Beatriz Morales Pareja Susana, sentada en la cama frente al espejo, observaba su pelo largo, renegrido y recordaba sus largas trenzas de niña. Sus grandes ojos almendrados, hablaban por ella y su físico, mostraba airosos sus 40 abriles. «Debo aprovechar ahora, que estoy tranquila, para ir haciendo las valijas. Roberto seguramente tardará un buen rato en volver. Ya habíamos hablado todo lo suficiente, no hacían falta más palabras… » Pensó. Había decido ir a tomar un café. Él haría sus maletas más tarde. Susana no tenía demasiadas cosas para guardar. El pequeño departamento que ellos alquilaban desde hacía cinco años, era como una cáscara de nuez, eso decía ella a menudo. Empezó abriendo todos los cajones y comenzó a empacar cuidadosamente cada una de sus prendas y objetos preferidos. Volvió su rostro al espejo y notó que la ropa que llevaba puesta, no era la adecuada. Se desvistió, miró con atención su cuerpo y eligió ponerse la camisola más bonita que tenía. Lo hizo antes de cerrar su última valija. Cuando estaba anocheciendo Roberto volvió —Se te va a hacer tarde, quedamos en levantarnos temprano para resolver las últimas cuestiones— —No te preocupes, yo tengo menos cosas que vos para guardar— Cuando Roberto terminó de acomodar su ropa, encargaron la cena por delívery y se acostaron cuando daban las 12 de la noche. Prendieron el televisor y eligieron la vieja película de Gardel “El día que me quieras”. Cuando terminó, se abrazaron como lo habían hecho tantas veces… —Su, pone el despertador, no te olvides que temprano nos esperan con el desayuno, para estrenar nuestro nuevo hogar y… ¡Hay tantas cosas para hacer! — 100
Visiones Cuando mis hijos vivían en esta casa, solían comentarme, al menos dos de ellos, que por las noches, se cruzaba la imagen de una persona, aparentemente un hombre, que iba hacia una de las habitaciones, como si estuviese viniendo desde fuera de la casa. No estaban muy asustados, pero tenían cierto resquemor, tal vez porque nunca estaba uno solo cuando lo veían Yo les decía que era su imaginación, que los fantasmas y los espíritus no suelen aparecer ante los humanos. Les aclaraba que, cuando uno está muy sugestionado y susceptible, es común que ocurran esos hechos. El tiempo fue transcurriendo y cada uno de ellos se independizó y abandonó esa vivienda. Nunca mencionaron más ese recuerdo. Es más, creo que se convencieron de mi explicación y no volvieron a ver la famosa aparición. Cuando todos se fueron, yo decidí alquilar el departamentito en el que vivía y me mudé a la vieja vivienda. Una vez instalada, recordé muchas veces aquel hecho y de noche, a veces, miraba hacia la zona en que mis hijos describían aquel hecho. Como era de suponer, nunca vi ninguna imagen. Pasaron muchos años y si bien en algún momento pensé en mudarme, para ir a un departamento más chico, desistí y decidí permanecer en la vieja casa hasta mis últimos días. Como es habitual, se escuchan muchas veces ruidos de los vecinos o el rechinar de puertas o maderas, particularmente los días de mucho viento y lluvia. Ya estoy acostumbrada… Una noche, como tantas, me levanté como es habitual para ir al baño. Debido a que tengo reflejos de luz desde fuera, nunca enciendo luces. Cuando regresé a mi cuarto, algo noté sobre la cama. Eran tantas las cobijas, que sólo intenté meterme debajo de ellas, a lo sumo sería el control remoto, ya que duermo siempre con la tele encendida. Al hacerlo, únicamente recuerdo estas palabras: 101
“¿Cómo estás linda…, no me reconoces…?” 102
Amigas Eran tres amigas. Estela conocía a Susana por ser compañera de su trabajo. Tenían ideas muy disímiles en varios aspectos, particularmente en lo social y político. Muchas veces en reuniones de amigos, Susana siempre decía: “Somos muy diferentes, pero nunca nos peleamos”. Efectivamente, así era la relación, porque Estela siempre fue de las que no intentaban cambiar las ideas de nadie, a menos que fuesen horrorosas. En ese caso, se alejaría de ella, pero no las discutiría En algunas ocasiones, ambas participaron de marchas diferentes, sabiendo cada una dónde se encontraba la otra. Estela, entre otras tantas amistades, quería mucho a su amiga María. Con ella compartía, entre muchas otras cosas, las ideas socio-políticas. Se conocían desde mucho tiempo atrás, aunque por necesidades familiares, no se veían a menudo. En varias oportunidades, Estela invitó a ambas a lugares que compartían las tres y, mientras no se tocara el tema político, nunca había inconvenientes, porque falta aclarar que ambas, Susana y María, eran por su parte muy beligerantes, en cuanto a sus formas de discutir y sus maneras de pensar. Es conocido el hecho que, normalmente, en las manifestaciones existen cordones de los propios militantes para evitar cualquier disputa o atropello sobre el resto. Un día de pleno invierno, donde todos estábamos muy abrigados, con chalinas y gorros, porque el viento arrasaba con todo, Estela se encontraba con María en una marcha por la identidad de género. A su vez había otra marcha ese día y en el mismo horario, para defender a la Corte Suprema en la que yo sabía, asistía Susana. Se había hecho de noche y cuando intentaron prender las luces públicas, se produjo un apagón inmenso y todo se desvirtuó. El apagón duró más de una hora y como es de costumbre, encendieron varias fogatas. Estela esa noche volvió sola, no intentó buscar a María en medio del aquelarre, pues 103
sabía que ella, luego de la manifestación, estaba invitada a un cumpleaños. Esa noche, al regresar a su casa, Estela se enteró que una de las manifestantes había caído sobre el fuego y que si bien fue llevada al hospital, murió en unas horas. A la madrugada del día siguiente, le informaron a Estela, que la mujer quemada, era su amiga María. Los compañeros comentaron que hubo peleas y, que una chica del grupo contrario, la empujó, pero que no la reconocen. Al día siguiente, Estela, luego del duelo, trató de comunicarse con Susana y le preguntó si por casualidad el día de las marchas se había cruzado con María por la zona de las manifestaciones, Susana le dijo que no, que conocía el hecho, que lo lamentaba muchísimo, sobre todo porque sabía que era una de sus mejores amigas, pero que ella por suerte sólo se había quemado un poco las manos…, nada importante. Estela, de a poco se fue alejando de Susana y ella no volvió a llamarla. La justicia actualmente sigue investigando el caso. 104
Viaje Era una niña cuando mi madre me contaba y mostraba el video del famoso viaje a la luna, con Neil Armstrong caminando sobre su superficie. Yo lo veía cada tanto y un día, luego de varios años, decidí ir a los Estados Unidos e inscribirme para ser astronauta. Los estudios y las prácticas fueron duros…, pero las superé. Durante mi estadía se sucedieron varios lanzamientos de naves espaciales, algunas con tripulación y otras sólo con aparatos científicos y tecnológicos para recoger información de distintos lugares del sistema solar. Con el tiempo me enteré que había un momento, que ocurría cada 200 años, en que los planetas se alinean y es factible acceder fuera del sistema solar o al menos en el límite del mismo. El hecho de que se encuentren alineados implica que al acercarse una nave, partiendo de la Tierra, rozando cada uno de los siguientes planetas, le agrega energía a ésta, para continuar su viaje. Ya se conocía el hecho que a las naves se las puede mantener hibernadas un tiempo, para ahorrar energía Lo interesante fue, que en al año 2006, se daba un alineamiento de planetas y la NASA decidió enviar la nave New Horizont al cinturón de Kuiper, lugar en que se encuentra Plutón. Existía la posibilidad de que fuese tripulada, ya que se había comprobado que cuando se hiberna a la nave, también lo hace el tripulante, por lo que su vida también queda suspendida. Luego de muchas discusiones para mi incorporación, puesto que estaba en riesgo mi vida, me aceptaron. Muy pronto llegó el momento del lanzamiento. No tuve miedo. Todo resultó a la perfección y comenzamos el derrotero… Recorrí cada uno de los planetas y lunas por las que atravesó la nave. Quedé extasiada con cada acercamiento. Descubrí los anillos de cada uno de los planetas gaseosos y especialmente el de Saturno, el más notable. 105
En los confines de nuestro sistema, observé a Tritón, a Plutón y ver el brillo de nuestra galaxia desde el cinturón de Kuiper…, me dejó sin respiración. También pude comprobar que Plutón tiene anillos, pero en forma vertical, contrariamente a lo que ostentan los demás. ¡Me pareció increíble, que al pobre planeta lo dejásemos fuera del sistema por ser considerado enano! En estos momentos estoy a 7500 millones de kilómetros del sol. Sólo quisiera regresar para contarles mi experiencia. Creo que pronto aterrizaremos. Pero no estoy tan segura, porque el viaje continúa… Aunque puedo afirmar que, cuando regrese a mi hogar, extrañaré esta odisea. Por ahora sólo quiero enviar un mensaje a los terrícolas: “OTRO MUNDO ES POSIBLE…, ANÍMENSE A ABORDARLO” 106
Norberto José Proyectos Era la noche de un día jueves cuando Juan salió lentamente del bar, se desplazó un trecho; indeciso se detuvo para volver sobre sus pasos. Desde la calle divisó, a través de los vidrios de la ventana del bar, a sus amigos que permanecían en el interior. Les hizo señas con las manos, indicando que se iba y no regresaría. Hecho esto pareció más resuelto y, también, haber definido su itinerario. Comenzó a caminar. Buscó en sus bolsillos el atado de cigarrillos y extrajo uno que llevó a sus labios pero, no lo encendió. Era el otoño. Un viento suave parecía empecinado en continuar sembrando de hojas muertas las veredas y las calles del barrio Monte Castro. Juan dirigió sus ojos al cielo como rogando a Dios que el tiempo no pasara tan rápido. Cansinamente llegó hasta una esquina donde decidió detenerse. Luego de un resuello espero un tiempo y se dirigió hasta el frente de la casa de Marité. Allí escudriñó, tras los pequeños vidrios de la puerta principal, para ver si había alguna luz encendida. Ni un mísero reflejo alimentó su ilusión. Miró su reloj. Era la 1.30 hora de un nuevo día. Defraudado en su intento, regresó a la esquina meneando su cabeza, preguntándose el porqué de ese propósito. Una vez sosegado, su semblante cambió. Aligerando su marcha, por fin, llegó hasta su casa. Recordó algunas recomendaciones médicas. Tiró el cigarrillo, que no había encendido y entró. 107
En principio se dirigió a la habitación de sus hijos que, hacía algunos años, no vivían allí. Aprovechó la toilette, que ese dormitorio tenía en suite, para alinearse. Luego escondió el atado de cigarrillos en la parte superior del placar en desuso y, por último, fue a su dormitorio. Antes de entrar se sacó los zapatos pensando que podía despertar a su esposa. Apenas ingresó, Laura estaba despierta. Con voz adormecida, dijo: — ¡Hola Juan! Quise esperarte despierta pero me dormité por un momento. Entra a la cama…, mi amor y abrazame, que tengo el frío de tu ausencia — Juan se acostó y abrazando a Laura respondió: — ¡Gracias Laura! Por entender lo necesario que es para mí, la reunión con mis amigos. Me hace sentir rejuvenecido, me permite seguir con los proyectos y sé que sólo algunos se podrán concretar. Hace un rato pasé por la casa de Marité. Algo raro pasó en mí. Quería pedirle que charláramos por algunos temas que quedaron sin tratar cuando rompimos. No advertí que era muy tarde para rever cosas del pasado y tampoco advertí que habían pasado 30 años. Gracias a Dios pude salir de esa extraña confusión— Laura que pareció despertar totalmente contestó: —Sé que estoy en tus proyectos como tú estás en los míos. Por eso son nuestros proyectos. Así que pongamos calma Juan… calma, mucha calma. ¡Sólo llevaremos a cabo los proyectos posibles! — 108
Billar a tres bandas En el año 1968, Carlos ingresó a la universidad. Había aprobado el examen clínico pero, lo derivaron al departamento de psicología del Hospital Tornú. Allí comenzó una serie de sesiones para tratar su estado de pánico. Estos síntomas se radicaron en él, al conocer un diagnóstico de corta vida sobre su joven padre de 54 años. Se resistía a aceptar que una enfermedad, terminaría con la vida de su progenitor y en su interior, sentía desbarrancar su propio futuro. Sin voluntad, dos veces por semana, llegaba hasta una sala del hospital para intentar mejorarse. Se trataba en una terapia grupal. La necesidad de estar presente, significaba un desafío, para resistir atravesar los avatares de la enfermedad de su padre y obtener el alta para la universidad. Aldeana, una integrante del grupo joven y bonita, lo atrajo lo suficiente como para estimular su presencia. Ambos viajaban en el mismo colectivo en su regreso. Esto facilitó una relación amistosa. En tanto Julio, el padre de Carlos, había comenzado un tratamiento para mejorar su salud. Múltiples pólipos alojados en las cuerdas vocales le permitían hablar con voz casi inaudible. Fue sometido a varias intervenciones quirúrgicas y sesiones de cobalto terapia. La precariedad del estado en que lo dejaban esos tratamientos, le imposibilitaba frecuentar el “Bar y Billares La Andaluza”, donde compartía tiempos y brindaba enseñanzas a Carlos sobre ese juego de habilidad. En la sala de sesiones, Aldeana, que era de llegar temprano, reservaba una silla para Carlos. Esto fue motivo de una discusión entre ella y otro integrante del grupo. La licenciada a cargo, advertida de la relación que mantenía con Carlos, le solicitó a éste su opinión sobre lo acontecido. 109
Carlos hasta ese día no había emitido palabra respecto de los temas tratados. Miró a Aldeana en busca de ayuda y su respuesta fue: — ¡Es tu oportunidad de hablar...No te queda otra! —. Sonrojado y titubeando dijo: —El compañero interpretó, que la reserva de la silla, era una actitud de preferencia que atenta contra la armonía del grupo. Y... ¡yo no estoy de acuerdo con eso! Tanto Aldeana como yo respetamos a todos. Aunque, yo creo, que no podemos empatizar igual con todos— La terapeuta, luego de menear su cabeza aprobando respondió: —Me parece adecuada su opinión. Hay sillas y lugar para todos. Sin embargo interpreto que usted sintió que esa silla es similar al lugar de amor que sus padres le reservan en su casa. Así que es su lugar y está bien que lo defienda. Si hay alguien que quiera opinar… que lo haga ahora sino, demos por finalizada esta aclaración— El compañero ofreció disculpas extendiendo su mano. Carlos no prestó atención a los temas que siguieron. Las palabras de la terapeuta fueron el mejor calmante para su estado de ánimo. Sus miedos y desesperanza parecieron disiparse. Los días que siguieron fueron de cierta paz. Aldeana, muy afectiva en su relación, llegó a comentarle que también recibía terapia individual a consecuencia de haber sido víctima de violación por un miembro de su familia y que, si bien habían puesto en la cárcel a ese mal parido, sus días eran muy difíciles. Al fin de las sesiones programadas para esa terapia, Aldeana regresó a Córdoba donde continuaría su vida y su carrera en Bellas Artes. Carlos siguió aquí, en Buenos Aires, yendo a terapias que le mostrarían como sufriendo, podría elaborar un corte, una apertura, un desenlace con su padre. Claro que... ahora en soledad… sin que lo lleven de la mano como lo hizo Aldeana, o mejor dicho como hasta su edad lo había llevado su padre. Las intervenciones y tratamientos realizados a Julio, padre de Carlos, tuvieron resultado; prolongaron un tiempo su 110
vida. Los meses finales fueron desgarradores para él y su familia. La metástasis había hecho lo suyo. Había ganado la partida de billar a tres bandas. Ceguera En la mañana del tercer jueves de agosto de 1980 el barrio de Villa Crespo se vio conmovido. Habían dado muerte a uno y herido gravemente a otro. Jóvenes varones, ambos empleados en la Óptica Cleiman. El local funcionaba en Avda. Corrientes a metros de la calle Julián Álvarez. Los vecinos que conocían a los empleados, Mario y Marcos, no podían creer que esos muchachos, de entre 30 y 35 años de edad, hubiesen sido víctimas de homicidio. Ambos estaban conceptuados como personas honestas de buenos modales, atentos y gentiles. Por otra parte, la inventiva de los curiosos, creaba distintas hipótesis. Como si los crímenes tuviesen que ocurrir en lugares exclusivos…, no entendían que sucediera a sólo tres cuadras de la comisaría. Varios agentes uniformados de la seccional 27 resguardaban el local preservando la escena del delito. Poco tiempo después se sumaron efectivos del departamento central; grupos de balística, homicidios y jurídica para actuar bajo las órdenes del interventor. Cerca del lugar, Ricardo que vivía en la calle Aráoz al 900, a muy temprana hora, le había pedido a su padre que llamase al trabajo para avisar que, un malestar pasajero, le impedía llegar ese día. Se lamentaba porque incurría en la primera ausencia desde su ingreso. Él, que tanto había buscado, luego de una paciente selección, un trabajo que le permitiera ciertas libertades y un desarrollo sin controles, quería crear y mantener un buen concepto de su desempeño en todos los aspectos. 111
Ricardo tenía 19 años. Había terminado el sexto año de la escuela secundaria, que le facilitaba su ingreso directo a la universidad. En razón de que, el tiempo dedicado a su empleo era flexible, pretendía estudiar una carrera afín. Así su situación, vislumbraba un fructífero y cómodo porvenir. En pocos meses, había formado una especie de amistad o de muy buena relación con quien le impartía directivas respecto de su tarea laboral específica; Ricardo cumplía a raja tablas con la definición de las funciones que le habían asignado. Esa buena relación hizo que, su jefe inmediato, compartiera con él desayunos o meriendas en los bares de la cercanía. Se sentía cómodo en esa conexión y no le resultaba obstáculo la diferencia de edad, para conversar todo tipo de temas. El café-bar Gardel o La Morocha solían ser sus lugares preferidos. En una oportunidad, Ricardo se animó a comentar a su supervisor que mantenía relaciones con una mujer casada a la cual, visitaba en su vivienda con alguna frecuencia. Desde el principio, a su jefe, le pareció imprudente y peligrosa esa relación lujuriosa. De ahí que, ese tema, comenzaron a tratarlo con frecuencia, una vez acordadas las correspondientes obligaciones laborales. Ricardo parecía ignorar el peligro que corría al frecuentar la casa de esa mujer y, ante alguna crítica, reiteraba una y otra vez: —Pero lo tenemos todo pensado... El marido acostumbra a anticipar la hora de regreso a su casa y una vez allí, por el portero eléctrico se comunica con ella, por si hay que realizar alguna compra o trámite así no vuelven a salir. Eso nos da tiempo suficiente para eludir o disimular la situación en que nos encontremos. Puedo aparentar ser un vendedor ambulante o bien que estoy entregando un pedido u otras excusas—. A su jefe no lo conformaban en nada sus respuestas; volvió a aconsejarle que desistiera pues, esa conexión, le podía acarrear problemas muy serios y, le sugirió que había muchas 112
mujeres para establecer una relación normal. Lo miró como para sentenciarlo y luego de un tenso silencio, le enrostró: — ¡Escucha muchacho...! Muchas situaciones deberías contemplar y analizar. Plantearte que esa mujer debe tener conductas que, al advertirlas su marido lo lleven, a contratar a alguien que siga sus movimientos o, bien, el de las personas que entran y salen de su casa. Pero... lo más importante que deberías cuestionarte es ¿Si estuvieses casado como reaccionarías ante a una situación similar?— Fue sobre la noche cuando el padre le pasó a Ricardo una llamada telefónica de su trabajo. —Hola… Ricardo sí… sí— respondió. —Sé que te llamará la atención mi llamada. No tuvimos muchos encuentros. Paso poco por el negocio. Sólo realizo controles y dejo directivas. ¿Te imaginarás? Hace sólo minutos me permitieron ingresar. Vi, en el parte de registro, la llamada por motivo de tu ausencia y, decidí llamarte... ¡Hola!... ¡Hola!… me escuchás, ¿Sabés quién te habla? — —Sí… lo escucho señor. Sólo que estoy sorprendido— —Bien, entonces continúo. Me informaron del hospital que tu jefe, que había quedado muy mal herido, acaba de fallecer. Es una verdadera e inesperada tragedia. Mario y Marcos dos excelentes personas y empleados. ¿Te imaginas?... ¡Estoy desesperado y desorientado! Ah… y el comisario me informó también, que dentro del local encontraron el cuerpo de otro hombre que, aparentemente se suicidó… Entre las manos tenía una factura de la óptica por unos anteojos de sol ¿Vos sabés algo de este tema? ¡Hola… hola! Me escuchas. ¡Cleiman...soy Cleiman! 113
El comienzo de la pandemia Rosa y Andrés llevan muchos años juntos. El comienzo fue, de muy jóvenes, cuando él terminó el servicio militar. Ahora están en la tercera edad. Viven en una pequeña y humilde casa a seis cuadras de la ruta 3, entre el kilómetro 23 y 24. Cuidan con esmero un pequeño jardín, una quinta, algunos árboles y arbustos frutales. En verano, suelen disfrutar las noches bajo las estrellas cenando en el patio, al que llegan aromas de frutos y flores. No tuvieron hijos pero, aman a los niños. A los de su barrio, en las distintas temporadas, les reparten peras, calabazas y fresas. Es notorio observar el sentimiento de orgullo que trasuntan al obtener y compartir los frutos de su esfuerzo cotidiano. Rosa trabajó, hasta el día de su jubilación como personal de maestranza, durante más de cuarenta años, en el Hospital Italiano de la ciudad de Buenos Aires. En cambio, Andrés pasó por varios oficios en su vida laboral, de los que recogió prácticas y conocimientos. Con sus setenta años realiza changas tres veces por semana, en una feria itinerante que instalan cerca de su casa. Así suma otros ingresos a sus haberes de jubilados. También, en especie, recibe alimentos para sus aves y perros. Ellos son, como muchos, gente de trabajo. Uno de sus proyectos es viajar y visitar las provincias del noroeste argentino. Fueron cautos y cuidadosos con la llegada del covid 19. Cumplieron con las previsiones emitidas a través de los medios de difusión pero, Andrés se infectó. Con el diagnóstico de los síntomas e hisopado positivo, lo internaron en el hospital de la zona. 114
Rosa, para su primera visita al hospital, había preparado algunos dulces y mudas de ropa para su amado y ahora extrañado Andrés. Sólo le permitieron verlo a través de los vidrios de una mampara que habían colocado de ex profeso para impedir el contacto. Andrés estaba sentado en una cama. Al verla sonrió. Se puso de pie y se dirigió con paso lento hacia donde estaba Rosa. Hizo señas que le faltaba el aire. Al llegar a la mampara ambos apoyaron una mano sobre el vidrio como para tocarse y expresar su amor Esta fue la última vez que Rosa vio a Andrés. El número de infectados crecía bruscamente. Ante esa situación no permitían las visitas. Por teléfono pasaban los partes médicos diarios. Ni mudas de ropas pedían para que no se acercaran al hospital. Con la pandemia, en el país y el mundo, comenzaron días difíciles. Poco se conocía de esta enfermedad de la que periodistas y médicos opinaban contradictoria y públicamente. Dudas y temores cundieron en las personas. Se difundían versiones médicas sin definiciones precisas. En esta urgencia se instalaron hospitales de campaña. Era evidente que personal sanitario, camas y respiradores eran insuficientes… Era lógico no se esperaba la propagación tan rápida de esa peste. Pasado unos días, a Rosa, le informaron el fallecimiento de Andrés. Por razones médicas dijeron que era conveniente cremar su cuerpo y que sólo debía ocuparse de retirar, en la empresa funeraria, el certificado de defunción, la urna con las cenizas y pagar gastos. Rosa, sumida en una profunda depresión, entendió que ella y esas cenizas debían viajar a Fiambalá, Catamarca, lugar donde había nacido. Con muchos inconvenientes llegó a su lugar de origen. Nada pudo reconocer. Ahora era un lugar turístico. En corto tiempo todo había cambiado en su vida. 115
Debido a su ausencia sin aviso y, a requerimiento de los encargados del lugar donde se había hospedado comenzaron su búsqueda. La encontraron muerta en un sector frondoso de la sierra de Fiambalá. La autopsia no reveló golpes ni heridas mortales. “Paro cardíaco” confirmó el médico. Se había dejado morir. En su rededor, se hallaron las cenizas desparramadas y la urna. Días después los niños, del barrio de Ruta 3 kilómetro 23 y 24 de La Matanza, recibían con algarabía a Andrés. Este agradecido y sonriente acarició sus cabezas. Los vecinos adultos, incrédulos y temerosos, se acercaron para comprobar lo que no podían creer. Entonces, Andrés explicó que por dificultades respiratorias, lo trasladaron a una sala especial y lo pusieron bajo anestesia para soportar el respirador donde permaneció muchos días. Al despertar, se enteró que médicos, enfermeras y asistentes contrajeron covid y que tal vez, por eso no estaban quienes lo atendieron los primeros días. Moría mucha gente y esto creó pánico. Camas sin identificar. En fin, muchos problemas. Ni los documentos le devolvieron. Y para cerrar su explicación dijo: ¡Disculpen! Quiero llegar a casa, saludar y contarle a Rosa. ¡Hace tanto que no la veo! 116
Kevin un niño adelantado Marcelo es un ingeniero industrial con un futuro promisorio. Tiene 45 años y se desempeña como gerente de producto. La planta industrial está instalada a 10 km de su domicilio en Santa Isabel, Córdoba. Recientemente fue ascendido en la escala jerárquica. También estudia, en forma virtual, astrofísica, carrera que cautivó su atención en la niñez. Obtuvo, por esa vía, conocimientos en las ramas de Astro geología, Mecánica Celeste, Astronáutica, Planetología y Astrometría. Todos los días hábiles lleva en su automóvil a Fernanda y Kevin, hasta la escuela…, desde allí se dirige a su trabajo. Fernanda, su esposa, se desempeña como maestra de 7° grado en una escuela primaria. Está en la dulce espera y en noviembre, según su obstetra, dará a luz a una bebé ansiada por toda la familia. Asimismo se ocupa de la educación y crecimiento de Kevin, hijo de ambos, de 5 años de edad. Como al final de la jornada, su esposo no le asegura una hora cierta para recogerlos, emprende el regreso a casa por su cuenta. Fernanda aprovecha para realizar un paseo de compras y atender las demandas de Kevin a quién, entiende, le preocupa la llegada del bebé. De ahí que lo complace en sus pedidos de juguetes, sobre todo naves espaciales, que el niño trata y conserva con cuidado. Ha conversado ese tema con su esposo. Él cree también, que son reacciones que afloraron al enterarse de la llegada de su hermana. Está convencido que el niño teme que, una vez nacida la bebé, pueda perder el amor y la atención de sus padres. Fernanda le contó que, en reiteradas oportunidades, instó a Kevin a que no le mienta a sus compañeritos con sus historias de viajes espaciales o las visitas de seres extraterrestres y a 117
transmitir sus fantasías tal cual son. Los niños pueden llegar a asustarse y no hay pruebas de la existencia de esos seres. Marcelo se ha reído mucho de esa situación. Piensa que, sin pretenderlo, ha inculcado y formado un continuador de sus aspiraciones científicas espaciales y que, seguro se le pasará en cuanto nazca la bebé. Kevin es un niño muy aventajado respecto de su edad. Es alumno pre escolar en la Escuela Santo Domingo donde su madre ejerce como docente de nivel primario. Lee y escribe como niños de un grado superior. Juega con un telescopio que le regalaron sus padres y, por la influencia de la televisión, suele imaginar y crear historias que, cuenta por las mañanas a sus padres en el viaje y a los compañeros en la escuela. A ellos les dice que su amigo imaginario no es un ser terrestre. Esta familia reside en una vivienda muy cómoda en el barrio Cerro de las Rosas, donde su frente mira al jardín botánico de la ciudad. Tienen un buen y merecido pasar que, para conservarlo, les demanda atención y esfuerzos. En poco tiempo, Marcelo ascendió a posiciones jerárquicas en su trabajo. Progreso que logró, al resolver con eficacia, inconvenientes que se presentaron y que superaron las decisiones de rutina. En los días más recientes, ante la imposibilidad impuesta por el gobierno, de importar auto partes necesarias para completar las unidades de producción nacional, está ejecutando un plan tendiente a crear la posibilidad de fabricarlas en nuestro país. Ello le requiere organizar muchas reuniones con directivos de su propia empresa, de compañías autopartistas y de entidades financieras. Por estas ocupaciones, Marcelo, tuvo que desistir a los cursos de astro física en los que se había inscripto. 118
Está tan fatigado que espera, con ansias y amor, el nacimiento de la bebé, las vacaciones para descansar, dedicar más tiempo a su familia y a su materia preferida. Como persona inteligente sabe que todo tiene un principio y un fin. Tres meses después del nacimiento de Maia Celeste, la familia entera está en condiciones de pasar unos días de vacaciones en el Cerro Uritorco. El pediatra y el obstetra opinaron en favor. El matrimonio hizo las reservas en un hotel de la cercanía. Previeron con anticipación el alojamiento porque son muchos los lugareños y turistas que acuden, los fines de semana a ese lugar. Marcelo y Fernanda guardan muy gratos recuerdos de las veces que descansaron allí. Desde que eran solteros se convirtió en su estancia preferida porque, recuperan su estado de ánimo normal y se reconfortan más que en otros lugares que han visitado. En esas veces nunca tuvieron la suerte de avistar naves espaciales extraterrestres. Así se instalaron en el hotel conocido. Estaban felices de haber regresado a ese lugar tan significativo para ellos. Marcelo descargó con pasión todo su instrumental. Kevin, entusiasmado y ansioso, hizo lo mismo con sus naves espaciales preferidas. Fernanda verificó la lista de alimentos y cuidados de su beba. La pareja con sus hijos estaba dispuesta a disfrutar sus vacaciones. A tres días de permanecer en Cerro Uritorco Marcelo y Fernanda radicaron, en la comisaría de la zona, una denuncia por la desaparición de Kevin. Luego de declarar sobre los datos personales, vestimenta, actividades y comportamiento presentaron una nota de Kevin en la que escribió: “Salgo en un viaje con mis amigos extraterrestres. No sé cuando regreso”. 119
El cura de Berisso No quiso prorrogar el término de su contrato laboral en la compañía minera. Los compañeros de trabajo fueron a despedirlo a la estación. Entregó su equipaje para su transporte. Se abrazó con los más allegados y estrechó su mano con todo el grupo. Brillaba un sol resplandeciente. Secó el sudor de su frente y subió al estribo. Desde allí saludó con ambas manos. El micro lo llevaría hasta el aeropuerto de San Juan. Regresaba a la capital de Buenos Aires. Terminaba una nueva experiencia. Tanto afecto recibido, lo había puesto ante la disyuntiva de regresar por la familia y los amigos o quedarse con los de San Juan. Durante el trayecto en el avión, pensó que sentimientos similares afloraron cuando dejó La Rioja y Catamarca. Tenía programado realizar estos ensayos laborales desde el tiempo en que promediaba sus estudios de ingeniería. Necesitaba experiencias. Ya había recogido algunas. Ahora quería recuperar los afectos en su ciudad natal y pensar destinos más acordes a su sentir. Julio era un joven ingeniero, equilibrado, pragmático y seguro de su saber. Luego de pasar un tiempo en casa de su madre y hermanos, decidió ingresar a un seminario eclesiástico católico. Completó en dos años un ciclo que duraba cuatro. Realizó cursos de postgrado en teología, estudios bíblicos, liturgia, ética y predicación. Cuando decidió ordenarse…, su madre se opuso. Habló mucho con ella, hasta hacerle entender que se trataba de su vida, de lo que él sentía, de lo que él quería. En 1980, Julio se ordenó como sacerdote en la ciudad de La Plata. La ceremonia de ordenación fue oficiada por el Arzobispo, monseñor Antonio Plaza. Este arzobispo hoy es recordado por haber apoyado crímenes políticos durante la dictadura de 1976 a 1983. Los que conocieron a Julio, el nuevo sacerdote, saben que siempre renegó del accionar de Plaza. Meses después de haber sido ordenado, el presbítero Julio, fue designado cura párroco en la localidad de Berisso. 120
Instalado en la iglesia de San Francisco de Asís, luego de un relevamiento general, llevó a cabo algunos planes necesarios para esa comunidad. Planes que, requerían de su esfuerzo, el de la grey católica y laica adherente. Sin recursos propios, hubo que apelar a la buena voluntad de la gente, viviera o no en esa localidad. Para quienes no disponían de recursos era difícil ir hasta La Plata para aplacar sus necesidades. La parroquia de San Francisco de Asís carecía de lugares adecuados para almacenar, conservar y controlar medicaciones y alimentos. La retórica del Arzobispo se oponía a toda iniciativa de los sacerdotes tendiente a cubrir necesidades que no atendía el estado. Julio haciendo caso omiso, comenzó cediendo una habitación de su vivienda para facilitar las donaciones de ropa, su almacenamiento y distribución. Remarcó que esa cesión era sólo por el tiempo que insumirían las obras. Lo decía así para alentar, en sus seguidores, la idea de que las obras se realizarían a pesar de las veladas amenazas de monseñor y de los insuficientes recursos. En esa lucha cotidiana se construyeron los espacios adecuados para hacer realidad Cáritas Berisso. También se instruyó a personas para brindar una atención adecuada. Se mejoraron todas las instalaciones de la escuela primaria a de la parroquia. Los escolares pasaron a desayunar y almorzar pagasen o no matrícula y mensualidad. Así se logró una nómina de alumnos superior a los de la escuela pública cercana. El padre Julio, en sus homilías, agradecía a diario a feligreses y laicos por haber hecho posible la terminación de sus proyectos y su mantenimiento. Mientras, el Arzobispo pregonaba la prohibición de realizar rifas con el fin de juntar fondos. Este hombre era, en opinión del padre Julio, la máquina de impedir. Tiempo después, la iglesia tuvo deterioros. Parte del techo y la cúpula evidenciaron filtraciones de agua. Avisó al 121
arzobispado del deterioro pero, no obtuvo una respuesta positiva en lo inmediato. Espero un tiempo prudencial. Su hermano Carlos, ante la indolencia del arzobispado, ofreció hacerse cargo de la mano de obra. Los proveedores de materiales, también prestarían su colaboración y otros comercios ofrecieron donaciones. La reparación era posible. A pocos días de haber iniciado la obra, su hermano Carlos, por salvar a un colaborador, pisó sobre una parte muy deteriorada del techo cayendo desde esa altura. Su cabeza golpeó contra el mármol del altar y, en ese mismo lugar, falleció. El padre Julio, posiblemente a raíz de esta pérdida, pareció envejecer. Perdió su energía, mermó su espíritu de lucha. Fue delegando funciones. Su salud comenzó a flaquear. Debió ser internado. A diario lo visitaban vecinos, diáconos y sacerdotes. Entre ellos, un compañero, con el que había cursado parte del seminario. Éste, se hizo cargo transitoriamente, en San Francisco de Asís de la iglesia, la escuela y Cáritas. Julio en muy mal estado, recibió a Monseñor Plaza, quien queriendo reanimarlo dijo: —Si puedes escuchar hijo, te digo que he asignado una partida de u$s 25.000 para la reparación de la Iglesia. ¡Dios puede tardar pero, siempre llega! — — ¡Quien tardó fue el diablo, no Dios! — Contestó el padre Julio como pudo. Días después de haber realizado esa visita, se difundió la muerte… del Arzobispo de la Plata. En su tumba se encontró una losa de mármol labrada que decía: “SÓLO DIOS ES OMNIPOTENTE” El padre Julio mejoró. Los médicos no supieron explicar la reacción positiva de su salud. 122
Ema Polikowski La noticia Con prisa tomé la valija con la que había llegado. Sin acomodar, la fui llenando con mis pertenencias. No quería pensar, ni arrepentirme. Mi decisión estaba tomada. Sólo dejé el pullover azul, mi color favorito, ese que me había tejido y que fue primer regalo de cumpleaños. No llevaría nada que la recordara. Por eso, dejé en el cajón de la mesita de luz, las fotos que compartíamos; tan solo tomé mis documentos y el reloj que coloqué en mi muñeca. Del baño traje la máquina de afeitar, mi peine y cepillo de dientes y, sin querer, tropecé con mi cara reflejada en el espejo. Ese era yo, con arrugas en el rostro y el ceño marcado en un surco. La seriedad del gesto me sorprendió. Hacía un tiempo que extrañaba mi vida anterior: libre de compromisos, de horarios y explicaciones. Había perdido el brillo en los ojos, la sonrisa fácil, el deseo de planificar el futuro. Todos los días eran iguales, levantarme al amanecer, correr para llegar a tiempo al trabajo, a veces sin siquiera desayunar, para estar de vuelta ya de noche, cenar e intercambiar algunas palabras con Raquel, con el único deseo de acostarme y descansar. Comencé a sentir que esa casa no era mi hogar, que ella era la dueña del lugar y yo un intruso. Compartíamos el mismo lecho, pero el sentimiento que nos unió…, ya no existía más. Fue cuando decidí irme…, pero no quería lágrimas ni reproches; por eso partía así, sin despedidas. Dejé las llaves apoyadas en el recibidor, tomé la valija, una última mirada al lugar, cerré la puerta, y me marché. Sólo escuchaba mis pasos apresurados…, quería alejarme rápido. 123
Un pensamiento cruzó por mi mente. « ¿A qué se referiría cuando dijo “Prepárate para recibir una gran noticia a mi regreso”? » Pronóstico Atenta al noticiero, escucha que se espera una fuerte sudestada en la zona del Río de la Plata, con alerta amarilla para Ensenada, Punta Lara y Tigre. De sobra sabía las consecuencias: anegamientos en toda la ribera en Quilmes, donde está su hogar. Ayudada por sus hijos, comienza a acomodar la casa previniendo la llegada del agua. Otra noche en perspectiva, con las sillas, ropa y todo aquello que pudiera estropearse. Cuando entraba, venía sucia de basura, ramas y hojas, cuando no de aguas servidas. Le había pasado en otras ocasiones similares, subía rápidamente, sin darles tiempo a poner nada a resguardo. A raíz de esa situación, su casa tenía las paredes manchadas de humedad y sus hijos sufrían de alergias diversas, en especial Dieguito, el más pequeño, que padecía de espasmos bronquiales. La situación la entristecía. Se sentía impotente para solucionar tantos problemas sucesivos, donde no podía permitirse un descuido, estar sola con sus tres hijos todavía menores, sin ayuda alguna, deseando día a día tener trabajo y que no la despidieran cuando está todo inundado y no podía dejar la casa. Había perdido varias veces enseres: colchones, cortinas, ropa y hasta la heladera. Un desgaste tremendo volver a acondicionar el hogar. Sus “niños viejos” como ella les decía, maduraban tan rápido ante las calamidades que la vida les presentaba, que apenas disfrutaban de la niñez. Recordaba que cuando pudo acceder a ese terreno, le habían asegurado que el nuevo intendente elegido iba a realizar las obras hidráulicas necesarias para paliar las inundaciones, que ya estaban realizados los estudios pertinentes y que hasta estaban aprobados en varias gestiones anteriores, pero hasta el momento eran promesas antes de cada elección. Calentó agua en la pava, dispuso el mate, el azúcar y un trozo de pan. Allí sentada frente a la puerta, atenta a pasar toda 124
la madrugada despierta escuchando las noticias, con la esperanza de cambio en la dirección del viento. Fue haciendo un recorrido mental de su familia, aquella que no veía hacía tiempo y de las personas que conocía. Se acordó de su patrona Pilar, que vivía en la ciudad cuando una vez le dijo que sufría de depresión. Cada tanto cambiaba de psiquiatra y de medicación. Decía estar siempre aburrida, teniendo una vida desahogada no le gustaba viajar, no la entusiasmaba tejer, coser o estudiar algo. No tenía amigas, ocasionalmente la llamaban sus hijos para saber de su salud y pasaba el tiempo de esta manera, preocupada por la depresión que la aquejaba, centrada solo en ella. Sentía pena por esa señora. Para ella era imposible ayudarla. María siempre la encontraba sentada en esa silla, desde que llegaba hasta que se iba, pegada a la ventana que da a la calle, y desde allí hablaba sin parar, hasta que se despedía de ella. Se preguntaba “¿Cómo sería sufrir de depresión?” Cabeceando de mate en mate llegaron las luces del día, suspiró y elevó las manos al cielo en señal de agradecimiento, rápidamente acomodó su hogar, despertó a sus hijos para que desayunaran y fueran al colegio. Como todos los días, María rumbo al trabajo. El viento había cesado. 125
Rastros El inspector de policía Luis Vázquez ingresó a la oficina del detective criminalista Carlos Lancino para encontrarse con su cuerpo sentado, la cabeza apoyada sobre unos papeles en el escritorio, una mano en el celular y la otra cerrada apretando un sobre transparente de evidencias. Aparentaba ser muerte por infarto. Así lo encontró el guardia haciendo la revisión del edificio antes de cerrar…, ya era casi medianoche. Lancino tenía por costumbre trabajar hasta muy tarde cuando tenía un caso. Era muy responsable y un apasionado investigador y, por la noche, el silencio le permitía concentrarse. El caso de Lucia Onetto, joven hermosa de 22 años, seguía sin ser resuelto. Había ocurrido 4 años atrás y, trascendido públicamente por lo extraño de la situación como fue encontrado su cadáver. Después de varias indagatorias, arrestos a sospechosos, análisis forenses…, volvían a fojas cero todas las investigaciones. Solo la autopsia arrojó el resultado de un embarazo de 5 semanas. La Municipalidad se hizo cargo del entierro ya que ni familiares ni conocidos se habían presentado. Pasado algún tiempo, el expediente sobre el escritorio fue tapado con otros casos más recientes. A punto de archivarlo como caso no resuelto, Lancino intrigado volvió a releer la carpeta. La joven trabajaba en una cafetería en pleno centro de la ciudad, en Florida y Diagonal Norte, lugar de movimiento constante de transeúntes y vehículos. Justamente un peatón denunció el cuerpo caído entre los escalones de acceso a un edificio de oficinas. El forense comprobó que la muerte se había producido entre las 19 y 21 horas, cuando ya estaba cerrado el edificio, que aparentemente habría sido ahorcada con la bufanda que llevaba puesta. No había sido robo, sus pertenencias parecían estar todas, cartera, dinero y aros de oro. Tampoco se había defendido de su agresor, o sea que lo conocía y nada hacía presumir que no le tuviera confianza. Se investigó todo lo posible. No había rastros ni huellas dactilares…, seguro el 126
agresor había usado guantes y la esperaba en ese lugar, habitual camino a su hogar. Solo se suponía que era un hombre, por la fuerza ejercida en su cuello. Todo hacía presumir que después de una charla, recibió la agresión mortal. El detective repasando las evidencias…, había una a la que no se le había prestado atención. Se trataba del echarpe gris que tenía la occisa. Una prenda personal…, no tan personal. No había podido establecer que ninguno de los sospechosos reconociera tal abrigo. Luis Vázquez retiró la evidencia de la mano del investigador muerto mirando para todos lados, Había reconocido la prenda de Oscar, su hijo…, recordó que había sido indagado. Con disimulo guardó el sobre en el bolsillo del abrigo, enfiló hacia la salida de la habitación, no sin antes arengar a su equipo dándole indicaciones precisas para preservar el lugar del hecho. Cuando ya estaba caminando por el pasillo, escuchó que lo llamaban. Era su asistente. —Señor…. Señor Vázquez…se le cayó algo, ¡Uy! Pero… si es el sobre que tenía Lancino— Silencio, solo se escucha el ascensor llegando. — ¡Qué extraño Señor…! Tendré que informar al fiscal sobre este hecho y, Ud. tendrá que dar las explicaciones pertinentes— 127
El árbol testigo El dueño del quiosco fue quien llamó al 911. Cuando estaba por abrir el negocio, como todos los días, su perro corrió hasta el árbol más cercano; ese hecho llamó su atención y se acercó para ver que se trataba de un vecino, Don Joaquín, caído boca abajo…, parecía estar sin vida. Alguien lo había llamado “Don” delante de su nombre, no en señal de respeto, sino por su carácter, porque no había sido buen vecino, siempre discutiendo con alguien, queriendo imponer su voluntad, nunca cooperando con el barrio. Casi todos los días se asomaba por el quiosco para hacerle algún reproche: que los camiones de descarga de mercaderías hacían mucho ruido, que estacionaban muy cerca de su auto, que mi perro ladraba. El único que se negó a poner cámaras de seguridad, en fin, un vecino problemático. ¿Qué habrá ocurrido? Tal vez fue objeto de la inseguridad, su muerte sería el resultado de un robo fallido, aunque esa zona del barrio era bastante tranquila y los vecinos siempre atentos, se avisaban si notaban un hecho extraño. El forense constató su muerte, tenía un fuerte golpe en su nuca, pero no se halló ningún objeto cerca, o sea, su asesino se lo había llevado. Sólo se encontró rastros de ladrillo en su cabello. Resultaba extraño que nadie hubiera visto ni escuchado nada. La vecina dueña de esa vereda, miraba tras el vidrio toda la escena. El detective le tocó timbre. Lo atiende Doña Rosa, la abuela mas longeva del barrio, sumamente querida por todos, quién siempre ayudaba, aconsejaba, cooperaba en la iglesia, llevando comida para los necesitados y convidando con budín o masitas a sus vecinos. No importaba la hora si alguien necesitaba de ella. Julián Alonso, el detective de turno, es impactado por la ternura de esa viejecita, pero con suavidad le dice que tiene que 128
hacerle las preguntas de rigor, a lo que la anciana solo asiente con la cabeza. Que si había observado algo, que si escuchó algún ruido, en fin, cuando terminó y apuntó los “no “ lacónicos como respuesta, se despidió agradecido y ofreciendo disculpas por las molestias ocasionadas. El caso fue archivado como “Muerte en tentativa de robo”. Doña Rosa, esperó que el día estuviera soleado y no tan fresco, salió a su patio trasero, tomó un ladrillo y pulverizándolo lo esparció sobre las macetas. 129
La señal Antes de navidad del año 1957, mi padre al regresar de su trabajo, visiblemente consternado, narró una historia extraña sobre un obrero llamado Juan Paredes Corro, al cual hacia días no veía. Dijo que su esposa, hacía un tiempo observaba que, cuando apenas conciliaba el sueño, tenía siempre la misma pesadilla. Despertaba aterrado, respiraba con dificultad y aunque era invierno, estaba totalmente transpirado, temblando de terror. Prendía las luces, arrojaba las sábanas, buscaba bajo la cama, se aseguraba de que ventanas y puertas estuvieran cerradas. Entonces…, suspiraba relajado. Rendido por el cansancio y el sueño volvía a acostarse, pero hacía verdaderos esfuerzos para no dormir. Claro que, cuando las primeras luces del alba aparecían, lo encontraban dormido profundamente hasta el punto que alguien en la casa tenía que despertarlo. Entonces, se preparaba para un día normal en familia y de trabajo. No lograban comprender que le sucedía. Contó que durante el día, por momentos, se presentaba frente a él, un coche negro enorme, que era conducido a gran velocidad, y cuando increpaba al conductor, de cara huesuda, ojos saltones y expresión diabólica, éste le gritaba algo incoherente que lo asustaba hasta el punto de espantarlo. Entonces cerraba fuerte los ojos y desaparecía la imagen. Siempre la misma escena recurrente. Era muy perturbador. Quería concentrarse en su trabajo, disfrutar con su familia, amigos, pero la imagen surgía una y otra vez…, hasta a veces, creyó ver su silueta, como si lo vigilara, como si esperara el momento de atacarlo. Notaron que, de ser un hombre muy amable y educado, comenzó a cambiar: se volvió gruñón, con excusas para no salir de casa, menos de noche, rehuyendo conversar con desconocidos. Evitaba hablar con gente, tomaba todos los recaudos antes de cruzar una calle, cambiaba de vereda si 130
alguien venía de frente. Caminaba algunos pasos y, pegado a la pared, miraba nerviosamente hacia atrás. Comenzó a aislarse, ya no quería reunirse ni tratar con nadie. Rehuía de la gente, y poco a poco, se fue distanciando de todos. La pesadilla se presentaba más a menudo, cada vez más agresivo el conductor con su coche. Le recomendaron que consultara a una adivina. Concurrió esperanzado. Se hacía llamar Madame Luz, quien lo atiende amablemente. Varias veces, mezcla y reparte cartas en forma de abanico, vuelve a juntarlas en total silencio. Al cabo de algún tiempo, lo mira fijamente y le dice: “No veo nada en su futuro”. Decepcionado, paga la consulta, se retira, toma el ascensor visiblemente ofuscado, sin poder razonar con claridad, baja intempestivamente el cordón de la vereda…, cuando escucha la frenada, es tarde. Un gran Ford Fairlane 500 año 57 negro trata de frenar abruptamente, pero embiste a Juan. Bajó inmediatamente el chofer, asustado, tembloroso y, corrió hacia el hombre caído. Éste llegó a abrir los ojos y vio la cara huesuda de su pesadilla, los ojos desorbitados y gritando algo que no entendía. El moribundo solo expresó “Me alcanzó al fin” y suspirando muere. Mientras la policía introduce en el patrullero al homicida, el hombre solo repite: “No entiendo…, nunca lo vi en mi vida”. 131
Imprevisible Habían pasado una tarde magnífica su vecina Ángela y ella, tomando varias tazas de té humeante y de sabor exquisito. Miró la hora, porque notó las primeras sombras de la noche. Había sido un hermoso día, temperatura primaveral, el cielo sin nubes y nada de viento. Se despidió de Ángela y se dispuso a caminar los pocos metros que separaban ambas casas. Fue cuando ocurrió. Pensó que se trataba de los faros de un camión o autobús los que la encandilaron y obligaron a que cerrara los ojos. Al abrirlos, se encontró dentro de una especie de tromba de huracán la cual le impedía caminar. Quería huir, pero se sorprendió al encontrarse flotando, subiendo, bajando, girando en tirabuzones…, todos movimientos involuntarios. Observó que no estaba sola, hombres, mujeres y hasta niños pasaban cerca de ella. Todos se dirigían hacia la salida de esa tromba que parecía el final de un túnel donde estaba la luz. Pero al llegar, se sintió sometida de brazos y piernas, totalmente inmovilizada y acostada en una especie de camilla. Sobre ella la encandilaba un foco enorme de luz y, percibió movimientos alrededor. Pensó que eran personas. Cerró los ojos en el convencimiento que había llegado su fin…, y se relajó. Trató de rezar, pero no recordó ninguna oración. Trató de recordar su nombre…, y no pudo. Perdió la conciencia. Despertó sobresaltada en una habitación donde todo lo que la rodeaba era diferente. Vestía otras ropas, su cabello se había enredado con pequeñas ramas y hojas y tenía puestos un par de zapatos desconocidos. Se levantó y recorrió la estancia. No conocía el lugar. Era de día. Miró su reloj…, detenido en la hora que salió de la casa de su amiga. Llamó su atención la puerta abierta y que desde la cama hacia ella se había formado un camino de tierra, hojas y ramitas muy pequeñas que terminaba en la calle en un punto. 132
Llamó fuerte. No reconocía donde se encontraba. De pronto, varias personas aparecieron. Le comentaron que, por la noche, escucharon y vieron truenos y rayos en un cielo azul. Cuando desaparecieron, encontraron la puerta abierta de esa casa deshabitada y a ella sobre la cama dormida, ataviada con un camisón blanco, descalza. Corrió al espejo. Sorprendida, observó que tenía más arrugas y su cabello apenas gris, ahora lucía totalmente blanco. Preguntó la fecha del día y le respondieron —Es 19 de septiembre de 1961— ¡Caramba! Habían pasado más de cinco años, desde aquella tarde de vecinas. Preguntó el nombre del pueblo y, comprendió que estaba a algunos kilómetros de su vivienda. Para no asustar a esa gente que la había ayudado les explicó que seguramente donde estuvo internada le habían dado el alta, la ambulancia de traslado habría equivocado la dirección. Pidió si alguien podía llevarla hasta su casa. Ya de regreso, comienza a indagar que le había ocurrido. Se pone en contacto con ufólogos especialistas en abducciones. David Cuevas, Periodista, director del programa radiofónico “Dimensión Límite”, la llama y le pide una entrevista. Allí se entera de otros muchos casos de gente que, como ella, pasó por similares experiencias y le propone hacer público su caso. Le pide pensarlo, lo despide. Cierra su casa con llave, coloca tras la puerta un mueble pesado, desconecta su teléfono, se sienta acurrucada sobre la cama aterrada, dispuesta a no salir nunca más a la calle. 133
Conexión Mi nombre es Ana, tengo 11 años. Mi madre se llama Ana, mi abuela también, y era pelirroja como yo. Mi padre trabaja mucho, y cuando regresa a casa, está tan cansado que apenas saluda, cena y se va a descansar. Mi madre, siempre tan ocupada, apenas tiene tiempo libre, conversa con sus amigas por el celular. Voy al colegio, pero no tengo amigas, en el camino de ida y regreso lo hago siempre sola. Mis compañeras se reúnen, comparten tareas y mateadas, pero ninguna me invita. Solo estoy cómoda en mi cuarto, donde guardo los libros de mi abuela que leo una y otra vez. Sobre la repisa, un día, encontré un cuadro con la fotografía de ella, lo coloqué en mi mesita de luz. Por costumbre, lo primero que hago es saludarla y contarle como fue mi día. Me gusta conversar con ella. Su tierna imagen me conmueve. Lo tomo entre mis manos y la acaricio. Mi madre me contaba que falleció poco tiempo antes que yo naciera, que ella preparó mi ajuar, y que, con cada prenda, cantaba y hasta conversaba antes de guardarla cariñosamente. Un día, me acomodé para hacer mis tareas y escuché una voz. —Shh… Ana… Anita…— Miré hacia la puerta, no había nadie, me asomé por la ventana, nadie. —Shh… por acá… Shh…soy yo, tu abuela— Giré de golpe y trastabillé. ¡¡¡Estaba hablándome el cuadro!!! —Anita, hace ya un tiempo que estoy observando tu soledad y decidí intervenir. También yo viví una vida solitaria. Cuando venías en camino, proyectaba los cuentos y las conversaciones que tendría con vos, mi nieta amada. Pero me fui repentinamente, contra mi voluntad, malogrando todos los proyectos. No entiendo como logré ponerme en comunicación 134
con vos, eran tantas mis ansias que creo ocurrió un milagro. Tendremos largas charlas, seremos grandes amigas. Pero eso sí, nadie debe enterarse. No lo comprenderían— A partir de ese día, regresar a casa era una alegría, la ansiedad me embargaba. Por fin tengo una amiga, alguien con quien conversar. Pasó el tiempo, ahora tengo 21 años, si bien estoy estudiando y trabajando, me reúno con amigas y amigos. Siempre estoy ansiosa por llegar a mi cuarto y siento el placer de conversar con ella: mi amiga eterna. Nunca más me sentí sola…, mi abuela tampoco. 135
Ester Rojas Ingenuo amor Marta y Alberto trabajan en su propio estudio contable. Sus oficinas comerciales están en la ciudad de Curuzú Cuatiá (Corrientes). Ella es Contadora Pública, y se dedica a llevar los registros contables de sus clientes (balances, impuestos, y otras actividades). Él es Licenciado en Economía y Administración Agraria, y tiene competencia en los análisis, gestión y planificación de pequeñas empresas agropecuarias de la región. Son nativos de esa ciudad. En tiempo de su niñez y adolescencia, ella vivía en un barrio alejado del centro comercial, y él residía en un amplio chalet ubicado en la calle principal de la ciudad. Se conocieron cuando cursaban el secundario en el mismo Colegio. Él ya estaba terminando su secundaria, y ella cursaba el tercer año. En una oportunidad, siendo el Aniversario del Colegio, los dos participaron en una obra teatral, y así dieron inicio a una relación de amistad que se profundizaba día a día…, tan intensa que los compañeros de clase y amigos aseguraban que eran novios. Ellos siempre negaron categóricamente. —Solamente somos dos verdaderos amigos…nos queremos mucho, así como estamos— contestaban siempre. Después de un año, Alberto se ausenta de la ciudad para comenzar con sus estudios universitarios en la ciudad de Corrientes. Durante los feriados, Alberto regresaba a su ciudad natal. Compartía momentos con su familia y amigos, siempre acompañado de Marta…, como si fueran novios. Pero no, nunca se los veía tomados de la mano, ni dándose un beso. Ella continuaba su secundaria…, se la veía siempre sola, triste, y pocas veces compartía salidas con amigos. Lo extrañaba mucho a su mejor amigo. Se comunicaban constantemente por teléfono, casi todos los días en sus tiempos disponibles. 136
Pasaron dos años. Marta terminó su secundaria, y elige viajar a Corrientes para comenzar los estudios universitarios en la Universidad Nacional del Nordeste. Cuando los dos ya estaban alojados en la ciudad universitaria, al principio se veían con demasiada frecuencia, pero cada día requerían los dos de muchas horas de estudio. Además, ella debía cursar algunas materias en la vecina ciudad de Resistencia (Chaco)… Esto hizo que se torciera rotundamente aquella relación de amistad profunda. Con el tiempo dejaron de verse…, ya no compartían momentos juntos, y no se comunicaban más, perdieron contacto entre sí. Pasaron unos cuantos años. Alberto estaba solo, y decide regresar a su ciudad natal. Allí comienza a trabajar en una empresa agroexportadora. Ella continuaba formándose. Además, tenía una relación amorosa con un compañero de estudio…, quería formar una familia, y en sus planes estaba un pronto casamiento. Por motivos familiares, ella necesitaba viajar unos días a la ciudad que los vio nacer. Un día, caminando por el centro comercial de la ciudad se cruza con Alberto. Se saludaron y tuvieron un corto diálogo…, se comprometieron volver a verse el fin de la semana. Así fue que el jueves por la tarde se encontraron en la entrada del parque Mitá Rorï, y comenzaron a caminar juntos. Hablaron de todo, y cada tanto, se miraban a los ojos…, como antes Al despedirse, él le preguntó cómo se sintió ella, y si le gustaría repetir el encuentro antes de que regresara a Corrientes. Ella lo mira…sonríe, y acepta la propuesta. Domingo por la tarde, Alberto va a casa de Marta, sabiendo que ella tenía un boleto reservado para volver esa noche a Corrientes, y toca el timbre. Ella abre la puerta, y observa con tanta sorpresa y alegría, el cartel pasacalle colocado por él frente a su casa. 137
“DAME TU MANO Y CAMINEMOS JUNTOS EN LA MISMA DIRECCIÓN HACIA LA FELICIDAD” Muy emocionada…, entre llantos de alegría y sonrisa, corre hacia él y lo abraza fuertemente. Él le entrega un ramo de rosas rojas, y se unen en gran y apasionado beso. 138
Inesperado acontecer María de las Mercedes era una encantadora joven que se destacaba de las demás por su personalidad, su forma de hablar y su modo distinguido de caminar. Asimismo, su aspecto físico mostraba una altura y contextura privilegiada..., cabellos largos y ojos verdosos muy claros. Estudió en la Universidad Nacional del Nordeste la carrera de Licenciatura en Artes Combinadas. Participó en varios certámenes de belleza. Trabajó como modelo publicitaria. Además, participó por varios años en los desfiles de carnaval, como destaque y bastonera, junto a su comparsa favorita “Ará Berá”. Fue elegida Reina en la Capital Nacional del Carnaval, por su elegancia, actitud y belleza integral. A los veinticuatro años, su vida dio un giro inesperado. Era una noche más de carnaval en el Corsódromo “Nolo Alías”, donde disfrutaba de las batucadas y de los diversos bailes junto a sus integrantes. El público acompañaba cantando y bailando…, todo era alegría y disfrute. Mercedes estaba bailando sobre la carroza que la transportaba. De pronto, desaparece de la escena… El tablón de madera que lo elevaba se desprendió, y cae sobre los hierros que formaban la estructura. Se escucharon gritos de sus compañeros, del público, de los organizadores y la sirena de la ambulancia que pedía pase… ¡Confusión total! “Se accidentó la Reina, motivo por el cual se interrumpe el desfile” comentaba el locutor por altoparlante. Una hora después continuaba el desfile sin su carroza... Mercedes ya se encontraba en el Hospital. Habría sufrido múltiples heridas, que en un principio, no revestía gravedad. Quedó internada para controlar el dolor de su pierna derecha. Pasaron más de quince días y su recuperación total no llegaba, todo lo contrario. Un gran dolor desde la rodilla hacia el pie, limitaba sus movimientos. El tratamiento era muy lento, tanto que ella comenzaba a deprimirse, pensando lo peor. 139
Pasaron unas semanas, se la ve en una silla de ruedas, muy desanimada, cabeza baja, ojos hinchados de tanto llorar. Sus vecinos la saludaban y preguntaban cómo se sentía…, ella no respondía. Con el tiempo, abandona la silla de ruedas, pero camina con cierta dificultad. Sabía que ya no volvería a bailar en su comparsa predilecta, tampoco continuaría participando en los desfiles de moda. El accidente puso freno a su sueño y afectó su vida social. Se sentía frustrada y muy angustiada. «Mi vida está destrozada…para qué seguir así» Esta idea, este pensamiento no podía sacar de su mente. Veía su juventud acabada. Ya no quería alimentarse, ni aceptar la ayuda de profesionales para salir de ese estado angustiante. Pasaban los días, meses…, años. Un día se despierta con ganas de escuchar una samba enredo de su comparsa… Enciende su equipo de música y comienza a moverse al compás de la música…a modo de un juego. Ese día Mercedes parecía ser otra persona… Se proponía un cambio en su vida. El baile sería un recuerdo del pasado…, ahora quería retomar la pintura, su otra vocación. Así lo hizo, entre telas, lápices, óleos y acrílicos continuaba sus días. Por momentos, mientras pintaba volvía a correr lágrimas por sus mejillas. Le costaba muchísimo aceptar no ser la joven que irradiaba juventud y belleza. Pero con fuerza de voluntad y decisión continuaba creando cuadros que reflejaban su estado emocional. No quería entregarse en su desesperación, pero jamás volvió a ser feliz. 140
Desconcierto El crimen a puñaladas de un joven de la ciudad de Paso de los Libres (Corrientes) ha provocado un estado de tristeza y profunda conmoción en toda la comunidad libreña. Es un hecho aberrante y cruel. Una mañana fría de junio, efectivos policiales tomaron conocimiento de que en la Quinta Sección Ombucito S/N, en cercanías a la Capilla María Auxiliadora de la ciudad, habría un hombre lesionado. En forma inmediata y con la premura del caso, se constituyeron al citado lugar. Efectivamente se encontraba una persona tendida en el suelo —sin signos vitales— y quien presentaba a simple vista, heridas producidas por un arma blanca. Posteriormente los efectivos realizaron un amplio rastrillaje por distintas zonas. Cuando se encontraban recorriendo por calle Maestro Melogno, en una zona descampada, en inmediaciones al Puente “La Despedida”, hallaron un vehículo automotor marca Fiat Siena, el cual se encontraba estacionado en la vereda, abierto y abandonado. Se hicieron distintas pericias, donde se constataron manchas de sangre en el interior del mismo. También encontraron varias documentaciones personales y una importante suma de dinero en Pesos Argentinos y Reales Brasileños. El cuerpo fue trasladado a la Morgue del Hospital San José con la finalidad de practicarle la Autopsia Médico Legal. Se desconocía los detalles y pormenores que rodearon el hecho. La víctima fue identificada como Alejandro Fuseneco, de 28 años, Contador Público y profesor de Matemáticas. Trabajaba en la Aduana como empleado administrativo y, por la tarde, atendía su estudio contable junto a un colega. La familia de Fuseneco relató que el joven había salido en horas de la noche en el Fiat Siena para encontrarse con un cliente brasilero, al cual tenía que efectuar un pago en efectivo 141
por una operación comercial y, luego se juntaría con amigos a cenar. Esto era casi una rutina para Alejandro. Contaba con muchos amigos y todos afirman que el joven era una gran persona, en todo sentido de la palabra…compañero, servicial, siempre dispuesto a ayudar al otro. Solamente negaba su ayuda o asesoramiento comercial, cuando la consulta se trataba de algo turbio, dudoso, cuya intención fuese eludir el control aduanero o pasar por la Aduana en un horario inhábil. Tal es así que llegó a realizar varias denuncias de posibles contrabandos de mercaderías y equinos de pura sangre desde y hacia Uruguayana (Brasil). En el avance de la investigación, efectivos de la Comisaría 2da., detuvieron a un posible autor del crimen. Un joven de apellido Aguirre, 27 años, oriundo de la ciudad de Paso de los Libres (Corrientes). Se conocían con la víctima hace mucho tiempo. Eran muy amigos, tanto que fue Alejandro quien le consiguió trabajo en la Aduana. Compartían un ambiente laboral. Este joven se había confesado tener inclinaciones homosexuales. Y la versión que más fuerza ha tomado es que él tenía ciertos comportamientos que Alejandro no lo aceptaba, y por este motivo haya actuado de esa forma. Él niega totalmente toda la acusación que le hacen. Trataba de desviar y confundir la investigación manifestando que esa noche estaban reunidos con unos jóvenes brasileros en una quinta donde siempre frecuentaban. Mientras cenaban, conversaban de futuros negocios que Alejandro los iba a asesorar. Pasaron varias horas, se despidieron y regresaron a sus respectivos hogares. Pero hay testigos que lo vieron a Aguirre paseando por el centro de la ciudad en el automóvil de su amigo poco después de la medianoche. Aguirre desmiente categóricamente ese comentario. No encontraba ninguna explicación sobre el auto abandonado a pocos metros de su casa. Pero insistía en sus comentarios los dichos de los jóvenes brasileros sobre robos de autos llevados al 142
Paraguay. Para él, fueron ellos los que le causaron la muerte a su amigo Alejandro. No admitía el raro proceder de estos muchachos. Se mostraba muy afligido y nervioso por lo que estaba viviendo él y su familia. Para el abogado querellante que representa a la familia de Alejandro, hay pruebas irrefutables. Cree que Aguirre es la persona sospechosa que cometió el crimen. Más allá de que se negara a declarar, las pruebas en su contra son abrumadoras. Allanaron su casa y encontraron algunos elementos que lo comprometen seriamente. El fiscal pide al juez de garantía que se detenga al joven Aguirre, supuesto autor del hecho. El imputado presta declaración indagatoria ante el Juez y queda libre bajo fianza. La familia y los amigos de Alejandro aún esperan JUSTICIA 143
Experiencia efímera Juan Manuel y Mariana compraron una casona muy antigua, ubicada en las afueras de la ciudad de Mercedes (Corrientes). Estaba abandonada y muy deteriorada. Él es arquitecto y ella decoradora de interiores, por lo tanto, hicieron una evaluación del estado de la propiedad (los espacios que se podrían recuperar) para aprovechar lo existente en buenas condiciones. Su deseo era transformarla en la casa que soñaron juntos. Una vez realizado el trabajo técnico, comenzaron con la obra. Tenían que reparar partes dañadas del techo, la pared del living y la cocina. Posteriormente, decidieron trabajar en el dormitorio principal. Allí tenían que reemplazar piezas deterioradas del piso de madera. Y por último debían pintar toda la casa. Día a día los albañiles iban reparando los distintos espacios de la casa hasta llegar al piso del dormitorio. Ese día, cuando retiraron algunas maderas averiadas, se encontraron con una caja de madera dura, tipo cofre. Juan Manuel estaba presente, tomó la caja y la abrió con mucho cuidado… ¡Vaya la sorpresa que se llevaron! ¡Eran huesos humanos, bien apilados con un rosario antiguo…, sin ninguna identificación! Tiempos anteriores se acostumbraba a enterrar a sus muertos en el piso mismo de la casa o cerca de ella. “Quizás estos huesos pertenecían a alguien que haya habitado en este lugar” dijo uno de los albañiles, y comentó que a sus abuelos también lo enterraron en su propia casa. No se sorprendieron por el hallazgo y continuaron trabajando. Juan Manuel decidió llevar el cofre con los huesos al depósito del cementerio, después de consultar y pedir autorización en la Dirección de Defunciones en la Municipalidad local. 144
A partir de ese día, cuando los albañiles ingresaban a la casa empezaron a escuchar voces y pasos por el pasillo hacia el dormitorio. Recorrían el lugar y no veían a nadie. Pensaron que podría ser algún indigente que saltando el muro ingresaba para pernoctar sin dejar rastros. Juan Manuel y Mariana se encargaban de pintar las paredes del interior de la casa en sus ratos libres. Cuando ya prácticamente solo faltaban detalles menores de pintura, él decidió quedarse a dormir, así podía levantarse temprano y acabar con toda la tarea para comenzar la mudanza. Ella le acercó una colchoneta y una bolsa de dormir que usaban en los campamentos. Juan Manuel experimentó una situación que nunca se imaginó. Tuvo una noche terrible. No pudo descansar por los ruidos, pasos y voces dentro de la casa. Él no creía en apariciones de ánimas o almas del purgatorio. Pensaba como los albañiles que alguien entraba a la casa durante la tarde-noche. Se levantó varias veces y no vio nada fuera de su lugar. En algunas ocasiones estos ruidos se presentaban de forma muy sutil y otras veces eran imposibles de ignorar. No le comentó nada a Mariana para no inquietarla, pero no podía sacarse de su cabeza la noche espantosa que pasó. El fin de semana próximo, comenzaron con la mudanza. Por la noche se reunieron con familiares y amigos para festejar el logro de su casa propia. Algunos de los presentes escucharon ciertos ruidos extraños en el patio y en el dormitorio principal. Antes de despedirse le comentaron a Juan Manuel quien le restó importancia. Desde el primer día Mariana también escuchaba un vago sonido al final del pasillo, ruidos insólitos, luces que se encendían en el dormitorio, cierto comportamiento raro de su perrito que ladraba a algo que no se veía y, se escondía con el rabo entre sus piernas o rehusaba a entrar a la habitación. 145
Muy preocupada y con cierto temor, decide contarle a él por teléfono lo que le estaba pasando. Cuando Juan Manuel llegó de su trabajo se ponen a conversar sobre el tema. Él reconoció haber vivido momentos similares y, para no alarmarla, no le contó nada. Entonces se preguntaron qué hacer o cómo seguir con ese tema. Comenzaron a intranquilizarse y trataron de buscar una solución posible para acabar con eso. Las opciones que tenían eran tres: irse del lugar, intentar que ese espíritu se marche a otro lugar ayudando a su evolución (adaptación/sanación) o aprender a convivir con él. Ellos descartaron la idea de irse porque se sentían muy cómodos allí, y decidieron traer a un cura párroco, quien bendijo la casa y les dejó agua bendita. Pasaron los días y los ruidos extraños y las voces, se seguían escuchando. Unos amigos de ellos le sugieren trasladar nuevamente el cofre y colocarlo en el mismo lugar que encontraron como lo hicieron la familia Rodríguez, quienes pasaron por una situación similar. Quizás el espíritu o ánima buscaba volver a su lugar vaya a saber por qué. No estaban muy convencidos de que eso diera buenos resultados, pero ante hechos similares, probaron esa idea. Cambiaron de dormitorio. Buscaron el cofre y ubicaron en el mismo lugar. Esa habitación sería para guardar cosas de poco uso. Santa solución… Los ruidos extraños iban disminuyendo cada día más. No más voces, ni luces que se encendían solas ni puertas que se abren. Su perrito, que volvió a estar tranquilo, recorría la casa sin demostrar miedo. Todo volvió a su normalidad. Juan Manuel y Mariana ahora tienen una casa que los complace como siempre soñaron. 146
Mutación Joaquín Oliver es Ingeniero en Robótica y Sistemas Digitales (director ejecutivo de la empresa), y Víctor García Estévez Ingeniero Industrial. Son socios empresarios que se dedican a la comercialización y gestión de proyectos de sistemas mecatrónicos (incorporan elementos de mecánica, electrónica, informática y los sistemas de control). Actualmente, están investigando otros productos que responden a las necesidades del ser humano, y poder expandirse hacia otros mercados. Para el 2030, desean lograr la automatización de las tareas laborales en su empresa, a través de robots humanoides, capaces de trabajar en equipo (colaborativos). La inteligencia Artificial será una de las prioridades en la inversión de la empresa, dado que ésta, hace más flexibles los sistemas de seguridad. Los robots tendrán una función específica, con mucha precisión y automatización (leer emails, completar ciertas planillas, realizar tareas funcionales e informar). Los robots no serán para ayuda física. Actualmente tienen seis robots, a quienes les implementaron funciones básicas, como algunas operaciones comerciales y contables que los hacen útiles por sí mismos. Usaron aplicaciones, programas existentes y, a éstos les incorporaron funciones más complejas. Después de una evaluación del rendimiento con resultados positivos, Joaquín y Víctor querían avanzar un poco más. Deseaban contar con robots que puedan pensar por sí mismos y que no dependan de la supervisión de nadie para tomar decisiones…, aunque no tenían la clave de cómo lograr su autonomía. Para construir la arquitectura cerebral de los robots comenzaron a profundizar la investigación sobre este tema. No era su intención lograr toda la complejidad de un cerebro humano, solo querían conseguir funciones que lo hagan más útil. Viajaron a Tokio para reunirse con los investigadores de la Universidad, quienes han desarrollado un sistema que logra 147
enseñar al robot a realizar tareas concretas y que pueden pensar la solución a un problema como si se tratara de un ser humano. Trabajaron con un equipo de expertos en el tema que los asesoraron en sus acciones necesarias para cumplir con sus objetivos. A su regreso, comenzaron a trabajar y diseñar neuronas o células nerviosas parecidas a un cerebro. Estas neuronas serían cultivadas en un laboratorio y estimuladas con electricidad para navegar con éxito. Serían como depósito físico para que la computadora construyera señales coherentes. Si la inteligencia artificial se desviaba en una dirección equivocada o tenían una mirada incorrecta, las neuronas en el cultivo celular se perturbarían y volverían a su punto inicial. En una serie de pruebas, fue alimentado continuamente con varias señales hasta lograr que cada uno de los robots pueda concretar con las tareas asignadas. Los primeros veinte robots ya trabajan sin horarios. Cada uno tiene una función distinta y se complementan al final de la tarea asignada. Se aprecia su eficiencia, rapidez y exactitud en todas las áreas atendidas por estos “cerebros casi humanos”. Después de estos resultados muy positivos, tanto Joaquín como Víctor se sentían realizados. Han logrado desarrollar unos robots-supercomputadoras que imite al cerebro humano. Saben y entienden perfectamente que la robótica tiene un fuerte impacto en la sociedad, generando una trasformación del significado y valor del trabajo en sí mismo. El funcionamiento de la empresa es controlado por los robots. La empresa dispone de una mejor información de gestión. Tiene mayor productividad y una reducción importante de costes. Además, cuenta con la ventaja de trabajar las 24 horas todos los días, con puntualidad y capacidad. Ahora ellos tienen más tiempo de ocio para disfrutar. El funcionamiento de la empresa es llevado por estos robots, quienes pasan a ser los “Directores Ejecutivos” a la hora de tomar decisiones. 148
Víctor y Joaquín son personas proactivas, por lo tanto, vuelven al campo de la investigación en el mundo robótico. Su nuevo proyecto es lograr robots colaborativos que puedan trabajar como encargados de edificios, quienes realizaran las tareas en forma habitual y permanente, cumpliendo con el cuidado, la vigilancia y atención del edificio. Este propósito está en una fase temprana de investigación que continuarán con acciones que lo conducirán en un nuevo logro en sus vidas. Ellos están seguros de que este nuevo proyecto se cumplirá en el tiempo estipulado. 149
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