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ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN

Published by caropublicidad2, 2020-12-21 22:00:43

Description: Los cuentos que hoy se presentan al público lector y que llevan por título “Entre la Realidad y la Ficción”, tienen cada uno un marco histórico reconocible. Se utiliza el dónde y el cuándo como referentes escenográficos para desarrollar allí un cuento de ficción y son el resultado de lo aprendido por los estudiantes del Taller de Escritura Creativa que ofrece la Biblioteca Pública Ramón Correa Mejía de la ciudad de Pereira - Risaralda.

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Taller de Escritura Creativa Biblioteca Pública Ramón Correa Mejía José Fernando Ruiz Piedrahíta Promotor de Lectura y Producción Textual Ilustraciones Sergio Palacio Diseño y diagramación Carolina Muñoz



Entre REALI DAD y laFicción la 4

Entre REALI DAD y la Ficción la PRESENTACIÓN Cuando vi la película Titanic de James Cameron, pensé que realmente la historia de Jack y Rose había sido verdadera, pero luego supe que era una historia de ficción que utilizó un suceso real y recurrió a per- sonajes que habían estado en el enorme barco como el capitán, el arquitecto y los músicos que tocaron hasta el final mientras el Titanic se hundía. La pelí- cula de 1997, es el mejor ejemplo de una historia de ficción con marco histórico. Los cuentos que hoy se presentan al público lector y que llevan por título “Entre la Realidad y la Ficción”, tienen cada uno un marco histórico reconocible. Se utiliza el dónde y el cuándo como referentes esceno- gráficos para desarrollar allí un cuento de ficción y son el resultado de lo aprendido por los estudiantes del Taller de Escritura Creativa que ofrece la Biblio- teca Pública Ramón Correa Mejía, taller que estuvo bajo mi responsabilidad. Algunos estudiantes escriben por primera vez y están llenos de expectativas. Otros, más experimentados, nos entregan sus historias también expectantes a la espera de sorprenderlos con argumentos sacados de su imaginación, pero ubicados en contextos reales. 5

Entre REALI DAD y laFicción la Me siento orgulloso de haber acompañado a los be- neficiarios del Taller por los caminos fantásticos de la creación literaria, siempre recordando nuestra frase favorita: “La fantasía no necesita explicación”. Les in- vitamos a sumergirse en este portal dimensional de la imaginación, tal como lo quisimos dejar plasmado en la hermosa carátula que acompaña este libro, creación del formidable artista Sergio Palacio, hijo de Nancy Ja- net, una de las estudiantes del taller y escritora en este libro. Aquí encontrará que a veces no es bueno meterse den- tro de un ataúd así llueva a cántaros, o que fue cierto que los marcianos vinieron a la tierra hace un tiempo, que la catalepsia sigue existiendo, que es mejor no pro- nunciar palabras raras, que en la noche de la muerte de Gaitán pasaron cosas terribles y que Adán se arrepintió por lo que hizo. Se enfrentarán a un timbre infernal, a una playa maldita que vive en la noche, al increíble origen de la pandemia que nos rodea, a que es posible encontrar la persona ideal en los sueños y a dar una vueltica por la plaza de Bolívar en un carro maravilloso. Este Taller de Escritura Creativa de 2020, hizo parte de la oferta cultural de la Alcaldía de Pereira, la Secretaría de Cultura y la Biblioteca Pública Ramón Correa Mejía. Doy gracias a la vida por permitirme trabajar en una de las cosas más lindas que existen, al menos para mí: enseñar a escribir con sentido y orden, historias mara- villosas que enriquecen el espíritu y a no olvidar jamás que la fantasía no necesita explicación. A mis estudiantes, gracias por atenderme y tenerme tanta paciencia. Los recordaré siempre. JOSÉ FERNANDO RUIZ PIEDRAHÍTA Comunicador Social Promotor de Lectura y Producción Textual 6

Entre REALI DAD y la Ficción la CREACION A SEMEJANZA HERNANDO SIERRA ROMERO — ¡Qué necio fui! Maldecía Adán en su lecho de muerte y con voz débil se decía: —No me bastaron novecientos años para querer vi- vir más. Rememoraba la causa de su queja y cómo empezaba su tragedia. — Todo fue en mi juventud cuando una mañana es- cuché el llamado de Eva. — Adán… Adán…ven, corre — Y rápidamente llegué hasta ella. Me dijo muy alegre: — Mira qué lugar tan misterioso y hermoso he visto allí. ¿Será que nos está prohibido visitarlo? 7

Entre REALI DAD y laFicción la Le respondí que ese sitio se llamaba Planeta Tie- rra y que podíamos permanecer en él cuánto deseáramos. Ante su insistencia, la llevé a conocerlo y los paseos se vol- vieron rutinarios. Al pasar los días, extrañamente ella em- pezó a evadirme y prefería visitar el Planeta Tierra, sola. Estas visitas fueron cada día más frecuentes y de mayor duración. Manifestaba que allí se encontraba muy cómoda, que los animales se habían convertido en sus ami- gos y que en sus conversaciones encontraba saber y entre- tención. Todos los días la observaba que los animalitos la seguían, se posaban en sus hombros, se le enroscaban y hasta se deslizan por su cuerpo. Un día ella desapareció. Insistentemente la llama- ba, pero el silencio era la respuesta. No entendía la ausen- cia y el motivo que la había provocado. La busqué hasta el cansancio hasta que una tarde mientras descansaba, obser- vé algo extraño: Era un cuerpo desconocido lleno de gracia y sensualidad como algunas hembras de los animales. Sentía que me erizaba y me atraía locamente. Fue algo extraordinariamente bello, algo o alguien que debía conocer como fuera. — Querido Adán — me habló la figura — ¿no me re- conoces? —No — respondí desconcertado. — ¡Soy Eva...Ven! — Continuó hablando melosamente. — ¡Te daré una sorpresa! — Y empezó a girar sinuosa- mente a mí alrededor. 8

Entre REALI DAD y la Ficción la —Mira lo que nos hemos perdido. La figura me hablo y me convenció de una historia, en la que el creador nos había escondido y nos había privado de un goce mara- villoso, algo como lo que hacen los animales cuando se aparean. Me dijo que, si nos uníamos carnalmente, alcanzaríamos una felicidad que nunca acabaría. Dudé y le temí a esta petición inesperada, aleján- dome. Abrumado dejé pasar varios días con muchas no- ches en vela. Mis ojos no podían evitar a ese nuevo ser. Su voluptuosidad me arrastraba en un deseo incontrolable. Resistía, pero el deseo fue más fuerte que mi conciencia empujándome a renunciar a mi creación. La respuesta tar- daba, pero al final fue un… ¡Sí! En ese momento, mi ser de luz semejante a mi creador desapareció. Mi cuerpo carnal como el de Eva brotó para hacer parte de esta tierra. Me encontré desnudo, incómodo y sudoroso. Esas fueron las últimas palabras del anciano Adán. Su respiración se apagó y sus ojos se cerraron. Novecientos años eran pocos ante la pérdida de sus atributos. 9

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Entre REALI DAD y la Ficción la CUANDO LOS MUERTOS SE LEVANTAN DIEGO FERNANDO GONZÁLEZ El 26 de enero de 1951, el alcalde recién elegido Jorge Roa Martínez quien fue un visionario, anunció la construcción del Zoológico cuando adquirió la finca de nombre Matecaña, proyecto que ideó desde La Sociedad de Mejoras Públicas; valió el esfuerzo que dejó tantas ale- grías a los habitantes de esta ciudad. En este terruño de estirpe liberal correspondió el devenir de Pereira con aroma a café, perfumando los aires del pro- greso donde la ruralidad se inmiscuía con el arquetipo de civilización de aquellas épocas. En aquel año, mi abuela vivía muy cerca del Zoológico Matecaña y me contó esta historia increíble que hoy escribo. Cierto día, falleció prematuramente una gran ami- ga de mi Abuelita. Al llegar al domicilio de la difunta, donde estaban velando el cadáver, se sintió estremecida por la can- tidad de ramos que adornaban el pasillo de la entrada prin- cipal. Todo estaba tranquilo y en silencio, cuando de repente 11

Entre REALI DAD y laFicción la se fue la luz y un crujido agudo estremeció la noche oscura y fría. La tapa del féretro comenzó a abrirse lentamente, mientras se movían las llamas de los cuatro sirios custodios. La señora muerta, con su cabello blanco ondulado y vestido vino tinto, se incorporó de su lecho de muerte. Con sus azules ojos observó fijamente a sus seres queridos, incluso a mi abuelita. Los sirios se suspendieron en el aire y una nube de humo frío y espeso dificultó la visión de los asistentes quie- nes, aterrados, se abrazaban los unos a los otros tratando de protegerse. Una fuerza levantó súbitamente por los aires a mi Abuela y la llevó donde estaba su querida amiga que ahora era el terror de todos. Mi abuela me contó que la muerta le habló de la siguiente manera: —No me dejes sola en este momento tan difícil. Re- cuerda que soy cataléptica. Aprovechemos estos mo- mentos para recordarlo y por favor, sálvame. —Es que me cuesta mucho verte así. Dijo la abuela aterrada. Tengo terror, quiero salir corriendo —Atinó a contestar mi Abuelita, sintiéndose presa por el pánico. —Haz lo que habíamos planeado si esto me llegaba a ocurrir, y repíteme que ya sabes qué hacer —exhortó nuevamente Anastasia, la muerta, a mi abuela. De pronto, regresó nuevamente el fluido eléctri- co y los asistentes permanecieron estupefactos. El único que salió del marasmo colectivo fue el médico de la fa- milia. Se incorporó y mientras se acercaba a la caja con la tapa abierta y con el estetoscopio en la mano, procedió para haceruna auscultación rigurosa, la cual tomo gran 12

Entre REALI DAD y la Ficción la parte de la noche, confirmando la muerte de Anastasia. Algunas personas, las de mayor edad, se desmayaron y las más jóvenes con sus pretendientes prefirieron salir corriendo. En segundos se desocupó el recinto. Mi Abuelita se fue sin despedirse. Ella sabía que era catalepsia, pero el médico no le creyó. Una vez enterraron a Anastasia, mi abuela me contó que entró al cementerio, abrió el mausoleo y con una jeringa hipodér- mica le aplicó en la pierna una dosis de adrenalina. Anastasia, de un fuerte suspiro, recobró el aliento y tomó por el brazo a la abuela quien la salvó de una muerte prematura, aunque el dictamen del médico certificaba que Anastasia ya era un ser… del otro mundo. 13

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Entre REALI DAD y la Ficción la DIA DE BRUJAS PARA BARNETT DIEGO FERNANDO GONZÁLEZ Cuando oyó el disparo, levantó sus brazos en señal de rendición. Confinado en su yelmo de hojalata, se quedó parado en mitad de la vía mirando al agresor con sus ojos oscuros y oblicuos. Dos largos tentáculos que sobresalían de su cabeza destellaban en su punta lucecitas de colores. Enseguida, para reafirmar su entrega, aventó al suelo un tubo abocinado y lumínico. El resto de los invasores huye- ron despavoridos calle abajo, dejando muy mal parado el prestigio guerrero de los marcianos. Unos metros más allá, una ventana dejaba entre- ver la cara de un hombre que empuñaba un revólver hu- meante. Su rostro pálido tenía la mirada de un ceñudo matón del Far West, enmarcado por un sombrero texano y una bandana de algodón argollada al cuello. El alienígena le siguió el juego; asumió que el pistolero, al igual que él, mandaba al diablo la realidad en la fiesta de Halloween. 15

Entre REALI DAD y laFicción la La fantasía se desbordaba ese día en el pequeño pueblo de York, en Pensilvania. Durante la semana anterior, Barnett, un mucha- cho del lugar, soñador e indómito, lector empedernido de las historietas de Flash Gordon, resolvió encarnar en ese día de brujas de 1938, a los enemigos siderales de su héroe. Para mayor impacto, entusiasmó a una horda de rapaces del lugar para que lo acompañaran en su diversión. Los re- unió frente a su casa disfrazados de marcianos al comenzar la noche; se fingieron extraterrestres con los retales de un taller de latonería y algunos cachivaches de san alejo, has- ta parecerse fielmente al estereotipo de los marcianos. El chico tomó el comando del grupo, dispuesto a invadir de mentiras las pacíficas calles de York. En eso andaban cuan- do oyeron el disparo proveniente de la ventana. Barnett le gritó una y otra vez a su tropilla para tranquilizarla: —Nohuyan,estúpidos,estoesunjuego,¡sólounjuego! Pero su esfuerzo fue inútil. La mojiganga enlatada se alejó presa del pánico, resonando por las calles como una algarabía de trastos de cocina. Los gritos de Barnett llamándolos, encapsulados y oscuros, llegaron a los oídos del vaquero de la ventana como gemidos fantasmagóricos. Eso aumentó su terror. Enseguida, Barnett dejó escapar una larga carcajada de burla, hasta que perdió de vista a sus secuaces. Entonces se dirigió hacia la ventana siniestra, con su marcha torpe y su luminoso cuerpo de aluminio. Con los brazos aún en alto, continuó su pantomima. —No dispares, vaquerito; ¡venimos en son de paz! —Dijo serenamente con su voz de tarro — ¡No dis- pares! 16

Entre REALI DAD y la Ficción la — ¡Vuelve a Marte! —Respondió ingenuamente el pistolero— la tierra es demasiado peligrosa. Un hombre mayor que apareció detrás del vaquero le sacu- dió a este los hombros con un grito: — ¡Dispárale!, ¡dispárale! El de la calle continuó acercándose, para seguir el juego. A su quinto paso, el tambor del revólver descargó las siete balas restantes, una tras otra. Un coro de ¡hurras! se oyó al interior de las casas vecinas, convencidas de que afuera una ruidosa pirotecnia empezaba a alegrar la fies- ta. Pero balas de verdad atravesaron sin problema la ar- madura del marcianito. Antes de caer, Barnett sintió que un aguacero de plomo le penetraba su falsa piel de lagar- to. Un líquido caliente le mojaba cada vez más el torso y pensó que era una muerte transitoria, tan real, que solo podría ocurrir en el día de brujas. En su agonía alcanzó a soñar que al amanecer volvería a recuperar su aburrida condición humana. El asesino lo vio caer y rodar como un tonel sin freno hasta el borde de la acera. Entonces, cerró la ventana y regresó junto a su familia. Agitado y sudoroso, se sentó de nuevo al lado de sus padres en un rincón de la sala. Como cada domingo a las 9:00 p.m., la familia de Herbie, el vaquero por un día, se había apoltronado alre- dedor del receptor de radio para escuchar su programa fa- vorito de variedades, transmitido por la CBS desde New Jersey. Lo habían sintonizado diez minutos después de co- menzar y se estremecieron al escuchar la voz agitada de Orson Welles, presentador del programa. Haciéndose pa- sar por el profesor Pierson, un acreditado científico, Welles anunció algo terrible: los marcianos estaban invadiendo la Tierra. Los describía como unos seres de “extraño aspecto” 17

Entre REALI DAD y laFicción la con “boca en forma de V babeante”, con “tentáculos que no paran de moverse, respiración dificultosa, movimientos lentos y ojos inmensos”. — ¡Herbie! – Exclamó en voz alta su padre— ¿estás seguro de que lo mataste? —Creo que sí – respondió – vi que cayó y rodó hasta el borde de la vía. Es posible que ya no esté allí, dicen que cuando mueren desaparecen misteriosamente, como las cucarachas. —Asegúrate entonces —ordenó su padre —toma la linterna y asegúrate. Herbie se asomó de nuevo a la ventana. Después de reco- rrer con el haz de luz todo el lugar, regresó a la sala. —No lo veo, seguro se ha esfumado; ya te lo decía, papá. Lo único extraño es que el rastro de su sangre no es verde. Solo vi un hilo rojo fluyendo por la cu- neta, calle abajo. Minutos antes, ante la inminencia del ataque, su padre, aterrado por la noticia, le había cambiado a Her- bie su revólver de acrílico por un Smith & Wesson de 9 milímetros que permanecía en su nochero para casos de urgencia. La voz de Welles continuaba agitada, narrando con angustia lo que estaba viendo: —“Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto! Alguien 18

Entre REALI DAD y la Ficción la está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien... o algo…” Antes de finalizar el programa, la familia de Herbie, al borde del colapso nervioso, oyó la voz emocio- nada del profesor Pierson anunciando la derrota de los invasores. Entonces apagaron el radio, se desbocaron en gritos y saltos de alegría y al rato se fueron a dormir. No alcanzaron a oír la voz de Welles que, al final de la emisión, recordaba que todo había sido una broma de la noche de Halloween, antes de anunciar la dramatización de una no- vela corta para el domingo siguiente. Al amanecer del lunes el hombrecito del aseo mu- nicipal encontró, treinta metros más abajo de la ventana de Herbie, el cadáver de un adolescente rubio desparramado sobre la acera. Tras de sí, la víctima había dejado un regue- ro de latas de aluminio, resortes y tornillos, entrelazados en una maraña de bombillitos apagados. 19

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Entre REALI DAD y la Ficción la EL MÉDICO SEPULTURERO FRANCIA EDITH ORTIZ Rafael despertó sobresaltado. Solía descansar so- bre la loza fría perdido en sus pensamientos. Levantó sus manos suaves que no parecieran haber realizado trabajos arduos, sin embargo, lucían sucias. Sonrió irónicamente al recordar que esas manos salvaban vidas y esas mismas ma- nos en la actualidad sólo paleaban tierra para sepulturas. Rafael era el sepulturero del pueblo desde hace ya 15 años, los mismos años que llevaba su esposa muerta. Decidió es- tar con ella para siempre y de alguna manera soportar en vida su culpa; desde entonces su hogar era el mausoleo de la Familia López García. Ocurrió el 9 de abril de 1948, eran las 6.30 pm y la noticia se esparcía por toda la ciudad, la violencia extrema y los actos de barbarie avanzaban por cada rincón. Rosa prepa- raba la cena para recibir a Rafael,su esposo, que solía llegar del trabajo sobre las 7 de la noche después del turno del 21

Entre REALI DAD y laFicción la hospital donde trabajaba como médico. Al llegar a casa, besó a Rosita y luego besó su barriguita, allí se gestaba el bebé que llegaba a sus vidas como un milagro después de intentarlo todo; faltaba solo un mes para poderlo conocer y así, consolidar el hogar que siempre soñaron. Rosita, muy angustiada, quería contarle todo lo que decían las noticias pero él, sólo quería descansar tomándose unos buenos tra- gos en un bar al que solía ir con frecuencia, por lo que des- estimó las preocupaciones de su esposa. Ella le pidió que ese día se quedara en casa pero él no quiso escucharla. Su deseo de tomarse unos tragos con los amigos era más po- deroso que su voluntad, así que se despidió con la promesa de volver pronto. Rosa lloraba en soledad su decepción e impotencia. A las 10 de la noche el silencio de la habitación se vio interrumpido por el estallido de una bomba incendia- ria arrojada desde afuera, gritos y arengas se escuchaban en la calle. Vidrios rotos, gritos desgarradores y un miedo paralizante invadió a Rosa. Su casa empezó a arder por el fuego y el cuarto se llenó de humo. Como pudo llegó hasta el baño, se cubrió con una toalla húmeda y luego rompió la ventana que daba al patio trasero y como pudo, salió. Su pesadilla avanzaba porque empezó a sentir cómo se desga- rraba su pelvis; estaba exhausta y débil. Sabía que la vida de su hijo y la suya corrían peligro. Empezó a pujar y lo hizo de manera decidida. El tiempo parecía lento, pero al cabo de unos minutos, escuchó el llanto del bebé. Ella se desva- necía y como pudo, lo levantó, lo besó y lo pegó a su pecho. David empezó a alimentarse por instinto, ella lo sostuvo entre sus brazos con una sonrisa y lentamente cerró sus ojos. 22

Entre REALI DAD y la Ficción la Rafael llegó a la 1:07 de la madrugada en medio de un- torrencial aguacero. No podía creer lo que quedaba de su hogar, la escena era dantesca. Desesperadamente buscó a Rosita hasta encontrarla con su hijo. Se lanzó sobre ellos angustiado tomando a David suavemente entre sus brazos, pero cuando miró a su hermosa y valiente esposa, se dio cuenta que estaba muerta. La culpa y la tristeza nunca abandonaron al médi- co sepulturero que no fue capaz de quitarse la vida y que cambió de hogar mudándose allí, donde descansan para siempre los muertos, o en el caso de Rafael, donde descan- san los muertos en vida. 23

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Entre REALI DAD y la Ficción la EL MUERTO PUDE SER YO LUISA MARINA DE JESÚS HEILBRON DE LA CRUZ Desde la ventana del salón de clases que quedaba en el cuarto piso, Leandro miraba hacia la “Calle de la Paz”. A esa hora, 5.55 p.m., la calle parecía un hormiguero. Los estudiantes entraban o salían de la sede “XXX Aniversario” de la Universidad del Trabajo. A la entrada, como todas las tardes, estaba María con su carrito de rodachines. Vendía dulces y cigarrillos y a su lado estaba su hijo Ismael, un chico simpático, amable y conversador; querido por estudiantes y profesores que lo veían crecer desde cuando María lo llevaba en el vientre. —Bravo campeón, te felicito. —había dicho el pro- fesor. Como siempre que conversaban, al despedirse, cho- caron las palmas de sus manos. Poco a poco los estudiantes 25

Entre REALI DAD y laFicción la fueron ingresando al salón. A las 6:10 p.m. comenzó su clase de “Procesos industriales” que correspondía al pen- sum de Ingeniería de Alimentos. Estaban entusiasmados en la clase, cuando escucharon un golpe seco como si una piedra grande se hubiera estrellado con el pavimento. Se acercaron a la ventana y veían cómo algunos corrían y otros se agolpaban a la entrada donde la escena no podía ser más conmovedora: Ismael estaba tendido en el piso con su cabeza llena de sangre, al lado había una matera rota y en su cuerpo había tierra. Leandro se abrió paso entre la multitud, se acercó al niño, le tomó el pulso pero movió la cabeza en señal negativa; se encontró con la mirada an- gustiada de María. Se quitó su blusa blanca de docente y cubrió el cuerpo. Abrazó a María quién gritaba desesprada: —¡Mi niño, mi niño, mi niño! Los testigos más cercanos a la situación decían que sólo habían sentido el golpe y aterrados vieron lo qué había pasado. Cuando Leandro llegó a su casa le contó a su ma- dre; doña Noelia Vasco de Valdeblánquez, el triste aconte- cimiento. Ella, casi musitando, le respondió: —Noche de noticias dolorosas. Hoy mataron al Doctor Luis Carlos Galán Sarmiento. Leandro encendió su radio transistor, el reportero trataba de obtener una entrevista con el Dr. Augusto Galán Sarmiento, hermano del occiso y quién fue el primer fami- liar en llegar a la institución hospitalaria. 26

Entre REALI DAD y la Ficción la El domingo en la mañana, Leandro y varios, estudiantes, acompañaron a María y a su familia a las hon- ras fúnebres en el Cementerio del Sur. Ella era madre sol- tera e Ismael, su único hijo. En la tarde en el Cementerio Central, se llevó a cabo también el sepelio del Doctor Ga- lán Sarmiento. El lunes al volver a clases, se escuchaban rumo- res sobre acontecimientos ocurridos semanas antes de la muerte de Ismael. Las directivas citaron a una reunión de profesores para informar que la Fiscalía adelantaría una in- vestigación en torno a la muerte del niño. La Universidad había recibido quejas de transeúntes quienes decían que al pasar cerca a esa sede, les habían echado orines y en casos extremos, materia fecal. Parecía que lo ocurrido no era ac- cidental, sino que era parte de los requisitos que un grupo pedía a quienes quisieran ingresar a él y que, además, la prueba final era matar a una persona. Cuándo Leandro pasó esa noche por la puerta de entrada de la sede “XXX Aniversario”, no vio a María. Pen- só en que el atentado no iba explícitamente dirigido hacia Ismael, sino que la víctima hubiera podido ser cualquier otra persona, inclusive él. El niño siempre le inspiró un sentimiento de ternura. Al subir lentamente las escaleras hacia el salón de clases, recordó que “ser tierno, es afirmar- se como un insurgente civil que ante la violencia cotidia- na dice tajante como los gatos: ¡No! como escribió el Dr. Luis Carlos Restrepo en su libro El derecho a la ternura”. Asintió con su cabeza, como afirmando que Ismael era un niño tierno y deseó desde sus entrañas que ese vil asesina- to, como el del Dr. Galán Sarmiento, no quedara impune. 27

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Entre REALI DAD y la Ficción la FANTOCHO El Fantasma del Piso Ocho AMELIA RESTREPO HINCAPIÉ Ella tenía miedo a los muertos y no sabía por qué, aunque había vivido de pequeña, por allá por los años 50, en un pueblo caldense muy violento. No es raro sentir mie- do en un país tan convulsionado, y ese pueblo, se caracte- rizaba por tener el primer lugar en suicidios. Era el año 2017. Habían sido asesinados una ami- ga suya y su padre por el hijo de ésta, quien se suicidó lue- go, al parecer, en un acuerdo macabro. Al poco tiempo, ese mismo año, murió otra amiga que había estado de paseo procedente del exterior. El 21 de agosto de ese año, ocurrió un eclipse total de sol que atravesó Estados Unidos de costa a costa. Por un breve mo- mento, el día se convirtió en noche y muchos decían que era tiempo propicio para que los fantasmas aparecieran. 29

Entre REALI DAD y laFicción la Ella se trasladó de ciudad buscando algo más de seguridad y porque sabía que pronto se quedaría sola ya que todos sus hijos se casarían pronto. Encontró como se- guro, un apartamento en el piso ocho de un edificio cons- truido diez años atrás, pero pronto supo que en él, se había suicidado un joven y como a las dos cuadras, otro, a cuyos padres conocía. Todo ello hacía que sintiera miedo y más, cuando empezó a percibir en el apartamento algo extraño y casi siempre al medio día: un ruido estridente, alto, exigente, ronco y destemplado, como desgastado. Un día recibió a tres chicas que venían a solicitarle una asesoría. Fue a la cocina a traerles agua y justo en ese momento, escuchó el ruido. Se alegró porque ellas también lo percibieron. —Entonces no es sugestión mía —dijo. Una de ellas había revisado en el sitio donde escu- charon el ruido, pero regresó diciendo que no había nadie. Una de sus hijas lo escuchó un día y también un vecino, quien salió como dicen los viejos: “despavorido”. Dos de las amigas dijeron: — Debe ser un fantasma, hay que buscar quién haga un exorcismo. Cada vez el miedo era mayor, hasta que un día se armó de valor y enfrentó al supuesto fantasma diciendo: —En el nombre de Dios todopoderoso, diga quién es y qué le está molestando. Hable ahora o calle para siempre. Hable ya. 30

Entre REALI DAD y la Ficción la Ella se trasladó de ciudad buscando algo más de seguridad y porque sabía que pronto se quedaría sola ya que todos sus hijos se casarían pronto. Encontró como se- guro, un apartamento en el piso ocho de un edificio cons- truido diez años atrás, pero pronto supo que en él, se había suicidado un joven y como a las dos cuadras, otro, a cuyos padres conocía. Todo ello hacía que sintiera miedo y más, cuando empezó a percibir en el apartamento algo extraño y casi siempre al medio día: un ruido estridente, alto, exigente, ronco y destemplado, como desgastado. Un día recibió a tres chicas que venían a solicitarle una asesoría. Fue a la cocina a traerles agua y justo en ese momento, escuchó el ruido. Se alegró porque ellas también lo percibieron. —Entonces no es sugestión mía —dijo. Una de ellas había revisado en el sitio donde escu- charon el ruido, pero regresó diciendo que no había nadie. Una de sus hijas lo escuchó un día y también un vecino, quien salió como dicen los viejos: “despavorido”. Dos de las amigas dijeron: — Debe ser un fantasma, hay que buscar quién haga un exorcismo. Cada vez el miedo era mayor, hasta que un día se armó de valor y enfrentó al supuesto fantasma diciendo: —En el nombre de Dios todopoderoso, diga quién es y qué le está molestando. Hable ahora o calle para siempre. Hable ya. 31

Entre REALI DAD y laFicción la No recibió respuesta. Decidió entonces poner en la puerta la cruz de San Benito y un escapulario, echar agua bendita en cruz y rezar el credo, pero el ruido grave y sor- do empezaba como un suave ronroneo felino y aumentaba hasta hacerse un lamento escalofriante. El terror se apode- ró de ella. Habló con sus nietas recién llegadas del pueblo para estudiar y les dijo: —El ruido empezó cuando me quedé sola. Y justo, es al medio día cuando se manifiesta. —Pero nosotras lo hemos sentido de día y también de noche, y nos da mucho miedo. Mientras tanto, empezó a correr el rumor de que ese apartamento del piso ocho había sido invadido por un fantasma o por el diablo. Un día llegó el hijo con un hombre muy serio que recorrió la casa observando todo de arriba a abajo, revisó los armarios, movió las camas, abrió y cerró puertas bus- cando el origen del fantasma. Al fin llegó a la cocina, mo- vió todo y se detuvo en el cuarto de la empleada. Al rato, salió victorioso con algo en la mano. — ¡Aquí está el fantasma! Ellas no alcanzaban a ver nada. Entonces él les permitió mirar bien. Era la campana de un viejo timbre ubicada junto a la cama. El timbre había sido cortado al 32

Entre REALI DAD y la Ficción la cambiar de lado la puerta por sugerencia de los técnicos del servicio de gas, quienes instalaron otro timbre inalám- brico. Al cortarlo, había quedado un terminal expuesto y sin remate que ellas no habían visto y que, al más leve viento o roce, se accionaba produciendo el extraño ruido. —Claro… se dijeron. Al entrar a la cocina al medio día, lo hacíamos sonar. Su hijo, y padre de las niñas, las miró y les sonrió irónicamente despidiéndose tranquilo pues sabía que sus hijas y su madre ya no tendrían miedo ya que el terrorífico fantasma del piso ocho, resultó ser sólo un “fantocho”. 33

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Entre REALI DAD y la Ficción la LA MUJER DE MIS SUEÑOS ANDREA RAMÍREZ I Él la soñaba siempre, y es que… ¿en qué otro lugar encontraría una mujer como ella, además de en sus sue- ños? La primera vez que la vio, fue en uno de esos sue- ños extraños en los que se está en un lugar y de repente se está en otro. Ella bajaba una escalera casi levitando, mien- tras las flores de su falda se movían al ritmo de cada paso, lo miró y dejó esbozar una sonrisa sutil, como aquella de complicidad que se le lanza a un conocido en medio de una multitud, ese pequeño secreto de dos que se conocen entre tantos que se ignoran. Ese era su recuerdo más preciado de ella, cuan- do entre tantos y tan buenos que existen, lo notó a él y al 35

Entre REALI DAD y laFicción la elefante de peluche que llevaba en la mano. —Qué lindo elefante— Exclamó con una voz que penetró hasta la profundidad de su alma. —¿Tiene niños? Pero él seguía sin decodificar la pregunta y mucho menos la respuesta, él aún estaba embebido en sus labios, ella por supuesto lo notó, ese nivel de embelesamiento se nota a leguas, su mirada curiosa e insistente esperó con pa- ciencia a que él aterrizara en la realidad del sueño. —No, es para mi abuela. — ¿A su abuela le gustan los elefantes? —Sí, y es una ironía, porque justo está perdiendo la memoria. —A veces nos aferramos a un símbolo que recuerda lo que hemos perdido, esa es otra forma de ausencia, porque no recuperamos lo amado, sólo lo converti- mos en un recuerdo desdibujado que seguimos aca- riciando por temor a que desaparezca lo que ya se fue. —dijo ella bajando la mirada. Él no tenía palabras para responder a eso, menos viniendo de una perfecta extraña, más perfecta que extra- ña… Y de un momento a otro se estaban tomando un café, así como ocurre en los sueños, sin explicación, sin tiempo ni espacio, quizá era ese café de la calle 19 con ca- rrera octava al que él iba a veces, pero también era un poco el del centro comercial que visitaba cuando niño y las tazas 36

Entre REALI DAD y la Ficción la definitivamente eran las de la casa de la tía Magnolia. II — ¿Narcolepsia? —preguntó él. —Si. Es un trastorno del sueño, por eso usted duer- me tanto. Ahora todo tenía un sentido diferente, él había llegado a pensar que dormía más de la cuenta sólo para seguir encontrándose con ella, pero esa idea por sí misma era demasiado romanticona y ni hablar de lo descabellada. —Debe tomar una de estas a diario, preferiblemente en la mañana, le ayudará a estar despierto. —dijo la mujer mientras le mostraba unas pastillas doradas y blandas Miró la caja, y en letras rojas se leía: — “Vigía” —Leyó en voz baja y pensó que era un nombre muy singular para una medicina que se de- bía encargar de mantenerlo despierto de una buena vez. Esa tarde, después de la cita con el doctor, todo le pareció un poco más gris que de costumbre. Este mundo que habitamos es un poco melancólico, pero no siempre se nota. Recordó lo mucho que prefería los colores de las películas que su abuela veía una y otra vez pues mientras su memoria se deterioraba le daba la extraña oportunidad de disfrutar de todo como si fuera la primera vez, y él dis- frutaba el ritual de mirar sus ojos de niña de 80 años asom- brada con el mismo actor que veía a diario. 37

Entre REALI DAD y laFicción la La medicina fue una pesadilla lúcida; por primera vez en toda su vida pasaba más de 8 horas al día despierto, y podía ser “funcional” y “productivo” términos que tanto le preocupan a la gente y en los cuales él no encajaba debi- do a que la mayor parte de sus días la pasaba en el espacio onírico. Incluso consiguió un empleo, y ahora pasaba los días vendiendo café, otra ironía, el elixir de los que desean despertar por más tiempo y mucho más ahora con la bo- nanza cafetera de 1989, pero entre taza y taza o las charlas políticas y vacías de cada uno de los clientes, él se pregun- taba si esa noche la vería como siempre, en sus sueños. Cada vez que él dormía, iba a una cita diferente con ella, quien lo llevaba a viajar por un mundo sin lími- tes. Un día podían volar, otro, ir al fondo del océano y él solía pensar que seguramente Verne también soñaba de esa forma, la misma que fue tachada de anormal por los mé- dicos y que ahora le “solucionaban” químicamente. Estaba harto de las convenciones sociales que llegaban al punto de decidir cuánto y cuándo debe dormir una persona, es- pecialmente una que tenía un motivo tan importante para dormir: verla a ella. Un día decidió aceptar la invitación de la mujer de sus sueños. Dejó de tomar la odiosa “medicina” que lo mantenía despierto en su pesadilla y se fue de viaje para siempre con su amor soñado. 38

Entre REALI DAD y la Ficción la LA PREGUNTA DE ANA MARÍA GLADIS BARAHONA MUÑÓZ Después de 51 años, he repasado una y otra vez las imágenes guardadas en mi mente con tanta precisión, de aquellas escenas de infancia que hoy me atrevo a contarles. En una vereda del Valle del Cauca, surcada por un río que baña sus planicies, estaba mi casa de bahare- que rodeada por chambranas de azul cielo. Tenía cuatro habitaciones, en la principal había dos puertas, una co- municaba con el corredor del frente, donde colgaban numerosas plantas floridas, sembradas en tiestos viejos y con un patio sombreado por elegantes palmeras. La otra comunicaba con el lavadero y con el excusado he- cho en guadua. Más allá, estaban los árboles frutales, los cultivos de maíz, en los cuales sobresalía la palma de coco. Recuerdo aquellas puertas agrietadas y descolori- das con enormes bisagras oxidadas, que parecían por- tones del siglo pasado; a mí me causaban mucho miedo. 39

Entre REALI DAD y laFicción la El 20 de julio de 1969, tengo en mi memoria a mi papá, sentado en una banca del jardín del patio, y como de costumbre sosteniendo en su mano el radio transistor color café de cuatro pilas pegado al oído. Se levantó brus- camente y dando gritos llamaba a mi madre. — ¡Vieja, vieja! Escucha esta noticia tan disparatosa: tres señores llegaron a la luna. — ¡Bah…eso es imposible! — rezongó mi mamá desde la cocina, continuando con sus quehaceres. Luego con tono nervioso, mi papá soltó una carca- jada. — ¡Jajaja! Si fuera cierto los marcianos se los come- rían. Mientras tanto, yo jugaba en la alcoba de las dos puertas, con la vieja muñeca de trapo hecha por las manos artesanales de mi abuela y al escuchar la palabra marciano, pregunté inquieta: — ¿Qué es un marciano? Con tono pausado mi padre respondió: —Son personas de color verde, con cabezas muy grandes y con dos antenitas para escuchar lo que hablamos en la tierra, dijo mi padre. Yo estaba obsesionada con el tema de los marcia- nos. Primero, hice un dibujo de color verde y con una bola de arcilla, hice el modelo con cabeza grande, con antenas, como había dicho mi padre y lo escondí cerca de una pal- ma de coco cerca de la casa. — Totu, será tú nombre — murmuré. —Serás mi amigo inseparable. 40

Entre REALI DAD y la Ficción la Al llegar la noche como a las ocho, todos estába- mos en los aposentos; esperé un buen rato y con sigilo, salí por la puerta trasera. Caminé por las hojarascas de mangos y guayabas secas, hasta llegar a la palma de coco donde había guardado la figurita de Totu. Aquella noche, suce- dió algo muy extraño. A medida que empecé a contarle al modelo de arcilla los sucesos del día, sentí una profunda somnolencia, pero podía ver que Totu estaba creciendo, — ¡está vivo!… Mi padre tenía razón— dije con asombro. Mi padre, tarde de la noche, salía al excusado y al pasar frente a mi cama, un escalofrío recorrió su cuerpo. — ¡la niña no está! — Exclamó, y mi mamá de un salto salió por la puerta del frente, y mi papá por la puerta de atrás y cada uno con una linterna, vocife- raban mi nombre — ¡Ana! ¡Ana! ¡Ana.! Caminaron a la redonda, salían y entraban una y otra vez de la casa, hasta que vieron pasar los jornaleros a su faena de campo, pues estaba amaneciendo. Sentados en la banca, mis padres con sus manos se apretaban la cara y lloraban inconsolables. —Buenos días… — Saludé sorprendiéndolos. Ellos no salían de su asombro y aunque al principio qui- sieron abrazarme, se mostraron temerosos al verme y de un momento a otro, se pusieron a llorar. Sin entender qué les pasaba, les mostré el regalo de Totu: Una roca verde luminosa que parecía palpitar por sí misma y que emitía un sonido de baja frecuencia que hacía cosquillas en la piel. Cuando me miré en el pozo de agua donde mi madre lavaba la ropa, en- tendí por qué estaban llorando. Tenía un hermoso tono verdoso en mi cara y de mi frente salían dos primorosas antenas que me ayudaban a escuchar los más mínimos sonidos del mundo. 41

Entre REALI DAD y laFicción la 42

Entre REALI DAD y la Ficción la LA VUELTICA JUAN FELIPE GIRALDO Roberto se levantó temprano esa mañana. Desa- yunó con aguapanela, dos huevos tibios y una arepa, mien- tras leía en El Esfuerzo el titular más importante del día: “Hoy llega el carro”. Se lo comentó a su hermano Facundo, quien no mostró la emoción palpitante que sí tenía él. El primer automóvil en Pereira había sido traído a lomo de buey desde Medellín, después de ocho días de jornada. A Roberto le pareció muy buena idea ver cómo lo armarían, pensando en que podría aprender alguna cosa de mecá- nica, porque creyó que ese sería el oficio del futuro en la ciudad. VFacundo, en cambio, le dijo que para eso faltaba mucho, porque en el pueblo ni siquiera había carreteras, y tendrían que terminar de empedrar todas las calles. 43

Entre REALI DAD y laFicción la No hizo caso a las palabras pesimistas de su her- mano. Se levantó de la mesa, se acicaló con esmero, se puso el traje del domingo a pesar de que era miércoles, se caló el sombrero y salió rumbo al pueblo dispuesto a conocer el armatoste que nunca había visto en su vida. El domingo harían un gran desfile por la plaza, cuando ya el carro es- tuviera ensamblado y listo para entretener a los paseantes que pasarían a la historia como los primeros que montaron en carro en la ciudad, en la que todavía se transportaban en bestia. El otro motivo por el que se puso tan elegante fue ver otra vez a Rosita, la muchacha con la que trabó con- versación junto a uno de los toldos de la plaza en un día de mercado mientras su papá ofuscado cargaba las bestias y le llamaba la atención por enamoradizo. De ella supo, cuan- do la conoció, que vivía en la Sexta con calle dieciocho. Sin saber cuál era la casa se puso a rondar la cuadra. La encontró asomada en una ventana, más linda que cuando la vio el primer día, limpiando el postigo con un trapo. Se le arrimó con el corazón que se le salía de contento. —Rosita —la llamó. ¿Te acordás de mí? Soy Rober- to, el de la plaza de mercado, ¿Te acordás que te dije que cuando volviera te iba a invitar a dar un paseo? —Ahh… sí, al que regañó el papá, claro que me acuerdo —le dijo Rosita mientras una constelación de cosquillas le invadía el universo de su estóma- go—. Pero ahora no puedo dar una vuelta porque mi patrona me prohíbe. Después hablamos. Chao. —Hoy no, Rosita—Alcanzó a decir Roberto cuando le cerraban la ventana en la nariz—. Pero el domin- go suba a la plaza, que le voy a dar la vuelta más espectacular de su vida. 44

Entre REALI DAD y la Ficción la No supo Roberto si lo escuchó, pero estaba seguro de que la iba a sorprender. Esa tarde terminó Roberto ensuciando el traje, y su madre puso el grito en el cielo cuando le vio el pantalón descosido, la camisa manchada y los zapatos cuarteados y llenos de grasa. — ¿A ver qué te vas a poner pa’ la misa del domingo, zurrón? — lo reprendió severamente, y a Roberto no le quedó de otra que explicarle que había pasado por la casa de don Jesús Cano Montoya, en la Calle Real, allá donde estaban armando el Ford, y que le había pedido al señor Enrique Álvarez, el mecánico, que lo dejara ayudarle con la armada del carro. — ¿Cómo? —se sorprendió la madre de Rober- to, quien agarró a su hijo a pescozones por haberse vuelto una melcocha con la única ropa buena que tenía, pero era la única manera como el joven se en- teró cómo era que funcionaba el dichoso artilugio en unos pocos pasos. Días antes se había ganado la confianza del mecánico, y este le había permitido ayudarle apretando tuercas en una parte, aceitan- do en otra, encendiendo el coche, acelerándolo un poco mientras lo calibraba, y haciendo todo cuanto se le pedía, obedeciendo de manera gratuita y desin- teresada. El domingo lo presentaron al público los diez so- cios que aportaron para la compra de la maquinaria, la cual costó la considerable suma de dos mil pesos. Se pasearon felices con sus familias, dando la “vuelta del bobo”, entre el Parque de La Libertad y la Plazuela Colón, las únicas calles en las que podía transitar un carro, porque en Pereira no 45

Entre REALI DAD y laFicción la había más por dónde. La gente se aglutinó para verlos pasar y saludar como si se tratara del desfile papal. A lo lejos Roberto des- cubrió a Rosita, que estaba más hermosa que de costum- bre. Cruzó la acera y la invitó a dar una vueltica en el carro. Ella le hizo un gesto desdeñoso e incrédulo y le soltó una frase amarga. —Está loco. Ahí solo se montan los patrones, las fa- milias de los patrones, y el mecánico. —Y el ayudante del mecánico —agregó Roberto lleno de orgullo, viendo que en ese momento venía Don Enrique Álvarez conduciendo el Ford, después de dar la vuelta respectiva a los hijos de la familia Ángel Mejía, que eran los últimos de la comitiva que faltaban. Roberto se dirigió al mecánico y le pidió el favor de dejarlo montar con Rosita, como el único pago que él solicitaba por sus servicios. —Qué pena, hombre —le respondió el señor—, pero escasamente tengo autorización para dar la última vueltica con mi novia, y eso porque los patrones me quieren mucho. — ¿Y dónde está ella? —preguntó Roberto inte- resado. Entonces no necesitó que nadie le respondiera nada, porque vio cuando don Enrique le tendía la mano a Rosita y la ayudaba a subir al vehículo muy galantemente. Ella le sonrió a Roberto y se despidió de él con otra frase amarga: —Y también la novia del mecánico puede montarse aquí, y eso… por ser la última vueltica. 46

Entre REALI DAD y la Ficción la MÁS ALLÁ DE ALFA CENTAURI GLORIA SUSANA TOBÓN En el año 2020 todos los países del planeta tierra se vieron afectados por un virus que infectaba a todas las personas de todas las edades. Inicialmente, se atribuyó a una mutación de un virus por un cruce entre Pangolín y Murciélago. La gente empezó a temerle a ellos y trataban de eliminarlos, pero Pangolín Zeta a causa de tanta discri- minación, se unió a Murciélago Jota para hacer una inves- tigación del porqué les habían echado la culpa. Empezaron a buscar por internet qué fenómenos raros se habían dado en la región de Wuhan en China los meses anteriores, y encontraron que para esas fechas, había caído un meteorito, más exactamente, el 17 de octubre de 2019. Algunos de los periódicos relataron que los cielos se iluminaron en plena noche. En el noreste de China, allí, so- bre la medianoche, una bola de fuego brillante atravesó el cielo, tal y como lo recogieron varias cámaras de vigilancia 47

Entre REALI DAD y laFicción la y se pudo apreciar que durante unos segundos volvió a ser “de día”. El meteorito no provocó daños materiales y fue visible en varias provincias. Los expertos del Observatorio de la Montaña Púrpura, que forma parte de la Academia de Ciencias de China, revisaron los vídeos para estudiar el fenómeno. — ¡Uyy…! estalló en el cielo. —exclamó Pangolín Zeta. Siguieron indagando y encontraron que algu- nos restos de meteoritos habían caído en Wuhan. Una vez allí, tuvieron acceso a los meteoritos y pu- dieron analizarlos; encontraron que eran del planeta 66666, planeta del que se tenía conocimiento sólo por la numeración, por no encontrarse habitado. Como no había información suficiente de ese plane- ta, Pangolín Zeta y Murciélago Jota decidieron que tendrían que ir a visitarlo para ver qué pasaba allá. El planeta 66666 está en el sistema solar Alfa Cen- tauri. Sistema planetario más cercano a la Tierra. Está a 4,3 años luz del Sistema Solar y consta de dos estrellas en torno a las cuales, podría orbitar un planeta. Para viajar hay dos opciones: en cohete que sobrevuele en esa atmósfera. Se encuentra a 4,2 años luz (40 billones de kilómetros) y se tardaría muchos años en llegar, razón por la cual, rechaza- ron esta opción. La otra opción era la tele transportación, que era una manera mucho más rápida para hacerlo. Procedieron entonces a desplazarse a la provincia de Guangdong don- de funcionaba el laboratorio para tele transportarse. Lle- garon en medio de la noche y entraron al laboratorio. Se dirigieron a la cabina de tele transportación y la progra- maron para ir y volver del planeta 66666. Una vez se tele transportaron, llegaron a un sitio solitario, no se veía nada, así que siguieron moviéndose hasta que llegaron a una 48

Entre REALI DAD y la Ficción la construcción que parecía haber sido un centro de investi- gación, entraron y encontraron unos documentos dirigi- dos a quién llegara primero a ese sitio. Con el traductor universal supieron que esa civilización había desaparecido a causa de un virus. La última persona que había quedado con vida, alcanzó a dejar la fórmula y reveló que los últimos cientí- ficos del planeta 66666 habían enviado al espacio el virus, inyectado en un meteorito para vengarse de los terrícolas, porque según ellos, el virus empezó porque una tripula- ción de la tierra había llegado al planeta 66666 y como ellos comían humanos con hongos, esa receta gastronómica ex- terminó toda la vida de los habitantes del lejano mundo. Pangolín Zeta y Murciélago Jota regresaron a la tierra con el antídoto para curar a todos y de paso, limpiar sus nombres. El antídoto se fabricó y se distribuyó en todos los rincones del planeta azul. La gente se sanó y Pangolín Zeta y Murciélago Jota pasaron de villanos a héroes. Pangolín y Murciélago, fueron los animalitos más felices de la tierra. 49

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