3.1 EN UN CENTRO EDUCATIVO QUE TIENE CONCIENCIA DE SU IDENTIDAD ECLESIAL 56. La escuela católica existe para evangelizar. Esta es su finalidad fundamental. Por ello no disminuye su función humanizadora, sino que la potencia. Los documentos de la Iglesia así lo proclaman: la escuela cristiana «es un medio privilegiado para la formación integral del hom- bre» 72, que «entra totalmente en la misión salvífica de la Iglesia y par- ticularmente en la exigencia de la educación de la fe» 73. Es «lugar de evangelización, de auténtico apostolado y de acción pastoral... por la na- turaleza misma de su misión, directamente dirigida a formar la perso- nalidad cristiana» 74. «La escuela católica encuentra su verdadera justificación en la misión misma de la Iglesia» 75. «Está anclada en el Evangelio, de donde le viene su inspiración y su fuerza.» 76 57. «Vita Consecrata», al destacar algunos de los areópagos más im- portantes de la misión de los religiosos en la época actual, señala, en primer lugar, el mundo de la educación: «La Iglesia ha sido siempre 72 Cfr. EC, 8. 73 EC, 9. 74 DRRE, 33. 75 DRRE, 34. 76 DRE, 47. 43
consciente de que la educación es un elemento esencial de su misión. Toda la Iglesia está animada por el Espíritu y con Él lleva a cabo su ac- ción educativa. Dentro de la Iglesia, a las personas consagradas les co- rresponde una tarea específica en este campo... » 77. 58. En este mundo en el que estamos viviendo, sumamente complejo y cada vez más pluralista, en el que conviven en un mismo territorio cosmovisiones muy diferentes, es necesario que la escuela católica acentúe su carácter cristiano frente a otras alternativas. Además, en los países de antigua evangelización, hoy en vías de secularización progresiva, se está produciendo una creciente marginación de la fe cristiana, que está dejando de ser referencia necesaria y luz para la comprensión verdadera de la existencia 78. El contexto sociocultural de hoy amenaza con ocultar el «valor educativo de la escuela católica, en el cual radica fundamentalmente su razón de ser y en virtud del cual ella constituye un auténtico apostolado» 79. Actualmente corremos el riesgo de reducir la educación a aspectos meramente técnicos y fun- cionales, a silenciar los valores —aunque se hable mucho de ellos— tras una capa de ambigüedad, a fragmentar la educación tendiendo a en- cerrar la escuela en un presunto neutralismo que repercute negativa- mente en la formación de los alumnos y que conlleva muchas veces la desaparición de toda referencia religiosa válida. La escuela católica está llamada a recoger hoy todos estos desafíos y a darles respuestas válidas» 80, convencida de que el «misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado»» 81. 77 VC, 96. 78 Cfr. ECUTM, 1. 79 EC, 3. 80 ECUTM, 10. 81 GS, 22. 44
59. Los Colegios del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia comparten gustosos la misión evangelizadora de la Iglesia y quieren ser lugares privilegiados de educación cristiana, respondiendo a los retos actuales con fe, amor y creatividad. Esta dimensión eclesial no constituye una característica yuxtapuesta, sino que es su cualidad propia y específica, el carácter distintivo que anima cada momento de su acción educativa, el elemento esencial de su identidad y el punto fundamental de su misión 82. 60. Existe una gran diferencia entre una escuela cuya enseñanza está impregnada de espíritu cristiano y una escuela que se limita a añadir la asignatura de Religión a la lista de materias escolares como algo su- perpuesto 83. No se trata sólo de enseñar cultura religiosa, sino de ayudar a ser cristianos comprometidos; no se trata de hacer pastoral en la escuela, sino de crear una «escuela en clave pastoral»: hacer del Centro una presencia cualificada de Iglesia evangelizadora, educativa y cristiana. Si Cristo es el fundamento y el fin de la escuela, entonces se puede hablar de educación cristiana; si no, la escuela «puede hablar de Cristo, pero no ser cristiana» 84. 61. Un Colegio Sagrada Familia debe superar los dualismos: aspectos académicos, por una parte; clases de Religión, celebraciones sacra- mentales, campañas, pastoral juvenil.... por otra. Garantizamos la edu- cación verdaderamente integral en todo el proceso educativo: el elemento cristiano constituye su mismo núcleo central, está total- mente inmerso en él. 82 Cfr. ECUTM, 11. 83 Cfr. EC, 43. 84 Cfr. Documento de Santo Domingo: Nueva Evangelización, promoción humana, cultura cristiana (1992), p. 265. 45
El siguiente cuadro señala algunas diferencias entre ambos modelos: PASTORAL EN UN CENTRO EDUCATIVO PASTORAL EN LA ESCUELA. ESCUELA EN CLAVE PASTORAL CONDICIONES Existencia de una Existencia de una estructura escolar comunidad cristiana. FUNCIONAMIENTO Mediante actividades A través de un proceso suplementarias y clases cristiano continuo e de Religión. ininterrumpido. CONTENIDOS Cultura, conceptos Proclamación de mensaje religiosos, lecturas. evangélico, experiencia comunitaria de la fe, celebración litúrgica y compromiso. EVALUACIÓN Mediante trabajos Anuncio vivo de la Palabra, escolares y exámenes. oración, amor a los hermanos, servicio. Pueden hacerse también evaluaciones. INTERRELACIÓN Es una parte del Es un proceso que incluye CON EL PROCESO proceso escolar. el proceso escolar en el ESCOLAR que se encuadra, pero que lo supera ampliamente. 46
62. La educación según nuestro carisma transforma la escuela entendida como mera academia. La valora a partir de la fe: prepara para vivir la identidad cristiana en el mundo y ayuda a los jóvenes a crecer en humanidad bajo la guía del Espíritu. La comunidad educativa se convierte en experiencia de comunión y lugar de gracia, en la que el proyecto pedagógico contribuye a unir en síntesis armónica lo divino y lo humano, Evangelio y cultura, fe y vida 85. 63. Juan Pablo II, haciendo suya la indicación del Sínodo de Obispos, invita a todos los miembros de los Institutos que se dedican a la educación a que sean fieles a su carisma originario y a sus tradiciones, «conscientes de que el amor preferencial por los pobres tiene una sin- gular aplicación en la elección de los medios adecuados para liberar a los hombres de esa grave miseria que es la falta de formación cultural y religiosa...» 86. La educación cristiana ha sido la actividad predomi- nante, aunque no única, en el Instituto ya desde tiempos del Fundador. La escuela combina magníficamente los dos aspectos fundamentales de toda evangelización: promoción humana y anuncio del Evangelio. 64. Nuestras Constituciones 87 nos piden que en el medio escolar: • Nos ocupemos, a la vez, de la educación de la fe y de la formación humana. • Creemos un ambiente de libertad y caridad evangélicas. • Orientemos los valores de la cultura en orden al anuncio de la sal- vación. 85 Cfr. VC, 96. 86 VC, 97. 87 Cfr. C, 124. 47
• Ayudemos a los alumnos a conseguir la unidad viva entre cultura y fe. • Facilitemos a los jóvenes su encuentro personal con Cristo, para que alcancen así su plenitud humana. • Contribuyamos a que sean apóstoles comprometidos en la edifica- ción del mundo según el Evangelio. 65. Al hacerlo así, prolongaremos la intuición profunda que el Señor inspiró al H. Gabriel para él y para todos cuantos con el correr del tiempo se unieran a su Instituto, directa o indirectamente. Gabriel se sintió llamado por el Señor a través de las necesidades que presencia- ba y quiso atenderlas ya desde su juventud. En su misma casa paterna abrió una escuela para educar a los niños de su pueblo. Ya desde muy joven había comprendido el amor inmenso que el Señor tiene por to- dos los hombres, particularmente por los niños, «y desplegaba un celo infatigable para salvar las almas, tan queridas por Dios» 88. Ejerció el magisterio en Saint-Claude, donde por el abandono de sus compañeros se quedó solo con un Hermano, debiendo atender a casi trescientos alumnos y el servicio de la catedral 89. En Jeurre tuvo un gran éxito como maestro y catequista, consiguiendo que los fieles vol- vieran a su legítimo pastor 90, objetivo fundamental de su nombra- miento para aquella misión. Después acepta la donación de un monas- terio en Courtefontaine y abre una escuela, pero el número reducido de alumnos y la falta de recursos le recomendaron regresar a la dió- cesis de Belley. Prestó luego sus servicios de maestro y catequista en Châtillon-les-Dombes, en Hauteville y en Belmont, en cuya casa- escuela y noviciado nacerá definitivamente el Instituto. 88 Cfr. PE. p. 70. 89 Cfr. Reseña Histórica, en Circ., p. 367. 90 Cfr. PE. p. 15. 48
A lo largo de todos estos años y a pesar de los cambios de lugar, hay una constante en su ministerio que él describe con sencillez hablando de Belleydoux, pero que perfectamente podemos aplicar también a su etapa posterior: «Fui elegido para llevar a cabo la misión de maestro, cantor y sacristán. Era una misión muy modesta en verdad. Pero a mí me encantaba de tal manera que no la hubiera cambiado por el cetro o la mitra» 91. 66. Desde el final de sus días contempla toda su existencia y resume así lo fundamental de su proyección apostólica: «Esas mismas funcio- nes debía continuarlas un día y enseñarlas a otros, más como fruto de mi larga experiencia que de mi capacidad intelectual» 92. Palabras éstas que revelan tanto la humildad del H. Gabriel como la rica experiencia desde la que habla constantemente. Ya Fundador se preocupa de que los novicios adquieran la preparación necesaria para su misión, que los Hermanos tengan la titulación oficial y que se dediquen totalmente al desempeño de su noble tarea. Lo recuerda con frecuencia en las cir- culares que les dirige y les ayuda visitando sus escuelas tantas veces cuantas sus ocupaciones se lo permiten. 67. En el Nuevo Guía presenta las actividades apostólicas a las que se entregan los Hermanos, bajo el significativo título: «Las principales funciones a las que se dedica la Asociación y especialmente las de la enseñanza y los deberes de los Hermanos dedicados a ella». Hablando de los maestros, escribe: «Dedicarse a formar buenos ciudadanos para la sociedad e inteligencias dignas de Dios es, como ha dicho un célebre au- tor, una sublime misión. Quien se entrega a ella responsablemente es el hombre más grande del país y el más noble a los ojos de Dios, de la reli- 91 Reseña Histórica, en Circ., p. 365. 92 Reseña Histórica, en Circ., p. 365. 49
gión y de la humanidad (...). Se puede decir que ninguna misión es más noble aquí en la Tierra que la de actuar sobre el espíritu humano trans- mitiéndole la luz, la verdad y la virtud. Estimamos a un gran pintor o a un hábil escultor, pero ¿qué es su arte al lado de quien trabaja, no con la tela o el mármol, sino con las inteligencias? 93 68. Entre los cometidos del educador cristiano, el H. Gabriel destaca el de «iluminar con sus lecciones, dar a conocer las verdades eternas, educar los corazones en la virtud», en los verdaderos valores, siendo así constructores de felicidad. Concluye afirmando que «después del sacerdocio, no hay vocación más bella que la de educar a la juventud». Refiriéndose a su Instituto y generalizando, afirma que «la misión que Dios ha confiado a las Congregaciones religiosas de la enseñanza es muy grande y muy difícil y que merece una gran recompensa, pues ya la Es- critura dice: \"Bienaventurados los que hayan enseñado a los que no sa- ben porque brillarán como estrellas en el cielo» 94. Es preciso reconocer que ya en tiempo del Fundador y durante toda la historia del Instituto, la educación cristiana ha sido la actividad preponderante en el mismo. En muchos casos ha sido y sigue siendo la base desde la que se ejercen las demás. Esto no va en detrimento de las otras actividades, como luego indicaremos. 69. Antes de concluir este apartado, queremos citar dos aspectos que consideramos de gran importancia hoy y que desarrollamos en otros lugares: la misión compartida y la atención a los más necesitados. Conforme al ideal del H. Gabriel de hacer de la escuela una gran familia a la que se alegren de pertenecer tanto los educadores como los 93 NG, art. 637. 94 NG, art. 638. 50
alumnos y sus padres, nuestros colegios expresan su deseo de avanzar en la línea de la misión compartida, formando una comunidad educa- tiva cada vez más unida entre Hermanos, educadores seglares, alum- nos, padres y personal no docente. Nos complementamos unos a otros. Fomentamos unas relaciones inspiradas en Nazaret y vivimos los valo- res evangélicos que queremos transmitir en nuestra educación. Crea- mos un clima de aceptación mutua y de ayuda recíproca, donde los fuertes apoyan a los débiles. Aquí tiene total aplicación cuanto dijimos anteriormente, en 2.2. Educamos para la solidaridad. Promovemos la sensibilización ante las necesidades materiales, culturales y espirituales de la Humanidad. Es- timulamos al compromiso para atender situaciones cercanas de po- breza. También desde nuestras escuelas, en la medida de lo posible, prestamos una atención especial a los más necesitados. Desarrollare- mos este tema más adelante 95. 3.2 QUE CUENTA COMO AGENTES FUNDAMENTALES DENTRO DE LA COMUNIDAD EDUCATIVA CON... 70. Nuestras Constituciones nos piden que «para cumplir la misión, los Hermanos trabajemos en la formación de una verdadera comunidad educativa con alumnos, antiguos alumnos, padres, profesores y cuantos participan en la educación» 96. Detengámonos en cada uno de estos 95 Cfr. Apartado 4.5. 96 Cfr. C, 127. 51
grupos y veamos algunos de los cometidos más importantes que co- rresponden a cada uno de ellos en estos momentos históricos: 3.2.1 LA COMUNIDAD RELIGIOSA, TESTIGO DEL CARISMA DEL INSTITUTO Y ANIMADORA DEL PROYECTO EDUCATIVO 71. Juan Pablo II proclama que las personas consagradas estamos en condiciones de llevar a cabo en la escuela una acción particularmente eficaz, potenciando las iniciativas de los demás educadores y edu- cadoras, por las siguientes razones: • Por nuestra especial consagración. • Por la peculiar experiencia de los dones del Espíritu. • Por la escucha de la Palabra. • Por el ejercicio del discernimiento. • Por el rico patrimonio de las tradiciones educativas acumuladas a través del tiempo por el Instituto. • Por el profundo conocimiento de la vida espiritual 97. Estos argumentos deben ser para nosotros objetivos a conseguir cada vez más, de tal manera que su puesta en práctica nos ayude a encarnar en nuestras escuelas al Jesús que acogía a los niños y los bendecía. 72. Seremos fieles a nuestra misión en la Iglesia y en el mundo, en la medida en que nuestras vidas sean coherentes con la Palabra que transmitimos. Nuestra profecía tendrá entonces una gran fuerza per- suasiva. Así podremos enriquecer a los demás miembros de la comu- nidad educativa con los bienes carismáticos recibidos. Por nuestra 97 Cfr. VC, 96. 52
parte nos dejaremos interpelar por las voces proféticas que nos ven- gan de otros grupos eclesiales 98. 73. En los momentos actuales no faltan las dificultades que proceden tanto de la disminución numérica de vocaciones a la vida consagrada, como de la difusión de graves incomprensiones que pueden llevar al abandono de la misión educativa. Ante ello la Congregación para la Educación Católica afirma rotundamente que la intuición fecunda de los santos Fundadores demuestra mejor y más radicalmente que cual- quier otro razonamiento, la falta de fundamento y lo precario de las afirmaciones de quienes sostienen que es difícil compaginar hoy la vi- da religiosa con la misión educativa. Nuestra presencia de consagrados es indispensable en nuestras comunidades educativas porque estamos llamados a ser ejemplo de cómo «darnos» sin reserva y gratuitamente al servicio de los otros en el espíritu de la consagración religiosa 99. El argumento nos está urgiendo a un compromiso fuerte de generosidad y entrega. 74. Nuestros centros educativos ofrecen una riqueza de diversos modelos de identificación respecto a la vocación cristiana: «La escuela católica, como comunidad educativa que tiene como suprema aspiración la de educar en la fe, será tanto más apta para cumplir su misión cuanto más represente la riqueza de la comunidad eclesial. La presencia si- multánea en ella de sacerdotes, religiosos y laicos, constituye para el alumno un reflejo vivo de esta riqueza que le facilita una mejor asimila- ción de la realidad de la Iglesia... El religioso es testigo sobre todo del espíritu innovador de las bienaventuranzas, de la continua llamada al 98 Cfr. VC, 85. 99 Cfr. ECUTM, 13. 53
Reino como única realidad definitiva, del amor a Cristo y a los hermanos como opción total de vida» 100. 75. En cada uno de nuestros centros, la comunidad religiosa es el marco de referencia vital para el «ser y actuar» de toda la comunidad educativa. Ejerce una función esencial e insustituible: ser memoria y presencia del carisma del H. Gabriel, siempre vivo y actual. Cada Her- mano de la Sagrada Familia es testigo y profeta, no un mero profesional de la enseñanza. 76. Entre las tareas evangelizadoras de la comunidad local no pueden faltar las siguientes: • Inspirar y animar el Proyecto Educativo, asegurando la coherencia al servicio de la educación total. Ayudar a integrar los diversos ele- mentos: transmisión de conocimientos, educación en valores, diá- logo fe-cultura-vida y la catequesis explícita, superando la dicotomía ente lo escolar y lo extraescolar, lo intelectual y lo pas- toral. • Garantizar las líneas de acción formativa, académica, evangeliza- dora y pastoral, a todos los niveles: alumnos, profesores, padres y exalumnos. Contribuir a que todos asuman el papel que les corres- ponde en la misión compartida. • Crear un ambiente animado por el espíritu de familia que invite a la comunión y a la participación. Ser una presencia cercana y amiga para los profesores y alumnos, sabiendo que no es suficiente con querer a todos sino que además hemos de hacérselo saber, de- mostrándoselo con los hechos de cada día 101. 100 LCT, 43. 101 Cfr. VC, 96. 54
• Favorecer la participación de los colaboradores, ofreciendo pues- tos de responsabilidad a quienes tengan en grado suficiente: cuali- dades, preparación e identificación con el carisma. • Animar el proceso de crecimiento de la comunidad cristiana en el Centro. • Ser modelo de cómo integrar la oración y el trabajo, compartiendo la plegaria con los seglares y especialmente la Eucaristía. • Servir de puente entre el Colegio, la Congregación y la Iglesia Local. 3.2.2 LOS EDUCADORES, CONSCIENTES DE EJERCER UN MINISTERIO ECLESIAL 77. Una sociedad secularizada tiende a rebajar la mística vocacional del educador y a eliminar su dimensión apostólica. Crea un dualismo: separa a la persona de la función que desarrolla, sin que el hacer im- plique al ser. El profesor es simplemente un enseñante, un transmisor de conocimientos y nada más. La Escuela Católica en los umbrales del tercer milenio reconoce que hay una creciente dificultad en el con- texto actual para hacer compatible ser profesor con ser educador 102, lo lamenta y pide su superación. En esta situación, se corre el riesgo siguiente más o menos acentuado: los aspectos cristianos se confían a determinadas personas: religiosos, catequistas y laicos comprometi- dos. Las demás, a nivel de valores cristianos, presentan un estilo de vi- da ambiguo, indiferente o incluso contradictorio. Se rompe así la síntesis fe-cultura-vida en su mismo eje: el educador. Se le vacía de un aspecto esencial de su identidad. Es preciso insistir sobre la necesidad de vencer este desafío: «El educador laico ejerce un trabajo que tiene 102 Cfr. núm. 6. 55
innegablemente un aspecto profesional, pero que no puede reducirse a él. La profesionalidad está incluida y asumida en la sobrenatural vocación cristiana ... » 103. 78. Hoy, en una eclesiología de comunión y participación, la Iglesia invita a todos los fieles a ser responsables y agentes activos en la evangelización: pocos católicos estamos tan cualificados como los educadores para conseguir el fin de la evangelización, que es la encarnación del mensaje cristiano en la vida del hombre 104. Ya el Va- ticano II nos recordó a los maestros que de nosotros depende en gran parte el que la escuela católica pueda conseguir sus objetivos. El Sa- grado Concilio declara que la función de los maestros cristianos «es verdadero apostolado, muy conveniente y necesario también en nuestro tiempo, constituyendo a la vez un verdadero servicio prestado a la socie- dad» 105. 79. Es importante y urgente que los educadores cristianos adquira- mos y cultivemos nuestra conciencia ministerial: «El educador laico católico es aquél que ejercita su ministerio en la Iglesia viviendo desde la fe su vocación secular en la estructura comunitaria de la escuela» 106. No basta una formación intelectual o pedagógica; ni tampoco es sufi- ciente una formación teológica; es necesario, sobre todo, que los edu- cadores seamos conscientes de la vocación y misión que hemos recibido. 103 LCT, 37. 104 Cfr. LCT, 24, 31. 105 GEM, 8. 106 LCT, 24. 56
80. En relación con la identidad ministerial está la función de Media- dor, que hemos de cultivar progresivamente, sobre todo en los si- guientes aspectos. Como educadores cristianos somos: • Mediadores entre el Mensaje cristiano y el educando. Esta media- ción la realizamos con el propio testimonio y la disposición favora- ble a orar con nuestros alumnos. Como guías y acompañantes de los alumnos, les ayudamos a ir avanzando en su proceso de madu- ración humana y cristiana, con una presencia cercana y estimulan- te. • Mediadores en el diálogo fe-cultura. Esto nos exigirá a los edu- cadores una formación permanente para poder hacer una lectura cristiana de la cultura actual en estrecha colaboración con nues- tros compañeros de otros departamentos y del claustro entero. • Mediadores entre la comunidad cristiana y los jóvenes. Los edu- cadores sabemos que somos representantes de la comunidad cris- tiana en cuyo nombre formamos, y obramos en consecuencia superando todo individualismo. 81. Los educadores cristianos vivimos nuestra identidad en relación con la comunidad cristiana: aceptamos gustosos el hecho de que so- mos convocados por la Iglesia, enviados para ampliar la Iglesia y vivi- mos nuestro ministerio en la Iglesia. Señalamos algunos cometidos concretos: • Asumir vitalmente el proyecto educativo cristiano del colegio. • Ejercer el ministerio laical de manera que facilitemos a los alum- nos la síntesis fe, cultura y vida. • Mostrar una firme decisión de servir a la Iglesia y a la sociedad partiendo de la fe cristiana. • Contribuir con nuestro testimonio y aportación personal a trans- formar la comunidad educativa en comunidad cristiana. 57
82. Todo esto no va en contra de la profesionalidad ni de la calidad de la enseñanza, sino que, por el contrario, las exigen previamente, como condición necesaria e imprescindible. Señala el H. Gabriel que el «deber principal del educador es el de dar a los niños una buena educa- ción» 107. El amor al trabajo es un elemento esencial en la casa taller de Nazaret y en la vida del H. Gabriel. Hablando de la educación intelec- tual, nos pide nuestro Fundador que desarrollemos en los alumnos el «amor al estudio», que mantengamos su atención haciendo atractivas las lecciones; que desarrollemos su capacidad de juicio mediante la observación de los hechos» 108. Tratamos de enseñárselo a los alumnos —en este campo como en los demás— con nuestro ejemplo 109 y nues- tra palabra. 83. Esto nos exige a los educadores cosas tan concretas como: • Una preparación cuidadosa de nuestras clases y actividades. • Corrección de las tareas y ejercicios de los alumnos. • Programación y evaluación de las materias. • Apoyo complementario para los alumnos que presentan especiales dificultades. 84. A través de una pedagogía del esfuerzo, intentamos que los jóve- nes adquieran un carácter y una voluntad firmes, una conciencia moral equilibrada y valores sólidos en los que fundamenten sus vidas. Les es- timulamos a que aprovechen el tiempo, a que cultiven al máximo los talentos y las cualidades que han recibido, a que se venzan a sí mismos para favorecer el sentido de cooperación con los otros, que consideren 107 Cfr. NG, art. 643. 108 Cfr. NG, art. 645. 109 Cfr. NG, art. 648. 58
su trabajo actual y su profesión futura con espíritu de servicio hacia los demás. 85. Los educadores consideramos como una necesidad la formación permanente a través de la cual conseguimos la actualización académi- ca en las materias que impartimos, mejoramos continuamente nues- tros propios métodos y utilizamos los medios que nos ofrecen las ciencias y las técnicas educativas 110. En la formación continua pro- fundizamos también en nuestra identidad y en todo lo que significa, hoy y aquí, ser educador cristiano en un «Colegio Sagrada Familia». 3.2.3 LOS ALUMNOS, EVANGELIZADOS Y EVANGELIZADORES 86. Tradicionalmente los alumnos han sido considerados como suje- tos pasivos de la educación. Hoy hemos de cambiar de óptica y pasar de verlos como meros receptores a tratarlos como protagonistas de su propia formación 111. También consideramos que pueden ejercer una influencia positiva respecto a los demás. Ellos están llamados a ser evangelizados, sí; pero además a ser evangelizadores de su familia, de sus compañeros y de cuantos les rodean. Juan Pablo II incluye también a los niños entre los «obreros de la viña del Señor» 112 manifestando así que ellos contribuyen también a la edificación de la Iglesia y a la hu- manización de la sociedad, a la santificación de sus padres y a la cons- trucción de la «Iglesia doméstica». Ahí tenemos unas enormes posibilidades para nuestra acción de cara a los nuevos tiempos. Ya lo intuyó nuestro H. Gabriel, cuando entendió que valía la pena dedicar 110 Cfr. C, 119 y 120. 111 Cfr. PEHSF, p. 34. 112 Cfr. ChL, 47. 59
toda la vida a la educación cristiana de los niños como medio de cons- truir la Iglesia y de mejorar el mundo, «formando buenos cristianos y buenos ciudadanos». 87. A menudo los jóvenes son llamados «Esperanza de la Iglesia». Y es verdad. Pero nosotros les consideramos también, ya mientras son niños y jóvenes, constructores actuales de la Iglesia, agentes de su propio crecimiento y del de sus compañeros. Juan Pablo II se expresa así: «Los jóvenes no deben ser considerados simplemente como objeto de la solicitud pastoral de la Iglesia; son de hecho y deben ser animados a serlo, sujetos activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social» 113. 88. En esta época de cambio, la situación de los niños y de los jóvenes no es fácil, sino que se presenta como muy problemática en bastantes lugares del planeta. La Congregación para la educación católica afirma: «La escuela católica se ve obligada a relacionarse con adolescentes y jó- venes que viven las dificultades de los tiempos actuales. Se encuentra con alumnos que rehuyen el esfuerzo, incapaces de sacrificio e incons- tantes y carentes, comenzando a menudo por sus familiares, de modelos válidos a los que referirse. Hay casos cada vez más frecuentes en los que no sólo son indiferentes o no practicantes, sino faltos de la más mínima formación religiosa o moral. A esto se añade en muchos alumnos y en las familias un sentimiento de apatía por la formación ética y religiosa, por lo que al fin, aquello que interesa y se exige a la escuela católica es sólo un diploma o a lo más una instrucción de alto nivel y capacitación pro- fesional» 114. Afortunadamente, no todos los jóvenes son así. Suele ha- ber en todos los lugares un grupo más o menos numeroso que 113 ChL, 46. 114 ECUTM, 6. 60
sintoniza con el mensaje de Jesucristo, que acepta activamente el «ser evangelizador y que está dispuesto a colaborar en la evangelización de los demás. Adoptamos una óptica nueva: consideramos que la educa- ción no es sólo para los jóvenes, sino también a partir de y con los jó- venes. Evangelizamos a los jóvenes a través de los mismos jóvenes. 89. Para conseguir que las nuevas generaciones se comprometan en la nueva «civilización del amor» será necesario que las acompañemos a recorrer un camino marcado por: • «Una impronta de santidad»: sin ella, la palabra no abrirá el co- razón de las personas de hoy 115. • La oración y la contemplación: capacidad de silencio y de desierto como medio para encontrarse personalmente con Jesucristo en- carnado. • El gozo y la esperanza: el mundo cree en la alegría serena y pro- funda. • Una comunión eclesial profunda, educando en una fidelidad crea- tiva. • El espíritu de presencia, viviendo una actitud misionera: no for- mando grupos aislados, sino ayudándoles a ser fermento que se encarna en la masa con dinamismo evangelizador. 90. Es necesario mantener la opción preferencial por los jóvenes, pero sabiendo que esto requiere una línea de acción con los jóvenes: queremos hacer realidad la evangelización con ellos, potenciando el apoyo mutuo en diálogo abierto entre los jóvenes, los evangelizadores adultos y la comunidad educativa. Facilitamos el que los alumnos ma- yores y los antiguos alumnos asuman el rol de catequistas. Confiamos 115 EN, 76. 61
en ellos, les acompañamos en su proceso de maduración con nuestra palabra estimulante y formativa. Estamos convencidos de que evange- lizaremos en la medida en que hayamos hecho de nuestros alumnos verdaderos evangelizadores. 3.2.4 LA FAMILIA, COMPROMETIDA ACTIVAMENTE 91. La situación que ofrece hoy la familia es muy compleja, tal vez más que en ningún otro momento de su historia milenaria 116. Algunos indicadores significativos: unión libre, divorcio fácil, aborto legaliza- do... El documento La escuela católica en los umbrales del tercer milenio aplaude la contribución de la escuela católica a la pastoral familiar «subrayando la prudente labor de inserción en las dinámicas educativas entre padres e hijos y, muy especialmente, el apoyo sencillo y profundo, lleno de sensibilidad y delicadeza, ofrecido a las familias “débiles” o “rotas”, cada vez más numerosas» 117. 92. Sabemos que los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, y que tienen el derecho a elegir el tipo de edu- cación que prefieran para ellos. Son sus principales educadores, y la elección de un determinado tipo de escuela no debe suponer la dele- gación de su responsabilidad educativa 118. El hogar cristiano es la es- cuela natural de la fe, la «Iglesia doméstica». En la familia los padres son los primeros evangelizadores. 116 Cfr. Puebla, 571 y ss. Documento de Santo Domingo: Nueva evangelización, promoción humana, cultura cristiana (1992), 9, 297. 117 N, 5. 118 Cfr. PEHSF, p. 35. 62
93. Por desgracia, muchos padres tienden a delegar este deber indeclinable de ser los primeros formadores de sus hijos. Les anima- mos a que asuman verdaderamente sus obligaciones y les ofrecemos ayudas concretas que les comprometan en el proyecto educativo de nuestra escuela 119. Facilitamos en nuestros centros el diálogo con las familias a través de las asociaciones de padres 120, de los órganos de participación previstos en las legislaciones de los diversos países, las escuelas de padres, conferencias, mesas redondas... Potenciamos tam- bién la formación cristiana de los padres, colaboramos en la creación de grupos cristianos de iniciación y profundización en la fe, les abrimos las puertas de las Fraternidades Nazarenas, les ayudamos a participar activamente en la misión compartida, les integramos junto con los Hermanos, profesores y exalumnos, en la comunidad cristiana adulta... 94. La familia es el lugar natural donde el niño comienza a relacio- narse con los otros, consigo mismo, con la naturaleza y con Dios. Más que un centro que enseña, es una matriz que transmite por ósmosis: estilos de vida, comportamientos, actitudes, valores. Por eso la educa- ción y evangelización del niño debe pasar necesariamente por la aten- ción a su familia. Cada vez más se va generalizando la convicción de que la pastoral familiar no es una pastoral más entre otras, sino que debe colocarse en la base de cualquier actividad pastoral. 95. Como en todo proceso educativo, es fundamental partir no de la situación ideal, sino de la realidad. No nos dirigimos sólo a las familias bien constituidas, sino que acogemos a todas y dedicamos especial atención a las que más lo necesitan. Intentamos hacer frente, sobre todo, a los siguientes desafíos: 119 Cfr. ECUTM, 20. 120 Cfr. PEHSF, p. 35. 63
• Ampliar el campo de acción más allá de las familias comprometidas o profundamente cristianas. • Promover la pastoral familiar, viendo a la familia no como personas aisladas sino formando una unidad. Realizar una programación pensada para padres e hijos conjuntamente y teniendo en cuenta el contexto social. • Preparar a los jóvenes para que consideren el matrimonio desde una óptica de fe. • Proponer a la Sagrada Familia como modelo a imitar en su vida de familia. • Acoger con particular solicitud a los hijos cuyas familias tengan graves carencias. 3.2.5 LOS ANTIGUOS ALUMNOS, UNIDOS MÁS ALLÁ DE LAS AULAS 96. La formación cristiana no se acaba en los años de escolaridad. Nuestras obras ponen los medios para prolongar la evangelización más allá de las aulas, en un proceso de maduración y crecimiento en la fe que comprometa toda la vida, tal como indican los documentos con- gregacionales 121. Como queremos servir a la persona y a la Iglesia, no damos por finalizada nuestra relación con los jóvenes al terminar el período escolar, sino que seguimos ofreciéndoles medios para que su proceso de maduración continúe siempre. Las comunidades cristianas de base, las Fraternidades Nazarenas y la incorporación a la comuni- dad cristiana adulta, son medios muy apropiados para continuar cele- brando, reflexionando y viviendo la fe con ellos. 121 Cfr. C, 127. PVI, p. 169. 64
97. Es hermoso contemplar cómo nuestros antiguos alumnos ejercen el ministerio de catequistas, «dando gratis aquello que ellos han reci- bido gratis», y que constituye algo esencial en sus vidas: la fe. Acepta- mos gustosos la ayuda que en cualquier campo nos puedan proporcionar los antiguos alumnos: profesores, catequistas, entrena- dores deportivos, monitores de tiempo libre, asesores culturales, me- diadores entre el colegio y el mundo universitario y laboral... Acogemos con agrado el que enseñen a los niños y jóvenes que les han sucedido en sus aulas lo que ellos mismos aprendieron a su paso por ellas. Nuestros Centros están abiertos siempre para ellos, tanto a la hora de proporcionarles nuestra ayuda desinteresada como de recibir la colaboración que generosamente deseen ofrecernos. También cola- boramos en la celebración de fechas conmemorativas de especial sig- nificación para las diversas promociones que han ido saliendo del Colegio. 98. Invitamos a nuestros antiguos alumnos a que reflejen en sus vidas personales, en sus familias y en sus puestos de trabajo la formación que han recibido, y les ofrecemos gustosos nuestro acompañamiento. 3.3 NIVELES DEL PROCESO EVANGELIZADOR 99. La acción pastoral de nuestras escuelas se desarrolla en varios niveles, atendiendo a la situación en que se encuentran los alumnos, tanto respecto a la fe, como a la maduración de su personalidad (ver el esquema). Las diferentes etapas guardan entre sí una progresión y también una cierta simultaneidad. El tercer nivel afecta a un número más reducido de personas porque implica una aceptación explícita de la fe, mientras que el primero va destinado a muchos más y se inscribe 65
dentro de lo que se llama genéricamente «atención a los alejados». Muchos de los cuales no habían tenido hasta su ingreso en nuestra es- cuela un contacto con el Evangelio. 1º. PERSONALIZACIÓN 2º. DIÁLOGO FE-CULTURA 3º. CATEQUESIS EXPLÍCITA 3.3.1 PRIMER CÍRCULO: PERSONALIZACIÓN 100. El objetivo de este primer círculo es ayudar a pasar de una situación previa de pasividad a una actitud positiva: el muchacho adopta ante el mundo una actitud crítica (aprende a leerlo y a descu- brir su significado) y activa (intenta vivir según unos valores). Propo- nemos un modo de ser y de estar en el mundo, un estilo cristiano que subraya el espíritu de familia ante uno mismo, la naturaleza, la socie- dad y Dios. En el proceso de evangelización este nivel tiene ya un sen- tido en sí mismo, pues pone al ser humano en camino: lo educa en aquellas dimensiones que le permiten profundizar en su propio miste- rio hasta llegar al umbral de la fe. El educador cristiano que trabaja en este nivel está ya desempeñando su ministerio apostólico, porque fa- cilita que su alumno se abra a la fe, al ayudarle a comprender lo que vale su existencia y lo sublime que es su destino humano. 101. La base que favorece la consecución de este objetivo es el am- biente escolar. El Concilio señala como primera nota distintiva de una escuela católica: «Crear un ambiente en la comunidad educativa ani- 66
mado por el espíritu evangélico de libertad y caridad» 122: Libertad, co- mo expresión de la dignidad del ser humano y su capacidad de aper- tura a Dios; Caridad, como síntesis de los valores que permiten experimentar a Dios misma. Nosotros vemos reflejado este ambiente en el hogar de Nazaret, donde se conjuga maravillosamente el respeto al otro con el amor recíproco. Lo resumimos en la expresión «espíritu de familia» 123. Alimentamos este clima sobre todo con nuestra actitud cercana y acogedora de educadores, en las diversas actividades es- colares y extraescolares, y en la organización del centro. Dos aspectos tenemos particularmente en cuenta para una adecuada personalización: 3.3.1.1 Educación en valores 102. Antes de que el joven sienta la necesidad de alguien que le sal- ve, tiene que descubrirse a sí mismo como alguien que necesita ser salvado; tiene que descubrir su propia dignidad como ser humano; ha de reconocer la capacidad de elección y decisión que le caracteriza como persona... Nuestras escuelas católicas desarrollan una pedagogía de los valores que se fundamenta en el respeto al otro, la solidaridad responsable, la creatividad y la interioridad, según la inspiración evangélica del amor cristiano 124. Nuestros centros educan principal- mente en los siguientes valores: amor, justicia, libertad, alegría, paz, igualdad, laboriosidad. 122 GEM, 8. 123 Cfr. PEHSF, p. 32. 124 Cfr. Congreso mundial de la Escuela Católica, Bangkok, 1982. 67
103. Educando en los valores, el colegio Sagrada Familia forma «al hombre desde dentro, lo libera de los condicionamientos que pudieran impedirle vivir plenamente como hombre» 125. Tenemos muy presente las palabras de nuestras Constituciones, dirigidas explícitamente a los Hermanos, pero que también son válidas para los educadores seglares: «Los Hermanos dirigen su acción apostólica a cultivar en el hombre los valores naturales y sobrenaturales de los que Cristo es su fuente y ejem- plo perfecto» 126. A través de los contenidos y actitudes programados para cada nivel y cada materia, a través de las campañas ocasionales, a través de las actividades escolares y extraescolares y a través de las relaciones interpersonales, facilitamos la asimilación y vivencia de es- tos valores. 3.3.1.2 Educación para la utopía 104. Siempre una educación humana debe ser «utópica», pero con mayor razón una educación cristiana. Y esto aún más si cabe en unas fechas tan significativas como son las del comienzo de un nuevo mile- nio. Consideramos como particularmente dirigidas a nosotros, ahora, estas palabras del Vaticano II: «El porvenir de la Humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar» 127. Educar «en la esperanza» o educar «para la utopía» es preparar hombres y mujeres que se nieguen a aceptar la realidad actual como la única posible, y se empeñen en su transformación, sueñen un mundo mejor y trabajen con ilusión y te- nacidad por conseguirlo. Preparamos aquí, desde ahora, «los cielos nuevos y la tierra nueva». 125 Cfr. EC, 29. 126 C, 119. 127 GS, 31. 68
105. Demostramos en la práctica que no es verdad la acusación que con frecuencia se hace a la escuela católica de reproducir el modelo social en el que está inmersa y preparar a sus alumnos para perpetuar el sistema. Sabemos que «el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno; sino que, por el contrario, les impone como deber el hacerlo» 128. Tene- mos muy en cuenta las palabras de nuestras Constituciones: «Los Her- manos se preocupan de fomentar en los jóvenes los valores cristianos y humanos para construir un mundo más justo y fraterno» 129. 106. Hacemos un esfuerzo por impulsar la educación para la justicia y la solidaridad, a través de programas globales y coherentes que in- cluyan momentos «fuertes» como campañas y jornadas sobre situa- ciones humanas de injusticia y marginación, a través de planificación de experiencias que pongan a los muchachos en contacto con la rea- lidad, a través de compromisos concretos que les lleven gradualmente a una implicación activa en el voluntariado social. Trabajamos desde las tutorías y los departamentos, especialmente desde el de Sociales y el de Religión. 3.3.2 SEGUNDO CÍRCULO: DIÁLOGO FE-CULTURA Dos tareas muy importantes se imponen en este nivel: 3.3.2.1 Evangelización de la cultura 107. La existencia de cualquier tipo de escuela viene justificada por la transmisión de la cultura. También para nuestros centros educativos 128 GS, 34. 129 C, 119. 69
ésta es una obligación primordial. Nosotros, como todas las escuelas católicas, lo hacemos con la transmisión de una cultura abierta a la di- mensión trascendente, desde perspectivas cristianas. 108. La cultura no equivale a un «conjunto de saberes». Nuestras escuelas proporcionan las claves y el discernimiento para que el «sa- ber», unido a las «destrezas» y a los «valores», adquiera sentido y se transforme así en «cultura», capaz de estructurar el pensamiento de la persona. Ésta es una tarea delicada pero irrenunciable. La concreta- mos en cada área de contenidos, para hacer una lectura del mundo como realidad abierta a Dios. La asignatura de Religión propone el sentido cristiano del mundo, del hombre y de la historia, y expone las claves cristianas de interpretación de las experiencias vitales del alumno. 3.3.2.2 lnculturación de la fe 109. Para ayudar a que el muchacho se comprenda a sí mismo y al mundo que le rodea desde el Dios encarnado, y conecte su vivencia con el mensaje liberador del Evangelio, nos esforzamos por hacer comprensible la Palabra de Dios. Intentamos encarnar la fe en la cul- tura del hombre de hoy, siguiendo con la forma de actuar del mismo Dios: Dios se hizo hombre. La Palabra de Dios se hizo palabra humana para que los hombres la pudiéramos oír. 110. La inculturación del Evangelio es una exigencia importante para cada uno de nosotros en estos momentos 130. Esta inculturación su- pone un proceso profundo y global y avanzará con paso lento. No es una simple adaptación externa que intente fundamentalmente hacer 130 Cfr. PVI, p. 70. 70
más atrayente el “mensaje revelado” cubriéndolo de un barniz superfi- cial; se trata, por el contrario, de conseguir «la penetración del Evan- gelio en los niveles más profundos de las personas y de los pueblos, afectándoles de una manera vital, en profundidad y hasta las mismas raíces de su cultura» 131. No es tarea fácil: exige una gran sensibilidad ante los desafíos que la cultura lanza a la fe, una disposición para no evadirnos de los problemas que hoy tiene planteada nuestra cultura desde el campo de la ciencia, la técnica, la civilización... Una actitud de escucha ante los jóvenes para ayudarles a encontrar respuestas a sus interrogantes y preocupaciones en el Jesús libertador. 3.3.3 TERCER CÍRCULO: LA CATEQUESIS EXPLÍCITA DE INICIACIÓN 3.3.3.1 lniciación integral a la fe 111. Entendemos la iniciación como un proceso de conversión a Cristo que culmina con la plena incorporación a la comunidad cristia- na y se manifiesta en el compromiso vital por el Reino de Dios. Es par- te integrante e irrenunciable del proyecto de educación en la fe que aportan las escuelas católicas a la comunidad eclesial. Nuestros cole- gios incluyen en sus proyectos educativos y pastorales la iniciación a la oración y celebración de la fe en la jornada escolar, cuidan la cateque- sis y celebración de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía, la Penitencia y la Confirmación, por la importancia que tienen en la for- mación de la identidad cristiana. 131 DGC, 109. 71
112. La clase de Religión se relaciona con los tres círculos descritos: • Ayuda al alumno a que se plantee interrogantes sobre el sentido úl- timo del mundo, de la historia y de su propia vida. Le proporciona una escala de valores a partir del Evangelio y le urge a comprome- terse en la transformación de la sociedad. • Anuncia explícitamente a Jesús y su mensaje. A los no bautizados les facilita la entrada en el grupo de discípulos de Jesús, y a los cristianos les capacita para vivir de forma más consciente y res- ponsable en la comunidad eclesial. • Puede asumir funciones más propias de catequesis, si el ambiente lo permite, animando a vivir el mensaje cristiano, ofreciendo mo- mentos especiales de oración y celebración, facilitando incluso jornadas de reflexión y convivencias cristianas. Así despierta el de- seo de formar parte de los grupos de profundización en la fe en horario extraescolar. Todo esto lo ampliaremos más adelante. 3.3.3.2 Cultivo de la vocación 113. La dimensión vocacional es connatural a la fe cristiana y es tenida en cuenta en todo proceso de pastoral. Nuestros centros edu- cativos asumen explícitamente la orientación y el cultivo vocacional de sus alumnos. Ofrecen un acompañamiento personalizado que ayude a los jóvenes a descubrir el puesto que Dios quiere que ocupen en la Iglesia y en el mundo. Atendemos solícitamente a quienes se plantean en sus vidas vocaciones de especial consagración y cuidamos con par- ticular dedicación a quienes se sienten llamados a ser Hermanos de la Sagrada Familia. De esta forma contribuimos a la realización personal de los jóvenes en discernimiento y conseguimos obreros que manten- gan la fidelidad del Instituto a su misión en la Iglesia» 132. 132 Cfr. C, 150. 72
114. Procuramos que toda la comunidad educativa cristiana ofrezca su colaboración en este campo y, conscientes de nuestra responsabili- dad, con interés y delicadeza acompañamos a los jóvenes especial- mente en los momentos en que tratan de orientarse en la vida y cuando surja en ellos la inquietud del compromiso 133. Hacemos llegar a los jóvenes la palabra del Papa: «Si sentís la llamada del Señor, ¡no la rechacéis! Cultivad los anhelos característicos de vuestra edad, pero res- ponded con prontitud al proyecto de Dios sobre vosotros si Él os invita a buscar la santidad en la vida consagrada. Admirad todas las obras de Dios en el mundo, pero fijad la mirada en las realidades que nunca pere- cen. El tercer milenio espera la aportación de la fe y de la iniciativa de numerosos jóvenes consagrados, para que el mundo sea más sereno y más capaz de acoger a Dios y, en Él, a todos sus hijos e hijas» 134. 3.4 QUE PROMUEVE Y COORDINA EL DEPARTAMENTO DE PASTORAL 115. En todos los centros educativos dirigidos por los Hermanos, la educación en la fe constituye su razón fundamental de ser, y por con- siguiente ésta es siempre prioritaria. Dicha educación es impulsada y coordinada especialmente por el Departamento de Pastoral, que asu- me las siguientes funciones: • Comprende su cometido no como pastoral en la escuela, sino como escuela en clave pastoral. 133 Cfr. C, 150. 134 VC, 106. 73
• Tiende al objetivo final de crear en la comunidad educativa una co- munidad cristiana. • Hace la programación de las actividades pastorales (enseñanza re- ligiosa, celebraciones de la fe, catequesis de los grupos apostólicos, convivencias, campañas, campamentos juveniles ... ). la comunica a toda la comunidad educativa y requiere su colaboración. Promue- ve, anima y coordina dicha programación. • Apoya la creación de grupos cristianos de adultos en la escuela, que sirvan de referencia y testimonio para los alumnos. Promueve la creación de fraternidades nazarenas y las acompaña en su caminar. • Facilita la creación de grupos cristianos juveniles de alumnos y de antiguos alumnos y les ayuda en su crecimiento en la fe. • Potencia la actividad cristiana extraescolar y la proyección evange- lizadora de la comunidad en el ambiente que le rodea. • Favorece la integración de Hermanos, sacerdotes y seglares y aúna criterios de actuación. Facilita la capacitación y formación perma- nente de los agentes de pastoral. • Colabora con los organismos eclesiales y congregacionales corres- pondientes. • Atiende la pastoral vocacional, que considera como un elemento necesario y fundamental dentro del proceso de educación en la fe. 74
4. DESDE OTROS ÁMBITOS EDUCATIVOS
4.1 CON UNA DOBLE FIDELIDAD CREADORA: AL FUNDADOR Y AL NUEVO MILENIO 116. Juan Pablo II invita a los Institutos Religiosos a reproducir audazmente la creatividad y santidad de sus Fundadores como res- puesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy. Esta invitación es una llamada a «cultivar una fidelidad dinámica a la propia misión, adaptando sus formas, cuando sea necesario, a las nuevas situa- ciones y a las diversas necesidades, en plena docilidad a la inspiración divina y al discernimiento eclesial» 135. Para ello no podemos limitarnos a leer los signos de los tiempos, sino que además hemos de elaborar y llevar a cabo nuevos proyectos de evangelización que respondan a las situaciones actuales 136. Es necesario, pues, una doble mirada: al pasado, al H. Gabriel, nuestro querido Fundador, y al presente con proyección de futuro: a la nueva realidad que está surgiendo en el comienzo del nuevo milenio. 117. El corazón, apostólicamente inmenso, de Gabriel no cabía en los estrechos muros de una escuela rural. Por eso cuando apunta los 135 VC, 37. 136 VC, 73. 77
fines a los que se dedican sus seguidores, escribe: «Los Hermanos de la Sagrada Familia se proponen, ante todo, la gloria de Dios y su propia santificación. Dentro de la obediencia, pueden dedicarse a toda clase de buenos obras, impulsados por el amor a Dios y al prójimo» 137. El Decre- to de aprobación del Instituto subraya el aspecto de la misión de los Hermanos en su tarea escolar y añade además que «están dispuestos a colaborar especialmente con los párrocos y en otras obras de caridad y religión allí donde fueren llamados» 138. 118. Nuestras Constituciones actuales nos urgen a estar disponibles para atender las nuevas necesidades que van surgiendo, y nos apre- mian a una renovada fidelidad creativa a nuestra misión: «Conforme al deseo del Fundador, el Instituto permanece disponible para realizar ta- reas apostólicas que puedan exigir las necesidades de tiempos y luga- res» 139. La escuela ha sido siempre, y continúa siéndolo hoy, un lugar privilegiado donde los Hermanos realizamos nuestra misión, como he- mos indicado en el capítulo anterior. Pero esto no es obstáculo para que consideremos que los muros de la escuela han sido derribados en esta sociedad en cambio. Hoy hablamos de «escuela paralela», y su- brayamos la extraordinaria influencia de los medios de comunicación social; y nos referimos también a las nuevas escuelas paralelas o inclu- so divergentes: diversos modelos de familia, distintos tipos de asocia- ciones, grupos de tiempo libre... 119. Vemos las diversas necesidades sociales de hoy. En todo mo- mento nuestra presencia debe ser una presencia verdaderamente fra- terna y cercana que prolongue el gesto acogedor de Jesús respecto a 137 NG, art. II. 138 Breve de aprobación del Instituto, en la p. 8 de las Constituciones. 139 C. art 17. 78
todos los pobres y necesitados y, particularmente, a los niños y jóve- nes, ayudándoles a encontrar en el Cristo Salvador la fuerza liberadora de sus existencias. A pesar de la posible diversidad, nuestra acción de- be caracterizarse por la unidad en la misión, que tenga como elemen- tos esenciales: • Facilitar la aproximación al Evangelio de los jóvenes con los que nos relacionamos. • Apoyar la función educadora de las familias. • Actuar movidos por el “espíritu de familia”. • Trabajar como profesionales competentes que viven además esta faceta de sus vidas dentro de un carisma marcado por una fuerte identidad vocacional. • Mantener un sereno equilibrio entre la vivencia personal de nues- tra espiritualidad nazarena y la entrega generosa a la misión salva- dora, de tal forma que nuestro encuentro personal con Cristo en la oración nos impulse a ser «epifanía del amor de Dios en el mun- do» 140. 120. Nuestro modelo es la Sagrada Familia, que experimentó en su vida lo que es no tener posada donde recibir al nuevo miembro de la familia, que resultó ser el mismo Dios encarnado. Jesús, María y José fueron perseguidos por Herodes y tuvieron que marcharse a otra tierra... Tenemos muy presente las palabras de nues- tras Constituciones: «Los Hermanos se inspiran en el estilo de vida hu- milde, sencillo y activo de la Sagrada Familia de Nazaret. Como ella, que fue pobre entre los pobres, comparten con sencillez su tiempo, sus cuali- dades, sus energías y el don mismo de la vocación y prestan una aten- 140 VC, cap. III. 79
ción especial a los más necesitados» 141. Señalemos algunos otros cam- pos educativos preferentes para los Hermanos: 4.2 FORMACIÓN RELIGIOSA EN CENTROS PÚBLICOS 121. Los Hermanos ejercemos nuestra misión de educadores cristianos no sólo en los centros propios de la Congregación, sino que además evangelizamos en otras obras que pertenecen a otros institu- tos religiosos, a las diócesis, a patronatos o a otras entidades públicas o privadas. Para muchas de estas escuelas es válido, en mayor o menor medida, cuanto hemos indicado en el capítulo anterior. 122. Una mención especial merece la dedicación como profesores de Religión en centros públicos que realizan determinados Hermanos. Todos los niños y jóvenes, independientemente de la escuela a la que asistan, tienen el derecho a aprender su religión. Por consiguiente, los cristianos han de poseer los medios para conocer más a fondo la per- sona de Cristo y la integridad del anuncio salvífico que él propone. Es- te derecho no puede ser desatendido 142 por los que tienen el deber de hacerlo posible. Los Hermanos prestamos nuestra colaboración a los jóvenes, a sus familias y a la Iglesia, ejerciendo como profesores de Religión en estos centros. 141 C, 18. 142 Cfr. DGC, 74. 80
123. Tenemos muy en cuenta el marco en que realizamos nuestra misión: • Allí donde el promotor impone una enseñanza religiosa única a to- dos los alumnos independientemente de sus creencias personales, acentuamos el carácter más ecuménico y de conocimiento común entre las diversas religiones favoreciendo el respeto, la tolerancia y la mutua comprensión. • Allí donde se pide el conocimiento de las diversas religiones como bienes culturales, potenciamos el aspecto intelectual y de cultura religiosa, procurando que estas clases constituyan una verdadera preparación para recibir el Evangelio. • Partimos de la experiencia de vida y de fe de los alumnos y les ayudamos a comprender mejor el mensaje cristiano como res- puesta a sus problemas e inquietudes existenciales. • Cuando los alumnos no son creyentes, la clase de religión supone un primer anuncio misionero del evangelio 143. 4.3 MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL 124. En el pasado las personas consagradas que nos han precedido han utilizado todos los medios que tenían a su alcance para evangeli- zar. En este inicio de milenio, entre los medios más eficaces para pre- sentar los diversos mensajes figuran los medios de comunicación social. Han alcanzado tal importancia que para muchos son hoy el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspi- 143 Cfr. DGC, 74-75. 81
ración para los comportamientos individuales, familiares y sociales 144. Por ello Juan Pablo II nos urge a los religiosos a que empleemos estos medios para difundir el Evangelio 145. 125. Los Hermanos aprovechamos gustosos los espacios radiofóni- cos, programas televisivos y páginas de periódicos y revistas para ha- blar de Cristo al hombre de hoy, para iluminar las angustias y las alegrías colectivas con la luz de la Palabra de Dios: trabajamos así en la construcción de la nueva civilización del amor y de la fraternidad. Adoptamos ante estos mismos medios una actitud abierta y los usamos con discreción, prudencia y sentido crítico 146. Mantenemos la libertad de los hijos de Dios ante su gran poder de persuasión. Las personas consagradas ofrecemos a los hombres de hoy nuestro testimonio so- bre la relatividad de las realidades terrenas y les ayudamos a que no pongan su esperanza en las cosas caducas y fugaces sino en el Cristo «de ayer, de hoy y de siempre». 126. Religiosos y seglares intentamos que nuestros educandos cap- ten los mecanismos subyacentes que hay en los medios de comunica- ción de masas, ayudándoles de esta forma a liberarse de su manipula- ción; formamos el sentido crítico de manera que puedan realizar una valoración ética de los diversos programas desde la perspectiva de la moral cristiana. 127. En clase y en catequesis, entre los recursos didácticos a em- plear no pueden faltar los medios audiovisuales: televisión, radio, prensa, discos, grabaciones, vídeos, audios, internet... Publicamos 144 Cfr. DGC 21. 145 Cfr. VC 99. 146 C. 113. 82
también textos didácticos y material para los alumnos, y «guías» para los catequistas y profesores, procurando ser fieles a Dios y a los desti- natarios 147. 128. Editamos revistas que sirven de comunicación entre profesores, padres, alumnos y antiguos alumnos en el interior de cada comunidad educativa del colegio y a nivel Provincial y del Instituto. Fomentamos la cooperación entre las diversas casas de la Congregación y con otros organismos eclesiales, en la producción y distribución de material au- diovisual que pueda servir a la difusión del Evangelio y de nuestro ca- risma. 4.4. EDUCADORES DE TIEMPO LIBRE 129. No atendemos a los jóvenes únicamente en el horario escolar, sino que procuramos estar con ellos también fuera del marco acadé- mico. Una nota distintiva del momento presente es: • La reducción de la jornada laboral y, por consiguiente, el mayor tiempo dedicado al ocio. • La gran cantidad de personas desempleadas. Esto deja mayor tiempo disponible para diversas actividades volun- tarias. Supone también un desafío para nosotros, que perseguimos una educación completa: ésta debe abarcar también el tiempo libre, pro- curando que a través de él el joven sea verdaderamente más libre. 147 DGC, 283. 83
130. Dotamos a nuestras obras de instalaciones adecuadas para que puedan contribuir a esta educación del ocio, para que sean lugares de relaciones interpersonales en ambiente distendido y familiar: espacios deportivos, recreativos, culturales... Por propia iniciativa o en colabo- ración con otros organismos de la Iglesia, de entidades municipales o estatales y de organizaciones no gubernamentales, abrimos nuestros centros e instalaciones a los jóvenes y adultos del barrio y de la ciudad. Promovemos, donde las necesidades lo requieran, albergues estudian- tiles, bibliotecas, grupos de teatro, centros recreativos... 131. Estamos presentes allí donde se reúnen los jóvenes en su tiem- po libre: actividades lúdicas, artísticas, culturales, acampadas, excur- siones y movimientos que facilitan contacto con la naturaleza. Ayuda- mos a organizar estas actividades después de las clases, los fines de semana o en vacaciones. Acudimos, personalmente o por medio de grupos de jóvenes, a ofrecer ayuda a personas desatendidas, minusvá- lidas, disminuidas psíquicas, enfermas... 132. En el tiempo libre impulsamos la expansión natural de los jóve- nes, su espontaneidad y creatividad en actividades relajantes y atrac- tivas. Valoramos y favorecemos los momentos lúdicos: • Por sus grandes posibilidades educativas. • Por su importancia para el equilibrio de los jóvenes. • Por la posibilidad de conocer mejor sus temperamentos y poder así ofrecerles una educación más adaptada a su manera de ser 133. Estas actividades serán además una valiosa alternativa de ver- dadera libertad frente a muchas ofertas «esclavizantes» que reciben los jóvenes. Buscamos tiempos de convivencia en fines de semana, campamentos de verano, campos de trabajo y promovemos proyectos solidarios comunes entre jóvenes de diferentes clases sociales, cultu- 84
rales, estilos de vida, regiones geográficas.... como medio para favore- cer el conocimiento mutuo y la ayuda recíproca, derribando así las ba- rreras que se alzan entre los diferentes grupos. 4.5. CON UNA ATENCIÓN ESPECIAL A LOS MÁS NECESITADOS 134. En una página tierna y desafiante nos dice Juan Pablo II: «En el gesto de lavar los pies a sus discípulos, Jesús revela la profundidad del amor de Dios por el hombre. Dios mismo se pone al servicio de los hom- bres! Él revela al mismo tiempo el sentido de la vida cristiana y, con ma- yor motivo, de la vida consagrada, que es vida de amor oblativo, de concreto y generoso servicio... especialmente a los más pobres y necesi- tados» 148. 135. Nuestro querido Fundador desea lanzarnos «a toda clase de buenos obras», a todo tipo de atención a los necesitados, estén donde estén. A la hora de precisar esto, además de señalar las funciones de maestros en las escuelas y de cantores y sacristanes en las parroquias, añade: los Hermanos se dedicarán a «dirigir internados para alumnos de enseñanza primaria, así como orfanatos, talleres, cárceles» 149. Nos consta que ya en tiempo del H. Gabriel los Hermanos dirigieron varios orfanatos y escuelas de sordomudos, como realización concreta de «toda clase de buenas obras». Nuestras Constituciones actuales nos dicen: «Como ella (la Sagrada Familia) comparten con sencillez su tiem- 148 VC, 75. 149 NG, art. II. 85
po, sus cualidades, sus energías y el don mismo de su vocación y prestan una atención especial a los más necesitados» 150. 136. Hay una página en la exhortación apostólica Evangelica Testífi- catio que está en la base de esta última expresión. En ella dice Pablo VI que el grito de los pobres encontrará eco en nuestra existencia, si aceptamos lo siguiente: • Rechazar todo compromiso con cualquier forma de injusticia so- cial. • Despertar nuestra conciencia ante el drama de la miseria y de las exigencias de la justicia social del Evangelio y de la Iglesia. • Comprometernos algunos de nosotros a unirnos a los pobres en su dura condición, compartiendo sus ansias punzantes. • Poner alguna de la obras del Instituto al servicio de los pobres. • Usar con austeridad los bienes, limitándonos a cuanto es verdade- ramente necesario para el cumplimiento de las funciones a las que somos llamados. • Hacer patente en nuestra vida cotidiana las pruebas, incluso ex- ternas, de la pobreza 151. 137. Nuestro Capítulo General de 1995 nos urge expresamente a: • Vivir austeramente como testimonio de denuncia frente al con- sumismo ambiental. • Analizar los casos de pobreza que existen en torno a nuestra co- munidad y aportar las soluciones adecuadas. 150 C, 18. 151 ET, 18. 86
• Comprometernos comunitariamente haciendo anualmente al me- nos un gesto de solidaridad hacia los pobres. • Considerar a los jóvenes y a los pobres como medios privilegiados del encuentro con Dios 152. 138. Sostenemos escuelas en zonas empobrecidas. A través de ellas ofrecemos un trabajo válido de promoción humana y cristiana a jóve- nes especialmente necesitados. Atendemos a niños en dificultades o «en riesgo» proporcionándoles servicios especiales. 139. Fuera del marco escolar, la «educación no-formal» es un medio que nos permite atender necesidades primarias de los niños y jóvenes: programas de alfabetización, clases de apoyo escolar, atención a ina- daptados y a discapacitados, guarderías para hijos de madres traba- jadoras sin recursos económicos, adolescentes en crisis, programas de desarrollo comunitario, cursos del cuidado de la salud, promoción de la mujer, educación de adultos, capacitación laboral... Participamos en proyectos de ayudas al tercer mundo, en «campañas contra el ham- bre». Colaboramos con ONGs (organizaciones no gubernamentales), promovemos el voluntariado social... 140. También aquí colaboramos estrechamente Hermanos y segla- res: en la prestación de las instalaciones requeridas, en la ayuda eco- nómica y en la aportación personal. En muchas ocasiones la atención a estas necesidades se hace desde centros educativos y obras tradicio- nales del Instituto que ofrecen sus espacios y personal colaborador desinteresadamente. En otras resulta decisivo el concierto con enti- dades públicas o privadas. Ante nosotros se abre un campo inmenso al 152 PVI, pp. 166-167. 87
que estamos empezando a dedicarnos, aunque aún de forma modesta. No podemos darnos por satisfechos con lo que hacemos, sino que la fidelidad a nuestra misión en este comienzo del milenio con nuevas necesidades cada vez más punzantes nos exige ser más valientes y de- cididos en nuestra encarnación en el mundo más necesitado: nos pide además compartir nuestras vidas con los pobres. 141. Queremos asumir las situaciones más duras de nuestra cultura y de nuestra época, tal y como se refleja con tanta crudeza en las vidas de muchos jóvenes marginados. Queremos dar una respuesta de esperanza con nuestra presencia cercana y atenta, aceptando con va- lentía los sacrificios personales e institucionales que esto comporta. Deseamos ser luz que dé sentido a sus vidas ayudándoles a vivir con dignidad y guiándoles hacia el Cristo, que es el «camino, la verdad y la vida». 88
5. DESDE LA CATEQUESIS
5.1. EN PERSPECTIVA ECLESIAL Y SIGUIENDO AL H. GABRIEL 142. Dicen las Constituciones al exponer la misión del Instituto: «...Compartiendo el carisma del Fundador, los Hermanos están abiertos a las necesidades de la Iglesia local. Participan en su pastoral principal- mente por medio de la educación cristiana, la catequesis y la litur- gia» 153. En una eclesiología de comunión, tal como subraya el Vaticano II, toda la comunidad cristiana tiene una única misión. Cada carisma particular contribuye a la edificación de la única Iglesia. En ocasiones, sin em- bargo, se pueden producir tensiones entre la atención a la Iglesia local y a la Iglesia universal, entre la pastoral de conjunto y el respeto a la identidad propia de los diversos grupos. Es preciso tener siempre en cuenta la recomendación paulina: «Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para la común utilidad.... Los miembros son muchos, pero uno sólo el cuerpo» 154. 153 C, 16. 154 1 Cor 12, 5.7.20. 91
143. Ya el H. Gabriel vivió en su propia carne esta misma tensión. Sin embargo, es preciso avanzar juntos por el camino de la unidad en el necesario respeto y apoyo a los diferentes carismas, máxime cuando éstos han sido reconocidos por el sucesor de Pedro, como ocurre con las congregaciones de «derecho pontificio» 155. La propia Iglesia pro- clama que los carismas fundacionales de los diversos institutos no pueden quedar al margen cuando los religiosos participan en la tarea catequética, sino que estos carismas de las diversas comunidades reli- giosas «enriquecen la tarea común con acentos propios, muchas veces de gran hondura religiosa, social y pedagógica. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad que estos carismas han proporcionado a la acción educativa de la Iglesia» 156. 144. La Iglesia convoca expresamente con una invitación particular a los consagrados para que participen en la actividad catequética y de- sea que «las comunidades religiosas dediquen el máximo de sus capaci- dades y de sus posibilidades a la obra específica de la catequesis» 157. La razón de esta invitación especial proviene de la condición específi- ca de la persona consagrada, que constituye un don para todo la Iglesia y cuya aportación original no podrá ser sustituida ni por el sacerdote ni por el laico: «Esta contribución original brota del testimonio público de su consagración, que le convierte en signo viviente de la realidad del Reino» 158. 155 C, 1. 156 DGC, 231. 157 Cfr. CT, 65. 158 Cfr. DGC, 228. 92
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