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UTN - Dirección de Cultura Taller Literario Integral -2022-

Published by Lidia Susana Puterman, 2022-06-30 23:50:08

Description: UTN - Dirección de Cultura Taller Literario Integral -2022- Poesías - Cuentos - Radioteatros

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UTN.BA DIRECCIÓN CULTURA TALLER LITERARIO INTEGRAL 2022 *POESÍAS *CUENTOS *RADIOTEATROS Coordina LIDIA PUTERMAN 2

Impreso en Argentina Queda prohibida la reproducción total o parcial así como su almacenamiento o fotocopiado mediante cualquier sistema electrónico o mecánico sin la debida autorización de los escritores. Todos los derechos reservados. 3

PRÓLOGO « ¿Quién dijo que no se puede? » No es una utopía la escritura…, y hete aquí las pruebas que lo demuestran. Llegaron al Taller Literario Integral con pocas expectativas de poder realizarlo; no se creían capaces, no se tenían la suficiente fe. Mi credibilidad en sus capacidades y ferviente empuje, condujo a que sus posibilidades se convirtieran en estos bellos escritos que hoy se muestran en esta fructífera antología Sus obras, son el fruto de incontables horas robadas al desvelo y a su incredulidad. Han logrado plasmar sus pensamientos sobre la hoja en blanco, rompiendo sus propias barreras de incertidumbre con un febril apasionamiento por las letras. Sus escritos de poesías, cuentos y radioteatros, muestran a las claras, que con ansias y dedicación, lo imposible se vuelve…, realidad. Deseo felicitar a todos y cada uno de ellos, por los logros obtenidos y agradecerles…, por creer en mí. Lidia Puterman Escritora 4

POESÍAS 5

Irene Álvarez No quise perder el momento y me senté a tus pies. Cerré los ojos, escuché el silencio, luego los pájaros, a lo lejos, el murmullo del agua, los aleteos de las mariposas danzaban en mis oídos. Seguí tus huellas y comencé a subir. Me sentí tan frágil como un deseo no cumplido. Una vez más la montaña me expulsó, caí nuevamente. Las sombras me cubrían, el frio erizaba mis brazos, mi respiración, lenta y forzada, me arrodillé y lloré. 6

Darlo todo \"Sangraron espinas de silencios, y un solo jazmín perfumó\" Sarah Klein Tus ojos cansados, tus manos callosas, recorren mi cuerpo hasta sonrojar. ¡Solos…, al fin solos! El bosque nos cubre. Nuestra respiración nos devora. Despierto no estás…, te busco, te espero, pero no te veo. Afuera tiniebla, adentro…, soledad. 7

Marie Berardi El 736614 Sus huellas en el barro resecas en el tiempo Recuerda aquel momento de ira desbordada cegada su conciencia la ropa ensangrentada. Perdida su mirada los labios apretados mantienen su secreto Se declaró inocente. Si no lo hubiera hecho… El penal de Ushuaia su traje de cebra pabellón helado sombras y silencio trabajos forzados sin remordimientos. 8

“Todo se hacía difuso,incoherente…” Lidia Puterman (Disyuntiva) hasta hacerse nada… Vacíos de agujeros negros implosión radiactiva, Viento Nube Humo Cuerpos desamparados La vida Invadida Quemada Deforme sin remedio. Muertos en vida Muertos sin muerte Muerte de veras Algunos sobrevivieron Hiroshima, Nagasaki, Chernobyl Devastación ¡Qué estupidez! 9

“Mar… Quiero llevarte conmigo Para enterrar mis adioses” Lidia Puterman (Mar) Y que las olas los lleven hacia las fosas marinas, donde el silencio los cubra donde la luz no ilumina. Desencuentros y cierres. Esperanzas truncadas. La traición indultada, Las mentiras me alcanzan. Adioses inesperados, mudos, de piedra, de soledades. Adioses arcanos 10

Alberto Aníbal Cabezal - “Cirio” Fatídica Espera La lluvia impone su particular silencio. ¡Ah… esta espera fatídica que avasalla, que corroe hasta el alma, que perturba despiadadamente la esencia misma del Ser! Es de noche. Es el tiempo inexorable de aleteos imprevistos e irremediables suspiros. Alguien descorre una cortina percudida, intenta despejar el vapor adherido al vidrio, y atisba por la ventana reducida. Entonces, la mirada frágil intuye huidizas sombras, presiente huellas toscas. ¡Oh efímero rayo! ¿Por qué no vienes solícito a mi ayuda? ¿O esperaré en vano cierta señal esquiva? ¿Renacerá tal vez el alba redentora? 11

El mar de siempre “Mar… Que tu vigoroso tronar sacuda con furia mi impetuoso interior…” Lidia S. Puterman Soberbio Mar… Aquí me tienes: Algo cansado, pero nunca vencido. Resuelto a confesarme ante Ti, como nativo sometido a rituales de tradiciones eternas. He intentado regresar al Gran Río de mi infancia. Pero el Plata, celoso y traicionero, me rechazó sin miramientos. Creo divisar en Ti, Mar: El discreto periscopio del Gran Nautilus, con su Capitán Nemo. Al inefable cachalote Moby Dick, en su denodada lucha contra los arponeros del Pequod. El obsceno saludo de una sirena asida a un alocado delfín … Y aún sigo esperando de Ti, Mar: 12

Los últimos vestigios de algún galeón filibustero. El metal corroído de las sangrientas batallas. La prótesis perenne del intrépido pirata. Las epopeyas excelsas de las insignes travesías. El ya ilegible escrito embotellado, de un mísero náufrago, desesperanzado. (Y solo me contento Mar…, con un trozo de cordel de una tabla surfera). Volveré Mar. Siempre vuelvo. En algún balneario ignoto de tu arena infinita. Antes que mis rústicas cenizas decidan unirse y confundirse con el olvido de tus aguas bravías; y me bendigan, sacramente, por los siglos de los siglos. 13

Susu Eyheralde Poema Al mirar fotos de nuestra juventud siento que me interrogan en silencio. Allí habitan los sueños compartidos sobre un mundo que sería mejor, sueños que hoy son fantasmas que nos acechan para recordarnos ideales que abandonamos sin culpa y sin pudor. 14

Exilio “Besó la tierra... Deseó clavarse en ella como estaca, símbolo, estandarte...” Lidia Puterman No abandonas un lugar sino la larga historia que comenzaron tus antepasados. Aquí están sus recuerdos, la alquimia que intentaron para convertir sus penas en promesas para el futuro. Permanecen sus rastros en la incesante fragua que renueva los sueños con cada descendencia. Aquí están las primeras visiones y las recientes imágenes, y también los espejismos que persiguieron tenazmente. Entre todos imprimieron un diseño que reconoces tuyo y del que ahora te ausentarás…, definitivamente. No abjuras de su legado, huyes del dolor 15

y la impotencia, dejando los muros que tocaste en tu infancia para buscar refugio en la incertidumbre de lo desconocido. Sabes que si no vas hacia adelante con otro rumbo…, agonizas. No quieres más que tu vida sea un depósito de desdichas, te niegas a repetir los desengaños y vivir en suspenso. La memoria te aferra a tu lugar, con el inventario de recuerdos que guardarás como reliquias, mientras buscas en tinieblas…, un porvenir. 16

Beatriz Morales La lluvia rompe el silencio, el aleteo de los pájaros buscando refugios, mi mirada entre las sombras descubre unas huellas… ¡Corro desesperada! 17

Tiempo “Se te estira el tiempo vacío de anhelos” Lidia Puterman Los proyectos se esfumaron y se agotaron las fuerzas para iniciar otros nuevos. Acortar los días intentas realizando mil movimientos, algunos sueños persisten… pero ya no son proyectos. 18

Ema Polikowski Estoy Búscame en los suspiros, en la lluvia y en las sombras. Esta noche no termina… Mientras el silencio y la soledad conspiren dejando huellas de dolor en mi ya raído espíritu. Recuerdo Sobre la mesita de roble levemente iluminada espera olvidado el pañuelo que tantas veces anude en tu cuello. Suspiros provoca el recuerdo de tu mirada posada en mi rostro arrebolado. Mientras, el silencio y la soledad… conspiran Instante Tu mirada me penetra, nutre mi alma frágil, suaves aleteos dispersan suspiros en el silencio del Tiempo detenido. 19

“La luna nos encuentra aún entrelazados” Lidia Puterman Encendida como lumbre hambrienta, escucha mis ansias y apetitos. Soy como la espuma al mar en estallido final, para expirar, perdida en tu arena. ***************** “Fuiste un espejismo, frágil, perdido…” Lidia Puterman Del pasado vienes, en frenesí desafiando al olvido ¿Cuánto recibí? ¡¡Cuánto entregué!! Todavía distrae mi mundo, sacude mis fibras, me levanta, me hunde, me pierdo. Me elevo para volver a caer Aún siento sobre mí Aquel aliento tuyo ¿Fuiste real? 20

Ester Rojas Mi mejor regalo Desde que anunciaron tu llegada a este mundo, el tiempo comienza a transcurrir sin prisa… pero sin pausa. Fueron nueve meses de dulce espera. Hubo lluvia de lágrimas… lágrimas de alegría, de felicidad. Y cuando llegó ese momento de conocerte, estallé de placer. Hoy ya puedo tenerte en mis brazos, acariciarte y besarte. Apreciar esa mirada tan tierna que deja huellas impresas en mi corazón. Eres un pedacito de cielo, tan frágil, tan dulce. ¡TE AMO TANTO MI PRINCIPITO! 21

Anhelo encontrarte “¡Mis ojos te buscan detrás del horizonte!” Lidia Susana Puterman Cierro los ojos y enciendo el corazón. Despliega la visión interior, y el alma se complace. Se ensancha el horizonte, deja ver nuevos caminos a seguir. Por momentos aparecen…, los pensamientos obsesivos que debilitan y alejan de lo preferencial. Se pierde el rumbo por no escuchar… por no encontrarse así mismo. Nuevamente, busco reorientarme regresando a mi interior. De pronto…, emergen pensamientos inspiradores… energía positiva. Alzo la mirada… veo allá lejos, detrás del confín, la FELICIDAD anhelada. 22

Irma Sandler Escucho la lluvia caer, que siento como llanto del cielo mientras vuelan mis pensamientos. ¿Dónde se detuvieron? Allí donde vieron las huellas que quiere desdibujar el tiempo 23

María Silvia Valle Pliegues de un pasado \"Con tibieza me asomo a los recuerdos\" Lidia Puterman Mirada descendente en tobogán de niño hasta el pliegue expuesto de un pasado. Tiempo detenido en lo profundo. Esta en un patio, en las flores, en esa albahaca esperando ser olida. Un plano de luz en el espacio, donde no se sabía de tiempos… Si de ausencias. 24

CUENTOS 25

Irene Álvarez Ilusión Primavera de 1968, Julia cumplía 15 años y sus padres le habían prometido un viaje a Córdoba, Embalse Rio III. Con infinita alegría esperaba con su valija preparada, era la primera vez que viajaban en familia, los padres nunca tomaron vacaciones, trabajaban de lunes a lunes y ahorraron durante un año para este viaje. Dieciocho horas en tren Retiro-Ciudad de Córdoba y allí los esperaría un micro, para trasladarlos a Embalse Rio III. A Julia le temblaban las manos… La emoción, los nervios, ver el bosque de pinos alrededor de los hoteles, la piscina olímpica, un jardín verde y perfumado por las rosas. No podía hablar…, no hacía falta. Esa noche, el hotel había organizado, luego de la cena, en la inmensa terraza, un baile de bienvenida, costumbre habitual para recibir a los nuevos turistas. Los padres y Julia se anotaron y prepararon, Julia llevaba una cadenita con un dije que tenía la forma del signo ¨infinito¨ que sus padres le regalaron para su cumpleaños. Una noche iluminada por las estrellas y la luna llena en las sierras… ¡Qué más podía pedir! Ricardo se acercó a Julia y la invitó a bailar. Desde ese momento, no se separaron. Paseos por las sierras, viajes en sulky, tardes en la piscina y mates durante largas charlas. Él la tomaba de la mano y su cuerpo se estremecía. Bajo un ciruelo blanco le dio su primer beso. ¡Todo pasó tan rápido…! Tenían que volver a Buenos Aires. Cruel es la despedida, llanto y promesas de escribirse. Ricardo vivía en la Provincia de Tucumán, en pocos años finalizaría la Universidad y Julia el secundario. El enamorado, los acompañó hasta la estación de tren, allí en el andén se prometieron amor eterno. 26

El viaje de regreso parecía interminable…, frio, sombrío, solitario, diferente, triste. Cada día, desde su regreso, Julia esperaba el correo. Ya habían pasado 30 días desde aquella despedida. La ansiedad de recibir alguna noticia de su amado, no le permitía dormir. Una tarde al llegar de la escuela, en el buzón un sobre, color azul, a su nombre. Lo abrió y sintió el perfume de Ricardo, leyó una y otra vez esa carta, la letra impecable en tinta azul, los recuerdos, el amor, volvieron a su memoria. Le decía ¨que la extrañaba¨ .Esa noche durmió abrazada a la carta. Así durante un año: se escribieron, se enviaron regalos, recuerdos por correo, se hablaban una vez cada semana. Julia los domingos caminaba hasta el teléfono público para comunicarse con Ricardo. Se escribían, declarándose el amor que conocieron en Córdoba. Pasaron 3 años y Ricardo vino a Buenos Aires. El amor continuaba… Pensaron en un compromiso mayor…, vivir juntos. Ricardo ese año finalizaría la universidad y se mudaría a la ciudad, juntos. Siempre juntos. Última noche, ambos se abrazaron, se besaron, compartieron ese momento apasionado, tierno, mágico, sus cuerpos expresaban sin hablar. Ricardo volvió a Tucumán. Julia volvió a su rutina. Esperaba sus cartas, pasaron dos semanas, al no tener novedades, el domingo lo llamó pero nadie atendió el teléfono, « ¿Qué raro...? ¿No funcionará…?» Julia no entendía. El lunes lo volvió a llamar. —Hola, Ricardo…, soy Julia— silencio... —Ahora no puedo hablar— Susurró él. —Hola, Ricardo… ¿Qué pasa, por favor qué sucede...? — —Hola, Julia…, lo lamento...— En el fondo, se escuchó el llanto de un bebé… 27

Sin respuestas Eugenia participaba desde hacía 5 años, de caminatas, lunes y miércoles durante 2 horas, por el parque Centenario, charlaba y hacia ejercicio. Hace poco tiempo, un día frio y nublado, se agregó al grupo Juan, «Wow, que hombre tan interesante» pensó ella A la semana, se cruzaron en el centro de la ciudad, se rieron, ¡Qué casualidad! Dijeron al unísono. Quedaron en tomar un café. Juan la estaba esperando, allí parado frente a ella, con su sonrisa, mirándola fijo, le guiñó un ojo y suavemente le susurró “te amo”. Charlaron durante horas. La relación continuó..., soñaron y realizaron juntos varios viajes, Eugenia lo aceptó, sin preguntas, solo viajes, amor y emoción. Planearon rápidamente, un viaje a Estambul, Turquía, sin mucha preparación, solo un croquis, una guía de lugares a visitar, la mochila y un bolso de mano, ninguna reserva. Subieron al avión, directo al destino. Abrazados, Juan siempre la llevaba de la mano. Cuando arribaron, le consultaron al taxista por un hotel, céntrico, económico, con desayuno, y se hospedaron en un pequeño apart-hotel, cálido, tranquilo. Al otro día, salieron a caminar por la ciudad, muchos lugares históricos para visitar, inclusive les recomendó un free tour en español, y así explorar los rincones mágicos. Eugenia y Juan abrazados, conmovidos, juntos, se reían y lloraban de tanta alegría. Al atardecer, pasaron por la puerta del “Pera Palace Hotel” y el guía les contó que allí se hospedó en el año 1934, en la habitación 411, durante varios meses, “Agatha Christie”, donde escribió muchos de sus cuentos. Eugenia y Juan decidieron conocer la confitería y tomar el té servido con exquisiteces de la repostería del lugar. 28

A Juan se le ocurrió la idea de pasar la noche allí. Averiguaron y la habitación museo, se encontraba libre, rápidamente, sin perder tiempo, subieron al 4° piso. La habitación, un pequeño museo, pisos de madera crujiente, tibia y acogedora. Abrazados apasionadamente abrieron el ventanal…, en ese momento comenzó a nevar. Esa noche inolvidable, se amaron sobre la alfombra rojiza, suave. Del techo colgaba una lámpara que iluminaba tenue las paredes y el espejo. Se acostaron, cansados pero felices, en la cama antigua, en metal hasta quedarse dormidos. Por la mañana, Eugenia despertó…, Juan no estaba. La almohada y sábanas del lugar de Juan, sin uso, sin arrugas, como si no hubiera dormido allí. Su mochila, su bolso de mano, tampoco estaban. « ¿Qué raro…? » Pensó. Se vistió y bajó a la recepción del hotel, para consultar por Juan. —Buen día, por favor me podría decir ¿El Sr. Juan, que me acompañaba.., salió del hotel? — —Srta. Anoche Ud. ¡Se hospedó sola…, nadie la acompañaba! — 29

Sospecha Lunes, invierno lluvioso y frío, Claudia llegó a la oficina, después de ausentarse ocho meses para cumplir con su período de maternidad, que venía con muchas complicaciones. Era una empresa multinacional en la provincia de Buenos Aires. El edificio con ventanales enormes dejaban ver el interior del salón de exposición en planta baja. Las oficinas se encontraban en el 1° piso, donde disfrutaba un ambiente tranquilo y un jardín con pinos añosos. Al ingresar..., en la guardia no había nadie, « ¡Qué raro! » Pensó ella. Llegó a la recepción, y quedó estupefacta. Durante algunos minutos permaneció sin habla..., sin moverse. Mirando boquiabierta, no alcanzaba a reconocer el desastre. « ¿Qué pasó…? » pensó. Pocos minutos después llegó Nancy, su amiga y compañera desde hacía 15 años. —Hola Claudia..., yo estaba, vení que te explico. Hace casi siete meses, un viernes luego que nos retiramos, estaba la camioneta de la empresa, “como era habitual”. En ese momento, diez delincuentes, encapuchados y fuertemente armados les apuntaron a todos. El guardia de Seguridad fue reducido, atado de manos y pies, con un trapo en la boca. Le robaron el arma. Redujeron al personal que se encontraba en la empresa, robándoles todos los teléfonos celulares, cortaron los cables de la alarma, telefonía fija, y los encerraron en una oficina interna, sin posibilidad de avisar. Así los delincuentes, actuaron con total impunidad y tranquilidad. Lo peor fue la amoladora, arrancando 2 cajas fuertes, las tiraron por la escalera de mármol italiano, destruyéndola totalmente. En la planta baja, las cargaron en una trafic blanca, sin patente y desaparecieron. ¡Todo duró 10 minutos! Casi dos horas más tarde, los vecinos notaron ruidos raros y que nadie respondía las llamadas; entonces avisaron a la Policía quien acudió inmediatamente. Lo mismo que los Directores y Gerentes. 30

“La noticia no tardó en aparecer en los medios, periódicos y televisión Argentina”. Inmediatamente la Empresa contrató el servicio de investigadores privados. Interrogaron e investigaron a todo el personal. La Policía también inició su investigación. Llegaron los CEO del exterior. Se instalaron en la empresa, trabajaron durante muchas horas bajo secreto absoluto, analizaron las cuentas bancarias, se reunieron con los Bancos, proveedores y clientes y… también en la parrilla de la terraza hicieron varios asados. “Las 2 cajas fuerte, nadie sabía que contenían, pero si era seguro que un viernes habría miles de dólares, Euros, pesos, cheques y documentos, que se depositarían el siguiente lunes en el Banco” . El Seguro pagó roturas, escaleras, cerraduras, teléfonos celulares, pantallas LED y daños varios. La investigación se cerró, sin saber quiénes habían sido los delincuentes. Muchos empleados renunciaron, después del atraco, quedaron con miedo, no se sentían seguros y decidieron cambiar de empleo. El Gerente Financiero, gracias a su impecable gestión y responsabilidad en colaborar con la investigación, fue ascendido a Director General. “Nunca llegó a ocupar su puesto. Cuentan que desapareció…. abandonó a su familia, estaría viviendo en Mónaco, en una impactante mansión, a orillas del mar Mediterráneo”. 31

Samara y su foto Samara era Contadora, ¡estudió con tanto empeño! La oportunidad le llegó, una vacante en el Banco. « ¡Wow…, mi oportunidad! » pensó. Pasó los exámenes, entrevistas e ingresó a trabajar en la Casa Matriz de Banco Nación, Centro, frente a Plaza de Mayo. ¡Estaba feliz! Se presentó temprano, con su blusa blanca de organza apenas insinuante, maquillada, perfumada. Su corazón palpitaba fuertemente de emoción. Lunes, primer día en la oficina, «su oficina». El Gerente del área le presentó a todos los colegas. Llegó a su escritorio, vio un cartel de acrílico con su nombre “Contadora Samara…” y comenzó a trabajar. Mucho por hacer. Le contaron que la persona que ocupaba esa oficina, había renunciado hacía un mes, y tenía mucho trabajo acumulado. Se concentró en sus tareas. Luego de unas horas, fue hasta el comedor para servirse un café. Al volver a la oficina, notó que algunas carpetas, y papeles estaban movidos y mezclados. « ¿Qué raro…?» Pensó. Continuó trabajando. Esa tarde, se sintió extraña, algo la perturbaba. Su teléfono sonaba y, al atender, nadie respondía o, de repente, sentía frío en la espalda…, pero no tenía ninguna ventana abierta. Continuó trabajando, ya entrada la tarde, se asomó a la ventana y notó que era de noche. Sin esperarlo, una imagen tenebrosa se reflejó en el vidrio. En ese momento, decidió retirarse a su casa. Le comentó a su familia, lo que le sucedía, restándole importancia a la sensación que la sobresaltó. El martes, se dirigió directamente a la oficina, ya conocía el edificio, el salón, sus compañeros, así que se sirvió una taza de café y fue a trabajar. Quedaba mucho por hacer. 32

Cuando llegó encontró encendida la computadora y…, nuevamente los papeles y carpetas desordenados. El olor nauseabundo, frio, húmedo la asfixiaban. Escuchó ruidos de muebles que se arrastraban por el piso de la oficina, pero nada se movía. Se levantó del escritorio… En ese momento, una ráfaga de aire tiró al piso todos los papeles, dejando a la vista un retrato de color sepia de una jovencita con un bebé, la tomó en sus manos y al girarla tenía un nombre escrito con tinta china: “Samara” ¡Auxilio! Gritó… la puerta de la oficina se abrió y entraron sus compañeros. — ¿Qué te pasa? ¿Qué son esos gritos? ¿Te sentís bien? — Samara, quedó sin aliento. Pálida. — ¿Te traemos un té? — preguntaron. —No, no, no gracias— Solo les mostró con la mano temblorosa, el retrato que había encontrado. Ella comenzó a preguntar y averiguar, quien era la jovencita de la foto, se contactó con historiadores, guías turísticos, directores de museos. Todos coincidieron…, no sabían quién era la jovencita. Pero le contaron que en esa esquina, en la época de la conquista había un cementerio, conocido como “el pozo de las ánimas” donde luego se estableció la primera capilla de la ciudad. Samara decidió renunciar al Banco, aunque continuo buscando en las bibliotecas, libros, internet, quien sería esa hermosa jovencita con el bebé, que además… se parecía bastante a ella y tenía su mismo nombre. 33

Esperanza Año 2522… El planeta Tierra se veía totalmente destruido; muchos optaron por mudarse a Marte y Venus. Los que decidieron permanecer en sus hogares, encontraron un serio problema: la falta de alimentos frescos y el consumo de agua dulce…, ya que todo se producía artificialmente. Hacía 10 años que Rosalinda, una bióloga y química destacada, vivía sola en su departamento en un primer piso, donde podía disfrutar de apenas 3 horas diarias de sol. Luego la noche fría, húmeda…, la oscuridad. Cuando ocurrió la catástrofe mundial, el planeta quedó desolado, todo era polvo, pocos edificios, no había mascotas, ni pájaros. Vacío, soledad, ausencia e inexistencia de la mayoría de seres vivos…, unos pocos humanos. Esporádicamente se visitaba con amigos. Los pocos habitantes que quedaron. A pesar de que no soportaban más esa situación, jamás abandonarían el planeta…, algo tenían que hacer. De continuar viviendo de esa manera, los llevaría a la muerte. Rosalinda, una tarde organizó un encuentro con sus amigos. Una idea que los uniría aún más; no faltó nadie. — ¿Hola Rosalinda, todo bien?— —Claro, es que se me ocurrió una idea, que podemos desarrollar entre todos. Pensé una manera de salvar lo que queda de la Tierra. Mi abuelo era apicultor. Las abejas transportan el polen de una flor a otra. Si logramos que esto suceda y miles de plantas vuelven a reproducirse, sobrevivir y producir alimentos frescos…, ayudará nuevamente la evolución de la especie. ¿Qué les parece? — ¡Sus amigos..., quedaron mudos! — ¿Cómo haremos algo así…, no tenemos una sola abeja? — — ¡Tampoco hay plantas ni flores! — 34

—En el sótano, encontré varias carpetas y filmaciones de mi abuelo, explicando todo sobre las abejas: viven en colmenas..., son miles..., se organizan…, trabajan en armonía…y ¿saben algo? Tengo el ADN de las abejas obreras y la abeja reina. Además algunas larvas conservadas perfectamente. — ¡Pará, pará...! ¿Qué?— Dijeron sus amigos. — ¿Flores? ¿Plantas? — —Tranquilos, tengo todo. A trabajar…— Concluyó Rosalinda Rosalinda preparó el laboratorio, para crear un grupo de abejas obreras y la abeja reina. Llevaría un tiempo…, pero ella estaba segura que lo lograría. Mesada, guantes, tubos de ensayo, luces, crisoles. Comenzó colocando las larvas de abejas en cápsulas que simulaban las celdas reales, estas podían ser de cera . Dos amigos, José y Rubén prepararon una colmena, con tablas de abeto de 2,5 cm. de espesor, aceite de linaza crudo y simularon también, en parte de la cocina, algunos túneles subterráneos hechos con barro. Faltaban las plantitas. Las condiciones del lugar, le dieron a entender que lograría germinar algunas semillas guardadas cuidadosamente. Descubrió: “lantana, verbena, lavanda, dalias” . Todas plantas atractivas para polinizar. Su amiga Ana, que había estudiado con ella química y botánica, seria la indicada para ocuparse del crecimiento y desarrollo de las flores. Rosalinda estaba muy entusiasmada y sus planes parecían tener éxito. Convivieron durante varios meses juntos en el departamento y fueron observando que todo evolucionaba y maduraba positivamente. 35

Lo que sus amigos no sabían, era que Rosalinda con 37 años de edad, se encontraba muy enferma, en fase final de su vida. Mientras la vida de Rosalinda se apagaba, las flores, abejas y el entusiasmo de ella y sus amigos crecía. El objetivo de Rosalinda se cumplió, y su deseo también. Cerca de su tumba, rodeada de flores y árboles, se ven algunos campos sembrados. Apenas era el comienzo. 36

Esperado encuentro Sábado por la tarde, Julia y Peggy quedaron en encontrarse en el barrio del abasto, tomar un café, charlar y visitar la casa museo de Carlos Gardel. Desde su última reunión habían pasado 7 años. Se extrañaban…, dos amigas de toda la vida, crecieron juntas, mismo barrio, misma escuela, compartieron juegos. Siempre siguieron en contacto, aunque Peggy vivía en New York. Ese sábado amaneció gris, frio, día clásico de invierno, que no dan muchas ganas de salir; pero de todos modos decidieron verse. Peggy estaba de paseo por Buenos Aires. Se maquilló, perfumó y tranquilamente viajó en el subte B hasta la estación Carlos Gardel, que la conectó directamente con el Abasto. El encuentro fue emotivo, un gran abrazo, sonrisas y felices de verse luego de tanto tiempo. Ambas fueron directo a la Casa Museo…, luego tomarían el café. Peggy presentía que ese día algo pasaría; algo especial en su vida…, un palpitar inexplicable. Jean Jaurés 735. Desde la puerta se escuchaba la letra del tango “El día que me quieras”. En la entrada, un saloncito con muchos turistas de todas partes, consultando por la historia y comprando recuerdos. Peggy se asomó y vio a lo lejos un patio antiguo, lleno de plantas, techos altos, pisos cerámicos en blanco y negro. « ¡Wow…, me encanta! » Pensó. Peggy no conocía demasiado sobre vida y obra de Carlos Gardel, así que ingresó entusiasmada para leer, ver, conversar sobre ese maravilloso cantante, compositor y actor que representa la historia del Tango. Recorrieron la antigua casa chorizo, y escucharon parte de la historia del lugar. Había fotos con su madre, otras cantantes y actrices argentinas. También una guitarra que 37

perteneció a Gardel, un piano, música y algunos muebles de la época. Continuaron recorriendo las diferentes salas. ¡Una sala de proyección! llegaron en horario y pudieron ver una película: “Cuesta abajo”, filmada en 1934. Ambas amigas quedaron deslumbradas. De pronto a las 15 p.m. Peggy miró a su alrededor, notó que estaba sola en la sala, escuchó una voz que le decía: —No temas… ¡Apoya tus manos sobre la pantalla led que tienes frente a ti…! — « ¿La pantalla me estaba hablando...? » Pensó Ella se sintió atraída, hechizada y…, con sumo cuidado apoyó sus manos. Fue un instante, se encontró dentro de otra sala, la recibió el mismo Carlos Gardel. Pensó que era un holograma... La invitó a sentarse en un sillón de cuero negro para contarle personalmente de su vida. Peggy escuchó cada palabra, le parecía increíble que le estuviera pasando en realidad. « ¿Qué raro…? » Pensó algo perturbada…, pero continuó con la charla. Por momentos pasaban los personajes de la película que estaba filmando “Rubias de New York” y él susurraba… “¡...cabecitas adoradas… deliciosas criaturas perfumadas…! Gardel la invitó a participar de la presentación que haría ese día en Medellín, Colombia. Peggy aceptó, miró un almanaque que colgaba en la pared del salón…, Junio 24 de 1935. Ambos se encontraban dentro de un avión de vuelo directo. El cantante le dijo — ¡Mirá…, no sé si será que me estoy poniendo viejo, pero tengo un presentimiento fulero … como si algo raro pudiera pasarnos...! — y tarareaba por lo bajo “Mi Buenos Aires querido”— 38

En los diarios de la época, que se encuentran en el museo, informan de la muerte trágica del morocho del Abasto. Entre los restos..., una mujer desconocida que nunca se mencionó en la historia del accidente... 39

Marie Berardi Sin Barreras El subió primero. Ella lo siguió. Él había pedido permiso dos días antes para consignar dos valijas y el baúl que estaba guardado enel granero. Viajarían rumbo a la Argentina…, tierra de promesas. Le había costado unas cuantas pesetas sobornar al marinero par a que los pusiera en la bodega del Clyde. El barco de la Royal Marine Steam Packet Company, zarpaba el 15 de agosto de 1914 del puerto de Cádiz. Era un buque gigante. Al mediodía, la primera clase estaba embarcada. Entraron con miedo, confundiéndose entre los pasajeros de la segunda. El pretexto: despedir a sus abuelos. Media hora les dieron. Un oficial los había seguido con su mirada; lo despistaron al ir detrás de una pareja de ancianos rezagados, que observaban la cubierta. Preguntaron cosas a los sorprendidos abuelos, lo que hizo que el oficial se distrajera en otra cosa. Aprovechando el momento, más rápido que bombero y, sigilosamente, se deslizaron sin llamar la atención a la oscura bodega, sombría como cueva ciega. Tuvieron que detenerse para acostumbrar la vista. Se escondieron tras los barriles de roble, quietísimos susurraban bajito. Temblando ella, bajo su abrigo gris, como el día que les había tocado, nervioso él, arrodillado, sosteniéndola. La acarició con ternura, le dijo que más tarde traería la valija para sacar las mantas. Era una bodega húmeda. La sirena tocó tres veces, lentamente, se movió la nave. Se abrazaron con pasión, encendidos besos sellaron su amor prohibido, polizontes emancipados de una guerra que no querían. Darko, desertor del ejército serbio, la joven Ljubika escapando de la vergüenza de un embarazo inesperado, tal vez soñado pero inoportuno, incómodo. No estaban casados. Haciendo honor a sus nombres: Darko variante de la palabra 40

dark que en serbio significa regalo. Ljubika nombre femenino que significa amante o beso, volvieron a abrazarse. Barreras libres, abiertas a un destino incierto. 41

Coyuntura — ¡Tráeme el documento, ya tengo la birome azul! — — ¿Dónde lo pusiste? — — ¡En tu portafolios idiota! — — ¡Idiota será tu abuela! — — ¡No te metas con mi abuela imbécil, es por vos y tu vicio que estoy aquí! — Luis calló de repente. Habían perdido la casa en noviembre, póker pesado. El trabajo de ella les permitiría la compra de la nueva propiedad en cuotas, con la circular de Martínez de Hoz. Las lágrimas surcaban su rostro mientras firmaba el pagaré. Su esposo era insolvente. En la caja fuerte de la Asesoría Letrada del Banco había muchos documentos certificados por la circular 1050 del Banco Central. Ana Victoria Mc Loughlin entregó el suyo, su mirada de gata castigada impresionó al secretario. Se quedó pensando en la mujer, estaba al tanto de la situación, en Río Gallegos de los 80 todo se sabía. Familias sureñas alternaban con los recién llegados, eran 43.479 habitantes en la capital santacrucense según el censo del 80. Algunos se habían exiliado en el sur para hacer negocios. Ana se refugió en el sueño del colegio bilingüe, había participado en su creación justo desdesu inicio. Su inglés nativo y su título de Master en Psicopedagía, eran el pasaporte requerido para pertenecer a la Junta Directiva. Ganaba un poco más que otros docentes. Ella y su equipo habían votado por el nombre: “Poplars School” que viene de “populus” en latín álamo. Plantar semillas de una firme educación para que sus estudiantes llegaran tan altos, como los árboles de esa especie. Brillarían sin duda, y serían flexibles como las hojas pecioladas que reflejan los rayos del sol. Las tasas de interés eran accesibles al principio y había abonado varias cuotas de su deuda. No había prestado mucha atención a la letra chica. Comenzó a preocuparse. Su sueldo no aumentaba. 42

Según la circular, los bancos otorgaban créditos hipotecarios sin fijar previamente las tasas de interés que tomarían el valor de mercado. La inflación se tragaba sus ingresos. Las deudas hipotecarias superaron ampliamente el valor real de las viviendas. Inversores inescrupulososestaban atentos en todo el país. Ana tendría que vender. Su esposo ya no trabajaba, ahondaba sus penas con amigos en el único pub. Sintió angustia y opresión, tal vez, le pasaría como a tantos otros que tuvieron que malvenderpara evitar el deshonroso embargo. La opresión en su pecho la invadió una vez más. La relación consu esposo parecía agotarse, solo la presencia de sus dos hijos la mantenían viva ¿Volverían a perder su techo? Conversó con su amante ocasional, el abogado de la Fundación, él la impulsó; haría juicio. 43

Ricardo Peña “Detective en acción” « ¿A quién le convenía esta muerte? » Pensó Peña, el famoso detective ya retirado de las fuerzas policiales. Tenía una peculiar costumbre: jugar solitario hasta que se le aclararan las ideas. Hasta el momento había reunido datos de los involucrados en el caso. Había hablado con todos, al menos eso creía. Sin dudas, Eunice había sido asesinada. El informe de la autopsia detectó la presencia de atropina y escopolamina. Las pupilas dilatadas, el contenido de las vísceras y la parálisis del cuerpo delataban el envenenamiento. El corazón había bombeado aceleradamente hasta detenerse. Había sufrido. La muerte certificada en el Acta de defunción se habría producido entre las 11 y 12 de la noche. Se decía que su sobrina la heredaría y que ella había tenido algo que ver en el asunto. Precisamente, la bella Lucía fue quien la visitó en la mañana del martes. Le contó cómo en el sepelio, muchos la miraban de reojo. El policía la había interrogado, pero ella no tenía coartada alguna. Esa noche, se había ido a dormir temprano ya que convivía con su tía. La mucama, que dormía en la pieza chiquita, relató en su declaración que habían cenado caldo de verduras, lomito a la cacerola con salsa de enebro y ensalada de frutas. Ella había encontrado a su patrona, extrañada por no verla en la mesa de desayuno a las 9 como todos los días. Lloraba compungida, mientras contaba esto, perdería su trabajo, sabía que Lucía no la quería. La visita médica, como todos los días, había pasado al salir de su consultorio, un poco antes de la hora de cenar. Esa tardecita, Leandro había estado de visita en la casa, necesitaba fondos para abrir su negocio de carpas, armas y pesca…, quería un adelanto de la herencia. Su tía, en confianza, le había comentado del testamento un mes atrás. Eunice se lo había negado. Se gritaron y él se fue golpeando la puerta. Esa noche era la fiesta en el Club con su novia para festejar el cumpleaños de un amigo, bailaron hasta las tres de la mañana. 44

Unos días después, el letrado había leído el esperado documento ante la expectativa de los sobrinos. La casa quedaba para Lucía, el auto, un Audi de alta gama, era para su sobrino. La fortuna se dividiría en tercios: Lucía y Leandro recibirían uno, cada uno y el tercio restante se repartiría entre la mucama, el jardinero y el cura por partes iguales. Peña había indagado lo suficiente para desentrañar el caso. Había observado cada habitación, la entrada de setos y el arbolado jardín. Pero sentía que faltaba algo. ¿Cuál era la clave de este asesinato? ¿Cómo había llegado el veneno? En su oficina, obsesivamente, ordenaba las cartas en la mesa y los datos en su cabeza. Lucía era vegetariana solo había tomado la sopa de verduras. La empleada doméstica y el jardinero no podían comer los platos de su ama. La comida del personal se preparaba aparte. Leandro había cenado en el club. La médica vivía de su profesión, no tenía motivos. Seguía su solitario, una tras otra, cuando el as de diamante hizo luz en su racionalidad. Su trabajo en la policía y la capacitación sobre efectos de los venenos le hicieron ver, lo que había mirado al pasar. Quiso corroborar su hipótesis, visitó el parque de Eunice y se detuvo junto a un arbusto. Había pisadas y una rama cortada. En ese instante, recordó que del otro lado del alto seto de apretados cipreses, se escuchaba el cuchicheo de la mucama que entre risitas le contaba al jardinero, que había visto besarse a los novios. Lo supo entonces. Citó a todos los involucrados. Pidió presencia del Jefe de la policía, que vino con su subalterno. Con voz firme anunció: — ¡Uno de ustedes cometió un asesinato! — Serios e impasibles los sobrinos, temblorosa la muchacha, preocupado el jardinero, él sabía de Atropa belladona. Se dirigió directamente hacía la doctora, la novia de Leandro, ante la estupefacción de los presentes. Era la única que sabía la dosis letal de las drogas de la belladona: más de diez 45

bayas bastaron, entremezcladas con las de enebro en la salsa, en la cocina mientras le pedía a la cocinera que le abriera la puerta. Había sido una muy larga partida de solitario. 46

Rutinas Segundo piso, ventana al andén de la estación Lasalle. Se había acostumbrado tanto al ruido, que ya no lo escuchaba. A Juan le gustaba ver a la gente que viajaba, mientras tomaba el mate mañanero. Casi los conocía a todos, era rutina. Esa mañana, vio a una pareja trasnochada, discutiendo a los gritos muy cerca del borde, nunca los había visto. De repente, quedó paralizado: la mujer empujó al hombre justo cuando venía el tren, salió corriendo, abordó un taxi y desapareció en el tránsito de la Avenida. Conmoción en el andén. Por supuesto, se suspendió el servicio y los usuarios de siempre, algunos ofuscados, otros espantados, algunos caminaban indiferentes como si nada hubiera pasado y otros alterados, muy impresionados, tuvieron que buscar en medio del desconcierto, como llegar a sus ocupaciones. Dos policías trataban de ordenar el caos. Los restos humanos desperdigados fueron directo a la morgue. ¡Feo trabajo el de los bomberos! El conductor del tren que había visto todo, sería un testigo; pero necesitarían otro. Fue entonces, cuando uno de los policías vio asomado en la ventana que da a las vías, la silueta de Juan. Se apersonó a la casa y Juan bajó. Se sentía importante, al fin pasaba algo en su soporífera vida. Solo pudo describir la campera roja, pantalones, botas negras de la mujer y el cabello ondulado castaño rojizo. En la Declaración, contó todo lo que había visto, especialmente la marcha bamboleante del joven, que parecía borracho. La investigación quedó a cargo del oficial González. La familia del occiso no lo podía creer. ¿Matías de 24 años muerto? Sólo le faltaban dos materias para ser abogado. ¿En qué se había metido? ¿Quién era ella? ¿Cómo saber lo que había pasado? Su novia estaba desesperada, habían pensado casarse al año siguiente. Fueron sus compañeros de la Facultad quienes sugirieron contratar al detective Ricardo Peña. Era el mejor, impecable en 47

sus casos, siempre llegaba al final. Era caro, su experiencia y sagacidad eran reconocidas hasta por el Juez Márquez. Entre todos, juntaron el anticipo. Peña leyó en el informe del forense: “…se detectó un barbitúrico potente, ciertas manchas en el cuello y la marca de un anillo…” Pidió ver la mochila, no tenía su billetera, ni dinero, ni tarjetas, ni el celular. Todo lo que quedaba de él eran las llaves y sus apuntes. El detective interrogó a todos sus allegados, incluyendo al encargado del edificio, para establecer sus últimos movimientos. Nadie reconoció entre sus relaciones a una mujer como la del andén. Ningún indicio. Logró saber que Matías había ayudado a su padre el día anterior, luego había cursado Derecho Financiero y Tributario y según su compañero iba al Estudio Jurídico Marval & O’ Farrell & Mairal, para una entrevista laboral. —Nunca llegó—, refirió la recepcionista. Parecía perderse la pista. El hermano de Matías le acercó la computadora que estaba sincronizada con su móvil. Peña pudo acceder al WhatsApp de la notebook, apareció un número no identificado. Peña siguió su instinto. Sabía cómo hacer con los celulares. Llamó desde un locutorio. —Remisería Varela— dijo la voz femenina. Cortó y googleó el local. Sin dudar, Peña condujo su auto hasta el bar de enfrente. Esperó pacientemente. Entonces, la vio salir de la remisería con su pelo rojizo, muy maquillada, la misma campera y botas de aquel día. Observó que hacía un llamado. Entró al bar, se sentó en la banqueta del mostrador y pidió un Gancia. Peña simulaba leer la Crónica vespertina. Un joven entró pidió una copa y se sentó a su lado. Conversaban, ella se acercó más y seductoramente, con una mano lo acariciaba, mientras que, con un movimiento apenas perceptible, echó unas gotas en el vaso del desprevenido muchacho. Pagaron. Al cabo de unos minutos salieron. Peña siguió sus movimientos. Ella dirigía al muchacho de paso bamboleante, parecía borracho. Entraron al motel, al lado de la remisería, un chofer fumaba en la puerta y sonreía... 48

« ¡Perra! » pensó Peña, apretando el puño sobre la mesa. 49


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