive mi última mirada, que mi luz no apague la tuya con un beso fantasma que la brisa te acerque mi ausencia. Mi rosa no será un beso de Judas, la espina no lastimará tus manos ni apagará el candil de tus ilusiones. El amor no nece- sita piedad en su sonrisa, tampoco es una condena eterna entre caricias que no te dejen volar. No serás un ave herida ni yo un peregrino en tu vida. No podría apartarte de mis ojos siendo una estatua en tu camino. 131

Prórroga El segundero nos debe un trozo de tiempo, el vapor forma una nube sobre la tasa de café caliente, la mirada se corta a medio camino y las palabras balbucean dentro del silencio. Somos incompletos, esperando un futuro que no llega dentro de un presente inmóvil. Quizás la cita sea un error del destino que desea enmendarlo o tal vez enlazar adecuadamente los eslabones, para así, resis- tir toda una eternidad. Tú y yo sabemos de memoria lo que sigue en esta paradoja donde sólo intuimos, expectantes, las secuencias posteriores. La vida tiene estos hechizos mágicos. Nos encarcelan y nos liberan. Una foto hecha película. Puente Entre tú y yo, ahí está colgado. Solitario, el puente espera. A veces nos une, otras nos separa. El sol ilumina cuando decidi- mos encontrarnos a mitad de camino. La niebla nos oculta cuando los ojos de la indiferencia lagrimean a escondidas. Está allí y nos soporta. Es imán a los corazones, cuando nuestros latidos se aceleran más que nuestros pies en el reco- rrido del encuentro. A veces, no es más que el fantasma de una postal en el recuerdo y otras, nos convertimos en turistas en busca del amor, y nos hallamos invitados en el alma de ese folleto. Hoy decidió sostener nuestras vidas. Renguita Así te llamaban y había un porqué, era evidente… pero eso no te hacía diferente, no para mí. Tus hermanas menores in- tentaban tomar cierta ventaja sobre ti cuando yo aparecía como el amigo de la primera infancia. Ese, que las acompa- ñaba a aquellos bailes de carnavales barriales donde las fami- lias se divertían en un tiempo de paréntesis laboral. 132

Los celos sólo quedaban en el ánimo de ellas y de las demás, cuando con orgullo, eras mi compañera de baile. Yo podía ver con qué ojos nos observaban y sé que tú dabas lo mejor para que la envidia se hiciera compañera de los celos. Rescate La mujer era bonita, me sonrió en cuanto abrí los ojos. Estaba confundido, desconocía el lugar sabiendo que no era un sueño, había despertado de él. El lugar se asemejaba a la habitación de una clínica y ella, seguramente, sería la doctora. Mi cuerpo apenas respondía a mis movimientos, intenté pre- guntar qué sucedía, dónde me encontraba a pesar de mi estado de confusión inicial. Intuí que me estaba cuidando sin saber de qué, pero el vaso con agua y la pastilla blanca en sus manos, indicaba su intención de que yo la tomase. No pude evitarlo. La voz fue clara:” ¡Vamos, pagaron el rescate!” Resurgir No había de dónde, ni el cómo estaba en mi mente. Lo tuyo fue letal, un golpe traicionero en una espalda de cristal, inde- fensa por excesiva confianza. Tomabas mi mano en tanto ca- vabas a mi alrededor un sepulcro cubierto por grandiosas pala- bras de amistad. Me diste por muerto junto a la cruz de mi desventura, olvi- dando el pasado hipócrita, zambulléndote en las aguas dulces de un ansioso porvenir que te esperaba. Ingenuo quien recorrió el camino a la ciénaga, valiente quien no se hundió en ella, hallé ahí, el “dónde” escondido y en la perseverancia, el “cómo” de mi angustia. ¡La cruz se desvaneció! 133

Retrato La tragedia enlutó la casa, ella había partido. El deseo de plasmar su belleza estaba cumplido en el retrato pintado por aquel incógnito artista. Nunca se supo el porqué de ese capri- cho excéntrico de retratarse, así como nacido de un impuso desconocido. Su esposo, Marcel, la había apreciado desde la niñez, fue feliz con ella y con su recuerdo desde hace treinta años. Ella había amado la literatura. Su figura, con un libro abierto en la mano en acción de leer, mostraba un rostro vivaz, enamorado. La lupa recorrió la frágil línea del renglón; una daga al cora- zón: “Te amo, mi adorado Vicent”. Alicia. Retroceso El sol se durmió en la posición equivocada, la luna camino de espaldas y las estrellas miraban asombradas como lo elás- tico del universo se contraía. Mis sueños se convirtieron en vidas pasadas y la realidad, en pesadilla constante. El tiempo se convirtió en un hueco negro de escape veloz y los espejos enmudecieron tras imágenes tartamudas. El caos mantuvo la armonía, la física reformuló sus leyes y la química se transformó en alquimia creadora. La inercia y la gravedad quedaron suspendidas en la órbita de la luz constante, ya era alma libre, sin nombre, sin historia. Plenitud naciendo del nuevo tiempo con cuerpo renovado. Ruidos Inmerso en los pensamientos, mi selva interior crece a ritmo agigantado. Espesura y oscuridad me desorientan. Las deci- siones difusas alteran la paz escondida lejos de la cascada de las emociones. Busco silencios, claros de lunas, brillos de sol. Oxigenar por dentro la asfixia. Verme extasiado en ese yo interno, sin 134

temores ni tropiezos, libre en la danza de mi esencia. Me sobresalta el vuelo de la paranoia, ese buitre con alma de muerte, aunque mi lucha equilibra mis pies en la cuerda sobre el abismo. Llegó, respiro profundo, descanso en la bendición del paraíso. Elijo vivir en esa quietud. Mi realidad despierta con amor. Senderos Tu sendero siempre fue el mío, trazado por los recodos de la vida, los laberintos que proponían el destino y el azar bajo la niebla espesa. Con luz de sol o luna, a oscuras en las ilusiones truncadas, esas amargas que perduran su sabor eternamente… Y a veces, se pierden tras el horizonte de la memoria frágil. Siempre a mi lado, como un platillo de una balanza que busca mantenerse equilibrada, aunque pesen las angustias, los sueños sin esperanza, las pesadillas de un pasado… o la felici- dad de estar juntos. Ahora nos quedamos en el pensamiento, donde no hay dis- tancia ni mueren las imágenes. Simuladores Escondemos las caretas en la obviedad de nuestras miradas. Tú no sabes que yo sé aquello que tú bien escondes. Tu engaño parece perfecto ante el desenfreno de mi cortesía, de la apaci- ble tolerancia, de tus logros victoriosos tras pasos cuidadosos. Soy víctima, pero no juego a ella… tú lo haces por mí con mentiras naturales, la tragedia argumental de tu teatro, con el cinismo tras un “gracias” escapada de tu lagrimal… y crees que todo es dulzura de miel para mi ego… si lo creyera. No lo sabrás, mi juego es más perverso aún. Todo te será fácil, morirás con la máscara encarnada. 135

Sol Ilumino, lanzo saetas a luciérnagas nocturnas. Danzan en pos de mí, incansables. Ellas no lo saben, no lo entienden, no se detienen, pierden la visión en su camino. Se apagan unas, se encienden otras, el cordel de su luz no desaparece, aunque la muerte salpica indiferente, indistintamente. Son mi animada tribuna, luciérnagas con almas humanas en este juego de sobrevivir a la distancia, es mi corona de laureles que suelo mostrar ante mi virtud y sus esclavitudes. Mi ciclo eterno no las inspira, por un momento, a detenerse y alabar lo creado. Son como enjambres hambrientos de sed y poder hasta la oscuridad total. Soledades Te vi llorar como nunca antes. Temí acercarme, entendí que interrumpía un desahogo purificador. Mi consuelo carecía de importancia si antes tu corazón no volcara sus pesares en la soledad del propio yo… y esperé. Los instantes fueron cayendo con sonidos a metal, pesados, cargados de culpas como si fueran frutos maduros de un árbol de pesadumbres. La canasta del tiempo los fue recogiendo pa- ra su desecho. Entonces sí, mi pañuelo fue bandera blanca de tregua, de piadosa contención absorbiendo el último sorbo de la fuente del alma. “No es nada y es todo”, dijiste con voz trémula acep- tando mi complicidad. Secretos en soledades. Solo Caminé entre valles, montañas, por senderos agrestes en la selva de las multitudes. Siempre solo, rodeado por sombras ajenas, como un invisible que se pierde tras el eco de la histe- ria que intrusa entre los gigantes de cemento... y hasta las aguas lavaron las vestiduras de mi desierto. 136

El tiempo fue doblando mi cerviz, los ojos dejaron de mirar el horizonte, la esperanza se mantuvo verde como el césped que cubría mi final morada. Cerré los ojos un día lluvioso y escalé las gotas hasta mi propia nube. La última luz y el arco iris esperaban por mí. En soledad, me despedí de la nada. Sonámbulo Siempre lo fue, nunca lo supo hasta aquel día que despertó en el piso del living junto al sillón. Entonces comprendió la queja de sus vecinos cuando le decían que escuchaban ruidos nocturnos dentro de la casa. De nada valieron las noches que velaba buscando una res- puesta, todo fue en vano. Urdió algunos mecanismos en su cama para que ésta lo mantuviera sujeto durante el sueño. Aun así fracasó. Las cámaras nocturnas instaladas dilucidarían el misterio que su sueño profundo le impedía recordar. Se vio tras los barrotes de una celda pugnando por abrirla y escapar. El golpe en la cabeza provocó el coma. Sonido El mundo despertó al anochecer destruyendo el tiempo en los relojes. El firmamento se tiño de ceniza con nubes zaran- deadas por el sonido cósmico. Incertidumbre, caos, preguntas sin respuestas, sin lunas, sol ni estrellas. Sonidos largos, cor- tos, fuerte, débiles, en intervalos múltiples, un verdadero có- digo indescifrable. Computadoras ineficientes no hallaban comparación con ninguna ecuación matemática conocida ni nota musical que pudiera interpretarla. Los hombres enloquecían en ese mundo sin imaginación. El instinto solo permanecía en las mujeres. Tomadas de las manos, todas sabían que el universo estaba con dolores de parto. Solo las madres conocían el llanto del 137

segundo hijo. Nuevamente, resurgió el azul. Sorpresa Ahora parece como que resucitaste, que de estar escondida en tu propio silencio, de pronto el ánimo se te disipó hasta las nubes. ¿Cómo cambian las cosas? Cualquiera te tildaría de excelente manipuladora, como si no lo supiera después de conocerte por tantos años. Claro… creíste que tu amiga me había contado tu secreto cuando nos descubriste hablar en voz baja, aunque por lo que veo, ya te convenció que no hubo nada de eso, que sólo se trataba de prepararte una sorpresa de cumpleaños. En cierta manera, es verdad y hoy tu buena cara me da de- seos del último desahogo: ¡Huiré con ella! Suertes Fui lanzada por los aires como toda vez que hay una disputa. Esta es mi realidad ahora y en cierta manera me siento impor- tante, como si fuera un juez a punto de dictar sentencia, donde algunos me odiaran y otros me tendrán por indiferente. Siempre es así, el beneficiario jamás me lo agradece… y luego paso desapercibida en un rincón olvidada. Hay impaciencia, un par de segundos puede cambiar el des- tino de lo trivial, la fortuna, la vida y la muerte. Todos dicen que es el azar, eso invisible a quien echan culpas o prodigan bendiciones. Soy el disfraz de metal del futuro destino. Tardanza Nadie tiene permanentemente la vida nublada, es sólo un pasajero del viento que interrumpe tu sol con propósito y anhelo. La rutina atonta tu existir, saltas entre tus tiempos sin guardar memorias, ignorando el día entre tus días, no llevas 138

cuenta que la esperanza no puede ser un cuadro descolgado y que aquello que esperas se dormitó en la tardanza. “Nunca es tarde”, suele decir la muerte en un momento de amnesia. El sol intenta recrear tu senda, la luna recuerda que el mar ruge ante ella. En tus silencios duermes la espera, los sobresaltos son pesa- dillas que evaden tus deseos…, afloran al amanecer. Tatuados No eran diferentes, pero necesitaban serlo. Algo muy dentro de sí les decía que debían verse portando una marca indele- ble… algo único, que naciera de su interior, como cosa guar- dada en secreto y que explotaría uno de esos días… …Y cuando lo hizo, el ángel había terminado su trabajo, tétricos para los muchos con sus imágenes grotescas en negros y grises; románticos para otros, con alas y flores sin esencias perfumadas. La noche de la depuración llegó de improviso. Todas las figuras tomaron vida, gozaron de la libertad, volaron las alas, las flores rebozaron jardines. Los otros, odiaron el encierro, devoraron a sus carceleros. Te leo Te leo en la inmensidad de la poesía, en esos giros de ánimo que desgrana cada verso, te leo en la prosa poética que con amor desglosas tus sentimientos dormidos. Te leo en la diná- mica narrativa de tus relatos novelescos donde me identifico con el personaje misterioso y oculto. Te leo en la parábola de ese cuento de personajes ficticios en donde tomo la personalidad de cada cual en un coctel de im- previsibilidad. Te leo en cada microrrelato donde el peso de cada palabra es la síntesis de una historia. Te leo frente al espejo, descubro quién soy: el autor de los libros. 139

Índice 5 6 Dedicatoria y agradecimientos 7 Prólogo 87 Hipnagogia astral Insomnios Fragmentados Esta obra se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Ediciones del País SRL en el mes de octubre de 2021




Like this book? You can publish your book online for free in a few minutes!
Create your own flipbook