INTRODUCCION espués de haber laborado para los ferrocarriles por 44 años, de haber vivido maravillosas experiencias, de conocer y convivir con mucha gente ferrocarrilera, de lo que fueron los Ferrocarriles Nacionales de México, del Ferrocarril del Pacifico y del Ferrocarril Sonora Baja California, sin dejar, por un lado, desde luego, a mi “Alma Máter” que fue el Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico. Esa empresa ferroviaria que me abrió las puertas para convertirme en ferrocarrilero y, a la cual le debo todo lo que logré, y lo poco que aporté. Pero también debo reconocer a todos aquellos compañeros que generosamente me brindaron su apoyo y de los cuales mucho aprendí. Cuando se llega a una edad madura, cuando ya estás viviendo el otoño de tu vida y has dejado la mayor parte de esos años en el trabajo, el hombre tiene que pensar en el retiro para disfrutar de lo que con esfuerzo se ganó, esa jubilación que, quizás, no es merecida, pero si necesaria. Que, por otra parte, significa también, darles la oportunidad a otras generaciones, a esos jóvenes que traen el mismo ímpetu que nosotros tuvimos cuando iniciamos. Pero, el hombre no debe quedarse estático pues corre el riesgo de perecer antes de tiempo, es esta manera de pensar la que me llevó a buscar una actividad que me permitiera estar ocupado durante cierto tiempo del día. Me gusta entretenerme con diferentes hobbies, como lo hace mucha gente, escribir es uno de ellos y, que mejor manera, que escribir temas que tengan que ver el ferrocarril. Es por eso que me animé a hacerlo y, hoy, en este humilde texto, voy a plasmar anécdotas, cosas y casos del Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico.
En este libro, pretendo contarles de manera sencilla y con un léxico coloquial y ferroviario, ciertos hechos y detalles anecdóticos que sucedieron en algunas de las diferentes épocas que han transcurrido, desde su inicio y, a través de los años, en que la empresa del Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico, S.A. de C.V., operó bajo esa razón social. La empresa del Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico surge en el año de 1955, con la unión de los Ferrocarriles: Noroeste de México, que abarcaba el tramo desde ciudad Juárez hasta la ciudad de Chihuahua, pasando por Nuevo Casas Grandes, Madera y La Junta y, el Ferrocarril Kansas City México y Oriente, que comprendía los tramos de Ojinaga a Chihuahua, de La Junta a Sánchez, de San Pedro a Topolobampo en el estado de Sinaloa y, un pequeño tramo entre Navojoa y Huatabampo, en el estado de Sonora. Fue a partir del año de 1958, que el Gobierno Federal impulsó y dio continuidad a las obras de infraestructura, desde estación Sánchez, en Chihuahua, hasta San Pedro, en Sinaloa., con el firme propósito de unir los Estados de Chihuahua y Sinaloa y, por ende, el océano pacifico con la frontera con Estados Unidos de Norteamérica. La obra magna quedó terminada y fue inaugurada el 24 de noviembre de 1961, por el entonces presidente de México, Don Adolfo López Mateos. Toda la información de lo que aquí se narra, la he obtenido de propia voz de compañeros ferrocarrileros que aún están vivos y de amigos y familiares de aquellos compañeros que ya se nos adelantaron. La maravillosa oportunidad que Dios me dio, de ser parte de esta familia ferrocarrilera “Chepeña”, hace que parte de las vivencias que aquí se cuentan, las haya conocido muy de cerca.
Asumo el riesgo de que, algunos casos o pasajes de la reseña no sean cien por ciento verídicos en cuanto a fechas y nombres, aunque, eso sí, quienes me hicieron el favor de proporcionarme la información, lo hicieron de muy buena fe y por lo mismo se cuentan como ciertas. De ante mano pido disculpas si alguno de los lectores tiene otra visión o si alguna fecha o nombre no coincide con la realidad. Agradezco sinceramente a todos mis compañeros, que de una u otra forma me apoyaron para obtener la información que plasmo en este libro. Así mismo, voy a omitir sus nombres, con el fin de evitar que, por olvido, pudiese quedar fuera de la lista alguno de ellos, de cualquier forma sus nombres aparecen en alguno de los temas considerados en el texto del libro, pero, además, mis compañeros saben lo mucho que les reconozco su valiosa aportación y, que, sin ella, no hubiese llegado a la conclusión de este proyecto que estoy llevando a cabo con la firme intención de que ellos, sus familiares, amigos y quienes estén interesados en el tema, puedan recordar parte de lo que les tocó vivir, o bien, de lo que les contaron sus padres y amigos.
En la historia del Ferrocarril Chihuahua al Pacifico han existido varios logotipos, sin embargo, en esta ocasión voy a incluir solo el que me parece más emblemático, porque la unión de Chihuahua con Sinaloa a través del Ferrocarril, no puede concebirse sin la presencia de un tarahumara enlazando a través de la sierra madre occidental, las llanuras y la montaña de Chihuahua con el Océano Pacifico en Sinaloa Oscar J. Amaya Ibarra
ESTACION SUFRAGIO stación Sufragio, la del Ch-P y la del Pacifico, así se les conocía para diferenciarlas, ambas tenían su propio personal que daba servicio a los intercambios entre los dos ferrocarriles. La estación de Sufragio se encuentra ubicada entre San Balas y Los Mochis, en el estado de Sinaloa; en esa estación se cruzan las líneas ferroviarias de lo que fue El Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico y el Ferrocarril del Pacifico, hoy, ambas líneas pertenecen a la empresa Ferrocarril Mexicano (Ferromex). En aquellos tiempos los ferrocarriles CH-P y FCP eran independientes entre sí, y tenían en Sufragio su propia estructura de personal, un jefe de estación por cada ferrocarril. Sin embargo, compartían el mismo edificio. Básicamente el trabajo de los jefes de estación y su gente de apoyo, era intercambiar la carga en carro entero y las mercancías o paquetería que se manejaba por servicio express, que llegaba a sus estaciones y cuyo destino eran otras estaciones de Sonora, Sinaloa e incluso más allá, así como a Chihuahua y otros estados del noreste. La estación de Sufragio era una algarabía cuando los trenes de pasajeros de las líneas del CH-P y del FCP, paraban allí. La venta de todo tipo de alimentos era uno de los atractivos que disfrutaba la gente que viajaba a través de aquellos trenes, así como las frutas de estación que se producían en los poblados cercanos, donde predominaban los mangos, las ciruelas y en ocasiones las pitayas; sin olvidar que a través del Ch-P llegaban manzanas y duraznos que se producen en el estado de Chihuahua. Pero también, el tequila que todos en alguna ocasión saboreamos y que era traído desde Guadalajara a través de los trenes de Ferrocarril del Pacifico. 05
Entre los jefes de estación del Chihuahua al Pacifico que laboraron por muchos años en Sufragio, podemos contar al Sr. Jesús Hubbard López, el hombre de la eterna sonrisa y el inseparable palillo en sus labios. Se contaba entre los compañeros que allí laboraron, que una vez llegó a Sufragio a trabajar como empleada de carros, una dama muy guapa, pero de carácter un poco hosco y nada dejada a las bromas y piropos de los caballeros, cuando éstos se querían pasar de listos con ella. La “distinguida” dama, para nada se dejaba de los asedios de los compañeros, por el contrario, sabía muy bien cómo ponerlos en su lugar, utilizando un florido vocabulario muy propio de la región y, como ella lo decía, para que estos barbajanes me entiendan, debo hablarles en su propio idioma. Al principio, aquellos piropos parecían solo bromas para resaltar las bondades físicas de la compañera, sin la más mínima intención de hacerle daño, pero la insistencia lograba que la dama se molestara de verdad. Sus respuestas como forma de defensa fueron subiendo de tono, claro que estaba en todo su derecho al defenderse de aquellos patanes montoneros y, vaya que sabía imprimir en su vocabulario, todo tipo de ofensas que no agradaban a sus compañeros. Pasaron a los pleitos y chismes que muy pronto se convirtieron en un problema de convivencia entre los empleados de aquella oficina. No pasó mucho tiempo para que le llovieran al jefe Hubbard las quejas de algunos de los compañeros que al no poder con la dama, en represalia optaban por acusarla. Chuy Hubbard, intentando poner orden entre su personal y utilizando su muy característico estilo y un mordaz vocabulario, les contestó: ustedes me la dejan a mí que para esto me pinto solo, que tanto podrá pasar para que, a esa iguana…yo la “encarame al palo”. 06
Otro jefe de estación que también duró algunos años trabajando en Sufragio, fue el jefe Genaro Frías Rodríguez, hombre de buen carácter, buen amigo, con una gran capacidad de organización y muy buen negociador. Sabía manejar a su personal y estos le respondían con trabajo y lealtad. Como ya lo habíamos comentado, una de las funciones del jefe de estación, consistía en el intercambio de las mercancías del servicio conocido como express. Todas las mercancías que llegaban de Chihuahua a través del express, eran recibidas por el personal del CH-P e inmediatamente entregadas al FCP, lo mismo sucedía cuando la situación era a la inversa, es por eso que ambas estaciones, básicamente, eran de intercambio. Entre el personal bajo el mando del Sr. Frías, estaba bien claro que el servicio express se entregaba de inmediato al otro ferrocarril, pero, cuando esas mercancías que se manejaban por express eran perecederas, como los quesos, la fruta y otros comestibles susceptibles de echarse a perder, el encargo era cumplirse, si o si, so pena de tener que dejar la chamba a otros más responsables. De manera pues, que el personal que manejaba las mercancías por express, estaba algo así como traumado por semejante responsabilidad. 07
Cuentan que un día entre las diversas mercancías que llegaron de Chihuahua para entregarse al FCP, había unos bultos que contenían semilla de frijol. Un empleado nuevo, a quien recientemente le habían leído la cartilla respecto del trato que debía tener con los artículos perecederos, de pronto le asaltó la duda y se preguntó: ¿será el frijol mercancía perecedera? Lo consultó con un compañero que tenía más experiencia y, éste, sabiendo la respuesta, pero de alguna manera burlándose del compañero, le contestó: ¡pregúntale al jefe Genaro! Cuando el empleado se presentó con el jefe, un tanto temeroso le preguntó: ¿Oiga jefe… el frijol… es perecedero?, el compañero Genaro, de manera muy amable, pero sin dejar lo que estaba haciendo, le contestó: ¡¡si está cocido… sí!! ESTACIÓN SUFRAGIO VISTA DESDE EL ANDEN QUE SERVÍA AL FERROCARRIL DE CHIHUAHUA AL PACIFICO. 08
UN DESCARRILAMIENTO CON EXPLOSION EN LOS POZOS a gran velocidad con que se desplazaba el tren, provocó un descarrilamiento de grandes proporciones, así como la explosión de un carro tanque con gas butano. Un accidente de grandes proporciones que en otro lugar o en otras condiciones pudo haber sido fatal. Eran aproximadamente las cinco de la mañana de aquel 14 de noviembre del año de 1966. Un tren de carga sufrió un terrible accidente por descarrilamiento de algunas unidades. La situación se agravó de manera alarmante debido a la explosión de un carro tanque que contenía gas butano. El descarrilamiento sucedió a un kilómetro, aproximadamente, antes de llegar a la estación de Los Pozos, en Sinaloa. Fue un extra sur --trenes de carga que corren en dirección a Los Mochis-- con dos locomotoras de la serie 500, que habían salido de San Rafael como a las 23h00 del día anterior; su destino era: Los Mochis, Sin. La tripulación de este tren estaba conformada por: el conductor y responsable del tren, Filiberto Ibarra alias el Meke; el maquinista José Durán alias la muerte; Blas E. Acuña García fungía como fogonero; los garroteros eran: Heliodoro Gil Moreno alias el yoyo, Amalio Ruíz Castillo y Gilberto Vázquez Vásquez alias el churrero. Entre otras unidades, este tren manejaba dos furgones cargados con diversos productos, los cuales iban alineados inmediatamente después de las locomotoras, varias jaulas de aquellas que se utilizaban para transportar ganado, siete carros tanque de los conocidos como jumbo, cargados con gas butano y, antes del cabús, venía agregada una plataforma cargada con un camión refrigerador y a bordo del camión viajaba un señor que, por parte del cliente, era el responsable de cuidar dicho vehículo. 39
El viaje se había desarrollado sin problemas hasta que pasaron Jesús Cruz. El tonelaje que manejaba el tren estaba más o menos liviano, de manera que las dos locomotoras tenían la suficiente fuerza para tomar en forma normal la pendiente ascendente que hay entre Jesús Cruz y el Descanso. Sin embargo, cuando superaron la cuesta y se inició el descenso, posiblemente la tripulación se durmió. El tren alcanzó una velocidad muy superior a la autorizada en el tramo que recorrían; al tomar una curva, ya muy próxima a la estación de Los Pozos, el exceso de velocidad provocó uno de los descarrilamientos más aparatosos, por sus consecuencias, en la historia del Ferrocarril Chihuahua al Pacifico. Camilo Coss Manríquez, quien era el jefe de estación en Los Pozos, cuenta que él estaba dormido en el furgón que servía como oficina y que lo despertó el tremendo estruendo que se provoca en un descarrilamiento. Se incorporó de la cama y, en ese preciso momento, vio pasar con rumbo al sur, dos locomotoras seguidas de dos furgones que iban a una velocidad bastante más excedida de lo normal. Esas locomotoras eran parte del tren accidentado, que milagrosamente se habían cortado del resto del tren y por la velocidad que traían o, quizás, porque el maquinista no pudo reaccionar a tiempo, pararon su carrera hasta el kilómetro Q-766, esto es, unos tres kilómetros, aproximadamente, al sur del punto donde se descarrilaron. De inmediato, Camilo se comunicó con el centro de despacho y les informe lo que estaba pasando, para después correr hacía el punto donde sucedió el descarrilamiento y cerciorarse así, de la magnitud de lo que estaba ocurriendo. 40
Se encontró en su camino al conductor y a los garroteros, muy asustados corriendo sin rumbo, así mismo a seis hombres de los que llaman “trampas” que venían viajando en la plataforma donde se transportaba el camión refrigerador. Buscó al cuidador del camión y prácticamente lo sacó a rastras, pues su estado emocional era deplorable; lo llevó hasta un lugar donde se pudiera tranquilizar y estuviera fuera de peligro. Recuerda Camilo, lo que observé era un desastre que jamás en mi vida había presenciado. Los carros tanque, materialmente volaron fuera de la vía, uno de ellos se estaba incendiando, --obviamente una fuga de gas le provocó el incendio-- así mismo, seguramente por las llamas que salían de tanque, un furgón también se estaba quemando, y prácticamente encima de ellos estaba otro carro tanque. Camilo supuso que podría ocurrir lo peor y rápidamente corrió hasta el pueblito para pedirle a sus habitantes que de inmediato desalojaran sus casas y corrieran a ponerse a salvo. Efectivamente, unos minutos después ocurrió la explosión, el carro tanque que estaba al lado del tanque que se incendiaba, se calentó de tal manera, que sucedió el terrible estallido. Aquello provocó pavor entre los pobladores de Los Pozos y rancherías circunvecinas, y, desde luego, entre la tripulación del tren accidentado. Cuenta Camilo, que la mitad del tanque que explotó, rodó dando vueltas en rehilete destruyendo árboles y todo lo que había a su paso, quedando a escasos metros de una vivienda. Afortunadamente no hubo heridos ni pérdidas humanas que lamentar. 41
Esa mañana, que Camilo recuerda con mucha precisión pues de alguna manera marcó su vida, lo acompañaba un norteamericano de nombre Edgar Cook, el cual laboraba para unas minas que había en la región. Mr. Cook, estuvo toda esa mañana apoyándolo en todo lo que fue posible a fin de que la población no saliera lastimada. Gracias a las buenas acciones de nuestro compañero, se evitó que, en este accidente, la gente saliera lastimada. Vaya pues todo nuestro reconocimiento para el compañero Camilo Coss Manríquez, que supo actuar con el temple que se requiere en situaciones como la que aquí se cuenta. En calidad de detenidos y a cargo del ejército mexicano, los miembros de la tripulación fueron llevados a estación Loreto, donde un doctor de apellido Adame los examinó y les dio apoyo médico. Posteriormente fueron trasladados a Los Mochis, donde el ministerio público federal los consignó y, casi de inmediato, fueron enviados a una cárcel en Mazatlán, allá los juzgaron y cumplieron con su condena. En aquel tiempo en que los ferrocarriles eran administrados por el gobierno, cualquier daño o perjuicio que se cometiera en contra de sus bienes, se constituía como un delito del orden federal y, dependiendo de la magnitud del daño, podrían ser destituidos y hasta consignados penalmente. 42
En la época en que ocurrió el accidente que aquí se narra, en la División Sierra Tarahumara, el superintendente de transportes era el Sr. Oscar Armendáriz Sáenz; El ayudante de superintendente servicio de trenes era Don Lupe Magallanes, Antonio Nevárez Soto, como ayudante en servicio de locomotoras, como jefe de despachadores Jesús Regalado Guaderrama y, el despachador en turno, quien informaba todos los detalles del accidente a la ciudad de Chihuahua, era el compañero: Noe Madrid Jáquez; Juan de Dios Farias Richard que se encontraba como despachador en Chihuahua, se encargaba de recibirle a Noe, toda la información que se generaba aquella mañana. En San Rafael estaba Manuel Villar Rico como jefe de terminal. Con residencia en Loreto, pero con responsabilidad en toda la División, el Ing. Efrén Cadena Payan fungía como Superintendente Auxiliar de Vías y Estructuras, el subjefe de vía era Don Manuel Pérez Escalante y Socorro Ibarra Carrasco era el mayordomo de la sección de vía en Agua Caliente. En los talleres de Loreto, el responsable era el maestro mecánico Ricardo Cruz Velázquez. En Los Pozos, el jefe de estación era Camilo Coss Manríquez, solo por mencionar a los oficiales y empleados que, cada uno en su responsabilidad, participaron activamente en el auxilio de aquel accidente. 43
LOS GRINGOS DEL JEEP ringos tontos (…) ¡Bueno!, no tan tontos porque se querían pelar sin pagar el flete por el traslado de su Jeep desde Creel a Loreto. Lo que aquí se cuenta sucedió a finales del año de 1969, en ese tiempo, me encontraba laborando como telegrafista en estación Loreto, mi jefe era Benjamín Flores, jefe de estación en aquella terminal del Ferro- carril de Chihuahua al Pacifico. Luis Fernando Flores Olave, compañero y amigo, hijo de Benjamín, se encontraba trabajando como jefe en otra estación, no recuerdo en cual, pero es un hecho que era alguna de las estaciones de la división Sierra Tarahumara, división que comprendía el tramo de San Rafael hasta Topolobampo. Todos los fines de semana, Luis viajaba a Loreto para visitar a sus padres, pero también para trasladarse a Choix y sus alrededores, a los bailes y fiestas que eran parte de la idiosincrasia de aquellas comunidades, fiestas que a Luis le encantaban, ¡nos encantaban…diría otro! Luis y yo fuimos compañeros de trabajo, pero mejores amigos desde antes de traba- jar para el Ferrocarril. Cierto domingo que Luis se encontraba de asueto en Loreto, por la mañana llegó un extra sur (tren de carga con dirección a Los Mochis), entre los movimientos que hizo este tren, dejó un furgón que cargaba dentro un vehículo (jeep) que habían embarcado en Creel, un par de jóvenes gringos que como turistas venían a recorrer la parte costera de Sinaloa. Alguien le informó a Benjamín que unos gringos estaban descargando un vehículo que venía a bordo de un furgón. Benjamín revisó la documentación y se enteró que el vehículo se había cargado en Creel y que los fletes venían por cobrar, es decir, debían pagarse en la estación de destino, que era precisamente Loreto. 17
Los gringuitos, no se si por ignorancia o tratando de pasarse de vivos, bajaron el jeep sin la ayuda de nadie y se pelaron sin pagar, quizás creyeron que por ser turistas que viajaban en el tren de pasajeros, la empresa debería transportarles sin costo el vehículo que traían consigo. El furgón se había colocado en una vía que contaba con rampa por lo que no fue para ellos ningún problema abrir el furgón, bajar el jeep y emprender la retirada, para lo cual necesariamente debían primero viajar a la cabecera municipal de Choix y de ahí tomar la carretera hacia Los Mochis, pasando por El Fuerte y San Blas. Una vez que el jefe de estación se enteró de que los gringos ya habían descargado el jeep y, con la intención de detener a los turistas y poder así recuperar el importe del flete: Benjamín, nos comisionó a su hijo Luis y a un servidor, para que nos trasladáramos a Choix, en un taxi que afortunadamente se encontraba disponible en esos momentos, pues siempre había clientes que viajaban entre Choix y Loreto, no recuerdo el nombre del taxista, pero se le conocía como “El Cora” por su origen, era nayarita. La instrucción de Benjamín fue muy clara y precisa: alcancen a los gringos y pidan el apoyo de las autoridades municipales de Choix. Emprendimos el viaje y pasamos por Tabocahui con el carro que volaba… bueno, no volaba tanto, lo más que corrían era a 60 kilómetros por hora en camino de terracería, con piedras, baches y arroyos. Después de las vicisitudes del camino, por fin llegamos hasta la cabecera municipal, sin ninguna novedad. En Choix, nadie nos dio razón de los fugitivos pese a que les dimos las características del jeep, incluyendo el número de las placas que correspondían al estado de Texas, según pudimos conocer porque así se asentaba en la documentación que amparaba el transporte del vehículo. 18
No obstante que la orden era regresarnos de Choix, con o sin los gringos, la juventud y el ímpetu que ésta nos imprimía, nos convidó a tomar una decisión a cuenta y riesgo de nosotros mismos. Por esa razón tomamos el acuerdo de continuar en el mismo taxi y seguir a los gringos, aunque no teníamos la más mínima seguridad de que pudiésemos alcanzarlos. Obviamente, tampoco sabíamos cómo le pagaríamos al taxi, pues nuestros propios recursos eran tan escasos, que ni para comer nos alcanzaba, para la quincena todavía le zumbaba y en ese tiempo no había tarjetas de crédito…en fin, ¡usted píquele!, fue la orden que le dimos al chofer. Pasamos por Santa Ana, San Pedro y Los hornillos y de los gringos, ni sus luces, llegamos a El Fuerte y, la verdad, de pronto nos daban ganas de regresarnos. Pero, ya encarrerados, optamos por continuar con el mismo entusiasmo. Pasamos por Los Norotes, Lo de Vega, Tetamboca y Sibajahui. Luego avistamos San Blas y quisimos entrar al pueblo, pero decidimos seguirnos por el libramiento y, al llegar a un crucero que se encontraba ya casi llegando a estación Sufragio: desde lejos pudimos observar, aunque agazapados a la sombra de una pingüica, posiblemente en espera de víctimas, estaban un par de agentes de tránsito, por cierto, sin patrulla, eran agentes “pedestres”, el presupuesto municipal no daba para eso, según nos contaría después uno de los oficiales. Nos detuvimos y les preguntamos si habían visto pasar el jeep, muy amables los agentes, nos informaron que efectivamente hacía unos minutos pasaron con rumbo a Los Mochis. Les comentamos la razón por la cual veníamos siguiendo a los gringos y, uno de los agentes, se ofreció para acompañarnos a continuar la aventura de seguirlos. 19
El chofer del taxi no tuvo inconveniente en cederle el volante al agente, con el fin de que pudiera correr un poco más, ¡aprovechando la charola! Ya con el oficial al volante, nuestros rostros antes muy angustiados, cambiaron por rostros que dibujaban la esperanza en alcanzar a los fugitivos, así fuera en Mazatlán o en Nogales, según el rumbo que tomaran. Pasamos por todos esos poblados que hay entre San Blas y Los Mochis, “hechos madre” expresión sinaloense que significa: muy rápido, a todo lo que daba el taxi. Seguramente pensábamos: con el oficial al volante quién podía atreverse a infraccionarnos. A lo lejos pudimos reconocer que estábamos acercándonos al famoso trébol de Los Mochis, el cual estaba a la entrada de la otrora ciudad cañera, y digo estaba, porque actualmente es un moderno circuito vial que mejoró notablemente la conectividad carretera hacia los diversos destinos de México. Pues bien, ya casi llegando al trébol, pudimos divisar el jeep, porque afortunadamente, los gringos habían hecho una parada técnica o quizás tenían la duda de cuál sería su próxima ruta. Rápidamente les dimos alcance y casi a señas, por no hablar su idioma ni ellos el nuestro: les indicamos que debían seguirnos hasta las instalaciones de la estación del ferrocarril en Los Mochis, claro que los gringos al principio se resistieron, pero viendo el uniforme del agente, optaron por obedecer y seguirnos. Una vez en la estación de Los Mochis, tuvimos la suerte de encontrarnos a un buen compañero, que en aquellos años era portero de los coches dormitorio que se manejaban en los trenes 7 y 8, trenes de pasajeros que corrían de Ojinaga a Los Mochis y viceversa. 20
Me refiero al compañero Ramón Murillo, quien recientemente falleció y a quien le mando un emotivo recuerdo a donde quiera que esté. Ramón Murillo, a quien cariñosamente le llamábamos Monchis, aprovechando sus conocimientos de inglés, nos apoyó para que los gringuitos comprendieran la gravedad de la situación en la que se habían metido, por no hacer las cosas bien. Nuestro compañero Monchis, invitó amablemente a los gringos para que pagaran por el servicio que habían recibido, pero también les hizo entender, que su indebido proceder había ocasionado múltiples movimientos para encontrarlos, razón por la cual, además de los fletes, debían pagar el taxi con regreso hasta Loreto, la comida para Luis, un servidor, el agente de tránsito y el taxista. No se me puede pasar presumirles, que ese día la comida fue a base de ricos y sabrosos mariscos, en el famoso restaurante “El Farallón de Los Mochis”. Que todavía se encontraba por la calle Independencia. Una vez resuelto el problema y, ya con el efectivo en la bolsa, nos reportamos con el jefe Benjamín Flores y le contamos que nos encontrábamos en Los Mochis. A pesar de que le reportamos que todo había salido bien y que ya íbamos de regreso, fuimos reprendidos enérgicamente por no cumplir con las órdenes que nos dio cuando salimos de Loreto. ¡En fin… palo dado ni Dios nos lo quitaba!! Nos mandó a tocar la bola y le dimos jonrón, diría después el propio Benjamín quien era fan del rey de los deportes. Lo importante es que la historia tuvo un buen final, Luis y yo habíamos cumplido con recuperar para el ferrocarril el importe del flete y, de paso, vivimos una bonita experiencia en ese domingo que siendo nuestro día de descanso se convirtió en toda una aventura. 21
Este escrito es un homenaje a quien fuera mi gran amigo desde la infancia, donde quiera que te encuentres vaya para ti mi reconocimiento como amigo y como lo que fuiste, un gran ferrocarrilero, ¡descansa en paz el amigo…Luis Fernando Flores Olave!. OSCAR AMAYA Y LUIS FERNANDO FLORES OLAVE, RECARGADOS EN EL TAXI QUE NOS LLEVÓ A RECORRER LA AVENTURA QUE AQUÍ RELATO. 22
DERROTADO POR LA NATURALEZA n febrero de 1992, en el kilómetro Q-702 de la División Sierra Tarahumara, cayó sobre las vías, un derrumbe de tales proporciones que se tardaron una semana para despejar la vía y dar paso a los trenes. El trayecto de Chihuahua a Los Mochis, particularmente en la parte de la sierra, tanto en lo que corresponde a Chihuahua, como la parte noreste del estado de Sinaloa, por sus condiciones topográficas, ha sido desde siempre, el talón de Aquiles del Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico. La orografía del terreno obliga al Ferrocarril a mantener una constante supervisión: en curvas, pendientes ascendentes y descendentes, cortes o taludes que existen a los lados de la vía, puentes y túneles. Un grave problema que siempre han tenido es la caída de derrumbes, con grandes rocas que, por sus dimensiones, suspenden la operación de los trenes por varios días, pues, precisamente esa orografía no permite que se puedan hacer desvíos o, bien, tomar otra alternativa, lo que obliga a la empresa a laborar de manera ininterrumpida hasta que dan paso. Por el mes de febrero del año de 1992, las nieves y las lluvias de invierno que se precipitaron sobre la sierra tarahumara, hicieron que un cerro que se encuentra en el kilómetro Q-702 que se localiza en la parte alta de Temoris, es decir, entre las estaciones de Soledad y Temoris, se colapsara sobre las vías, siendo necesario que durante una semana entera, las cuadrillas de vía, apoyadas por maquinaria especializada, trabajaran a marchas forzadas para despejar la vía y dar paso a los trenes. 44
El Superintendente de Transportes de la División Sierra Tarahumara, era el compañero Raúl Armando Mendoza Caraveo, mejor conocido como el “Chapo Neo” La tripulación del tren de auxilio estaba a cargo de un buen compañero, que ya se nos adelantó en el viaje sin retorno: me refiero a Javier Márquez Castellanos, quien era el conductor, a Javier se le atribuye la siguiente frase: ”Derrotado por la naturaleza” mientras le tomaba una foto al cerro de piedra y tierra que cubría por completo la vía y, al pie del mismo, aparece cabizbajo y meditabundo, el compañero “Chapo Neo”. Me cuenta Raúl Armando, que cuando la grúa de auxilio que habían enviado desde Sufragio, ya se encontraba en Temoris, al mando de otro buen compañero, Víctor Manuel Lozano Thomé, que en aquel momento era el ayudante de la Superintendencia en servicio de trenes; el compañero Thomé, muy seguro de que con sus maniobras pronto despejarían la vía, le dijo: ¡No te preocupes Chapo, ahorita “lazo esa piedrota” y la jalo con la grúa!! La naturaleza es impredecible y es indomable Nunca imaginas los obstáculos que te depara Cuando a un ferrocarrilero le toca y los enfrenta Llega…¡pone manos a la obra y todo lo supera! 45
FOTO DEL DERRUMBE CAÍDO EN EL KILÓMETRO Q-702 (ENTRE TEMORIS Y SOLEDAD) EN FEBRERO DE 1992, AL PIE DEL CERRO DE PIEDRAS APARECE EL COMPAÑERO ARMANDO MENDOZA CARAVEO, MEJOR CONOCIDO COMO “EL CHAPO NEO” 46
CHOQUE TECNICO ENTRE TRENES NO. 9 Y NO 8 n estación Jesús Cruz, en Sinaloa, ocurrió un choque técnico entre el tren número 9 (Autovías) y el tren número 8. (Tren que manejaba coches dormitorio) Las autovías que corrían de Los Mochis a Chihuahua eran un tren regular que manejaba pasajeros y que se le conocía como el número 9. Salía de Los Mochis todos los días a las 8h00 y llegaba a Chihuahua a las 20h00m. De Ojinaga, salía los martes y viernes un tren de pasajeros, incluyendo coches express y dormitorios, que tenía asignado el número 8. La hora de salida de Ojinaga era a las 15h00 y llegaba a Los Mochis los días miércoles y sábado como a las 14h00, aproximadamente. Un miércoles cualquiera, allá por los años 70s del siglo pasado, el número 9 salió de Los Mochis como de costumbre a las 8h00m. El conductor era don Rafael González Salcido, otrora flamante Superintendente General de Transportes y en otro tiempo, instructor en materia de transportes, hombre muy responsable y estricto. El Maquinista era Gabriel Paredes Alemán. Ese mismo día corría el tren número 8 que había salido de San Rafael en su horario normal. En la estación de Luis Covarrubias, que en ese tiempo estaba a cargo de Genaro Frías Rodríguez, al tren número 9 le dieron una orden que le marcaba un encuentro con el tren número 8 en estación Jesús Cruz. La misma orden le fue dada al tren número 8 en Temoris. 47
En aquel tiempo, el compañero Rodrigo Vega, laboraba en Jesús Cruz como operador de maquinaria de vía. Rodrigo, había estado atento al teléfono selectivo toda esa mañana y, por lo mismo, estaba enterado que los trenes 8 y 9, tenían encuentro en Jesús Cruz. El compañero Vega, al igual que todo el personal de vía, debían estar muy enterados y al pendiente del movimiento de los trenes, ya que ellos también se movían a través de la vía para trasladarse al tramo en que les tocaba laborar. El número 9, (autovías) era el tren de pasajeros que tenía autorizada la mayor velocidad, toda vez que se trataba de un equipo liviano y con motores de mucha fuerza, que, aunque se paraban en todas las estaciones, solo recibían y bajaban pasaje e inmediatamente continuaban y tenían la facilidad de adquirir gran velocidad en corto tramo. En aquella ocasión, no llevaban pasaje con destino a Jesús Cruz y, al aproximarse a la estación, pudieron fácilmente percatarse de que tampoco había pasaje para levantar. Quizás por esa razón, solo hicieron un semi alto y rápidamente continuaron con su carrera, olvidándose que en esa estación tenían encuentro con el tren número 8, el cual, aún no llegaba. Rodrigo Vega, que se encontraba muy cerca de la caseta telefónica, al ver que el número 9 continuaba su carrera y sabiendo que el encuentro no había sido cambiado, rápidamente tomó el teléfono y se comunicó con el centro de despacho para informarle que la autovía se había pasado del punto de encuentro. 48
El jefe de despachadores, que era Juan de Dios Farías Richard, inmediatamente le marcó a Genaro Frías, jefe de estación en Covarrubias, y le pidió que le leyera la orden que le habían transmitido para el tren número 9, una vez convencido que todo estaba bien, le pidió a Genaro que pusiera bajo resguardo la orden que contenía la firma del don Rafael González, para los efectos legales y contractuales que, sin duda, en los días posteriores se tendrían que aclarar. En el centro de despacho y en la estación de Covarrubias había una seria preocupación y, no era para menos, pues un accidente de la magnitud que se esperaba, podría costar muchas vidas humanas. De pronto, vuelve a entrar Rodrigo al teléfono selectivo y, con voz agitada y temblorosa, pero sin ocultar su evidente emoción, les comunicó la grata noticia de que, ambos trenes, se habían detenido antes de chocar. El tren número 8 estaba entrando al escape de Jesús Cruz y traía empujando a la autovía, pues su maquinista, quien sufrió un ataque de nervios, estaba impedido para maniobrarla. En su informe, don Rafael González, contó que cuando se percató que se estaban pasando el encuentro tiró el aire de la segunda unidad donde él viajaba y se detuvieron a escasos metros de colisionarse con el número 8, cuya tripulación, afortunadamente, también habían observado al número 9 cuando se arrancó de Jesús Cruz y lograron detenerse con toda oportunidad. Fue así como se evitó un accidente que pudo haber sido de pronósticos reservados, pues en ambos trenes viajaban cientos de personas. 49
TELÉFONO SELECTIVO, MEDIO DE COMUNICACIÓN ENTRE ESTACIONES, CON UNA LÍNEA COMÚN, MUY PARECIDO A LO QUE FUE EL TELEGRAFONO. TREN No. 8 TREN No. 9 50
UNOS CHINOS VISITAN EL CH-P legaron a Los Mochis unos chinos, su objetivo: conocer los ferrocarriles en México y, específicamente, hacer un reportaje del CH-P. Se fueron gratamente impresionados…creían que estaban visitando un museo, claro, nos comparaban con ferrocarriles del primer mundo. En cierta ocasión, por la década de los ochenta, --del siglo pasado-- llegó a Los Mochis una comisión com- puesta por puros chinitos que venían a conocer los ferrocarriles mexicanos, pero que, de paso querían hacer un documental acerca del ferrocarril de Chihua- hua al Pacifico. Tenían conocimiento de que la infrae- structura de la vía, por lo intrincado de la sierra, era toda una proeza de la ingeniería de la segunda mitad del siglo XX. Entre ellos venían algunos chinos que conocían la operación de ferrocarriles. La Gerencia del Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico, giró instrucciones para que oficiales de la terminal, se hicieran cargo de atenderlos y llevarlos a conocer las instalaciones. Los llevaron a hacer un recorrido en auto armón hasta Sufragio. De regreso recorrieron parte de los patios de Los Mochis y su zona industrial. Después pasaron al taller, interesados en conocer cómo funcionaba el sistema de mantenimiento a las locomotoras y a las unidades de arrastre. Con la ayuda del Ingeniero de división, que en ese tiempo era el Ing. Eduardo Urista, revisaron parte de la infraestructura, checaron el escantillón de la vía, el tipo de riel y durmiente, que, por cierto, en ese tiempo había riel de 90 libras, y durmiente de concreto biblock. 51
Les llamó la atención de manera muy especial, que todavía operaran los vehículos conocidos como auto armones, pequeñas maquinas que utilizaba el personal de vía para moverse en su diario trabajo de mantenimiento de las vías. Se admiraban, sobre todo, por lo creativo de sus operadores, ante las mexicanadas mecánicas, que, por falta de presupuesto, solían hacerles a sus motores para mantenerlos en condiciones de operación. Más tarde, fueron a visitar las oficinas del jefe de estación y su personal, hicieron preguntas sobre el manejo de la estación, del servicio express, de la venta de boletos etc. Una oficina que pidieron visitar y donde se les veía mayor interés, fue la oficina del centro de despacho, querían conocer cómo se controlaban los trenes. Estuvieron revisando la hoja de trenes, las órdenes de tren, interpretaron fácilmente el horario y desde luego hicieron una serie de preguntas de lo que, para ellos, a pesar de que algunos conocían ferrocarriles, no dejaba de ser una novedad, obviamente por el atraso tecnológico que a esas alturas todavía conservábamos y, que, guardaba un contraste muy marcado con los adelantos de los ferrocarriles gringos y en general con los ferrocarriles del primer mundo. Particularmente, se quedaron sorprendidos porque nuestros trenes se manejaban con 41 unidades y cabús. Por último, pasaron a conocer la oficina del telégrafo, allí estuvieron dialogando con el telegrafista. Salieron de la oficina telegráfica muy sonrientes y cuchicheando en su idioma. Uno de ellos, que hablaba poco español, de plano dijo sonriendo: Se me figura que estoy viendo una película del viejo oeste de los Estados Unidos. 52
Nos cuenta Genaro Frías Rodríguez, uno de los compañeros que atendieron a los chinos: “Nosotros nos sentimos orgullosos de pertenecer a uno de los ferrocarriles más modernos de México, por ser el más nuevo, con fama de bien pagado, laborábamos para una empresa como si esta fuera privada, aunque perteneciera al gobierno y, se decía, que sus ingresos eran autosuficientes. Por ello, cuando los acompañamos utilizamos toda nuestra experiencia ferrocarrilera para que los chinitos se llevaran una buena impresión en conocimiento, pero también como buenos anfitriones, que de hecho lo éramos. Sin embargo, al final, fue muy evidente que para ellos solo fuimos unos buenos guías, de lo que les pareció un museo ferrocarrilero”. En fin…como dijera un clásico mexicano “haiga sido como haiga sido” El Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico, para quienes nos formamos allí: fue una escuela, un patrimonio familiar y una empresa que con todo y sus limitaciones; le pese a quien le pese, unió a los estados de Sinaloa y Chihuahua a través de la escarpada sierra, que, hasta nuestros días, no han podido hacerlo por carretera. A que chinos tan ingenuos ¡Pos donde creían que andaban! En el CH-P ¡somos muy buenos! Pero no lo que imaginaban 53
AUTO ARMÓN USADO POR PERSONAL DEL ÁREA DE VÍA, PARA TRANSPORTARSE A DAR EL MANTENIMIENTO Y LA SUPERVISIÓN DE LA VÍA, EN LA FOTO APARECEN LOS COMPAÑEROS, DE IZQUIERDA A DERECHA: LEOPOLDO CASTRUITA RIVERA, ARTURO BLANCO ZAMARRÓN, RAÚL RODRÍGUEZ Y DON ARTURO BLANCO TARANGO. 54
CONBEBIENDO EN LOS ALAMOS os trenistas, al igual que todos los ferrocarrileros, tenemos la fama de que nos encantan las reuniones y fiestas, ¡las conbebencias pues!, por las bebidas espirituosas que nunca faltan. Después de una larga jornada efectuando turnos entre Loreto y San Rafael, llegaron a Los Mochis, la tripulación compuesta por Ramón García Valenzuela alias “El Pelo Chino” conductor y jefe del tren, él maquinista era Rafael Martínez Aguilar, como fogonero venía Vicente Paúl Romero Gastelum, dos de los garroteros eran Antonio (Toño) Guaderrama Pérez Y Tranquilino Rodríguez Olave, no fue posible recordar el nombre del tercero de los garroteros. Ávidos de tomarse unas cervezas bien frías --que novedad dijo Favela-- y aunque, “no era esa su costumbre”, se pusieron de acuerdo en hacerlo antes de llegar a sus respectivas casas. Esto que les cuento debe haber sucedido a finales de la década de los setenta del siglo pasado. Abordaron sus vehículos que habían dejado guardados en el estacionamiento de la estación y se dirigieron a la cantina “La Rondalla” propiedad de Lencho Castro… cantina muy conocida y concurrida por ferrocarrileros, que se ubicaba por la calle Serdán pasando la calle Ángel Flores. “La Rondalla” tenía fama por unas ricas botanas que eran parte del servicio que allí se prestaba, sobre todo, de sabrosos mariscos, obviamente, previo consumo de cerveza. 55
Después de una amena convivencia y de tomarse unas cuantas cervezas y, claro está, de degustar una rica sopa de caguama, --en aquellos tiempos todavía no se vedaba la caguama-- tomaron la decisión de mejor comprarse unos cartones de cerveza e irse a tomar a los álamos, como se dice coloquialmente: “vámonos a terreno” y, acto seguido, se dirigieron rumbo a la carretera por la salida a Topolobampo, para establecerse en un lugar muy conocido por todos, donde hay unos frondosos álamos a la vera de un canal de riego, que se encuentra a lo largo de tres o cuatro kilómetros rumbo al mar. En aquellos años, “los álamos” era un lugar muy concurrido por “pistiadores”; los ferrocarrileros no teníamos porque ser la excepción, pues solíamos asistir con mucha frecuencia. Desconozco si actualmente se permite tomar en esos lugares. Las reuniones en los álamos eran al aire libre y los baños eran los propios árboles, grandes y robustos y muy bien fertilizados por tanta urea que caía sobre ellos. Los miembros de la tripulación que comandaba el compañero Ramón García “el Pelo Chino”, durante algunas horas tomaron y convivieron alegremente como buenos compañeros… hablaron del trabajo, hablaron de beisbol, de política y otra vez de trabajo, bueno… es que a nosotros los ferrocarrileros nos encanta hablar del trabajo. Como siempre, allí permanecieron sin que hubiera ningún problema y sin que nadie los molestara, ¡estaban felices los hombres! (…) casi olvidados de que aún no se reportaban en sus respectivas casas. 56
Pero como en todo, siempre hay un pelo en la sopa, ¡su “conbebencia” y singular alegría se interrumpió!, pues de pronto apareció una patrulla de la policía municipal y… cuando la policía de Mochis te llega, ¡cuidado! son como Gabino Barrera, poco entienden de razones. “Nos cayó “el chahuistle”, gritó el pelo chino, a la vez que le pidió a Paúl --Paul en ese tiempo le hacía al político y del Pri, aunque ahora reniegue-- que interviniera y se encargara de atender a los policías, tú eres el bueno para las relaciones, ponlas en práctica mi buen Paúl. ¡Buenas tardes señores!, saludó muy atento y ceremo- nioso uno de los oficiales, ¿saben ustedes que están infringiendo la ley y el buen bando policiaco al estar ingi- riendo bebidas embriagantes en la vía pública?, preguntó el oficial con el mismo tono atento, pero ya con un cierto dejo de autoridad. Pero señores oficiales, les contestó Paúl, si toda la vida hemos tomado en este lugar y nunca nos han molestado, somos gente tranqui- la ¿qué está pasando pues? El oficial le contestó: la ley municipal es muy clara y lo prohíbe y, por lo tanto, ustedes nos tendrán que acompañar a la barandilla de policía. Viendo Paúl que las cosas se estaban poniendo difíciles y, ante la posibilidad de ir a parar a la barandilla de policía, donde, por cierto, Paúl era invicto y tenía terror llegar a tener que pasar la noche encerrado. Por esa razón, Paúl tomó la decisión de mejor iniciar un dialogo atento y respetuoso a fin de lograr una buena negocia- ción con los agentes, obviamente, siendo lo más cuidadoso posible con sus palabras, pues a esas altur- as, la voz le sonaba pastosa y muy titubeante, y no era para menos, pues ya se había tomado varios botes de tecate. Pensaba Paúl para sus adentros, no se vayan a molestar estos amigos y se nos agrave la situación. 57
Después de unos minutos de poner en práctica sus dotes de líder y negociador, Paúl convenció a los oficia- les, regresó con la palomilla y les dijo: compañeros, con cien pesos por cada uno nos dejen ir, ¿qué les parece? Todos estuvieron de acuerdo, menos el pelo chino que para entonces ya se encontraba a bordo de uno de los vehículos, convencido el hombre de que ya se iba para su casa. Hasta allí llega Paúl y le dijo: compañero Pelo chino, con “cien lanas” se arregla el asunto, ¡móchate!, ya todo está negociado. El pelo chino, que a esas altur- as las bebidas etílicas ya habían hecho su función y, en el estado en que se encontraba, obvio que no midió las consecuencias: volteo a ver a Paúl y le dijo casi gritan- do, como para que lo escucharan los agentes: “diles a los polis que por mí se vayan mucho a tiznar a su madre”. En la torre, pensó Paúl. Se acaba de derrumbar mi negociación, “El Pelo Chino” ya me echó a perder todo lo ganado y, yo al bote, ni de visita. Sin pensarlo, Paúl emprendió la retirada entre la gente que vendía comida y sus clientes consumidores, asumiendo, claro está, que, si corría entre la gente, la policía no le iba a disparar. Para entonces, en el lugar ya se habían con- centrado otras dos patrullas y varios agentes, unos siguieron a Paúl a pie y por su lado una patrulla tam- bién. Paúl corría despavorido, pensando solo en salvarse de ir a la cárcel. Cruzó nadando el canal de riego con todo y ropa, llegó a la orilla y al salir, creyendo que ya la había hecho, lo primero que ve es la patrulla que casi lo atrapa. Se metió nuevamente en el canal confundiéndose con las plantas y demás ramas que allí crecen, nadó sin parar a lo largo rumbo a Topolobampo, hasta donde la fuerza se lo permitió, se detuvo y allí permaneció unos minutos agazapado. 58
Cuando calculó que ya se habían retirado, salió y se escondió otro rato entre la maleza, intentando deses- peradamente despistar a los policías. El corazón de Paúl presentaba una peligrosa taquicardia, por dos razones: el susto y el esfuerzo en su desenfrenada carrera. De pronto dejó de escuchar la patrulla, los policías lo habían perdido y, Paúl, pudo respirar más tranquilo, todavía con cierta desconfianza de que por allí estuvieran escondidos los policías. Paúl permaneció agazapado por algunos minutos más hasta que consideró que los policías habían dejado de perseguirlo, puso en práctica su GPS, ese que nos enseñaron en la primaria, “los puntos cardina- les”, se ubicó, reconoció el terreno por donde andaba y continuó hasta la casa de un pariente, que afortunada- mente, vivía por los alrededores de los álamos; allí pasó la noche sano y salvo; no así sus compañeros que no corrieron con la misma suerte, pues ellos durm- ieron en una celda fría y por supuesto, para poder salir al día siguiente, tuvieron que aportar, no cien pesos como les pedía Paúl, sino trecientos pesos de multa cada uno, que dicho se de paso, era una gran cantidad por aquellos años. ¡Hay que buena conbebencia! De amigos y compañeros Que importa la consecuencia ¡Si así somos los ferrocarrileros! 59
PAUL ROMERO GASTELUM ANTONIO GUADERRAMA PEREZ RAMON GARCIA VALENZUELA ALIAS “ELPELO CHINO” 60
DON SANTIAGO CLODOMIRO ESPINOZA LOPEZ on Santiago Clodomiro Espinoza López, fue un conductor de trenes de la vieja guardia, que se inició como ferrocarrilero por el año de 1942 en el antiguo Ferrocarril Kansas City México y Oriente y continuó en el CH-P hasta su jubilación, originario de Los Mochis, Sin. Don Santiago Clodomiro Espinoza López, inicia su carrera ferrocarrilera allá por el año de 1942, en el antiguo ferrocarril Kansas City México y Oriente. Esta empresa, que como ya comentamos en otra oportunidad, fue fusionada con el Ferrocarril del Noroeste de México y, ambas, constituyeron en 1955 el Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico. Conocí a Don Clodomiro en la segunda mitad de la década de los años sesenta, siendo él conductor de trenes, asignado a un tren local --trenes que manejaban carga-- a Don Clodomiro le tocaba trabajar el tramo entre Los Mochis y San Rafael. Como empleado ferrocarrilero, Don Clodomiro era un hombre serio, tranquilo, responsable y respetudoso. Del Señor Espinoza guardo magnificos recuerdos, pues tuve el privilegio de tratarlo por mucho tiempo. De sus pláticas, tengo muy presente, porque me llamaba mucho la atención, lo que para él representaban sus hijos, siempre los recordaba y hablaba maravillas de ellos. A manera de homenaje a Don Clodomiro, a continuación se inserta una carta fechada el 5 de diciembre de 1996, con la cual el compañero Raúl Armando Mendoza Caraveo, siendo Superintendente de Transportes de la División Sierra Tarahumara, se dirije a Don clodomiro, felicitandolo por sus 54 años de servicios y dandole, así mismo, la despedida por motivo de la merecida jubilación a que se hizo acreedor en esa fecha. 61
CARTA RECONOCIMIENTO /DESPEDIDA A DON SANTIAGO CLODOMIRO 62
ALCANCE DE TRENES EN HERIBERTO VALDEZ a instrucción del despachador fue muy clara, informarle al conductor del extra sur que se proteja, pues un tren de trabajo lo sigue desde Loreto, conservando solo el intervalo reglamentario. Difícil fue encontrar la fecha exacta pues ya no existe información oficial, el año 1975, un accidente de los conocidos en el gremio ferrocarrilero como “alcance”, se suscitó en Ing. Heriberto Valdez Romero, estación que se ubica entre Loreto y El Fuerte, muy cerca de un pueblito conocido como Los Hornillos, el Fuerte, Sinaloa, como suelen llamarlo sus habitantes. Hornillos se encuentra a la vera de la carretera Choix- El Fuerte. Era la tarde de un viernes, cuando al aproximarse un extra sur con la locomotora 1013. El telegrafista, se comunicó con el centro de despacho y le pidió instrucciones para el tren que se aproximaba. El despachador le contestó de inmediato y le dijo que no tenía órdenes para ese tren, por lo mismo le autorizaba la vía libre. Sin embargo, a manera de información, el despachador le comentó que ese tren se detendría en su estación para efectuar movimientos de levantar y dejar unidades con carga, así mismo, aprovechó la oportunidad para pedirle que, como mera recomendación, saliera a encontrar al conductor y, le informara: que el tren de trabajo con la maquina 1014, venía muy pegado a ellos, pues había salido de Loreto estrictamente con el intervalo reglamentario. --diez minutos como estaba establecido en aquella época--. El telegrafista manipuló la señal de órdenes a su posición de vía libre. Posteriormente salió de la oficina y se encaminó hacia la parte posterior del tren para identificar al conductor. Aproximadamente a la mitad del tren se encontró con el compañero Luis Espitia Enríquez quien era el conductor responsable de dicho tren. 63
El telegrafista, de manera atenta y comedida saludó al conductor y, le informó lo siguiente: El despachador le manda decir que tome las precauciones del caso, en virtud de la inminente aproximación del tren de trabajo. En respuesta el conductor solo hizo una señal como dando a entender que todo estaba en orden. Acto seguido, se dirigió a la oficina para tomar y/o dejar la documentación de las unidades de carga y hacer los movimientos necesarios en aquella estación. Preocupado por la recomendación del centro de despacho, el telegrafista se trepó en el techo de uno de los furgones, como para tener visibilidad y poder distinguir la aproximación del tren de trabajo. Solo pasaron unos tres minutos cuando pudo observar que, en la curva que antecede a un pequeño corte, --esto es un especie de tajo abierto pero con cerro por ambos lados de la vía-- a unos trescientos metros, aproximadamente, de la punta norte del escape: se aproximaba el tren 1014 sur de trabajo, así mismo, pudo también percibir que por la velocidad que traía el tren, --que solo se componía de máquina y cabús-- con toda seguridad ya no se detendría antes de impactarse en la parte posterior del extra 1013 sur que se encontraba estacionado y cuyo cabús quedaba exactamente sobre el corte. Temeroso de salir lastimado, el telegrafista apresuradamente se bajó del furgón y, efectivamente, como lo había intuido, en menos de un minuto el tren de trabajo se impactó contra el cabús del extra sur, con las consecuencias propias de accidentes de esta naturaleza, cabús destrozado y fuertes daños a la locomotora del tren alcanzador, afortunadamente ningún tripulante resultó lesionado. 64
Lo que siguió fue una total confusión, tanto de la tripulación del tren alcanzado, cuyo conductor, como ya se dijo líneas atrás, era Luis Espitia Enríquez, así como del maquinista Rafael Martínez Aguilar, de los garroteros solo se pudo obtener el nombre de uno de ellos, era el compañero Jesús Ramírez, alias “El Chaflan” quien, además, era el responsable de la parte posterior del tren y, por ende, de aplicar las medidas de protección. --regla 99 del reglamento de transportes vigente en aquel tiempo-- Pero también había mucha confusión y una gran angustia por parte de la tripulación del tren de trabajo, que en este caso era el alcanzador, tripulado por el compañero Jesús Antonio Gutiérrez Maldonado como conductor y Modesto Romo Domínguez como maquinista; el fogonero o ayudante de maquinista, era Andrés Durán Olvera, alias la muerte., los garroteros: los compañeros Enrique Magallanes Ramírez, Carlos Favela y Miguel Enríquez Ponce. Reunidos todos en la oficina de la estación, donde, además de los miembros de las dos tripulaciones, también se encontraban presentes: el telegrafista, los compañeros Miguel Ángel Miranda Leyva, su hermano Lorenzo e Isaías Gaxiola García, miembros de la sección de vía que ya se preparaban para apoyar en las maniobras del accidente. Pero también formaban parte de aquella reunión, un tanto morbosa y/o chismosa, por los hechos ocurridos, otros compañeros de Loreto que viajaban en el tren de trabajo. El accidente que habían presenciado era de grandes proporciones, pero, sobre todo, se puede decir, prácticamente anunciado por la forma en que se dieron los acontecimientos. 65
En el semblante de Luis Espitia, era evidente la preocupación que lo embargaba y no era para menos, pues era el primer responsable al ser el máximo jefe del tren alcanzado y, además, por no cerciorase de que su garrotero de la parte posterior, cumpliera con las disposiciones de seguridad, más aún, cuando se les había avisado de la aproximación del tren de traba- jo. El que se veía bastante tranquilo era el maquinista, Rafael Martínez, quizás porque en este caso, él no pudo hacer mucho, pues en el momento del accidente se encontraba con sus máquinas haciendo movimien- tos dentro de las instalaciones de la cementera, que en esos entonces operaba a un lado de la estación. En el tren de trabajo, también viajaban: Don Ramón Salazar, mayordomo de una cuadrilla de puentes, lo acompañaba su esposa a quien trasladaba enferma para atenderse en Los Mochis; Gilberto Rodríguez alias el Charrás, celador de telecomunicaciones y otros dos o tres compañeros que laboraban en el taller de Loreto y que habían aprovechado el fin de semana para ir a Los Mochis. Eran tiempos en que en Loreto había un taller de locomotoras y unidades de arrastre y la gran mayoría de los empleados que allí laboraban, eran originarios de Los Mochis; por lo mismo también era muy común que en sus días de descanso se trasladaran a su tierra. Gilberto Rodríguez, “el charrás”, en su plática posterior al accidente, todavía con bastantes nervios y dando gracias a Dios porque no hubo accidentes personales: comentaba que uno de los garroteros que viajaba en la cúpula del cabús, al aproximarse a la estación de Heriberto Valdez, pudo observar la proximidad del tren estacionado y con gritos despavoridos los alertó de que se iban a estrellar. 66
Con su acostumbrada sinceridad y, con un cierto dejo de ingenuidad, el Charrás comentó que al escuchar los gritos del garrotero: todos se dejaron caer del cabús, y que él, así lo comentaba, “al tirarse del tren, lo hizo agarrado fuertemente de la muerte”, es decir, del compañero Andrés Durán Olvera…quien, por cierto, era el fogonero. ¿Pues dónde viajabas Charrás?, alguien le preguntó, --considerando que Andrés debería viajar en la locomotora-- y, sin meditarlo, rápidamente le contestó: ¡¡pues en el cabús!, es que veníamos jugando baraja... Don Ramón Salazar y su esposa apechugaron el golpe arriba de cabús pues el estado de salud de la señora no les permitió brincar, así mismo, pero en la cúpula, aguantó el golpe el compañero Jesús Antonio Gutiérrez Maldonado, quien nos cuenta que él se pudo proteger con sus brazos y piernas para que el golpe no lo dañara y, efectivamente, todos salieron ilesos. Gracias a las buenas relaciones que había con el personal de Cementos de Sinaloa, se logró que en pocas horas la vía estuviera despejada, pues con maquinaria pesada que proporcionó la factoría, pudieron jalar las unidades dañadas y la operación de los trenes se reanudó de inmediato. 67
SEÑAL DE ÓRDENES O SEMÁFORO QUE SERVÍA PARA PARAR O DAR VÍA LIBRE A LOS TRENES: EN FORMA HORIZONTAL INDICABA PARADA, EN FORMAL VERTICAL INDICABA VÍA LIBRE. ASÍ LUCÍA LA ESTACIÓN DE HERIBERTO VALDEZ, HOY SOLO QUEDAN ESCOMBROS DE AQUELLA ESTACIÓN QUE, POR MUCHOS AÑOS, LE PRESTÓ SERVICIOS A UNA INDUSTRIA CEMENTERA QUE SE ENCONTRABA A LADO Y QUE HACE TIEMPO DEJÓ DE OPERAR. 68
NO TOMES CUANDO TRABAJAS ermes López Carrasco fue un maquinista de camino que llegó a ocupar el máximo puesto de Operación en el Ferrocarril de Chihuahua al Pacifico, los trenistas tenían en Hermes a un buen jefe a quien respetaban, pero con quien podían dialogar con gran confianza. Como visita de trabajo, un día cualquiera de principios de los ochenta, llegó a Los Mochis, el funcionario que en aquel entonces era el Superintendente General del Transportes del FC de Chihuahua al Pacifico, un hombre que se había forjado a pulso desde muy abajo hasta llegar a ser maquinista de camino y, que, gracias a su capacidad había llegado a ocupar el puesto más alto dentro del área de su competencia. Me refiero al Sr. Hermes López Carrasco, ferrocarrilero de toda la vida e hijo de otro gran ferrocarrilero: Don Federico López Galván, quien fuera una institución en el CH-P. Después de cumplir con las reuniones y visitas de inspección razón por la cual visitaba Los Mochis, Don Hermes fue invitado a comer al puerto de Topolobampo, lo acompañaba Jesús Villela Mendívil, trenista que, en aquel entonces, siendo muy joven, laboraba como garrotero de camino y que, tiempo después sería con- ductor de trenes. “Chuy Villela”, como mejor se le conoce, mantenía una buena relación con don Hermes. Llegaron a Topolobampo en la hora de comida, de manera que de inmediato se dirigieron al restaurante Chicho`s, propiedad del buen amigo, el famoso Chicho Rosas, dicho sea de paso, hijo de una gran señora: Doña angelita Rosas, amiga y vecina de la estación y de quienes tuvimos la oportunidad de laborar allí. Don Hermes y Chuy, degustaron la buena sazón de la comida porteña, obviamente acompañada de unas ricas y muy frescas cervezas pacifico. 69
Como el día era joven, todavía; se pasaron a visitar algunos lugares del puerto, para después terminar la jornada en un centro de diversiones muy famoso en aquella época, ese lugar era, ni más ni menos, que la popular cantina conocida por lugareños y fuereños como: “El Pisito”. Allí se tomaron varias pacíficos y, muy a su pesar, tuvieron que salirse, pues se llegaron las 20h00, era la hora de cerrar el establecimiento. Buscaron tomar un taxi para que los trasladara a Los Mochis, pero desafortunadamente en esos momentos, no había. Se pasaron a la estación justo en el momento que yo iba llegando de Los Mochis. Chuy por delante tocó a la puerta y me dijo: de parte del jefe Hermes, que si nos puedes llevar a Los Mochis. Desde luego que accedí de buena gana. Emprendimos el viaje y, antes de llegar a Mochis, Chuy Villela me pidió que los dejara en la colonia ferrocarrilera, la cual se ubica al frente de la estación de Los Mochis. En el momento que nos estacionamos y antes de que Chuy y Don Hermes descendieran del carro, llegó hasta nosotros el compañero Antonio Márquez Arellano, a quien en el gremio ferrocarrilero conocíamos como: “El Campeón”, muy conocido por don Hermes a quien le hablaba de tú y con mucha confianza, síntoma inequívoco que se conocían de muchos años y que, había cierta amistad entre ellos. El compañero Márquez saludó a don Hermes e inmediatamente fue al grano. ¡Mira mano!, hace unos días en mi calidad de jefe de patio, fui llamado para ir a llevar y traer flete de Topolobampo, ¡ese día mano!, yo no quería salir a trabajar porque estaba malito… ¡tú sabes mano! asistí a una fiesta en la noche anterior. Pero ante la insistencia del compañero Jesús N. Cruz, --ayudante ST de la Superintendencia-- quien, por cierto, también nos acompañó al Puerto, pues no me quedó de otra que salir a prestar el servicio. 70
Cuando llegamos a Topo, continuaba narrando el Campeón, la mera verdad, es que no me pude aguan- tar y dejando a mí gente trabajando en el patio, me metí “al Pisito” a echarme unas heladas para curar la resaca del día anterior. Como tú podrás imaginarte, se me pasaron las heladas y salí de allí medio alegre, alguien me reportó ante la Superintendencia y, ahora… pues ahora estoy citado para una investigación, y me temo que Heriberto me quiera correr. ¡Tú me conoces Hermes! Y sabes que necesito del trabajo, pues de allí depende mi familia y, pues, por eso… pues vengo a pedirte que me ayudes para que se cancele la investi- gación, ¿Cómo la ves mano? Don Hermes, como ferrocarrilero de toda la vida, conocía a todo el personal desde sus inicios y sabía de sus debilidades, además tenía muy buena relación con todos, más cuando se trataba del personal trenista. ¡que caray Campeón! Le contestó Don Hermes, déjame ver qué puedo hacer… ¡mira! en la mañana voy a estar en la oficina de la Superintendencia, ve a verme, revisamos tu caso y hablamos con Heriberto… ¡ah!, pero eso sí campeón, te voy a pedir que no andes tomando cuando estás en servicio, Don Hermes hizo una prolongada pausa y, quizás, recordó que venía de Topo y precisamente del “Pisito”…luego continuó: para tomar… para tomar, Campeón… ¡aquí estoy yo! Trabajando un ferrocarrilero Debe abstenerse de tomar Pues expones al compañero Y Heriberto te puede investigar 71
ESTACIÓN DE TOPOLOBAMPO, SIN., ACTUALMENTE EL EDIFICIO FORMA PARTE DEL PATRIMONIO DEL MUNICIPIO DE AHOME. 72
UN DIA DEL FERROCARRILERO omo era la costumbre cuando todavía los ferrocarriles eran del gobierno, todos los años el día 7 de noviembre se llevaba a cabo una ceremonia recordando a nuestro héroe de Nacozari, Jesús García Corona. El día 7 de noviembre de 1991, en las instalaciones del ferrocarril de Chihuahua al Pacifico en la terminal de Los Mochis, Sin. Se llevó a cabo la ceremonia que conmemoraba el 84 aniversario de la gesta heroica llevada a cabo por nuestro compañero, Jesús García Corona. Como siempre, fueron invitadas las autoridades de la ciudad, entre ellos el Presidente Municipal Lic. Ramón Ignacio Rodrigo Castro, el compañero Rubén Castro Villaburo, como delegado del Sindicato (STFRM) y en representación del Lic. Manuel Cervantes Ibarra, Gerente de la Región Norte de los Ferrocarriles, presidió este acto, el compañero Genaro Frías Rodríguez. Sin duda, fue un acto muy lúcido que recordó aquellos momentos en que nuestro héroe en Nacozari, ofrendó su vida en aras de salvar la vida de todo un pueblo. Los compañeros ferrocarrileros disfrutaron de aquella inolvidable fiesta. Hubo entrega de reconocimientos a algunos compañeros destacados por su trayectoria y antigüedad en el trabajo ferroviario. Después pasaron a disfrutar de una muy rica comida que les fue ofrecida por la empresa y el Sindicato y, por la noche, de un convivio en las instalaciones del Hotel Santa Anita. 36
Incluyo una anécdota que me parece importante y digna de plasmar en este escrito. En ese mismo año, quien esto escribe se encontraba trabajando en la ciudad de Chihuahua. Unas semanas antes de la celebración, me visitó el compañero Genaro Frías Rodríguez, con quien me une una espléndida amistad de muchos años. Por la noche invité a Genaro a convivir un rato en un bar que se encuentra por la calle 20 de noviembre, cuyo nombre era, “El Ombligo”. Me gustaba asistir a ese lugar porque allí amenizaba un organista muy bueno al cual solo conocía como “Quirino”. Como siempre, el ambiente que generaba la música le daba realce al antro aquel, de manera que la actuación del tal Quirino fue también del agrado de Genaro. Cuando se acercaba la fecha para la fiesta a celebrarse el 7 de noviembre de ese año, me habló Genaro y me pidió, que le contratara al Quirino y se lo mandara a Los Mochis en el tren. Cuando le plantee a Quirino la posibilidad de trasladarse a Los Mochis, sin pensarlo me dijo que si, que estaba dispuesto. La noche del 7 de noviembre de 1991, en las instalaciones del hotel Santa Anita, amenizó la fiesta y con mucho éxito, el Quirino que le exporté a Genaro desde Chihuahua. Le perdí la huella al gran musico, pero donde quiera que se encuentre le envío un caluroso saludo. 37
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