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La Misión del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia HOY

Published by Hermanos de la Sagrada Familia, 2020-07-07 16:37:12

Description: Documento del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley.
La versión original se publicó en Roma, en 1999.
Esta segunda edición se imprimió en Montevideo, en setiembre de 2015.

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La Misión del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia HOY Hermanos de la Sagrada Familia Montevideo, 2015

268 Hermanos de la Sagrada Familia La misión del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia hoy / Hermanos de la Sagrada Familia.—2da. ed.—Montevideo : Hermanos de la Sagrada Familia, 2015 127 p. ISBN 978-9974-8511-1-5 1. TABORIN, GABRIEL (1799-1864) 2. HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA 3. EDUCACIÓN CATÓLICA-URUGUAY 4. EDUCACIÓN RELIGIOSA-URUGUAY 5. MISIONES-OBRA EDUCATIVA La Misión del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia Hoy 1ª edición: Roma, 1999. 2ª edición: Montevideo, 2015. Diseño: Javier Samudio. ISBN 978-9974-8511-1-5 Depósito legal: 368.047 Imprenta: mastergraf S.R.L. Montevideo, setiembre de 2015.

SUMARIO 1. INTRODUCCIÓN 1.1 Mirando al pasado, con agradecimiento..........................................3 1.2 Contemplando el futuro, con esperanza......................................... 4 1.3 Ofrecemos el presente documento................................................... 5 2. EL INSTITUTO, EN MISIÓN EVANGELIZADORA 2.1 Continuadores de la misión evangelizadora del H. Gabriel.........9 2.2 Hermanos y seglares, juntos, compartiendo carisma y misión....................................................................................13 2.3 Viviendo nuestra vocación de laicos comprometidos................. 18 2.4 Siendo religiosos Hermanos............................................................. 19 2.5 Consagrados y enviados.................................................................... 23 2.6 Por el Padre, con Cristo, en el Espíritu......................................... 25 2.7 Para evangelizar en la Iglesia local.................................................. 26 2.8 Animación de la comunidad cristiana mediante la educación, la catequesis y la liturgia............................................. 29 2.9 Con espíritu misionero...................................................................... 32 2.10 Caracterizados por el espíritu de familia..................................... 33 2.11 Identificados con la Sagrada Familia, que en Nazaret rezaba, trabajaba y amaba.................................................................36 3. DESDE LA EDUCACIÓN CRISTIANA 3.1 En un Centro Educativo que tiene conciencia de su identidad eclesial..................................................................... 43

3.2 Que cuenta como agentes fundamentales dentro de la Comunidad Educativa con... ..................................... 51 3.2.1 La Comunidad Religiosa, testigo del carisma del Instituto y animadora del proyecto educativo.................. 52 3.2.2 Los educadores, conscientes de ejercer un ministerio eclesial.....................................................................55 3.2.3 Los alumnos, evangelizados y evangelizadores................ 59 3.2.4 La familia, comprometida activamente.............................. 62 3.2.5 Los antiguos alumnos, unidos más allá de las aulas....... 64 3.3 Niveles del proceso evangelizador ................................................. 65 3.3.1 Primer círculo: Personalización............................................ 66 3.3.1.1 Educación en valores................................................. 67 3.3.1.2 Educación para la utopía...........................................68 3.3.2 Segundo círculo: Diálogo Fe-Cultura..................................69 3.3.2.1 Evangelización de la cultura.................................. 69 3.3.2.2 Inculturación de la fe................................................70 3.3.3 Tercer círculo: Catequesis explícita de iniciación............71 3.3.3.1 Iniciación integral a la fe............................................ 71 3.3.3.2 Cultivo de la vocación................................................72 3.4 Que promueve y coordina el Departamento de Pastoral..........73 4. DESDE OTROS ÁMBITOS EDUCATIVOS 4.1 Con una doble fidelidad creadora: al Fundador y al nuevo milenio..........................................................77 4.2 Formación religiosa en centros públicos...................................... 80 4.3 Medios de comunicación social....................................................... 81 4.4 Educadores de tiempo libre..............................................................83 4.5 Con una atención especial a los más necesitados...................... 85

5. DESDE LA CATEQUESIS 5.1 En perspectiva eclesial y siguiendo al Hermano Gabriel.......... 91 5.2 En la escuela..........................................................................................95 5.3 En la Parroquia..................................................................................... 97 5.4 Funciones del catequista................................................................... 99 6. DESDE LA ANIMACIÓN LITÚRGICA 6.1 El H. Gabriel y la liturgia.................................................................. 103 6.2 Experimentada y vivida en el interior de la comunidad religiosa.......................................................................... 106 6.3 Iniciando en la comprensión de los signos y de los Sacramentos............................................................................ 108 6.4 Conectando con la experiencia personal y valorando la dimensión comunitaria............................................. 110 6.5 Ejerciendo el ministerio de la animación litúrgica..................... 111 6.6 Funciones del animador.................................................................... 113 7. CONCLUSIÓN............................................................................................115 PRINCIPALES DOCUMENTOS CITADOS..............................................121



1 INTRODUCCIÓN



1.1 MIRANDO AL PASADO, CON AGRADECIMIENTO 1. Nosotros, los Hermanos de la Sagrada Familia, estamos viviendo este tiempo de cambio de milenio como tiempo especial de salvación. Celebramos dos acontecimientos que nos llenan de gozo sereno y agradecido. El primero nos acerca a Belén y a Nazaret y lo compar- timos con todos los que confiesan que Cristo es el Salvador de la Hu- manidad. Pero para nosotros tiene un matiz especial, pues lo con- templamos con los ojos de María y José, cuyos corazones laten al uní- sono del de Dios que se encarnó en el establo de Belén. El segundo acontecimiento, que celebramos alborozados —Hermanos, profesores, catequistas, animadores litúrgicos, padres, niños, jóvenes, todos cuan- tos nos consideramos incluidos en esta gran familia—, nos lleva a Be- lleydoux, donde hace doscientos años nació nuestro Fundador, el V. H. Gabriel. Son éstos dos momentos convergentes que se sitúan en el «kairós» de Dios y nos hablan de tiempo especial de Salvación: evo- camos la presencia liberadora de Dios que vino a nuestro encuentro, de forma insuperable en Jesús, su Hijo Unigénito, y nos trazó un cami- no concreto, que empezó a recorrer el H. Gabriel. 2. Mirando al pasado, un sentimiento de gratitud, por encima de cualquier otro, llena todo nuestro ser: meditamos con reconocimiento y alegría, el designio del Padre de comunicarnos su amor inmenso a través de su Palabra hecha carne en la Familia de Nazaret. Experimen- tamos un profundo aprecio por el gran regalo que Dios nos hizo en el 3

H. Gabriel: a través de su vida y de su obra, y de los Hermanos que nos han precedido, nos ofrece un camino privilegiado por donde marchar a su encuentro. Por todo ello damos gracias a Dios. 1.2 CONTEMPLANDO EL FUTURO, CON ESPERANZA 3. Nuestra mirada no se detiene en el pasado, sino que se dirige tam- bién hacia el futuro cargada de esperanza. Sabemos que no sólo tene- mos una «historia gloriosa para recordar y contar, sino también una gran historia que construir». Sentimos la invitación apremiante que Juan Pablo II nos dirige: «Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas»  1. Dios desea que reconozcamos en nuestras vidas lo mucho que Él nos quiere y que con renovada generosidad seamos en el mundo misione- ros de su amor. Aquí, Hermanos y seglares, está el origen de nuestra misión: deseamos ser fieles a Cristo y a su Iglesia —nuestra Iglesia—, al H. Gabriel y a su Instituto —nuestra Instituto—, al niño de hoy —hombre del mañana— y a todas las personas a las que se nos envía. 4. Viviendo en estado de misión, Cristo nos renovará en cada jornada de este tiempo nuevo que estamos estrenando. Nos ayudará a cons- truir comunidades más fraternas y más vivas, a lavar los pies a los po- bres y acoger a los niños, a ofrecer nuestra aportación insustituible en la transformación del mundo  2, trabajando para que cada vez más todo 1 VC, 110. 2 Cfr. VC, 110. 4

él sea una gran familia. Hacemos nuestras las palabras de Juan Pa- blo  lI: «El futuro del mundo y de la Iglesia pertenece a las nuevas gene- raciones que, nacidas en este siglo, alcanzarán la madurez en el próximo, el primero del nuevo milenio»  3. 1.3 OFRECEMOS EL PRESENTE DOCUMENTO 5. Al compartir con todos vosotros estas reflexiones no pretendemos definir nuevamente la «Misión del Instituto» muy bien dibujada ya en nuestras Constituciones, sino acercarla más al momento actual y, so- bre todo, animarnos a renovar nuestra entrega decidida al Reino de Dios, desde una óptica nazarena. Se sitúan en el itinerario que vamos recorriendo todos los que estamos vinculados al Instituto de los Her- manos de la Sagrada Familia. Este camino tiene como hito fundamental de renovación el Concilio Vaticano II. Sus documentos están en la base de lo expuesto aquí, de los textos de las Constituciones que hemos ido elaborando desde entonces hasta llegar a su redacción actual, aproba- da por la Sede Apostólica en 1986; en los Proyectos de Vida del Instituto de los sucesivos Capítulos Generales; y en otros documentos que to- can aspectos relacionados con la misión: entre ellos queremos desta- car el titulado «Misión del Instituto»  4, y el Proyecto Educativo de los Hermanos de la Sagrada Familia  5. Este queda incluido en el documen- to que ahora presentamos. Ofrecemos motivaciones a lo dicho allí, además de abarcar otros campos y verlo todo desde una perspectiva más amplia. 3 TMA, 58. 4 Cfr. El camino de Renovación, pp 18-23. 5 Cfr. Nazaret, camino de esperanza para el hombre, pp 29-38. 5

6. En esta ocasión empleamos el «nosotros» refiriéndonos tanto a los Hermanos como a los seglares y sacerdotes que evangelizamos juntos, ya que todos compartimos la misma misión y todos nos consideramos integrados en el Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia, cada uno desde nuestra vocación específica. Los Hermanos queremos así destacar y agradecer la valiosa aportación que realizáis muchos hom- bres y mujeres seglares como educadores, catequistas y animadores de la liturgia, en la obra que inició el H. Gabriel. 7. Habitualmente empleamos el presente de indicativo, más que para describir la realidad que vivimos, para expresar la utopía, el ideal al que aspiramos. Su lectura quiere provocar una reflexión individual y co- munitaria que nos estimule a avanzar con redoblado entusiasmo hacia la meta que juntos perseguimos. 6

2 EL INSTITUTO, EN MISIÓN EVANGELIZADORA



2.1 CONTINUADORES DE LA MISIÓN EVANGELIZADORA DEL H. GABRIEL 8. El carisma del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia na- ció en la Iglesia por impulso del Espíritu Santo, en la persona del H. Gabriel Taborin. Su experiencia de vida y de acción evangelizadora es una inspiración constante y una indicación precisa para quienes de- seamos compartir hoy su proyecto. 9. Período de Belleydoux (1799-1824). Gabriel se deja interpelar por la situación política, social y religiosa en la que vive. Durante sus años de formación asume el despertar de los laicos que se produce como con- secuencia de la Revolución Francesa. Desde muy pequeño inicia una serie de actividades de animación en su parroquia natal. Pasa de los juegos infantiles de carácter religioso a un período de progresiva res- ponsabilización, ejerce en su pueblo las funciones de cantor, sacristán, catequista y maestro. En este contexto, el joven Taborin descubre la llamada de Dios a la vida religiosa. Su vocación consiste en el servicio de promoción humana y religiosa, con particular atención a los pe- queños, desempeñado por un seglar que considera su trabajo como verdadera misión de evangelización y de construcción de la comuni- dad cristiana  6. 6 Cfr. H GTDRL, pp. 75-94. 9

10. Período de vida itinerante (1824-1829). En distintos lugares de las diócesis de Saint-Claude y de Belley, continúa la «larga experiencia» de Belleydoux poniéndose a disposición de los párrocos y estando en contacto directo con los niños en las escuelas y con los fieles en las parroquias como maestro y catequista; además, intenta «enseñar a otros»  7 esas mismas actividades fundando una Congregación de Her- manos. La primera forma concreta que él da a su vocación religiosa laical es la de Hermanos de San José. 11. Período de Belmont (1829-1840). Después de superar numerosas dificultades, funda el Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia. El H. Gabriel pudo finalmente encarnar su proyecto: traza la identidad del Hermano en el Guía, regla de vida y de acción aprobada por el obispo Mons. Devie, forma grupos de postulantes y novicios y envía a los primeros Hermanos como sacristanes a la catedral de Belley y co- mo maestros a varias escuelas. 12. Período de Belley (1840-1864). Llega a esta ciudad episcopal, sede de la diócesis, con una numerosa comunidad. El H. Gabriel se consagra hasta el final de sus días a formar a sus Hermanos y a consolidar la Congregación. Obtiene la aprobación del Instituto por parte del Papa Gregario XVI y de Carlos Alberto, Rey de Cerdeña. Visita con frecuen- cia las escuelas y parroquias donde trabajan los Hermanos. Escribe al- gunos libros destinados a niños y jóvenes y a las familias, en los que une la promoción cultural y la evangelización. Reúne a los Hermanos anualmente para fomentar el espíritu de familia y para cuidar su for- mación pedagógica, humana y espiritual. Se ocupa personalmente de las nuevas fundaciones, y de la construcción de la Casa Madre. Aun conservando la nostalgia de la vida contemplativa, que sólo realiza en 7 Cfr. Reseña histórica en Circulares..., p. 356. 10

el Monasterio de Tamié, anima la actividad de los Hermanos al servicio de la educación cristiana en las parroquias pobres del campo y de la animación litúrgica en las Iglesias de algunas grandes ciudades, abierto a «toda clase de buenas obras». impulsado por el espíritu misionero, envía un grupo de cuatro Hermanos a Estados Unidos. Busca para su Instituto el apoyo de personas e instituciones y encuentra, en medio de muchas incomprensiones y oposiciones, quienes estiman y acogen su obra, como San Juan María Vianney, el cura de Ars. La vida del H. Gabriel está profundamente marcada por la cruz: paga en su persona de «religioso Hermano» el precio de una opción de vida que constituye una llamada a una mayor fraternidad tanto para la Iglesia como para el mundo. 13. La personalidad evangelizadora del H. Gabriel se configura como animadora y como formadora de animadores de la comunidad cristia- na. El H. Gabriel es ante todo un animador. Ya desde pequeño muestra su capacidad de convocar, de reunir y guiar a un grupo. Propone una serie de actividades e iniciativas para que la comunidad cristiana local tome conciencia de sí misma. Y sabe impulsar procesos de formación y crecimiento. Anima al grupo desde dentro: es sencillo y cercano. No se impone por sus estudios y conocimientos, sino por la experiencia y las convicciones profundas que transmite. Es capaz de concebir y propo- ner un proyecto de vida basado en el Evangelio, comunicándolo y transmitiéndolo de muchas maneras, desde un sencillo prospecto, una carta o una conversación, hasta su máximo desarrollo en el Nuevo Guía. De temperamento fuerte y decidido, nunca se avergüenza de sus convicciones, pero sabe aconsejarse y dejarse guiar, tiene la valentía y humildad de empezar de nuevo después de cada fracaso y de mante- ner firme su proyecto hasta el final sabiéndolo adaptar a los cambios que se van produciendo en la Iglesia y en la sociedad de su tiempo. 11

14. Como formador de animadores, conoció y acompañó a cada Hermano desde los comienzos de su vocación hasta el final de sus días: el diálogo personal y las charlas en grupo, la correspondencia, las visi- tas, las reuniones anuales, las circulares, eran sus medios preferidos de formación. A través de ellos sabía proponer las metas, estimular al crecimiento, corregir los desvíos, afianzar las convicciones, superar las dificultades, crear “espíritu de cuerpo y de familia”, organizar y confiar responsabilidades. En sus escritos, sobre todo en las varias ediciones de la regla de vida, supo dar un perfil bien definido a la identidad del Hermano como religioso laico, animador de la comunidad cristiana, mediante el ejercicio de varios ministerios laicales y de una serie de actividades tendientes a la construcción de la comunidad eclesial y a la evangelización; entre ellas privilegiaba la educación cristiana, la cate- quesis y el servicio a la Iglesia. Veía en la Sagrada Familia de Nazaret, imagen de la Santísima Trinidad, el modelo a la vez ideal y concreto de toda comunidad, y supo proponerla a los Hermanos y a las familias co- mo lugar de encuentro y punto local de una espiritualidad que valora la sencillez en las relaciones, la humildad, la entrega generosa a los demás, la unión y la obediencia, el amor a la vida de trabajo y de silen- cio, la fe y la confianza en Dios. Como hombre concreto y práctico, supo sintetizar y proponer para las escuelas los mejores métodos pedagógicos de su tiempo, escribiendo libros y ofreciendo materiales didácticos, dio preciosas indicaciones para los catequistas y para los Hermanos empleados en las iglesias y elaboró valiosas síntesis de la doctrina cristiana al servicio de la catequesis, completándolo con tex- tos litúrgicos, oraciones, cantos y sugerencias para la vida cristiana y la participación en las celebraciones litúrgicas. 15. El H. Gabriel Taborin era consciente de poseer un carisma y un proyecto originales que van más allá de las formas concretas en que él pudo realizarlo. Su experiencia personal, la fundación de un Instituto de Hermanos y su preocupación por formar y asociar a los seglares, 12

tienden a dotar a la comunidad cristiana local de todo tiempo y de to- da cultura, de elementos revitalizadores que la lleven a convertirse en sujeto eclesial activo y responsable. Todo ello actuando desde la con- dición laical y privilegiando algunas actividades como la educación, la catequesis y la animación litúrgica. A lo largo de su historia, el Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia ha encarnado ese proyecto en diversas modalidades de actuación. Nosotros hoy, religiosos y seglares que compartimos ese mismo proyecto, estamos llamados a continuar su misión evangelizadora con su misma fe e idéntico entusiasmo. 2.2 HERMANOS Y SEGLARES, JUNTOS, COMPARTIENDO CARISMA Y MISIÓN 16. A partir del Concilio Vaticano II los cristianos hemos comprendi- do mejor la dimensión comunitaria de la Iglesia y esto ha traído como consecuencia la necesidad de compartir los dones que el Señor nos ha concedido y de unir nuestras fuerzas para potenciar la misión eclesial. Juan Pablo II afirma: «Muchos Institutos han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos. Estos son invitados a participar de manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del Instituto mismo»  8. En esta misma línea, nuestro último Capítulo Ge- neral, celebrado el año 1995, ha añadido al Directorio un nuevo artículo en el que se dice: «Los Hermanos acogen como don del Espíritu el in- terés mostrado por algunas personas cercanas al Instituto hacía su ca- risma y misión. Ven en ello una llamada a vivir la comunión eclesial en la complementariedad vocacional (...). El Instituto, según sus competen- 8 VC, 54. 13

cias y posibilidades, anima y coordina los grupos y las personas que quieren compartir su espiritualidad o colaborar en su misión»  9. 17. Estos caminos nuevos de comunión y de colaboración merecen ser alentados por todos  10. En el comienzo del tercer milenio, los Her- manos vemos ahí un medio muy válido para renovar nuestro dinamis- mo espiritual y apostólico. Nos sentimos urgidos a compartir la riqueza de nuestro carisma con los seglares. Para facilitarlo: • En nuestras actividades, intentamos crear un clima de compañe- rismo, de respeto y de acogida recíproca, ayudándonos unos a otros. • Deseamos integrar cada vez más a los seglares en nuestras obras apostólicas, compartiendo con ellos las diferentes responsabilida- des  11. • Animamos a los laicos a participar en las Fraternidades Nazarenas que les facilita su progreso espiritual, teniendo en cuenta sus con- diciones de vida, de familia y de profesión, firmemente adheridos al carisma taboriniano  12. • Ayudamos a crear diferentes grupos cristianos de jóvenes, padres y educadores, y compartimos con ellos muy gustosamente nuestro carisma y misión. 18. Nuestra Comunidad religiosa quiere ser levadura que poco a poco vaya fermentando toda la masa, empezando por los más próximos: 9 Art. 8 bis. 10 Cfr. VC, 55. 11 PVI, I.4.2 12 Cfr. PEFN., p. 71. 14

4º. ALUMNOS, CATEQUIZANDOS, JÓVENES, SIMPATIZANTES, ADOLESCENTES 3º. GRUPOS CRISTIANOS DE ADULTOS SA-FA 2º. FRATERNIDADES NAZARENAS 1º. HERMANOS de la SAGRADA FAMILIA 19. En los tiempos actuales la Iglesia no puede permanecer indiferente ante tantos millones de seres humanos que viven sin saber que Dios los ama: la urgencia misionera es prioritaria tanto para cada cristiano en particular como para toda la comunidad eclesial. Quere- mos poner todos los medios que están a nuestro alcance para comu- nicar la Buena Noticia que procede del Evangelio. Entre éstos, la escuela católica ocupa un sitio privilegiado, pues es considerada como lugar de «auténtica y específica acción pastoral». Por ello ha sido co- locada «en el corazón de la Iglesia»  13. 20. Seglares y religiosos participamos en la misma misión comparti- da, tanto en la escuela como en la catequesis y en la animación litúr- gica. Todos, también los seglares, «somos enviados» a evangelizar: los educadores estamos profundamente convencidos de que participamos en la misión santificadora y educadora de la Iglesia  14. La misión com- partida la realizamos conjuntamente entre todos: sacerdotes, religio- sos y seglares. Para ello es necesario avanzar en un nuevo tipo de rela- 13 Cfr. ECUTM, 21. 14 LCT, 24. 15

ciones mutuas: «Manteniendo cada uno su característica vocacional propia, sacerdotes, religiosos y laicos deben integrarse plenamente en la comunidad educativa y tener en ella un trato de verdadera igualdad»  15. La apertura de cada uno a los demás permitirá un respeto y un enri- quecimiento recíprocos que facilitará el trabajo conjunto en la obra común  16. La misión compartida es responsabilidad de todos. Nos in- cumbe especialmente a los que estamos más directamente implicados, pero afecta también a todos cuantos formamos el Pueblo de Dios. Por esto, la jerarquía de la comunidad cristiana tiene también una respon- sabilidad particular. Es tarea de los pastores el «reconocer y promover los ministerios, oficios y funciones de los fieles laicos, recibidos en el Bautismo, en la Confirmación y, para muchos de ellos, también en el Matrimonio»  17. 21. «Compartir la misión» no es sólo participar en un mismo proyec- to educativo. La misión es sobre todo un problema de fe  18. El llegar a percibir la labor educativa y catequética como auténtica misión y el admitir vivencialmente que lo que un educador, un catequista o un animador litúrgico es y hace constituye un verdadero ministerio, re- quiere un proceso que va desde reconocerse servidor de los jóvenes hasta descubrirse como signo de Dios y de la Iglesia en la actividad pastoral. La comunidad cristiana facilita el recorrido de este itinera- rio. Ella es lugar de encuentro de cuantos compartimos la misma mi- sión desde la fe. Además es también «fuente» de misión, ámbito donde muchos comienzan a experimentar su labor como ministerio, donde otros muchos acrecientan esta experiencia y desde donde todos vuel- ven con impulso renovado. Esta comunidad cristiana es mediadora de 15 LCT, 78. 16 Cfr. PEHSF, p. 34. 17 ChL, 23. 18 Cfr. RM, 11.3. 16

la Iglesia en la evangelización que realiza con los jóvenes. Es el signo visible de que el Reino de Dios se hace presente hoy y aquí. 22. Los que compartimos la misma misión estamos invitados a com- prometernos libre y generosamente con el mismo carisma, ya seamos religiosos o seglares. Vivimos el mismo carisma de maneras diferentes pero complementarias. Los que somos seglares ofrecemos nuestras cualidades individuales, nuestros compromisos personales, nuestra profesionalidad, el conocimiento directo de la realidad en la que esta- mos inmersos y nuestro testimonio de constructores del Reino de Dios en el mundo. Los que somos religiosos aportamos nuestro testimonio de personas consagradas, la vivencia del carisma del H. Gabriel, el pa- trimonio de nuestras comunidades y nuestra entrega plena a la obra común. 23. La misión compartida nos exige estrechar la colaboración entre sacerdotes, Hermanos y seglares, y facilitar la integración de todos en los diferentes niveles. A ello nos ayudará: • Mantener una relación abierta basada en el espíritu de familia que se manifiesta en detalles concretos en la vida cotidiana, en el trato sencillo y cercano. Buscar formas y lugares de encuentro. • Intensificar la formación pedagógica y religiosa  19, y profundizar, conjuntamente, religiosos y seglares, en el carisma que Dios con- cedió a su Iglesia a través del H. Gabriel. 19 Cfr. ChL, 57. 17

2.3 VIVIENDO NUESTRA VOCACIÓN DE LAICOS COMPROMETIDOS 24. Los que somos seglares vivimos de forma consciente la vocación universal a la santidad, que el Concilio Vaticano II ha puesto de relieve y que afecta a todos los bautizados, sin excepción. También los segla- res estamos llamados a la santidad a la que aspiramos desde nuestra propia situación. Sabemos que «todos los fieles, de cualquier estado o condición, estamos llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la per- fección de la caridad»  20. Por el bautismo los laicos somos llamados a participar de la misma vida de Dios y a la vez enviados a proclamar el Evangelio: «Insertos por el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo (... ), es el mismo Señor el que nos destina al apostolado. Somos consagrados para dar testimonio de Cristo en todo el mundo»  21. La misión eclesial es la misma para todos los bautizados, nace y se origina en el corazón de Dios: es a Él a quien especialmente le duele la situación de sus hijos, los hombres. El don de la fe exige el compromiso con la fe recibida. La fe, si no se comunica, muere. Creer en Jesucristo exige dedicarse a construir con Él el Reino de su Padre. El verdadero discípulo de Jesús está dispuesto a ser su «pregonero» porque ha recibido de Él este en- cargo: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15). 25. Jesucristo asignó a todos los fieles la tarea de ser sal, luz y leva- dura del mundo. Estas imágenes se refieren a todos los discípulos de Jesús, pero tienen una aplicación específica para nosotros, los laicos: «Se trata de imágenes espléndidamente significativas porque no sólo ex- 20 LG, 40. 21 AA, 3. Cfr. AA, 2; LG, 31; GS, 43. 18

presan la plena participación y la profunda inserción de los fieles laicos en la tierra, en el mundo, en la comunidad humana, sino que también, y sobre todo, expresan la novedad y la originalidad de esta inserción y de esta participación, destinadas como están a la difusión del Evangelio que salva»  22. La misma exhortación apostólica de Juan Pablo II «Sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo» pone de relieve la participación de todos en la misión de la Iglesia: «La misión salvífica de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo, no sólo por los mi- nistros en virtud del sacramento del Orden, sino también por todos los fieles laicos. En efecto, éstos, en virtud de su condición bautismal y de su especial vocación, participan en el oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo, cada uno en su propia medida»  23. A los laicos nos corresponde como tarea específica la animación cris- tiana de lo temporal, tanto en la familia como en el ámbito cultural y social. Nos sentimos simultáneamente ciudadanos y creyentes y que- remos traducir nuestra fe en Cristo, esforzándonos constantemente por mejorar el mundo. Queremos ser testigos y apóstoles aportando nuestro testimonio, que es la «primera forma de misión»  24 y también nuestra palabra esclarecedora. 2.4 SIENDO RELIGIOSOS HERMANOS 26. Los que somos Hermanos vivimos nuestro bautismo desde nues- tra propia consagración religiosa y desde el carisma específico que el 22 ChL, 15. 23 ChL, 23. 24 EN, 76. 19

Señor ofreció a la Iglesia a través de nuestro Fundador. Un aspecto fundamental en la vida de Gabriel es su «laicidad». Es el único Funda- dor no sacerdote del Siglo XIX  25. Los demás le dan el nombre de «Hermano» ya en su Belleydoux natal, antes que pronunciara sus votos religiosos. A él siempre le gusta ser llamado así. El H. Gabriel es reli- gioso laico por vocación y por opción personal. Los Hermanos valo- ramos lo secular, intentamos salvar el mundo desde dentro, construi- mos una sociedad cada vez más humana evitando toda evasión espiritualista, ofrecemos nuestra propia existencia como sacrificio agradable a Dios, como culto auténtico ante el Señor (Cfr. Rom 12,1). 27. Los padres participantes en el Sínodo sobre la Vida Consagrada, con el fin de evitar cualquier confusión con la índole secular de los fieles laicos, recomiendan usar el término de «Religioso Hermano». Juan Pablo II hace suya esta propuesta. Y además subraya otro aspecto importante incluido en el término de «Hermano»: «Estos religiosos están llamados a ser hermanos de Cristo, profundamente unidos a Él, primogénito entre muchos hermanos (Rom 8, 29); hermanos entre sí por el amor mutuo y la cooperación al servicio del bien de la Iglesia; herma- nos de todo hombre por el testimonio de la caridad de Cristo hacia todos, especialmente hacia los más pequeños, los más necesitados; hermanos para hacer que reine mayor fraternidad en la Iglesia»  26. ¡Magnífico programa de vida y de acción! 28. El mismo término de «Hermano» ya contiene una connotación claramente evangelizadora al indicar a sacerdotes y seglares que todos han de vivir —cada uno desde su vocación específica— la dimensión fundamental de la fraternidad: «Vosotros sois todos hermanos». 25 Cfr. HGTDRL. 26 VC, 60. 20

(Mt  23,  8). Ejerciendo nuestro ministerio laical, los Hermanos procla- mamos que la Iglesia entera es ministerial y que todos los cristianos debemos colaborar en la misión salvífica, la cual no es ni clerical ni lai- cal sino eclesial. 29. Con frecuencia los Hermanos nos dedicamos a tareas profesionales y nos insertamos en las realidades profanas. Con nuestra vida recordamos a los seglares que la salvación del mundo no es una empresa sólo humana y que el desarrollo no es un fin en sí mismo sino que se ha de construir la ciudad terrena cimentándola en el Señor. Dialogamos con el mundo respetando los valores culturales del pueblo al que servimos y tratamos de dar la respuesta que la realidad profana y la Iglesia piden. Desde nuestra condición de religiosos, manifestamos que la Iglesia no se identifica con el mundo, «que el Reino de Dios no se construye con los valores mundanos y que el hombre y el mundo pecador necesitan ser salvados»  27. 30. Este carácter laical del Instituto es compatible con la existencia en él de algunos Hermanos Sacerdotes  28. También nosotros, los Her- manos Sacerdotes, recibimos y llevamos gustosos el nombre de «Her- mano», pues la fraternidad será también una dimensión esencial en nuestras vidas. Continuamos así la intuición fundamental de nuestro Hermano Fundador: «Los nombres de dignidad inspiran y exigen respe- to, pero el nombre de Hermano solamente comunica sencillez, bondad y caridad. Es el nombre que Jesucristo ha escogido para sí cuando quiso expresarnos su inmensa bondad y amor: «Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea» (Mt 28, 10). « ... ¿Hay cosa más dulce que el nombre de 27 Cfr. HIRL, pp. 41-44. 28 Cfr. C, 4. 21

Hermano? Todos los miembros del Instituto deben amarlo y jamás per- mitir que se les llame de otra manera»  29. 31. El término de «Hermano» es un reclamo permanente a potenciar la vida comunitaria. Los Superiores Generales de los Institutos Reli- giosos laicales nos invitan a avanzar por este camino: «Es fundamental que la comunidad religiosa viva reunida en torno a la Palabra de Dios, que la convoca y la constituye. La Palabra de Dios com- partida y celebrada será la norma de su vivir y actuar, y causa de su compromiso en la salvación del mundo. De ahí arranca la misión profé- tica del religioso laico que le hace «hombre de Dios», escudriñador de los signos de los tiempos, «portador de salvación y de liberación»  30. Como religiosos laicales que somos, desarrollamos nuestro carácter profético y testimonial siendo hombres: • Con profunda experiencia de Dios y agudo sentido comunitario. • Con total donación a Dios y a los hermanos, desde una radical uni- dad. • Con capacidad de discernir los signos de los tiempos, respondien- do a Dios en ellos, desde nuestro propio carisma. • Sensibles al Evangelio y al mundo, a sus problemas, culturas y ne- cesidades. • Mostrando el valor de la comunidad, siendo parábolas de fraterni- dad en acción  31. 32. La existencia entre nosotros de Hermanos sacerdotes y el re- ciente nacimiento de las Fraternidades Nazarenas revelan que nuestro 29 NG, 6 y 7. 30 HIRL, p. 64. 31 Cfr. VSTH. 22

carisma puede vivirse en forma transversal en la Iglesia. Queremos ser cada vez más Hermanos de Cristo, siendo hombres de Dios según nuestro estilo HSF; queremos ser cada vez más Hermanos de los Her- manos de nuestra Comunidad, creciendo juntos en comunidades fra- ternas y abiertas; queremos ser cada vez más Hermanos de todos los hombres, actuando como fermento de fraternidad y evangelización con nuestro testimonio, prestando una atención especial a los más pe- queños y necesitados, potenciando el diálogo de la Iglesia con el mun- do: éste es el desafío que con valentía asumimos en esta hora, continuando el camino iniciado por el H. Gabriel  32. 2.5 CONSAGRADOS Y ENVIADOS 33. Para el H. Gabriel, y también para nosotros, los HSF, la consagra- ción a Dios, la vida comunitaria y la misión apostólica no son tres rea- lidades independientes, sino tres aspectos de una única y hermosa realidad. Siguiendo los pasos de nuestro Fundador, tratamos de encar- nar el Evangelio en nuestra propia existencia y de mostrar a los demás la presencia viva de Jesús, el Consagrado por excelencia y el Apóstol del Padre. Alimentamos en la oración, una profunda comunión de sen- timientos con Cristo, de modo que toda nuestra vida quede impregna- da de espíritu apostólico y toda nuestra acción apostólica esté sostenida por la contemplación  33. Los Hermanos acogemos con gozo las palabras de Juan Pablo II, que afirman que la vida consagrada es memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como Ver- 32 Cfr. VSTH. 33 Cfr. VC, 9. 23

bo encarnado, ante el Padre y ante los hermanos  34; epifanía del amor de Dios en el mundo. Los Hermanos tenemos muy presente que para nosotros, «la actividad apostólica es una dimensión esencial de nuestra consagración a Dios y al Reino y expresión de nuestro amor al próji- mo»  35. 34. Nuestra vida religiosa será tanto más apostólica cuanto más ínti- ma sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria, y más ardiente el compromiso apostólico en la misión específica del Instituto  36. Nuestras Constituciones unen también estas tres dimen- siones: «Los Hermanos ponen de manifiesto su voluntad de servir a Dios y a los hombres, viviendo el misterio de Cristo en su vida de familia con María y José»  37. Como en Nazaret, pretendemos unir consagración a Dios, comunidad fraterna y actividad apostólica, proyectando el amor del Padre a las personas a las que somos enviados. El H. Gabriel nos insta a sacrificar nuestra voluntad y juventud, nues- tros talentos y energías y hasta la misma salud, en definitiva toda nuestra vida, para servir al prójimo, sin esperar por ello recompensa alguna por parte de las personas por quienes agotamos nuestras fuer- zas. Nos recomienda que nos movamos, no en espera de la gratitud humana, sino por el deseo de trabajar para la gloria de Dios, la sal- vación de las almas y nuestra propia santificación  38. Nuestra vida HSF es esencialmente comunitaria y como tal ha de ser signo, testimonio y profecía del Reino. 34 Cfr. VC, 22. 35 C, 115. 36 Cfr. VC, 72. 37 C, 6. 38 Cfr. NG, pp. 21-22. 24

2.6 POR EL PADRE, CON CRISTO, EN EL ESPÍRITU 35. Nuestra existencia hunde sus raíces en el Misterio Trinitario: procedemos del Padre y a Él estamos destinados. Somos llamados a seguir a Cristo, a acogerle a Él, que es la Palabra que nos comunica el amor del Padre. Somos consagrados por el Espíritu, que nos impulsa a darle la respuesta de amor que supone el reconocerle como «Abba», como nuestro «Papá» querido  39. El H. Gabriel, nuestro Fundador, era muy consciente de esta gozosa realidad. Su espiritualidad profesa una gran veneración por el misterio trinitario. A la Santísima Trinidad se dirigía habitualmente, ya desde su infancia. El día de su Fiesta, de 1811, recibió la Primera Comunión y siempre tuvo una estima muy especial por esta solemnidad. «Reconoció que gracias al auxilio de la adorada e indivisible Trinidad llevó a feliz término lo que Dios parecía exigirle»  40. El H. Gabriel gustaba llamar a la Sagrada Familia: la Trinidad en la Tie- rra. La relación entre ambas es el fundamento de la espiritualidad del Instituto. Aparece en el sello de la Congregación a partir de las Consti- tuciones de 1836 y en las estampas que habitualmente usaban los Her- manos  41. En nuestro cuadro oficial, la parte superior está ocupada por una representación plástica del Padre y del Espíritu situada en línea vertical con el Hijo. Éste ocupa la parte central de la escena, en medio de la cruz formada por la intersección con la línea horizontal que le une con María y José. Esta pintura no es fundamentalmente algo esté- tico que contemplar sino, sobre todo, una realidad de gracia a captar en actitud orante y a proyectar en nuestras existencias concretas de cada día. 39 Cfr. VC, cap. 1: \"Confessio Trinitatis\", sobre todo números 17, 18 y 19. 40 Cfr. PE, p. 47. 41 Cfr. PE, p. 47. 25

36. En su vida pública Jesús llamó a quienes Él quiso, enseñándoles a vivir para el Padre y para la misión que el mismo Padre le había enco- mendado. Inauguraba así una familia nueva de la que habríamos de formar parte todos los que estuviéramos dispuestos a «cumplir la vo- luntad de Dios»  42. Nuestras Constituciones colocan en nuestra tarjeta de identidad de Hermanos de la Sagrada Familia, el carácter trinitario como elemento esencial: Los Hermanos «son religiosos que, respon- diendo a la llamada del Padre, y movidos por el Espíritu Santo... siguen de cerca a Cristo»  43... Más adelante proclaman que la vida comunitaria tiene su origen en la Trinidad, que introduce a los Hermanos en su misterio de amor, por la acción del Padre que llama, del Hijo que con- grega y del Espíritu que trabaja constantemente por la unidad. De esta manera la comunidad es signo y fermento para la Iglesia y el mundo  44. 2.7 PARA EVANGELIZAR EN LA IGLESIA LOCAL 37. «La comunidad participa en la pastoral de la Iglesia local con todos los medios a su alcance»  45 y en comunión con todos sus componentes. La Iglesia particular está formada por todos los discípulos de Jesús que viven en un lugar y en un espacio sociocultural determinados. En ella se realiza la experiencia vivida del Evangelio, su anuncio y transmisión. Comunión y misión están estrechamente unidas y se 42 Cfr. VC, 41. 43 C, 2. 44 Cfr. C, 90. 45 Cfr. Documentos del XXX Cap. Ordinario, 1971, en El camino de la renovación, p.  22. 26

implican mutuamente. La comunión es misionera y la misión está orientada a la comunión. «Como el Espíritu Santo ungió a la Iglesia na- ciente ya en el Cenáculo para enviarla a evangelizar el mundo, así tam- bién cada comunidad religiosa, como auténtica comunidad pneumática del Resucitado es, por su misma naturaleza, apostólica»  46. Cada comunidad es enviada a una Iglesia particular. En ella evangeliza con su testimonio y su actividad apostólica. Hermanos y seglares ama- mos a nuestra Iglesia local. Nos sentimos miembros vivos de la familia diocesana: es desde ella desde donde nos unimos a la Iglesia universal y desde la que contribuimos a la edificación del Cuerpo de Cristo. La enriquecemos con «nuestras propias características en conformidad con nuestro espíritu peculiar y nuestra misión específica»  47. 38. La Iglesia local constituye el espacio geográfico y humano en el que vivimos nuestra vocación y realizamos nuestra misión. Nos esfor- zamos por conocer las características de cada lugar, por establecer relaciones con las personas que habitan en él y por discernir sus valo- res culturales, pues estamos convencidos que es desde dentro de una determinada cultura desde donde se anuncia y recibe el Evangelio. Estrechamos vínculos de fraternidad y de cooperación con el clero diocesano y con los agentes pastorales de la misma zona en que nos encontramos: parroquia, arciprestazgo, vicaría, diócesis; y del mismo sector en que trabajamos: educación, catequesis, liturgia, «cáritas», jóvenes... Favorecemos la confianza recíproca, la solidaridad apostólica y la concordia fraterna  48. 46 VFC, 58. 47 MR, 14. 48 Cfr. MR, 37. 27

Prestamos gustosos todos los servicios que podemos y estamos siem- pre dispuestos a colaborar en el trabajo común con cuantas personas, grupos y entidades del territorio nos necesiten, deseosos de hacer el mayor bien a todos, acelerando de este modo la venida del Reino de Dios, que es un reinado de amor y solidaridad. 39. Nuestra inserción en la Iglesia local no nos lleva a perder la pers- pectiva de universalidad, sino que desde ella nos abrimos a toda la Iglesia y al Instituto. Huimos tanto del aislamiento de nuestra comuni- dad respecto a la Iglesia particular, como de su absorción práctica en el ámbito de la Iglesia local  49. Sólo desde una precisa identidad caris- mática podemos insertarnos en la «pastoral de conjunto» sin perder nuestra propia naturaleza. El enriquecimiento mutuo pide dar y reci- bir. Nuestro Instituto ejerce su misión en comunión con la Iglesia local y la Iglesia universal. Intenta armonizar la adecuada coordinación con los planes pastorales de la diócesis y otras instancias eclesiales, con una relativa autonomía, de acuerdo con Vita Consecrata: «Se reconoce a cada uno de los Institutos una justa autonomía, gracias a la cual pue- den tener su propia disciplina y conservar íntegro su patrimonio espiri- tual y apostólico. Cometido del Ordinario del lugar es conservar y tutelar esta autonomía»  50. En ocasiones pueden surgir tensiones entre la comunidad, la Iglesia local y la Iglesia universal. Ya el H. Gabriel lo sufrió en su propia vida, teniendo que superar muchas dificultades e incomprensiones. Aun en medio de situaciones conflictivas, manifestó siempre un profundo sentido eclesial, ofreciendo su colaboración generosamente, pero manteniendo su identidad carismática. Estuvo constantemente unido a 49 Cfr. VFC, 60. 50 VC, 48. 28

su Iglesia local y a su obispo, Mons. Devie. Manifestó su adhesión a la Iglesia universal, apresurándose a pedir la aprobación de su Instituto naciente a Gregario XVI, sucesor de Pedro, centro de la comunión eclesial. Le prometió perpetua fidelidad, en nombre de todo el Institu- to  51. Nos parece significativo el paralelismo que establece entre la barca de la Iglesia y la barquilla del Instituto: «En sentido figurado, tenemos que decir, queridos Hermanos, que, a pesar de nuestra debilidad, Dios ha querido confiarnos una navecilla que está también colocada en medio del tempestuoso mar de este mundo (... ). También la Iglesia está amenazada. Debemos, pues, rezar por ella ya que es nuestra madre y debemos per- manecer siempre unidos a ella. Transmitid estos mismos sentimientos a la juventud que se os ha confiado para prevenirla contra las falsas doc- trinas. Sin esta unión a la Iglesia, nosotros mismos temeríamos por la navecilla en la que estamos y cada uno debería temer por su propia sal- vación. Proclamemos, pues, nuestra adhesión a la Iglesia diciendo: (... ) Ten en cuenta, divino Salvador de las almas, que lo que sufre tu esposa, la Iglesia, lo sufro yo también personalmente»  52. 2.8 ANIMACIÓN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA MEDIANTE LA EDUCACIÓN, LA CATEQUESIS Y LA LITURGIA 40. La intuición fundamental del H. Gabriel, que empieza ya a poner en práctica en su pueblo natal, en su edad juvenil, es la siguiente: el 51 Cfr. PE, p. 21. 52 Circular del 5 de agosto de 1862, Circ. pp. 317-319. 29

Hermano es, ante todo, un animador de la comunidad cristiana (Cfr. n 13 y 14). Lo que importa, en definitiva, es la construcción de la comuni- dad. A esta finalidad van dirigidos los diferentes servicios que realiza: maestro, catequista, sacristán, cantor, administrador parroquial... El objetivo es único: dinamizar la comunidad cristiana local, ayudando a los seglares a que tomen conciencia de su vocación y a que realicen la misión que como bautizados les corresponde. A ello les estimula con su ejemplo y con su palabra cercana, no desde una posición de autori- dad sino desde su misma situación laical compartida. Hasta los empleos más humildes cobran todo su sentido al verse en- globados dentro de este proyecto único y maravilloso de la construc- ción de la comunidad en todas sus dimensiones, desde las más terrenas hasta las más espirituales. Aplica la imagen paulina del cuerpo místico: los miembros son muchos, pero uno solo es el cuerpo. Intere- sa que cada uno, desde su propia identidad, aporte cuanto pueda al bien del conjunto: «Hay diversidad de ministerios pero uno solo es el Señor, hay diversidad de operaciones, pero uno solo es Dios que obra todo en todos. A cada uno se le ha dado una manifestación particular del Espíritu para la utilidad común» (1 Cor 12, 4-7). 41. El H. Gabriel eleva a categoría característica del Instituto este espíritu de cuerpo y de familia. Al describirlo dice, entre otras cosas: «Los Hermanos se entregan a los cometidos más humildes y penosos y rivalizan por ser los más humildes, los más caritativos y los que más trabajen por Dios y la Comunidad»  53. Nuestras Constituciones aplican explícitamente la imagen paulina del cuerpo al Instituto y afirman que en él hay diversidad de miembros, de dones y funciones, todos ellos 53 Circ. del 2 de julio de 1864, p. 349. 30

unidos por la caridad. Y continúa: «Cada uno contribuye a realizar la misión eclesial del Instituto si trabaja conforme a la obediencia, sean cuales fueren el lugar y la clase de trabajo que haga»  54. En este contexto queda también subrayado el gran valor apostólico de los miembros enfermos o ancianos del Instituto. Si asumen las limi- taciones propias de sus dolencias o de su edad unidos a Cristo, si mantienen viva la alegría, el amor y la esperanza, si continúan culti- vando su oración y creciendo en la verdadera sabiduría, entonces son un gran apoyo para los demás y una fuente incalculable de fecundidad espiritual. «Los Hermanos enfermos o ancianos participan plenamente en la misión del Instituto por su testimonio, sufrimientos y oración»  55. Sólo una vez que ha quedado suficientemente destacada la unidad ra- dical de la misión del Instituto, las Constituciones diversifican la acti- vidad apostólica trazando sus tres grandes líneas actuales, que desa- rrollaremos más abajo: educación cristiana, catequesis y liturgia: «Fieles a la historia del Instituto y al magisterio cae la Iglesia, compar- tiendo el carisma del Fundador, los Hermanos están abiertos a las nece- sidades de la Iglesia local. Participan en su pastoral principalmente por medio de la educación cristiana, de la catequesis y de la animación litúrgica»  56. 54 C 121. 55 PVI de 1995, III, 4d. 56 C 16. 31

2.9 CON ESPÍRITU MISIONERO 42. El apostolado lo realiza el Instituto tanto en países de larga tradi- ción cristiana, como en lugares donde aún no ha sido proclamado el Evangelio. Toda la Iglesia es misionera y evangeliza en los cinco con- tinentes. El amor del H. Gabriel hacia Cristo no conocía fronteras. Soñó ilusionado con enviar a sus Hermanos a evangelizar a pueblos que aún no habían oído hablar de Jesucristo. Hizo todo lo posible por llevar la Congregación a Estados Unidos. Apoyó con entusiasmo la fundación de ultramar, aunque diversas circunstancias frustraron su proyecto  57. 43. Esta inquietud misionera queda recogida en las actuales Consti- tuciones: «Los Hermanos conservan vivo y operante el espíritu misione- ro, heredado de su Fundador. De acuerdo con la obediencia permanecen disponibles a las llamadas de la Iglesia y se esfuerzan por estar presentes allí donde el Evangelio no haya sido anunciado suficientemente to- davía»  58. 44. Nos congratulamos de la presencia del Instituto en diferentes partes del mundo: Europa, América, Aisia y África, y consideramos co- mo un reto actual, además de la consolidación de las recientes funda- ciones en Ecuador, México, Brasil, Argentina, Costa de Marfil..., la apertura hacia Asia estrechando los lazos con los HSF de Vietnam e iniciando conjuntamente una fundación en Filipinas. Asumimos este desafío impulsados por el mismo espíritu misionero que ha movido a lo largo de la historia del Instituto —y sigue moviendo también hoy— a muchos Hermanos a llevar el Evangelio a países distintos a los suyos de origen. 57 Cfr. PE, pp. 22 y 23. 58 C, 128. 32

45. Toda nuestra actividad apostólica está impulsada por un amor «misionero» itinerante, hecho mandato en el corazón de Cristo: «Id» (Mt 28, 19). Antes de su formulación, Jesús lo había realizado ya con María y José: Belén, Egipto, Nazaret, Jerusalén, son metas en su cami- nar. El comienzo del milenio acentúa el aspecto itinerante de la vida humana, tanto individual como colectiva. Esta peregrinación, María y José la realizan teniendo en medio de ellos a Jesús. Nuestra misión su- braya que también hoy, como hace dos mil años, en nuestro caminar no estamos solos sino que nos acompaña el Dios del éxodo que ha co- locado su tienda del encuentro en medio de nosotros en su Verbo En- carnado. 2.10 CARACTERIZADO POR EL ESPÍRITU DE FAMILIA 46. El Instituto contribuye a realizar el plan de salvación mediante su estilo propio, que es el espíritu de familia  59. El H. Gabriel, llegado al final de su vida, nos lo presenta así: «El espíritu de cuerpo y de familia nace de la caridad y, en consecuencia, de Dios, que es la caridad misma. Los Hermanos tienen un solo corazón y una sola alma; se aman y ayudan mutuamente, comparten las alegrías y las penas, los éxitos y los fracasos de todos; las atenciones recíprocas y una entrañable fraternidad unifi- can los espíritus y caracteres más diversos; lo que es de uno pertenece a todos y dejan de tener sentido las palabras «mío» y «tuyo»; cada uno se considera menos que los otros y Dios reina sobre todos»  60. El «Dios que 59 Cfr. C, 11. 60 Circ. núm. 21, del 2-7-1864. 33

reina sobre todos», la «venida del Reino de Dios a nosotros», es la fina- lidad de la misión del cristiano, de nuestra misión. Los Hermanos que- remos ayudar a que Dios reine en el hombre de hoy, mediante nuestro estilo propio. 47. Hermanos y seglares nos movemos impulsados por el espíritu de familia, por la sabiduría del amor, encarnada en la sencillez de la vida ordinaria y en nuestra misión ante los demás. La tradición del Instituto ve reflejado este espíritu en las virtudes que el H. Esteban —quinto sucesor del H. Gabriel en la dirección general del Instituto— presenta en sus escritos, como las «pequeñas virtudes nazarena». El H. Lino da Campo desglosa este estilo propio, que define como la «sabiduría del amor», en las siguientes virtudes: «Acogida, ayuda recíproca, alegría, amabilidad, amistad, amor, armonía, caridad, castidad, celo apostólico, colaboración, compromiso, comunicación, comunión, comprensión, con- fianza, contemplación, conversión, corresponsabilidad, constancia, deli- cadeza, diálogo, discernimiento, discreción, disponibilidad, don de sí, edificación, escucha, entrega, fidelidad, fraternidad, generosidad, hospi- talidad, humildad, iniciativa, justicia, lealtad, mortificación, participa- ción, perseverancia, promoción del otro, prudencia, responsabilidad, renuncia, respeto, sencillez, servicio, silencio, sinceridad, solidaridad, subsidiaridad, trabajo, unión, votos ... »  61. 48. El H. Gabriel aplica también este espíritu de familia al ámbito de los seglares. Así, en el prólogo al Manual de los cofrades de Santa Ana, asociación de laicos que él fundó en Belleydoux, escribe: «El espíritu de la religión católica es un espíritu de unión y de caridad. Los primeros fieles de la comunidad de Jerusalén no tenían sino un solo corazón y una sola alma, como dice San Lucas (Hech. 4, 22); y en todos las parroquias 61 Cfr. Hacia la espiritualidad Nazarena, Córdoba (Argentina) 1997, p.196. 34

verdaderamente cristianas vemos reproducirse estas santas disposicio- nes. Se forman en ellas asociaciones de fieles cuyos miembros se animan mutuamente a la práctica de la virtud, oran fervientemente unos por otros y realizan otros actos de piedad que les son útiles durante la vida y después de la muerte»  62. 49. En todos los ámbitos de nuestra misión: escuelas, parroquias, grupos juveniles, actividades deportivas y de tiempo libre... tendemos a reproducir el modelo de la primera comunidad cristiana, que respiraba el espíritu de familia y de unión, haciendo exclamar a quienes la con- templaban: «Mirad cómo se aman». Religiosos y seglares queremos ex- tender por todas partes la civilización del amor. Nuestra presencia quiere contribuir a purificar y evangelizar las situaciones y contextos en que nos encontramos: • Ante la democracia y el pluralismo, aportamos una actitud aco- gedora, dialogante y abierta. • Ante un mundo de relaciones superficiales, establecemos sólidos vínculos interpersonales fraternos, ofrecemos espacios de comu- nión auténtica, creamos verdaderas comunidades cristianas. • Ante una cultura individualista y consumista, mostramos solida- ridad, desprendimiento y austeridad. • Ante un clima hedonista que ignora los verdaderos valores, somos testigos de las virtudes y auténticos valores del Reino. • Ante el cambio, el progreso y la aparición de nuevas culturas, in- tentamos conocer la nueva realidad que está surgiendo, para evangelizar desde ella. • Ante el desarrollo incontrolado de la técnica, la amenaza de la con- taminación del medio ambiente, de la explotación irracional y des- 62 Cfr. MCSA, p. 1. 35

tructora de la Naturaleza, recordamos que el hombre debe ser su custodio inteligente y que su tarea consiste en hacer de todo el planeta la casa habitable de la gran familia humana  63. 2.11 IDENTIFICADOS CON LA SAGRADA FAMILIA QUE EN NAZARET REZABA, TRABAJABA Y AMABA 50. Hermanos y seglares consideramos como especialmente dirigidas a nosotros las palabras de Juan Pablo II en la exhortación postsinodal Vita Consecrata: «Cercana a Cristo, junto con José, en la vida oculta de Nazaret, la Virgen María es maestra de seguimiento incondicional»  64. María y José ofrecen su vida por Cristo, tanto en las circunstancias or- dinarias de cada día, como cuando situaciones especiales lo requieren; así sucede, por ejemplo, en la huida a Egipto. Cooperan con Jesús en la salvación del mundo. Hoy, la relación íntima con Jesús, María y José es para nosotros un medio privilegiado para ser fieles a la vocación reci- bida y una ayuda eficaz para vivirla en plenitud  65. 51. Nazaret es nuestro modelo y nuestra fuerza. Estamos llamados a actualizar y prolongar el dinamismo familiar de Nazaret en la oración, el trabajo y el amor  66. Ahí hallamos: 63 Cfr. Juan Pablo II: Redemptoris hominis, 15. 64 VC, 28. 65 Cfr. VC, 28. 66 Cfr. C, 91. 36

• Un encuentro personal con el Dios encarnado en Jesús. • Un camino para descubrir la presencia de Dios en el trabajo de ca- da día. • Un trato caracterizado por relaciones profundas de fraternidad y familiaridad. • Un clima de paz, causa y efecto de la armonía de las relaciones con Dios, con los hombres y con la naturaleza. 52. Seleccionamos algunos aspectos que, a la luz de Nazaret, tene- mos particularmente en cuenta en nuestra misión de evangelizados y evangelizadores: • Leemos la Palabra de Dios y nuestra propia vida con ojos nazare- nos. • Favorecemos la experiencia de oración fomentando relaciones de familiaridad con Dios. • Construimos día a día la Iglesia-familia, comunidad de comuni- dades, con nuestro testimonio en la comunidad cristiana. • Ejercemos el apostolado «creando lazos» cada vez más humanos y más cristianos, mediante una actitud de servicio y entrega. • Mantenemos una presencia significativa en el mundo que pretende edificar la gran familia de los hijos de Dios  67. 53. De la oración de Nazaret, Hermanos y seglares aprendemos y enseñamos que: • Desde el momento de la Encarnación, todo lugar puede ser «templo de Dios». La casa de Nazaret es morada de Dios porque ahí habita Jesús. En nuestra misión comunicamos el gozo que nos produce el 67 Cfr. AEEN. 37

santificar la creación, el aula, el patio, la capilla, la calle, todo, por- que todo puede llevar a Jesús, que convertía en «morada» de Dios el hogar de Nazaret. • Jesús está con nosotros con una presencia cercana: en el sacra- mento de su Palabra, en la Eucaristía, en la Reconciliación ..., y también y muy especialmente en el «sacramento» del hermano- hombre. • Nuestra oración es el «Padre nuestro», rezado en un tono de sen- cilla familiaridad con Dios y con el hermano. • Es importante dedicar momentos específicos de la jornada a orar. Ellos nos ayudan a vivir todas las horas del día en un estado per- manente de apertura a Dios en lo ordinario de la vida. Sabemos que estos dos aspectos (oración de los labios y oración de la vida) se potencian mutuamente  68. 54. Del trabajo de Nazaret, Hermanos y seglares aprendemos y en- señamos que: • Si para el antiguo Adán el trabajo supone la idea del castigo, con el nuevo Adán, el Hijo encarnado, se reafirma el trabajo como parti- cipación en la actividad creadora de Dios y como medio eficaz para la promoción y liberación del hombre  69. • Jesús, el «hijo del carpintero», aprendió en Nazaret una profesión y sobre todo el oficio imprescindible de hacerse hombre. Ayudamos a que los niños y los jóvenes se abran camino en la vida y lleguen a ser los hombres y mujeres en plenitud que Dios espera que sean. 68 Cfr. H. Lino Da Campo: Entretien familial, nº 171, junio 1996. 69 Cfr. C, 51. 38

• El trabajo, el esfuerzo y el dolor tienen sentido. El Verbo, por su encarnación, se ha hecho especialmente campañero de camino, solidario con todo hombre que suda, labora y sufre. 55. Del amor revelado en Nazaret aprendemos y enseñamos que: • Dios se hace niño por amor al hombre y el hombre responde con amor a Dios humanado. La encarnación se comprende como fami- liaridad entre el ser humano, representado en Nazaret por María y José, y Dios, manifestado en Jesús. • La nueva humanidad es posible porque ahí tenemos al nuevo Adán y la nueva Eva, núcleo de la familia verdadera según el corazón de Dios  70. • La misión nos exige trabajar por la unidad: «Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás conmigo y yo contigo, que también ellos estén con nosotros para que el mundo crea que Tú me has enviado» (Jn  17,  21). La unidad que Jesús ha vivido con María y José debe ser la característica de sus seguidores  71. Para ello es necesario vivir en actitud de diálogo, de reconciliación y apertura, eliminando cuanto pueda suponer división, falta de perdón y egoísmo. 70 Cfr. para este apartado H. Lino Da Campo: Ejercicios, p. 106. 71 Cfr. H. Lino Da Campo: Circular cit. en Nazaret, camino de esperanza, p. 125. 39



3 DESDE LA EDUCACIÓN CRISTIANA


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