Important Announcement
PubHTML5 Scheduled Server Maintenance on (GMT) Sunday, June 26th, 2:00 am - 8:00 am.
PubHTML5 site will be inoperative during the times indicated!

Home Explore La Misión del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia HOY

La Misión del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia HOY

Published by Hermanos de la Sagrada Familia, 2020-07-07 16:37:12

Description: Documento del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley.
La versión original se publicó en Roma, en 1999.
Esta segunda edición se imprimió en Montevideo, en setiembre de 2015.

Search

Read the Text Version

145. Gabriel proclama gustoso que los Hermanos y los catequistas enseñan en nombre de Jesucristo, al recibir la misión de parte de la autoridad eclesial  159. Nuestro Venerable Fundador profesa un gran aprecio a la catequesis. Escribe: «No hay actividad más bella, más hon- rosa y más meritoria que la de catequista, si se ejerce con fe... », Afirma que «para comprender toda su grandeza e importancia» hay que consi- derar el contenido a comunicar: lo que creemos, lo que celebramos, lo que vivimos, lo que esperamos. «Los Hermanos catequistas apreciarán más su función que cualquier dignidad humana y la considerarán como verdaderamente apostólica». Hay una razón fundamentalmente cris- tológica para ello: «Enseñan lo mismo que Jesucristo vino a enseñar en la Tierra»  160. 146. Gabriel habla desde su experiencia. A sus 18 años es ya cate- quista en su Parroquia natal de Belleydoux, luego le vemos ejerciendo este ministerio en diversos lugares, generalmente simultaneándolo con el de maestro y el de animador litúrgico. Cuidó de una manera especial la preparación de los adolescentes para la Primera Comunión. También fue catequista itinerante. Recogemos de la Positio: «Ejercita con gozo la misión de catequista itinerante en la región de Brénod...» Escribe Gabriel en su autobiografía: «Me dedicaba a este ejercicio con alegría»  161. Tal aprecio tenía Gabriel por este servicio eclesial que solicitó y obtuvo del Papa Gregorio XVI el título de «catequista apostólico»  162. 159 Cfr. NG, 891. 160 Cfr. NG, 896 y 898. 161 PE, p. 15. 162 PE, p. 19. 93

147. Por todo esto, afirman nuestras Constituciones: «A ejemplo de su Fundador los Hermanos conceden a la catequesis el primer puesto en su trabajo apostólico. En nombre de Cristo proclaman el mensaje de sal- vación y la llamada a convertirse»  163. La finalidad de la catequesis es verdaderamente ilusionante: ayudar a que la Palabra de Dios sea aco- gida en el interior de los corazones  164, poner a la persona no sólo en contacto con Jesucristo sino más aún: facilitarle la comunión, la inti- midad con el Señor  165. 148. Nuestro Fundador pide a los Hermanos que enseñen con gran interés el catecismo a los niños y jóvenes y a toda la gente y así el bien que hagan se extenderá de familia en familia y se perpetuará de gene- ración en generación. Y concluye entusiasmado: «¿Qué Hermano de la Sagrada Familia, después de leer estas consideraciones... no deseará de- dicarse a esta sublime misión con la que puede hacer tanto bien...?»  166 149. El H. Gabriel distingue dos tipos de Hermanos catequistas, atendiendo al campo en que ejercen su ministerio: escuela o parro- quia: • Los catequistas de las escuelas enseñan la doctrina cristiana a los niños de la escuela que dirigen y dan la catequesis en la propia es- cuela. • Los catequistas parroquiales... pueden dirigir las catequesis parro- quiales en las iglesias o capillas y no sólo a los niños, sino también a las personas mayores de ambos sexos»  167. 163 C, 122. 164 Cfr. C, 122. 165 Cfr. DGC, 80. 166 NG, 899. 167 NG, 896. 94

Es para los Hermanos una necesidad que brota del amor a Cristo y a los jóvenes el promover la catequesis en escuelas, parroquias y otros lugares  168. 5.2. EN LA ESCUELA 150. Nuestras escuelas imparten de manera explícita y sistemática la asignatura de formación religiosa, como medio necesario para favo- recer la síntesis entre cultura profana y cultura religiosa. Pero, además, intentan conseguir no sólo una adhesión intelectual a la verdad, sino, sobre todo, el entronque personal de todo el ser del alumno con la persona de Cristo. Por ello «nunca se insistirá lo suficiente en la nece- sidad y en la importancia de la catequesis en la escuela católica con el fin de conseguir la madurez de los jóvenes en la fe»  169. 151. El ministerio de la palabra puede ejercerse en la escuela, sobre todo de cuatro formas: primer anuncio, enseñanza religiosa, cateque- sis y homilía. El Directorio General para la catequesis declara que dos de estas formas tienen especial relevancia: la enseñanza religiosa es- colar y la catequesis  170. 152. Nuestros centros educativos, en la medida de lo posible, pro- mueven la creación de grupos de profundización en la fe y de catecu- menado. En ellos se madura la experiencia de fe y se responde a las 168 Cfr. PVI, p. 169. 169 EC, 51. 170 DGC, 260. 95

necesidades de cada joven. La experiencia de grupo se ofrece a todos los muchachos y se les deja libertad para que participen en ellos quie- nes lo deseen. 153. Los catecumenados de la Eucaristía y de la Confirmación son considerados como momentos de excepcional valor educativo-cate- quético. Sin embargo, no están aislados sino que se inscriben dentro de un proceso ininterrumpido, que comienza con la catequesis de in- fancia, continúa con la de adolescencia y juvenil y desemboca en la de la comunidad cristiana adulta. En este proceso además de las reuniones semanales se cuidan deter- minados tiempos «fuertes» como: convivencias cristianas, celebracio- nes de Pascua, campamentos... 154. Creamos y animamos grupos cristianos de alumnos, antiguos alumnos y padres. Seguimos un itinerario de formación para estos grupos, como medio de favorecer su propio desarrollo armónico y constante  171. Nuestras escuelas, fundamentalmente a través de los respectivos departamentos de Pastoral, preparan catequistas y anima- dores de los diversos grupos, y acompaña su vida y su crecimiento. Conviene establecer una coordinación de este plan de animación ca- tequética, al menos en el interior de cada Provincia. 171 Cfr. PVI, p. 169. 96

5.3. EN LA PARROQUIA 155. La Parroquia está llamada a ser la casa de la familia, fraterna y acogedora, donde los cristianos experimentemos que somos Pueblo de Dios. La Parroquia está sufriendo hoy profundas transformaciones en muchos países. No obstante, ella sigue siendo el «lugar privilegiado» de la catequesis, sin dejar por ello de reconocer que «no puede ser el centro de gravitación de toda la función eclesial de catequizar y que tiene necesidad de complementarse con otras instituciones»  172. 156. Desde el comienzo, el Instituto ha estado muy vinculado a las parroquias. En la actualidad también hay Hermanos y Comunidades que ejercemos nuestro ministerio de catequistas en ellas. Para que nuestra catequesis y todo nuestro trabajo parroquial alcance su efica- cia dentro de la misión evangelizadora, ponemos el acento en las si- guientes líneas de acción: • Dar gran importancia a la catequesis de adultos, «impulsando una catequesis posbautismal, a modo de catecumenado, que vuelva a proponer algunos elementos del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, destinados a hacer captar y vivir las inmensas riquezas del bautismo recibido»  173. • Aprovechar los encuentros presacramentales (preparación al Matri- monio, al Bautismo, a la Primera Comunión de los hijos ... ) como medio de anuncio a los alejados y de evangelización de quienes vi- ven en indiferencia religiosa  174. 172 Cfr. DGC, 257. 173 DGC, 258. 174 EN, 52; DGC, 257. 97

• Potenciar la existencia de un núcleo comunitario de cristianos ma- duros, como lugar de referencia. Promover la formación de pe- queñas comunidades eclesiales. Integrar en la Parroquia a todas las que existen en ella. • Cuidar la catequesis y la pastoral familiar, haciendo de la familia objeto y agente de evangelización al mismo tiempo. • Establecer todo el proceso de educación en la fe, desde el de los niños hasta el de los adultos, sin interrupción. Sostener un movi- miento juvenil que sea instrumento de evangelización en la Parro- quia y en el barrio. • Cuidar la formación de los agentes de pastoral y valorar los ministe- rios laicales existentes o posibles. • Mostrar una opción preferencial por los jóvenes y los pobres. Fo- mentar la solidaridad y buscar solución a las posibles necesidades. • Enriquecer la comunidad parroquial y sus diversos grupos con los elementos de la espiritualidad nazarena. En una Parroquia que vive de acuerdo con estas líneas de acción, la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes se verá muy beneficia- da  175. 175 Cfr. DGC, 258. 98

5.4. FUNCIONES DEL CATEQUISTA 157. Entre las funciones a desarrollar por los catequistas destacamos las siguientes: • Integrar y animar. Los catequistas somos enviados por nuestra comunidad de origen, a la que permanecemos estrechamente uni- dos. Nos dedicamos al sector que se nos asigne, sea de niños, jóve- nes o adultos, sabiendo que no estamos solos, sino que debemos coordinarnos con nuestra sección y con el conjunto. Es hermosa la tarea del Hermano catequista: • Animar a otros cristianos para que asuman este servicio. • Acompañarlos en su formación y en el desarrollo de su misión. • Integrarlos en el equipo de catequistas y en el interior de la comunidad cristiana. • Iniciar en la fe. Los catequistas somos auténticos «entrenadores» a la hora de iniciar en la fe cristiana. Muchas veces los niños, jóvenes o adultos a los que somos enviados necesitan una purificación de sus experiencias negativas, una clarificación en sus conocimientos, o un estímulo para ir contracorriente frente a la secularización que los envuelve. Mantenemos una actitud de apertura y de acogida que facilite el encuentro interpersonal. • Capacitar para la vida cristiana. Tanto para los que se interesan por Jesucristo pero no han recibido aún el Bautismo, como para los que han sido bautizados en su infancia, es fundamental el educar en ellos actitudes que hagan posible la experiencia de la fe en sus dimensiones personal y comunitaria. Los catequistas favorecemos la vivencia de los valores cristianos y el seguimiento de Jesús. • Transmitir el mensaje cristiano. Los catequistas asumimos la ta- rea de instruir, enseñar, y comunicar los contenidos de la fe. Ayu- 99

damos al catecúmeno a dar razón de su esperanza. Somos trans- misores de la fe que previamente hemos procurado asimilar, siste- matizar y elaborar. • Educar la capacidad simbólica. Iniciamos a nuestros catequizan- dos en el «misterio», no para acabar con él, sino para facilitarles su adhesión a esa realidad fascinante que nos supera y trasciende a todos. Para ello les educamos en la dimensión simbólica, desper- tando su sensibilidad hacia todo lo que escapa de lo tangible y pal- pable; les ayudamos a captar la realidad trascendente que les supera pero que, sobre todo, les pone en contacto con todo aquello que tienen de más humano. Así les introducimos en el sentido de la oración y los sacramentos. 100

6. DESDE LA ANIMACIÓN LITÚRGICA



6.1. EL H. GABRIEL Y LA LITURGIA 158. Toda la vida del H. Gabriel está profundamente marcada por la vivencia de la Liturgia. Ya desde niño siente un gusto muy grande por las celebraciones a las que asiste en el templo parroquial, se le quedan profundamente grabadas y las reproduce en sus juegos infantiles. Es- cribe su biógrafo: «Comenzó por imitar las ceremonias religiosas, cere- monias que apreció mucho durante toda su vida, esforzándose más tarde para que sus discípulos las apreciasen también»  176. 159. En su actividad apostólica, la animación litúrgico ocupa un puesto importante junto a la educación cristiana y la catequesis. Ya lo intuyó a sus 16 años. Y así continuó. Le encantaba especialmente pre- parar a los niños a participar por vez primera plenamente en la Euca- ristía. Escribe al final de su vida haciendo un balance de su existencia: «Procuraba dar toda la solemnidad posible a las primeras comuniones de los niños. Los preparaba con un retiro a ese acontecimiento en el que en los albores de su vida reciben las arras de la vida eterna. En mis exhor- taciones les invitaba a recordar cada año con fervor el aniversario de su Primera Comunión: es algo que yo mismo he practicado siempre»  177. 176 GVI, p. 31. 177 GVI, p. 369. 103

160. En las diversas versiones de su Regla de Vida, al describir la misión apostólica del Instituto, dedica siempre una parte importante a orientar a los Hermanos sobre cómo vivir la liturgia y cómo animar- la  178. Les recomienda encarecidamente que ejerzan «tan honrosas y santas funciones» con «fe viva, celo apostólico por la gloria de Dios, edificación para la gente, mérito para su alma y honor para su Congre- gación»  179. 161. Sus libros destinados a los fieles, a las familias y a las escuelas tienen siempre una parte dedicada a la Liturgia, que comprende dos aspectos: • Introducciones, avisos, explicaciones de las celebraciones e invi- tación a participar en ellas. • Las fórmulas litúrgicas (misa, oficio, etc.) que permiten una par- ticipación efectiva de los fieles  180. Este es su gran objetivo: conse- guir que los cristianos no sean meros asistentes, sino participantes activos que vivan lo que celebran. En sus escritos hay muchas notas dispersas sobre los edificios de culto y su decoración, los rituales, las ceremonias, etc. 178 Cfr. Constituciones San José, cap. 29; Constituciones Sagrada Familia (1836), art XXXVII, pp. 161-173; Guía, arts. 114-117, pp. 151-153; Nuevo Guía, cap. 32 y 33. 179 Cfr. NG. art. 844. 180 Cfr. Chemin de la sanctification: Misa, cap. III (2ª parte) p. 282; Confesión cap. V (2ª parte), p. 308 y toda la 3ª parte, Ange Conducteur... 3ª parte: Avis concernant la Ste. Messe, pp. 265-266, y Vêpres, p. 337. Trésor... 3ª parte, pp. 182-301. Vida de los santos y fiestas del año litúrgico. Manuel des confrères de Sainte Anne, 2ª parte, pp. 112-173. 104

162. Su mentalidad se formó a partir de algunos fenómenos socio- religiosos importantes: • La Revolución Francesa. Gabriel nace en un clima revolucionario. Queda influenciado por «valientes sacerdotes, escondidos, clan- destinos, perseguidos y asesinados»; admira profundamente a los catequistas que colaboran con los misioneros y sustituyen a los sacerdotes imposibilitados de ejercer libremente su ministerio: ex- plican la Palabra de Dios, dirigen las oraciones, celebran misas «blancas» o «secas», es decir, sin consagración. • La Restauración. La alianza del trono y del altar sitúa a la Iglesia en una mentalidad de «cristiandad». Queda impresionado por la be- lleza y el esplendor de las ceremonias. 163. Gabriel aprecia la perfecta ejecución de los ritos sagrados; pero para él la liturgia no es algo fundamentalmente externo, sino mucho más. Valora el «culto interno» como lo esencial de la religión. Escribe que sin las actitudes de adoración, agradecimiento, fe, esperanza y amor que brotan del espíritu y del corazón es imposible honrar a la di- vinidad porque –nos recuerda– «Dios es espíritu y los que lo adoran han de dar culto en espíritu y verdad». De aquí es de donde brota el culto externo y visible expresión de los sentimientos íntimos que deben manifestarse públicamente, pues el ser humano es cuerpo y espíritu, interioridad y exterioridad  181. 181 Cfr. NG, art. 871. 105

164. El H. Gabriel es también un «creador» de liturgia. Sus dos obras más importantes son: • Los rituales de toma de hábito, profesión, etc. • La Misa y Vísperas de la fiesta de la Sagrada Familia  182. Estas celebraciones están muy en sintonía con lo que constituía su preocupación fundamental como fundador de un Instituto que tiene por patronos a Jesús, María y José formando una familia. Gabriel es un hombre «litúrgico» desde el comienzo hasta el final de su vida. 6.2. EXPERIMENTADA Y VIVIDA EN EL INTERIOR DE LA COMUNIDAD RELIGIOSA 165. Con la expresión de «animación litúrgica» nuestras Constitu- ciones están traduciendo aquellas otras de «ornar los santos altares», «ayudar a los sacerdotes en las ceremonias del culto» o «desempeñar las sencillas funciones de cantores y sacristanes» que están en la base del carisma taboriniano. Tal como dicen nuestras Constituciones, los Hermanos promovemos la vida litúrgica de la que somos activos parti- cipantes y animadores. Y se nos da una motivación esencial: «La litur- gia constituye el itinerario verdadero de la formación cristiana y favorece la plena inserción en la comunidad eclesial»  183. 182 Cfr. NG, pp. 611 y ss. y 295 y ss., y el libro Messe et vêpres de la Sainte Famille. 183 C, 123. 106

166. Dice la Constitución sobre la Sagrada Liturgia que «La liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza»  184. ¡Qué bien lo intuyó el H. Gabriel cuando unió inseparablemente la es- cuela y el templo, la educación cristiana, la catequesis y la celebración litúrgica! Toda nuestra actividad apostólica, Hermanos y seglares, debe alimentarse de una vida espiritual profunda; así nuestra comunidad religiosa y nuestra comunidad cristiana serán escuelas de auténtica espiritualidad evangélica y nazarena. De esta manera, para nuestro mundo necesitado de valores absolutos, la calidad espiritual de nuestra vida se transformará en fascinante testimonio  185. 167. Encontramos, personal y comunitariamente, en la liturgia la presencia vivificante del Verbo Encarnado  186. Nuestro «darnos a los demás» nos exige previamente: • Cerrar nuestras puertas y ventanas para encontrar en el silencio de la meditación personal, al Señor que ve en lo oculto y que se deja ver en lo escondido. • Celebrar comunitariamente la Liturgia de las Horas, prolongando así la alabanza sacerdotal que Jesús tributaba al Padre, cuando en Nazaret con María y José rezaba estos mismos salmos  187. • Participar en la Eucaristía, el acto más expresivo de nuestra con- sagración religiosa y bautismal, y la expresión más perfecta del culto litúrgico  188. 184 SC, 10. 185 VC, 93. 186 Cfr. C, 130. 187 Cfr. C, 134. 188 Cfr. C, 132. 107

• Compartir con los demás la Lectio divina, como factor de creci- miento en la vida cristiana y consagrada  189. 168. Vivimos intensamente lo que somos: personas congregadas por la llamada del Señor, que viven celebrando gozosamente en la liturgia el encuentro con el Cristo muerto y resucitado. Así podremos comunicar a los demás que el Señor está siempre presente en la Igle- sia, y de forma especial en la acción litúrgica. La comunión con Jesús nos llevará a celebrar su presencia salvífica en los sacramentos, particularmente en la Eucaristía, y a transmitir con gozo este hermoso mensaje a los jóvenes y a cuantas personas somos enviados. 6.3. INICIANDO EN LA COMPRENSIÓN DE LOS SIGNOS Y DE LOS SACRAMENTOS 169. El encuentro con Dios lo realizamos a través del gran sacra- mento que es Jesucristo, el mediador por excelencia entre el Padre y nosotros. Cristo es el sacramento primordial del Padre. Él continúa actuando en la historia a través de la Iglesia, que es «Sacramento de Cristo». Colocamos los siete sacramentos en este contexto. Son accio- nes que realiza Cristo mediante su Cuerpo que es la Iglesia. Y en esas acciones (gestos y palabras) se encarna, por la acción del Espíritu, la voluntad del Padre, de hacer partícipes a los hombres de su vida divi- na. Si los hombres nos agarramos a la mano que el Señor nos tiende en cada gesto sacramental, entonces se produce nuestro encuentro con el Dios vivo. 189 Cfr. PVI, p. 164. 108

170. Para que nuestros alumnos y catequizandos puedan vivir más profundamente los sacramentos, les ayudamos a: • Leer los gestos, los elementos materiales y los ritos que emplea- mos, para que descubran y aprecien los símbolos. • Entender las palabras que los acompañan en la celebración. • Captar el sentido teológico profundo, el elemento invisible santifi- cador del que son portadores. • Situar los sacramentos dentro de la Historia de la Salvación y re- leer los acontecimientos de esta Historia en el «hoy» de la litur- gia  190. • Elegir con creatividad los signos más cargados de simbolismo y que mejor pueden representar las vivencias de la comunidad cele- brante: en el perdón, la Palabra de Dios, las ofrendas, los gestos de fraternidad y de paz, etc. • Participar activamente con gestos y palabras, y también con la contemplación y el silencio  191. 171. Cuidamos con particular esmero la catequesis y la celebración de la Eucaristía y de la Penitencia, por la importancia que tienen en el encuentro sacramental con Cristo, en el proceso de conversión perso- nal y en la apertura a la comunidad cristiana. También prestamos una atención especial al catecumenado de Confirmación, sobre todo cuando se realiza a partir de la adolescencia, por ser éste un medio muy válido para la personalización y maduración de la fe y una expe- riencia rica de la comunidad eclesial participativa. 190 Cfr. DGC, 108. 191 Cfr. DGC, 72. 109

6.4. CONECTANDO CON LA EXPERIENCIA PERSONAL Y VALORANDO LA DIMENSIÓN COMUNITARIA 172. La celebración litúrgica pone en contacto la transmisión del mensaje evangélico y la experiencia de la propia vida. La fe no puede ser algo sobreañadido, algo separado de la vida, sino que tiene que ser una luz que ilumina toda la existencia. En la liturgia, toda la vida per- sonal es ofrenda espiritual. La oración está abierta a todos los proble- mas e inquietudes personales y sociales. 173. Esto resulta especialmente importante cuando se celebran acontecimientos fundamentales en la vida, como son: el matrimonio, el bautismo de los hijos, la Primera Comunión o la Confirmación de los alumnos o catequizandos, la unción de los enfermos... Son situaciones en las cuales las personas nos sentimos más movidas que nunca a pre- guntarnos por el verdadero sentido de la existencia  192. Incorporamos a las celebraciones litúrgicas las aspiraciones, los temores, las angus- tias, las esperanzas y las necesidades de los hombres y en concreto de los participantes. Pondremos de manifiesto al mismo tiempo el valor humano y el sentido trascendente. Apreciamos las manifestaciones de religiosidad popular, sobre todo cuando ésta se expresa en gestos y celebraciones enraizados en las tradiciones que afectan a la vida de la comunidad (fiestas, procesiones, etc.). 192 Cfr. DGC, 176. 110

174. Favorecemos la participación de todos en la liturgia, especial- mente de los jóvenes, con sus expresiones típicas, dentro del debido respeto a las normas básicas y al espíritu de la celebración. No sepa- ramos esta doble realidad de la vida litúrgica: aceptación agradecida del don que el Señor nos regala y compromiso de llevar a la existencia lo que hemos celebrado. 6.5. EJERCIENDO EL MINISTERIO DE LA ANIMACIÓN LITÚRGICA 175. Como presidentes de la celebración, los sacerdotes convoca- mos en nombre de Jesús. Cristo nos dio poder y nos pidió que hiciéra- mos en «memoria suya» lo que Él realizó. Como ministros ordenados remitimos, pues, a Cristo y a la Iglesia. Como sacerdotes «simboliza- mos» una dimensión invisible: nuestro ministerio consiste en actuali- zar la presencia sacramental de Cristo en la comunidad. 176. Pero esto no quiere decir que los sacerdotes seamos los únicos ministros:este ministerio pertenece al «Pueblo de Dios» y es también ejercido por el equipo litúrgico que prepara y anima la celebración, en perfecta sintonía con el ministro ordenado. Lo invisible puede ser «simbolizado» también por otras personas. Tanto la presidencia como la animación son servicios realizados en favor de la comunidad. Cuan- tos más ministerios –ordenados y laicales– sean ejercidos en la comu- nidad por personas distintas, con mayor claridad se verá que la asamblea cristiana es auténtico Pueblo de Dios. 177. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia indica que en las celebraciones, cada uno, sea ministro ordenado o seglar, «al desem- 111

peñar su oficio hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas»  193. Proclama solem- nemente: «Los acólitos, lectores, comentadores y cuantos pertenecen a la \"Schola Cantorum\", desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejer- zan, por tanto, su oficio con la sincera piedad y el orden que convienen a tan gran ministerio y les exige con razón el Pueblo de Dios»  194. 178. Todos –sacerdotes, Hermanos y seglares– nos ofrecemos, gustosos a servir a la comunidad celebrante ejerciendo los ministerios para los que nos sintamos llamados. Cuando las necesidades lo requie- ren, nos prestamos para presidir las «celebraciones dominicales en ausencia de sacerdote». Este servicio, tan valioso como delicado, lo ejercemos según el espíritu y las normas emanadas por la autoridad eclesiástica competente  195. Asumimos tareas de responsabilidad en la animación litúrgica, y los sacerdotes y los Hermanos favorecemos la participación de los seglares. Les ofrecemos medios de formación y de toma de conciencia. 179. El servicio ministerial de los laicos lo desempeñamos desde tres enfoques complementarios: • Teológico-sacramental: los ministerios brotan de la condición de bautizados y confirmados. • Eclesiológico: la Iglesia es sacramento y ministerio. • Pastoral: la realización de la misión de la Iglesia depende de todos los cristianos, también de los seglares. 193 Cfr. SC, 28. 194 SC, 29. 195 Cfr. IAC, 7. Carta apostólica Dies Domini, 53, de 31 mayo 1998. 112

6.6. FUNCIONES DEL ANIMADOR 180. Las funciones del animador no están expresamente definidas; sin embargo, sí que se han descrito las de otros ministerios. La Orde- nación General del Misal Romano, por ejemplo, en su cap. III presenta los «Oficios y ministerios en la celebración de la Misa», dedicando tres apartados diferentes a presentar los oficios y ministerios del orden sa- grado, los oficios y actuaciones del pueblo de Dios y los llamados «mi- nisterios peculiares»: acólitos, lectores, salmistas, comentaristas, personas encargadas de recibir a los fieles, de hacer las colectas...  196. 181. A la figura del animador atribuimos la función de coordinar los demás servicios. Señalamos sus funciones más importantes: 1. Convocar a quienes participan en los servicios, por medio de la creación del equipo de liturgia para: • Compartir con ellos la fe. • Preparar las celebraciones. • Ordenar los momentos celebrativos: moniciones, cantos, colectas, homilía, formas de intervención de la asamblea. 2. Iniciar en las diversas formas de celebración: • Celebraciones de la Palabra  197. • Celebraciones paralitúrgicas que enseñen las actitudes propias de la liturgia. • Oración de la comunidad en sus diversas formas: • Celebraciones de los símbolos: del agua, de la luz, entrega de los Evangelios, del Credo... 196 Cfr. MR. 197 Cfr. SC, 35, 4. 113

• Celebración comunitaria de la Penitencia, adoración del Santísimo Sacramento... • Oración contemplativa, silenciosa... • Vigilias de Navidad, Pentecostés, Inmaculada, Sagrada Familia, H. Gabriel... • Otras celebraciones que recojan los acontecimientos de la comunidad. 3. Promover la formación litúrgica de la comunidad por medio de charlas, ejercicios de expresión, cursillos, proyección de montajes o vídeos sobre los signos y símbolos. 4. Asegurar la coherencia entre lo celebrativo y los demás aspectos de la acción eclesial: clases de religión, catequesis, grupos de pro- fundización en la fe, campañas y compromisos de solidaridad... 5. Animar. El papel de animador no es el de asumir toda la responsa- bilidad, sino el de impulsar y coordinar iniciativas, canalizar la creatividad, apoyar las ideas de los otros para que se puedan tra- ducir en gestos concretos. Animar a la comunidad para que toda ella pueda realizar los servicios de modo corresponsable. Estos servicios se sintetizan en: • «Función servicial», para el bien de la comunidad y para facilitar su participación. • «Función autentificadora», para que palabras, símbolos, ritos, gestos y movimientos sean empleados y captados en su verdadero sentido. • «Función simbólica» para que la comunidad ponga la mirada y camine siempre hacia la realidad simbolizada. 114

7. CONCLUSIÓN



182. Damos gracias a Dios Padre, porque nos ha enviado a su Hijo para que, haciéndose hombre y viviendo en el hogar de la Sagrada Fa- milia, fuera nuestro Salvador y nuestro Hermano. Damos gracias a Dios Hijo, porque ha querido unirnos a su misión evangelizadora: porque como el Padre le envió, así también nos envía a nosotros, para que seamos testigos de su amor en el mundo, especial- mente con los niños y los jóvenes. Damos gracias a Dios Espíritu Santo, porque con su acción eficaz formó la primera Iglesia doméstica en Nazaret, al realizar el misterio de la encarnación del Verbo en las entrañas virginales de María. Por- que con su amor vivificante creó en Pentecostés la primera comunidad de los seguidores de Jesús, dispuestos a prolongar su nueva presencia sacramental en el mundo. Damos gracias a Dios por el regalo que nos ha hecho en la persona del H. Gabriel, porque por medio de él nos ha concedido un carisma que prolonga en el mundo de hoy su misma misión evangelizadora, espe- cialmente respecto a los niños, los jóvenes y las familias. Damos gra- cias por todos los Hermanos que recibieron la antorcha de manos del H. Gabriel y que, en relevo ininterrumpido, nos la han transmitido a nosotros. 117

183. Creemos en el Dios familia que nos congrega en comunidad para que seamos fermento de unión entre las personas y grupos a los que nos envía y promotores de diálogo entre las diversas culturas. Creemos en la vigencia de Nazaret como fuego hogareño que calienta nuestras existencias, como luz que ilumina nuestras comunidades educativas, catequéticas y celebrantes. Creemos en la actualidad del carisma del Hermano Gabriel, tanto para los países de larga tradición cristiana –con sus luces y sus sombras–, como para los de reciente evangelización –con sus ilusiones y limita- ciones. 184. Esperamos que en los tiempos actuales y futuros sabremos acoger en nuestras vidas el don de la vocación de discípulos de Naza- ret, dejándonos evangelizar por Jesús, como lo hicieron María y José. Esperamos ser apóstoles comprometidos en la misión de acompañar a los niños, a los jóvenes y a sus padres, en el proceso de crecimiento si- multáneo como personas, como ciudadanos y como cristianos, a ima- gen de Jesús «que crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres». Esperamos caminar todos juntos –Hermanos, profesores, catequistas y animadores litúrgicos– en el nuevo milenio, hacia el hogar celestial donde el paso del tiempo quede definitivamente superado. 118

185. Amamos a los niños y jóvenes que el Señor pone en nuestras manos, con el mismo amor con que María y José acogieron al Dios he- cho niño; con el mismo amor con que Jesús los bendecía mientras ca- riñosamente exclamaba: «Dejad que los niños se acerquen a mi. Los que se hacen como ellos entrarán en el Reino de los cielos». Amamos a todos los que con nosotros comparten la misma misión en nuestras escuelas evangelizadoras, en otros ámbitos educativos, en la catequesis colegial o parroquial, en la iniciación y animación litúrgica. Amamos al H. Gabriel y a todos los Hermanos que nos han precedido. Amamos a los Hermanos de Congregación que junto con nosotros oran, trabajan y evangelizan impulsados por el espíritu de familia. Amarnos a los nuevos continuadores de su carisma que el Señor nos quiera enviar, como nuevos hijos de nuestro hogar. Que la Sagrada Familia y nuestro querido Hermano Fundador nos ben- digan y nos ayuden a asumir, con serenidad y compromiso, los retos que los nuevos tiempos nos deparen, en actitud fiel y creativa al pasa- do y al futuro. 119



PRINCIPALES DOCUMENTOS CITADOS



Del Concilio Vaticano II: LG: Lumen Gentium. GS: Gaudium et Spes. GEM: Gravissimum educationis momentum. SC: Sacrosanctum Concilium. AA: Apostolican Actuositatem. De Pablo VI: MR: Constitución apostólica Missale romanum. 1969. ET: Evangelica Testificatio. 1971. EN: Evangelii Nuntiandi. 1975. De Juan Pablo II: CT: Catechesi Tradendae. 1979. ChL: Christifideles laici. 1988. RM: Redemptoris Missio. 1990. TMA: Tertio millennio adveniente. 1994. VC: Vita Consecrata. 1996. DD: Dies Domini. 1998. De la Congregación para la Educación Católica: EC: La Escuela Católica. 1977. DRRE: Dimensión religiosa de la educación en la escuela católica. 1988. LCT: El laico católico restigo de la fen en la escuela. 1982. ECUTM: La escuela católica en los umbrales del tercer milenio. 1997. 123

De la Congregación para el Clero: DGC: Directorio general para la catequesis. 1997. IAC: Instrucción sobre algunas cuestiones que conciernen a la colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los presbíteros. 1997. De la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada: VFC: La vida fraterna en comunidad. 1994. De la Unión de Superiores Generales: HIRL: HERMANO en los Institutos Religiosos Laicales. Roma, 1991. Escritos del Fundador: NG: Nuevo Guía de los Hermanos de la Sagrada Familia (Hermanos de la Sagrada Familia, Burgos). Circ: Circulares Hermanos de la Sagrada Familia (Hermanos de la Sagrada Familia, Burgos). MCSA: Manual de los Cofrades de Santa Ana. Belley, 1863. Escritos sobre el Fundador: GVI: BOUVET, F.: H. Gabriel, una vida para la Iglesia (Hermanos de la Sagrada Familia, Burgos, 1983). PE: Perfil Espiritual. Traducción al castellano del Sumario de la “Positio super virtutibus...” sobre el Hermano Gabriel (Sagrada Congregación para la Causa de los Santos. Roma). 124

HGTDRL: BIEMMI, E.: Hno. Gabriel Taborin, El Desafío de un Religioso Laico en el Siglo XIX (Hermanos de la Sagrada Familia, Montevideo, 1998). Documentos del Instituto: C: Constituciones de los Hermanos de la Sagrada Familia. Roma. 1986. MA: “Misión y apostolado de los HSF” (1971), en “Camino de Renova- ción”, (Hnos Sda. Familia, Roma), 1983, pp. 18 y ss. PEHSF: Proyecto educativo de los Hermanos de la Sagrada Familia. En “Nazaret, camino de esperanza para el hombre” (Hnos. Sagrada Familia, Roma, 1995), pp. 57-71. PVI: Proyecto de Vida del Instituto. En “Nazaret, camino de esperanza para el hombre” (Hnos. Sagrada Familia, Roma, 1995), pp. 159-178. AEEN: H. LINO DA CAMPO, S.G.: Algunos elementos de nuestra espiri- tualidad nazarena (Carta circular a los Hermanos del Instituto). Roma, 24 noviembre 1993. VSTH: H. TEODORO BERZAL, S.G.: Carta circular del Superior General: “Vosotros sois todos Hermanos”. En “L'Entretien Familial”, dic. 1997, nº 174. 125





Hermanos de la Sagrada Familia


Like this book? You can publish your book online for free in a few minutes!
Create your own flipbook