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Cuentos de Papa Yin

Published by Moris Polanco, 2018-10-15 01:17:02

Description: Cuentos de Papa Yin

Keywords: cuentos,guatemala,oriente

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Cuentos dePapa Yin



Cuentos dePapa Yin Por Moris Polanco Ilustradospor Brenda Frías

© 2018 Editorial Arjé 6703 NW 7th St. Miami, Florida 33126, USA http://editorialarje.com Email: [email protected] ISBN-13: 978-1-7320707-8-3 (hard back) ISBN-13: 978-1-7320707-7-6 (paper back) Impreso en USA Diagramación y diseño de la portada: Allan CastilloTodos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, yasea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

Para los nietos, los bisnietos y los tataranietos de Efraín Polanco Rodríguez, in memoriam.



ContenidoPrólogo9Los animales fugitivos 17El zope viejo 25Tío Conejo y las chancletas de la abuelita 29Tío Coyote y Tío Conejo 31Por qué el conejo tiene las orejas largas 37La carrera del sapo y el venado 43El tigre, el buey y Tío Conejo 47El sapo que se pasó de listo 51La zorrita vanidosa 57El tigre cuto 63El muchacho que llegó a ser alcalde 75El arriero y el barbero 87Los caites de cuero crudo 93El adivinador 103Los tres consejos 115Juan Haragán y el Encanto de la montaña 123Federico Gallardo 131Blancaflor147

La fuente mágica 155Mama con Burra 163El espejo mágico 171Los aparejos mágicos 185El Tirador Lépero 197

PrólogoCuando tenía cinco años, o tal vez menos, mi abuelo Efraín(Papa Yin) me contaba estos cuentos. Mis padres solían llevarmea la casa de los abuelos, en la aldea San Miguelito, de AsunciónMita (Jutiapa, Guatemala) en la época de vacaciones de la escuela,en noviembre y diciembre. Eran los dos meses más maravillo-sos de todos los años… Me divertía muchísimo: iba a bañarmey a tratar de pescar al río, a cazar pajaritos (nunca le atinabaa ninguno), a arriar vacas, a ver cómo mi abuelo las ordeñaba…Por las tardes, en el patio de la vieja casa de adobe, jugábamos alescondite o nos subíamos a los inmensos árboles de tamarindo;pero lo hacía con cuidado, porque le tenía pánico a las inmensasarañas de colores que hacían sus telas en aquellos árboles. Y me

abuela Ester (Mama Tey) siempre nos cocinaba cosas sabrosas:quesadilla y marquesote, canillitas de leche, chocobananos, al-borotos… En fin, que hambre no pasábamos. Recuerdo que Papa Yin tenía una yegüita blanca, a la queme enseñó a montar. No pocas veces estuve cerca de que lellegüita me echara al suelo, seguramente porque yo no la sabíamontar. También había dos perros en la casa: Muñeco y Míster,el primero más pequeño que el segundo. Míster era una espe-cie de pastor alemán, pero no de raza pura. Era gris. Recuerdoque murió engusanado. Muñeco era color ambarino, de piernascortas y pelo más largo. Era más tranquilo que Míster. Me papáme cuenta que con ese perro fue que yo aprendí a caminar:estaba yo apoyándome en él, de pie, como podía, y el perrose movió. Yo me quedé tambaleando pero no me caí, y dí losprimeros pasos en pos de Muñeco. Durante un tiempo también vivió en la casa de SanMiguelito otra inquilina: la miquita Gillette, un mono araña quemi papá había comprado en un viaje a Petén. Era muy simpáticala miquita, y muy traviesa… Mis abuelos tenían una pequeñatienda, y Gillette se comía los chicles. Tomaba una cajita de chi-cles Adams, sacaba las pastillas, medio las mordía y luego lasbotaba. Eso enfurecía a una muchacha que estaba a cargo de 10

la tienda. Un día, le dio un un golpe muy fuerte, y parece quemurió a consecuenca de eso. Pobrecita Gillette. ¡Si hasta iba ala doctrina! Mama Tey iba a enseñar el catecismo algunas tar-des a la pequeña iglesia que mi abuelo había construido en laaldea –todavía se conserva–, y Gillette, cuando percibía que erala hora, se adelantaba a tocar la campana. Luego, hacía micuras alos niños y no los dejaba poner atención. Creo que a Mama Teytampoco le gustaba mucho la miquita. Por las noches, temprano (no había luz eléctrica, nosalumbrábamos con candiles y candelas, y la famosa lámpa-ra Coleman), yo sabía que Papa Yin me iba a contar cuentos.Después de la cena yo estaba ansioso porque nos fuéramos ala cama. Y empezaba a contarme “Los animales fugitivos”, “Elsapo que se pasó de listo”, “Tío Conejo y Tío Coyote”, y mi fa-vorito: “El tigre cuto”. Lloraba de la risa y de la emoción cuandomi abuelo ponía en boca del conejo aquel grito: “¡A la puerta,tío, que el cuto es mío!”. Creo que le habré pedido unas cienveces que me contara ese cuento. El pobre, como había tra-bajado tanto durante el día, estaba que ya se dormía cuandome contaba los cuentos. Además, recostado en la cama… Yonotaba que él se empezaba a dormir; por respeto, esperaba unmomento a que se despertara, pero cuando veía que más se 11

hundía en el sueño, lo movía y le decía: “¡Papa Yin, Papa Yin: elcuento!”. Entonces él se despertaba y seguía, hasta que lo volvíaa vencer el sueño, y de nuevo a moverlo. Cuando terminaba elcuento, le insistía: “Papa Yin, ¡otro cuento!”. Fueron muchas noches las que gocé los cuentos de PapaYin. No sé cuántos cuentos me habrá contado en total, pero aeso atribuyo mi afición por la lectura y las artes: me despertóla imaginación. Era todo un mundo de animales que hablaban,de “encantos”, reyes y príncipes, de pícaros y de jóvenes ar-rojados que se iban “a rodar tierras” y siempre volvían ricos.Después supe que muchos de esos cuentos –sobre todo, losllamados maravillosos– tenían sus raíces en la Edad Media espa-ñola. (Cuando fui profesor en la Facultad de Humanidades de laUniversidad Rafael Landívar dirigí una tesis de licenciatura sobrelos cuentos maravillosos de Guatemala, y fue entonces cuandohicimos el descubrimiento. La tesis se titulaba precisamente“Análisis estructural de los cuentos maravillosos de Guatemala”,y la escribió Ernesto Loukota). Los cuentos que componen este libro fueron grabadosalrededor de 1989 y 1991. Aun conservo las grabaciones, perono son de muy buena calidad. Los transcribí, primero, para unproyecto de la Universidad Rafael Landívar. Se publicaron en 12

cuatro folletos: Los animales fugitivos (o Avanturas de ani-males, no recuerdo exactamente), Cuentos Populares y CuentosMaravillosos. Años más tarde, con las nuevas tecnologías, losreuní en un solo volumen, sin ilustraciones, que titulé “Cuentosdel oriente de Guatemala”. Ahora, más de cincuenta añosdespués de que mi abuelo me contara estos cuentos (y otros,que lamentablemente ya mi abuelo no recordaba, cuando hicelas grabaciones), los publico nuevamente, con ilustraciones deBrenda Frías, de Argentina, para los bisnietos, los tataranietosy todos los descendientes de mi abuelo, Berfidio Efraín PolancoRodríguez (1917-2004), y los dedico a su memoria. Cabe hacer una aclaración, sobre todo, tomando encuenta los tiempos que vivimos. Algunos de estos cuentos lesvan a parecer a algunos que no son “políticamente correctos”.Y es cierto. Yo mismo me plantée si debería publicar “El zopeviejo”, “El sapo que se pasó de listo” o “La zorrita vanidosa”. Ala sensiblidad actual estos cuentos les parecerán crueles. Peromás crueldad miran los chicos de hoy en el Animal Planet… Lavida es dura, o los animales de las fábulas nos lo recuerdan. Ellossolo imitan a los humanos. No tenemos por qué endulzarlos.Además, los orientales son así, ¡qué le vamos a hacer! Pero esosí, no se podrá decir que falta el buen humor. 13



FÁBULAS



Los animales fugitivosHabía un señor que tenía un burro que le servía paraacarrear leña. Pero el burro ya estaba viejo y no aguantaba contanto trabajo. Un día, pensó: «mejor me voy», y en la nochesaltó la cerca del corral y se fue. 17

En el camino se encontró con un perro, que lo saludódiciéndole: —¡Hola, tío burro! ¿Para dónde va? A rodar tierras , porque ya no aguanto el lomo de tantacarga que me ponen —le contestó el burro. —Ah, yo también —le dijo el perro—: ya ni de comer medan en la casa, y voy a ver qué hallo por ahí. —Pues vámonos… —le dijo el burro. Y se fueron. Más adelante se encontraron con un gato, que tambiénandaba «rodando tierras». —¿Para dónde vas? —le preguntó el burro al gato. —A ver qué hallo por ahí. ¿Y ustedes? —También —le dijo el burro. —Entonces, ¡vámonos! —dijo el perro, y se fueron. Como al medio día, se encontraron con un conejo. «Ah…, yo me voy con ese grupo», pensó el conejo. —Mellevan? —les preguntó. —Te llevamos —le contestó el burro. Pero el pícaro conejo no quería irse a pie, y le dijo alburro: —Mire, tío Burro… ¿montadito yo ahí arriba? 18

—Montate, pues —le dijo el burro, y se subió el conejo enel lomo del burro. Alrededor de las tres de la tarde, se encontraron con unpato. —¿Y ahora qué? ¿A vos que te pasa? —le preguntó elburro al pato. —Me querían hacer tamales —dijo— y mejor me vinehuyendo. —Pues venite con nosotros —le dijo el conejo, y se unió elpato al grupo. Como una hora después, se encontraron con un gallo,que también andaba huyendo. —¿Y qué te pasa? —le preguntó el burro. —Cállese, ahí me vienen siguiendo. Ya me agarraban.Quizás me quieren comer en chicha o saber en qué, pero yo mevine huyendo. —Vámonos —dijeron los animales. Por ir platicando en aquellos llanos, se les hizo tarde, yllegaron al pie de una montaña. —Bueno, y a todo esto, ¿en dónde vamos a dormir? —preguntó el burro. 19

—Ah —dijo el perro—, allí esta una cueva, se mira grande;vamos a ver, vamos a inspeccionar... —¿Y no habrá gente adentro? —preguntó el conejo. —Que vaya uno a ver... —dijo el burro, y fue el gato. —No, no hay ninguno —regresó diciendo el gato—; estálimpio, como que han vivido, pero ahorita no hay nadie. —Tomemos posesión —dijo el burro—; que cada unotome su lugar, donde mejor le convenga. —Yo me quedo aquí —dijo el gato. —Y yo aquí —dijo el pato. —Yo me quedo algo cerca de la puerta —dijo el conejo—,por un caso de que alguno venga, les aviso... —Yo me voy a quedar de este otro lado —dijo el perro. —Yo no entro a la cueva, muchá —dijo el gallo—, mejorme quedo aquí, vigilando, y en la madrugada los voy a despertara todos con mi canto. Pero sucedía que esa cueva era de unos ladrones, que devez en cuando llegaban ahí a dormir y a jugar baraja. Y esa nochellegaron a la cueva, pero cuando oyeron voces, pensaron que talvez alguien la había ocupado. —¿Quién va a ver? —dijo el jefe de los ladrones. Y el másvaliente se ofreció a ir: 20

—Yo voy; espérenme aquí. —Y se fue el ladrón. Poco apoco se fue metiendo en la cueva.... De repente, le puso la mano en el lomo al conejo, y elconejo, como era pícaro, dijo: —¡Oh! ¡¿Quién me tienta el rodillón?! «Debe de ser un gran hombre, un gigante», pensó elladrón, y retrocedió. Al hacerse para atrás, se fue a topar con elperro: —¡Quién anda allí! —dijo el perro, y lo mordió en unapierna. Entonces fue a caer con el pato, que también lo mordió,y luego se topó con el burro, que lo pateó, y por último con el 21

gato, que lo arañó... Arrastrándose logró salir de la cueva, elpobre hombre. Entonces el gallo, al oír el gran laberinto que teníanadentro, cantó: —iQui-quiri-quí!, «¡tráiganmelo a mí!», entendió elladrón, y empezó a correr con todas sus fuerzas. Cuando llegó con sus compañeros, les contó todo lo quele había pasado: 22

—Está ocupada la cueva..., la han invadido a saber cuántos,porque miren: le he tentado la rodilla a un hombre allí..., así esla gran rodilla, debe de ser un hombre muy grande; y por otrolado, estaba también otro con una gran tenaza que me hizo unosgrandes hoyos en la canilla; y otro que ha de ser albañil, porqueme cuchareó todo...; y me agarró también un barbero que mecortó toda la cara; y hasta un herrero...: debe de ser herreroporque me ha dado un almadanazo , que si me da en la cabezano regreso. Y el más tremendo, que ya no pude distinguir cómoera, era uno que sólo decía: «¡Tráiganmelo a mí!...» Así que esuna artillería la que hay allí más bien —les dijo. —¿Y qué hacemos? —se preguntaban todos. —Ni para arrimarnos allí, mejor vámonos a buscar otrolugar —dijo el jefe, y se fueron. Cuando vieron los animales que ya no había nadie quelos molestara, se quedaron a vivir allí. 23



El zope viejoHabía una vez un zope1 joven al que se le murió su compañerode vuelo, y se quedó solo: volaba solo, comía solo, dormía solo...1 Zopilote 25

Una vez, volando por las montañas, vio a un zope queparecía tierno parado en un árbol seco, y pensó: «Ve: un zopetierno. Me voy a hacer cargo de él para que cuando crezca seami compañero de vuelo». Y así, empezó a llevarle carne. Pero sucedía que aquel zope no era tierno, sino viejo,aunque daba la impresión de ser tierno porque se le habían caí-do todas las plumas. Y pensaba el zope viejo: «Qué buen cora-zón tiene este zope, que me está trayendo comida. Dios lo hatraído para que me socorra». Así pasaron algunos días, y el zope joven le llevabacomida al zope viejo. Pero llegó un tiempo en que escaseó lacomida, y el zope joven no consiguió mucho. —Mirá—le dijo el zope joven al viejo—, ahora sólo estepedacito te traje, porque no pude hallar más; está todo escasopor todas partes. Entonces le dijo el zope viejo: —Mirá..., ¿Y allá por Santa Ana? Allí ha sido bueno. ¿Yafuiste allá? —No, por allí no he ido—le respondió el zope joven. —También aquí por Escuintla, por Jutiapa...; todos esoslugares han sido buenos. Los rastros, en primer lugar. ¿Y sabés 26

qué? —continuó diciéndole—, por allá por el río Motagua semueren muchos animales del puro calor... Entonces, el zope joven se quedó pensativo, y le preguntóal zope viejo: —Bueno, ¿y a vos quién te ha contado todo eso? —¡Ja! Si yo cuando era joven me barría todos esoslugares y era campeón para la pelea. A mí no había zope quese me parara; le pegaba hasta a tres, y siempre comía antes quetodos; los dejaba comer hasta que yo me llenaba. —Entonces, vos de viejo es que estás así... En ese momento comprendió el zope viejo que el jovenlo había estado tomando por un zope tierno... 27

—Entonces así está fregado2 — le dijo el zope joven—; ay nos vemos—y se fue el zope joven. —¡Ve qué metida de pata la mía! —exclamó el zope viejo. Y así sequedó, lamentando su mala suerte.2 Difícil, que no conviene.

Tío Conejo y las chancletas de la abuelitaEn un pueblo andaba una vez un grupo de muchachosmolestando, y Tío Conejo los siguió. En un relajo1 que hicieronlos muchachos, llegó la policía y los capturó a todos: ¡a la cárcelfue a parar Tío Conejo! Sentado en un rincón de la cárcel, Tío Conejo mirabapara arriba y pensaba: «¿Cómo hiciera yo para salirme deaquí?»; pero no se le ocurría ninguna idea. En eso, llegó un bolo2 y le preguntó a Tío Conejo:1 Alboroto.2 Borracho. 29

—Bueno, ¿y vos qué estás haciendo aquí, triste? ¿Qué tepasa? —Ay, señor, es que mire..., yo me traje las chancletas3de mi abuelita, y allí anda ella en la calle, la pobrecita. Quiero vercómo se las paso. Hágame una campaña4 usted...—le dijo TíoConejo al borracho. —¿Qué querés? —le preguntó el borracho. —Tírele las chancletas a mi abuelita. —¡Prestá! —le dice el hombre. Entonces, el conejito le presentó las orejas, y le dijo: —Aquí están, mire... Y el borracho tomó al conejito por las orejas y lo lanzófuera de la cárcel. Al no más caer, salió huyendo Tío Conejo.3 Calzado casero sin tacón.4 Favor. 30

Tío Coyote y Tío ConejoUn día, Tío Conejo estaba comiendo zapotes en un árbol, yTío Coyote, como siempre, lo andaba persiguiendo. Cuando TíoConejo lo vio pasar, le gritó: — ¡Oy1, Tío Coyote! —Conque ahí estás... Hasta hambre ando aguantando porandar detrás de vos —le dijo Tío Coyote. _ ¿Y para qué me busca, pues? —le preguntó el conejo,haciéndose el que no sabía —Hoy te como —le dijo Tío Coyote. —Qué raro... —le respondió Tío Conejo—, qué raro queusted me va a comer siendo yo tan bueno con usted.1 ¡Hola! 31

—Pero te como, es demás2 —le dijo Tío Coyote. —Mire —le dijo Tío Conejo—, si tanta hambre tiene, pruebe loque estoy comiendo —y le tiró un pedazo de zapote. Al coyote le gustó el zapote. Al darse cuenta, Tío Conejobuscó otro maduro, y se lo tiró también. —¿Ya se llenó? —le preguntó Tío Conejo.2 Es por demás. 32

—Y qué me voy a andar llenando —le respondió TíoCoyote—, solamente que me tirés uno grande. —Ah..., le voy a buscar uno bien maduro, pues —le dijoTío Conejo. EI conejo cortó un zapote muy grande, que él calculóque no le cabía en la boca, y le dijo: —Mire..., pero éste sí no lo vaya a dejar caer, porque sedeshace. Abra bien la boca. EI coyote abrió bien la boca, y Tío Conejo le dejó caer elzapote... —¡Ayyy! —gritó el coyote cuando le cayó el zapote en losdientes. Entonces aprovechó Tío Conejo para salir huyendo. Tío Coyote, como pudo, se quitó el zapote, y se puso aseguir las huellas del conejo. AI poco tiempo, lo encontró subi-do en un palo3 de zunza4. —Aquí estoy, Tío Coyote —le gritó Tío Conejo. —Ah, hoy no te me librás —le dijo Tío Coyote. —Pero ¿por qué? —le dijo Tío Conejo—. Usted siempreanda bravo conmigo viendo que yo le doy de comer.3 Árbol4 Zunza: fruta parecida al zapote, pero más grande y con menos pulpa. 33

—Qué me vas a dar de comer... ¡me quebraste todos losdientes! —le contestó Tío Coyote. —Ah...—le dijo Tío Conejo—, mire qué mala suerte: lesalió verde, ¿verdad? Pero pruebe lo que estoy comiendo ahora—le dijo, y le tiró un pedacito de zunza bien madura. Tío Coyote se saboreó, y le dijo: —Pero no me lleno con un pedacito… Tío Conejo buscó otra, y le tiró un pedazo más grande. —Vaya, ya está lleno, ¿verdad? —le dijo Tío Conejo. —Qué me voy a andar llenando con esto —le contestó elcoyote. —Vaya, abra la boca; pero esta sí no la vaya a dejar caer,porque ésta sí está madura: mírela, cómo está—le dijo el cone-jo, dejándole caer un pedacito. —Ah, ésta sí está madura. Tirámela, pues —le dijo elcoyote. Y se ocurrió lo mismo que con el zapote: trabada se lequedó en la boca la zunza. Días después, el coyote encontró al conejo comiendozacate en un zacatal. Cuando quiso capturarlo, el conejo se le es-capó por debajo de las patas, y el coyote se puso a perseguirlo. 34

Pero Tío Conejo ya tenía pensado cómo librarse del coy-ote: pasó corriendo por debajo de un cerco de alambre de púas.Como era pequeño, pasó por debajo de los hilos sin dificultad.El coyote pensó que también él podía pasar, pero no pudo, y sequedó enredado en los alambres. 35



Por qué el conejo tiene las orejas largasEste es el cuento del conejo que le fue a pedir a Dios que lohiciera más grande. Como el conejo no estaba conforme con el tamaño quetenía, y sus vivezas eran grandes, le fue a pedir a Dios que lohiciera más grande. Dios le dijo que le concedería lo que deseaba si le llevabasiete cueros de mico1, los colmillos de un lagarto y las barbas deun león. El conejo se fue a una montaña donde sabía que vi-vían muchos micos. Llevó una guitarra vieja y una red, y por1 Mono pequeño. 37

el camino pasó cortando unos bananos. Se fue a sentar debajo de un árbol, y se puso a tocar la guitarra, esperando a que llegaran los micos. Al oír la bulla, los micos empezaron a llegar... —Vengan a comer gui- neos2, muchá3 —les dijo el conejo. Los micos fueron bajando de los árboles, y empezaron a co-mer y a bailar al ritmo de la guitarra del conejo. Cuando ya sehabían reunido varios micos, les dijo el conejo: —Miren, muchá: yo que tengo malicia4 que si entran to-dos a esa red puedo con ustedes... —No podés con nosotros —le dijeron ellos. —Cómo no —les contestó él.2 Plátanos, bananos.3 Muchachos, amigos.4 Curiosidad, sospecha, creencia. 38

—Metámonos, muchá, a ver si es cierto que puede —dije-ron ellos, y se metieron siete. Entonces el conejo tomó un garrote, y los mató a todosdentro de la red. Así que los mató, les quitó el cuero a los siete. —Vaya —dijo el conejo—, ahora sólo me faltan las barbasde león y los colmillos de lagarto. Entonces, el conejo se fue a donde vivía un lagarto, en ungran río. Cuando el conejo llegó, el lagarto estaba flotando en elrío. Solo los ojos asomaba. 39

El conejo llevaba dos chibolas5 de madera muy dura, y sepuso a hacer malabarismos con ellas. Entonces, le dijo al lagarto: —Salga, tío lagarto, venga a jugar conmigo. Al lagarto le gustaron los malabarismos que estaba ha-ciendo el conejo con las chibolas, y salió del agua. Cuando estu-vo fuera, el conejo le tiró una chibola directo a la cabeza, perocomo el lagarto tiene una piel muy dura, no le caló el pelotazo.Entonces el lagarto regresó al río. —Salga, tío lagarto, vamos a jugar con las chibolas —ledecía el conejo. El lagarto, desde el río, le contestó: —No, no salgo, sos muy malo vos; si como me pegasteen la cabeza me das en el tronco de la cola, me matás. —No, tío Lagarto, es que se me pasó —le dijo el conejo—;no lo vuelvo a hacer. El lagarto, muy ingenuo, volvió a salir a la orilla, y en-tonces el conejo le tiró una chibola en la cola. Allí mismo quedómuerto, y el conejo le quitó los colmillos. —Ahora ya sólo me faltan las barbas de león —dijo, y sefue a cortar un tecomate6.5 Chibolas: pelotas.6 Tecomate: ayote seco: con un orificio en el extremo más pequeño, puedeusarse para transportar agua. 40

Cuando encontró un buen tecomate, le hizo un hoyocon sus dientes y le amarró un bejuco7. Allí esperó a que pasaraun armadillo. Cuando vio que se acercaba uno, se le tiró encimade un brinco y le amarró el tecomate. EI armadillo salió corrien-do; con el tecomate que llevaba encima hacía un sonido comode viento fuerte. El conejo, entonces, se fue corriendo hacia la cueva delleón, y llegó antes de que pasara por allí el armadillo. —¡Tío León —le dijo el conejo—, apúrese, allá viene elJuicio8! —¿Cómo? —le preguntó el león. —EI Juicio, oiga... —le dijo el conejo—, solamente el queande amarrado se va a salvar. —De veras, pues —dijo el león, cuando escuchó el so-nido que hacía el armadillo que se acercaba—, maneame9 a mítambién. El conejo, nada tonto, amarró bien al león por las cuatropatas. En eso, vieron pasar al armadillo frente a la cueva...7 Bejuco: planta de tallo largo y delgado que se enrolla en los árboles.8 Por el Juicio Final.9 Manear: atar. 41

Estando así, amarrado, el león no podía defenderse, y elconejo le cortó las barbas. Con los cueros de mico, los dientes de lagarto y las bar-bas de león, el conejo fue a buscar a Dios. —Aquí vengo, Señor, a que me haga más grande —le dijoel conejo a Dios. —¿Me trajiste lo que te pedí? —le preguntó Dios. —Sí, aquí las traigo —le dijo el conejo, y le enseñó lo quellevaba. —Vaya —le dijo, recibiéndole las cosas—, si siendo peque-ño sos tan pícaro, siendo grande a saber qué averías vas a hacervos... Las orejas te voy a jalar, no más —y le estiró las orejas. 42

La carrera del sapo y el venadoEn cierta ocasión, estaba un venado comiendo a la orilla deun charco. De repente, vio a un sapo brincando en la orilla, y seburló de él diciéndole: —Ay, Dios, para saltar así, mejor nada, vos... Así se salta,mirá —le dijo, dando un salto sobre el charco. El sapo se indignó por la vanidad del venado, y le dijo: 43

—Hagamos una cosa: no te fijés en lo que salto; vamos1una carrera. Pongamos diez kilómetros. —Te gano —le dijo el venado. —Mirá, que sea el conejo el que esté allá al final, para quesea el juez; y aquí, pongamos al armadillo para que se dé cuen-ta de que la salida sea al mismo tiempo —le propuso el sapo alvenado. Al venado le pareció todo bien, y acordaron que la car-rera sería una semana después, para poder invitar a todos losanimales del bosque. Pero el sapo aprovechó ese tiempo para hablarle a otrosamigos suyos para que le ayudaran a ganar la carrera. Su ideaera poner a sus amigos distribuidos a la orilla de la carretera,mientras que él estaría a pocos metros de la meta, esperando alvenado. En la salida pondría al sapo que más se parecía a él, unprimo suyo. El día señalado, había una gran multitud de animales desdetemprana hora esperando ver la salida de los dos competidores. Otros muchos también, encabezados por el conejo, es-peraban en la meta, diez kilómetros más adelante. El venado había llegado desde temprano, y hacía ejerciciosde calentamiento, causando gran admiración entre las venaditas1 Vamos: apostemos. 44

y las conejitas. Así pasó como media hora, pero el sapo no sepresentaba. EI más preocupado era el armadillo, porque habíaapostado por él con el tigre. Ya muchos empezaban a pensarque el sapo les había jugado una broma. Cuando faltaba apenas un minuto para la hora fijada,llegó corriendo el primo del sapo, dando codazos para poderpasar. «¡iAl fin!», dijeron todos, «¡que empiece ya!», gritaban.El armadillo hizo que ambos se aproximaran a la línea de salida. —¡A la una..., a las dos..., y a las......, tres!—exclamó el ar-madillo, y salieron brincando los dos animales, entre el griteríode todos. EI venado, por supuesto, de tres saltos tomó ventaja so-bre el pobre sapo, que hacía su mejor esfuerzo para engañar alvenado. Como dos kilómetros más adelante, el venado ya habíaempezado a caminar, confiado en que había dejado muy atrás alsapo. Pero en eso, le salió uno de los sapos que estaban escon-didos a la orilla del camino, y de lejos le gritó: —¡Adelante estoy...! —¡Ve qué desgraciado, dónde va!—exclamó sorprendidoel venado, y empezó a saltar con más fuerza para darle alcanceal sapo. Más adelante, el tercer sapito hizo su parte, saliéndoleadelante al venado cuando lo vio aproximarse, y diciéndole: 45

—¡Adelante estoy!... ¡Apurate! EI venado, asustado, en |o único en que pensaba era encorrer con más fuerza, pero siempre le resultaba un sapo adel-ante, y ya se estaba cansando. Cuando el último sapo, el que había hecho la apuesta, viode lejos al venado, salió de la orilla del camino y empezó a brin-car hacia la meta. Con bastante ventaja llegó el sapo a la meta, entre el grit-erío de los animales que lo esperaban. 46

El tigre, el buey y Tío ConejoHabía un señor que tenía una finca con mucho ganado,pero un tigre le estaba comiendo los terneros. Entonces decidióponerle una trampa al tigre. Pocos días después, el tigre cayó enla trampa; quedó prensado por una gran tranca. Por más que seesforzaba por librarse, no podía. Al rato pasó por allí una vaca.El tigre, al verla, le dijo: 47

—¡Ay!, vaca. ¡Quitame esta tranca de encima! —¿El qué? —le contestó la vaca, enojada—, si te la quito,vos me comés: una tu patada te voy a meter —le dijo, y siguiósu camino. Y así fueron pasando otros animales: pasó un cabro,pasó una mula, pero ninguno quiso ayudar al tigre. Al caer latarde, pasó por ahí un pobre buey, que venía de trabajar. —¡Ay!, buey, hacé una caridad conmigo —le suplicó eltigre—, quitame esta tranca, que ya no la aguanto. —Ah..., vos me comés —le contestó desconfiado el buey. —No; no te como, palabra que no te como —le aseguróel tigre. Y tanto se lamentó, que acabó convenciendo al bueyde que lo ayudara. Entonces éste metió un cacho1 debajo de latranca y la levantó. Con eso el tigre ya pudo salir. Después, eltigre y el buey se pusieron a platicar. —¿Y qué tal vida Ilevás vos? —le preguntaba el tigre albuey. —Ah..., a mí me va muy mal: me toca trabajar todo el día,jalando el arado. Duro me toca —se lamentó el buey. —Ya ves —le dijo el tigre—, lo mejor es que te coma. —¡Ah! ¿Y por qué? —le preguntó, admirado, el buey. —Es que dice un dicho que un bien con un mal se paga...1 Cacho: cuerno 48

—Pero cómo va a ser eso —le decía el buey—, no seásdesagradecido; si yo te ayudé porque vos me dijiste que no meibas a comer... —Pero yo tengo hambre; hace muchos días que no como—lo amenazó el tigre. —¿Sabés qué? —le propuso el buey al tigre—, allá vieneTío Conejo: que decida él. —Vaya, pues —dijo el tigre. Tío Conejo no quería meterseen el asunto, pero el buey lo llamó y le dijo: —Tío Conejo, venga: usted va a ser juez. —¿Y eso? ¿Qué pasa? —preguntó el conejo. —Fíjese que este tigre cayó en una trampa, y cuando yopasé por aquí me pidió que lo ayudara, y yo de buena gente viney le quité la tranca de encima. ¡Y ahora me quiere comer por elbien que le hice! —le explicó el buey. —¡Eh! —dijo Tío Conejo—. Pero para que yo lo crea, esnecesario ver las cosas: levantá, a ver si podés con la tranca —ledijo al buey; y el buey levantó la tranca con los cachos. —Ahora vos —le dijo al tigre—: metéte debajo para vercomo estabas… El tigre, muy confiado, se metió debajo dela tranca. Entonces el conejo le hizo una seña al buey de que 49


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