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El mundo de los sueños - Rubén Darío

Published by Ciencia Solar - Literatura científica, 2016-05-29 08:20:14

Description: El mundo de los sueños - Rubén Darío

Keywords: El mundo de los sueños,Rubén Darío,novela,Ebooks,libros

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EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 197luego», «es posible», «claro está»; y al salir á lacalle, dándonos el brazo, respiraba ostensible-mente el aire del cielo, y murmuraba su citafavorita: Any where out of the World: no importadónde, con tal que sea fuera del mundo... Suvoto se ha cumplido. Mi pluma se detiene ape-nada sobre el papel, y uno de los misteriososbuhos a quienes él pedía la serenidad, me obliga,graznando inquieto bajo la luna, a mirar supers-ticiosamente la noche. ¡Ah! Nuestros pobres re-cuerdos arrebatados por el ala del tiempo, ¿quéson en ese fondo sin fin donde parecen diminu-tas las más inmensas estrellas? ** Verlaine constituía entonces su gran admira-ción y su gran cariño. Por eso la crítica cometíaa menudo el error de identificarlos. Verlaine ha-bía empezado su vida literaria en la falange deLeconte de Lisie: Est-elle en marbre ou non, la Venus de Milo? Pero con sus brazos ausentes se esculpió un

193 RUBÉN DARfOcrucifijo; y el crucifijo se animó con su luz divi-na, mientras la diosa se volvía de carne y desangre; el artista perdió toda impasibilidad, yentre la oración y el pecado, la delicia y la an-gustia, la recaída y el arrepentimiento, con unacento de sinceridad estremecedora y una mu-sica inconsciente de efectos únicos, acabó porser el menos parnasiano de los poetas. Darío,en realidad, se formó con Gautier, Banville yesos parnasianos, pero debiendo menos a Ver-laine que a sus cofrades. Se saturó del epicu-reismo de Mendés, sobre todo del epicureismode su prosa, para que estallase en sus versoscomo en su prosa con colores más vivos, máscalientes, más españoles, más en el esplendorde Heredia, y su fuerte sensualismo se espiri-tualizó en su complicada imaginación (aunquelos términos parezcan antitéticos), y se fabricóun instrumento capaz de cantar con sus maticesy de pintar con sus acordes. En las Prosas pro-fanas pasan algunas de las fórmulas de Verlainesin arraigar, por decirlo así, en piezas de pocaimportancia; y si en el abate joven y el vizconde

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 199rubio del poema de Eulalia (todo el mundo re-cuerda la estrofa) aparece un rastro de las Fies-tas galantes, ese rastro, a pesar de que el am-biente fué sugerido por ellas, apunta casi esfu-mado : L'abbé confesse bas Eglé Et ce vicomte déréglé D e s champs donne á son cceur ¡a cié. Pero el mejor Verlaine esta contenido en Sa-gesse, y el más característico en Parallélement;y de tales viveros nada se ve en sus frútices. Esdecir, no se ve la influencia literaria, aunque secomprenda el parentesco de sus temperamentos.En un poema sobre su reino interior, en que lasvirtudes, como doncellas de nieve, y los peca-dos capitales, como jóvenes de púrpura, se dis-putan su alma, y en que su alma saluda, encan-tada, los cielos de las unas y la tierra de losotros, se toca el espíritu, mas no las formas deVerlaine, y, por otra parte, la impresión se en-carcela en la página sin desbordarse sobre ellibro. En Prosas profanas, a pesar de la idea de la

200 RUBÉN DARÍOmuerte, queda flotando sobre los ritmos el orgu-llo de la vida; en los Cantos posteriores, a pesarde los arrebatos llameantes de esa Vida, la Es-peranza tiene un acentuado espíritu religioso, lalucha entre los dos principios se acentúa, y en-tonces se aproxima más a la musa de Sagesse.Escribo de memoria, y si ésta no me es infiel,eso se deduce de los Nocturnos y de la índolegeneral de la obra. Pero los que han tratado ín-timamente a Darío y han leído Les poetes mau-dits, saben los muchos puntos de contacto quetenía con el Pauvre Lelian. Añadamos tambiénque si es verdadera toda la leyenda del poetafrancés, nuestro amigo no tuvo nunca por quésentir, como él, cierta clase de arrepentimientos.Ya en el sensualismo del Azul se nota algo dereligioso, o quizá su naturaleza religiosa adquie-re por una perversión tales o cuales formas. Y enesas páginas de juventud aparece igualmente elafán de no extinguirse el instinto supremo de loeterno y la nostalgia de lo infinito. El poeta, segúnla pintoresca fórmula de Alfonso Daudet, estabaacabado de imprimir; después vendrán las nue-

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 20ívas ediciones con ilustraciones magníficas. Com-prendió desde sus primeros años que si el estrooratorio puede violar a las musas y arrancarlesde vez en cuando un hijo hermoso, siempre hayviolación y no amor sereno o exaltado, sobrelos lechos de rosas, entre los laureles y las fuen-tes. No es de extrañar que en el amanecer de suespíritu se echase en la onda de Bécquer, queresueltamente rompió con las cortes parlamen-tarias del verso español. Pero la cigarra de Poe,desterrada en la noche y ebria entre las Ligeiascon algo más que gotas de rocío, y el ruiseñorde Banville, desvelado en el día y ebrio entrelas ninfas con algo más que rayos de luna (parano citar sino dos ejemplos), se asilaron en suárbol, cuando ya, con raíces de Quevedo y deQóngora bien plantadas, podía sufrir sabiamen-te las metamorfosis de la hermosura. Él, en rea-lidad, no empezó la renovación literaria. Juliándel Casal, Nájera y el admirable Silva, o le ante-ceden, o son sus contemporáneos; y en cuantoa la prosa, el mismo Darío ha escrito la impre-sión que le produjeron en Chile los folletines de

202 RUBÉN DARÍOPaul Groussac en El Sud América. Pero por loque había en su talento de alas y de oro, el vue-lo y el fulgor, y de facundia constante y de ge-nerosidad perenne; por el romper, sin mirar, loshilos de sus perlas sobre el gran diario como so-bre la humilde revista; por el peregrinaje inquie-to de su existencia; por su amor absoluto y fiela su arte; por su valiente afán, siempre despiertoy nunca fatigado; por sus afables maneras y eldon de rodearse de simpatías y de hacerse que-rer, fué su voz magnífica el verdadero yunquede la evolución en América y en España, aradoy simiente a un tiempo, ayer enseña de comba-te, hoy lábaro de victoria. Y no fué sólo el aradoy la simiente, sino que su sincera pasión por sucausa, y lo que es extraordinario en un hombrede letras, su falta absoluta de envidia, lo lleva-ban a descubrir los talentos, a reanimar a losvencidos, a enaltecer a los triunfadores y a seren los ajenos sembradíos la brisa que, evocandolos oriflamas, mueve al sol el esplendor de lascosechas. Esa misma forma de existencia, esos métodos

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 203de propaganda y lo que tenía de bohemio en suscostumbres, han hecho que sea su producción,desgraciadamente, fragmentaria y sin ningúnpian de arquitectura. Hasta en una sola obra,cuando con soberano aliento se lanza, en unpoema de enormes proporciones, a celebrar,como nadie ha celebrado, el Centenario de laArgentina, las líneas, dentro de una construc-ción armoniosa, le fallan, las diversas aguas nose encauzan en río avasallador, y esto debilitael conjunto, aunque los detalles, reflejándosemaravillosos, refuljan y canten en las corrientesque los arrastran. Alguna vez me habló de sunovela El hombre del Oro : creía que iba a sersu mejor libro. Según él, no lo continuaba, abru-mado por el éxito de Quo vadis. Yo le respondíque, al contrario, eso debía estimularlo, teniendoen cuenta sus calidades de estilista, muy supe-riores a las del escritor polonés; y como cono-ciera un tanto a Roma, le di algunas indicacio-nes para que no perdiese tiempo en sus notas;pero volvió a París sin tomarlas, y creo que laobra se reduce al capítulo publicado en La Bi-

204 R U B É N DARÍOblioteca. En otra ocasión, en un restaurante sub-terráneo de la antigua calle de Piedad, me con-tó elocuentemente, entre sus pausas caracterís-ticas y con gran lujo de detalles, El secreto deLázaro. Cuando acabó, impresionadísimo, surelato, tuve que romper mi silencio, que corres-pondía a su emoción: me había dejado entreveruna novela magistral. Empezaba el libro con laconversión de la Magdalena y la intimidad desu familia con Jesús; y después de capítulos dediversos caracteres en torno del martirio delMaestro, a que tanto había contribuido el mi-lagro de Lázaro, éste veíase asediado en el tem-plo, en las ciudades, en los campos, por gentesque empleaban mil ardides para arrancarle susecreto. Todos le miraban,,sabiendo que era elúnico hombre vuelto de la tumba a la vida...Omito mucho, deseando abreviar, pero, porejemplo, un sátrapa se le presentaba al frentede opulenta caravana: venía expresamente aofrecerle la mitad de su fortuna. Otra vez unmago le echaba sus filtros, con la esperanza deque se traicionase en el sueño; pero un ángel

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 205sellaba al dormido los labios. Renunciaba a sertetrarca, como había renunciado a la fortuna; ylo sostenía su amor a Cristo, puesto que Cristole había prohibido hablar; amor que daba tam-bién fuerzas a Magdalena y a Marta para nointerrogarle. Llega a Jericó una famosa cortesa-na; Lázaro, de pasaje en la ciudad, cae en susredes; todo el mundo se le disputa sin éxito,pero ella, en un festín, lo amenaza con entre-garse a un patricio. Cuando él ofrece lo que tie-ne y mucho más, se le responde que no nece-sita de eso quien es amado, que sólo se le exigeuna respuesta a una pregunta, y la mujer se in-clina a murmurársela... Lázaro siente su aliento,sus labios, su perfume, olvida a Jesús, va acontar, y la cortesana da un grito: ha queda-do muerto sobre el triclinio. Me parece haber leído en alguna revista unapágina de Darío en que se traslucía algo de suantiguo plan: he olvidado el cuento, pero meacuerdo de la novela, que es posible que nisiquiera comenzara. No se alzan, pues, en sus jardines, llenos de

206 RUBÉN DARÍOviñas y de rosas, de estatuas y aguas parleras,de cisnes y pavos reales, sólidos edificios concimientos en la tierra y pararrayos en el cielo,sino elegantes templetes y graciosos quioscoshabitados por frágiles y encantadoras criaturas.Pero a pesar de que el tiempo incompasivo pe-netrará en ese mundo como en la obra de todoslos escritores que se sobreviven; a pesar de quedesechará multitud de armas que, útiles en elcombate ardiente del pasado, no interesarán ala serenidad del futuro; a pesar de las páginasque desaparezcan, impelidas por el mismo vien-to en que se escribieron, quedarán muchos cuen-tos perfectos, algunas fantasías deliciosas y pá-ginas de incomparable fulgor sobre figuras ilus-tres; por ejemplo, las de Castelar y León XIII.Y, sobre todo, mientras haya lengua española,dos docenas de poemas inmortales formarán elséquito de su Marcha triunfal, al través de lasideas y sensaciones de los hombres.

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 207 No me es posible, en el campo, sin sus libros amano, explicar detalladamente su obra en lo quetuvo de fecunda y magnífica. Darío ha sido unaexcepción a la regla de que fallan como prosistaslos poetas en quienes el verso parece su lenguanatural. A semejanza de Milton, Baudelaire oManzoni, resultó maestro en ambas artes. Peroquizás la mayor influencia la ha ejercido con supoesía, a causa de su difusión; y téngase en cuen-ta al decir esto el campo de los escritores y no elde los tinterillos que han deshonrado el idioma,imitándole en sus repelentes abortos. Y la haejercido con su poesía hasta en los prosistas,engendrando el ansia de un espíritu nuevo quenaturalmente buscaba después nuevas formas.Algunos obreros de su línea, en España y enAmérica, han rivalizado con su prosa; ningunocon sus versos. Para él el pensamiento no sóloera una palabra interior, era música completa. Ylograba extraerla venciendo las dificultades de laexpresión con sus más difíciles armonías. Tuvoel cristal de la lámpara maravillosa para ver, eldon misterioso del hada para oír, el secreto di-

208 RUBÉN DARÍOvino del ave para cantar; lo que el orfebre per-fecciona, pero que no crea, ni finge. Y resulta uncaso curiosísimo, porque con dificultad un artistamás artificialmente compuesto y con dificultadun poeta más naturalmente realizado. En sus Prosas profanas hay un poema sobrelos Carnavales de Buenos Aires, en que todo elmundo saludará a Banville con sólo leerlo. Eso esmuy raro; las imitaciones no le imprimen estela,el movimiento de la onda las desbarata bajo supropia espuma. Por mejor decir, no hay imitacióncomo en tantos de nuestros poetas, sino asimi-laciones anteriores que desaparecen hasta ser unestallido de originalidad. Podían ajenas orques-tas inspirarle anhelos de amor; cuando él besabaa su musa, la musa reconocía la singularidad desu canto; de modo que leyendo sus fuentes raravez se llega a su río. Y a la inversa, su llama de-vora los primitivos maderos con tal empuje, quesobre cenizas inclasificables le reconocemos unfulgor inconfundible. Así llegó a poseer el signode los grandes poetas: no necesita una estrofa,le basta para presentarse un verso; verso que no

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 209se parece al de nadie en castellano; verso queencadena a quien se lo apropia; verso que es unaarmonía con su acento, que es un ala con sunombre. Y aunque se antoje paradoja, se le pue-de dirigir el alejandrino de Cosnar a Gautier: II n'imita personne et reste inimitable. ** Si se le considera solamente como poeta, elgran desaparecido no ha llevado en sus últimostiempos una vida sin ventura. Ha podido con-templar su triunfo: en todas partes se le aclama-ba maestro; en todas partes se le saludaba afec-tuosamente como al invencible ruiseñor que aunen medio de las civilizaciones más mercantiles,se había tejido con los focos eléctricos presti-giosos claros de luna. Y a estas horas, desdeMadrid a su patria, desde su patria a Magalla-nes, sobre su voz para siempre callada, millares de voces recitarán sus poemas; y muchas voces al creer sentir los peculiares acentos que la suya les imprimía, preferirán el silencio para no decir- 14

210 RUBÉN DARÍOselos entre lágrimas. Pero es posible que vocestambién ásperas, como las que yo oyera haceuna semana, a propósito de su frustrado viaje, sevenguen de su gloria, recordando que no sóloen esa gloria imitó a Poe. Evoquemos la leyenda árabe de Azrael, quedescendió desde el Empíreo por mandato deDios, el alma que debía animar al primero de loscuerpos. Y sucedió que el espíritu no quiso so-meterse a la arcilla; mas el lodo, convirtiéndoseen instrumento, cantó, lo atrajo, lo sedujo y lo en-carceló en su abismo. Rubén Darío, a diferen-cia de censores que en su mayor parte poseenapenas el cuerpo necesario para manejar la hon-da, conservó hasta su muerte la voz de la leyen-da; y ha podido cautivar a su propia alma conmúsica tan arrobadora que era purificante; y hailuminado esos acordes con bondad tan persis-tente, tan noble y tan pura, que se cierne sobrela belleza de su obra a semejanza de un perfumede armonía. Á N G E L D E ESTRADA (hijo).

\"Primeras notas\" de Rubén Darío. Probablemente muy pocos en la América delSur conocen el primer libro de Rubén Darío.Se titula Primeras notas. Fué editado en Mana-gua, por la Tipografía Nacional, el año 1888. Esuna colección de poesías, algunas de las cuales— pocas — su autor no ha tenido a menos repro-ducir y reverenciar como a hijas agraciadas, enla edad provecta. Lo interesaute del caso es que el mismo Daríono conservó un solo ejemplar de aquel opúsculoen donde compiló sus ensayos infantiles. Meconsta que hace pocos años el poeta volvió

212 RU\">ÉN DARlOcomo un padre amoroso por sus primigenios,arrojados al claustro de un ligero cuaderno;revolvió las librerías y bibliotecas de su país;excursionó sus camaradas de adolescencia yhasta ensayó una indagatoria escrita en los pe-riódicos; pero sin resultado eficaz. Su folleto ini-cial, que por clara intuición rubricara Primerasnotas, había pasado en la vorágine de la biblio-grafía sin valor... De esta obra rara poseo un ejemplar, tal vezel único que supervive a la edición y que quizámañana, reproducido en nuevas impresiones,salve del olvido algunas trovas de mérito singu-lar y de gran importancia para los críticos delilustre cantor. Porque es indudable que no se puede hacerun juicio exacto de Darío sin el estudio de susprimeros versos. El colegial, después de habererrado por los montes de Arcadia, se detiene enlos jardines de Hugo, refresca sus sienes con elrocío de las hojas nuevas y bebe los sorbos delsediento en su Castalia. Pero a Hugo lo toma ensu ocaso. Por eso su musa no tiene la influencia

El. MUNDO DE LOS SUEÑOS 213de la nota maternal que inspiró a Hugo sus pri-meras canciones. La emoción realista del poeta francés signifi-caba para el joven Darío una cuerda fugaz en lalira de los parnasianos. Para seguir a Hugo eramenester apoyarse en su heroica rebeldía. «Laestrofa tenía una mordaza — había dicho el poe-ta —, la oda arrastraba un grillete, el drama ge-mía cautivo, cuando le grité: «¡Guerra a la Retó-rica y paz a la Sintaxis!»; y fué entonces que seprodujo la tempestad en el fondo de su tintero,que se mezcló «la negra multitud de las palabrascon el blanco enjambre de las ideas». «No haydesde hoy más vocablos patricios ni plebeyos; niexista palabra donde no pueda posarse la ideabañada de éter y teñida del azul del cielo.» El anatema fué una revolución. La nueva es-cuela se alejaba de Leconte de Lisie, para darmatices nuevos a la paleta de Flaubert y eufoníaal símbolo y a la decadencia. El aula del maes-tro, como un jardín primaveral, eclosionó en co-pioso proselitismo, mientras Goncourt lapidabael verso como un orfebre sutil, y Baudelaire, M a -

214 RUBÉN DARÍOliarme y Verlaine ensayaban una nueva arqui-tectura en un nuevo ritual... El ciclo de Hugo fundaba una escuela sobreel romanticismo agonizante. La lírica francesaorientaba en corrientes nuevas a los primerosadeptos que vendrían a retoñar después en L a -forgue, Verhaeren y Paul Fort. Pero entre la copiosa legión de cultores dela estrofa que siguieron las especulaciones delautor de Orientales, ninguno más sincero, nimás eficaz, ni más glorioso que Rubén Darío.A él, sólo a él le cabe la gloria de haber cerradocon brillo el ciclo víctorhuguiano, que no logra-ron ni los simbolistas, ni los coloristas, ni losespeculadores influenciados por el pesimismo deBrunetiére, que, al decir de un crítico, atribuíaa Hugo la fuerza retardataria del dique contra elturbión de las corrientes nuevas. Darío, que impregnó de Hugo su musa infan-til, constituye a través de su carrera literaria lamás elocuente comprobación de Hugo. Al ven-dimiar sus laureles, recoge también el último gajoque faltaba a la corona del poeta francés. Su

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 215escuela, más que un accidente, es una compro-bación, una comprobación indefectible de la he-roica rebeldía del maestro. De seguro que a haber vivido en nuestros díasVíctor Hugo, la malicia de los «innovadores» nose hubiese ensañado en el tono burlón con queinterrogaban a la condesa de Pardo Bazán cuan •do iba a llevarle sus flores a la alcoba de su mu-riente senectud: «¿Por qué va usted a verle?...¡Pero si ese viejo se ha empeñado en que lehagamos el centenario en vida!» Y no se ensa-ñaría, precisamente porque su discípulo RubénDarío ha venido a demostrar después que conHugo terminaba el romanticismo, pero que conHugo había nacido una nueva escuela coloristay musical, llena de plasticidad y armonía, querecogieron los raros, pero que no supieron eman-ciparla. Darío constituye, como digo, esa comproba-ción del gesto audaz de H u g o : ha dado al versolos valores reales que diseñara el maestro: verso-prosa y verso-sonido. El arte por el arte, en suma.Patrón: las Orientales.

216 RUBÉN DARÍO Y como si esto no fuera suficiente, su poesíaha tenido el don singularísimo de desprendersedel corte francés y to'mar senderos propios en elParnaso moderno. Tiene el sello de una origina-lidad trascendental, como que trae un color másy un nuevo ritmo a la poesía castellana. Sierralo asegura: «En la lengua española, el más cons-picuo representante en esta tentativa de hacerhablar a la poesía un verso nuevo.» Y codeándose con la poesía francesa de la últi-ma generación... Pero sin el sello de París, que es primordial.Hasta él no alcanzaría, por cierto, el látigo deNisard, que chasqueó en las orejas del maestrocon la pesada aseveración de la incontenidarivalidad: — Nunca creador y dueño de la idea, sino ser-vidor y heraldo de las circunstancias. * ** Pasemos a Primeras notas. Es un devocionario a las musas con el tirso de hojas precarias, en donde el bardo ausculta las

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 217regiones del ideal, estira las cuerdas del laúd y sedetiene a meditar sobre las canciones del porvenir: Tengo de preguntaros, ¡oh divinas Musas!, si el plectro humilde que meneo Mejor produzca los marciales himnos Y dé armonía al cántico guerrero; O de Natura los preciados dones Ensalce al son de cadenciosos versos O en églogas armónicas repita D e Títiro el cantar y Melibeo. Decidme, sacras musas, si el coturno Trágico calce de grandioso fuego Henchido el corazón; o si la trompa Que puede producir los cantos épicos, Empuñe osado; o si la ebúrnea lira Vagos intenten dominar mis dedos Para cuajar el aire de armonías Dulces como las mieles de Himeto. Así comienza en su invocación a las musas, arenglón seguido de un canto inicial, a título deproemio y en décimas medianas. Para juzgar a Darío es necesario conocer estellamado a las inspiratrices, en donde el poeta, de

218 RUBÉN DARÍOpie sobre el camino, va a ensayar los primerospasos hacia el porvenir. Está poseído de la be-lleza y del ideal. Pero la incertidumbre le arrojaa este confidencial con las musas : ¿Será marcialcomo Tirteo? ¿Será dulce y suave como Virgi-lio? ¿Cantará las trovas de Marte o el epitalamiode las vendimias en su ofrenda a los dioses?¿Con Homero o con Teócrito? Nada más dolo-roso para el cantor novel que esta rogativa a lasmusas cuando la mente, grávida de emociones,va a desplegar las alas del genio. Porque Darío lo declara: él «ansia la coronaque la fama brinda a los sacerdotes de lo bello»,mientras escucha con fruición los exámetros deLa litada y el son armonioso de la flauta de Pan... El siglo es extraño a los portentos del arte u n i -versal — lo asegura. ¿Qué ley ha de seguir el que el vibrante Bordón del arpa pulsa, y el soberbio Cantar pretende a las sonoras alas Confiar ansioso, de los vagos vientos? El vaso de su corazón rebosa en mieles, perouna incertidumbre cruel detiene en sus labios la

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 219temblorosa invocación. El poeta-niño va a ini-ciar su peregrinaje por el mundo. Su paso esinseguro. Su corazón late con fuerza. Su espíritu,en fin, va a operar la transición de crisálida en ma-riposa. Y es precisamente en este momento psi-cológico de su vida cuando le sorprende la revo-lución modernista, la imposición francesa, las úl-timas pulsaciones de Byron en la lira de Núñezde Arce, el apogeo de la dolora y el decaimientode Hugo... Nada de extraño, pues, que en mediode aquella desorientación desconcertante, el j o -ven poeta ajustara su confidencia con las musas,circunscribiendo su interrogatorio en esta estrofa: Decidme si he de alzar voces altivas Ensalzando el espíritu moderno; O si echando al olvido estas edades Me abandone a merced de los recuerdos. Y a renglón seguido hace un acto de contri-ción, recordando los viejos mentores: Porque es más de mi agrado el engolfarme En mis tranquilos clásicos recreos, En pasadas memorias y en delicias Que me suelen traer días pretéritos;

220 RUBÉN' DARÍOpara luego llorar, de pie sobre la ruina de lospórticos helenos, el mutismo de Esquilo, la per-dida sencillez de Teócriío en el rabel apacibley tierno, la gentilidad del oráculo, con la escla-vitud de Júpiter atado como un palafrén vulgaral carro de Edison y Franklin. Posiblemente ésta es la estrofa más trascen-dental de sus prolegómenos. El niño, ávido dehorizonte y de luz, se asienta en el sillar de losclásicos esperando la salida del sol. Tenemos,pues, que el orfebre de nuestros días no era aje-no a las suaves brisas del Egeo, donde, segúnsu propia expresión, «reinaba el arte poderosocon las puertas de sus templos abiertas a losvates que aspiraban al lauro de Menermo». Sobre esta interrogación a las inspiratrices,que es un lamento, el poeta puso la piedra an-gular de su edificio. La profesión de fe bajo laégida de los clásicos marcaba al adolescente unrumbo fijo. Los alambres de su cítara podrían re-coger sonidos nuevos, ensayar otros ritmos, ten-'tar la independencia musical del verso, pero sinla apostasía de su noble progenitura, sobre el

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 221molde apolíneo en que los maestros vaciaron ladivina arcilla de la estrofa... Y por cierto que no hay claudicación en laobra del poeta. Darío, más que innovador, esclásico; pero un clásico que, descubriendo lasbellezas musicales del idioma, ha dado nuevosgiros al verso, completando gallardamente latendencia modernista de Hugo, de cuya influen-cia se impregnara hondamente la lira castellana. He aquí la última cuarteta del canto que nosocupa: Todo acabó. Decidme, sacras musas, ¿Cómo cantar en este aciago tiempo En que hasta los humanos orgullosos Pretenden arrojar a Dios del cielo? La estrofa, que parece una imprecación, sediría escrita para estas horas de verdadera ena-jenación universal... ** Sobre este motivo, fundamental en la lírica deRubén Darío, el joven poeta fija su derrotero.

222 RUBÉN DARÍOPrimeras notas es una anticipo augural de lamusa del porvenir. En el epígrafe, no más, hayconcepción, dominio y voluntad. Las Primerasnotas eran el hormigón que debía basamentar laobra futura. ¡Claro que los trazos del huerto fue-ran débiles y en las parcelas del jardín las rosasde Francia mezclaran su aroma con los jacintosde Campoamor y algún brote nuevo del laurelde Quintana se apoyara en la vara recia de J u -venal! Hortelano de un predio nuevo, sobre la floraconsagrada, era menester crear nuevos perfu-mes para las mieles del jardín, y bien sabía Ru-bén que las lilas blancas fueron hibridación delas especies, creadas por un sabio jardineropara recrear el olfato de los Luises- La abeja de Hugo tenía que ensayar su agui-jón en las frescas rosas de Atenas y en los al-mendros del Lacio, en los cárdenos lirios deGalatea y hasta en el acíbar de las adelfas dePerseo, para gustar después la variedad floralde los contemporáneos. Núñez de Arce, queinfluenció poderosamente la juventud literaria

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 223de América, deja impresiones imborrables enel joven cantor. Los sextetos del Idilio sirvende patrón rítmico a Darío para su poema Lanube de verano, que consta de cincuenta y cincoestrofas y que comienza así: Era Fray Juan un viejo capuchino Sostén del peregrino,Brazo del infeliz, pan del hambriento.Era Fray Juan el venerable anciano, El del cerquillo cano,La presa mejor de su convento. Por eso el prior amábalo en extremo, Y su voto supremoEn asuntos de fe siempre era oído;Que la comunidad muy reverente Inclinaba la frenteAnte el que era de Dios el escogido. Rima floja. Concepto baladí. Todo hace su-poner el primer aleteo del colegial. Probable-mente sea la primer producción de Darío querecogió la imprenta. Falta arte en la arquitectu-ra de la estrofa. La asonancia «convento» y

224 RUBÉN DARÍO«extremo», pone un lunar en la elegancia pro-pia de cada sexteto — aunque con la anotaciónse exagere a Valbuena... Y sigue así: Las gentes del lugar, si lo miraban, Todas se arrodillaban Esperando sus santas bendiciones; Él las gracias celestes repartía, Y en pago recibía Amor de aquellos puros corazones. Para luego, impregnado en uno de los poe-mas cortos de Campoamor, tejer con mano ex-perta el motivo del «cura del Pilar de la Ora-dada»: Seguíanle las niñas y los niños, Ansiando sus cariños; Asíanse del hábito del viejo; Y él les daba, sonriéndose de gozo Al mirar su retozo, Alternando una fruta y un consejo; que nos recuerda al viejo párroco de aldea que el autor de las Doloras pinta en Los grandes

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 225problemas distribuyendo con corazón angelicaly mano pródiga almendras y palmadas. Algunas pinceladas serenas entonan, sin em-bargo, el poemita. Pero el verso baladí, comouna cizaña, medra en todos los pasajes de lacomposición. La estrofa V I H condensa en una mala colora-ción el tramontar del sol: Una tarde serena de verano; El céfiro montano Sopla tenue y el sol hundiéndose arde; Resuena la campana en la abadía, Y en la azul lejanía Ni una nube se ve. ¡Qué linda tarde!i-.:;.»!;: '•• contento tal vez del matiz:•: ¡:-: i :.-.-:sto ai cuadro, quiere imponer suapreciación personal en la admiración con queremata el verso.He aquí una estrofa pobre, la X V I : Y por eso es que ahora está Lucila Entre la espesa filaDe árboles esperando a alguien que llega, us

226 RUBÉN DARÍO Bien, es Pedro, es su esposo; ella da un grito, Él la ve de hito en hito... ¿Y qué es esto? ¿Una broma que le juega? Y otra más pobre, la XVIII: Risas después: también se rió el marido: Se miró confundido; Alegría y pesar sintió en un punto. Todo pasó; pero al siguiente día Lucila estaba fría; Pedro, sin darse cuenta, cejijunto. Y otra aún, pasando por sobre el césped delpoema, cubierto de madroños... — Es — dijo ella — que Pedro no me quiere; M e han dicho que prefiere A otra..., sin ver que pronto seré madre. — Es —dijo él —que..., lo dudo..., sera cierto... Mas ¿cómo no la he muerto?... ¡Creo que me es infiel Lucila, padre! Y así toda la composición: ripiosa, zámbiga,llena de brozas estériles, sin brillo, sin calor. Su poemita en décimas La cabeza de Rawi,que dedica a Emelina y que subtitula «Oriental»,

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 22/adolece del mismo pecado de origen: soplos deCampoamor y Núñez de Arce vivifican la estrofa. Se insinúa con esta décima brillante: ¿Cuántos quieres, niña bella? Tengo muchos de contar: D e una sirena del mar, De un ruiseñor y una estrella; De una candida doncella Que robó un encantador; D e un gallardo trovador Y de una odalisca mora, Con sus perlas de Bassora Y sus chales de Lahor.que marca evidentes progresos sobre su com-poííicís'jsv : nem-al, también en décimas, peroí)i\r, ínspregnaík é o e.úr.> de los grandes poe-• fcAp^oh-:o -iaron su musa en lospucüios Ue hi?p¿:<c-América, adolece de flagran-tes imitaciones. Dice en su III estrofa: Dime tú, ¿de cuáles quieres? Dicen gentes muy formales Que los cuentos orientales Les gustan a las mujeres.

228 RUBÉN DARfO Campoamor está hablando en el breviario desus poemas sintéticos. ¡Si parece un cairel des-prendido de la lámpara votiva de las Doloras!... Y luego comienza así su VI estrofa: Luego el altivo monarca Con órdenes imperiosas Llama a todas las hermosas Mujeres de la comarca Q u e su poderlo abarca. El Vértigo, conocidísimo, de Núñez de Arce,habla por nosotros; debéis recordarlo: Dio soberano el monarca En feudo a Juan de Tabares Las seis villas y ¡ligares D e aquella agreste comarca; Cuanto con la vista abarca,- e t c . .que anticipó con ventaja, y en uno de íos p o e -mas más populares del habla española, los con-sonantes usados por Rubén. Pero no todo es maleza deleznable en el huer-to infantil de este glorioso trovador. Junto a los

EL MUNDO DE LOS SUEROS 229carrizos huecos que rapsodiaron en sus cañas lamelopeya de los maestros, y junto a las campá-nulas del tiempo, el poeta-niño cultivaba suslirios y espaldaba los sarmientos que habían derebalsar su copa con el néctar ensangrentadode sus vendimias. Su loa «A Juan Montalvo», en endecasílabosdisonantes, es un modelo que puede figurar conbrillo en el epistolario de las más robustas com-posiciones castellanas al través de los tiempos. Esta tendencia griega importa en Darío su pri-mer aleteo hacia las cumbres. El genio, abroque-lado en el ideal, ensaya la cruzada quijotescapara avasallar el obstáculo. ¡Y qué obstáculo!Para los poetas noveles, los versos disonantesson verdaderos libros de caballerías. La rima,que es la exornación característica de la poesíamoderna, patrimonio inmanente del poeta nato,no fué conocida por ios antiguos. Pero es quelos griegos tenían un idioma más dulce, másarmonioso, más rico en prosodia que el nues-tro. El encanto de sus versos estaba en la mé-trica, no en el ritmo. Con las lenguas vivas su-

230 RUBÉN DARÍOcede lo contrario; y a pesar de que la dialécticacastellana tiene recursos admirables para afron-tar el verso libre, muy pocos son los cantoresque han cultivado con brillo esta clase de com-posiciones, en las cuales hasta el erudito M e -néndez y Pelayo ha tenido sus tropiezos. En estegénero de poesía no creo que haya habido can-tor que superara al poeta andaluz Meléndez Val-dés, cuya poesía bucólica puede servir de patróncomo arte insuperable en la metrificación y diso-nancia. Rubén, niño, no reparó en los escollos paraensayar su elogio a Montalvo. Y a fe que lo hizocon verdadera elocuencia- Reblando así, <?p ?<en~te grande y se acerca a ÍO:Í ¡:r/ j;y.,. Veamos un acápite, ^ ^ b i e - i c . ^ d o <¿ ZU'VJ?de Los Siete Tratados, ea dcon- ]•:> cadencia, laacentuación y la diversidad de las cesuras danal verso una belleza plástica digna de la severi-dad del asunto: Paso al ingenio: con osada mano Una péñola tocas que colgada Estuvo allí desde pasados siglos.

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 231Vuelve a sonar y conmover el mundoLa ruda carcajada de Cervantes.Esta empresa, buen rey, ahora se sigue,Pues hay quien la acomete con denuedo.Valga el ahinco, ayude la esperanza,Y el ingenio entre risa y entre llantoEl alma punce con espina de oro;Que ya lo hemos de ver al caballero,A la faz de este siglo diez y nueve,Filósofo valiente, trastornado;Y el escudero fiel ha de enseñarseComo gran complemento al gran poema... Y hablando de Cervantes, se expresa en estaforma admirable: El Genio Manco, admiración del mundo,Risueño Atlante con el pecho herido,Carga sobre sus hombros mole inmensaQue por mucho que es grande no le agobia.Al paso del coloso se estremeceToda una sucesión de muchedumbres;De pasmo un siglo entero conmovidoDeja como una herencia sacrosantaA todas las edades venideras,Admiración para el crecido Genio.

232 RUBÉN DARÍO Éste se para; el peso que conduce Pone sobre cimiento indestructible; No para descansar, que la fatiga No toca impertinente esa figura, Cuya face se pierde entre fulgores. Afrenta del sol mismo por su lumbre, Sino porque es preciso que ya tome El lugar que le toca, y Dios le brinda Junto a los escogidos inmortales.Su canto «El Porvenir» es una oda brillante.Hay en ella, sin embargo, trasuntos de Quintanay Juan Nicasio Gallego, y hasta en algún tropovibrante se nos revela impregnado en el numende Olegario Andrade. El corte general de lacomposición es corre* y cabe b :a : Í O ^ e ^ U U cbiográfica declarar que ; . V J ^ a - ¡ p^'oih ••:<•las páginas del insigne y C O í C . - Í X - O f c M&4r.-leño, tiene chispazos cómo éste, que marcan su-perioridad sobre las odas de Quintana: ¡Salve, América hermosa! El sol te besa; Del Arte la potencia te sublima; El porvenir te cumple su promesa, Te circunda la luz y Dios te anima.

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 233 En ti ha sembrado la semilla santa De los principios grandes Y mi bandera altiva se levanta Sobre la cima augusta de los Andes. Los dioses volverán, y en tu regazo Entonarán sus mágicos cantares; Y con celeste lazo Circundarán tus montes y tus mares. Y tendrás Partenón y Coliseo, Y musas que vendrán a saludarte; Y Píndaro y Tirteo Hijos tuyos serán, con mejor arte. Y luego la República que inflama Con su magia divina Levantará su voz y su oriflama Del Cimborazo que altanero brama A la pampa argentina, Y :ü .: seo y rudo Tequendama •:. !;i trompeta de la fama loor de la América latina. Pero donde Rubén Darío se nos revela comoun consumado maestro es en la sátira a RicardoContreras, replicando a una crítica contundentey mordaz esgrimida contra los primeros retoñosde su jardín.

234 RUBÉN DARÍO La composición es en tercetos latinos. De corteanálogo supo cultivar Quevedo, descollando másque su carta al conde-duque de Olivares, quees desordenada aunque valiente, su Epístola cen-soria. Pero si alguien ha influido en Rubén paraabordar con mano firme esta composición, hasido Horacio. Prefiere el ironismo sutil del autordel Arte poético, a la sátira mordiente y envene-nada de Juvenal. Su indignación ante el fustazoque azotaba sus primeras trovas pudo llevarleal panfleto de Persio, pero prefirió el ridendocorrigo del maestro. Por eso es que su epístoladeja de ser catilinaria recia, para ser una burlasutil esgrimida con el florete ágil, pero sin salir-se de la pedana. Entre las dos escuelas—Juvenal y Horacio —se quedó con el escepticismo del segundo porsobre el libelismo estigmatizante del.primero.Tenía la noción exacta de la fuerza avasalladorade su verso, pero no estaba en su temperamentosutil la intemperancia del brulote. Juvenal era el pinturista de los vicios en aqüe-

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 235lia formidable bancarrota del Imperio romano.Horacio, más artista que Juvena!, usaba—al de-cir de un crítico-—del artificio «de no ensan-grentar la lanza contra uno, tratando de una cosapicar a éste y a otro de camino; de manera queparece que no hace nada y les da de medio amedio, como si fuera su intento tratar particular-mente de cada uno». De esta escuela es la sátira de Rubén. Habla con socorrida humildad: Mi musa es musa que sus alas pliega; Primero que intentar subir la cumbre, Abajo se solaza, ríe y juega. ;iíi;;ro i:: divin? dulcedumbreUvi Y:;U.C? Í ; Ü ; €: r ' g r a d o amor alaba; - 1 a q... aira ía costumbre; Y de Cupido la rellena aljabaCantada en dulce metro delicado;Y la canción guerrera, adusta y brava. Y a renglón seguido declara su proselitismoal areópago de los clásicos:

236 RUBÉN DARlO Gústame de emplear en lo inventado Ei sutil arcaísmo, y la que brilla Metáfora altanera es de mí agrado; Sin rastrera hinchazón que el arte humilla, Sin frase rebuscada o descompuesta, Sin pintar el retrato de golilla, Y sin dura expresión torpe o molesta Como la que repleta de fárrago Con que más de un autor nos indigesta. Terminando con la indirecta perfectamentehoraciana sobre su malhadado contendor. Pero he aquí que la sangre juvenil, ardiendoen sagrada indignación, no puede substraerse alas pragmáticas del verso y a la compostura deuna retórica convencional, cuando se siente encarne viva el acicate del contrario; y Rubén, querecién se insinúa en la palestra, no puede subs-traerse al mandoble que le ordena su ardorosocorazón. Y pasa de Horacio a Juvenal; y aco-mete ciego al contrincante que traía confuso yanonadado con su granizada ditirámbica.

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS 237Y dice:5 No seas, eso no, cruel victimarioDe mis primeros frutos, porque creoQue te salen las cosas en contrario. Con infinito gusto saboreoEsas críticas tuyas, con ahinco,Y esa que hiciste para mí, releo. Llévame de la mano si delinco,Pero no me destroces primigeniosFrutos, que te diré cuántos son cinco. Pero el lunar de la intemperencia tiene bienluego una reparación. Y Rubén Darío, el ado-lescente aquel de los veinte años, vuelve a laironía afiligranada y termina así con estas estro-fas brillantes que clausuran la composición comoun broche de oro: ¡Hacen al bien decir tantos ultrajes Y al sentido común! Diles horrores, Lanza agudas saetas, sin ambages; Y así dejen de céfiros y flores

238 RUBÉN DARlO Y se oiga en armonía soberana El dulce lamentar de los pastores Y las odas viriles de Quintana. W . JAIME MOLÍNS.Buenos Aires, febrero de 1916.

ÍNDICEEl abate Richard < PáginasSiempre el misterioObservaciones de un inglés 5Grandville 21Tentativas de expresión 31El marqués d'Hervey de Saint-Denis 43Un soñador: Saintine 63Artemidoro 85 113 131IN MEMORIAM.Rubén Darío, por Enrique Rodó 147\"üb¿u Darío, por Luis Berisso 153El significado de la obra de Rubén Darío, por Eloy 159 Fariña Núñez 169Impresión personal, por Antonio de Tamaso 177Rubén Darío, por Evar Méndez 183Rubén Darío, por Campoamor de Lamente 185Rubén Darío, por Ángel de Estrada (hijo)«Primeras notas» de Rubén Darío, por W . Jaime 211 Molíns







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