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Revista Casa de las Américas 296-297

Published by bibliotecacasadelasamericas, 2020-06-08 10:36:26

Description: Revista Casa de las Américas dedicada a Roberto Fernández Retamar.

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El primer problema que confrontamos al abor- cias–, aquella condición resultó necesaria pero dar esta cuestión es si existe, como una realidad no suficiente: «Nuestra literatura», dijo también distinta, la literatura hispanoamericana. Cuestión Mariátegui, «no cesa de ser española en la fecha que sabemos que, sobre sus literaturas respectivas, de la fundación de la república [...] si no españo- ni siquiera se plantean los metropolitanos, y en la, hay que llamarla por luengos años literatura cambio se la hacen normalmente los coloniales, colonial» (219). Todavía en 1881 pudo escribir y sobre todo ciertos coloniales. Tal pregunta José Martí esta observación que no me canso nos arrastra, de inmediato, fuera de la literatura. de citar: «No hay letras, que son expresión, Pues el término «hispanoamericano», que acabo hasta que no hay esencia que expresar en ellas. de emplear, no es una categoría literaria (como Ni habrá literatura hispanoamericana hasta que tampoco lo son los términos «español», «francés» no haya Hispanoamérica».11 No es que para esa o «alemán»). «Hispanoamericano» es un término fecha no hubiera unas cuantas obras literarias histórico. Emplearlo supone pasar de inmediato de interés, sino que no había aún una literatura de lo estrictamente literario a lo abiertamente his- hispanoamericana, un sistema, una serie coheren- tórico. Como acertadamente señaló Mariátegui, te, porque no había aún Hispanoamérica como «el “nacionalismo” en la historiografía literaria es mundo autónomo. El proyecto burgués con que [...] un fenómeno de la más pura raigambre polí- nuestras repúblicas surgen a la luz se había re- tica, extraño a la concepción estética del arte».10 velado irrealizable: nuestros países abandonaron La existencia de la literatura hispanoamericana –en el orden político, económico, al cabo también depende, en primer lugar, de la existencia misma cultural– el maltrecho tutelaje español de cuyo –y nada literaria– de Hispanoamérica como reali- seno habían nacido, para caer bajo otros tutelajes dad histórica suficiente. Mientras ella no era sino más voraces –como el inglés primero y el nor- colonia española, no había verdadera literatura teamericano después–. Al hacer su primera gran hispanoamericana, sino literatura de españoles crisis ese proyecto burgués, a finales del siglo xix, en América, literatura provincial: en el mejor de solo un hombre pareció entender plenamente el los casos, con los rasgos locales que ello supone, drama hispanoamericano: José Martí (compárense algunos de los cuales encontrarían desarrollo pos- su planteos con la patéticas «Palabras liminares» terior. A tal literatura claro que, subsidiariamente, que un año después de la muerte del cubano el le era aplicable la teoría que con pleno derecho joven Darío pone a sus Prosas profanas). He correspondía a la literatura metropolitana. insistido en otras ocasiones12 en este hecho, y no puedo aquí sino apuntar que toda consideración La independencia de Hispanoamérica es, pues, sobre nuestra historia, sobre nuestra cultura, sobre la condición sine qua non para la existencia de nuestra literatura –y sobre la teoría de nuestra ac- nuestra literatura, de nuestra cultura. Pero, debido sobre todo a lo artificial de esa independencia 11 José Martí: Ensayos sobre arte y literatura, sel. y pról. –que no hizo sino facilitar nuevas dependen- de R.F.R., La Habana, 1972, pp. 50‑51. 10 José Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación 12 R.F.R.: Ensayo de otro mundo, La Habana, 1967; In‑ de la realidad peruana [1928], La Habana, 1963, p. 214. troducción a José Martí, La Habana, 1978; Calibán y otros ensayos, La Habana, 1979. 100

tual literatura– deberá partir de su obra esencial. que inicia ese período de «cosmopolitismo». Solo ella nos permite entender cabalmente, por Tal período, por otra parte, no sería sino la ejemplo, las características del primer momento contrapartida literaria del ingreso de la Amé- en que nuestra literatura adquiere una coheren- rica Latina en el mundo moderno, esa «última cia ya no dependiente del mundo español, sobre etapa del capitalismo» que daría en tierras lati- el cual, por el contrario, va a ejercer influencia, noamericanas –en Cuba– sus primeros pasos. mientras ella misma se remite a una pluralidad Después de la magnífica anticipación de Martí, de fuentes en busca de su definición. Mariátegui algunas voces –Rodó, cierto Darío–, de manera había apuntado: un tanto ingenua, condenan esos pasos y buscan insertarnos en una tradición latina como modo Una teoría moderna –literaria, no sociológi- de salvaguardar nuestra realidad. Para muchos, ca– sobre el proceso normal de la literatura ese período se prolongará en la vanguardia. de un pueblo, distingue en él tres períodos: Pero otros –como el propio Mariátegui y en el un período colonial, un período cosmopolita, orden literario figuras como Vallejo, Neruda, un período nacional. Durante el primer pe- Guillén, Carpentier– anunciarán ya el período ríodo, un pueblo, literalmente, no es sino una «nacional»: pienso, por supuesto, en la nación colonia, una dependencia de otro. Durante el latinoamericana, que no podrá realizarse como segundo período, asimila simultáneamente proyecto burgués: nuestra América, dijo también elementos de diversas literaturas extranjeras. Mariátegui, «no encontrará su unidad en el orden En el tercero, alcanzan una expresión bien burgués. Este orden nos divide, forzosamente, modulada su propia personalidad y su propio en pequeños nacionalismos. A Norteamérica sentimiento. No prevé más esta teoría de la sajona le toca coronar y cerrar la civilización literatura. Pero no nos hace falta, por el mo- capitalista. El porvenir de la América Latina es mento, un sistema más amplio [219]. socialista» (xii). Y ese período encontrará una primera realización concreta con el triunfo de El peruano, ciñéndose a la literatura de su país, la revolución socialista en Cuba, la cual tendría estimaba que con la vanguardia esa literatura tanta repercusión en todo el Continente, y echaría estaba entrando en su período de «cosmopo- su literatura a la contemplación del mundo, según litismo». En la medida en que consideremos todos sabemos –y como lo atestigua, entre tantas válida esa teoría suya, vista desde nuestros días cosas, esta misma reunión. y a escala continental, más bien sería ya nuestro modernismo –tan complejo que todavía sigue Uno de los más profundos conocedores de siendo objeto de encendidas polémicas–13 el nuestras letras, el dominicano Pedro Henríquez Ureña, anunció en 1926, con un aliento que no 13 Un resumen de esas polémicas se encontrará en: Anto- era frecuente en su prosa serena: «Trocaremos nio Melis: «Bilancio degli studi sul modernismo ispa- en arca de tesoros la modesta caja donde ahora noamericano», en Lavori della Sezione Fiorentina del guardamos nuestras escasas joyas, y no tendre- Grupo Ispanístico C.N.R., serie II, Florencia, c. 1969. mos por qué temer el sello del idioma, porque para entonces habrá pasado a estas orillas del 101

Atlántico el eje espiritual del mundo de habla explicable. Sin necesidad de compartir todas española».14 las sombrías observaciones de George Steiner al respecto, es obvio que «el crítico vive de segunda Cuarenta y seis años y una revolución socialis- mano. Escribe sobre. El poema, la novela o la ta después, en 1972, escribiría el también sereno obra teatral deben serle dados».17 Pero ahora que Mario Benedetti de la literatura latinoamericana en Hispanoamérica (la cual está entrando en su que «a su excelente nivel no llega hoy, ni por madurez) ese poema, esa novela le han sido da- asomo, ninguna de las literaturas nacionales dos con calidad y originalidad, es impostergable europeas. (Tal vez la única excepción sea la que la labor del crítico sea cumplida a plenitud. alemana)».15 Benedetti toma en cuenta, para Para ello requiere contar con un señalamiento fundamentar tan desafiante declaración, no solo adecuado de «los principios [...] categorías, et- la nueva novela hispanoamericana, que ha co- cétera» de la actual literatura hispanoamericana: nocido vasta difusión, sino también una poesía es decir, con su correspondiente teoría literaria: a que ya tuvo realizaciones de primer orden en ella toca señalar el deslinde de nuestra literatura, la vanguardia y aun en el modernismo –y, en sus rasgos distintivos, sus géneros fundamen- general, una literatura y un pensamiento que tales, los períodos de su historia, las urgencias arrancan de José Martí. de su crítica, etcétera. Proponerle mansamente a nuestra literatura una teoría otra –como se ha Parece evidente que a estas alturas ya no es intentado–, es reiterar la actitud colonial, aunque posible suscribir la frase citada de Mariátegui: tampoco sea cuestión de partir absurdamente de «no prevé más esta teoría de la literatura. Pero cero e ignorar los vínculos que conservamos con no nos hace falta, por el momento, un sistema la llamada tradición occidental, que es también más amplio». Ahora sí nos hace falta un sis- nuestra tradición, pero en relación con la cual tema más amplio. Su ausencia es deplorada por debemos señalar nuestras diferencias específicas. los jóvenes críticos más rigurosos de la actual Trabajar por traer a la luz nuestra propia teoría literatura latinoamericana, como el colombiano literaria, para la que ya hay aportes nada des- Carlos Rincón y el chileno Nelson Osorio, ambos de orientación marxista, aunque tan diversos en dqeuñeanbolesse,sepsertaa.reca imprescindible (y colectiva) sus respectivos planteos.16 Que nuestra crítica ande a la zaga de nuestra literatura es bien 14 Pedro Henríquez Ureña: «El descontento y la pro- teórica y crítica de que estamos requeridos solo puede mesa» [1926], en Seis ensayos en busca de nuestra realizarse cabalmente a la luz del marxismo, pero ello expresión [1928], ahora en Obra crítica, México, no implica postular una panglosiana solución al pro- 1960, p. 253. blema. Bastaría con recordar las cuestiones polémicas suscitadas, por ejemplo, por André Gisselbrecht en 15 Mario Benedetti: Los poetas comunicantes, Montevi- «Marxisme et théorie de la littérature», en Littérature deo, 1972, p. 9. et ideologies, número especial, 39 bis, de La Nouvelle Critique, ca. 1970. 16 Ver Carlos Rincón: ob. cit. en nota 3; y Nelson Osorio: «Problemas del lenguaje y la realidad en la 17 George Steiner: «Humane Literacy», en Language nueva narrativa hispanoamericana», en Problemas and Silence, Essays 1958‑1966, Londres, 1967, p. 21. de Literatura, cit. en nota 7. Considero que la tarea 102

Nuestra América y Occidente* Revista Casa de las Américas No. 296-297 julio-diciembre/2019 pp. 103-131 A Pablo González Casanova y Abelardo Villegas. Clarificar las denominaciones El intento (la necesidad) de definir el ámbito histórico propio de nuestra América va acompañado, como es habitual en casos similares, por la búsqueda de la denominación que mejor corresponda a ese ámbito: esa denominación contribuye a mostrar el grado de conciencia que se tiene de aquello que se aspira a aprehender. El hecho, sin embargo, no debe exagerarse: aunque uno de los primeros países en constituirse como nación en el mundo moderno haya sido España, el término «español» no es español, sino provenzal, como señaló el profesor suizo Paul Aebischer (Estudios de toponimia y lexicografía románi‑ ca, Barcelona, 1948) y glosó con complacencia, y su gota de delirio, Américo Castro (Español palabra extranjera: razones y motivos, Madrid, 1970). En el caso de nuestra América, los nombres sucesivos que ella ha ido recibiendo, en un proceso que al parecer aún no ha conclui- do, revelan no solo indecisión en cuanto al nombre, sino también * Publicado en Casa de las Américas, un ensanchamiento del área geográfica e histórica que le corres- No. 98, septiembre‑octubre de 1976. ponde. Bien puede decirse, pues, que se trata de un concepto en 103

expansión.1 Su mayor antecedente concreto hay que hemos estado vinculados, y que, al parecer, que buscarlo en el magno proyecto de Bolívar, disfruta de más claridad en cuanto a su propia quien al convocar desde Lima, el 7 de diciembre definición: el llamado «Occidente» o «mundo de 1824, al congreso que se celebraría en Panamá occidental». Esa confrontación es lo que me pro- dos años después, reitera su confianza en que «las pongo hacer, de manera sumaria, en estas páginas, repúblicas americanas, antes colonias españolas, a partir de la forma como ella ha sido abordada por tengan una base fundamental». Cuando, en la pensadores latinoamericanos representativos a lo segunda mitad del siglo xix, surja y se difunda la largo de nuestra historia. Sin embargo, un proble- denominación «América Latina», ella abarcará no ma se presenta de inicio: la farragosa bibliografía solo a «las repúblicas americanas, antes colonias en torno a «Occidente» o «mundo occidental», españolas», sino también a otras como Brasil al contrario de lo que podría pensarse por el uso y Haití. Por último, su contenido es aún mayor frecuente de estos términos, es, en general, harto cuando José Martí escribe en 1884: «Pueblo, y insatisfactoria y escandalosamente mistificadora. no pueblos, decimos de intento, por no parecernos Para saber qué es «Occidente» o «mundo occi- que hay más que uno del Bravo a la Patagonia». Y dental», me ceñiré a algunos datos, mínimos, aunque el propio Martí usara ocasionalmente, en- abriéndome paso entre la maleza. tre otras, la expresión «América Latina», prefirió sobre todo la denominación «nuestra América», «La segunda posguerra», escribió José Luis la cual permite no quedar presos de las trampas Romero en 1953, «ha dejado de hablar de “cul- etimológicas. La «América Latina» (más allá de tura occidental” y prefiere hablar de “mundo lo que en un principio se quiso que esta expresión occidental”».2 Lo que no sabemos con exacti- significara, es decir, tomada ahora como sinónimo tud es cuándo empezó a hablarse de «cultura de «nuestra América») incluye no solo pueblos de occidental», de «civilización occidental» o de relativa filiación latina, sino también otros, como «Occidente» a secas, en el sentido que tiene hoy. los de las Antillas de lengua inglesa y holandesa, Es cierto que «Occidente» remite en Europa, más bien alejados de tal filiación; y, por supuesto, sobre la base de obvias alusiones geográficas, los grandes enclaves indígenas. En este sentido a imperios políticos y cismas religiosos, pero amplio emplearé la expresión. el contenido moderno del término es otro. La expresión apenas se insinúa en las Lecciones Una tarea que debía ayudarnos a delimitar el sobre la filosofía de la historia universal, de ámbito histórico latinoamericano consiste en con- Hegel,3 quien prefiere hablar allí de «el corazón frontar su realidad con la propia de otro ámbito al de Europa» (I, 108), «el hombre europeo» (id.), «la humanidad europea» (I, p. 209), cuando no 1 Arturo Ardao ha realizado aportes valiosos a la historia de ese concepto. Ver «La idea de Latinoamérica», en 2 José Luis Romero: La cultura occidental, Buenos Marcha, noviembre de 1965; «La idea de la Magna Aires, 1953, p. 7. Colombia, de Miranda a Hostos», en Araisa. Anuario del Centro de Estudios Latinoamericanos «Rómulo 3 Jorge Guillermo Federico Hegel: Lecciones sobre la Gallegos», Caracas, 1975; y en especial Génesis de la filosofía de la historia universal, dos tomos, trad. del idea y el nombre de América Latina, Caracas, 1980. alemán por José Gaos, Madrid, 1953. 104

de «el mundo germánico» (II, cuarta parte). países capitalistas, y el uso de «cultura occi- Sabemos, sin embargo, que antes de mediar el dental», «mundo occidental» u «Occidente» siglo xix se hablaba en Rusia de los «occidenta- (enfrentado a «Oriente») como arma predilecta listas», es decir, los modernizadores frente a las del arsenal ideológico burgués durante la etapa trabas feudales; y en nuestra América, por esa más cruda de la Guerra Fría. fecha, Andrés Bello se refería, con un sentido ya cercano, a «Occidente». En la propia Europa Una definición serena y aceptable del concep- occidental, el uso de la denominación está ya to la ofreció en 1955 Leopoldo Zea al decir: «lla- ampliamente extendido en la segunda mitad del mo mundo occidental u Occidente al conjunto de siglo xix. Sin embargo, su apogeo vendrá en pueblos que en Europa y en América, concreta- el siglo xx, a raíz del triunfo de la Revolución mente los Estados Unidos de Norteamérica, han de Octubre en Rusia, y en abierta oposición a realizado los ideales culturales y materiales de ella, cuando Spengler publique su Decadencia la Modernidad que se hicieron patentes a partir de Occidente (1918‑1922), y se afirmará con Un del siglo xvi».6 ¿A partir del siglo xvi? En el estudio de la historia (1934‑1954), de Toynbee. primer tomo de El capital (1867), Marx había Las raíces violentamente reaccionarias de estas escrito: «aunque los [...] inicios de producción obras (Chamberlain en un caso,4 Gobineau en capitalista ya se nos presentan esporádicamente otro)5 explican su boga, hace unos años, en los en los siglos xiv y xv en algunas ciudades del Mediterráneo, la era capitalista solo data del 4 «El libro de Chamberlain [Las bases del siglo xix. siglo xvi».7 Ya José Carlos Mariátegui había 1899-1904] viene a ser en cierta medida un anticipo hablado en 1928 de «la sociedad occidental del de Spengler [...] puede decirse que murió a manos o, mejor dicho, capitalista». Y el propio Zea de un sucesor y rival afortunado: La decadencia de Occidente»: Francisco Romero: Filosofía de la persona rense estas palabras de Gobineau: «Somos nosotros y otros ensayos de filosofía, 2a. ed. ampliada, Buenos los modernos, nosotros los primeros que sabemos que Aires, 1951, p. 144. Es interesante recordar la opinión toda aglomeración de hombres, y el modo de cultura que los países de nuestra América le merecían al furioso intelectual que de ello resulta, deben perecer», con es- teórico del racismo que fue Chamberlain: «Los llamados tas famosas de Paul Valéry, a raíz de la Primera Guerra salvajes del centro de Australia llevan una existencia más Mundial: «Nosotras, las civilizaciones, sabemos ahora armoniosa, más digna de hombres y aun podría decirse que somos mortales». Ahora bien: no desconozco las más “santa” que los habitantes de estos países» (Ibíd.). diferencias entre Spengler y Toynbee: a ese respecto, ver de Nikolái I. Konrad: «Carta de respuesta a Arnold 5 El propio Arnold Toynbee, al exponer la idea central de Toynbee», en Cultura, ideología y sociedad. Antología su Estudio, es decir, que lo que él llama una «sociedad» de estudios marxistas sobre la cultura, sel., present. y es el «campo inteligible de estudio histórico», añade: trad. de Desiderio Navarro, La Habana, 1975. «Esta concepción de las sociedades ya era familiar, hace tres cuartos de siglo, a Gobineau» (A.T.: Estudio de la 6 Leopoldo Zea: América en la conciencia de Europa, historia, trad. de Jaime Perraux, tomo I, 2a. ed., Buenos México, 1955, p. 8. Aires, 1956, pp. 67 y 68, n.). Ver otra cita en p. 77. El Éssai sur l’inégalité des races humaines [1853‑1855], 7 Karl Marx: El capital. Crítica de la Economía Política. por otra parte, prefigura el treno por la «decadencia Libro primero. El proceso de producción del capital, t. I, de Occidente» que tantas voces entonarían. Compá- vol. 3, trad., advertencia y nota de Pedro Scaron, 3a. ed. en español, México, Siglo XX, 1975, pp. 894-895. 105

dirá en 1957: «el capitalismo, esto es, el mundo occidental (España y Portugal), que haría tan occidental».8 importante contribución al desarrollo capita- lista de otros países, no conocería ella misma, Ahora estamos en terreno más firme: aquellos sin embargo, ese desarrollo, quedando al cabo países, primero de Europa, como Holanda, In- marginada de Occidente (como una zona arcaica glaterra, Francia, Alemania, y luego de zonas que podría llamarse «paleoccidental»), lo que pobladas por europeos9 (quienes las despoblaron afectaría de modo decisivo al destino de su vasto o casi de los otros), que conocieron un pleno de- imperio colonial americano. sarrollo capitalista, son «el mundo occidental». El boticcelesco surgimiento de ese «mundo» Si las metrópolis ibéricas, España y Portu- (es decir, del capitalismo) fue descrito en líneas gal, quedaron en la periferia de Occidente, no inolvidables por Marx: es extraño que a sus colonias americanas les correspondiera destino similar. Sin embargo, no El descubrimiento de las comarcas auríferas le falta razón a José Luis Romero cuando habla y argentíferas en América, el exterminio, es- de América como del «primer territorio occiden- clavización y soterramiento en las minas de talizado metódicamente». No solo por el tras- la población aborigen, la conquista y saqueo vasamiento a estas tierras, a partir del siglo xvi, de las Indias Orientales, la transformación de múltiples elementos culturales provenientes de África en un coto reservado para la caza en lo inmediato de Europa, que aquí vendrían a comercial de pieles-negras, caracterizan los conocer nueva vida y a fundirse con otros ele- albores de la era de producción capitalista. mentos, sino porque nuestra América está uncida, Estos procesos idílicos constituyen factores desde la arrancada misma del capitalismo, al fundamentales de la acumulación originaria. mundo occidental, a cuyo desarrollo contribuyó decisivamente la rapaz y múltiple explotación A partir de tales «procesos idílicos», el mundo (colonial primero y neocolonial después) que occidental creció vertiginosamente, a expensas nuestros países, en su mayoría, no han dejado del resto del planeta, cuya explotación fue im- aún de padecer. Autores como Spengler pueden prescindible para el desarrollo de aquel. En la considerar a la América Latina excluida de Occi- propia Europa, su parte geográficamente más dente, lo que se corresponde con el hecho de que, en el interior del mundo capitalista, los nuestros 8 José Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación no son países explotadores, sino explotados: de la realidad peruana [1928], La Habana, 1963, p. 5. pero, por eso mismo, vinculados unos y otros Leopoldo Zea: América en la historia, México, 1957, en una historia común. Independientemente del p. 80. grado de conciencia que se tuviera de ello, esa vinculación, esas relaciones han sido esenciales 9 Solo un país no poblado por europeos logró un verdadero y permanentes, desde los orígenes mismos de desarrollo capitalista: Japón. Sobre su carácter excepcio‑ lo que iban a ser tanto «el mundo occidental» nal y las contradicciones entre las potencias occidentales como «la América Latina», que se desarrollan que hicieron posible ese desarrollo, ver Paul A. Baran: a la vez, dialécticamente enlazados, a partir del La economía política del desarrollo, trad. de N. Warman, 2a. ed., México, 1961, pp. 170 y ss. 106

siglo xvi. Es absurdo pretender trazar la historia Esta denuncia es desde luego irreprochable. de nuestros países con prescindencia de la de Pero vale la pena llamar la atención sobre la esos otros países, los «occidentales». ¿Pero se violencia que también supone el que a los niños ha visto con bastante claridad que también es en Francia se les haga repetir esa frase. Pues los imposible trazar la verdadera historia de tales galos ¿son los antepasados de quienes ni hablan países con prescindencia de la nuestra? Esto es su lenguaje, ni visten como ellos vistieron, ni lo que subraya, por ejemplo, Eric Williams en fueron educados en sus creencias, ni apenas son su Capitalismo y esclavitud (1944). Lo que no sus herederos «raciales», es decir zoológicos? obsta, desde luego, para que exista una historia ¿No sería más congruente que a esos niños se les individual (es decir, una realidad específica) tanto enseñara a decir: «Nuestros antepasados, los in- de aquellos países como de los nuestros. Enrique vasores (o aun los descubridores) de la Galia...»? Semo ha escrito con razón: Sin embargo, tal cosa, según lo que sé, no ocurre. Todavía hoy, Asterix el galo es el héroe de los en cada etapa de desarrollo de la formación niños (y de los mayorcitos) franceses, quienes, socioeconómica de los países latinoamericanos, leyendo y viendo sus simpáticas aventuras, es- está presente la relación metrópoli-colonia, que critas por cierto en una lengua neolatina, no se se transforma así en una constante de su historia, identifican con las tropas romanas, sino con el pero no en su historia, como lo quisieran algunos pequeño e imaginario héroe galo y sus amigos. historiadores y economistas que subestiman o Esas violencias, dolorosas o risueñas, conforman niegan la importancia de los factores internos la historia, la tradición de un país. Sin embargo, y que reducen el complejo devenir histórico a no faltan aquellos a quienes siguen pareciendo la dicotomía simplificada metrópoli-colonia.10 escandalosas las palabras angustiadas que Martí escribiera hace más de ochenta años: «La historia Las ideas expuestas por latinoamericanos de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al sobre las relaciones entre nuestra América y el dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de mundo occidental se inscriben dentro de este Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia complicado marco histórico. que no es nuestra. Nos es más necesaria».11 No hay, sin embargo, otra manera de abordar seria- Las primeras visiones mente nuestra historia que arrancar de sus ver- daderas raíces. Y las raíces verdaderas de lo que Escritores antillanos como Aimé Césaire y Frantz iba a ser llamado América son, desde luego, los Fanon, nacidos en colonias francesas, han de- hombres que la descubrieron y poblaron y levan- nunciado el absurdo de que a los niños negros taron sobre su suelo culturas tan extraordinarias de esas Antillas se les enseñara en la escuela como cualesquiera otras. Solo que, para empezar, a repetir: «Nuestros antepasados los galos...». un término infeliz ha contribuido a embrollarlo 10 Enrique Semo: Historia del capitalismo en México. Los 11 José Martí: «Nuestra América» [1891], en Obras orígenes, 1521‑1763, México, 1973, p. 112. completas, VI, 18. 107

todo, con plena conciencia de quienes, pro domo occidentalización de América de que hablaría sua, lo forjaron y contribuyeron a propagarlo. José Luis Romero. A lo largo de la historia, hay numerosos casos La primera visión que en estas tierras se tiene de encuentros de dos comunidades y sojuzga- de lo que iba a ser el mundo occidental, es la miento de una por otra.12 El hecho ha solido visión de aquella «hecatombe», de aquel «ca- llamarse de muy diversas maneras: a menudo, taclismo»: la visión que pudieron trasmitir los recibe el nombre de invasión o migración o esta- sobrevivientes de aquellos aborígenes a quienes blecimiento. Pero la segunda llegada de europeos llamaría paleolatinoamericanos, de no ser el a estas tierras (la primera, la de los vikingos, ocurrió nombre tan paquidérmico. Poco ha llegado a la sin pena ni gloria, hace cerca de un milenio), posteridad de esa inicial visión indígena: en las llegada que podría llevar distintos nombres (por páginas piadosas y enérgicas de hombres como ejemplo, El Desastre), ha sido reiteradamente Bernardino de Sahagún; en textos como los que llamada descubrimiento, El Descubrimiento. Tal compilara Miguel León Portilla en los libros denominación, por sí sola, implica una comple- Visión de los vencidos (1959) y El reverso de ta falsificación, un Cubrimiento de la historia la conquista (1964). Es la imagen del espanto verdadera. Los hombres, las culturas de estas y del horror que van sembrando a lo largo de tierras pasan así a ser cosificados, dejan de ser un continente aquellos a quienes los sitiados en sujetos de la historia para ser «descubiertos» por Tenochtitlan llaman los «popolocas»; o como el Hombre, como el paisaje, la flora y la fauna. Y traduce el padre Garibay: los bárbaros. este nombramiento implica la teorización de una praxis incomparablemente más lamentable. La Pero si a algunos pueden parecer escan- pavorosa destrucción que los paleoccidentales –y dalosas las palabras en que Martí se refiere luego los occidentales de pleno derecho, con más a los indígenas americanos como nuestros brío y desfachatez– realizan de los aborígenes primeros antecesores, más escandalosas aún americanos, será considerada por Celso Furtado les parecerán a muchos las palabras en que «una verdadera hecatombe demográfica [...] casi Alejandro Lipschütz llama al negro africano sin paralelo en la historia humana»; y Laurette traído a América como esclavo el «indígena Séjourné no vacila en llamarla «un cataclismo, “importado”»: el hombre que vino a ocupar frente al cual palidecen las más sombrías catás- en muchas zonas de América el lugar del indio trofes de la historia».13 Así se inició la metódica en vías de extinción, «dándole a él también calidad de indígena esclavizado».14 La visión 12 Ver a este respecto, de N. I. Konrad: «The Substance 14 Alejandro Lipschütz: Perfil de Indoamérica de nuestro of History», en West‑East. Inseparable Twain, Mos- tiempo. Antología 1937‑1962 [1968]. La Habana, 1972, cú, 1967, esp. pp. 220-222. p. 91. La «presencia negra en el Nuevo Mundo», como diría José Luciano Franco, es capital para el desarrollo 13 Celso Furtado: La economía latinoamericana desde ulterior no solo de nuestra América, sino también de la conquista ibérica hasta la revolución cubana, Europa y África. De hecho, a raíz de 1492 se abre lo México, 1969, p. 6; y Laurette Séjourné: América que Fernando Ortiz ha llamado «ese gran remolino Latina, I. Antiguas culturas precolombinas, trad. de social, de blancos, bermejos y negros, con que se Josefina Oliva de Coll, Madrid, 1971, p. 63. 108

que estos otros antecesores de los latinoame- del otro lado del Atlántico por ser criollo. Es ricanos actuales tienen del mundo occidental significativo que este término, que aparece ya a apenas difiere, naturalmente, de la de los otros finales del siglo xvi,15 se emplee inicialmente, «vencidos», los aborígenes americanos, aunque en el portugués del Brasil –de donde irradiará tuvo aún menos ocasión de ser documentada, a los otros idiomas–, para designar al negro y se halla desperdigada en cantos y plegarias. americano, ya no africano, y solo más tarde Pasado el primer tercio del siglo xix, un esclavo abarque también al blanco nacido aquí, hasta negro cubano de gran talento, Juan Francisco quedar, finalmente, reservado de preferencia a Manzano, escribirá su autobiografía, donde se este último. Para entonces, han ido surgiendo continúa esa dolorosa visión. barruntos de burguesías latinoamericanas que al cabo, en el siglo xviii, se sentirán entrabadas Sobre estas comunidades indígenas –la del dentro de las osificadas y parasitarias estruc- indio autóctono; la del negro, «indígena “im- turas de los imperios ibéricos. El hombre que portado”»–, arrojadas brutalmente a la base de no dudaba en considerarse un español –o un la pirámide en calidad de esclavos abiertos o portugués– de Ultramar, comienza a subrayar velados, se sobreimponen, como explotadores, con orgullo su condición criolla, es decir, los hombres venidos de Europa, situados entre distinta. A principios del siglo xix, el sagaz un feudalismo en derrota que aquí recibirá un Alejandro de Humboldt podrá escribir: «los aire a la vez nuevo y pútrido, y un capitalismo criollos prefieren que se les llame americanos; incipiente que pugna por abrirse paso. Si indios y desde la paz de Versalles, y especialmente y negros africanos saben inequívocamente, después de 1789, se les oye decir muchas desde el primer instante, que ellos son otra veces con orgullo: “yo no soy español: soy cosa que el mundo occidental –y se convierten americano”».16 A la dramática otredad del así, en cierta forma, en reservas de la otredad indígena –y de aquel, lleno de futuro, a quien americana–, los descendientes más o menos Martí llamará «el mestizo autóctono»– viene directos de europeos tardarán muchos años en a sumarse la relativa otredad del criollo. Que sentirse realmente distintos, si no de los europeos ella es relativa, lo revelará el siglo xix, al final en general, al menos de los correspondientes del cual Martí podrá hablar con toda justicia metropolitanos. Muy pronto, sin embargo, van del «criollo exótico». Pero, por el momento, surgiendo rasgos diferenciadores que durante se abre la primera posibilidad concreta de mucho tiempo no tienen más que un signifi- ruptura. cado colonial: o, a lo más, provincial. Así, el nacido en América se distinguirá del nacido inicia la occidentalización de tres continentes, con el 15 Ver José Juan Arrom: «Criollo: definición y matices océano Atlántico, de polo a polo, como su articulación de un concepto», en Certidumbre de América, 2a. ed. vertebral». F.O.: «La “leyenda negra” contra Fray aumentada, Madrid, 1971. Bartolomé», en Cuadernos Americanos, septiembre- octubre de 1952, pp. 158-159. 16 Alejandro de Humboldt: Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, 6a. ed. castellana, tomo II, México, 1941, p. 118. 109

De la primera independencia tados semifeudales y esclavistas del Sur de los a la neocolonia Estados Unidos con los que cabría comparar a buena parte de nuestra América. Y esos estados Y esa primera posibilidad concreta de ruptura, habrían de ser combatidos y vencidos por los del que acabará encarnando en las guerras de inde- Norte, casi un siglo después de la Declaración pendencia, va acompañada por la pregunta sobre de Independencia de 1776, para hacer viable el la especificidad de nuestra América, sobre su pleno desarrollo del capitalismo en aquel país, relación con el mundo, el cual resulta ser de he- cuyos habitantes merecieron así, en lo adelante, cho el mundo más o menos occidental: pregunta el título que les daría Toynbee de «occidentales que de momento asume con frecuencia la forma americanos».18 de una polémica con las respectivas metrópolis. Esas metrópolis eran varias: sobre todo, dada la Sin embargo, entre finales del siglo xviii y extensión en América de sus dominios colonia- buena parte del siglo xix, más repercusión tuvie- les, España y Portugal, las cuales para entonces ron en nuestra América los aportes ideológicos y ya era obvio que constituían naciones atrasadas: prácticos de la Revolución Francesa y sus con- la lucha contra ellas, pues, adquiriría también el secuencias, y la astuta política inglesa en torno sentido de una modernización. Ese no era el caso, a los destartalados imperios ibéricos. Aunque sin embargo, en lo tocante a otras metrópolis presentándose como modelo tentador e incluso (Francia, Inglaterra, Holanda), que tenían en el deslumbrante para las balbucientes burguesías Caribe pequeñas posesiones de donde extraían latinoamericanas, solo al final del siglo xix, pingües ganancias. cuando ya han engullido la mitad del territorio mexicano, se han consolidado como nación de Contra Inglaterra se había peleado ya en la otra capitalismo monopolista y preparan las prime- América una guerra anticolonialista y revolucio- ras aventuras imperialistas, los Estados Unidos naria: la que daría la independencia a las Trece comienzan a influir directa y poderosamente Colonias. Y si bien el mundo había conocido en en los destinos latinoamericanos. Estas son las los siglos xvi y xvii las revoluciones burguesas principales realidades occidentales que pesan de Holanda e Inglaterra, «la guerra norteameri- sobre el vasto, complejo e inconcluso proceso cana por la independencia en el siglo xviii», de la de independencia de nuestra América, y sobre que nacerían los Estados Unidos, «tocó a rebato las ideas que lo acompañan. para la clase media europea».17 No es extraño, pues, que repercutiera entre las capas entonces Ese proceso, que está aún por estudiarse en más avanzadas de nuestra América: las cuales, profundidad, puede ser visto en tres momentos, sin embargo, como se pondría de manifiesto a que implican otras tantas maneras de plantear lo largo del siglo xix, no compartían los carac- nuestras relaciones con el mundo occidental: la teres ni las condiciones de las que encabezaron Revolución Haitiana, entre finales del siglo xviii la lucha en las Trece Colonias. Era con los es- y principios del xix; la separación de las colonias 17 Karl Marx: El capital, cit. en la nota 7, p. 8. 18 Arnold Toynbee: El mundo y el Occidente, trad. de L. Rodríguez Aranda, Madrid, 1967, p. 9. 110

ibéricas continentales, que comienza en 1810; y ideas igualitarias, anticolonialistas y antiescla- la guerra de independencia de Cuba, a finales del vistas de la Revolución Francesa en ascenso) siglo xix. Los dos momentos iniciales (la primera contra las tropas opresoras del representante y independencia de nuestra América) implican heredero directo de aquella revolución burguesa, luchas contra naciones europeas y contra colo- Napoleón: tropas que debían restablecer en Haití nialismos más o menos tradicionales, además de el colonialismo y la esclavitud. Se revela así en esfuerzos por consolidar en el Continente bur- nuestra América, de manera ejemplar, la contra- guesías nacionales. El tercer momento supondrá dicción entre admirables ideas de Occidente y una lucha no solo contra un viejo colonialismo, la praxis de ese mismo Occidente. Es fenómeno sino contra el naciente imperialismo, y no está que veremos repetirse con frecuencia: hasta que encabezado ya por un proyecto de burguesía el capitalismo en ocaso, definitivamente curado nacional: razones por las cuales, más que ver- de toda veleidad revolucionaria, ajuste su teoría lo como el último capítulo de este proceso, lo con su práctica, y engendre ideas tan delezna- que también es, debe considerársele sobre todo bles como su propia acción: será «el asalto a como el primer capítulo de un nuevo proceso: la razón», según la expresión luckacsiana, que el que ha de conducir a la segunda, definitiva acabará conduciendo al fascismo desembozado, independencia. y de cuyas raíces pueden hablar larga y dolo- rosamente los pueblos latinoamericanos, y los En la Revolución Haitiana, que suele olvidarse pueblos coloniales y semicoloniales en general. que es el inicio de la independencia de nuestra América,19 se dan situaciones extraordinarias, Si bien la Revolución Haitiana ayudó a la únicas; y situaciones que reaparecen, con varian- independencia de las colonias iberoamericanas tes lógicas, en otras zonas americanas, e incluso continentales (recuérdese el generoso auxilio de en otras zonas coloniales del resto del mundo. Pétion a Bolívar), su repercusión en los países Entre las primeras, baste recordar su condición de estructura similar al Santo Domingo francés íngrima de victoriosa revolución de esclavos. fue compleja. Ante el ejemplo haitiano, que en Entre las segundas, el hecho memorable de ver cierta forma coronaba y enriquecía un cimarro- a L’Ouverture y a Dessalines esgrimir las ideas naje multisecular, las oligarquías criollas de los más avanzadas y generosas de Occidente (las países esclavistas de economía de plantación, situados en las Antillas, se sustrajeron a la onda 19 Intentos meritorios por restituir a la Revolución Hai- emancipadora, para no correr el riesgo de ver tiana su importancia para toda nuestra América se repetirse los sucesos haitianos en sus propias hallan en obras como The Black Jacobins. Toussaint tierras. Ello reforzó sus nexos con las metrópolis, L’Ouverture and The San Domingo Revolution (2a. ed. especialmente allí donde un latifundio devorador revisada, Nueva York, 1963), de C.L.R. James (ver el y un frecuente absentismo habían restado ya toda epílogo a esta edición: «From Toussaint L’Ouverture fuerza y arraigo a esa clase sin porvenir alguno, to Fidel Castro»); De Cristóbal Colón a Fidel Castro. como en las colonias inglesas, cuyas oligarquías El Caribe, frontera imperial, Madrid, 1970, de Juan habían permanecido sordas a la «campanada» Bosch; y From Columbus to Castro: The History of de 1776. Ello explica que las colonias inglesas the Caribbean 1492-1969, Londres, 1970, de Eric Williams. 111

del área no empezaran a conocer la independencia libre del mundo moderno, el formidable ejemplo política sino hasta la séptima década del siglo xx; de Haití desbordaría las fronteras no solo de nues- y que la única colonia holandesa en América tra América, sino del Continente todo, llegando que haya alcanzado su independencia haya sido a conmover a la propia África. Por otra parte, el Surinam, en noviembre de 1975. cese de la esclavitud y la destrucción del sistema de plantación en Haití, la ruptura de sus vínculos En las colonias ibéricas de economía de plan- políticos con Francia y el feroz bloqueo a que tación, sin embargo, aunque el ejemplo haitiano esta (auxiliada por otras metrópolis) lo sometió sofocó también, por el momento, las ansias hicieron reactualizar en el pueblo haitiano formas separatistas de las oligarquías nativas (las cua- económicas e ideológicas más cercanas a África les, además, en el caso de Cuba, conocieron un que a Occidente (formas que estudiarían después súbito enriquecimiento al heredar los mercados amorosamente sus más agudos intelectuales),20 de Haití), el desarrollo relativamente limitado hasta que Occidente, bajo la forma de desembar- del latifundismo y del absentismo, entre otras cos de infantes de marina estadunidenses, lo hizo razones, permitió el crecimiento de un patriar- volver al redil, esta vez en calidad de neocolonia. cado criollo que entraría en contradicción con Así, el primer país latinoamericano en obtener su la metrópoli. Por ejemplo, pocos pensadores independencia recorrería, a pesar de su vigorosa latinoamericanos defendieron con tanto vi- originalidad, un camino similar al de los otros gor y tanta continuidad la existencia de una países de nuestra América. nacionalidad distinta de la metropolitana (en este caso, la cubana frente a la española) como El segundo momento en el proceso de inde- José Antonio Saco. Aunque en él el concepto de pendencia de nuestra América es la separación nacionalidad cubana excluía a los negros, a los de las colonias ibéricas continentales. También que llama siempre «africanos» (a pesar de ser la aquí Napoleón desempeñará un papel impor- mitad de la población del país), lo que no deja de tante: ocupada la península ibérica por sus hacer pensar, mutatis mutandis, en pensadores de tropas (a las que el pueblo español hostigará otras zonas americanas, como muchos del Cono heroicamente con sus «guerrillas», aportando Sur, con la consiguiente demanda, en ambos de paso este vocablo al mundo), las colonias casos, de inmigración «blanca»; sin embargo, iberoamericanas empiezan a desgajarse de sus tal concepto defendido tenazmente por Saco, metrópolis por distintas vías: violentas en el por insuficiente que fuera, no llegó a cuajar en caso de Hispanoamérica, evolutivas en el de el patriciado de las colonias inglesas y holande- Brasil. En esencia, aunque habrá proyectos aún sas del área, y contribuye a explicar la distinta más radicales, se asiste entonces a los intentos evolución histórica de estas últimas en relación de burguesías nacientes por cortar sus vínculos con las Antillas de lengua española. con naciones atrasadas, España y Portugal, y atemperarse a los esquemas de otras naciones, Pero si tales fueron entonces las reacciones del patriciado criollo antillano frente a la Revolución 20 Ver Jean Price-Mars: Así habló el tío [1928], La Ha- Haitiana, muy otra sería, por supuesto, la fervo- bana, 1968. rosa actitud de los esclavos. Primer país negro 112

esta vez avanzadas. No parece exagerado decir en 1815: «Nosotros somos un pequeño género que la relación de nuestra América con el mundo humano [...] no somos indios ni europeos, sino (verdaderamente) occidental ha de convertirse una especie media entre los legítimos propie- en una de las preocupaciones básicas de los tarios del país y los usurpadores españoles»; y pensadores latinoamericanos de la época: una en 1819: época fundamental, porque es el momento en que nuestra América intenta organizarse en forma de tengamos presente que nuestro pueblo no es el naciones modernas. europeo, ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de América, Pero a esa época de organización la antecede, que una emanación de la Europa; pues que en lo inmediato, la de la ruptura política: las hasta la España misma deja de ser europea por magnas guerras independentistas, cuyo ímpetu su sangre africana, por sus instituciones y por generoso cuaja en el ideario lleno de destellos su carácter. Es imposible asignar con propiedad magníficos y con frecuencia utópicos de hom- a qué familia humana pertenecemos. La mayor bres como el Libertador Bolívar, quien quiso parte del indígena se ha aniquilado; el europeo conservar en la independencia la unidad que se ha mezclado con el indio y con el africano. Hispanoamérica había tenido en la colonia, pero Nacidos todos del seno de una misma madre, no pudo hacer realidad su proyecto: en vez de nuestros padres, diferentes en origen y en la unidad que hubiera debido facilitar una mo- sangre, son extranjeros, y todos difieren visi- dernización, un desarrollo capitalista poderoso, blemente en la epidermis; esta desemejanza nuestra América se fragmentó aún más, corroída trae un reto de la mayor trascendencia. por lastres arcaicos, y se hizo presa relativamente fácil de Occidente. Bolívar había previsto: «es La hazaña bolivariana va acompañada, pues, menester que la fuerza de nuestra nación sea por un pensamiento cuya fuerza fermental aún no capaz de resistir con suceso las agresiones que se ha agotado. Lo veremos adquirir nuevo ímpetu pueda intentar la ambición europea; y este coloso en Bilbao, en Martí e incluso en nuestros días. de poder, que debe oponerse a aquel otro coloso, Por ello no es extraño que durante el siglo xix no puede formarse sino de la reunión de toda la encontrara resonancia en pensadores radicales América Meridional».21 El proyecto bolivariano preocupados por subrayar tanto la necesidad de incluía también, apoyada en aquella unidad y la unión latinoamericana como la especificidad aquel desarrollo, la proclamación de una origi- de nuestra América. nalidad, de una autoctonía americana, que no desconocía los valores de Occidente, pero que en Pero el conjunto de los pensadores representati- forma alguna se contentaba con repetirlos. Por el vos de la etapa de organización de las repúblicas contrario, subrayando con su habitual energía latinoamericanas mostrará por lo general otro nuestras peculiaridades, Bolívar exclamaba rostro. Ya había sido dejado atrás el proyecto de unidad continental. Ahora había que proponerse 21 Ver El pensamiento vivo de Bolívar, presentado por un proyecto más modesto, aunque necesario: Rufino Blanco Fombona, 3a. ed., Buenos Aires, 1958, el de impulsar las burguesías nacionales en las p. 39. 113

repúblicas nacidas de la fragmentación del mundo que «la misión civilizadora que camina –como colonial ibérico. Pero ¿cuáles burguesías? Estos el sol– de Oriente a Occidente, y de que Roma hombres dan a ratos la impresión pirandelliana fue el agente más poderoso en el mundo antiguo, de ser pensadores burgueses en busca de su bur- la España la ejerció sobre un mundo occidental guesía nacional. Las desvencijadas metrópolis no más distante y más vasto».23 Por una parte, es podían ofrecerles ejemplos en este orden, porque difícil no ver aquí una réplica a Hegel, quien tampoco habían conocido desarrollo de sus bur- había planteado que «la historia universal va de guesías. Ello aviva en aquellos pensadores su Oriente a Occidente», pero también que «Europa voluntad de separarse definitivamente de las viejas es absolutamente el término de la historia uni- metrópolis y asumir otra filiación: no quieren ser versal»;24 por otra parte, para Bello es bien clara ya españoles o portugueses de Ultramar, porque nuestra relación con el mundo occidental: no pretenden ser occidentales de Ultramar. Y no somos sino «un mundo occidental más distante solo en cuanto a los métodos a emplear, en lo que y más vasto». Y así, como partes de un todo tenían razón (la historia demostraría que no hay privilegiado, la providencia nos ha separado otra vía de desarrollo capitalista que la seguida del resto de la humanidad: «comparemos», dice por Occidente), sino en cuanto a ser Occidente, en 1843, «a la Europa y a nuestra afortunada sin más diferencia que la de encontrarse del otro América con los sombríos imperios del Asia lado del océano. Por supuesto, la problemática [...] o con las hordas africanas en que el hombre específica de cada zona pesará fuertemente en [es] apenas superior a los brutos». Este planteo el pensamiento de estos hombres y en su plan- alcanzará su formulación arquetípica en nuestra teo sobre la relación de nuestra América con el América en 1845, cuando el argentino Domingo mundo occidental. La situación no será la misma Faustino Sarmiento publique su Civilización y en países de rico sustrato indígena que en países barbarie. No es menester glosar esta obra clásica, donde no se dio esa realidad, como los del Cono suficientemente conocida.25 Pero sí decir que no Sur, por añadidura pobres durante la colonia y es posible aceptar, como se ha sostenido, que ella requeridos de mano de obra para desarrollarse. implique tan solo la ideología de una burguesía En el primer caso (aunque no faltaran ejemplos emprendedora, llevada naturalmente a rechazar de ello en las oligarquías desarraigadas),22 no era las pesadas sobrevivencias feudales que entra- fácil a sus pensadores representativos considerarse baban su desarrollo, entonces progresista. Si tal sin más «occidentales»; en el segundo, en cambio, la tentación parecía muy fuerte. 23 Andrés Bello: «Investigaciones sobre la influencia de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Ya Andrés Bello (quien, como se sabe, no Chile» [1844], en Antología del pensamiento de lengua practicó el antiespañolismo primario de muchos española en la Edad Contemporánea, introd. y sel. de de estos hombres) dirá explícitamente en 1844 José Gaos, México, 1945, p. 195. 22 Ver a ese respecto algunos ejemplos en el libro de Gastón 24 J.G.F. Hegel: ob. cit. en nota 3, I, 210. García Cantú: El pensamiento de la reacción mexicana. Historia documental 1810-1962, México, 1965. 25 Comenté esta obra, y otras de Sarmiento (y similares), en trabajos como «Caliban» y «Algunos usos de civi- lización y barbarie». 114

fuera la verdad, quizá este enérgico texto sería na de pueblos civilizados, el Asia empieza a irreprochable. Solo que «civilización», término moverse bajo el impulso europeo, el África ve que un siglo atrás el mundo occidental ha forjado renacer en sus costas los tiempos de Cartago para nombrarse de la mejor manera a sí mismo,26 y los días gloriosos del Egipto. Así pues, la es aquí lo occidental (no solo los métodos occi- población del mundo está sujeta a revolucio- dentales); mientras que «barbarie», en este caso, nes que reconocen leyes inmutables; las razas no son solo las sobrevivencias precapitalistas, sino fuertes exterminan a las débiles, los pueblos también las persistentes y originales realidades civilizados suplantan en la posesión de la tierra americanas. Sarmiento, figura contradictoria, a los salvajes. pero llena siempre de brusca y plausible sinceri- dad, no lo ha de ocultar: en su libro Conflicto y Estos criterios los expondrá por la época de armonías de las razas en América (1883), escri- Civilización y barbarie, con no menor claridad, birá: «en el Conflicto de las razas, quiero volver otro prohombre del liberalismo argentino: Juan a reproducir, corregida y mejorada, la teoría de Bautista Alberdi, en sus Bases y puntos de parti‑ Civilización y barbarie». Dejemos que el propio da para la organización política de la República Sarmiento nos exponga, en sus claras palabras, Argentina (1852). «Las repúblicas de la América esa teoría «corregida y mejorada»: del Sur», dice allí Alberdi, «son producto y testi- monio vivo de la acción de la Europa en América. Puede ser muy injusto exterminar salvajes, Lo que llamamos América independiente no es sofocar civilizaciones nacientes, conquistar más que la Europa establecida en América [...]. pueblos que están en posesión de un terreno Todo en la civilización en nuestro suelo es euro- privilegiado; pero gracias a esta injusticia, la peo...». Y más adelante: «nosotros, los que nos América, en lugar de permanecer abandona- llamamos americanos, no somos otra cosa que da a los salvajes, incapaces de progreso, está europeos nacidos en América. Cráneo, sangre, ocupada hoy por la raza caucásica, la más color, todo es de fuera». En cuanto a la nueva perfecta, la más inteligente, la más bella y la filiación a que se aspira: más progresiva de las que pueblan la tierra; merced a estas injusticias, la Oceanía se lle- Con la Revolución americana acabó la acción de la Europa española en este continente; pero 26 A este término dedicó Lucien Febvre su trabajo «Civili- tomó su lugar la acción de la Europa anglosa- sation: évolution d’un mot et d’un grupe d’idées» [1929], jona y francesa. Los americanos de hoy somos en Pour une histoire à part entière, París, 1962, que ha europeos que hemos cambiado de maestros: a sido complementado en «Civilisation. Contribution á la iniciativa española ha sucedido la inglesa y l’histoire du mot» [1954], en Problèmes de linguistique francesa. Pero siempre es la Europa la obrera générale, París, 1966, por Émile Benveniste, quien de nuestra civilización [...]. La Europa de llama allí con acierto a «civilización» «una de esas estos días no hace otra cosa en América que palabras que inculcan una visión nueva del mundo». completar la obra de la Europa de la media El término apareció a mediados del siglo xviii, primero edad [...]. // Es tiempo de reconocer esta ley de en Francia y poco después en Inglaterra. 115

nuestro progreso americano, y volver a llamar Estos pensadores sudamericanos de aspiración en socorro de nuestra cultura incompleta a esa burguesa llegaron pues a hacer suya de tal ma- Europa que hemos combatido y vencido en los nera la ideología de las burguesías de los países campos de batalla. capitalistas desarrollados, que introyectaron plenamente incluso aspectos de esa ideología Ello implica, naturalmente, entrar en con- como el racismo y el consiguiente desprecio por tradicción con la obra y el pensamiento de los los pueblos no occidentales (que en este caso libertadores. Alberdi lo reconoce explícitamente: resultaban ser nuestros propios pueblos): racis- mo y desprecio imprescindibles para facilitar Los libertadores de 1810 [...] nos enseñaron la tarea conquistadora y expoliadora que había a detestar bajo el nombre de europeo a todo realizado y continuaba realizando Occidente,27 el que no había nacido en América [...], la esta vez con la colaboración más o menos vo- cuestión de guerra se estableció en estos luntaria de pensadores locales inficionados de términos: Europa y América, el viejo mundo tales ideas. Entre ellos, los más consecuentes y el mundo de Colón [...]. En su tiempo esos con esta aberración proceden, cuando tienen odios fueron resortes útiles y oportunos; hoy poder para hacerlo, a exterminar físicamente a son preocupaciones aciagas a la prosperidad sus pueblos (indios, gauchos) e importar metro- de este país. politanos. El clásico apotegma de Alberdi: «En América gobernar es poblar», hay que entenderlo Por supuesto, a fuer de europeo nacido en como poblar de «occidentales», y despoblar de América, Alberdi mostrará hacia los aborígenes aborígenes... americanos un odio y un desprecio característi- camente occidentales: Junto a estos gravísimos desenfoques, que lamentablemente fueron la norma en demasiados Hoy mismo, bajo la independencia, el indí- países, existieron actitudes bien distintas entre gena no figura ni compone mundo en nuestra los pensadores latinoamericanos de esta etapa de sociedad política y civil [...]. El indígena nos organización, al considerar nuestra relación con hace justicia: nos llama españoles hasta el día. el mundo occidental. Y no solo en el México del No conozco persona distinguida de nuestras sociedades que lleve apellido pehuenche o 27 «El prejuicio racial, tal como existe en el mundo ac- araucano [...]. ¿Quién conoce caballero entre tualmente, es casi exclusivamente una actitud de los nosotros que haga alarde de ser indio neto? blancos, y tuvo sus orígenes en la necesidad de los con- ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un quistadores europeos del siglo xvi en adelante de infanzón de la Araucania y no mil veces con un racionalizar y justificar el robo, la esclavitud y la zapatero inglés? // En América, todo lo que no continua explotación de sus víctimas de color en todo es europeo es bárbaro: no hay más división que el mundo». Paul Baran y Paul M. Sweezy: Capital esta: 1º, el indígena, el salvaje; 2º, el europeo, monopolístico. Un ensayo sobre la estructura socioe‑ es decir, nosotros [...]. conómica norteamericana, México, 1968, pp. 199-200. Se trata pues, de uno de los más significativos aportes de Occidente al mundo. 116

indio Juárez, quien al hacer frente a las tropas jamás en creer que los americanos se hallan a la de Maximiliano, difícilmente hubiera suscrito la altura de los europeos y los suponen colocados sugerencia de Alberdi de que debíamos dar «es- en un grado inferior. El interés industrial domi- pontáneamente a la civilización el goce de este na desde entonces completamente la vida del suelo», o su idea de que «ya América está con- europeo en América, y por larga que sea aquí quistada, es europea, y, por lo mismo, inconquis- su mansión, jamás llega a comprender los inte- table». En el propio Cono Sur se mantuvieron reses sociales y políticos del pueblo en donde ideas mucho más saludables para el destino de hace su negocio, y siempre está dispuesto a nuestra América. Baste recordar algunas obras de servir solo a su negocio, poniéndose de parte los chilenos José Victorino Lastarria y Francisco del que le da seguridad para sus ganancias, Bilbao. El primero dedicó la parte inicial de su aunque sea a costa de los más sagrados inte- libro La América (1865) precisamente al tema reses del pueblo que le compra o le vende. He «América y Europa». Y aunque también él cree aquí el único lazo que hay entre la Europa y en una relativa identificación entre ellas («ambos la América ibera. He ahí el único interés que continentes están al frente de la civilización mo- los gobiernos europeos amparan y protegen, derna y ambos son enteramente solidarios en la el único que su diplomacia y sus cañones han empresa de propagar esta civilización»), no deja servido hasta ahora, el único que los inspira en de señalar las relaciones verdaderas: sus relaciones con los gobiernos de la América que ellos llaman bárbaros y salvajes. La América conoce a la Europa, la estudia sin cesar, la sigue paso a paso y la imita como El vehemente Francisco Bilbao publica a a su modelo; pero la Europa no conoce a la raíz de la invasión francesa a México su libro América y antes bien la desdeña y aparta de La América en peligro (1863), donde plantea ella su vista, como de un hijo perdido del cual que «todo se perderá [...] si no hacemos de la ya no hay esperanza. Un solo interés europeo, causa mexicana la causa americana»; rechaza el interés industrial, es que presta atención a la «la grande hipocresía de cubrir todos los críme- América, el que se toma la pensión de recoger nes y atentados con la palabra civilización»; y algunos datos estadísticos sobre las produc- señala como ejemplo de «la prostitución de la ciones y los consumos del Nuevo Mundo, palabra [que] corona la evolución de la mentira», sobre los puertos, las plazas comerciales y los el hecho de que «“El civilizado” pide la exter- centros de población de los que pueda sacar minación de los indios o de los “gauchos”». más provecho. Pero los agentes de aquel inte- En El Evangelio americano (1864), añadirá: rés, es decir los mercaderes de Birmingham, «¡Colonización, inmigración, gritan los po- de Manchester y Glasgow, de Hamburgo, del líticos! ¿Por qué no colonizáis vuestra tierra Havre y de Burdeos, de Cádiz y de Génova, con sus propios hijos, con vuestros propios llegan a la América creyendo que arriban a un hermanos, con sus actuales habitantes, con los país salvaje, y aunque pronto se persuadan de que deben ser sus poseedores y propietarios?». que hay acá pueblos civilizados, no consienten Con angustiada urgencia, expone: 117

Nuestro derecho a la tierra, nuestro derecho lizan, conquistando. Son tan estúpidas, que de gobierno, nuestra independencia, nues- en esa frase nos revelan lo que entienden por tra libertad, nuestro modo de ser, nuestras civilización. [...] Os habéis, pues, revelado, esperanzas, nuestra dignidad, nuestro honor grandes potencias, grandes prostitutas, a quie- de hombres libres, todo es hoy amenazado nes hemos de ver arrastradas a los pies de la por la Europa. ¡La conquista otra vez se pre- Revolución o de la barbarie, por su barbarie o senta! ¡La conquista del Nuevo Mundo! Las su mentira. [...] Francia, que tanto hemos ama- viejas naciones piráticas se han dividido el do, ¿qué has hecho? [...] Conquistar a Argelia, Continente, y debemos unirnos para salvar la saquear en China, traicionar y bombardear en civilización americana de la invasión bárbara México [...] La Inglaterra [...] ¿qué hace en la de Europa. India la libre nación de las pelucas empolvadas y de los lores rapaces? [...] Atrás, pues, lo que Impugnando el sofisma de la supuesta «ci- se llama civilización europea. La Europa no vilización», exclama Bilbao: «¡Qué bella civi- puede civilizarse y quieren que nos civilicen. lización aquella que conduce en ferrocarril la esclavitud y la vergüenza!». Y dando muestras Bilbao continúa argumentando no solo con- de ser un dialéctico agudo: tra «el enemigo externo», sino también contra «el elemento de alianza que pueda encontrar» ¿No véis que todos los progresos materiales en «el elemento interno», el cual «consta de son armas de dos filos, y que los cañones todo aquello que sea contrario a la religión del rayados sirven del mismo modo a la libertad pensamiento libre, a la soberanía universal, al o la opresión? [...] ciencia, arte, industria, culto de la justicia con nosotros mismos, con los comercio, riqueza, son elementos que pueden pobres, con los indios», y censura de nuevo «la producir el bien y el mal, y son elementos de colonización del país con extranjeros, cuando los barbarie científica de la mentira, si la idea del hijos del país se mueren de hambre», así como derecho no se levanta como centro [...]. El «el desconocimiento y negación del derecho de viejo mundo ha proclamado la civilización de los hombres libres, llamados los indígenas, y la la riqueza, de lo útil, del confort, de la fuerza, suprema injusticia, la crueldad hasta la extermi- del éxito, del materialismo. Esa es la civili- nación que con ellos se practica». Al final, el ra- zación que rechazamos. Ese es el enemigo dicalismo apasionado de este demócrata, después que tememos que penetre en los espíritus de de vituperar al «monarquista, papista, jesuíta, América, verdadera vanguardia de traición, católico, imperialista, aristócrata, esclavócrata» para preparar la conquista y la desesperación que habla «de libertad y derecho y de justicia», de la República. [...] En este siglo xix que, reclama «otro mundo, otro tiempo, otra vida». según los escritores de pacotilla que repiten vulgaridades aceptadas, no es ya el siglo de Sí, sería otro tiempo –este– el que haría jus- las conquistas [...] estas viejas naciones que ticia a Bilbao. Por desgracia, en su época acabó se titulan grandes potencias dicen que civi- por prevalecer aquella «vanguardia de traición para preparar la conquista y la desesperación de 118

la República» que él temiera, aunque no necesa- estaría obligada solo a combatir contra un país riamente en la forma de la ocupación directa. Y paleoccidental como España, sino además a de- los pensadores que cumplieron esa tarea (sean tener la amenaza del país que se alzaba como la cuales fueren sus méritos, a veces grandes, en cabeza más nueva y emprendedora de Occidente: otros órdenes), sentaron las bases ideológicas, y el país que imantó el pensamiento liberal hispa- a menudo prácticas, para que nuestra América noamericano, llevó a Andrés Bello a llamarlo fuese colonizada de nuevo: ya no por naciones «nuestro modelo bajo tantos respectos», hizo atrasadas (¡vade retro!) sino por naciones ver- exclamar a Sarmiento en la Argentina y a Justo daderamente occidentales, como Inglaterra y Sierra en México que debíamos convertirnos en los Estados Unidos, y conservando los atributos los Estados Unidos del Sur; y había pasado a ser, formales de la independencia. Esa nueva forma a finales del siglo xix, la más poderosa encarna- de colonialismo que se inicia, como tantas co- ción del mundo occidental y el más formida- sas, en nuestra América, sería conocida como ble valladar contra el proyecto de que nuestra neocolonialismo. América cuajara como una realidad suficiente. En medida considerable, hablar desde entonces Hacia la segunda independencia de la América Latina y el mundo occidental, será hablar de nuestra relación con los Estados Ya estaba avanzado en nuestra América este Unidos: la nación que en 1776 proclamara, proceso cuando José Martí, al comentar por vez primera en América, su derecho a la en 1889 la primera conferencia panamericana en independencia y realizara una gran revolución Wáshington, escribía: «de la tiranía de España anticolonial (aunque conservando la esclavitud), supo salvarse la América española; y ahora [...] y apenas un siglo después despuntaba como el urge decir, porque es la verdad, que ha llegado nuevo amo de los países de la otra América. Ha- para la América española la hora de declarar su biendo vivido en los Estados Unidos desde 1880, segunda independencia». Martí había sabido y habiendo detectado con claridad lo inminente ver con claridad cómo «un pueblo de intereses de la agresión imperialista, Martí escribiría a distintos, composición híbrida y problemas pa- su amigo mexicano Manuel Mercado, el 18 de vorosos» intentaba «ensayar en pueblos libres mayo de 1895, la víspera de morir en el campo su sistema de colonización». A diferencia de los de batalla, que su tarea había sido y sería países hispanoamericanos continentales, para esa fecha Cuba y Puerto Rico tenían aún por delante impedir a tiempo con la independencia de Cuba la obtención de su independencia, y Martí habría que se extiendan por las Antillas los Estados de preparar la guerra que debía hacerla posible. Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre Esa guerra sería, según su propia imagen, la nuestras tierras de América [...] impedir que en estrofa final del poema de 1810; pero, al haber Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas transcurrido casi un siglo entre la guerra boliva- de allá y los españoles, el camino que se ha de riana y la martiana, esta última se realizaría en cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, condiciones bien distintas a aquella: ya Cuba no de la anexión de los pueblos de nuestraAmérica 119

al Norte revuelto y brutal que los desprecia [...]. Y entre 1889 y 1891 (es decir, en los mo- Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: mentos en que se celebran en Wáshington las –y mi honda es la de David. primeras conferencias panamericanas) da a la luz sus documentos capitales sobre la especi- Tan desafiante programa coronaba la medita- ficidad de nuestra América: varios textos de ción y la práctica radicalmente anticolonialistas La Edad de Oro, el artículo «Vindicación de de Martí, quien había recibido en su temprana Cuba», los artículos sobre aquellas conferen- juventud lo mejor de la herencia de Varela, He- cias, el discurso «Madre América», y sobre redia, Luz y Céspedes en Cuba, y acabaría de todo el ensayo «Nuestra América», de 1891: formarse en el México democrático donde aún en este último, verdadero manifiesto progra- estaba vivo el recuerdo de Juárez, junto a las mático, resume apretadamente sus criterios grandes figuras intelectuales de la Reforma, y sobre esta cuestión, vital en su pensamiento. en las lecciones bolivarianas. Aunque ya lo había hecho antes, allí rechazará definitivamente la falsa dicotomía sarmienti- En 1877, en Guatemala, Martí hace un primer na: «el mestizo autóctono», dirá, «ha vencido balance de su concepción de «nuestra Améri- al criollo exótico. No hay batalla entre la ca» (denominación que ya había bocetado en civilización y la barbarie, sino entre la falsa México), y explica: erudición y la naturaleza». Si el propio Andrés Bello había querido precaver a la juventud chi- Interrumpida por la conquista la obra natural lena, en 1848, «de una servilidad excesiva a la y majestuosa de la civilización americana, se ciencia de la civilizada Europa», considerando creó con el advenimiento de los europeos un que «somos ahora arrastrados más allá de lo pueblo extraño, no español, porque la savia justo por la influencia de la Europa, a quien –al nueva rechaza el cuerpo viejo; no indígena, mismo tiempo que nos aprovechamos de sus porque se ha sufrido la injerencia de una civi- luces– debiéramos imitar en la independencia lización devastadora, dos palabras que, siendo del pensamiento»; advertencia que veríamos un antagonismo, constituyen un proceso; se repetirse incluso en hombres contradictorios creó un pueblo mestizo en la forma [...]. como Sarmiento o Alberdi, no es extraño es- cuchar a Martí exclamar en 1891: En 1884, Martí denuncia el pretexto de que la civilización, que es el éramos una máscara, con los calzones de In- nombre vulgar con que corre el estado actual glaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón del hombre europeo, tiene derecho natural de de Norteamérica y la montera de España [...]. apoderarse de la tierra ajena, perteneciente a la Ni el libro europeo ni el libro yanqui daban barbarie, que es el nombre que los que desean la clave del enigma hispanoamericano [...]. la tierra ajena dan al estado actual de todo A adivinar salen los jóvenes al mundo, con hombre que no es de Europa o de la América antiparras yanquis o francesas, y aspiran a Europea [..]. dirigir un pueblo que no conocen. 120

La exclamación, más de una vez, lo es de renegado de nuestros pueblos, tildándolos de veras, y revela al hombre de acción más que al inferiores, y, so capa de civilizadores, servían mero pensador: de caballo de Troya para la nueva colonización. Martí rechaza enérgicamente la añagaza racista No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, («no hay odio de razas, porque no hay razas», el brazo de uñas pintadas y pulseras, el brazo dice), y plantea con claridad: «Con los oprimidos de Madrid o de París, y dicen que no se puede había que hacer causa común, para afianzar el alcanzar el árbol. Hay que cargar el barco de sistema opuesto a los intereses y hábitos de man- esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la do de los opresores». «Con los oprimidos», «con patria que los nutre [...]. ¡Estos hijos de nuestra los pobres de la tierra» se levanta esta visión nue- América, que ha de salvarse con sus indios, y va, radical, insuperada de nuestra América: ya no va de menos a más; estos desertores que piden es la suya la visión de un pensador de aspiración fusil en los ejércitos de la América del Norte, burguesa, sino de un demócrata revolucionario que ahoga en sangre a sus indios, y va de más extremadamente radical, portavoz de las clases a menos! populares, que inaugura una nueva etapa en la historia y en el pensamiento de nuestra América. Frente a los servidores de la supuesta «civi- Por ello podrá decir Noël Salomon no solo que lización», Martí subraya con energía los rasgos «fue el cubano José Martí, sin duda alguna, el propios de nuestra realidad histórica, y la necesi- primero que construyó línea a línea una teoría dad de que ella sea abordada con un pensamiento consecuente y coherente de la personalidad his- nacido de esa realidad: panoamericana capaz de afirmarse por sí misma, ajena a los modelos exteriores», sino también que La incapacidad no está en el país naciente, que de él «data, en verdad, la “toma de conciencia” pide formas que se le acomoden y grandeza útil, que ha derivado, en relación con un vasto mo- sino en los que quieren regir pueblos originales, vimiento histórico (de la Revolución Mexicana de composición singular y violenta, con leyes a la Revolución Cubana y a las nuevas formas heredadas de cuatro siglos de práctica libre de los movimientos liberadores de hoy), hacia en los Estados Unidos, de diecinueve siglos las grandes corrientes culturales e ideológicas de monarquía en Francia. Con un decreto de discernibles en el siglo xx»28 en laAmérica Latina. Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyès no se deses- La actitud de Martí, al menos parcialmente, tanca la sangre cuajada de la raza india [...]. El sería compartida por otros demócratas revolucio- buen gobernante en América no es el que sabe narios latinoamericanos. Por ejemplo, el peruano cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el Manuel González Prada, quien, a propósito de la que sabe con qué elementos está hecho su país. etnología, a la que llama «cómoda invención [...] Pero a sus ojos esta tarea ya no podría ser 28 Noël Salomon: «José Martí et la prise de conscience realizada en nuestra América por quienes habían latinoaméricaine», en Cuba Sí, No. 35-36, 4to. tri- mestre 1970-1er. trimestre 1971, p. 3. 121

en manos de algunos hombres», expresa: «donde desde aquellos en los que alentaba un pensa- se lee barbarie humana tradúzcase hombre sin miento burgués realmente nacional, y por tanto pellejo blanco».29 necesariamente antimperialista, hasta capas que evolucionarían, a partir de ese antimperialismo, Pero la obra martiana (como, en cierta forma, hacia posiciones socialistas, y en un momento de la de González Prada), aunque admirada por su su formación encontraron estímulo en la prédica hermosura, resultó demasiado avanzada para su rodoísta. No deja de ser curioso comparar esta circunstancia: habría que esperar a la inserción nueva manera de plantear nuestra relación con el orgánica del materialismo dialéctico e histórico mundo occidental (Europa sí, los Estados Unidos en nuestra América, varias décadas más tarde, no), con la que buena parte de la intelectualidad para que su tarea fuera plenamente entendida y liberal latinoamericana del siglo xix había sus- continuada. Durante el primer cuarto del siglo xx, tentado: los Estados Unidos sí (después de todo, sería el pensamiento de un ideólogo burgués na- también son América), Europa no, cuando esta cionalista, el uruguayo José Enrique Rodó, el que última implicaba las metrópolis o significaba encontraría amplia acogida en nuestra América. aún la forma más agresiva del capitalismo, y se A raíz de la intervención yanqui en la guerra de hacía presente en invasiones y amenazas para independencia de Cuba, en 1898 (esa interven- nuestra América. También es útil compararla con ción temida por Martí y que, al decir de Lenin, el criterio realista y astuto de Martí: «mientras inaugura la época del imperialismo moderno), y llegamos a ser bastante fuertes para defender- en abierto rechazo de ese hecho, Rodó publica su nos por nosotros mismos, nuestra salvación, y ensayo Ariel (1900), donde opone a los aspectos la garantía de nuestra independencia, está en el más crudos de la sociedad estadunidense una su- equilibrio de potencias rivales».30 Ese equilibrio puesta espiritualidad de nuestros países. Lo que habría de romperse pronto: en lo que toca a Rodó censura, con mayor o menor conciencia nuestra América, con la intervención yanqui en del hecho, es el estadio de mayor desarrollo que Cuba, en 1898; en lo que toca al planeta todo, había alcanzado el mundo occidental (es decir, con la llamada Primera Guerra Mundial. el capitalismo estadunidense), sugiriendo para la América Latina formas culturales propias del Cuando esta última estalle, ya está desarro- capitalismo de países de la Europa occidental llándose en nuestra América un notable proceso que aparecían a sus ojos como menos agresivos democrático-burgués: la Revolución Mexicana (criterio que, por supuesto, no podían compartir iniciada en 1910, la cual, después de una lucha otras zonas coloniales o semicolonias del pla- compleja en que participaron y fueron vencidos neta: piénsese en la India, Indochina, el mundo demócratas revolucionarios como Ricardo Flores árabe o el África negra). Esta fórmula pareció Magón y Emiliano Zapata, acabará consolidando atractiva a diversos sectores de nuestra América: a una burguesía nacional que no despreciaba los caracteres específicos de su pueblo, como habían 29 Manuel González Prada: «Nuestros indios» [1904], hecho tantas viceburguesías decimonónicas. Nues- en Ensayos escogidos, sel. y pról. de Augusto Salazar Bondy, 3a. ed. revisada y aumentada, Lima, 1970, p. 62. 30 J.M.: Obras completas, XXII, p. 116. 122

tra relación con el mundo occidental vuelve a ser, verdad, a simples soluciones económicas por en esa coyuntura, tema de apasionadas discusiones, el momento, pero una utopía al fin, donde se como las que sostiene José Vasconcelos en obras vislumbra la única esperanza de paz entre el signadas por un desafiante utopismo: tal es el caso infierno social que atravesamos todos. de La raza cósmica: misión de la raza iberoameri‑ cana (1925) e Indología: una interpretación de la Y añade en «Patria de la justicia» (1924): cultura iberoamericana (1927). Al brutal racismo de los «civilizadores» del siglo xix, Vasconcelos Si nuestra América no ha de ser sino una pro- opondrá entonces la idea de una fusión de razas a longación de Europa, si lo único que hacemos ser realizada en nuestra América: lo que si por una es ofrecer suelo nuevo a la explotación del parte se abre generosamente al Continente todo hombre por el hombre (y por desgracia esa es (y explica la repercusión latinoamericana que su hasta ahora nuestra única realidad), si no nos prédica alcanzó durante esos años), por otra parte decidimos a que esta sea la tierra de promisión pretende diluir la lucha de clases en aspiraciones para la humanidad cansada de buscarla en to- de unidad ontológica que sentarían las bases del dos los climas, no tenemos justificación: sería moderno pensamiento burgués mexicano. Al preferible dejar desiertas nuestras altiplanicies consolidarse ese pensamiento –esa burguesía–, y nuestras pampas, si solo hubieran de servir Samuel Ramos ofrecerá, con referencia exclu- para que en ellas se multiplicaran los dolores siva a México, una obra harto más reposada: El humanos [...] que la codicia y la soberbia perfil del hombre y la cultura en México (1934), infligen al débil y al hambriento. en cuya estela escribirá Octavio Paz El laberinto de la soledad (1950). Enfrentado a un panorama histórico bien dis- tinto del mexicano (que todavía en 1938 podía El utopismo engendrado por aquella circuns- mostrar el gallardo gesto nacionalizador de Lázaro tancia, sin embargo, no se extingue del todo, Cárdenas), el argentino Ezequiel Martínez Estrada reapareciendo, también de modo reposado, y inicia con Radiografía de la pampa (1933) un referido a una América ideal, en Alfonso Reyes enjuiciamiento crítico de la Argentina –el país (Última Tule, 1942; Tentativas y orientacio- donde los Sarmiento, los Mitre, e incluso en nes, 1944), y, con mayor asidero en la realidad pleno siglo xx figuras progresistas en otros ór- social, en el dominicano Pedro Henríquez Ureña, denes, se habían considerado representantes de la quien impugna en «La utopía de América» (1922) «civilización» contra la «barbarie»–, que lo llevaría a escribir en su libro Diferencias y semejanzas entre la era del capital disfrazado de liberalismo los países de la América Latina (1962): «No somos [pues] dentro de nuestra utopía, el hombre de- europeos sino en los abonos artificiales, o en las berá llegar a ser plenamente humano [cuando zonas corticales». deje] atrás los estorbos de la absurda organi- zación económica en que estamos prisioneros: La idea de que los latinoamericanos verdade- [En Europa] solo una luz unifica a muchos ros «no somos europeos», es decir «occidentales», espíritus: la luz de una utopía, reducida, es ya había encontrado sostenedores enérgicos, sobre 123

todo entre los voceros de comunidades americanas en la tercera década de este siglo. Será a partir de tan visiblemente no «occidentales» como los entonces cuando, avanzando en la dirección se- descendientes directos de los aborígenes y de ñalada por el demócrata revolucionario González los africanos. Los grandes enclaves indígenas en Prada, Mariátegui escriba que «el problema del nuestra América (que en algunos países son una indio» es un «problema económico social»; y que «minoría nacional» que constituye una mayoría «la suposición de que el problema indígena es un real) no requieren argumentar esa realidad obvia: problema étnico se nutre del más envejecido re- herederos directos de las primeras víctimas de pertorio de ideas imperialistas. El concepto de las lo que Martí llamó «civilización devastadora», razas inferiores sirvió al Occidente blanco para sobreviven a la destrucción de sus civilizaciones su obra de expansión y conquista».31 YAlejandro como pruebas vivientes de la bárbara irrupción Lipschütz explicará que una correcta política de de otra civilización en estas tierras. las nacionalidades permitirá la plena inserción de las comunidades autóctonas en el mundo Los americanos descendientes directos de latinoamericano moderno, al mismo tiempo que africanos, que ya habían realizado la hazaña ellas conservarán sus respectivas culturas.32 haitiana, defendieron brillantemente en 1889, por boca del angloantillano J.J. Thomas, autor En lo que toca al fundamental aporte negro a de Froudacity, su plena capacidad para parti- ese mundo latinoamericano («Traemos / nuestro cipar creadoramente en la civilización traída a rasgo al perfil definitivo deAmérica», dirá en 1931 América por europeos. Pero el siglo xx verá no el poeta Nicolás Guillén), aunque se escribirán la argumentación de que los negros americanos trabajos de la importancia de los del cubano son capaces de incorporarse al mundo occidental, Fernando Ortiz, el brasileño Gilberto Freyre y el sino la proclamación abierta de que rechazan esa venezolano Miguel Acosta Saignes, la sobrevi- incorporación, por considerarse portadores de vencia de la terca obstinación de las oligarquías otra civilización, representantes de un mundo di- «civilizadas» locales en negar aquel aporte, a ferente. Otro angloantillano, T. Albert Marrishow, fin de hacerse admitir como sucursales decentes expondrá esta idea en un panfleto de 1917, Ci‑ por las metrópolis, llevaría, explicablemente, clos de civilización, donde se anticipa a lo que a desarrollar planteos como los iniciados por Spengler acuñará después como «decadencia de Marrishow y Garvey: planteos que Frantz Fanon, Occidente», pero añade el anuncio de un próximo con aguda visión de revolucionario, colocaría ciclo de civilización con predominio africano. Y en su justa luz: «Que haya un pueblo africano», el jamaicano Marcus Garvey, el más relevante de estos antillanos y el primero de ellos en alcanzar 31 José Carlos Mariátegui: «El problema del indio» repercusión universal, lanzará a los negros del [1928], ob. cit. en nota 8, pp. 23 y 28. Un considera- mundo entero su consigna de regreso a África. ble desarrollo de este enfoque ofrece Ricardo Pozas en Los indios en las clases sociales de México, La Estos planteos, como en otro orden los de Habana, 1971. Martí, no podían ser plenamente entendidos has- ta que no encarnara y se desarrollara en nuestra 32 Ver Alejandro Lipschütz: Marx y Lenin en la América América el materialismo dialéctico e histórico, Latina y los problemas indigenistas, La Habana, 1974, passim. 124

dice Fanon, «lo creo; que haya un pueblo anti- la época de la libre concurrencia en la eco- llano, lo creo. Pero cuando se me hable de “ese nomía capitalista ha terminado en todos los pueblo negro”, trato de comprender. Entonces, campos y en todos los aspectos. Estamos en desgraciadamente, comprendo que hay allí una la época de los monopolios, vale decir de los fuente de conflictos. Entonces trato de destruir imperios. Los países latinoamericanos llegan esa fuente». Y más adelante: «Parece [...] que el con retardo a la competencia capitalista. Los antillano, después del gran error blanco, está en primeros puestos, están definitivamente asig- vías de vivir ahora el gran espejismo negro».33 nados. El destino de estos países, dentro del orden capitalista, es de simples colonias.34 Indios y negros, pues, lejos de constituir cuerpos extraños a nuestra América por no ser Y también escribió que nuestra América «no «occidentales», pertenecen a ella con pleno de- encontrará su unidad en el orden burgués. Ese recho: más que los extranjerizos y descastados orden nos divide, forzosamente, en pequeños «civilizadores». Y era natural que esto fuera nacionalismos. A Norteamérica sajona le toca plenamente revelado o enfatizado por pensadores coronar y cerrar la civilización capitalista. El marxistas, pues con la aparición en la Europa porvenir de la América Latina es socialista». occidental del marxismo, a mediados del siglo Lo que implica revelar que en el interior del xix, y con su ulterior enriquecimiento leninista, mundo occidental nuestro destino es «de simples ha surgido un pensamiento que sienta en el ban- colonias», y que nuestro porvenir exige salir de quillo al capitalismo, es decir, al mundo occiden- ese mundo. tal. Este pensamiento solo podía brotar en el seno de aquel mundo, que en su desarrollo generó a Algunos comentaristas de Mariátegui han su sepulturero, el proletariado, y su consiguiente dicho que él era marxista pero que desarrolló ideología: pero esta no es ya una ideología oc- criterios propios en relación con los problemas cidental, sino en todo caso posoccidental: por de nuestra América. En realidad debe decirse ello hace posible la plena comprensión, la plena que de veras era marxista porque desarrolló tales superación de Occidente, y en consecuencia dota criterios. Lenin, quien enriqueció el marxismo en al mundo no occidental del instrumento idóneo la época imperialista y del triunfo de la primera para entender cabalmente su difícil realidad y revolución socialista (circunstancias que Marx sobrepasarla. En el caso de la América Latina, y Engels no llegaron a vivir), consideraba que el ello se hace patente cuando el materialismo dia- alma viva del marxismo era el análisis concreto léctico e histórico es asumido y desarrollado por de las situaciones concretas. Entre los primeros figuras heráldicas como el peruano José Carlos análisis de esa naturaleza relativos a los proble- Mariátegui y los cubanos Julio Antonio Mella mas específicos de la América Latina se encuen- y Rubén Martínez Villena. El primero escribió: tran los de hombres como Mariátegui, Mella, Martínez Villena, lo que les permitió situar 33 Frantz Fanon: «Antillais et africains», en Pour la Révolution Africaine (Écrits politiques), París, 1964, 34 José Carlos Mariátegui: «Aniversario y balance» [1928], pp. 28 y 36. en Ideología y política, Lima, 1969, p. 248. 125

cabalmente a nuestros países, a nuestra América, Para decir que el marxismo [...] es exótico en dentro de la problemática mundial. A partir de América hay que probar que aquí no existe ellos, con la formidable anticipación de Martí, proletariado; que no existe imperialismo con los abordajes válidos sobre la ubicación de la las características enunciadas por todos los América Latina ya no se harán solo con respecto marxistas; que las fuerzas de producción en al «mundo occidental», sino en relación con América son distintas a las de Asia, Europa, el mundo todo, del cual Occidente es solo un etcétera. Pero América no es un continente capítulo, aunque un capítulo inesquivable. De de Júpiter, sino de la Tierra. Y es una cosa ahí que la aceptación o el rechazo del materia- elemental para todos los que se dicen marxis- lismo dialéctico e histórico por los pensadores tas [...] que la aplicación de sus principios es latinoamericanos no sea en absoluto una etapa universal. Así lo han comprendido los obreros más en la historia de su aceptación o rechazo de América cuando, mucho antes de que se de ideas «occidentales», sino más bien todo lo escribiera el nombre del «ARPA» [sic], habían contrario. Así como los «occidentalistas» rusos fundado grandes partidos proletarios (socia- de 1840 eran los modernizadores frente a los lista, comunista, laborista, etcétera) basados rezagos feudales, pero los «occidentalistas» es- en la aplicación del marxismo en América.35 pañoles en torno a 1920 serán los retardatarios frente a la nueva modernidad, el socialismo Así hemos entrado en los tiempos presentes, (para ceñirnos a dos áreas europeas periféri- los de nuestros contemporáneos. Al preguntarse cas), de modo similar, los latinoamericanos ellos por la relación de la América Latina con el que a partir de la Revolución de Octubre abra- mundo occidental, encontraremos a quienes, de zan creadoramente el pensamiento socialista hecho, siguen manifestándose como ibéricos de revolucionario podrán ser voceros de lo más Ultramar, o, en mayor medida, como occidentales genuino de nuestra América, mientras quienes de Ultramar (enfatizando nuestra identificación lo rechazan aduciendo que lo consideran una sea con la Europa occidental, sea con los Estados doctrina extraña, inadaptada a nuestra realidad, Unidos); y también a quienes insisten en conside- serán de hecho continuadores de los «civiliza- rar a determinados núcleos de latinoamericanos dores» del siglo xix: es decir, quienes sirven de (sobre todo indios o negros) como cortados de la cauce a nuestra sujeción al mundo occidental historia común. Pero tales planteos (a pesar de y a nuestra consiguiente explotación por el lo brillantes que algunos, por excepción, puedan imperialismo. Quizá cuando esto se puso de parecer) no son sino sobrevivencias de visiones manifiesto por primera vez de una manera más viejas. Solo aquella perspectiva posoccidental; visible fue en la polémica que sostuvo Mella solo aquella inserción verdadera de la realidad contra las pretensiones apristas de impugnar latinoamericana en la del mundo todo, permite la aplicación del marxismo a nuestra América. el abordaje justo del problema. Poco después de haber participado en el Primer Congreso Mundial Antimperialista celebrado 35 J[ulio] A[ntonio] Mella: «¿Qué es el ARPA?» [1928], en Bruselas, escribía Mella en 1928: en Documentos y artículos, La Habana, 1975, p. 378. 126

Tal perspectiva es lo que da valor al pensamien- Salazar Bondy, después de una destacada carrera to de autores que, aunque no la asuman plenamen- como expositor de la filosofía occidental más te, han sentido de alguna manera su influjo vivifi- o menos al uso, planteó en un pequeño libro cador, el cual los lleva, en primer lugar, a descubrir de madurez, ¿Existe una filosofía de nuestra la condición dependiente de nuestro pensamiento, América? (1968): «dependientes de España, In- secuela de otras dependencias, y el melancólico glaterra o Estados Unidos, hemos sido y somos carácter de sucursal de muchas de nuestras ideas subdesarrollados –valga la expresión– de estas («sucursal de la civilización moderna» nos llamó, potencias y, consecuentemente, países con una con entusiasmo comercial, Sarmiento), lo que en cultura de dominación». Y también: no pocos puntos nos acerca a otras zonas colo- niales o semicoloniales de la Tierra. Ello se hace el problema de nuestra filosofía es la inauten- patente, por ejemplo, en la evolución de filóso- ticidad. La inautenticidad se enraiza en nuestra fos como el mexicano Leopoldo Zea y el peruano condición histórica de países subdesarrollados Augusto Salazar Bondy. El primero, ahincadamen- y dominados [...] [Pero nuestra filosofía] te preocupado por la genuinidad del pensamiento puede ganar su autenticidad como parte del de nuestra América y su ubicación con respecto al movimiento de superación de nuestra negati- mundo, sobre todo el mundo occidental (América vidad histórica, asumiéndola y esforzándose como conciencia, 1953; América en la conciencia en cancelar sus raíces. de Europa, 1955; América en la historia, 1957; Latinoamérica y el mundo, 1960), escribe en Por desgracia, la promisoria evolución de este una obra reciente (Dependencia y liberación en pensador, acuciada por el proceso revolucionario la cultura latinoamericana, México, 1974): «el peruano iniciado en 1968, al que se vinculó estre- problema es saber a qué tipo de universalismo se chamente, quedó truncada por su temprana muerte arriba, a qué tipo de apertura. ¿Al universalismo a principios de 1974 (ver el número que le dedicara y apertura propios del neocolonialismo, o al uni- la revista Textual en diciembre de ese año). versalismo y apertura a que aspiran pueblos como los nuestros?». Y también: Una evolución en cierta forma similar a la de estos hombres es la del brasileño Darcy Ribeiro, Se habló de libertad de los mares y libertad de quien ha abordado el problema no a partir de la comercio, como ahora de libertad de inversión, filosofía sino de la antropología, en una de las para afirmar el derecho de unos intereses sobre obras más ambiciosas publicadas en nuestra otros. Esto es la libertad como instrumento de América durante estos años: la «serie de cuatro dominación, la libertad como justificación estudios de antropología de la civilización en de quienes en su nombre afirmaron y afirman los que», según sus palabras, «se procura re- sus intereses, justificando en nombre de la li- pensar los caminos por los cuales los pueblos bertad crímenes en Asia, en África y en nuestra americanos llegaron a ser lo que son ahora, y América. El liberalismo, paradójicamente, discernir las perspectivas de desarrollo que se como filosofía de la dominación. les abren». La primera parte del segundo de estos estudios seminales (Las Américas y la 127

civilización, 1969) está enteramente consagra- incluso en hombres mayores, como Martínez da a «La civilización occidental y nosotros»: Estrada, y por supuesto en autores más jóvenes, allí pasa revista a «las teorías del atraso y del enriqueciendo sus obras con la repercusión progreso», y considera después «la expansión del acontecimiento histórico más trascendente europea» y «la transfiguración cultural». Ri- ocurrido en nuestra América desde la primera beiro propone para los pueblos extraeuropeos independencia. De hecho, tal acontecimiento del mundo moderno, en general, una «tipología es el inicio de «la segunda independencia» re- étnico-nacional» que distingue «cuatro grandes clamada por Martí setenta años antes de 1959. configuraciones histórico-culturales»: Pueblos No en balde en 1953, al desencadenar el nuevo Testimonios, Pueblos Nuevos, Pueblos Trasplan‑ proceso revolucionario, el propio Fidel Castro tados y Pueblos Emergentes. Los tres primeros señalaba en José Martí a su autor intelectual. aparecen representados en nuestra América, y Y como había ocurrido ya en los tiempos de la en cierta forma corresponden a las zonas que primera independencia, cuando los dirigentes ya habían sido señaladas como «Indoamérica», de la revolución armada, y sobre todo Bolívar, «Afroamérica» y «Euroamérica»: México y Perú resultaban ser además los más agudos voceros serían ejemplos de la primera; Brasil y Cuba, de de la ideología que animaba a esa acción, otra la segunda; y Argentina y Uruguay, de la tercera. vez volvería a ocurrir algo similar al romper la En partes sucesivas de su libro, Ribeiro estudia segunda independencia: hombres como Fidel los caracteres y la manera de relacionarse con el Castro y Ernesto Che Guevara, a la vez que mundo occidental de cada uno de esos «Pueblos» encabezarían la acción armada, serían los expo- (esas zonas); y en la quinta y última parte, «Civi- sitores más cabales del pensamiento que crecía lización y desarrollo», considera los «modelos de de consuno con aquella acción: ese pensamiento desarrollo y patrones de atraso», para concluir: iba a fundir (de modo parecido a como haría para su tierra Ho Chi Minh) la línea anticolonialista, la revolución tecnológica supone para los nacional-revolucionaria (representada en nues- pueblos subdesarrollados, como requisito tro caso por Martí), con el socialismo entrañado básico, una revolución social interna y un con nuestra realidad, que no sería mero «calco enfrentamiento decisivo en la órbita inter- y copia», sino esa «creación heroica» exigida y nacional. Solamente por esta vía podrán avanzada por Mariátegui,36 y expresaría un pro- arrancar de las manos de las clases dominan- ceso revolucionario ininterrumpido que llevaría tes internas y de sus asociados extranjeros, a la etapa socialista. Ello tenía que incidir, desde igualmente comprometidos con un atraso luego –y de modo fundamental–, en la distinta que les ha sido altamente lucrativo, los ins- manera de relacionarnos con el mundo. Cuando trumentos de poder para la formulación del aún la revolución no había entrado en su etapa orden social. socialista, pero ya habían sido tomadas medidas radicales y liberadoras que la anunciaban, el Tales pensadores llegarían a sentir el im- pacto de la Revolución Cubana, que influirá 36 José Carlos Mariátegui: ob. cit. en nota 34, p. 249. 128

periódico más consistentemente reaccionario del de la memorable carta última a Manuel Mercado país deploraba en un editorial: «Cuba pertenece de José Martí, la Declaración se pregunta: a la cultura occidental, y tenemos la seguridad de que su pueblo no desea renunciar a ella».37 ¿Qué es la historia de Cuba sino la historia El pueblo cubano, por supuesto, renunció go- de América Latina? ¿Y qué es la historia de zosamente no a la «cultura occidental» (lo que América Latina sino la historia de Asia, Áfri- hay allí de «cultura», críticamente recibida, es ca y Oceanía? ¿Y qué es la historia de todos irrenunciable), sino a la explotación a que duran- esos pueblos sino la historia de la explotación te más de cuatro siglos lo sometiera el llamado más despiadada y cruel del imperialismo en mundo occidental; y no para integrarse en un el mundo entero? presunto mundo oriental, sino para arribar a la sociedad posoccidental, ecuménica, que anun- Y después de abordar «las circunstancias ciaron Marx y Engels y comenzó a realizar la históricas que permitieron a ciertos países Revolución de Octubre; a la sociedad socialista europeos y a los Estados Unidos de Nortea- mundial destinada a cancelar en todo el planeta mérica un alto nivel de desarrollo industrial la prehistoria de la humanidad. [que] los situó en posición de poder someter a su dominio y explotación al resto del mundo», Aunque numerosos textos individuales de proclama: «Cuba y América Latina forman dirigentes y otros intelectuales revolucionarios parte del mundo. Nuestros problemas forman cubanos dan fe de las ideas que acompañan esa parte de los problemas que se engendran de la primera inserción de nuestraAmérica en la historia crisis general del imperialismo y la lucha de los mayor, los más relevantes de esos textos son por pueblos subyugados: el choque entre el mundo lo general productos de una elaboración colectiva que nace y el mundo que muere». En esa lucha, («el genio», había anunciado Martí en 1882, «va nuestra América, que en su conjunto se liberó el pasando de individual a colectivo»): baste recor- pasado siglo del viejo colonialismo pero no de dar, por ejemplo, la Segunda Declaración de La la explotación, está llamada a tareas especiales: Habana y el Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, que Fidel Castro Con lo grande que fue la epopeya de la indepen- diera a conocer en 1962 y 1975 respectivamente. dencia de América Latina, con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoa- El primero de esos documentos ofrece a los mericanos de hoy les ha tocado una epopeya pueblos latinoamericanos una visión verdadera mayor y más decisiva todavía para la huma- de su historia, y un programa de lucha para la ob- nidad. Porque aquella lucha fue para librarse tención de la segunda independencia, fresca aún del poder colonial español, de una España de- la hazaña de haber propinado al imperialismo cadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. yanqui, en Girón, su primera gran derrota militar Hoy le toca la lucha de liberación frente a la en América, y apenas iniciada la construcción metrópoli imperial más poderosa del mundo, del socialismo en este Continente. Arrancando frente a la fuerza más importante del sistema 37 Editorial del Diario de la Marina, 10 de mayo de 1960. 129

imperialista mundial y para prestarle a la huma- Se ha repetido que nuestra época se caracteriza nidad un servicio todavía más grande del que por ser el momento histórico de transición del le prestaron nuestros antepasados. capitalismo al socialismo, período en el cual se incrementan además las luchas por la liberación Y con un aliento que fue el de Bolívar, que nacional de los pueblos como parte del proceso fue el de Martí, en los instantes ígneos de nuestra de liquidación de los vestigios del colonialismo y historia: de la presencia neocolonial que el imperialismo ha determinado en vastas zonas de la tierra. // En Esta epopeya que tenemos delante la van a los últimos años, el rasgo más distintivo de ese escribir las masas hambrientas de indios, de tránsito lo ha sido la llamada distensión interna- campesinos sin tierra, de obreros explotados, cional. Sin tomar en cuenta ese factor, no será la van a escribir las masas progresistas; los posible comprender los cambios que tienen lugar intelectuales honestos y brillantes que tanto en el ámbito de nuestra propia región continen- abundan en nuestras sufridas tierras [...]. // tal. [...] Nuestro pueblo puede sentirse orgulloso Y esa ola de estremecido rencor, de justicia de que en alguna medida ha contribuido a ese reclamada, de derecho pisoteado que se em- retroceso histórico del imperialismo norteame- pieza a levantar por entre las tierras de Lati- ricano al demostrar, a noventa millas de aquel, noamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola que un pueblo pequeño, sin otra fuerza que su irá creciendo cada día que pase [...]. // Porque decisión moral de resistir hasta la muerte misma, esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha y la solidaridad del movimiento revolucionario echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no internacional, era capaz de hacer frente a la se detendrá hasta conquistar la verdadera in- embestida imperialista de la principal potencia dependencia, por la que ya han muerto más de opresora en toda la historia de la humanidad. una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Y abordando la situación de nuestra América Playa Girón, morirán por su única, verdadera, trece años después de la Segunda Declaración irrenunciable independencia. de La Habana: El Informe, después de un panorama de la No está ahora la América Latina en vísperas historia de Cuba («la última colonia de España, inmediatas de cambios globales que conduz- y hoy [...] el primer país socialista de este he- can, como en Cuba, a súbitas transformaciones misferio»), hace un balance de las luchas, las socialistas. Es claro que estas no son imposibles victorias, las grandes realizaciones, e incluso en algunos de los países latinoamericanos. Pero los errores –valientemente expuestos– de los lo que define las circunstancias de nuestraAmé- diecisiete años iniciales de la primera revolución rica es sobre todo una conciencia generalizada, socialista de América, así como plantea las metas no solo en su clase obrera y en los pueblos, sino a alcanzar en el próximo quinquenio. Al ofrecer también en zonas decisivas de sus gobiernos, un panorama de la situación mundial, expone: de que la contradicción de intereses entre la 130

América Latina en su conjunto y cada uno de empezaría a ser sobrepasado a partir de Octu- nuestros países en particular con la política mantenida por el imperialismo norteamericano, bre de 1917. A Occidente, pues, al capitalismo, no puede resolverse por la vía de la entrega o la conciliación, sino que requiere una resistencia se debe la primera mundialización del mundo conjunta que ya está en marcha. (realizada para su exclusivo provecho), que Casi al concluir, el vasto Informe puede afirmar: «Lo que ocurre aquí [en Cuba], como ayer ocurrió describiría en 1848 el Manifiesto comunista. en el imperio de los zares y en tantos otros pueblos de la tierra, es símbolo del futuro del mundo». Sin embargo, cuantos quisieron preservar de En documentos como estos, nuestraAmérica se veras nuestro rostro, original y difícil, nuestra piensa a sí misma, y piensa al mundo, por vez pri- mera, desde una perspectiva realmente universal. contribución específica a la humanidad, contra El precoz latinoamericano Inca Garcilaso de la las formas variadas del colonialismo (es decir, Vega, al preguntarse en el siglo xvii «si el mundo es uno solo o si hay muchos mundos», se había contra la empobrecedora sumisión al mundo oc- respondido «que no hay más que un mundo».38 Occidente se encargó de demostrarlo, llegando, cidental), se vieron obligados siempre a enfatizar en busca de riquezas, a todos los rincones, y convirtiendo a las tierras más alejadas en partes nuestra otredad: «Nosotros somos un pequeño de un mismo sistema, el capitalista, que solo género humano», escribió insuperablemente 38 Inca Garcilaso de la Vega: Comentarios reales de los Incas, ed. al cuidado de Ángel Rosemblat, pról. de Bolívar en 1815. Pero el hombre en cuyo pensa- Ricardo Rojas, t. I, Buenos Aires, 1943, pp. 11-12. miento alcanzó incandescencia esta certidumbre de la realidad distinta de nuestra América, José Martí, también expresó: «Patria es humanidad»; y supo avizorar, más allá de sus tiempos «de renquiciamiento y remolde», «cómo se viene en- cima, amasado por los trabajadores, un universo nuevo». Con la Revolución Cubana ha dado sus primeros pasos en nuestra América ese universo nuevo, donde «Occidente» y «Oriente» acabarán por no ser más que antiguos puntos cardinales en la aventura planetaria (y ya cincluso extrapla- netaria) del ser humano total. 131



JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS Profundamente conmovido, adolorido hasta siglos xx y xxi, quien aunaba las más desco- las dimensiones más profundas del corazón, llantes virtudes humanísticas de José Martí y de los acompaño en este momento de absoluta Fidel Castro, las cuales materializó sabiamente tristeza e inmensa desolación, por la muerte del en la continuación de la magna obra de Haydee insigne maestro de maestros Roberto Fernández Santamaría en la magistral gestión cultural de Retamar, poeta, ensayista y polígrafo excepcio- ese portentoso edificio de creación y sabiduría nal, hombre de su tiempo, hijo y hermano de que se llama Casa de las Américas. la epopeya revolucionaria más notable de los Paz en su tumba. ALEXIS DÍAZ PIMIENTA Roberto, el hombre Revista Casa de las Américas No. 296-297 julio-diciembre/2019 pp. 133-146 de los grandes abrazos Ha muerto Roberto Fernández Retamar, muerto un poeta –un señor– que cuando yo era el poeta, el sabio, el profesor, el amigo, muy joven imponía un respeto que paralizaba, y el hombre de los grandes abrazos (una que, cuando yo ya no era tan joven imponía una palabra inventada por él: «a brazos», porque así cercanía que desentumecía, todo él hecho un lla- te asaltaba y no había escapatoria); ha muerto el mado directo a la complicidad literaria y humana. hombre de la sonrisa franca y la risa contagiosa, Ha muerto Retamar, para muchos. Roberto, para el de las boinas y la perilla inconfundibles, el de los más cercanos. Fernández, para los lectores habla reposada, el eterno marido de la eterna Ade- de uno de sus mejores poemas. Ha muerto viejo, laida, el padre de Laidi, su continuidad, el autor de como deben morir los grandes poetas. Viejo y Caliban y de «Felices los normales» y de «Con apoyado en un bastón. Viejo y delgado y pecoso las mismas manos» y de «¿Y Fernández?»; ha y con boina. Con boina y con sonrisa. Siempre. 133

Yo no recuerdo, con exactitud, la primera vez fue Roberto quien lo propuso. Pero no importa si que conversé con él, que compartimos, pero la no fue: la Casa era «su casa». Y él estaba allí, él sonrisa estaba siempre. ¿Cuando fui jurado de estuvo allí todo el tiempo. Y durante las intensas novela del Premio Casa de lasAméricas, en 2002? jornadas del Premio compartimos, claro, y nos ¿Tan tarde? No lo recuerdo, pero pudo ser. Y me hicimos amigos de verdad, y conversamos sobre sorprendió la cercanía de un autor tan distante, literatura, y nos reímos mucho. Roberto Fernán- porque la maestría crea distancias sicológicas a dez Retamar era un hombre que se reía mucho. veces insalvables. Ah, ya recuerdo. La primera Y bien. Con todos los dientes, con los brazos. vez que compartí con Roberto, él no lo supo. Fue en 1986. Yo tenía veinte años –tierna y fértil Luego vinieron otras complicidades, inol- edad para los descubrimientos– y me encontré vidables para mí, literarias, políticas, humanas, a Roberto Fernández Retamar vestido de azul, ¡hasta repentísticas! En mi larga carrera como rectangular y paginado, y sin decirle nada lo repentista, y habiendo improvisado cientos de acompañé a visitar a un viejo conocido suyo, que miles de décimas, más de un millón seguro, en yo no conocía por entonces. Era Borges. Jorge más de cuarenta países y durante más de cuarenta Luis Borges. En Cuba, mi generación poética años, les puedo asegurar que pocas veces he visto descubrió a Borges en aquel libro azul editado a alguien disfrutar mis improvisaciones tanto, tan por Casa de las Américas con impecable prólogo de verdad, como a Roberto y su Adelaida insepa- de Roberto Fernández Retamar. Y yo fui uno de rable, una noche de copas y charlas en una casona los tantos jovenzuelos que, más nerviosos que fe- de El Vedado. No recuerdo qué celebrábamos. lices, entramos con Roberto en la casa de Borges El caso es que tras el ágape habitual, copa en mano, aquel año, y compartimos con ellos aquella taza yo me puse a improvisar décimas, y Roberto yAde- de café que aún no se enfría. Borges. Jorge Luis laida estaban allí, en la primera mesa, delante de mis Borges, el argentino universal. Yo conocí a Bor- ojos. Y de mis versos. Y aquella su cara de niño ges con Roberto, a través de Roberto, gracias a feliz y sorprendido era un poema mayor que él, por él. Y me cambió el concepto de literatura. los poemas que yo improvisaba. Y sus aplausos estruendosos. Y sus carcajadas ante mis golpes de Luego, cuando ya Borges era mi amigo ingenio, unas veces; ante mis hallazgos poéticos, más odiado, Roberto siguió siendo un amigo otras. Y él contagiaba a suAdelaida, claro, la sabia querido, pero desconocido. Seguramente hasta contenida. Y al resto de los comensales devenidos aquel año 2002 en el que yo fui jurado de no- oyentes, todos contagiados y con caras de niños vela, en el Premio Casa de las Américas. «¿De felices por culpa de Roberto. Y aquella noche sus novela?», me dije. «¿Yo, el repentista?», me abrazos fueron abrazos de camisa de fuerza, de pregunté, acostumbrado como estoy a ser víctima esos que duran hasta hoy. No sé si fue entonces de las etiquetas. Pero sí, los directivos del Premio que le regalé mi libro Teoría de la improvisación Casa de las Américas se habían leído mi novela poética. Pudo ser. Yo quería impresionar al maes- Prisionero del agua (1998), tal vez también tro, que viera a todos los Alexis que hay en mí. Maldita danza (2000) y habían decidido que yo fuera jurado. Me ilusiona mucho imaginar que El caso es que varias veces después se refirió a mi libro con asombroso entusiasmo, siendo él 134

el ensayista que era, sorprendido. Y yo, feliz, comunicarme que yo había sido el ganador del Revista Casa de las Américas No. 296-297 julio-diciembre/2019 p. 135 claro. Tanto, que poco tiempo después, en 2004, Premio Casa de las Américas 2019, en el género me atreví a pedirle que prologara mi libro de Literatura Infantil y Juvenil, con mi libro Piel de décimas Confesiones de una mano zurda, Premio Noche. ¡Imagínense! ¡Mi regreso a la Casa y otra Cucalambé del año 2003. Y así, sin pensarlo, vez a través de Roberto! (Es curioso: he pasado aceptó. Y así, como quien no quiere las cosas, de llamarle Retamar, como todos, a llamarle un humilde poeta joven habanero, y además, Roberto, como pocos; debe ser la influencia de repentista, tuvo un prólogo de Roberto Fernán- Ernesto Sierra, tan cercano a él, su editor, alumno dez Retamar en un libro de décimas. Casi nada. y amigo, quien es ahora mi vecino en Sevilla; Uno de los prólogos más hermosos y sinceros pero puede ser también la confianza que da tanta de los que me han escrito. Generoso en elogios, correspondencia). Y quedamos en vernos cuando escrito con maestría y con distancia. Retamar. yo fuera a recoger el premio y a la feria del libro. Roberto. El poeta. El ensayista. El profesor. El Pero no pude verlo. Me llamó, me citó para un amigo. Luego supe –me lo contó él– que Roberto encuentro en la sede de la Uneac, pero no pude tenía un libro titulado Concierto para la mano ir, no recuerdo por qué: qué triste miércoles. izquierda y que él también era zurdo. Y sonreí, solamente. Esas fractalidades de la literatura, Y luego, desde la misma Casa de las Américas pensé. Y en los últimos años nos vimos varias yo lo llamé, pero tampoco pude hablar con él: veces más, siempre en encuentros cortos y afa- estaba enfermo. Roberto estaba enfermo. Viejo bles, de cariño literario y humano. Una vez en su y enfermo. Roberto y Retamar y Fernández y el casa real, acompañado de sus dos Adelaidas, la autor de Caliban y el viudo de Adelaida y el pa- grande, la pequeña; otras veces en su otra casa, dre de Laidi. Mi amigo Roberto estaba enfermo. la Casa grande, la de todos. Y siempre estuvo El prototipo del poeta intelectual, tan elegante atento, risueño, con cara de sabio. en su esbeltez, tan poeta en sus andares por la vida. No me perdono no haber ido a su cita, que Mi última relación con Roberto fue por co- hubiera sido, ya ven, nuestro último encuentro. rrespondencia. Me escribió, hace unos meses, a Me quedo, eso sí, con unas ganas enormes de través de nuestro amigo común, Ernesto Sierra, sentir un abrazo real, de los suyos, con ganas de para pedirme poemas para la revista Casa, en un acercarme «a brazos» para, con estos mismos correo lleno de frases tan generosas con mi obra brazos de hacer tantas cosas, hacer lo único que y mi persona que da pudor citarlo. Me pareció me pide hoy el cuerpo: abrazar yo también a su increíble. El mismísimo Fernández Retamar hija Laidi, la escritora, la médico, la cronista, la me pedía poemas para la revista Casa (¡a mí, amiga distante. Un abrazo que dure hasta que la al repentista!, ¡poemas, no décimas!). Y por ahí vejez nos haga andar a nosotros con paso retama- deben andar ahora, en el último número de la rino por las calles, ahora vacías, de El Vedado. revista, aquel manojo de poemas que le envié vía correo electrónico. Su último mensaje fue para En fin, ha muerto Roberto Fernández Retamar y llevo toda la mañana releyéndolo. 135

ARIEL DORFMAN Estamos desolados con la noticia del deceso Estamos en medio del delirio de la mudanza a de Roberto, queridos amigos. Una pérdida una casa mucho más chica (y algunos problemas tan inmensa como su corazón y su mente y no deseados de salud), así que no puedo escribir su sonrisa y su poesía. como lo quisiera, pero no podía dejar de man- darles este dolor compartido. Justo ayer me acordé de él al empacar unos libros y encontré varios dedicados a Angélica Y agregamos un abrazo fuerte, de esos que y a mí. daba y que, en la memoria, sigue dando Roberto. PAUL ESTRADE Y MOUNY ESTRADE Triste y profundamente impactados, saluda- periodista y poeta ha de quedar para siempre en mos respetuosamente la memoria imperece- las letras cubanas y latinoamericanas como la dera de nuestro Roberto, querido compañero excepcional encarnación de la labor cultural de la y amigo nuestro desde decenios. Con él se ha ido, Revolución, por su firmeza y su sensibilidad, su bien cumplida su tarea, un hombre de vastísima inteligencia y su agudeza, su audacia y su apertura, cultura y de elevado sentido de las responsabili- la flexibilidad y la riqueza de su escritura. Noso- dades del intelectual comprometido con el pueblo tros, que tuvimos el privilegio de poder enseñarle de su tierra y su Continente. Actor incansable y en nuestro jardín de Orléans, para asombro suyo, portavoz acertado de la Casa de las Américas, unas retamas en flor, deseamos que le acompañe tanto de la revista homónima, como de la institu- en su último viaje un ramo de nuestro silvestre ción, aquel inmenso pensador crítico, ensayista, pero siempre vivo retamar. 136

LAIDI FERNÁNDEZ DE JUAN De muchos Hace ocho días murió, y aún no han trans- precisaba, ayudaron a que el tránsito hacia el currido veinticuatro horas desde que destino final de mi padre fuera menos difícil. deposité sus cenizas en el mar, el 27 de Mencionar sus nombres sería indelicado: ellos julio, justo el día en que mis padres se compro- y ellas saben, y quizá no les sea grato que yo metieron para toda la vida, hace casi setenta haga notoria la constancia de sus participacio- años, coincidiendo con la fecha de cumpleaños nes. No obstante, siento el deber moral de decir de mi madre. Luego del impacto de ver cómo que no estuve sola, que mi padre fue mimado por besaba mi mano, y acto seguido dejaba de respi- amistades tan antiguas como él mismo, atendido rar después de acompañarlo como mejor se podía por médicos que acudieron a mi llamado sin im- durante sus últimos meses (me había advertido: portar horarios ni dificultades, por mis hermanas «tendrás el privilegio de verme morir»), y de y hermanos de afecto, que me soportaron hasta dejarme un sinfín de instrucciones para su último el minuto final, cuando las fuerzas amenaza- libro, trabajando hasta el instante final con el ban con flaquear. Hubo quien vino con potes rigor y la meticulosidad que lo caracterizaron, de helado, una colega se encargaba de hacerle comenzaron a llegar por diferentes vías inconta- flanes deliciosos, otros se aparecían de pronto bles muestras de condolencias. Con el egoísmo con barras de chocolate, llegaron licores leja- de una madre («todavía era mi padre, pero ya se nos, medicamentos cubanos y provenientes de estaba convirtiendo en mi hijo»), me atribuí el ultramar, regalaron jugos envasados, ungüentos, dolor para mí sola. parches, esencias revitalizadoras, un libro suyo editado en España, los más recientes números de Fue con el lento pasar del tiempo que empecé la revista Casa (ambos traídos directamente del a sospechar que el hombre que nos abandonaba aeropuerto a su lecho): muchos amigos coopera- de este lado de la luna, no era mío, ni de sus tres ron con asombrosa celeridad, para darle el últi- nietos, ni de su yerno, ni del hermano que queda mo gusto al poeta, para que se fuera sabiéndose vivo, sino de muchísimos más. Antes de explicar querido, respetado. Amado hasta la empuñadura, este sentimiento de compartir dolores, debo sintió que nos dejaba, exigiéndonos cumplir la hacer pública mi gratitud a todas las personas que fuera premisa fundamental de su existencia: que de una forma u otra, con apoyo sentimental trabajar. Me dictó cartas, me hizo prometerle o cosas prácticas, con palabras de aliento o que no descuidaría ningún detalle de su libro satisfaciendo hasta el mínimo detalle que se 137

que sabía póstumo, cuyo título le repetí muchas de las Américas, jóvenes, veteranos, recién veces, para que estuviera seguro de mi enten- incorporados, fundadores, colegas todos tan dimiento. «Alternativas de Ariel saldrá como desconsolados como yo, abrumados, tristísi- quieres, papá, quédate tranquilo», le dije cada mos, supe que la congoja era... ¿cómo decirlo? vez que me interrogaba, con solo mirarme. Sus compartida, multiplicada. Esos rostros refleja- íntimos colaboradores se acercaban a su lecho, ban la intensidad de una pérdida tan irreparable y si su aliento lo permitía, sostenían intensas como la que sentía yo, y solo entonces descubrí charlas, que luego lo dejaban exhausto, pero que ellos y ellas habían perdido al mismo pa- feliz. No hubo nunca una excusa, nadie intentó dre que dejaba de ser mío para ser de muchos. eludir un pedido suyo: muy al contrario, todos Sentir los sollozos ajenos, la ira contenida, la sus queridos colegas de siempre anhelaban venir hondura del navajazo que significa no poder a nuestra casa, acompañarlo, abrazarlo. Nadie acudir a su siempre sabio consejo, ni volver a quería dejarlo ir. No podíamos aceptar que el sentir la risa estruendosa, ni ver el lento caminar hombre principesco y sabio, el jefe justísimo, el de un rey que se empeña en seguir yendo a sus profesor, el poeta, el ensayista inmenso, estuvie- salones a pesar del peso excesivo de su corona, ra extinguiéndose de a poco. A todos los fieles me fortaleció. De repente, empecé a ofrecer que creyeron el milagro de la eternidad, pero que yo las condolencias. Esa multitud estaba tan en el plano terrenal aportaron su amor concreto lastimada como yo, tan sin consuelo como yo, desprendiéndose de tiempo y de materialidades tan profundamente herida como yo, por lo cual innombrables: muchas gracias. mi condición privilegiada de hija biológica me compulsó a apaciguarla. Ya no sabíamos quién El dolor compartido en su máxima expre- consolaba a quién, entre tantos besos, abrazos, sión lo comprobé cuando fuimos a echar al palmadas: ahí también radica la gran obra de un mar un polvo oscuro llamado ceniza, que sigo gran hombre. Todos somos sus hijos, todas sus creyendo imposible. No era «eso» mi padre, hermanas, todos colegas de trabajo, y de jugar, pero tampoco es exclusivamente mío el amor y de echar al aire lo que más nos enseñó: salvas suyo, ni el privilegio de haberlo tenido por un de porvenir. Lo recordaremos como pidió: «con tiempo que querría eterno. Cuando vi junto a alegría», aunque violemos la otra parte de ese las olas de Malecón y G a sus exalumnos, a sus verso («alguna vez»), porque, bien lo sabemos, amigos cantores, escritores, poetas, periodistas, será siempre, siempre, siempre. dramaturgos, actores, ensayistas e historiado- res, y sobre todo a sus compañeros de la Casa Julio, 2019. 138

FUNDACIÓN JUAN BOSCH Luego de un cordial saludo, desde la Funda- referente e inspiración para las actuales y futuras ción Juan Bosch les externamos nuestras generaciones. más sinceras condolencias a la Casa de las Américas ante la irreparable pérdida de Roberto La Fundación Juan Bosch mantiene su com- Fernández Retamar. promiso con la construcción y preservación del pensamiento político, moral y ético del profesor Fernández Retamar es una gloria de la cultura Juan Bosch y de todos los ciudadanos y ciudadanas cubana, amigo del profesor Juan Bosch y digno latinoamericanos y del mundo que dedican su vida ejemplo de intelectual revolucionario compro- a luchar por los principios de igualdad, justicia metido con las mejores causas, quien promovió social, paz y la defensa de los derechos humanos. el discurso de la descolonización y batalló contra todo tipo de discriminación y exclusión social. Muy atentamente, Orgullo de toda la América Latina, es para no- sotros importante preservar su legado, como Matías Bosch Carcuro 1er Vicepresidente Fundación Juan Bosch MARIO GOLOBOFF Roberto Fernández Retamar, poeta y pensador* Durante la segunda mitad del siglo xx, hubo guías en la formación intelectual y literaria, y en en la América Latina un puñado de inte- la crítica literaria de nuestra generación: el uru- lectuales que oficiaron, de modo natural y guayo Ángel Rama, el peruano Antonio Cornejo quizá no querido, como verdaderos maestros y Polar, los argentinos David Viñas y Noé Jitrik. Sin duda, forma parte de este connotado grupo, *Publicado en el diario Página/12, el 21 de julio de 2019. y en muy alto sitio, el poeta, crítico, pensador 139

cubano Roberto Fernández Retamar, que acaba «Antipoesía y poesía conversacional en América de fallecer. Latina», y que tiene mucho que ver con su propia construcción poética. Es la charla dada en una Él fue iluminando desde los primeros tiempos reunión que tuvo lugar en La Habana en 1968, de la Revolución Cubana el camino de una crítica publicada en un tomo que editó la Casa de las y de una concepción latinoamericana de nuestra Américas al año siguiente, titulado Panorama de cultura. Profusos y profundos trabajos que lle- la actual literatura latinoamericana, un ciclo van su firma (entre los que ha sido fundamental organizado por el Centro de Investigaciones aunque no única la presencia del libro Caliban y Literarias de la Casa y en el que participaron, otros ensayos) fueron postulando la posibilidad, entre otros, José María Arguedas, Max Aub, si no de un aislamiento impensable o de una René Depestre, José Revueltas, Rodolfo Walsh, originalidad soberbia, la de una independencia Jorge Zalamea. cultural y una autonomía, siempre conflictivas, siempre discutidas, siempre relativas, pero irre- Describe, allí, la poesía hispanoamericana nunciables, necesarias. Acordes con las necesida- después de los cincuenta como embarcada en las des que, en otros campos, políticos, económicos, corrientes de la llamada antipoesía (cuyo mayor sociales, se han ido manifestando a lo largo de epígono sería Nicanor Parra) y, sucediéndola, estos años. Venía, además, Fernández Retamar de una manera casi generacional, la poesía con- de una formación particularmente vasta, hetero- versacional (cuya figura central sería Ernesto génea y rica en la que intervinieron la filosofía, Cardenal), de la que señala características que se el marxismo, el estructuralismo, las ciencias tienen como distintivas y, se interpreta, positivas: literarias, la poética, la añeja profundidad de la la poesía conversacional no se autodefine, tiende poderosa cultura cubana, José Martí (en cuya a ser grave aunque no solemne, pugna por afir- vida y obra era un especialista), otros maestros marse en sus creencias, muchas veces políticas, cubanos y latinoamericanos, la lectura constante otras religiosas; más que vuelta hacia el pasado, e íntima de poetas de todas las épocas y de todas «es capaz de mirar el tiempo presente y de abrir- las lenguas; lo que lo llevó a una militancia tem- se al porvenir»; «suele señalar la sorpresa o el prana en el campo cultural, aún bastante antes de misterio de lo cotidiano»; más que encerrarse en la Revolución. Ideas que parecen fundamentales fórmulas, se inclina «a abrirse a nuevas perspec- de su pensamiento y que están expresadas en tivas». Y es, fundamentalmente, una poesía que libros y en numerosos artículos publicados a lo no tiene inconvenientes en mezclar lo narrativo largo de estos años son aquellas sobre las rela- con lo lírico, la prosa con el verso, sin prejuicio ciones entre el poeta y la sociedad, la función del alguno por lo que siempre se llamó «prosaico», arte en esa sociedad, la función que cumplen los en una línea que, entre otros, desciende de T. S. intelectuales en las sociedades latinoamericanas Eliot: «La poesía tiene tanto que aprender de la y en la cubana socialista, el papel del poeta en prosa como de las demás poesías... Una inte- la Revolución… racción entre prosa y verso, como la interacción entre lenguaje y lenguaje, es una condición de En lo más específico, que toca la tarea li- vitalidad en literatura». teraria, un trabajo ya clásico es aquel titulado 140

Pero fue, ciertamente, en la propia poesía don- Así, su obra poética propiamente dicha exhibe de expresó sus sentimientos y pensamientos más una lírica racional y reflexiva, para nada des- profundos y que van a quedar. Poco después de provista de afectividad, aunque insistentemente los ya definitivos días en que la guerrilla triun- conceptual, dedicada en cada caso al desarrollo fante entraba en La Habana, lo primero que se de una idea. Creo que Fernández Retamar, a la conoció de Fernández Retamar fue un poema, manera brechtiana, se propone no confundir al «El otro», escrito, es probable, en medio de las lector entre el campo de la identificación y la celebraciones y publicado aquí por un periódico alucinación y el de la realidad objetiva, y que en de izquierda. «Nosotros, los sobrevivientes, / su poesía plantea implícitamente ese distancia- ¿A quiénes debemos la sobrevida? / ¿Quién se miento que quería el gran alemán (como también murió por mí en la ergástula, / Quién recibió la lo quería, años antes, nuestro Macedonio Fer- bala mía, / La para mí, en su corazón? / ¿Sobre nández), ese «extrañamiento», para que, con la qué muerto estoy yo vivo...?». distancia de la escena, el lector pueda también pensar, alejado de la fascinación, en el mundo Aquel sentido nuevo y generoso de la «otre- objetivo y en cómo modificarlo. dad» siempre será así en la poética de Fernández Retamar: el «otro» no es la figura borgiana (fi- Su obra es en los comienzos Elegía como gura, por otra parte, genética y constitutiva de la un himno (1950), dedicada a Rubén Martínez obra del argentino), la del doble dubitativo y que Villena (poeta y militante comunista, cuyo más se hubiera querido ser o que se dice se hubiera notable libro es La pupila insomne, quien par- querido ser. Tampoco es la sicoanalítica imagen ticipó en el derrocamiento del dictador Gerardo en la que se busca sin descanso y sin hallazgo Machado y murió tuberculoso en 1934), y Pa‑ la radical identidad. Menos aún la del mito, que trias (1949-1951). También en los comienzos algunos suponen inaugurado por el héroe-flor (Alabanzas, Conversaciones, 1951-1955), una de la primavera cretense e introducido después poesía descriptiva, cuyos sujetos son la urbe, el en la omnívora Grecia. Desde entonces, queda- barrio, sus tipos humanos, con un costado obrero mos cautivos de esa voz poética, a la que por y popular en el que se inscribe, ya desde el primer aquellos días de aislamiento seguíamos todo lo poema, desde el título «Palabra de mi pueblo». que la poca entrada al país de material cubano Una poesía que evidentemente es heredera de la podía permitir. Hasta qué punto este poema remoción de las vanguardias ante la modernidad, atraviesa su obra toda, se comprueba cuando y de la inclusión, en el mundo y el lenguaje relata, en un texto muy posterior, hablando de poéticos, de sus objetos, de sus ámbitos, de sus sus afinidades con poetas argentinos y de Paco trabajadores, sus medios de transporte, su tec- Urondo: «Y un día, quizá en su último poema, nología recién incorporada. Y de sus problemas / Conversó conmigo por aquellos versos sobre tan contemporáneos. los hombres de transición, / Seguramente sin saber que tales versos a su vez / Eran resultado En Aquellas poesías (1955-1958), la voz poéti- y parte de una conversación inconclusa que ca se afirma, se hace más punzante e irónica, con tuve con el Che...». poemas de simulados tono e intención clásicos, excelentemente transcriptos («Epidauros», por 141

ejemplo), aunque todavía busca el mito poético amor colectivos, la subsunción del sentimiento que solo encontrará años después, cuando se en- individual del amor en el social o la correspon- carne, al modo de los surrealistas, con las grandes dencia y los vasos comunicantes entre ambos, a transformaciones políticas, económicas, socia- los que aspiraron tantos poetas contemporáneos, les, culturales, que se producirán en su país. Es pero pocos lo lograron, como Paul Éluard, como lo que comenzará a plasmarse en Sí a la Revolu- Nazim Hikmet, como Juan Gelman, como el ción (1958-1962). Que empieza, justamente, con propio Fernández Retamar, con acierto, con el mencionado poema, «El otro», al que siguen ironía, con fineza, como se ve en «Idiomas, ve- más textos de encarnación en el sueño colectivo, lámenes, espumas» o en «Madrigal»: «Había la como muestra ese verso en el que el amor se pequeña burguesía, / La burguesía compradora, funde en los trabajos que emprende la comu- / Los latifundistas, / El proletariado, / El cam‑ nidad: «Con las mismas manos de acariciarte pesinado, / Otras clases, / Y tú, / Toda temblor, estoy construyendo una escuela». Es, también, el toda ilusión». Cuaderno paralelo es de 1970. Y momento de la reconstrucción heroica: «El ama‑ Circunstancia de poesía reúne textos de 1971 a necer de los mejores domingos nos ve marchar / 1974, con esa vuelta de la frase que en tiempos Cantando hacia las siembras, hacia las piedras europeos quería ser comprometida. En Juana que van a hacerse escuelas» («A quien pueda y otros poemas personales, de 1975-1979, hay interesar»). Y que se corona con el «Epitafio de uno dedicado a Francisco (Paco) Urondo, que un invasor»: «Tu bisabuelo cabalgó por Texas, / se titula «Paco» y que entre otras cosas dice, Violó mexicanas trigueñas y robó caballos…» y dolorosa y ciertamente: «Ahora tu verdadera «Hoy sirve(s) de abono a las ceibas». historia es el porvenir», y también está el poema ya célebre «¿Y Fernández?», hermosos, dolidos En Cortesía, como Reyes (1953-1965) aparece y comprensivos versos sobre su padre. En Hacia la idea, o se expresa concientemente, de la vincu- la nueva, de 1980-1989, destaco, por afinidad, lación estrecha entre la voz poética y la realidad: por gusto, «A mi amada» (el poema para su hija, «Cada día creo más en la poesía de circunstan- hoy: Laidi Fernández de Juan, que parte como cia». Es un libro dedicado a amigos y poetas, que médica solidaria a Zambia). Aquí, de 1990-1999, se inicia con una afectuosa despedida a nuestro contiene el poema excelente que da título al honesto y desgarrado intelectual Ezequiel Mar- libro, en el que habla sobre Bertolt Brecht, a tínez Estrada y a su mujer, Agustina Morriconi. quien vinculo con el autor. Y figura también En Buena suerte viviendo (1962-1965), leemos, «Otro poema conjetural», que no podría haber entre otros, «Un hombre y una mujer», un poema escrito nadie que no conociera profundamente, «In memoriam Ezequiel Martínez Estrada» y como él, a Jorge Luis Borges, su escritura y los «Usted tenía razón, Tallet…». En Que veremos múltiples significados. arder (1966-1969) es donde empieza a darse, me parece, la más feliz conjunción entre todo lo que Se trata, pues, de una obra poética construida venía creciendo en su poética: la mirada hacia alrededor de ideas muy claras, muy forjadas, el otro, el compromiso con las transformaciones muy concientes, que se tienen sobre el mundo, y los horizontes de la sociedad, el afecto y el la sociedad, el papel del individuo en la historia, 142

la función del arte y de la literatura en una so- tos dedicados a don Ezequiel Martínez Estrada, ciedad socialista, la poesía y la propia poética. Julio Cortázar, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Es una poesía, además, que se siente formando Francisco (Paco) Urondo, Juan Gelman y tantos parte de su obra total. Diría, no un acto aparte más, el libro Fervor de la Argentina: Antología sino el comportamiento diferente de una vasta personal (Buenos Aires, Ediciones del Sol, y versátil escritura. 1993), con notas, cartas y poemas dedicados a los nombrados y también a Jorge Luis Borges, Por lo mucho que conocía y sabía Roberto María Rosa Oliver, H. Murena, César Fernández Fernández Retamar de nuestro país, de nuestra Moreno y otros. Por todo eso creo que el lector gente y de nuestra idiosincrasia, de nuestra ma- argentino no puede desconocer la obra de Ro- nera de ser y de pensar, de nuestros estilos; no berto Fernández Retamar. No solo porque era solo por los amigos que tuvo y que aquí tiene; auténticamente latinoamericano, primordial y no solo porque era uno de los latinoamericanos enraizadamente cubano, y fraternal y afectuo- que más y mejor conocían nuestra literatura samente argentino, sino también porque es un desde dentro, sino, esencialmente, por lo mucho poeta mayor de nuestra América. que nos quería, dan testimonio numerosos tex- JULIO CÉSAR GUANCHE Hay pensadores que son una época, y es caminos y sostener el peso de una tradición, que, preciso estudiarlos como historia de las como todas, debe ser actualizada en diálogo con ideas, pero los pensadores clásicos rear- las ideas producidas en cualquier latitud, desde man su vigencia más allá de su hora. Roberto la autenticidad descolonizada y la autonomía Fernández Retamar es un clásico del pensa- revolucionaria del pensamiento crítico. miento latinoamericano y por ello es capaz de soportar críticas, resistir elogios, sugerir nuevos Que la tierra le sea leve, querido y admirado Maestro. 143

SERGIO GUTIÉRREZ NEGRÓN Cuando me dijeron que nos juntaríamos con De ahí en adelante seguiría encontrándome Roberto Fernández Retamar en septiembre con el Caliban y sus revisiones cada tres o de 2017, entre un huracán Irma que des- cuatro años, siempre en un contexto diferen- truyó La Habana en la que nos encontrábamos te, siempre con una lectura distinta, siempre y un huracán María que destrozó el Puerto Rico pensando a su autor muerto. Excepto el año en el que no estábamos, yo pensé que hablaban pasado cuando, después de finalmente cono- de otra persona, algún hijo o sobrino. Juraba que cerlo («Alguien llame a Silvio para que dé un Fernández Retamar había muerto muchos años conciertito», «No, Retamar. Silvio no está en el antes. Se lo dije a alguien y se rió pensando que país ahora mismo», «¿Están seguros? Llámenlo era un chiste. La verdad que no. Lo pensaba bien a ver»), volví a leerlo con algunos estudiantes. muerto, como por alguna razón suelo pensar a Fue una sensación extrañísima. Uno lleva la gente que leí en la universidad y que hicieron tantos años invertido en la muerte del autor y mella. Leí el «Caliban», sin mucho contexto, en de repente te das cuenta de que el libro tiene la Iupi y fue ahí que me tropecé por primera vez pulso y que respira, y qué cosa rara la vida. El con el llamado de repensar la historia desde otro asunto es que desde que me enteré anoche que personaje, desde otra posición. Creo que fue el Fernández Retamar ahora sí está muerto, no he primer texto que me hizo pensar, de cierta ma- dejado de escuchar el latido de su libro en mi nera, el Caribe. No leería La tempestad aún, ni librero, haciendo vibrar el estante. la de Shakespeare ni la de Césaire, pero sí vería alguna película del sesenta y me aprendería las (By the way, siempre he pensado que un apelli- famosas líneas de la lengua y la plaga roja. do como «Retamar» solo se puede dar en la vida; en la ficción siempre sonaría como too much). 144

EDUARDO HERAS LEÓN Laidi querida: recibí el Premio Nacional de Edición, o del honor Pudiera intentar escribirte ahora, desde la que me hizo al pedirme que le presentara una lejana Canadá, un largo mensaje, donde antología de su obra poética en la Feria de Gua- compartiera contigo el dolor de la pérdida que dalajara, hasta los últimos mensajes que le envié y me ha estrujado el corazón, que me hiciera par- que tú conoces, donde le explicaba, parafraseando tícipe de tu dolor que no puede compararse con a Martí, que no siempre a seres humanos como él ninguno, porque es tan devastador que es capaz podríamos ofrecerle solo la ingratitud probable de de dejar sin vida la imagen de una criatura tan los hombres, porque en su caso esa ingratitud se extraordinaria como Roberto. Pero hoy me siento volvía homenaje de gratitud a su vida y a su obra, incapaz, porque todavía no puedo o no quiero y en el último, pidiéndole prestada la frase a don admitir que ya no lo tenemos, que lo hemos Alfonso Reyes a propósito de Martí, lo calificaba perdido para siempre. Ya sé que queda su obra de «supremo varón literario». y ese es el único consuelo que nos conforta, aunque preferiría verlo sonriendo como siempre, Entonces, mitigado el dolor de esta pérdida, impartiendo una clase, o recitando con su voz estoy seguro de que podremos recordar cómo grave y emocionada el poema «¿Y Fernández?». fue, cómo nunca se irá de nuestras conversa- ciones, que siempre su sabiduría intelectual   Volveré a escribirte, mi entrañable Laidi, y enriquecía, y podremos darnos perfecta cuenta entonces podré hablarte de nuestros encuentros de cómo al referirnos a él la palabra Maestro desde la primera vez que lo vi, recitando sus poe- nunca fue tan merecidamente empleada. mas, presentado por Lezama; de sus palabras más que elogiosas de mi trabajo como editor el día que Un abrazo, querida Laidi, nunca vamos a olvidarlo. Él lo sabe.  145

SYLVIA IPARRAGUIRRE Con gran consternación y tristeza recibo la exacto, para mencionar su partida, que sus pro- noticia de la muerte de nuestro querido y pias palabras sobre Haydee Santamaría: «Pero admirado Roberto Fernández Retamar, un desde ahora somos más pobres». nombre y una presencia que nos ha acompañado a lo largo de décadas con su palabra, su pensa- Con un enorme abrazo a su familia, a la gente miento, su coherencia ideológica, su obra como querida de la Casa de las Américas, que conti- poeta, ensayista y editor. Nada más justo, más nuará su tarea, y a todos los amigos cubanos. ANDREA JEFTANOVIC Imagino que llegan y llegan mensajes por la por la Bahía de Cienfuegos cuando tuve el lujo muerte de Roberto Fernández Retamar, el de asistir como jurado del certamen literario de capitán de esa poderosa nave que es la Casa vuestra Casa. de las Américas. Así lo recuerdo a él cuando nos acompañó en la embarcación que dio la vuelta Un hombre así no muere y dejó mapa de na- vegación para que nadie pierda el timón.   146

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ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR Juana* «porque va borrando el agua lo que va dictando el fuego». Sor Juana Inés de la Cruz Revista Casa de las Américas No. 296-297 julio-diciembre/2019 p. 148 Nada ha borrado el agua, Juana, de lo que fue dictando el fuego. Han pasado los años y los siglos, y por aquí están todavía tus ojos Ávidos, rigurosos y dulces como un puñado de estrellas, Contemplando la danza que hace el trompo en la harina, Y sobre todo la tristeza que humea en el corazón del hombre Cuya inteligencia es un bosque incendiado. Lo que querías saber, todavía queremos saberlo, Y ponemos el ramo de nuestro estupor Ante la pirámide solar y lunar de tu alma Como un homenaje a la niña que podía dialogar con los ancianos de ayer / y de mañana Y cuyo trino de plata alza aún su espiral Entre besos escritos y oscuridades cegadoras. En tu tierra sin mar, ¿qué podría el agua Contra tu devorante alfabeto de llamas? De noche, hasta mi cama de sueños, va a escribir en mi pecho, Y sus letras, donde vienes desnuda, rehacen tu nombre sin cesar. Nada ha borrado el agua, Juana: el fuego siglos. c Quema aún como entonces –hace años, hace * Publicado en Casa de las Américas, No. 100, enero-febrero de 1977, p. 172. 148

Aquiles* Ocupabas casi el mismo espacio y varios gestos de Víctor Manuel. Revista Casa de las Américas No. 296-297 julio-diciembre/2019 pp. 149-150 Bastaba oírte, verte reír una vez para comprender que necesitabas / hacerlo así, Porque tenías esa irredimible tristeza del niño al que un auto reluciente le / ha aplastado ante los ojos su pequeño gato, Y los años siguen pasando, pero los huesecitos no se levantan del corazón Que conoció aquella mañana la espantosa injusticia del mundo. Aquiles podría parecer un nombre demasiado marcial o demasiado rígido / para ti, Pero eso solo lo creería quien no recordara (o no hubiera sabido nunca) / cómo el griego feroz lloraba inconsolable por el amor y la / amistad perdidos. A mí me era más fácil comprender qué bien se avenían tu nombre y tú, Porque una vez regalé a mi novia un caballito de unas cuantas pulgadas, / negro, lustroso, y con la crin erguida, blanca, Un caballito gallardo como un personaje de Corazón, Que se llamaba, naturalmente, Aquiles. Te recuerdo en la noche de la Isla de Pinos, junto al mar, Hablándome de tu María, con quien una tarde (que ya no existe) íbamos a / estar juntos, Y evocándome los veleros como grandes gaviotas que hace un siglo / llevaban el helado a Venezuela, saltando de isla en isla, Mientras Cecilio Acosta, rodeado de infolios, anunciaba su inminente / llegada con una larga pluma gris de ave; O atravesando al mediodía, camino de la casa de Soto, el laberinto de tu / Caracas de violentas plantas sepultadas, Probablemente en el mismo auto donde unos meses después te iba a / buscar la muerte, * Publicado en Casa de las Américas, No. 100, enero-febrero de 1977, p. 173. 149


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