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ELTIEMPO EN LAS PALABRAS

Published by lrobertfitzroy, 2020-04-28 17:31:10

Description: ELTIEMPO EN LAS PALABRAS

Keywords: POESÍA

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PEQUEÑAS MEMORIAS 51

MEMORIA y TIEMPO 52

TECNOLOGÍA La tecnología nos suele enfrentar continuamente a lo incapaces que somos y nos recuerda con igual frecuencia que rápido pasa el tiempo. 53

CAMPOS DE TRIGO Pocas son las espigas, que altivas, siguen mirando al cielo, y le niegan al grano el peso de los días. Pocas son aquellas, que, con elegancia de gacela, acompañan al viento danzando en la sinfonía de los campos. 54

LA PIEDRA Y EL TIEMPO El tiempo tiene a veces el color de la piedra, distante y frío, pero al atardecer el sol en su descenso, le arropa melancólico, y es entonces, cuando se vuelve cálida y tierna. 55

56

DESDE EL TREN Tras la ventanilla el tiempo dependía de la amplitud de mi mirada. Era primavera, y sólo los campos en barbecho mostraban la soledad desnuda, el silencio más íntimo. 57

58

DESDE EL TREN II La velocidad diluye el tiempo. Se lleva los recuerdos y los instantes se niegan a aflorar. Todo sucede tan rápido 59

60

DESDE EL TREN III Cae veloz la noche, y nosotros afuera sin estar a cubierto de este frío. 61

ZAPATOS 62

LA LUZ EN LA MEMORIA en Lerma, domingo cuatro de enero de mil novecientos cincuenta y nueve 63

Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. 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Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. . Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo . 64

Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. 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En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. . Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo . . 65

Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. 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Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. Cuando retornan aquellos ojos, aquella piel, aquel sonido, aquel aroma resulta inútil oponerles resistencia recurriendo a un supuesto orden vital que, quizá, invita a prohibirlos. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo y, en el único sentido en que puede ser empleado este término, verdadero… Lo paradójico, no obstante, es que de modo simultáneo estamos en condiciones de observar que hay otro tiempo en nosotros que nos configura de una manera radicalmente distinta. Un tiempo ajeno a toda linealidad, desbocado, caótico, que fluye libremente apoderándose a zarpazos de nuestra mente. Este otro tiempo, mediante el que reconocemos el relato secreto de nuestra existencia, no admite la imagen de un continuum, sino que, al contrario, se manifiesta con violentas discontinuidades, con bruscos saltos y retrocesos que agreden la idea comúnmente asumida del devenir. Desconocemos su funcionamiento, pero captamos su presencia en forma de instantes que se enroscan en el árbol de nuestra razón organizadora ofreciéndonos los frutos de sabor más intenso. En cuanto instinto de la conciencia la memoria construye un relato secreto de nuestra vida que diverge, cuando no se opone, al relato oficial que tendemos a legalizar, no sólo en relación con el mundo exterior sino también con respecto a nuestro propio mundo. . Y este relato secreto es siempre inquietante, subversivo . . 66

Zurce la luz los trazos de tinta, sobre el papel descabalgan letra tras letra, verso tras verso, retales del alma, viajan de la memoria, y a zarpazos, construyen el relato secreto de la vida más íntima. 67

LA POESÍA La poesía es la celebración de la vida, aunque en ocasiones se torne en una alcantarilla, y entonces la tinta no es ni negra ni azul, es roja como la sangre, intensa como el dolor. 68

INSTANTES Son todo. En un instante somos lo que se puede ser. El pasado el presente el futuro. Soy el devenir el viaje el relato. 69

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LO INFINITO EN UN INSTANTE Estábamos. No nos faltaba nada. Nuestros ojos relataban la intensidad, el drama inútil de lo perecedero. Lo finito. Nunca volvimos a ser más felices 71

DESNUDO FRENTE A TI Lo peor de la noche es cuando me sorprende desnudo. Entonces, me descubro en lo que no podré decirte y sin embargo aguardas, desde el maldito día que tuve la ocurrencia de comentarte, que era el más genial y creativo de los hombres. 72

LOS VIAJES Antes de los viajes nos sobrepasan las expectativas, los deseos de felicidad van como saltimbanquis por toda la casa. Por momentos la vida se reduce al trasiego de maletas y preparativos de última hora, y no debemos olvidar que con nosotros viajan unos parásitos, potencialmente peligrosos: los pensamientos. Conviene estar alerta 73

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CUANDO EL VIAJE ES LA VIDA 76

EL REGRESO El regreso siempre acarrea una pequeña carga de tristeza, sin darte cuenta te vas haciendo a un espacio, que sin ser el tuyo, lo acoges como tal, y aunque su lengua bárbara nada tenga que ver con la tuya te vas acostumbrando a los saludos, lo que nos hace humanos, así como a las básicas preguntas, tan útiles, para la supervivencia. 77

Allí a estas horas hace tiempo que amaneció pero tampoco importa demasiado, pues la noche no quiso saber nada de mí, y el sueño olvidó que merezco un descanso. Corre el café caliente, como dicen allí, “Big café late”, y los primeros gorriones comienzan a darse cita en la terraza, nunca les falta agua fresca y migas de pan, y de lejos se escuchan los motores de los coches con rugido de prisas. Es la actividad, tan desmesurada, que apenas deja tiempo para darle una oportunidad a lo más valioso de nosotros: la vida 78

LA MUERTE Con más frecuencia alguien nos llamará para comunicarnos, que otro alguien murió, e iremos a compartir su pena, y a decir algunas palabras de consuelo. En otra ocasión seremos nosotros ese alguien que llama, y que recibe el consuelo de los demás. Un día, alguien llamará por nosotros, y por nosotros, recibirá el consuelo que nosotros dimos, y sentirá ese escalofrío por la pérdida, y tomará conciencia viva, como nosotros, del paso del tiempo. 79

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APEADERO 81

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CUMPLEAÑOS Nada sabemos del tiempo, salvo que se confunde con la vida y andamos entre equívocos contándolo, y, sin embargo, el tiempo no se cuenta, se desgasta viviendo, como una delicada alfombra de margaritas hilada de silencios. 84

VAGÓN 238 Detuve el tiempo en tus labios 85

LA VIDA SECRETA DE LOS LIBROS Es curioso, lo que se puede llegar a encontrar husmeando en los libros, los míos, guardan para sí minúsculas sorpresas en forma de billetes de avión, tiques de bares, restaurantes, entradas a museos, bonos de metro, autobús, tranvías, barcos, pequeñas reflexiones, anotaciones varias, emociones, preguntas. Hoy me topé con una que dice: “¿Cómo será cuando subas por las escaleras?, apuro el café y leo el poema titulado la vida de las cosas”. Después resultaría que no subiste, 86

o mejor dicho que subiste, pero no nos vimos, por entonces éramos unos desconocidos. Pensando que no estaba me llamaste, y nos saludamos con la mano a través del cristal y de los libros, y acudí a tu encuentro, recuerdo tu sonrisa amplia y tus pantalones blancos. 87

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ESCRIBO I Escribir es un vicio que nunca se detiene Ángeles Mora Escribo para estar presente en cada instante, para ser, al compás de la aguja, la conciencia del reloj. 89

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ESCRIBO II Escribo, porque siento en los trazos la esperanza, vivir la ausencia lejos de la tiranía de las manecillas. En ocasiones miro y aprecio que he vencido, ha pasado la tarde con su noche y apenas he dormido. 91

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DESMEMORIA Su desmemoria fueron nuestros olvidos, tuvimos que volvernos a encontrar para reconstruir lo que nunca volveríamos a ser. 93

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NN -UNBEKANNT (exposición de Doris Salcedo Palacio de Cristal 4 enero 2018) Afloraban del suelo como lágrimas los nombres de los muertos, regresaban del fondo de un Mediterráneo convertido en la fosa común del desespero, nuestros ojos apenas retenían tanto llanto, y era mi corazón el que se ahogaba de rabia, Anduvimos por encima de los náufragos sobre un mar de lápidas de arena, pocos días después leí en la prensa que un diario alemán, en un intento 95

por evitar el olvido siempre fácil, edito una lista con más de treinta mil, quién sabe si un hilo de memoria ondea todavía sobre las ruinas de lo que un día fueron. 96

LAS GUERRAS No deseo una guerra que acabe con las guerras, no deseo más muerte, no deseo más lágrimas, dolor, ni llanto estéril, no deseo una idea superior a otra idea, un corazón latiendo por el odio que lo irriga, no deseo la muerte de los malos, porque nunca la muerte ha de traer la paz. 97

No deseo más guerra que el juego inoportuno de los niños del barrio irrumpiendo en mi siesta, y que el ruido del miedo traído por las bombas, se transforme en estruendo luminoso de fuegos de artificio. Que nunca más al cielo le crezcan como garras: la amenaza. 98

LAS ESTACIONES primavera Quiero ser joven, cada marzo repito con tristeza, llega la primavera y siento la punzada del sol, es todo elemental, recuerdo cuando nada importaba sólo eran los días sucediéndose, hoy voy pidiendo treguas entre los restos de los amores rotos, queda la melodía rasgada por trazos de nostalgia, tarareo el olvido de la canción que antaño tuvo letra. Cada marzo repito con tristeza 99

el deseo de ser la flor que mientras vuela, inconsciente imagina que nada le arrebatará las caricias del aire, caer es sólo el viaje que no consume tiempo. verano No dices nada, pero se que aguardas mi llamada diciéndote que bajo, que llegaré en el tren de las catorce treinta y que te espero para comer junto a la escalinata de la fuente. Todo será perfecto, repetiremos el menú de los miércoles envueltos en el calor húmedo del patio, y en el sabor de las palabras ocultas tras los muros. Buscaremos un fresco 100


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