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19 girasoles Antología - Colección Café con Letras 2021

Published by Lidia Susana Puterman, 2021-09-08 23:08:44

Description: Diecinueve veces giramos alrededor del Sol, diecinueve girasoles y como ellos, cuando el sol está ausente y no pueden mirarlo se miran entre ellos hasta que el brillo reaparezca, ese brillo, ese lustre que sólo dan el trabajo, el esfuerzo y el respeto a quienes nos acompañan desde siempre y por siempre aceptan nuestra convocatoria.
Seguiremos haciendo que la cultura suceda y por eso cantamos lo que reza nuestro tango-himno:
...“¡somos muchos parroquianos
que compartimos tus mesas,
yo te invito, acomodate
y tomá un Café con Letras...!”
Angel Kandel

Keywords: antología,poesías

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andadores y tendré encastradas las necesarias. Como el hornero, tendré el nido del alma restaurado. Él volará al secarse las alas. Yo, caminaré libremente. Hay silencios y silencios. Me sumerjo en mí. Me ovillo como mi gata. Cierro los ojos, me escabullo en el recuerdo de mi madre, la complicidad de mi hermano, la ternura de mi sobrino, el amor de mi esposo, los amigos y el ronronear de Renata. Estaba sola en el cuarto pero ellos habitaban dentro de mí. Me colman y me calman. Estiro la mano a mi almohada. Huelo el aroma de los secretos tejidos en sueños. Me susurra: “Es hora”. La noche va deslizándose. Me duermo en paz cuando cae un reflejo de luz en su último estertor. La tormenta pasó. El hornero fue sabio. Confiaré en el refugio: Volaré cuando el hornero camine. 151

Javier Rodríguez También conocido por su seudónimo Leonardo Vinci en escritura. Escultor nacido en San Isidro, Buenos Aires, Argentina, en 1959. Su sensibilidad por las Artes todas lo ha llevado por el camino de las Letras, siendo su género predilecto, la prosa poética. Ha expuesto su obra en galerías y salones de Capital Federal y Pcia. de Buenos Aires. Ha formado parte de antologías literarias en diversas ediciones y ha sido premiado en España por su texto “La Poesía”. S/T Yo ya me había dado cuenta, antes de tu paso, antes, como de esas cosas que no tocan la tierra, ni que tuvieras acaso que excusarte por eso. Después fue el asfalto, como recién descendido, y esa conmoción al verte caminar. Pero cuando me tocaste, y la tinta perdió su borde de gota, todos esos atisbos, corazonadas e inquietudes que pude haber tenido un rato antes, quedaron en nada, se hicieron polvo, como simples mientras tanto del pasado. Porque cuando yo vi mi mano salir de tu cuerpo directo a tocarme; y la tuya emerger del mío a rodear tu cintura; y que entonces esas partes tuyas y mías se fundieran así, quiero decir de esa manera en que el amor es un verdadero desparramo, como un tornado que asciende desde el piso, donde mi hombre golpeó con el intenso perfume de tu boca y tus ojos por fin ciertos. Es ahí que ya no se trataba de ninguna hora ni día, de un cruce de calles o coordenadas ni números. Y no digo que las corazonadas 152

no valgan, a veces empujan nuestras voluntades, pero es que se hacen verdaderamente hermosas en el recuerdo después, y así viven en el mañana. Yo ya me había dado cuenta, como ahora, de qué cosas y sentimientos nunca jamás iba ya a poder prescindir. Porque viste, el todo será el todo, pero muy raras veces algunas de sus partes confabulan bella e inefablemente; cuando por ejemplo, toda la ternura junta de una ciudad, elige un punto en el que detenerse, y en qué manos y abrazos empozarse y quedarse. Y cobran vida de esa manera el cielo y una esquina, el olor de una tarde y su complacencia; y entonces algunas cosas, detalles, se vuelven cantábiles, escribibles por fin, y amadas. *** DETENTAR EL FUEGO En el hombro de la niña un león arrellanado; en el bigote del león una tormenta. En sus cabellos la hipérbola de una diadema traspone siglos y greguerías. Y en sus botas, aún zurea el rastro ámbar de la miel de un vuelo. En un lado de su rostro y yendo hacia el pecho, una trenza; una panoja que en cada cruce estriba y se anilla obstinada por cada sueño. Horas de silencio, horas abarrotadas de silencio y complacencia; y a la vez el ruido de la tarde, como un gigante; ruido de enjambre alborotado; de cubilete agitándose frenético en el aire. Y por entre los dados cae hábilmente su nombre gentil e intocado, pretendiendo romper el azar, entre brillos de marfil y sienes de gres. A media asta sus párpados, no de muerte, ni llanto, sino por atisbar tras la niebla geometrías en el cielo; y como un caracol que despierta, la tirantez de su cuello invoca la lira entre aquellos difusos esqueletos. En la acritud del frío, su menudo aliento dibuja elipses en el aire, como una ligera chimenea humeante sobre los techos de una fábrica de magines. Si el invierno le sabe a primavera es porque recién comienza; pero sus manos son tibias, demasiado tibias para sosegar la fría y hosca 153

erosión blanca en el mármol del umbral. Un ósculo en su frente inmaculada la yergue con fuerza, y desentendida ella sobre cuestiones de dolor y otras viejas costumbres, y sobre todo del arbitrio de los pájaros, de puntillas ronda pasillos infinitos dejando caer migas de pan, tarareando una coda, para poder regresar a casa. *** S/T Alguien pidiendo amor. Algo de amor, entre cortinas de papel y veranos retraídos. Horas atascadas; mujer de tiempo breve y mirada extensa o lejana, de enfáticas y místicas pupilas diastólicas. Su vestido pulsa el color del agua, incontables lluvias, sombras pélvicas, y el cobre pulido de su pubis de otras horas. Embebida en licores o flemas de viejos calendarios, de osadías perfectas y aniversarios truncos, cruza sus manos como dos pedazos de viento, mientras su boca quiebra una sonrisa zodiacal, tres dedos por encima del mentón y a una era por debajo de la luna que mengua. Los arcos de sus cejas son la prosecución de algo cuando alza la mirada, un estigma, una cadencia de números primos y razones áureas. Una liturgia bajo las constelaciones llevan adelante las luces de sus pómulos, afrentan la oscuridad y el silencio merodeador sucediéndose como un canon. La mujer, de zapatos ligeros, alfombras mágicas y duetos recónditos a manera de trabalenguas, y a pesar de haber comprimido el aire en sus pulmones debajo de viejas chimeneas, ella, sueña con gaitas de colmados fuelles, en la niebla de la historia, entre cipreses dormidos. Así acuna en sus brazos ese pequeño futuro incierto. Y en esa extraña amalgama de la vida que no se puede deshacer, un diálogo en blanco y negro se da a mitad de camino entre el umbral frío del crepúsculo y su cabello sucio, donde se intercalan las más diversas teorías e imágenes acerca de la realidad. Morir de amor, acaso la más bella y también cruel manera de vivir. 154

José Marcelino Rodríguez Argentino, veterano de la Guerra de Malvinas. Técnico Superior en Gestoría, Mandatario del Automotor, Motovehículos, Maquinaria Agrícola, Vial e Industrial, Aeronaves y Embarcaciones; Captador de Síndrome de Estress Pos Traumático, cursado en el Colegio de Médicos de Avellaneda para el Ministerio de Salud de la Prov. De Bs. As. Diploma y Medalla de combatiente de la Décima Brigada de Infantería, otorgado por la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10; Diploma de Honor y Botón de Honor otorgados por el Honorable Congreso de la Nación a los combatientes; Certificado de Veterano de Guerra otorgado por el Ministerio de Defensa de la Nación Argentina; Medalla y Gorra otorgada por el Jefe del Ejército Argentino Roberto Fernando Bendini, en instalaciones del Colegio Militar de la Nación, y Medalla de la Municipalidad de La Matanza, gestión Verónica Magario al cumplirse el 35avo aniversario de la gesta de Malvinas. Contacto: [email protected] LO QUE QUIERO Ser una piedra. Sí, una piedra. La primera firme. La del vértice de la escollera. 155

La que recibe el impacto poderoso de la violenta espuma blanca y de las olas azules sacudiendo mi rígida estructura. De cara sin ojos sin alma sin amor y sin ternura. Sin sueños. Aun así no me perdería ningún amanecer ningún sol lastimando la línea perfecta del horizonte sobre el mar y contra el cielo ningún barco en dirección al continente. Solo a los peces los empujaría hacia el lugar de origen. Y las algas extranjeras y rojas podrán descansar su travesía sobre mi multiforme cabeza. 156

Porque la noche podrá ocultarme de los ojos de los pies de los faroles y las luces de emergencia. Pero no de las galaxias de las constelaciones incluso… Las estrellas solitarias y lejanas me podrán ver asomándose. Desde el espejo oscuro líquido y natural de la noche como aferrado al final pero al principio que oscila entre lo líquido y lo sólido. Ser una piedra. La primera firme la del vértice de la escollera la que recibe el impacto poderoso de la violenta espuma blanca y de las olas azules. 157

Cenelia Aleyda Rostran Díaz Soy Cenelia Aleyda Rostran Díaz, nací en Siuna, Nicaragua en el año 1997. Autora de la novela Ajena a sus caricias, una obra donde reflejo la historia de una niña que sufre de la ausencia materna; hago un llamado al perdón y una interiorización sobre el pasado, las historias de vida y otras cosas que suelen afectar el presente. Creo fielmente en el amor y las segundas oportunidades. Enamorada de la vida y una excelente aprendiz, soñadora y amante de la literatura. Una de mis frases con la cual siempre me identifico y la cual es la contraportada de mi libro: Me di cuenta de que la vida se centra en los pequeños detalles, en esos que alegran el alma y hermosean el corazón, esos que calman tempestades con una sonrisa y construyen un mundo nuevo con un abrazo. [email protected] 158

TEMPLO DE VIDA Eres el templo de vida, donde se refugian tantos corazones, esperando ver la luz del día, donde reposan las almas llenas de pureza, esperando ser amamantadas por tal belleza. En tus ojos se ve lo maravilloso de la creación, el milagro más grande de amor, la misma vida traída a este mundo y que solo tú mujer, das tan hermoso privilegio. En tus brazos encierras el misterio del calor maternal, que como fuego de mil soles nos hace suspirar, y de tus labios dulces como néctar de flor, vierten palabras maternales y frases de amor, que en tu descendencia dibujas sonrisas y a tus pretendientes haces palpitar fuerte el corazón. ¡A ti mujer! Que Dios te ha dado un don, la maternidad envuelta en el fuego de la feminidad, que en tu cuerpo guardas un templo de vida, que para tus hijos será un refugio y para tus pretendientes motivos de suspiros y delirios sin control, pues esa es la magia de tan divina creación. 159

A MI PATRIA Hermosa tierra que me ves crecer, de tus manantiales me das de beber, de tus frutos poder comer y en tu suelo poner mis pies. De tus franjas azules que simbolizan un inmenso amor y el valor a la dignidad humana, de tu franja blanca la pureza del alma, la lealtad y la infinita verdad. ¡A mi patria he de amar! pues ninguna como ella he de encontrar, ninguna tan llena de natural belleza, lagos, cerros y volcanes. En ti llevas la sangre de los antepasados, aquellos que lucharon por tu libertad, por tu independencia y por tu valor. Nicaragua mía, patria mía, volcanes de café, lagos de leche, tierra de flores, manjar cultural, cómo no te he de amar si en mi corazón tú ya estás. 160

Mayor Gustavo Sánchez Militar enamorado de la Antártida, a la que está abocado desde 2008. Padre de tres hijos, autor de canciones, del libro Volver a lo Básico, y de una segunda obra en proceso: Charlando con mi nieto. [email protected] FELICIDAD, PAZ YAUSTERIDAD CAMINOALAMONTAÑA Hoy me puse a reflexionar sobre la felicidad, la paz y la austeridad, el resultado que obtuve fue en base a lo que he aprendido en el transcurso de la vida. La verdad… que para lograr entender y explicar estos tres temas tan profundos, los relacioné con un camino a la cumbre de una montaña imaginaria, que es la vida misma, basándome en distintas enseñanzas que recogí en distintas ascensiones que realicé, espero lo comprendas y lo entiendas, más que nada porque a mí me costó entenderlo después de caminar mucho cuesta arriba en el camino a la montaña de la vida. Hoy comienzo mi camino a la cumbre más alta de todas, sé que va a ser un camino largo y con muchos contratiempos, pero sé también que va a ser mi mayor logro alcanzar la cima, sé que ese es mi objetivo en la vida. La ruta que planifiqué, no fue transitada por nadie, así que voy a ser el primero en lograr la cima por ese lugar. Preparé una mochila con muchas provisiones, comida, agua y ropa de más por las dudas. Hay que estar preparado para cualquier contratiempo. 161

Ya van cuarenta años que estoy en la senda que elegí, para alcanzar la cumbre. Mi mochila está pesada; claro, en el camino todo lo que me podía servir en algún momento lo guardé. Guardé frutas silvestres, algún que otro animal que cacé, huevos de distintos nidos, agua, en tres botellones de a dos litros, ropa que encontraba en el camino también la guardé por las dudas. Estoy subiendo, cada día veo la cumbre y a cada amanecer no siento que me aproximo, pero es así la vida en la montaña, no hay que ir apurado, “sube como un viejo para llegar como un joven” es el dicho del Montaraz, y así lo hago. Hoy miré por sobre mi hombro derecho y alcancé a observar todo lo que transité, ¡¡ufff!! qué orgullo, cuánto esfuerzo llegar hasta acá. Mirando la senda por sobre mi hombro me di cuenta de que mi mochila estaba rota, al igual que mis entusiasmos. Me detuve para arreglarla y me di cuenta de que tenía todavía la ropa que guardé al inicio de mi aventura, sin usar: ¿para qué la traje por las dudas, si con la que tengo en la parte externa y la que uso me es suficiente y estoy cómodo? La voy a dejar y marcar el lugar, tal vez a otro caminante le sirva. El agua que guardé no la tomé y ya me da no sé qué probarla, sabiendo que hace mucho que tenía esas tres botellas de dos litros, cuánto peso cargado inútilmente, ¿para qué? Si siempre supe encontrar el agua de la vertiente o chorrillos, más ahora que ya tengo cuarenta años en esta montaña, jajajajajaja voy a dejar el agua, ya no la voy a cargar más de ahora en adelante. Abriendo el bolsillo interior, salió un olor espantoso, nauseabundo, era la comida que guardé por las dudas, cuánta cantidad, ya estaba fea y descompuesta, la voy a sacar para limpiar la mochila y arreglarla. Al fin y al cabo me alimento con las frutas silvestres, animales frescos y huevos que obtengo en el camino jajajaja, me di cuenta de que no necesito comer tanto, ya que con lo que aprendí a comer me alcanza y me siento muy fuerte y nutrido, voy a dejar de cargar comida extra por las dudas, ya llevo mucho tiempo caminando y no necesité acopiar comida, no sé por qué lo hice. En el cuerpo principal de la mochila estaba la carpa al completo sin ni siquiera una armada. Siempre me decían que necesitaba dormir en la carpa, que sin la carpa no se puede hacer nada, por eso compré la mejor carpa del 162

mercado para mi viaje y al final… mi senda tiene cuevas que me permiten dormir cómodo, me di cuenta de que no siempre lo que dicen es lo correcto, muchas veces la experiencia propia da otro punto de vista y nos permite romper paradigmas. También me di cuenta de que la sociedad muchas veces nos hace creer cosas, como que no se puede ir a la montaña sin la carpa, para que compremos carpas jajajajaja… así que voy a dejar la carpa junto con la ropa que no usé. Ya reparé la mochila, quedó como nueva y hasta está limpia, después de sacar la comida descompuesta. Igual de reparado que la mochila, quedó mi entusiasmo y el espíritu para seguir el camino a la cumbre. Me pasó algo extraño: cuando veo qué voy a cargar en la mochila… me doy cuenta de que no tenía nada para llevar, que con lo que tenía en mi riñonera y bolsillos era suficiente, así que decidí dejar también la mochila en un lugar junto con las otras cosas. Volví a la senda, qué liviano me siento sin la mochila, cómo disfruto más del camino, cómo puedo ver mejor la cumbre, cómo puedo respirar mejor los aromas, sin la mochila cargada que me apretaba los pulmones, cómo avanzo más cada día y puedo ver más cerca la cumbre en cada amanecer. Al llegar a los descansos y poder llenarme de la gracia de Dios, nuestro creador, siento paz e inmediatamente me siento feliz, feliz conmigo mismo y agradecido a la vida por dejarme dar cuenta, después de cuarenta años, de que la vida con austeridad y simpleza nos brinda la paz y la felicidad que busqué, al inicio de esta ascensión. Siento que al descubrir esto, que les cuento, mi camino dejó de estar cuesta arriba, ¿habré llegado a la cumbre y estoy en el llano de ella? Tengo que averiguarlo, esta aventura no termina y a cada momento que vivo en la austeridad, consigo la paz, soy feliz en mi camino de la montaña. 163

Antonella Seibane Antonella Seibane, nació el 19 de julio de 1923 en su casa materna del barrio de La Paternal, en la Ciudad de Buenos Aires. Desde la década del 80 ha realizado diferentes cursos: Relaciones Humanas, Historia de los Barrios, Pintura en telas, Bijouterie, Artesanías. Ha participado de varios talleres literarios en el Centro Cultural Ricardo Rojas y hoy en día continúa escribiendo y concurriendo a otros espacios culturales, -en estos momentos de pandemia a través de las redes realiza su taller literario coordinado por el Profesor Pablo Matteuci Ha sido incluida en la Antología “Café con Letras La re-evolución de la Palabra” (Vuelta a Casa, editorial y artes gráficas, 2013) y declarada Decana de la misma por el gestor cultural y poeta Ángel Kandel; en diferentes blogs de la gestora cultural Gladys Cepeda y en YouTube en el Canal Generación Abierta. Obras publicadas: -Memoria de los Días (Ediciones DAN, Buenos Aires, 2003). -La Casa de tus Sueños(Ediciones DAN, Buenos Aires, 2012). -Libres de Culpa y Cargo y otras historias (Ediciones DAN, Buenos Aires, 2017). Está en proceso de edición su cuarto libro. [email protected] 164

MUCHO TRABAJO Saliendo a hacer unas compras al supermercado que queda a dos cuadras de casa, oí al pasar por la esquina decir a dos personas: “¡mucho trabajo hay en estos días!”. Me di media vuelta, despacio -a fin de sentirme segura para no marearme- a mirar a esos tipos que habían hecho ese comentario, observé que eran los mismos obreros que había visto la semana pasada cuando hacía la misma rutina para hacer las compras, era la misma situación, uno trabajaba y otros cuatro observaban, el pozo seguía igual y aún no habían encontrado el problema con los cables de comunicación eléctrica. No quise pararme para mandarlos a la... ya que no quedaría bien tal grosería por parte de una persona mayor. Traté de olvidar la situación y me dirigí al supermercado para hacer la compra semanal. Allí en la caja esperé parada 20 minutos, para que viniera el empleado con los canastos y poner la mercadería para luego enviármelos a mi domicilio. Los vi a tres de ellos conversando y mostrándose unas fotos del celular, entonces le pregunté a la cajera Martha -a quien conocía ya desde hacía más de veinte años-, siempre dispuesta y de buenos modales, qué pasaba, pues no daba más del dolor de coxis y me dijo tratando de disculpar a sus compañeros: “lo que pasa es que hay mucho trabajo”. Por segunda vez en el día, a menos de dos horas había escuchado decir “mucho trabajo” y en ambas ocasiones tuve ganas de decir una palabrota, me frené nuevamente porque me considero una mujer tranquila y de buenos modales, pero hay situaciones que me enervan y sacan de mí lo peor, será que desde chica supe qué era tener mucho trabajo. Respiré profundo, regresé por el mismo camino, observé la misma situación en la esquina de mi casa y ahora se había agregado otro obrero más que trabajaba y los otros cuatro hablaban del almuerzo. Al llegar casi a mi vivienda saludé al encargado del edificio de al lado de casa, a quien le había pedido que viniera a purgar el termotanque y no lo había hecho. Con una sonrisa le pregunté: ¿qué 165

pasó Juancito que te estoy esperando? Y me contestó mientras jugaba con su celular: “tengo mucho trabajo”. Me hice la tontita y le dije: cuando puedas y estés desocupado te espero. Volví a mi departamento y al ver la ropa que tenía para planchar me dije: ¡mucho trabajo tenésAntonella! 166

Jorge Sichero Nació en Buenos Aires, Almagro. Estudió Filosofía, Teología y Letras. Es poeta, ensayista, conferencista, crítico literario y corrector de estilo. Colabora con diarios y revistas literarias, ha prologado y comentado obras de género poético. Publicó seis libros personales: Dios hizo la tarde, Que andar - Agenda poética, Breviario de alborada, Itinerario de amor y Oasis de mujer, todos de poesía y Cuerdas para mi guitarra, cuerdas para mi laúd, ensayo y poesía. También participó en numerosas antologías compartidas. 167

MUCHACHA Muchacha, con qué plumas te despliegas como ave… ¿Qué tela hilan tus husos? ¿Por qué hueles a pinos? Muchacha sabe a nieve tu gesto cauto y suave o vuélcase, cascada de chorros azulinos. ¿De dónde tu secreto, Muchacha, o de qué clave estás siempre de gala o estás siempre de trinos? ¿Qué brisa infla suntuosa la vela de tu nave enamorando mares cobaltos o ambarinos? Yo sólo sé un idioma conversado en tus ojos o cosecho en tus manos trigales sin rastrojos. Muchacha, sin ser tecla o cuerda de instrumento una música de ecos tú le copias al viento. Muchacha a la que nombro por Enero o por Junio en claro mediodía o noche plenilunio. 168

MITAD DE MIALEGRÍA Tú eres la mitad de mi alegría. La otra mitad debo buscarla en una flor, un pájaro, una espiga o en espuma de nubes o en un alba con fuego de herrerías. Y en mucho, mucho más por cierto. Pero tú eres la mitad mejor de mi alegría porque puedes hablarme y consolarme con palabras de viaje al corazón. Decirme todo aquello que comprendo y darle ímpetu y crisol a mi entusiasmo. Tú deslizas un eco complaciente impregnando el reguero de mis días como un son de campanas despertándome en paz pese a su bulla. Contigo yo traduzco todo enigma, hago luz en las sombras intrincadas y me enciende los ojos, chispeante la copa de tu vino. Y por sorpresa el mundo me reconoce ahora con ese traje nuevo que da otra identidad esplendorosa, tal una flor en hálitos fragante o un recreo en la dicha de tu magia. 169

María Cristina Sorrentino María Cristina Sorrentino nació y reside en Buenos Aires. Médica. Recibió premios y distinciones en certámenes nacionales e internacionales en poesía. Sus poemas son publicados en numerosas antologías de editoriales argentinas y extranjeras. Poemario personal: Astillas de Loza, ed. Artilugios (2019). [email protected] FLOR DE LIS Todos los veranos un ángel caído llega a mi jardín. Rojo y solitario se yergue desafiante y anhela volar ha olvidado que hace ya tiempo surge de la tierra vencido pliega las alas y exhala su fragancia. 170

TENDER PUENTES Largos caminos transitados con pasos inseguros acortar la lejanía seguir algún atajo de la senda conocida. Tomar la mano amiga del compañero de viaje para sumar fortaleza en desfiladeros tortuosos y si el vado se oculta con la crecida del río construir sólidos puentes sobre aguas turbulentas. Puentes en la mirada dirigida hacia otros ojos puentes de sonrisas abrazos y palmas abiertas. Puentes de palabras -concordia, respeto, entendimiento- para que siempre se repitan. Puentes que unen etnias culturas religiones porque la diversidad no nos hace diferentes. Puentes de esperanza por llegar a la otra orilla donde el olivo crece ella nos espera con su rama perdurable Paz preciada. 171

GORRIÓN ¿Adónde partieron los gorriones? Pequeño polizón del viejo mundo pardal curioso en BuenosAires la vereda extraña sus rayuelas y el piar destemplado en la mañana. Porteñito gris de vuelo corto ya no juega la escondida entre hojas secas tal vez un ave intrusa invadió el nido cristales y acero le niegan reparo. ¿Adónde partieron los gorriones? anidan entre libros de poemas y mis versos vuelan con ellos. 172

Silvia Sosin Maestra y Licenciada en Física. Nací y aún vivo en Buenos Aires. De niña mis vacaciones transcurrían en el campo, en casa de mis abuelos, y en su modesta biblioteca encontré libros extraordinarios, que me enseñaron de la vida, de la historia y me convirtieron en lectora apasionada. Cuando acabé con todos ellos comencé a interesarme en la historia de nuestra familia y fue mi abuela quien nos relató en tardes tranquilas retazos de sus vidas. A partir de allí comencé a escribir. Desde el 2004 he publicado cuentos y relatos en Antologías y en el 2014 mi primer libro en solitario: La Geisha, el bayo y el paraíso perdido. [email protected] 173

DESESPERACIÓN Después de un largo viaje he llegado hasta allí. Centenares, miles de puertas cerradas. Todas cerradas. Camino a lo largo de la calle donde están alineadas. Busco una abierta. Muros infranqueables. Picaportes de puertas que no se abren. Corro a lo largo de esos muros, los golpeo con los puños, intento atravesarlos. Detengo la búsqueda, me siento en el suelo y respiro afanosamente para aquietar mi desesperación por no encontrar la salida. Apoyo la espalda en el muro, cierro los ojos, sintiendo el latir acelerado de mi pecho, mis manos tiemblan y me pregunto qué estoy buscando. ¿Cuál es la salida? ¿Hacia dónde? ¿Cómo encontrarla si no sé qué busco? ¿Me importa acaso lo que hay tras el muro? De este lado hay silencio, envolvente y protector. Estoy sola y está bien. Sola con mis dudas, con mis incertidumbres. Me adormilo. Cae la tarde y la luz decrece, me estremezco de frío. Suspiro, me levanto, camino sobre las huellas invisibles que dejaron mis pasos, sin anhelos, sin urgencias, solo por andar. Oigo el ruido de una puerta que se entreabre pero cuando me acerco ya se ha cerrado. Y luego otra y otra y otra, con todas pasa lo mismo. Decido alejarme, retroceder a la quietud pero se sucede un vaivén cada vez más rápido y violento de puertas que se abren y cierran en una sinfonía ensordecedora. Tapo mis oídos con las manos. Comienzo a correr. En mi camino una puerta se abre. La atravieso. No me importa adónde conduce, sólo quiero huir de este encierro de no hacer, no sentir, no soñar. 174

HUELLAS DE LEVES PISADAS Era un gringo viejo. Viejo de años y amarguras. La hipoteca vencida se lo llevó todo. Entregó su casa y su campo. Cargó en una bolsa las herramientas de trabajo, se puso al hombro un atado de retoños de árboles recién desenterrados y se dirigió al rancho vecino. Dijo –permiso Doña–, y puso una azada, una pala, un rastrillo, un balde en mano de los niños mayores, que a su mando cavaron, plantaron, rastrillaron, acarrearon agua y regaron.Al final de la tarde los retoños se alzaban tras la casa. Oscurecía cuando recogió sus herramientas, aceptó unos mates calientes, se echó la bolsa al hombro, en silencio y con una inclinación de cabeza saludó y se marchó. No supieron su rumbo, él no lo dijo. A partir de entonces, cada primavera, cuando el calor despertaba a la naturaleza y hacía florecer los frutales, en hora cercana al anochecer, cuando ya el sol enviaba sus últimos rayos del día, la mujer y sus hijos hacían un alto en las tareas, y mientras circulaba el mate en total silencio aguzaban la mirada hacia los árboles y sentían, más que ver curvarse el pasto bajo las huellas de unas pisadas, que, desde la tranquera, llegaban hasta el montecito y se perdían en él. 175

Patricia Suñer Patricia Suñer (11-08-1960). Escritora argentina. Promotora cultural y de derechos humanos. Periodista y Embajadora Cultural de Paz. Pertenece a Sociedad Argentina de Escritores. Es co-fundadora de Treinta Mil Veces Literatura y del canal de YouTube, Mundo DelforTV, dos medios de comunicación culturales alternativos con una fuerte impronta y presencia en las redes sociales. Por su intensa labor ha recibido elogios y reconocimientos diversos. Obras publicadas: Rostros de Poesía, 2018. Somos Instantes (En la fuente donde el sol nos contaba de sus cosas) en co-autoría con Ricardo Montarte, 2021. Hastío que no cabe en el pecho. Paraliza el corazón. El alma como charco de agua se derrama dondequiera, sin detenerse. El ser abrumado de hojas envueltas en pensamientos, comienza a recorrer las calles de la nada. En un total mundo desubicado de algún minuto de espiritualidad. 176

LOS VERSOS NO ME RECONOCEN COMO SUYA. En esta madrugada, los versos quieren hablar en el papiro indeleble de la vida. …los versos imaginan estrofas en cadena de ser interpretadas. En esta madrugada/ los versos buscan… mi mano la inspiración de mi alma. Y los poéticos suspiros esos, que albergan chispas de fuego/ pasión en el abecedario/ de la biblioteca que posee sólo su mirada- ...los versos Suya no me reconocen- Ese abecedario lírico de su mirada, se solidificó en cristal de roca. No me reconocen como Suya. Ya poseen luz propia. 177

Yo te cielo, en el amanecer de tus ojos abiertos. Yo te cielo, entrelazados nuestros pies en el deseo mutuo, de soltarlos caminando juntos, en arenas movedizas, venturosas sin explorar. Yo te cielo, en el bendecir del plato diario. Yo te cielo en las desfiguradas sombras propias del atardecer. Yo te cielo, en el ocaso delirio estrellado, luna llena de sonrisas, que en el cielo que yo te cielo, nos abraza el fuego del astro rey cada día que te cielo. 178

Graciela Tevah de Ryba Graciela Tevah de Ryba nació en Buenos Aires. Es profesora de Música. Escribe en Judeo-Español. [email protected] DIAMANTE BENYACAR I ELTANGO Savesh lo ke le akontesió a los vizinos de frente de mi? Los Benyacar i Barbaimon moravan en la mesma kaza, los omvres eran sosios en Estambol de un magazín de chapines para mujeres i omvres, lo ke afilú en Buenos Aires en el sentro de la sivdá… las avlas dizen ke los dos tienen munchas parás (dinero) trushidas de la Turkía, i a dizir vedrá kreigo ke ansina es, a las mujeres se las veía merkando ropas para la kaza i muncho mas ropas de vistir, perfumes i de todo lo bueno para estar bien atakanadas (arregladas) Diamante Benyacar es djoven ainda, lusia, alta un poko godrika del bel(cintura) para abasho, kon dos ijos chikitikos ,i desde la manyana matrana se atakana kon los mijores fostanes (vestidos), se echa boyá en los mushos i en las karas para ir al sharshí (feria), pero lo kurioso ke enmientras kamina por la kalejas , kuzina , alimpia la kaza, bodra i aze trikot se la siente kantar. Sol Barmaimon es un poko más aedada, bashika, lusia, flaka de ojos vedres i kaveyos pretos komo el kimur (carbón), ke ase resaltar ainda más sus ojos, es niurlía i nekocherá, ama a dizir la vedrá solo se boyadea (pinta) para salir a surtukear, tiene una sola ijika chikitika ke la kudya komo los ojos de la kara, 179

mientras aze las lavores de la kaza, kuze las ropas de la ijika i de eya, se la siente kantar muestra kantika: durme durme mi kerida ijika. El día entero kanta muestros kantes, vizinos, amigos i parientes la yaman para el día del banyo de las novias a kantar i tanyr el ud... ama a Diamante, solo se la siente kantar la musiká argentina esa yamada tango, yo me demando de mi para mi ¿ de ande para ande le se le metió el tango ?, penso ke alguien le metió el fItil del tango en BuenosAires si nunka tiene sintido esta musiká en la Turkía!. Esa tadre las dos mujeres se asentaron en el kurtijo a la solombra del arvolé de kaysí ( damasco) a trikotar, antes ke vengan los fríos del invierno, mientres trikotan las manos paresían palombas envolando i la vedrá lo azen komo lo bueno del mundo, dunke a Sol se le toma bastante el meoio kon los diferentes puntos, 2 para abasho , 3 para enriva , tomar la lana i kruzarla a la siedra, tanto ke por las notches atakanaba los yerros ke azía en el dya, ama Diamante “kon pasensia ke es media sensia” la ayudaba a kontinuar i eskapar kada laboro para desharla kontente. Eran buenas vizinas i amigas, al punto ke Sol un dya tomó koraje i le demandó:- dime Diamante kualo es arrabalera? ….,- adió santo Sol ! vo a prokurar darme a entender, ampezó a dizirle ke arrabaleras son las mujeres lijerikas ke van a las meanás (bares) de tango a bailar i sintirlo kantar djunto a las orkestas, komo Reyna la vizina de la mesma kaleja. Se atakanan kon fostanes de grandes eskotes i en derredor del garón meten un panyuelo kolorado, un tajo al kostado desde el bel asta los yinoyos( rodillas), ansina van amostrando la pachás (piernas) i kalzas pretas kon raya en medio de la pachá , chapines pretos o kolorados kon takones, los mushos kon boyá de kolor kolorado fuerte i el sigarret kon bokiya ke no le manke en la boka. Los omvres, las konosen i las kunvidan a bailar en las meanás i asta puede desirse ke estas mujeres, el dya entero el tino i los penserios lo tienen en atakanarse i boyadarse al modo del tango, Sol sintía kon atansión, demudada i mirikiosa (curiosa), mientres rekodró ke en el sinema Rivoli del kuartier, davan la pelikulá 180

Arrabalera kon la afamada aktriza i kantadera argentina Tita Merello, al saber esto Diamante la kunvidó para ir djuntas. Kuando ayegó el dya, tomaron la chanta (cartera) parás (dinero), los anteojos i el chadir (paraguas) por modo de la luvia, i ansina kaminaron las pokas kalejas ke mankavan asta el sinema. Entraron se asentaron i Sol abrió la chanta, para sakar unos mostachudos i gostar mientres amataban las luses de la sala para empezar la proyeksión de la pelíkula, esa tadre era la uniká porké era un estreno i el sinema estaba yeno de djentes Kuando ampezó los nomvres de las aktrises i aktores, la musiká ke se sintía de fondo era el tango: “Arrabalera” por Tita Merello, tango komposado en los anyos 1950, la musiká de Sebastián Piana i las letras de Cátulo Castillo, afamados i alabados en el tango. Sol se akavidó kualo es esto de arrabalera komo tan bueno le disho Diamante, aunke no lo kreigan Sol ampezó a enamorarse i entresalirse en el sinema de la musiká siudadana komo dizimos, a tal punto ke kuando salieron del sinema, pishín ( rápido) entraron al magazín ande venden diskos i merkó Arrabalera ke tanto i tanto le gostó. Kuando avoltaron a la kaza, se sentaron kon los ijos a sintirlo asta ke de a poko , poko , fueron ambezandose de la letra i se sintía: “Arrabalera, como flor de enredadera, que creció en el callejón”…., lo kurioso es ke ansina komo kantavan los muestros kantes sefaradies, también lo azían kon los tangos ke kada dya se ambezaban Lo bueno i asta ekstranyo de este etcho fue, ke las ijas de Diamante i Sol, dezeaban tener panyuelos de garón kolorados komo las arrabaleras, a lo ke las madres konsitieron el dezeo i trikotaron a kada una de eyas bufandas, por modo de los fríos del invierno i no tener hazinuras de garón, ama la vedrá ke para las ijas eran: panyuelo kolorado de garón komo las arrabaleras. Desde Villa Crespo kuartier de tango i arrabalero de Buenos Aires, vos dezeo a todos: saludosos ke se topen 181

Mariela Natalia Tobares Wancel Mariela Natalia Tobares Wancel (Manatowa), nació el 11 de Octubre de 1981. Es de la provincia de San Juan, Argentina, y Profesora Arte Escénico y actriz. Estudió la Licenciatura en Comunicación Social. Gestora y promotora cultural. Animador de la cultura. Publicó dos libros y participó en algunas antologías. Es creadora del Grupo Cultural, Artístico y Literario: “Musas a Cualquier hora”. Esperar... Enumerar los motivos de la espera y los intentos yermos se miden en leguas que desaparecen... Acariciar las cortezas fecundas que guarda la noche. Sentir los latidos en las raíces mientras la tierra me borda versos... Mi vestido es un carrusel 182

de ilusiones nuevas y sus mariposas extasiadas copulan poesías. *** Y un día, llevada de la mano por los caprichos de la vida, me encontré en una calle cualquiera… aletargada en una esquina cualquiera. Allí, me lloraba la tarde, donde las ausencias arrullaban a las horas, en aquella mirada perruna que construía puentes sobre nuestros precipicios. Allí, te regalé el estrépito de mis caricias guardadas y los ángeles de mi sonrisa… Allí, fuimos nuestros donde tu amor me robó el alma… 183

Tengo un volcán de tristezas en la garganta… ¿Cómo expulsar mi noche herida de esta noche que me abraza desnuda? Lágrimas en la paloma de mis manos, un vuelo corto por el infinito… El deseo de abrirte la cabeza para saber si me encuentro con tus pensamientos… ¿Cuándo serás mío? Tengo tus palabras columpiándose en la azotea de mis tormentas y no encuentro los pájaros del olvido… 184

Martha Valiente Poeta, cuentista, novelista uruguaya/argentina. Vive en Buenos Aires. Coordina el Taller de Escritura Creativa “PalabraPuente” en C.A.B.A. y en Biblioteca Popular Sudestada, Vte. López. [email protected] Y se casó nomás la abuela con su vestido de tul apolillado, un ramito reseco de rosas rococó y guantes hasta el codo. Se casó sin enagua, de mañana, con un cielo nublado, bien de otoño. Es la mejor estación, siempre lo dijo, y la mejor luz, la que lastima menos. Se casó en la plaza de su barrio a la sombra del árbol con su placa de bronce, en la calesita y montada en un caballo verde, sin sortija. Se casó por fin la abuela. Qué espectáculo. Los feriantes perdieron a su público y los niños se quedaron sin hamacas. El aire se llenó de gritos y de cantos, de gorriones viejos, de palomas rechonchas, de chusmerío de cotorras. 185

El viejo carrusel le dio setenta vueltas con canciones de Xuxa y de Madonna. Se casó la abuela, tal y como estaba, el pelo bicolor por falta de tintura, sin los lentes para no ver nada más que lo justo, con un perfume rancio de maderas de Oriente. Se despintó las uñas, no quiso usar corpiño ni bombacha. El tul le despertaba con cosquillas la piel desamparada y libre. No hubo cura ni campana ni altar. La bendijo una de sus hijas, la otra lagrimeaba, mientras sus nietos cantaban “Manuelita”. (Hubo un palco especial para los hombres que amó y no la amaron. También para los otros, para todos los hombres de su vida.) No se casó de blanco, para qué. Con su camisón de invierno fabricó una pancarta: “Vengan a mí las solitarias, las solteras, las mal acompañadas de tristeza, las que se preguntan por qué todos los días. Vengan a mí las viejas con sus ganas…” Abundó el vino desde muy temprano. Se engordó el asombro. Casi murió el prejuicio, casi. Fue la primera vez. Los diarios del barrio publicaron su foto, a caballo como Lady Godiva, con su velo gastado y a destiempo después de dar el sí en el altoparlante. 186

Se casó la abuela, sí, pero sin novio. Se cansó de rezar de rodillas al lado de la cama, de implorar a oscuras y al sol por un milagro. Se miró de pronto, vio que su mejor par era ella misma, con su textura de retazos al crochet unidos a fuerza de años y paciencia. Por eso un día se buscó se aceptó como pudo, se compró un anillo con la jubilación más toda su esperanza actualizada. No quiso medias ni ligas ni zapatos, nada que la apretara. Dijo “Voy desnuda, así me quiero más.” Se reía la abuela. Estaba deslumbrante. Una larga fila de borrachos la paseó en un cortejo desprolijo mientras la aplaudían a rabiar hasta los vigilantes. 187

Enrique Héctor Van der Tuin Enrique Héctor Van der Tuin nació en Argentina, pero muy joven emigró a EEUU donde ejerció su profesión de Bioquímico durante más de cuatro décadas. Desde siempre gustó de la lectura y escritura y, vuelto a su país de origen, retirado del quehacer profesional, se volcó a la escritura, cosa que lo mantuvo vigente hasta su último aliento en el pasado mes de enero de 2021. SPUK Cuando el colectivo aparece en la esquina, él tarda en decidirse. El número es el correcto aunque, sin embargo, no es verde. Le hace señas, pero no para. Como no va rápido, lo corre, lo alcanza y puede treparse en él; por poco lo pierde. Está vacío. Se acomoda en la primera fila. La radio transmite el partido de fútbol a todo lo que da. Después de un tiempo decide bajar pero aunque avanza lentamente, el chofer no frena, así que se larga con el vehículo en marcha. Da unos pasos, se resbala con algo y trastabilla. Ha pisado una bolita. Sonríe. No ha pagado el boleto. Es un día nublado de otoño, destemplado, con un leve viento, pero no hace frío. Las hojas que los árboles perdieron, alfombran las veredas. El barrio mantiene su carácter a pesar de los años y del deterioro. Los olores que emanan de las cocinas y de los tachos de basura son los mismos. El chalet donde pasó la infancia se ve distinto. Las baldosas de las veredas donde jugaba a las figuritas y 188

a las chapitas con sus amigos, aunque más pálidas, mantienen los colores. Al pasar por un jardín toma una pequeña fruta blanquecina, la muerde y unas gotas dulces se deslizan en su garganta. Sonríe. Es la esquina del potrero donde solía jugar a la pelota, de arquero, con las zapatillas rotas, los agujeros de las suelas reparadas desde adentro con hojas de papel de diario. Ya no hay cancha, está todo edificado. Gira la cabeza al sentir un rítmico crujir de hojas secas. Un perro lo sigue. El animal levanta las orejas y mueve la cola. Le acaricia la cabeza, le rasca el lomo y lo llama por el mismo nombre de su mascota de antaño. Al grito de ¡Spuk! el animal le extiende la patita derecha. Él se sonríe, acompañado ahora por un jadear ronco y pasitos tenues. Se detiene al sentir un temblor; es un tranvía, grande, amarillo, que se acerca veloz y estridente. Está vacío. Saluda al guarda con los brazos, pero éste sigue con la mirada fija hacia adelante y pasa de largo sin prestarle atención. En la esquina donde él vivió su infancia, toma la curva a toda velocidad y desaparece con una fanfarria de sonidos metálicos. El perro retoma la marcha delante de él. Llegan al paredón del cementerio. El portón de hierro oxidado está abierto. El perro entra primero. No se ve a ningún ser humano. Caminan pisando lápidas ocultas por el pasto y la maleza, obligados a zigzaguear para evitar las bóvedas y los viejos monumentos. Siguen el curso señalado por las cruces ennegrecidas de moho. Finalmente se paran frente a una barrosa área rectangular cubierta por coronas y ramos. El crepúsculo oscurece todo con tintes naranja y rojo sucio. Un olor impactante emana de las flores. Se cubre la nariz y la boca con la mano. El perro alterna sus miradas entre la tumba y su acompañante. Una rudimentaria cruz de madera está clavada en la cima del montículo. Tiene un epitafio que apenas se percibe por el lodo que la cubre. Él se arrodilla, apoya los brazos en las coronas y se desliza sobre el pasto mojado. Aferra la cruz con una mano y con la palma de la otra, limpia la inscripción. Ahora ya puede distinguir lo que está escrito. La fecha es la de hoy, el nombre… es el suyo. 189

Claudia Vázquez Nació en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. En su adolescencia comenzó su camino por la poesía. Se formó en diferentes talleres dictados por escritores como Roberto Díaz, Liliana Guaragno y Oscar Hermes Villordo y seminarios en el Profesorado Joaquín V. González y en Letras, Universidad de Buenos Aires. Desde 1995 coordina talleres literarios. Sus poemas han sido publicados en suplementos y revistas literarias de Argentina, Italia y Uruguay. Ha obtenido varios premios por su obra. Cofundó el Centro Cultural Alejandra Pizarnik, especializándose en la obra de dicha poeta. Conduce el Café Literario La Palabra que Sana junto a la poeta Raquel Fernández. Fue declarada Personalidad Destacada en la Cultura de la Ciudad de Avellaneda. En el año 2018 participó en el Festival de Poesía de Madrid, y su último libro Después del silencio fue presentado en Casa Argentina en Roma. Sus libros publicados: Impresiones, en 1996 (Ed. Amaru), Después del Silencio, en 2018 (Ed. Ruinas Circulares) y Casa de piedra, en 2021 (Alción Editora). Además, participación en diversas antologías. [email protected] 190

BOCADE LUZ En el techo de la cocina una boca de luz un hueco oscuro para iluminar silencios. Adentro un nudo hecho de cables. Adentro una mujer decidida a dejarlo todo a llevarse lo único preciso la boca mira al cielo un trueno mudo en la lengua. 191

CHIMENEADEL LIVING El fuego abriga lo desnudo lo que trajo el verano. El fuego es alimento para sostener la partida. La orilla está lejos. Nadar entre las llamas es una forma de exorcizar el abandono. 192

Rocío VazquezAyala Productora y directora de radio y televisión, amante del arte en sus múltiples formas. Como coach ontológica, el análisis de las emociones, la búsqueda de apertura de posibilidades y el “estar siendo” son el hilo conductor de cada obra, ya sea escrita, gráfica o audiovisual. [email protected] Instagram: @romagraff Sinceramente. Extraño la calidez de tus labios rozando mi alma en las heladas de invierno. Extraño esos besos en la frente que despejan mi mente y armonizan mi vida. Te extraño tanto como extrañan el sol las flores de mi jardín, que cada día están más tristes y ya se parecen un poco a mí. Quisiera volver a tus labios porque mi hogar está ahí. 193

Tristemente. Estoy mal y no sé cómo expresarlo. Muchas veces no sé si contarlo porque me da culpa molestar a alguien que no quiera escucharlo. Me siento inútil por más que me lluevan halagos. Me pierdo en días y horarios, sonrío por inercia, ya no sé a dónde la vida me lleva. Mi mente se está marchitando. Me quedo por compromiso y no porque quiera. Me agobia la productividad. Amis pasiones ya no las encuentro. ¿En qué momento pasó? 194

Susana Verdún Docente jubilada. Nací en Gral. Pinto, un pueblo que linda con La Pampa. Ávida lectora, también escribo, me parece que desde siempre. Coordiné Talleres Literarios de niños y de jóvenes. Puedo decir hoy, que soy creadora de un Taller, “María Elena Walsh”, que funciona en el Centro de Jubilados “Liniers Sur”. [email protected] 195

HILAR RECUERDOS Sábado. Lluvia pertinaz. Amenaza de granizo. Duermevela matinal. El vidrio esmerilado del ventanal insinúa el brillo de la nueva calle. Me dejo mecer en los brazos de Calíope que prepara el telar y brotan las palabras que darán forma a mis recuerdos. YApolo, sóloApolo, me aparta de esta soledad en compañía. Recuerdos. Pasos que vuelven sobre sí mismos. Miradas que ya no existen. Ahora el sol cae a plomo. Ìndómita fusión de sentires y emociones. Barrio, rincón de BuenosAires, aquí estás en mi memoria. Barrio, me ungís en silencio de recuerdos y emociones, inextricable madeja que sólo vos, Barrio, podrás desentrañar. 196

EL FILM Estoy arrellanado en el butacón del pulman. El estreno. Mi debut. Desde allí me enfrento con ese otro que soy yo y juntos iniciamos un camino casi hacia el infinito. Nos parece ver un punto negro allá donde la cinta amarronada de barros ocres se pierde en un ángulo sin más abertura que su único vértice. El punto negro se acerca y en ese acercamiento percibimos una figura simétrica que sombreada por el follaje tupido se hace enigmática y fugaz. El sol cae en claroscuros. Un hombre se aproxima a nosotros. Nos parapetamos detrás de un árbol. Él nos amenaza. De pronto la última luz del sol cae sobre el arma que empuña el desconocido. El brillo nos enceguece. Corremos los tres. Ya nos alcanza. Uno de nosotros salta de la pantalla. Un estampido. Miedo. Miedo. Horror. Tiembla la hilera de butacas. Me estremezco. Miro hacia los costados, hacia atrás, buscando aprobación o desacuerdo. Fijo los ojos en el celuloide. El hombre del arma mira de frente. Entonces lo reconozco. Es mi hermano al que hace años no veo. Es él. Es él. No aparta la vista. Ira en los ojos. Me atraviesan. Piden explicaciones. Si supiera que fue todo por culpa de Laura. Ella me obligó. Cada vez me mira con más intensidad. No quise hacerlo, no quise matar a los viejos. Fue un accidente. Después vino lo de la plata. Te pertenece, sos el mayor, el que los ayudaste, el que los toleró. Pero no me quedé con todo. ¿Y la parte del juez Barrios? Porque aunque pregonara que era un amigazo buena parte se llevó él. El otro sigue tirado en el piso, no se mueve. Estoy helado. Me falta el aliento, me ahogo. Lo siento en el pecho. Los ojos del hombre me están devorando. Me acusan. Algo me dice. Ahora me grita “NO TE PUEDO PERDONAR” y apunta. Otro estampido. Final. El celuloide se sombrea. Intento despegarme del butacón. No puedo. Permanezco inmóvil. Somos yo y el otro, el que está tirado en el piso. Todo se nubla. Oscuridad. Después negrura. Estoy confundido. Mi hermano ha desaparecido una vez más. 197

Cristina Villanueva Nació en Buenos Aires, Argentina. Psicóloga egresada de la UBA, poeta y narradora oral. Le otorgaron numerosos premios en poesía y cuento breve. Publicó en revistas del país, Austria, España, Uruguay e Israel, así como en antologías de Argentina, Cuba y Colombia. Se desenvuelve como animadora cultural de espacios de literatura, en bares, librerías, centros culturales y en radio. Participó de la Cátedra de Narración oral en La Facultad de Periodismo de La Plata. Coordinadora en la Argentina de la Bienal de Oralidad que se realiza en Santiago de Cuba. Publicó una decena de libros, y forma parte del Círculo de Cuenta cuentos que todos los años realiza el Festival Internacional “Te doy mi Palabra”. [email protected] ASUNTO DE PALABRAS Entonces es así, me pregunté. Se cuenta para espantar el fantasma de la muerte o el de ser tan pequeños y solos, en la historia que nos precede y nos va a continuar, así sin paraíso, casi ciegos, entre templos y ciudades perdidas y ganadas. Migajas en la naturaleza que nos aterra y nos consuela. Espejos rotos que se juntan inventando ficciones para llegar a una verdad: verse en la mirada de los otros, un lenguaje para abrigarnos de la nada. 198

MACETA PINTADA Vacíos en el aire, las hojas le salen como pensamientos, dice algo acerca de la vida y la belleza. Me gusta que esté en casa como una búsqueda quieta. Le saqué una foto por temor a que un día se rompa. No la podría recuperar, muerto el que la pintó y el que la ideó, ella y yo frágiles, todavía creamos climas. O es ella la que viene del mundo de los sueños y yo sólo me abrazo a la íntima calidez de su barro. ¿Por qué ahora que estoy sola temo por esta sobreviviente de una casa con niños y perros, le saco la foto, le escribo? A lo mejor porque ahora, recién ahora, creo que debe de ser verdad ese asunto de la muerte. Es que entre ladridos, gritos, llantos y risas solamente se vive, no se piensa en la vida ni en la muerte. *** BLANCO SOBRE BLANCO Discurre la mano sobre la mesa blanca. Se arquea, sueña un cuerpo que la llama. Tacto convocado como un pedido sobre la blanca, extendida distancia entre el cuerpo y la mano, ambigua frontera, tierra de nadie, desierto. Sentido-signo, la mano sobre la mesa bordea tenue, la distancia interminablemente blanca, invierno-fórmica. La mesa nombra el espacio desmedido entre el llamado del cuerpo y el sueño de la mano. 199

ESA SONRISA El café ha escrito algo sobre mi seno. Una pequeña navaja de calor fundó la asimetría. El que recibió el signo ha descubierto un paraíso de gotas dulces. En ese cielo los bebés, los hombres, y las mujeres que ofrendan sus pechos al hambre de la vida tienen esa sonrisa. 200


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