INTRODUCCIÓN Estas páginas cuentan pequeñas grandes historias de familia, sobre esperanzas y sueños. El relato de un pasado que fue recorriendo una generación tras otra, desde hace doscientos años, los caminos que nos llevaron a ser quienes finalmente somos. Habrá que retroceder hasta inicios de 1800 para comenzar, a una época de vida más sencilla, con menos recursos. Pero grandes anhelos. Y desde los más lejanos lugares revivir la travesía hasta Buenos Aires. Y hasta nuestros días. Descubriremos que nuestros antecesores familiares trajeron algo más que un apellido: diferentes historias casi perdidas, hasta ahora no recopiladas. Algunas, desconocidas. Historias que más de una vez comenzaron con una despedida. Para arrancar de cero. Quizás con poco, quizás con nada. Para apostar a un mejor futuro, a una vida completamente diferente. A veces tan lejos como cruzando el océano. O historias que empezaron simplemente por coincidir en un encuentro, un día cualquiera. En una de esas vueltas en las que el destino te cambia para siempre. En estas páginas se hablará de lo que sabemos y descubrimos de sus primeros protagonistas. De sus descendientes. Y de cómo cada uno formó parte esencial de este... Viaje de dos siglos.
I. L o s o r í g e n e s LA INMIGRACIÓN EN ARGENTINA Hacia finales del siglo XIX, Argentina comenzó a atraer inmigrantes a los que les ofrecían facilidades para su incorporación al país, pero sin garantizarles la posesión de las tierras. El estímulo incluyó propaganda en el viejo continente a través de agencias en ciudades y puertos. Las posibilidades que ofrecía Argentina, mientras en Europa había guerras y dificultades, atrajeron una fuerte corriente inmigratoria. Unos venían con el objetivo de permanecer y empezar una nueva vida, otros con la idea de ser “golondrinas” que saltaban de un lado a otro del Atlántico. Su único equipaje era la voluntad de salir adelante y una mínima formación que consistía en saber leer y escribir. Algunos tenían un oficio, pero lo que sobraba era predisposición para trabajar de lo que sea. La pobreza y la falta de expectativas empujaba a hombres y mujeres a buscar otros medios de vida en tierras lejanas. El medio de transporte hacia los puertos fue el ferrocarril y el barco a vapor facilitó esta migración hacia el Nuevo Mundo, con grandes compañías navieras surcando el mar. La mayoría de estos pasajeros viajaban en las partes inferiores de estos buques. Algunos hacinados, otros realizaban el viaje en condiciones más dignas, pero su experiencia estaba en un universo paralelo comparada con lo que ocurría en las partes superiores del barco. Irónicamente, los “ricos” que disfrutaban de viajes generalmente por turismo, en primera clase, no eran el público que más beneficio económico daba a las navieras. Los de clase más baja, que viajaban por la esperanza de una vida un poco mejor, eran muchos más. Normalmente entre el 60-70% de los viajeros.
Recién llegados al La dársena norte del puerto, país, a la espera de donde arribaban los transatlánticos. pasar por aduana. En 1885 y, debajo, hacia 1910. Los grandes trasatlánticos, con sus enormes motores productores de vapor, eran alimentados por toneladas de carbón y transmitían a sus hélices tal empuje, que el tiempo de duración de la travesía desde Europa al continente americano se acortó extraordinariamente hacia 1900. Una vez arribados a puerto, los barcos eran abordados por una junta para examinar la documentación de los inmigrantes y autorizar o no el desembarco. Un médico se encargaba de examinar a los pasajeros y hacer el control sanitario. Se realizaba una inspección de los equipajes y luego se continuaban los trámites en el Desembarcadero.
El Hotel de Inmigrantes y su gran salón comedor. A veces los esperaba un pariente, un amigo de la familia, o un paisano del pueblo que tenía El lugar contaba con traductores. Los hombres, principalmente, se apersonaban a la Oficina unos años en “la América”. Y les daban alojamiento y consejos de dónde buscar trabajo. A los de Trabajo para conseguir una colocación laboral. El que lo necesitara, tenía un boleto gratuito recién llegados que no sabían adónde ir, el gobierno los fue encauzando brindándoles cinco días, para movilizarse hasta el punto donde pudiera ser contratado. Esto era a costa del Estado, pero o a veces más, de alojamiento y manutención gratuitos, mientras intentaban organizar su solo con el interés de obtener mano de obra. Cumplido su período, los inmigrantes dejaban el asentamiento. En 1911 se creó el Hotel de Inmigrantes. hotel rumbo a su destino previsto. Casi un millón de inmigrantes pasaron por este edificio. El complejo se encontraba en la dársena norte del actual Puerto Madero (hoy es un museo), Argentina constituyó uno de los principales países receptores de la corriente emigratoria conformado por diversos pabellones. Cuando llegaban al hotel, les entregaban un número que del viejo continente, desde 1875 hasta la Segunda Guerra Mundial. Ya entrado el siglo XX servía para entrar y salir libremente, y conocer de a poco la ciudad. En la planta baja estaba el comenzó, además, una fuerte migración interna que acercó a la gente de las provincias a comedor, donde se daba desayuno, almuerzo, merienda y cena por turnos de hasta mil personas. los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. Esta nueva ola migratoria tuvo mayor En el primer y segundo piso, dormían los hombres y en el tercero, mujeres y niños. Había 750 proporción de antepasados indígenas y españoles coloniales, aunque altamente mestizada, camas: una lonja de cuero, sin colchón ni almohada, para evitar el contagio de enfermedades. y un alto porcentaje de mujeres.
LA GENEALOGÍA Los Schiavi y los Vázquez, en dos árboles genealógicos que nos Más conocida como “historia familiar”, la genealogía es el estudio y seguimiento de llevan hacia finales de 1700. la ascendencia y descendencia de una persona o familia. También se llama así al documento que registra dicho estudio expresado como árbol genealógico. Luigi Schiavi Recopilando fuentes orales y documentales, hoy podemos reconstruir una parte del árbol ascendente de la familia Schiavi. Pero es aún mayor lo que podemos volver atrás 17xx?-18xx en la historia de los Vázquez. Pavia, Italia Existen datos que pueden obtenerse exclusivamente del boca en boca, como el Francesco Gionanna Los Angelo Clementina marco general familiar, o detalles que nunca se encontrarían documentados. Aquellas Schiavi Scrollini Gatti Vitti vivencias y anécdotas que solo conocen los miembros de mayor edad, y se transmiten S C H I AV I a través de las generaciones. 1827-18xx 18xx-18xx 18xx-18xx 18xx-18xx Pavia, Italia Pavia, Italia Pavia, Italia Pavia, Italia Además de eso, en base a registros municipales, eclesiásticos, censales y migratorios, compartidos via internet en páginas de genealogía, hoy en día podemos llegar a Severino Vincenzo Maria Brigida nuestros más antiguos antepasados, hasta ahora desconocidos. Y la información a la Schiavi Gatti que se accederá en el futuro, cuando se compartan en todo el mundo más documentos todavía no escaneados y datos sin indexar, promete permitirnos ir más atrás en el tiempo. Siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1869 Pavia, Italia 1880 Pavia, Italia Estos dos árboles genealógicos a continuación, que se pudieron reconstruir hoy (hasta 193x? Buenos Aires, Argentina 1947 Buenos Aires, Argentina 1900 por lo que se conoce a través de la familia, y todo lo anterior por investigación), servirán de guía durante el relato de dos siglos de historia familiar: desde el nacimiento de Manuel Vázquez (en Galicia, España) y de Luigi Schiavi (en Lombardía, Italia), a finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX, hasta nuestros días. Angela Francesco Schiavi Angelo Schiavi Giuseppe Schiavi Schiavi “Chesco” “Yuleto” “Pino” 190x-19xx Pavia, Italia 1902 Pavia, Italia 1911 Pavia, Italia 1916 Pavia, Italia Esposo: Dedomenici 1977 Bs. As., Argentina 1954 Bs. As., Argentina 2002 Bs. As., Argentina Esposa: María De Domenici Esposa: Ana Vázquez Esposa: Consuelo Vázquez
Manuel Josefa José María Juan Teresa Antonio Isabel Telésforo María Francisco Lucía Juan María Rafael María Vázquez López López Granados García Iñigo Rivera Jiménez Fernández Segovia Giménez Reyes Gallardo Astorga Alva Ávalos Rama 17xx?-1846 18xx?-18xx 17xx?-18xx 18xx?-18xx 17xx? Almería 18xx? Almería 17xx? Granada 18xx?-18xx 1790-18xx 18xx?-18xx 17xx?-18xx 18xx?-18xx 18xx?-18xx 18xx?-18xx 18xx?-18xx 18xx?-18xx Lugo, España Lugo, España Málaga, España Málaga, España 18xx Málaga 18xx Málaga 18xx Málaga Málaga, España Málaga, España Málaga, España Málaga, España Sevilla, España Málaga, España Málaga, España Málaga, España Málaga, España España España España Santiago Ana Guillermo Antonia Jiménez Antonio Agustina Manuel Francisca Vázquez López Granados García Iñigo Rivera Fernández Segovia Giménez Reyes Gallardo Astorga Alva Ávalos Rama 1828 Lugo 1836-18xx 1821 Granada 1829 Gibraltar 18xx-18xx 1836-18xx 1831-18xx 1832-1858 18xx Málaga Málaga, España 18xx Málaga 18xx Málaga Málaga, España Málaga, España Málaga, España Málaga, España España España España Manuel Miguel Eloisa Teresa Los José María Vicenta Vázquez Granados Iñigo Jiménez VÁZQUEZ Segovia Reyes Astorga Ábalos Siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1859 Málaga, España 1855 Málaga, España 1855 Málaga, España 1855 Málaga, España 1917 Corrientes, 19xx Argentina 19xx Paraguay 19xx Paraguay Argentina (o Argentina) (o Argentina) Santiago Dolores Manuel Vázquez Segovia 1882 Málaga, España 1887 Málaga, España 193x Buenos Aires, Argentina 1952 Buenos Aires, Argentina Eloisa Carmen Vázquez Dolores Vázquez Consuelo Ana Manuela Argentina Vázquez Rosa Vázquez Santiago Vázquez María Vázquez “La Negra” “Monina” Vázquez Vázquez Vázquez “Porota” “Chichí” “Nene” Vázquez 1908 Asunción, Paraguay 1910 Asunción, Paraguay 1912 Asunción, Paraguay 1915 Corrientes, Argentina 1915 Corrientes, Argentina 1917 Corrientes, Argentina 1919 Asunción, Paraguay 1922 Asunción, Paraguay 1923 Capital Federal, Argentina 1927 Capital Federal, Argentina 1975 Bs. As., Argentina 1999 Bs. As., Argentina 2005 Bs. As., Argentina 2004 Bs. As., Argentina 2007 Bs. As., Argentina 1932 Bs. As., Argentina 2008 Bs. As., Argentina 2000 Bs. As., Argentina 2016 Bs. As., Argentina Esposo: Aníbal Morando Esposo: Orlando Ferrara Esposo: Pedro Camarotta Esposo: José Schiavi Esposo: Ángel Schiavi Esposo: Armando Ruiz Esposo: “Cholo” Mella 2016 Bs. As., Argentina Esposa: Marta Horisberger Esposo: Juan Citro
LOS ANDALUCES Ubicada a orillas del mar Mediterráneo, en la región de Andalucía, al sur de España, Puerto de Málaga, la ciudad de Málaga es una de las más antiguas de Europa. Fundada originalmente industrias y plaza como Malaka, por los fenicios, en los siglos siguientes formó parte de Roma y más de toros. (1900) tarde fue conquistada por los árabes. Pasó a ser parte de la Corona de Castilla, a fines de 1400. Pionera en la península ibérica con el inicio de la Revolución Industrial, experimentó una época de gran progreso durante el siglo XIX. La llegada de los Vázquez a Málaga se estima hacia mediados del 1800. Originarios de Cerezal, provincia de Lugo (norte de España, en Galicia), Manuel Vázquez y su esposa Josefa López habían sido padres de Santiago Vázquez López en 1828, y luego se convirtieron en abuelos de Manuel Miguel José Vázquez Granados, ya mudados a Málaga, en 1859. Para 1890, éste último formaba una familia con Eloisa Iñigo Jiménez, junto a sus hijos Santiago (ocho años), Manuel (cinco) y Carmen (cuatro). Se cuenta que los Vázquez trabajaban en una tabacalera familiar. Posiblemente el matrimonio haya tenido hijos mayores. En aquel mismo año, otra familia vecina estaba compuesta por José María Segovia Reyes y Vicenta Astorga Ábalos, que vivían allí con sus hijos José (ocho años) y Dolores (tres). Descendiente de varias generaciones malagueñas, se desconoce a qué se dedicaba José María, pero su padre, originario del campo, según los registros era coletero, dedicado a confeccionar o vender coletos (antiguas prendas de cuero). Por el lado de los Astorga, la familia provenía en gran parte de malagueños y sevillanos, pero todos de Andalucía. Después de un siglo de bonanza, hacia esa época había comenzado en Málaga una crisis cuyas secuelas condujeron a la pérdida de empleo, el hundimiento de empresas, la pobreza y descenso general de las actividades económicas. Esto llevaría a muchos andaluces a buscar un futuro más promisorio en América.
Izquierda: Casamiento de los abuelos paternos de Dolores Segovia, Antonio y Agustina. Málaga. (1846) Derecha: Casamiento de los abuelos paternos de Santiago Vázquez, Santiago y Ana. Málaga. (1857) Nacimiento de Eloisa Teresa Martina Nacimiento de Vicenta Iñigo, madre de Santiago Vázquez. Astorga, madre de Málaga. (1855) Dolores Segovia. Málaga.(1855)
Nacimiento del padre de Santiago Vázquez: Manuel Miguel José. (1859) Derecha: La familia Iñigo en un censo. Guillermo y Eloisa, el abuelo materno y la madre de Santiago Vázquez. Málaga. (1875) La entrada al puerto de Málaga hacia finales del 1800. Como la vieron los andaluces al decidirse a viajar hacia América.
El vapor francés Poitou y el aviso En 1891, los Segovia Astorga tomaron la dura decisión de abandonar todo y cruzar de sus viajes trasatlánticos. el océano con sus pequeños hijos. Partieron desde Málaga en el vapor francés Poitou, de la Société Général de Transports Maritimes, proveniente de Marsella. Su ciudad natal Abajo: la ciudad de Río de Janeiro tenía un abundante tráfico de buques de pasaje, de navieras nacionales y extranjeras, hacia 1890. y movilizaba infinidad de personas. Cruzaron el estrecho de Gibraltar y abandonaron el Mar Mediterráneo, sin saber que sería para siempre, con destino a las costas del Brasil. El Poitou era un barco de una sola chimenea, negra de franja roja (colores distintivos de la compañía francesa), pero además poseía dos mástiles para izar velas, siendo así un navío intermedio entre los antiguos veleros y los “modernos” vapores. Tras una travesía de un mes, el Poitou ingresó a la bahía de Río de Janeiro. Rodeados de decenas de inmigrantes, en su mayoría franceses, italianos y españoles, desembarcaron en el puerto. Su arribo se produjo justo durante el final del antiguo Imperio del Brasil y la primera época de la nueva república. Eran los años del fin del trabajo esclavo y Río de Janeiro comenzaba a recibir grandes contingentes de europeos, atraídos por las oportunidades que se abrían de trabajo asalariado.
Izquierda: registro de la entrada de José Segovia Reyes y su familia a Brasil, apellidados como “Reges”. La por entonces ciudad capital brasileña comenzaba a enfrentar graves problemas El puerto de Montevideo y el registro sociales, debidos a su crecimiento rápido y desordenado. El aumento de la pobreza del desembarco de los Segovia. (1897) agravó la crisis de vivienda y explotaron violentas epidemias. Es probable que todas estas situaciones los haya llevado a buscar otro lugar donde establecerse, trasladándose a la ciudad de Porto Alegre. En 1893, un acta municipal registró el nacimiento de Antonio Segovia, mientras vivieron un tiempo en aquella ciudad al sur de Brasil. Otro registro, de 1896, documenta que hacia fines de ese año nació, también en esa zona, el segundo hijo brasileño de los Segovia: Leopoldo. Un año después, las actas de inmigración de Uruguay enlistaron a la familia en su En Montevideo permanecerían hasta trasladarse hacia la capital paraguaya, Asunción. entrada a Montevideo, en el vapor brasileño “Desterro”, proveniente de Porto Alegre. Se desconoce cuánto tiempo vivieron del otro lado del Río de la Plata, o si pasaron por Triste nombre para aquellos españoles que habían abandonado todo en su tierra y Buenos Aires brevemente, antes del viaje a Paraguay, ocurrido poco antes o después todavía seguían buscando dónde establecerse. En aquel viaje en tercera clase, José del cambio de siglo, en 1900. Pero la búsqueda de mejor fortuna los llevaría a seguir Segovia figuró anotado como comerciante y Vicenta Astorga como criada. viaje y volver a empezar en otro país, una vez más.
Durante esos años difíciles en que los Segovia Astorga tomaron la decisión de emigrar de España, la tabacalera donde trabajaban los Vázquez Iñigo terminó fundiéndose. Se cuenta que, más allá de la crisis, cierto dinero destinado a las carreras no ayudaba demasiado. Málaga era famosa por su plaza de toros (La Malagueta), pero también tenía un hipódromo y todo tipo de juegos para las clases más populares: carreras de gallos, de burros y mulas, de sortijas, de bicicletas. Un sinfín de opciones para apostar y perder unas cuantas pesetas, como para que las cosas no terminen bien. Tras el final de la tabacalera, Manuel Miguel José, Eloisa y sus pequeños hijos, dejaron Flores y su basílica también el Mediterráneo, pero en este caso hacia el Río de la Plata. en los años en que fue integrado a la El censo porteño de 1895 registró a la familia viviendo en Buenos Aires, con su padre capital. trabajando como empleado, y una nueva hija, argentina, de cuatro años: Ana Vázquez. El documento los ubica en los suburbios. Una zona poco poblada, llamada Partido de Flores, que para esos años se había separado de la provincia y unido a la capital, formando los que hoy en día son varios de sus barrios del centro y oeste. Acta del censo porteño de 1895 donde se registró a la familia Vázquez Iñigo. A principios de ese año, el libro de bautismos de la basílica de San José de Flores había registrado el nacimiento de María de las Mercedes Vázquez, segunda hija argentina. Sin embargo, no volvió a aparecer en el documento del censo, pocos meses depués. Finalmente, en 1896 nació el último hijo de la familia: Guillermo. Llegado de pequeño, y tras haber pasado su adolescencia en la capital federal, Santiago Vázquez emprendió un nuevo viaje. Seguramente su familia aprovechó los pasajes libres que ofrecía por entonces el gobierno paraguayo, a través de su consulado, buscando fomentar el traslado de migrantes europeos hacia su país. E intentaron probar suerte en Asunción, donde finalmente se instalaron.
Así, el destino llevaría a ambas familias españolas a coincidir en la capital paraguaya a Matrimonio comienzos de 1900, según los registros, viviendo a pocas cuadras (¿se conocerían de de Dolores Málaga?). Y un día las vidas de Dolores Segovia y Santiago Vázquez se cruzaron, y Santiago. para finalmente casarse en la iglesia Nuestra Señora de la Encarnación, en diciembre Registro civil de 1905. Y luego por civil en enero de 1906, él con 23 años y ella con 19. y eclesiástico. Se cuenta que por aquellos años Santiago trabajaba de vendedor de una compañía de (1906) maquinarias agrícolas. El joven matrimonio malagueño llegaría a formar una familia muy numerosa. Eloisa, Carmen (alias La Negra) y Dolores (Monina) fueron sus primeras hijas, nacidas en Asunción del Paraguay. Puerto de la capital paraguaya, a principios de 1900.
Santiago Vázquez, Llegando mediados de la década de 1910 todos se trasladaron a la provincia de en una postal Corrientes, en cuya ciudad capital nacieron las mellizas Consuelo y Ana, en enero enviada a sus de 1915. La familia vivía en la calle Salta 1225, en una casa que ya no existe, cerca del hermanos en 1913. centro y a pocas cuadras del río Paraná. Fue el año en el que, según los documentos, Santiago obtuvo la ciudadanía argentina. Revés de la postal escrita desde la En esa provincia murió en 1916, a los 31, el hermano español de Santiago, Manuel, ciudad de Asunción. de tuberculosis. Un año después falleció su padre, Manuel Miguel José. Y en ese mismo año de 1917 nació Manuela, la sexta hija de los Vázquez (que fallecería con tal solo Certificado quince años por una afección respiratoria). de identidad. Corrientes. Se desconoce qué pasó con la familia de Dolores, pero los Vázquez fueron trasladándose (1915) y bautizando a sus descendientes por Paraguay y por Corrientes. La madre de Santiago, Eloisa Iñigo, continuó viviendo junto al joven matrimonio después de enviudar, durante la infancia de sus hijas. Era una mujer de carácter fuerte, incluso más que su hijo. Su nieta Consuelo recordaría que cuando la encontraba con sus hermanas demasiado tranquilas, decía con su acento andaluz: “¿Qué haceis ahí paradas? Pareceis vigilantes”. Pocos años después, los Vázquez volvieron al Paraguay, donde nacieron Argentina (Porota) y, en 1922, Rosa (Chichí). Los años de la vuelta a Asunción no fueron como esperaban. El país sufría una crisis comercial y financiera en esa época. Seguramente Santiago ya no contaba para entonces con un empleo fijo, y por eso las mudanzas buscando un lugar de mejor fortuna, y alquiler más barato. Tampoco era sencillo el día a día, ya que generalmente donde se instalaban tenían que ir con un cántaro a buscar siempre agua a una fuente más o menos cercana. Pero los Vázquez estaban acostumbrados a juntar sus cosas e irse a otro destino si era necesario. Y así, nacida su pequeña hija Chichí, en enero de 1922, Santiago decidió partir hacia Buenos Aires, probablemente por razones económicas.
Viajó él solo, seguro para probar suerte en la capital porteña antes de movilizar a toda su familia numerosa. Santiago había vivido allí durante el comienzo de su adolescencia, tras arribar con casi 10 años desde Málaga. Así que le resultaba una ciudad conocida. Mientras tanto, un documento del consulado de España en Paraguay, de octubre de 1922, concedía “libre y seguro pasaporte” a Dolores y sus, por entonces, ocho hijas menores de edad, para viajar a Buenos Aires a “reunirse con su esposo” en algún momento que lo decidiera, durante los siguientes meses. El consulado pedía a las autoridades de los estados por donde transitara que “no le pongan obstáculos en su viaje”. Primera foto de Dolores Vázquez y sus hijas, en 1922. Arriba: las mellis Consuelo y Ana; Manuela y Monina a cada lado de Dolores; en sus brazos, Chichí. izquierda: Carmen, de enorme moño, Eloisa y la pequeña Porota. Documento del Así, con ese papel que la dejaba más tranquila para trasladarse a otro país, quedó registro consulado de España de la extensa travesía que pronto emprendería sola con sus hijas. Escapando a tiempo de la en Paraguay. complicada situación en Asunción, que terminaría más tarde en la guerra civil paraguaya. (1922) En una travesía de 1.300 kilómetros y al menos cuatro días de duración, las Vázquez recorrieron el río Paraguay y luego el Paraná embarcadas en un vapor río abajo, a la espera de reencontrarse con Santiago. La búsqueda de los Vázquez de un lugar ideal donde instalarse seguía sin terminar.
Vapores recorriendo el Paraná. En aquellos tiempos, muchos de estos barcos propulsados por dos ruedas de paletas El Lambaré llegando a Buenos Aires. laterales trasladaban decenas de pasajeros uniendo los puertos más importantes del litoral. La falta de puentes y caminos pavimentados, o la necesidad de combinar ferrocarril con transbordadores para cruzar el río Paraná, demoraban muchas horas el trayecto terrestre. La Compañía Argentina de Navegación, de Nicolás Mihanovich, fue una de las pocas que ofrecía traslado entre Asunción y Buenos Aires. A través de sus vapores Lambaré, Guarany, Berna y Bruselas. Y con el sonido particular cada una de sus bocinas, estos anunciaban desde lejos el atraque en el próximo puerto. En su itinerario, el barco donde viajaban las Vázquez hizo escala, entre tantas otras ciudades, en Corrientes, aquella donde habían vivido años atrás, y luego siguió hacia camino al sur. Los barcos amarraban en la orilla durante dos o tres horas cada día, mientras que se tomaba suficiente leña para alimentar las calderas hasta que se alcanzara otra pila de leña al día siguiente. Durante aquel viaje se enfermaría la pequeña Chichí, poniendo en vilo a su madre y sus hermanas, debido a que llegó a estar con una fiebre muy alta y no tenía la posibilidad de ser atendida en aquella situación. Aunque temieron lo peor, finalmente arribó a destino recuperada. Y pronto se dibujaría el perfil de la “Reina del Plata”, a medida que se aproximaban. Humaredas fabriles en el horizonte, los remolcadores cruzando el estuario, más lejos, los imponentes edificios. Tocarían tierra y, después del paso por la aduana, comenzarían una nueva vida, con muchas esperanzas.
En Buenos Aires, Santiago Vázquez empezó a dedicarse a hacer changas, en especial pintar casas. En aquella época se utilizaba pintura a la cal con el agregado de leche, lo cual le daba propiedades adherentes cuando aún no existían fijadores. Tenía trabajo pero la plata apenas alcanzaba para vivir y alquilar en la gran ciudad. Decidieron al poco tiempo trasladarse más al sur, buscando un lugar menos caro, y llegaron a una ciudad llamada Quilmes. La vida tras la mudanza no fue más fácil. Santiago siguió con trabajos temporales en la capital federal y generalmente iba caminando por las vías del ferrocarril. A veces se hacía difícil reunir los centavos que podía costar el tren o el tranvía para ir de casa al trabajo, ida y vuelta. Trabajaba de pintor, o de lo que podía. Hubo un período en el que hasta trabajó de “inspector de bichos canasto”, como lo Quilmes hacia 1920. Por el número habían denominado. Gracias a contactos con punteros políticos por su simpatía con de habitantes, sus industrias el partido radical, consiguió ser asignado en la municipalidad para recorrer las calles y sus 400 cuadras adoquinadas, en búsqueda de estos insectos, que en aquél momento se habían vuelto una plaga era declarada “ciudad”. insoportable y se trataba de combatir. A través de la UCR quilmeña, que hacía poco había conseguido ganar por primera vez a los conservadores la intendencia, también conseguía algo de comida que sobrara tras alguna reunión partidaria en el comité. Al tiempo, decidieron volver a vivir a la capital. En esa etapa nació Santiago, a fines de 1923, el único varón. Y en 1927 María, la última hija de la familia. Pero en esos primeros años de la década del 20, no fueron los únicos inmigrantes en probar suerte en aquella zona del sur porteño. Pronto desde las costas italianas llegaría otra familia al tranquilo poblado, devenido en ciudad, de Quilmes.
LOS TANOS La segunda gran ola europea de inmigrantes comenzó después de la Primera Guerra Mundial, al empeorar en todo el viejo continente los problemas económicos. Aunque Italia salió vencedora, sus deudas resultaron enormes, provocando un trastorno social y económico que llevó a muchos italianos a buscar oportunidades en otros países. Por aquellos años, en Borgoratto Mormorolo, provincia de Pavía al norte de Italia, Maria Brigida Gatti y Severino Vincenzo Schiavi se dedicaban al cultivo de sus tierras, algo típico en la región de Lombardía. Vivían en las afueras del pequeño pueblo de origen medieval, una zona fértil esencialmente centrada en la vinicultura. Severino era hijo de Francesco y Gionanna Scrollini. Los Schiavi ya vivían en esas tierras hacia principios de 1800, época en que los documentos ya registran a Luigi Schiavi. Severino había nacido en 1869, durante los años de unificación de los diferentes estados de la península italiana en un reino conocido como “Regno d´Italia”. Se había casado a los 30 años con María, de 19, en 1899, y ella se había ido a vivir con él. Originaria del vecino pueblo Bastida Pancarana, María era hija de Angelo y Clementina, y se sabe que tuvo al menos cinco hermanos. Hacia 1910 formaban una familia, con una hija mayor de nombre Angela y un hijo de ocho llamado Francesco, que aprendía a trabajar y cultivar el campo a la par de Severino. Tenían extensas huertas con hortalizas, verduras, legumbres, árboles frutales, pero se dedicaban especialmente a las plantaciones de vid. Parte de esta cosecha se podía vender o destinarla para hacer vino casero y espumantes, parte se dejaba secar para vender como uvas pasas.
Vivían en una casa de dos pisos. La parte superior la destinaban a poner a secar las uvas. Criaban animales de granja, para tener leche, huevos. Incluso tenían chanchos. En invierno los metían a un establo contiguo a la casa, que debían mantener caliente, porque el clima a esa altitud era duro. Algunas noches, las mujeres pasaban horas en ese lugar charlando y cosiendo. Su casa tenía una puerta en cada lado. Si en invierno la nieve tapaba una, podían salir por otra. Y cuando no podían salir por ningún lado, se quedaban dentro y usaban las provisiones de comida que precavidamente acostumbraban colgar de los techos, como chacinados y carne seca. Además de las conservas, quesos y huevos almacenados. Una chimenea era el lugar de cocción y calefacción. 1911 fue el año de nacimiento de su tercer hijo, Angelo Giuseppe Guido. Pero un Se trabajaba duro en el verano par de años después, la Gran Guerra les complicó las cosas a la familia Schiavi. y se pasaba el crudo invierno El reclutamiento para servir al ejército convocaba a los italianos hasta los 45 años. bien aprovisionados en el refugio Severino, ya casi con esa edad, fue llamado a enrolarse obligatoriamente como soldado, del hogar. cuando el reino italiano comenzó a prepararse para entrar en la guerra, hacia 1914, para recuperar territorios del norte. Cultivos de vid en los campos, vigentes como hace 100 años en Borgoratto Mormorolo.
El “Regno d'Italia” incitó a la Italia combatió a los ejércitos austro-húngaros en la frontera. En esos enfrentamientos, población a trabajar más duro y en el sur de los Alpes, se enfrentaron sangrientas luchas. En una de esas batallas, se participar de la guerra, a través de cuenta que Severino logró salvar su vida tomando la terrible decisión de esconderse en la propaganda. el interior de un caballo muerto, tras haber sido derrotada la unidad a la que pertenecía. Probablemente usó la bayoneta de su rifle o algún cuchillo para abrir el estómago del Severino Schiavi fue excento de animal haciendo el lugar suficiente para refugiarse del paso del enemigo, y del frío. las filas del ejército y retornó a su pueblo. Ese acto desesperado sin dudas lo marcaría para siempre, y lo muestra como un tipo bravo y sin vueltas. Lo confirma, por si hace falta, una anécdota con una gitana. Se contaba que Severino estaba tomando sopa y pasó una mujer que le ofreció adivinarle el futuro. El tano le propuso que le diga si sabía lo que él estaba por hacer en ese momento. Y como ella dudó qué responder, le tiró la sopa caliente en la mano. En ese futuro, que no supo ver la gitana, Severino quedó exento del reclutamiento cumplido el límite de edad, y pronto hubo una buena nueva para la familia. En 1916, ya vuelto de la guerra, María quedó embarazada y nació el más chico de los hermanos Schiavi, Giuseppe. Los conflictos bélicos seguirían latentes, incluso terminada la Gran Guerra en 1918. Y Severino no quería que ninguno de sus hijos repita su experiencia, sobre todo el mayor que ya estaba cerca de la edad de ser convocado al servicio militar. Esto se sumaba a las dificultades económicas del país empobrecido. Los Schiavi se vieron en la necesidad de intentar sacar provecho del período de inactividad del invierno. Probarían suerte durante esos meses del otro lado del mar, en la que se rumoreaba era una ciudad próspera: “Buenos Ayres”. Probablemente Francesco haya sido el más decidido en intentarlo. Y probar con el viaje a América. Las cartas de los hermanos de María que llegaban desde esa ciudad, donde se habían instalado, y el relato vivo de los vecinos o amigos que habían estado un tiempo y volvían a Argentina sin dudarlo, seguro lo confirmaban.
Hacia 1920, con 50 años, Severino decidió que primero viajaría él junto a su hijo Francesco, ya para entonces mayor de edad, y partieron con tantas esperanzas de volver pronto con buenas noticias, como incertidumbres. La línea ferroviaria proveniente de Milán seguramente los acercó desde Voghera, una estación de tren a 20 kms. de Borgoratto Mormorolo, hasta la gran ciudad costera de Génova, uno de los puertos más importantes y punto de partida desde el noroeste de Italia hacia el otro lado del mar. Tenían un sello en el pasaporte con el “visto bueno” del Consulado Argentino para viajar hacia estas tierras. Y pasajes de tercera clase, como el común de los emigrantes. En el puerto de Génova los esperaba un barco a vapor de la línea italiana, flota que por aquellos años iba y venía trasladando mayoritariamente emigrantes. La estación terminal de trenes y el imponente puerto de Génova. (1920)
Lloyd Sabaudo y Navigazione Generale Italiana, dos de las navieras más populares hacia Argentina. El aumento de la velocidad y capacidad de los barcos habían abaratado por aquellos años los precios de los pasajes. Esto aumentó el número de pasajeros, a lo que hay que añadir la publicidad desarrollada por las navieras. Las agencias de emigración los reclutaban y facilitaban su partida vendiendo los boletos, a veces en cuotas. La duración del cruce del océano se había reducido hacia entonces a unos veinte días. Se trataba de la “era dorada” de los transatlánticos. La tercera clase dormía en cabinas con cuatro literas y accedían a un baño cada seis cabinas. Tenían dos comidas diarias, abundantes en pastas. Y cada mañana del viaje podían elegir tomar café con pan o bizcochos.
Cada trasatlántico de la Navigazione Generale Italiana, con su distintiva chimenea negra de franja blanca, podía llevar casi dos mil pasajeros. Cabina para cuatro pasajeros de tercera clase , en la parte trasera del piróscafo Giulio Cesare.
Luego de cruzar el océano y desembarcar en Buenos Aires, los Schiavi es probable que se hayan trasladado al sur de la capital buscando a los hermanos de María, quizás los únicos conocidos en estas tierras. La mayoría de los inmigrantes trataban de contactar a sus “paisanos”, compatriotas o parientes, cuando arribaban, para conseguir alojamiento y consejos sobre dónde buscar trabajo. Así llegaron seguramente a Quilmes, donde una pujante fábrica de cerveza constituía una “ciudad industrial”, ubicada en una localidad en donde los molinos de viento de las antiguas chacras y quintas iba cediendo paso a los perfiles de chimeneas. En la Cervecería Quilmes consiguieron trabajo temporal ambos, ya que durante nuestros veranos la producción aumentaba. Habrán alquilado alguna habitación y ahorraron todo lo que pudieron. El esfuerzo valía la pena, se pagaban los pasajes y dejaba buena ganancia. Finalizado el verano, juntaron sus cosas y se volvieron a Italia satisfechos por esta nueva posibilidad que se les presentaba. Y el siguiente año, Severino y Francesco habrán probado nuevamente ir y venir a Fotos del pasaporte (1923) y cédula argentina (1924). través del mar, cosechando la vid durante el período cálido de Pavia, y esquivando su crudo invierno mientras trabajaban unos cuatro meses en la pujante cervecería. Los pasajes de ultramar no estaban al alcance de todos los bolsillos. Pero ahorrando cada vez que venían a Argentina con su trabajo “golondrina”, padre e hijo fueron reuniendo de a poco el capital para financiar la futura migración del resto de la familia. Vista general de la cervecería, al costado de las vías del Ferrocarril del Sud, a principios de 1920.
En diciembre de 1922, a sus 42 años, María Gatti empacó algunas cosas y lo que pudo de ropa. Los Schiavi habían decidido que ya era tiempo de trasladarse todos hacia Buenos Aires, donde habían experimentado más oportunidades de progreso. Dejaban atrás su país justo cuando el entonces Reino de Italia comenzaba a transformarse en una dictadura, en manos de Mussolini. En su partida de Borgoratto Mormorolo fueron atravesando caminos rodeados de extensos campos cultivados, con la vista de los Apeninos acompañándolos. Repetían el mismo itinerario que había hecho Severino más de una vez, con las mismas esperanzas. Una vez en Génova, abordaron el transatlántico en medio de una muchedumbre que buscaba su ubicación. Tenían pasajes de tercera y los dos hijos menores terminaron pagando solo la mitad del boleto. Hasta los 10 años los beneficiaba ese descuento, pero aunque Angelo hacía pocos días que había cumplido los 11 igual pagó menos, según indica una anotación en el pasaporte. Un día a finales de enero de 1923, tras tres semanas de viaje, despertaron en pleno Angelo, María Río de la Plata, un río casi tan inmenso como el mar que habían atravesado. y Giuseppe. Todo el mundo ya estaba de pie y en los pasillos y vestíbulos se habían amontonado Pasaporte. valijas, bolsas y baúles. Una vez desembarcados en la dársena norte del puerto de (1922) Buenos Aires, se fueron abriendo paso entre la multitud. A pocas cuadras, por unos centavos, los tranvías eléctricos de la línea 22 partían continuamente de Retiro a Quilmes, siguiendo el recorrido que actualmente imita la misma línea de colectivos. En ese corto viaje hacia el sur de la capital, tan cargado de emociones como la enorme travesía transoceánica, pronto se podían ver a la distancia las altas chimeneas humeantes y la imponencia de la Cervecería Quilmes asomando detrás del caserío. Aquella fábrica que les cambiaría la vida.
definitivamente en Argentina, cuando ella arribó en el “piróscafo” Tomaso di Savoia, en el verano de 1927. El arribo de María De Domenici a puerto es el único de la familia encontrado hasta ahora en las listas oficiales de inmigrantes, el día de 6 de febrero. Traía consigo una carta de la comuna de Val di Nizza (Pavía), de donde era originaria. Allí se declaraba que venía acompañada por una persona mayor de edad, seguramente amiga o vecina. El “tram-way” pasaba cerca de la cervecería, justo antes de pegar la vuelta de regreso, María De Domenici, foto del y solo restaba caminar unas cuadras para llegar al barrio que marcaría sus vidas. pasaporte y pasaje del Tomaso En Pavía se quedaría para siempre la hija mayor, Angela, quien ya estaba casada di Savoia, pagado en 2200 liras. y mantendría aquellos terrenos de cultivo hasta su venta, décadas después. Pero con quien luego mantendrían poco contacto. También se quedaría la novia de Francesco, Vicentina Maria De Domenici. Pero solo un par de años más, hasta cumplir los 20. Mientras tanto, Francesco siguió yendo y viniendo solo a través del Atlántico, hasta que al final ambos terminaron juntos
El Tomaso di Savoia, de la compañía italiana Lloyd Sabaudo, fue uno de los que más Lloyd Sabaudo junto a viajes hizo entre las décadas del 20 y el 30 hacia sudamérica, a la par del Giulio Cesare. Navigazione Generale Italiana, Este último trajo, al menos en uno de sus tantos viajes de ida y vuelta, a Francesco. eran dos de las grandes navieras. Estos dos buques, más el Savoia, el Principe di Udine, el Principessa Mafalda, encabezan por lejos la lista de arribos a Buenos Aires y seguramente alguno fue el utilizado por el resto de los Schiavi. Una vez llegado a territorio argentino, Giuseppe, de seis años, fue anotado como José. Para algunos conocido como Pino, como lo llamaban sus hermanos, por Giuseppino. A Angelo, el del medio, se lo conocería acá como Ángel o Yuleto, para los más cercanos, diminutivo de Angioletto (Angelito). Y Francesco sería simplemente Chesco. María De Domenici en la cubierta del Tomaso di Savoia.
Génova La travesía del Atlántico se Río de fue haciendo más rápida y Janeiro segura durante el siglo XX. Convirtiéndose en una Buenos competición entre empresas Aires navieras para construir los buques más grandes.
LOS CORRENTINOS La correntina durante la década de 1930, En la provincia de Corrientes, en la ciudad de Nuestra Señora del Rosario de en su ciudad natal. Caá Catí, departamento de General Paz, nació Mauricia Agustina Muñoz en 1906, hija natural de Juana Francisca Muñoz. Era nieta de Félix Muñoz y Justa Saragoza, matrimonio correntino que vivía en la zona rural de Caá Catí, al menos, desde la segunda mitad del siglo XIX. Su abuelo se había dedicado desde chico a la agricultura. De rasgos de origen mestizo, Mauricia era una muchacha de tez trigueña muy “coqueta”, en su ropa y sus peinados. Trabajadora doméstica desde joven, no había ido a la escuela. Las pocas posibilidades en un pueblo chico y el quedar huérfana a los 11 años, la llevarían con el tiempo a buscar empleo a la capital correntina. Por entonces, el Tren Provincial, con su trocha angosta, era un medio directo y económico para viajar desde su pueblo a la ciudad de Corrientes. Allí conseguiría nuevamente trabajo en alguna casa de familia. Las situaciones de la vida la irían convirtiendo en una mujer independiente, con iniciativa y sin temor a los desafíos. Siempre con fé, devota a la virgencita de Itatí, patrona de Corrientes. Coincidentemente, en esa ciudad habían nacido, en 1915, Consuelo y Ana. Las mellizas de la gran familia Vázquez, llegados, por un tiempo, desde Paraguay. En septiembre de 1935, viviendo ya hacía varios años en Corrientes, Mauricia se convirtió en madre de Roberto Muñoz. Por segunda vez le tocó afrontar el desafío de ser madre soltera, ya que Roberto nació teniendo un hermanastro 6 años mayor, llamado Ramón Giménez. Con los Giménez quedarían vínculos a través del tiempo, con los que vivían en Corrientes y algunos que se encontraban en Santa Fé.
II. L a v i d a e n e l v i e j o Q u i l m e s ............................ .................................... E L B A R R I O “ L A C O L O N I A” ........................... En 1872, al llegar el Ferrocarril del Sud, el joven y poco habitado pueblo de .................................... Quilmes había quedado dividido en dos, Quilmes Este o Centro y Quilmes Oeste, zona que primero se conoció como “La Colonia de Valerga”. Fue nombrado así en honor al genovés Santiago Valerga, que instaló el comercio que fue piedra fundamental del barrio, un almacén-fonda. El barrio se extendía desde Hipólito Irigoyen (incluyendo las vías del antiguo tren) a la Avenida Urquiza; de la calle República Del Líbano a Felipe Amoedo, y constituiría el segundo poblamiento, en antigüedad, del partido de Quilmes. Cuando la zona comenzó a poblarse en torno a don Valerga, la Cervecería aún no existía, y propios y ajenos comenzaron a darle aquél nombre a ese rincón quilmeño, y luego por extensión así se bautizó a toda la zona con sus quintas y chacras vecinas. Recién en 1912 se establecería por ordenanza municipal la jurisdicción bajo el nombre de Quilmes Oeste, tomando como límite definitivo hacia el este las vías, y extendiendo su superficie original. Pero, por mucho tiempo, aquella zona sería llamada por sus habitantes por su nombre original de “La Colonia”. Este viejo barrio, y sus manzanas cercanas, sería el destino hacia 1920 tanto de los Vázquez como de los Schiavi al mudarse hacia la ciudad de Quilmes. Y también lo sería de sus hijos, que fueron alquilando o construyendo en la zona.
La llegada del Ferrocarril del Sud al pueblo potenció su crecimiento, fomentó la instalación de la cervecería y la creación del segundo barrio, origen de Quilmes Oeste.
JUVENTUD DE LOS SCHIAVI En su huerta, María De Domenici En los primeros tiempos, los Schiavi alquilaron una casilla sobre Sarratea al 100, (izquierda) y María Gatti (derecha). en una modesta y todavía poco poblada zona en los fondos de los terrenos de la Detrás Chesco y Yuleto. cervecería. A dos casas de la vieja panadería de Bosco, que luego sería propiedad de su hija Josefina, conocida en el barrio como “la solterona”. María Gatti consiguió José, a principios de los años 30. trabajo como doméstica. Luego, en una fábrica familiar de dulces. María De Domenici trabajaría de cocinera muchos años en una casa particular. El pequeño José comenzó a ir a la escuela primaria. Al regreso de la misma, como su madre no estaba en casa, se ponía a preparar solito la comida para el resto de su familia. En su adolescencia José trabajó en las changas que pudo hasta conseguir finalmente algún puesto fijo. Pasaron los años y, a principios de la década del 30, los hermanos Schiavi se decidieron a comprar unos lotes que estaban en venta en la cuadra anterior de aquella casa que alquilaban sobre Sarratea. A pocos metros de las vías del ferrocarril y de un viejo almacén y despacho de bebidas conocido como el bar de Palumbo, todos terrenos linderos entre sí. Chesco se convirtió en dueño de dos de estos. José, ya con mayoría de edad, junto a su hermano Yuleto, compraron juntos los otros dos, ubicados a la derecha. Con préstamos del Banco Popular de Quilmes, que facilitaba créditos para que la ciudad se poblara, pagaron en cuotas durante 10 años. Yuleto se asociaría con su hermano Pino en la compra de otros lotes en el futuro. Sobre el costado izquierdo de ese gran terreno, levantaron una casa de ladrillos, madera y chapa, a la que llamaban el “rancho”, adonde se mudó toda la familia. En su amplio fondo armaron una huerta, un parral, un gallinero y hasta conejera, como acostumbraban tener en Pavía. Así tendrían legumbres, vegetales y, para una comida especial de domingo, algún pollo fresco .
Por entonces seguían existiendo amplias zonas en donde lo urbano se confundía con extensos baldíos, y solían encontrarse caballos pastando. El rancho era una de las pocas casas de la cuadra de Sarratea en la intersección con las vías del Ferrocarril del Sur, que coronaba el bar Palumbo. Una calle y veredas de tierra, con muchos lotes todavía divididos con postes y alambres. Se desconoce exactamente cuando murió Severino Schiavi, aquel agricultor que se subió a un barco buscando un mejor futuro para sus hijos. Pero seguramente fue antes de 1930, época en que armaron aquella primera vivienda. Con el tiempo, entre los tres hermanos empezarían a construir dos casas de material, en dos de los lotes contiguos al rancho, dejando un tercer terreno libre. Continuando la obra después del horario de trabajo. Sin parar, como buenos “tanos”. Chesco sosteniendo José “haciéndose” el guitarrista, disimuladamente la botella posiblemente al lado de aquella sobre la cabeza de Yuleto. vieja primera casa.
Chesco elegante en invierno. Primero terminarían la casa de Sarratea 26, de Yuleto y José, y posteriormente la de Sarratea 24, de Chesco, donde se mudaría con su esposa María, finalmente María De Domenici en casados en 1931. Las dos casas las harían con sótanos, donde guardar las conservas la entrada del terreno que elaboraban con la cosecha de sus quintas, los vinos y la grapa que preparaban, donde estaba el “rancho”. y hasta champaña. De piso de tierra y con la altura suficiente para bajar por una Al fondo, las vías. pequeña escalera de madera a acomodar o buscar algunos de esos productos caseros. La construcción alta sobre la derecha es el bar de Durante mucho tiempo las casas carecerían de agua corriente y cloacas. Las obras Palumbo. para distribuir las cañerías en esa cuadra de Sarratea serían financiadas por los mismos vecinos, años después, por iniciativa de los Schiavi. Por aquellos años, los hermanos de María Gatti, arribados poco antes que los Schiavi al país, habían llegado a tener un buen pasar económico. Alejandro Gatti tenía una casa de campo sobre la calle Centenario, pasando la barrera de la calle Dorrego. Yuleto y José, de jóvenes, cada tanto podaban los árboles de esos terrenos para sacar unos pesos. Carlos y Guido se dedicaban al transporte de personas en vehículos de alquiler. Eran cocheros, llevaban gente que iba de visita al cementerio con una “victoria”, un elegante carruaje tirado a caballo, entre otros viajes. Tiempo después, Carlos tendría una de las primeras empresas de taxis de Quilmes, esperando pasajeros a la salida de la estación de tren. Ángela, alias “Anyulina”, ya casada, vivía en un campo en Cardales. Y por último estaba Juan, más bohemio y soltero eterno. Estuvo siempre con la misma novia y nunca se casó. Era gracioso e incansable apostador. Podía poner dinero para jugar a cosas como quién se tomaba toda una damajuana de vino, o se comía más ravioles. Los taxis de los Gatti en fila, esperando pasajeros a la salida de la estación de Quilmes. Y el clásico Ford de 1930.
El flamante matrimonio, a la salida del Civil. (1931) Chesco y Maria en fotos de estudio Los hermanos a principios de los años 30. Chesco y Yuleto.
Yuleto de paseo por la ribera quilmeña. (1935) José haciendo pinta en la costanera y pedaleando a Luján.
JUVENTUD DE LOS VÁZQUEZ La vida de los Vázquez en la ciudad de Buenos Aires, luego de dejar Quilmes, fue dura, por no poder establecerse mucho tiempo en una misma casa. Pero un poco había sido así siempre para ellos. Cuando no llegaban a pagar el alquiler, juntaban sus pocas pertenencias y se iban, a veces sin pagar el último mes. La crisis mundial de la década de 1930 trajo a nuestro país un tiempo de vacas flacas, para toda la sociedad. Al menos la baja inflación hacía que los precios se mantuvieran estables y pudiera sobrevivir la vieja “libreta” del almacén. Y la infaltable compra “al fiado”. Un día, en una de sus tantas mudanzas, y sin nada que comer, los Vázquez pidieron facturas en la panadería del barrio con la promesa de pagar al día siguiente. Pero ellos sabían que ya no volverían. Cada tarde, al regresar Santiago a casa, sus mellizas Consuelo y Ana ponían la pava en el calentador y se sentaban a hacerle compañía, mientras le cebaban unos mates. Charlaban con él y disfrutaban mucho esos momentos. A veces, él ponía sobre sus piernas a su hijito Santiago, el único varón, apodado por ese motivo como el “Nene”. El pequeño aprovechaba pícaramente a contarle, entre tantas cosas, todo “lo malo” que habían hecho sus hermanas durante el día. Tras lo cual solían recibir como castigo de su padre irse a la cama sin comer. Pero, más tarde, su mamá Dolores les llevaba algo de alimento a escondidas. Porota, Ana, María, Monina y Consuelo. A principios de la década del 30.
Dolores Segovia a mediados de 1930. Dolores Segovia era, según quienes la llegaron a conocer en persona, de expresión Arriba, abrazada por sus hijas Porota y Chichí. tristona y bastante callada. Pero, sobre todo, una mujer noble y de mucha bondad. Una “santa” como se acostumbra a decir. Santiago Vázquez era un buscavidas incansable, en una época en que nada le fue fácil. Incluso sufría a veces de ciertas crisis, con características epilépticas. Una vez, uno de estos ataques le provocó aparentemente una catalepsia, y la rigidez del cuerpo y disminución de la sensibilidad y funciones corporales llevó a todos a pensar que había muerto. La sorpresa fue que “despertó” cuando habían comenzado los primeros preparativos para su velatorio. Pero su muerte llegaría, finalmente, hacia 1930. Y eso dejaría a su esposa y sus diez hijos en una situación mucho más complicada que antes. Como si no bastara, en 1932 falleció, con tan solo 15 años, Manuela. La hija de los Vázquez, que había nacido en Corrientes como las mellizas, sufrió una afección respiratoria de la que no pudo recuperarse. Dolores tuvo que seguir adelante como pudo. Tras estos años de duelo, y sin terminar de hallarse cómoda en la capital federal, tomó la decisión de volver con sus hijos a Quilmes. Consuelo dejaría atrás a su primer noviecito, pero el destino en poco tiempo le permitiría conocer a alguien muy especial en su vida. Los Vázquez a veces no tenían para comer luego de la desaparición de Santiago. Cuando conseguían pan, Dolores cortaba un pedazo para cada uno, y guardaban un poco para la noche. Las hijas a veces lo cortaban en rodajas, se comían el interior y se ponían de pulsera el resto, jugando a quién aguantaba más sin comer la parte de afuera del pan. Y más de una vez se robaron alguna gallina del vecino, para la olla. Aunque, en realidad, le hacían un caminito de migas hasta adentro de la casa y la gallina cruzaba el cerco y se acercaba sola a la cocina. Después envolvían bien las plumas para que el de al lado no las vea en la basura.
Las zapatillas se las pasaban de una hermana a otra, y si alguna les quedaba muy Las mellizas. Ana, la de la izquierda, grande le cortaban el talón y la cosían a medida. Lo mismo pasaba con la ropa. era un poco más alta que Consuelo. Algunas veces, las mellizas Consuelo y Ana ayudaron en el Hogar Sandford, una casa de retiros espirituales (detrás del actual St. George´s College de Quilmes), a cambio de comida y de poder llevar algo de alimento a casa. También hacía changas ahí el pequeño Santiago. Cuando no se las rebuscaba ayudando en una panadería o como lustrabotas. A veces pedía a alguna vecina con quintita, un poco de verdura para la sopa o el puchero. Y se la llevaba contento a su mamá Dolores. El resto de las hermanas trabajaba donde podía, fueron todos muy unidos. Lo importante era llevar algo para la olla de cada día, con tantas bocas que alimentar. En una oportunidad, las mellizas se pusieron a vender jabones por el barrio. Eran muy decididas, simpáticas y conversadoras, así que probaron suerte con la venta a domicilio. Eligieron una manzana y empezaron a golpear cada una en una casa diferente. Pero se fueron separando tanto que después no se encontraban. Hasta que se dieron cuenta de que se estaban buscando dando vueltas en círculos a la misma manzana. A veces incluso daban serenatas frente a la ventana de alguna casa, tocando una guitarra imaginaria. Seguramente recibían alguna propina. O las sacaban corriendo. Consuelo recordaría aquella época diciendo que eran unas “pavas”. En 1932 entró en erupción un volcán chileno y las cenizas que soltó fueron arrastradas por el viento hasta Buenos Aires, provocando una lluvia de polvo durante horas y horas. Escenas de carretas cargadas hasta arriba de cenizas se repitieron en decenas de ciudades. Las hermanas Vázquez salieron a recoger ese polvo limpiador natural que la naturaleza les había mandado y con el que lavaron cacerolas, jarros y platos, dejándolos brillantes. El “Nene” sonriendo, a mediados de la década del 30
Las mellizas llevando a María en bicicleta, por el muelle. Los Vázquez en una de tantas tardes Detrás: Consuelo, Carmen, Ana de paseo por la costanera de y un amigo. Centro: Porota, María, Quilmes, a finales de los años 30. Chichí y Monina. Delante: Santiago, el “Nene”.
Posando con amigos por el viejo balneario. El muelle y la pérgola, dos clásicos del río de Quilmes.
Detrás: Chichí, Porota, Ana y Dolores Segovia. Centro: Monina. Delante: Santiago y María. (1940) Monina y Ana con la piscina del parque cervecero de fondo. Santiago, adolescente y ciclista. Porota posando con Chichí.
III. E l s a b o r d e l e n c u e n t r o LAS MELLIZAS Y LOS TANOS Hacia 1935, Chesco quería “enganchar” a su hermano menor, José, con una italiana llamada Magdalena, con la ayuda de su esposa María. Intentaban una y otra vez que se conocieran ambos paisanos. Pero José no quería saber nada. Es más, tenía para entonces muchas ganas de hacerse marinero, e irse a navegar por el mundo. Por aquellos años, los Vázquez iban mudándose por diferentes lugares en las cercanías de la estación de Quilmes. Para entonces, Dolores había logrado alquilar una casa sobre Hipólito Yrigoyen esquina Guido, que ya no existe más. José con su bicicleta, junto a amigos, en Luján y en la costa de Quilmes.
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