En la bodega del Clyde En el Clyde pasaban muchas cosas raras. Darko y Ljubika paseaban como si fueran pasajeros comunes del barco, siempre lejos del capitán y de los oficiales. Lograban alimentarse irregularmente sentándose en las mesas que otros dejaban con restos de comida y de alguna cosa que encontraban cerca de la cocina. Se aseaban de cuando en cuando en los baños comunes no siempre limpios como era de desear. Lo difícil eran las noches escondidos en la bodega, eso sí que requería de coraje y ganas de ser. Todolo soportaban por la guerra no querida. Esa noche Darko escuchó crujir las maderas de la escalera. Eran pasos. Su novia ya dormía. Plach, ploc, plach, ploc, resonaban las pisadas en cada escalón descendiendo. Alarmado quiso ver, pero la oscuridad era densa. Una banda de pensamientos bullía en su incansable cerebro. Se estremeció sintiéndolos. « ¿Quién bajaría tan tarde a la bodega? No sería algo bueno, sin duda», pensó. « ¿Quizás otro polizonte, tal vez un depredador de baúles o sería un marinero escapado de su tarea? ¿Y si fuera un ladrón o un asesino? Sólo un loco desesperado bajaría a oscuras» La angustia lo invadió como la amenaza de un ataque sorpresa. Su ansiedad aumentaba a medida que lo sentía aproximarse. Apretó las mandíbulas y se preparó sentándose en el jergón de oveja. Podía oler su respiración a vino barato. Tapó completamente a Ljubika. A ella nada le pasaría mientras él estuviera con vida. Cada vez más cerca…, un temblor atravesó su columna. Sus palpitaciones lo agitaban en formaincontrolable. No llevaba armas, solo conservaba de su abuelo el cuchillo de caza que estaba bien guardado. No aguantó más, se paró y en ese momento sucedieron dos cosas: el ruido de pasos se esfumó y sintió desplomarse un cuerpo del otro lado de su baúl. 50
Incertidumbre y miedo, hasta que no se abriera la escotilla en la mañana siguiente no podría saber.En alerta, cómo habría de suceder en las trincheras…, se quedó despierto toda la noche. 51
El patilargo Amadeu Bonachera era tan chueco, que podría pasar un ovejero alemán sin tocarlo, cuando caminaba. Vivía de una changa desconocida para los aldeanos de L’Aldea, donde hasta el vocabulario catalán estaba reducido simplemente a lo necesario. Eso sí, contaba con un cementerio sin luz, modesto, donde había muchas lápidas que rezaban “Falleció de muerte desconocida”. Las noches en que la luna media creciente y luna llena iluminaban bien, nuestro particular amigo salía de caza, sus presas eran placas de bronce, anillos, dientes de oro, manijas de metal, cadenitas de oro o plata y cuanta cosa de valor hubiera, tanto en las casitas abandonadas como en las tumbas recientes, donde la tierra se removiera fácil. Una vez encontró un rosario de plata y se dio cuenta que en la capilla también podría haber cosas de valor. Total, el curita misionero venía tan solo una vez por mes, salvo que lo llamaran para el responso de un difunto. Claro que le daba miedo que lo alcanzara una maldición divina. Lo que más le atraía, pero no se animaba a tocar eran las joyas de la Virgen, ofrendas que esperaban un mejor destino, o el copón de oro y piedras que levantaba el curita despertando la admiración de sus escasos fieles. De día, dos veces por mes, cargaba a su burro con dos bolsas chiconas para no despertar sospechas y desaparecía de L’Aldea. Decía que había cosechado fruta y cereales para una supuesta abuela que vivía en Mas Masdeus; pero en realidad llegaba hasta Florette, siguiendo el río Ebro para no perderse y así vender el producto de sus fechorías. Otras veces, según fuera el botín, iba hasta la Font de Quinto o Raval de Pom. Compraba como ahorro, áureos o dracmas, monedas antiguas de los catalanes, con las que iba a construir una pequeña fortuna. Amadeu soñaba con vivir en una gran ciudad. La esquiva fortuna hizo que una noche de luna media decreciente, escuchara un gemido al profanar una tumba. La 52
duda lo invadió, finalmente decidió hacerle caso a su compasión y rompiendo el cajón encontró a Agustic, que alcanzó a balbucear “Me envenenaron” y expiró. Volvió a enterrarlo, no sin antes extraer los dos dientes de oro, las botas y el cinturón de su aldeano compatriota. Se devanó los sesos pensando, hasta que recordó al gordo delegado de la Hispano Catalana, los había visitado unos cuantos años atrás, queriendo comprar las casitas habitadas por poco dinero. Los aldeanos se reunieron para negarse rotundamente. Subió la oferta en vano. La mirada maliciosa del gestor se le había grabado, porque si algo sabía hacer bien Amadeu, era observar cuidadosamente. También recordaba la piel grisácea de los muertos sin motivo. Juntó agua del Ebro y tuvo el poco tino de entregarla en la botica de Mas Madeu, para que la analizara, sin saber que era el hijo del agente barcelonés. Solo los buitres comedores de carroña, volando en círculos, olieron su almuerzo… 53
Resiliencia — “¿Quién dijo que la Atlántida había desaparecido en el fondo del Océano…? Pocos saben que los antiguos atlantes habían ganado la inmortalidad para siempre. La ciudad se había hundido. Ellos no. La Tierra es un planeta escuela.”— dijo el doctor Mathew, Profesor de Neurociencias avanzadas en Harvard. Lo que no dijo, fue que junto con el doctor Hubert especializado en Física Cuántica, estaban trabajando intensivamente en el Proyecto R.C.V.V.I., (Regeneración Celular de las Víctimas de laViolencia Injustificada) un ultra secreto que solo ambos y los financistas conocían. El Físico había podido conectar con la nave espacial de los atlantes. Sus técnicas avanzadas de reordenamiento de partículas eran el núcleo del proyecto. Los exiliados atlantes vivían en otra Galaxia para generar la Civilización más pacífica del universo solar. El profesor Mathew, desolado, meses después del loco tiroteo en Texas del 5 de mayo de 2022,con 18 niños y 3 adultos fallecidos, en el que había perdido a su único hijo, en la Uvalde High School. Se había prometido a sí mismo, que no quedaría abatido a llorar esa muerte. Su esposa seguía viviendo el deceso como en el primer día, infectada el alma por el sufrimiento, descompuesto el cuerpo por los remedios que el psiquiatra le había inyectado, a modo de shock y la mantenían dormida la mayor parte del día. El aporte energético del Transmutador Rex, permitiría la regeneración celular completa de los cuerpos en la Galaxia Andrómeda. El viaje espacial impulsado por el prototipo, a una velocidad cien veces superior a la de la luz, formaría una estela de partículas subatómicas que se reordenarían en el colector gigante, que los atlantes habían alistado en el planeta Piction. A través de la estela galáctica de la Vía Láctea, electrones, protones, positrones, fotones se desplazarían con su propio quantum energético estimulados por el Transmutador. 54
Allí habitarían todos aquellos que, los no evolucionados del planeta escuela Tierra hubieran destruido por cualquier o ningún motivo. Las neuronas de los sistemas podrían comandar el proceso, merced al avance logrado por la Neurogenética. Las víctimas de la violencia injustificada tendrían sus vidas en Piction y podrían realizar todos sus sueños cortados, resguardados por la compañía de las familias atlantes. Piction, esperanza planetaria galáctica 55
La Paz, Bolivia Omar ayudaba a su madre boliviana lustrando zapatos después del colegio. Tenía clientes fijos, generalmente hombres que pocas veces le daban propinas. Era el trabajo más bajo en la sociedad de la capital boliviana, pero a él no le importaba y no se cubría la cabeza como otros, que lo hacían para no ser discriminados. Lo peor era que algunos consumían clefas, el pegamento de suelas para estimularse. Su madre trabajaba como empleada en casas de familia todos los días y regresaba en las tardes cargada con algunas cosas compradas para la cena. Su padre albañil había emigrado a España prometiendo euros que nunca llegaron. Hasta que un día, por unos paisanos amigos, la madre supo que él había iniciado una nueva vida y tenía otros hijos… Una tristeza los invadió ese día. Se dieron cuenta, que nunca les enviaría los pasajes ansiados para volver a estar juntos. Varios meses después, un cachorro fue abandonado justo en su puerta. Ambos se miraron. La mamá percibió el pedido en la mirada del hijo y sin dudar lo recibieron. Muy contentos de tener a Perry, un terrier negrito de ojitos brillantes. El humilde hogar volvió a iluminarse y se llenó de ternura. Un día, Pedro lustró tan bien las botas de un turista quien, además de pagar su tarifa, dejó caer algo en el botinero, sin que Omar lo viera. Lo descubrió Perry a la noche. Ladró sin pausa, pero fue en vano… Entonces, volteó la caja, se montó sobre la cama y lamiéndole la cara le habló: — Te levantas amigo, mira tú caja— Frotándose los ojos, semidormido le dijo — ¿Qué hiciste? — Perry, moviendo la cola puso una pata sobre el billete… ¡Un verde de 500 dólares! Fue un momento mágico: podrían arreglar el techo. 56
Sabiduría adquirida Wendy se despertaba sola cada mañana. Desayunaban todos juntos cereales, leche, jugo exprimido, huevos revueltos y frutas. La jornada del colegio era larga y la exigencia alta. Llevaba una vianda para el mediodía. Su madre no quería para ella comida preparada por manos desconocidas, aunque sabía que muchos de sus compañeros no tenían otra opción. Sin embargo, el cuaderno de comunicaciones reflejaba que el rendimiento escolar iba bajando. Hasta tal punto llegó, que la psicopedagoga citó a los padres. Fueron interrogados los dos por separado…, no hubo contradicciones. El informe decía que no se advertía problema alguno en la familia, que todo era normal y que, tal vez, habría que investigar más a fondo de qué se trataba el cansancio de Wendy. Algunos días se dormía sentada en su banco. No pasaba todos los días, casi siempre los miércoles por la mañana, despertando las risas y burlas de sus compañeros. Wendy no se daba por enterada. Ningún adulto parecía comprender. Sus padres pensaron: “¿Sería un tema de salud?” Descartaron sus dudas con la debida consulta médica. Finalmente, su padre tomó medidas. Puso una cámara giratoria oculta, para ver si pasaba algo en la noche. Maira, su esposa, respiró aliviada tal vez encontrarían una explicación. Después de todo, otras madres protestaban porque sus hijos no querían despertar y a ella eso no le ocurría. A media noche de un martes los despertó un repiqueteo. El visor mostraba una escena en el cuarto de su hija: vieron que Wendy se levantaba, se acercaba a su mochila, sacaba algo y lo depositaba en el alfeizar de su ventana. Asombro sintieron: era su taza con agua y parte de su vianda. —Hola Wendy— Se escuchó una voz grave seguida de un graznido La sorpresa fue mayor cuando la oyeron conversar de sabios proverbios y cuentos sufíes con un mochuelo de búho real. 57
Wendy absorta en el diálogo estaba feliz. 58
Ana Butler Rosas Eliot…, Cenizas en la manga de un anciano, es todo lo que dejan las rosas al quemarse... Que más pueden dejar si se quemaron..., si fue más grande el odio que el amor; quemar, quemar todo lo que traía recuerdos, quemar lo que hacía doler el corazón. Pobre amor desdichado que culminó una noche de mentiras y traición. Ese anciano un día fue joven, alegre, enamorado, bondadoso. Se quedó solo, espero media vida el regreso de su alma. El alma de su alma, que lo dejó una noche sumido en el dolor. Entonces quemó todos los recuerdos: cartas, fotos, rosas... Tomó´ su bastón y se internó en el mundo de aquellos que han perdido la razón. 59
La vuelta José había quedado atrapado en un incendio, donde fue el héroe de la jornada, salvó de morir quemados a los niños, los ancianos, a los animales, decían que se quemó un poco las manos, pero nada tan grave. Peor era \"lo otro\" que le había sucedido..., nadie le daba importancia al asunto. Después un día cualquiera, él se fue del pueblo. Se había vuelto más reservado desde el incendio. Algunos se enteraron de su partida, otros no…, lo olvidaron rápidamente, no tenía más familia que una vieja tía que murió en ese incendio, que tan poco era muy popular entre esas gentes, nadie los recordaba ya. Él si recordaba y tenía un único propósito. Un día decidió volver a ese amargo lugar; venia desde muy lejos caminando. De tanto pensar, le parecía más cerca…, pero no llegaba nunca. Al fin cruzó el pueblo desolado, había viento y un poco de sol mortecino del fin de otoño. Entró al patio del rancho…, era una casa chorizo de barro y paja. En el patio había un viejo perro amarillento que no lo registró…, no ladró ni movió la cola, nada como si hubiese sabido que llegaría ese día. Él se sentó en una piedra, estaba muy cansado, había caminado todo el tiempo a campo traviesa, por atajos que el solo conocía. De pronto se paró e ingresó en la primera puerta abierta, entró. Cuando se acostumbró a la penumbra los vio…, tomados de la mano, enfrentados, sobre la vieja mesa de madera, se miraban absortos, no hablaban, parecían comunicarse sin hablar, hipnotizados... No sintieron su presencia. Luego de unos interminables segundos ella giró la cabeza y lo vio — ¿Qué haces acá José después de tanto tiempo? ¿Viniste a matarme? — Gritó Rodolfo mirándolo desesperado Él estaba en silencio…, sólo los miraba duramente. De pronto sacó la mano izquierda del bolsillo, portando un arma muy pequeña, le apuntó a ella a la frente, rápidamente disparó; 60
cayó muerta en el acto. Puso el arma pequeña sobre la mesa y salió a ese enorme campo, perdiéndose para siempre. Rodolfo se cansó de gritar que era inocente, que no la mató… ¿Quién podía creerle…? Si las únicas huellas halladas eran de él. Aún continua en la cárcel, nadie había visto a José…, quizá nadie lo recordaba ya. 61
Inesperado La señorita Angelina era la hija menor de una matrimonio extranjero, que vino hace muchos años de Europa a vivir en paz y trabajar duramente como hicieron todos los que edificaron nuestra patria, huyendo de esa Europa siempre en guerra, fabricando muertos, miseria destrucción (Como siguen haciendo ahora lamentablemente). Esta familia honesta, laboriosa, agradecida por todo lo que les brindaba esta patria nueva libre y generosa, se afincó en el interior, en el campo y, tuvieron tres hijas, la menor Angelina fue la que pudo estudiar. Ahí no había universidad ni establecimiento alguno en el que se pudiera cursar estudios secundarios; sus padres la instalaron en la ciudad más próxima con ese fin, con sacrificios, haciendo durar el poco dinero que recibía para sus gastos personales. Los padres le enviaban lo que podían; luego de pagar la pensión, materiales de estudios, los gastos que se originan naturalmente viviendo en la ciudad. Ella \"se portó bien\", como se decía en ese tiempo. Fue buena alumna y persona, se rodeó de gente de igual condición, se recibió de Contadora Pública Nacional, orgullo para su familia, consiguió trabajo en un Banco importante, las vacaciones las pasaba siempre en su pueblo. Sus hermanas se habían casado con personas del lugar, más los padres que estaban mayores, los convencieron de vender la propiedad y mudarse a la ciudad para tener acceso a tratamientos médicos en caso de necesitarlos, estarían todos más cómodos. Debo decir que la propiedad a vender no era la mejor, no se encontraba ubicada en un buen lugar, era de adobe, pisos de cemento…, en fin quien la comprase debería afrontar gastos de entrada y darle un destino mejor que no fuera sólo sembrar y cosechar un año si otro no, como suele suceder en el campo. Sería difícil venderla bien como para adquirir en la ciudad una vivienda confortable para sus padres. Laboriosamente Angelina se conectó con el representante de una gran empresa interesada en construir un 62
polo turístico allí, cabañas para alquilar y darle vida al pueblo donde pensaban comprar otras tierras. Acordaron una entrevista para concretar el negocio. A la hora señalada, Angelina se vistió con esmero, trajecito azul, blusa blanca, zapatos y cartera a tono y ese peinado de peluquería que tanto se usaba. Acompañada del intermediario, llegaron puntuales a una oficina muy grande y lujosa, con hermosos muebles y esos ceniceros enormes, de cristal que se usaban. Se sentaron en sillones individuales, muy mullidos, que se hundían hasta el piso. Conversaron, cerraron el negocio, ventajoso para las dos partes, tomaron cafés muy contentos. Cuando se disponían a dejar los sillones tan confortables, la señorita Angelina se apoyó mal, resbaló con esos tacos tan altos de sus zapatos nuevos y, terminó sentada aparatosamente en el piso. La cartera tan bella, voló por los aires, la pollera ajustada tan sentadora que se usaba larga, trepó casi hasta su cintura, ante el desconcierto de los señores que la ayudaron a pararse. El negocio se había realizado, quedó la anécdota, desconocida hasta hoy…, creo que resultó dramáticamente divertida. 63
La Señora Hace un tiempo estuve internada una noche, en un nosocomio de esta Ciudad, aislada por sospecha de Covid. Esa noche me encontraba acostada mirando por la ventana las luces de un parque cercano, concentrada pensando en cuál sería el designio de Nuestro Creador dejándome disfrutar de tan larga vida; hace mucho que hábito ese plano. De pronto sentí que alguien me cubría la espalda con una manta, delicadamente. Pude percibir una gran ternura, al casi acariciarme con unas manos muy cálidas. Pensé que era la enfermera. Por hacerle una broma, sin darme vuelta, estiré la mano por detrás de mi espalda y la tomé del brazo; grande fue mi sorpresa al sentir que tocaba algo así como un trozo de madera seca, carcomida por el tiempo... algo muy oscuro y frio. Sin poder incorporarme giré la cabeza y vi... ¡Creo que vi... la antigua y aterradora figura de la Señora de la Guadaña! ¡La Dama de la Muerte...! Adiviné un rostro ancestral y frio, muy frio, que con una velada sonrisa, una voz muy extraña, cavernosa, abismal, que parecía surgir desde el fondo de los tiempos me decía: \"No quiero llevarte resfriada\". Pasado el gran espanto, siempre asustada pensé: « ¡Este episodio de mi vida, siendo tremendo, es a la vez gracioso!» La Señora me alargaba la vida... no me llevó obviamente, acabo de cumplir cien años y me siento como una señora de setenta… Eso sí, trato de mantenerme siempre un poco resfriada 64
He vivido en las montañas Venia bajando de un cerro al que suelo subir cuando necesito estar sola, pensar y disfrutar del aire, el sol y el silencio sublime de las montañas. Ahí hay una vegetación dura, amarronada, rústica, correspondiente a una tierra árida, seca, azotada por fuertes vientos habitada por cascarudos, culebras, lagartijas, arañas, escorpiones, que moran debajo de las piedras, también hay hormigas negras, grandes, inofensivas. De pronto veo a lo lejos algo así como un círculo un poco más claro que la tierra circundante, me acerqué. Me parecía que estaba bastante lejos de mi camino, ya que mi casa quedaba alejada en el bajo de la montaña. No era muy tarde…, mi curiosidad pudo más. Se veía como una claridad sin llegar a ser luz, Dice la gente del lugar que cuando aparecen luces de noche o claridades inusuales en el día a lo lejos, hay que aproximarse dejar un pañuelo o algún objeto personal para marcar el lugar y volver al día siguiente. Puede tratarse de un \"Entierro\", es decir un tesoro escondido, ya que cuando los habitantes del lugar, se veían obligados a huir, escapando de invasores españoles o algunos bandido, que solían venir de Chile, escondían sus valores, monedas de oro, objetos de plata, estatuillas de marfil. Volvían luego pasado el peligro a desenterrar sus cosas y llevarlas de nuevo a sus hogares, seguramente quedarían algunos sin rescatar y solían manifestarse de esa manera, cuando deseaban ser encontrados. En ese momento me parecía genial encontrar un Tesoro escondido, por eso quise acercarme. Llegué rápidamente, sorprendida y temerosa. Vi en un claro entre plantas más altas, una especie de cacerola gigante, muy brillosa, como si fuese de aluminio, o una gran olla a presión. Tenía encima como una válvula grande y muchas ventanitas o puertas alrededor, despedía un aire tibio como una respiración, no podía ver lo que había dentro…, la curiosidad me consumía. No había más temor, parecía que alguien me llamaba…, sentía una gran 65
urgencia por entrar a ese cubículo raro, me encontraba en un estado puramente mental, telepático diría. Entré, caminé, era bastante grande, tenía pequeñas luces por dentro como señaladores, había formas de metal, podían ser sillas. camastros y nada más. Ni utensilios de cocina, ni motores de arranque, nada de nada, vacío totalmente. No había hombrecitos verdes, ni otros deformes..., absolutamente nada. Temía darme vuelta y salir. Así que caminé de espaldas, pisé la tierra y observé... Los cascarudos que mencioné antes, habían crecido mucho. Tuve que sortear para no pisarlos ya que quería alejarme pronto de ese lugar; di dos o tres pasos y me encontré en la puerta de mi casa… ¿Cómo llegué tan rápido? Tenía la sensación de que alguien se había burlado despiadadamente de mí. 66
La magia de los relojes Muchas historias quedaron de esa Europa asolada por las guerras; esta es una más, un poquito más tierna quizá dentro del horror…, si ello fuera posible. Allá por el año 1930, Esteban se encontraba en un campo de prisioneros de guerra junto con hombres, mujeres y niños, culpables de nada, trofeos de esas miserables contiendas. Su hermano Antonio había logrado huir de alguno de esos lugares cercanos. No sé cómo hizo…, pero pudo ir a ver a su hermano mayor. Fue desgarrador el encuentro, hablando todo el tiempo de sus familiares, si sabían donde se encontraban, vivos o muertos…, no les importaban los cuantiosos bienes materiales que perdieron. Con salvar sus vidas se sentían afortunados. Esteban le comentó a su hermano Antonio lo difícil que le resultaba no saber qué hora era; una penuria más, (pequeña por supuesto) de lo que vivía día a día. Antonio le prometió enviarle un reloj, no sería fácil conseguirlo; eran muy caros en ese tiempo…, pensando que lo menos que podía hacer para hacerle más agradable la vida. Cumplió lo prometido, Esteban usó ese reloj toda su vida, infinitamente agradecido a su hermano. Antonio rehízo su vida, se casó y emigró a América. Formó una buena familia tuvo hijos, vivió honestamente trabajando en paz, cuando todo cambió, como suele suceder afortunadamente. Esteban recuperó su libertad, también armó de nuevo su vida, se casó y se estableció en algún lugar de Europa. Un día, Esteban iba a una fiesta con su esposa; notó que su reloj se había detenido a las 5 de la mañana. Se lo comentó a ella quien le dijo: —Algo le habrá pasado a tu hermano— A los pocos días, reciben una carta del hijo de Antonio, informándole que su padre había muerto… a las cinco de la mañana. 67
Con el cambio horario, era la misma hora que se detuvo el reloj El reloj de Esteban…, nunca volvió a funcionar. 68
Alberto Aníbal Cabezal - “Cirio” Levógiro Les explicaría el concepto de “levógiro”, pero no sé si es tan conveniente. Quizá, baste con saber que en Astronomía el mejor término para emplear en determinados casos es “retrógrado”; cuando nos referimos a los cuerpos celestes que se les da por contradecir el sentido horario de los movimientos en torno a un astro principal, y que deciden ejecutarlo justamente al revés. ¿Por qué tanto discurrir en esto? Paso a responderles: Ocurre que el viernes de esta semana, debo rendir un parcial de Cosmografía. Sería un accidente más en mi carrera de Astronomía en la Universidad Nacional; de no ser porque quien deba interrogarme es el eximio profesor Ismael Cáceres. Todo un capo en la materia. Y además, fue él quien me sugirió y recomendó el emprendimiento académico en cuestión. Es de esta forma, que no lo puedo ni debo defraudar. Y es entonces, que me propuse agregar para el examen todo lo posible… ¡Y hasta lo imposible! Estando mi mente elucubrando tales consideraciones académicas, reparo de pronto que se aproximaban las 4:45 p.m. ¡La hora sublime! El momento de acercarme sigilosamente a la ventana, para observar y reparar entre los apurados transeúntes, la presencia de quien desvelaba mis pensamientos. JOHANNA: La gran compañera de la Facu, a quien yo quería de cierta forma más que platónica; pero, con la que nunca siquiera había conversado. Sabía que mi virtual amada pasaba de lunes a viernes en ese horario aproximado por “Galileo Galilei” (juro que es pura 69
casualidad), tal es la denominación de la calle, y el lugar donde se encuentra, alquiler mediante, mi exigua y temporaria morada. Y, para mi regocijo desenfrenado, Johanna, una vez más pasó. Algunas veces, tenía más tiempo para regodearme en ella; cuando se detenía para una compra furtiva en el maxi kiosco de enfrente. En cierta oportunidad, había recurrido a un telescopio para reparar en detalle sus prodigiosas curvas. ¡Error! ¡Imposible…! ¡Demasiado instrumento tecnológico para tremenda estrella fugaz! Algún día, pues, se daría el tan deseado encuentro personal. ¿Prepararme para ese momento…? ¡No tenía sentido, claro! Pero yo, Esteban Lafuente, espero ansioso ese insigne instante pasional, con el debido ahínco para estos casos. Aunque mis incipientes compañeros de curso ya se hayan burlado sarcásticamente de mis sublimes sentimientos, dignándose a dudar de la femineidad de mi Johanna. Solo para darme bronca y reírse de mi enamoramiento inevitable. ¡Pero a mí…, obvio que no me importa! ¡Más temprano que tarde, el ansiado encuentro ocurrirá! En tales cavilaciones me hallaba, cuando reparé impensadamente en el sugestivo término “levógiro” (vaya a saber a causa de que motivaciones sicológicas); y decidí suspender mis estudios cosmográficos a los efectos de disponerme a ir al Centro de la Gran Ciudad. Debía aprovisionarme de artículos estrictamente necesarios, para mi quehacer cotidiano. Era el triunfo momentáneo de la rutina prosaica de todos los días. 70
Rescatate amigo Mañana será mi gran día. Se cumplen cuatro años, siete meses y dieciséis días de mi reclusión en el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz; y es el Fin. ¡Llegó la libertad tan deseada! No voy a decir que, a medida que transcurrían los días en prisión, fui marcando en la deteriorada pared con palotes o rayas truqueras…, simplemente porque no es cierto. Pero lo real, es que me di mañas para idear algo así como un mecanismo de control, que en alguna ocasión lo voy a dar a conocer. Durante todo ese tiempo sufrí, padecí, y créanme que lloré, pero siempre buscando una lucecita de esperanza a la cual aferrarme; y eso, tan solo eso, me mantuvo vivo y activo, permitiéndome llegar lo más íntegro posible a este día glorioso. Todo fue muy disputado, demasiado trabado, por momentos tenebroso; pero yo ya me imaginaba que esto iba a ser así. Mis grandes amigos, (¡ahora se quienes son!), Lautaro y Martín, fueron mis puntales; les tuve confianza y gracias a ellos logré vencer en esta primera etapa. Lautaro “El Gato”, mi hermano en el penal, mi compinche en todo sentido, mi gran consejero en los momentos complicados. Y Martín “El Colo”: él es quien me va a esperar mañana a una cuadra de la Entrada a la Unidad (¡para mi “La Gran Salida”); y es el que me ofrece compartir su vivienda en la etapa de transición que se viene. Y fue Martín, sobre todo, quien para apuntalarme en mí meta, me sopapeó el alma cuando me dijo: « ¡Rescatate Amigo! ¡Vos podés Chabón! » Y esas palabras pasaron a ser para mí, las verdaderas consignas para cambiar de vida. ¡Ah! ¡Y mi vieja linda! ¡Cómo olvidarla! 71
Ella siempre estuvo en mis visitas, con el amor sincero que solo una madre puede brindarle a un hijo. “Doña Inés”, así la conocen en la Villa, es una correntina de ley (de Curuzú Cuatiá); que se supo ganar el lugar de luchadora vendiendo pastelitos de membrillo y batata en los andenes de Plaza Constitución y laburando por hora en alguna que otra casa de Barracas. Podría volver con ella por un tiempo, pero le voy a significar una verdadera carga. Además, mi vieja tiene que resolver unos cuantos quilombos, todavía. De aquí en más… ¿Qué me espera? Con Claudia, mi mujer a la que llegué a maltratar bajo los efectos del alcohol y la falopa…, no puedo contar. Ella ya formalizó una nueva pareja, y parece que le está yendo bastante bien. Solo me queda disculparme y desearle mucha suerte. Pero está Rodrigo, mi chiquito adorado, que aunque tiene nuevo papá, yo sé que no es lo mismo. Además, hace poco me enteré por mi vieja, que mi hijo está internado en la “Casa Cuna”, bancándose una enfermedad difícil que lo tiene a mal traer. Los doctores dicen que se va a salvar y se va a poner bien; y yo quiero desesperadamente verlo. Pero, antes, tengo que resolver el tema de la perimetral, que según el abogado que vino a verme, llevará un tiempo hacerla caducar. Nunca me gustaron los abogados, pero confieso que a éste le tomé cierto afecto. Igual, yo le mando a mi “pollo” Rodrigo la mejor de las ondas para que se cure del todo; y yo se que él, de alguna forma, las está recibiendo. Son las nueve de la noche. El guardia cárcel pasa recorriendo los pasillos, constata que esté todo en orden y, de alguna forma, autoriza el descanso. Me pareció notar un guiño cómplice de parte de él. Seguro que sabe de la salida de mañana. 72
Mi compañero de celda duerme profundamente y, de cierta manera, compensa mi seguro insomnio de esta noche. ¡Tantos pensamientos pasan por mi cabeza, que a veces pienso que me va a estallar! Acostado sobre el catre incómodo, trato de concentrarme en los sermones del cura Agustín de la Iglesia de la Villa; pero es entonces que vienen a mi mente y me detengo, en las efectivas palabras de mi querido “Colo” Martín: « ¡Rescatate Amigo! ¡Vos podés Chabón! » 73
Extraño crimen en el objetivo de Gerli Hagamos una composición de lugar. Una oficina del Departamento Central de Policía: La de “Investigación de Homicidios”; debidamente aislada, y austeramente equipada. Consideremos su mobiliario, al que se percibe ecléctico, pero elemental: Un pesado escritorio metálico, protegido en su parte superior por una placa vidriada, en la que descansan, desordenadamente, carpetas, expedientes, los principales diarios del día, y hasta un par de envases plásticos de bebidas energizante. Una mesita, también metálica, con sus ruedas ya desgastadas, que soporta una típica máquina de escribir de otros tiempos, pero que se resiste, electricidad mediante, a su obsolescencia definitiva. Un viejo archivador, en cuyos cajones corredizos, los atiborrados expedientes piden a gritos libertad de desplazamiento. Un modular-biblioteca, en petiribí, rescatado de la mudanza de algún otro despacho y, en cuyos plúteos, se aprecia una bibliografía a todos luces diversa. Desde literatura afín de Edgar Allan Poe, las clásicas novelas del detective Sherlock Holmes, las obras en italiano de Cesare Lombroso, los archivos de siquiatría y criminología de José Ingenieros y hasta el último volumen del televisivo Ricardo Canaletti. Y en el modular, la computadora esencial solo se encarga de emitir a través de su CPU las premonitorias melodías de “La Valkiria”, de Richard Wagner. Sobre la pared, sobriamente pintada, dos retratos de sendos prohombres: El del Gral. San Martín, y el de Juan Vucetich. Y entre ellos, sujeto con clavos especiales, un amplio mapa del Gran Buenos Aires, con sus coordenadas y sus detalles urbanísticos. 74
E imprimiendo al ambiente cierto dinamismo, un ventilador de techo solo pretende disipar las densas volutas de humo de ambos fumadores. Identifiquemos a los dos investigadores: El mayor de ellos, el avezado y sagaz Rolando Quiroga, de larga trayectoria en materia criminalística. Y el otro, Víctor Palomeque, con menos experiencia, pero aportando vehemencia y una aguzada visión de los hechos. Vayamos al caso en cuestión, según reza la carátula judicial: -HOMICIDIO CULPOSO CONTRA EL SR. CELSO LAZARTE LUGO, OCURRIDO EL DÍA 21/03/2021 EN LA LOCALIDAD DE GERLI, PARTIDO DE AVELLANEDA- El occiso citado, de nacionalidad paraguaya y de estado civil soltero; empleado de la Empresa de Seguridad “AVANT GARD”, fue encontrado con una herida punzante de arma blanca que le impresionó el ventrículo izquierdo del corazón, dañándole la aorta y provocándole una hemorragia generalizada a nivel torácico que le ocasionó su fallecimiento instantáneo. El cadáver fue hallado en los fondos del predio (objetivo) que la Empresa de Seguridad había delegado para su custodia al mencionado Celso Lazarte Lugo. Detengámonos, por un momento, en el diálogo de los investigadores: Quiroga: Pero entonces, la muerte de Lazarte no fue a causa del rescate de ninguna documentación comprometedora, como se creía… Palomeque: En absoluto. Si bien es cierto que en el objetivo se archivaban trastos y papeles producto de la quiebra del “Banco Leonés”, la documentación legalmente importante ya había sido despachada a Tribunales. Quiroga: ¿Y entonces…? 75
Palomeque: ¡Qué existió un triángulo amoroso…! Digamos, un asunto de polleras… Solo que el vértice del triángulo resultó ser el equivocado. Quiroga: ¿Cómo…? ¿Pero entonces lo mataron por error? Palomeque: ¡En efecto…! El homicida creyó que era el marido de su amante: La mujer que unos días antes había decidido terminar su relación paralela y tormentosa. Y él, vengativo y despechado, fue pergeñando un plan siniestro para asesinarlo, conociendo el lugar (el objetivo de Gerli) donde el marido se desempeñaba como vigilador por las noches, de lunes a viernes. Pero el asesino no contó con que esa noche el vigilador (el marido) con parte médico, dejaría el lugar a un relevo indefenso: El pobre paraguayo que “sin comerla ni beberla” encontró la muerte tan injustamente. Quiroga: ¿Pero no llegó a distinguirlo…? Palomeque: En un primer momento, no…, el lugar estaba demasiado oscuro. Recién se dio cuenta después de haber perpetrado el ataque, y es entonces, que desesperado intenta trasladar el cuerpo a los fondos del galpón para enterrarlo, y al no conseguirlo huye despavorido a refugiarse en algún lugar del conurbano marginal. Quiroga: ¡Otro caso con final nefasto…! ¡Felicitaciones compañero por la resolución del Hecho! Palomeque: ¡Sí…! ¡Gracias Quiroga! Aunque tengo que admitir que las labores de mis dos empleados Roxana Di Marco y Mario Casenave fueron ejemplares y efectivas… Creo que debo gestionarles sus promociones… Y colorín colorado este cuentito se ha acabado. Quiroga: El próximo caso lo resuelvo yo, Palomeque… Y tomó entonces de uno de los cajones del escritorio un martillito de esos que usan los siquiatras para detectar el reflejo en la rodilla de sus pacientes. Y jocosamente, golpeando sobre un expediente que estaba encima del escritorio, a riesgo de romper el vidrio por su particular intensidad, exclamo: ¡Caso cerrado! (parafraseando a la mediática Dra. Polo). 76
Y un contrapunto de risotadas generalizadas, impactó y rebotó en las paredes de la oficina investigadora, confiriéndole un cierto aire espectral. Luego, Quiroga dijo: — ¡Redactemos el informe para el Gran Jefe! — Y Palomeque, replico: — ¡Para Quiroga…! No seas boludo. Hoy es viernes, lo dejamos para el lunes, no hay tanto apuro. Mejor vamos a tomar unas birras en la Confitería de la esquina— Y, entonces, Quiroga y Palomeque, se levantaron impetuosamente de sus sillas, apagaron luces y ventilador, cerraron con energía la maciza puerta de su despacho, y dieron por concluido el caso del objetivo de Gerli. 77
Clases en el aula magna Y cuando menos se lo esperaba, la licenciada Mariana Andrieu recibió, vía mailing, la siguiente comunicación: “Se la notifica por este único medio, que deberá hacerse cargo interinamente de las clases teóricas de FÍSICA I, correspondiente a la Comisión a cargo del profesor Jorge Luis Albarellos, que a causa de una licencia médica, verá afectada sus funciones por un lapso relativamente prolongado. Resulta de la cual, deberá presentarse el próximo martes 7 de mayo en el Anfiteatro “Ramón Godofredo Loyarte”, minutos antes de las 15:00 hs., correspondiente al inicio de las clases. Sírvase tomar los recaudos necesarios para tal fin. Saludos cordiales. CÁTEDRA DE FÍSICA FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA” ¿Justo ahora?, se dijo. Si bien es cierto que era lo que ella esperaba ansiosamente desde hace un tiempo; pero esta notificación no llegó en su mejor momento. Y entonces, Mariana comenzó a rememorar su historia de vida, desde el instante mismo que fue designada “Jefa de Trabajos Prácticos de Física”. Así, recordó su nombramiento y también cuando se le dio por prestar una suerte de “juramento hipocrático”; solo porque a ella se le ocurrió. Después de más de tres años, podía expresarlo prácticamente de memoria: “Yo, Mariana Beatriz Andrieu, designada Jefa de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Física, invocando a los eminentes Físicos y Físicas de todos los tiempos; me comprometo, desde mi humilde función, desarrollar mis 78
actividades honesta y disciplinadamente, en pos de la loable educación de nuestros estudiantes universitarios”. Esto (aunque parezca extraño), colocando su mano derecha por sobre un libro elemental de Física, a la manera de una Biblia apócrifa. Pero Mariana no estaba en su mejor momento. Desde hacía ya unos meses, fueron aflorando en ella viejos conflictos sicológicos que le hicieron perder seguridad en su accionar. Es así, que aparecieron los imprevistos ataques de pánico con sus típicos síntomas limitantes, que Mariana fue tratando y superando gracias a la sicoterapia que le había impartido su sicoanalista, a la que ella tan bien se había adaptado. He aquí el dilema: ¿Terror de enfrentar la multitud de alumnos? o ¿Pasión desafiante en la nueva actividad? Y Mariana se planteó: ¿Cómo recibirían los casi ciento cincuenta alumnos del Anfiteatro a una mujer adulta, en un mundo típicamente masculino? ¿Y si se la caía la única hoja-guía que le ayudaría a impartir la clase? ¿O si no pudiera contener un posible estornudo, susceptible de risas sarcásticas por parte de sus alumnos? Alguien, cierta vez, le había hecho un comentario al respecto, que al recordarlo, le ocasionaba aún más inseguridad: “Son ciento cincuenta alumnos, o mejor trescientos ojos desafiantes“. Fue, entonces, que Mariana quiso recurrir a su sicoanalista amigo... ¡Imposible! Él estaba en San Pablo, Brasil, participando de un Congreso Internacional. No era para nada ético o conveniente molestarlo en tales circunstancias. ¿Y su amiga Lorena? No la entendería. Ella siempre consideró que Mariana no ponía la voluntad suficiente para superar estos inconvenientes. 79
Se acercaba la noche del lunes 6 de mayo; la profesora Andrieu ya había planificado, a pesar de todo, la primera clase del día siguiente, sobre la “Ley de Newton de Gravitación Universal”. Tal el tema a desarrollar que obviamente conocía y manejaba muy bien. Y hasta asociaba y recordaba en detalle todos los pasos a seguir del trabajo práctico alusivo número seis, que oportunamente venía dando en sus clases prácticas a un grupo reducido de alumnos. Fue que de esa forma, decidió aplacar su exacerbada ansiedad con la ingesta de un par de píldoras ansiolíticas. Los efectos no tardarían en llegar. Antes que el sueño inducido la venciera, se sentó en su lecho y, a la manera de un padrenuestro laico e incuestionable, se recitó a media voz la famosa Ley de Gravitación Universal. Una vez concluida, decidió acostarse apoyando su cabeza sobre la almohada inteligente; después, al rato, felizmente Mariana se durmió… definitivamente. 80
Haces de luz para los Brokaw París, Francia. La gran urbe de la siempre poderosa Europa. Es un día de abril de 2044. Detrás del Arco de Triunfo, el sol parisino se resiste a aparecer. En un bonito café del barrio de Montparnasse llamado “La Rotonde”, tres estudiantes de la mítica Sorbona, reciben de un mozo-robot (que los franceses llaman “garçonnet”) típicos café au lait y suculentas croissants. Pero aún hoy, en un sector del local más tradicional, no pocos comensales prefieren verse servidos por los clásicos garçons de carne y hueso. En una de las pantallas, todas conectadas a la señal de TV intergaláctica, los estudiantes observan una imagen que les llega de Córdoba, Argentina. Se trata del célebre cerro Uritorco, escaso en altura pero extraordinario por su misticismo y espiritualidad, que se fue acrecentando con el correr de los tiempos. En la noche cordobesa tiene lugar un eclipse lunar total, con su característica “Luna Roja o de Sangre”; que congregó en los alrededores del cerro a una increíble multitud de sicoanalistas, siquiatras y sicoterapeutas, nómades todos, e integrantes de la “Cofradía Brokaw”. — ¿Brokaw? ¿Por qué Brokaw?- preguntó Jérôme, estudiante de Sociología. Y, entonces Isabelle, alumna de Sicología, les intenta resumir. —Se trata de Immanuel Brokaw, el nombre de un siquiatra mencionado en un relato de Ray Bradbury de 1966, llamado “El hombre de la camisa Rorschach”, del libro “Fantasma de lo nuevo”. En él narra las desventuras que padece este siquiatra, al darse cuenta que vivió equivocado ejerciendo su profesión en su consultorio tradicional, intentando analizar a sus pacientes con métodos convencionales. 81
Sus compañeros de café la escuchan muy atentamente, e Isabelle continúa. —Y es, de esta forma, que después de un autoimpuesto ostracismo, Brokaw descubre su verdadera misión por los balnearios de Newport, ataviado con su impactante “camisa Rorschach”. Así, los azarosos sicoanalizados con sus interpretaciones y diálogos suscitados al ver la increíble camisa, van resolviendo sus entripados, como los buenos amigos que deciden encontrarse para liberarse de sus pesados conflictos. Mientras tanto, en el Uritorco, miles de sicoterapeutas que han llegado desde distintas partes del mundo, aprovechan la “luna de sangre” para despojarse de todos los males y traumas sicológicos enquistados y, ofrecen sus “camisas Rorschach” a la diosa Luna, a fin de ser purificadas y acondicionadas en sus nuevas catarsis. De pronto Donofrio, el tercer estudiante a la mesa, argentino de origen y cursando mediante una beca, la carrera de Ciencias Naturales, aclara a sus compañeros. —Desde hace un tiempo, Córdoba ha pasado a ser la capital argentina de la movida sicoanalítica… — ¿Y Buenos Aires, con su famosa Villa Freud? — inquiere Isabelle. —Fue desapareciendo inexplicablemente, tanto que la “Reina del Plata” le fue cediendo a Córdoba su privilegio cultural. Los llamados “piquetes”, las manifestaciones violentas, la inseguridad persistente de Buenos Aires fue minando su prestigio, en beneficio de la otrora “docta” Córdoba. Sólo que en la capital mediterránea, no toleran los nuevos conceptos de la “sicoterapia ambulante” y luchan denodadamente contra ella. Pero en los alrededores, como en Capilla del Monte, San Marcos Sierra, Alta Gracia, Villa Rumipal o Valle Hermoso (entre tantos otros pueblos), las nuevas tendencias fueron consolidándose ampliamente. 82
Con las primeras horas del amanecer, parece ir terminando el eclipse en el centro argentino y con él, también las sagradas invocaciones a la diosa Luna. La mayoría de los profesionales de la mente y el espíritu, deciden volver a sus campamentos y zambullirse en sus carpas térmicas de telas auto lumínicas. Otros, aún, optan por permanecer en el cerro, en la contemplación del majestuoso paisaje que la incipiente madrugada parece obsequiarles. En el café “La Rotonde”, los estudiantes llaman a “Robotino” (así apoda confianzudamente Donofrio al mozo- robot) y le solicitan, botonera y ultra tarjetas mediante, la cancelación de la cuenta a pagar. Todo parece haber sido saldado de una manera más que eficiente y Donofrio, con su forma de ser tan latina, no puede evitar darle al garçonnet una palmadita en su espalda metálica. Y hasta el robot parece adaptarse a las circunstancias, cuando le devuelve al grupo un pícaro guiño, en señal de agradecimiento. 83
El Congreso de las Aves ¡Podría ser el Final…! De todas partes del Orbe llegan noticias desalentadoras: volcanes que se creía extintos, estallan de furia, desprendiendo ígneas corrientes de lava, que arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Imprevistos tsunamis barren literalmente poblaciones costeras desprotegidas. La Tierra se abre, cuando inducidos sismos resquebrajan sus placas tectónicas. Centrales atómicas, que se pensaba altamente seguras, comienzan a desmoronarse, desprendiendo sus peligrosísimos residuos radiactivos. Y el mar (el eterno preciado mar), se revoluciona alocadamente, oscureciendo y contaminando la simple transparencia de sus aguas. ¿Por qué pasa todo esto? ¿Qué es lo que genera tamaña hecatombe…? Una lluvia de meteoritos apenas previsto, colisionó desordenadamente en las superficies sólida y líquida del planeta Tierra…, y sus consecuencias catastróficas se evidenciaron casi al momento. A causa de este fenomenal cataclismo, los sistemas de detección por radares se vieron seriamente dañados y, ante la imposibilidad de localizar eficazmente nuevos bólidos, estos métodos van siendo desconsiderados. Por lo que no se descartan (según estudios astronómicos) nuevos choques meteóricos. Pero, no todo es estrictamente caos. En cierto lugar de la Patagonia Sudamericana, emplazada en la ladera de un monte andino, una importante diversidad de aves regionales se apresta a celebrar una particular asamblea en calidad de emergencia. Llegan mayormente de los alrededores, aunque también de regiones lejanas. 84
Han recorrido miles de kilómetros sacrificando sus instintivas vidas, en pos de una extraordinaria reunión que pretende marcar un hito en la recuperación del planeta. Así, el paraje de la Gran Reunión parece ser el ideal. La maciza pared montañosa de los Andes determina un reparo natural a los intensos vientos que azotan constantemente la extensa meseta patagónica. Por lo demás y, con respecto al desastre que se conoce, solo se observan en lontananza, densas humaredas dispersas y, se percibe una sucesión esporádica de explosiones ensordecidas. Y allí están nuestras aves queridas, algunas aún llegando, tratando de congregarse en este todavía prodigioso lugar por su belleza, y trascendental por la importancia de lo que se cree vaya a suceder. Y ya está consolidado en el pedestal pétreo fundamental, a fin de presidir el insigne cónclave, el anciano cóndor con su carúncula ya deslucida y su plumaje algo blancuzco, secundado por un séquito de cinco buitres, en señal de apoyo y legitimidad. Por allá, avutardas y cormoranes, no dejan de hablar de sus nefastos encuentros en el océano, con las redes que el hombre utiliza para su pesca desmedida. Mientras que en otro reparo, gaviotas y petreles, refieren sus desventuras al sucumbir no pocos de ellos en zonas empetroladas que el mar no pudo regenerar. Y, desde una posición altiva, se ven y, sobre todo se escuchan, a buitres que recuerdan que hace muchas primaveras atrás (las aves no miden el tiempo como los humanos) un pájaro metálico gigante, casi monstruoso, perdió altura y se estrelló contra la cordillera nevada; falleciendo la mayoría de sus ocupantes, en señal de castigo. En la amplia hondonada, caranchos y chimangos, venidos de la pampa bonaerense, parlotean de sus batallas impensadas con ciertos especímenes complejos voladores, comandados por hombres que ellos denominan “drones”. Las palomas mensajeras nos dicen que en otros congresos regionales se habló de verdaderos “campos de 85
concentración”, en los que crían a pollos enjaulados y los someten a crueles designios, con el único afán de conseguir una alimentación económica y satisfactoria para los humanos. Pero admiten horneritos y zorzales, que hasta no hace mucho tiempo, algunos países emplearon para sus transacciones, billetes de papel con imágenes de los animales típicos de la región, como una forma de reivindicarlos. Y allá, bastante más abajo, los esbeltos pingüinos de Magallanes, con sus particulares movimientos y elegantes vestiduras, reconocen la existencia de numerosas organizaciones que, sin fines de lucro, luchan por la preservación de todas las especies animales. Casi todas las aves tienen motivos de críticas hacia los humanos; pero también casi todas (bueno es admitirlo) consideran que existen elementos que juzgan meritorios para la salvación del mundo y el desarrollo de una vida esencialmente más natural. De pronto, un águila real, llegada en representación de la lejana América del Norte, efectúa por tercera vez un vuelo rasante por sobre los individuos ya congregados. Luego, se posa en un picacho aledaño, y ante un silencio sepulcral, dirige su privilegiada mirada al pedestal real y dice de manera convincente: —Señor cóndor…, paso a informarle que el quórum ya está asegurado— Y el viejo patriarca de los Andes, abriendo magistralmente sus alas, con voz ronca y firme que rebota en la férrea piedra y retumba sonoramente en el amplio espacio, se dirige a la multitud de aves y les indica: —Damas y caballeros aquí presentes…, doy por iniciado este Congreso. ¡Podría ser el Final…! ¡Buscaremos la manera de subsistir a esta hecatombe! — 86
Susu Eyheralde Revelaciones No quería ir. Se miró en el espejo pensando que el vestido que se había puesto no era adecuado para una reunión elegante, pero iba por obligación…, sin interés por participar de charlas que la aburrían. El mensaje de Clarisa fue imperativo: —Julieta, no tenés excusas. Te espero— Con desgano cerró las ventanas, puso la alarma, apagó las luces y salió. Todo lo hacía lentamente para demorar la salida y retrasar la llegada al lugar donde la esperaban conversaciones superficiales que, desde hacía tiempo, le molestaba escuchar. Al llegar, Clarisa apresuradamente le reprochó la tardanza, le comentó brevemente las características de algunos invitados, y le presentó a varias personas que nunca había visto. Cuando su amiga fue llamada por uno de los visitantes, Julieta pensó que era su momento para buscar un lugar un poco aislado y evitar estar con gente con la que sentía que no había nada en común. Repasó cuál sería el lugar más apropiado de la casa y se le ocurrió que el escritorio de Fernando, el marido de Clarisa, era perfecto para su propósito. Al abrir la puerta, la escena que presenció la inmovilizó; Agustina, la amiga que junto con Clarisa compartía todos los momentos especiales de la vida de las tres, desde el colegio primario, se besaba apasionadamente con Fernando. Rápidamente salió de esa habitación sin distinguir nada de lo que ocurría en el living de la casa, sentía mareos y una sensación de ahogo que instintivamente la condujo al balcón. Apoyada sobre la baranda el aire fresco la ayudaba a respirar, pero no podía poner en orden sus pensamientos ni sus extraños sentimientos de ira y dolor, simultáneamente. Escuchó pasos que se acercaban y supuso que sería Fernando con excusas inútiles. Para ella, Agustina y el marido 87
de Clarisa, se convirtieron en un instante, en dos seres despreciables. Para su sorpresa, fue un desconocido quien llegó al balcón. Al verla, notó la conmoción de ella y con suavidad le acercó una silla y un vaso con jugo. Mirándola dulcemente, comenzó una charla que en otro momento le hubiera parecido extraña. Le habló sobre los duros momentos que enfrentamos en ocasiones inesperadas, sobre el dolor y los sentimientos encontrados que tenemos en esas circunstancias. También cómo con el tiempo, podemos organizar internamente todas esas vivencias y superar lo que nos provocó una situación que tanto nos alteró, causándonos una enorme aflicción. Aludió a la impotencia que sentimos ante realidades que no podemos modificar ni transmitir abiertamente. Las palabras de ese extraño eran balsámicas. Lentamente Julieta se tranquilizó y las sensaciones exaltadas que tuvo ante la escena en el escritorio, se apaciguaron. De pronto el hombre extendió sus manos y Julieta puso las suyas en las de él, una sensación de bienestar placentero recorrió su cuerpo y deseó sentirse abrazada por él. En pocos segundos estuvo entre los brazos del hombre como en un refugio seguro y apacible. No tenía noción del tiempo, pensó que algún arcano reordenaba su vida con la medida exacta de sus necesidades. Las caricias de él y los besos que se daban, le revivían sentimientos olvidados y también le otorgaban nuevas emociones nunca antes vividas. Parecía que se conocían desde siempre y que renovaban un diálogo amoroso, que era el reencuentro de un intercambio emocional, que había comenzado mucho tiempo antes. De pronto Clarisa entró al balcón — ¿Julieta qué haces tanto tiempo sola en este lugar? — — ¿Clarisa no ves que no estoy sola…, estoy acompañada? — 88
— ¿De quién hablas July…, aquí no hay nadie? — Julieta recorrió con la mirada el balcón, y desde la entrada del mismo observó toda la sala, ya con poca gente, sin ver al hombre con el que estuvo. Desconcertada balbuceó algunas palabras y expresó sentirse muy cansada. Clarisa la abrazó, buscó su abrigo y la acompañó hasta la puerta. Ya en la calle, Julieta sintió en forma inexplicable, que por primera vez conoció la intensidad de un verdadero amor. 89
Talita cumi Desde la cabecera de la mesa Doña Rosario miró a su familia: María de los Ángeles, su hija, Milagros, su nieta mayor y María Dolores, la menor. Sin duda ejercía el matriarcado con autoridad natural, como siempre lo hizo… aún estando en vida los hombres de la casa que, hacía tiempo, estaban para ella junto a Dios. Familia profundamente devota que siempre vivió obedeciendo los preceptos de su religión. Las chicas de la casa crecieron escuchando decir a su abuela: “un solo pecado le abre la puerta al Demonio”. Sabía demostrar su cariño a través de gestos como la preparación de buñuelos, con la fruta preferida, para cada una de ellas; y sabía demostrar su severidad obligándolas a permanecer varias horas arrodilladas y rezando, cuando consideraba inapropiadas algunas de las actitudes de las jóvenes. Les inculcó que solo podían hablar con un hombre cuando éste les era presentado, y después que él les dirigiera la palabra. Un comportamiento distinto no era lo que se esperaba de una jovencita bien criada. «Les estoy inculcando ejemplos que las harán valiosas ante Dios» era su pensamiento, y actuaba conforme a sus convicciones en todo momento. María de los Ángeles siempre se comportó de acuerdo a las enseñanzas de su madre, y se sentía dichosa por la conducta de sus hijas. Cuando a la pequeña ciudad donde vivían llegó un grupo de geólogos, les solicitaron alojamiento para dos de ellos que permanecerían más de tres meses en la zona. El pago que recibirían era sorprendentemente alto, y muy poco el trabajo que ocasionarían. Cuidadosamente averiguaron los antecedentes de ellos. Concluyeron que era seguro darles una habitación, compartir desayunos y comidas por la noche. En pocos días la familia modificó su ritmo habitual al incorporar en su rutina diaria a los dos huéspedes. Marcos y 90
Damián se sintieron cómodos durante el corto tiempo que estaban en la casa, pues trabajaban muchas horas. Al principio los sorprendió el largo agradecimiento a Dios que realizaba Rosario antes de cada comida, pero rápidamente se acostumbraron. Los domingos dormían hasta el mediodía mientras la familia permanecía en la iglesia. El segundo fin de semana, la abuela, que los consideraba hombres respetuosos, los invitó a una fiesta patronal. Durante esa jornada Marcos y Milagros intercambiaron varias miradas y, por breves minutos, entablaron una conversación que les proporcionó una sensación de bienestar. Los días siguientes el joven llegaba más temprano tratando de conversar unos minutos con la nieta mayor. Poco a poco para los dos esos eran los mejores momentos de cada día. De pronto Milagros comenzó a concurrir más a menudo a la iglesia para realizar tareas caritativas. María Dolores, su hermana, comprendió que las salidas eran un pretexto para encontrarse con Marcos. Al principio se preocupó, pero al ver a su hermana tan dichosa, la apoyaba cuando la abuela le pedía que se quedara para los trabajos domésticos. Inesperadamente algo sobresaltó a la hermana menor y un día preguntó — ¿Qué hay entre vos y Marcos? — —Amor— fue la respuesta — ¿Qué significa eso? — —Que nos pertenecemos el uno al otro— A los dos meses, un día Milagros entró muy pálida, su hermana la interrogó — ¿Qué te ocurre? — —Estoy embarazada— —Hablá con mamá y la abuela, ustedes se aman y se pueden casar— —No, en casa esto no puede ocurrir, voy a ir a lo de Doña Juana. No tengo alternativa— —Estás loca, abortar es un pecado mortal— 91
Dos días después Milagros llegó sin fuerzas, su hermana comprendió lo que había ocurrido, la acompañó a la cama y fue a prepararle un caldo. Al regresar…, la encontró sin vida y llamó a la abuela. Rosario, junto a su nieta muerta, murmuró imprecaciones con la mirada hacia lo alto. Reprochó a su Dios no haber tenido en cuenta su fidelidad y sus continuos actos de constricción al causarle un daño tan terrible e irreparable. De pronto salió de su garganta un sonido que no parecía humano, sino el aullido de dolor de un animal herido. Con fuerza sobrenatural clamó: TALITA CUMI. Niña, a ti te digo: Levántate. (Marcos 5. 41) 92
Desquite Entró en la casa de su padre como todas las mañanas antes de ir al trabajo. Como de costumbre se oía la música de Vivaldi que Rodolfo escuchaba cada día al levantarse. Pasó por la cocina para dejar la bolsa con alimentos que regularmente compraba en la dietética, y se dirigió al comedor diario donde su padre desayunaba y revisaba sus papeles. Quedó paralizada al verlo con sangre en su cabeza reclinada sobre un costado. Como todos los viernes Rodolfo se encontró con sus amigos para jugar al póker en el bar al que concurrían desde hacía veinte años. Esa noche Fernando, amigo desde la juventud, llevó a un joven para participar de la velada. La presencia de Damián, educado y respetuoso, cambiaba el ambiente entre los habituales partícipes del juego. No se refirieron a las viejas anécdotas ni a las aventuras de juventud compartidas, como siempre hacían. La diferencia generacional era evidente en los temas y en el abordaje de los mismos por parte del grupo frente al joven que, evidentemente, se expresaba como la gente de su edad y tenía costumbres como su generación. Al terminar la velada se despidieron con el compromiso tácito de reunirse el siguiente viernes. El día siguiente, sábado, inesperadamente Rodolfo recibe la visita del joven Damián que le comenta que se había enterado que planeaba pintar parte de su casa y, que él y un amigo, podían hacerse cargo de esa tarea. Rodolfo le muestra que deseaba que se pintara y le pregunta el precio que cobrarían. Se pusieron de acuerdo y el lunes comenzaron el trabajo. Marcela pasó, como lo hacía siempre, al ir a su trabajo y entusiasmada intervino en la elección de los tonos que se utilizarían en la pintura. Insistió en que el azul fuera más claro y con un tinte verdoso; Damián risueño comentó que las mujeres eran más complicadas al elegir los colores. 93
Ante el horrible espectáculo de su padre ensangrentado Marcela gritó por ayuda. Rápidamente dos vecinos llegaron y llamaron a emergencias, mientras trataban de calmarla. Todo fue inútil, Rodolfo agonizó unos minutos y finalmente murió. Cuando llegó la policía y se tomaban precauciones para no contaminar el lugar, un oficial se sentó junto a la joven para conocer algunos detalles de la vida del padre que pudieran orientarlos para encontrar al culpable del evidente asesinato. Ella no podía pensar con claridad y daba respuestas confusas hasta que, repentinamente, mencionó a los pintores que habían realizado el trabajo los días anteriores. La policía los encontró casi de inmediato y comenzó a interrogarlos sobre sus actividades a partir de la medianoche del día anterior; no tenían coartada, cada uno estuvo solo en su casa. Tampoco había elementos que probaran su participación en el hecho y, a pesar de los continuos interrogatorios, se mantuvieron con el mismo relato. Fernando, el viejo amigo del padre, trataba de consolar a Marcela que cada día se sentía peor. No había nadie que tuviera rencor hacia su padre y él era cuidadoso en temas de seguridad; ningún desconocido entraba en la casa. Solo la presencia del entrañable amigo de su padre la tranquilizaba en parte y el oficial que le aseguraba que seguía investigando. A pesar de no faltar nada en la casa, Marcela seguía buscando pistas y la policía le aseguraba que probablemente hallaría algo que permitiría encontrar alguna respuesta a este crimen sin sentido. Seguía yendo a la casa cada momento que tenía libre con la intención de buscar en cada rincón. Una noche que decidió dormir allí para no volver tarde a su casa, encontró una vieja caja con fotos antiguas. Una de esas fotos la sorprendió, en ella se veía a Fernando y a su madre, muy jóvenes, como dos enamorados. Repentinamente escuchó ruidos en la entrada y pensando que sería quien o quienes habían matado a su padre apagó la luz. Vio la figura de un hombre que encendía la luz y reconoció a Fernando. Él la miró y comprendió 94
que tenía esa vieja foto en la mano, la que tanto buscó desde que había matado a Rodolfo. La miró y solo le dijo: —Tardé casi cuarenta años en tener el coraje necesario para vengarme— 95
Linaje Ana María creció escuchando que era idéntica a su abuela Augusta; se lo decían siempre su mamá Amalia y sus tías, Alejandra y Alba. Todas las mujeres de la familia tenían nombres que comenzaban con la letra A. No tenía fotos de la hermana gemela de su abuela, porque las dos se casaron muy jóvenes y cada una emigró a distinto país. Una tarde pasó por su casa Alejandra y, muy alborotada, le mostró una foto que le había enviado una anciana, que había sido amiga de su abuela, donde aparecían las hermanas gemelas. Le dijo que se la dejaba, porque ella era la más joven de la familia. Ana María la colocó en un marco y la foto quedó sobre su escritorio. Todos los días miraba esa foto con dos mujeres tan iguales, que resultaba imposible reconocer quien era cada una. Al observar detenidamente, vio una sombra al costado de una de ellas, Aunque era un ambiente cerrado, podía haber una ventana en el lado opuesto a la sombra…, fue lo que dedujo. Una mañana acomodando sus papeles, escuchó una voz que decía: “Ana María tu novio es infiel”. Miró toda la habitación y llegó a la conclusión de que estaba muy cansada. Pero durante varios días se repitió el mismo mensaje advirtiéndole que su novio la engañaba con otra mujer. Lo habló con su psicólogo quien, después de escucharla, concluyó que su subconsciente le expresaba dudas que ella tenía a través de supuestas voces exteriores. No quedó conforme con la explicación y decidió, dejando de lado su orgullo, seguir a su novio a la salida del trabajo. Lo vio encontrarse con una mujer en una confitería y abrazarse como enamorados. Al regresar y mirar la foto le pareció que las mujeres le sonreían. Habló con un amigo, capaz de obtener imágenes con mayor nitidez, y le pidió que le realizara esa tarea en una foto antigua. 96
Al día siguiente dejó la foto al amigo y se encontró con el grupo de amigas que se veían todos los jueves. Ellas, intrigadas, le preguntaron por qué cambió su estilo de ropa y peinado. Usaba blusas con cuello alto y bordado, con el cabello sujetado hacia atrás; muy diferente a su imagen habitual. En realidad ella no había notado su nueva elección de ropa y peinado y, solo dijo que estaba cómoda así. Al llegar a su casa y mirar la foto entendió que se estaba acostumbrando a usar ropa similar a la que tenían las mujeres del retrato. Pocos días después la llamó el amigo que trabajaba con la foto y ella fue rápidamente a su estudio. Quedó atónita al comprobar que la supuesta sombra era otra mujer, idéntica a las dos que aparecían en la foto. Al observar con más detención notó que esta nueva gemela tenía el mismo lunar que ella en la mejilla izquierda. De regreso en su casa se desplomó sobre un sillón mirando la foto, repentinamente la tercera gemela le extendió los brazos mientras susurraba: “Yo soy vos… ¡Te apoderaste de mi vida!”. 97
Realidad distópica Laura cumplía metódicamente su rutina diaria: al levantarse preparaba café y tostadas, regaba todas sus plantas a las que individualizaba con un nombre para cada una, acomodaba la casa, se duchaba y, después del desayuno partía para su trabajo. Al regresar por la tarde preguntaba a sus plantas — ¿Cómo pasaron el día? — O señalando a alguna de ellas decía — ¿Qué pasa Alicia que estás alicaída? — Mariela su vecina siempre le decía que era ilógico pretender dialogar con plantas y Laura le contestaba que sus comentarios a sus perros, aunque la entendieran en parte, no eran diálogos. Y aseguraba que las plantas tienen una sensibilidad especial que les permite comprender y reaccionar frente a lo que las rodea. Nunca se pusieron de acuerdo en este tema. Cuando Laura enfermó con hepatitis, estuvo cuatro meses sin salir y Mónica le llevaba todo lo necesario. Lentamente Laura incorporó a su rutina hablar con los objetos con los que se manejaba cotidianamente: las tazas, la cafetera, los cubiertos, la puerta que se trababa. En definitiva…, todo lo que diariamente utilizaba y estaba cerca de ella. Pasados los meses de convalecencia, en el trabajo le propusieron que trabajara desde su casa para poder recuperarse completamente ya que se había debilitado bastante. Aislada Laura, sentía que los objetos eran su compañía amiga y en quienes podía confiar. A todos trataba por un nombre y afectuosamente, como a seres queridos. Mariela comenzó a preocuparse con el comportamiento de su vecina con los objetos y, en varias ocasiones, le propuso llevar un psicólogo amigo suyo para que hable con él. Pasaba el tiempo y Laura siempre se negaba a charlar con un profesional; sentía que su mundo era perfecto. Ante la 98
reiterada insistencia de Mariela, Laura finalmente aceptó que un psicólogo fuera a su casa. Se pusieron de acuerdo en el día y hora. Cuando llegó el momento, estaba preparada por la que supuso sería una conversación absurda. Justamente era el día de su cumpleaños, dato que no pensó comentar. Durante un largo rato charlaron Laura y el psicólogo sin que ella entendiera para que perdieran su tiempo los dos. Repentinamente se escucharos sonidos extraños y movimientos en la casa. De pronto todos los objetos a los que Laura dedicaba su atención y afecto, la rodearon cantando el ¡Feliz Cumpleaños! El psicólogo aturdido salió rápidamente. Lo que averiguó Mariela pocos días después fue que…, el psicólogo debió ser internado en una clínica psiquiátrica. 99
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