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CAUTIVA DE TU ALMA

Published by Gunrag Sigh, 2020-07-21 20:30:20

Description: LIBRO DIGITAL Jesica

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CAUTIVA DE TU ALMA JESICA FERNÁNDEZ (GITANA)

Cuello, Jesica Elizabeth Cautiva de tu alma / Jesica Elizabeth Cuello; editado por Cecilia Muga; Marcelo Montero. - 1a ed. - Longchamps: LENÚ; José Mármol: Cautiva Ediciones, 2020. Libro digital, EPUB Archivo Digital: online ISBN 978-987-4983-37-4 1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Narrativa. I. Muga, Cecilia, ed. II. Montero, Marcelo, ed. III. Título. CDD A860 Título original: “Cautiva de tu alma” Poesía - Narrativa © Jesica Elizabeth Cuello Arte de portada y logo: © Elizabeth Ojeda Corrección: Lidia Aguirre Vela y Antonio Papalía Primera edición julio 2020 CAUTIVA EDICIONES Trabajo de edición a cargo de Ediciones Lenú Mail: [email protected] Facebook: Ediciones Lenú Aclaración: en determinadas expresiones y/o criterios narrativos, se respetaron los deseos del propio autor. Hecho el depósito que previene la Ley N° 11.723 Esta obra se terminó de imprimir en talleres gráficos de Ediciones del País. Impreso en Argentina. Queda prohibido sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento comprendidos reprografía, tratamiento informático ni en otro sistema mecánico, fotocopias, ni otros medios, como también la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Carta de agradecimiento: \"Cautiva de sus almas\" Hoy estoy cumpliendo el sueño más loco y grande que he tenido. Un tributo para las personas que más he amado en mi vida y que se llevaron un pedazo de mí cuando la eternidad les abrió sus puertas. En primer lugar quiero dedicar éste, mi mundo de letras, a mi amada hija Alma. A mis abuelas: Clarita y Elsa, a Mari, mi madre; a mi hermano mayor, a Mimi y a todos aquellos que hoy viven en mi corazón, en mis recuerdos y son inmortales en mis letras. Agradezco a todos aquellos que creyeron en mí y me acom- pañaron en este sueño. A mis compañeros de letras, amigos y familia por elección, los que me alentaron en este camino que elegí e hicieron posible que Cautiva Ediciones y este libro, hoy sean una realidad. Asimismo, y con todo mi corazón, a Eli Ojeda quien con su reconocida capacidad ilustró, tanto el logo como la portada de esta obra literaria. A mis amados hijos: Alex y Mía, que son los pilares de mi existencia. A mi padrino artístico, que más que un guía en las letras, es como un ángel en mi vida. A mi hermana de la vida que siempre recorre mi camino sosteniéndome y me repite que jamás me detenga. Y por último, pero no menos importante, dedico este libro a ese hombre que durante años me acompañó en la vida, que no me suelta jamás y que cambió mi mundo cuando llegó a ella. A todos y cada uno de ustedes, por ser, por estar, por dejarme ser cautiva de sus hermosas almas. Gitana

“…Y a pesar de las circunstancias, siempre sabrás que soy yo esa última cristalina lágrima que nace en tus pupilas; que vive y muere cautiva, en el último rincón de tu alma”.

Prólogo Para conocer a Jesica no hacía falta tenerla ante los ojos. Bastaba con leerla en la sinfonía fina de sus letras desbordan- tes de sentimientos, que descolgadas del péndulo de su alma, marcaban el momento exacto en que la visión de la ternura, el amor y aun el dolor, transitaban entre las placidas sonrisas y largas espinas hechas lágrimas perennes. Sus letras, lo decían todo. Estallaba la sensibilidad en cada frase, pues llevaba consigo la propia vida errante que traspa- saba todo atisbo de imaginación creativa. Nada podía superar una realidad tan profunda, como la raíz que daba fortaleza al volar con alas rotas, sollozos quebrados, ilusiones desvaneci- das y esperanza sin color. Sus letras hablaban de eso, de la transparencia del alma, de cómo la plenitud en luz se transformaba en un vacío azabache, de cómo las letras sangraban sin heridas propias, de cómo el tiempo es incapaz de limpiar un camino sin olvido. Su poesía, un eterno instante, un fruto concebido en el más tierno amor, un despliegue emocional que turbaba mi visión con cierta humedad con sabor a desconsuelo… pero la resu- rrección estaba allí, en el constante recuerdo, en su forma de evocarlo, en su manera de sentirlo. “Cautiva de tu alma” es un espejo cual peluche lleno de abrazos, de mimos, de besos, donde Jesica recompone su alma de muñeca rota y sigue su camino, sin importar escollos ni tempestades. De vez en vez retrae su rostro y se asegura que el recuerdo esté ahí, a un paso de su pluma.

Sus letras no son frías ni tibias. Arden por dentro, nos limpian el alma y llena su vacío. Conocí a Jesica en sus dos versiones: La humana, es la luz que refleja sus letras. Y sus letras, poseen un trozo de cielo al cuidado de Dios. Antonio Papalía

Los Ojos de Gabriel Los ojos de Gabriel eran para ella un refugio, esos ojos marrones profundos... esos ojos marrones, como tantos que había observado y ... sin embargo, diferentes a todos, porque para ella el color de los ojos no era lo que importaba, lo que tenía valor era, sin dudarlo, lo que le transmitían. Los ojos de Gabriel le daban paz, cosa extraña, ya que los dos eran tormentas. Ella aprendió a quererlo así y aunque buscó y buscó, no encontró nunca más una mirada como la de Gabriel. Y por ser diferente es que él, para ella, era la parte de su alma que valía la pena proteger. Una noche entre tintas, como todo poeta, ella murió de amor, de ausencia, de soledad... murió como había deseado morir mil veces, con él en su último latido. Gabriel, que entre muchas cosas, era agente de la ley, sintió un extraño escalofrío aquella mañana, al entrar a su guardia... lo entendió... ¡Ella había partido! La noticia no tardó en llegar. Las voces de la gente mur- muraban que ella se había dejado morir... y Gabriel entendía lo que eso implicaba. Ella se quedaría entre sombras y perde- ría la magia, que sólo él había visto en ella. La lloró como pocos y decidió hacer exactamente lo mismo que ella hubiese hecho por él... buscarla a donde sea que se hubiese ido. Sus noches se volvieron eternas, hasta que finalmente, de- cidió pactar con el demonio, sólo para hablarle a ella una vez más. El demonio, quien alguna vez fue un ángel, aceptó, porque era una gran ofrenda. ¡Un alma como la de Gabriel por un par de minutos más de tiempo! ¡Al fin y al cabo el diablo ganaría tomando para sí un alma pura! Aceptó, les permitiría verse una vez más. Ella estaba ahí encadenada a sus peores e imperdonables errores, viviendo como siempre, atormentada por las cosas 9

que no pudo cambiar, por las cosas que no pudo sentir... Gabriel quería liberarla, pero... ¿cómo? Empezó por admitir sus pecados, mas ella seguía encadenada... Habló de sus pen- samientos más oscuros, sin embargo ella continuaba allí sin poder dar un paso hacia él. El demonio disfrutaba, porque nada le place más que el dolor de las almas. —Para liberarla deberás luchar contra sus demonios —dijo y continuó—. ¡Con cada uno de sus fantasmas! ¡Y sólo te quedan treinta minutos! Vociferó, sabiendo que los demonios de ella eran lo sufi- cientemente fuertes como para matarla mil vidas más. Su batalla era difícil, y jamás la habría abandonado. El primer demonio era la soledad, que nunca le había permitido ser libre. Él le dijo: “Recuerda la vez que te ofrecí mis brazos para que nunca más estuvieras sola”, no obstante ella no reaccionó. Otro de sus demonios se presentó ante él; el demonio de la profunda tristeza. Era fuerte y quizás ésta no sería la primera batalla que Gabriel libraría contra él, porque Gabriel también y en silencio, día a día perdía esa contienda. Le pidió que recordara las veces que ambos se habían prometido compa- ñía... ¡Él seguía allí, para ella! Pero ella enmudeció... El tiempo estaba por terminar, él ya agotado y ella ven- cida... entregada a sus cadenas; el demonio feliz preparaba para Gabriel su eterna condena, con rocas tal vez mucho más pesadas que las de ella. Entonces él recordó lo que ella y él habían hablado mil veces... “Las almas tienen memoria”. Quedaban sólo cinco minutos y ella cada vez estaba más lejos de él... Las llamas ardían... —¡Lucifer! —dijo—. Una última cosa te pido y te daré mi alma. Lucifer, tentado, exclamó: —¿Qué quieres, insignificante hombre? —¡Déjala que se acerque a mí! —advirtió él mirando hacia 10

aquel rincón... Y caminó a paso firme entre las llamas ardien- tes hacia donde ella estaba. Se miraron, ella no lo reconoció. Sus demonios habían nublado su vista; no podía ver más allá. Gabriel tomó su mano. A ella ese tacto le parecía familiar, pero no veía, no podía reconocerlo; él la abrazo como lo había hecho tantas veces y ella, entonces recordó... ¡Aquél era su mejor refugio! El mismo Lucifer había caído en su juego; no había entendido que las almas tienen memoria y que, entre tanto infierno, se encuentra a veces, un pedazo de cielo. Las cadenas de ella se rompieron; podía escapar, solo que Gabriel estaba herido y las puertas se cerrarían sin que él pu- diera llegar a cruzarlas... Por buscarla, se había condenado a una eternidad, enfrentando a sus miedos. Ella quiso quedarse, pero él la empujó hacia fuera mientras se colocaban en él las cadenas. La noche era fría cuando ella despertó en su habitación; contempló aquella mirada en una fotografía y escribió, y no hubo respuesta. En algún lugar de aquella ciudad el estruendo de un arma se escuchó... ¡Él no volvería y ella no podría seguirlo! Gabriel murió aquella madrugada, quizás por designio, tal vez por su pacto. Ella, en apariencia apenas viva, lloró; estaba condenada a vivir la eternidad sin aquella otra mitad, la que se completaba a veces tan sólo con una mirada... aquella profunda mirada color marrón. 11



Poesía para el cielo “Una lágrima cae entre mis pupilas... tan llenas de ti y la eternidad”



Mi amada hija Alma Ella... Ella se fue así como se van los ángeles... abriendo sus alas y besando el viento; me dejó un huracán de heridas... Me ahogó en el tiempo... Ella abrió sus alas; ella se llevó mis sueños... Le escribo para calmar mi desespero. Ella está en todas partes, calando con su ausencia a mi cuerpo, mi alma... mis huesos; abrió sus alas y el verano se hizo invierno. Ella me observa desde el cielo y se rompen mis latidos cada vez que la pienso... El mundo gira... tan solo gira, pero todo es silencio. Ella abrió sus alas y me dejó este sentimiento... La lloro, le escribo, la extraño, la pienso... El mundo gira... aún gira... pero ya no importa... sólo huracanes quedan... aniquilando mi pecho. 15

Enero A mi amada Alma Enero no es sólo un mes más. En enero te vivo, te añoro y beso los recuerdos, desde que te echaste a volar. Enero tiene un sol de tinieblas... En mis manos letras sangran, en mi mente todo es oscuridad. En enero me invade la nostalgia de tu sonrisa, mi sonrisa que ya no está... Me invaden tus ojos... y tus pequeñas manos que ya no puedo tocar. Duele la muerte... pero lo que no pudimos vivir... duele más. Recuerdo tus latidos y los míos, que eran uno, cuando mi pecho era tu abrigo; recuerdo la dicha de tenerte... mis ansias por escucharte hablar... Soy pedazos de ese sueño que fue tu vida soy tan solo pedazos... tú no estás. Enero es invierno... y yo en hilos, hecha versos, te vuelvo a recordar “Es enero...” me repito... y me seco las lágrimas para continuar; junto mis pedazos y me vuelvo a armar. Enero te dio alas... A mí me mutiló la sonrisa. Otra vez enero... otro enero donde ya no estás. Voy contando seis eneros llenos de versos tristes, donde te hablo sin hablar... 16

Voy contando seis eneros, donde es invierno aunque el sol brilla... En mi pecho está el frío helado de mis latidos, que no te dejan de extrañar. Seis eneros que son mis letras y tus alas, mis añoranzas del tiempo que no volverá. Soy pedazos de felicidad que nadie me puede quitar... Soy pedazos de caricias de mis manos que no te pueden tocar... Soy besos con destino a la eternidad... Soy letras... siempre letras que te traen a mi memoria... Y una lágrima cae entre mis pupilas... tan llenas de ti y la eternidad. Mi niña amada... despliega tus alas yo aquí en letras te espero... Donde esté mi poesía te juro tú estarás. Lágrimas caen desde mis pupilas... tan llenas de ti... de eternidad... 17

En el ventanal Dedicado a mi “Clarita” Me gusta beber el café apoyada en ese ventanal y recordarte entre la lágrima y la sonrisa... Ser niña, tu niña, una vez más. Me gusta recordar tus manos y tu forma de mirar; lo felices que fuimos en esta casa, donde a solas te habla mi soledad. Recuerdo cuando me cobijabas del frío y calmabas mi miedo a las tormentas; ese tiempo donde no era tan niña y… sin embargo... no dormías si yo me sentía mal. Una ama de casa como ninguna: Madre, abuela y una leona para defenderme, cuando algún iluso que no te conocía me quería lastimar. Me gusta tomar el café con tu recuerdo... Nunca te fuiste de este lugar... aquí quedó nuestra vida, juntas... Los vestidos que me hacías, tu manera de luchar; aquí quedaron esos crudos inviernos, donde con tu cuerpo lleno de arrugas, madrugabas, para llevarme al hospital... aquí quedaron tus huellas... aquí donde no estás. Aquí quedó el recuerdo de cómo perdí el miedo a una vacuna, aquella mañana cuando me hablaste con más amor que ninguna. 18

Me prometiste mi comida favorita si me dejaba inyectar. Corrí de prisa a casa esa mañana... Tú cumplías tu promesa... ¡Yo te abrazaba! Hoy entiendo... ¡Yo sí conocí la felicidad! Aquí quedaron los años de la vida que me diste... Me salvaste de todas las formas que me podías salvar. Me enseñaste a amar las rosas... las rosas que aquí ya no crecen desde que no estás. Me gusta sentarme frente a este ventanal que tanto amabas, porque tu recuerdo me acompaña... y a veces en la cocina, mi alma y tu alma se abrazan. Ya no soy niña, pero no te olvido. ¡No se olvida a quién se ama! Tu mirada sigue siendo rayo de luz cuando una luz se apaga en esta casa. Fuiste abuela y madre... Una leona para defenderme si alguien me quería lastimar. Fuiste mi ángel estando viva y, algún día amada mía, te volveré a encontrar... Entonces la eternidad se hará pequeña, ante tu beso en mi frente... y mi alma será tu niña una vez más... mientras tanto tu recuerdo me acompaña, entre mi café y mis lágrimas... 19

Veintinueve de marzo Veintinueve de marzo... Siete años y la eternidad... Tu recuerdo, tu llanto, tu existir una parte de mí, que ya no volverá. Las ansias son las mismas de aquel día, pero esta vez para verte deberé esperar; esta vez mis lágrimas son de tristeza; esta vez el latir de mi corazón es un triste palpitar. Hace siete años llegaba tu luz a mi vida. Hoy, siete años después, veintinueve de marzo es oscuridad. Y el otoño se siente más que nunca; tengo helada el alma... Tengo las mismas ansias que siete años atrás, pero este veintinueve de marzo... sólo me acompaña tu recuerdo. Yo me rompo, aquí en la tierra... tú me cuidas desde la eternidad. Mi niña amada... hoy cumplirías siete años, trato de imaginar cómo sería poder abrazarte, pero aquí todo duele... Aquí sólo estoy yo, hablándole a tu eternidad; aquí me acompaña tu recuerdo... ¡Aquí el otoño lastima desde que no estás! ¡Qué no daría yo para que mi pecho sea tu cuna! 20

¡Por volver el tiempo atrás! ¡Por despertarme de esta muerte llena de vida! ¡Por cambiar lo que no se puede cambiar! Veintinueve de marzo es tu cumpleaños... Veintinueve de marzo es mi silencio... y mis ansias de tenerte, es dolor, por saber que no estás. Escribo con los pedazos que de mí quedan, te hablo, te vuelvo poema... Este otoño de silencio mi corazón sangra; contando el tiempo lloro mis ansias de abrazarte... y de romperme a solas... desde que tú no estás. Veintinueve de marzo; siete años. Tu recuerdo, mis horas vacías... tú... ¡Eternidad! Amarte como siempre... extrañarte... hoy duele mucho más. Mi amada niña... Mi Alma... 21

Los años sin ti A mi amada hija Alma Los años sin ti van pasando como pasan las estaciones y las hojas caen, va pasando la vida sin que un día deje de esperarte. Los momentos que vivo son un sueño, despertaré cuando un día de repente pueda volver a abrazarte, despertaré cuando al fin vengas a buscarme. Hoy no pude llevarte flores, el encierro me condena, a despertarme con tu ausencia. Atorada en la garganta, el mundo ya no gira como antes. Tú en la eternidad y yo que sólo resisto, te extraño hoy hasta desangrarme. Los años sin ti han pasado pero el dolor es atemporal, está lleno de memoria y recuerdos que se vuelven heridas ahora que no estás. Los años sin ti han sido poesía y lágrimas que fueron rompiendo sonrisas, a veces me gusta imaginar cómo sería todo si no te hubieras ido. Tus juegos o caprichos, tu pelo largo y tu alegría me arriesgo a imaginar 22

un mundo de colores en este jardín seco que es mi vida aquí donde ya no estás. Los años sin ti son tormentas que a veces duermen y me permiten caminar, y otras tantas veces despiertan para arrasar con tu ausencia aquí donde ya no estás. Una lágrima me va recorriendo el alma y otra vez eres letras que me salvan de tanta oscuridad, los años pasan sin ti y a veces sin mí. Volverán las estaciones a jugar su suerte y el otoño reinará, mientras mi alma cae como hojas secas aquí y ahora, donde ya no estás. 23

Tu presencia A mi abuela Elsa En cada libro que me detengo a mirar, te recuerdo. Sé bien que los leías... que de tu colección hubiese sido un libro más. Cuando miro una película basada en un libro, me detengo a pensar que la verías, que la analizarías... que hubiese sido tema de una de nuestras charlas, en aquella galería que sin ti, aun en la distancia, se siente vacía. Tú te has ido... y no me verán regresar. Cómo olvidar tus uñas largas, tu sonrisa, cada una de tus canas... Cómo olvidar, mi amada, que a tu lado siempre fui feliz, aun en horas amargas. Tus mates se llenaban de añoranza, por ésta, tu Córdoba, a veces tan lejana... ¡Cómo olvidar! Se te iluminaba la mirada, cuando me preguntabas por tus hijos, que aun estando lejos, anidaban en tu alma... Cómo evitar la tristeza ahora que no estás, ahora que no volverás... 24

Ahora que te vivo en lágrimas... Cómo olvidar tus últimas palabras, cuando me abrazaste porque debía irme, sintiendo mi hogar, tu casa... Cómo olvidar el amor que me tenías. Cómo poder volver el tiempo atrás, para quedarme allí un instante más. Mi amada... Sí, te escuché decirme: “Ésta es la última vez que te veré, mi pequeña”. Y yo te juré que volvería con una sonrisa, hoy amarga... pero se me hizo tarde... abriste tus alas... Aquella galería perdió la magia aun en la distancia... Tú ya no estás, mi amada. Ya no volveré a ese lugar... Hoy desde tu Córdoba te escribo, con el corazón entumecido y mi alma hecha lágrimas. Sé que sabes que te extraño... Yo sé que siempre seré: ¡Tu pequeña amada! 25

Otra noche sin latidos Soy un fantasma, caminando siempre el mismo día... a la misma hora... Esa hora cuando te perdí... donde me perdí... donde caminé en el vacío a ciegas... Soy un fantasma con memoria, que a solas te llora, que a solas se desmorona. Cuento las horas como sentencia, desde aquel enero donde se me fue la vida. Seis años pidiendo piedad por tu ausencia, por mi dolor, a esta puta soledad. Soy un fantasma desde que no estás. Mis brazos aún son tu cuna... y mis labios secos sienten los besos que no te pude dar. Enero es invierno, aunque sabes que el sol está, enero es una herida que no cierra... enero son tus alas... el café que bebo por la mitad. Enero es tu ausencia, mi dolor... y esta puta soledad. Enero son tormentas que me avasallan, que me rompen, me desangran. Enero son esos días felices que no volverán... Enero me sabe a perderte. 26

En estos años he sido sólo un fantasma que mira sin mirar... Aquí tengo tanto frío... Aquí tengo tanto miedo... Aquí, mi niña amada, donde ya no estás, vivo mi propia muerte, y las lágrimas que nadie me ve llorar, Enero es tu ausencia... Son tus alas... Y un tiempo donde yo, fantasma, no te he podido salvar. Pasaron seis años, mi niña amada, entre tu partida y estas putas noches, donde yo, fantasma, soy herida. Aquí todo es soledad... Mi amada Alma... 27

Madre A mi amada Mari Un abismo me separa de tu cielo. Yo tan humana, tú tan ángel... Y otro día más sin ti, llorándote, porque no dejo de extrañarte. Madre: aún recuerdo el último día que pude abrazarte, recuerdo tu sonrisa y tu voz distante... Han pasado años y sin embargo, no dejo de pensarte; sé que me miras desde donde estás. Madre: yo jamás he dejado de extrañarte. Madre: revivo cada día ese beso de mis cinco años, que en mi mejilla dejaste. Revivo cada día una poesía, porque poeta me soñaste. Sé que me ves desde tu cielo... Madre: yo no he dejado nunca de necesitarte. Recuerdo tu dulce voz mi amada; y esas muñecas que de niña me regalaste; recuerdo aquel día, que con un vestido y un abrazo, me senté a esperarte... Madre: me quedé en el tiempo antes que te fueras, mucho antes, y jugando a ser poeta, no dejo de sangrarte. Madre: yo no te olvido... Te amo hoy... mucho más que antes. 28

Todo enero es un treinta A mi amada hija Alma Me extingo, muero de a poco, apenas respiro... Te lloro, me dueles, me faltas... Y enero es abismo... Seis años mi niña amada... Seis años viviendo en tinieblas. Aquí en mis ruinas no hay olvido; aquí en pedazos, yo soy dolor. Todo enero es un treinta... Ese treinta de silencio y muerte, ese treinta de preguntas sin respuestas, ese treinta sin ti, sin mí, sin Dios. El sol es de hielo, los mares de mis lágrimas son. Enero es de invierno... Enero es de silencio... Tú ya no estás, sin ti yo estoy... Todo es dolor. Ya no puedo traerte aquí... A lo lejos me miras, tú en la eternidad, yo en mi soledad... Han pasado seis años desde que abriste tus alas mi niña amada, yo aún no aprendí a volar. Enero es tan invierno y hecha pedazos te lloro... 29

Yo aquí, tú allá. Preguntas sin respuestas... Tú te has ido, yo aún estoy aquí en la nada... Dios a veces está y siempre calla... Somos una, mi niña amada, aquí en mi soledad, allá en la eternidad. Enero es de invierno desde que abriste tus alas, mi niña amada... ¡Yo nunca aprendí a volar! 30

Inevitable Inevitablemente pienso que el abismo espera verme caer, que camino a paso lento por el borde hasta que tu ausencia me envuelva, y me lance a éste, tu vacío, para no volver. Ha llegado enero otra vez y las heridas se muestran a flor de piel, sólo tinieblas abrazan mi alma, el tiempo gira sin detenerse extrañarte no basta, tú, no vas a volver. Ocho años tratando de volver a ser, ocho años cayéndome a pedazos sin saber el porqué... Ocho años de tu imagen en mi memoria, ocho años muriendo una y otra vez. He juntado pacientemente mis partes rotas, he sido gritos y silencios, lágrimas y soledad, he sido de tu sonrisa eterna y de poesía en esta ausencia, un fantasma con memoria que olvidarte nunca podrá. Otro enero viene a destrozarme, todo parece regresar, tu partida logró marcarme nada volvió a ser igual, me está sobrando la vida. ¡No regresarás! 31

La eterna sonrisa Dedicado a Mimi Aspitia Dicen que nadie muere si no se lo olvida te has vuelto eterna, en el palpitar del corazón en la estrofa simple de un poema. No fue un adiós lo nuestro fue un hasta pronto, te veré en mis sueños. Dibujarás para mí, tu sonrisa y tu recuerdo me dará calor en este invierno. No es un adiós, es un hasta pronto el amor que te guardo no tiene tiempo. Qué dolor queda en este espacio vacío donde mi alma te busca donde no te tengo. Qué dolor tan grande queda desde que abriste tus alas, yo aquí en este jardín de hojas secas, tú allá, en el cielo. Nadie muere si no se lo olvida te has vuelto eterna, tu sonrisa guiará mi camino tu amor dejó profundas huellas. 32

Esta noche te buscaré en mis sueños, dame un abrazo, necesito decirte que te quiero, yo aquí en este jardín de hojas secas te pienso. Entonces me dueles en lo profundo, daría todo por volver el tiempo, para abrazarte una vez más para decirte te quiero. Yo aquí en este jardín de hojas secas te escribo, que mis letras vuelen alto que lleguen a ti, en la brisa del viento. Nadie muere si no se lo olvida, tu sonrisa, tu mirada... tú te has vuelto eterna. 33

He conocido el infierno A mi amada hija: Alma Milagros Zuleta Cuello He conocido el infierno. Ocho años atrás cuando abriste tus alas y te marchaste, dejándome en este lugar de jardines secos de letras sangrantes de soledad incurable de dolor y nada más. He conocido el infierno de mis brazos vacíos que aún esperan por ti, de mis labios partidos por los besos que no te di, de ocho años esperando despertar y verte a mi lado, aquí, donde ya no estás. He conocido el infierno de sobrevivir a tu partida, a este amor que te busca, a tu sonrisa que aún brilla en mi oscuridad, y en otros, veo tu reflejo. Y mi mente recrea un juego, el de verte reflejada en otros y noto tu sonrisa donde no hay más que una fotografía atemporal. 34

He conocido el infierno de no poder devolverte la vida, de no poder morir, de estar aquí, tan hundida entre mis silencios y tu eternidad. He conocido el infierno de amarte más de aquello que la muerte puede soportar, de caminar descalza por los recuerdos que no bastan, para calmar este ardor que duele hasta cuando tengo que respirar. Ya no puedo romperme más, nunca he podido llenar el espacio donde no estás. La vida, la poesía, la palabra, la soledad y la existencia vana de quién soy, no alcanzan… Desde que te fuiste el infierno se volvió algo real, los besos, los abrazos que no te di. Esto de vivir y morir de a ratos se ha vuelto inexplicable, tu recuerdo y mi muerte espiritual, sucede de manera imperceptible aquí donde ya no volverás. ¡Ocho años se han vuelto una eternidad! 35

Las veces que he muerto Desde hace ocho años he muerto incontables veces y no estoy hablando de mi muerte física, sino de mi muerte espiri- tual. La primera vez que morí fue el treinta de enero del año 2012, cuando mi hija Alma falleció. A mi mente viene un recuerdo en este instante en que es- cribo, un recuerdo de esos que te desangran. Cuando estaba en el hospital y los primeros parientes empezaban a llegar, me preguntaban: ¿Qué fue lo que pasó? Yo los miraba, observaba a mi bebé, a mi mundo derrumbarse y sólo pude responder: “Yo no sé”. Esa respuesta fue la más difícil de dar pero la más certera, “yo no sé...”. Yo no entiendo por qué pasó, por qué Dios se llevó a mi bebé, por qué esto me pasó a mí. Todos dicen que es de naturaleza humana culpar a Dios cuando algo como esto pasa, yo puedo decir que no creo que sea exactamente \"culpar\" a Dios, en mi caso sólo fue pregun- tarme: ¿Por qué no escuchaste mi clamor? El tiempo que estuve del otro lado de la puerta que me separaba de mi hija, yo intenté hablar con Dios, yo necesitaba aferrarme a la esperanza de que me escuchara pero me quedé ahí, intentando entender el porqué. No me enojé con Dios, aunque tampoco lo entendí. A partir de ese día, y a pesar de no poder recordar algunas cosas (tal vez sea mejor así), yo he muerto incontable cantidad de veces. Desde mi lugar, en la peor de las perdidas, “la de un hijo\", puedo decirles cómo me sentí ante algunas palabras que gene- ralmente se dicen para intentar dar consuelo; hablando con otras personas, que como yo han pasado por esto. Estoy segura que esto que diré es lo más aproximado a nuestra visión de las palabras de “consuelo\", que otros que nos quieren, nos dicen. 36

La primera es: \"Dios sabe porqué hace las cosas”, es muy difícil de aceptar esas palabras, porque si Dios sabe porqué hace las cosas, nosotros necesitamos que nos explique y la verdad es que nadie puede explicar nada. La segunda es: \"Ahora tenés un ángel en el cielo que te va a cuidar\". Esas palabras son una puñalada al corazón, una cruel puñalada al corazón, porque no sólo no entendemos porqué Dios se llevó a la mejor parte de nosotros, sino que, nosotros no podemos concebir la idea de que a partir de ese día no vamos a poder ver crecer, sonreír, y jugar a nuestro hijo. No queremos un ángel en el cielo, deseamos a nuestro hijo en casa cada mañana al despertar, para poder besarlo, abrazarlo y amarlo hasta nuestra muerte. La tercera es: \"Tenés que seguir adelante por los hijos que te quedan, por la gente que te quiere\". Me detengo aquí porque es una frase que escuché y aún escucho cada vez que me ven mal. En mi caso particular, tengo dos hermosos hijos mayores que Alma, dos hijos que durante mucho tiempo tampoco fueron mi “Consuelo”; suena duro pero es la verdad, no por ellos, sino por mí. Yo hecha pedazos, me gritaba: \"Si no pu- diste salvar a Alma, ¿por qué crees que vas a ser buena madre para ellos? Mi concepto era claro, no pude salvar a mi hija, no puedo ser una buena madre para ellos... ellos van a estar mejor sin mí. Y ahí estaba instalada la maldita idea del suicidio. Cuando un padre pierde a su hijo, créeme, en algún mo- mento el suicidio se les va a cruzar por la mente. Por eso creo que lo más saludable, a veces, es \"acompañar\" con un: “acá estoy para vos” o un abrazo en silencio, así todo lo otro es innecesario. El que no ha sufrido la pérdida de un hijo piensa que con el tiempo esto se supera. Puedo asegurar que no, con el paso de los años, sólo se acostumbra a vivir con el dolor, a ser 37

devastado en esos momentos que la mente se llena de recuer- dos, y especialmente, en las fechas donde la ausencia se hace más fuerte. Perder un hijo te lleva a sobrevivir... somos eso: \"sobrevivientes”. No hay psicoanálisis que pueda, de verdad, hacerme com- prender esta pérdida, no a fondo. Se puede estar mejor en algu- nas épocas, pero llega el momento donde simplemente se vuelve a morir. Tantos ángeles en cielo y tantas almas rotas caminando, en esto que es, el continuar después de la devastación más grande que sufre un ser humano. El perder a un hijo te hace creer en el infierno, se cae ahí cuando Dios se lleva a uno de ellos. Soy una madre que perdió a su amor más pequeño, a mi amada Alma, soy mamá que escribe muchas veces sintiéndose un fantasma, soy mamá que vive en batalla contra su dolor y sus momentos oscuros. Soy la madre que perdió a su hija y te digo: Si te pasó lo mismo, si conoces a otros como yo… te mando un inmenso abrazo de luz, como el que llega a mí desde esa fotografía donde mi pequeña aún me sonríe. 38

Muñeca rota Capítulo I Había colocado en su muro el lazo negro de luto, en cada cosa que la identificara dejó plasmada la muerte. Todos los curiosos dejaron saber su postura ante tal situa- ción; todos aquellos que no entendían la magnitud de aquello que la estaba atravesando. Le dieron sus condolencias, la acompañaron en el senti- miento, le enviaron abrazos... y otros le escribieron: “Lo sien- to, te quiero\". Pero ella se llamó a silencio y permaneció con la misma quietud que un volcán antes de su erupción. Todos habían notado un detalle y a pesar de tantas preguntas, ninguno de ellos sabía quién había muerto, ni siquiera sus propios familia- res. La pobre muchacha tenía instalado en su mirada el brillo opaco de la muerte; bebió su café lentamente, mientras un par de lágrimas rebeldes que se negaban a salir, se le atoraban en la garganta, haciendo que el café se sintiera más amargo que la hiel... Y su celular no dejaba de sonar, todos querían saber qué rayos estaba pasando, sin embargo ella no respondió ni una sola vez. Se paró frente a la pequeña ventana de su cuarto y vio pasar ante sí sus propios reflejos atemporales, porque ella era una muñeca de trapo que se había roto una y mil veces, pero se había obligado a reconstruirse en mil actos cobardes, que los otros confundían con valentía. Todos alguna vez la señalaron como la gran guerrera de su vida, sin embargo, claramente, esa mañana se veía pasar muti- lada en todos los aspectos posibles. No había podido ganar ni una sola de sus tan admiradas batallas. 39

Estaba hecha de todos sus amores y sueños rotos. Mató sus letras de la manera más bella posible; ella ya no escribiría... y cada una de sus preciadas letras agonizaría hasta ser como ella, olvidadas. Su cumpleaños se acercaba... cumpliría treinta y uno al llegar la próxima mañana. Sonrió amargamente... sonrió porque sabía que, por primera vez en su miserable existencia, recibiría rosas... flores... esas que nunca nadie le había dado antes. *** Capítulo II Se levantó de aquella silla ignorando el escandaloso ruido de los golpes en la puerta, se probó aquel hermoso vestido gris que había comprado para la ocasión; se miró una vez más al espejo y no pudo reconocerse. El día afuera hacía juego con su vestido y el invierno poco a poco se iba metiendo en su cuerpo. Miró la fotografía de su hija en la pared... sabía que ella la esperaba... Se colocó aquel perfume que no había usado ni una vez, pintó sus labios, porque pronto se reuniría con sus primeros invitados, los menos importantes, pero sí eran partícipes nece- sarios. Dio fragancia a un papel con aquel perfume, que también tenía impregnado en su piel y escribió un poema que ya todos conocían, y que tal vez por raras circunstancias, no habían en- tendido. A diferencia de aquélla vez, hoy explicaría el significado, rompiendo así la primera regla que siempre se había impuesto: \"La poesía no se explica, se siente\". 40

Cuando escribí \"Tiempo\", poema que algunos de ustedes habrán leído, no hice ni más ni menos que decirles en forma bonita, lo que había leído muchas veces en las redes... Lo irónico de cómo cambia todo cuando ya no puedes cambiar nada... y perdón, pero sí, hablé de hipocresía, porque la he visto en muchas ocasiones, al menos en mi caso, sabiendo que no soy la única a la que le ha pasado. He visto cómo todos se lamentaban ante el difunto y eran náufragos en el mar de las penas y después simplemente lo olvidaban en algún cementerio... En mi familia ha pasado incontables veces. \"Todos odiaban al tiempo, que se negaba a volver atrás...”. Se quejaron de las cosas que hubiesen hecho conmigo... Todos tenemos el poder de elegir qué hacer con nuestro tiempo... podemos elegir a quién dárselo, mientras, está claro, el tiempo se deje manipular. No podemos, no tenemos derecho a reclamar cuando el tiempo dice basta, por lo que no hicimos, y por lo que dejamos \"para después...” es pura y exclusivamente nuestra decisión. *** Capítulo final El mensaje había sido para ella, claro; estaba segura que todos lo entenderían, porque los obligaría a sentir letra por letra. Dobló aquel papel y lo dejó sobre la cama, junto con el último libro que había leído. Estaba dejando todo cuidadosa- mente ordenado, para ser encontrado y analizado. Se quitó aquella insignia de “árbol de la vida” que siempre colgaba de su cuello; el que había sido su objeto más preciado, era ahora una pieza más de un rompecabezas que otros debe- rían armar. 41

Efectivamente, eran ya casi las 0:00hs de aquel día; las horas se habían consumido en ese cuarto, porque como Wi- lliam Shakespeare había escrito en su famosa obra Hamlet: \"Ser o no ser... esa es la cuestión”. Esperó... y luego, descalza, caminó por aquellas calles que la habían visto sobrevivir tantas veces. Llegó a ese lugar, no era el soñado, sí era un sitio por el que había pasado millones de veces, atrapada por su rutina. Alta Gracia aún no desper- taba y una lágrima resbaló por su cara. Llovía... Se colocó la soga en la garganta; esa era ahora una gargantilla, y sonrió... Sus primeros invitados pronto llegarían, los menos impor- tantes, pero partícipes necesarios... Luego llegarían esos que tanto la querían… Y después los otros... Sonrió nuevamente, pronto se reuniría con su hija; subió el último escalón y voló para ser libre... ¡Olvidó que los ángeles caídos... no tienen alas! 42

Letras en el tiempo “Todos tenemos el poder de elegir qué hacer con nuestro tiempo, podemos elegir a quién dárselo, siempre y cuando él se deje manipular”. *** Tú El abismo profundo en el que me hundo, y aun así sobrevivo… el que me atrapa y a pesar de ello, me da alas para volar… sin embargo, quedo en tus ojos, cárcel cruel a veces dura, pero necesaria. Eres como una fiera hechizada por una dulce maldición. Devoras sin pensarlo, trozo a trozo, mi herido corazón. El tiempo se ha deteriorado, ya no existe el reloj, porque no existieron los momentos en que la vida, naturaleza muerta, lograra separar tu amor doliente y soberano, de mi corazón amante… amante y a la vez esclavo. 43

*** “Tal vez mañana demos formas a fantasmas de la mente, ridícula invención... y hecho el ídolo, ya sacrificados en su altar, nuestro amor”. Gustavo A. Bequer Tal vez mañana Mañana cuando me vaya y tú te marches de mí, quedará tanto dolor entre nuestras manos vacías, tanta amargura derramándose por el filo de la herida... pero no tendremos nada que perder, porque ya todo lo perdimos; por unir el pasado y el presente, mañana tan solo la soledad, nos rodeará de repente. Mañana... cuando tus pasos no logren seguir mi camino y mis labios ya no puedan, ni deban llamarte mío. El tiempo que se detuvo para fundirnos en uno con una lluvia de lágrimas, deberá derribarnos el mundo... Nada quedará en pie cuando nos gane en el juego del amor, el silencio rotundo. Tal vez mañana, los fantasmas que no pudimos vencer, regresen a nosotros de carne, huesos…piel y alma. 44

Catorce Dedicado a Vilma Bugallo Me despierto y la leo, sangra en letras. Hoy es catorce… Un catorce más donde la ausencia le duele, la flor más hermosa de su jardín ya no está. Hoy es catorce y me invade su dolor, que también es mío. En sus letras, en las mías, somos una. Hoy catorce, recuerdo cuánto duele tanta ausencia, cuánto duele tanto amor. Catorce, duele como ese treinta de enero que viene de prisa, a golpear de nuevo, a provocar heridas... Ellas, allá en la eternidad, Nosotras, viviendo sin vivir la vida, intentando calmar el dolor, escribiendo poesía. Ellas allá, en la eternidad, nosotras, en pedazos aquí, en apariencia, vivas. Hoy me desperté con su dolor anudado a mi garganta, duelen y golpean fuerte las letras de su poesía... Ella habla de su niña amada, yo pienso en la mía. 45

El extraño sentimiento de ser una en la ausencia, en el dolor de nuestro amor de madres, que nos llena de agonía... Catorce duele, como aquel treinta de enero que viene de prisa. Lágrimas caen a la distancia... Hoy desperté con la ausencia y el dolor atorados en la garganta, ellas allá, en la eternidad, nosotras aquí, sangrando poesía... Ese dolor tan mío... tan de ella, y esta maldita agonía de un catorce que duele, porque duele la vida. Un catorce, que para mí, se vuelve treinta de enero. Hoy, como siempre, escribo para no llorar... Hoy, catorce, como ese treinta de enero, duele la distancia que nos aleja, ellas, allá en la eternidad, nosotras acá, tan vacías, anhelos de momentos que no volverán, escribiendo poesía. Lloran nuestros corazones de madre... nos está doliendo la vida. 46

A destiempo La vida se me pasa entre los minutos que te pido, y las horas sin ti, para mí tan amargas. La vida se me pasa en estas letras rotas, que me dicen que ya no puedo más esperarte, siempre esperarte, con la esperanza intacta, de que un día, sin saber por qué, vengas a buscarme. A destiempo, a gotas... He llegado tarde, tarde para entenderme, tarde para quedarme... a destiempo. He llegado tarde para que tú vengas a buscarme. Y mis labios se parten por estas ganas de besarte, y mis brazos se quiebran ahora cual hojas secas, en este minuto, en que muero por abrazarte. A destiempo llegué a tu vida... Llevas toda una eternidad sin siquiera rozarme, y así sobrevivo en poesías sangrantes, y tú, dueño de tu soledad, caminas. Siento que no puedo alcanzarte. No sé si me leerás, pero te extraño... ¿Sabes?, tengo tu nombre atorado en la garganta, volviéndose arte, a destiempo he llegado... Tú ya no necesitas que te amen. 47

Tiempo Ayer soñé que moría, con mil cosas entre el corazón y la garganta, el mundo era como siempre... Locos, que por soñar volaban y cuerdos que sin piedad las alas les cortaban. Ayer soñé que moría, lloraban algunos, otros festejaban... Unos, gritaban en silencio y otros, se mentían fingiendo dolor, cuando sólo era un acto absurdo de lágrimas falsas. Y algunos, al poco tiempo maldecían, y en vano suplicaban regresarme a la vida, una hora más, un segundo más... Justo en ese instante en que ya no podían hacer nada... Otros me observaban distantes y se desarmaban, hablaban de mí, como si alguna vez hubiesen notado las veces que a solas me rompí, sin querer despertar al llegar la mañana. Me regalaron rosas, esas que tanto amaba, esas que en vida sólo en vidrieras contemplaba... Me dieron un jardín, pero ya no podía darle las gracias. 48

Todos odiaron al tiempo, que se negaba a volver atrás. Se quejaron de las cosas que hubiesen hecho conmigo, y de lo que creían que Dios les arrebató. Los miré y sentí lástima, qué culpa tenía Dios de sus ganas de correr sin detenerse, de su tonta creencia de que nunca iba a irme; qué culpa tenía Dios de su necesidad de estar ausentes. Ayer soñé que moría y contemplé el baile de las máscaras. Tal vez ninguno de ellos sabía si me amaba. Tal vez querían ganarle la pulseada al tiempo, que en sus narices agonizaba. Yo, la que nadie había notado antes, era la prueba amarga de que todo llega a un final... ¡Habían perdido esa batalla! 49

\"Aunque este sea el último dolor que ella me causa y estos sean los últimos versos que yo le escribo\". Pablo Neruda Faltaron cinco minutos A tu tiempo le faltaron cinco minutos, para darme un último abrazo. Cinco minutos para sentirme entera, ahora me caigo a pedazos. A tu tiempo le sobraron letras de mis poemas amargos. Me faltaron latidos por darte... A tu tiempo le sobraron silencios, cada vez que te dije te extraño. A tu tiempo le sobraron momentos que jamás fueron, y ya no serán a mi lado. A mi tiempo le faltó uno más de tus abrazos, pero ahora ya me voy... Queda libre como siempre, en ti, el que en sueños creí, mi espacio. A tu tiempo le faltaron cinco minutos, para ver el amor que para ti había guardado. Yo cobarde, jamás dije que te amaba, aun cuando entre lágrimas sabía que mi alma te seguiría en cada paso. 50


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